Integración y desarrollo

Integración y desarrollo

El movimiento del deporte paralímpico, del que forman parte deportistas con algún grado de discapacidad física o mental,  crece cada vez más en el mundo. Y la Argentina no es la excepción. La prueba más fehaciente fueron los últimos Juegos Parapanamericanos disputados en agosto pasado en la ciudad canadiense de Toronto. Nuestro país llevó una delegación récord de  260 personas, de las cuales 169 fueron deportistas (127 atletas masculinos y 42 femeninos). Además, por primera vez, nuestra delegación tuvo representantes en 14 de las 15 disciplinas oficiales. Si bien no se pudo mejorar -por poco- la performance lograda en Guadalajara 2011, la Argentina terminó en el séptimo lugar, con un total de 67 medallas (18 oros, 25 platas y 24 bronces). ANCCOM dialogó con tres deportistas nacionales que llegaron al podio en el certamen continental más importante para atletas con discapacidad.

Sebastián Baldasarri en el Cenard.

Sebastián Baldasarri en el Cenard.

La pasión intacta

Sebastián Baldassarri tiene 38 años y es uno de los atletas paralímpicos con mayor antigüedad dentro del deporte argentino. Representa al país en lanzamiento de bala y de disco y se ubica entre los cinco mejores deportistas del mundo en estas disciplinas. En los recientes Juegos Parapamericanos, obtuvo una medalla de bronce en lanzamiento de disco.

Sebastián perdió la vista en un accidente automovilístico cuando tenía 13 años: “Tuve que empezar una vida nueva. Al principio cursé en un colegio especial donde tuve que aprender el sistema Braille y luego fui al Servicio Nacional de Rehabilitación (SNR). Allí comencé haciendo lanzamiento de bala como un hobby y me terminé enganchando”.

En 1999  viajó a los Juegos Parapanamericanos de México y esa resultó su primera experiencia internacional. Luego fue mejorando su rendimiento y compitió en los mundiales de atletismo de 2002 y 2003, hasta que finalmente se dio el lujo de participar de su primera Olimpíada Paralímpica: Atenas 2004. Allí estuvo muy cerca de ganar una medalla: quedó cuarto. Pero tuvo su revancha en los siguientes juegos y en Beijing 2008 obtuvo la presea de plata en lanzamiento de disco.

Sebastián entrena de lunes a viernes, por la mañana, en el CENARD. Cuando está próximo a participar de competencias internacionales, lo hace en doble turno: “Yo entreno como cualquier deportista convencional de mi especialidad. Ni menos ni más, la única diferencia con ellos es mi discapacidad visual”. Así fue que con los años supo construir una cordial amistad con Germán Lauro, uno de los atletas argentinos con mayor éxito en lanzamiento de disco.

“Yo entreno como cualquier deportista convencional de mi especialidad. Ni menos ni más, la única diferencia con ellos es mi discapacidad visual”.

Una de las cuestiones que Sebastián no quiere dejar pasar por alto es el notorio cambio que hoy vive el deporte paralímpico en nuestro país: “Cuando comencé con esto (a fines de los ´90), éramos una delegación de no más de 25 personas que iban a competir internacionalmente. En Toronto batimos un récord absoluto y eso es una satisfacción enorme. En esto tuvieron mucho que ver el Comité Olímpico Argentino (COA), el  Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) y la Secretaría de Deportes de la Nación (SDN). Pero también nosotros, los deportistas que con esfuerzo y resultados nos ganamos su confianza”.

El próximo objetivo que se propuso Sebastián es realizar una gran actuación en los próximos juegos Paraolímpicos de Río 2016, y luego ver qué deparará su futuro como deportista: “Ya son 22 años dedicando mucho tiempo a este deporte que me encanta. Quizás sea el momento de reflexionar y ver la forma de cómo seguir contribuyendo al crecimiento del deporte paralímpico desde otro lugar.Tal vez, algunos deportistas me tomen como un referente dentro del movimiento, pero yo me considero uno igual a todos los demás. Ya veré  luego finalmente desde qué lugar podré seguir ayudando a crecer al movimiento”, dice.

Sebastián también es abogado y administrador de consorcios, aunque por el momento la alta cantidad de horas que le dedica al deporte le impide ejercer estas profesiones con normalidad.

De Chaco, con amor

Daniela Giménez es de Resistencia, Chaco, y nació hace 23 años sin su antebrazo izquierdo. Pero eso no impidió que ya, desde muy pequeña, practicara distintos deportes como atletismo y gimnasia artística. Pero como notó que dentro del agua se sentía muy cómoda, optó por darle prioridad a la natación.  

Daniela Giménez en la pileta del Cenard.

Su primera competencia importante representando a la Argentina fueron los Parapanamericanos de Río 2007 y, para su propia sorpresa, obtuvo la medalla de bronce en estilo mariposa y pudo clasificar en estilo pecho a los Juegos Paralímpicos de Beijing 2008.

La natación adaptada se divide en 14 categorías, según el nivel de dificultad con el que el deportista cuenta. Daniela es categoría 9 -por tener el brazo amputado por debajo del codo- y nada varios estilos. Su especialidad son los cien metros pecho y los cincuenta metros libres.  En los últimos Parapanamericanos de Toronto, fue la deportista argentina que más medallas conquistó: cinco (dos de oro, una de plata y dos de bronce).

Cuenta sobre sus inicios: “Siempre competí con chicos convencionales en torneos de clubes. Yo iba al club Universitario de Nordeste y me vio Alicia Boscato, que estaba en el movimiento paralímpico y me invitó a sumarme. Era 2004, ahí me enteré que existía el deporte adaptado, yo tenia 12 años”.

Su primera competencia importante representando a la Argentina fueron los Parapanamericanos de Río 2007 y, para su propia sorpresa, obtuvo la medalla de bronce en estilo mariposa y pudo clasificar en  estilo pecho a los Juegos Paralímpicos de Beijing 2008, una experiencia que hasta la dejó marcada: “Fue mi primer juego olímpico con 16 años. Resultó algo magnífico, los chinos hicieron todo a lo grande nunca vi algo igual en mi vida. Me refiero en cuanto a organización, infraestructura, el servicio, la atención. Además, Beijing para mí fue un click, me ayudó a darme cuenta que si quería llegar a lograr algo tenía muchas cosas que cambiar, empezando por el nivel de entrenamiento”.

Daniela dice que existe un clima de camaradería y mucho respeto con los otros competidores: “Tengo muy buena relación con ellos. Por ahí no me doy cuenta, pero gente que está en el ambiente nos dice que es mucho mejor que el de los deportistas convencionales. Se sorprenden hasta los jueces. Yo soy la persona más competitiva que conozco, pero eso es hasta que salgo del agua, después no tengo porqué ser competitiva, soy Daniela. Dentro del equipo somos muy amigos también”.

En los juegos de Londres 2012, Daniela conoció a un nadador australiano, se enamoró y se fue a vivir con él a Adelaida, Australia. Si bien entrenaba en lugares de primer nivel mundial, su adaptación fue muy difícil (con una grave lesión en la rodilla de por medio) y extrañaba mucho las costumbres argentinas: “Tuve 3 años muy difíciles, no podía bajar las marcas y estaba estancada. La cabeza en el deportista influye mucho, yo no estaba bien y eso se notaba. Hasta había pensado en dejar la natación. Finalmente decidí volverme al país en 2014 y por suerte nunca baje los brazos, pude salir adelante. Tuve un combo muy positivo que me ayudó: mi preparadora física, mi entrenador y mi psicóloga, además de la familia y los amigos”, subraya.

Daniela siente que el mundial de Natación de este año en Glasgow, previo a los Juegos Parapanamericanos de Toronto, le dieron la fuerza necesaria para volver a creer en sus capacidades y allí fue donde logró la marca mínima para participar en los juegos de Rio 2016, su próximo gran objetivo: “Lograr una medalla allí sería algo soñado, tengo esperanzas en los 200 metros combinados. Y en tres pruebas nadaré seguro: los 50 libre, los 100 pecho y los 200 combinados, que son las que más disfruto”.

Daniela Giménez en la pileta del Cenard.

Daniela Giménez dice que existe un clima de camaradería y mucho respeto con los otros competidores:

Al igual que Sebastián Baldassarri, la nadadora tiene una mirada optimista sobre el crecimiento del deporte paralímpico en nuestro país. Y también lo nota en la difusión: “Por suerte, gran parte de la sociedad fue tomando conciencia del deporte paralimpico y eso lo vemos reflejado y nos pone bien. Nosotros entrenamos al mismo nivel que los deportistas convencionales, yo lo hago al lado de deportistas olímpicos. Tengo, por ejemplo, una muy buena relación con Georgina Bardach, medallista olímpica argentina”, asegura.

Daniela dice que nunca le prestó atención a la mirada de los demás: “Todo depende de cómo se lo tome uno. Para mí es algo normal y me olvido, no me pongo a pensar que me falta un brazo. Yo conocí gente que le faltaba una mano y no sabía cómo atarse los cordones. Uno tiene que darse maña, enfrentar la situación y valerse por uno mismo”.

Al final hay recompensa

Ezequiel Casco tiene 22 años y practica tenis en silla de ruedas, también conocido como tenis adaptado. Representa a Argentina en distintas competencias internacionales de primer nivel mundial.

Ezequiel Casco en las canchas de tenis techadas del Parque Sarmiento.

Ezequiel Casco en las canchas de tenis techadas del Parque Sarmiento.

Fue bebé prematuro, nació de cinco meses pesando 500 gramos, razón por la cual tuvo serias dificultades de desarrollo físico. Una de las consecuencias fue que nunca pudo caminar: “Mi discapacidad siempre la llevé de la mejor manera, lo más natural posible, ya que nunca conocí otra cosa. Es como un rico que ya nace en esa condición, nunca conoció la pobreza”, señala. De chiquito fue a una escuela primaria convencional, nunca se sintió tratado de manera diferente por sus compañeros y siempre compartía los mismos juegos y deportes que ellos, en la medida de sus posibilidades.

Ezequiel descubrió este deporte de casualidad, a los 10 años: “Fue muy loco. Estaba jugando en un shopping con mi hermana, subíamos y bajábamos la escaleras, nos estábamos divirtiendo. Hasta que un señor, Fernando San Martín, que en ese momento estaba empezando con el tenis adaptado, se me acercó y me pidió que lo llevara con mis padres. Allí les ofreció enseñarme a jugar tenis y que me integrara a la organización que se estaba gestando. Eso fue un jueves y a los tres días ya estaba haciendo mis primeras prácticas en el CENARD”, rememora.

Así fue como Ezequiel se convirtió en uno de los primeros deportistas de esta disciplina en el país. Hoy, la Asociación Argentina de Tenis Adaptado (AATA) ha crecido tanto que se ha dividido en tres áreas: Social, Recreación y Alto Rendimiento. Y el reglamento es exactamente igual al tenis convencional, excepto por una sola diferencia: la pelota puede picar hasta dos veces en campo rival.

Ezequiel Casco en las canchas de tenis techadas del Parque Sarmiento.

“Mi discapacidad siempre la llevé de la mejor manera, lo más natural posible, ya que nunca conocí otra cosa. Es como un rico que ya nace en esa condición, nunca conoció la pobreza”, señala Ezequiel Casco

Su primer torneo importante internacional fue el Mundial de Suecia 2007. Allí formó parte del equipo más joven del campeonato y, según cuenta, fue una experiencia inolvidable.

Pero sin dudas, su mayor y más reciente logro fue la medalla de oro que consiguió en Toronto 2015, en dobles, junto a Gustavo Fernández (número seis del mundo y el mejor tenista argentino de esta especialidad):   “Los últimos Parapanamericanos de Toronto fueron mi mejor experiencia. Antes quizás teníamos torneos buenos pero no se veían reflejados en resultados; ahora ganar el oro en dobles junto a Gustavo  fue el premio a tanto esfuerzo. No habíamos empezado bien, pero terminamos jugando en un gran nivel y ganándole a una pareja muy dura como la brasilera”.

Ezequiel destaca el  respaldo del ENARD: “Nos apoya más porque ve los resultados que estamos obteniendo. Antes de su creación, era todo más difícil. Quizás sólo pensábamos en salir del país e intentar jugar cinco  torneos en el año. Ahora, la mentalidad es otra”.

El tenista aún es muy joven y tiene muchos sueños más por cumplir. Uno de ellos es participar de un juego paralímpico, y allí está puesto su foco en estos momentos: clasificar a Río 2016. Luego de ganar el oro en Toronto, cómo no ilusionarse.

 

Actualización 30/09/2015