La odisea de testearse por el dengue

La odisea de testearse por el dengue

Los pacientes deben hacer filas de horas con fiebre y dolores en el cuerpo desde la madrugada. La población acude al Hospital Muñiz por falta de elementos para testear en otros centros de salud. Todos se declaran colapsados. Prometen el resultado para el día, pero es enviado por correo 48 horas después.

Mientras el nuevo brote de dengue llega a cifras sin precedentes, con 134.202 casos en lo que va de año y 106 muertes desde mediados del 2023 según el último Boletín Epidemiológico Nacional, los pacientes con síntomas forman filas durante horas en las 18 unidades febriles habilitadas en la Ciudad de Buenos Aires. Una de las más concurridas es la del Hospital Muñiz de Parque Patricios, donde suelen acudir muchos que no pudieron testearse en otros centros debido a la falta de reactivos.

A media mañana, todos los días, alrededor de treinta personas forman una aglomeración silenciosa frente a la entrada de la unidad febril del hospital. A pesar de las caras largas, se mantienen atentos. Esperan escuchar, entre los vehículos que pasan por la calle interna y el sonido de los pájaros, un nombre y apellido: el propio o el de la persona que acompañan. Griselda Segueso se deja caer sobre el costado de la rampa que zigzaguea hasta la estrecha puerta esmeralda de estilo colonial. Con los ojos entrecerrados y los labios violáceos, se apoya sobre la baranda caliente. El sol no da tregua y el malestar tampoco. “Lo que menos me imaginé es que me iba a traer tanto dolor”, dice en una voz frágil. Viene desde Mataderos a confirmar un caso prácticamente seguro de dengue: en su familia ya cursaron la enfermedad su hijo y su marido, mientras que la hija aguarda en Pediatría por un desmayo. Según cuenta, de los cuatro es la que más padece los síntomas: “Al principio te tira la fiebre, pero después el cuerpo ya no te deja dormir. Desde el viernes que no descanso, tengo muchísimo dolor de cabeza y de cuerpo”.

Quince días atrás, también estuvo en el Muñiz para que testeen a su hijo. Llegaron al mediodía y no los atendieron, a pesar de que varios carteles fijaban la hora de cierre a las 16. “Ahora sabía que si vengo temprano me van a atender, hay que esperar mucho”, afirma. Añade que en el Santojanni les avisaron desde el principio que no tenían reactivos, una historia que se repite en otros pacientes que probaron suerte sin éxito en el Hospital Penna –a poco más de diez cuadras – y el Argerich, entre otros. 

Facundo Quiroga está desde las 4 de la madrugada con su cuñado Juan José, de 63 años, que tiene fiebre alta hace cinco días y bajó de peso. Entraron a las 8 de la mañana, horario de apertura de la unidad febril, como los primeros de la fila. No obstante, dice que no los llamaron respetando el orden de llegada. “Somos de Virrey del Pino, pero vinimos de allá porque no hay nada, está todo colapsado”, cuenta. La odisea del cuñado de Quiroga tiene paradas frustradas en el Hospital Paroissien, de Isidro Casanova, y el 32 Simplemente Evita en González Catán donde, a falta de test, le pusieron suero para aliviar la fiebre, que llegó a superar los 40 grados. Después de una hora con suero en el Muñiz, la espera continúa con preocupación: en lugar de las dos horas estipuladas, les dicen que el resultado del test tardará dos días en llegar por e-mail. Juan José permanece sentado, alejado de la gente. Su mirada agotada sigue a Facundo, que entra a reclamar. Un suspiro sale del barbijo requerido para ingresar, prefiere dejárselo puesto. Entre los que preguntan por el dengue en ventanilla, hay consultas por neumonía. Mejor no arriesgarse.

Una enfermera le pide paciencia a la gente, sostiene que no dan abasto con los que llegan de distintos puntos de Capital y Buenos Aires. Explica a ANCCOM que la gran cantidad de cuadros de deshidratación requieren suero, lo cual extiende la demora para el turno del siguiente en la lista hasta tres horas. Entretanto, los mosquitos revolotean alrededor de la calle, que tiene un par de charcos y un tacho de basura sin tapa. Como la mayoría, María Gairo se defiende de las picaduras a base de palmadas en los brazos y las piernas. “Soy recicladora urbana, y es imposible prevenir el dengue en las condiciones en las que trabajamos”. Cuenta que no tiene quien la acompañe, aunque se encuentra en la fila con compañeras de trabajo. 

Al mediodía queda menos de la mitad de gente afuera. Los que llegan a preguntar a la ventanilla son enviados a su casa -a menos que presenten síntomas de alarma como sangrado en encías, nariz, vómitos, orina o heces-, considerados positivos en dengue si coinciden los síntomas y su duración con los indicados por el Ministerio de Salud nacional. Les recomiendan tomar paracetamol y aislarse entre 7 y 8 días. 

De acuerdo a la cartera nacional, se registraron 106 muertes por dengue en todo el país en la temporada 2023/2024, entre julio y marzo. En medio de un brote récord, que suma 41.450 casos confirmados entre la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires y sin oferta pública de vacunas, los que se acercan a los hospitales, sin garantía de conseguir confirmar o descartar la enfermedad en el día. La fiebre, denominada quebrantahuesos, no quebranta paciencias.

Aumenta el consumo de psicofármacos por el deterioro socioeconómico

Aumenta el consumo de psicofármacos por el deterioro socioeconómico

Los especialistas en salud mental observan también mayores niveles de depresión, ansiedad, violencia y desesperanza en la población.

Durante los últimos dos años se ha registrado una mayor demanda de consultas médicas, derivaciones y un aumento en el consumo de psicofármacos en nuestro país. La comunidad científica advierte que esta tendencia viene creciendo desde que finalizó la pandemia por el covid-19 y que se agravó aún más con la crisis económica. A través del Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad, la Confederación Farmacéutica Argentina presentó un informe en el que se puede observar el nivel en el que han subido las ventas de este tipo de medicamentos: durante el primer trimestre del 2023 se registraron incrementos en el consumo de antidepresivos, antipsicóticos y, en especial, los hipnóticos y sedantes, sobre todo este último grupo, respecto del primer trimestre del 2022.

Dentro de los psicofármacos, el más recetado es el clonazepam (51%). Muchas personas padecen actualmente de insomnio, o despiertan en reiteradas oportunidades por las noches, sienten estrés, ansiedad, mucha frustración e incertidumbre, por lo que recurren a profesionales de la salud en busca de algún tipo de alivio.

Santiago Levín, médico psiquiatra, psicoanalista y expresidente de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), cuenta que “en Argentina hay poco presupuesto para realizar las investigaciones necesarias para poder reflejar fielmente todas las realidades, pero así y todo, por investigaciones y estudios aislados, podemos observar en los últimos años un aumento en el consumo de psicofármacos, sobre todo de los ansiolíticos. El problema de la salud mental es un tema muy difícil de abarcar en su totalidad y sumamente complejo, pero cabe preguntarse puntualmente qué es lo que está haciendo que las y los argentinos recurran frecuentemente a este tipo de medicamentos”.

María Fernanda Abella, psicóloga y médica psiquiatra, explica que “cuando apareció la pandemia aumentó notoriamente la demanda de consultas a los profesionales de la salud mental debido a la amenaza que representaba el covid 19. El riesgo de muerte y el aislamiento hicieron que las personas se sintieran abrumadas y en una situación de vulnerabilidad tal, que comenzaron a recurrir en mayor medida a este tipo de medicamentos.”

La especialista agrega: “Pero después de la pandemia, en nuestro país la demanda sigue subiendo por sintomatología depresiva-ansiosa a raíz del deterioro socioeconómico. Vemos más violencia en general, una mayor intolerancia, la gente experimenta desesperanza y tiene una expectativa muy negativa respecto al futuro, lo cual explica un poco por qué el consumo sigue aumentando”.

La vorágine del día a día le impide a la mayoría de los argentinos llevar adelante un ritmo de vida desacelerado que le permita tomarse tiempos de descanso necesarios para superar momentos de estrés psicológico, por lo que muchas personas terminan recurriendo a soluciones rápidas para eludir este tipo de barreras y poder seguir adelante.

«Cuando contemplamos los índices de consumo de psicofármacos estamos poniendo el foco solamente en aquella parte de la población que puede acceder a los medicamentos. Pero ¿qué pasa con los pobres o con los indigentes?», se pregunta Levin

“Si realmente queremos comprender la situación e intentar resolver estas cuestiones, debemos observar el panorama completo. Cuando contemplamos los índices de consumo estamos poniendo el foco solamente en aquella parte de la población que puede acceder a los medicamentos. Pero ¿qué pasa con los pobres o con los indigentes? Observar solamente los indicadores le da al abordaje del tema un enfoque clasista. La salud mental es un término sanitario poblacional, relacionado a los niveles de bienestar o malestar, al poder adquisitivo de los salarios, si se llega a fin de mes o no, a los grados de marginación, a los niveles de desempleo, etcétera”, explica Levín.

En ese sentido, remarca que no se puede hablar de salud mental apropiadamente “si la aislamos de la situación socioeconómica de nuestro país. No puede haber salud mental sin equidad social”. Y añade: “Las crisis se traducen en un aumento de la demanda de psicofármacos porque generan un gran padecimiento psíquico para su población. Todo esto además hace que se entre en un círculo vicioso de sufrimiento colectivo en el que también aumentan otro tipo de episodios, como los infartos”.

Pero este problema no es un fenómeno que atraviese solamente a nuestra sociedad. Actualmente se observa a nivel global las consecuencias del padecimiento psíquico. El problema del sufrimiento mental excede cualquier frontera territorial. Sociedades de todo el mundo están padeciendo sus consecuencias. La Organización Mundial de la Salud pronostica que para 2050 la depresión va a ser la principal causa de enfermedades. En este momento vemos cómo los indicadores de salud mental se deterioran cada vez más en el mundo entero. Aumentan la depresión y los suicidios, sobre todo en la franja etaria más joven.

La postura de los profesionales es sumamente crítica respecto a la cantidad de recursos destinados de las políticas de salud pública y a la importancia que la nueva gestión de gobierno, encabezada por Javier Milei, pretende otorgarles.

“El sistema de salud pública se encuentra en una emergencia crónica desde hace ya muchos años. Ninguna gestión consigue solucionar el problema de fondo. Hay que pulir las leyes actuales y mejorar drásticamente el sistema público, que además no llega a cubrir el aumento de la demanda, porque debido al deterioro económico y la caída del poder adquisitivo es cada vez mayor la cantidad de personas que recurren a él”, explica Abella.

La necesidad de establecer una línea de políticas públicas que ofrezca una respuesta efectiva al sufrimiento que atraviesa la población hace que diferentes asociaciones y organizaciones de nuestro país trabajen en conjunto para emitir un comunicado que manifieste la urgencia con la que el gobierno debe operar.

“Frente a esta delicada situación estamos organizándonos para presentar los reclamos e inquietudes a las autoridades correspondientes, pero lleva su tiempo. Estamos trabajando en conjunto con diferentes asociaciones para lograr un discurso unificado. Pero las expectativas de una respuesta acorde a la gravedad de la situación son muy bajas,” afirma Levín

“Cuando uno observa la postura de las autoridades de turno cuesta pensar en una respuesta acorde a la emergencia. Nuestra postura refleja una concepción del ser humano muy contraria a la lógica que hoy se busca imponer, es contraria al individualismo negativo que tanto daño le hace a las sociedades. Nosotros nos posicionamos en defensa de la salud pública, a favor de la misma oportunidad de acceso para todos y todas, porque la realidad se transforma con políticas públicas, y las políticas actuales dejan todas estas cuestiones en un segundo plano”, concluye.

Ante el retiro del Estado en el sistema de salud, emerge la solidaridad

Ante el retiro del Estado en el sistema de salud, emerge la solidaridad

Con el lema “ninguna familia sin salud”, la plataforma Argentina Humana organizó talleres de diferentes especialidades de medicina. La actividad, a la que asistió un numeroso público que fue atendido por los equipos sanitarios voluntarios, tuvo como eje el reclamo contra los recortes del Gobierno de Javier Milei.

En una improvisada sala de espera bajo el sol, dos veinteañeras con una remera que clama “luchando por la salud pública” le hablan a cinco personas sentadas y a unas quince paradas alrededor. Una de ellas se acerca mostrando una botella cerrada con agua amarillenta y larvas de mosquito. La otra explica que desde el año pasado estamos en una epidemia de dengue. La Plaza de los dos Congresos tiene un sol pesado y un calor gomoso a las 16, pero sus primeros metros están llenos de gente y gazebos. Argentina Humana, parte del Frente Patria Grande, vuelve a ocupar la plaza con otra iniciativa solidaria: “Ninguna familia sin salud”.

Manuel Fonseca, médico generalista y coordinador de los equipos de salud de la plataforma Argentina Humana, trata de encontrar una sombra. “Estamos acá para visibilizar los problemas de acceso y atención que tienen muchos argentinos y ponernos a disposición para defender lo bueno que tiene nuestro sistema de salud. Los problemas que tiene no arrancan con Milei, pero todas sus medidas van a empeorar la salud: desreguló los precios de los medicamentos, desreguló las prepagas y desfinanció a las provincias, que son las que se hacen cargo de los sistemas de salud”, dice mientras mira a la gente haciendo fila en los gazebos.

Sólo en la primera hora, más de 200 personas se acercaron a las postas. Entre otras especialidades hay atención y orientación nutricional, otorrino-laringología, atención cardiológica y electrocardiogramas, medición de visión y medicina general. Lorena, una señora de 70 años, está muy contenta con la actividad. Se enteró por la radio y decidió pasar luego de un voluntariado que realiza en la Iglesia San Expedito. Mientras pela una banana, hace la fila para que un generalista le haga el apto físico para poder ir al gimnasio.

Entretanto, en el taller de dengue una señora de 50 cuenta que tuvo mucha fiebre. “Es terrible, pero el chikungunya es peor ¿Saben qué significa? Rompehuesos”, añade Corina, militante de Irma Carrica y trabajadora de la salud, mientras los ojos de su público quedan como huevos duros. Atrás, una bandera colgada reza “al gran pueblo argentino salud” y entre celeste y blanco emerge la imágen del sanitarista Ramón Carrillo.

“Vinimos a darle un mimo a la salud y a la gente que hoy la está pasando muy mal. Ahora estamos en un brote de dengue, así que traje bichitos, huevos, larvas y un mosquito muerto para que la gente los pueda reconocer en su casa, aunque es un tema que tenemos que trabajar todo el año”, declara Corina ajustando sus lentes de sol. “Tener información es un derecho. Es fundamental saber identificar para prevenir”, agrega.

Como lema, los voluntarios repiten: “Brindar información para tener capacidad de decisión”. En la esquina más cercana a avenida Rivadavia, dos de los gazebos están dedicados a la salud sexual. En uno testean el VIH, pero en los dos resuelven consultas sobre métodos anticonceptivos. Médicas con ambos blancos ofrecen folletos y preservativos a personas que pasan y que hacen colas en los otros puestos sanitarios. “Con esto buscamos derribar mitos alrededor de los anticonceptivos, que son por los que muchas personas ni siquiera se acercan a los centros de salud”, dice Soledad Livi, médica de familia, con entusiasmo.

Una de las médicas voluntarias del stand acompaña con los resultados del test a un señor que rondaba los cuarenta años, ofreciéndole preservativos. Le recuerda que por una situación de riesgo, debe volver a hacerse la prueba de VIH en un mes. Con los hombros aliviados, él sostiene el papel con suavidad.

Soledad también se acercó como voluntaria a la actividad: “Cada vez hay más barreras para acceder a la salud: hay pocos turnos, ahora hay más demanda de los servicios públicos y está siendo desmantelada. No tenemos recursos ni medicamentos. En el caso de las mujeres, tenemos mucha demora con la entrega de métodos anticonceptivos, lo que implica un riesgo de embarazo no deseado en una población muy grande”.

Tras un breve pasillo, está el stand de salud mental, que es de los más demandados y de los que más voluntarios convocaron. Rebalsan del gazebo cuatro rondas de sillas, ocupadas por cinco personas. Elena García, licenciada en Trabajo Social, explica el funcionamiento: “Tenemos un dispositivo de primera escucha donde orientamos y asesoramos y después tenemos un taller grupal. La demanda es tanta porque después de la pandemia está más sobre la mesa el tema de salud mental y, si hacíamos una jornada de salud, no podíamos no tenerla en cuenta”. Las rondas de escucha están formadas por profesionales y estudiantes de psicología, trabajo social, psicopedagogía y psiquiatría.

Mientras Elena habla, la psicóloga Mercedes Kopelovich se acerca para añadir: “Proponemos en los espacios individuales y grupales una idea más integral y comunitaria de la salud mental. La idea no es hacer una escucha individual y aportar herramientas o recursos ni referenciar a puntos de salud, sino potenciar los recursos que ya tienen y darle el estatuto de recurso para el tratamiento a cosas que están más en el orden de sentirse parte de un colectivo”. Federico, un treintañero del puesto de problemáticas de consumo, sintetiza la idea: “Hay que armar redes de contención. No se soluciona mandando a las personas a un centro de salud”.

En las primeras sombras que proyecta el Congreso, una médica generalista de ambo azul tiende una manta sobre la vereda y una señora vestida de marrones se sienta formando una “p” con sus piernas. Una salud cercana al pueblo indica cómo tomar medicaciones y recomienda alimentos para diabéticos desde el piso. Dos madres vinieron con sus hijos desde Retiro para que los atiendan por odontología. “En el hospital teníamos que esperar como dos meses”, decían mientras esperaban a un otorrino.

Desde la esquina de Entre Ríos e Yrigoyen, una nena con ventanas en los dientes juega con burbujeros. “Más fuerte hacelos”, le ordena juguetona a una de las voluntarias del espacio de recreación. Mientras la nena intenta agarrar las burbujas, Juan Grabois aparece. La gente se acerca alborotada. Algunos le agradecen, otros le piden fotos y muchos se acercan a saludarlo o apretarle cariñosamente el brazo. A la par de Manuel Fonseca recorre los puestos y habla con la gente.

Un hombre en situación de calle se acerca con sus pertenencias en mano al puesto de hidratación y deja un vaso vacío de jugo al lado de una médica petisa. Ella le toca el antebrazo y con la mirada lo invita a agarrar algunas galletitas. Con la emoción y timidez de quien se siente contemplado con amorosidad, el hombre selecciona tres. La médica sonríe con los ojos.

Un medio de televisión enfoca al dirigente, que reivindica la jornada de trabajo de sus compañeros en un contexto político hostil. Un gran círculo de personas lo rodean para escucharlo. Serios, asienten. Un grupo comenta en voz baja la situación de falta de insumos en los hospitales, incluso en los de renombre.

De repente, un viento de superficie levanta la tela blanca de dos gazebos. Como un manto, una cae sobre el que supo llamarse “Juan 23”, invadiendo el móvil televisivo. Un par de médicas se arremangan con decisión y se trepan a la estructura para volver a colocarlo. En pocos minutos, los gazebos volvieron a su lugar. La tela recuerda que la jornada solidaria está hecha a pulmón, respiración a respiración y codo a codo.

El precio de la salud no para de aumentar

El precio de la salud no para de aumentar

En todo 2023 los medicamentos aumentaron 319%. Desde que se dictó el DNU 70/2023 que quitó regulaciones y se discontinuaron acuerdos gubernamentales con laboratorios los valores se dispararon aún más. ¿Qué estrategias adoptan los pacientes para poder seguir un tratamiento?

Según un informe del Centro de Profesionales Farmacéuticos Argentinos (Ceprofar), el precio de los medicamentos más requeridos aumentó un 319,1% entre enero y diciembre del 2023, pero solo en el último bimestre del año pasado subieron otro 90%. El mismo informe también hizo notar que existen diferencias significativas entre los precios de distintas marcas que venden medicamentos muy utilizados, como son “omeprazol (antiulceroso), losartan (antihipertensivo), clopidogrel (antitrombótico), paracetamol (analgésico), ciprofloxacina (antibiótico) ibuprofeno (analgésico), salbutamol (broncodilatador) y enalapril (antihipertensivo)”.
Ceprofar recalcó que estas diferencias se explican por “el bajo cumplimiento y deficiente difusión de la Ley 25.649”, de promoción de la utilización de medicamentos por su nombre genérico, sancionada en agosto de 2002. La misma indica, en su Artículo 2, que “toda receta o prescripción médica deberá efectuarse en forma obligatoria expresando exclusivamente el nombre genérico del medicamento o denominación común internacional que se indique, seguida de forma farmacéutica y dosis por unidad, con detalle del grado de concentración”. Lo que sucede en muchas ocasiones es que en las recetas se incluyen las marcas comerciales, incentivando al consumidor a comprar la marca detallada que, además, suele ser la más cara.
Para entender en términos comparativos, en enero de 2023 la variación en los precios de medicamentos había sido de un 4,86% según un informe del Ministerio de Salud de la Nación, más de un punto por debajo de la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del mismo mes, que fue del 6%. Por otro lado, la variación interanual entre enero del 2022 y enero del 2023 estuvo entre el 83,9% en medicamentos de la canasta de 25 drogas más vendidas y el 96% en medicamentos de venta libre, también por debajo del IPC anual que fue del 98,8%. Con varios aumentos en el medio, entre el 18 de agosto y el 31 de octubre de 2023 rigió un acuerdo de precios entre el Gobierno nacional y los laboratorios nacionales y cooperativos que congelaba los valores de los medicamentos. Desde que terminó, los aumentos escalaron en noviembre y sobre todo en diciembre. En sólo dos meses, aumentaron más de un 90%. Quedan por conocer los datos de enero, pero lo que se evidencia en distintas farmacias del país son más aumentos exponenciales.

“Muchos han optado por no consumirlo, o por pedir una tira y discontinuar el tratamiento. Me han pedido antibióticos sueltos también; hace rato que no lo veía», señala Figueroa.

Marina, empleada de universidad pública que vive en la Ciudad de Buenos Aires, registra mes a mes los aumentos de los medicamentos especiales que su mamá necesita por padecer de una enfermedad neurológica incapacitante. Si bien PAMI lo cubre en su totalidad, el aumento desde noviembre fue tal que, por ejemplo, la misma droga, quetiapina, pasó de $27.969 en septiembre, cuando aún regía el control de precios, a $44.310 en diciembre. “Si ella tuviera que cubrir con su jubilación mínima ese medicamento junto a los otros para el corazón, el colesterol o la  presión, no solo no llega a fin de mes sino que encima tendría que conseguir más plata para poder pagarlos”.

 

Con la entrada en vigencia del DNU 70/2023, algunas leyes que regulaban los valores de las cuotas de las prepagas de salud, la actividad farmacéutica y el recetado también se modificaron sustancialmente. Esto impactó directamente en el acceso a la salud de la población debido principalmente a las cuotas de las prepagas, que sin restricción pudieron aumentar los valores y ocasionaron la baja de muchos afiliados.

Otra de las complicaciones surgió a partir de la marcha atrás de un artículo del DNU, que ratificaba la Ley 25.649 de medicamentos genéricos, debido al lobby de los principales laboratorios. Nicolás Kreplak, ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, resaltó que hay obras sociales como IOMA que poseen coberturas fijas y que el aumento quintuplicado de los medicamentos más comunes las volvió inútiles.

Al respecto, el farmacéutico Mariano Figueroa Sobrero coincide en la gravedad del asunto. El también exrepresentante de Comunidad del Hospital Iturraspe de Santa Fe durante 18 años advirtió en diálogo con ANCCOM que las personas recurren a distintas alternativas para poder acceder a los medicamentos. “Muchos han optado por no consumirlo, o por pedir una tira y discontinuar el tratamiento. Me han pedido antibióticos sueltos también; hace rato que no lo veía. Un farmacéutico sabe lo grave que es tomar antibióticos sueltos y no completar un tratamiento, por lo que siempre sugerimos que vaya a un hospital o centro de salud para que no sostengan esa práctica. Y esto también repercute en el sistema de salud público, porque un diabético que discontinúa el tratamiento, por ejemplo, llega al hospital con un coma diabético. Así de sencillo”.

El tratamiento para la diabetes, por ejemplo, requiere de distintos insumos, y muchos de ellos están atados a precios internacionales, como puede ser la insulina. Según datos oficiales, “se estima que 1 de cada 10 argentinos de 18 años o más tiene diabetes y dado que, por varios años permanece sin síntomas, aproximadamente 4 de cada 10 personas que la padecen desconocen su condición”. En porcentaje, se estima que la prevalencia es de un 12,7% según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, realizada en 2019.
José Casais, empleado bancario en la Ciudad de Buenos Aires que padece de diabetes tipo 1 que lo hace dependiente de la insulina, cuenta en diálogo con ANCCOM cómo es el día a día de una persona con diabetes: implica medición de glucosa en sangre y al menos una aplicación de insulina diaria. Casais explica que ampliación de la Ley 23.753 de Salud Pública incorporó cobertura de los medicamentos y reactivos de diagnóstico para el autocontrol al 100%: “Si no tuviera la cobertura del Estado, el precio sería prácticamente inaccesible. La insulina común, la llamada lenta, que se aplica una vez por día, sale en promedio $200.000 por mes. Y a la rápida, que acompaña las comidas, se le calcula $100.000 por mes. Como la insulina a aplicarse está en función de la medición de glucemia que tenés, que varía según las condiciones físicas de cada persona, tenés que sumarle el aparato de medición y las tiras reactivas, que sale en promedio $20.000 la caja de 50 unidades. Además, están las agujas descartables para la aplicación de la insulina. Entonces hoy, con la inflación galopante, se calculan mínimo $320.000 por mes”. De no tener la cobertura total o incluso parcial, José estima que un 50% de sus ingresos se irían en la adquisición de la insulina y los elementos necesarios: “¿Qué pasa, entonces, con una persona que percibe un salario mínimo o igual al gasto mensual que acabo de indicar?”. Su temor, como el de muchos que padecen la enfermedad, es un inminente cambio en la ley, como ya sucedió con tantas otras a partir del DNU 70/2023.
El farmacéutico Figueroa cuenta que compañeros suyos que trabajan también en hospitales públicos están viviendo experiencias inéditas: “Está pasando con diabéticos de tipo 1, insulino-dependientes, por ejemplo que hacen un trueque. Se intercambian desde la tiras reactivas sueltas hasta la insulina misma, situación que indica un doble problema: primero, es muy arriesgada porque rompe la cadena de frío que debe respetarse y segundo, que hay gente que no llega a comprar la insulina, ni en los centros de salud ni con la cobertura de las obras sociales. Nosotros como farmacéuticos lo hacemos notar porque queremos que llegue al Ministerio, al provincial, al menos, para que lo investigue y para que empiecen a pensarse políticas de cobertura”. El día anterior a que Figueroa conversara con ANCCOM, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia a cargo de Pablo de la Torre suspendió la ayuda que brinda la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales (DADSE) a pacientes oncológicos, con enfermedades crónicas discapacitantes o patologías agudas urgentes que no poseen cobertura de salud. El pasado 4 de febrero fue el Día Mundial contra el Cáncer.

Cancha libre para los laboratorios

Un informe de la OXFAM presentado en Davos el pasado 15 de enero denuncia que los laboratorios tienen la misma política de aumento de precios a nivel internacional, y que solo se ven limitados en su accionar en aquellos países cuyos gobiernos ejercen políticas de control y regulación de precios. Además, agrega que existen “10 gigantes mundiales de la industria farmacéutica que son resultado de la fusión durante dos décadas de 60 empresas farmacéuticas”. De esta forma, pocos laboratorios se llevan el grueso de las ganancias y profundizan las brechas entre los multinacionales y los nacionales, aumentando los precios desmedidamente. En otras palabras, OXFAM refuerza la idea de que los laboratorios son una empresa que no está interesada en el avance de la ciencia y la medicina, sino que tiene únicamente un fin de lucro.

En Argentina, “ni las farmacias ni los farmacéuticos son formadores de precios. El costo de los medicamentos es una caja de pandora que solo conocen los propios laboratorios: son ellos los verdaderos responsables de los precios”, agrega Figueroa.

El abandono del Estado mata

El abandono del Estado mata

Pacientes oncológicos y sus familias se movilizaron frente al Congreso de la Nación para denunciar el atraso en la entrega de medicamentos, la burocratización del sistema sanitario y la falta de interlocutores gubernamentales que los escuchen en sus reclamos.

En el día Mundial de la lucha contra el cáncer, pacientes oncológicos y familiares se reunieron frente al Congreso de la Nación para visibilizar la falta de tratamientos. “Hace dos semanas una paciente tomó la decisión de suicidarse por la angustia ante la falta de medicación”, cuenta Débora Bosco, titular de la Fundación Solidaridad Cáncer Argentina (FUSOCA), y asegura que fue este hecho el que la motivó a organizar la convocatoria, además de la falta de tratamientos que ya lleva más de tres meses de retraso: “Desde que cambió el Gobierno perdimos todo tipo de contacto con el Ministerio de Salud de la Nación”, comenta.

Bosco explica que una vez diagnosticada la persona, se le comunica si el tratamiento debe ser gestionado por el Ministerio de Salud de la Provincia o por el de la Nación, y los insumos deberían llegarle al paciente veinte días después de iniciado el trámite: “Hoy el tratamiento no está llegando”, denuncia y destaca que, entre los medicamentos faltantes, se encuentra el pembrolizumab, uno de los principales anticancerígenos cuya entrega corresponde a Nación.

Alexis trabaja con pacientes oncopediátricos y es padre de Ren, fallecido de cáncer a los ocho años. Si bien aclara que la Ley Oncopediátrica (sancionada en 2022) exige la cobertura de la medicación para niños y niñas, advierte que las drogas oncológicas, al ser habitualmente inmunosupresoras, generan una baja en las defensas y así facilitan la producción de infecciones intrahospitalarias durante la internación. La medicación que combate estas infecciones no está asegurada a pesar de que la Ley Oncopediátrica determina que todos los insumos relacionados con la internación deben ser garantizados: “Como no están dentro del cuadro oncológico, las obras sociales argumentan que no forma parte de lo que deben cubrir”.

Al mismo tiempo, cuestiona lo burocrático del procedimiento para solicitar los tratamientos: “Las familias que están con un hijo enfermo no están en condiciones de andar haciendo trámites”, advierte. En concordancia, Mónica Santi, acompañante terapéutica de pacientes con cáncer de mama y miembro del grupo Unidos por el Cáncer, declara que una persona con cáncer de mama debe realizarse cada seis meses una serie de estudios “sumamente invasivos” para renovar la medicación: “Es innecesario porque la oncóloga sabe cuál es el estadio de la enfermedad”, agrega y afirma que también hay retrasos en la asignación de turnos para esos estudios: “En una enfermedad que no puede esperar como lo es el cáncer, tendría que existir menos burocracia”, opina.

Tanto Mónica como Alexis coinciden en que la medicación que debe garantizar el Estado ronda mínimamente entre los ochenta y los noventa mil pesos si se la obtiene de forma particular. Además, en ocasiones se ofrece en dólares y solo rinde para una semana de quimioterapia.

Desesperación

“Recién ahora tengo esa sensación de riesgo total porque no sé cómo va a ser el futuro”, confiesa Julio Bullon, un docente que perdió casi la totalidad de su voz a raíz de las múltiples operaciones a las que tuvo que someterse por cáncer de colon con metástasis en hígado y pulmón. Cuenta que su obra social no cubrió los insumos necesarios para su primera sesión de quimioterapia, la que pudo solventar gracias a medicación prestada y antigua que él conservaba. Dice sentir “desesperanza” porque no sabe qué sucederá con su segunda sesión, que mientras tanto se pospone indefinidamente a la espera de tratamientos que no llegan.

“Si no obtenemos respuesta seguiremos para adelante”, concluye Débora Bosco, que confía en la movilización y en el contacto con los medios de comunicación como herramientas para llegar a una solución para esta problemática.