«Pasaron diez presidentes por ACUMAR y todos hicieron promesas que no cumplieron»

«Pasaron diez presidentes por ACUMAR y todos hicieron promesas que no cumplieron»

Ya transcurrieron 13 años desde que el «Fallo Mendoza» ordenó a la Nación, la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires sanear el Riachuelo. ¿Por qué todo sigue casi como entonces?

El Río Matanza Riachuelo es la cuenca fluvial más contaminada y el problema ambiental más visible del país. A 13 años del fallo Mendoza, que ordenó su saneamiento responsabilizando a la Nación y a Provincia y Ciudad de Buenos Aires, continúa la vulneración de los derechos de seis millones de personas que habitan esa gran zona que abarca a la Capital Federal y a varios partidos bonaerenses. ¿Cuáles son las razones por las que no se mejora la calidad de vida de esa parte de la población argentina?

Como consecuencia de la demanda iniciada en 2004 por un grupo de vecinos y vecinas de Villa Inflamable, en Avellaneda,  se aprobó la Ley 26.168 que creó la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), encargada de coordinar el trabajo de los tres gobiernos que tienen competencia en el territorio: Nación, Provincia y Ciudad de Buenos Aires. Su plan de acción cuenta con una primera etapa de obtención de información y de erradicación de grandes basurales; una segunda de construcción de infraestructura para reducir la contaminación y una tercera de limpieza del cuerpo de agua. “Si yo limpio el río y sigo vertiendo los mismos contaminantes es un barril sin fondo” dice Daniel Larrache, Director Ejecutivo de Gestión de ACUMAR. El organismo sostiene que hay tres grandes factores de contaminación: los desechos cloacales no tratados, los industriales y los residuos sólidos urbanos. “El principal factor de la contaminación es el desecho cloacal”,  asegura Larrache y dice que el 70% de la polución del río es producto de la falta de infraestructura. Aun así, las cloacas se siguen descargando sin tratamiento en el Riachuelo.

Como solución se está avanzando en el Sistema Riachuelo, la obra más grande de saneamiento del país y que, según Larrache, se va a terminar en 2024. Consiste en la construcción del Colector Margen Izquierda que recibirá los desagües del sector y los enviará a una planta de pretratamiento en Dock Sud para luego volcar los líquidos en el Río de la Plata. ¿Esto alcanza? Raúl Alfredo Estrada Oyuela, representante Especial para Negociaciones Ambientales Internacionales de la Cancillería Argentina entre 2000-2007, afirma que “se separarán los objetos sólidos, arenas pesadas y algunos aceites, pero la contaminación continuará”. Además, pasó más de una década y como no se plantearon soluciones progresivas, las aguas residuales se siguen volcando igual que siempre.

En tanto, Jonatan Baldiviezo, fundador del Observatorio de Derecho a la Ciudad, asegura que es una “gran inversión con deuda pública que no implicará un buen tratamiento, se trasladará la contaminación”. En cuanto al margen derecho del río, según Estrada Oyuela, solo hay promesas.

Muchas industrias pueden seguir contaminando lo mismo que antes y, al mismo tiempo, cumplir la regulación vigente.

Otro de los grandes factores de contaminación, el más grave según Baldiviezo, es el desecho industrial. Se estima que hay más de 4.000 industrias en las secciones media e inferior de la Cuenca, y muchas vierten efluentes sin tratamiento en el río. “Casi la mitad pasó por una reconversión tecnológica y han dejado de ser agentes contaminantes”,  asegura por su parte Larrache, pero los niveles de contaminación del agua siguen siendo los mismos que en 2006 cuando se creó ACUMAR. Esto se debe a que se reconvirtieron las empresas menos contaminantes y a la regulación actual. Estrada Oyuela asegura: “Los niveles de contaminación que toleran las resoluciones son nocivos: en el 2007 se autorizaba a seguir contaminando como en 1970”. En pocas palabras, muchas industrias pueden seguir contaminando lo mismo que antes y, al mismo tiempo, cumplir la regulación vigente.

Santiago Cané, Coordinador de Asuntos Legales de Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), organización que es parte del Cuerpo Colegiado encargado de controlar la implementación de la sentencia, confirma que “no hay políticas públicas que ayuden a reacondicionar procesos productivos y las industrias no generan fondos para reparar los daños que causan”. Por parte de ACUMAR, Larrache justifica los datos asegurando que van a cambiar los indicadores del agua cuando se terminen las grandes obras de infraestructura cloacal, cuya falta, de acuerdo a su mirada, es la principal causante de contaminación. .

Alfredo Alberti, presidente de la Asociación Vecinos de La Boca, otra de las organizaciones del Cuerpo Colegiado de la causa, dice: “La pulseada la están ganando las empresas, son las que aportan a las campañas políticas y no las pueden tocar”, Alberti también afirma que pasaron diez presidentes por ACUMAR y que todos hicieron promesas que no cumplieron. En FARN afirman que “no hay una visión integral de la Cuenca, ACUMAR debería tener ese rol y asegurar la participación ciudadana”. Si bien realizan audiencias públicas o reuniones informativas, no hay participación ciudadana “real” según Baldiviezo, quien agrega que el organismo debería haber presentado un plan de ordenamiento territorial, pero como “es poca la fuerza normativa de ACUMAR, cada jurisdicción hace lo que se le canta y este organismo casi no tiene ninguna presencia, ni con la gestión anterior ni con la actual”.

Este organismo tiene la responsabilidad de implementar el Plan Integral de Saneamiento (PISA), creado en 2009 y actualizado en 2010 y 2016. Uno de los objetivos es “mejorar la calidad de vida de los y las habitantes de la Cuenca”. Sin embargo, de las familias que debían ser reubicadas según el relevamiento inicial, sólo se llegó a un 50% de ejecución contemplando las viviendas en obra. De las construcciones concluidas muchas son defectuosas, según dice Estrada Oyuela, y Baldiviezo confirma que las del Barrio Padre Mugica ni siquiera tienen planos. “Es uno de los puntos en los cuales estamos más atrasados, la gestión de Cambiemos lo paralizó”,  reconoce Larrache.

Además, Baldiviezo sostiene que “un error del plan fue poner un número de viviendas a construir (que no fue actualizado), en vez de relevar los barrios que necesitaban un proceso de reurbanización. Estaban más preocupados en liberar el Camino de la Ribera que en solucionar los problemas habitacionales de la Cuenca”.

Mientras tanto, los y las habitantes de la Cuenca Matanza Riachuelo están expuestos a contaminantes orgánicos y químicos, muchos de los cuales ni siquiera se miden. “Hay una gran cantidad de niños y niñas afectados por metales pesados y frente a eso, ACUMAR nunca dio una respuesta”, dice Baldiviezo, en contraposición al seguimiento particularizado que asegura dar el organismo. No casualmente quienes habitan la Cuenca, sobre todo en las cercanías al río, son poblaciones en situación de vulnerabilidad socioeconómica. “Generalmente, los problemas ambientales afectan a quienes tienen más dificultad para reclamar la garantía de sus derechos”, dice Cané y concuerda con Alberti: “El Riachuelo los envenena pero tienen miedo de exigir un ambiente sano, porque en vez de limpiar el río los van a limpiar a ellos”.

 

Mudanzas postergadas

Mudanzas postergadas

La contaminación de la Cuenca Matanza-Riachuelo es un hecho, y la demora en la relocalización de las familias que viven a la vera del río, otro. Aún quedan más de 1.800 familias por relocalizar, lo que implica que falta mudar a más del 80 por ciento de la población afectada. Desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no dan respuestas concretas y se sigue dilatando la urgente relocalización de los vecinos de la zona. ANCCOM recolectó testimonios de distintas personas y organizaciones vinculadas al tema.

María Gutiérrez, vecina de la zona, cuenta: “Hace como treinta años que nos vienen diciendo que nos van a relocalizar, pero pasa el tiempo y seguimos en el mismo lugar. Además, en caso de que nos cambien de lugar, tiene que ser por la zona. Hubo casos anteriores que mandaron a los vecinos a cualquier lado. Ya no se aguanta vivir acá, nuestros pozos de agua están pegados a los de la cloaca. Con la contaminación que hay en el río, vivimos con mal olor, basura, y chicos con problemas respiratorios”.

Aún quedan más de 1.800 familias por relocalizar, lo que implica que falta mudar a más del 80 por ciento de la población afectada.

Natalia Machain, coordinadora regional de política de Greenpace Andino (oficina regional que agrupa a las sedes de Argentina, Chile y Colombia),  da un panorama de algunos de los problemas que trae seguir viviendo allí: “Los vecinos de la Cuenca Matanza Riachuelo ven afectada su salud por falta de agua potable, los altos niveles de contaminación del agua por efluentes industriales y por hidrocarburos en aguas subterráneas en algunas áreas. Esta contaminación provoca afecciones y enfermedades varias en la piel, enfermedades respiratorias y tiene incidencia en algunos tipos de cáncer”.

El presidente de la Asociación Vecinos de La Boca, Alfredo Alberti, afirma que “el beneficio de trasladar a los habitantes a nuevas viviendas es obvio, la gente está viviendo de manera muy precaria, y estas nuevas viviendas son realmente confortables. Es cierto que la gente tiene un arraigo muy fuerte a sus hogares, algunos tienen un núcleo de relaciones allí establecidas que le ayudan a su supervivencia, por lo que la relocalización se trata de que sea lo más cercana a donde ellos están viviendo actualmente”.

Desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no dan respuestas concretas .

En consonancia con Alberti, Santiago Cané de la ONG “Fundación Ambiente y Recursos Naturales”(FARN), dice: “El beneficio es que las casas a las que se relocalizarían son de concreto, y están en mejores condiciones edilicias, la obligación de relocalizar incluye que tengan agua y cloacas y además dejan de estar asentados sobre basura y tierra contaminada con plomo entre otros tóxicos”. Cuando a  Cané se le consulta sobre la demora del Gobierno en la relocalización, ilustra:Se puede imaginar que hay intereses inmobiliarios en los terrenos que, por ley de la Legislatura de la Ciudad, están destinados a la construcción de viviendas para relocalización”. 

La Corte Suprema dispuso en 2008 la obligación de la Nación, la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires de llevar adelante el saneamiento del Riachuelo, en forma coordinada, para garantizar la calidad del agua y el bienestar de los vecinos de la Cuenca.

A nueve años, el fallo de la corte sigue sin cumplirse. Machain, de Greenpeace, asegura: “Las empresas identificadas como agentes contaminantes siguen vertiendo sus desechos al agua y las compañías del Polo Petroquímico de Dock sud, cuya contaminación fue la causa de la denuncia judicial que terminó con el histórico fallo, no sólo no fueron reconvertidas sino que eventualmente podrían quedar exentas de responsabilidad, si se achica el área de influencia de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR). A pesar de los progresos cosméticos en la Cuenca, queda mucho por hacer”.

«Ya no se aguanta vivir acá, nuestros pozos de agua están pegados a los de la cloaca»,dice una vecina.

Hay quienes se preguntarán si más allá de la relocalización de los vecinos es posible una recuperación ambiental del Riachuelo. En este punto son varias las voces que coinciden. Desde FARN, Cané dice: “La recomposición es posible, depende de la decisión política de las máximas autoridades de Nación, Ciudad y Provincia, además del esfuerzo de la Corte Suprema en la persecución de ese objetivo. Esto implicaría tener el agua, el suelo y el aire de todo el territorio de la cuenca no contaminado. Las industrias funcionando sin verter sustancias nocivas, el tratamiento de residuos sólidos urbanos en buen funcionamiento (no en basurales a cielo abierto), los asentamientos precarios urbanizados, etcétera”.

Machaian coincide con que la recuperación ambiental es viable: “La recuperación de la Cuenca Matanza Riachuelo es un imperativo ambiental y social, urgente para la Argentina. La tecnología está disponible y las herramientas legales también. Es necesaria la voluntad política y el ejercicio del control y sanción por sobre las industrias contaminantes que hasta el momento avasallan el derecho a la salud de la población”, destaca.

 

Actualizado 12/09/2017

Remo a remo

Remo a remo

Dos botes angostos y largos van y vienen, cada uno navegando por tres tripulantes, un par de instructores que se encarga de señalar aciertos y errores y cuatro chicos que paletean contra una débil corriente de agua turbia y cuyos movimientos sincronizados son fuente de energía de las embarcaciones. Los jóvenes son vecinos de la Villa 21-24 e integran el programa Deportes para la Inclusión.

Reman envueltos en chalecos flotantes naranjas, entre una vegetación copiosa y unas casitas precarias de hormigón ubicadas a metros de la orilla, frente al Meandro de Brian, una curva sinuosa del río Matanza-Riachuelo, dentro de la Comuna 4 y bordeando los márgenes del barrio porteño de Barracas. La blancura de los botes contrasta con un agua negra que ha sido oscurecida por dos siglos de irresponsabilidad ambiental. A lo largo de la historia, el Estado no controló a las fábricas como debería haberlo hecho y el empresariado desechó sistemáticamente sus residuos tóxicos en el río para aumentar su rentabilidad.

Los jóvenes son vecinos de la Villa 21-24 e integran el programa Deportes para la Inclusión. Se muestra la foto de varios chicos a punto de salir con su bote.

Los jóvenes son vecinos de la Villa 21-24 e integran el programa Deportes para la Inclusión.

Un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) publicado hace tres años había denunciado la ausencia de un plan integral que remediara en conjunto el daño ambiental y mejorara la calidad de vida de los siete millones de habitantes que son afectados a diario por los problemas que arrastra la cuenca. Si bien dicho informe destaca algunos logros de la intervención estatal ocurridos durante 2010 y 2012 (como la fiscalización de las industrias y la remoción de 100 basurales y puntos de arrojo sobre un total de 360), todavía queda pendiente un Plan de Ordenamiento Ambiental, conforme a lo establecido por la Ley 26.168 (diciembre 2006), que permita una planificación de las actividades productivas, que regule las obras del Estado y que proteja los espacios verdes.

Por otra parte, es la Autoridad Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR),  el ente tripartito formado por Nación, provincia de Buenos Aires y la Capital y que se creó en 2006, la que realizó distintas actividades de limpieza del río y de basurales, desarrollo de cloacas y agua potable y control de residuos industriales. En tanto, los planes de relocalización de los habitantes que viven en las zonas más contaminadas de la cuenca han avanzado, pero todavía queda mucho por hacer.

Chico remando en su bote.

Un informe de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) publicado hace tres años había denunciado la ausencia de un plan integral que remediara en conjunto el daño ambiental y mejorara la calidad de vida de los siete millones de habitantes que son afectados a diario por los problemas que arrastra la cuenca.

Por su parte, los habitantes del asentamiento de Barracas aseguran que el agua no presenta la contaminación de tiempos no tan lejanos: a simple vista, dicen, no luce tan sucia y el olor no es tan intenso como en otros sectores. Pero esta larga cuenca sigue compuesta por un veneno ácido que se extiende a lo largo de 64 los kilómetros que la componen.

Pero para el grupo de chicos que entrena semana a semana no hay contaminación posible que sea excusa para no remar en “nuestro río”. Ellos son parte del programa de actividades de promoción cultural y prevención del delito y la violencia que fomentan en conjunto -al menos hasta el 19 de diciembre pasado- los ministerios de Cultura y de Seguridad, con el apoyo de los de Salud y Desarrollo Social de la Nación. El proyecto contemplaba, entre otras disciplinas, clases de remo gratuitas a adolescentes de entre 14 y 21 años de la Villa 21-24, impartidas por personal de Prefectura Naval. Comenzó en 2012 y se ha mantenido hasta hoy con algunas interrupciones en el medio. Sus integrantes confían que a partir de abril retomarán las actividades.

Graciela Martín Ruiz trabaja como coordinadora de la Mesa de Seguridad Barrial, un programa de la Subsecretaría de Participación Ciudadana, dependiente del Ministerio de Seguridad. El organismo tiene como función sumar a los vecinos y las organizaciones sociales en las políticas contra la delincuencia y por la integración social. La coordinadora asegura que los deportes contribuyen en la prevención del delito pues son una vía para la inclusión social. Y explica: “La seguridad no se hace con un policía más, un policía menos, se hace también desde la contención y la capacitación de los sectores menos pudientes. El remo es un deporte menos conocido porque suele ser muy costoso y para las clases sociales de mayores recursos. Apostamos a que esta actividad les sirva a los chicos más relegados a que participen en deportes distintos y que, a futuro, les pueda servir para integrarse en el mercado laboral de la náutica”.

 

Asimismo, el programa sirve como un modo sino de ensamblar al menos de acercar a algunos actores sociales que históricamente resultan antagónicos, como lo son el de las fuerzas de seguridad y la parte de la sociedad civil económicamente más castigada. “La Prefectura Naval capacita a sus profesionales y lo que buscamos es que ese personal capacite a la gente común. Que ese conocimiento no se quede dentro de los cuarteles sino que también se enriquezca la ciudadanía”, puntualiza Ruiz.

Marcelo Avellaneda tiene 29 años, trabaja de remisero y se ha capacitado para coordinar la actividad. Durante la semana entrena a los chicos en el Parque Leonardo Pereyra, a unas diez cuadras del asentamiento; lo hace después de las 7 de la tarde, de modo de no interrumpirles la actividad escolar. Y además cumple la importante tarea de oficiar de nexo entre los habitantes del barrio y los prefectos. Rememora la génesis del proyecto de esta manera: “Lo que comenzó siendo una colonia de verano terminó como un proceso inclusivo más amplio”.

Tres chicos remando en su bote.

Los habitantes del asentamiento de Barracas aseguran que el agua no presenta la contaminación de tiempos no tan lejanos: a simple vista, dicen, no luce tan sucia y el olor no es tan intenso como en otros sectores.

El docente agrega: “Lo que es una disciplina que lleva tiempo entrenar pasa a ser también un espacio de contención en estas zonas vulnerables”. Al ser consultado sobre su experiencia en navegación en el estado actual del Riachuelo, Marcelo asevera que en los primeros años de la actividad el río estaba todavía más contaminado. “El nivel de descomposición lo tiene que determinar un científico o un especialista en ambiente, pero a nosotros, que realizamos esta actividad, no nos afecta, porque no tocamos el agua. Aunque sí lo que molestaba mucho era el olor, que ahora disminuyó bastante; al menos en esta zona”, se explaya.

Unos quince chicos y chicas integran el grupo que reparte su tiempo entre la asistencia a la escuela y el aprendizaje de esta actividad milenaria. El sábado es el día tan ansiado por todos. Si el tiempo acompaña y Prefectura da el permiso, el entrenamiento semanal es puesto en práctica en el Riachuelo, en una jornada que se extiende desde las diez de la mañana hasta la una de la tarde.

“Lo que es una disciplina que lleva tiempo entrenar pasa a ser también un espacio de contención en estas zonas vulnerables”. Dos chicos remando sobre su bote en el río.

“Lo que es una disciplina que lleva tiempo entrenar pasa a ser también un espacio de contención en estas zonas vulnerables”

El día, efectivamente, acompaña. Y Marcelo está vestido para la ocasión: pantalones cortos, musculosa y una gorrita que atemperan la inclemencia de un sol que atraviesa el celeste de un cielo que contrasta con el negro del agua. Su labor empieza más temprano, ya que todo debe estar listo antes de la llegada de Prefectura. En conjunto con otros dos coordinadores, el jardinero y el casero, todos vecinos del asentamiento, entre mate y mate, prepara el equipo, alista los botes, los lava y los ensambla en el agua, con el cuidado de amarrarlos bien a la plataforma flotante. El muelle de la villa, de unos 20 metros de ancho por 12 metros de largo, está ubicado en el sector llamado Tres Rosas o El Fondo, demandó una inversión de 400 mil pesos y su reconstrucción ha sido realizada por sus propios habitantes, sobre unas maderas originales, las cuales aún aguantan la corrosión, desde que fueron levantadas hace unos ochenta años.

Miguel Vallejos, de 17 años, toca el trombón en la Orquesta Juvenil de Barracas, desde el inicio concurre al programa y jamás había tenido en mente realizar este deporte. A veces nota que sus amigos del barrio temen acercarse a esta práctica por miedo al río y a la contaminación. “Aunque es molesta la basura que pasa, que hace que se traben las palas y que se ensucien los botes, la contaminación no es una traba para navegar, porque es tan lindo…”, asegura Vallejos.

Río Matanza y detrás, las casas bajas

“El nivel de descomposición lo tiene que determinar un científico o un especialista en ambiente, pero a nosotros, que realizamos esta actividad, no nos afecta, porque no tocamos el agua. Aunque sí lo que molestaba mucho era el olor, que ahora disminuyó bastante; al menos en esta zona”.

Alejandro Moreira, también de 17 años, hace un año que participa de la actividad. De inmediato se enganchó con la remada. Siempre hizo mucha ejercicio físico, pero destaca que no hay deporte más completo que el remo. “Trabajás todos los músculos: pecho, espalda, brazos, piernas”, indica.

Otro miembro del equipo, Vladimir Acevedo, de  16 años, siente que el remo le aporta habilidad y sabiduría a su vida, y fue a partir de Deportes para la Inclusión que encontró su vocación: se imagina en un futuro no tan distante en la Academia de Prefectura. A su lado, Aldo Encina, de 17, cuenta que empezó a entrenar con Marcelo las últimas semanas y este fin de semana pasó a hacer la práctica en el agua. Al principio se le notaba la falta de coordinación en las brazadas, pero con el correr de los kilómetros fue tomando ritmo y sincronización. Cree que con determinación cualquiera puede pasarla bien en este deporte.

Víctor Cornejo es delegado de la Manzana 28 y contribuye en las tareas de mantenimiento del sector. No deja de destacar el valor del programa, pero señala que sería conveniente un mayor presupuesto, porque los insumos suelen deteriorarse con frecuencia.

Tres de los chicos que practican remo en la Villa 21-24 sentados en un banquito, al lado del río.

Vladimir Acevedo, de 16 años, siente que el remo le aporta habilidad y sabiduría a su vida, y fue a partir de Deportes para la Inclusión que encontró su vocación: se imagina en un futuro no tan distante en la Academia de Prefectura.

Aunque parece un hermano mayor, a Marcelo los chicos le dicen “profe”, pero él especifica que su función es la de “coordinador terrestre”: controlar la actividad que se desarrolla a partir del entrenamiento diario en el parque y termina con el abordaje al bote, el cual se realiza desde la plataforma flotante que funciona de enlace para bajar del muelle al agua. Después de que él se encarga de chequear las normas de seguridad, la actividad pasa a ser controlada por los instructores de Prefectura. Marcelo anhela que la Asociación de Remo de la Argentina deje de lado el prejuicio y la subestimación y atienda el pedido de federación de los jóvenes de la villa. Según él, hay varios chicos a quienes les avizora un porvenir promisorio en este deporte. “Es solo cuestión de que se les permita la inscripción a competiciones así pueden medirse deportivamente, así la actividad deja de ser solo un pasatiempo”. Y especifica: “Que podamos entrenar con un objetivo más grande”.

La escuelita de remo ha sido invitada a participar en diversos festivales y certámenes. Sus chicos han navegado más allá de La Boca, en el Tigre, en Quilmes y en Zárate. Representa un ejemplo de acercamiento de la cultura del deporte a los hijos de las familias de las clases más relegadas. Constituye un engranaje que permite proyectar sueños individuales y contribuye al desarrollo de la comunidad entera. Pero requiere el compromiso y el esfuerzo de ser ampliado y sostenido a largo plazo. Por lo pronto, la alegría de remar de los jóvenes de la Villa 21-24 se extendió hasta fines de este 2015. Está en manos del nuevo gobierno la posibilidad de que los chicos la puedan seguir remando.

 

Una crónica Inflamable

Una crónica Inflamable

-“¿Huelen? ¿huelen eso?”Una racha de aire podrido acaba de pasar por Villa Inflamable, y Norberto Morón, vecino histórico del barrio, aclara que no se trata de un evento aislado, sino de una presencia diaria. El olor a podrido: un elemento cotidiano que la dirección del viento puede volver más o menos intenso. “Ya estamos acostumbrados a este olor”, dice Morón. Y en su cara se compone un gesto que no es de resignación, ni de víctima, sino de cierta indiferencia, como si la hediondez, en realidad, en este contexto, fuera un mal menor.

Ubicada en una zona de bañados contaminados, lindante al Polo Petroquímico de Dock Sud y al relleno sanitario del Ceamse de Avellaneda, Villa Inflamable constituye para los expertos un caso paradigmático. En el barrio en donde se originó la famosa causa Mendoza -en la que la Corte Suprema instó al Estado a sanear el Riachuelo y trasladar a las familias que viven a sus orillas-, la contaminación ambiental y la desidia estatal muestran su rostro más descarnado. El aire, el agua y el suelo de Villa Inflamable están contaminados. Más de 1500 familias –el último dato oficial es de 2009- lo padecen diariamente. Demasiado plomo en sangre, problemas respiratorios reiterados, manchas en la piel y deficiencias neurológicas son algunos de los daños sufridos por los vecinos. Este año, tras una extensa demora, ACUMAR estimó que la municipalidad de Avellaneda comenzará a construir las primeras viviendas para mudar a los habitantes. Muchos de ellos, sin embargo, se oponen al traslado. ¿Los motivos? Una serie de razones en donde se entretejen la inseguridad, la contaminación y una disputa barrial entre dos clubes de fútbol históricamente enfrentados.

Es una tarde calurosa de enero y una parva de nenes revolotea en la puerta de una casilla de material en donde un par de empleados de la municipalidad de Avellaneda reparten ropa y juguetes para la Noche de Reyes. Más adelante, en diagonal a la plaza del barrio, una pasarela tambaleante conduce a una casa hecha con maderas y cartón, ubicada en el centro de una laguna de color verde, grumosa, salpicada de baldes y botellas de plástico.

“Nos quieren llevar al lado del riachuelo, a unos terrenos más chicos y que están al lado de la Isla Maciel. Es absurdo. Siempre hubo pica entre San Telmo y el Docke”. Morón es uno de los primeros vecinos que llegaron a Villa Inflamable, en la década del ochenta. Su casa –de material- está en el centro de una loma del humedal, y con los años ha ido ampliándose, dice Morón. También dice que en todo este tiempo ha escuchado mucho. Que las mejoras en los servicios del barrio las consiguieron los vecinos. Y que según su cálculo el noventa por ciento de la gente no se quiere ir de acá.

“Además del tema de la inseguridad, está el de la contaminación. Los terrenos quedan al lado del riachuelo”, agrega Claudia Espínola, presidenta de la junta vecinal. “El proceso de saneamiento del río es largo y complejo, lo sabemos, pero hoy por hoy no está terminado.  A eso también hay que sumarle que las viviendas son muy chicas y el espacio en general de los terrenos son muy pequeños”. De las ciento veinte hectáreas actuales –con anchas calles de tierra, pastizales y mucho sauce-, Villa inflamable pasaría a compactarse en treinta, a orillas del Riachuelo.

Más allá de los juncos, por encima de los techos de chapa, asoman dos chimeneas pintadas con líneas rojas y blancas. Una es más alta que la otra, y la imagen, es cierto, tiene un tono apocalíptico. Villa Inflamable fue definida por las investigaciones que se hicieron en el lugar como una zona de riesgo ambiental alto. Se detectó la presencia de diecisiete gases tóxicos, como el benceno y el tolueno, asociados a la refinación de petróleo. A su vez, en un estudio elaborado en 2003 por una agencia de cooperación japonesa –conocido como Estudio Jica- se comparó la salud de 150 chicos de entre 7 y 11 años de Villa Inflamable con otros 150 de la misma edad de Villa Corina, un barrio también de Avellaneda, pero alejado unos doce kilómetros del Polo. La prevalencia de plomo en sangre de los chicos de Villa Inflamable casi triplicaba a la de los de Corina.

Cecilia Lorusso, integrante del área de Medio Ambiente de la Defensoría del Pueblo de la Nación, dice que no hay que ser ingenuos. Que la oposición a mudarse a esos terrenos muchos la llaman rivalidad deportiva o cultural, pero que en verdad se trata de una lucha por el poder. Y que esa lucha por el poder, dice Lorusso, incluye a las barras bravas, fuerza de choque de los sectores dominantes. “Además está Villa Tranquila, que está dominada por el narcotráfico. Los vecinos sienten que están cambiando el riesgo ambiental, que los mata a largo plazo, por el riesgo físico, que los mata a corto plazo”, resume Lorusso.

A los tumbos, una chata cargada con un lavarropa, una cama y varios muebles se pierde hacia el fondo de la villa. Hace más de un siglo, todo esto era una zona de quintas y granjas, un paisaje rural despojado, sin relleno ni chimeneas ni camionetas, ni nada a la vista. En 1930 comenzaron a instalarse las primeras petroleras y aceiteras –actualmente son 42 empresas, de las cuales 25 son de alto riesgo-. El barrio creció fuertemente en los ochenta y los noventa. Sin una red cloacal regular, los vecinos desechaban sus efluentes en las lagunas, que recibía también el material químico que descartaban las fábricas. Hoy, el barrio sigue padeciendo la falta de servicios cloacales, de agua potable –desde el 2007 la municipalidad distribuye bidones en los denominados puestos de agua- , y cuenta apenas con una conexión eléctrica irregular.

Como se mencionó, en 2008 la Corte Suprema de Justicia ordenó el saneamiento de la Cuenca Matanza-Riachuelo y la relocalización de los barrios afectados por su contaminación. Lo que a veces se olvida es que esa sentencia –conocida como fallo Beatriz Mendoza- fue el resultado de una demanda que se inició en Villa Inflamable. Desde entonces hasta hoy transcurrieron siete años. Hace tres -en marzo del 2012- la municipalidad de Avellaneda y ACUMAR anunciaron la construcción, en un plazo de tres años, de unas viviendas para los habitantes del barrio. Villa Inflamable se trasladaría a orillas del Riachuelo- respetando los 35 metros del Camino de Sirga-, en unos terrenos pertenecientes a la empresa Exolgan, ubicados entre Villa Tranquila y la Isla Maciel.

Lo cierto es que las viviendas, tras una extensa demora, comenzarán a construirse este año. Desde ACUMAR aseguraron a esta Agencia que serán, en una primera etapa, 440 casas. Si bien no hay fecha de inicio confirmada, desde el organismo estiman que, tras el llamado a licitación que debe hacer el municipio de Avellaneda, las obras arrancarán en los próximos meses. La relocalización consiste en un trueque. Los terrenos asignados para la mudanza de los habitantes de Villa Inflamable eran de la empresa de logística Exolgan. La firma cedió esos terrenos, que usaba como depósito de conteiners, y se instalará en las hectáreas que hoy ocupa Villa Inflamable.