Sep 11, 2019 | Géneros, Novedades
El 78% de las empresas de medios está dirigida por varones.
Como un reflejo de lo que sucede en toda la sociedad, las trabajadoras de medios periodísticos y de la industria de publicidad sufren tratos sexistas y estigmatizantes en el ámbito laboral. “Para mañana ponete una minifalda que tenemos una presentación”. “Vos tenés que agradecer este trabajo porque está complicado conseguir en publicidad y vas a terminar en una peluquería”. “Te ves más bonita cuando no se te escucha”. “Las mujeres son menos creativas que los hombres”. “Las mujeres no tienen sentido del humor”. “En Cuentas contratamos a mujeres porque son más fáciles de manejar”.
Estos comentarios son una constante para las trabajadoras de la publicidad que durante mucho tiempo han soportado “tratos discriminatorios, dichos al paso sobre su aspecto físico, chistes y burlas machistas, y las sugerencias de falta de capacidad por ser mujeres”, sostiene el estudio Organizaciones de medios y género, realizado por la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad y la Fundación para el Desarrollo de Políticas Sustentables (FUNDEPS), con apoyo de la Fundación Heinrich Boll, que recoge los resultados de 50 entrevistas realizadas a directivos de medios, dirigentes sindicales, directores de carreras de Comunicación, trabajadoras y trabajadores de medios y especialistas en el tema de Córdoba y Buenos Aires. El informe será presentado en el marco del Foro Nacional de Políticas de Género en Periodismo y Publicidad a realizase este jueves y viernes en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Culturalmente a la mujer se la ha encasillado en determinados roles y los ámbitos laborales reproducen determinadas normatividades que confluyen en la segregación temática dentro del periodismo o áreas dominadas por varones en la publicidad. “En relación a los temas abordados dentro de la redacción periodística de acuerdo a la identidad de género de cada persona, la división tradicional de roles ha hecho que las mujeres mayormente se ocupen de los temas de la agenda ‘fríos’ y aparentemente menos relevantes: cultura, sociedad, salud, educación, sociales y la agenda de género; y los varones de las áreas ‘calientes’ más importantes: economía y política”, puntualiza el informe.
En la industria de la publicidad sucede algo parecido. Por ejemplo, las áreas creativas están dominadas por hombres, mientras que las mujeres quedan relegadas a los puestos de administración y cuentas. El estudio denuncia esta situación: “Existen mujeres capaces, competentes, con trayectoria y experiencias pero deslegitimadas por las estructuras laborales machistas para ocupar puestos jerárquicos. El margen de oportunidades que brindan los medios de comunicación a las mujeres interactúa con los privilegios que los varones todavía no están dispuestos a abandonar o con los prejuicios de género, lo que termina discriminando a las periodistas mujeres”.
Ninguna de las empresas que participó en el estudio dispone de oficina o Área de Género, como así tampoco de un sector específico para la resolución de problemas de violencia de género y/o acoso y abuso laboral y sexual. “Ante situaciones de esa índole se opta por el cambio de área o por la desvinculación de la empresa. He conocido un solo caso, que tomó esa decisión. No tanto de acoso sexual, sino de mobbing (maltrato laboral) de parte de un jefe hacia una chica, haciendo hincapié en sus ‘debilidades’”, manifestó una de las entrevistadas en la investigación, quien pidió preservar su anonimato.
El estudio pone en evidencia la profunda disparidad y tratos sexistas que sufren las trabajadoras en los medios de comunicación y la industria publicitaria. Solo el 28% de los cargos jerárquicos en periodismo están ocupados por mujeres. “En las empresas y organizaciones de medios hay una enorme concentración de poder por parte de los varones. Esto impacta tanto en prácticas laborales sexistas como en la agenda de los temas y la forma de abordarlos, con una perspectiva solamente masculina de la realidad”, resalta la investigación. La conclusión surge a partir de los índices elaborados que muestran que el 78% de las empresas de medios está dirigida por varones. También son mayoría en las secretarías sindicales y las distintas áreas más valoradas de los medios que, no casualmente, son las mejores remuneradas.
Estos índices son aún más llamativos si se tiene en cuenta que el 69,04% de los egresados de las careras de Comunicación son mujeres frente a un 30.96% de hombres. Sin embargo, a la hora de la inserción laboral estos índices se invierten: el 70% de quienes trabajan en empresas periodísticas son varones.
Solo el 28% de los cargos jerárquicos en periodismo están ocupados por mujeres.
Si bien las casas de estudio manifiestan preocupación por la dimensión de género, esto no se traslada a la currícula de grado obligatoria. Solo en el Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo (IUNMA) está prevista una materia sobre género obligatoria en quinto año. En las demás carreras de Comunicación, el alumnado puede optar por seminarios optativos vinculados a la temática. En la carrera de Publicidad ninguna de las instituciones consultadas ofrece una materia específica obligatoria que aborde los estudios de género como parte central de sus contenidos.
«Hay docentes que tienen iniciativas puntuales dentro de su cátedra, pero no hay un anclaje desde lo académico, desde lo estructural, que acompañe. Pasa porque nuestros docentes son jóvenes, están viendo que hay una necesidad y un requerimiento de quienes están participando de la clase. Pero no como determinación desde la Dirección. No está plasmado tampoco en los programas de docentes”, señala una representante de una empresa radicada en Córdoba, citada en el estudio.
Las estadísticas del informe visibilizan el vacío de información en la construcción de conocimientos: más del 80% de los y las estudiantes de carreras de Publicidad, profesionales del área y docentes conoce sobre el enfoque de género en la comunicación, sin embargo sólo un 22% accedió a esos saberes en su formación académica. ¿Cómo se quiere cambiar la estructura sexista de pensamiento si a quienes trabajarán en ese ámbito no se les brindan las herramientas teóricas para ello?
En este contexto, la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad brinda distintos cursos y capacitaciones virtuales certificadas por la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA. “Tenemos varias áreas de trabajo cuya finalidad es incidir en la comunicación para democratizarla, fundamentalmente, desde un punto de vista e género”, explica a ANCCOM Sandra Chaher, directora de la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad, quien a su vez estuvo a cargo de la investigación. “Tenemos el área de asesoramiento empresarial para las instituciones que quieren mejorar la comunicación interna y externa de la empresa y que están en este proceso de saber qué es el género, qué son las relaciones desiguales de género, qué es la violencia de género entonces aparecen requerimientos de ese tipo también”, puntualiza Chaher egresada de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA.
¿Cuál es el camino a recorrer para revertir los altos índices de disparidad de género? Chaher lo sintetiza de la siguiente manera: “Primero tenés que reconocer que hay un problema y hacer un diagnóstico sobre él. Una vez identificado, hay que empezar a ver cómo se corrige. Para eso, se debe crear un espacio donde discutir los temas de género, no solo en las empresas, sino también en los sindicatos y en las universidades porque inequidades hay en los tres ámbitos. Después, a partir de ver cuáles son las inequidades generales y específicas, hay que generar políticas para equilibrar las desigualdades”. Este es un trabajo que integra al conjunto de la sociedad y donde la naturalización cultural sobre las desigualdades de género está siendo cuestionada. El primer paso está dado.
Jul 11, 2018 | Géneros, Novedades, Te puede interesar
Sonia Silvero, Melanie Tobal y Aranzazu Muraca.
Cuando Melanie Tobal empezó a trabajar en su primera agencia, no se imaginó que sería la única mujer en el equipo. Casi como una señal -bastante sutil- algo le decía que la publicidad estaba hecha por y para el género masculino. Una suma de situaciones la llevaron a hacer un clic: como mujer, había visto campañas sexistas, como directora creativa le daban tareas menores y como trabajadora joven, su jefe alguna vez la presentó ante el cliente como “Melanie, la pendeja”. Ese clic fue crear una comunidad de mujeres que piense la publicidad con perspectiva de género. Así nació Publicitarias.org.
El proyecto comenzó en 2017. Ya en ese momento Melanie observaba que en otros países existían plataformas similares como Creative Equals, en Inglaterra, o Más Mujeres Creativas (MMC), en España. Estos observatorios de la publicidad ayudan a quienes trabajan en el campo a partir de analizar, criticar y educar mediante workshops y charlas. “Fue muy raro porque recibimos más apoyo de los hombres que de las mujeres”, dice y cree que esta falta de aliento en la audiencia femenina se debe al miedo de parte de las mujeres: “Es un momento que genera mucha negación, porque implica entender que estás en una posición de mucha desigualdad”.
A mediados de marzo hicieron una encuesta sobre machismo en las agencias que contó con la participación de más de 300 publicitarias de distintas áreas. Los resultados indican que un 51 por ciento de las encuestadas recibió acoso moral, es decir, fue subestimada en sus capacidades intelectuales o profesionales por varones y un 56,5 por ciento sufrió insinuaciones sexuales, en general, de colegas o superiores.
Publicitarias.org cuestiona el rol que se le asigna a la mujer en la industria de la publicidad.
Una de las principales voces que se sumaron a Publicitarias fue la de Aránzazu Muraca, ex Directora de contenidos digitales en la agencia The Juju. Anzu, como le suelen llamar, decidió dar una charla que no se centrara en las campañas ni en comerciales machistas: “Sabiendo que la mayoría iban a ser estudiantes y chicas que están arrancando, está bueno que venga alguien del futuro y que les diga ‘bueno mirá, yo no sabía qué hacer, no sabía por dónde arrancar’ y compartir algunos aprendizajes que te inspiren o que te hagan sentir menos sola”. A esta exposición la tituló “5 formas de salirte con la tuya”.
Como una invitación, Anzu propone: “Dejá que tu laburo hable por vos. Si lo que vas a decir es inteligente, decilo. Y si no estás cien por ciento segura de que es inteligente pero te sentís en la obligación, ¡decilo igual!”. Esta filosofía fue la que decidió implementar cuando la cadena TyC Sports subió a sus redes sociales el comercial “Putin”. El spot publicado el 10 de mayo proponía demostrar que en Argentina, a diferencia de Rusia, el afecto entre hombres -abrazarse, festejar desnudos en un vestuario o besarse en público, entre otros actos- estaba bien. Lo que no contemplaba es que estaba banalizando una situación que hoy afecta a la sede del Mundial: la ley que prohíbe las relaciones homosexuales y las denuncias de persecuciones a personas de la comunidad LGBT en ese país. La respuesta de Anzu fue inmediata. Repudió en sus redes sociales el punto de vista de la marca y su mensaje se sumó al de otros miles de usuarios que criticaron la pieza. “Cuando una pieza de la dimensión de TyC Sports está causándole dolor a personas vivas, que existen, me parece que como comunicadores tenemos la responsabilidad de levantar la mano”.
El mensaje de tomar acción llegó a mujeres más jóvenes como Sonia Silvero, de 24 años, hoy productora de los eventos que realiza Publicitarias. Sonia comenzó como asistente de cuentas en la agencia Grey y llegó a la organización por un post de Facebook en el que se anunciaba una convocatoria para sumar un equipo de producción a los eventos “Entre todas”, un encuentro donde las expositoras hablan de experiencias personales -como las que contaba Anzu- o bien aportan datos para repensar la publicidad. Sonia no dudó en comunicarse. Además de ser un aprendizaje profesional, vio en la plataforma creada por Melanie “un espacio en el que podía aportar acciones reales, más allá de simples comentarios entre colegas o en redes sociales, sobre lo que pienso hoy en día de esta industria y sus falencias”.
El mes pasado el proyecto creado por Melanie fue por más: denunció a un profesor de la Universidad Nacional de la Empresa (UADE), Javier Mollo, director de cine y docente en la carrera de Publicidad. A partir del relato de una actriz de identidad reservada en el sitio “Ya no nos callamos más” se dieron a conocer episodios reiterados de insinuaciones sexuales, acoso y hostigamiento. El relato en primera persona de la protagonista del post, incentivó a otras mujeres, también ex alumnas de Mollo, a denunciar casos como el que se cuentan en este sitio. En señal de apoyo, Publicitarias subió una nota, en la que difundió los testimonios, también anónimos, de mujeres que ratificaban algunas de las situaciones del primer caso e incluso un testimonio que confirmaba abuso sexual. Al respecto, Melanie comenta: “Tenemos que perder el miedo, empezar a hablar. Logrando eso, para mí, Publicitarias ya cumplió un objetivo”.
Nov 17, 2015 | inicio
Nadie podría jurar que los ha visto, pero nadie podría negar eso que van dejando: una obra concreta y paradójica. Sus creaciones irrumpen el paisaje callejero y después solo quedan las fotos –testimonios urgentes- de un mensaje nuevo. Porque nadie podría jurar haberlos visto, pero tampoco negar que han pasado por aquí. ANCCOM habló con un pionero de los squatters, el grupo dedicado a intervenir y resignificar publicidades callejeras.
Los squatters son activistas urbanos que pintan, marcan, sacan o agregan elementos en la señalética de la ciudad. Les cambian el sentido para decir algo nuevo. Sus obras en la calle duran pocos días, porque encima de un cartel se colocará otro en poquísimo tiempo. Entonces toman fotos, las suben a la web y las comparten. La obra squatter es real pero efímera: solo perdura virtualmente, como testimonio de algo que estuvo allí, que realmente existió.
En acción: un integrante de los squatters, el grupo dedicado a intervenir y resignificar publicidades callejeras.
Julián es activista urbano hace siete años y contó cómo es la práctica squatter: “Lo que hacemos tiene eso de la cosa fugaz, así son las intervenciones en la calle. A los pocos días, o un par de semanas, ya no está más el cartel y la imagen solo queda en las redes. Esto sucede sobre todo en época de elecciones, porque cada dos días están empapelando todo de nuevo”.
El antecedente más cercano de lo que ellos hacen es un movimiento español de contra publicidad llamado “Consume hasta morir”. “Nosotros queríamos hacer la versión argentina, entonces cuando hubo que elegir el nombre, surgió el concepto squatter que tiene que ver con tomar un espacio marginal y transformarlo en un espacio de expresión contracultural”. Mientras que en España este tipo de intervenciones en la vía pública están prohibidas, en Argentina el contexto modifica la acción. “En un principio, solíamos hacer las intervenciones de noche, porque parecía mejor. Pero con el tiempo nos fuimos dando cuenta que lo mejor es de día porque la noche pone un manto de sospecha sobre toda actividad en la vía pública. Una vez estábamos haciendo una intervención sobre un cartel de un celular, y vino una patrulla. Se acercó un policía y nos dijo: ‘¿Qué están haciendo?’ Y nosotros le contestamos: Una intervención sobre esta publicidad. Y el policía preguntó: ´A ver, ¿pero qué celulares tienen ustedes?´ La publicidad era de un súper celular. Yo le mostré el mío, que era peor y él dijo: ´Ah, está bien, porque si tenían otros, los llevaba´. Y se empezó a reír. Antes de irse, nos hizo un monólogo y dijo: ´Si era algo político, los tenía que llevar’. Terminó bien porque él pensaba que lo político es algo partidario”.
“Lo que hacemos tiene eso de la cosa fugaz, así son las intervenciones en la calle».
Los squatters cuestionan lo que la publicidad se la pasa enseñando: lo bueno, lo malo, el ideal de belleza, lo útil. Son artistas de distintos estilos -graffiti, pintura, collage- que se juntan a intervenir publicidades de todo tipo. Desde las típicas propagandas de campaña política -dos candidatos abrazando a «la gente»- hasta publicidades con mujeres desnudas -una chica desgarbada y proporciones inverosímiles- o carteles que venden celulares –el trillado concepto de lo bueno que es estar comunicados-. Ellos se meten ahí dentro y tratan de decir algo nuevo. ¿El objetivo? Uno solo: cambiarle el sentido a las publicidades que nos dicen cómo tenemos que vivir. Los squatters buscan decir otra cosa. Con eso mismo, y en la misma pared.
El graffitero dibuja sobre un lienzo rígido: el cemento. Los squatters dibujan encima de algo que ya tiene un mensaje. La consigna es cambiarle el sentido. Y el fin último –ambicioso, artístico- es transformar en diálogo lo que parece un monólogo. Contestar, responder, pararse frente a eso y decir algo. Después se encargan de socializar: compartir las fotos, intercambiar opiniones, sumar miembros. Difundir una herramienta para que otros hagan lo mismo. “Queríamos armar un grupo de activistas que saliera a la calle a intervenir el discurso de la publicidad, pero no solo hacerlo de manera digital sino que tuviera un impacto en la vía pública, y después que eso se comparta en las redes, se vaya masificando y empezar a socializar esta herramienta. Pensar la contrapublicidad como una herramienta para que cualquiera pueda decir aquello que sabe y que los anuncios ocultan. Con el objetivo último de generar un pensamiento crítico, porque muchas veces el marketing apunta a generar distintos niveles de inconsciencia: te muestran algo para que no conozcas una realidad que hay por otro lado”.
Los squatters dibujan encima de algo que ya tiene un mensaje. La consigna es cambiarle el sentido. Y el fin último –ambicioso, artístico- es transformar en diálogo lo que parece un monólogo.
La pelea es por el sentido, por lo que se puede decir con imágenes y por los mensajes encubiertos que hay detrás de ciertos estereotipos. Los squatters defienden la ecología, alertan sobre el uso de productos químicos, discuten la imagen del hombre y la mujer publicitarios, critican el uso y abuso de los celulares y discuten las escenas de campañas políticas. Con respecto a las intervenciones sobre carteles de partidos políticos, Julián comenta: “Tratamos de compensar porque si no, piensan que estamos contra algún partido en particular; lo que pasa es que en la ciudad de Buenos Aires la mayor cantidad de publicidad política es del PRO. Si piensan que somos partidistas no están entendiendo la propuesta”.
En todos los casos, sus mensajes sorprenden. Porque a través de juegos de palabras, creatividad e ironía, invierten el significado y recrean una nueva mirada. Donde la publicidad dice comprá, ellos dicen dudá. Donde la publicidad dice esto es lo mejor, ellos agregan esto también es nocivo. Donde el marketing asocia más consumo con felicidad, ellos piden –simplemente- más amor. Un mensaje rotundo y sencillo, en tiempos de ofertas y (sobre) precios con descuentos.
“Lo fundamental es que para participar no tenés que contactarte con nadie, solo tenés que tomar la herramienta, juntarte con un grupo, salir a la calle y hacerlo: no hace falta ningún intermediario ni que nadie te dé la aprobación. A lo sumo, si querés, sacale una foto a la intervención que hicieron y compartila con nosotros que la compartimos con nuestros seguidores”, arenga Julián.
A través de juegos de palabras, creatividad e ironía, invierten el significado y recrean una nueva mirada.
Cuando los squatters trabajan, parecen seres abstraídos, desconectados. ¿Quién puede estar una hora mirando un cartel publicitario, ensimismado, como en otro planeta? Con un pincel en la mano derecha y un trapo en la otra, de cerca parecen “bichos raros”. Y cuando finalmente termina su tarea, viene el momento de pensar: lograron decir algo de otra manera.
Julián piensa en voz alta: “¿Qué hace falta para hacer contrapublicidad?… Pensamiento crítico y creatividad: dos cosas que todos tenemos”.
Desde que empezaron con las intervenciones callejeras, ya hicieron dos festivales que llevan un nombre particular: Replika. Allí se juntaron muchos activistas urbanos a intervenir carteles in situ, con bandas invitadas, y artistas de todo tipo. “El festival Réplika lo hicimos por primera vez en diciembre de 2013 en el Mercado Bonpland de Palermo. Nunca antes habíamos organizado un festival. En aquel momento hubo bandas de música, proyecciones y artistas variados. Después de un año y medio, nos llegó la propuesta desde el Centro Cultural Matienzo de hacer otro festival ahí, y entonces dijimos: “Sí, lo hacemos. No cobramos entrada y tratamos de organizarnos a través del intercambio y de la colaboración: esa es la idea básica”.
Cuando los squatters trabajan, parecen seres abstraídos, desconectados. ¿Quién puede estar una hora mirando un cartel publicitario, ensimismado, como en otro planeta?
El día del festival, todos intervienen carteles: con la música de fondo, el bullicio y las cámaras, los cuerpos que van y vienen. “Un tiempo antes les mostramos a los artistas los carteles que hay disponibles para que vayan pensando qué materiales van a llevar, qué tipo de intervención van a hacer. Porque después te encontrás con un terrible cartel, con un tiempo acotado, tus materiales, y decís ¿qué hago? Hay algunos que van y hacen lo que les sale en el momento y está bien. Pero muchos van con la idea medio resuelta y llevan los materiales preparados para concretarla”.
De noche o de día. De a dos o de a cinco. Nadie podría jurar haberlos visto, pero nadie podría negar que pasaron por aquí. Ellos son, aquí estuvieron, los squatters. Buscando decir otra cosa. Con eso mismo, y en la misma pared.
Galería de Fotos:
Actualización: 18/11/2015