¿Qué hay detrás de la salida de Spotify de Uruguay?

¿Qué hay detrás de la salida de Spotify de Uruguay?

La Ley de Rendición de Cuentas aprobada en octubre abrió el debate: mientras el gobierno dice buscar una remuneración justa para los artistas, algunos cantantes señalan que perderán difusión. El riesgo para las web educativas.

Los usuarios uruguayos de Spotify recibieron diciembre con una notificación de la empresa informando el cese de sus actividades en el país. Este contexto despertó recelo entre los artistas que temen por la pérdida de su principal distribuidora digital de música. Esta es solo la punta del iceberg de un problema aún mayor que enfrentan los autores, intérpretes y plataformas de la República Oriental.

El pasado octubre, el Senado uruguayo aprobó la Rendición de Cuentas de este año, una ley ómnibus que abarca diversidad de tópicos que escapan a lo simplemente presupuestario. En esta edición 2023, se incluyeron la aprobación de los artículos 329, 330, 331 y 332 que modifican la Ley N° 9.739 de Derechos de autor promulgada en 1937 y su actualización del año 2003.

El objetivo de esta aprobación es “el reconocimiento de un derecho y la búsqueda de una justa y equitativa remuneración para los artistas”, explica Ignacio Martínez, presidente del Consejo de Derechos de Autor perteneciente al Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. Esto se lograría obligando a plataformas de distribución como Spotify a realizar pagos a gestoras colectivas que actúan como intermediarias entre las plataformas y los artistas. En Uruguay las gestoras colectivas que recaudan los derechos de autores e intérpretes son AGADU y SUDEI.

“Hoy no existe remuneración. Se trata de acceder a ella a partir de la legalización de los criterios y los reglamentos”, explica Martínez y expresa el deseo del Consejo de que se entienda al trabajador de la cultura como alguien que tiene derecho a ser remunerado. “No queremos perjudicar a nadie: ni a los productores ni a los intermediarios que difunden nuestra música. Queremos beneficiar a los artistas nacionales”, agrega.

El Laboratorio de Datos y Sociedad (Datysoc) es un proyecto de Uruguay que nuclea a un equipo interdisciplinario de profesionales interesados en el vínculo entre derechos humanos y la era digital. En un hilo de Twitter explicaron que “los artículos aprobados en la Rendición de Cuentas no abordan el problema adecuadamente y agregan disposiciones que perjudicarán a las plataformas educativas, los repositorios digitales y otros sitios web culturales sin fines de lucro”, ya que la ley no limita los cobros a las grandes empresas comerciales, sino que abarca a todos los sitios web.

Este nuevo contexto también implica complicaciones para los artistas. Según Jorge Gemetto, investigador de Datysoc, los autores perderán la libertad de entregar licencias gratuitas ya que se trata de un “derecho irrenunciable” por el cual las gestoras realizarán los cobros de igual manera, sin importar que los artistas no estén afiliados a ninguna de ellas.

Datysoc no está en contra de que Spotify y las discográficas paguen a las gestoras. El foco de su reclamo está en que la aprobación de los cuatro artículos no resuelve el problema de fondo: los escasos ingresos que perciben los autores e intérpretes frente a las ganancias de las plataformas y discográficas. “Los derechos de intérpretes y ejecutantes existen en Uruguay desde hace décadas”, explica Gemetto y agrega: “Lo que pasa es que los artistas firman contratos por los cuales se los ceden a las discográficas, que les pagan muy poco”. Frente a esta situación, Gemetto plantea dos posibles soluciones: una más racional pero difícil de ejecutar que es la regularización de los contratos entre artistas y discográficas. La alternativa sería que se haga el pago directo de las plataformas a los artistas, medida que implicaría acotar con precisión qué tipo de plataformas cargarían con esa obligación.

El porcentaje que perciben las gestoras también representa un foco de esta problemática. “Son organizaciones que recaudan para los artistas pero que tienen comisiones altísimas: AGADU cobra hasta el 45%”, detalla Gemetto. Por eso, muchos autores e intérpretes eligen gestionar sus propios derechos; se trata de una libertad que está avalada por ley y que se va a perder con la aprobación de la Ley de Rendición de Cuentas: “Sin importar lo que opinen los músicos independientes, las gestoras van a cobrar en nombre de ellos. Y si no son socios, no van a poder ir a buscar lo que la gestora cobró en su nombre”, explica Gemetto. En eso consta el derecho irrenunciable.

Pánico

 El viernes pasado, Spotify sorprendió a sus oyentes uruguayos con el infame comunicado que explicaba su salida. En él señala que “los cambios con esta nueva ley podrían obligar a Spotify a pagar dos veces por las mismas canciones” y, a no ser que el gobierno explicite que las discográficas y editoras se harán cargo de esos gastos, su negocio de “conectar artistas y fans” sería insostenible.

Este mensaje tuvo como consecuencia la creación de una cuenta de Instagram anónima llamada Artistas Uruguayos que difundió un comunicado en el que piden la corrección urgente de los artículos que les competen ya que “lo que se está intentando revisar es objetivamente menor en relación al riesgo de perder un aliado tan importante para la industria de la música uruguaya como es Spotify”. Dando a entender que la remuneración justa queda en segundo lugar frente a la difusión mundial que les permite la plataforma.

Según Gemetto, esta postura es tomada por la camada de artistas jóvenes cuya sostenibilidad depende de las grandes plataformas de distribución como Spotify y afirma que su salida del país sería “un desastre” en tanto que se trata de su mayor canal de difusión y “no hay nada que lo reemplace”.

Martínez explica que la plataforma “jamás pidió conversar estos asuntos y lanzó una campaña equivocada, con datos falsos y una clara tergiversación de la información. Ha sido la Presidencia de Uruguay la que ha pedido encontrarse por videollamada y ahora está elaborando un proyecto de solución”, el cual se vería reflejado en un Decreto Reglamentario.

“La amenaza de irse de Spotify es una bravuconada”, opina Gemetto y agrega que despertó una discusión que impide ver la complejidad de una ley mal hecha. Si bien duda que la salida se vaya a concretar, Gemetto junto a sus colegas de Datysoc temen que el gobierno uruguayo haga un acuerdo que beneficie a Spotify y no derogue los cuatro artículos, dejando al resto de los sitios web en “una situación muy complicada” en la que se verán obligados a pagar a las gestoras. “Nuestro miedo más grande es por las plataformas educativas. Sobre todo el Entorno Virtual de Aprendizaje de la Universidad de la República, que tiene unos cien mil estudiantes”, explica. Las gestoras podrán ir tras cualquier plataforma, incluso si se trata de plataformas que usan contenidos sin fines de lucro, con licencias abiertas o que pertenecen a autores e intérpretes independientes.

El comunicado de Spotify opacó el problema estructural que presenta la Ley de Rendición de Cuentas. “Desde Datysoc pedimos que se deroguen los cuatro artículos que se aprobaron y que se empiece de cero a discutir en serio la cuestión de la remuneración justa para autores e intérpretes. Esa discusión seria implica tres patas: lo que tienen que pagar las plataformas, lo que tienen que pagar las discográficas y lo que se están quedando las gestoras colectivas”, resume Gemetto. Todo indica que Uruguay seguirá bailando al ritmo de Spotify al menos un tiempo más.

 

Yendo del estudio al streaming

Yendo del estudio al streaming

Con la hegemonía de las plataformas en la industria musical, los modos en que los artistas independientes construyen su público cambiaron. Las nuevas formas de distribución prometen sencillez y efectividad, pero siguen sin resolver la necesidad de utilizar intermediarios.

La música por streaming cambió los pasos que un artista tenía que seguir para mostrar su trabajo. La llegada de las plataformas hizo necesario que un nuevo actor medie entre el artista y la audiencia: las distribuidoras o agregadoras digitales. Estas empresas, en su mayoría extranjeras, se presentan como una forma sencilla, rápida y justa para que cualquier artista que quiera (y tenga algunos dólares a mano) reparta sus canciones entre Spotify, Itunes, Youtube Music y otros rincones de la música digital.

En la teoría, las plataformas parecen listas para difundir una canción hecha en casa: es la ilusión de llegar al mainstream con “una computadora de Conectar Igualdad”. Sin embargo, en la práctica, producir, distribuir y exponer música no ha perdido su complejidad.

No te olvides de lo artesanal

«Las bandas grabábamos discos, como ahora, pero esas grabaciones se ponían en un soporte físico, que en mi caso era el CD», cuenta German Alperowicz, promotor, manager de artistas y docente de Comercialización en la Escuela de Música de Buenos Aires. Recuerda que años antes de Spotify, “la distribución independiente era artesanal, con un circuito de disquerías amigas en Buenos Aires, el conurbano o el interior del país. Cada vez que tocabas había un puesto con los discos. Todo aquello no era para nada malo: era invertir en la grabación, en la fabricación de un soporte y después salir a venderlo. Venderlo generaba un contacto con el público».

Datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica muestran que, en 2022, la industria musical grabada facturó 17.500 millones de dólares en plataformas de streaming. Esto cuadruplica los ingresos de la música en formato físico, que el año pasado fueron de 4.600 millones de dólares.

De ese carrito que empujaba el propio artista ahora se ocupan las distribuidoras que, si bien tienen la potencia para exportar la música independiente a todo el mundo, ¿ofrecen un vínculo similar al que construía vender un CD justo después del show? Para Alperowicz , el desafío es interesante: «El objetivo es tener al público cautivo en esta nueva era digital, donde hay muchísima oferta y donde la demanda es distinta. Yo creo que sigue habiendo fanáticos de la música, fanáticos de artistas, de bandas. Pero, al haber mucha oferta, se hace más complicado generar una comunidad».

Para Leandro, un músico que prefiere no dar su apellido, quién  también es productor e ingeniero en sonido, las plataformas de streaming y las distribuidoras significan un avance enorme. «Antes, la única posibilidad de pegarla era que te descubriera un cazatalentos y que invierta plata en vos. Hoy en día, podés ocuparte de todo el proceso desde tu casa, desde crear un tema hasta distribuirlo para que suene en Japón. Dependés más de vos y de tus estrategias».

No obstante, depender de uno no elimina las exigencias de la industria musical, las reconfigura: «Al tener independencia es uno quien arma su calendario de lanzamiento. Antes te lo imponía un sello, ahora te lo impone esta nueva mentalidad de ‘como todos tenemos las herramientas, todos van a estar sacando música, así que yo también’”. Sea un disco por año o un single por mes, el ritmo lo pone el mercado.

Según Leandro, el consumo de música se “inmediatizó”, por lo que el artista debe atender a múltiples demandas, rápido y por su cuenta: “Si querés seguir la ola, tenés que subir contenido todo el tiempo. Y eso es medio una cagada para el artista; es el capitalismo extremo aplicado a la música. Para responder a la demanda tenés que producir más y eso influye directamente en lo que hacés, porque estás más apurado”.

¿Cuánto duele?

En el home-studio que armó en su living, Tomás (quien también prefiere no dar su apellido) hace trabajos de producción y mezcla para artistas independientes: «Si querés hacer una sola canción y no tenés el equipamiento necesario, te puede salir 100 lucas: 30 en la mezcla, 15 en el mastering, una jornada de grabación de 5 horas 15 lucas, comprar una instrumental 10 o 15. Esto solamente para hacer la canción, sin contar la distribución y todo lo demás. De entrada, es un hobby caro. Yo eso me lo puedo ahorrar ahora que tengo el equipo… pero tuve que servir mucho café».

Tomás también tiene su proyecto musical, que ronda los 500 oyentes mensuales y las 20.000 reproducciones en Spotify. Como eso no alcanza a transformarse en dinero concreto, el músico lo toma como una inversión casi obligatoria para atender a otros modos de financiamiento, principalmente shows en vivo: «Que tus temas estén sonando en Spotify implica más llegada al público y el día que hagas una fecha, que es donde realmente está la plata, capaz podés recuperar algo de lo que invertiste. Pero si tu música no está en ningún lado, vas a tocar siempre para dos amigos».

Su portal de Distrokid (la distribuidora que contrató) indica que, por cada reproducción en Spotify, Tomás se lleva menos de 0,0003 dólares. Curiosamente, el número varía según el país de origen: si la canción se escucha en Estados Unidos o en Europa, genera unos milicentavos más que de ser escuchada en Argentina.

El primer trimestre de 2023, Spotify reportó un total de 510 millones de usuarios mensuales, de los cuales 210 millones son suscriptores premium: con esos números lidera el mercado holgadamente. Los ingresos totales de la plataforma crecieron en un 14%, alcanzando los 3.000 millones de euros, un récord para un trimestre. Esos volúmenes requieren intermediarios que sumen a cientos o miles de artistas y simplifiquen su tarea.

Hay alternativas

Si bien hoy entre los artistas independientes el sistema predominante va del estudio a la distribuidora digital y de esta al catálogo de plataformas dominantes, en nuestro país está tomando forma otro tipo de iniciativas en favor de los músicos que, por lógica de mercado, no tienen tantas reproducciones.

Entre ellas está BeatHey, una plataforma argentina, cooperativa y colaborativa para artistas y seguidores de la música independiente, que permite compartir música sin intermediarios. Además de ser representante de BeatHey, Nicolás Beldi también es artista, sube sus canciones a las plataformas convencionales y afirma que «la repartición de regalías es totalmente desigual. La mayoría de los artistas que se llevan la plata pertenecen a tres multinacionales muy conocidas que son las que manejan todo el mercado y que casualmente son las mayores accionistas de estas plataformas».

En contrapunto, la idea de BeatHey es promover un pago más justo y equitativo entre los artistas, sin distribuidoras que se lleven un porcentaje y con una tasa de ganancia por reproducción que supere los “0,00026 dólares promedio” de Spotify. Esto funciona mediante un sistema de suscripción que, según Nicolás, también fomenta el desarrollo de una comunidad: «Permite escuchar música, pero también publicarla, armar listas, participar en concursos, eventos que son curados con artistas dentro de la plataforma, una revista digital y campañas de promoción. Uno puede ir conectando y sintiéndose parte de una comunidad independiente. Se empiezan a armar nichos en diferentes ciudades, provincias, regiones y nos vamos juntando todos pensando desde el mismo lado». Hoy, BeatHey cuenta con aproximadamente 5.000 artistas y 40.000 suscriptores.

Por otra parte, el Instituto Nacional de la Música (INAMU) presentó en septiembre la primera agregadora digital de música argentina: AMA. A través de un convenio con el Ministerio de Cultura de la Nación, se pondrá en funcionamiento a fin de este año, y permitirá a los artistas distribuir su música sin costo, conocer en detalle cuánto generan sus reproducciones y concretar sus derechos intelectuales. En un comunicado institucional, se sintetiza: «Queremos que los músicos puedan subir sus canciones de forma sencilla y que cobren lo que les corresponde». Con esto, puede pensarse el desarrollo de AMA como parte del fomento a la actividad musical, establecido en el primer artículo de nuestra Ley Nacional de la Música.

Estados Unidos no tiene quién le escriba. ¿Y Argentina?

Estados Unidos no tiene quién le escriba. ¿Y Argentina?

Continúa la huelga más importante de la industria de Hollywood y ANCCOM conversó con la presidenta de la asociación de guionistas argentinos, Marcela Marcolini, sobre el conflicto actual y el trabajo precarizado en el país.

La huelga de guionistas en Hollywood comenzó en mayo y continúa con sus reclamos hasta el día de hoy. Los cerca de 11.500 trabajadores del sindicato Writers Guild of America West de Estados Unidos dejaron de trabajar obligando a pausar producciones de series, películas y programas en vivo, además de postergar la grabación de películas previstas para los próximos meses.

Las plataformas de streaming crecen desde sus inicios, hace menos de dos décadas, y aceleraron desde la pandemia. Su éxito es producto de un modelo de negocios que no solo cambió la manera de consumir contenidos audiovisuales, sino también la manera de producirlas. Las protestas expresan la disconformidad de los guionistas: horas extra no remuneradas, horarios de trabajo no establecidos, bajos salarios y la no remuneración por repeticiones de programas. Además, con el avance de la inteligencia artificial muchos guionistas temen por el futuro de su trabajo..

No es la primera vez que el sindicato de guionistas sale a las calles en protesta de mejores condiciones de trabajo. En 2007 realizaron una huelga que duró cien días y le costó a las productoras dos mil millones de dólares. Justamente uno de los puntos de ese reclamo era la protección para lo que se veía venir, es decir, la “plataformización” de la industria: ese mismo año Netflix comenzó a ofrecer la opción de streaming a los hogares.

Los guionistas plantearon sus reclamos en 2022 frente a la Alianza de Productoras de Cine y Televisión (AMPTP) con quien mantienen negociaciones para determinar los salarios y las condiciones de trabajo en los estudios. Si bien en su momento hubo un aumento, la inflación que se sumó a la precariedad laboral creciente, lo quebraron. Este año, el 98% de los integrantes del sindicato votó por la huelga. Los actores de Hollywood se sumaron al reclamo y colaboraron para visibilizar la causa que afecta a la industria audiovisual más poderosa de occidente.

Marcela Marcolini es una docente y guionista argentina. Su último trabajo es un documental llamado Inteligencia artificia, dirigido por Laura Vásquez y emitido por Canal Encuentro. En conversación con ANCCOM, la presidenta de la asociación Gui.ar explicó el conflicto en Estados Unidos y cómo trabajan los guionistas argentinos.

 

¿Cómo surge este nuevo problema entre los guionistas y las plataformas de streaming?

Surge a partir del Chat GPT, usado para crear guiones generados por una inteligencia artificial. Desde mi forma de ver, los resultados que brinda están avanzados desde lo técnico pero desde lo creativo son muy chatos. Esto se suma al reclamo de derechos laborales, derechos de autor y una actualización salarial que están pidiendo en función de la enorme ganancia que están teniendo las multiplataformas y las grandes productoras de contenidos audiovisuales.

 

Ser guionista en Argentina

 

Marcolini asegura que la situación en Estados Unidos es muy diferente a la local: “La diferencia que tenemos con Estados Unidos es que allá están sindicalizados y el sindicato puede hacer un paro total de guionistas para que los programas no tengan quien los escriba. Pero acá no. No parás un trabajo independiente porque no molestás a nadie”, agrega.

También menciona que en Argentina existe la asociación Argentores, responsables de hacer el pedido para que los derechos de autor se paguen. Se trata de un ente recaudador del derecho de autor de todas las obras escritas en las áreas de teatro, cine, televisión y diversos formatos digitales. Pero no es un sindicato. 

 

¿Qué se necesita para ser guionista?

En un principio, tenés que tener conocimiento de la escritura de un proyecto o una obra audiovisual. Ahora, audiovisuales hay de diversos formatos y hay que conocerlos para escribir un guion determinado. Por ejemplo, hay guionistas de diversos programas de televisión, como el de Tinelli, los de magazine, de juegos. Se requiere tener una parte de conocimiento técnico y una parte de trabajo creativo. También hay guionistas de cine, de ficción y documental, de videojuegos, de formatos digitales. En fin, hay guionistas detrás de cada uno de los formatos audiovisuales. Esto hay que tenerlo en cuenta. O sea, cuando se dan premios en algunos festivales que dicen “programas sin guion”, eso no es verdad: en todos los programas de televisión hay guionistas. Esos guionistas a su vez tienen distintas formas de trabajar. Es difícil, en ese sentido, sindicalizar la profesión, porque la mayor parte trabaja de manera independiente. Y hay una población muy chica que trabaja de manera mensualizada.

 

¿Se puede vivir como guionista en Argentina?

Si sos guionista independiente es bastante probable que no. Quienes mejor trabajan son aquellos que están mensualizados y con una paritaria actualizada. Ahora, como somos muy flexibles, solemos tener muchas otras formas de lograr un sustento que no sea solamente de la propia escritura. Por ejemplo, publicaciones, dando clases e incluso trabajando en otras áreas como el teatro, la radio, o tener directamente otras profesiones además de ser guionistas. En mi caso, que trabajo independiente, mayormente en cine, aunque hago cosas para televisión, sobre todo en canales culturales, me tengo que sumar mayor cantidad de proyectos y si no pasa eso, también doy clases y trabajo en un teatro.

 

¿Qué impacto tiene la plataformización de la producción audiovisual en Argentina?

Lo complejo de las plataformas es que actúan sobre vacíos legales. Vienen a Argentina, venden, se consume muchísimo pero no tributan en el país y tampoco producen. Eso trae problemas a nivel de producción y de otros espacios así como de plataformas locales. Pero bueno, por otro lado no invierten y al no aportar tampoco se puede sacar un porcentaje de lo que tributan para que vaya a la creación de nuevas producciones. Termina generando un efecto negativo para el país que aloja a esa plataforma. ¿A quién le conviene? Solo a la plataforma. Además le roba de identidad cultural al país en donde está anclada la plataforma. La mayoría del contenido que nos llega es extranjero, entonces de alguna manera la plataforma viene a generar una especie de conquista cultural y al no seguir generando proyectos logra borrar cierta identidad audiovisual. Hay que hacer mucho hincapié en que eso no se pierda.

 

¿Qué medidas se deberían tomar?

Lo que se necesita es una regulación que abarque desde el derecho autoral hasta los impuestos que esas plataformas deben pagar. De una manera que esa tributación, pase a la creación de una obra. Como hace el Instituto de Cine, que es un ente autárquico, que lo hace con cada una de las entradas de cine o cada una de las emisiones de películas por televisión. Esa es la manera más efectiva de lograr que no se caiga una producción audiovisual. Después obviamente está la efectividad de manejar esos fondos. Hoy lo principal es que no pertenece a la televisión ni al cine, entonces no se puede generar una ley para Netflix o Amazon, de hecho para ninguna plataforma.

 

¿Cuál es tu opinión frente a la inteligencia artificial? ¿Es posible que se reemplace el trabajo de los guionistas?

La inteligencia artificial como herramienta es sumamente interesante. Lo que ocurre con el guion específicamente es que la manera de funcionar de una inteligencia artificial es que le das datos y te da un resultado. Pero eso es muy primitivo en relación a un guion. A nivel técnico da una base, a nivel creativo es muy pobre. Eso no quiere decir que más adelante esto no se perfeccione. Para un trabajo audiovisual muy básico donde se requiere un guión más organizativo y poco creativo sirve. En ciertas áreas es sumamente efectivo, como en la salud o la ecología, pero para reemplazar lo artístico, lo creativo, ahí es débil. Por otro lado su uso es discutible porque puede ser que más adelante se fortalezca.

Su atención por favor…

Su atención por favor…

Los argentinos pasan cuatro horas diarias, en promedio, frente a una pantalla. ¿Cómo impactan las nuevas plataformas y formas de producción en la concentración de los espectadores y en el consumo del cine y las series?  

Según una nota de Carolina Liponetzky publicada en Ámbito Financiero, Argentina se ubica como el mayor consumidor de pantallas en Latinoamérica: cuatro horas diarias p or persona. Nuestro país históricamente estuvo muy vinculado al cine y la televisión. Con la llegada de las redes sociales y las plataformas comenzaron a aparecer cambios en los hábitos de consumo ligados a estas prácticas y estás, a su vez, generaron otros efectos.

Por ejemplo, cada vez cuesta más permanecer concentrado por un largo tiempo. No nos hace ruido atracarnos en una tarde con una temporada entera de alguna serie pero luego nos resulta difícil terminar una película de corrido, sin cortes ni pausas. Nos acostumbramos a la inmediatez, a la brevedad y el bombardeo constante de estímulos. ¿Por qué sucede esto? ¿Las plataformas influyen en nuestros hábitos de consumo o son nuestros hábitos los que determinan el funcionamiento de las plataformas y el tipo de contenido que producen? Para Carolina Duek, investigadora del CONICET y docente de la UBA, son las dos cosas: “Hay un cambio en la forma de producción de contenidos y un cambio en la forma del consumo de ese contenido”, afirma en declaraciones a ANCCOM.

La investigadora refiere a una especie de triángulo de las Bermudas que tiene que ver con una modificación de la estructura de los programas y las series, de las plataformas, y en consecuencia de los hábitos de consumo. Esto puede verse, por ejemplo, en cómo las miniseries han ganado terreno sobre las series más largas: “Hay algo vinculado con el tiempo que dura un contenido que se empieza a valorar. Las últimas producciones grandes que están ahora en el top diez de Netflix son series de cuatro a seis capítulos. Hay una modificación del tiempo total de consumo, pero a la vez hay una modificación del hábito de consumo que se intercepta con esto”. En 2020, la plataforma incluyó un elemento ya presente en YouTube: la posibilidad de modificar la velocidad de reproducción de sus contenidos, un claro ejemplo del rol que se da al tiempo de que se consume. Pero no es lo único: “Antes tardaba quince segundos en arrancar el capítulo siguiente, ahora tarda cinco. Te distrajiste dos minutos, tomaste un vaso de agua y ya está el otro capítulo. Y uno dice ‘Bueno, ya está, lo veo’”, ejemplifica Duek. Además, los hábitos también se generan a partir de las características del contenido en sí: “Desde los guiones y la edición está todo estructurado para que vos te quedes con ganas de poner inmediatamente el capítulo siguiente”.

Qué hay de nuevo viejo

 Por supuesto que no hay nada nuevo en esto: “La estandarización, la repetición, la serialización, la previsibilidad; son todos recursos que siempre tuvo la industria cultural”, explica la docente. La novedad surge por otro lado: “Hay una valoración de la unidad mínima más corta, aunque el tiempo total de exposición sea el mismo. Prefiero cuatro capítulos de cuarenta minutos antes que una película de dos horas y media. Esto tiene que ver con cuánto tiempo estamos entrenados y dispuestos hoy a prestar atención a un argumento que empieza y termina. Si uno quiere una audiencia masiva necesita productos más o menos cortos y fragmentarios”.

Respecto al rol del algoritmo en lo que consumimos y por cuánto tiempo lo hacemos, Duek considera que la programación misma de la plataforma recomienda e insiste para que uno se incline por ciertos contenidos: “Ninguna plataforma es neutral. La construcción de agenda no es solamente a quién votar, también es de qué vamos a hablar y qué vamos a pensar”.

A su vez, la docente sostiene que para entender por qué las personas ven las cosas que ven, el ocultamiento de la información de los portales de streaming es clave: “Acceder a los datos de consumo de las plataformas es imposible. Netflix dice que la película más vista es tal y la película más vista es esa. ¿Qué datos lo sostienen? Es una cuestión de elegir creer.”

Durante la pandemia, hubo un momento donde las plataformas tomaron un gran protagonismo, pero este año las suscripciones de Netflix fueron muy inestables y desde la empresa evalúan la posibilidad de introducir publicidades para hacer el servicio más rentable. Solo en el segundo trimestre de 2022, el gigante del streaming perdió 970.000 suscriptores, según informó la compañía. Con algunos estrenos de peso, como la cuarta temporada de Stranger Things o la serie de Jeffrey Dahmer, su audiencia logró recomponerse, pero los números dejaron en evidencia la volatilidad del sector. Para la docente, esto se explica en que “los hábitos de consumo culturales son siempre dinámicos y cambiantes”, lo cual agrega complejidad a su estudio.

Sin embargo, sin importar sus aumentos y recaídas, hay sedimentos de esos consumos de plataformas que van más allá de lo televisivo y las pantallas: “El diario claramente tuvo que reacondicionarse. Hubo un acortamiento de las notas y una predominancia de lo espectacular por sobre otra cosa. En el teatro empiezan a surgir fenómenos como el microteatro, que ves tres o cuatro obras cortitas. Aparecen libros muy cortos para leer en una sentada. Todo se sigue editando para apostar al consumo masivo, donde también hubo una transformación en los tiempos de atención”. Por supuesto que esto después repercute en la convivencia con actividades que requieren otro tipo de concentración: “Cada vez es más difícil estudiar, leer o pensar en un tiempo distinto al acelerado de las plataformas. Lo veo como docente y como investigadora”. A partir de allí, surge la pregunta de qué tan sostenibles son estas prácticas en el tiempo y cuáles son las alternativas.

¿Otro camino es posible?

 Marcelo Schapces dirige Contar, una plataforma de contenidos públicos creada para difundir las producciones del Estado y de sus entes vinculados que no sean específicamente cine, ya que eso es jurisdicción de su prima hermana CINE.AR que pertenece al INCAA. Entre sus contenidos se buscan destacar aquellos relacionados a la actualidad o a determinadas efemérides, por ejemplo, numerosas series sobre el Mundial y sus personalidades, o anteriormente, acerca de las Madres de Plaza de Mayo, tras la muerte de Hebe de Bonafini. Schapces también destaca una producción propia de Contar llamada Nadie es inocente, un podcast complementado con secuencias audiovisuales sobre cuentos policiales de autoras mujeres.

 “Históricamente, Argentina siempre fue un gran consumidor de series con muy buena repercusión en el formato de la telenovela, el cual había que seguir, en muchísimos, casos diariamente. Entonces, creo que el hábito para seguir contenidos ya estaba de alguna manera en la genética de los consumidores de este país. Lo que sucedió con las plataformas es que rápidamente consiguieron instalarse y cambiar el paradigma de la forma de visualización de películas. Ahora ya no se habla de cine, se habla de contenidos audiovisuales. El otro gran cambio importante es que en función del rápido crecimiento, lo que era una plataforma de visualización se transformó de pronto también en productora de contenidos, algo prohibido en el cine por las leyes antimonopólicas de Estados Unidos”, considera el cineasta. Esta conjunción entre producción y difusión facilita que las empresas desarrollen estos hábitos de consumo en sus usuarios.

Para Schapces, “las plataformas han sabido sintonizar bien con lo que está sucediendo con las redes sociales y las formas en que ven contenidos la última porción de los millennials y los centennials. El marketing, el algoritmo y las métricas son centrales, pero también la sociedad va adoptando determinadas formas de acceder a las cosas y eso interactúa permanentemente con un mecanismo comercial que las detecta y convierte en una forma de ofrecer sus productos”. El director observa, al igual que Duek, “una incitación permanente a consumir cada vez más, cada vez más rápido y cada vez más corto”.

Por su parte, afirma que en Contar no ocurre eso porque se busca que haya narrativas ordenadas o sostenidas en un sistema de comprensión y de conocimiento, si se quiere, un poco más clásico, pero que entienden que es mucho más efectivo. Esto es posible porque la plataforma es gratuita, no tiene publicidad y no se rige por la lógica del rating y el mercado. Sin embargo, uno se cuestiona qué tanto éxito puede tener una propuesta tan diferente a lo que el público masivo está acostumbrado. ¿Cómo competir contra un mecanismo gigantesco que mueve millones de dólares al año? ¿Cómo hacer series y películas que logren atraer a la audiencia sin adoptar estas formas? Schapces entiende que ir contra los hábitos de consumo masivos es muy difícil, pero no por eso hay que dejar de intentarlo: “Van a ganar igual, pero lo que nosotros tenemos que hacer es difundir lo más posible lo que hace el Estado, sobre todo cuando lo hace bien y tratar de interactuar de esa manera. Canales como Encuentro o Paka Paka hace 20 años eran impensables y, sin embargo, hoy son parte del sistema educativo. Difundiendo, sosteniendo y haciéndolo con calidad es posible ‘dar la batalla’ o buscar ocupar un lugar para poder dar la discusión sobre las ideas, sobre lo que el Estado puede elaborar y ofrecer a la ciudadanía”.

Nuestros hábitos y nuestros marcos de atención se han modificado, es una realidad. Las consecuencias se extienden más allá de lo que parece a primera vista, desde los pasatiempos que practicamos en los tiempos de ocio hasta el estudio o el trabajo. Por más que resulte un tanto utópico, o quizás ingenuo, resulta fundamental pensar en una dieta cultural variada que incluya contenidos que puedan llegar a ser positivos para nuestro día sin dejar de prestar atención a la forma en que los consumimos.

“Si esto no es de todes, no es de nadie”

“Si esto no es de todes, no es de nadie”

“La pandemia puso en evidencia que, al terminar los shows en vivo, no hubo ingresos para los músicos, se manifestaron problemas estructurales preexistentes como la divulgación y comercialización de la música de nuestro país”, explica Gabriel Lombardo, coordinador y uno de los impulsores de Música.ar. A raíz de esta situación, se fundó Músicxs Argentinxs en Red (M.A.R), “Entendimos que era necesario para llevar adelante el proyecto, fundar una asociación para que no sea un nombre propio el que esté convocando”, resume Lombardo.

Hay dos ejes que guían al proyecto: el comercial y el cultural. “Por un lado, la música digital nunca fue redituable para el músico independiente, al no venderse más discos, la música pasó a ser escuchada sólo a través del streaming y se construyó un modelo de negocios que beneficia a las plataformas y a las discográficas”, explica el coordinador del M.A.R. y agrega: “Por otro lado, hay un problema con la diversidad musical de nuestro país que está negada, no tenemos acceso a la música existente en Argentina, que es mucho más que el tango y el folclore”.

Frente a estas demandas y basándose en la experiencia de Cine.ar, se constituyó Música.ar, una plataforma que “logre visibilizar la heterogeneidad musical en el territorio argentino en la actualidad y en la historia, y donde cada músico y música pueda subir sus canciones desde su casa, sin un intermediario”, plantean desde M.A.R y continúan. “Queremos mostrar la diversidad a partir de un sistema clásico de categorías hecha por músicos y músicas argentinas y también ganar soberanía sobre la administración de nuestros contenidos”. A partir de eso, se formaron ocho comisiones que llevarán a cabo el proyecto, entre ellas: comisión para el relevamiento y la creación de categorías musicales, comisión para la creación del archivo sonoro y musical; comisión de extensión y desarrollo de políticas culturales, comisión de modelo de financiamiento y distribución, y comisión de género.

Un nuevo sistema

A diferencia de las plataformas como spotify, donde el consumidor tiene que buscar aquello que le interesa escuchar, el usuario de Música.ar entra al streaming para realizar su propia búsqueda y “se pone en contacto con contenido que potencialmente puede gustar y no conocía, es decir, va interactuando según sus intereses, no por gustos o estereotipos instalados”, explica Lombardo. De esta forma, se pondrá en relación estilos musicales con estéticas marginadas por el mercado. A su vez, se clasificará a las expresiones teniendo en cuenta diferentes criterios: geográficos, instrumentales, estilísticos, de género, por época, identidad, entre otros.

“¿Por qué uno conoce lo que conoce y por qué me gusta determinada música?”, se preguntan desde el M.A.R. Y se responden: «Las producciones que tienen más publicidad tendrán más visibilidad en el mercado, y encima están los algoritmos, que te encierran en terreno que ya conocés”.

Música.ar tendrá un mapa interactivo como sistema de búsqueda, es decir, a partir de localizaciones geográficas podrás encontrar nuevos músicos, ya sea de distintas provincias o en un barrio específico. “Es otra forma de descubrir música, de pensar como nos vinculamos con lo federal”, afirma Lombardo.

ANCCOM también dialogó con Victoria Polti, antropóloga, docente de música y parte de M.A.R: “El sistema vigente de música orienta las escuchas hacia aquello que es más comercial. Hay alta circulación de archivos, materiales y contenidos, hubo un crecimiento exponencial. Lo que nos falta es el criterio y herramienta de búsqueda del acceso”.

Otro de los puntos clave del proyecto es la formación de un archivo sonoro y musical: “Además de tener acceso a la diversidad, la comunidad tiene derecho de tener acceso a la historia sonora grabada, tenemos que poner en línea las grabaciones del territorio argentino”, explica Lombardo. Entonces, estará disponible música de los pueblos originarios, los inicios del tango y el folclore, también la afroascendiente; según el coordinador, “ee habla muy poco de la historia negra en argentina, son otros invisibilizados”.

Observatorio de género:

Polti forma parte de la comisión de género del proyecto, y cuenta que “la plataforma desde sus inicios tenía interés de ir hacia una perspectiva de género con un observatorio”. Desde ésta comisión aseguran que “se advierte una doble invisibilidad en algunos casos, donde a la condición de género se le suma una escasa o nula difusión de ciertos géneros o actividades sonoro-musicales a partir de su posición subalterna o de exclusión del circuito comercial”. Polti agrega: “Hay un montón de música no comercial hecha por mujeres, las cuales muchas veces pertenecen a una etnia, como por ejemplo mapuches, y no se visibiliza, entonces se complejiza la problemática de género”.

La plataforma contará con un lenguaje inclusivo, pero Polti explica que en las charlas surgió la necesidad de ir hacia un trabajo más exhaustivo que la utilización del lenguaje: “Desde ni una menos hasta la fecha estamos viviendo un momento de muchos cambios con respecto a la perspectiva de género: ley de cupo trans, ley de cupo en festivales, ley Micaela, el aborto legal… Queremos seguir en esa línea y disputar estas cuestiones que están relacionadas a la violencia, muchas veces simbólica, hacia las mujeres y disidencias”, resume Polti. Incluso, el observatorio de género se propone brindar atención y seguimiento a denuncias vinculadas a estas cuestiones.

La docente y antropóloga también pertenece a Tango Hembra, un colectivo transfeminista que se propone visibilizar a las mujeres en el tango. “Esta comunidad es un ejemplo de lo que sucede en la música, en el tango, por más que una quiera indagar en la historia de este género musical, no se menciona a las mujeres” concluye Polti.

La problemática se pone más compleja en el contexto pandémico, si ya de por sí la comunidad de músicos se vio golpeada por la imposibilidad de tocar en vivo, las mujeres lo sufren aún más. En este sentido, la antropóloga agrega: «Si frente a una situación no pandémica prevalecen los mejores contratos y espacios en los festivales para hombres, imagínate en esta situación de pandemia. Hay muchas mujeres que están solas y con hijos, que hacen un trabajo doble. Muchos musicxs tenemos otras actividades como docencias, pero quienes no, y solo viven de tocar, la están pasando mal”.

Modelo de financiamiento:

Música.ar se propone un modelo de financiamiento mixto: privado y público. Por un lado, el Estado se haría cargo de la parte administrativa (sueldos de los empleados) y de lo tecnológico. Por otro lado, el financiamiento privado constará de publicidad y abonos. Con respecto a la publicidad, Lombardo cuenta: “Hay una serie de ítems que tenemos pensados: qué tipo de publicidades vamos a poner, el Estado podrá hacerlo con publicidad oficial y también le vamos a dar prioridad a pymes y sectores de la industria argentina en desarrollo”. A su vez los sistemas de abonos serán diferenciados: “Habrá usuarios bonificados que quedan exentos del abono como los jubilados o estudiantes, también abono medio para aquellos que acrediten un sueldo menor a la media, y otro para quienes declaren un patrimonio mayor, por último habrá abonos internacionales que pagarán un monto mayor al argentino o latinoamericano” explican desde M.A.R.

La recaudación de Música.ar se va a distribuir por reproducciones, Lombardi comenta: “La posibilidad de que el Estado forme parte hace que el capital recaudado vaya hacia los músicos” y confirma que “la música argentina genera mucho dinero, y esto se va fuera del país, porque las plataformas son internacionales, nosotros proponemos un cambio en la ruta de dinero, porque lo recaudado se queda en el país”.

Además, se destaca el agregado de la ficha técnica en las canciones y los discos en la plataforma; todo va a estar nombrado y linkeado.“Vamos a visibilizar la cadena de valor detrás de la música”, plantea Lombardo y Polti adhiere y agrega: “Hay muchas deudas con el sector musical en cuanto a la regulación de la actividad y los derechos. Música.ar va a poner en valor lo que significa la producción musical, que no es solo el archivo sonoro, sino que hay un trabajo de diseño del disco, fotografías, videos, se mueven muchas actividades”.

El proyecto ya fue presentado al Ministerio de Cultura de la Nación, específicamente al departamento de nuevas tecnologías. Según M.A.R, la respuesta es buena: “Ahora estamos negociando medidas más concretas. Todavía falta una resolución”.

El slogan de Música.ar es “Si esto no es de todxs, no es de nadie”. “Tiene que ver con los intereses que se van a negociar, y se necesita no sólo el apoyo de la comunidad de músicos sino de toda la comunidad argentina, para que apoye el proyecto y tome consciencia de que, en la actualidad, hay una diversidad que se les está negando”, explica Lombardo. El uso de la plataforma para los coordinadores de M.A.R va a “modificar la forma de consumir la música, la gente va a empezar a escuchar música que no conocía, y eso va a destapar un montón de música que está oculta”.

Por último, Lombardo afirma que Música.ar se enmarca dentro de una política pública: “Estamos desarrollando una política cultural desde actores culturales, para eso necesitamos juntar fuerza para generar la voluntad política y negociar con quien tengamos que negociar, tenemos que estar todos del mismo lado”.