La resistencia

La resistencia

El sentido común los da por extinguidos. En pleno auge de la era digital, no se concibe como rentable una disquería o un videoclub. “¿Quién va a pagar por lo que se puede conseguir gratis?”, clama el prejuicio. Sin embargo, allí están. Encontraron su trinchera y sobrevivieron al huracán tecnológico.

Para Marcos Rago, dueño del videoclub Black Jack, con la aparición de nuevas plataformas digitales como Netflix, los hábitos de consumo se modificaron: “Cuando abrimos, los entretenimientos eran la televisión de aire y un poco de cable, que recién empezaba. Alquilar una película era uno de los entretenimientos caseros más populares. Con el advenimiento de Internet, pasamos de ser el 80% a ser una opción más… y no la primera”, relata.

Carlos Revich, propietario de la disquería Piccolo y Saxo, prefiere ir un poco más allá: “La gente no sólo cambió la forma de consumir películas y de escuchar música, sino prácticamente de vivir”.

Así planteado, el panorama no parece muy alentador. Sin embargo, los dos encontraron la forma de interpelar a un público que les permite continuar con su negocio.

 En el caso de la disquería, “hay una vuelta a la gente joven, de entre 20 y 30 años, que, a partir del vinilo, se acerca y busca acá las obras completas”, cuenta Revich. Lo paradójico -dice- es que sus clientes “son justamente las personas que no vivieron el vinilo como experiencia”.

 Al videoclub, en tanto, “vienen más que nada estudiantes de cine, o personas de más de 50 años que no son muy amigas de la tecnología. Después está el público medio que quizá se compró un televisor de alta definición o una Play Station, y como tengo películas en Blue Ray lo valoran mucho”. De vez en cuando, a Rago le pasa que “entra un extranjero y se alucina porque en su país ya no existe más esto”.

En los dos locales se aprecia un carácter común: el culto al arte. Mientras algunos eligen ofrecer lo tradicional como complemento de cd’s o dvd’s truchos, ni en Black Jack ni en Piccolo y Saxo se da una combinación semejante: los productos son presentados como reliquias artísticas que jamás podrían compartir vidriera con “el delito bien visto”, como lo define Rago.

 La llegada del streaming con Spotify como punta de lanza afectó directamente a las disquerías, colocando en problemas a históricas empresas multinacionales. “Pero con el paso del tiempo, la gente empezó a entender que la música es otra cosa; es el disfrutar el concepto del disco”, advierte Revich.

 “No es lo mismo escuchar un tema salteado como por ejemplo El lado oscuro de la luna de Pink Floyd, que hacerlo en el marco de una obra completa. Es como ir y ver un acto de una obra de teatro y después saltar a otro de otra obra, o ver secuencias salteadas de películas. El disco es un obra y como tal hay que escucharla en su totalidad: desde el arte de gráfica hasta la idea conceptual de la música”, afirma.

Mientras mira una repisa repleta de VHS, Rago cuenta con orgullo que tiene “películas que nunca se editaron en DVD”. Pero no todas están a la venta: “Algunas las tengo acá por nostalgia, para recordar un poquito el formato”, dice. Cuando un curioso coleccionista requiere alguna de esta preciada selección, sólo le ofrece alquilarla.

 A la hora de hablar del futuro, ninguno se imagina cerrando su local y dedicándose a otra cosa: la pasión está latente en cada abrir de la persiana.

 “Voy a hacer todo lo posible y lo imposible para que siga adelante, porque el videoclub tiene un rol importante en la sociedad. Por más que muchas personas piensen que no existe más, cada vez que entra alguien que no conoce el lugar, se sorprende. Y eso para mí tiene un valor mucho más importante que el último estreno”, concluye Rago.

30/01/2017

Documentar la realidad

Documentar la realidad

Más de 30 películas se exhibirán en Doc Buenos Aires, un espacio que año a año ofrece un amplio panorama de documentales y actividades vinculadas con otra forma de narrar visualmente la realidad. La exposición busca acercar al público a otro tipo de cine, a la vez que se propone actualizar las novedades provenientes de festivales de otras partes del mundo, mientras que da lugar al estreno de películas nacionales inéditas.

El programador de la muestra, Luciano Monteagudo, destaca la importancia que tiene un evento de estas características para el cine documental “de creación”, que es distinto a los tipos de documentales que comúnmente se transmiten por cable o se difunden por Internet: “Los materiales que se presentan priorizan la subjetividad, la experimentación y un fuerte punto de vista sobre los temas y personajes que abordan”. La centralidad en las exhibiciones apunta a la aparición de nuevas escrituras y formas de lenguaje. En ese sentido,  Marcelo Céspedes, director de DOC Buenos Aires señala: “El foco de este año va a estar puesto en ver lo que está sucediendo en el mundo con los jóvenes realizadores a través de sus películas”.

Charla con Jean-Louis Comolli en la Universidad de Cine.

Charla con Jean-Louis Comolli en la Universidad de Cine.

Desde sus inicios, la muestra cuenta con el apoyo del INCAA,a la que se sumaron a lo largo de los años varias entidades, entre ellas la Sala Leopoldo Lugones del Centro Cultural General San Martín, la Fundación Proa y la Alianza Francesa de Buenos Aires. Estos tres espacios y el cine Gaumont serán las sedes del evento a las que se agregará ocasionalmente el Centro Cultural Borges, en el que únicamente se realizarán charlas y talleres. Estas actividades especiales tienen un valor significativo para Luciano Monteagudo: “Habilitan la posibilidad de discutir las obras con sus directores y asistir a charlas de grandes teóricos, como la que va a dar el francés Jean-Louis Comolli, director durante casi una década de los Cahiers du Cinéma.”

Muchas de las películas que se proyectarán en el festival serán repetidas en distintos días y horarios, en dos de las sedes, con el fin de que los espectadores tengan la oportunidad de elegir dónde y cuándo verlas. Refiriéndose a esta decisión, Céspedes aclara: “Queremos ser chicos pero también efectivos. No deseamos ser un festival de 200 películas que no llegan a verse todas”. En cuanto a los films, mediante una rigurosa selección se eligen aquellas novedades que han sido consagradas en grandes festivales del mundo y que no han llegado aún al país. Esta es una de las tareas de la otra programadora del festival, Carmen Guarini, que indica: “No tiene sentido proyectar películas que ya se exhibieron, les estaríamos restando espacio y posibilidad a que el público descubra obras que nunca se mostraron”.

Si bien el DOC Buenos Aires cuenta con un público muy variado que lo acompaña año tras año, que va desde sectores especializados de estudiantes de cine y directores hasta gente mayor que aprovecha este tipo de circuitos, hay una parte de los espectadores que se agrega en cada edición. Refiriéndose a las personas que se acercan por primera vez,  Guarini remarca: “Esperamos que se sorprendan, queremos ayudarlas a descubrir historias, miradas, narrativas que las emocionen y concienticen.”

En comparación con los primeros años de la muestra, Guarini  señala: “Había menos producción del cine argentino, entonces se traían mayor cantidad de materiales de Europa”. Esta vez, aunque sigue siendo mayor la presencia de documentales provenientes del viejo continente, también hay películas procedentes de Cuba y de Brasil. “Por suerte ha aumentado la participación tanto de Latinoamérica como la de Argentina”, agrega.

En esta edición, la muestra se abrirá y se cerrará con el estreno de dos documentales filmados por directores argentinos, acontecimiento que rara vez se ha dado en el DOC Buenos Aires. El  jueves 20 la entrada será gratuita para quien se inscriba previamente al mail info@docbsas.com.ar. Ese día se proyectará la película “El día nuevo” de Gustavo Fontán, mientras que una semana después el film de clausura será “El (im)posible olvido” de Andrés Habegger.

Foto del documental El (im)posible olvido, dirigida porAndrés Habegger.

Foto del documental El (im)posible olvido, dirigida porAndrés Habegger.

Esta realización aborda la historia de vida de su director, quien prácticamente no tiene ningún recuerdo anterior a sus nueve años, vinculado a su padre, Norberto Habegger, desaparecido en Río de Janeiro por el Plan Cóndor. Esa historia personal da pie a la trama de la película, según comenta el propio realizador: “Empecé a trabajar sobre la idea del olvido como contrapartida de la memoria. Dónde es que se alojan las cosas que se olvidan, en qué lugar del cuerpo o de la memoria residen”. De alguna manera, para el director habría una similitud entre la construcción de la memoria y el cine que la película habilita a pensar: “Son  pequeños datos, anécdotas y hechos históricos que uno va hilando para construir su propia memoria y en el caso de la película pasa lo mismo. Ambos son relatos y se construyen de la misma manera”, explica.

Este mismo año, “El (im)posible olvido” no pudo formar parte del BAFICI, tras presentar un corto avanzado que no quedó seleccionado. Si bien es sabido que esto puede suceder en cualquier festival, al cineasta le llamó la atención que otros documentales relacionados con la temática de los derechos humanos hayan corrido la misma suerte. Sobre esta situación, Habegger comenta: “Para mí no era nada casual que determinadas películas similares quedaran afuera, dado el nuevo perfil de la gestión a nivel nacional”.

Si bien en su momento estaba Darío Lopérfido como Ministro de Cultura y eso hizo sospechar a más de uno que se trató de un acto de censura, Habegger se distancia de esa postura: “Sé que el Ministerio de Cultura de la Ciudad tiene otro paradigma sobre las políticas de derechos humanos. La organización del festival depende de ellos así que, indefectiblemente va a estar asociado a qué tipos de películas dejan adentro y cuáles afuera. Pero no me animo a hablar en términos de censura”.

En cuanto a la muestra, Habegger destaca que su trabajo sea el de cierre por la importancia que tiene el DOC Buenos Aires: “Por un lado, le da lugar a documentales argentinos con una mirada autoral y por otro lado, trae un montón de documentales de afuera que si esta muestra no existiera nosotros no tendríamos oportunidad de verlos”.

Actualizado 18/10/2016

Pantallas para la libertad

Pantallas para la libertad

Más de 130 películas que abordan la temática de la migración, todas con acceso libre y gratuito, conforman el menú que ofrece el séptimo  Festival Internacional Cine Migrante, que comenzó este martes en distintos espacios porteños y que se prolongará hasta el miércoles que viene. El evento va camino a convertirse en un clásico de la movida cultural de la Ciudad de Buenos Aires que no se ajusta a la lógica comercial.

La directora del colectivo Cine Migrante, Florencia Mazzadi, explica la importancia del mensaje que el Festival busca aportar: “Tiene un componente insurreccional: tratar de salir de manera individual o colectiva de una situación de opresión, persiguiendo una nueva realidad, que no es más que un acto de búsqueda de la libertad”. De esa manera, los organizadores del encuentro se proponen generar una reflexión alrededor de la construcción del Estado Nación. En referencia a este tipo de relato, Mazzadi afirma: “A veces, son identidades dadas que hemos recibido, que son necesarias de rearmar, de redefinir”.

El evento va camino a convertirse en un clásico de la movida cultural de la Ciudad de Buenos Aires que no se ajusta a la lógica comercial.

La sección central del Festival se llama “El movimiento del cuerpo como acto insurreccional” y las otras secciones son: “Resistencias creativas”, “Sección Urgente: Centro de Detención” y “Noches extrañas”. En “Resistencias…” se aborda la contracultura como ámbito de conformación de identidades, a través de películas relacionadas con el hecho artístico, sean música,  danza, graffiti y otras expresiones. En cambio, la “Sección Urgente” se conformó en el último mes tras al establecimiento en Argentina de un centro de detención para migrantes.  “El Festival siempre fue un espacio de incidencia en materia de derechos humanos”, señala  Mazzadi y agrega, aludiendo a la coyuntura actual: “El establecimiento de un centro de detención lo que hace es generar estigmatización, persecución y criminalización”.

Por su parte, la sección “Noches Extrañas” reaparecerá tras hacer su estreno el año pasado. Christian Jankowski, programador de esta área, explica sobre la edición anterior: “Habíamos encontrado películas que quedaron afuera pero que queríamos mostrar. Así surgió la idea de hacer un programa especial”. Las películas que constituyen el apartado tienen en común que están relacionadas con la migración, entendiéndola en un sentido más amplio que el tradicional. “La migración es el movimiento del ser humano, no solamente ir de un país a otro país, sino la transformación del ser humano en sí mismo”, afirma Christian Jankowski.

Estas películas vinculadas con el cine de clase B de la década del 50 en Estados Unidos, buscan mostrar la otredad, acercarse a lo extraño, a veces inclusive apelando a lo bizarro.  Las cinco películas que forman parte de esta sección se proyectarán en la última función del día en el Cine Gaumont. Teniendo en cuenta que durante la jornada, parte del público se acerca a mirar dos o tres películas con contenidos profundos y realidades que logran conmoverlo, los films de “Noches Extrañas” buscan contrarrestar este efecto, tal como indica Christian Jankowski: “Son películas más livianas, que no significa que no tengan un mensaje, pero son para divertirse y relajarse al final del día.”

Taty Almeida

Taty Almeida, presente en el Festival.

Por fuera de estas temáticas, el festival cuenta con una gran cantidad de cortos y largometrajes, que compiten cada una en su categoría para ser elegidas ganadoras por un jurado especializado, que cuenta con la presencia de cineastas internacionales como los hermanos Massimiliano y Gianluca De Serio, Peter Schreiner, o Fernando Vilchez. En la gala de cierre, el miércoles 19, se entregarán los premios y el domingo 23 se proyectará la película ganadora en la Casa del Bicentenario, una de las ocho sedes del evento. Los otros sitios que este año alojarán el Festival son: el Espacio INCAA Gaumont, el Centro Cultural General San Martín, la Alianza Francesa, la Biblioteca del Congreso de la Nación, el Museo de la Universidad de Tres de Febrero, el Centro Cultural Paco Urondo, la Casa de la Cultura Popular de Barracas y la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC).

La productora Wanda Siri reconoce que, tras el crecimiento del Festival iniciado en el 2010, “vamos incorporando año a año cada vez más lugares, porque algunas salas van quedando chicas”. En estos centros se brindarán charlas y conferencias paralelas a las proyecciones, así como también un laboratorio de artes audiovisuales para el público más especializado, dictado en el ENERC por los hermanos De Serio, dos directores italianos a los que, a su vez,  se les dedica una retrospectiva pasando películas de toda su carrera.

Diputada Liliana Mazure

La diputada Liliana Mazure.

El Festival de Cine Migrante tiene una gran variedad de films para ofrecerle al público, a la vez que habilita la posibilidad de experimentar con otro tipo de cine no convencional. Refiriéndose al espectador, Wanda Siri establece: “Muchas veces la gente sale incómoda de algunas películas y eso me parece realmente válido porque  habla de cosas que uno puede reconocer, pero quizás le cuesta aceptar. Y me parece que es muy interesante poner al espectador en conflicto con sus propias contradicciones.” También Christian Jankowski brinda su opinión sobre la experiencia que vive el público: “Puede ser muy lindo, entrar y ver una película que quizás nunca irías a ver pero tenés la posibilidad, como todo es libre y gratuito nada se puede perder”.

A su vez, luego de la gran convocatoria del año pasado donde el festival congregó ocho mil personas a lo largo de los distintos días,  Mazzadi señala: “Esperamos poder contar con esa continuidad y al mismo tiempo que nos acompañen en un esfuerzo que para nosotros es muy grande, hacemos un festival con una calidad cinematográfica increíble, con películas que jamás van a poder verse en otro tipo de circuitos”.

 

Actualizado 11/10/2016

 

Al rescate de la memoria cinematográfica

Al rescate de la memoria cinematográfica

“En la Argentina no es fácil conseguir copias fílmicas de películas de otras épocas. Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, advierte Daniela Kozak en la introducción del libro La imagen recobrada. La memoria del cine argentino en el Festival de Mar del Plata, publicado y presentado en el reciente 30° Festival cinematográfico de la Costa Atlántica.

Desde sus inicios, la única muestra Clase A de toda Latinoamérica ha sido una activa defensora de la historia del cine argentino. Y la trigésima edición no fue la excepción. “Este año hemos logrado comunicar que nos interesa el cine del pasado con la misma intensidad con el que nos interesa el del presente, y mucha gente ha respondido a eso”, comentó Fernando Martín Peña, director artístico del Festival en diálogo con ANCCOM. Además de la publicación de libros y folletos, la reciente edición propuso un abanico de homenajes a cineastas como Hugo del Carril, Ralph Pappier y Leonardo Favio. También sobresalió el Programa de Recuperación del Patrimonio Audiovisual. En total, se proyectaron más de 100 copias en 35mm., entre las que se destacaron la restauración de Los venerables todos, de Manuel Antín, que finalmente pudo exhibirse como estreno mundial después de 50 años; y Sangre Negra, de Pierre Chenal, que se proyectó en el Teatro Colón de Mar del Plata, espacio que este año –y gracias al Festival– recuperó dos proyectores que le pertenecían.

Daniela Kozak, Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza en la presentación del libro.

Con retrospectivas, charlas, exposiciones, homenajes a directores, proyecciones de películas restauradas y numerosas publicaciones, el Festival de Cine de Mar del Plata ha reforzado su rol de salvaguarda de la memoria histórica del cine nacional, principalmente en los últimos años bajo la presidencia de José Martínez Suárez. Sin embargo, estas acciones no estaban documentadas de una forma que permitiese ver y entender su importancia, hasta que Daniela Kozak, periodista e investigadora especializada en cine, organizó el recorrido histórico en La imagen recobrada, junto a los aportes de Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza.

“El Festival había sido un núcleo alrededor del cual habían participado investigadores e  interesados en el cine argentino –recordó Peña-. Hay un antecedente fantástico de esta voluntad de rescate historiográfico, una charla que dio Josué Quesada, pionero del cine mudo, en la muestra no competitiva de 1948”. Luego señaló que el ejemplo más importante de rescate fue Nobleza gaucha -foto de tapa del libro editado por Kozak- que hoy existe porque en 1965, cuando se cumplieron 50 años del estreno de la película, el Festival hizo una copia del único negativo que había en ese momento para exhibirla como homenaje. “La dificultad en todo esto estriba en que el Festival parece un evento efímero, lo hemos querido creer efímero durante años –reflexionó Peña-. Pasa un torbellino de películas durante 10 días, fugazmente, y se acabó. Pero resulta que no es así, quedan un montón de cosas”.

El crítico de cine Roger Koza, por su parte, destacó la función de los festivales en la construcción de espectadores y la labor de Mar del Plata en dicho sentido: “Si el presente no se entiende en función de ciertas cuestiones vinculadas al pasado, los festivales pueden terminar planteando preguntas y dando respuestas respecto del cine que, si no son incompletas, hasta pueden ser erróneas”, señaló. También mencionó su preocupación por la experiencia cinematográfica en relación al cambio epocal: “Hay una cantidad de personas que ya no tienen el conocimiento de distinguir una imagen digital a una imagen analógica, no es sólo un problema de distinción, se ha perdido un criterio y un saber para poder reconocer. Y hay una diferencia en la experiencia perceptiva de lo analógico y lo digital que implica un cambio en el sistema de parpadear frente a la imagen –continuó Koza–, una forma de experiencia material del cine que se trastoca. Esto ni siquiera se piensa, simplemente se lo vive como tal”.

Ante estas problemáticas, el espacio de los festivales -y el Festival de Mar del Plata en particular- se presenta, también, como un lugar de aprendizaje y formador de espectadores que tienen la posibilidad de contrastar tanto las materialidades como las temáticas y los recursos del cine actual y del cine del pasado. De allí la importancia de abrir las puertas de estos espacios para invitar a una diversidad de públicos y evitar caer en la parodia del regodeo festivalero. Los expositores enfatizaron, además, la importancia de la voluntad pública y la necesidad de una activa política de estado para garantizar el acceso, profundizar la historicidad y asegurar que el patrimonio audiovisual perdure en el tiempo.

«Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, explicita Kozak en su libro.

Conservar, preservar, restaurar, rescatar, exhibir

La historiadora Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken de la Ciudad de Buenos Aires, detalló las diferencias entre los conceptos asociados a la problemática de la preservación audiovisual, “una tarea constante que empieza con la búsqueda de los materiales y termina en la exhibición para llegar a la mayor cantidad de gente posible”.

La primera de las labores de archivo es la conservación, a lo largo del tiempo, del material tal como fue recibido. La duración, en este punto, depende del material. En un contexto de temperatura y humedad controladas, el fílmico dura 150 años; mientras que el magnético y el digital no superan los 30 años. Pero existe otra posibilidad, la preservación, que consiste en obtener un nuevo máster ya sea un negativo en el caso del fílmico o una nueva copia digital.

“La tarea más conocida pero la que menos hacemos en los archivos es la de restaurar -explicó Félix-Didier-. Primero porque es la que necesita más recursos y segundo porque no es fácil llegar a la restauración de una película, que implica devolverle la calidad original, aquella que tuvo en el momento en que se estrenó”. En ese sentido, la historiadora señaló la necesidad de pensar y debatir una ética de la restauración: “Cuándo estamos devolviendo la calidad original y cuándo estamos aportando algo que no estaba. Hasta dónde eso está bien y si corresponde la pregunta de si está bien”, se cuestionó Félix-Didier.

Lo que más se realiza, en cambio, es rescatar. “Del olvido y, a veces, de la negligencia”, agregó Félix-Didier. Olvidada o mal etiquetada, en muchos casos, la copia estaba. En esos casos, no es necesario otro proceso sino el de reencontrar las películas con el público. “La actividad del festival tiene que ver con eso, volver a darle un contexto y un sentido a películas que hace tiempo que no se ven, eso puede implicar una restauración o no”, explicó la autora del capítulo “Que el viento no se lo lleve”, de La imagen recobrada, donde se pone en evidencia la dificultad de las acciones de rescate que realiza el Festival de Mar del Plata.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados.

El extraño caso de Sangre Negra

“Una película de ambientación norteamericana, hablada en inglés, situada en Chicago, sobre una problemática esencialmente norteamericana. Protagonizada por un escritor fundamental de la literatura norteamericana contemporánea, el pionero Richard Wright. Dirigida por Pierre Chenal, un director francés que supo ser internacional. Pero filmada y producida íntegramente en Argentina, entre 1950 y 1951”. Así presentó Fernando Martín Peña la primera proyección de Sangre Negra, una de las películas más raras de la historia del cine realizado en nuestro país.

Argentina, el país que cobijó a su director perseguido por el nazismo y, por tanto, hizo posible su rodaje, fue partícipe activo del rescate de Sangre negra, junto a Mike Mashon, de la Biblioteca del Congreso de Virginia, Estados Unidos, figura central en la preservación del film en 35mm. “Sangre negra aborda el tema del racismo de una manera muy franca, lo cual es muy inusual para la época y también debemos decir que se atiene mucho al texto original”, señaló Mashon durante la presentación del libro Sangre negra. Breve historia de una película perdida, una minuciosa investigación del antropólogo argentino Edgardo Krebs sobre las peripecias del film.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados. Y la versión internacional, más extensa, cuya exhibición fue muy limitada. Pero incluso a la versión internacional le faltaban unos minutos que sí estaban en una copia en 16mm que había adquirido Fernando Martín Peña en Uruguay a principios de los 2000 y que completará la versión restaurada en progreso.

La película está basada en Native Son, la novela escrita por el autor afroamericano que más se lee en los colegios de Estados Unidos; el propio Mashon, de hecho, la había leído durante su secundaria. El libro -prohibido en muchos lugares del sur estadounidense por su carácter controversial- fue escrito por Richard Wright, quien además ocupa el rol protagónico de Bigger Thomas en el film, un joven negro de Chicago que mata por accidente a la hija de sus empleadores y decide ocultar el crimen. “Una cuestión fundamental era el miedo –explicó Peña–. Efectivamente el protagonista es culpable, ha matado a otra persona, pero esa violencia se justifica por años de violencia que se han ejercido sobre él y su raza. En cualquier película hollywoodense convencional, el protagonista negro si es una víctima de la sociedad racista sería inocente de cualquier crimen que se lo acuse. Éste es culpable pero al mismo tiempo no lo es”.

La copia en 35mm que se proyectó en Mar del Plata, además de respetar la versión original, permite apreciar la excelente escenografía de Gori Muñoz que, si no se conoce esta historia, jamás se podría decir que fue filmada en los estudios de Argentina Sono Film. “Es una película muy importante. Me pone muy feliz que podamos proyectarla y de cierto modo revivir las escenas de la película. Tengo que decir que la calidad fílmica es muy buena. Y espero que el hecho de que se proyecte aquí, que se empiece a hablar de esta película, contagie a otros lugares del mundo y quieran también proyectarla. Esperamos que ahora más personas tengan la oportunidad de verla”, se ilusionó Mashon.

Luis Ormaechea, docente de Historia del Cine en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y editor del libro acerca de Sangre negra que publicó el Festival de Mar del Plata, indicó que el mismo incluye una historia sobre la segregación racial en Estados Unidos y el contexto en el que se crió Richard Wright, un capítulo acerca de la obra de teatro dirigida y protagonizada por Narciso Ibáñez Menta en 1944, y otro capítulo que recorre los avatares que atravesó el rodaje de la película; además de una ficha técnica detallada por el mismísimo Pierre Chenal, posters del estreno en Argentina, historietas que promocionaban el film en las revistas de la época, y fragmentos de Recuerdos de cineasta, donde Pierre Chenal narra anécdotas relativas a su oficio.