Perú duele

Perú duele

ANCCOM recorrió las calles del centro de Lima y habló con los manifestantes que se animaron a hacerlo. El país sigue en tensión y la represión continúa. La presión popular será determinante para los próximos acontecimientos.

“La mayoría de los medios nos tildan de terroristas. Al contrario: acá hay un terrorismo de Estado”, protesta Delgado, una estudiante de provincia que vino hasta Lima para ser parte de la marcha y prefiere no dar su primer nombre por seguridad. “Esta prensa es una basura. Hay infiltrados que se meten para producir el enfrentamiento. Los medios tienen un guion, pero los testigos que están ahí cuentan lo que realmente está sucediendo”.

Desde que asumió el expresidente Pedro Castillo, hubo diferentes investigaciones sobre supuestos casos de corrupción contra él y su familia. Su gobierno duró desde el 28 de julio del 2021 hasta el 7 de diciembre de 2022, cuando el Congreso de la República lo sacó por “incapacidad moral» con 101 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. Su cargo pasó a ser ocupado por la vicepresidenta Dina Baluarte. Las marchas en su contra se intensificaron a partir de ese momento, la represión también: ya suman, por lo menos, 58 los manifestantes muertos desde diciembre pasado.

ANCCOM recorrió la zona céntrica de Lima que rodea el Palacio de Gobierno y la plaza central, donde no está permitido manifestarse. En la zona habló con la gente para intentar comprender qué hay más allá del cerco mediático. Así encontró que las personas que tratan de llevar una vida “normal”, como si no hubiera manifestaciones, se muestran renuentes a tocar temas políticos, más aún si la consulta proviene de un periodista. Quienes sí se atrevieron a hablar, dieron su versión de cómo ven la situación política, social y económica actual.

En el centro de Lima, en el cruce de las avenidas Alfonso Ugarte y Bolivia, a tres cuadras de la Central Operativa de Investigación (DIRINCRI) que se suele vallar cada vez que hay una manifestación, cerca de las 20:30, miles de manifestantes se hacen presentes. “La policía nos reprime, nos provoca nos detiene brutalmente y nos patea las piernas. Hay videos que lo muestran. Esto no es justo”, continúa Delgado. Minutos después, su padre se acerca para decirle que no debe dar explicaciones a desconocidos: que primero demuestren que no son de Perú porque «podrían ser soplones del Estado o la prensa».

Por otro lado, un taxista aclara que “no puede dejar de trabajar porque tiene que alimentar a su familia”. Vive “al día” y no está de acuerdo con las protestas. “Los que participan en la marcha rompen las calles y hacen destrozos. Se tiene que reponer y son millones de soles”, opina. En el transporte público uno de los pasajeros cree que “el Estado está vendiendo al país a las empresas extranjeras y debería revisar los contratos que van a ser renovados. Si las condiciones no son más favorables para el Perú, no deben continuar en el país. Y eso es lo que pesa hoy. Hay muchos intereses económicos de por medio”, dice.

En una agencia de viajes está Juana, de 38 años. Viene con sus cuatro hijos y su nieta desde el estado de Trujillo, Venezuela, y va rumbo a Chile. Todo su viaje es por vía terrestre: cuenta que se encontró con numerosas rutas cortadas y manifestaciones. “Desde que cruzamos la frontera entre Ecuador y Perú tuvimos muchos problemas porque somos novatos en estas cosas. A medio camino los manifestantes tiraron piedras a los buses. Ya en la segunda traba que tuvo el bus nos tuvimos que bajar y caminar para luego tomar otro transporte. En ese ínterin tuvimos que usar los alrededores como baño y comer golosinas”, cuenta Juana.

La ruta se complicó cada vez más y la agencia no se responsabilizó de la situación; por eso ella y otros quince venezolanos debieron pagar una combi. El costo normal es de 100 soles hasta Lima, pero debido a la situación política les cobraron 205 soles, poco más de 50 dólares. Juana se muestra sorprendida de que Dina Baluarte considere a los manifestantes como, “personas que no tienen oficio”. Esto le recuerda a Venezuela donde, según ella, desde el gobierno afirmaban que quienes marchan son de la oposición porque, en realidad, “todo está bien”: “Las personas se manifiestan porque la situación no está bien. La presidenta no quiere soltar el poder por intereses propios”, reflexiona.

Un abogado de unos 30 años, quien prefiere que no se le identifique, asegura que en Perú hay mucho abuso por parte de las empresas multinacionales y las leyes siempre favorecen a los que están en el poder. Los trabajadores no tienen el conocimiento suficiente para que se le reconozcan sus derechos. Según él, “los que marchan no tienen un argumento sólido y se necesita que en los centros de estudio se hable más de estos temas porque, en parte, todo esto tiene que ver con el cambio de Constitución», agrega.

En el céntrico Parque Juana Alarco de Dalmet los manifestantes de provincia se juntan alrededor del mediodía para almorzar en una olla popular. Percy Chino Quispe, un joven del departamento de Cuzco, explica: “Dina Baluarte había dicho que si Pedro Castillo se iba, ella también se iría. Ahora lo que queremos es que cumpla su palabra, que renuncie. Ahora han sacado las fuerzas armadas y es como si estuvieran trayendo un asesino para que nos maten. No hay terroristas: si hubiera hace rato declararíamos la guerra. Nosotros estamos marchando sin armas. Baluarte está engañando al pueblo. Ya no queremos más muertes, queremos que renuncie y tengamos nuevas elecciones”. Para este joven el Ejército está “infiltrado”: se visten de policías y eso no está permitido.

Al ser consultado, un policía dice que va a opinar como peruano, no como policía: “Definitivamente esto no debería estar sucediendo. Si bien es cierto que los problemas no son de este año, sino de años atrás, los reclamos son justos y válidos, pero no es la forma. Tampoco tienen claro qué es lo que quieren los manifestantes. Ellos quieren cerrar el Congreso, una nueva Constitución. Pero qué quieren cambiar, no lo saben”. Para él debe haber un diálogo entre el gobierno y las provincias para ordenarse.

Hay más de 100 policías en los cruces de 9 de Diciembre y Vía Expresa, frente al hotel Sheraton, cuando nuevamente se acercan miles de personas con pancartas que dicen, entre otras cosas: “Joven estudia, no seas policía”, “Mi lucha es por mi patria, el pueblo ya lo sabe”, y “La sangre derramada, jamás será olvidada”. Para entonces, el policía que hablaba como ciudadano, es convocado por sus superiores y solo alcanza a concluir: “Que se sienten los líderes con el gobierno y lleguen a una conclusión de un punto neutro”. Para este policía los manifestantes intentaron realizar atentados en los aeropuertos de Arequipa, Cuzco y Puno, y quemar comisarías.

Las marchas son pacíficas pero cada tanto se producen enfrentamientos, que algunos consideran producto de las infiltraciones de provocadores. Las opiniones sobre los manifestantes, como pudo verse, son variadas. La mayoría de los manifestantes son de Puno, Cusco, Cajamarca y otras provincias del sur de Perú. De Lima también hay, pero se perciben menos, probablemente porque quienes acampan no son de la ciudad y su presencia es más visible.

El domingo 29 a horas de la noche, la presidenta en ejercicio dio un mensaje a la Nación afirmando que su “deber es proteger a todos los peruanos, salvaguardar la seguridad del país y garantizar la paz social”. Para Baluarte depende del Congreso de la República que se adelanten las elecciones. En el caso que no se de, el Poder Legislativo debatirá una reforma constitucional para que las elecciones generales sean este 2023. La primera vuelta en octubre y la segunda vuelta, si es necesario, en diciembre. Seguramente la presión popular en las calles será fundamental para acelerar los tiempos.

Un Castillo de esperanzas

Un Castillo de esperanzas

Perú ha sido sin dudas uno de los países latinoamericanos más convulsionados a nivel político en los últimos años. Desde el gobierno de Alberto Fujimori, electo en 1992, devenido en autogolpe de Estado, y hoy condenado y preso por crímenes de lesa humanidad, pasando por Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski (PPK), las figuras de corrupción y de impeachment -vacancia, como le dicen allá-, imperan con fuerza en el país andino. El pasado 6 de junio los peruanos eligieron a quien será su nuevo presidente a partir del 28 de julio de este año. En medio de un clima de gran apatía política, inmerso en una profunda crisis sanitaria y económica, sumado a importantes tumultos en las calles en noviembre último y a la inestabilidad política que llevó a tener tres presidentes en una semana; el pueblo peruano tuvo que decidir el pasado domingo en un ballotage entre los dos candidatos antagónicos, Keiko Fujimori y Pedro Castillo.  

Los menos esperados

El 11 de abril se llamó a elecciones generales, de la que participaron un total de 18 candidatos. Se esperaba que pasaran a segunda vuelta la ya anteriormente candidata Verónika Mendoza del partido de izquierda Juntos por el Perú, el derechista Hernando de Soto y Yohny Lescano, de Acción Popular. Keiko Fujimori se posicionaba en el último lugar junto al único contrincante de Mendoza, Pedro Castillo, con menos de un 8% de intención de voto cada uno. Sin dudas, los resultados que llevaron a un ballotage entre estos dos últimos candidatos fueron una sorpresa para todos, incluso para ellos mismos. Castillo pasó con apenas el 19% de los votos, mientras que la ultraderechista Fujimori llegó a segunda vuelta con tan solo el 13% de los votos. 

Keiko Fujimori, de 46 años y miembro del partido Fuerza Popular, no es sólo la hija mayor de Alberto Fujimori y hermana de Kenji, congresista del mismo partido y que detenta gran influencia en el recinto, sino que también fue tres veces candidata a presidenta y tres veces perdedora en el ballotage: en 2011 con Ollanta Humala, en 2016 con PPK, y hoy -con más del 99% de los votos escrutados- con Pedro Castillo, quien sería el nuevo presidente de Perú. Imputada por corrupción en el caso Odebrecht por recibir una importante suma de dinero de parte de la constructora para financiar su campaña en 2011, Fujimori pasó más de un año en prisión preventiva, y más de cinco meses encerrada en 2020 antes de ser liberada a causa de la pandemia. Durante su campaña propuso el reinicio de obras de infraestructura que habían sido interrumpidas, y un modelo neoliberal de libre mercado para el país. 

Pedro Castillo Terrones, de 51 años, es docente y sindicalista. Proveniente del campesinado, lideró la resistencia campesina en los 90 contra Fujimori, y formó parte de la huelga de maestros de 2017. Izquierdista, el candidato de Perú Libre se erige hoy como el nuevo presidente del Perú. Sin embargo, su figura es controvertida en algunos sentidos: si bien aboga por una mayor estatización, por una Asamblea Constituyente que responda a las demandas de una nueva Constitución por parte de la sociedad, como así también por los derechos de los siempre postergados durante los gobiernos derechistas, Castillo es también conservador en cuestiones de índole social como el matrimonio igualitario, la igualdad de género o el aborto. Durante su campaña se lo ha visto dando polémicas declaraciones en torno a estos temas, que los colectivos feministas y LGBTIQ+ no recibieron con agrado. Algunos de sus detractores lo vinculan con el brazo político de Sendero Luminoso, la organización armada de extrema izquierda, a la cual se le atribuyó el pasado 23 de mayo, la masacre y asesinato de 16 personas en la zona del VRAEM (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro), y que dejó un supuesto mensaje a la población a votar en blanco o a anularlo en las elecciones de junio. Tiempo antes, Castillo había pedido la liberación de los líderes de Sendero Luminoso. “Yo creí que ese hecho podría haber significado el fin de la candidatura de Castillo”, dice Jois Mantilla, periodista y comunicador peruano y agrega: “Sin embargo, ha habido algún interés, no solamente del sector de la prensa sino de autoridades del gobierno mismo, en tratar de no agitar ese tema y tratar de contenerlo para que no afecte. Incluso la misma presidenta del Consejo de Ministros dijo, a los pocos días de esa masacre, que no tenía que utilizarse con fines políticos”.

Mantilla opina que ambos candidatos no han ganado las elecciones por sus propios méritos o por su popularidad -en lugar de Castillo, de hecho, se veía en primera vuelta a la única candidata con potencial para derrotar a la derecha, a Verónika Mendoza-, sino que llegaron más bien por la polarización y revanchismo extremo que hay en el país, que se tradujo como antivotos en estas elecciones:” Los dos candidatos han recogido antivoto. La propia Fujimori tiene un tremendo antivoto que hasta hace algunos meses llegaba hasta el 70 y tanto por ciento, como consecuencia de los últimos años en que gobernó en el Poder Legislativo a través de 73 congresistas en el parlamento. Nunca en la historia de Perú había tenido ningún político con esa cantidad de representantes”, sigue Mantilla. “Ese poder que tuvo lo despilfarró, lo utilizó pésimamente, para proteger a personajes corruptos, jueces corruptos, magistrados de todo tipo, fiscales, y para protegerse de alguna manera a ella también de las acusaciones que tiene sobre la nuca por lavado de activos, y por lo cual ha sido condenada: Están pidiendo 30 años de prisión para ella”, detalla, y agrega: “Y el señor Castillo, recibió el antivoto también de los sectores de derecha, de los sectores que ven en él la amenaza comunista, muy similar a la que se implantó en Venezuela y en Cuba”. 

El sufragio en las regiones rurales y campesinas tuvieron un peso significativo a favor de Castillo.

Esperas, fraude y empate técnico

Con tres candidaturas presidenciales sobre su espalda, Keiko Fujimori se manejó durante esta campaña con mucha más prolijidad y organización que la improvisación vista en los actos y discursos del representante de Perú Libre: “A pesar de esto nadie se esperaba, ni Vladimir Cerrón ni el mismo Castillo, que pudiera llegar a la segunda vuelta y menos aún a la presidencia”, agrega Mantilla. “Es una agrupación inorgánica, que no tiene bases, todo se ha creado en el camino, muy informal. Por eso, hay esos pleitos al interior. Por eso, durante esta segunda vuelta, Castillo ha presentado casi tres equipos técnicos, y varios miembros han desertado”. 

La tendencia entre ambos candidatos fue durante casi todas las elecciones tan parejas, que incluso se llegó a hablar de empate técnico. Esto generó grandes incertidumbres en la sociedad, que ya había tenido que esperar cerca de cinco semanas para conocer oficialmente a los candidatos que irían a ballotage. Desde este lunes, se vieron en las calles algunas manifestaciones en pedido por los resultados del escrutinio por parte de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), en el marco de uno de los comicios más polarizados en décadas. “Las normas electorales dictan que el ONPE solamente pueda contabilizar las actas físicamente. El ONPE tiene que tener el acta física, y se envía desde el extranjero por valija diplomática”, explica Jois Mantilla, como una de las causas de esta espera. “Y a nivel nacional tienen que llegar las actas desde las regiones más lejanas, en algunos casos tiene que recorrer alguna ciudad y llevarla a otra donde haya aeropuerto, y de ahí tienen que llevarla en avión. No basta ya con un escaneo o foto del acta. Lo que tarda más son las actas que se impugnan, que son más o menos 1.100 o 1.200”, explica.

Rondando siempre de uno a dos puntos de diferencia entre ambos candidatos, los votos del extranjero fueron otro factor que lograron acercar cada vez más entre sí a estas fuerzas políticas antagónicas: en el resto del mundo, Fujimori recibió el 66.48% de los votos, y Castillo el 33.51%. Esto hizo que la poca diferencia entre ellos, se achicara aún más. Hoy, con el 99.82% de las actas procesadas, Pedro Castillo recibe el 50.19% de los votos, y Keiko Fujimori, el 49.80%. En las regiones de Lima, Lambayeque, Piura y Tumbes, Fujimori encabezó los resultados, mientras que, en la región del Amazonas, Arequipa, Cusco, Moquegua y Puno, Castillo fue el más votado. El sufragio en las regiones rurales y campesinas tuvieron un peso significativo. 

Veinticuatro horas después de haber pedido prudencia a la población en espera de los resultados, Fujimori organizó una rueda de prensa en la que denunció fraude e irregularidades en el escrutinio. Sin embargo, no presentó prueba alguna para sostener esta teoría. Mientras tanto, pudo conocerse pública y explícitamente la postura de distintos personajes. Los ex presidentes José “Pepe” Mujica y Evo Morales, prestaron inmediato apoyo al candidato de Perú Libre, mientras que el nobel de Literatura Mario Vargas Llosa expresó sus “deseos ardientes de que Keiko Fujimori gane la elección”. La población, por su parte, vivió estas elecciones en muchos casos de una manera mucho más apática. De los 32 millones de peruanos, sólo concurrieron a votar el 52.56%. Los números de la primera vuelta mostraron cifras similares. Esto se traduce en la gran división que sufre el país por parte de una triple crisis: sanitaria, económica y política. “Ha habido mucha apatía en las elecciones pasadas, ha sido muy notoria. Tanto por el tema de la pandemia, y porque la oferta de los 18 candidatos no satisfacía sus expectativas, es que hay muchos que decidieron no ir. Sobre todo los sectores más acomodados del país, preferían pagar su multa que perder el tiempo votando”, continúa el periodista peruano. “Otra razón es que esta campaña ha sido en condiciones de pandemia, donde hay temores de contagio”, señala. Perú es hoy el país del mundo con más muertes por cantidad de habitantes a causa del Covid-19. “En lo económico ya ha habido alzas, problemas, aumento de precios, se ha caído la bolsa -completa-, no sólo por la inestabilidad que genera la elección, sino también por la desidia, por la avaricia y también por la pandemia. La gente está preocupada por conseguir oxígeno, camas y cuidarse de no contagiarse”. 

Si no hay contratiempos, la ceremonia de asunción será el 28 de julio.

Hoy la República del Perú tiene un nuevo presidente que reemplazará este 28 de julio al gobierno de transición de Francisco Sagasti. Siempre y cuando no haya ninguna maniobra desestabilizadora de la fuerza de Fujimori. Pedro Castillo tendrá que enfrentarse no sólo a una crisis sanitaria y económica, sumado a una crisis de representatividad y desconfianza por parte de la sociedad, sino también a problemas de fondo que azotan en términos de desigualdad y distribución al país vecino. “Se necesitan mejoras para que los beneficios del crecimiento económico que ha tenido Perú, llegue a más personas que han estado mucho tiempo postergadas y de alguna manera forman el grueso de los votantes de Castillo. Porque desde hace muchos años están postergados, y los beneficios macroeconómicos que recibe el Perú, que es visto desde afuera como una de las joyas de Latinoamérica, por su crecimiento económico, por sus avances, libertades y todo lo demás, a algunas personas no les llega”, continúa Mantilla. “Sin ir muy lejos, avanzas 100 kilómetros y encuentras otro Perú: donde falta agua, donde faltan colegios, donde no hay servicios, donde no hay Internet. A una hora de Lima. Esta población es el grueso que han votado por Castillo, y que están hartos de la desigualdad, de ser postergados, de que siempre son los mismos los que están en las elecciones, siempre los mismos participantes. Y de que siempre hay corrupción. Ellos creen que Castillo borrará estas desigualdades porque es uno de ellos”. 

Al interior del Congreso, hay una fragmentación que no garantiza la mayoría efectiva de ninguna bancada, pero que puede derivar en una contienda entre la oposición y el nuevo presidente. Pedro Castillo tendrá que gobernar con sólo 37 diputados en un recinto de 130. “Veo días todavía más complicados. Porque el gobierno de Perú Libre no va a ser sencillo, tiene a la gran mayoría de las otras fuerzas en su contra y la mayoría de los otros sectores del parlamento se van a aliar, como ya lo han expresado durante esta segunda vuelta, a Keiko Fujimori. Y sumados van a tener un número importante. Los aliados de Perú Libre van a ser bancadas pequeñas, de tres, cuatro o cinco, que no van a significar mucho”, analiza el periodista. “Así que veo la revancha de Fujimori. Creo que va a haber bloqueo. La resaca de la campaña electoral se va a llevar durante varios meses, sino años. Con lo polarizado que ha quedado el país desde la vez pasada en las elecciones de 2016, y en estas, yo veo todavía conflictos, rencillas, rivalidades y venganzas. Muy probablemente van a obstaculizar y hacerle difícil al gobierno de Castillo”, finaliza. 

A partir de mañana aparecen nuevos desafíos para la sociedad peruana, que lejos está de haber resuelto los problemas que estallaron en noviembre del año pasado como consecuencia de la vacancia de Martín Vizcarra. El nuevo presidente tendrá que hacer frente a todas estas cuestiones para poder garantizar por fin la estabilidad democrática, tanto en el período de transición como en los cinco años de gobierno que tiene por delante.