“El docente universitario no sabe cuántas horas trabaja”

“El docente universitario no sabe cuántas horas trabaja”

“La Universidad de Buenos Aires nos obligó a convertir todas nuestras clases presenciales en virtuales, de un día para el otro”, afirma Ileana Celotto, secretaria general de la Asociación Gremial Docente de la Universidad de Buenos Aires (AGDUBA) y agrega: “El desgaste físico, laboral y psicológico al que hemos estado sometidos los docentes, estudiantes y las familias, ha sido enorme”.

ANCCOM también dialogó con Daniel Ricci, secretario general de la Asociación de Docentes de la Universidad de Buenos Aires (ADUBA): “Los docentes nos vimos atravesados por una situación de emergencia, pero entendimos que mutar a las clases virtuales era una opción para que los estudiantes no perdieran años de cursada. Nosotros siempre defendimos que primero está la salud antes que la educación”.

“Todo el año pasado hemos trabajado nosotros, los estudiantes, los no docentes y las familias en mantener la vinculación pedagógica. Los docentes trabajan en las peores condiciones, con conectividad y equipamiento que pagan de sus propios bolsillos, lo que niega la supuesta gratuidad de la universidad pública”, se queja Celotto.

AGDUBA realizó una encuesta en mayo de 2020, que respondieron 1890 docentes, para relevar la situación. Con respecto a la modalidad virtual, un 77,2% contestó que se siente más precarizado, contra un 22.8% que respondió que no. La carga horaria laboral se vio afectada: pasan horas detrás de la pantalla para dar clases, corregir parciales y trabajos prácticos, y atender consultas de los estudiantes. “Se produjeron situaciones de agotamiento, de estrés y depresión muy marcadas. No tuvimos feriado ni derecho a la desconexión –reflexiona Celotto–. Hubo un montón de docentes que comenzaron sus trámites jubilatorios, porque no querían dar más clases de esta forma”.

Según Ricci, “la profesión docente es elevadamente flexible, donde no hay ni hubo nunca límites de horarios. El docente universitario no sabe cuántas horas trabaja, porque más allá del aula, hay un tiempo de corrección, preparación de clase, reuniones de cátedra”. Sin embargo, la pandemia “agudizó esta situación, se observó una ansiedad por parte de los alumnos porque mandaban un mail a las doce de la noche de un domingo”.

“Entre ADUBA y la Secretaría Académica de la UBA hicimos un curso sobre especialización en docencia virtual para brindar herramientas y capacitación a los docentes, participaron cerca de ochocientos”, destaca Ricci. No obstante, desde AGDUBA sostienen que no hubo tal capacitación y “muchos docentes tuvieron que adecuarse a usar programas nuevos a la fuerza o viendo tutoriales por Internet”.

“Lo que pasó ya pasó, habría que haber actuado de otra manera antes del comienzo del cuatrimestre”, expresan desde AGDUBA, pero hacia adelante reclaman que “la UBA o el Ministerio de Educación tome la responsabilidad del equipamiento tecnológico, que se reglamente el derecho a la desconexión y se cumpla con la carga horaria de trabajo”. Desde ADUBA coinciden y plantean que “el Estado, a través de las universidades, es el que tiene que darle las herramientas tecnológicas a los docentes para que puedan cumplir adecuadamente su trabajo”.

Ricci cuenta que desde la Asociación pidieron que se reactive el plan Conectar Igualdad pero que se incluya a los docentes y estudiantes universitarios: “Es una opción para poder dictar las clases virtuales. Por eso, debe ser trasladado a todos los niveles educativos”.

Ambas entidades gremiales defienden la presencialidad en las aulas. “No creemos que se pueda reemplazar lo presencial con lo virtual: lo que se genera en el aula, la relación entre la enseñanza y el aprendizaje, el vínculo entre docente y alumno”, opina Celotto y se pregunta: “¿Cómo se genera eso cuando muchos alumnos tienen problemas de conexión y el docente habla con cuadraditos negros?”.

Ricci cita a Paulo Freire, el pedagogo brasileño del que se cumplen en septiembre cien años de su nacimiento: “Todos aprendemos en el aula y eso es irremplazable”. Pero con respecto a lo virtual, considera que “las plataformas tienen que ser una herramienta que debe estar a disposición para el proceso de enseñanza y aprendizaje. Es un cambio tecnológico, como en su momento fue la imprenta, pero hay que utilizarla desde lo pedagógico”, y rescata que lo virtual puede ser beneficioso en algunas circunstancias: “Pienso en una clase de exposición que dicta un docente en la presencialidad, con doscientos alumnos, allí se pierden las voces, no se escucha bien, no cabe lugar para todos los oyentes. En cambio, en ese caso, la plataforma virtual permite mejores condiciones”.

Las clases virtuales no son posibles para todas las facultades de la UBA, hay muchas que por sus características requieren sí o sí una presencia en las aulas. “Hicimos un acuerdo con las autoridades de la Universidad, siempre protegiendo la salud tanto de docentes como los no docentes y estudiantes, para construir protocolos para aquellas materias que tengan que cursarse en laboratorios o referidas a la salud”, afirman desde ADUBA y añaden: “¿Qué pasaría si uno va a atenderse con un médico u odontólogo que se recibió de manera virtual?”. AGDUBA confirma esta situación y destacan que “ya hay clases presenciales en carreras como Farmacia, Medicina, Agronomía, Veterinaria, Odontología, Ingeniería, sobre todo en materias que tienen mucho trabajo de campo”. Allí se dictan tanto clases virtuales y presenciales, con un aforo estricto y cumplimiento de protocolos.

La vuelta a las clases presenciales durante los próximos cuatrimestres puede ser una opción. La Facultad de Derecho comenzó este cuatrimestre con la iniciativa y pueden sumarse otras el próximo año. “Queremos una presencialidad con condiciones sanitarias, epidemiológicas y de infraestructura –enfatiza Celotto–. Ojalá podamos tener contralada la pandemia, estar vacunados tanto docentes como estudiantes y que las variantes del covid-19 se hayan esfumado”. Desde ADUBA, Ricci piensa que “el año que viene se va a comenzar a recuperar la presencialidad, pero las clases virtuales no van a desaparecer”.

Otra de las luchas del sector son los salarios: “Tuvimos una paritaria baja, nos castigaron con los sueldos. Un mes antes de comenzar la pandemia, el Gobierno nos anuló la cláusula gatillo que habíamos conquistado el año anterior, y que nos iba a equiparar el salario con la inflación hasta febrero 2020, y recién nos dieron un reconocimiento de gastos en abril del 2021, pero fue sólo mil pesos por mes de abril hasta diciembre”, subraya Celotto.

“En este momento, hay una reapertura de nuestra paritaria, teniendo en cuenta que el acuerdo salarial que firmamos por este año es de un 35% pero producto del proceso inflacionario ha quedado atrasado, y lo que nosotros estamos pidiendo ahora es incorporar 10% más entre septiembre y octubre, así por lo menos empatar a la inflación”, sintetiza Ricci.

Trabajar con la muerte en tiempos de pandemia

Trabajar con la muerte en tiempos de pandemia

El espacio es enorme. Pasillos y senderos enmarcados en mármol, piedras y vidrio decoran el lugar turístico de la calle Junín al 1700 que hoy está poco habitado. El sol de las tres y diez envuelve a Recoleta con una calidez amena mientras una leve brisa revuelve las hojas de una tarde de otoño.

A pesar de ser día de semana son pocas las personas que esperan el colectivo, hay puestos vacíos en las ferias y es poca la gente que circula. Los turistas de todo el mundo que solían visitar el cementerio ya no preguntan ni sacan fotos; de hecho, solo el personal recorre los largos pasillos. Los colores blanco, gris y negro dominan el laberinto de historias que urbanizan el lugar. La inmensidad de pasillos y las estructuras particulares le dan al cementerio un estilo tradicional que ha permanecido generación tras generación. Se distinguen numerosos estilos arquitectónicos, desde el gótico, con sus sillares de piedra bien labrados, hasta el movimiento Art Deco con sus bases geométricas imperantes: el cubo, la esfera y la línea recta.

Un hombre, vestido de uniforme azul añejo, extrae de su cinturón un manojo de decenas de llaves, diferentes en colores y tamaños: una sola es colocada en la ranura de la cripta. La llave gira, una palanca de metal es colocada debajo de la puerta pero la sacudida de una patada es lo que logra abrirla. Con los pétalos marchitos en mano, el hombre de limpieza parte el tallo a la mitad y, retirándose de la cripta por un momento, lanza las flores en un contenedor de basura colocado estratégicamente al lado del mausoleo. Limpia la puerta a baldazos y cepilla mientras el agua baja y escapa por los escalones, llevándose suciedad, hojas y huellas de pisadas a su paso. De repente, los cepillados cesan y el señor levanta la vista: los llantos de una señora roban su atención y lo lleva a acercarse inmediatamente:

 

– Madre: un solo familiar puede pasar, el resto tiene que quedarse afuera – dice, con su mano en el pecho.

 

El 20 de marzo de 2020 se establece para todas las personas que habitan en el país o se encuentren en él en forma temporaria, la medida de “aislamiento social, preventivo y obligatorio”. De este modo, con el Decreto 297/2020 quedan exceptuadas ciertas actividades y servicios declarados como esenciales. En este marco se vieron afectados los servicios funerarios, entierros y cremaciones, quedando prohibidas las reuniones en las salas de velatorios mientras que los crematorios y cocherías solo realizan el traslado, tratamiento y entierro (o cremación) de un cadáver. 

 

El acceso al cementerio estaba cerrado salvo para los empleados fúnebres, incluso la suspensión de ceremonias supuso una nueva logística para las cocherías: el coche fúnebre debe entrar a un sector designado y solamente una persona puede acompañar el traslado. Los casos confirmados y sospechosos de covid 19 no permiten las despedidas familiares. Sin embargo, los allegados pueden optar por inhumar el cuerpo en tierra, bóveda o mismo realizar la cremación del cuerpo. Todos deben usar barbijos y guantes de látex como protección, desde familiares que ingresan hasta el personal administrativo y del crematorio.

A mediados del 2020, la Dirección General Cementerios junto con el Ministerio de Salud modificaron el protocolo permitiendo ingresar visitas de seres queridos: el ingreso en grupos no debía superar las dos personas, se permitía el uso de vehículos en áreas asignadas y existía un máximo de permanencia de una hora. Además, estaban prohibidas visitas de carácter turístico o recreativo.

Sobre este tema dialogó ANCCOM con Miguel Angel Prieto, tanatopráctico y tanatoesteticista sobre las dificultades que conlleva en este contexto trabajar con personas fallecidas: “En principio, la tanatopraxia es el tratamiento que se realiza a la persona que falleció para que sus familiares puedan despedirse dignamente: combatimos las secuencias mortuoria, golpes, hematomas, deformaciones faciales a través de la desinfección, conservación, restauración y estética final. Se trata de un trabajo invasivo sobre el sistema circulatorio que permite la conservación del cuerpo por meses“. En este sentido, la tanatoestética se diferencia por ser una conservación reducida a, como máximo, sesenta horas.

Tal como explica el profesional, se trata de un trabajo en equipo y por etapas ya que el cuerpo pasa por múltiples especialistas. La causa de muerte es el principal punto de partida: “Lo primero que se realiza en el cuerpo es la autopsia, en este sentido nuestro trabajo se ve afectado no solo por el accidente o muerte traumática sino también por las incisiones o suturas que implica el determinar la causa de muerte. Tras ese procedimiento, restauramos el cuerpo para que las familias puedan despedirse”.

Este tratamiento en particular demuestra que existe una cultura funeraria que está fuertemente burocratizada: existe un asesor funerario que indica la documentación necesaria, se trabaja con salas velatorias acompañada de azafatas pero también se trata de un trabajo cercano y personalizado: “En todo momento acompañamos a las familias en sus decisiones: hay gente que nos pide la reconstrucción de alguna parte del cuerpo, traen ropa o elementos de aquella persona y aparecen las costumbres culturales como las comidas y bailes que hasta el momento están suspendidas”.

Este tipo de ceremonias se vio modificada por los protocolos impuestos por el Ministerio de Salud de la Nación. En este sentido, Prieto afirma que se trata de protocolos específicos para cada etapa del cadáver: la primera tiene que ver con el traslado del cuerpo desde la sala de internación: “El cuerpo es transferido al depósito y debe permitirse el acceso de un familiar para una despedida, sin establecer contacto físico”. Tal como se detalla en el protocolo, las personas que entren y el personal que participe del traslado deben tener una bata desechable, unos guantes y una mascarilla quirúrgica. A su vez, el cadáver debe introducirse en una bolsa plástica impermeable y con cierre hermético, identificándose como “material infectocontagioso”.

En el procedimiento de la autopsia, se recomienda no realizar ninguna intervención en personas fallecidas por covid-19: “Esto se debe a que todavía el cuerpo puede contener virus vivos en los pulmones u otros órganos. En este sentido, se deben tomar medidas de protección respiratoria complementarias”. También se encuentra prohibido realizar actuaciones de limpieza, intervención de tanatopraxia o tanatoestética sobre el cadáver.

Durante el transporte al tanatorio, el personal deberá ser notificado en caso de tratarse de un paciente con coronavirus. Prieto comenta que actualmente “las empresas funerarias ofrecen cuatro destinos para dichos cuerpos: conservación, inhumación, cremación. y traslado al extranjero”.

Tal como se evidencia, los trabajadores fúnebres se encuentran permanentemente expuestos por el contacto diario. Muchas veces no solo retiran los cuerpos sino que interactúan con profesionales de la salud que estuvieron expuestos o con familiares del fallecido.

“Desde el comienzo de la pandemia, el servicio fúnebre se encuentra en constante peligro de contagio. De hecho los sectores fúnebres de los cementerios fueron los que pidieron protocolos para trabajar”, detalla el entrevistado. Por este motivo, a principios del 2021 los trabajadores de Cementerios, Cocherías y Crematorios (SOECRA) exigieron ser reconocidos como personal esencial. Salvador Valente, referente del sindicato, expresó las condiciones límites de sus tareas: “Se hizo un pedido formal para vacunar al personal porque algunas morgues son de una insalubridad terrible, el contacto con los familiares que fallecen y el traslado desde las clínicas nos pone en un lugar de riesgo importante».

Mientras algunas bóvedas son limpiadas por el personal con frecuencia, otras se encuentran relegadas entre escombros, polvo y vegetación descontrolada. Muchas tumbas son olvidadas y solo reciben miradas al pasar, quedando como únicos compañeros el tiempo y el viento. Las nubes comienzan a tapar los rayos del sol y la brisa incrementa, los trabajadores caminan en dirección a la salida donde la vida del día a día los espera. Pasos resuenan entre los pasillos repletos de historias, y en el mausoleo blanco de la esquina inferior izquierda, los escalones siguen mojados.

La jaula de la poesía se ha vuelto pájaro

La jaula de la poesía se ha vuelto pájaro

En el último año y medio, un fenómeno lleno de prosa y lírica se hizo presente en el mundo literario. Editoriales -en su mayoría independientes- se volcaron al género poético, llenando las vidrieras de las librerías -virtuales o físicas- con publicaciones en verso. Los números no son concretos por lo reciente de esta explosión, sin embargo aquellos que forman parte de este mundillo tienen una certeza: hay un boom de poesía. 

Las razones de esta proliferación parecen ser diversas, pero Vanina Colagiovanni, escritora y además directora de la editorial de poesía Gog y Magog, destaca lo activo de los mecanismos de difusión como punto crucial de partida: “La poesía tiene algo particular, y es que, por la brevedad y porque un poema es una unidad de sentido que puede salir del libro, es decir, que puede funcionar solo, genera su propio circuito de difusión.”

En un mundo donde, de pronto, primó la virtualidad, este mecanismo de fácil difusión pisa fuerte en redes sociales, donde la falta de presencialidad ha generado otras instancias. Si bien el mundo de la poesía es pequeño, resulta muy activo desde antes de la pandemia, y lo que ha cambiado con ella son sus modos de llegada. El lugar que ocupaban los ciclos de lectura presenciales, ha sido ocupado por las redes de las editoriales como escenario para que autoras y autores se encuentren y compartan sus escritos. Donde estaban las presentaciones de libros y confluían el evento, el contacto, el disfrute, ahora aparecen los vivos en las diversas plataformas digitales, tanto de los escritores como de las editoriales. Incluso la Fundación Filba se encargó de armar un espacio virtual de festival, que incluye entrevistas con invitadas excepcionales como Sharon Olds y Vivian Gornick, lecturas y talleres y pueden disfrutarse en su canal de Youtube (Filba Literatura) . 

Los ciclos de lectura presenciales, la poesía enunciada con voz y con cuerpo, se trasladaron a lo virtual, creando un espacio totalmente distinto. Cada vez más, pueden escucharse podcast con lecturas de poemas: como es el espacio creado por “Chubasco En Primavera” revista online sobre poesía y arte que ha volcado en Spotify una dosis de poesía diaria recorriendo obras de diversos autores y enunciadas por distintas voces. O pueden escucharse también los diez capítulos creados por el “Proyecto Mostras: Maestras de la Poesía Argentina” que busca dar cuenta de las trayectorias de grandes poetas argentinas que dejaron huella. 

Hay un acuerdo unánime en el mundo de la poesía, se extraña el cuerpo, el espacio compartido, el momento del té o el mate, que también formaba parte de la presencialidad, y se espera vuelva lo más pronto posible. En la actualidad, el medio digital aunque incluye, satura, y aquello que en un momento resultó nuevo, ahora ya es rutina. 

Persianas bajas, libros abiertos: 

Cuando las persianas de muchos comercios estaban bajas, las librerías de barrio, como el resto, se adaptaron a los cambios inevitables. Es que en medio de la pandemia, aquellas empresas de estructuras pequeñas pudieron amoldarse más fácilmente y buscaron la forma para que sus ventas no cayeran, generando lazos con los lectores de cercanía, alimentando mecanismos de venta distintos, ofreciendo productos de manera creativa, creando packs de libros combinados con otros productos como vinos, por ejemplo. Las editoriales también se sumaron a la creatividad para sus ventas, colaborando entre ellas, armando combos de libros de dos editoriales distintas con catálogos afines. Los libreros tomaron sus bicicletas y se encargaron de crear un delivery de libros puerta a puerta, que fue algo muy propio del principio de la pandemia y su novedoso sistema de take away

La idea de recibir un libro en casa, poder leerlo, compartirlo e incluso tener una charla por redes o distintas plataformas entusiasmó. Atrás quedaron, parece, los días que la poesía no vendía. En el último año y medio se agudizó la publicación de varias editoriales en los géneros poéticos, autobiográficos y de autoras mujeres. 

Así como los comercios se pusieron al día con las necesidades del contexto, fue momento para las editoriales de poner manos a la obra. El primer cambio, muy marcado, fue implementar las ventas online. La mayoría de las editoriales no tenían esta función en sus webs, como si quizás las librerías de mayor estructura. El carrito de compras fue el protagonista de gran parte de la pandemia, sobre todo en sus comienzos y no fue la excepción a la hora de comprar libros. Incluso se abrieron muchos proyectos de librerías virtuales y clubes del libro que alimentaban la demanda de los libros en físico. 

Aquí también entra en juego un nuevo grupo de actores muy reciente: los “Book Grabbers», que se popularizaron en redes, aquellas personas que poseen carisma,  leen, comentan y luego recomiendan libros, con una comunidad que sigue sus consejos y compra las lecturas sugeridas. Desplazando así el lugar del crítico más académico, democratizando las recomendaciones y también aportando al circuito de consumo de los libros. 

Otro cambio importante, resalta Colagiovanni, fue darle importancia al Ebook, dado que mucha gente se acostumbró a leer en archivos digitales, coincidente con una caída de la romantización del libro que abrió el juego para leer a más autores, donde varios títulos se volvieron disponibles en diversas plataformas para su compra.

Lugar de encuentro 

Una mochila con rueditas cargada de libros, de poesía mayormente, que solía recorrer la ciudad se vio obligada a encerrarse y perder su utilidad por un tiempo. Es que cuando la pandemia arrasó con las rutinas habituales, obligando a cada uno a reinventarse y adaptarse, la primera sensación para aquellos que llevaban a cabo talleres de lectura y escritura fue que desaparecerían, llevándose el trabajo de muchos. Sin embargo, sucedió lo opuesto. Con el mayor tiempo dentro de casa afloraron nuevas necesidades creativas que dieron muchísimo trabajo para los escritores que dictaban talleres. El tiempo que se ahorraba al quedarse en casa se vio como una oportunidad de retomar viejos hábitos o crear nuevos. Muchos talleres y clínicas individuales se poblaron de personas que habían dejado de lado la escritura, que querían corregir textos de años anteriores y que ahora pudiendo mantener su trabajo y organizándose le daban un espacio a algo que antes les era imposible. 

La pandemia impulsó la intención de preservar los espacios que produjeran disfrute y mantuvieran activa la motivación. El contacto con el otro, cara a cara, se dificultó cada vez más, por eso los espacios virtuales de encuentro fueron de suma importancia. La lectura y la escritura corrían con ventaja de ser de las pocas cosas que podían mantenerse como actividades sin grandes cambios ya que, por su esencia, no necesitan de la fisicalidad y a veces, tampoco de compañía. Florencia Fragasso, escritora que tiene a cargo la coordinación de grupos de lectura y escritura, cuenta cómo cambió su modo de trabajo a partir del contexto, destacando su sorpresa ante la participación de gente que está a miles de kilómetros. “Estás ahí sentada y hay una persona que está en un lugar con 10 grados bajo cero cuando vos estás con 30 grados, o que está en otro horario -cuenta-. Escuchás acentos de gente que habla distinto, con sonidos tan distintos, esto es una pavada o una obviedad, pero cuando estás en un taller donde se trabajan las palabras, trabajando desde la literatura, con el lenguaje como protagonista, el trabajo se enriquece muchísimo. Ni hablar cuando se trabaja poesía.”

Adicionalmente, fueron estelares las participaciones de las personas tímidas y reservadas, que en su momento no se animaban a acercarse a un taller presencial y si lo hacían, el silencio era su refugio. Estar detrás de una pantalla permite una distancia, un “no estar en el lugar”, que lleva a una mayor soltura y confianza al leer lo que escriben. 

“La poesía tiene un componente sonoro importante, la puesta en voz -describe Fragasso- la lectura en voz alta, pero una cosa es poner en voz un poema y otra cosa es ponerlo en cuerpo, en un espacio donde hay otra gente.” 

Si bien la escritora se encarga de trabajar junto con varios grupos, con recorridos bastante plásticos según los intereses de los participantes y sus propuestas, se detiene particularmente en uno de ellos creado en 2019, que tiene como piedra angular la poesía, que se ha vuelto un espacio protegido, que entre todos los integrantes con mucha voluntad decidieron conservar. “Fue un año difícil para cada uno de los individuos de ese grupo por causas muy diferentes, entonces se volvió un lugar al que queríamos ir, queríamos todos que llegase ese día”, señala. 

En su discurso, la poeta termina caracterizando a la poesía como un territorio, un lugar donde los integrantes querían estar, compartiendo lo que cada uno había escrito, escuchándose, e incluso recomendando lecturas. La poesía se constituye por un componente emocional muy fuerte, la ausencia de emoción le quita la magia. Sin caer en cuestiones terapéuticas, cuando un lenguaje poético se comparte, y se da este fluir de emociones, se construye un lugar donde funcionan y circulan voces, con gente que viene de lugares distintos, que escribe de maneras diversas, que tienen lecturas diferentes.

“Me parece que la poesía tiene esa posibilidad de volverse territorio, de volverse un lugar a ser habitado-comparte la escritora- y me parece que con ese grupo pasó eso, en un año en que las vidas por fuera del taller eran bastante arduas, fue un sostén, un sostén poético.”

¿Le dieron pelota a la educación física en pandemia?

¿Le dieron pelota a la educación física en pandemia?

Producto de la pandemia, la rutina y las actividades de la sociedad Argentina cambiaron rotundamente. El ámbito educativo no fue excepción. Y la materia de  Educación Física sufrió una drástica transformación. Para investigar sobre esta problemática, diversos profesionales contaron cómo es enseñar esa asignatura en este contexto.

“En la escuela tengo diez burbujas de doce alumnos, en total repartidas entre el turno mañana y tarde. En jardín, tengo salita de cuatro y cinco años, en el secundario tengo primer, segundo y tercer año”, dice Leonardo Ibarra, profesor de Educación Física en el colegio Solar De Horneros ubicado en Merlo.

¿Qué tipo de actividades se realizan en una asignatura tan centrada en lo físico y en el contacto real con otros? “En el aula virtual les hago hacer actividad física que comprometa muy pocos movimientos, porque no sabemos el espacio que tiene cada uno en su casa. Les pido que realicen ejercicios de coordinación, equilibrio en el lugar; también uso  videos cortos  en donde charlamos y explico la actividad”, dice Ibarramuy entusiasmado.

La metodología de utilizar canciones para los ejercicios es algo muy estimulante y entretenido para los alumnos; “ellos se van muy contentos “, cree Ibarra. Hay formas de enseñar más tradicionales, como cuenta Camila Mayo, docente en las escuelas N.º 64 y EP N.º 62, de Merlo. “En clase  trabajamos con las habilidades motoras básicas, anteriormente hago una explicación y demostración de la actividad“, agrega.

Otra variable que podemos encontrar es la teórica/práctica. “Realizamos actividades teóricas, lúdicas, recreativas, etcétera. Consisten en resolver diferentes desafíos, ya sea con el cuerpo, con algún elemento o de manera escrita”, señala Claudia Luporini, docente en las escuelas Nº 34 y Nº 11, también de Merlo. De manera tradicional o innovadora cada docente a su manera  mantiene la esencia de la materia: hacer actividad física “En la clase hacemos ejercicios construidos, abdominales, flexiones y sentadillas”, informa, por su parte, Fernando Bengoechea, docente en la escuela secundaria N.º 34, también de Merlo.

Los profesores se vieron obligados a tomar examen por medio de la virtualidad. ¿Cómo hicieron?. “Los chicos me mandan los trabajos por correo y les doy una devolución “, afirma Fernando, para ilustrar un caso.

Con el inicio de las clases virtuales surgieron  plataformas  no tan conocidas para el público común, estas  aplicaciones fueron un pilar fundamental en las clases online. “En el aula virtual lo que evalúo es la participación del Meet”, afirma Ibarra. Por otro lado, hay otros medios  que ofrece el mundo digital como es el ejemplo de Zoom, dispositivo  que tuvo una gran importancia para padres, alumnos y docentes el año pasado.  “Para las evaluaciones se realizan reuniones por Zoom con los padres de los chicos y con los chicos para hacer las devoluciones”, dice Félix. La herramienta de mensajería instantánea WhatsApp  también es usada por algunos docentes para tener una interacción más fluida con sus alumnos. “El método de evaluación es mediante observación de resolución de tareas, participación y cumplimiento, etcétera. Se realiza intercambio por Whatsapp, mediante mensaje, llamada o videollamada. “, explica Liorini.

¿Y qué dicen las madres y los padres de los chicos? Sabrina Alvez, mamá de León Alvez, un niño de seis años que asiste al colegio San Fernando, ubicado en la Ciudad Autónoma De Buenos Aires, cuenta: “En gimnasia hacen ejercicios combinados, como por ejemplo saltar  tocándose la cabeza” . En este caso en particular la nota numérica fue sustituida por un informe. “La evaluación es el proceso en general. Porque como nota se dan informes valorativos”, afirma.

¿Y los alumnos? ¿Qué dicen ellos, a fin de cuentas quienes deben recibir los contenidos? Rodrigo Navarro, de 17 años, quien asiste a la técnica número N° 1 de Merlo explica: “Me mandan trabajos prácticos, son preguntas de condiciones físicas y las reglas de los deportes como vóley y fútbol”. La socialización entre los pares es muy importante durante la adolescencia, ya que en esta etapa las personas pasan por varias  transformaciones tanto a niveles físicos como psicológicos. “Extraño estar con mis compañeros, jugar a la pelota en clase”, reconoce Rodrigo.

El impacto de la pandemia en los niños autistas

El impacto de la pandemia en los niños autistas

Graciela Ortega forma parte de la organización Padres TEA Formosa. Es mamá de Benjamín de 9 años con un autismo severo diagnosticado desde los 2. Él no habla, su vida se basaba en una rutina combinada entre terapias y escuela hasta que a principios del año pasado con la llegada del coronavirus dicha rutina se vio severamente trastocada, generándole ansiedad y angustia entre otras sensaciones. “Si bien a todos nos afectó la pandemia, a los niños TEA más porque no les gusta estar encerrados, son hiperactivos, necesitan Salir e ir a despejarse a algún lado. Entonces fue un cambio fatal, porque él ya venía con una rutina y la pandemia fue un retroceso total para él”, explica Graciela.

El espectro autista es un estadío del neurodesarrollo, de origen neurobiológico. Es una condición que se lleva toda la vida y que afecta a lo que es la comunicación, lo social y todo lo que tiene que ver con las conductas y la intelectualidad. Se diagnostica a través de un manual estadounidense específico de trastornos y estadísticas, que se llama DSM-5. Situaciones como la de Benjamín se repitieron y se repiten sin parar.

María Soledad Sama Sánchez es licenciada en Psicopedagogía y Estimulación Temprana y profesora de Nivel Inicial. Explicita que el déficit en el desarrollo del lenguaje en un niño acarrea dificultades al resto de las áreas de aprendizaje. Enfatiza en la importancia de dar con un diagnóstico certero a tiempo y en entender que dos niños pueden compartir similares patrones, síntomas o características pero su diagnóstico nunca será idéntico. En el autismo, a diferencia de otras condiciones, se establecen niveles de acuerdo al grado de desarrollo cognitivo alcanzado al momento de su detección.

Sama Sánchez es también acompañante terapéutica, ayuda a los niños con sus tareas escolares e interviene con los docentes cuando los 40 minutos de Zoom que constituyen las clases resultan insuficientes. “La mayor parte de los padres prefieren venir a terapias presenciales, porque es lo único que tienen de esta forma, ya que no tienen, por lo menos en provincia de Buenos Aires, la escuela. Personalmente, prefiero la presencialidad porque de forma virtual, hay muchos niños que no tienen Zoom, entonces se hace muy complicado hacer terapia por videollamada”, dice.

“Todo lo que tiene que ver con la socialización de los chicos con TEA se da en las escuelas», dice Jalik.

La consultora Acción e Inclusión surgió en el año 2016 como un soporte para padres con chicos con discapacidades que busca ser un complemento a las diversas terapias. Una de sus fundadoras es Jennifer Jalik, quien de alguna manera pudo plasmar su propia vivencia en este proyecto. Ella es coach, pero por sobre todo es mamá de Alan, un adolescente de 16 años que convive con TEA. Brinda talleres a padres y a escuelas, además de escribir libros como Qué le pasa a este niño y trabajar en lo que define como “Marketing Inclusivo” con diversas empresas. Explica que la pandemia, en su caso, vino a entorpecer el proceso de autonomía que Alan estaba transitando y en el cual el ir a la escuela y la socialización con sus pares que allí se daba es un aspecto determinante. 

En este sentido aclara que “todo lo que tiene que ver con la socialización de los chicos con TEA se da en las escuelas. Un parque no es un lugar donde cualquier chico puede estar. Porque hay demasiados estímulos, demasiada gente, porque es muy abierto, mucho ruido, hay animales, situaciones que hacen que se desregularicen. Todo lo social se desarrolla en un ámbito preparado para este desarrollo. Y el haber extendido tanto el tiempo para que puedan volver a estar en este ámbito obviamente afectó su calidad de vida muchísimo”, asegura.

El factor de incertidumbre sobre el futuro inmediato es algo que perturba profundamente a los jóvenes TEA. La gran mayoría de los casos que llegan a los consultorios psicopedagógicos en esta nueva etapa de apertura se ven impulsados por la ansiedad que les genera no poder mantener una rutina que los ordene y les marque una perspectiva temporal. Observan el mundo de una forma mucho más absorbente y amplificada en cuanto a lo emocional.

Jennifer ejemplifica esto mediante una de sus vivencias: “Alan rompió su celular, lo revoleó. Le preguntamos por qué lo había hecho y nos dijo: ‘Porque me aburrí de todo lo virtual. A mis amigos los quiero ver. No quiero más chatear’. Y lo rompió, sin registro de que cuesta plata. La forma que tiene de decirlo, en el caso de Alan tiene lenguaje, pero lo puede decir después de haber actuado de un modo que no le fue grato.“

“Alan rompió su celular, lo revoleó. Nos dijo: ‘Porque me aburrí de todo lo virtual», cuenta su mamá.

En el caso de Mila, una niña TEA salteña de 9 años, la virtualidad le trajo más desestabilización que ventajas. Las clases por Zoom le generaron irritabilidad, cansancio y frustración al no poder seguir cierto ritmo. Para su mamá, Lucrecia, la falta de conexión física con sus pares fue crucial en esto, ya que necesita compartir experiencias, juegos y copiar conductas propias de la edad. Lucrecia suelta una sentencia que es rotunda: “Se nota el retraso social, madurativo y emocional de los niños, en general. Siento que todos los chicos, adolescentes e incluso adultos TEA están sufriendo en silencio mucho más, sólo que ellos pueden camuflar socialmente muchas cosas”.

César es un niño TEA de 7 años que reside en CABA. Ida Navarro, su mamá, es de las tantas que celebra la vuelta de la presencialidad en las escuelas. Explica que “él no está preparado para la virtualidad, porque en sí ya se pierde en su mundo, se desorienta, imaginate cuando se tuvo que sentar a escuchar a una persona, no fue lo mismo que cara a cara, fue un caos”. En su casa convive con dos personas de riesgo, aún así, Ida considera que a partir de la vuelta a la institución el progreso que observó fue significativo. Apostaron a llevarlo hasta el último día y considera nociva la idea de volver a la virtualidad, ya que no cuenta con las herramientas pedagógicas para sostener su avance.

La pandemia vino a demostrar diversos colapsos a nivel funcional en distintas áreas del país. Sin querer denostar la importancia sanitaria que tuvo el aislamiento, se observa que en los niños con espectro autista las consecuencias son cruciales y hasta en un punto irreversibles. Todas las madres consultadas convergen en que el retroceso fue desmesurado y que su reparación (si es que aún es posible) costará años de involución vincular y cognitiva.

 

La licenciada Sama Sánchez recomienda que si por alguna razón ven que las terapias virtuales se convierten en un obstáculo para el avance del niño hagan lo posible para continuarlas de manera presencial. Por último enfatiza la importancia de que ellos mismos puedan apoyarse en los terapeutas, que conversen con ellos y se saquen los miedos e incertidumbres, ya que también necesitarán ser escuchados. Todo en pos de trabajar en conjunto, padres, terapeutas y docentes para impulsar el desarrollo de los niños con esta condición y que el discurrir de los efectos que deje esta pandemia sean lo más inocuos posibles.