«El nazismo perdió la guerra pero no la batalla ideológica»

«El nazismo perdió la guerra pero no la batalla ideológica»

Virna Molina y Ernesto Ardito presentan «La bruja de Hitler», una película de ficción que cuenta la historia de una familia nazi que huye a la Patagonia.

La película La Bruja de Hitler es una ficción dirigida por los cineastas argentinos Virna Molina y Ernesto Ardito, que se estrena hoy  8 de junio en Cinépolis Recoleta, Cinépolis Avellaneda y Showcase Haedo. El film fue rodado en la Patagonia argentina y cuenta la historia de una familia alemana que se traslada al país para escapar de la condena por adherir al nazismo. Aunque no está basada en hechos reales se vincula con la intolerancia y se desarrolla en un ambiente opresivo y hostil pero con una estética que roza lo fantástico y lo onírico, sin dejar de lado la carga política que la atraviesa de principio a fin.

La película está protagonizado por Lucia Knecht, Victoria Lombardero Có, Ema Eraso Villarino, Ulises D’atri, Eleonora Dafcik, Heinz K. Krattiger, Malena Villarino, Ronaldo Giss e Isadora Ardito, quienes interpretan adolescentes que pasan por la etapa del descubrimiento sexual, del mundo adulto, del amor en un lugar que parece de ensueños, pero donde se revela el odio a lo diferente y a todo lo que se salga de los valores y moral nazi.

La película obtuvo una Mención Especial en la Competencia Oficial Largometrajes Argentinos del 12º Festival Internacional de Cine Político (FICIP), que concluyó el miércoles 31 de mayo.

¿Cuál fue la inspiración para hacer esta película?

VM: Nosotros queríamos hablar del nazismo, una vez más, porque sentíamos de alguna manera que hay algo con respecto a cómo se representó a lo largo de la historia del cine a los nazis, que siempre parece como que en el fondo terminan siendo representados como gente que mereciera cierto respeto. Y la realidad es que las vidas verdaderas de estas personas, sobre todo los que fueron a la Patagonia y después siguieron ocultos ahí y estuvieron por décadas viviendo vidas normales, entre comillas, eran bastante despreciables. Por un lado eso y por otro lado el tema de que desgraciadamente el nazismo perdió la guerra pero no la batalla ideológica. Y parte de ese pensamiento espantoso que llevó a que el exterminio de millones de seres humanos se sigue presente. Perduró, se instaló silenciosamente en la sociedad actual y se reproduce. Se reprodujo durante todo el siglo XX y, actualmente, vuelve a surgir con nuevos movimientos y líderes que proponen las mismas cosas que proponían estos líderes nazis en los años ‘30

 

¿En qué se basaron para la búsqueda de  estos personajes tan particulares?

E.A: Nos basamos mucho en el documental de Carlos Echeverría sobre el único desaparecido en la ciudad de Bariloche, después hizo Pacto de silencio, sobre el paso de Erich Priebke por esa ciudad. A partir de su trabajo documental trabajamos sobre ese cotidiano que contaba Virna. Y nosotros también, al haber estado tanto tiempo yendo allá y conviviendo y viendo materiales, pudimos llegar a un momento de decir: “Bueno, eso lo podemos reflejar en una película”. No queríamos que fuera una película acartonada, distante, o sea, que tuviera ese realismo también en cuanto a la construcción de los personajes más allá de la estética de la película que es como un cuento de hadas.

 

¿Cuál es el mensaje que esperan que llegue a los espectadores?

V.M: Más que un mensaje es poder abrir un debate. Empezar a discutir cosas que parece que no se discuten, hay cuestiones que son absolutamente tabú y a veces el cine sirve para eso. Entonces, desde las sensaciones, los sentimientos, las emociones, las percepciones que una película te deja, podés empezar a reflexionar sobre cuestiones más profundas que están dentro de nuestra cultura, de nuestras formas, de los conceptos que tenemos arraigados como la moral o la ética que debemos sostener. Ese es el punto, que se rompa el silencio sobre la ideología nazi. El hecho de tratar de encapsularla y meterla en un momento histórico y decir que eso quedó ahí es mentira, no quedó ahí.

¿Cómo creen que ha evolucionado el cine documental político en Argentina en los últimos años?

V.M.: Nosotros desde hace 20 años hacemos cine documental político y creo que es el que más toca temáticas que tienen que ver con una cuestión social o política, tanto desaparecidos, como otros temas que han sido tabú durante décadas en nuestra sociedad. En esta película es más difícil romper con las lógicas del relato que la ficción impone. Entonces, nuestra apuesta era tratar de romper un poco ese lenguaje y desde la puesta en escena, desde las actuaciones, desde la estética, jugar con todos esos elementos y a la vez estar contando algo que es atroz y estar contando una película de terror y a la vez una película bella, lo cual inevitablemente cuando estás en la butaca genera una perturbación porque lo que estás viendo parece bello pero a la vez es horroroso.

 

¿Qué aspecto destacarían de la producción?

E.A.: Fue una tarea muy colectiva. Primero, en todo el equipo técnico que trabajó la estética de la película y que pudo acompañar y proponer ideas nuevas de nuestra idea original, es decir, tanto en el vestuario, en la escenografía, en el maquillaje, todo se armó como algo que nos permitiera viajar a ese universo, ingresar a lo que le iba pasando, no solamente la verosimilitud. Y después, el elenco es increíble, de hecho la mayoría de los adolescentes no había trabajado nunca en una película de ficción, era su primera vez, ni hablar de Emma, la más chiquita, que la rompió.

 

¿Cómo fue este proceso de producción teniendo en cuenta que se hizo en la pandemia?

VM: Dificilísimo. Fue como haer dos películas a la vez por exigencia de producción. En principio, nos aislamos en esa casa. La primera película se iba a filmar en el 2020, se suspendió por la pandemia, tuvimos un año que estaban prohibidos los rodajes, así que no salimos a rodar y recién lo hicimos al año siguiente. Se iba a filmar en abril del 2020 y se filmó en abril del 2021. Eso ya condicionó porque mucha gente salía por primera vez del aislamiento de su casa praa filmar la película, lo cual fue psicológicamente muy fuerte. La película era fuerte en sí, las escenas que se desarrollaban también. Por otro lado, estábamos en un lugar muy paradisíaco, en una tremenda casa. La mitad del equipo estaba en una posada que quedaba a unos kilómetros de ahí, la casa era inmensa, tenía varias partes y varios edificios. No fue fácil, pero fue interesantísimo y fue un trabajo colectivo. Pero fue arduo porque había que hacer todo como muy ajustado para que nada salga mal, porque nadie se podía enfermar, porque no se podía romper el aislamiento, que entrara alguien que estuviera enfermo, entonces todos había que hacer los tests y los controles. Fue como una locura, ahora pensado a la distancia,

 

¿Cómo llevan adelante el proceso creativo y la codirección de la película?

 

EA: En principio nosotros generamos el escenario físico, y a la vez generamos después el escenario con los actores incorporados. A partir de ahí, nosotros empezamos a trabajar en la acción y después dentro de la misma acción había cosas que iban surgiendo. No es que filmamos un guion, es un juego de lo que íbamos percibiendo también artísticamente. Y, otra cosa, nosotros siempre trabajamos el realismo de los materiales que hay. Se conocía bien que todos los objetos que habían eran reales, no es que se construyeron réplicas o el vestuario. Hubo un trabajo de preproducción muy grande también buscando todo eso. La codirección se fue dando naturalmente, en este caso no hacíamos cámara ninguno de los dos, así que trabajábamos en conjunto, siempre.

 

¿Cuál ha sido el mayor desafío al momento de dirigir y producir películas político- sociales en Argentina?

VM: Creo que es la primera película donde nosotros hicimos una apuesta estética muy fuerte, en cuanto a justamente esta puesta en escena, porque en nuestra ficción anterior,  que era Sinfonía para Ana, jugamos más en cuanto a la improvisación, pero acá, como eran personajes con los que nosotros no teníamos empatía, nos costó lograr eso tan fuerte. Esa tensión que te transmiten los personajes, nosotros también la vivíamos en el rodaje en común. Yo creo que lo más difícil es reconstruir la época de una manera alucinante, de una manera poética, sobre todo porque tampoco el cine nacional cuenta con grandes presupuestos.

 

¿Cuál sería el consejo que le darían a los cineastas emergentes que quieran hacer películas sobre temas políticos, sociales, ya sea desde la ficción o desde lo documental?

VM: El cine no puede ser ajeno a la realidad de un país. Entonces, de alguna manera, el cine es posible a las realidades que habitamos. A mí me parece que a veces es un poco obsceno hacer películas de presupuestos demenciales, para una realidad donde la gente no tiene para comer. Así como el neorrealismo italiano tuvo su época, aparecen nuevos lenguajes. Yo creo que hoy tenemos todavía la suerte de tener un Instituto de Cine y una comunidad cinematográfica que lo defiende y que lo sostiene y que eso principalmente se sostiene con películas. Entonces, en cada película que cada uno de nosotros hacemos hay que dar lo máximo porque esa es nuestra bandera de lucha más fuerte, las películas en ese sentido.

 

¿Qué expectativas tienen respecto de la repercusión?

EA: Es un espectáculo cinematográfico para ver en salas, particularmente hay algo que le está haciendo mucho mal al cine y son las plataformas, en el sentido del desplazamiento del espectador a la sala. Me parece como que no reemplaza a la otra, pero no podemos perder el espectáculo de sala. Hace poco fuimos a ver la película de Damián  Szifron y verla en sala es otra cosa. Es otra experiencia. Y es como si viéramos, el teatro por televisión. Hay algo que habilita el silencio de la sala, la concentración, la imagen, el sonido, que hace que el cine se termine de completar y que la película funcione. Esta película está pensada como espectáculo cinematográfico. A pesar de tener todo su contenido político y demás, tiene una cosa también muy de espectáculo cinematográfico, por eso invitamos a los espectadores a que vayan a la sala de cine.

 

 

 

 

No fue un juego

No fue un juego

La relación entre un deporte tan popular y masivo como el fútbol con el nazismo es motivo de una muestra que se exhibe en el Museo River hasta el 15 de mayo. No fue un juego exhibe once historias sobre jugadores, equipos, entrenadores y prensa deportiva que desarrollaron durante los años del Holocausto..

El ideólogo de No fue un juego es el periodista deportivo Leonardo Albajari, que desde chico se interesó por la temática y junto a un equipo de investigación  recopiló las diferentes historias. “Estuve el año pasado en el Museo del Holocausto y ahí escribí una historia para su página sobre el Ajax como club judío, apuntaba a un público más amplio que solo la comunidad judía, y como resultó muy bien, a partir de allí surge la muestra”, relató Albajari.

Para llevar a cabo la exhibición, buscó historias que además de ser atractivas para el público, tuvieran fotografías de alto impacto. Uno de los casos que presenta la muestra es el de Julius Hirsch, un futbolista judío que jugaba en la Selección alemana y combatió durante la Primera Guerra Mundial, pero, con el ascenso de Adolf Hitler al poder, se lo descartó como a todos los judíos y terminó asesinado en Auschwitz, a pesar del amor por su país. En la actualidad y desde el 2005, la Federación Alemana de Futbol entrega el premio “Julius Hirsch”, galardón que premia el compromiso en la lucha por la tolerancia y combate la xenofobia y el antisemitismo.

La muestra cuenta con el apoyo del Museo del Holocausto, de River Plate, de las embajadas de Alemania, Austria, Polonia e Israel, del Club Macabi, de la librería Entretiempos y de la Cámara Argentina-Alemana de Industria y Comercio.

El Museo del Holocausto apoyó la iniciativa desde el comienzo y aportó el estudio histórico que da contexto a la exposición. Cecilia Bullor, coordinadora de actividades educativas y de visitas guiadas del Museo, aseguró: “La masividad que tiene el fútbol da lugar a transmitir a una mayor cantidad de personas estas temáticas”. Para Bullor, muestras como estas son importantes porque colaboran para mantener presente la memoria. “Hay que poner en primer plano estos temas, porque desconocer la historia hace que podamos cometer el mismo error”, destacó.

No fue un juego también contó con el apoyo inmediato de River. El club aloja la muestra en su museo y colaboró con la discusión de cómo debería plantearse. Rodrigo Daskal, sociólogo  e investigador del Centro de Estudios del Deporte de la Escuela de Política y Gobierno de la UNSAM es el presidente del Museo River, que funciona al lado del Monumental. “También ayudamos con material fotográfico e información en el caso de Emérico Hirschl. Es un verdadero ídolo en la historia del club y me parece importante que se sepa quién fue, recién ahora se conoce su faceta humanitaria en ese momento”, explica.

El caso de Hirschl es uno de los más cercanos a nuestro país; era húngaro y fue el primer entrenador extranjero del fútbol argentino, logró ganar seis títulos en River, además de ser técnico en varios clubes más. Su carrera también fue exitosa en Uruguay, donde hizo historia en Peñarol, pero poco se sabía sobre la ayuda que brindó a los judíos que huían a Buenos Aires a bajar de los barcos, pese a las prohibiciones de las autoridades del momento.

Una de las personas que bajó de esos barcos gracias a su labor humanitaria fue luego su esposa, Heddy Steimber, con quien tuvo dos hijos. Una de sus hijas estuvo el día que se inauguró la muestra. Esta es una de las historias de la exhibición, que también consta de trece cuadros de Omar Panocetti, seis pelotas intervenidas por diferentes artistas y dos réplicas de camisetas del Club Macabi Varsovia de 1938, cedidas por su homónimo de Buenos Aires. Albajari resaltó: “Hoy ese club no tiene estadio ni sede porque nunca más se pudo reconstruir después de toda la destrucción, pero aún persiste”.

En la muestra también se presentan historias de clubes muy conocidos y populares como el Bayern Munich, el Borussia Dortmund y el Ajax de Holanda, instituciones perseguidas por el régimen nazi. Mientras que, por otro lado, se destaca al Schalke 04 como el equipo favorito del III Reich. Para dar cuenta de eso se recuerda que entre 1935 y 1939 no perdió ni un solo partido y que seis de sus siete títulos los ganó durante el gobierno de Hitler.

Daskal expresó: “La muestra tiene mucho impacto, es central que sea visitada por el público futbolero. No hace falta ser de River para venir”.En la misma sintonía, Bullor afirmó: ““Tienen que visitarla. Es una forma de que las nuevas generaciones se interesen. Lo peor que puede haber para el antisemitismo y la discriminación es el desconocimiento”.

No fue un juego es una propuesta interesante para mantener viva la memoria y puede ser visitada en el Museo River de 10 a 19, todos los días menos aquellos que hay partido en el Monumental. La entrada cuesta 200 pesos y 150 pesos para socios del club y jubilados. Albajari dijo que la idea es ir a todos los clubes e instituciones posibles. San Lorenzo y Racing ya mostraron interés. “Nuestro objetivo final -manifestó- consiste en introducir el tema del racismo en el deporte, la discriminación que está tan presente”.