Correr sin mirar

Correr sin mirar

Son conocidos como “la marea roja” por el color de su indumentaria. Entrenan en el Club Unión, ex Seden, ubicado en el Partido de Merlo. Cuatro días por semana, los deportistas comienzan los entrenamientos puntualmente a los ocho de la mañana y ANCCOM los acompañó en una de las prácticas.

“El trabajo con los chicos ciegos me ha motivado mucho. Actualmente, tenemos ocho en el equipo, cuatro ya están trabajando a nivel. Esto ya me gratifica, los otros cuatro están en trabajo de adaptación. Para mí, es algo inusual nuclearlos a todos en el mismo equipo. Pero nosotros tenemos la posibilidad de hacerlo”, relata -antes de comenzar el entrenamiento- Walter Javier Píccolo, atleta de triatlón y conductor del grupo.

Corredores ciegos y entrenadores del Triforrest posan para la cámara posicionados como si fueran un equipo de fútbol y con sus características remeras rojas.

El equipo de la «marea roja» nuclea a cuatro corredores en nivel y cuatro en adaptación.

Con sus 55 años, Piccolo va al frente del grupo de corredores y parten raudos por la calle Libertad y luego por Maipú. Transcurrida una hora y cuarenta minutos, los atletas regresan tras haber dejado atrás 14 kilómetros de recorrido. Al volver se van directo al gimnasio del club. Durante unos veinte minutos, Walter realiza un balance del entrenamiento. Los corredores, tirados sobre colchonetas, lo escuchan atentamente los problemas a superar mientras realizan trabajos de elongación. “Somos un grupo selecto dentro de la zona, porque a donde nosotros vamos, siempre andamos bien”, arenga Piccolo.

El primer corredor ciego del TriForrest es Ernesto José Vera, de 57 años, profesor de Folklore, que enseña actualmente en el “Taller de ciegos, Ricardo Vázquez”. Hace tres años y ocho meses que corre junto a Piccolo, su lazarillo. Son amigos desde la infancia y esa unión potencia el trabajo de cada día, Ernesto cuenta cómo es el triatlón: “Nos tocan mil quinientos metros de natación; así se empieza. Salís del agua y tenés cuarenta kilómetros en la bici, en tándem con Walter, por supuesto. Después, a bajarse de la bici, sacarse ese casco y recorrer los últimos diez kilómetros de pedestrismo”.

Un cansado Ernesto Vera corre con la remera del Triforrest. En su mano sostiene una correa que lo une a Walter, su lazarillo.

Ernesto Vera, primer corredor de Triforrest.

A la par de Ernesto, se entrena Fernando Yraola, de 48 años, quien participó en varias carreras. “La primera carrera que participé fue el 24 de marzo, en La Carrera por la Memoria, el 2016 en Castelar. Desde allí, no paré. Siempre subo a los podios”, se ufana y agrega: “Gané la de Rosario que era para ciegos y disminuidos visuales, de 15 kilómetros, en la categoría B1, que es para ciegos totales. Eran más de ochenta corredores y vinieron de todas partes del país”.

De los ocho corredores ciegos que cuenta el grupo, la única mujer es Verónica Ruth Etchegoyen. “Hace tres años llegué al Taller sin saber utilizar el bastón, tuve mucha contención, el grupo me estimuló mucho para utilizarlo. Además aprendí Braille, orientación y movilidad para poder manejarme por la calle”, señala. “Estuve en varias carreras, en Rosario, en los 15 kilómetros, salí primera en la categoría B2, que es para disminuidos visuales”, dice.

Ernesto Vera y Walter Píccolo sostienen los premios conseguidos en el Triatlon Baradero.

Ernesto Vera y Walter Píccolo sostienen los premios conseguidos en el Triatlon Baradero.

Los atletas ciegos del TriForrest participan del Taller de Ciegos Ricardo Vázquez, fundado en 2012, actualmente con sede en Merlo. Anahí García, profesora especial y maestra de grado, es la fundadora y coordinadora del Taller y la principal promotora de la existencia del grupo de corredores ciegos. “Lo único que tuve es la mirada de quién podía hacer éste deporte. Vi que Ernesto tenía potencial, y él me decía: ¡Qué groso es tu marido! (por Walter Píccolo)- cómo hace esas actividades, corre, nada, pedalea. Le dije: ‘Vos podés llegar hacer lo mismo. Hablé con Walter, se preparó y comenzaron a entrenar”.

 El presidente del Taller, en tanto, Ernesto Hugo Echevarría, comenta: “La cantidad de asistentes al taller es cercana a las cincuenta personas y las puertas están abiertas a toda aquella persona ciega y disminuida visual que necesite ayuda, aquí tenemos muy buenos profesores y desarrollan diferentes actividades”. Como las que realiza Claudio Adrián Arjona, que no forma parte del Triforrest pero participa con ejercicios de movilidad. Su mamá, Susana Reyes, explica: “Claudio quedó ciego a los 31 años. Él era un chico sano, manejaba auto, me sacaba a pasear, íbamos a todos lados. Venimos al Taller hace dos meses, le ayuda a tener más movilidad y a hacer deportes. Cuando no puede venir al Taller está desesperado”.

 

Vamos vamos, Las Ramonas…

Vamos vamos, Las Ramonas…

Suenan los cascabeles de la pelota, se escucha el grito de “voy” y la indicación de “listo”. Las risas de este grupo de mujeres se oyen con mucha fuerza.  Se llaman  Las Ramonas y conforman uno de los cuatro equipos femeninos de fútbol ciego del país. Cada sábado, a las 10 de la mañana, entrenan en el club Banco Nación de Vicente López. Llegan al club cargadas de una energía y un entusiasmo admirables. “Jugar al fútbol para mí es sentirme libre, es lo que más me gusta, en la cancha corremos de acá para allá todo el tiempo y eso es algo que en lo cotidiano no podemos hacer  y nos hace sentir espectacular”,  expresa Mirna Gamarra, una de las jugadoras del equipo.

El entrenamiento comienza con ejercicios físicos, instrucciones de la entrenadora y ronda de mate. El compañerismo y la alegría son los atributos que destacan al equipo. Evelina Cabrera es la entrenadora de Las Ramonas y presidenta de la Asociación Femenina de Fútbol Argentino. La idea de formar el equipo surgió hace poco más de un año, cuando Mirna y Evelina se conocieron en un evento. “Siempre dirigí fútbol convencional hasta que una vez se acercó Mirna a decirme que quería entrenar, me decía que no existían equipos en Buenos Aires, y ahí empezamos” cuenta Cabrera. Si bien entrenan en Banco Nación, representan, cuando hay partidos, a una institución de Cañuelas.

El compañerismo y la alegría son los atributos que destacan al equipo.

El equipo se completa con una guía y una arquera, ambas personas con visión, que junto con la entrenadora son quienes orientan en la cancha a las jugadoras. “Estoy sorprendida y cada vez más admirada del manejo de las jugadoras, aprendo todo el tiempo de ellas”, destaca la arquera Carla Calvo. Y agrega: “Ser arquera de Las Ramonas es para mí muy enriquecedor en todo sentido, las chicas están siempre con buena onda, bien predispuestas, con ganas de seguir aprendiendo.”

Laura Lemura es otra de las jugadoras que integran el equipo. Se acercó por primera vez a un entrenamiento de Las Ramonas para acompañar a una amiga y decidió no irse más. “Hacía mucho tiempo que no hacía nada de deporte, cuando estaba en el colegio y todavía veía hice otros deportes, fútbol nunca había probado, pero cuando perdí la vista, en la adolescencia, ya no pude hacer ninguno” explica Laura. Y destaca que “el fútbol nos permite ir ganado confianza, a veces hay miedo de chocarte con la valla, con otra persona,  no solo por lastimarse una misma sino también por poder lastimar a las demás, en el fútbol para ciegos es inexorable tener contacto físico con la otra persona.”

«El fútbol nos permite ir ganado confianza».

Las jugadoras destacan la importancia de seguir las indicaciones de las guías durante los partidos y de comunicarse claramente entre ellas. “Antes de empezar el partido el árbitro divide la cancha en tres partes, cada tercio tiene un guía: el llamador guía al delantero que está en el arco rival; la técnica,  al mediocampo y la arquera a la defensa”, explica Mirna. “Cuando llevamos la pelota en conducción lo que nos guía es el ruido de la pelota. Cuando no tenemos la pelota en los pies tenemos que decir la palabra voy”, detalla Laura. “A mí me motiva el trabajo en equipo -agrega-, hacer deporte es también crear un grupo de pertenencia, con las chicas estrechamos lazos y eso se traslada también al trabajo en la cancha”.

En el país existen solo cuatro equipos de fútbol femenino para personas ciegas. El primero en Córdoba, el segundo en Salta y dos en Buenos Aires. El año anterior se realizaron dos competencias triangulares y  Las Ramonas tuvieron la oportunidad de viajar a tierras cordobesas y salteñas. “Fueron experiencias hermosas, fantásticas e inolvidables, pasé de nunca haber jugado al fútbol a participar de un torneo, viajar, tener un equipo, compañeras y todo lo que eso te da es fabuloso” dice Gamarra.

Las jugadoras destacan la importancia de seguir las indicaciones de las guías durante los partidos y de comunicarse claramente entre ellas.

Tamara es la incorporación más reciente del equipo, empezó a entrenar hace pocas semanas. “Vine porque de la facultad en la que estudio nos mandaron a cubrir deportes, yo soy fanática del fútbol pero nunca lo había jugado, terminé probando y estoy muy contenta de haberme quedado”,  cuenta entusiasmada.

Las Ramonas esperan que la actividad pueda seguir creciendo, apuestan a sumar nuevas jugadoras y a que surjan más equipos.  “La idea es que con el boca en boca se vayan sumando más chicas, más equipos de distintas partes, que de a poco se vaya difundiendo la modalidad así como en un principio se difundió el fútbol femenino”, resalta la arquera Calvo.

Rodrigo Graña es el actual presidente del Club Banco Nación y destaca la importancia de la participación de Las Ramonas en el predio. “Como club consideramos que es muy importante ejercer un rol social, que todas las personas puedan sentirse incluidas en un proyecto como el que encabeza Evelina es genial”.

Las Ramonas demuestran en cada entrenamiento la libertad y el disfrute con el que viven el fútbol.

La directora técnica apuesta con dedicación y entusiasmo al proyecto y resalta: “Para mí dirigir a las chicas es prácticamente igual que dirigir en el fútbol convencional, solo tengo que tener otros cuidados y ser más atenta y específica en lo que digo. Aprendemos mutuamente y me pone muy contenta ser parte del equipo.”

Las Ramonas demuestran en cada entrenamiento la libertad y el disfrute con el que viven el fútbol. “El equipo que hemos podido formar es genial porque compartimos mucho y nos sentimos parte de un mismo proyecto. Más allá de que después tenemos que probarnos en una cancha, la experiencia que vamos viviendo mientras hacemos el camino es espectacular. Creo que a todas nos hace bien porque nos hace sentir felices” concluye Mirna.

 

Actualizado 13/09/2017

Un audiovisual para ciegos

Un audiovisual para ciegos

Murciélagos es el nombre del documental producido por La Última Escena, acerca del homónimo equipo argentino de fútbol, que explora desde una nueva perspectiva audiovisual la vida personal de cada uno de los integrantes de la selección masculina de fútbol para ciegos de Argentina. Ganador del premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine de Mar del Plata y Premio INCAA TV al Mejor Cortometraje, se prepara para ser proyectado en Francia y continúa su difusión nacional.

“Estamos haciendo una película para ciegos”. Así describe el proyecto Joaquín Mallea Gil, encargado del diseño sonoro, el mayor desafío al realizar Murciélagos. Dirigida por Felipe Ramírez Vilches, y con un equipo compuesto por Manuel Montero como asistente de dirección, Francisco Corteggiano y Valeria Pampin en producción, Paulina Gramon Vidal en dirección de fotografía, Brenda Baumkoler en cámaras, y montaje de Mariano Acosta; Murciélagos no está centrado en una forma documentalista y periodística, sino en un relato desde adentro, para los de adentro.

En una charla exclusiva con ANCCOM, Francisco, Paulina, Brenda y Joaquín explicaron lo que significó realizar un documental sobre el equipo argentino de fútbol para ciegos que acaba de ganar la Copa Madrid, derrotando en la final a España por 5 a 0. “Queríamos que sea algo para ellos —explica Paulina—. Nos contaron que una vez habían hecho una publicidad, y cuando los invitaron a la proyección, era todo visual. Para ellos era lo mismo que nada”.

Entrenamiento de los Murciélagos y de los juveniles en el CENARD.

Desde el inicio del proyecto, la productora tuvo en claro el objetivo: hacer un documental cuyo sustento fuese el sonido, dejando la imagen en un segundo plano para que los propios protagonistas, los Murciélagos, pudiesen disfrutar de la producción cinematográfica como cualquier otra persona. Planteado como un documental inclusivo, el foco ya no era contar y difundir, sino, por sobre todo, lograr que los propios protagonistas se sintieran parte y pudiesen disfrutar del proyecto audiovisual.

Había ya disponibles un sinfín de entrevistas, notas y producciones sobre los Murciélagos, pero ninguna enfocada en ellos, ni producida para ellos. Así centraron su trabajo, en un comienzo, específicamente en la composición del sonido. “El comienzo fue lo más complicado —asegura Brenda, y todos asienten—. Trabajar solo en el sonido”. Articularon lo que fue el guión y la idea, para comenzar a trabajar en las imágenes en un segundo plano; buscando que la estética se articulara con el sonido. Como agrega Paulina: “Armamos el esqueleto en sonido y en base a eso empezamos a ver qué imágenes podían combinar con ese sonido”.

Murciélagos comenzó como un proyecto para la Facultad de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA, específicamente para la materia Diseño Audiovisual II. Era impensable el éxito que tendrían más tarde y el nivel de difusión que alcanzaría su producción. “Nuestro profesor nos ayudó muchísimo —aclara Paulina—. La cátedra es más clásica, no estaban del todo convencidos de lo que queríamos hacer”.

Mostrar a los Murciélagos como individualidades, como personas más allá del equipo, implicó rondas de mates, meriendas, charlas y visitas por montones, dejando de lado el usual intercambio pregunta-respuesta de una entrevista tradicional. Al comienzo, hubo simpatías divididas entre los miembros del equipo, algunos estaban contentos, otros tantos miraban el proyecto con desconfianza. Sin embargo, con el correr de los días, “se empezaron a dar cuenta de que lo nuestro era otra cosa, no era una nota periodística y nada más”.

Hablar de fútbol para ciegos, explica Joaquín, es fácil hasta que uno se acerca y explora de lleno el tema. “Es como aprender un deporte nuevo, hay mil cosas que uno no sabe”. Enumera las formas de jugar, el sonido de la pelota, las tácticas, entre mil detalles que, vistos desde afuera, no son percibidos. “Verlos jugar es hipnotizante”, aclara Paulina.

Brenda Baumkoler, Paulina Gramon Vidal, Francisco Corteggiano,y Joaquín Mallea Gil.

El financiamiento del corto fue enteramente propio, aunque no gastaron grandes sumas ya que se apoyaron mucho en los propios equipos y los elementos que ya tenían para poder realizarlo. Tras la presentación en la cátedra, el equipo de producción comenzó a enviar el documental a diversos festivales y proyecciones del país. “Lo mandamos al Festival de Cine de Mar del Plata el último día —recuerda Francisco—. Le hicimos los subtítulos rápido, quedaron súper mal”. Sin embargo, los subtítulos no fueron un impedimento para que el corto quedase nominado y más tarde ganase el premio al Mejor Cortometraje Argentino en el Festival Internacional de Mar del Plata y el Premio INCAA TV al Mejor Cortometraje en el Festival Internacional de Mar del Plata.

No obstante, como relata Paulina, el mayor premio fue ver las caras de los Murciélagos cuando les mostraron el proyecto. Presentarlo frente al equipo fue la mayor presión, más que frente a la cátedra o cualquier otro premio; eran los protagonistas quienes los juzgarían, y se ponía en juego la totalidad del objetivo del documental: hacerlos parte de él. Como relatan los productores, el capitán del equipo se emocionó y tuvo que dejar la palabra a otro compañero; fueron innumerables las felicitaciones que recibieron. “Ahí fue cuando terminamos el trabajo realmente, fue el mayor orgullo”.

Murciélagos recibió una mención de honor en el 17° Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, entregado por un director de cine sordo, lo que deja claro que no es sólo un documental más, sino que es un documental inclusivo: ya sea a través del sonido, o sólo de las imágenes, Murciélagos logró captar la esencia de los individuos que forman parte del equipo de fútbol y transmitieron en pantalla algo más que una anécdota interesante.

Próximamente, el documental será expuesto en Buenos Aires, el 19 y 20 de agosto en la bienal de la Facultad de Diseño y Urbanismos. En octubre viajará a la Casa Argentina en París, donde se proyectará como parte de una muestra. Además, tienen proyecciones pautadas para octubre en la Alianza Francesa de Buenos Aires, así como múltiples proyecciones en diversos espacios. Sin duda, un documental que logró traspasar la pantalla de la mejor manera.

Actualizada 04/07/2017

 

Se inaugura la baticancha

Se inaugura la baticancha

– ¡Acá, Coqui, acá !

-Voy

-¡Dale! ¡Ya estás para tirar al arco!

-¡Voy!

-¡Marcalo más a la derecha, Ángel!

-Voy.

El diálogo ocurre en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) de la Ciudad de Buenos Aires. Los protagonistas son dos futbolistas, integrantes de Los Murciélagos, la Selección Argentina de fútbol para ciegos, el plantel que sumó a sus logros la medalla de bronce de los Juegos Paralímpicos Río de Janeiro 2016 y que, el 1º de diciembre, inaugura cancha de entrenamiento propia luego de veinte años de tener que utilizar la del equipo de patinaje.

Además de nueva cancha, el cuerpo técnico se muestra contento porque considera que tiene un buen plantel a largo plazo, junto a los juveniles y a los Murcielaguitos, la categoría más chica de la disciplina. Dicen que cada medalla, además de condensar el éxito deportivo -como ya había sucedido en Atenas 2004 y en Pekín 2008- , significa más apoyo para el deporte y un salario los jugadores, después de que cumplan los cuarenta años.

-¿Hacemos unos pases?

-Dale, acá estoy- dice Vicente Zuccala, integrante del seleccionado, y patea la pelota. Ahí comienza un ida y vuelta de paredes. «Vicente, hagamos cruce». «Dale, acá». Lo divisa por su tono y la distancia: «La voz es la visión nuestra, así que si no hay comunicación en el equipo no hay nada. Funciona en cualquier ámbito. Sea como sea, un gesto, una mirada. En nuestro juego es fundamental hablar», explica Froilán Coqui Padilla, jugador de Los Murciélagos desde el 2009, quien ingresó en el equipo a los treinta años luego de llegar a Buenos Aires a los veinticinco, para hacerse un certificado de discapacidad. En el monte, en Santiago del Estero donde vivía con sus padres y siete hermanos, no estaba la posibilidad de certificarse ni de tratarse. Además, su familia no tenía recursos para realizarle estudios de pequeño. Por eso su prima lo llevó a Tucumán a los once años, para tratarse. Si bien la vida que llevaba era más tranquila e imaginaba imposible manejarse en la ciudad, lo motivaba pensar que podía conseguir cosas que en su lugar natal eran inviables: «No sabía que existían los bastones o el deporte para los ciegos, ni las computadoras o teléfonos, no tenía idea. Cuando llegué viví con mi tía, en una habitación pequeña, con mi hermano. Pero resulté mucha responsabilidad para ella, entonces viví con amigos o solo y hasta en una Iglesia». Un día Froilán se animó a viajar sin ayuda en colectivo: “A partir de ahí no paré de moverme, de averiguar cosas”, recuerda y menciona el Instituto Román Rossel de San Isidro, del que había escuchado que ayudaba a los ciegos. “Ahí empecé a jugar al fútbol con reglas para ciegos».

jugador de los muerciélagos

Las reglas en el fútbol ciego son como las del futsal convencional (fútbol sala) con algún tipo de especificidades. El arquero, por ejemplo, debe ser vidente por reglamento, y puede guiar solo a su defensa. Si da una orden a un mediocampista o a un atacante es penado con falta, además no pueden salir de su área, delimitada con un cuadrado. La zona de ataque le pertenece a un guía (cada equipo tiene el suyo), y el mediocampo al entrenador. Todos los jugadores de campo deben utilizar antifaz para estar en igualdad de condiciones, porque quizás alguno podría llegar a percibir luz según su grado de ceguera y eso lo pondría en ventaja. En el juego, también se debe anticipar el movimiento de marca a una distancia prevista. Es decir, quien posee el balón es identificado con el ruido del cascabel que tiene la pelota, pero quien va a marcarlo debe decir reiteradas veces «voy».

Vicente Zuccala, jugador desde hace cuatro años en la Selección e integrante de River Plate, cuenta que le costó adaptarse al juego profesional porque aunque es ciego de nacimiento se había acostumbrado a jugar al fútbol con amigos y familiares con la pelota de fútbol convencional: «Al principio era tímido, pensaba ¿cómo voy a decir ‘voy’ todo el tiempo y gritando? Qué ridiculez, voy a quedar como un payaso», confesó entre risas. Lo mismo le sucedía a Matías Olivera, jugador de Los Murciélagos en categoría Juveniles. Le resultaba extraño acostumbrarse al tamaño de la pelota. La del fútbol convencional es más grande y tiene más pique, en cambio la del juego profesional es más chica y está más tiempo al ras del piso para que la fricción genere el sonido del cascabel. Antes del uso de este balón, lo que se hacía en Argentina era atar a la pelota una pandereta de chapitas aplastadas para que hiciera ruido, pero era peligroso el contacto del cuerpo con la pelota, en especial para el arquero. En otros países, como en Brasil, se utilizaba envolverla con plástico o también se le ponían latas u objetos que hicieran ruido. A partir del desarrollo profesional del fútbol y el establecimiento de las reglas, se comenzó a utilizar la pelota actual con cápsulas con el cascabel dentro, entre el cuero y la cámara.

 

Los orígenes

Leonardo Almada, asistente técnico de Los Murciélagos desde este año, cuenta sobre el inicio del fútbol ciego: «En Argentina empezó principalmente a partir del Instituto Román Rossel de San Isidro, con el trabajo de Enrique Nardone. En la institución jugábamos siempre al fútbol, yo estaba allí porque soy disminuido visual, conozco a muchos de los chicos desde esa época, no había diferentes categorías en ese entonces». A partir de que se fue sumando gente y empezó el contacto con otras instituciones de las provincias, se comenzó a pensar en formar una Selección Nacional. Se empezaron a armar torneos con equipos de afuera, como Brasil y España. En 1991 se conformó la Selección  Argentina, y en 1995 se redactó el reglamento internacional del fútbol ciego, que tuvo muchos aportes del Comité Técnico de Fútbol para Ciegos conformado un año antes por el argentino Enrique Nardone, el técnico brasileño Ramón Souza, y el español Carlos Campos. La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IBSA) aprobaron oficialmente el reglamento en 1996. «Argentina estuvo desde la formación de este juego a nivel profesional, y eso se percibe en el desarrollo actual», dice Almada. También menciona que se había creado una Selección de Disminuidos Visuales en aquel momento y él era jugador. Luego esa categoría no existió más: «Se puso más expectativa en el fútbol ciego porque el nuestro era igual que el convencional. Las reglas del fútbol ciego proponían novedad y eso le dio impulso».

El sueño del deporte como futuro

El entrenamiento sigue y desde mitad de cancha Ángel Deldo recibe el pase, y corre a gran velocidad. Mantiene la posesión de la pelota y dibuja una «S» a lo largo del trayecto que le permite sortear a la defensa y tirar al arco con determinación. Este movimiento, además de otros como el lineal, o la «U» se aprenden de memoria como un código de juego. Dario Lencina, arquero titular de la Selección desde 2001, explica que el tipo de juego se estudia, y hasta se ven videos de otros equipos y del propio. Los jugadores los escuchan e identifican las voces de sus rivales. Además, considera que trabajar la confianza entre compañeros es lo principal: «Compartir concentraciones, y también tiempo fuera de la cancha hace crecer la química del equipo. Jugamos juntos al truco, yo aprendí braille, esas cosas nos hacen ponernos mutuamente en el lugar del otro». Los técnicos también organizan juegos que ayudan a la integración. Hacen que uno pase por arriba de los demás, o que se dejen caer y que otro los agarre de atrás. «Uno tiene desconfianza de caerse, pero después cuando el otro te agarra, esa confianza también se traslada a la cancha y a la vida», dice Coqui Padilla. Vicente Zuccala también destaca la unión del grupo. Considera que al ser fútbol de competencia quizás podrían darse situaciones de rivalidad porque están compitiendo entre ellos por un puesto, pero que no sucede, sino que todos quieren que al equipo le vaya bien: «Sabemos que los que van en una lista a un campeonato son gran parte, y los que no van también, porque ayudaron a que entrenes». Reconoce que hay roces, como en todos los grupos, pero no es lo que prevalece: «El grupo fue unido en momentos muy duros». Para Zuccala por más que haya apoyo de diferentes entes (principalmente del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, ENARD) no es lo mismo que el fútbol convencional. Un ejemplo de esto es el caso de Padilla, quien todavía no posee casa propia, vive con su mujer y su hija en una piecita: «Por suerte se aprobó que los medallistas tengan una jubilación, así voy a poder seguir manteniendo a mi familia. Antes ni eso había. Incluso en los comienzos, este fútbol no era pago. Hay estructuras que podrían mejorar, el deportista se tendría que dedicar solo a jugar, y estoy seguro que el bueno lo sería mucho más. La medalla abre puertas, ojalá algún día se abran las de la casa propia». La historia de Padilla lo hace un referente para muchos. Zuccala también destaca como modelo a Silvio Velo, lo asombra su capacidad para las jugadas complejas, los amagues que le hace a los videntes. Los jugadores también valoran mucho a los arqueros, para ellos tienen un rol fundamental.

Germán Muleck es el otro arquero de la Selección, además de Darío Lencina. En los últimos Juegos Paralímpicos tuvo un papel especial, porque atajó los últimos tres penales que dieron ganador del bronce al equipo, ya que el tiempo regular del partido había terminado sin anotaciones. Muleck, en diálogo con ANCCOM, hizo un balance de lo que dejó el 2016 para los Murciélagos: «Fuimos a buscar otra medalla y no se nos dio. Pero es un oro por lo que representa para la disciplina como apoyo en términos económicos, de difusión y de prestigio. Nos había pasado en los Juegos Paralímpicos de Londres, cuando vinimos sin medalla, que tuvimos que volver a pelear el día a día».

Hayan tenido o no ayuda, el equipo siempre entrenó duro para avanzar. Empezaron a recibir sostén económico hace ocho años. Respecto a eso, Muleck recordó que Silvio Velo, uno de los goleadores, está hace veinte años en el equipo y cuando esa Selección salió campeona por primera vez no tenían apoyo económico. El arquero aseguró: «Yo creo que esta Selección se caracteriza por el honor de llevar la camiseta, por las ganas, y el orgullo».

Los Murciélagos se caracterizan por su esfuerzo. Este jueves finalmente inaugurarán su nueva cancha, con la ilusión de que eso les traiga mejoras en sus prácticas. “Es de pasto sintético, que es el material correcto para este deporte. La de patinaje, por el material, es más peligrosa para las caídas. Se había planeado inaugurarla antes de los juegos, para poder practicar, pero se atrasó un poco más”, explica satisfecho por la noticia, Almada, el asistente técnico de Los Murciélagos.

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Actualizado 29/11/2016