Los crímenes de la dictadura y Mercedes Benz

Los crímenes de la dictadura y Mercedes Benz

Este miércoles la Justicia Federal en Comodoro Py recibió a un exintegrante del Tribunal que condenó a las Juntas Militares. Pero ahora representa a un civil acusado de complicidad con el terrorismo de Estado. Una causa que indaga la responsabilidad empresarial en los crímenes de la dictadura.

La periodista alemana Gaby Weber fue la gran impulsora de la investigación y de las denuncias sobre la colaboración de Mercedes Benz con la dictadura miliar argentina.

En la mañana del miércoles la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, en Comodoro Py, convocó a Juan Ronaldo Tasselkraut, exgerente de producción de Mercedes Benz, imputado por la causa que investiga su rol durante la última dictadura cívico militar. También estuvieron presentes la parte querellante y la Fiscalía, en representación de los ex obreros secuestrados de la actual Daimler-Chrysler.

El mes pasado la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín revocó el sobreseimiento de Tasselkraut, imputado por los secuestros de Héctor Ratto y Diego Núñez, ambos trabajadores de la automotriz alemana durante el último gobierno de facto. El primero de ellos, sobreviviente, fue una pieza clave para testificar sobre lo sucedido. Núñez aún se encuentra desaparecido.

En abril de 2022 la jueza federal de San Martín, Alicia Vence, sobreseyó a Tasselkraut, no solo por la privación ilegal de la libertad de Ratto y Núñez, sino también por la desaparición de otros cinco obreros: Alberto Francisco Arenas, Fernando Omar del Connte, Alberto Gigena, Jorge Alberto Leichner y Juan José Mosquera. La jueza demoró  siete años en llamar al exgerente a indagatoria, quien finalmente no se presentó en la audiencia y, en su lugar, entregó un escrito en el que se declaró inocente.

La querella, conformada por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), la Secretaría de Derechos Humanos y Pablo Llonto, abogado de Ratto y de la familia Núñez, junto con la Fiscalía, apelaron esta resolución. Como respuesta, la Cámara Federal revirtió su decisión y, en octubre de 2022, procesó a Tasselkraut por los secuestros de Núñez y Ratto pero lo desvinculó por las cinco desapariciones restantes, confirmando el sobreseimiento. La querella recurrió a Casación, presentó una acción judicial, pero la Cámara lo declaró inadmisible. Ahora, ese recurso extraordinario se encuentra a disposición de la Corte Suprema, el máximo y último tribunal que decidirá al respecto.

Ausente Tasselkraut, en su lugar concurrieron sus abogados Jorge Valerga Aráoz, ex camarista que participó del Juicio a las Juntas, y Valerga Aráoz hijo, quien tomó la palabra este miércoles. Durante los diez minutos que le otorgó el juez, insistió en la inocencia de su cliente y cuestionó la veracidad del relato de Héctor Ratto, especialmente por afirmar haber escuchado cómo el exgerente de producciones entregaba la dirección de Núñez. Aseguró que Tasselkraut mejoró la situación del ex obrero de Mercedes Benz, indicando que lo ayudó frente al grupo de civiles que querían llevarlo. Según dijo: “Realizó un acto de solidaridad”. También le restó importancia a su labor en la empresa, alegando que era simplemente un técnico.

Del lado de la querella declararon el abogado Tomás Griffa, en representación de CELS, y los letrados Ezequiel Uriarte y Fernando Martín Almejún, por la Secretaría de Derechos Humanos. Cada uno de ellos volvió a remarcar la importancia y contundencia del testimonio de Ratto, quien siempre ha declarado lo mismo, a diferencia de lo que dejó entrever Valerga Aráoz. También mencionaron relatos de otros sobrevivientes, haciendo énfasis en la relación entre la empresa alemana y los militares. Señalaron a Tasselkraut como colaborador en los secuestros de las víctimas y nombraron la figura de autoridad que representaba para Mercedes Benz en la planta ubicada entonces en González Catán. “No era un simple técnico, sino la máxima autoridad de la empresa”, argumentaron.

La actual denuncia penal comenzó en 2002, Ratto prestó declaración al año siguiente. Hasta ahora, el único condenado por esta causa fue el exgeneral Santiago Riveros, pero la responsabilidad empresarial sigue siendo investigada. Juan Ronaldo Tasselkraut es el único imputado, ya que Ruben Pablo Cuevas, exdirector de Asuntos Jurídicos de Mercedes Benz, falleció antes de ser llamado a indagatoria.

Luego de la cita obligada esta semana en la Cámara Federal de Casación Penal, se resolverá la situación de Tasselkraut. Casación tiene dos alternativas, puede confirmar el procesamiento que dictó la Cámara Federal de San Martín en 2022 o revocarlo. En caso de confirmar, la causa podría quedar a un paso del juicio oral.  «En la Argentina no se ha llegado aún a juicio oral por un caso de responsabilidad empresarial como el de Mercedes Benz, solo hubo juicio oral por algunos casos de desaparecidos”, declaró Pablo Llonto.

El caso

Los secuestros por los que se acusa a Tasselkraut ocurrieron en la década del 70, pero para entender mejor cómo y cuándo se desarrollaron, es necesario comprender el desempeño de Mercedes Benz durante la última dictadura cívico militar, y el rol del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA).

En octubre de 1975, obreros de la automotriz alemana decidieron desatar una huelga en contra del sindicato, de la patronal y del gobierno de ese entonces. El entonces ministro de Trabajo, Carlos Ruckauf, declaró ilegal el paro, y Mercedes Benz despidió a 115 trabajadores. A raíz de ello, un grupo de operarios, que se mostró en desacuerdo con SMATA, el gremio que los representaba, y con José Rodríguez, su secretario general elegido en elecciones poco transparentes, creó una comisión interna dentro de la fábrica. “No eran combatientes guerrilleros, sino personas que estaban luchando contra la burocracia sindical e hicieron una lista propia. Era para democratizar el sindicato”, explicó Gaby Weber, periodista alemana, radicada en Argentina, que investigó el accionar de Mercedes Benz durante la última dictadura.

En octubre de 1976, con siete meses de instaurada la dictadura, Juan José Martín, obrero de Mercedes Benz, fue secuestrado en la planta de González Catán. Un día antes de su liberación, llegó un telegrama a su hogar, de parte de Mercedes Benz, recomendando descansar -luego del secuestro- antes de retomar sus actividades laborales. Al día de hoy no entiende cómo la empresa tomó conocimiento de ese secuestro antes de su liberación.

En diciembre de ese mismo año, hubo una seguidilla de secuestros a trabajadores de la automotriz. Entre ellos: Miguel Grieco, José Vizzini, Esteban Reimer y Hugo Ventura. Todos ellos permanecen desaparecidos.

Pero el 12 de agosto de 1977 tiene lugar el hecho que hoy lleva a Tasselkraut a estar imputado: Héctor Ratto, quien se encontraba en su puesto de trabajo esa tarde, fue notificado por un llamado desde su hogar. En principio, el exobrero se mostró descreído porque había llegado a Gonzalez Catán apenas una hora antes. El exgerente de Producciones luego desmentiría el supuesto llamado. A continuación, le ofrecieron un permiso para salir de la planta y asistir a su hogar. Sus compañeros de trabajo comprendieron que estaba en riesgo su integridad y se ofrecieron ellos mismos a concurrir a su casa y hablar con su familia. Eso finalmente no ocurrió y Ratto fue secuestrado en la puerta de la planta.

En otra oportunidad, Ratto había sido citado en la oficina de Tasselkraut, donde se encontró con personas vestidas de civil, conversando con su superior, con claras intenciones de llevárselo. Una vez allí, el exgerente le aseguró que nadie que no vistiera uniforme se lo detendría. Durante la espera Ratto declaró haber escuchado cómo Tasselkraut, conversando por teléfono, entregó la dirección de Diego Núñez, quien sería secuestrado y desaparecido esa misma noche. 

Héctor Ratto fue liberado luego de numerosas torturas. Primero estuvo detenido en la comisaría de San Justo y luego trasladado a la de Ramos Mejía. Finalmente, lo llevaron a Campo de Mayo, donde reconoció las voces de sus cinco compañeros desaparecidos.

Héctor Ratto declaró por primera vez ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y en el Juicio a las Juntas, en la década del 80. También lo hizo en numerosas ocasiones posteriores. “Héctor Ratto siempre dijo lo mismo. Él comenzó a declarar en el 85 y ahora ya son casi 40 años, claro que cuando describe la situación usa diferentes palabras, pero la persona nunca se dobló y es absolutamente creíble. No hay dudas”, afirmó Gaby Weber.

Luego de la exhaustiva investigación, Weber realizó un documental titulado Milagros no hay, una frase de Tasselkraut durante los Juicios por la Verdad. Este trabajo se estrenó en 2003 y fue emitido por la TV Pública en el horario central cerca del 24 de marzo de ese mismo año. Se trató de una decisión tomada por el entonces presidente Néstor Kirchner, luego de su encuentro con sobrevivientes y familiares de desaparecidos de Mercedes Benz. El título surge de la respuesta poco felíz a una pregunta sobre la productividad alcanzada en la empresa luego de las desapariciones de los obreros. Allí se desarrolla cronológicamente el accionar de Mercedes Benz durante la última dictadura.

Antecedentes: Alemania y Estados Unidos

Hoy la causa inicial fue dividida en dos: por un lado, la continuidad de la investigación de los cinco desaparecidos está en manos de la Corte; por otro, el caso Ratto y Nuñez permanece en suspenso hasta la resolución de la Cámara de Casación. Pero hay un dato no menor, el trabajo documental de Gaby Weber abrió los ojos de los tribunales internacionales. Llegó a la Corte Suprema de Estados Unidos y a la justicia alemana.

En 2013, la demanda arribó a la Corte de Estados Unidos, luego de ser rechazada por el tribunal en dos oportunidades anteriores. Los demandantes acudieron allí a través de la Ley de Protección de Víctimas de Torturas (TVPA) y el «Estatuto de Agravios», que permite a extranjeros demandar en el Estado norteamericano por casos relacionados con la violación del derecho internacional. Finalmente, la Corte de California rechazó un juicio contra Mercedes Benz, alegando que los hechos acusados ocurrieron fuera de Estados Unidos, por lo que ellos no podían investigar al respecto.

En Alemania, cinco fueron los militares acusados, pero en la lista no estuvo ningún ejecutivo de Mercedes Benz. Los testimonios comenzaron en 2019, sin embargo no encontraron pruebas que vinculan la relación entre la automotriz alemana y las fuerzas represoras del Estado. Es por ello que falló a favor de la empresa y cerró la causa. “Aunque perdimos jurídicamente, nosotros ganamos políticamente. De alguna manera hicimos justicia”, finalizó Gaby Weber en diálogo con ANCCOM.

Mientras tanto, Héctor Ratto, el único sobreviviente, sigue aguardando que su testimonio haga justicia con los obreros desaparecidos de la Mercedes Benz.

«La voz del policía era la de la misma persona que estaba en la oficina de mi jefe»

«La voz del policía era la de la misma persona que estaba en la oficina de mi jefe»

“Me pegaron, me desnudaron y me dieron picana eléctrica”, detalló Ratto.

Héctor Ratto entró a trabajar a la fábrica de Mercedes Benz a la tarde; cubriendo a un compañero que le había pedido cambiar el turno. Su horario siempre había sido a la mañana, pero ese 12 de agosto de 1977 lo encontró en una situación diferente. En un determinado momento, personal de vigilancia le dijo que tenía una llamada de su casa, pero él sospechó, porque vivía en Isidro Casanova y llamar hasta González Catán en ese momento tenía un costo de de larga. “Además, antes de entrar me enteré que un compañero de la misma sección había sido llevado detenido”, relató al inicio de su testimonio. El padre de ese empleado, un capataz de la línea de montaje, había informado que el secuestro ocurrió en su casa esa mañana.

Ratto supuso enseguida, por las historias de desapariciones en la empresa, que podría ser un intento de secuestro para él. “Incluso me hicieron, sin que yo lo pida, un permiso de salida y mi capataz me dijo que estando ahí corría peligro”, relató. Ratto le explicó sus sospechas y le manifestó su temor de ser secuestrado, pero más adelante, otro capataz, le pidió que lo acompañara fuera de la planta. “Era evidente que afuera me estaban esperando, así que no le hice caso”, teorizó. Más tarde, el gerente de producción le confesó que la llamada era falsa y que había ido personal de policía a buscarlo. Entonces sí, lo llevó a su oficina, separada de la sala de producción, y ahí se encontró con dos policías que hablaban muy cómodos con su jefe. En un momento sonó el teléfono y vio cómo atendía su gerente para pasárselo después a uno de los policías. A los pocos instantes, llegó personal del ejército y se lo llevaron. De esta manera Héctor Ratto narró el inicio de su calvario, en el juicio por los crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención y Exterminio Campo de Mayo, que entre sus causas lleva adelante la de los obreros desaparecidos de Mercedes Benz.

Estudiantes que participan del programa educativo “La Escuela va a los Juicios” presenciaron la audiencia. También visitaron Campo de Mayo.

Así empezó su recorrido. Primero estuvo en la comisaría de San Justo y luego en la de Ramos Mejía, en la que recuerda haber pasado dos días y medio. Le explicaron que lo llevaban ahí por su propia seguridad, y luego de esos días le abrieron la puerta del calabozo y le hicieron firmar la libertad para dejarlo ir, pero al instante alguien lo encapuchó desde atrás. “Reconocí la voz del policía como la del mismo que estaba en la oficina de mi jefe. Y cuando me puso la capucha me dijo: el otro día te nos escapaste porque éramos sólo tres, pero ahora ya firmaste que estás en libertad”, recordó, detallando que su libertad los desligaba a ellos de cualquier responsabilidad sobre él”.  

Lo metieron en el baúl de un auto y lo llevaron a Campo de Mayo. “Me pegaron, me desnudaron y me dieron picana eléctrica”, detalló con firmeza. Lo que más le preguntaban era si conocía gente que militara en la izquierda, Montoneros o en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. “Sentí que se me rompían los brazos y no los pude mover bien durante meses”, dijo, recordando que ellos sabían más que él sobre la actividad política de sus otros compañeros. 

“Me llevaron a un galpón donde había colchones en el piso y gente amarrada por los pies a una cadena”, relató. Sus torturadores le pusieron un número y le dijeron que ya no tenía nombre ni apellido. “Este galpón estaba separado de la sala de tortura pero no mucho, porque cuando llevaban a gente a picanear, se escuchaba”, precisó. La capucha y su estado le impidieron ver bien el lugar o la cantidad de gente. Sentía las semillas de los árboles caer sobre la chapa del techo y el paso del tren a los lejos. “Hablé con pocas personas en el galpón: con algunos compañeros de la empresa que también estaban secuestrados ahí”, declaró. Alberto Gigena, uno de ellos, había sido golpeado en el estómago fuertemente y escupía sangre mientras se quejaba. “Era un muchacho que hablaba mucho pero no tenía militancia política”, detalló. 

La tortura física se alternaba con la psicológica. Una noche, sus captores le preguntaron su edad y cuando se la dijo, lo amenazaron: “Me dijeron que iba a morir a los treinta años y me llevaron por un camino con otros compañeros”, contó. Les dijeron que los iban a fusilar y los dejaron durante varios minutos así hasta que les pidieron que se den la vuelta y volvieran. “Fue un fusilamiento falso”, comentó.

Ratto reconoció su lugar de cautiverio por los árboles de eucaliptus.

En algún momento durante su cautiverio, lo metieron en un auto, en el piso entre el asiento trasero y el delantero y lo llevaron a la comisaría de Ramos Mejía. No le dijeron nada y lo dejaron ahí. “Yo sólo me saqué la venda cuando estuve solo”, recordó. Tiempo después volvió a ver a su esposa, que se enteró de su paradero porque un compañero de calabozo le pidió a su mujer que se contactara con ella. Cuando lo dejaron en libertad no pudo volver a la empresa y buscó trabajo en otros lugares, se enteró que la conflictividad sindical había disminuido en comparación a los años anteriores al golpe. “En 1975 hubo 117 compañeros despedidos y eso generó un gran conflicto con el sindicato”, contó, explicando el contexto del momento previo al golpe. “Después de 1976 siempre hubo presencia militar. Entraban, revisaban y arengaban para que no creáramos conflictos ni pusiéramos en peligro la gobernabilidad”, expresó.

Con la vuelta de la democracia, Ratto visitó Campo de Mayo junto con un grupo de miembros de la CONADEP, intentando reconstruir los hechos para los juicios. “Las instalaciones no estaban, pero vi eucaliptos, que eran los que caían en el techo de chapa del galpón donde estuvimos”, relató. A la distancia, Ratto asegura que había presencia policial en el mismo sindicato, SMATA, que marcaba a los trabajadores con mayor participación en las asambleas, entregando listas. “Todos los que fueron secuestrados los agarraron en sus casas. Yo no había hecho el cambio de domicilio, y la empresa no tenía mi dirección, por eso pienso que me buscaron ahí”, remató.

Cuando terminó su extensa declaración, que duró dos horas, el público lo aplaudió durante varios minutos. Héctor Ratto se levantó de su silla, agotado luego de indagar tanto en todos sus recuerdos, y salió de la sala, pero afuera se mostró sonriente y aliviado. El programa educativo “La Escuela va a los Juicios” se agrupó en la vereda, durante el cuarto intermedio que se hizo cuando finalizó la declaración de Ratto, y el coordinador habló con los chicos sobre la experiencia. “Más allá de las audiencias, lo más importante es el juicio que hacemos todos nosotros, como sociedad, sobre todo esto”, les explicó antes de despedirlos.

En esta audiencia también declararon María Julia González de Almirón, Manuela de Almirón, Emir Donado González y Ariel Amar González, relacionados con la víctima Carlos Julio Báez, Ofelia Mirta Rivadeneira, Judith Rosana Monterio y Claudia Edith Quintana, familiares de la víctima Ricardo Alberto Monteiro. El próximo encuentro será, como siempre, el miércoles a las 9.30 horas en los Tribunales de San Martín.

 

El socio alemán de la dictadura

El socio alemán de la dictadura

En la audiencia, se indagó sobre el secuestro de Héctor Ratto, empleado de la fábrica y sobreviviente de Campo de Mayo.

“Acá se juzgan genocidas”, dice una pintada sobre el pavimento en la entrada del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de San Martín donde se realiza el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo. En la última jornada del tramo Mercedes Benz –la próxima semana comenzará a indagarse en otra parte de la causa– prestaron testimonio Ramón Germán Segovia,  José Alberto Anta, Héctor José Leiss y Aldo René Segault, todos antiguos trabajadores de la automotriz alemana.

Fiscalía y querellas buscaron reconstruir puntualmente las circunstancias del secuestro de Héctor Aníbal Ratto, empleado de la fábrica y sobreviviente de Campo de Mayo, quien estaba citado para declarar en la audiencia pero avisó que, por razones de salud, recién podrá hacerlo a partir de julio.

De acuerdo al relato de sus compañeros, el 12 de agosto de 1977, alrededor de las 16, Ratto fue convocado a las oficinas del gerente de Producción, Juan Ronaldo Tasselkraut. “Le dijeron que lo llamaba la esposa por teléfono, algo un poco difícil porque en esa época comunicarse con Mercedes-Benz era imposible. Así que otro compañero se acercó a la portería para ver qué ocurría. A metros de la vigilancia se encontró con unos vehículos militares y patrulleros de la Policía. Entonces volvió y contó lo que pasaba para que no saliera, porque lo iban a llevar detenido”, precisó Segault.

La noticia circuló rápido en la planta de González Catán y todos los compañeros –que sabían que lo podían desaparecer– intentaron resistir. Frente a esto, la empresa intervino y se realizó una negociación en el despacho de Tasselkraut. “Lo que informaban los delegados [de SMATA] que salían de allí era que Tasselkraut le pedía a Ratto que se entregara y los compañeros que estaban con él pedían garantías. No sé con qué promesa o negociación, pero a Héctor Ratto se lo llevaron”, narró Segovia. “En esa oficina se firmó un acta donde se aclaraba cuál era el motivo de detención”, subrayó Segault. El documento, aseguró, fue ocultado por la compañía hasta 1985, cuando apareció publicado en el diario Clarín un día antes de que él declarara en el Juicio a las Juntas. “Averiguación de antecedentes”, era el motivo de detención.

Ratto fue liberado luego de 19 días en cautiverio. Contó a algunos de sus compañeros que lo habían llevado a Campo de Mayo. Su deterioro físico por los tormentos padecidos era evidente. “Me dijo que había quedado sordo de un oído por la picana o algo de eso que le habían hecho”, recordó José Anta. “Tenía una pierna y un brazo que no podía mover correctamente”, añadió a su turno Segault.

«Hasta el golpe militar no había la presencia de policías y de militares en la caseta de la entrada», declararon los testigos.

Las partes acusadoras también apuntaron sus preguntas para que los testigos puedan describir el ambiente de trabajo en la fábrica. “Compañeros con más antigüedad decían que hasta después del golpe militar no había la presencia de policías y de personal del Ejército en la caseta de la entrada. Nos bajaban del colectivo algunas veces y nos revisaban, nos pedían las credenciales. Intimidaban a los trabajadores, era continuo eso”, rememoró Héctor Leiss. “Yo nunca me topé con un infiltrado de las fuerzas –declaró Ramón Segovia–, pero nos cuidábamos. Era vox populi que había algunos entre los operarios. Una sola vez hubo un episodio de alguien que ingresaba en el turno noche, un hombre de treinta años, nuevo, no lo conocía nadie, pero trabajaba. Y se le cayó una pistola, aparentemente militar. Se puso muy nervioso. El comentario de esa noche era cómo había podido pasar la vigilancia. No vino más”.

Si bien al único que sacaron detenido de la fábrica fue a Ratto, hubo más empleados desaparecidos y sobre varios de ellos –Alberto Gigena y Fernando Del Conte, entre otros– indagó la Fiscalía. Mercedes Benz cooperó con los represores facilitándoles los legajos de los trabajadores que serían secuestrados, con sus domicilios incluidos. “Ellos tenían todos nuestros datos”, afirmó Segovia, quien al igual que los restantes testigos aseguró que no conocía la dirección de sus compañeros secuestrados.

Con casi nulas intervenciones de la Defensa de los 22 imputados –todos ex militares y policías y ningún directivo de la empresa–, la audiencia concluyó cerca del mediodía y con ella el tramo conocido como Mercedes Benz. En la próxima comenzarán las declaraciones testimoniales correspondientes a la causa N° 468, que abarca a víctimas de la zona Zárate-Campana que estuvieron detenidas-desaparecidas en Campo de Mayo.

Las audiencias se realizan todos los miércoles a las 9.30 en Pueyrredón 3728, San Martín, provincia de Buenos Aires. Los mayores de 18 años pueden presenciar el juicio presentando el DNI.

Juicio por Campo de Mayo: la victimización de los acusados

Juicio por Campo de Mayo: la victimización de los acusados

Los acusados apelaron a su edad y sus enfermedades, para tratar de conmover al Tribunal.

“Sólo me resta pedirle al Señor que preside esta asamblea desde lo alto, que ilumine con la luz de su verdad a sus señorías para que puedan aplicar la justicia verdadera con mayúscula”, exclamó Luís Del Valle Arce, imputado por 23 crímenes de lesa humanidad vinculados al centro de detención clandestino Campo de Mayo. El debate oral y público, celebrado en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de San Martín, abrió con la declaración del acusado, leída como una proclama. Caminó con su bastón hasta el estrado y rechazó responder preguntas. Su defensa se sostuvo en la imposibilidad de haber cometido los delitos porque tenía licencia y vacacionaba en Santiago del Estero: “Difícilmente podría haber estado en Campo de Mayo al mismo tiempo», declaró.

La megacausa se inició con el caso Mercedez Benz que agrupa diferentes secuestros a obreros de la fábrica entre 1976 y 1978. La querella está compuesta por Pablo Llonto, abogado y periodista especializado en juicios de lesa humanidad y el Centro de Estudios Legales y Sociales. También querellan Carolina Villella, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, las secretarías de Derechos Humanos de Nación y Provincia, involucrados también con las causas denominadas Colegio Militar, Ferroviarios y Área 400.

Las estrategias discursivas estuvieron a la orden del día, pero la apelación a la emotividad latía debajo de cada palabra. “Hoy, con noventa años y a más de cuarenta de los supuestos hechos, con enfermedades crónicas y propias de la edad, soy privado de la libertad sin juicio previo”, sostuvo Arce, con la voz quebrada y una mano aferrada a su bastón. Carlos Villanova, acusado de 70 casos de secuestro, tortura y homicidio, se comunicó con el tribunal por videoconferencia desde Córdoba donde está en prisión domiciliaria. “Tengo dos caminos: o me defiendo y demuestro que todo esto es falso, y en eso se me puede ir la vida; o me apego a ella y resguardo la poca salud que tengo”, comentó.

En la próxima audiencia comenzarán las declaraciones testimoniales.

Ramón Vito Cabrera, imputado por tres hechos ocurridos en 1976, aceptó responder preguntas solamente de la defensa y fue su abogado, Juan Carlos Tripaldi, el que guió su declaración. “Tenía encargada la seguridad exterior e interior y el control interno del personal de la fábrica militar de Tolueno, Campana”, dijo y aseguró que no tenía tiempo para salir del predio e ir al Mercedes Benz. “Patrullábamos para que no ocurrieran incidentes o actos delictivos”, respondió cuando Tripaldi le pidió que aclarara cuáles eran las tareas que hacía en Tolueno, y agregó: “Nunca se detuvo a nadie en los doce días que estuve y gracias a Dios, no tuvimos problemas con el enemigo subversivo”.

La victimización, las enfermedades y la edad se entretejían con el discurso de la “guerra interna” que justificaba cualquier acción. “Una de las formas de realizar una operación ofensiva es aniquilar las fuerzas enemigas y privarlas de los recursos necesarios”, explicó Cabrera con sus libros de estrategia militar en la mano y mirando siempre a su abogado. “Éste aspecto era el que yo cumplía: les prohibía que accedieran a las instalaciones de la fábrica, donde estaba el combustible y los explosivos, porque podrían dañar a la ciudad y al país”, cerró.

En el público estaban familiares de víctimas desaparecidas, miembros de organizaciones como Abuelas de Plaza de Mayo y un colegio secundario de la zona que fue a presenciar la audiencia bajo el programa “la escuela va a los juicios”. Durante la larga espera hasta que iniciara el debate, los chicos conversaron con diferentes personas ligadas a la causa, llenos de preguntas e ilusiones. Algunos querían ser abogados, otros se interesaban por lo social. Cuchicheaban sentados frente al tribunal y se explicaban mutuamente el funcionamiento del sistema judicial. “Las palabras de los testigos y sobrevivientes construyen un relato que muchas veces nos guió a encontrar nietos e hijos expropiados o reconstruir historias”, les explicó Gabriel Abinet, tío de la nieta restituida Elena Gallinari Abinet. Ante el voto de silencio de los militares, la memoria, la verdad y la justicia se alzan con mayúsculas.