Hablemos de menopausia

Hablemos de menopausia

Según la OMS, el 70 por ciento de las personas llega a la menopausia sin información suficiente. No se habla de ella, pero los síntomas se presentan en el 80 por ciento de los casos e impactan sobre la vida de quienes los padecen. No pausa es una asociación civil que nació para visibilizar un tema tabú.

A los 48 años, Miriam De Paoli se vio enfrentada a un diagnóstico de perimenopausia sin tener la menor idea de cómo transitarlo. En ese momento, le hizo ruido no verse ella misma como lo que pensaba que era “una menopáusica” y pudo dimensionar el tabú alrededor de la problemática. Periodista y profesora, junto a una ex alumna y colega, Milagros Kirpach, decidió hacer algo al respecto. Así nació No Pausa.

Fundada en 2019, No Pausa comenzó siendo una red multiplataforma que se proponía brindar información integral sobre la mal llamada menopausia. Hoy es una asociación civil que informa y visibiliza, pero además ofrece acompañamiento en el proceso de dejar de menstruar y busca mejorar la calidad de vida de estas personas.

Como proyecto comunicacional para combatir la desinformación y concientizar, De Paoli y Kirpach crearon un equipo multidisciplinario formado por “consejerxs nopáusicxs”, es decir, profesionales de la salud, sexólogos y deportólogos que se ocupan de dar respuesta a las consultas de la comunidad.

Se trata de la fase de la biografía menstrual más invisibilizada, tal es así que ni siquiera se la nombra correctamente, puesto que la menopausia es un solo día en la vida de las personas menstruantes: el momento del último período que se detecta 12 meses después de haber ocurrido. Al contrario, el climaterio dura cerca de 10 años –entre los 48 y 58 años dependiendo del entorno social y factores biológicos– y engloba todo el proceso de caída del nivel de ciertas hormonas, en especial el estrógeno. En rigor, incluye el antes, el durante y el después de la menopausia. El reduccionismo es peligroso porque implica entender el cese del período menstrual como un solo momento. Invisibiliza y simplifica el largo y complejo proceso que abarca un tercio de la vida de las personas con útero.

De Paoli y Kirpach comprendieron que no alcanzaba con un trabajo en redes sociales, de allí los cinco ejes de acción que plantea No Pausa. El primero es la Red Informativa Multiplataforma donde se ofrece contenido original gratuito a través del sitio web, redes sociales, una gacetilla mensual y contenido para medios. El segundo, la conformación de una comunidad con más de 70.000 personas entre profesionales de la salud y pares (más su entorno familiar, social y laboral) que permite compartir experiencias y buscar soluciones de forma conjunta. El tercero tuvo que ver con la falta de datos sobre el tema. No Pausa, junto con DataGénero, crearon el primer Observatorio de Datos sobre Climaterio y Menopausia de Latinoamérica, de donde surgió el Primer Informe Encuesta Provincial sobre Climaterio y Menopausia. A su vez, la asociación proporciona capacitaciones, consultorías y talleres en barrios populares y ambientes laborales de la ciudad de Buenos Aires.

El quinto es el trabajo en alianza con marcas o empresas para generar contenido, productos y campañas de beneficio mutuo. Este último eje es importante para hacer efectivas las propuestas que se piensan desde No Pausa como necesarias y que requieren financiamiento. “Sólo nombrando los problemas no alcanza. Si no logramos trascender la información con solución accionable que permiten tratar esos síntomas, no cumplimos con nuestro valor fundamental que es la información como poder de decisión. No tenemos la pata de decisión si no tenemos alternativas sobre las cuales decidir”, afirma Kirpach.

La desinformación es fruto de varios factores, pero lo concreto es que las personas menstruantes deben transitar el climaterio desde una posición de vergüenza y desconocimiento. Hacen falta políticas públicas. Un ejemplo es la poca importancia que se le otorga dentro del programa de Educación Sexual Integral, o la falta de un protocolo médico que funcione como guía de cómo debe actuar un profesional de la salud. A esto se suma la escasa difusión de los medios acerca del tema.

El sistema médico tampoco colabora. El climaterio necesita de un abordaje integral porque, de no ser así, los síntomas son tratados como patologías aisladas. El desconocimiento lleva a que no se relacionen esos síntomas –insomnio, migrañas, diversos tipos de resequedad, entre otros– y los cambios hormonales. Esta ineficiencia se ve profundizada por la insuficiente oferta de especialistas en climaterio.

La organización intenta llenar este vacío que deja el sistema médico, brindar un lugar donde acudir por soluciones, cuando la única respuesta que se recibe de los ginecólogos es “bancátela”. Los síntomas tienen un impacto real. Kirpach lo ejemplifica: “Tuvimos un caso de una chica que padecía cáncer y sufrió una menopausia inducida por la quimioterapia. Se acercó a nosotras porque había asistido a un médico y le preguntó sobre los síntomas que iba a transitar. El profesional de la salud le dijo: ‘Nena, tenés cáncer, qué te importa’”.

Todo lo anterior se ve reforzado por el estigma que deben cargar lxs menopáusicxs. “Soy menos atractiva”, “Fue lo peor que me pasó”, “Estoy vieja”, “No entiendo qué me está pasando, no me reconozco”, “Está irritable, seguro está menopáusica”, son algunas de las expresiones que circulan a diario. Muchas veces, el tabú impide comunicar al entorno laboral, familiar o social acerca de los cambios que se están viviendo y suelen aparecer formas de violencia como la burla o el desprecio.

En Chile, una investigación cruzó los síntomas relacionados a la esfera sexual (como la disminución del deseo o la resequedad vaginal) con un aumento de la violencia intrafamiliar. Se detectó que los casos de violencia se ven potenciados durante esta etapa por la repercusión que tiene en la vida sexual.

En la Argentina no existen datos sobre el climaterio que permitan generar herramientas para transitar la etapa de la mejor manera. Se desconoce la cantidad de síntomas y cuáles son, así como la diversidad de menopausias existentes (natural, quirúrgica, por estrés, temprana, por insuficiencia ovárica prematura o precoz). No sólo eso, también se ignora por completo a las menopausias trans. Cuando pensamos en unx menopáusicx, nos imaginamos una mujer blanca, con pelo canoso y expresión doliente (que en realidad es una mujer post-menopáusica). Este otro reduccionismo, además de acentuar el estereotipo y el estigma, vuelve a echar oscuridad sobre el climaterio que termina siendo relacionado a la vejez y el fin de la vida sexual productiva (y en consecuencia de la utilidad de las personas con útero). Desde No Pausa, entienden que hay tantas menopausias como personas menstruantes.

“La información es fuente de empoderamiento, autonomía y de decisión”, aseguran sus fundadoras. Por esta razón es fundamental empezar a hablar de la menopausia y exigir un cambio en políticas públicas, el abordaje médico y la formación de profesionales, así como romper con los estigmas y estereotipos que la rodean. Pongamos en agenda el dejar de menstruar.

La salud menstrual como justicia social

La salud menstrual como justicia social

La pandemia ocasionada por el covid-19 puso en evidencia un sinfín de asuntos sin resolver en la agenda pública, entre ellos la dificultad que atraviesa una gran parte de los cuerpos con útero en acceder a los productos de gestión menstrual. Según estimaciones de la organización Economía Femini(s)ta, en el año 2020 se necesitaron entre 2.900 y 3.800 pesos para gestionar la menstruación a través de la compra de toallitas y tampones. Evidentemente, quienes no contaron con ese dinero no pudieron acceder a ellos.

Se estima que hay alrededor de 300 millones de personas que menstrúan en el mundo; en Argentina, llegan a ser unas 10 millones. Pese a tratarse de un proceso fisiológico, la menstruación no deja de ser un hecho político y la falta de acceso a productos para utilizar esos días resulta un factor de desigualdad. ¿Por qué? En un contexto mundial donde las mujeres son quienes más sufren las consecuencias económicas -según la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, las mujeres ganan un 29% menos que sus pares varones- el período acarrea también otras complicaciones: el estigma social que carga la menstruación aún existe y genera falta de información, ausentismo escolar y laboral y una gran exposición a enfermedades e infecciones si no se higienizan correctamente los elementos utilizados o se extiende el uso de las toallitas, por ejemplo.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) el sector de mujeres de 14 a 29 años es el que más padece la desocupación y, por ende, la falta de acceso a los productos de higiene menstrual. Esta realidad es consecuencia, en parte, de la falta de legislación en la materia y una notable ausencia estatal en el tema.

La pobreza tiene rostro de mujer

Lucía Espiñeira, co-coordinadora de la Campaña Organización Civil Economía Femini(s)ta #MenstruAcción, señala que a partir de un informe elaborado con los datos económicos del tercer trimestre del 2020, provistos por el INDEC, se observa que las mujeres enfrentan una situación desfavorable en el área laboral provocada por la baja tasa de actividad, la imposibilidad de conseguir empleo -en conjunto con los sueldos con montos inferiores en relación a los hombres-, y una fuerte precarización laboral. Los datos indican que la tasa de actividad para las mujeres de 14 a 29 años empleadas o que buscan estarlo es de un 45,4%, en contra de un 64,5% de los varones, lo que supone una diferencia de casi 20 puntos. Sobre los datos de las personas que efectivamente están empleadas se observa la misma desigualdad: 57,7% de los varones en relación al 39.4% de las mujeres. En síntesis: solo cuatro de cada diez de ellas tienen trabajo. Además, se calcula que cada diez pobres, siete de ellos son mujeres, constituyendo así el sector con más desigualdad de condiciones laborales y salariales.

En 2020, se necesitaron entre 2.900 y 3.800 pesos anuales para gestionar la menstruación .

Generar conciencia

Espiñeira sostiene que el eje fundamental de la campaña #MenstruAcción es el acceso a la información con el fin de terminar con la desigualdad en términos de menstruación y llegar a la justicia de género, señalando que “la campaña tiene como eje dar a conocer todos los métodos de gestión menstrual, empezando por los sectores más vulnerados”.

De esta manera apuntan a la implementación de estrategias educativas a través de la Educación Sexual Integral (ESI). La importancia de abordar el tema como parte de una pedagogía menstrual es la base para erradicar los estereotipos que dañan y forman parte de un tabú instalado en la sociedad. Espiñeira señala que desde #MenstruAcción elaboraron «un material de descarga gratuita para docentes: ‘Es importante hablar de menstruación. Lo presentamos en 2019 y está hecho por nosotras a pulmón». Realizado por un equipo especializado, busca llevar el debate, la ciencia y la perspectiva de género a todo el país.

La escasa información que rodea al tema, sobre todo en los sectores más vulnerados, no solo impacta en su constante ocultamiento: la falta de conocimiento sobre las opciones de productos de contención, así como de formas de higiene, tratamientos para el dolor, amenorreas y excesos de menstruación,  puede derivar en enfermedades e infecciones. Por este motivo la necesidad de generar conciencia e incluir mayores niveles de diversidad en el tema es grande, incluyendo también a los varones y a las disidencias en la concepción de la menstruación, con el propósito de entenderla como un derecho que debe consolidarse en conjunto con políticas públicas de salud, y no como algo que debe esconderse y sobrellevarse en privado.

 

Hay que legislar

Al ser consultada por la falta de información oficial en relación a la gestión menstrual, Espiñeira señala que faltan datos cualitativos para entender la situación actual de las personas menstruantes: «No sabemos cuántas toallitas efectivamente se demandan. Para calcular, usamos un promedio de 22 por persona por ciclo, en un promedio de 13 ciclos por año, pero no sabemos cuántas personas en argentina menstrúan, cuánto menstrúan, qué métodos eligen… para eso hay que hacer encuestas enormes que el Estado debería llevar a cabo, así que siempre hacemos hincapié en que hacen falta más datos y mediciones, esto es un reclamo que también llevamos a cabo en la campaña y en los proyectos de ley que hemos presentado».

         Actualmente, han sido enviados más de dieciséis proyectos al poder legislativo en busca de un marco legal para defender los derechos de las personas menstruantes. Durante el año 2020 la senadora nacional por el Frente de Todos, Norma Durango, propuso dos proyectos de ley de alcance nacional en los que se contempla, por un lado, la quita del Impuesto del Valor Agregado (IVA) a los productos de gestión menstrual, entre los que se encuentran no solo las toallas y los tampones desechables, sino también las copas y toallas reutilizables. Por otro lado, el “Proyecto de Ley Nacional de Acceso Universal y Gratuito a los Productos de Higiene Menstrual” busca garantizar la distribución de elementos de contención en diversos espacios comunitarios y establecimientos, entre ellos: escuelas, centros de salud y hospitales, instituciones de alojamiento diurno y/o nocturno para personas en situación de calle, establecimientos penitenciarios e instituciones de internación de salud mental.

Este proyecto de ley también hace hincapié en la (re)construcción social de la información en torno a las implicancias de la menstruación, la cual debe revisarse y afianzarse, en pos de disminuir las desigualdades. Es fundamental el abordaje crítico de ciertas cuestiones repetidas a lo largo del tiempo, por ejemplo la concepción de la menarca como el momento en que una niña “se convierte en mujer”, idea que posiciona a las niñas y adolescentes en el horizonte heteronormativo del deseo de la maternidad.

«Usamos un promedio de 22 por persona por ciclo, en un promedio de 13 ciclos por año», dice Espiñeira.

Al respecto, Carolina Zotta, la creador y difusora del concepto de “Viva la copita”, considera que es importante aprovechar que la gestión menstrual entró en la agenda pública para pensar en políticas concretas. Hay espacios con privilegios, lo que significa más información y, por ende, mayor accesibilidad también. “Hay un mapa enorme por recorrer y con un montón de políticas que es necesario que se empiecen a abordar, y la base de todo esto es la falta de educación”, enfatizó la entrevistada. Por su parte, trabaja comercializando productos de gestión menstrual reutilizables. A medida que su proyecto creció, se fue encontrando con muchísimas preguntas de mujeres que se referían más al uso del producto que a la higiene del mismo. Y eso reflejaba un gran desconocimiento del propio cuerpo: “Como en algún punto esas eran dudas propias que había solucionado a partir de mi propia experiencia, intente ocupar ese espacio para bajar información y que sea más accesible, facilitar medios para experimentar y probar y acercarnos un poco al cuerpo y al ciclo que fue tratado siempre con mucha lejanía”, contó.

Su cuenta de Instagram «Viva la copita” reúne más de 180 mil seguidores y representa un espacio de aprendizaje sobre el cuerpo, un lugar al cual ir a buscar información cuando aparecen esas dudas.  Hoy en día colabora con Matriar, una organización civil que acaba de lanzar -en pos de profundizar el conocimiento y las necesidades de los cuerpos menstruantes- el primer relevamiento sobre la experiencia anticonceptiva en Argentina.

Entre las jurisdicciones que ya implementaron la distribución gratuita de elementos de higiene menstrual se encuentra el Municipio de Morón, Provincia de Buenos Aires, pionero en el país, seguido por la Ciudad de Santa Fe, y más tarde la Municipalidad de San Rafael, en Mendoza. A nivel provincial, Tucumán fue el primer distrito en proveer de elementos de contención menstrual a mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad económica, social y cultural. El pasado 25 de marzo, el gobierno de La Rioja llevó a cabo el lanzamiento del “Programa Productos de Gestión Menstrual” que tiene por finalidad la provisión gratuita de elementos de gestión menstrual a través de centros y establecimientos públicos y comunitarios.

Quedó demostrado en 2020 que elegir atravesar los días de sangrado con productos reutilizables o de una forma higiénica puede resultar un privilegio para una minoría: la escasez de recursos económicos, la falta de agua potable y la poca o nula información sobre las opciones de gestión menstrual representan obstáculos que el Estado debe superar para que la justicia menstrual se convierta, finalmente, en un derecho para todos los cuerpos.

“No soy solemne pero no por eso soy menos rigurosa”

“No soy solemne pero no por eso soy menos rigurosa”

«La Barbie apareció en un momento en el que me sentía muy mal. Estaba en un trabajo que tenía que ser el laburo de mis sueños pero me subestimaban constantemente», recuerda Mileo.

“Si el futuro es feminista, el conocimiento deberá serlo, otra no queda”. La frase es de Agostina Mileo y pertenece a su primer libro, Que la ciencia te acompañe. A luchar por tus derechos, publicado por Editorial Debate. Con lenguaje directo y accesible, Mileo aporta allí datos científicos para pensar temas de la agenda feminista: aborto, orgasmos, menstruación, las dietas, las diferencias entre el cerebro masculino y femenino; y desarmar sus mitos asociados.

Agostina es licenciada en Ciencias Ambientales, máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental, y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia. Además, es editora en Economía Femini(s)ta y coordinadora general de MenstruAcción, una campaña que apunta a que menstruar deje de ser un factor de desigualdad económica y un estigma. Pero en las redes sociales, a Agostina se la conoce como la Barbie Científica, un personaje que creó para enfrentar los prejuicios de ser mujer en el ámbito científico y “ponerle glitter al bullying”.

¿Cómo surgió la Barbie Científica y el interés por pensar la ciencia en clave feminista?

No surgió todo al mismo tiempo. La Barbie apareció en un momento en el que me sentía muy mal. Estaba en un trabajo que tenía que ser el laburo de mis sueños pero me subestimaban constantemente. Tenía que ver con mi aspecto, como si ocuparse de la imagen fuera sinónimo de ser superficial, y más por mi especialidad. Ya había hecho el posgrado en comunicación científica y dentro del ambiente de la ciencia se veía que no me había dedicado a nada serio. Muchos profesionales de la ciencia tienden a pensar que no hay nadie mejor para comunicar las cosas que ellos mismos y que no requiere ningún tipo de habilidad especial más que el sentido común o una disposición natural como el carisma. Necesitaba hacer algo más propio que me incentivara, y buscando estrategias me di cuenta de que en muchos estudios aparece que la comunicación pública de la ciencia y los contenidos satisfacen una demanda preexistente, que la gente que ya considera que la ciencia es un tema de interés general, busca cosas y las encuentra, pero que no hay productos que capten nuevas audiencias. Por como venía siendo socavada mi autoestima se me ocurrió pensar en un personaje, veía que es un recurso que se utiliza mucho para chicos. La Barbie Científica permitía que piensen que me estoy riendo de mí misma pero, en realidad, me estoy riendo de la situación que atravesaba todos los días y lo que se pensaba de mí cuando ingresé a trabajar en comunicación pública de la ciencia. Fue mi manera de ponerlo sobre la mesa y también me divertía la exploración de esos aspectos. Estudié teatro y danza de chica y me divertía construir un personaje. El otro día encontré un fanzine que hicimos hace unos años con amigos, y tiene textos que son súper exploratorios del personaje. Se ve que le estaba buscando la voz a la Barbie y dice cosas tremendas, es como una revista Cosmopolitan pero científica, muy gracioso. Hoy no haría ese contenido porque los ánimos están muy caldeados y la ironía a veces no se entiende. La Barbie está más resguardada pero hay algo en el aspecto y en el lenguaje corporal en los videos que es irónico y con lo que me gusta jugar. Soy yo misma, no es un alter ego forzado, es un aspecto de mí y fue parte de un camino de la aceptación porque yo también pensé muchas veces que no soy lo suficientemente seria. Y no, no soy seria ni solemne pero no por eso soy menos rigurosa.

¿Y el feminismo?

En relación al tema feminista, si bien por un lado nos piden una conformidad asfixiante con un montón de normas respecto al aspecto, a la forma en la que nos presentamos a nosotras mismas, la conformidad respecto a la femineidad nos abruma y nos ahoga, y cuando se evidencia eso no gusta. Entonces es evidente que no leíste el último paper porque te estabas pintando las uñas. Eso siempre estuvo de fondo en la construcción del personaje, una sátira de esa cuestión. Pero soy conscientemente feminista desde el Ni Una Menos. Unos meses antes de la primera marcha empecé a trabajar en una empresa de copas menstruales, tenía que recabar evidencia clínica sobre la copa menstrual para que en entornos médicos se empezara a prescribir y cuando comencé esa investigación me di cuenta de algo que es obvio: si no tenés plata para comprar productos de gestión menstrual vas a faltar a la escuela o a tu trabajo, y eso me flasheó. Ahí empecé a pensar que tenía que hacer algo, que tenía que poner el cuerpo. Siempre milité, no en lugares partidarios, pero trabajé en barrios y en distintos proyectos. No era ajena al activismo pero en ese momento se juntó todo. Pensé que para hablar de eso también hacía falta difundir la perspectiva científica al respecto, sostener los argumentos, recabar datos, y ahí empezó ese camino.

 

«No puede ser que la menstruación condicione nuestro acceso a derechos», se queja La Barbie Científica.

En el libro hablás de que cuando te cae la ficha de que el machismo está en todos lados, después no podés dejar de verlo. ¿Vos ubicás ese momento como tu propia caída de ficha al respecto?

Sí. Fue una epifanía. No puede ser que la menstruación condicione nuestro acceso a derechos. Pero lo pienso como un camino, hay un recorrido en el que aparece un elemento. Yo exploro mucho con la cocina vegana y hay algo muy difícil que es el reemplazo del huevo en ciertas preparaciones. Es eso: encontrar un elemento ligante y que de repente la cosa tome forma, ya no son los ingredientes por separado. Hay una cuestión que a mí me pasa con el feminismo, la comunicación pública de la ciencia y el personaje de la Barbie que tiene que ver con cosas construidas durante tanto tiempo que de repente tienen un sentido común, y yo empecé a estar más incentivada y a darme cuenta de que esto es mi carrera.

¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?

No fue mía. Una vez vino el escritor Enzo Maqueira a un programa de radio que yo hacía y le había gustado el personaje y me dijo “¿por qué no escribís un libro?”. Me implantó esa idea pero lo dejé ahí. Y un día me llegó un mensaje de Facebook de mi editora, Ana Pérez, preguntándome si alguna vez había pensado en escribir un libro. Fui con una idea y ella me dijo “eso no”. Entonces le dije de hacer un compilado. Lo armé con material de varios años de trabajo, son temas que fui tratando desde distintos aspectos y noticias. Quería que fuera un libro corto, y que te quedaras con un panorama general de por dónde va la cosa. Porque no sé si a todo el mundo le interesa acceder a cierto nivel de detalle, primero, y me interesaba más poner en perspectiva dónde entra la ciencia en un colectivo feminista amplio, con demandas diversas, y con construcciones muy recientes en muchas personas, hay gente que recién se empieza a hacer preguntas, y me parece que está bueno poder acceder a información bastante digerida para poder incorporarlo a su propia perspectiva del feminismo. Y también para gente que está muy metida pero es un tema al que nunca accedió. Me parecía que tenía que ser para todo el mundo, independientemente del momento en el que estés respecto de tu feminismo. Hay muchos libros de comunicación científica pero, en general, están en el stand de autoayuda o en el de libros feministas. Eso para mí es tremendo. A mí me gustaría estar al lado de Manes. No en la vida, sólo en la vitrina. La idea era que fuera accesible y que cada capítulo te dejara una idea respecto del orgasmo, el aborto, y así. Tiene fuentes muy diversas, no son solo papers, hay charlas TED, videos, publicidades, hay capítulos de series. La idea es que podamos ir identificando estas cuestiones en los consumos culturales que tenemos porque si no tenés que ir a buscar esa información a lugares que son un poco inaccesibles a menos que seas del palo académico.

Barbie lanzó una campaña por la eliminación del IVA de los productos de gestión menstrual y su distribución gratuita.

Comentaste que el capítulo que tuvo mucha repercusión y te sorprendió es el dedicado a las dietas y la alimentación.

Era un capítulo que no era de mis favoritos y me lo nombraron mucho. Lo escribí, más  que por afinidad con el tema, por una cuestión de responsabilidad. Es algo súper local, recontra dejado de lado por la salud pública. Se habla muy poco de la cantidad de trastornos alimenticios que hay en Argentina. Es particular y es superlativa. Siempre estamos peleando el segundo o tercer puesto a nivel mundial en casos de anorexia y bulimia. Es una sociedad especialmente obsesiva con las dietas y la delgadez. Si bien yo no lo abordo tanto, desde ese lugar sí hablo mucho de cómo la salud empezó a ser un valor moral para acceder a cánones estéticos. Nos siguen vendiendo lo mismo para los mismos fines pero con discursos reformados que en la superficie parecen ocultar otra cosa. Ese capítulo además tiene una crítica muy cruda a la manera de presentar resultados en la academia y la ciencia, que tiene que ver con ser ciegos a la clase. Eso también generó repercusiones. Muchas personas que militan estas cosas no suelen verlo en personas que se dedican a hablar de ciencia o a hacer ciencia. Digo que muchos estudios acerca de la conducta alimenticia se hacen asumiendo que los humanos cambiamos nuestro comportamiento porque tenemos una disponibilidad de alimentos infinita. Si bien es verdad para muchas personas, es una falta de respeto supina enunciar eso. Debería decirse “para tal porcentaje de la población existe esta realidad, entonces yo estudio desde este recorte”, pero no reconocer eso a mí me choca muchísimo.

En relación a eso, una de las ideas principales del libro es el cuestionamiento de la supuesta universalidad de la ciencia, la idea de que el sujeto neutral de la ciencia es en realidad el varón blanco heterosexual. ¿Qué podés decir acerca de la ceguera de género a la hora de armar los muestreos sobre los que se basan la mayoría de las investigaciones?

Es súper complejo. Se tienen que hacer recortes porque no se puede estudiar la realidad toda. Pero no se trata de criticar y señalar porque si no entrás en ese círculo en el que la ciencia es un discurso más y es lo mismo que la astrología. ¿Qué es esa equiparación? Hasta ahora, la ciencia ha sido la mejor manera de argumentar que hemos encontrado como humanidad, pero se puede perfeccionar. No sólo por razones que tengan que ver con la justicia social sino para hacer mejor ciencia. Y esa es la parte que mis colegas nunca toman. Siempre me dicen que está bueno lo que hago por corrección política y porque ya no se pueden decir ciertas cosas. Pero cuando yo señalo que una muestra no está bien hecho no lo toman. Cuando en el libro hablo del paper de los culos y las tetas, que fue defenestrado de mil maneras, a mi no me interesaba reproducir esas críticas, lo que digo es que las conclusiones no se desprenden del estudio. En los medios salieron a decir que las mujeres están gastando mal la guita porque se hacen más las tetas que el culo, y que a los hombres les gustan más los culos. Se asume que si nos hacemos una cirugía es para gustarles a los tipos, y no se hizo ninguna contraprueba para poder afirmar eso. Me parecía interesante decir que las conclusiones no se desprenden del experimento y criticarlo desde ese lugar. Lo que quería demostrar es que en nombre del machismo, y obviando las diferencias entre géneros, se termina haciendo mala ciencia.

¿Cuál es tu diagnóstico de la brecha de género en el ámbito científico hoy en la Argentina?

Hoy está todo muy difícil. Ante una emergencia, los reclamos feministas parecieran ser hasta mezquinos. Hoy también, de cara a las elecciones también se puede pensar que el aborto no es tan importante porque la gente se está muriendo de hambre y eso se escucha hasta de dirigentes políticas feministas. Más allá del diagnóstico que se puede leer acerca de la situación de las mujeres en ciencia, de la segregación vertical, la segregación por estereotipos, el no incentivo y demás, yo insisto mucho en la responsabilidad institucional. Hay herramientas e iniciativas que se propusieron y que ni siquiera son tan nuevas. La Unión Soviética fue pionera en la reincorporación y permanencia de mujeres en la carrera científica. Hay una responsabilidad institucional que muchas veces se disfraza de que como la cosa está mejor que antes, como hay una especie de camino que se está recorriendo, hay que esperar porque va a llegar de repente a la igualdad, y sólo habría que esperar que suceda. Pero también hay una resistencia machista que no hay que dejar de ver. Me parece muy importante visibilizar que son los varones científicos los que menos creen en la evidencia que se recaba acerca de la discriminación a las mujeres en los campos científicos. Así como hay algo cultural que atraviesa, tampoco podemos negar las interacciones particulares de ciertos sectores. El estereotipo de varón científico es bastante misógino. Si te dedicas a la ciencia es porque sos una ameba sexual, sos nerd y no sos atractivo para nadie.

¿Qué iniciativas concretas podrían implementarse para generar una reestructuración del lugar que ocupan las mujeres en la ciencia? Mencionabas el caso de la Unión Soviética.

En el caso de la Unión Soviética, por ejemplo, se trabajó sobre la maternidad. Se pusieron espacios de cuidado en los lugares de trabajo. En Conicet no existe la licencia por paternidad. La licencia por maternidad llegó 30 años después a becarios y becarias. Todo el tema de la planificación familiar es obvio y es transversal a todas las aéreas, pero en particular ha habido capacitaciones específicas para los referatos de los papers en temas de sesgos de género que han mostrado efectividad. Suele suceder que los papers de las mujeres están más tiempo en referato o vuelven con más correcciones.  Otro tema que hay que enfrentar es el acoso sexual. Hay ingenierías donde la matrícula de mujeres es del 3%. También se habla mucho de la informática que es un área en el que el número de mujeres decreció. Era una carrera femenina en su momento porque se asociaba a tareas de secretaria. Hoy se dice que se necesitan más mujeres en tecnología pero andá a sentarte a un aula con un 95% de tipos. O con profesores que son todos chabones. Más allá de cómo hacemos para llegar a querer estudiar esas cuestiones, cuando llegamos el clima es sumamente hostil. Tiene que haber protocolos explícitos de acoso sexual y sanciones, te tienen que asegurar que vas a estar cómoda. El tema del acoso sexual en ciencia todavía es un tabú y no se ha destapado como en otros ámbitos.

Más allá de la falta de estímulo, en el libro te referís a la persistencia, como factor cultural, de la asociación de la capacidad intelectual con lo masculino.

Hay características innatas que se asignan según el sexo. Y es terrible pensar que hay características innatas que te hacen más apto para ejercer una carrera científica o no, y eso aleja a la gente en general de la ciencia. Está el estereotipo de que hay que ser especialmente inteligente o brillante para ser científico o científica, y eso es bastante expulsivo. Nadie es abogado para ser Ally McBeal, pero si querés ser científico es porque querés ser Einstein. No hay una idea del quehacer científico más allá de esa espectacularidad. Hoy la ciencia no sólo es expulsiva para mujeres, es para la gente en general. Te formas un montón de años en una situación de trabajo precario e informal que es la situación actual de becarios y becarias, y después no entrás a carrera. Y si entrás, los sueldos son bajísimos. Hay un sesgo de clase fuerte. Tenés que poder costearte la dedicación a la ciencia, tenés que poder no trabajar o hacerlo poco durante la mayor parte de la carrera. Está la idea de que tenés que hacerlo por vocación, porque querés ayudar a la humanidad y eso no tiene nada de atractivo como laburo. Ahí hay un problema grave. El primer problema es cómo consideramos que hay que ser para hacer ciencia y eso está generizado y sexualizado. A las mujeres no se nos considera inteligentes, ni objetivas, ni pragmáticas, y se piensa que hay un montón de cosas de nosotras que son contraproducentes con respecto a la labor científica, como ser muy emocionales.

Otro punto fuerte del libro es el abordaje de la menstruación como factor de desigualdad, ¿Cómo surgió la campaña MenstruAcción?

Yo venía trabajando en el tema, y en el primer Paro Internacional de Mujeres vi que dentro de las consignas, el tema de la menstruación ligado a la salud y a los derechos sexuales y reproductivos no aparecía. Lo comentamos con las compañeras de Economía Femini(s)ta, especialmente con Mercedes D’Alessandro, y yo dije de hacer una colecta y ella me decía que teníamos que hacer también un reclamo. Finalmente lanzamos la campaña con tres peticiones: la eliminación del IVA de los productos de gestión menstrual, la distribución gratuita, y la investigación y datos. Tuvo una recepción que no nos esperábamos. Seguimos trabajando para que los proyectos no estén cajoneados. El 28 de mayo es el Día de la Salud Menstrual y vamos a lanzar un nuevo proyecto que trata de intervenir sobre la ESI. El tema todavía se está tratando desde un lugar bastante tradicional dentro de los materiales vanguardistas de la ley. Nosotras militamos fuerte por su aplicación, así que este año vamos a ir por ese lado. También estamos terminando de actualizar los datos del costo de menstruar, lo veníamos haciendo con herramientas más rudimentarias y este año nos pusimos las pilas con la metodología para poder hacer una estimación más precisa. Es una campaña que nos da muchísima satisfacción. La red es súper amplia, es una campaña abierta para que la aplique quien quiera, y en todo el país hay grupos que han hecho trabajos fantásticos.

La importancia de darle visibilidad a un tema que sigue siendo tabú

Es un tema tabú incluso dentro del feminismo. Hemos tenido más tracción en grandes medios y mucha respuesta en el Poder Legislativo que dentro de las organizaciones del feminismo. Eso no está bien ni mal, pero las organizaciones que han respondido son las que trabajan directamente con personas vulneradas. El trabajo diario es ir tendiendo redes entre las personas que se acercan, más que centralizar en nosotras la información.  

¿Cuáles son a tu criterio las prioridades y expectativas en relación de los temas de agenda feminista para este año?

Espero que se vote de nuevo el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Si bien tenemos un movimiento fragmentado, con demandas distintas, creo que hoy hay dos consignas que realmente nos aúnan. Una es el reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito, y otro es el acceso efectivo a la justicia en temas de violencia de género. Son dos grandes deudas pendientes y es en lo que yo me concentraría. Muchas veces se hace hincapié en los desacuerdos que tenemos entre nosotras, que no está mal, pero terminamos teniendo consignas con puntos contradictorios por un afán de incluir a todas las voces, y en realidad tal vez incluir todas las voces sea tomar dos consignas con las que estamos todas de acuerdo. Creo que el feminismo siempre tiene que estar más del lado de un movimiento de presión y construcción popular, que no tiene que estar dentro de la lógica electoral. Las elecciones ocurren y las feministas votamos pero me parece que por respeto a la heterogeneidad del movimiento y para aprovechar la fuerza que tiene, estando tan atrasadas en reclamos básicos, sería más productivo concentrarnos en lograr pisos de derechos. Creo que las consignas del aborto y del Ni Una Menos, en tanto acceso a la justicia para las víctimas de violencia de género, son cosas que tenemos aprovechar para demostrar que hay un movimiento muy fuerte y con capacidad de mover la aguja.

La Revolución Menstrual

La Revolución Menstrual

En un ensayo personalísimo, Thiébaut da cuenta, con mucho humor, de sus 40 años de sangrado periódico.

“No todas las personas que tienen un útero menstrúan, no todas las personas que se dicen mujeres tienen menstruaciones, no todas las personas que menstrúan se consideran mujeres”, concluye la francesa periodista y feminista Élise Thiébaut, autora del libro Mi sangre.

Ceci est mon sang es el título original, en francés, de su ensayo, que en España se tradujo en 2018 por la editorial Hoja de Lata como Ésta es mi sangre y en Argentina se publicó, el mismo año, como Mi Sangre, de la mano de la editorial Hekht, para la colección de textos Pyra.

Natalia Ortiz Maldonado cofundadora de esta plataforma de experimentación, como se autodenomina el espacio, contó para ANCCOM que la colección Pyra no fue arbitraria, sino que surge de los viejos saberes que hoy por hoy se reactualizan en textos feministas. También reveló que el hecho de que Ceci est mon sang lo haya traducido un varón fue un desacierto: “Necesitábamos alguien que menstrue -dijo entre risas- o que tenga perspectiva y sepa que para nosotras no es igual escribir vagina en lugar de concha. Cuando corregí el texto le dije: ¡Definitivamente acá va concha!”.

El libro es una invitación a exigir visibilidad de la menstruación y a salir del lugar impuesto de la vergüenza.

Lo personal es político.

En la librería La Libre, ubicada en el microcentro porteño, Thiébaut conoció a algunas de sus lectoras y lectores argentinos, en el marco de un conversatorio en el que ANCCOM estuvo presente. “Quise saber cómo era empaparse de sangre menstrual verde”, se refirió sobre el movimiento feminista, que acompaña la lucha por el aborto legal seguro y gratuito.

Este ensayo personalísimo, destaca en sus páginas el humor con el que Thiébaut cuenta sus 40 años de sangrado periódico, y también es una documentación sobre los antecedentes del lugar que le dieron las sociedades patriarcales a la menstruación, la menopausia, las enfermedades menstruales, el síndrome pre-menstrual, y a los protectores higiénicos: “Las investigaciones que hay están hechas desde el mercado para vendernos medicamentos, pero no para conocer lo que nos está sucediendo”, señaló la autora. “Estamos todas enfermas en tanto y en cuanto aceptamos la pastilla anticonceptiva como la solución de un montón de enfermedades, por ejemplo cuando te la dan como un remedio para la endometriosis y para el ovario poliquístico.”

Es una época de Revolución Menstrual, con mayúsculas, porque el libro es una invitación a exigir visibilidad y salir del lugar impuesto de la vergüenza, es reclamar facilidad de acceso a protectores higiénicos en espacios públicos y para las personas sin hogar, las que padecen las guerras o aquellas que están atravesando la migración; y a partir de ahí cuestionar y criticar el marketineo de las industrias que ocultan, en sus procedimientos, el nivel de toxicidad de sus productos.

“Algunas personas se tomaron a mal que no escribiera un capítulo entero sobre personas trans”, admite. “Partí de mi experiencia personal; para volverla política hubiera sido artificial hacer un capítulo sobre eso, no viviéndolo personalmente, pero sí al final de mi libro invito a personas con visiones diferentes, que hagan conocer sus historias y sus vivencias, lo cual sucedió mucho: muchas personas contaron sus experiencias, hubo podcast, hubo artículos de prensa y debates públicos, generó movimiento.”

«Creo en la posibilidad de una solidaridad internacional entre las mujeres», dijo Thiébaut.

– Aquí en Argentina existen al menos veinticinco pueblos originarios, ¿qué opina de los rituales ancestrales de celebración de la menarquía o historias de experiencias menstruales que no forman parte del discurso hegemónico?

– No quise hacer una historia universal, ni hablar de las culturas que no conozco muy bien, y mucho menos juzgarlas desde una posición hegemónica, como hacen muchos. El conocimiento que puedo tener respecto a otras culturas, a otras sociedades puede ser mediado por lo que se puede leer y quién escribe lo que se puede leer. Por ejemplo, el padre de la antropología, Lévi-Strauss, cuenta que cuando fue a los pueblos donde había mujeres y niños eran pueblos vacíos. ¡Él escribió sobre esos pueblos como si estuvieran vacíos! Entonces no puedo esperar que ellos me cuenten qué era menstruar. Cuando empecé a interesarme sobre el tema de la menstruación conocí a un antropólogo que se llama Chris Night, que contó que se le despierta una intuición a partir de un libro de Lévi-Strauss, que se llama Los modales de la mesa, que refiere a la regla, pero incluso el propio Levi-Strauss no lo sabía: escribió un libro entero de la menstruación sin saberlo.

 – En su libro propone maneras de llevar a cabo la Revolución Menstrual, ¿Cómo pensarlas, también, para Latinoamérica?

– Creo en la posibilidad de una solidaridad internacional entre las mujeres. Yo me concentré más en las culturas de las  sociedades occidentales donde hay menos  nivel de estigmatización que otras, como por ejemplo la China. Por otro lado, está la cultura mozo, que se dice sin padre ni marido, donde los hombres y las mujeres son mucho más iguales que acá y la menstruación, es una celebración, una alegría. Todas tenemos que reinventar y ver antes entrelíneas lo que leemos. Por ejemplo, cuando encontraban vestigios o huesos de una persona que estaba con armas siempre pensaban que eran jefes varones y en realidad entre el 30% y 40% eran mujeres. Entonces tenemos que volver a estudiar y escribir sobre sociología, arqueología, etnología, porque hay que reescribir totalmente la historia.