Mataderos se pudre al sol

Mataderos se pudre al sol

Restos de carne, sangre y grasa tapizan las inmediaciones del Mercado Rodó. La desidia de industrias, comercios y Estado convierten a un barrio en un basural a cielo abierto.

Restos de carne sanguinolenta desbordan los contenedores de basura. Olor constante a salchicha impregna el aire. La grasa vuelve resbalosas las veredas. El mediodía es tórrido en el oeste de la Ciudad de Buenos Aires y unos pibes buscan su almuerzo entre los desperdicios. Ya prendieron un fueguito frente al laboratorio Roemmers. Carne sobre carne. Y la amenaza constante de que los plásticos de los envoltorios de pollo vuelen y se peguen en las piernas o en la cara de la mantera haitiana que vende ropa interior. Bienvenidos al mercado cárnico. Mataderos rojo shocking. Digno paisaje de cine gore.

Seguramente van a pasar horas hasta que los camiones de basura vacíen los contenedores y laven las veredas de la calle Rodó. En ese largo intervalo, los restos de carne y menudencias a la intemperie  emanarán líquidos y mal olor. Banquete para ratas, palomas y cucarachas.  

La Ley de Basura Cero parece una broma pesada ante los recortes de presupuesto de las auditorias porteñas que controlan la higiene de la vía pública. Mientras tanto, la basura se acumula en el barrio. Mataderos se pudre al sol.

Carne outlet

“Es muy desagradable ver la sangre corriendo. Sería mucho mejor que tuvieran un lugar para depositarla, no a la vista del público. Nací en Mataderos y lo veo cada vez más sucio”, dice Silvia Benítez, vecina con pila de años en el barrio enclavado al oeste de la ciudad. Según el último censo, son casi 9.000 vecinos los que  viven alrededor del Mercado Cárnico de Rodó, punto neurálgico del comercio de carne y sus derivados. Los negocios ocupan diez manzanas, atravesadas por las calles Rodó y Lisandro de la Torre, y se dispersan por Martiniano Leguizamón, Bragado y Murguiondo.

 En esas cuadras repletas de trabajadores vestidos de blanco, camiones que llevan y traen mercaderías y contenedores de basura abarrotados, se pueden conseguir carne vacuna y productos de granja a precios muy bajos.  Es una especie de “outlet de carne”. “En esta zona se comercializa más del 40% de la carne de la ciudad. Hay más de 100 comercios entre mayoristas y minoristas”, explica Fabián Ojeda, presidente de la Cámara de Empresarios y Comerciantes de la Carne y sus Afines de Mataderos (CECCAM).

El consumo de carne vacuna, álgido tema de promesas partidarias en este año electoral e inflacionario, superó las previsiones más pesimistas. Según las estadísticas del Ministerio de Agricultura de la Nación, en 2021 los argentinos consumieron un promedio de 53 kg por habitante.

En este contexto de incremento del consumo, se estima que el volumen de residuos de esta industria alcanzará en 2022 las dos millones de toneladas. Este sobrante orgánico se puede reciclar. Según un informe de la Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Aires, hay 35 plantas en el país que utilizan estos desechos como materia prima, los procesan y reciclan en comida para animales, biocombustible y productos de tocador.

El informe también explica que el sector frigorífico tiene una gran incidencia en la contaminación del medio ambiente por la gran cantidad de subproductos y residuos que se desprenden de su producción. El principal impacto ambiental de este nicho productivo es la generación de aguas residuales con altos niveles de materia orgánica, grasas, nitrógeno, fósforo y sales. Estos efluentes proceden de la limpieza y desinfección de equipos, instalaciones, y también de los líquidos que resultan del proceso de producción (baños de escaldado, limpieza de canales, aguas de cocción.) y de las aguas de refrigeración. Las aguas de limpieza pueden contener, además, cantidades importantes de detergentes y desinfectantes. La sangre líquida y residuos de grasa pueden dispersar patógenos más allá del área controlada del frigorífico. El problema está a la vista en Mataderos.

Veredas tomadas

Resuenan en la mente las palabras de Esteban Echeverría, autor del clásico El matadero –también de La Refalosa de Ascasubi-, cuando Oscar Carballo, desde su puesto de verduras y frutas, cuenta que “las veredas se vuelven como jabonosas por la grasa mal lavadas por los empleados de las carnicerías. Muchos vecinos sufrieron caídas y golpes, y después todo queda en la nada”. Los contenedores son pocos y están abarrotados con los residuos que los frigoríficos descartan.

La actividad de los comercios del Rodó comienza muy temprano a la madrugada, luego hacen un corte al mediodía, momento en el que tiran el sobrante de los desechos de la producción. No hay separación de residuos que tienen posibilidad de reciclarse en origen. No se ven en esas cuadras tampoco contenedores específicos para este tipo de residuos. Carballo precisa: “Al cortar carne, el desangrado trae insectos y moscas. Los vecinos se quejan y alguna vez vinieron las autoridades a clausurar algunos frigoríficos. La sangre de los cortes cae a la vereda y los carniceros limpian sin mucha voluntad. En la cuadra tenemos sólo dos contenedores y son de color negro. En otros barrios hay de diferentes colores por el tema de la contaminación y para reciclar. Acá no hay nada de eso”.

La Ley 1854/05, conocida como Ley de Basura Cero, establece como objetivo la disminución de la cantidad de desechos en la Ciudad de Buenos Aires. La basura  es depositada en los rellenos sanitarios del CEAMSE. “Estas metas a cumplir serán de un 30% para el 2010, de un 50% para el 2012 y un 75% para el 2017 –dice la normativa-, tomando como base los niveles enviados al CEAMSE durante el año 2004. Se prohíbe para el año 2020 la disposición final de materiales tanto reciclables como aprovechables”. Como el Gobierno de la Ciudad no cumplió con las metas, impulsó un cambio legislativo para adecuar los objetivos a su ineficaz gestión.

Lo que sucede en el Mercado Rodó contrasta con lo que se puede leer en la página web del Gobierno de la Ciudad, donde se informa que recibe 8.000 toneladas de basura por día,  el  80% de los residuos que gestiona tiene tratamiento y más del 50% es recuperado. En tono amigable se explica que “para seguir haciéndolo necesitamos que deposites en los contenedores negros o grises únicamente los residuos que son basura y el resto lo recicles”. Esta fórmula amable no parece ser parte de la realidad del barrio de Mataderos. Se intentó consultar por este tema a la Dirección de Limpieza de la Ciudad. Después de varias derivaciones entre diferentes asesores, nadie contestó las preguntas sobre la higiene de las calles que rodean al mercado.

Cadena de responsabilidades

La consultora medioambiental Cooprogretti pone el foco también en la frecuencia insuficiente de la recolección de residuos en el barrio de Mataderos. La empresa Níttida tiene esa tarea en la zona. Vacía los contenedores sólo una vez por día y en horarios nocturnos.

Esta prestataria  tuvo denuncias por deficiencias en la recolección de residuos en años anteriores. En 2014, el Ente Único Regulador de los Servicios Públicos de la Ciudad la sancionó con una multa de $ 255.728,99 por omisión en el vaciado de contenedores, levantamiento de bolsas y derrame en la vía pública.

El lavado de las veredas es responsabilidad de los frentistas y locales. En estas calles en particular se complementa con un servicio de hidrolavado, único mecanismo que sirve para remover los restos de grasa y líquido lixiviado de la calzada. Níttida también está a cargo de esta prestación y del lavado de contenedores y cestos papeleros en el barrio. Según el informe de Cooprogretti: “La recolección de  residuos es inadecuada y  no se adapta a las característica de la zona”. Como paliativos propone duplicar los repasos de la limpieza de las calzadas, aumentar la frecuencia de lavados mecánicos de veredas y contenedores y modificar los hábitos del generador de residuos a través de talleres e islas ambientales. También con mayores sanciones.

Mientras tanto, el tufo a desidia de los responsables comparte ese olor hediondo de la carne al sol que tanto identifica al Mercado Rodó de Mataderos.

Un aplauso para los asadores

Un aplauso para los asadores

Cooperativa Los Cabritos ubicada en el barrio de Mataderos de la Ciudad de Buenos Aires.

El bullicio se transforma en quietud una vez atravesada la puerta de entrada a Los Cabritos, mítico restaurante especializado en parrilla ubicado en la avenida Juan B. Alberdi al 6100, justo en el corazón del barrio -o “la República”, como lo llaman sus orgullosos habitantes- de Mataderos. En el interior, el aroma característico de la carne asada se cuela en cada centímetro del ambiente, más allá del silencio y la penumbra, típicos de un tiempo intermedio entre almuerzo y cena.

Mientras observa el asador y las dos parrillas ubicadas a la izquierda de la entrada, Jorge Jaian (54), secretario y uno de los fundadores de la cooperativa de trabajo, traza un pequeño recorrido histórico del lugar: ”Los Cabritos abrió en mayo de 1979 y creó una gran expectativa tanto en el barrio como en las zonas aledañas. Ocupaba el lugar clásico de la gastronomía de esa época, caracterizado por espacios amplios manejados por grandes sociedades”. Inmediatamente, aclara, que si bien el negocio se vio afectado a nivel general por los vaivenes económicos del país a lo largo de las últimas tres décadas, los conflictos comenzaron al poco tiempo de la inauguración y se acentuaron con la implosión socioeconómica en el 2001. “Yo estoy desde el ’99, acá la crisis golpeó muy fuerte, tanto en la concurrencia como en los sueldos de los empleados. Encima, a los pocos años falleció el gerente y quedamos acéfalos. Además, los socios propietarios nos daban cada vez menos bola, hasta que dejaron de responder”, recuerda con gesto de resignación.

La cooperativa Los Cabritos abrió en mayo de 1979.

Osvaldo Zubeldía, histórico director técnico de Estudiantes de La Plata, sostenía que “a la gloria no se llega por un camino de rosas”. Este axioma parece adecuarse perfectamente al trayecto recorrido por los trabajadores, como deja entrever Jaian. En 2014 la situación estaba tan irregular que nos clausuraron. En ese momento hicimos una reunión y tomamos la decisión de hacer una cooperativa, fue una idea que salió a la fuerza desde una conciencia colectiva. En 2016, tuvimos que sortear un extenso corte de gas y a partir de ahí empezamos a levantar”, detalla. Inmediatamente enumera a diversos actores que fueron preponderantes a la hora de permitir que la determinación diera sus frutos. “El presidente Carlos Carvalho se puso el equipo al hombro, hablamos con los integrantes de Alé Alé (NdeR: cooperativa gastronómica ubicada en Palermo), que fueron tan solidarios como la gente que nos acompañó. Por otro lado, una abogada especializada en el tema y el Movimiento de Empresas Recuperadas (MNER), junto con el diputado Gabriel Fuks y varios legisladores de la Ciudad, fueron clave a la hora de que nos otorguen la habilitación en 2015”, asegura.

La tarde cae en la República mientras los colectivos pasan por la avenida Alberdi, aunque el sonido no logra traspasar la puerta ni las ventanas. Patricio Trías (45), encargado de darle a la carne el punto justo de cocción tanto en el asador como en las parrillas, empieza a distribuir los animales con destino de manjar. “Yo trabajé acá cuando era una empresa, y volví hace dos años ya siendo cooperativa. Muy al tanto no estábamos de cómo se hacía, pero acá se votó a un presidente, un secretario, un tesorero, un síndico y vocales que organizan reuniones frecuentes para la toma de decisiones”, explica, destacando también que, si bien hay ajustes y cuestiones organizacionales que se van aprendiendo día a día, el sistema es por demás democrático.

Jaian sube hacia el segundo piso mientras remarca que, dentro de lo positivo, hay dificultades ineludibles tanto internas como externas: lograr un consenso total en las decisiones es tan arduo como pagar las elevadas tarifas de los servicios. Un pasillo de tramo corto conduce a un salón que todavía no perdió la impronta ni el fulgor de los años ochenta. “Este lugar lo abrimos los fines de semana, cuando viene el mayor caudal de gente”, dice, para luego aclarar que los viernes y sábados llegan a recibir 170 comensales. “La mejor publicidad que tenemos es la calidad y el servicio que brindamos, después eso se ve reflejado en el boca en boca”, sostiene. En la misma línea opina Horacio Barreiro (39), un multifunción que desde hace menos de un año reparte sus quehaceres entre la cocina y la limpieza. “La gente está conforme -asegura-, nosotros siempre tratamos de tirar para adelante para nuestro beneficio y el del público”.

Precisamente la comunidad fue quien ponderó a Los Cabritos como una de las diez mejores parrillas de la Ciudad, en una encuesta organizada por el Gobierno porteño en 2018. Fue una de las dos cooperativas, junto al restaurante Los Chanchitos, en ubicarse dentro del selecto grupo. Este suceso llena de orgullo a Víctor Sánchez (53), quien desde hace 21 años se desempeña como mozo. “Estuvimos siete años trabajando en negro, no teníamos ni un aporte. Desde que somos cooperativa la situación mejoró mucho, la gente siempre nos dice lo bien que estamos trabajando y si tienen que remarcarnos algo lo hacen para que sigamos creciendo. A mí me llena de satisfacción que nos hayan elegido como una de las mejores parrillas”, afirma.

No queda ni un rastro de sol. Dentro del salón, algunas luces comienzan a encenderse y el estatismo se convierte de a poco en movimiento. Mientras se acomoda para comenzar su tarea, el cocinero Juan Carlos Sánchez (40) destaca el sacrificio de todos los cooperativistas para sacar adelante el negocio y mantenerse como uno de los lugares más concurridos en el rubro. “Estoy acá desde hace 18 años, y la diferencia con la etapa anterior se nota mucho. Hay más compañerismo, más colaboración, y se trabaja mucho más cómodo”, asegura. En un abrir y cerrar de ojos, todos están en sus puestos mancomunados por el fuego, para seguir dejando a Los Cabritos en el lugar que se ganó a fuerza de voluntad y perseverancia.

 

¿Una pantalla cinematográfica o de negocios?

¿Una pantalla cinematográfica o de negocios?

Dos años después de que se paralizaran las obras prometidas, los integrantes de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata y vecinos de Mataderos están en alerta a raíz de que se presentaran en el lugar una representante legal del Ministerio de Cultura porteño, Gabriela Aranaz, junto con un tasador del Banco Ciudad y los empresarios Pablo y Adrián Serantoni, productores del programa de TV “Pasión de Sábado”. La visita disparó y  acrecentó los rumores sobre el futuro destino del predio.  

Ubicado en la avenida Alberdi al 5000, El Plata se inauguró en 1945 y tenía capacidad para más de 1.800 espectadores. Funcionó como cine y teatro hasta 1987, cuando cerró sus puertas y fue utilizado como depósito de una casa de electrodomésticos hasta el año 2000.

Fachada del cine El Plata, en Av. Juan Bautista Alberdi 5765 en Mataderos.

Los vecinos de Mataderos se organizaron, una vez más, ante la sospecha de que el Cine El Plata sea vendido por el Gobierno de la Ciudad.

“Se daban películas de Mirtha Legrand, de Palito Ortega y se presentaron artistas como Aníbal Troilo, Argentino Ledesma, Fidel Pintos o Roberto Grela. Yo los presentaba, quiero que se abra el cine porque ese espíritu está todavía ahí adentro, están mis sueños”, expresó Roberto Gutiérrez, quien a sus 91 años es el integrante más grande de la Coordinadora, como se conoce a la agrupación en el barrio.

En el año 2004, un grupo de vecinos le pidió al entonces jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, que comprara el cine para convertirlo en espacio cultural. El propietario aceptó vender con la condición que el espacio solo tuviese ese destino. Mediante la Corporación Buenos Aires Sur, la Ciudad adquirió el inmueble y luego, tras la caída de Ibarra y la incertidumbre en el interinato de Jorge Telerman, comenzaron los conflictos tras la asunción de Mauricio Macri.

A pesar de la cláusula impuesta en el contrato de compra-venta y que la ley lo protege por ser patrimonio cultural de la Ciudad, el PRO quiso demoler el cine y hacer allí un Centro de Gestión y Participación (CGP). Jorge Elger, secretario general del Centro de Comerciantes de Alberdi, dijo: “Nuestro Presidente (Alberto Di Leo) fue quién convocó a los vecinos a una asamblea en la puerta del Plata al enterarse de diferentes maniobras que involucraban al edificio. A partir de ahí, se fueron haciendo reuniones semanalmente”. Esa fue la génesis de la Coordinadora, conformada en 2007

Reunión de vecinos sentados alrededor de una mesa en el centro de Comerciantes de Alberdi

Reunión de vecinos en el Centro de Comerciantes de Alberdi organizado por los integrantes de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata.

El proyecto de CGP impulsado por el actual secretario de Seguridad bonaerense Cristian Ritondo fue enterrado por los vecinos en 2008 a fuerza de organización. Luego, la Justicia falló a favor de que El Plata sea un centro cultural. Después de eso, Hernán Lombardi, exministro de Cultura porteño, se acercó y asumió el compromiso de realizar las obras necesarias. Walter Ordoñez, referente de la Coordinadora, recordó: “Se hizo la primera etapa y en julio de 2011 se habilitó una sala para 170 personas que funcionó irregularmente hasta mitad de 2013. Ese año, volvemos a la Justicia a intimar al Gobierno a resolver la segunda y definitiva etapa del centro cultural”.

Tras la ratificación legal, se licitaron las obras por primera vez en 2012 ya que las anteriores habían sido vía contratación directa. La empresa Teximco S.A. ganó y por 25 millones de pesos se comprometió a terminar la obra en 400 días. La comunidad de Mataderos estaba satisfecha porque era cuestión de tiempo para cumplir su meta, pero luego de avances y el cobro de 20 millones, se abandonaron los trabajos. En abril de 2015 el cine reabrió sus puertas parcialmente con dos salas equipadas y refaccionadas, aunque en diciembre cerró de manera definitiva.

Reja del cine El Plata en Mataderos, se lee un cartel en mal estado que dice: vecino vuelva a ser protagonista por la finalización de obra y apertura

Hace dos años que las obras se encuentran paralizadas pese a la promesa del Gobierno de la Ciudad de convertirlo en un centro cultural.

Ordoñez dijo: “El Gobierno confirmó el pago de 20 millones y plantea que las obras están al 82%. A nosotros, técnicos de la Defensoría del Pueblo, nos dijeron que, con suerte, están el 65%”. En adición a esto, el también integrante de la Coordinadora, Gutiérrez, reclamó: “Hay guita que falta, ¿dónde está la plata de El Plata?”

La presencia de los Serantoni alertó a los vecinos de una posible venta, ya que el cine entró en comodato hasta 2015 y vencido el plazo, vuelve a su dueño: la Corporación del Sur.

Walter Ordoñez integrante de la coordinadora en defensa del Cine El Plata en primer plano, en la vereda donde queda el cine.

Walter Ordoñez, de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata, denuncia faltante de dinero por el pago realizado a la empresa Teximco.

La legisladora porteña de Unidad Ciudadana, Lorena Pokoik, apoya la lucha de los vecinos y planteó: “Lo central es que se hagan cargo desde el Gobierno de la Ciudad de que la obra tiene que continuar y hay que renovar la cesión de uso para que se justifique la cantidad de plata que se invirtió”. Pokoik es también integrante de la Comisión de Cultura y agregó: “Lo único que hicieron es darle más valor inmobiliario a algo que no van a usar, esa plata se le evitó invertir a un futuro comprador. Es torpeza o una avivada”.

La defensa del Cine El Plata como centro cultural tiene aceptación unánime en Mataderos. La comunera kirchnerista del barrio, Aixa Rocha, afirmó: “En este caso, todas las fuerzas barriales estamos de acuerdo. Incluso, los del PRO.»