Culpables

Culpables

Los cuatro policías acusados por matar a cuatro jóvenes en la llamada Masacre de Monte fueron condenados por un jurado popular. Dos de ellos recibirán prisión perpetua. Aún no se sabe cuándo comenzará el proceso judicial por encubrimiento.

Los cuatro policías imputados bajaron la cabeza. Luego de casi diez horas de debate por parte del jurado popular, los policías Rubén García, Leonardo Ecilapé, Manuel Monreal y Mariano Ibañez fueron considerados culpables del delito de homicidio agravado por abuso de función como miembro de las fuerzas policiales, calificado por el empleo de armas de fuego. García y Ecilapé recibirán la pena a prisión perpetua porque hubo unanimidad por parte de los doce integrantes del jurado. En tanto, el jurado encontró culpables a los cuatro policías por tentativa de homicidio, aunque discriminó a Ecilapé e Ibáñez como coautores. 

“Mi hijo Danilo descansa en paz, se hizo justicia, lamento por las familias de ellos pero nos hicieron demasiado daño”,  dijo Juan Carlos Sansone en llanto y levantando los brazos al cielo en la puerta del tribunal. Apenas pasadas las 22, vecinos y familiares estallaron en cantos y gritos contenidos por la larga espera del veredicto.

La noche del 20 de mayo de 2019 los policías persiguieron a tiros al auto conducido por Aníbal Suarez, de 22 años, en el cual iban los jóvenes Gonzalo Domínguez, de 14; Danilo Sansone, de 13; Camila López, también de 13 al igual que Rocío Quagliarello, la única sobreviviente. Mientras escapaban de los tiros, el Fiat 147 en el que habían salido a pasear chocó contra un camión con acoplado detenido en la Ruta 3, y así fue arrebatada la vida de las cuatro víctimas. Rocío sobrevivió a sus heridas de gravedad. Anoche vio a los policías condenados por el intento de homicidio del que fue víctima.

La jueza técnica Carolina Crispani, que asumió la dirección de debate, estimó que el 2 de junio puede tener lugar la audiencia para que las partes aleguen sobre el monto de la pena, y siete días después podría dar a conocer la sentencia con la precisión de los años de cárcel que tendrán que cumplir cada uno de los condenados.

Una jornada eterna

La octava y última audiencia por la Masacre de Monte había comenzado a las 10.30 con una gran concurrencia. Familiares, amigos y vecinos esperaron atentos al veredicto en las puertas del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de La Plata, acompañados de bombos, música y carteles.

Minutos antes de comenzar, Dora Bernárdez, abogada de las familias Dominguez y Suárez, aseguró a la prensa que “quedó probado que les dispararon, que no tenían motivos para hacerlo y que fueron cambiando la versión de los hechos según su conveniencia”. Agregó, además, que esperan que el veredicto sea ejemplar y que los cuatro policías implicados reciban cadena perpetua.

La jueza Crisoani, a cargo de este caso emblemático de violencia institucional, se dirigió durante tres horas a los doce integrantes del jurado popular que tomaría la decisión respecto a la culpabilidad o no de los policías de San Miguel del Monte. Especificó que en este caso había dos jueces: “Una jueza de derecho y un juez de los hechos, que son ustedes”. Durante ese tiempo aclaró las consideraciones a tener en cuenta al momento de tomar una decisión y que la misma debe darse en base a las pruebas vistas, su buen juicio y el sentido común. Pidió especialmente a los integrantes del jurado que no se dejaran influenciar por información externa a la sala. Y agregó que la credibilidad y el peso de las pruebas dependían enteramente de su percepción.

Para llegar a una condena, nueve de los doce miembros del jurado debieron considerar culpables a los policías. En el caso de que haya menos de ocho votos a favor, los imputados serán considerados culpables de delitos menores tales como “tentativa de homicidio” o “exceso en el cumplimiento del deber”. Por último, si existiera una decisión unánime, Leonardo Daniel Ecilape, Manuel Monreal y Mariano Alejandro Ibañez y el excapitán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Rubén Alberto García, recibirían una cadena perpetua por homicidio agravado por abuso de función como miembro de las fuerzas policiales calificado por el empleo de armas de fuego y violación de los deberes de funcionario público.

A las 13.30, la jueza Crispani pidió a los presentes retirarse y habilitó al jurado un espacio para que comenzaran su deliberación. Gladys Ruíz Díaz, madre de Danilo, con micrófono en mano y la voz quebrada, agradeció a todos los presentes a los pies de la escalinata del tribunal: “Pido justicia por mi hijo y por todos ellos. Exijo un juicio justo, basta de gatillo fácil. Ni uno más, ni uno menos”. Dos horas más tarde, los amigos y familiares de las víctimas realizaron un abrazo simbólico a los edificios tribunales de La Plata.

Las horas pasaban y los vecinos de Monte persistían. Con mates y termos en mano esperaron la resolución sobre la calle 8. Acompañaba la escena la música de rap que cantaban en vivo amigos de los adolescentes fallecidos, que también disfrutaban de ir a la plaza para realizar su arte.

“El abuso de poder no puede ser tolerado en democracia”

Durante la séptima y anteúltima jornada en el Tribunal Oral en lo Criminal 4 de La Plata, uno de los policías imputados había admitido que hizo disparos. Fue una extensa audiencia con los alegatos de cierre del fiscal Mariano Siubet –que pidió la condena de los policías al argumentar que «el abuso de poder no puede ser tolerado en democracia»–, los particulares damnificados con sus querellas y la defensa de los acusados. Sibuet explicó que en un tramo del paseo de los chicos por la Laguna de San Miguel se cruzaron con el móvil de Ecilapé. Sin que existiera un motivo o sospecha, el oficial dio aviso a la otra patrulla –de Monreal e Ibañez– para que le hicieran un cerrojo policial al Fiat 147 que manejaba Suárez. 

El fiscal enfatizó que fue “sin flagrancia”, ya habían modulado con las otras patrullas que la situación era normal. Sin embargo, Manuel Monreal disparó al móvil de Suárez para interceptarlos. “Uno de los disparos impactó en el cuerpo de Gonzalo, en su pelvis, 13 años. ¿Se pueden imaginar el dolor que sintió Gonzalo? Rocío nos trajo un pantallazo de lo que pasaba, se quejó, le ardía”. El informe entregado por el perito balístico reveló que fue Monreal quien disparó, así como también que no hubo disparo al piso tal como la defensa sostenía, sino que fue directo al cuerpo.

El fiscal relató que al verse rodeados por la polícia, dispuestos a dispararles como ya lo habían hecho con Gonzálo, los jóvenes escaparon. Durante la persecución se pudo observar al capitán Rubén García asomando su cuerpo para disparar al auto de los jóvenes. Gracias al trabajo de los peritos quedó comprobado que tales disparos provenían de su arma reglamentaria. Sibuet esbozó: “¿Qué pasó después que chocaron? Les siguieron disparando”. Dirigiéndose al jurado, el fiscal sostuvo que “las pruebas son contundentes, testimonios, testigos presenciales, evidencia más allá de la física, videos, vainas. No hay ningún tipo de justificación ante el comportamiento de los agentes de la ley. Monreal dijo que tuvo miedo por su vida, pero él disparó cuando el auto pasó al costado suyo. El abuso de poder no puede ser tolerado en una sociedad democrática de derecho, les pido por favor que sean cuidadosos en todo lo que pasó delante de ustedes”.

El alegato de Margarita Jarque, en nombre de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) y del patrocinio letrado de las familias de Sansone y López, aportó jurisprudencia y una síntesis de la larga historia de casos enmarcados en la llamada “violencia institucional” con el “gatillo fácil” como emblema represivo. Jarque adhirió a lo dicho por el fiscal, y afirmó que quienes perpetraron el crimen “lo hicieron en nombre del Estado” pese a no estar autorizados “a frenar o detener personas sin orden judicial” y sin “flagrancia”, es decir que no pudieron adjudicar a los adolescentes la comisión de ningún delito. En la misma línea habló Agustina Lloret, en nombre del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) como querellante institucional. Hizo mención a la sucesión de balazos dirigidos al auto pese al (falso) argumento policial de que sólo dispararon “al piso o a las ruedas”.

“Los condujeron a una muerte segura”

Las partes querellantes coincidieron en que todos los testigos que acudieron desde el primer minuto al lugar del hecho escucharon disparos. También destacaron que en el modo de accionar homicida de los cuatro imputados, los móviles policiales se utilizaron como un arma, para intimidar a quienes iban allí, aduciendo que manejaban a alta velocidad sin usar sirenas. Para esta parte acusadora, los choferes fueron parte esencial (Ibañez y Ecilapé), son co-autores, sin ellos los hechos jamás hubieran ocurrido. Los chicos se vieron obligados a tomar la angosta colectora producto de las decisiones de la policía, y terminaron chocando contra el camión acoplado. Los condujeron a una muerte segura.

Para otra fecha aún no fijada quedará el juzgamiento de los otros veinte policías por encubrimiento y falsificación de documento público.

 

Por su parte, los defensores de los policías apelaron a la “inseguridad” que deben combatir en las calles esos “servidores públicos”, e hicieron una defensa corporativa de la Policía. Guillermo Baqué –un mediático miembro de la “familia” policial–, su hija María Celeste y Luis María Giordano lanzaron varias chicanas en lugar de fundamentos. “La próxima vez que los pare un policía no paren, háganle caso al bloque acusador”, dijo Baqué a los jurados. Lo central del argumento de la defensa fue que los uniformados actuaron “en cumplimiento de su deber” al intentar identificar a los pibes y las pibas. “¿Hubo disparos?”, sí, no lo podemos negar, dijeron. Pero no dieron ninguna explicación convincente de la justificación de uno solo de esos tiros. 

Y la frutilla del postre fue culpar a una de las víctimas. “Suárez se cagó en la vida de tres chicos y les arrebató la vida”, afirmaron Baqué y sus colegas. “No se explica por qué Aníbal reaccionó así, por qué se dio a la fuga. La persecución fue más que lógica: ¿qué tenía de malo parar? ¿Por qué uno no pararía ante la policía?”, se preguntaron ante la mirada atónita de algunas personas del público. María Celeste Baqué hizo foco en que Aníbal se dio a la fuga porque carecía de licencia de conducir, de VTV -Verificación Técnica Vehicular-, y además estaba alcoholizado. En tanto el abogado Giordano afirmó: “Mis clientes dispararon a un neumático y a una vereda”.

Al final de la audiencia del martes 16, los cuatro acusados dieron sus últimas palabras de cara al veredicto, para agradecer al jurado, pedir perdón a los familiares de las víctimas. Dijeron que fueron “errores” en el “cumplimiento de su deber». 

Para otra fecha aún no fijada quedará el juzgamiento de los otros veinte policías por encubrimiento y falsificación de documento público. Las familias de la Masacre de Monte no se olvidan que la ex intendenta Sandra Mayol y sus funcionarios avalaron la versión del accidente y negaron, hasta bastante entrada la investigación, los disparos policiales.

Las pericias también complican a los policías

Las pericias también complican a los policías

En la sexta jornada del juicio por la Masacre de Monte, el perito balístico Lucas Basanta no sólo desechó que los policías hayan disparado al piso, sino que además confirmó que las vainas servidas encontradas en la escena fueron accionadas por el capitán Ruben García.

El lunes se retomó el juicio por la Masacre de Monte en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de La Plata, fue la sexta y anteúltima audiencia previa a conocer, este miércoles 17 de mayo, el veredicto por parte del jurado popular y la jueza Carolina Crispiani. La fiscalía presentó tres testigos que complicarían aún más la situación de los policías enjuiciados por el asesinato de los cuatro jóvenes de San Miguel de Monte, ocurrido el 20 de Mayo de 2019. Por otro lado, cuando la audiencia parecía concluir, dos de los acusados, Mariano Ibañez y Manuel Monreal, declararon su versión de los hechos.

En una jornada marcada por las constantes interrupciones tanto de la jueza como la defensa, el fiscal, Mariano Sibuet, llamó a declarar a tres testigos fundamentales para exponer el accionar de los imputados. El primero de ellos fue el perito balístico, Lucas Mateo Basanta. A partir de los informes realizados por pedido de la Fiscalía, Basanta se centró sobre la bala calibre 9mm hallada en el muslo izquierdo de la víctima, Gonzalo Domínguez. El perito testimonió que la deformación del proyectil estaba en la nariz -la parte delantera- y no había una superficie “dura, áspera y rugosa”, lo que implicaría que los policías no apuntaron al piso tal como sostiene la defensa de los acusados. Basanta declaró: “La deformación está en la nariz y no está rugosa, puede ser que haya impactado contra un hueso, o contra un telón de interpuesto, como puede ser una chapa del automóvil, y después ingresa al cuerpo de la víctima. No me da la sensación de que haya impactado contra una superficie dura o plana”.

Mientras Susana Ríos se retiraba para no oír los detalles del disparo efectuado a su hijo Gonzálo, Lucas Basanta prosiguió. Planteó que el proyectil calibre 9mm, fue disparado por la pistola Bersa Thunder Pro N° 13-H57836, arma reglamentaria perteneciente al imputado, Manuel Monreal. Por último, explicó que las cuatro vainas servidas, que la policía descuidó al momento de limpiar la escena del crimen, fueron accionadas por la pistola Bersa Thunder Pro n° 13544188, arma reglamentaria del capitán Rubén García: “El estriado de los proyectiles permiten ver de manera fehaciente que esa bala atravesó el arma en cuestión”

La segunda testigo fue la médica Karina Cinquegrani, quien atendió a la víctima y única sobreviviente de la masacre, Rocío Quagliarello. La doctora afirma que Rocío ingresó al hospital El Cruce, ubicado en Florencio Varela, con riesgo de vida. La paciente presentaba un edema cerebral, múltiples fracturas (húmero, fémur, tibia, lado derecho del tobillo, clavícula, maxilar inferior) y una laceración del hígado. El tercer testigo en pasar fue el perito informático,y miembro del cuerpo de investigaciones judiciales de procuración, Jose Luis Sanchez, quien se encargó de abrir los aparatos móviles tanto de las víctimas como de los acusados, con el fin de obtener el grueso de la información. Mientras que en los teléfonos de los jóvenes no se encontraron más que videos divirtiéndose momentos antes de ser perseguidos por la policía, en uno de los celulares de los acusados se encontraron audios provenientes del subcomisario Franco Micucci, en los que pedía ordenar la escena de los hechos, así como también mantener la calma porque la culpa no era de ellos, sino de las víctimas por “resistirse” a las autoridades.

Hacia el final se leyó la transcripción realizada a la cámara Gesell de Rocío Quagliarello, debido a los inconvenientes técnicos surgidos durante su filmación.

Cuando todo parecía concluir, la defensa hizo claras las intenciones de los cuatro imputados -Manuel Monreal, Mariano Ibañez, Rubén García y Leandro Ecilapé- de declarar ante el tribunal oral.

Por cuestiones de tiempo, sólo Ibañez y Monreal pudieron llegar a declarar. El primero se desligó de cualquier responsabilidad, planteando que el Fiat 147 en el que iban los jóvenes se dio a la fuga, por medio de una maniobra en la que habría puesto en peligro la vida de los oficiales. El policía que estaba a cargo del volante del patrullero en el que también iba Monreal argumentó: “Mi trabajo fue hacer un cerrojo policial, yo no disparé, estoy preso hace cuatro años por un cerrojo”. Con respecto a la escena del crimen, en la cual los jóvenes Anibal Suarez (22), Gonzalo Domínguez (14), Camila López (13), Danilo Sansone (13) y Rocío Quagliarello (13) impactan contra un acoplado producto de la persecución policial, Ibañez sostiene haber estado a 15 cuadras de distancia de los hechos: “Cuando llegué al lugar pido inmediatamente una ambulancia”.

Manuel Monreal, por su parte, afirma haberse bajado del móvil con el arma desenfundada y disparar, con la justificación de ser una operación de riesgo: “Doy la voz de alto, veo al 147 haciendo caso omiso a mi alerta y me quiere embestir, me quiere matar, efectúo dos disparos a la rueda para detenerlos, jamás para lastimar a nadie”. Luego, insistió nuevamente: “Yo tiré, yo disparé, no quise matar  a nadie. Quise detener el auto. Fui instruido porque tengo que cumplir con mi deber”.

Para la séptima jornada del martes 16 de mayo, se esperan las dos declaraciones faltantes de Rubén García y Leandro Ecilapé, para luego proceder a los alegatos de las partes. Será transmitida por el canal de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, tal como se espera que suceda el miércoles con el veredicto final.

Declaró la única sobreviviente de la Masacre de Monte

Declaró la única sobreviviente de la Masacre de Monte

Durante la quinta jornada en el Tribunal Oral en lo Criminal 4 de La Plata fueron presentadas varias pruebas de los disparos de los policías. Sus defensas buscaron culpar a una de las víctimas con un test de alcoholemia, pero una bioquímica forense oficial las puso en jaque.

Rocío Quagliarello junto a su madre frente a los Tribunales de La Plata.

Es el quinto día consecutivo de audiencias, se percibe cansancio entre quienes protagonizan el proceso. Hace cinco jornadas que la jueza, los abogados y los familiares solo piensan en este caso, en los cuatro chicos muertos. Las querellas sostienen que los culpables son los policías, quienes habrían atacado a los tiros y provocado el choque del auto en el que viajaban las víctimas contra un acoplado, pero la defensa le delega toda responsabilidad a Carlos Anibal Suárez, uno de los fallecidos, a quien acusan de haber manejado borracho.

 Este viernes se presentó la Cámara Gesell de Rocío Quagliarello, la única sobreviviente de la Masacre de Monte, como anticipo extraordinario de prueba, por lo que el jurado popular debía tomarla como si la joven estuviera declarando en persona como los otros testigos. La joven no puede declarar por su condición psicofísica. “No me acuerdo de nada”, dijo entre lágrimas Rocio. Minutos antes, la perito psicológica, María Andrea Hernández Masso, había explicado que ante situaciones traumáticas o de elevado estrés el cerebro decide “disociar”, dejar a un lado los recuerdos del trauma para poder seguir adelante con su vida, así es como se creó la “laguna mental” que tiene Rocío. 

La menor comenzó su declaración diciendo que la prestaba para “hacer justicia” por sus amigos. Rocío, de 13 años al momento del accidente, recuerda haberse juntado primero con Camila y luego con Danilo, quien las invita a dar un paseo con Anibal. «Íbamos paseando y de la nada nos empezaron a correr», dijo. Desde ese momento solo recuerda que Gonzalo se agarra la rodilla y grita “me arde, me arde”. Su memoria vuelve días más tarde al despertarse en el hospital.

 Rodeada de amigas y seres queridos, Rocío se vio y escuchó a sí misma en la sala de audiencias, en un video proyectado sobre uno de los laterales. Allí se la vio contar entre sollozos lo que recordaba. “No sé por qué nos perseguían”, dijo ante la psicóloga. Asustadas por los tiros, con Camila se agacharon en la parte trasera del auto. La Cámara Gesell terminó con un pedido de Rocío: “Que haya justicia”. En ese momento entre el público, compuesto centralmente por familiares donde estaba Rocío, hubo llantos y abrazos.

Se caen las coartadas

La defensa de los policías endilgó la responsabilidad del accidente a Aníbal Suárez, quien dio positivo de alcoholemia. Sin embargo, la bioquímica Jorgelina Victoria Garrote explicó que las muestras de los fallecidos no tenían conservantes, por lo que  “es difícil asegurar si hubo una alteración bacteriana o consumo de alcohol». Garrote explicó que la conservación puede ser por refrigeración o con una dosis de cloruro de sodio al 1 %. Así se inhibe la producción de microorganismos generada por la descomposición de la materia, que fermentan glucosa y producen alcohol. “Es difícil concluir si la muestra extraída de un cuerpo en putrefacción da positivo por las bacterias o por el consumo de alcohol”, afirmó la especialista. 

Otro elemento impidió llegar a conclusiones certeras respecto a si Aníbal había consumido o no alcohol antes de morir. La perito confirmó ante el jurado que la muestra fue extraída el 22 de mayo, más de 48 horas después de la muerte, cuando el cuerpo ya había empezado a producir etanol (alcohol etílico). Ese día se realizó la autopsia. Pero el análisis recién se hizo el 26 de septiembre, es decir más de cuatro meses después.

Pruebas contra los policías

Un especialista en el análisis de cámaras de seguridad, José Alberto Gutierrez, de la Dirección de Criminalística y Estudios Forenses de la Gendarmería Nacional sostuvo que la persecución se ve claramente en las cámaras. Fueron proyectados recortes de distintas cámaras de seguridad de la zona que enfocaban al Fiat 147 y luego también a los patrulleros. 

 Las cámaras de seguridad cuentan con fecha y hora, por lo que reconstruir aquel momento en imágenes no fue tan dificultoso. Se vió al Fiat yendo a una velocidad tranquila, de paseo hasta que se ve que los patrulleros dan una vuelta en U en una de las calles de Monte y empieza a perseguir a gran velocidad al auto, ahí es cuando se hace notorio el cambio de velocidad del auto manejado por Anibal. 

Por otro lado, en una cámara que data del 20 de mayo a las 00:48, Gutierrez detectó que uno de los policías “extrae su cuerpo para disparar al vehículo que tiene en frente (Fiat 147)”. Lo que ve el perito es una “persona uniformada con su torso sacado por una ventana”, una prueba de los tiros de la policía al auto de los jóvenes. 

También declaró Pablo Luis Tafarel, perito balístico de Gendarmería, quien sostuvo que en el Fiat 147 se encontraron “indicios balísticos”. El testigo afirmó que “prima facie no se encontró nada, pero luego encontramos una impronta dentro de un caño que abastece el combustible, y debajo del vehículo en un chapón. Se lo mandó a que sea evaluado”. Y agregó que también se halló un “orificio en la luz de stop trasera que podía ser coincidente con la deformación de ese caño”.

 

Tramo final

Este lunes a las 10 continuará el juicio. El martes serán los alegatos de las partes. Primero alegará el fiscal Mariano Subiet. Seguirán las querellas, representadas como por la Comisión Provincial por la Memoria como querella institucional y patrocinante de las familias de Danilo Sansone y Camila López; la abogada Dora Bernárdez que patrocina a las familias de Aníbal Suárez y Gonzalo Domínguez; Ricardo Minoli, tío y abogado de Rocío; y el CELS. Finalmente lo harán los abogados de los cuatro policías, Marcelo Di Siervi en representación de Leonardo Ecilape, y el mediático Guillermo Baqué en defensa de los otros tres imputados.

Las partes expondrán ante el jurado popular y la jueza Carolina Crispiani las teorías que tienen sobre lo que sucedió hace cuatro años. Finalmente para el miércoles 17 se espera el veredicto.

«Son tiros, boludo»

«Son tiros, boludo»

Los testigos de la cuarta audiencia del juicio que investiga la Masacre de Monte volvieron a complicar a los policías imputados por el asesinato de cuatro adolescentes. Uno declaró que dispararon cuando el auto en que viajaban las víctimas ya habían chocado.

 Una nueva audiencia por el juicio de la Masacre de Monte tuvo lugar este jueves por la mañana en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de La Plata. En esta oportunidad se escucharon cinco testimonios de los cuales dos fueron testigos presenciales de los asesinatos de Danilo, Gonzalo, Camila y Aníbal. Uno de ellos, Ignacio Cattáneo, dijo que escuchó tiros luego de que el Fiat 147 en el que viajaban las víctimas,  ya había quedado destruido por el choque.

Con un ambiente sombrío en Sala A del Tribunal, el primer testigo contó vía zoom lo vivido aquella madrugada del 20 de mayo de 2019. Ignacio Santiago Cattáneo vivía en ese momento a solo 50 metros del lugar de los hechos. “Estaba sentado en la cama, preparándome para ir a dormir cuando escuché un estruendo muy fuerte”. El vecino de San Miguel del Monte no dudó en socorrer a las posibles víctimas y allí se encontró con una escena confusa. La nube de tierra levantada dificultaba la visión pero a medida que se disipaba notó un bulto de fierros que no llegaba a distinguir qué era. Luego comprendió que se trataba de un auto partido a la mitad que había chocado con un camión que se encontraba allí. “Dos segundos después llegaba un móvil policial. El conductor bajó con el arma levantada y en posición de tiro. Entonces pensé ‘esto es un enfrentamiento’, así que corrí hacia la otra vereda por si había disparos de ambas partes. No vi pero sí escuché tiros”.

Según su relato, más tarde llegó un segundo móvil y frente a la confusión el testigo preguntó qué era lo que estaba sucediendo. La respuesta que recibió: “Son unos chorros que los venimos persiguiendo.” Al día siguiente, Ignacio se enteraría de la verdad a través de las redes sociales. “Yo lo conocía a Aníbal, lo cruzaba en la calle y lo saludaba con la cabeza sin siquiera saber cómo se llamaba. Vi dos cuerpos tirados, de dos chicas. Una se movía, intentaba levantarse pero no podía. Se le vencían los brazos. Estaba llamando a su amiga pero ella no se movía”. La angustia entre el público aumentaba mientras se escuchaba el testimonio de Cattaneo y los familiares no escondían su llanto.

El otro testimonio igual de estremecedor fue el de Rodrigo Alejandro Masías, quien esa noche se encontraba con un amigo yendo a la casa de su primo. Declaró ver un auto y un móvil siguiéndolo de cerca pero recordó que no le dio importancia. Enseguida comenzó a escuchar sonidos que identificó como los caños de escape de las motos pero no tardó en percatarse de que se trataba de tiros. Comenzó a correr, escuchó el choque y vio un auto rodando. Tomó su celular y filmó lo que veía. El video se proyectó a los presentes: tras una cortina de humo se divisaban las luces azules del patrullero. Se veía una de las partes del auto y a unos metros del mismo, un cuerpo yacía tirado en la mitad de la calle. “Son tiros, boludo. Son tiros” se escuchaba decir asustado a Rodrigo, quien confirmó que esa era su voz en el video. Como testigo de lo sucedido, a Masías no le permitieron irse. Retuvieron su documento y no lo dejaban ver con claridad la escena pero relató que vio a Danilo Sansone, a quien conocía. “Estaba boca abajo e intentó darse vuelta, quejándose por el dolor. Luego vi a Aníbal, yo no tenía trato con él. Tenía medio cuerpo bajo el camión y trataba de mover las piernas pero no podía”. 

«Es muy doloroso tener que recordar ese momento y tener que explicar quién era mi hija, cómo era mi hija, que no hacía nada y que era una nena buena», dijo Yanina Zarzoso, la madre de Camila López.

La declaración de Rodrigo fue acompañada por el desconsuelo de los familiares, que revivieron en sus palabras aquellas escenas de dolor y agobio. Con firmeza y tranquilidad, la madre de Camila López (13), Yanina Zarzoso habló con ANCCOM: “Los primeros días me costaron mucho más, en especial cuando tuve que declarar. Es muy doloroso tener que recordar ese momento y tener que explicar quién era mi hija, cómo era mi hija, que no hacía nada y que era una nena buena. Pero luego de eso me relajé y ahora lo estoy viviendo con mucha expectativa. Pido perpetua, lo estoy esperando y confío en que el jurado va a poder ponerse en nuestro lugar”.

Vanesa Baci, quien forma parte de la División Localización Vehicular, se dedicó a explicar detalladamente los reportes que arrojaron los localizadores implantados en los móviles policiales. Especificando hora, velocidad y ubicación, su testimonio fue clave a la hora de conocer y despejar dudas respecto al accionar policial y de los patrulleros correspondientes a los cuatro policías acusados. Gracias a su declaración se estableció que “el vehículo 21725 aceleró en Av. Costanera y llegó a picos de 84km/h”.

Los otros testimonios fueron los de Joel Castro y Facundo Czakajowsky. Castro, perito de Gendarmería Nacional (GNA), realizó una inspección ocular del móvil policial 21725, Toyota modelo Hilux, no pudo profundizar en su testimonio ya que decía no recordar con exactitud las condiciones del mismo. Ante esto, la jueza señaló que no tenía permitido leer el expediente sino que debían ser sus propias palabras las que llegaran a los integrantes del jurado. Por su parte, Czakajowsky, funcionario público que se desempeñaba en una Unidad de Investigación en Campo de Mayo, aclaró que sólo se encargó de recibir y guardar en el taller correspondiente el Toyota y el Fiat 147, ya destrozado.

Dora Bernárdez, representante de las familias Domínguez y Suárez, dijo no sorprenderse del alegato y las estrategias planteadas por la defensa, pero aseguró que fueron desmentidas gracias a los testigos: “En todas estas jornadas se comprobó que hubo disparos y que trataron de instaurar la versión de que se trataba de un robo, de chicos que venían de robar”. 

La cuarta audiencia finaliza pero los familiares y abogados de las víctimas se quedan un tiempo en la puerta del Tribunal sobre la calle 8. Con abrazos y saludos alentadores se van despidiendo para reencontrarse nuevamente hoy, viernes 12 de mayo. Se espera que esta nueva audiencia cuente con el video de la Cámara Gesell de Rocío Minoli, única sobreviviente de la llamada Masacre del Monte.

Disparos en la madrugada

Disparos en la madrugada

En la tercera audiencia del juicio por la Masacre de Monte más testigos complicaron a los policías que están en el banquillo de los acusados por la muerte de cuatro jóvenes de ese pueblo en 2019.

La noche de la muerte de los cuatro adolescentes que iban en el Fiat 147 se dio una prolongada persecución policial mientras se escucharon, al menos, seis disparos. Así quedó demostrado este miércoles, en los Tribunales de la Plata, durante la tercera audiencia del juicio oral por la masacre de Monte. También se desdibujaron los indicios del presunto delito cometido por una de las víctimas, Aníbal Suárez, de 22 años, acusado de ir alcoholizado al volante. Los testimonios de los vecinos pusieron en evidencia que el jóven más bien intentó escapar de los agentes de la policía que ya lo habían perseguido en otra ocasión.

Frente a los doce integrantes de un jurado popular, y a la presidenta del Tribunal Oral en lo Criminal 4 de La Plata, Carolina Crispiani que modera el debate, aportó su testimonio Héctor Mensi, chofer del camión contra el que impactó el auto en el que viajaban los cuatro chicos aquella madrugada del 20 de mayo de 2019. El hombre aseguró haber escuchado cuatro disparos antes del impacto. Una vez que se produjo el choque, recordó que se acercó un patrullero y vio a uno de los policías bajar al grito de “quédate quieto, quédate quieto”. Después de eso, dos disparos más. Luego pudo ver por el espejo de su cabina el cuerpo de una de las víctimas. Minutos antes dijo haber oído a una de las jóvenes pedir auxilio y gritar de dolor.

También declaró una maestra de primaria y vecina de Monte, María de las Mercedes Gogna, conocida como «Marita». Ella recordó haber escuchado “cuatro o cinco detonaciones”. Esa madrugada se encontraba en su casa y tras los disparos le envió un mensaje a su esposo Víctor Bearzotti, remisero de San Miguel del Monte. «Los perros están enloquecidos. Deben haber matado a dos o tres. Si podés mandá una patrulla que dé una vuelta», le escribió «Marita» a su marido. Lo que realmente sucedía era lo que luego se terminaría conociendo como la Masacre de Monte.

La testigo aseguró haber visto a dos vehículos policiales, una camioneta y un auto, «sin ninguna luz, ni afuera ni adentro», algo que le pareció sospechoso. «Me quedé atrás de la cortina porque no es la manera de que lleguen los policías. No saludaron y revisaron la zona. Poco después veo las balizas que llegan de otro patrullero. Cuando giro la cabeza, ese patrullero sí llevaba las luces reglamentarias, y comienzan a dialogar con los otros dos móviles que ya estaban y se dividen por distintas zonas», declaró la testigo Gogna.

Dos horas más tarde llegaron a su casa dos policías «muy nerviosos», que le preguntaron si había visto un «auto viejo», similar al Fiat 147 que llevaba a los adolescentes. «La mujer policía que vino a mi casa temblaba mucho. El otro chico le armaba las oraciones. Me preguntaron si estaba sola. Cuatro años después me da miedo esa pregunta. Gracias a Dios mi hijo ese día no se levantó. Él era quien iba a revisar lo que pasaba en la calle cuando se escuchaba algún ruido. Esa noche si mi hijo iba, no sé si hubiera vuelto… Ya todo me formula dudas», expresó «Marita».

 

El albañil Héctor Garcete coincidió con otros testimonios: en la medianoche del 20 de mayo el silencio y la calma del pueblo se rompieron por los tiros, la persecución y el impacto del Fiat contra el acoplado estacionado sobre la colectora de la Ruta nacional 3. Otro de los testigos, el pizzero Ignacio Torres, reconstruyó partes importantes de la persecución. Dijo que vio a los chicos frente a la plaza y observó al conductor, Aníbal Suárez, cuando le pidió a los adolescentes que lo ayudaran a empujar el vehículo y se los llevó a pasear por el pueblo. En aquel momento, Garcete guardó las cuatro vainas y una semana después se las entregó a los padres de Danilo Sansone, una de las víctimas de la masacre patrocinadas por la abogada Margarita Jarque, de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). 

Según ese organismo, los casquillos de bala resultaron fundamentales para desmontar la versión policial del accidente de tránsito que desde el primer momento pretendieron instalar los cuatro responsables de la masacre y otros policías de la localidad, además de la propia intendenta Sandra Mayol y de los funcionarios municipales implicados. El testigo Garcete -así como muchos otros testigos de esta historia- aún convive con custodia permanente de Gendarmería afuera de su casa, para prevenir represalias por su testimonio y por haber aportado pruebas fundamentales a la causa.

Florencia Arosa vive en San Miguel del Monte y trabaja como enfermera en el hospital local. En la audiencia de ayer mencionó que estaba entre dormida y despierta en su cama cuando se sobresaltó por cuatro disparos de arma de fuego y por un impacto seco, grave, metálico. Esos sonidos resonaron cerca de su casa de la calle López y colectora 9 de Julio. Con miedo se acercó a la ventana -su habitación está en un primer piso- y vio que una camioneta policial de doble cabina giraba en U y se estacionaba frente a su casa con las balizas encendidas. Bajó al patio, se acercó a la calle y luego salió también su madre y una vecina.

«Un policía sacó una botella de plástico del patrullero y nos pidió que se la llenáramos con agua. Mi madre entró a la casa con la botella y mientras tanto yo conversaba con la vecina sobre los disparos que habíamos escuchado minutos antes. Fue allí que el policía se acercó unos pasos y haciendo gestos con las manos nos dijo ‘yo no tiré’, como cubriéndose», relató la testigo.

Con el paso de los días y la repercusión de la Masacre de Monte en los medios de comunicación de todo el país, Florencia identificaría al efectivo policial como el capitán García, uno de los cuatro imputados por el homicidio de cuatro de las víctimas y el intento de asesinato de Rocío Quagliarello, la única sobreviviente. La testigo dijo que no quiso acercarse al Fiat 147 que había impactado contra el acoplado, su único recuerdo es el de un vehículo tan destrozado «que había perdido hasta su forma».

También declaró el integrante de Gendarmería Hugo Alexis Chicahuala, quien en 2019 prestaba funciones en el Departamento de Criminalística de Campo de Mayo y fue el encargado de realizar la pericia al acoplado del camión para determinar toda la información relativa al epicentro de impacto, la dirección del choque, el porte del vehículo que colisionó con el acoplado, entre otros aspectos. Siguieron los testimonios de Ignacio Domingo Torres, quien vivía -y aún vive- en avenida Las Perdices del barrio Montemar por donde se produjo una parte de la persecución policial, y del vecino Víctor Leandro Bearzotti.

Hasta ahora se presentaron sólo testigos de la fiscalía. “Estos aportes sirven para constatar que no hubo robo ni intento de robo previo, como quisieron presentar desde la defensa. Hubo una persecución innecesaria y disparos sin sentido”, sostuvo el fiscal a cargo de la acusación, Mariano Sibuet.

Durante la audiencia Juan Carlos Sansone, padre de Danilo, tuvo que salir un momento a tomar aire porque la situación lo sobrepasaba. En su dolor dijo que los policías «están rebien y mí hijo está enterrado», que ya no podrá disfrutar de la vida de su hijo, mientras ellos podrán continuar con la suya detrás de unas rejas. Al ver pasar a un joven en bicicleta recordó que a su hijo le gustaba andar en bici, y sonrió al rememorar las clases de bombo a las que el adolescente asistía. «Hoy tendría que estar terminando el secundario, tendría 17 años» dijo Sansone a ANCCOM.

“Acto atroz e inmotivado”

 En los lineamientos de la acusación, el fiscal Sibuet dijo que los policías imputados cometieron un «acto atroz», que actuaron de manera «inmotivada» y afirmó que las víctimas, «al verse rodeadas», vivieron momentos de «terror, angustia y miedo», por lo que en el inicio del juicio había solicitado al jurado popular que «emita un dictamen justo para hacer honor a la justicia».

La denominada Masacre de San Miguel del Monte ocurrió en la madrugada del 20 de mayo de 2019, cuando efectivos de la comisaría local persiguieron a lo largo de la colectora de la ruta 3 a un Fiat 147 en el que viajaban cuatro adolescentes, tres de 13 años y uno de 14, junto a un joven de 22. Los cinco chicos escuchaban música cuando los oficiales comenzaron a perseguirlos, de acuerdo con los registros de las cámaras de seguridad del municipio, y a dispararles. En esas imágenes se observa a un efectivo en el lugar del acompañante de la patrulla, con medio cuerpo afuera y en actitud de disparo. Así, el auto en el que iban los jóvenes chocó contra un acoplado que estaba detenido en la ruta.

En la jornada de hoy habrá otras siete declaraciones testimoniales en este proceso oral y público que se realiza en la sala de audiencias A del edificio de tribunales de La Plata, situado en 8 entre 56 y 57.