El abrazo científico

El abrazo científico

Tras el anuncio del presidente Macri de eliminar trece ministerios, entre ellos el de Ciencia y Tecnología, el pasado 3 de septiembre diversas agrupaciones estudiantiles y organizaciones sindicales –como ATE y FEDUBA– junto a científicos autoconvocados realizaron un abrazo al edificio de Godoy Cruz 2320, donde funcionaba la cartera, como forma de protesta contra la decisión gubernamental. Luego, marcharon hacia la Avenida Santa Fe, donde también se expresaron en contra del ajuste.

El frazadazo llegó al Congreso

El frazadazo llegó al Congreso

Hombres marchando en la calle cubiertos con mantas

La fila empieza en la avenida Entre Ríos, justo en la puerta de un de las subsecretarías del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, y concluye sobre la calle Pavón. Media cuadra no es suficiente: son tantos que hay que doblar en la esquina. Más de 100 personas esperan ser atendidas, con o sin turno. Esperan salir de ese edificio con la certeza de saberse bajo techo. Pero los trámites son largos, a veces las respuestas no llegan, siempre falta algún papel. Mientras tanto, hay que vivir en la calle, dormir en la calle y comer en la calle. Todo, en la calle.

A las 10 de la mañana ya se sabe que a las 12 del mediodía habrá una olla popular. Luis no está en la cola, se resigna a soportar la espera y los tiempos de los trámites burocráticos. “Traiga mañana el DNI, pasado traiga aquello y el viernes traiga lo otro. No tengo ni documento ni tiempo. Yo me levanto a las 4 de la mañana y junto cartones hasta las 10 de la noche. Me pagan un peso el kilo y si me da el cuerpo cargo 200 kilos. Ahora estoy acá porque en un rato vienen las chicas con algo de comida. Ellas no te hacen esperar nada, cuando voy al parador me reciben y cuando estoy muerto de hambre me dan el plato caliente”.

Las “chicas” llegaron a la esquina de Pavón antes de las 12 y las ollas vinieron un rato después. Proyecto 7, No Tan Distintas, Asamblea Popular Plaza Dorrego y el Movimiento Barrios de Pie fueron algunas de las agrupaciones que acompañaron, con banderas, cancioneros y mate en mano, la movilización que se llevó a cabo este jueves. A las 10 se reunieron en Entre Ríos y Caseros y avanzaron con dos consignas claras: “La calle no es un lugar para vivir” y “A vos también te puede pasar”.

Hombres sosteniendo carteles con la leyenda "La calle no es un lugar para vivir"

Cerca de las 13, Florencia Montes Paz, coordinadora del centro de integración Frida y una de las principales organizadoras de la marcha, cuelga una frazada sobre sus hombros y baila entusiasmada al ritmo de los bombos y los cánticos que suenan cada vez más fuerte: ¡Azo, Azo, se viene el frazadazo! Al lado de Florencia, la remera de Daniela Camozzi, otra de las integrantes de Frida y de No Tan Distintas, arroja cifras concretas: 6.142 personas están en situación de calle y 20.000 corren el riesgo de estarlo. Un rato después, Joaquín, un muchacho de pelo largo y ojos de un celeste clarísimo que hace dos años que está a la intemperie quiere saber la hora. Tiene un reloj gastado en la muñeca izquierda, pero “hace rato que no funciona”. “¿Ves?”, dice Daniela mientras se prepara para servir el almuerzo: “En la calle el tiempo no lo marca el reloj, lo marca el clima, el verano y el invierno. La calle mata y por eso estamos acá”. Ya están listas las bandejas y por fin se destapa la olla: “Ahora sí, a comer bien que hasta el Congreso tenemos unas cuantas cuadras”.

No es una, son cinco ollas grandes y hay variedad: fideos, arroz, pollo y pan. Luis retira su bandeja y grita ¡buen provecho! Mucha gente se acerca en busca de un plato de comida y las chicas rascan las fuentes de aluminio para que alcance para todos. Una mujer pide tres bandejas y se sienta en el cordón de la vereda con dos nenes de 6 y 8 años. Los chicos terminan y ella le sirve otra porción a cada uno con el arroz que tiene en su plato. “Si ellos comen, yo estoy tranquila”. Cuando terminan de comer, nenes y nenas corren y juegan con las frazadas que están en el piso, haciendo honor al lema de la jornada: un frazadazo por los que no tienen techo. Por los que duermen, como Luis, en el hall de una sucursal del Banco Credicoop, en Constitución.

Manos de una mujer dando un plato de comida a un hombre mayor

No me ves, si no querés

A eso de las 13.30, con la panza llena, las agrupaciones se encolumnaron nuevamente y avanzaron primero hacia el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat y luego hacia el Congreso para presentar el proyecto de Ley que establece la obligatoriedad de protección a personas en situación de calle y prevé la creación de un organismo de asistencia Nacional, con una línea de llamado gratuita y centros de integración.

La iniciativa se presentó por primera vez el año pasado pero la Cámara de Diputados todavía no tomó posición al respecto. La Ley 3706, que está vigente y exige al Estado garantizar los derechos a las personas en situación de calle, no se cumple en absoluto y recientemente se quitaron los subsidios habitacionales. De aquí se desprende el motivo de la manifestación y la movilización hacia la legislatura.

Sin embargo, a pesar de la urgencia y la legitimidad del reclamo, ningún funcionario se sintió interpelado. La oficina del Ministerio estaba aparentemente cerrada y bien custodiada por una veintena de policías armados con escudos protectores que terminan dejando al descubierto la excusa de la protección para ejercer la discriminación y la indiferencia. Porque en realidad, no había nada de que protegerse:  del otro lado sólo había frazadas y carros de supermercado llenos de cartón.

Ya frente a las rejas del Congreso, las frazadas volvieron a hacer de abrigo y varias personas se recostaron encima mirando hacia el edificio parlamentario. Florencia, una de las redactoras del proyecto, se acercó a la Comisión de Derechos Humanos y Garantías de Diputados con un petitorio que reclama el tratamiento en comisión de la propuesta. Una recepcionista recibió la nota y hasta ahí llegó el compromiso. La jornada terminó a las 4 de la tarde. Algunos volvieron a su casa y otros a recorrer la calle en busca de un rinconcito donde tirar la frazada que aún lleva pegado el cartel: “No nos ves, si no querés”.

Mirá la fotogalería de ANCCOM:

 

Un país en marcha

Un país en marcha

Una mujer balancea con sus brazos a una bebé que bosteza con cara de cansada. Un gorrito con orejeras cubre su cara de los soplos de viento de una jornada típica de invierno. Su mamá está al lado. Tiene unos treinta años golpeados por la vida y cuenta que la nena se llama Gema y tiene cuatro meses. “Vine acá por ella, hoy está mucho más difícil comer”, dice Cinthia, una de las miles de personas presentes en el acto cúlmine de la Marcha Federal por Pan y Trabajo, organizada por movimientos sociales, llevada a cabo la tarde de este viernes en la Plaza de Mayo.  

“Siempre venimos a la Plaza, acá nos reunimos todos”, dice Cinthia, que tiene pocas palabras y una sonrisa tímida. “Nos vinimos en colectivo desde González Catán, tardamos dos horas y media en llegar”. Cinthia es una de las tantas mamás con niños chiquitos que hay en el acto, a las que minutos después les dedicó unas palabras desde el escenario la representante del Frente de Organizaciones en Lucha, María Elena Navarro.

La postal abajo del escenario es esa: familias de sectores populares que hacen propia la plaza más representativa del país. Humildes organizados.

En la mitad de la plaza hay una columna de Barrios de Pie. Uno al lado del otro, un grupo de varones vestidos con pecheras celestes, separan el piso de cemento del de tierra, hecho barro. No son los únicos que tienen pecheras: la identidad política está inscrita en los cuerpos de los presentes, que lucen orgullosos de dónde provienen. Metros atrás, un vendedor de choris tiene una pechera naranja fluo que dice “Ctep” (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular). La disposición de esos cuerpos es la disposición de sujetos organizados políticamente.

Un hombre escucha atento a Dina Sánchez, del Frente Popular Darío Santillán, cuando grita desde el escenario que “¡el gobierno saquea al pueblo!”. Tiene una boina verde oliva y una barba canosa larga, que le llega hasta el pecho. Claudio tiene habla fácil, como si necesitara contar lo que le pasa. “Vengo acá porque nos están haciendo mierda. Yo soy jubilado y estoy mal, y eso que no tengo la jubilación mínima. Vengo por los docentes, por los trabajadores”. Recuerda: “Yo viví lo que fueron los ‘90 y esto es parecido. A mí me metieron preso porque era sindicalista, y en la época de la dictadura casi me mata la Triple A. Yo pasé muchas cosas”. Tiene unos anteojos de marcos marrones cuadrados, medio empañados por el frío. Habla tranquilo, con tono hasta paternal. En el mismo sentido que la convocatoria, dice que “hay que organizarse, juntarse y hacer un paro. Nosotros somos los que laburamos y estos se la llevan de arriba”, dice por los ministros de Mauricio Macri, de quien dice que “debería renunciar solo, sin que lo echemos”.

Mientras Claudio habla, una chica de unos veintipico con un chaleco que dice “Barrios de Pie” mira para atrás a una señora de unos 50. Le pasa un sanguche de milanesa que está comiendo. La mujer muerde despacio, no tiene dientes. Una mujer que forma parte del mismo grupo dice con una sonrisa: “¿Ven? Eso es ser compañera”.

En el escenario habla Marianela Navarro, del Frente de Organizaciones en Lucha, responde a los polémicos dichos de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal sobre la educación y la pobreza. “Señora gobernadora: nosotros luchamos para que los hijos de los pobres lleguen a la universidad, sean doctores, sean abogados, sean arquitectos, porque seguramente van a volver a las barriadas populares a devolver todo ese apoyo y ese conocimiento al servicio de la lucha social”. Una señora de unos cincuenta y pico se emociona y aplaude.

Una columna de La Garganta Poderosa escucha atenta. Un pibe de veintipico custodia la caña que sostiene uno de los extremos de la bandera. Está hundida en el barro, que cubre la mitad de las zapatillas del pibe barbudo. Junto a él, una chica de pelo corto carga un bombo gigante. Dice que buena parte de sus compañeros están en la marcha por el juicio contra la Prefectura por las denuncias de “torturas psicológicas y físicas” que presentaron contra esa fuerza Ezequiel e Iván, dos pibes de la villa 21-24. La primer oradora, la madre de Plaza Línea Fundadora, Nora Cortiñas, hizo alusión del caso en su discurso de apertura.

Más atrás, un pibe alto, de 1.80 y pico con un pedazo de telgopor escrito de manera improvisada: “Clarín=FMI=Gobierno”. “Vengo acá porque siento angustia”, dice. “Porque veo que están haciendo cosas que perjudican la vida de la gente”. Tiene una barba importante, pero con poco volumen, y el pelo largo, castaño claro, atado con un rodete. Está con un amigo, que también tiene un cartel de telgopor y viste un tapado de paño negro. “Hay grupos fácticos que apoyan a este Gobierno, hay cosas que nadie las habla. Si Clarín se tirara contra este Gobierno, este Gobierno no dura un día. Lo primero que hizo Macri cuando llegó fue derogar la Ley de Medios, y nadie habla de eso”, se queja Ramiro. “A mí varios amigos me dicen en los grupos de WhatsApp que deje de hablar de política, que no me meta, pero si no ¿cuándo va a cambiar algo?”.

En el escenario habla el último orador, Esteban “Gringo” Castro, secretario general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, una de las organizaciones organizadoras del acto. El dirigente pide “más convicción militante”, al afirmar que “eso es lo que necesitamos para cambiar la argentina”. El acto está llegando a su ocaso y comienzan a sentirse los bombos.

Mientras Ramiro me habla, una señora le toca el brazo a una mujer petisita. Le dice de irse. La otra la frena y se niega. “Pará que está por empezar el Himno”. La melodía introductoria suena en una quena y provoca una fuerte empatía emocional.

Terminado el Himno, que fue en versión mitad folclore mitad chamamé, la Plaza empieza a desconcentrarse de manera ágil: cada columna sabe por dónde y cómo debe irse. Suena  “Vencedores vencidos”, de Los Redondos, que se mezcla con el olor de la carne asada y el carbón. Por Hipólito Yrigoyen pasa la seccional Chaco del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) que está de rojo por ser una columna específica de trabajadores campesinos. “Me voy corriendo a ver, que escribe en mi pared la tribu de mi calle, la banda de mi calle”, suena de fondo.

Movilización urgente

Movilización urgente

Fue una marcha de consignas múltiples que, sobre el final de la jornada, se concentró en el rechazo a una medida judicial cuestionada por casi todas las fuerzas políticas y juristas especializados. La decisión del juez federal Claudio Bonadío de pedir el desafuero y detención de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner por “traición a la Patria” en el marco de una causa vinculada a la investigación del caso AMIA propició la convocatoria de una movilización organizada en las redes sociales.

La habitual Marcha de la Resistencia encabezada por Madres de Plaza de Mayo sirvió de marco inicial a la convocatoria. “Son días tristes, amargos, pero tenemos que estar felices a pesar de todo porque somos capaces de llenar una plaza todos los días”, señaló Hebe de Bonifini en el comienzo de la ronda.  

Desde el mediodía, los grupos de Whats App y otras redes estuvieron al rojo vivo. Enlaces de noticias, información sobre la conferencia de prensa que CFK brindaría en el Congreso para fijar posición, emoticones y mensajes de organización cotizaron en los intercambios. Sin horario esclarecido y con consignas cruzadas, la Plaza comenzó a cubrirse a las 17:00 con organizaciones y partidos de izquierda. Luego se sumaron columnas sindicales, la organización barrial Tupac Amaru –una de las columnas más compactas bajo miles de banderas blancas- , el Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT) y La Cámpora. Concluida la conferencia de prensa de la ex mandataria, los legisladores del Frente para la Victoria (FpV) caminaron desde el Parlamento hasta la Plaza de Mayo. 

Cada cual con su canto y su color, las agrupaciones político-partidaria, sociales, barriales y sindicales marcharon alrededor de la Pirámide de Mayo que, esta vez, estaba decorada con guardapolvos escolares blancos, camisas de Metrovias, mamelucos grises y los curriculums vitaes de los funcionarios de la gestión macrista. Además de la reacción espontánea por el fallo de Bonadío, la movilización incluyó consignas de repudio a las reformas laboral, impositiva y previsional del gobierno de Cambiemos y un firme reclamo de justicia por la muerte de Santiago Maldonado y el joven Rafael Nahuel.  

Un grupo de militantes de Izquierda, una de las integrantes tiene una remera con la imagen de Santiago Maldonado

Cuando el norte no es muy claro, o cuando abunda la desesperanza, hay que mirar a las Madres. Desde las 15:00 un grupo de personas caminaba bajo la consigna “La falta de trabajo es un crimen que alguien tiene que pagar”. La gran bandera azul que caminó por 24 horas estuvo especialmente dedicada al presidente Mauricio Macri. “Hay que salir a la calle para que no haya más despidos”, insistió Bonafini. Y así se hizo. A través de redes sociales se convocó a llenar las calles. Un grupo invitaba a concentrarse a las 18:00, otros a las 19:30. En determinado momento, la hora de encuentro pasó a segundo plano. Solo, acompañado. Con amigos, con familia. Con bombos y platillos. Con carteles y banderas. O simplemente, estar y caminar. “Se resiste a la impunidad que hoy está en manos de este gobierno y de la justicia”, remarcó en representación de la Línea Fundadora, Nora Cortiñas, quien también se puso la camiseta de “Semana de Acción-Fuera OMC”, una organización que se hizo presente en la Plaza para expresar el repudio ante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que se llevará a cabo este domingo en Puerto Madero.

Sin discursos únicos y centrales, la marcha espontánea se distinguió por otros rasgos: la unión de distintas banderas políticas partidarias, y numerosos reclamos con un mismo receptor. La bandera de la CORREPI y otras organizaciones de DDHH se agitaron para exigir justicia por Maldonado y Nahuel, y repudiar la represión. Por fuera de las organizaciones políticas, la movilización también contó con la presencia de ciudadanos “sueltos” que sumaron al reclamo después de una jornada laboral.

 

Actualizado 08/12/2017

Antorchas contra la injusticia

Antorchas contra la injusticia

Por la peatonal pergaminense caminan policías rumbo a “la Primera”. Dejan sus autos a un par de cuadras, llegan en transporte público o caminando. Son las 16:30 del lunes 2 de octubre y en una hora se inicia una marcha en la plaza para reclamar justicia por los siete jóvenes masacrados. Los policías arman dos vallas en las esquinas contiguas a la seccional mientras fuman, dialogan y se ríen.

Madres, padres, amigos, hermanas, hermanos, parejas, hijos, nietos, abuelos y grupos de jóvenes llegan a la Plaza Merced, a una cuadra del lugar de la masacre en la que murieron siete jóvenes detenidos tras el incendio de la Comisaría 1º de Pergamino, el pasado 2 de marzo. Con la Iglesia Merced y el Palacio Municipal como testigos, la columna empieza a tomar forma. Unos 70 carteles sostenidos por palos, colgados del cuello o colocados en las mochilas piden justicia, no olvidar y Nunca Más.

Silvia, madre de Fernando Latorre, uno de los fallecidos, afirma que “la gente de Pergamino no tiene conciencia de las cosas que pasan. Marchás y te miran con cara de bicho raro, la indiferencia te pega un poco”, se lamenta y agrega: “Hay muchos que juzgan por el lugar en el que los chicos estaban (la comisaría). No decimos que sean inocentes, pero estaban al cuidado del Estado y queremos justicia por eso”.

La multitud permanece allí media hora exigiendo castigo a los culpables. “No es un policía, es toda la institución”, sostienen y el bombo que acompaña la marcha se escucha cada vez más alto. Mientras tanto, en el sexto piso del edificio lindero a la comisaría, una mujer de camisón se asoma al balcón, mira, vuelve a entrar y cierra con fuerza la puerta ventana. Los transeúntes que “pasean” por el centro, al toparse con la manifestación, pegan la vuelta o apuran el paso hasta cruzar la concentración. Un hombre de unos 60 años sale del bar de la esquina, observa la escena con el ceño fruncido, niega con la cabeza, se mete de nuevo en el bar, se sienta de espaldas a la calle y pide un café.

Familiares de las víctimas sosteniendo una bandera con la inscripción "Justicia" en el frente.

A siete meses de la masacre de Pergamino, la justicia sigue amparando a los victimarios.

“¡Mamá, vení rápido porque nos mata la policía!”, “Hagan quilombo porque nos matan”, los mensajes de texto que los chicos enviaron aquel 2 de marzo todavía resuenan en el corazón de sus madres, que los recibieron. La prima de Fernando Latorre, Ludmila Díaz, apunta al accionar de la policía: “Eran personas y los dejaron morirse, estaban afuera sintiendo los gritos de dolor, sintiendo cómo se quemaban, la peor manera en la que puede morir un ser humano”. Silvia, la mamá, se refiere al maltrato que padecen desde el primer momento: “Los canales nacionales estaban dando los nombres de nuestros chicos antes que nos enteremos nosotros”. Y también culpa a la Bonaerense: “Las pericias muestran que el incendio se inició en el pasillo, no en las celdas. Pasaron 40 minutos hasta que se dio aviso a los bomberos y no desde la comisaría. Lo que pasó en ese tiempo muestra su intencionalidad. Obstruyeron a los bomberos diciendo que habían perdido las llaves de las celdas con las que previamente las habían cerrado, incluso las que debían permanecer abiertas. Como mínimo podrían haberles habilitado el agua de las duchas de las celdas y no lo hicieron, por eso los cuerpos se encontraron todos amontonados en el baño”.

Del otro lado de las vallas, los familiares de las víctimas obtienen lo mismo que les ha dado el Poder Judicial y la Gobernación durante estos siete meses: silencio e indiferencia. Cristina Gramajo, madre de Sergio Filiberto, acusa directamente al Estado: “Tiene una intención claramente marcada respecto a las fuerzas de seguridad que a una la lleva a pensar en la época de la dictadura. Cuando fuimos a la marcha contra el gatillo fácil algunos policías dijeron: `Acá hacen falta 15 gatillos fáciles más´. Esto lo único que genera es dolor y miedo porque sé que mis hijos y mis nietos están en peligro”. Y, en referencia al presidente Mauricio Macri, remata: “Habla de paz y pretende construirla con gente violenta en las calles”.

La marcha continúa hasta la avenida principal. Durante el trayecto, de la misma manera que la policía miraba de afuera cuando los siete pibes morían calcinados, los comerciantes y vecinos miran la escena, sin siquiera un aplauso o una palabra de aliento a las familias. Al llegar a la avenida, un hombre en moto quiere cruzar a través de la gente pero una joven lo frena para que no provoque un incidente. El motociclista, actuando indignación, protesta: “¿Te molesta que quiera pasar? ¡A mí también me molestan ustedes!”

Familiares de las víctimas marchan por las calles con antorchas encendidas.

«Marchás y te miran con cara de bicho raro, la indiferencia te pega un poco”, dijo Silvia, madre de una de las víctimas.

Quizás para exorcizar el humo y el fuego que siete meses atrás se llevaron la vida de los siete pibes, que esperaban su condena alojados en condiciones infrahumanas, unas 40 antorchas se encienden y los manifestantes preguntan “¿Dónde está?” No preguntan por Santiago Maldonado –cuyo rostro los acompaña en carteles, pines y remeras–, sino por el principal responsable de la masacre, el comisario Alberto Sebastián Donza, prófugo hace más de seis meses.

Sobre la vereda, un padre sale de la mano con su hijo de una juguetería con una bolsa y un paquete en la mano. Se quedan parados un momento hasta que pasa la gente para retirar su auto estacionado. En la vidriera del comercio se ofrece un “kit de policía” compuesto por pistola, esposas, walkie talkie, gorra y garrote.

Al llegar a la Plaza 9 de Julio, la marcha se detiene y los familiares aprovechan para decir las últimas palabras e invitar a hablar a otras personas. La primera es Mirna Gómez, mujer de Andrés Núñez, uno de los primeros casos de gatillo fácil, allá por 1990. Recién este año comenzará el juicio oral al comisario Luis Raúl Ponce, acusado del asesinato de Andrés. Ponce estuvo prófugo 22 años. Mirna pide que tengan fuerzas porque “esta es una lucha que tenemos que trasladar a toda la sociedad”.

Mediante una llamada telefónica, Hugo Cardozo, sobreviviente de la masacre en el Pabellón Séptimo, ocurrida en la cárcel de Devoto en 1978, sostuvo que “hay que seguir luchando para que la sociedad deje de incorporar el relato policial de `motín´ ante estas masacres”. La última en dirigirse al público fue Andrea Álvarez, quien pidió no olvidar a su hijo Iván Álvarez, fallecido luego de un choque producto de una persecución policial iniciada por la brigada motorizada GAM del Comando de Patrulla, sin motivo determinado. “Basta de las carreras de la muerte contra los chicos, basta de las persecuciones de la policía motorizada”, reclamó.

Mientras el comisario Donza sigue prófugo, el juez de Garantías a cargo de la causa, César Solazzi, le concedió arresto domiciliario a los cinco efectivos imputados que se encontraban detenidos con prisión preventiva: Sergio Rodas, Alexis Eva, Carolina Guevara, Matías Giulietti y César Carrizo.

La resolución fue apelada por el fiscal, la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) y los familiares de las víctimas, pero aun así la Cámara de Apelaciones respaldó la decisión del magistrado salvo en un caso. Ahora mismo, los recursos interpuestos por la CPM y la fiscalía se encuentran bajo estudio de la Sala V del Tribunal de Casación Penal. El argumento de queja es simple: los acusados no pueden estar en sus casas vigilados por sus propios compañeros de fuerza. A siete meses de la masacre de Pergamino, la justicia sigue amparando a los victimarios.

Personas en la plaza sosteniendo pancartas, reclamando justicia.

“Esta es una lucha que tenemos que trasladar a toda la sociedad”, dijo Mirna Gómez , mujer de Andrés Núñez, víctima de gatillo fácil.

Dos antorchas encendiéndose.,

Se encendieron 40 antorchas para reclamar la aparición de Alberto Sebastián Donza, principal responsable de la masacre.

Actualizado 4/10/2017