Un virus que también ataca a los libros

Un virus que también ataca a los libros

El 8 de junio las librerías recibieron la confirmación de un acuerdo que las pone aún más en riesgo que con el Covid 19. Que Editorial Planeta acuerde vender sus libros de forma directa por Mercadolibre es vivido por varios libreros independientes como una traición. El método corta la cadena de ventas y afirma un sistema similar al de Amazon que, denuncian, provocó la destrucción del sector en México, Estados Unidos y gran parte de Europa. En parte, deja a varias librerías con un número de ejemplares reducidos de lo que del sello que conforma el 30% de su catálogo (el 50% del catálogo de una librería pertenece a tres gigantes editoriales, afirma la librería No Tan Puan desde un comunicado). Por otro lado, asegura un nivel de ganancias mayor a la casa editora.

“Trabajamos con la venta diaria y los márgenes de ganancia son muy pequeños”, detalla María Victoria Pereyra Rozas, librera y escritora (Mi mamá es electricista – 2008), quien trabaja en la Librería de Mujeres, una de las 62 librerías del mundo especializada en libros y publicaciones escritos “por” y “para” las mujeres. “La situación es catastrófica”, dice Malena Saito, también librera y escritora (Amiga – 2017), quien lleva adelante la librería Luz Artificial. “El verano fue muy duro. Cuando marzo es en general un buen mes para las librerías, cae la pandemia y nos destruye”.

Saito fundó la librería puertas adentro, abrió luego un local a la calle y está habituada al trabajo online. Pero otros tuvieron más dificultades a la hora de migrar a la dinámica virtual. Libros De La Mancha, ubicada en el emblemático circuito de la calle Corrientes y especializada en publicaciones universitarias, compra en febrero grandes cantidades de libros que abona recién en abril o mayo. Andrés Rodríguez, librero de este local, comenta que “hubo que pagarlos de nuestro bolsillo, pidiéndole a mi viejo, a un amigo.  Al menos tenemos muy buenos libros estoqueados para cuando se pueda abrir”.

Los libros de Planeta representan el 30 por ciento del catálogo de las librerías independientes.

La pandemia suma golpes de gracia a una debacle previa: “Se perdieron tres puestos de trabajo entre 2015 y 2019”, comenta Federico Brollo de Librería Norte, ubicada en el barrio de Recoleta desde 1961. “Para una estructura como la nuestra es el 30% de la planta laboral. Eso exige muchísimo a la gente que estaba trabajando. Trabajar más y en peores condiciones”. Con los sucesivos aumentos de precios en insumos, el libro se transformó casi en un bien de lujo. “El papel está dolarizado, así que el libro llegó a subir cuatro veces durante la gestión de (Mauricio) Macri”, detalla Saito. “Antes, por ahí un cliente promedio se llevaba tres, cuatro libros y ahora es uno solo al mes y lo tiene que pensar”. Pereyra Rozas  remarca que gran parte de los visitantes de Librería de la Mujer “son de países limítrofes y resto de Latinoamérica por ser la librería feminista más antigua y referencial de la región”.

Las librerías de calle Corrientes estuvieron abiertas durante dos semanas antes de volver a cerrar por la des-flexibilización de la cuarentena. Rodríguez resalta que en ese tiempo vendieron un poco más: “La gente entra a buscar un libro y cuando llega a la caja encuentra otro, o uno le recomienda un autor. La cosa del oficio que hace que uno entre por un libro y se vaya con tres. En el take-away eso casi no existe”. Modificar las relaciones con el público implica también ganar menos. “A lxs compradorxs de libros les gusta tocar, revisar, leer contratapas y decidir qué llevar con los libros en la mano”, escribe Pereyra Rozas.

“Yo quiero volver a tener una librería física – dice Saito- porque me parece muy importante el espacio de encuentro. En la librería cae un editor, un autor, el lector, hay algo que está vivo”. Brollo detalla: “Se trató de estar lo más cerca posible (del cliente). Eso fue cansador y nos exigió a los libreros ocuparnos de los canales de comunicación más instantáneos (whatsapp, Instagram, etcétera). Los libreros estamos acostumbrados a otra cosa. “

Estrategias ejemplares

Todos coinciden en que la librería que se endeuda para mantener el alquiler sin poder facturar “lo hará hasta el fin de sus días”. Uno de los entrevistados no duda en tildar a la mayoría de los rentistas de “verdaderos fariseos”. Además, la mayoría de las librerías no entra en las exenciones de AFIP. “Muchas están atendidas por sus dueños, en sus casas, en pequeños comercios barriales”.

Algunas librerías han resistido varios embates a lo largo de las últimas décadas. Las que sobrevivieron a la hiperinflación y la crisis de 2001 señalan el mandato de Mauricio Macri como un período de continua, profunda y matizada crisis económica. El acuerdo entre Planeta y MercadoLibre profundiza la necesidad de evitar que se rompa la cadena de ventas.

Sálvese quien lea” es una red de 16 pequeñas y medianas librerías y 27 editoriales surgida en respuesta  la crisis, que profundizaron relaciones para ofrecer al menos tres títulos “en adelanto” con un precio promocional del 20% de descuento que los lectores van a retirar en el momento que sea posible. De esa forma, mantuvieron vigente la cadena de valor. “Lo más positivo es que hubo que organizarse”, cuenta Saito, cuya librería es, junto a De La Mancha, una de las 16 que participaron en la iniciativa. “Ahora estamos planeando una segunda tanda”.

La Librería de Mujeres, en cambio, se quedó sola. “Intentamos generar lazo de solidaridad con algunas, pero su postura fue que iban a concentrarse en la venta minorista”, relata Pereyra Rozas. “Resultó decepcionante. La sensación general es que las grandes cadenas y librerías se arreglaron con las editoriales, y las pequeñas librerías, o cerramos o nos reinventamos como podemos”. La librería cuenta con el aporte solidario de sus socias, que cumplen 25 años de trabajo militando un movimiento al que le han demorado históricamente sus derechos.

Saito aprovechó que no tenía un contrato de alquiler rígido y se llevó la librería a su casa, desde donde ofrece combos que combinan libros y comida. Además, le compensa el costo del envío al lector adjuntando un paquete de libros usados con títulos sorpresa. “Estoy en mi casa y no pasa nada”, describe. “Entonces me llega un paquete con algo que pedí y algo que no sé qué tiene. Es un gesto o mimo, un refugio en este momento donde todo es virtual”. Los libros de obsequio los elige los libros que adjunta al paquete en base a la información que le proveen sobre la persona que los va a recibir: “Si me dice que es periodista, le mando uno de crónicas. Y a veces mando clásicos que siento que está buenísimo leer por más que no sea el interés que estás manifestando”.

Los libreros independientes denuncian que un sistema similar al de este acuerdo provocó la destrucción del sector en México, Estados Unidos y gran parte de Europa.

Más presencia, más solidaridad

Rodríguez afirma que se necesita un estado mucho más activo: “Hay mucho para la tribuna pero no hubo ninguna herramienta seria. Si tenés un Ministerio de Cultura y una Secretaría del Libro podrías haber puesto a esa gente a averiguar qué necesita cada librería. Dar exenciones impositivas, o poner al Banco Ciudad a ofrecer algo”. Los bancos privados, denuncian, no han querido dar líneas de crédito para paliar la situación. “No hay que olvidarse de que venimos de cuatro años de ninguneo y baja del presupuesto para compras de las bibliotecas de las universidades y las escuelas. Muchas de las bibliotecas que nos compraban dos, tres, cuatro veces por año estuvieron cuatro años sin comprar un solo libro”.

Pero los libreros coinciden en llamar la atención a sus colegas: “Los canales de comunicación en el sector no existen”, detalla Brollo. “No hay un gremio de libreros que permita tratar de pensar cómo funciona esto. Los comerciantes necesitan ese tiempo para otra cosa. No pueden hacer política gremial. Son ellos mismos los que hacen las cuentas, pagan, etcétera. Sería más que necesario. Pero a los dueños no les da el tiempo… ”.

“Nuestro reclamo es de mayor solidaridad” insiste Saito. Y Pereyra Rozas completa: “De una feria del libro con acceso garantizado para todos los espacios de difusión cultural (no todxs pueden pagar un stand). De una Cámara del Libro más cerca de quienes nos aventuramos desde cualquier especialización, elección que nos dirige a públicos más acotados. Ayudas a los sectores de imprenta y distribución de libros. Cultura sin especulación”.

La noche de las librerías

La noche de las librerías

La caída de ventas de libros es un hecho. La creciente recesión económica penetra en cada actividad, a lo largo de todo el país, y las librerías no son la excepción. Según los datos informados por la Cámara Argentina del Libro (CAL) el desplome  en el sector editorial es del 22 por ciento durante el primer semestre de 2016, respecto al mismo período de 2015. ANCCOM recolectó testimonios de distintas personas vinculadas al mundo del libro para ilustrar la situación.

 En el segundo semestre la caída de ventas viene en picada; peor que en los primeros seis meses de este 2016”, diagnostica  Pablo Pazos, librero de la reconocida librería Arcadia (Marcelo T. de Alvear 1548), cuando se le consulta si percibe una caída en las ventas de libros. “¿Es una broma? Sí hay caída. Se debe al aumento de precios y a la recesión.  Además que en el presente los libros aumentaron en lo que va del año más del 60 por ciento producto, sobre todo, del aumento del papel, los costos se fueron al diablo y las imprentas también.”

Librería De La Mancha. Av Corrientes 1888

Según los datos informados por la Cámara Argentina del Libro el desplome en el sector editorial es del 22 por ciento durante el primer semestre de 2016, respecto al mismo período de 2015.

Pazos agrega otro dato preocupante.”No hablemos, además, de lo que son las ventas institucionales. El Ministerio de Educación paró de comprar, dijeron que iban a comprar textos, pero no sé cuándo porque el año termina ahora. ¿Qué textos van a comprar si quedan dos meses de clases? Eso para muchos editoriales era significativo”.

En tanto Andrés, de la librería Clásica y Moderna, ubicada en Callao y Paraguay, como David, de Adán Buenosayres, en Corrientes y Montevideo,  coinciden con Pazos. La caída de ventas en este segundo semestre es más significativa que en el anterior.  En palabras del propio Andrés: “Hay mucha menos gente que entra a la librería, mucha gente que consulta el precio y se va. Creo que tiene que ver con que subieron subieron los precios y que a la gente la plata cada vez le alcanza menos. El tema del aumento en los servicios y todas esas cosas genera como una especie de pánico atroz”.

 La postura del librero de Adán Buenosayres sigue la misma línea: “La caída de venta en librerías se debe a que la canasta de consumo cambió ostensiblemente a partir de la inflación que afecta sobre todo a lo que uno consume. No podés dejar de comprar comida. ¿Podés dejar de comprar un libro? Sí. ¿Podés dejar de comprar pilcha? Y sí. Vas a usar la misma ropa que el año pasado, yo hace dos años que no me compro zapatos, los mando a arreglar. No hay otra explicación que no sea la de que esta caída en las ventas es una causa más de la recesión general.

Librería Clásica y Moderna. Av Callao 892.

“La caída de venta en librerías se debe a que la canasta de consumo cambió ostensiblemente a partir de la inflación que afecta sobre todo a lo que uno consume.», comenta el librero de Clásica y Moderna.

 Esa librería en particular está en medio del proceso de convertirse en una cooperativa. “Bueno, acá los costos  han aumentado mucho, pagábamos 4.000 pesos de expensas y ahora pagamos 12.000. Nosotros transformamos toda la iluminación de la librería en bajo consumo y led, entonces bajamos el consumo a la mitad, pero igual la factura de luz es casi el triple de lo que pagábamos el año pasado. De 700 pesos por bimestre, ahora abonamos entre 900 y 1.000 por mes”, ejemplifica David.

 Desde Cúspide  también coincidieron en el diagnóstico, a pesar de los titubeos para dar testimonio y luego de preguntarse entre los empleados si no había problema con hablar de ese tema, ya que la cadena de librerías pertenece al Grupo Clarín. En palabras de uno de los encargados de una sucursal céntrica,  “hay una caída de ventas del número de libros. Yo creo que, por un lado, se debe a que como muchas cosas han aumentado los libros no están exentos, y no es un artículo de primera necesidad. Más necesario es comer y vestirse. El aumento general de precios genera una psicosis y la gente larga lo primero que es suntuoso”.

 Otro punto en que todos los libreros entrevistados coincidieron fue que la digitalización del libro y su lectura en formatos digitales no impactan en la caída en las ventas. El pronóstico para los meses venideros no es para nada alentador, ya que la recesión sigue su camino.  Y para colmo de males a los libreros todavía les resta enfrentar el peor período de ventas que son los meses de enero y febrero. Si durante el año no se hizo un buen colchón de dinero como para equiparar esa temporada históricamente de poco movimiento, la situación se vuelve aún más aguda. Con todo esto no queda otra que buscar nuevas opciones de ventas (ya son muchos los libreros que se dedican a la venta por internet) como la de David y su mesa de ofertas para atraer clientela “Tenemos que buscar alternativas, como por ejemplo esa, la de tener una mesa con libros a diez y veinte pesos, que hoy representa algunos días el 20 por ciento de las ventas de todo el local”, remata.

Librería Adan. Av Corrientes 1671

«El pronóstico para los meses venideros no es para nada alentador, ya que la recesión sigue su camino».

 

Actualizado 22/11/2016

Los libros usados gozan de buena salud

Los libros usados gozan de buena salud

Pescar no siempre implica levantarse antes de que febo asome para acercarse a una laguna llena de peces. En la jerga de los libro-adictos, la práctica remite a internarse en las profundidades de la calle Corrientes para encontrar alguna piedra preciosa bajo el mar de textos que ofrecen los distintos anaqueles. Edipo, Adán Buenosayres, La Catedral son apenas algunas de las librerías de usados superpobladas de historias.

“Nuestro fuerte son las rarezas. Tenemos saldos sobrantes de editoriales pero más que nada apuntamos a conseguir joyitas”, cuenta Maximiliano desde el abultado mostrador de Compro-Libros.com, firma con 20 años de experiencia en la compra y venta de libros. El local, ubicado al 1400 de Corrientes, recibe día tras días una muestra variada de visitantes: “Esta zona es una fauna llena de personajes y freaks. Hay curiosos, estudiantes y por la cercanía con Tribunales, muchos abogados. Algunas personas vienen a buscar libros específicos muy viejos, otros buscan ediciones que tal vez perdieron o prestaron y ahora quieren recuperar… Pero también están los que se equivocan creyendo que hay novedades o libros de texto. Aunque la gran mayoría entran porque sí, para ver que encuentran”, comenta.

Cazalibros, 14 de Junio de 2015, Avenida Corrientes, Librerias

El efecto sorpresa que provocan estos laberintos literarios actúa como un imán para los devoradores de páginas: “Si voy por calle Corrientes, olvidate, llego tarde a todos lados”, ríe la veinteañera Victoria. “No puedo dejar de entrar. Para mí es una actividad en sí misma a la que le tengo que dedicar -mínimo- dos horas. No porque quiera sino porque cada vez que entro a una librería pierdo por completo la noción del tiempo”, asegura maravillada.
Este agujero negro -que se inicia a la altura de la calle Junín y se expande hasta el Obelisco-, congrega más de 20 librerías de usados y de saldos, ejemplares nuevos y desplazados del mercado: “Cuando las editoriales descatalogan determinados libros, vienen a las librerías de saldos”, explica Gabriela de Dickens, local ubicado al 1300 de la avenida. “Es un azar, una ruleta rusa. Llega de todo. Desde best sellers hasta literatura clásica. Por eso nuestro perfil de compradores es bastante amplio”, explica mientras un señor de unos 70 años -que se presenta como Lusardi- pide pista a lo lejos y se acerca a hablar: “Gran parte de los que compramos somos cazadores de libros”, afirma sonriente el asiduo maratonista de la zona. “Recorremos buscando no sabemos qué pero sabiendo que eso que encontremos, esa cosa, la cazamos nosotros. El que encuentra avisa a sus amigos. Incluso a veces te llevas más de un volumen para repartir. Tiene algo de suerte también. Porque podes pasar y encontrar algo que a las ocho horas o dos días no está más”, cuenta el también docente -ex librero- que en la actualidad posee una biblioteca de siete mil títulos. “Con los de mi mujer, llegamos a los 14”, aclara orgulloso. Detrás suyo, una señora con anteojos -que no deja por un minuto de observar con ojo de águila la mesa de ofertas-, asiente.

El popurrí de títulos sobre una mesa es muy común en estos locales. Bajo carteles indicativos de precios o promociones, cientos de libros luchan entre sí por sobresalir del montón, por ser elegidos. El rejunte, que muchas veces no conoce de géneros y autores, invita a los lectores a internarse en la tarea infinita del descubrimiento: “Es todo un disfrute en sí mismo para mi encontrar cosas en las bateas”, dice Lautaro, estudiante de Ciencias Sociales en la UBA. “Algunas librerías no tienen las cosas ordenadas por temática y uno tiene que buscar. Esas son de las mejores. De repente te encontrás algo que no esperabas y es una tremenda satisfacción. Siempre llevo en la cabeza tres o cuatro libros que quiero encontrar. Aunque sean difíciles uno nunca deja de tener esperanzas. Pero también puede pasar que entres con algo en mente y te lleves otra cosa”.

Pero las rarezas no son todo lo que atraen. Uno de los factores determinantes de esta actividad es el acceso económico: “Los precios de los libros nuevos son totalmente prohibitivos. Yo leo mucho pero si tuviese que comprar nuevos, no podría leer nada. Uno prioriza eso, si el libro está viejo o subrayado no me importa. Con tal de que pueda leerse yo me lo llevo”, sostiene Lautaro.

Cazalibros, 14 de Junio de 2015, Avenida Corrientes, Librerias

Según la Cámara Argentina del Libro (CAL), la venta de libros nuevos cayó en un 10% en 2014 dado al aumento del 20 al 30% interanual de los precios. En ese marco, amigos del bolsillo del caballero y la cartera de la dama, los locales de saldos y usados ofrecen gran variedad de ejemplares a partir de los 20 pesos: “Elegimos partiendo de varias bases. Por ejemplo, si un libro nuevo se vende a 300, tenemos que empezar de la mitad para abajo”, cuenta Maximiliano de Compro Libros. Lo mismo opina Gabriela de Dickens quien, en ese sentido, amplía: “Hay una pauta comercial pero se tiene en cuenta la calidad de lo escrito, la obra. El ABC del arte que salía entre 1000 y 1500, acá está 500. Ponemos atención a eso. Aunque a veces determinados títulos por ser conocidos determinan sus propio valor”, explica sobre los volúmenes dedicados al público adolescente.

Además, otra particularidad de esta modalidad de venta es el incentivo a la lectura: “Lo que más me gusta llevar libros sin saber de qué se tratan”, dice Victoria. “Antes tal vez uno podía ir a una librería y elegir un título solo por lo que decía en la contratapa. Te podía gustar o no después, pero te arriesgabas. Ahora en una librería comercial es imposible. No vas a pagar 200 pesos salvo que te interese el autor o sepas de qué trata la obra o lo tengas ultra recomendado. En cambio, estos lugares te permiten jugar con eso, comprar por curiosidad, llevar cosas desconocidas, probar autores que no sabías que existían”, detalla.

Cazalibros, 14 de Junio de 2015, Avenida Corrientes, Librerias

Sin embargo, existen formas alternativas de “cazar”. En los últimos años, los mercados de ventas por Internet lograron captar a quienes prefieren explorar desde la comodidad de sus hogares, entre el uso de palabras clave y un gran conocimiento de los motores de búsqueda: “No es el mismo disfrute pero me genera satisfacción encontrar algo que busco. Si bien la búsqueda está más sesgada y es mucho más difícil encontrar algo inesperado, muchas de las mejores cosas que encontré fueron por Internet”, comenta Lautaro.
Otro formato creado para los aficionados de las nuevas tecnologías son los e-readers, dispositivos que permiten comprar libros en formato digital, así como también descargar de manera gratuita: “El libro electrónico es algo bueno”, afirma el señor Lusardi. “Al poder descargar una cantidad enorme de títulos, por ejemplo, mi señora ya no compra policiales, pero lleva libros de adivinanzas para los chicos”, sonríe. Lautaro, por otro lado, no opina lo mismo: “No me gusta para nada. Me parece que matan a las librerías”, sentencia.

Pero apocalípticos a un lado, estos nuevos caminos aún no hacen temblar a la modalidad de compra-venta tradicional: “Para nosotros no es tan grave. En el último tiempo entró a jugar Mercado Libre. Sabemos que mucha gente busca ahí pero también las librerías se incorporaron creando sus propios usuarios para competir. Pero no nos afecta tanto”, cuenta Maximiliano.

A una calle de distancia, Gabriela opina lo mismo: “No nos afecta porque vendemos ofertas. Son las librerías de línea las que tienen problemas. Más allá del romanticismo que se puede tener por los libros, a muchas personas les es mucho más práctico y cómodo tener el e-reader. Pero no nos modifica en absoluto”, cuenta.

Cazalibros, 14 de Junio de 2015, Avenida Corrientes, Librerias

Respecto a la modificación de hábitos de los consumidores Victoria es tajante: “Imposible que esto se extinga por el internet. Siempre que venís a estas librerías hay gente chusmeando. Tienen ese no sé qué, algo mágico que no encontras en una computadora”, opina.

Lusardi está de acuerdo. Luego de guardar su e-reader con sus últimas adquisiciones se acerca con paso cansado hasta la mesa de ofertas. Busca algo, atento como quien lee entre líneas. De repente, agarra un ejemplar y lo sostiene en lo alto. Se aclara la voz y con firmeza, truena: “Las tecnologías pueden ser un avance pero no hay como tener un libro. Esto -expresa blandiendo un Durkheim de tapa anaranjada- no se compara con nada. Así que haceme caso, una vez por mes pateá por Corrientes y pescá”.