“Buscamos padres para los niños, no niños para los padres”

“Buscamos padres para los niños, no niños para los padres”

Gabriela y Gastón son los padres de Aaron. Cuando comenzaron su vínculo de adopción, el niño tenía 10 años.

Luego de la  Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que fue acompañada por los pañuelos verdes y naranjas surgió el de color celeste para los que se promulgaron en contra, al que luego se le sumó el rojo, para aquellos que piden nuevas normas para la adopción. Estos grupos antiderechos quieren una adopción directa y que la mujer embarazada pueda manifestar ante el juez su voluntad de no asumir el ejercicio de su responsabilidad parental, entregar su bebé una vez nacido y que el proceso de adopción se inicie desde ese momento.

Las organizaciones sociales rechazan esta campaña y advierten que el aborto y la adopción son dos temas independientes, y que la ley lo que quiere evitar es que se comercialice con una persona y que el niño sea entregado a cambio de dinero.Los pañuelos rojos son una iniciativa que surge emparentada con los pañuelos celestes, en un contexto en el que se utilizó y maltrató la temática de la adopción que, justamente, no está relacionada con ninguna de las dos posturas. Ligada al interés de que una ley habilite a los adultos a ´conseguirse bebés´ de cualquier forma, como si los niños fueran objetos para satisfacer la necesidad de ser padres. Cabe aclarar que esta postura  de ninguna manera es representativa de la mayoría de los adultos que adoptan, que incluyen respetuosamente con su historia y sus necesidades particulares a sus hijos en la vida familiar”, explica Gabriela Parino miembro de la ONG Ser Familia por Adopción.

Se desconoce la normativa

Lo cierto es que un 70,9% de la población desconoce la Ley de Adopción, según una encuesta realizada este año dentro de la provincia de Buenos Aires por la Universidad Abierta Interamericana (UAI). A pesar de no conocerla, el 74,2% afirmó que funciona mal. La reforma del Código Civil contempla al niño como sujeto de derecho y no como objeto. “Es una ley que corre la mirada del adulto que no puede tener hijos biológicos,  para poner al niño como centro de la adopción”, explica Parino. Y aclara: “La adopción es una institución que existe para encontrar familia para los niños que no pudieron vivir con la familia de  origen. La ley actual no obstaculiza en absoluto que la mujer que no quiere maternar pueda decidir que ese niño por nacer tenga posibilidad de ser adoptado. Pero la ley estipula 45 días para declarar la situación de adoptabilidad de ese bebé, a los fines de garantizar que la decisión de esa mujer sea sólida y no esté afectada por una situación de vulnerabilidad. Hablan desde el total desconocimiento de lo que implica una decisión de semejante envergadura para quienes están en esa situación.”

Leonor Wainer de Anidar, una asociación que acompaña y brinda apoyo a las familias adoptantes, comparte esta postura: “Aborto y adopción, no tienen nada que ver una cosa con la otra. Nadie debe llevar adelante un embarazo que no quiere. Desde hace un tiempo las entregas directas están prohibidas. El objetivo de los últimos cambios que se hicieron es que los chicos estén el menor tiempo posible en las instituciones u hogares de tránsito”. Menciona que lo que hay que pulir, son las dificultades que presentan los jueces, por falta de recursos para evaluar las situaciones.

5.000 postulantes

Un niño puede ser adoptado cuando un juez declara su situación de adoptabilidad, es decir, cuando se determina que no puede seguir viviendo con su familia de origen, en general por vulneraciones de derechos. Para los bebés es un plazo de 45 días y para los demás niños, como máximo, un año. El juez busca otra familia entre los inscriptos en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, que incluye todos los postulantes a nivel nacional. En este registro 4.816 postulantes manifiestan la voluntad de adoptar niños de hasta un año. Cuando se realizan búsquedas de niños hasta 4 años aparecen 3.880 legajos, para niños de hasta 8 años hay 820 postulantes y tan solo 44 expresan voluntad de adoptar niños de más de 12 años, es decir, el 1% de los postulantes,  según datos oficiales de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRU).

Con respecto a la adopción de grupo de hermanos, el 41% no acepta hermanos, el 51% acepta dos, tan solo el 5% acepta tres o más niños. El 85% presenta una negativa en adoptar niños con discapacidades o enfermedades, mientras que el 15% manifiesta que sí lo haría, por eso acabadas las instancias de búsqueda a nivel local y nacional, se abren convocatorias públicas con el fin de buscar familias para los tres grupos de mayor complejidad, es decir, grupo de hermanos, niños con discapacidad, o que superen los 8 años. 

Actualmente en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos hay un total de 4.816 postulantes.

Los plazos

Está instalado en el colectivo social que adoptar es un proceso largo y burocrático. “Se hace todo lo posible para que los chicos se queden dentro del marco de su familia de origen, agotadas las instancias, la familia biológica pierde la patria potestad de ese chico, se declara el estado de adoptabilidad y ahí se busca familia adoptiva. Cuando se encuentra, se inicia un período de vinculación que no tiene un tiempo fijo. Las personas no son máquinas que cambias un tornillo y funcionan. El tiempo de vinculación implica que se conozcan, y cuando ya el vínculo está como para que vivan juntos, se les da la guarda. Como máximo en un plazo de seis meses tienen que iniciar el juicio de adopción”, aclara Leonor Wainer.

“Al inscribirse una persona o un matrimonio debe manifestar qué situaciones de los niños podría llegar a adoptar (edades, condiciones de salud, discapacidad, cantidad de niños cuando se trata de un grupo de hermanos). Y lamentablemente no hay diversidad de disponibilidades, sino que la mayoría de las personas puede adoptar niños pequeños, hasta dos niños, y sanos. Quienes se inscriben para un niño de 10 años tienen posibilidades de ser convocados rápidamente. Pero quienes se inscriben para adoptar bebés o niños pequeños tienen grandes posibilidades de esperar muchos años o no ser convocados nunca”, hace hincapié Gabriela Parino.

Edades descartadas

Las aspiraciones de la mayor parte de los postulantes es adoptar niñas y niños pequeños, y esto no coincide con la realidad de los declarados en adopción. Gabriela Parino comenta que hay  mucho prejuicio en relación a las edades. “Se piensa que los nenes chiquitos tienen menos historia, pero es más complejo, porque la historia que traen quizás es más desconocida y está más impregnada de recuerdos sin palabras. Los niños pequeños tienen tantas necesidades como los grandes. Las vinculaciones llevan tiempo, hay casos donde no prosperan, hay duelos por hacer. Es un período que necesita tiempo, paciencia, dedicación”.

Wainer manifiesta que en general las personas se anotan para adoptar chicos menores de 10 años, pero si se trabaja con los postulantes en el tiempo de espera esto puede revertirse:Se puede repensar la postulación, y poder entender que se puede tener un hijo que no sea un niño pequeño. Los niños que se pueden adoptar, que son potencialmente sus futuros hijos, no responden al deseo o ideal de las parejas. Tenemos reuniones multifamiliares, donde vienen padres con sus hijos y viene gente que estaba esperando y viendo a los chicos, hijos de otras familias, niños más grandes, amplían su postulación, y adoptan al poco tiempo. La adopción de un niño grande no es fácil ya que han tenido experiencias difíciles, pero ningún hijo es fácil a los 10, 11 o 13 años”.

La mayoría de los postulantes busca niños pequeños, obstaculizando la adopción a los mayores de 10 años.

Prejuicios y temores

Para Gabriela y su marido Gastón, la adopción apareció luego de hacer tratamientos de fertilidad para formar una familia. Entre mayo y junio del 2014 hicieron los trámites para inscribirse como aspirantes y ya en el 2015 comenzaron la vinculación con su hijo Aaron. “La espera hasta el llamado fue activa, leyendo, escuchando relatos, asistiendo a charlas. La adopción no fue larga ni burocrática. Los trámites justos, bien guiados, charlas, visitas con la asistente social, entrevistas con la psicóloga”, cuenta Gabriela.

La pareja se había anotado para adoptar un niño entre 0 y 7 años, pero luego cambiaron su postulación. “Al pararte delante de un niño de 10 o 12 años te das cuenta que es chico, y es un niño como todo otro que necesita de una familia que lo contenga y que lo acompañe. Cuando empezamos la vinculación, nuestro hijo tenía 10 años. La edad que tenía nuestro sobrino mayor. Una edad que conocíamos y donde nos podíamos llegar a sentir cómodos. Fue muy linda la llegada. Tiene muchos parecidos a un nacimiento, todo lo que implica que haya otra persona en la casa, otro integrante en la familia”, recuerda.

Gabriela hace hincapié en que el acompañamiento es fundamental y que hay que prepararse. “La convivencia tiene sus dificultades como la tienen en todas las familias, con características especiales, somos una familia que se ensambla, con historias de vida previas diferentes. Ellos vienen con su historia, que hay que respetar y comprender, que es parte de su identidad. Costumbres que tuvimos que aprender a no obturar, sino a decodificar y resignificar”.

Gabriela y Gastón iniciaron los tramites de adopción en el año 2014, Aaron llegó a sus vidas un año despúes.

Tres hermanos

Claudia Calvete revive su camino hasta convertirse en mamá de tres niños: «Fue allá por el año 2009, consideramos que nos iban a llamar por un bebé recién nacido, en ese momento solo estábamos preparados para eso. Al principio sentíamos que no podíamos quedarnos a la espera de un llamado, inclusive nos dieron en Tribunales otros caminos. En ese entonces la adopción directa estaba permitida, se habilitaba a la madre que tenía la voluntad de darlo por estar en conflicto con el embarazo. Esa adopción fue fallida porque la madre al año se arrepintió. Tuvimos que hacer un duelo y cuando salimos adelante, empezamos a pensar la posibilidad de ampliar la edad. Ahí empezamos a ir a grupos. Formarse, prepararse, tener otras miradas. Cambiando nuestra forma de pensar, y de ese deseo inicial de querer tener un hijo para pensar en formar una familia. No estaba más el bebé como deseo, pensamos en la idea de incorporar niños más grandes, porque nosotros también estábamos más grandes.”

Al poco tiempo de cambiar su disponibilidad adoptiva los llamaron. “Era por un grupo de hermanos. Dos niñas de 8 y 9 años y el varón de 11. La jueza nos contó que venían de situaciones difíciles, pero lo que más nos movilizó fue que mi hija, la del medio, escribió una carta a la jueza pidiéndole una familia. Eso nos sensibilizó y sin lugar a dudas eran ellos. Comenzamos una vinculación de dos meses y medio, viajando todos los fines de semana 600 kilómetros, entre ir a buscarlos, traerlos, llevarlos de nuevo y volver a casa. La vinculación fue agotadora pero la volvería hacer”.

Uno de los desafíos que la pareja tuvo que sortear fue que los chicos no podían poner en palabras sus emociones. “La abuela se dio cuenta que muchas cuestiones no se podían poner en palabras, ellos carecían de un diálogo. Había que  garantizarles que iban a ser protegidos y no maltratados. No les íbamos a fallar. Eso fue habilitando espacios de poder abrirse, de poder contar sus historias. El poder entender, comprender, no juzgar y tampoco victimizar”.

Calvete y su esposo rompieron con las estadísticas; “Siempre digo que mis hijos eran ellos, no podríamos pensarnos con otros más chiquitos. Hay que animarse. Estas edades conllevan otro tipo de realidad, son independientes y autónomos. A pesar de ello, cuando llegaron  los vi tan pequeños y vulnerables, con tanta infancia por recuperar que no nos perdimos nada. Pude acobijarlos, contarles un cuento, tuvieron sus primeros juguetes. Ellos son nuestros héroes, porque después de haber sorteado las dificultades, la vida les da una segunda oportunidad”, concluye.

Cuando la adopción se transforma en espera

Cuando la adopción se transforma en espera

María Marta González y Alberto Di Totto obtuvieron la guarda de Ludmila en 2015 y comenzaron a llevársela a su casa en forma contínua, con permiso de su padre biológico, quien no podía tenerla consigo. Luego de un tiempo, la guarda le fue ofrecida por el juez sólo a María por no estar casada con su cónyuge: “Para esa altura ya la sentíamos como una hija, no queríamos que terminara en un hogar, como le pasó a sus hermanos. Cuando Ludmila cumplió 17 años, nos avisaron que podíamos empezar los trámites de adopción para que ella tuviese el apellido de Alberto”, asegura María.

La adopción en la Argentina trae aparejado muchas controversias y dudas. En 1997 se sancionó la ley 24.779 que estableció las disposiciones generales para la adopción plena y simple. Conjuntamente se indicaron ciertos requisitos, como por ejemplo, que quienes quieran adoptar tengan una edad mínima de 30 años y haya al menos 18  de diferencia entre ellos y quienes pasarían a ser sus hijos/as. Al mismo tiempo, se incorporó la posibilidad de que personas solteras también puedan obtener la guarda de algún niño/a. Recién siete años después, en 2004, se creó la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (DNRUA) con el fin de unificar a los aspirantes a lo largo y ancho del país. Es a partir de este registro que los postulantes  pasan a formar parte de un listado común que los habilita a obtener la guarda de un menor de cualquier jurisdicción. Tras la sanción del Matrimonio Igualitario en 2010, se habilitó a las parejas de igual género a adoptar estando casados y fue con la sanción, en agosto del 2015, del Nuevo Código Civil y Comercial que solo comenzó a ser necesaria la convivencia como requisito para la postulación.

Decididos a adoptar, Mariela y Mariano iniciaron sus trámites hace seis años: “Presentamos la carpeta de inscripción en 2010 y en 2011 hicimos nuestra primera preinscripción. Antes de que cambie la ley, te tenías que reinscribir cada año, ahora es cada dos. En  2014 nos llamaron para darnos nuestra primera guarda”, cuenta Mariela. Luego de quince años de casados, ellos fueron la primera pareja en adoptar en el Hogar Felices Los Niños en más de diez años. Iniciados los trámites y después de seis años de espera, se convirtieron en padres al recibir la guarda de dos hermanitas de cuatro y siete años, Thalía y Aimara. “En 2015, un año después de haber perdido la guarda de Carlito, un bebé de seis meses, nos dieron a las nenas. Aún hoy continuamos en guarda. Nuestro legajo todavía está en la cámara porque el padre apeló la adoptabilidad de las chicas. Aunque la Cámara no dio lugar a esa posibilidad debido a las malas condiciones en las que se encuentra, tenemos que esperar que baje nuestro legajo a Primera Instancia para pasar a la etapa final.”, aclara Mariela.

A partir de su puesta en marcha,  la ley de Adopción -se sancionó el 28 de febrero de 1997 y fue promulgada el 26 de marzo del mismo año- permite que sea solo a quienes hayan cumplido los 30 años o están casados hace más de tres años. La duración de la guarda es fijada por un Juez y no puede ser menor a seis meses ni mayor a un año; y solo después de esos seis meses es puede iniciarse el juicio de adopción. Se debe tomar conocimiento de las condiciones personales, edades, aptitudes del o de los adoptantes priorizando las necesidades e intereses del menor.

Con la creación del DNRUA y la sanción del matrimonio igualitario, las posibilidades de adoptar se han expandido aunque sigue habiendo demoras.

 

 

Ellos escribieron el libro Mis dos papás, en el que aparecen representadas todos los tipos de familias. En palabras de Ignacio “se trató de abarcar todo para decir: hay tantos tipos de familias como personas en el mundo”.

Una ayuda para el viaje

El DNRUA se creó en 2004, con el fin de “armonizar todos los registros y que la información se centralice. De esta manera, posibilitó a todos aquellos que querían adoptar, a ser aspirantes en todo el país dado a que ahora se encuentran incorporados a la red federal”, explica el abogado Miguel Unamuno. Las personas que deseen ser adoptantes primero tienen que pasar por un proceso de inscripción que requiere de ciertos requisitos como estar casados entre sí, conviviendo. También puede inscribirse una persona soltera; debe tener 25 años como mínimo y  residencia permanente en el país. Se realizan una serie de evaluaciones: una socioambiental, una psicológica y una médica. Posteriormente, el postulante recibe un código que le permite tener acceso a la ficha de adoptabilidad a través del sistema, donde podrán poner las preferencias adoptivas con respecto a los perfiles de los niños que está dispuesto a adoptar. En la actualidad, la base de datos informática de esta dirección cuenta con 5.705 postulantes inscriptos: “Si se tiene en cuenta los perfiles adoptivos, un 92% prefiere niños de hasta un año, el 31% hasta los seis años, pero cuando se trata de niños de 12 años solo un 0,70% los pone en su ficha de adoptabilidad”, asegura la psicóloga Cynthia Rotman.

Unamuno explica que “si el chico es de Capital Federal, buscamos allí, si no surge el postulante, se amplía hacia los sectores circundantes a la ciudad. Como última opción empieza a trabajar el registro único, que articula una búsqueda en todos los registros”. “Previo al otorgamiento de la guarda con fines adoptivos, existe una instancia llamada ‘vinculación’, afirma Rotman: “Un proceso donde se producen encuentros entre el menor y los posibles adoptantes acompañados por un equipo técnico”. Una vez que finaliza esta etapa, el juez dictará sentencia de guarda con fines de adopción que no puede exceder el plazo de seis meses. Por último, se inicia el denominado juicio de adopción que otorga seguridad jurídica al menor, quien comenzará a gozar de la condición de hijo.

María Sol, comenzó los trámites en el registro para adoptar cuando estaba en pareja con otra mujer, pero en el medio del trayecto dado que se separó, tuvo que continuar sola. Pudo hacerlo porque no estaban casadas y todos los trámites estaban a su nombre.“Lo más arduo de la adopción es la espera”, explica. La ansiedad era moneda corriente del día a día cuando enfrentaba una infinidad de trámites, participaciones en talleres y análisis psicológicos. Finalmente consiguió la adopción de la nena: “Imposible no sentir que hasta lo más fatídico valió mil veces la pena” expresa entre lágrimas.

 

 

 

Nuevas posibilidades, pero con impedimentos

El debate sobre la legislación que autorizó el matrimonio entre personas del mismo sexo comenzó en la Argentina a partir de la campaña nacional por la igualdad jurídica lanzada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (LGBT). De esta manera, a partir del 15 de julio de 2010 nuestro país permite los matrimonios entre personas del mismo sexo. Esto vino acompañado con el derecho de adoptar en forma conjunta, es decir, una adopción homoparental, manteniendo los requisitos que ya se pedían anteriormente.

En 2015, tras la entrada en vigencia del nuevo Código Civil y Comercial, todas las parejas pueden acceder a la unión convivencial, obteniendo ciertos derechos jurídicos aún cuando no se contraiga matrimonio, pudiendo, a su vez, ser reconocidos, al establecerse las nuevas normas, como posibles adoptantes. A leyes como las del matrimonio igualitario o identidad de género se suma ahora el reconocimiento de la denominada “triple filiación”, aceptando así nuevos modelos de familia que hasta ahora carecían de sustento jurídico.

María Rachid, ex legisladora por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el Frente para la Victoria y socia fundadora de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) explica que “por un planteo que hizo la Federación, nosotros logramos que los registros civiles de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires, reconocieran la triple filiación en algunas familias. Dos mujeres que tienen un hijo con un amigo varón o dos varones que tienen un hijo con una amiga mujer; donde esa mujer o ese varón no son donantes, son papá y son mamá. Podría ser el caso de una pareja heterosexual también donde se incorpora una tercera persona a esa filiación por algún motivo”.

Sin embargo, Rachid cuenta que, cuando se pone en vigencia el Código Civil, solamente reconoce dos filiaciones por miedo a que a las parejas homoparentales les impongan la filiación del donante. El código estaba desactualizado antes de entrar en vigencia dejando afuera la triple filiación a menos que la justicia declare inconstitucional esta parte. Una vez reconocida la triple filiación, el RENAPER decidió lanzar una hoja de inscripción para todos los registros civiles que dice: primer progenitor, segundo progenitor, tercer progenitor.

“Otra cosa que eliminó el Código Civil fue la parte del proyecto de la presidente Cristina Fernández de Kirchner, todo el capítulo de gestación, el mal llamado “alquiler de vientre”. Nosotros le llamamos gestación solidaria porque aunque hay intercambio de dinero en algunos casos, también hay mucha solidaridad por parte de esa mujer que durante nueve meses gesta un bebé, pone el cuerpo para gestar un hijo para otra pareja. Nosotros incluso presentamos un proyecto de ley de gestación solidaria para regular el estatuto”, sostiene Rachid.

Otro caso interesante fue el de Nicolás e Ignacio que son los padres de Thiago. Los dos tenían muchas ganas de ser papás y decidieron lograrlo. Ignacio asegura que “cuando apareció Thiago fue como si ambos se hubiesen adoptado, ellos lo eligieron a él y él los eligió a ellos”. Todavía hoy consideran que ese momento fue sumamente especial y aseguran que todo a su alrededor fue como un contexto de amor, fueron acompañados por ambas familias y por sus amigos, lo cual hizo todavía más perfecta la llegada de Thiago. Su hijo está con ellos desde bebé. Pasaron por una guarda de un año hasta que se dió la adopción plena, lo que les permitió tramitar el documento – en el cual figuran los apellidos de los dos papás- un día que recuerdan como uno de los mejores de su vida.

Ellos escribieron el libro Mis dos papás, en el que aparecen representadas todos los tipos de familias. En palabras de Ignacio “se trató de abarcar todo para decir: hay tantos tipos de familias como personas en el mundo”. La decisión de llevar a cabo este proyecto tuvo un incentivo: cuando Thiago empezó a ir a la guardería todas las notas decían “Queridas mamis” o todas las canciones eran acerca de mamás y papás. Cuando empezó sala de dos se juntaron con las maestras para plantearles que, desde su lugar, hablaran sobre los diferentes tipos de familias, para que Thiago también se pueda sentir representado. “Cuando vos pensás en abandonar lo primero que tenés que hacer es seguir, es hacer la contraparte”, aseguran Nicolás e Ignacio.  

Flavia Massenzio es la secretaria de Asuntos Jurídicos de la federación LGBT y desde fines del 2014 también coordina la Defensoría LGBT, que es un espacio creado por la asociación y la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires para defender los derechos de lesbianas, gays, bisexuales y trans. Massenzio está convencida que el establecimiento del registro único mejoró y agilizó todos los trámites de adopción. Aún cuando está afectada en forma personal por estas modificaciones, ya que está en pleno proceso de adopción con su esposa en el que tienen en guarda a una nena de cinco años. “La ley nos da derechos, no abre cabezas”, asegura y agrega que “si bien se logró el objetivo en materia jurídica falta mucho para alcanzar la igualdad real en el cotidiano de todos los días, sino no serian necesarios los espacios como el LGBT o la Defensoría. El camino para achicar esa brecha en una igualdad jurídica y una igualdad real es una política pública, es trabajar la comunicación, hablar sobre los derechos de las personas sin importar su orientación sexual, es visibilizar para romper con los prejuicios”, asegura.

Se emociona al hablar de su hija: “Estefi no encuentra diferencias entre nuestra familia y otras . No la educamos de esa manera, así que cuando le preguntamos sobre el tema nos dice que el color de pelo es distinto o que las camperas que usamos son distintas. Todos deberíamos educar en la igualdad y no en las diferencias”, sostiene firmemente.

Actualizado 15/02/2017