Once represores condenados

Once represores condenados

Diez perpetuas y una sentencia a 25 años para los responsables de las torturas, desapariciones y robos de bebés ocurridos en el Pozo de Banfield, el de Quilmes y la Brigada de Lanús durante la última dictadura. También fueron castigados por lo acontecido en La Noche de los Lápices.

 El Tribunal Oral Federal N° 1 de La Plata, el martes 26 de marzo, sentenció a la pena de prisión perpetua a diez imputados por los crímenes cometidos en tres centros clandestinos de detención: las Brigadas de Investigaciones de Banfield, de Quilmes, de Lanús. Uno de los  imputados fue condenado a  25 años y otro quedó absuelto. El Tribunal calificó los crímenes cometidos por los imputados que actuaron en los centros clandestinos de detención “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y “el Infierno” de Lanús con asiento en Avellaneda como delitos de lesa humanidad.

A casi tres años y medio de su inicio del juicio, el presidente del TOF Ricardo Basílico leyó el veredicto con una sala de audiencia llena que esperaba escuchar una condena ejemplar y cárcel común para los represores. Organismos de derechos humanos, sobrevivientes y familiares de víctimas estuvieron presentes escuchando el fallo y otras decenas estaban en las afueras de los Tribunales de La Plata. Los medios autogestivos “Pulso Noticias” junto con “La Retaguardia” transmitieron el juicio por youtube que se pudo ver por dos pantallas colocadas en la vereda, frente al tribunal, para seguir el juicio.

Dieciocho fueron los imputados y seis murieron durante el juicio, entre ellos, el excomisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, director general de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. La querella de Abuelas de Plaza de Mayo acusó a los 12 imputados por los delitos de privación ilegal de la libertad y tormentos de 23 embarazadas y una madre secuestrada junto a su hijo, y por la sustracción, retención y ocultamiento de diez nietos y nietas, siete de los cuales ya recuperaron su identidad. A ella se le sumó la de Justicia Ya, y otras particulares.

Fueron condenados a las penas de prisión perpetua Federico Antonio Minicucci, Guillermo Alberto Dominguez Matheu, Carlos Gustavo Fontana, Carlos María Romero Pavón, Jorge Héctor Di Pasquale, Roberto Armando Balmaceda, Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk, Jorge Antonio Bergés y Horacio Luis Castillo. Julio Condioti fue condenado a 25 años de prisión y Enrique Barre fue absuelto.

Abuelas de Plaza de Mayo fue querellante junto con los nietos restituidos Carlos D’Elía, Victoria Moyano Artigas, Pedro Nadal, María José Lavalle Lemos y su hermana María Lavalle, y Laura Garack -quien busca a su hermano o hermana; y con Pablo Díaz, sobreviviente de “La noche de los lápices”, secuestrado y torturado en el Pozo de Banfield y Graciela Borelli Cattaneo, hermana de un ciudadano uruguayo víctima del Plan Cóndor.

Colleen Torre, abogada querellante de Abuelas de Plaza de Mayo opinó sobre la sentencia: “Estamos muy conformes porque fueron diez perpetuas. Por un lado, se condenó por primera vez a Juan Miguel Wolk, jefe del Pozo de Banfield, lo mismo que a Castillo. Wolk es el responsable de la desaparición de los chicos de la noche de los lápices. Además, fueron condenados no sólo por la apropiación de nietos y nietas que han podido recuperar su identidad, que nacieron en el Pozo de Banfield o que fueron secuestrados con sus madres como Pedro Nadal en el pozo de Quilmes; sino también por la desaparición forzada de tres nietos que todavía seguimos buscando”, agregó Colleen. “Me parece importantísimo que los hayan condenado porque resalta que son personas que aún continúan desaparecidas, y es de suma importancia poder condenarlos por la desaparición forzada de todas las mujeres embarazadas con el agravante que conlleva”.

En ese sentido, la abogada de Abuelas dio cuenta de lo necesarios que son los juicios para acceder a información sobre lo ocurrido: “Estos juicios reavivan la posibilidad de tener y de poder seguir buscando datos, siguen apareciendo testimonios de mujeres embarazadas desaparecidas que nos enteramos más de cuarenta años después. Es importante lograr estas condenas en contexto de negacionismo, es importante también que los jueces puedan seguir mencionando y hablando de las desapariciones forzadas y la necesidad de que estos juicios sigan porque todavía nos falta la verdad sobre lo que paso, donde están los nietos y nietas que estamos buscando y sabemos que los genocidas y represores de los Pozos saben dónde están”.

Torre en el alegato había mencionado la violencia y el destrato específico a las mujeres: “Algo que también se mencionó es el sufrimiento de las mujeres embarazadas, nos parece importante que se ponga en el fundamento de la sentencia porque hablamos de violencia específica: la violencia obstétrica. Más allá de la violencia específica que sufrieron las mujeres y las compañeras trans, las mujeres fueron utilizadas como envase contenedor de bebés para sacarle su hijo o hija y quedárselo como botín de guerra. En este sentido también un represor reivindicó y justificó la apropiación de niños y niñas durante la dictadura, esto no hace más que darnos la razón aun sabiendo que la teníamos, que todos ellos fueron parte del plan sistemático de apropiación”, enfatizó.

La condena resultó ejemplar y la alegría se notó en sus protagonistas y en la sala: “Tenemos que esperar los fundamentos del veredicto del tribunal pero la sensación fue de alegría siempre con ese sinsabor porque aún nos falta mucha verdad y no la dicen, sobre todo por los hijos e hijas que están buscando a su mamá y a su papá y no les devolvieron sus cuerpos, ni sus restos, pero sabiendo que por lo menos a partir de anoche van a dormir sabiendo que no están impunes por los crímenes cometidos en los centros clandestinos”.

Torre también se refirió a la importancia de la publicidad de los juicios de lesa humanidad: “Me parece importante que puedan ser transmitidos y visibilizados porque más allá del resultado jurídico penal, las condenas son necesarias y es una obligación del Estado argentino de investigar, juzgar y en su caso, condenar a los responsables de estos crímenes y que los más jóvenes puedan tener esa inmediatez con un testimonio, con un veredicto porque me parece que de esa manera pueden llegar a conocer de una manera más profunda y sensible la historia antes que por un manual. Las víctimas y sobrevivientes están declarando hace años y muchos no lo quieren hacer más porque es agotador y doloroso. En esa inmediatez que tienen los juicios transmitidos, las personas más jóvenes pueden sentir lo que sucedió y pueden verle la cara y los gestos a los imputados. Las Abuelas siguen buscando a sus hijos y a sus nietos, y tal vez a partir de estos juicios se pueda seguir visibilizando lo que siempre nos enseñaron ellas: que la lucha es con amor y siempre es colectiva”.

ANCCOM también conversó con Miguel “El Tano” Santucho hijo de Cristina Navajas y hermano del último nieto restituido. Cuando él declaró en el juicio contó que su mamá estaba embarazada en el momento de su secuestro y que estaban buscando a su hermano o hermana. El año pasado, junto a Abuelas de Plaza de Mayo, lograron encontrar a Daniel Santucho, su hermano. “Me parece que la sentencia estuvo bien, fue muy significativo que hayan sostenido tantas sentencias a cadena perpetua pese al clima político. La justicia llegó tarde y dos de los imputados nunca habían sido condenados. Tantos años de impunidad… cuando declaré dije que me parecía que estos imputados después de tanto tiempo, de nunca haber aportado información, que saben dónde están los otros nietos y lo que hicieron con los desaparecidos, no me parecía bien si les daban beneficios. Con todo lo que hicieron para para evadir la justicia y no aportar nada, la verdad que se le dé privilegios me parecía mal”, declaró y reflexionó: “En la sala se sintió la disconformidad porque los imputados no estuvieron presentes, pero más allá de eso, me parece que las condenas son motivos para festejar, sobre todo porque logramos que mi hermano fuera parte de los motivos por los cuales fueron condenados”.

“Cuando empezamos el juicio hacía más de tres años que estábamos con la querella de mi mamá, pero como hace menos de ses meses apareció Dani logramos a último momento incorporar su caso como uno de los delitos a investigar, a juzgar y ayer tuvimos la primera condena por lo que le hicieron. El apropiador de Dani murió impune. El Tribunal declaró que fueron crímenes de lesa humanidad en el marco un genocidio, hay que remarcar que hicieron las sentencias teniendo en cuenta los crímenes sexuales y las violaciones”, destacó el Tano Santucho y compartió: “Todo lo que sé lo reconstruí cuando era chiquito y pensé que no tenía mucho para aportar. Los abogados de Abuelas me dijeron que era muy importante que yo expresara ante el Tribunal las consecuencias de los hechos y a mí me sirvió mucho, me saqué una mochila de encima, pero se resignificó totalmente cuando apareció mi hermano y el Tribunal tuvo la posibilidad de ver y de constatar. Estar presente con mi hermano y estar ahí con él fue muy simbólico”.

A minutos de la sentencia, Daniel emocionado se abrazaba con mucha fuerza a una foto de su mamá, su hermano ponía su mano en su hombro para contenerlo. “Lo que me genera acompañar a mi hermano en estos momentos… él siempre tiene presente a nuestra madre y está procesando toda la información. Ayer él fue con un cartel y dijo: `Yo siento que mamá está presente`”. Miguel reflexiono acerca de la importancia de hacer memoria: “Las condenas si bien llegan tarde y algunos momentos son insuficientes, ayer el Tribunal nombro a las más de 600 víctimas y eso te hace tomar dimensión también del daño y de la gravedad de los crímenes y uno se da cuenta de lo insuficiente que es la misma condena porque llega más de 40 años después o porque por la edad tienen privilegios, están en sus casas, tienen prisión domiciliaria. Pero lo importante es que no continuaron impunes porque todo lo que no se puede condenar, todo lo que queda impune se puede llegar a repetir con facilidad. Es importante que quede esa marca, ese mensaje a las generaciones siguientes.

 “Yo lo digo muy abiertamente: al no haber podido condenar como correspondía a los responsables civiles del terrorismo de Estado, a los empresarios, al poder económico que estaban detrás de ese proceso, claramente ellos sí son impunes y ellos creen que pueden volver a intentarlo porque no les llega una condena. Por más ejemplar que sea y no logra condenar a los responsables económicos de la dictadura, esos pueden volver a intentarlo otra vez. Por lo menos que la sociedad sepa y condene todos los hechos de violencia que pasaron”.

En la sentencia también estuvo presente Maria Ester Alonso Morales, que vino desde Alemania para presenciar el veredicto: “Yo declaré en este juicio en el 2021, vine de Alemania para hacer la declaración testimonial. Como estábamos en pandemia declaré por zoom porque en ese momento no se estaban tomando declaraciones presenciales. He seguido este juicio a la distancia a través de La Retaguardia y ayer para mí fue conmovedor estar en la sala junto a compañeros y compañeras de H.I.J.O.S, los nietos y nietas y junto a miembros de organismos de derechos humanos de La Plata”. El tiempo es una constante en los familiares que hace décadas esperan obtener justicia: “Esperamos mucho este juicio porque el centro clandestino del Pozo de Banfield también fue maternidad clandestina. Es la primera vez que Miguel Ángel Wolf recibió una condena por delitos de lesa humanidad. En este juicio faltó Adriana Calvo y faltó Hilda que lamentablemente no llegaron a presenciar este escrito tan importante y hace años que veníamos esperando una condena también por los jóvenes de La Noche de los Lápices”. Alonso Morales agregó: “En este juicio declaré para contar la historia de la detención de mi madre y de sus compañeros, que fue en noviembre del 1974. Sus compañeros inauguraron, por decirlo así, el Pozo de Banfield, el centro clandestino de detención y uno de ellos, Manuel Taboada está desaparecido. Lo torturaron y lo mataron y se robaron el cuerpo de la morgue policial. Seguramente los fundamentos de la sentencia van a traer este hecho, lo que venimos diciendo hace mucho que el terrorismo de Estado no comenzó el 24 de marzo de 1976 comenzó antes porque ya hubo desapariciones y torturas antes de la fecha del golpe”.

Sobre su caso declara: “Mi madre estaba embarazada de mí y de mi hermana melliza cuando la detuvieron junto con Dalmiro Suárez, Nelfa Suárez, Ester Alonso y Víctor Taboada. Como estaba embarazada la dejaron en la comisaría segunda de Quilmes y a sus compañeros los trasladaron al Pozo de Banfield para torturarlos; después se volvieron a encontrar en un camión de traslado de personas con destino al Penal de Olmos en la Unidad 8 junto a María Ester y Suárez. Yo pasé ahí mi primer año de vida con mi hermanita. Mi hermana María Elena falleció en 1991 con 16 años, víctima de una enfermedad inmune como el lupus, así que soy yo la que queda de la familia para presenciar este juicio y ayer me reencontré con Víctor Taboada hijo que nació también en la Unidad de Olmos, ahí había un pabellón para madres con sus bebés”, rememoró Morales.

Hubo celebración del veredicto dentro y fuera de la sala. El público levantó en alto los pañuelos blancos, insignia de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mientras sostenían carteles que decían: “Son 30000 y fue genocidio”.

A días de haberse cumplido 48 años del último golpe de Estado y en un contexto de resurgimiento de los discursos negacionistas y las provocaciones provenientes del gobierno nacional, en Argentina se sigue encontrando memoria, verdad y justicia.

El pogo de la memoria

El pogo de la memoria

Los estudiantes secundarios marcharon para conmemorar el 47 aniversario de La Noche de los Lápices. En un contexto marcado por el resurgimiento del discurso negacionista, la manifestación estuvo signada por las consignas contra el avance electoral de la derecha.

Por el espacio que sus apretados cascos permiten,  un par de hombres miran con desconcierto y detienen sus motos sobre Belgrano y Solís. Cientos de estudiantes cruzan la calle dando saltos. Una de ellas aminora la marcha, se detiene sobre la senda peatonal  y les grita mientras agita sus brazos “Tocá bocina si apoyas la educación”. Uno a uno,  se le suman sus compañeros, ninguno tiene más de 17 años. Cuando el coro es imposible de ignorar, llegan tímidas las bocinas. Satisfecho, el grupo festeja la victoria y sigue la columna.

 Este 15 de septiembre fue la víspera de un nuevo aniversario de La Noche de los Lápices que significó la desaparición, en la ciudad de La Plata,  de seis estudiantes secundarios y militantes.  La quietud que predominaba en las proximidades del sitio de memoria y ex centro clandestino de detención, en Virrey Cevallos 630, se interrumpió a las 15:40, con la llegada de los primeros centros estudiantiles. Organizados detrás de banderas que distinguían sus colegios, cantaban: “Tomala vos, damela a mí, por el boleto estudiantil”. Cuando el agite parecía disminuir, otros proponían: “No seas facho, no seas gil, los compañeros siempre fueron 30.000”. Desde los balcones se veían los primeros vecinos curiosos. 

 El horror de la dictadura se transformaba en cada grito en la fuerza que los movilizaba. Los rostros impresos de quienes los precedieron, y eran estudiantes como ellos, circulaban pegados en los carteles. En sus brazos, llevaban dibujados los pañuelos de las Madres y, en las mochilas, telas pintadas rezaban “Ni olvido, ni perdón”. Todo se mezclaba entre abrazos, pogos y rondas.

 Los docentes también se hicieron presentes, como  Maximiliano, miembro de AGD UBA: “Acompañamos al centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini que nos da ánimo para venir  y mantener viva la memoria”.

Julia Auchterlonie, estudiante y secretaria general del colegio Lenguas Vivas, conversó con ANCCOM sobre el contexto en que se daba la marcha: “Es un día especial, este año se cumplen 40 años de democracia, pero vemos el avance de la derecha. Las baldosas que recuerdan a les desaparecides aparecieron vandalizadas con grafitis que decían “Milei 2023” o “zurdos de mierda”. Son cosas que nos hacen reflexionar, disputar el espacio,  y entender que ahora, más que nunca, hay que salir a las calles”. Además, destacó que “en la ciudad más rica del país, el presupuesto en educación se recorta todos los años. Hoy continuamos el reclamo al Gobierno de la Ciudad por las condiciones edilicias de nuestros colegios: los techos se caen, hay ratas o alacranes, faltan calefacción y vacantes.”

El colegio María Claudia Falcone, cuyo nombre recuerda a una de las estudiantes desaparecidas, se ubicaba en la cabecera donde los rayos de sol todavía llegaban. En el centro  de la ronda, una joven de pelo corto  y anteojos golpeaba su redoblante al ritmo de “A ver, a ver, quién dirige la batuta, los estudiantes o los bien hijos de yuta, yuta, yuta”. La energía vibrante se replicaba y parecía aumentar con cada salto. Algunos para refrescarse compartían helados de todos los colores.

“El sadismo no es una ideología política”, se podía leer en el cartón que Valen, con un perfecto delineado y flequillo colorado, sostenía . “En octubre la derecha o los derechos”, decía el que agarraba su compañera. Ambas formaban parte de la agrupación “La Che Guevara” y vivían la fecha como “resultado de la acumulación de dichos negacionistas que explotó con el acto de Villarruel”.

Cuando la cuadra ya estaba repleta de gente, empezó el primer acto y representantes de la Coordinadora de Estudiantes Terciarios, Familias por la Escuela Pública, la Federación Universitaria de Buenos Aires, Nietes y Cooperativas en movimiento, tomaron la palabra para reivindicar la lucha estudiantil. Atentos, los secundarios escuchaban y estallaban en aplausos cuando el discurso los interpelaba.

A las 17:40 comenzó la marcha hacia Plaza de Mayo. En cada grupo alguno dirigía el andar con un “apúrense chicos”. Si aumentaba mucho el espacio entre un colegio y otro, los últimos corrían mientras se reían a carcajadas. Cuando la caminata se detenía, buscaban rápidamente el lugar para trepar, copando tachos y postes de luz, desde donde cantaban con más fuerza. La columna ocupaba una cuadra y media.

En el recorrido se sumaron las wiphalas del Malón de la Paz y sus representantes luego tomaron la palabra: “Acompañamos a los estudiantes porque son el futuro, uno con libertad y democracia. En Jujuy estamos sufriendo persecuciones como en la dictadura, exigimos la nulidad de la reforma de Morales”.

Con la Casa Rosada a sus espaldas, los integrantes de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB)  armaron el escenario que daría lugar al cierre de la jornada. Banderas argentinas sobre el asfalto,  las fotos de los desaparecidos hace 47 años y un micrófono. Representantes de los centros de estudiantes secundarios se turnaron para leer el documento, ante la atenta escucha de quienes  permanecían sentados en el piso.

Las arengas apuntaban contra la injusticia y el modelo neoliberal, a la vez que señalaban la importancia de no resignarse: ”Ahora más que nunca es nuestro trabajo decirles a los discursos de odio, a la derecha negacionista, a los vendedores de la libertad y las propuestas de convertir la educación pública en negocio: ¡Nunca más!”.

Aplausos y gritos de emoción fueron el preludio del último gran pogo al ritmo de “Jijiji” y el Himno Nacional. Sonrientes y orgullosos, todavía cargaban sus consignas. Violeta, estudiante de la escuela de teatro Niní Marshall, se apuraba para sacarse la foto que había quedado pendiente y posó con el cartel que sostenía: “Sigamos escribiendo el futuro que ellos siempre soñaron”.

 

Los lápices siguen escribiendo | Estuve ahí

Los lápices siguen escribiendo | Estuve ahí

Emilce Moler, sobreviviente de La noche de los Lápices, cuenta cómo era la militancia juvenil en los 70 y destaca lo que la sorprende del activismo político actual. De la resistencia a los militares a la defensa del medioambiente.

40 AÑOS – COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA (1983 – 2023)

ANCCOM –junto a la Carrera de Ciencias de la Comunicación y a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA- lanza Estuve ahí, un ciclo de entrevistas audiovisuales a los protagonistas de estos 40 años de democracia que celebra la Argentina.

La serie recorre los temas más trascendentes que tejieron la trama social desde 1983: los derechos humanos, la vida política, el mundo del trabajo, la economía, la deuda externa, la vivienda, los pueblos originarios, el campesinado, las luchas de género y diversidades, el ambientalismo, la cultura y el mundo de la comunicación, entre muchos otros.

Cada conversación constituye un verdadero diálogo intergeneracional entre los jóvenes periodistas de la agencia y aquellos que escribieron la historia.

Estrenamos todos los lunes! La primera, que estará disponible el próximo 28 de agosto, será a Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre los entrevistados se pueden mencionar a Adolfo Pérez Esquivel, Estela Carlotto, León Arslanián, Héctor Recalde, Federico Pinedo, Gustavo Grobocopatel, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Arroyo, Dora Barrancos, Myriam Bregman, Juliana Di Tullio, Ana Castellani, Noemí Brenta, Luis Felipe Noé, Daniel Divinsky, Eduardo Longoni, Moira Millán, el padre Pepe Di Paola, Flavio Rapisardi, Emilce Moler, Manuel Goncalvez, Gervasio Muñoz, Enrique Viale y Damián Loreti, por mencionar solo algunos.

Créditos

ANCCOM
Equipo Audiovisual: Eduardo Morales ? – Jairo García – Noelia Pirsic
Producción Periodística: Diego Rosemberg, Sebastián Comellini, Clarisa Veiga, Ángel Berlanga, Cecilia Chervabaz, Esteban Magnani, Guillermo Wulff, Alejandro Cánepa, Horacio Cecchi, Adriana Meyer, Federico Corbiere.
Producción Fotográfica: Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire.
Redes y Contenidos Digitales: Julio Alonso, Estefanía Hernández, Lucia Fabiana e Ian Werbin.
CEPIA
Florencia Mendes, Javier Ildarraz, Gustavo Intrieri, Nadia Rebrij, Florencia Canosa, Juan Lescano, Jorge Pinola.
Autoridades CCOM
Larisa Kevjal – Directora
Dolores Guichandut – Secretaria Académica | Sebastián Ackerman – Coordinador Técnico | Yamila Campo – Coordinadora Centro de Prácticas
Equipo de trabajo
Lucía Thierbach, Grisel Schang, Paula Morel, Emilia Silva y Sebastián Comellini
Visita al horror

Visita al horror

En el marco de la causa denominada Brigadas, se realizó un reconocimiento ocular en el CCDyT Pozo de Banfield. Victoria Moyano Artigas conoció el lugar donde nació.

El último martes siguió adelante el juicio por los crímenes de lesa humanicadad cometidos durante la dictadura cívico-militar en las brigadas de Quilmes, Lanús y Banfield. En esta ocasión, se realizó una inspección ocular al ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio conocido como Pozo de Banfield, ubicado entre Luis Siciliano y Luis Vernet en el barrio Villa Centenario, partido de Lomas de Zamora. Esta visita contó con la presencia de los jueces Ricardo Basílico, Walter Venditti y Esteban Rodríguez Eggers, los auxiliares fiscales Juan Martín Nogueira y Ana Oberlin, integrantes de la Unidad Fiscal Federal de Delitos de Lesa Humanidad; querellantes, la Defensoría Pública Oficial, defensas particulares y familiares de las víctimas de las atrocidades de la última dictadura militar. 

El recorrido comenzó en el portón por el cual ingresaban los autos y camiones con las personas detenidas desaparecidas. El estruendo del ruido de la chapa ya heló la sangre. Las personas presentes dijeron que ese sonido en particular era el mismo que se escuchaba cada vez que abrían y cerraban ese portal, que dirigía a la tortura, la muerte y, en algunos casos excepcionales, la salida con vida del Centro Clandestino de Detención (CCD). 

Detrás de ese portón había un patio, donde Pablo Díaz, sobreviviente de La Noche de los Lápices, fue secuestrado y detenido durante tres meses, desde septiembre hasta diciembre de 1976. Fue él quien comenzó a relatar los hechos que recordaba de su estadía como detenido. 

Díaz guió a las personas que lo acompañaron en el recorrido hacia la parte de atrás del patio. Señaló el espacio donde los dejaban estar al aire libre, aunque aclaró que eso no ocurría con frecuencia. Las paredes estaban marcadas con agujeros resultado de haber disparado contra ella. El sobreviviente contó que esos huecos son de simulacros de fusilamiento. “Tiraban arriba. Lo que siempre pensé era ‘me mataron’, pero yo no sabía cómo era la muerte en realidad”, recordó.

Antes de ascender hacia el segundo piso, Díaz destacó que era muy importante mencionar que “te subían golpeándote. A las compañeras embarazadas las bajaban en una chapa, y por ahí se escuchaba cuando se les caían. Pasaban a donde estaba la cocina”. Allí, según distintos testimonios en este juicio, se realizaban los partos.

El CCD está conformado por tres plantas. El recorrido del interior inició en el segundo piso donde se encontraban los calabozos dispuestos en dos pasillos separados. En total, dentro del espacio había 24 celdas que, a su vez, tenían puertas de chapa gruesas, y un baño hacia el fondo del corredor. En aquella época no entraba luz. Mientras más se avanzaba, el espacio se volvía cada vez más oscuro. Como señaló el sobreviviente, los adolescentes estaban destinados a cuidar a las embarazadas: “Si alguna compañera estaba por parir, golpeábamos la puerta y gritábamos que llamen a emergencia”. 

Pero, acto seguido, al ingresar al baño, narró hechos de extrema violencia: “Traían a las chicas a verlas desnudas bañándose. A María Clara, de 17 años, la empiezan a abusar acá. Sola. La llevan a la celda. Ahí empezó a gritar y se golpeó la cabeza contra la pared mientras decía ‘me quiero morir’. En el calabozo la estaban tocando. Ahí su novio Horacio empieza a gritar ‘basta’ porque nosotros escuchábamos que gritaba que no la toquen”.

Teresa Laborde, también participó de la visita, acompañada de su hermana Martina. Cuando vió el interior de los calabozos comenzó a contar la historia de su madre, Adriana Calvo, quien la dio a luz en la parte trasera de un auto: “La primera noche la pasó abajo. Cuando la suben acá me quieren llevar, mi mamá estaba en una celda de éstas. Justo estaba con Santucho, Cristina Navajas y Patricia Huchansky. Habían resistido un montón de torturas. Navajas estaba embarazada. Me salvaron la vida. Cuando vieron que no me iban a pasar, tiraron una pastilla de gamexane dentro de este lugar, esta celda que es muy chiquita. Estaban tapados los respiraderos y se metieron todas las mujeres que estaban ahí para hacer un cerco para que no respire ese veneno”. 

En el primer piso es donde se vieron las mayores transformaciones del espacio para que luego, en un eventual juicio, no coincidan los recuerdos de los sobrevivientes con lo visible. Por ejemplo, en una pared se ve que hubo una modificación, pues antes había una puerta y coincide con los relatos de los testimoniantes. También es posible reconocer una escalera que fue construida posteriormente, ya que el material no es el mismo que el resto del edificio.

Dentro de uno de esos espacios, un poco más grandes que los calabozos del segundo piso, estuvo detenida Adriana Calvo, y fue reconocido por sus hijas, Martina y Teresa por los relatos que le han llegado de su propia madre, como de sus compañeros de cautiverio.

En cuanto al sótano, al que nunca se había podido ingresar porque es un espacio que se inunda con facilidad, Pablo Díaz sostuvo: “El traslado final era acá. Nosotros escuchábamos camiones que entraban y se llevaban los cuerpos. Hay disparos, que, si sacan el agua, se ven. Decían (los torturadores) que no habían sufrido porque habían muerto de un tiro en la nuca”. Y continuó: “Ellos hablaban del sótano. Decían que las embarazadas iban a ir a una chacra con las madres a criarlos. Después hablaban de ‘¿ya la llevaron al sótano?’. Siempre me pregunté qué sótano. Ahora tiene lógica”. 

El sobreviviente detalló que los fusilamientos ocurrían mientras estaban los detenidos drogados. A partir de calmantes que les daban en las celdas que se encuentran en el sótano, una a cada lado de la escalera, mientras esperaban que les hiciera efecto, para luego arrastrarlos y pegarles patadas. “Nos daban calmantes después del simulacro de fusilamiento. Los calmantes eran droga. Te ibas. Cuando me dieron un calmante me dormí. Ahí si me mataban estaba, supuestamente, la piedad del militar estaba en decir que no íbamos a sufrir. Era una cosa de horror”. 

Aquí, en este espacio, Díaz y los familiares de los detenidos desaparecidos encontraron su momento para hacerles saber su malestar al juez por la tardanza de las sentencias y pedir que revoque la prisión domiciliaria para los represores. 

Todo el recorrido fue en torno a la emoción y las lágrimas. Pero la cocina que se había convertido en el lugar donde las madres daban a luz en la clandestinidad, se volvió el lugar más duro de conocer. Este sector ubicado en el edificio delantero del Pozo de Banfield y al que hay que acceder por escalera fue visitado, en primera instancia, por las hijas de las detenidas desaparecidas. Fue el lugar donde nació Victoria Moyano Artigas. Los azulejos blancos, como relataron los testigos, estaban ahí. Era la primera vez que la nieta restituida pisaba el lugar de su nacimiento. Y como tal, fue acompañada por muchos sentimientos encontrados. Los familiares que estuvieron con ella durante todo el recorrido, pidieron si la podían dejar unos minutos sola. Sin las cámaras, sin los periodistas, sin el tribunal. Solo ella y ese espacio marcado por el dolor. 

Luego de finalizado el recorrido, ANCCOM dialogó con los presentes. Graciela Borelli, hermana de Raúl Borelli, desaparecido desde diciembre de 1977, opinó que fue con mucha emoción por los chicos que nacieron allí, y subrayó: “Los reclamos son por la verdad, en primer lugar, que no hemos logrado avanzar en la verdad por el pacto de silencio que existe tanto en los militares uruguayos como argentinos. En segundo lugar, está el reclamos de justicia. No sé si ponerlo primero o segundo, están en el mismo lugar, pero la verdad sana y la justicia fundamentalmente no te sana a ti, sino a la sociedad”.

Victoria Moyano Artigas manifestó que fue la primera vez que pudo entrar: “Por lo tanto, es fuerte. Es un lugar fuerte y siniestro. Está bien hacer la visita y en esta instancia. Está bien aportar todo lo que uno pueda para terminar con la impunidad y que haya justicia. Por otro lado, nosotros cuando hablamos de memoria, verdad y justicia no hablamos de una consigna vacía. Llegamos a una instancia judicial y tenemos a los represores con prisiones domiciliarias. Es contradictorio que los genocidas que torturaron, violaron, desaparecieron gente y secuestraron bebés estén en su casas. El reclamo histórico es que no gane el reloj biológico a la impunidad y que esta gente tenga que cumplir su condena en cárcel común, perpetua y efectiva”.

En sintonía, la legisladora porteña por el bloque PTS- Frente de Izquierda, Alejandrina Barry también opinó sobre la causa. Barry nació en la cárcel de Olmos. “El recorrido estuvo marcado por la emoción. Es algo que siempre vuelve a aparecer. Mi mamá estuvo detenida acá previo a la dictadura, embarazada de mí. Es una lucha de muchas décadas y llegamos hasta aquí por los sobrevivientes. Adriana Calvo fue la precursora que investigó sobre cada una de nuestras madres y padres, nos ayudó con todos esos testimonios. El gran problema es que los sobrevivientes y los familiares, en nuestra lucha colectiva, hemos hecho de todo, y siempre fue en contra de la justicia y el Poder Judicial. Hasta el día de hoy sigue siendo así”.

Por último, las hermanas Martina y Teresa Laborde, en conjunto, recalcaron: “46 años y todavía seguimos reclamando justicia. Seguimos reclamando que también se juzgue a los civiles responsables, a los medios de comunicación, a la iglesia porque también venían los curas que tienen información. Exigiendo que los carceleros que estuvieron acá hay que ir a buscarlos porque seguramente tienen información. Podrían ser juzgados”.

Los dictadores también estaban en la escuela

Los dictadores también estaban en la escuela

Al cumplirse 46 años de La Noche de los Lápices, el ciclo Cine por la Identidad proyectó «La mirada invisible», de Diego Lerman. Los resabios represores que aún permanecen en las aulas.

El jueves 15 de septiembre en vísperas de un nuevo aniversario de la Noche de los Lápices, -el operativo en el que la dictadura secuestró y torturó a diez estudiantes secundarios, seis de los cuales continúan desaparecidos- se proyectó la película La mirada invisible, dirigida por Diego Lerman y protagonizada por Julieta Zybelberg y Osmar Nuñez, en la Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo, en la ex ESMA. El film está basado en la novela Ciencias Morales, de Martín Kohan, está ambientada en el año 1982, momento en que se debilita el gobierno de facto que inició en 1976.

 La película cuenta la historia de Marita, preceptora del Colegio Nacional de Buenos Aires que divaga entre dos universos, el que la constituye como una figura de control y poder sobre los y las estudiantes a quienes debe vigilar; y su vida privada, la de una joven de 23 años que vive con su madre enferma y su abuela. A su vez, muestra cómo va desarrollando su admiración por Carlos Biasutto, jefe de preceptores, quien le enseña el método de adoctrinamiento al alumnado. Este personaje esconde un lado perverso que saldrá a la luz. Marita busca en los estudiantes algún accionar que infrinja las normas de la institución, lo que la llevará a vivir situaciones de peligro. 

Osmar Nuñez, quien interpretó a Biasutto, estuvo presente en la función y participó del debate posterior a la proyección, junto a dos estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, moderados por el nieto restituido y director de la Casa por la Identidad, Manuel Gonçalves. Nuñez señaló que el personaje que le tocó interpretar es una persona que existe en la vida real. El actor invitó a reflexionar sobre qué hacemos para que la sociedad sea un poco mejor. Y opinó: “No hay que acompañar a esos Biasuttos. La gente sigue suscribiendo a esas ideas, es el peligro de la democracia, hay que estar muy atentos”. 

En la misma línea, Gonçalves insistió en que “hoy con las situaciones políticas que tenemos, hay que seguir hablándole a las nuevas generaciones sobre lo que el terrorismo de Estado nos dejó dentro de las instituciones democráticas. Hay ciertos resabios del accionar de la dictadura”.

Asimismo, las estudiantes dieron su punto de vista respecto a qué ha cambiado y qué continúa de estas prácticas relacionadas con la violencia institucional. Malena Arouh sostuvo que la película muestra “cómo se hace uso y abuso de poder” y añadió que “son prácticas que se siguen manteniendo”. Y agregó que dentro del Colegio Nacional de Buenos Aires “hay micromundos con ciertos personajes: alumnos, profesores, preceptores y autoridades que sobreactúan esos roles. Y creen que hay que vivirlos al máximo”, subrayó. En esos roles que buscan hacer cumplir “la norma” es donde se cruzan los límites y está el peligro del abuso de poder.

En la misma sintonía, Ana Barrientos Veiga manifestó que muchas veces estas prácticas abusivas se justifican en el prestigio que tiene el establecimiento, autodenominado “el Colegio de la Patria”. También, señaló que incluso se manifiesta en el vínculo que se establece entre el Centro de Estudiantes y las autoridades: “No podíamos confirmar si veníamos a esta actividad porque pedimos a la Rectora cambiar la fecha de la jornada de reflexión por el aniversario de la Noche de los Lápices para el 15, para poder asistir a la marcha el 16, y no nos respondía. Finalmente, no nos dejó cambiarla y el 16 tendremos que hacer malabares para desarrollar la jornada de reflexión y asistencia a la marcha”, ejemplificó. Las estudiantes señalaron que es el Centro de Estudiantes el ámbito en el que se trabaja para modificar esas prácticas, que lentamente y con el tiempo algunas se van cambiando. “En mi época hicimos el shortsazo, porque a las mujeres no nos dejaban ir de pollera o short”, comentó Malena sobre la protesta que hicieron las alumnas en 2015, “eso, por suerte, es algo que ya cambió”. 

Esta película invita a pensar cuáles son las prácticas sociales que aún persisten en democracia desde la época más oscura que vivió la Argentina. Y muestra cómo vivían los jóvenes bajo la Dictadura: la intervención militar dentro de las instituciones públicas -en este caso un colegio público-, la búsqueda de vigilar y castigar a quienes se los veía como una inminente amenaza, la impunidad de autoridades, y evitar o esconder qué es lo que pasaba en ese afuera de las paredes de la escuela. Esta situación provocaba una dicotomía entre un adentro estructurado y un afuera en el que la dictadura se desmoronaba por el debilitamiento del gobierno militar que se apoyó en una guerra contra Gran Bretaña para recuperar el apoyo de la sociedad. 

A 45 años del comienzo de la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo, la búsqueda continúa. Por eso, junto al INCAA, llevan adelante la proyección de películas y documentales que dan cuenta de la dictadura Argentina de 1976, que dejó como resultado a 30.000 desaparecidos y desaparecidas, y más de 300 bebés, niños y niñas que fueron apropiados y aún sus familias quieren saber qué pasó con ellos. Es por ello que Gonçalves destacó el rol que tuvieron las Abuelas en la búsqueda imparable de sus hijes y nietes. Y agregó: “los Biasuttos están, pero todavía callan. Hoy esos tipos son viejos que están en la cárcel -y es un triunfo de la democracia-, pero hacen silencio, no hablan. Nunca se supo por parte de ellos, en ningún momento, dónde están los desaparecidos”. Para concluir Manuel mencionó la vigencia del delito de apropiación y la necesidad de que la sociedad siga comprometida con la búsqueda: “También, hay identidades que son falsas, que se transmiten de generación en generación, porque muchos de esos nietos apropiados fueron padres, tienen hijos, y ahí está nuestra lucha. Sigue estando vigente”.