De Corrientes a Netflix

De Corrientes a Netflix

Las mil y una (2020) es una película dirigida por Clarisa Navas que está catalogada como drama LGTB, pero que cuenta mucho más que un romance lésbico. Sin ir más lejos, durante la grabación ocurrió un homicidio a un mecánico, a punta de cuchillo, en las cercanías al set de rodaje. La historia retrata la vida en los monoblocks de Mil Viviendas, un barrio correntino que se ubica cerca de la capital.

Si bien el largometraje fue premiado internacionalmente en festivales como Mar del Plata, San Sebastián, Lima, Valdivia, Toulouse y Guadalajara, algunos vecinos que accedieron a la cinta a partir de Netflix no comparten opinión. Alberto Rivero, miembro del Partido Liberal de Corrientes y militante contra lo que llama «ideología de género», inició una juntada de firmas en Change.org para exigir el cambio de nombre a la película. En sus palabras: “Deja muy mal visto al barrio Mil Viviendas donde se filmó, los vecinos nos sentimos difamados y discriminados por el contenido de este audiovisual”. La petición alcanzó las 65 firmas y cuenta con comentarios que sugieren la censura del filme y otros que reconocen no haberla terminado de ver.

Frente a este rechazo, el Colectivo de Mujeres Organizadas de Corrientes se proclamó en defensa de la película a través de las palabras de una comunicadora feminista correntina. Milo, un joven trans de Mil Viviendas, expresó en su cuenta de Facebook que se siente representado por lo que cuenta Las mil y una: «Plasma muy bien que te vas al centro y podés ser quien vos quieras, pero volvés al barrio y corrés el riesgo de que te vea el vecino cuando estás draggeado, o maquillado y que le cuente a tus padres, que te caguen a palos”.

Además, Milo detalló el sentido de pertenencia que le generó la posibilidad de consumir un contenido audiovisual producido íntegramente en su provincia: “Con mi novia, frenábamos a cada ratito mientras veíamos la película para ubicar en qué lugar era cada escena, o nos poníamos a debatir qué colectivo habrán tomado en la parada que aparece. Para mí fue muy importante porque estábamos todo el tiempo jugando con esas cosas locales. Conocemos a varios actores y actrices por ser militantes de la comunidad. En la escena de la fiesta, una de nuestras amigas estaba de extra… Ver la película significó estar ahí celebrando todo eso”.

Para Navas, la realización del audiovisual no supuso tanto un diálogo con la comunidad LGTB local sino, más bien, la expresión de sus propias vivencias: “Más que un diálogo, me parece que hay una experiencia propia, y un habitar y existir de cierto modo, que en ese sentido no nos hace falta tanto hablar sino que más bien somos parte. La mayoría de los actores han atravesado vivencias similares, yo también, y muches del equipo técnico. Creo que hablamos y construimos las imágenes desde ese lugar, desde el haber atravesado”.

¿Cuándo comenzaste a pensar en el argumento de la película?

Creo que es una película que, de alguna manera, se fue armando entre muchas otras cosas que fui haciendo. Siempre me rondaba la idea de hacer un audiovisual en mi barrio, que expresara ciertos problemas que había atravesado en la adolescencia y que también habían pasado mis mejores amigues. Con el tiempo fue elaborándose y encontrando su modo y su forma, impregnándose también de ficción.

¿Desde el comienzo tenías en claro que el elenco tenía que ser de la región?

El casting comenzó en la primera escritura, en 2018. Sabía que Sofía Cabrera (Iris) y Ana Carolina García (Renata) tenían que ser las protagonistas, sentía que la película no iba a existir si no estaban ellas dos. Luego hicimos una búsqueda en Corrientes para que aparecieran otros personajes. Con Pilar Rebull Cubells (Romi) nos conocimos de casualidad, y fue muy mágico. Mauricio Vila (Darío) era mi amigo, me encanta su trabajo. Hicimos una pequeña prueba con él, grabándose en un video al ritmo de Sandro, y creo que ahí terminó de conquistar mi corazón. Además, tenía un montón de vivencias en Corrientes, muy parecidas a lo que atraviesa su personaje. Después faltaba el otro hermano, que fue interpretado por Luis Molina (Ale). Lo conocí en la Escuela de Cine de Formosa, donde yo doy clases. Desde el primer momento en el aula sentí una conexión muy grande, hicimos un par de pruebas y quedó seleccionado.

Hay actores que estuvieron en tu película anterior Hoy partido a las 3…

Sí. Con el grupo de amigues con quienes hacemos las cosas (Ana Carolina y Lucas Olivares) tenemos la política de defender y construir una especie de arte que nazca desde la periferia y también esté protagonizado por actores y actrices de la región. Si no, el cine argentino tiende a cerrarse sobre sí mismo, las caras se repiten y actúan los mismos de siempre. Nuestra iniciativa es salir de eso y poder construir desde otro lugar, generando nuevas oportunidades.

¿El guion fue pensado en diálogo con la comunidad LGTB de la provincia? ¿Hubo cambios desde el primer borrador de guion hasta la realización?

El guion sí se fue reconstruyendo y armando porque tenemos un proceso de trabajo que dura muchos meses, donde ensayamos, probamos, nos interrogamos y problematizamos también lo que estamos haciendo. En todos esos meses de encuentro y de construcción de red entre les que actúan se van modificando y apareciendo cosas nuevas. Hasta el último día, antes de filmar, mis guiones se suelen modificar. Cuando pensamos a Las mil y una, creo quehay un sentir muy compartido con cualquiera que haya sido parte de la comunidad LGTBIQ+, o disidente, o un poco corrido de cierta heteronorma correntina, que lógicamente se habrá sentido expulsado. Hasta ahora, muchas cosas no han cambiado y sigue siendo muy difícil, traumático y peligroso existir dependiendo en dónde te muevas.La película es una suerte de abrazo a quienes hemos sido diferentes, o distintos, en Corrientes.

¿Cómo te sentís al saber que Las mil y una es la primera producción correntina en llegar a una plataforma de distribución mundial como Netflix?

Estoy contenta con el debate que la película viene produciendo acá. Siempre es difícil que una película que maneja ciertos códigos, tiempos y ritmos diferentes al cine hegemónico, se vea. Sobre todo que produzca enojo, identificación, gusto, llanto… Todas las emociones posibles, y que haga pensar. Que esté en Netflix posibilitó ese acceso a muchas personas de acá y creo que eso sí me pone muy contenta. La verdad, no esperaba que se viera tanto.

¿Qué opinás sobre la respuesta de los vecinos a la película? ¿Imaginabas que podía tener una repercusión negativa?

Sí, pensaba que podía molestar, en cierto tipo de vecinos. Es un grupo reducido, el barrio es enorme y quienes han vivido ahí saben que está compuesto por muchísima gente que piensa de maneras muy diferentes, entonces creo que ese sector es un claro ejemplo de algo que en cada barrio de Corrientes podés encontrar, incluso en cada sociedad está presente todavía. También produce muchas preguntas, y habilita un montón de matices. A veces pensamos en términos muy polares: «Está la gente retrógrada y conservadora, y por otro lado la gente más progre». Acá creo que se abrieron un montón de grises, de aspectos que van más allá de la identidad sexual o de la diversidad: tienen que ver con cuestiones de clase, edilicias, problemáticas del barrio que están ahí y se quieren negar, o tapar, porque también es doloroso verlas. A veces es mejor olvidarse y acostumbrarse a como están las cosas… En ese sentido, el cine tiene el poder de mostrar y revelar ciertas cuestiones. Mucho de lo que dicen los vecinos también tienen que ver con eso: con algo más grande, con esa idea de qué es el correntino. Corrientes siempre fue identificada como el chamamé, el carnaval, la tierra de los machos y gauchos… Me parece que, de pronto, estar representades de otra manera y que lo que se vea no sean las imágenes bellas del río y la costanera, molesta. Es extraño porque es un lugar que se compone de una diversidad gigante. Tampoco hay que olvidarse de que es una de las provincias más pobres de la Argentina, y que tiene el mayor índice de acoso hacia mujeres y disidencias. Son imágenes incómodas, pero la incomodidad también produce pensamiento, e incluso cambios. Negando no se llega a ningún lugar. La película tiene un poco que ver con todo eso.

España debate la Ley Trans

España debate la Ley Trans

Cada 31 de marzo se celebra el Día de la Visibilidad Trans. En los últimos años, la comunidad LGTBIQ+ argentina conquistó un significativo número de derechos; sin embargo, no ocurrió lo mismo en todo el mundo. España, por ejemplo, hoy se encuentra en lucha por la actualización de su Ley de Identidad de Género.

Hace unas semanas, en el país europeo se hizo público un borrador de la nueva Ley Trans, impulsado por Irene Montero, ministra de Igualdad y miembro de Unidas Podemos. El proyecto despertó debate dentro del movimiento feminista español y en el interior de la coalición de gobierno que pusieron en duda su aprobación. El retraso motivó a un conjunto de activistas a iniciar una huelga de hambre exigiendo la aprobación del borrador.

Latinoamérica y Argentina

En Argentina, las personas trans tienen garantizada una serie de derechos en base a convenciones internacionales, normativas nacionales (como la Ley de Identidad de Género y la de Matrimonio Igualitario), legislaciones provinciales y decretos del Poder Ejecutivo relacionados con, por ejemplo, acceso al cambio de nombre en el DNI y partida de nacimiento en la adultez o en la infancia, derecho al respeto de la identidad de género en espacios educativos y, en el sistema de salud, acceso a hormonas y cirugías de modificación corporal entre otros. El año pasado, el decreto 721/2020 garantizó un cupo laboral travesti-trans del 1% para el Sector Público Nacional.

¿Por qué es necesario echar luces sobre la legislación existente en la materia? Según reconoce el Estado argentino, la expectativa de vida de una persona trans oscila entre 35 y 40 años. La legislación argentina, aún con sus falencias en la práctica, lejos está de la realidad que se vive en otros países del mundo. Por ejemplo, en Paraguay y Brasil, no cuentan con leyes de identidad de género.

Europa y España

En Europa, España tiene una legislación de 2007 que, si bien permite el cambio de nombre en el documento, lo avala mediante la patologización de sus solicitantes.

Según explica Rosa María García, activista española transfeminista y doctoranda en Filosofía y Género, la normativa que está en vigencia surgió en respuesta a una problemática urgente: hacia las décadas de 1970 y 1980, las mujeres trans que iban a los juzgados a solicitar el cambio registral se encontraban con jueces que no tenían jurisprudencia sobre la que hacer un fallo claro.

En este contexto, los magistrados exigían un marco legal para saber cómo actuar ante estos reclamos. Así surgió la Ley 3/2007, una regulación que nació con 15 de años de retraso respecto a las demandas de los movimientos sociales, de los Principios de Yogyakarta –que  se publicaron en 2006– y de varias de las legislaciones que ya existían en Europa.

A diferencia de la ley argentina, la normativa española impone dos condiciones fundamentales para responder a la solicitud: por un lado, tener un informe diagnóstico de disforia de género. Esta primera cláusula supone la patologización de las personas trans, ya que entiende que para acceder al pedido se debe estar bajo el diagnóstico de “transexualidad”. En 2012, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) eliminó de su manual este concepto ya que dejó de considerarlo como una patología. Hacia 2018, también se expidió la Organización Mundial de la Salud (OMS): la disconformidad de género se definió como una condición correspondiente a la salud sexual.

La segunda cláusula exige acreditar al menos dos años bajo tratamiento médico con hormonas. En 2018, una instrucción de la Dirección General del Registro Civil habilitó el cambio de nombre simplemente presentando documento, sin la exigencia de acreditar un informe psicológico. De cualquier manera, la legislación actual no prevé la existencia de personas no binarias ni establece las mismas garantías para todo el territorio: existen normativas específicas de cada comunidad autónoma, pero son muy limitadas porque están acotadas a sus competencias. Según García: “Es problemático, porque quizás a 20km de distancia de donde estás tus derechos son otros”.

El proyecto de ley de Montero busca armonizar estas legislaciones y ajustarse a los estándares internacionales. Sin embargo, no trataría problemas de fondo. Un ejemplo son las personas migrantes que no estarían afectadas por esta legislación que contempla solo a españoles: “Muchas mujeres trans migrantes encuentran la prostitución como única salida frente a la falta de derechos”, según indica la doctoranda en Filosofía y Género.

Desde un punto de vista más optimista, la actualización de la ley permitiría ampliar garantías legales de forma integral: ¿Qué pasa con los derechos reproductivos de los varones trans, por ejemplo? En Argentina, gracias a la sanción de la Ley de Identidad de Género en 2012, la lucha por el acceso al aborto legal, seguro y gratuito –y la posterior sanción de la ley Nº27.610– incluyó como sujeto de derechos a las personas gestantes. De esta forma, no solamente se contemplan los derechos reproductivos de mujeres cisgénero (cuya identidad de género coincide con la asignada al nacer), sino que también se prevé el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo para varones trans y personas no binarias.