Las fotos del hambre

Las fotos del hambre

El fotógrafo Juan Pablo Barrientos presentó su libro Conurbano en tiempos de coronavirus con una muestra de imágenes en el Museo del Hambre. Un relato sobre la vidas precarizadas en medio del aislamiento.

Conurbano en tiempos de coronavirus es un libro producido por el reportero gráfico y cronista visual Juan Pablo Barrientos que se presentó mediante una muestra fotográfica en el Museo del Hambre el pasado viernes 31 de marzo. A pesar de lo que se puede pensar sobre lo que implica la presentación de un libro, esta propuesta se trató de una experiencia totalmente diferente.   

El libro relata a través de un corpus de fotografías lo que fue la cruda realidad que afrontaron las personas que vivieron con escasos recursos dentro del AMBA en el periodo de emergencia sanitaria por el Covid-19 en 2020. Muestra la precariedad y lo normalizada que está la desigualdad social para una importante parte de la sociedad.

Se trató de una enriquecedora experiencia en la que la muestra busca realizar el mismo recorrido que se presenta en el libro. Al llegar al Museo del Hambre, en Av. San Juan 2491, CABA -y tal vez como una metáfora-, para ingresar había que descender por unas escaleras para acceder al espacio donde estaban dispuestas las fotografías. Descender para conocer las precarias condiciones en las que vivieron estas familias de bajos recursos en una situación extrema. Por su parte, el nombre del museo, tal como lo explican sus representantes, surge con “el afán de poder convertir al hambre en objeto de museo y que nunca más lo encontremos afuera como lo estamos encontrando”.

Contó Barrientos que cuando comenzó con su recorrido, salía todos los lunes y miércoles para poder tomar sus fotografías. Sin embargo, a medida que la situación sanitaria se agravaba, tuvo que optar por realizar sus visitas a los barrios más pobres del conurbano una sola vez por semana. A pesar de esta reducción, su compromiso con las familias que día a día iba conociendo crecía, tanto que incluso dejó de ser solo un extraño que tomaba fotografías y se convirtió él y su trabajo en un instrumento para hacerle frente a la crisis económica y sanitaria. Se mostró sorprendido al descubrir que con una de sus fotografías consiguió una importante circulación e incomodidad: “Esa foto molestó y generó que el municipio responda con obras o con materiales. Provocó que responda alguien”. En la imágen aparece Nancy, una vecina de Vicente López, que había perdido su vivienda en un incendio, sentada sobre los escombros de lo que quedaba de su casa. Cuando la foto dio a conocer esta situación, el municipio entregó materiales para ayudar a la reconstrucción. 

Luego de unos minutos, que sirvieron para recorrer el lugar y observar las fotografías exhibidas en las paredes del museo, colocaron almohadones en el piso. Las personas que visitaban la muestra formaron una ronda alrededor de Barrientos y las invitadas especiales: se trataba de algunas de las protagonistas del libro. El autor enfatizó en lo importante que era darle voz a quienes vivieron en carne propia esta experiencia. Uno de los testimonios de las participantes da cuenta de lo ignorados que llegaron a sentirse durante ese periodo: “El tiempo que duró la pandemia fue muy duro trabajar, fuimos agredidos por el Estado, en vez de ayudarnos nos agredían y no estaban presentes. Vos llamabas al 120 [línea del Ministerio de Salud de la Nación para emergencias y asistencia frente a necesidades a causa de la emergencia sanitaria] y nadie nos asistía”. Según los propios protagonistas de estas historias retratadas, durante la pandemia sólo contaron con la solidaridad que se había creado al interior de cada barrio. En los relatos aparecen anécdotas de cómo se habían organizado llegando a conseguir hasta una ambulancia para ayudarse y asistirse unos a otros. Esta unión es la que aparece plasmada en las fotografías.

Entre las imágenes hay puntos en común que representan lo que fue el coronavirus y lo que es vivir bajo esas condiciones de precariedad. Lo más destacable es cómo se visualizan algunos aspectos de la vida cotidiana, como la inocencia de las infancias retratadas en una de las fotografías donde dos niños juegan en un viejo Renault 12. A su lado, aparece una secuencia de dibujos que muestra lo que para ellos representa este pedazo de chatarra: una nave espacial. A pesar de encontrarse confinados a una atroz realidad, estos niños llegan al espacio en algo que para otros no es más que basura.

Hacia el final del recorrido, el fotógrafo compartió algunas ideas acerca de cuál fue su motivación a la hora de salir en busca de estas imágenes: “Me motivó ver que se hablaba mucho de la situación en la que estaba la gente en CABA, pero nadie pensaba en la gente que estaba en el conurbano que tenía mayores necesidades. Mientras, veía cómo se empezaba a agudizar la situación económica”.

Por otro lado, y desde lo personal, habló de lo difícil que fue salir a la calle en un momento en el que imperaban la incertidumbre y el miedo al contagio. Su preocupación se centró en no contagiar a su hijo, quien pertenecía al grupo de riesgo. A pesar de ello, siguió adelante con su labor social. Y reveló que cuando comenzó esta aventura, nunca tuvo en mente publicar un libro. Sin embargo, el momento llegó y ese proyecto impensado hoy es una muestra que se puede visitar los días 12, 13, 19 y 23 de abril.

Camarazo por la libertad de prensa

Camarazo por la libertad de prensa

Bernardino Ávila y Juan Pablo Barrientos denuncian la represión policial y detención arbitraria mientras realizaban la cobertura periodística de la protesta de los cooperativistas de MadyGraf.

Múltiples gotas comienzan a caer sobre la vereda, pero éstas no logran detener el agobiante calor de los que las pisan. Dos cámaras de fotos profesionales están apoyadas en una mesa y, detrás de ambas, dos personas figuran en la mira de decenas de cámaras de todos los modelos y tamaños. Se trata de Bernardino Ávila, reportero de Página/12, y Juan Pablo Barrientos, de Revista Cítrica, los trabajadores de prensa que fueron detenidos hace dos días por hacer su labor, el mismo que cumplen los que allí los retratan. El clima y la negativa ante el pedido de Diputados para utilizar la sala de prensa del Congreso no impidieron que los fotógrafos se expresaran en la calle hoy, ni tampoco que hicieran su trabajo.

Tampoco fue un impedimento el miedo a las agresiones, como las que se llevaron a cabo efectivos de la Policía de la Ciudad en la represión del pasado miércoles, mientras la cooperativa Madygraf realizaba un “cuadernazo”, es decir, la entrega gratuita de cuadernos para denunciar las irregularidades por parte del Ministerio de Educación en una licitación a la que se había presentado. “Se vio claramente que la represión fue un ataque a la libertad de expresión y a toda la clase trabajadora. Ni siquiera quieren que se muestre la realidad que se denuncia en todas las manifestaciones. Agradezco a los compañeros por su lucha y porque sin ustedes este tipo de cosas quedarían ocultas y sólo quedaría la voz de los medios oficialistas”, manifestó el diputado por el Frente de Izquierda, Nicolás del Caño.

La Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) señaló que desde la primera marcha por la desaparición de Santiago Maldonado realizada en septiembre de 2017, los trabajadores de prensa empezaron a ser el objetivo principal en las distintas represiones. También indicaron que tres meses después, durante la protesta por la reforma previsional, tuvieron en un sólo día más compañeros heridos que en todo los sucesos de diciembre de 2001, entre ellos a Barrientos, quien recibió veinte perdigones a quemarropa. A diferencia de otras ocasiones, en las que recibían golpes ocasionales por estar cerca del conflicto, ahora también están siendo detenidos e imputados. En este sentido, exigieron que el Estado garantice su posibilidad de trabajar y de realizar el libro ejercicio de comunicar lo que ocurre en el día a día, pero aclarando que ellos no son responsables de las problemáticas que motivan las manifestaciones de las personas.

Los aplausos de los presentes sólo se cortaron por la voz de un trabajador de Madygraf que denunció que mientras se daba la conferencia comenzó otra licitación mostrándose como mejor oferente la empresa gráfica Arcángel Maggio: “La vez pasada se la habían querido dar, pero nosotros salimos primero. Ahora ganaron la licitación ofreciendo 40.000 millones de pesos, es decir, 6 millones menos que la última vez. Esto se da justo ahora cuando está subiendo el dólar y el papel se cotiza en dólares, no hay forma de comprar papel si no es en dólares. No se cómo lo hicieron, evidentemente Maggio hizo magia o hay algún arreglo en coimas”.

Aprovechando aquel comentario Néstor Pitrola, dirigente del Partido Obrero, reclamó que en los últimos seis años se han perdido 5000 puestos de trabajo en la industria gráfica y que la represión sufrida por los trabajadores de prensa está acompañada de una política que lleva a la quiebra al país: “Lo están desmantelando y desindustrializando y en el camino están dejando un mar de desocupados. Le han sacado la licitación de los cuadernos a los compañeros de Madygraf y se lo han dado a Arcángel Maggio, el taller más negrero de la industria gráfica y visitado sistemáticamente por Macri”.

Finalizada la conferencia de prensa todos se movilizaron frente a las puertas del Congreso, muy cerca de donde Ávila y Barrientos fueron golpeados por la Policía de la Ciudad. Allí se amontonaron todos los reporteros gráficos, pero esta vez el objetivo no fue realizar su labor cotidiano, sino alzar las cámaras bien en alto para gritar: “¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!”.