En Parque Patricios, 106 familias temen por su inminente desalojo

En Parque Patricios, 106 familias temen por su inminente desalojo

En Casa Santa Cruz, se agotan las esperanzas y no aparecen las respuestas del Gobierno de la Ciudad. En CABA se produce un desalojo por día.

A la falta de políticas públicas para promover el acceso a la vivienda en CABA se suma un Estado que prioriza los negocios inmobiliarios. Los desalojos representan la máxima expresión de las problemáticas habitacionales, pero lejos de ser una excepción, ocurren permanentemente. En estos días 106 familias que viven en Casa Santa Cruz, en el barrio de Parque Patricios, pueden sumarse a una estadísticas que asustan.

 Un desalojo por día

Cuando una persona es desalojada recibe una derivación del BAP (programa Buenos Aires Presente) para cobrar un subsidio habitacional y costearse, se supone, una habitación de hotel. Gigi Krein, referente de Consejerías de Vivienda, organización que aborda la problemática del acceso a la tierra y la vivienda, asegura que en el último año en CABA hubo aproximadamente 365 desalojos. La información se obtuvo a través de un pedido de acceso a la información pública a la Dirección General de Atención Integral Inmediata, para conocer la cantidad de derivaciones para cobrar subsidios habitacionales otorgados por desalojos.

Este organismo brinda asistencia a personas en situación de calle y gestiona una red de alojamientos “.para atender la emergencia habitacional en la ciudad”, tal como detallan en su página web. La respuesta fue que llegaron 137 derivaciones a personas o familias desalojadas. Krein aclara: “Esas cifras solo incluyen desalojos formales a los que hay que sumar también los desalojos en piezas de hoteles, villas, y pensiones, que suceden sin juicio mediante, y a aquellos que recibieron la derivación y no cobraron el cheque. Así, estimamos que en 2022 en CABA hubo un desalojo por día”.

Casa Santa Cruz

La estadística de la situación habitacional en CABA dará un salto repentino de concretarse el desalojo de las 106 familias que viven en el edificio ubicado en la calle Santa Cruz al 140, en Parque Patricios. Los vecinos y vecinas transitan un proceso judicial de desalojo desde el 2010.

El edificio se encuentra en la manzana situada entre las calles Santa Cruz, Finochietto, Uspallata, y Juan Carlos Gómez, frente al Parque Florentino Ameghino, sus habitantes le dieron el nombre de Casa Santa Cruz. El predio funcionó como fábrica de toallas de la empresa textil SELSA hasta su quiebra a mediados de los noventa. Entre los años 2002 y 2006, la crisis económica y social del país obligó a vecinos y vecinas de la zona a refaccionar el predio y habitarlo para evitar vivir en la calle.

En el año 2010, el empresario hotelero Leonardo Ratuschny compró por 1.550.000 pesos el inmueble habitado por 106 familias a través de una subasta. Su objetivo era hacer un negocio inmobiliario de alquileres temporales por lo que inició el juicio de desalojo de inmediato. Jonatan Baldiviezo, el titular del Observatorio de la Ciudad, que acompañó a los vecinos y vecinas de Casa Santa Cruz en los conflictos a lo largo de los años, señala en su informe sobre el caso: “Ratuschny aparece, además, como demandante en múltiples juicios por desalojo, que evidencian la estrategia económica de comprar edificios habitados por bajo costo, para luego abordar el desalojo de los mismos por medio de instancias judiciales”.

En el 2014, a raíz de la denuncia de desalojo, las familias de Casa Santa Cruz registraron la cooperativa de viviendas Papa Franciso en el marco de la Ley N° 341 de CABA. Un año después, a pedido de los habitantes, se organizó una audiencia en donde estuvieron presentes representantes de la cooperativa, del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC) y el dueño para plantear la posibilidad de una compra. Según el informe del Observatorio de la Ciudad, Ratuschny en esta ocasión valuó la propiedad en 30.000.000, mientras el Tribunal de Tasaciones de la Nación, por la entonces Secretaría de Hábitat, lo hizo en $8.000.000. Así las cosas, no se llegó a un acuerdo.

Estado ausente

Iliana Llanos, presidenta de la cooperativa Papa Francisco, cuenta: “Nosotros hemos agotado los recursos judiciales. Solo nos queda esperar a que el oficial de justicia programe un día y envíe la orden de desalojo”. Agrega que la única propuesta que les han ofrecido es un subsidio habitacional de 13.000 pesos para alquilar una habitación en un centro de alojamiento permanente, propuesta que rechazaron por considerarla insuficiente: “Además, en los hoteles familiares suelen no alquilar a personas con niños”, añade Llanos.

            El informe del Observatorio de la Ciudad afirma que funcionarios del IVC, responsables de la operatoria de la Ley N° 341 informaron a representantes de Casa Santa Cruz que el programa estaba desmantelado, desfinanciado, y con un presupuesto asignado que no llegaba a cubrir el mantenimiento de los gastos de las cooperativas que tienen viviendas en proceso de construcción. Según llanos, estas respuestas evidencian la falta de voluntad política para solucionar el problema: “Además del juicio de desalojo, venimos cursando otro juicio que le hacemos desde Casa Santa Cruz al gobierno por no dar respuesta a nuestros reclamos”. Y concluye: “lLs vecinos y vecinas de Casa Santa Cruz no nos vamos a ir, vamos a resistir y luchar para conseguir la tierra que nos deben”.

            El barrio en donde se encuentra Casa Santa Cruz, Parque Patricios, representa un espacio tentador para los negocios inmobiliarios. La creación de los distritos de Tecnología, de las Artes y de diseño, la construcción del Archivo General de la Nación donde se encontraba la antigua Cárcel de Caseros, la extensión de la línea H de Subterráneos, que incorporó las estaciones Parque Patricios en 2011, y Hospitales en 2013, y la inauguración de la nueva sede de Jefatura de Gobierno porteño, son algunos de los proyectos que valorizan el espacio y facilitan los negocios especulativos de construcción de viviendas restringidas a los sectores medios-bajos, agravando la crisis habitacional.

Gigi Krein, referente de Consejerías de Vivienda, apunta: “Existen cerca de 200.000 viviendas vacías en CABA, y todavía hay gente viviendo en la calle”. Y cierra: “Los remates son un negocio redondo para los desarrolladores inmobiliarios, que muchas veces compran en pesos para construir y vender en dólares”.

Sin un Estado presente que nivele un poco las cosas, los ciudadanos de Buenos Aires con menos recursos quedan a merced de un negocio que avanza por todos los barrios: solo les queda exponer sus propios cuerpos.

Llagas y cicatrices de la autopista fantasma

Llagas y cicatrices de la autopista fantasma

Vecinos del Sector 4 de la inconclusa AU3, diseñada durante la dictadura y de la que solo se cumplió la expropiación de centenares de viviendas y la demolición de una buena parte de ellas, luchan para que la Ciudad incorpore a sus hijos, en el plan habitacional que fue ordenado por la justicia y permanece incumplido.

“Yo tenía 13 años cuando llegué al barrio y empecé con el tema de la vivienda”, dice Hugo, delegado de la Asamblea de Vecinos del Sector 4 de la Ex Au3. “Él llegó en el 82 y yo en el 89”, agrega Mirta, mientras intenta calmar a su pequeño perro que no para de ladrar. Mirta también es delegada del Sector 4.

¿Qué y a quiénes representan Mirta y Hugo? La Traza de la inconclusa Autopista 3 fue un proyecto de la última dictadura cívico militar que estuvo dentro de un plan de autopistas que correrían por todo el cielo de CABA. Esta, en particular, se planeó para que recorriera desde el barrio de Saavedra hasta Puente Alsina. Para eso, el Gobierno del entonces intendente de facto Osvaldo Cacciatore expropió más de 900 viviendas a lo largo de La Traza, pero cuando el proyecto se mostró terriblemente costoso e imposible de realizar, esas casas quedaron vacías. Durante las continuas crisis económicas por las que atravesó el país desde los 80 en adelante, el rumor de las casas vacías de La Traza se expandió y diferentes familias se fueron acercando en busca de un techo.

Mirta y Hugo, delegados de la Asamblea del Sector 4 de la ExAu3, Susana, vecina histórica de La Traza, y Jonatan Baldiviezo, abogado de la causa, reconstruyen una historia que empezó hace más de 40 años y continúa hasta hoy, con vecinos y vecinas organizadas, cortes, divisiones y una cautelar que inspira tanta incertidumbre como esperanza.

Escombros de la Dictadura

Una autopista con intenciones de atravesar la Ciudad de Buenos Aires se veía imposibilitada por cientos de viviendas. “Estamos hablando de miles de familias, porque La Traza es enorme”, comenta Baldiviezo, un abogado involucrado en la causa hace 20 años y actual letrado de la última cautelar presentada. A las expropiaciones les siguieron inevitablemente las demoliciones. Desde 1979, las topadoras fueron paisaje usual para los vecinos de La Traza. “Los escombros de las casas fueron directo al Río de la Plata para rellenar y avanzar sobre éste, de hecho gran parte de Puerto Madero fue construida con los escombros de las autopistas”, continúa Baldiviezo. 

“Vino la democracia, pero con la democracia vino la hiperinflación y con eso mucha gente terminó cayendo en la AU3. Había pibes que eran colectiveros y tuvieron que venir a la autopista porque no podían pagar un alquiler. También algunos dueños de las casas volvieron porque el Gobierno no les había terminado de pagar y pudieron reclamar”, explica Hugo sentado en el comedor de la casa de Mirta. Pequeño y simpático, Hugo juega con sus manos mientras cuenta su historia.

Los vecinos de La Traza vivían en un ámbito de precariedad y violencia constante, pero lo que resultaba más difícil era la incertidumbre de levantarse todos los días sin saber si esa era finalmente la mañana en que los “rajaran”. “Para los desalojos llegaban las topadoras y la policía, que solo podían parar los chicos y mujeres embarazadas. Era época de represión, todavía. Acá hubo mucho quilombo. En 1982, un día estábamos todos los chicos jugando al fútbol y llegan los de la Comisaría 37 con ametralladoras, corriéndonos, porque iba a venir una banda a tirar tiros y resulta que lo que querían era desalojar a la gente. Cuando nos dimos cuenta nos plantamos con las banderas, con los chicos y las mujeres y pudimos frenar el desalojo de unas 30 familias”, cuenta Hugo. Rostro de rasgos duros, firmes, de mirada afable y atenta.

En un barrio rodeado de chalets y casas de dinero, el desalojo no era el único problema por el que atravesaba “la gente de La Traza”. “A nuestros hijos no querían aceptarlos en los colegios municipales, porque vivían en la autopista, no tenían dirección fija”, cuenta Susana mientras sirve galletitas y prepara café para todos. Mira bajo de la mesa y dice con una calurosa sonrisa: “Ay sí, siempre que viene gente nueva se pone remimoso”, revela refiriéndose a un perro cachorro que se acurruca entre los pies de sus invitados. Hace una semana armaron el comedor con techo de chapa y cortina de plástico en donde hoy recibe a ANCCOM. Susana tiene 63 años y, como Hugo, llegó al barrio en el 82. “Llevabas a tus hijos al colegio, te apuntaban y te decían que les lleves la boleta de luz y gas para que puedan entrar”. La organización entre las mujeres de La Traza fue fundamental para conseguir los cupos. “Así que entre todas nos juntamos en una misma casa y pagamos una sola línea para que los chicos pudieran estudiar”. Ahora, Susana vive en esta casa del Sector 4, desde hace más de 18 años, con sus hijos, nietos y otros vecinos con los que comparte el terreno. Los juegos de niños se esparcen por el piso de barro y se acumulan, apoyados en las paredes de ladrillo. Parece que los niños siguen llegando pero las condiciones no cambian.

Ley 324

Para entrar a la casa de Mirta se puede tocar el timbre, pero el primero que avisa que hay gente afuera es su perro, asomado por la ventana. La puerta siempre está medio abierta y si se empuja se puede pasar sin problema. En el comedor de su casa, sentados en sillas de plástico y banquetas, cuando se le pregunta a Mirta por la historia de La Traza, comienza su relato por la Ley 324: “En el 2000 logramos conseguir una ley, con mucha pelea y mucha lucha”, dice la mujer de ojos grandes y sonrisa fácil. “Entre idas y venidas, y entre amenazas de desalojo, se logró organizar la Asamblea que fue bastante y mucha. En ese momento estaba Anibal Ibarra en el Gobierno de la Ciudad, que más allá de varias discusiones, fue un eje fundamental para que salga la Ley 324”. 

“Las familias se empiezan a organizar y consiguen la primera ley que reconoce la problemática y le da el mandato al Gobierno para que regularice la situación y solucione el tema habitacional de las familias”, cuenta Baldiviezo, sentado en el antiguo café La Poesía del barrio de San Telmo, rodeado de paredes cubiertas hasta el techo con fotos y cuadros de otra época.

“Fue una ley muy buena en lo social e inclusive estuvo circulando por toda Latinoamérica. Algunos de los delegados recorrieron Uruguay, Chile, Paraguay, Brasil y varios otros países de la región, porque no había una ley que tuviera tan en cuenta las necesidades de los vecinos. Dentro de todo lo que encierra la ley, lo fundamental es que no te saca de tu casa hasta que te den una solución definitiva dentro del plan habitacional”, narra Mirta, quien por esas fechas estaba teniendo a su tercer y último hijo, Brian. Las paredes de su casa son color pastel y la única decoración que cuelga en ellas son unas guirnaldas, una foto de Brian y una cartulina colorida.

Baldiviezo enmarca la 324 dentro de una serie de leyes “muy buenas en derecho y democracia participativa”, que la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires implementó en los años 2000. “Que después no se hayan cumplido es otra cosa, pero en teoría son buenas”, aclara el abogado, entre risas irónicas, explicando la actual inacción del Gobierno de turno. “Las mejores leyes de la Ciudad son esas, a nivel de participación ciudadana, operativización de derechos, reconocimiento de colectivos vulnerados y a nivel ambiental. Era una época linda, había un espíritu social y ambiental interesante”, dice el abogado de rostro amable.

Dentro de esta legislación, los vecinos tienen un marco de cuatro alternativas. Por un lado, un crédito para comprar la casa que ya tienen. Por otro lado, la autoconstrucción, es decir poder construir o mejorar sus hogares en los terrenos que ya habitan. En tercer lugar, tener una vivienda nueva dentro del barrio, también conocidas como las viviendas sociales de la traza. Y por último, un subsidio para comprarse otra casa fuera del barrio o “para que se vayan”, explica Baldiviezo.

 

Ley 3396

“Pasan ocho años de la Ley 324, asume el Pro en la Ciudad y comienza otra historia…”, cuenta Baldiviezo. “Del 2000 al 2010 me corro de ser delegada por el accidente que tuvo mi nene”, dice Mirta, que empieza a contar otra historia. Brian tuvo un accidente en la vía pública que lo dejó con limitaciones intelectuales y físicas. “Él tenía 10 añitos. Y también forma parte de esta desgracia del Gobierno, porque en la puerta de la casa, un borracho choca el poste del semáforo y una bocha de luz vuela y le cae encima. Esto no tendría que haber sucedido porque si está en buenas condiciones el semáforo eso no puede ocurrir. Fue por la falta de mantenimiento. Y del Gobierno no recibí absolutamente nada. Hay un juicio abierto pero la verdad es que ahora yo fuerza no tengo para impulsarlo”.

“Lo primero que hace Mauricio Macri es empezar a notificar desalojos administrativos a los del Sector 5. Esto se fue a la justicia y logramos frenar los desalojos de 500 familias. Con eso se fuerza a una negociación en la Legislatura”, explica Baldiviezo, mientras los gestos de sus manos acompañan el armado de una línea de tiempo imaginaria.

“En el Sector 5 había mucha más unión. Porque no eran casas cómo acá, eran muy pocas las que habían quedado, a la mayoría las habían destruido. Entonces, eso generó que la gente se conociera más, porque tenían que socializar la luz, el agua y todo”, cuenta Hugo, quién participó de manera activa de la asamblea en esos años. En el Sector 5 es donde más concentradas estaban las propiedades, “a medida vas hacia el sur, las propiedades están más separadas”, agrega el delegado parado junto a Mirta frente a un complejo de viviendas de autoconstrucción que vecinos del Sector 4 arreglaron. De arquitectura simple, blanco y con líneas marrones, el edificio de tres pisos plantea un panorama muy diferente al de las casas y terrenos baldíos visitados antes. Se ve íntegro. “El Sector 4 de La Traza va desde Avenida de los Incas hasta Estado de Israel, en verdad llega hasta Pompeya, pero allá ya prácticamente no hay casas”, agrega ella. 

“Había tres intereses, por una parte las familias que querían las viviendas, por otra parte el Estado que quería vender las tierras y, por último, los y las vecinas que querían que el barrio sea más lindo”, comenta Baldivienzo mientras se le escapa una sonrisa ante idea de que la gente del barrio ayudó a que el plan habitacional del Sector 5 se realizará. Mientras señala un edificio del otro lado de la calle, Hugo comenta algo muy parecido sobre el tema: “El Sector 5 tuvo mucho apoyo de los frentistas del barrio porque a ellos les devaluaba las casas. Pensá que es la cola de Belgrano R, vos ibas por Holmberg y veías terribles chalets y hacías una cuadra y tenías la villa”.

Parada frente a este mismo edificio de La Traza, Mirta sigue la conversación y dice que “parecía la villa. Así que los vecinos de enfrente pagaron la renovación de la parte visible y cerraron el edificio. Aparte, el mismo Gobierno de Macri, por el poder inmobiliario que había allí, aceleró muchísimo el proceso”.

“Ahí es cuando sale la Ley 3.369. Contemplaba las diferentes opciones dadas en la primera ley pero además autorizaba al Gobierno a vender las tierras que no estuvieran ocupadas. El dinero de esas tierras tenía que ir para soluciones habitacionales de las 500 familias del Sector 5 y si sobraba plata para soluciones en el Sector 4, no se podía usar para otra cosa. Con el tiempo, sobró plata y se quiso usar para otra cosa”, cuenta Balviezo. “Dentro de esta misma ley hay una cláusula que dice que en 180 días el Gobierno tiene que traer un plan habitacional para el Sector 4. Pasaron 180 días, el Gobierno no llevó ningún plan”. En medio de estos compromisos y negociaciones sale una nueva ley, la 4089 que “le permitió al Gobierno utilizar el dinero sobrante para otras obras de tránsito de la vía pública, pero como se liberaron los fondos, en la negociación se llegó al acuerdo de que en 90 tenían que traer el plan habitacional del Sector 4. Y tampoco lo trajeron”. 

Para entender mejor porque la Ley 3396 comprendió solo el Sector 5 y dejó de lado al 4, Baldiviezo explica que “por lo general la ciudadanía se organiza cuando siente una amenaza y en ese momento el Sector 4 no estaba amenazado de desalojo. Pasaron los años y el Sector 4 no estaba tan bien organizado como el Sector 5”. “Yo en ese momento con la historia de mi hijo me corro de la Asamblea y el Sector 4 queda desamparado”, dice Mirta. 

Desde el 2012 al 2019 la Asamblea no se reunió.

La cautelar y después

“En el 2019, nos volvimos a juntar en la asamblea para hacer un nuevo relevamiento, un nuevo censo”, cuenta Mirta y agrega que en ese momento se pusieron en contacto con Baldiviezo para avanzar con la demanda. “Nos juntamos porque empezó a haber un ruido muy fuerte de que el Gobierno iba a presentar un proyecto de ley donde únicamente incluía a los beneficiarios y no a los hijos. Nos reunimos y al día siguiente comenzó la pandemia, y en medio de ese quilombo, las ratas inmundas aprovecharon y pusieron en venta 15 terrenos de la AU3, cosa que no podían hacer hasta que tuvieran la solución definitiva del plan habitacional”.  

“Entonces, salimos en 2019 con la cautelar para que no vendan y para que no nos desalojen. Porque también estaba ese ruido de que venían por nosotros, a desalojarnos. Sobre todo a nuestros hijos”, cuenta Mirta y explica que su reclamo es ahora por el desglose, es decir que entre los beneficiarios de la ley se incluyan a sus hijos. 

“En 2019, presentamos la demanda y entre idas y vueltas, recién este año salió la medida cautelar. No suele demorar tanto. Yo no pensé que fuera a salir, pero fue una cautelar muy interesante, porque lo que tendría que resolver el juez como amparo definitivo lo dio como cautelar. Es decir, básicamente dice que se tiene que cumplir la ley de forma participativa con las familias”, explica Baldiviezo, y sigue: “Que estas familias no estén incorporadas ahora en la ley no significa que no puedan estarlo más adelante. Cómo sucedió en el Sector 5 que se hizo una actualización de los beneficiarios, con un nuevo censo. A nivel del Sector 4, se está pidiendo lo mismo”.

“No estamos peleando por nuestro beneficio, estamos peleando por el beneficio de nuestros hijos. Nosotros ya somos beneficiarios, el tema es que no se lo saquen a ellos”, cuenta Hugo que tiene tres hijos, uno de 22 años, otra de 21 y el más chico de 13. “La lucha hoy es por los chicos. El tema es por el derecho de nuestros hijos”, dice Mirta, que sigue luchando aunque Brian ya no esté: falleció el 27 de abril del 2020, debido al Covid 19. Ahora se cumple un año de su muerte y Mirta, entre lágrimas y con la voz cortada, explica: “Es difícil, porque esta lucha era por él y ahora que no está es mucho el dolor”. Mirta armó un comedor comunitario en su casa al que nombró “Mi pequeño gigante”. Brian está presente.. 

Hugo dice muy serio que “ya pasaron veinte años de diferencia entre la primera ley y ahora. Bueno, nuestras familias también crecieron durante ese tiempo. Al Sector 5 le reconocieron el desglose, entonces lo que estamos pidiendo es derecho de igualdad ante la ley, ellos lo tuvieron, así que a nosotros también nos corresponde. La culpa no es del chancho, sino que del que le da de comer. Si no cumplieron con la ley, lo lamento. Nos tiene que solucionar esto, no es mi problema, es problema del Gobierno”. Y agrega: “No estamos pidiendo que le abran la puerta a gente que no tiene nada que ver, estamos pidiendo que les abran las puertas a las familias que vienen ya censadas desde el 2000. Nosotros podríamos tomar los títulos de las casas y cerrar el tema. Pero nuestros hijos quedarían a la deriva”.

Pudieron acercarse y charlar con la Unidad Ejecutora del Gobierno, “lo cual es enorme”, pero no lo toman como certeza de nada, “Mi papá decía que cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía”, dice Mirta entre risas. Enseguida se pone seria y aclara, “Que la justicia haya intimado al Gobierno nos da un poco más de seguridad”. A este tipo de cautelares, Baldiviezo las llama pequeñas victorias. “Va a ser la primera vez que la derecha se siente con nosotros a revisar la ley ¡Es histórico!”, exclama Mirta.

Luego de la salida de la cautelar, el gobierno apeló y pidió más tiempo para desarrollar el plan habitacional. “¿Cuánto más quieren?”, se pregunta Baldiviezo, “La apelación no suspende la orden judicial, ahora lo que rige es la cautelar y hasta que no se resuelva la apelación la tienen que cumplir.” 

Un rechazo casi unánime al proyecto de privatización de Costanera Norte

Un rechazo casi unánime al proyecto de privatización de Costanera Norte

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El 28 de enero fue la última de las treinta jornadas de la audiencia pública sobre la rezonificación y venta de Costa Salguero y Punta Carrasco. Con más de 7.000 inscriptos y un total de 2.058 oradores, los participantes expresaron su opinión sobre el proyecto oficialista que privatiza los terrenos costeros y habilita la construcción de edificios de hasta 29 metros de altura, impulsado por el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.

En la audiencia pública más larga de la historia de la ciudad, que inició el 27 de noviembre y que duró dos meses, 2.003 participantes se posicionaron en contra el proyecto frente a 55 favorables. Esto se traduce en más de un 97% de desaprobación ciudadana.

El inicio de la polémica se remonta al pasado octubre en la Legislatura porteña, cuando con 35 votos a favor y 22 en contra, el oficialismo porteño aprobó la rezonificación de los predios de Costa Salguero y Punta Carrasco. Además de los votos del oficialismo (PRO-Juntos por el Cambio), Rodríguez Larreta obtuvo el apoyo del espacio de Martín Lousteau (UCR-Evolución) y Roy Cortina (Partido Socialista) para autorizar la venta de los terrenos públicos. Ambos dirigentes habían manifestado críticas al modelo de privatización de tierras y la necesidad de más parques y espacios verdes durante las campañas electorales pasadas.

Con la finalización de la audiencia pública, que no tiene carácter vinculante, el proyecto pasa a segunda lectura en la Legislatura donde no se prevén cambios. “El Jefe de Gobierno ha mostrado una indiferencia alarmante en un sistema de gobierno que, según la Constitución, debe ser una democracia participativa”, señala el referente del Observatorio por el Derecho a la Ciudad (ODC) Jonatan Baldiviezo. “El Ejecutivo ha decidido avanzar como si este debate no estuviera sucediendo, o supiera el resultado de antemano o, peor aún, sin importarle lo que la ciudadanía exprese en sus intervenciones”, remarcó.

A pesar de ir contra lo estipulado por la Constitución porteña, donde establece que los contornos ribereños son públicos y de libre circulación, el gobierno de Rodríguez Larreta insiste que la manera para hacer un espacio verde frente al río es a través de la venta de los terrenos de la Ciudad. Sin embargo, a pesar de la promesa de un porcentaje de terreno destinado a espacio verde, el Estado porteño perdería la propiedad de las tierras, un bien que escasea.

Con un índice de menos de 6 metros cuadrados de espacio verde por habitante, la pérdida de terrenos públicos con potencial de ser convertidos en parques con acceso privilegiado al río resulta irreparable. Frente al proyecto de inmuebles de lujo impulsado por el PRO, organizaciones civiles junto a la oposición presentaron una alternativa para la creación del “Parque Público Nuestro Río” y la desprivatización de la Costanera Norte.

Desde la Coordinadora la Ciudad Somos Quienes la Habitamos, un espacio integrado por más de 130 organizaciones sociales, ambientales y urbanas, presentaron en 2020 una propuesta para crear un parque con distintos usos. Entre ellos se encuentran áreas destinadas a recreación y actividad física, educación ambiental, agroecología y una estación de medición meteorología, además de delimitar un área de preservación de humedal costero.

Sin embargo, los proyectos del Gobierno de la Ciudad en otras áreas indican que no planean cambiar el proyecto de privatización de las tierras costeras. Según informa Baldiviezo, el Ejecutivo porteño realizó licitaciones para estudios de impacto ambiental del proyecto inmobiliario en Costa Salguero. En el presupuesto se puede observar que esperan la urbanización de los terrenos. “En el Plan Plurianual de Inversiones figura que se destinará $4.800 millones para Infraestructura en Costa Salguero y más de $812 millones para el proyecto ejecutivo del Colector”, detalla Baldiviezo.

“Costa Salguero interpela los límites de la tolerancia ciudadanía cuando la clase política que nos gobierna viola la Constitución, remata lo público, desvirtúa la democracia participativa y utiliza los recursos de la comunidad porteña para continuar enriqueciendo a un pequeño grupo de desarrolladoras inmobiliarias”, denuncia Baldiviezo.

Si la postura de la decisión de la ciudadanía expresada a lo largo de las 30 jornadas de audiencia pública tuvo algún impacto en los proyectos del oficialismo porteño, recién se sabrá en la segunda lectura del proyecto en marzo próximo. Sin embargo, no hay una perspectiva optimista ya que el oficialismo tiene facilidad para lograr mayoría en la Legislatura.

La justicia frena el estadio de La Nación

La justicia frena el estadio de La Nación

El microestadio de Atlanta fue diseñado para albergar a 16.000 espectadores.

El 14 de marzo, el titular del juzgado Nº 10 en lo Contencioso Administrativo, Aurelio Ammirato, dio lugar a la acción presentada por el colectivo de vecinos de Villa Crespo y suspendió de esta manera la explotación económica del Microestadio de Buenos Aires Arena, que se encuentra a cargo de la empresa AEG Worldwide y el grupo La Nación.

El estadio cubierto fue diseñado con 30 metros de altura y una capacidad para 16.000 personas. Se planeaban organizar allí unos cien espectáculos al año. Nada de esto sabían los vecinos, hasta que el 28 de marzo leyeron un artículo en el diario La Nación que decía: “El Luna Park ya no estará solo: Buenos Aires tendrá un nuevo estadio techado en Villa Crespo. Un arena como los que se levantan en las grandes ciudades del mundo”.

Un proyecto de tal envergadura necesita, según la Ley Nº 6/98 de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que la autoridad responsable habilite un espacio institucional para que todos aquellos que puedan verse afectados o tengan un interés particular expresen su opinión respecto a la edificación. Además, este tipo de obras necesita, según la misma norma, diversos permisos de impacto ambiental. “Estos permisos no se hicieron y por eso estamos acá” declaró Jonatan Baldiviezo de la Fundación Ciudad a ANCCOM.

Los afectados tomaron rápidamente cartas en el asunto. Los vecinos de Villa Crespo se autoconvocaron. Por medio de su organización y la intervención de la Fundación de la Ciudad y el Observatorio del Derecho a la Ciudad presentaron un recurso de amparo colectivo para declarar nulas las habilitaciones ecológicas y ambientales para construir el estadio cubierto más grande de Buenos Aires.

“Es razonable presumir su incidencia potencial sobre la capacidad de la infraestructura vial y de servicios”, dictaminó el juez al conceder el amparo. También señala que la empresa Metrogas ha tomado en cuenta el caso y ha declarado que la provisión del servicio de gas no es factible debido a la cantidad de suministro que necesita una obra de esta índole. Pero también aclara que la distribuidura gasífera recibió una declaración del proyecto como de uso residencial del servicio y, por ejemplo, no refleja el uso de los locales gastronómicos que tiene proyectada la obra.

Al mismo tiempo, la constructora solicitó a AySA la provisión de cloacas y servicio de agua para 19.840 m2 Pero la superficie total a construir es, en realidad, de 28.715 m2.

EDESUR, a su vez, manifestó solo una mera factibilidad de provisión de servicio ya que la empresa AEG Worldwide no presentó las actuaciones tramitadas ante la Agencia de  protección Ambiental ni la documentación necesaria para que la distribuidora pueda precisar el caudal a brindar.

A nivel transporte, según detalla la sentencia, el único programa de manejo de tránsito y transporte contenido en el estudio técnico sólo se refiere a contemplar a la situación de los servicios de traslado público en etapa de obra y no durante la explotación del proyecto.

En dialogo con ANCCOM, Ingrid, vecina de Villa Crespo y una de las representantes del colectivo La Voz Vecinal explicó qué cambió con respecto a la situación conocida en 2018: “Lo más significativo fue que se amplió el grupo de personas que está movilizado. La gente no se movilizó antes porque no estaba enterada y en la medida que se iban enterando se iban indignando”.

La actividad, según los vecinos, impactará tres veces por semana en su vida cotidiana, lo que ha generado la decisión política de manifestarse y organizarse. En base a esto, Ingrid mostró su felicidad por la concesión de la medida cautelar: “Nos da mucho orgullo. Lo importante es que el diagnóstico del juez fue el mismo que el de los vecinos, algo que es de sentido común. Es irrisorio pensar una obra de esta envergadura sin un estudio de impacto ambiental. Los pasos a seguir es realizarlo y esto cambia totalmente las cosas. Eso implica contempletar cosas que ni si quiera estuvieron en consideración, como el estacionamiento y los servicios públicos”.

Si bien el proyecto de ley N° 5.874 de 2017 fue aprobado por 46 de 57 legisladores, hubo casos como el de la legisladora por el FIT, Laura Marrone, y dirigentes de la izquierda como Luis Zamora y Vilma Ripoll que se manifestaron públicamente en contra del microestadio.

“Estamos en plena campaña para sumar apoyo. A pesar de esto tuvimos gente simpatizante de Atlanta que nos han sido hostiles sobre todo en Facebook, diciéndonos que si no nos gusta la situación, que nos vayamos del barrio” cuenta la entrevistada.

Ante estas amenazas, los vecinos acudieron a la Secretaría de Seguridad de la Ciudad, a cargo del abogado Marcelo D’Alessandro. Ingrid dijo al respecto: “Lo más triste de esto es que nuestro problema no es con el club, sino con la Ciudad que es la que entregó este terreno para el usufructo de AEG Worldwide y a La Nación.”

Los vecinos entienden que el gran beneficiario es el capital privado y que el problema no es con Atlanta. En reunión con los organizadores del proyecto, los vecinos declaran haber sido acusados de entorpecer la obra. Además, el conflicto también se genera cuando AEG Worlwide  y La Nación fueron eximidos, según la Ley de la Edificación, del pago de impuestos por 40 años. Y además, cabe aclarar que Atlanta, según aseguró Ingrid, recibirá sólo el 0,3% de la facturación del proyecto.