«Nos estamos cagando de hambre»

«Nos estamos cagando de hambre»

El Gran Chaco es, según el INDEC, el aglomerado urbano más pobre de la Argentina. Siete de cada diez habítantes se encuentra en un grado de inseguridad alimentaria.

Según los datos del INDEC, Gran Resistencia es el aglomerado urbano con la pobreza más alta del país con 49,9% en el primer semestre del 2022, pero bajó 2,1 puntos porcentuales respecto al año anterior. Las condiciones de pobreza alcanzan a 209.411 personas del área que conforman Resistencia, Barranqueras, Fontana y Puerto Vilelas. Por su parte, la indigencia es del 15%, representando a 63.038 habitantes. Estos resultados corresponden a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) respecto al primer semestre de 2022 que alcanza a 29,1 millones de personas y 9,7 millones de hogares, a nivel nacional.

“Los datos reflejan la realidad, en el Chaco no estamos llegando a fin de mes”, comentó Ariel Ortiz, habitante del barrio San José Obrero de Resistencia y militante de La Poderosa. “Hoy el ingreso de un albañil es de 15.000 pesos por semana y no sirve de nada, con 60.000 pesos por mes no hacés nada, estás casi por debajo de la línea de indigencia y solo te alcanza para comprar lo necesario. Si querés mantener una familia, tenés que elegir entre comer todos los días o comprar unas zapatillas para que los chicos vayan a la escuela y, en general, tenemos que decidir si comprar un jean o comer dos días más”, agregó.

En diálogo con ANCCOM, la ministra de Desarrollo Social de Chaco, Pía Cavana, comentó su preocupación respecto no solo a la situación de la provincia, sino por el aumento de la pobreza en toda América Latina luego de la pandemia. Además mencionó: “Es importante la creación de políticas sociales para atender a la situación de pobreza que realizamos desde el Ministerio. Los indicadores ayudan, pero es necesario una visión holística”.

El Instituto de Estadística y Ciencia de los Datos (IPECD) de la provincia del Chaco, registró una suba del 5,5% del IPC en el mes de octubre en el aglomerado de Gran Resistencia, con una desaceleración respecto al registro previo (6,7% en septiembre). Sin embargo, las mayores variaciones se dieron en los capítulos de ‘Alimentos y bebidas’ (6,17%) e ‘Indumentaria y calzado’ (6,17%).

Estas cifras no hacen más que reflejar las necesidades de los barrios populares, sobre las cuales Ariel Ortiz indicó: “Hoy la mayoría de las familias tiene solamente una comida por día. A veces tengo para comprar para el desayuno, el almuerzo y la cena, pero hay veces que no lo puedo hacer y tengo que decidir. Los ingresos no me alcanzan para comprar buena mercadería de comida y artículos de limpieza. Las necesidades están, pero no hay una respuesta concreta del Estado, ya no sabemos cómo decir que nos estamos cagando de hambre”.

Teniendo en cuenta este contexto, la directora del Instituto de Investigación Social, Económica y Política (ISEPCi) de Chaco, Patricia Lezcano, comentó: “Vemos con preocupación que no existan políticas públicas claras y concretas dirigidas a revertir esta situación que debería ser unas de las prioridades de la gestión actual”.

«El 62,8% ha tenido que suprimir una de las cuatro comidas diarias”, comentó Lezcano.

“En los últimos días se presentaron desde el ISEPCI los datos nacionales del IFAD (Indicador Familiar de Acceso a Derechos) que arrojó datos contundentes: 7 de cada 10 hogares (el 70%) se encuentran en situación de inseguridad alimentaria’. Cuando las personas ven disminuida su capacidad de acceso a los alimentos, operativamente, se define como la reducción de las porciones y/o supresión involuntaria de comidas en el hogar, y en este sentido un 64,3% de las familias relevadas han tenido que reducir la cantidad de porciones durante las comidas por falta de dinero y el 62,8% ha tenido que suprimir una de las cuatro comidas diarias”, comentó Lezcano.

“En cuanto a las privaciones recientes de alimentos en el último mes, el 70% de las familias entrevistadas refiere en términos generales haberse privado de consumir carnes, verduras, frutas, cereales o legumbres por falta de dinero”, dijo, y agregó: “Hoy más que nunca necesitamos que el Congreso trate y apruebe el proyecto de ley para congelar los precios de los alimentos básicos por doce meses. No hay futuro posible si en el presente no están garantizados los derechos básicos e inalienables  a la mayoría de nuestra población”.

Ante esta situación, también se suman demandas históricas por la falta de luz y agua en los barrios populares de Gran Resistencia. Al respecto, Ortiz resaltó: “Estuvimos toda la pandemia sin agua y hoy esa realidad no cambió mucho. También tenemos puntos en los barrios que no terminaron de hacer el tendido eléctrico y se vienen los calores. Además se suma la falta de ripiados, las veces que salimos a tomar colectivos es a los saltos o con las zapatillas en la mano, y basurales a cielo abierto porque no hay horarios fijos de recolección”.

“No sabemos cómo decir que los barrios populares la estamos pasando mal en todo sentido”, concluyó Ortíz. Los datos tienen una correlación con la realidad que están atravesando los barrios de Gran Resistencia y es inminente la respuesta del Estado con políticas sociales que atiendan las demandas de la población.

 

La fila de los invisibles

La fila de los invisibles

Casi un millón de personas ya se anotó para cobrar el bono que la ANSES otorgará a quienes viven en situación de indigencia. Hombres y mujeres que duermen en la calle o que sobreviven con rebusques hacen cola mientras tienen que aprender qué es un CBU. Historias de los caídos del mapa.

A las nueve de la mañana, los rayos de sol que cruzan perpendicularmente la Avenida Santa Fe, impactan de lleno contra el cartel blanquiceleste de la oficina de ANSES ubicada en Palermo. Son más de 30 las personas que esperan tramitar allí la inscripción para el bono de 45 mil pesos que las personas en situación de indigencia cobrarán en dos pagos mensuales de 22.500 pesos.

Mientras aguardan a ser atendidos, algunos se refugian del calor y la humedad matutina bajo la sombra de una palmera. La hilera se extiende hacia la izquierda, hasta la agencia de lotería “Vendedores de Ilusiones”. Frente a la puerta del local, uno comenta:

Vine porque vivo en la calle. Ojalá me lo den al bono. Con la plata que te dan, me alcanza para alquilarme una pieza por un mes.

Con el paso de los minutos, la hilera se extiende. Los transeúntes pasan por el lugar con normalidad. Nadie repara que, a pocas cuadras del predio de la Sociedad Rural Argentina, quizá el máximo símbolo de la producción alimentaria argentina, haya gente completando formularios para poder comer. 

«Acá no te podemos dar plata. Tenés que generar un CBU en el Banco Nación o en el Banco Provincia».

“No, acá no te podemos dar la plata. Tenés que generar un CBU en el Banco Nación o en el Banco Povincia”, avisa uno de los empleados de ANSES a la persona de la fila que contó que vive en la calle

El inquilino del asfalto no tiene cuenta bancaria, tampoco los otros cuatro que lo preceden en la cola. Automáticamente, se va rumbo a la sucursal del Banco Nación ubicada en Plaza Italia. Allí lo esperan más personas que se encuentran en la misma situación. Algunos fueron al lugar a abrir su primera cuenta bancaria; otros tantos utilizan su umbral para dormir. 

“Creo que tendrían que fijarse el tema de las colas. Yo no sé usar la computadora, entonces no me pude inscribir por internet y tuve que venir acá -se queja uno de los que espera que lo dejen entrar al banco-. El tema es que para venir, yo tuve que dejar de trabajar. Yo junto cartón, metal, y una mañana perdida le duele bastante al bolsillo”. 

Mientras el hombre habla, otro que está más adelante lo escucha. Media hora más tarde, ese otro explica que tiene 30 años, que no tiene lugar donde dormir y que por eso necesita el refuerzo alimentario. 

“Yo vivo acá a unas cuadras, en Plaza Italia -comenta Silvia, otra de las que anhelan cobrar el bono-. Mi marido trabajaba en un taller en Mataderos. Cuando vino la pandemia, lo despidieron y no pudimos pagar más el alquiler. Ahora nadie nos quiere dar trabajo ¿Cómo salimos de la calle si nadie nos quiere dar laburo?”

Mientras tanto, la fila de ANSES sigue extendiéndose y se mezcla con la de las paradas de los colectivos. Todos miran impacientemente hacia la puerta, mientras un empleado de la oficina recorre la cola respondiendo preguntas e intentando espantar a los reporteros gráficos que retratan el escenario. 

“Lo que pasa es que no quieren mostrar que hay tanta gente necesitando esta ayuda -opina Manuel, un albañil de 29 años que faltó a su trabajo para poder acercarse hasta el edificio público-. La plata que nos dan son monedas y de acá a diciembre, cuando se cobra la segunda cuota, nos va a alcanzar para menos cosas. Pero bueno, peor es nada. Mis compañeros también querían venir, pero no los dejaron porque alguien tenía que seguir la obra. Todos estamos en negro y cobramos una miseria. Yo falté porque si no, no tengo cómo darle de comer a mis nenes.”

Una y otra vez, los minutos de espera son definidos como tiempo quitado para el trabajo. Y en la economía informal, donde el sueldo es un anhelo y los derechos una utopía, cada segundo que se le dedica a otra cosa que no sea conseguir dinero, significa alejarse un centímetro más del plato de comida. 

Es una realidad que afecta a todos los pobres del país, pero sobre todo a quienes recibirán el bono alimentario. Para poder cobrar el llamado popularmente “IFE 5”, no se pueden percibir jubilaciones ni pensiones; prestaciones por desempleo; no estar inscriptos en el Pla Potenciar Trabajo, ni ser beneficiario de Becas Progresar, Asignación por Embarazo o ni ningún programa social. El bono no es para los que se encuentran en los márgenes del sistema, es para los que están aferrados con las uñas para evitar la caída. 

Nadie repara que a pocas cuadras de la Sociedad Rural, quizá el máximo símbolo de la producción alimentaria argentina, hay personas haciendo cola para poder comer.

“A mí lo que me da miedo es lo que viene después de esto. En su momento sacaron cuatro IFE y después se olvidaron de nosotros. La ayuda está muy bien, pero no podemos vivir eternamente en la calle, por más de que nos regalen plata -declara José Luis-. Uno va a pedir ayuda al Gobierno de la Ciudad y la policía te amenaza. El Gobierno nacional te tira dos pesos y después se olvida. Nadie nos ve a nosotros, somos invisibles.”

Mientras habla, el hombre sostiene un bolso. Ahí dentro están sus únicas pertenencias: una campera, un jarrito de metal, una botella de agua, una sábana sucia y una gorra. Él duerme en la parada de la línea 60 del Metrobus. Su cama es el suelo, porque los asientos fueron construidos especialmente para que tipos como él no puedan acostarse. Contra él no conspira solo el sistema económico y social imperante, sino también la arquitectura diseñada por un Gobierno que no quiere pobres durmiendo en la calle pero no les ofrece salidas dignas a la indigencia. 

Para las once de la mañana, quedan cinco personas esperando. Si cumplen con los requisitos, se sumarán a los más de 800 mil argentinos que ya fueron aprobados de los más de dos millones estimados que podrían obtener el bono. La primera cuota se cobrará el 14 de noviembre, mientras que la segunda se depositará en diciembre. Todo sea por una Navidad en ¿paz?

Cada vez más gente vive en la calle

Cada vez más gente vive en la calle

“Cada vez vemos más gente, no solamente por los que vienen a dormir acá, sino también los que duermen afuera. Porque aunque estamos en el hogar, conocemos lo que es andar sin techo”, cuenta Jorge Franco Daniel, coordinador del Centro de Integración Monteagudo y uno de los 114 hombres en situación de calle que viven allí. “Son muchos los que vienen a buscar refugio pero ya no tenemos más lugar”, se resigna.

El presidente de Médicos del Mundo de Argentina, Gonzalo Basile, habla de un incremento del 15 al 20 por ciento en los últimos dos años. Desde 2002, mediante el proyecto “Salud en la calle”, la organización brinda atención básica a la gente que vive en la calle (o de ella) como única opción, que no tiene una vivienda permanente o que está en riesgo de desalojo. Llevan contabilizadas más de 16 mil personas sin techo pero aún no pueden dar un número final.

El pasado 8 de junio, Radio Nacional consultó al funcionario de la Subsecretaría de Fortalecimiento Familiar y Comunitario de la Ciudad, Maximiliano Corach, sobre un censo realizado en abril por el gobierno porteño. Corach sostuvo que “desde hace cinco años la cifra se viene manteniendo estable, entre 800 y 850 personas”. Este número, que ya había sido repetido en varios medios, corresponde a una circular emitida desde el Área de Prensa del Ministerio de Hábitat y Desarrollo Humano que conduce Guadalupe Tagliaferri. El documento no reúne los requisitos mínimos para ser considerado un censo, a pesar de que la ley N° 3706, que ampara los derechos de las personas en situación de calle o en riesgo de serlo, prevé que deben realizarse relevamientos anuales con información desagregada que posibilite un diagnóstico y fijar políticas puntuales para los distintos subgrupos.

“Son muchos los que vienen a buscar refugio pero ya no tenemos más lugar”, se resigna Jorge Franco Daniel, coordinador del Centro de Integración Monteagudo.

El Centro de Integración Frida alberga 40 mujeres con sus hijos. Su coordinadora, Florencia Montes Páez, aclara que lo que hace el Gobierno “no es un censo sino un conteo”, y explica: “Es sesgado porque preguntan si la persona tiene un consumo problemático, lo cual es irrisorio porque nadie va a contestar sinceramente. Y además no contempla la categoría de la ley, porque no se censan a los que están en hoteles, hogares o paradores”. Esto último lo confirma el propio informe del censo 2014, emitido por el Ministerio de Hábitat y Desarrollo Humano: “No serán relevadas aquellas personas y/o grupos familiares que se encuentren alojadas en alguna de las entidades gubernamentales y no gubernamentales que atiendan a esta población (léase Hogares y Paradores)”.

En el lanzamiento del Operativo Frío, a principios de junio, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta anunció la participación de 700 profesionales (más la asistencia de Defensa Civil, el SAME y la Cruz Roja) y la disponibilidad de 1.800 plazas para albergar a la gente en situación de calle. Todo ello supondría un trato casi personalizado para las 850 personas que mencionó Corach y más de dos camas para cada una, además de la frazada, el plato de comida y el lugar seco y caliente donde higienizarse que supuestamente ofrece el Operativo.

La voz de los sin techo

“El Operativo Frío se pone en marcha a partir de los cinco grados. O sea señor indigente, si usted está en la calle y hay seis grados de sensación térmica se puede morir de frío y no lo van a recoger hasta que haga un grado menos”, ironiza Fernando Romero, conductor de La voz de la calle, un programa de radio realizado por personas en situación de calle que ejercen su derecho a comunicar.

El programa se transmite desde hace más de cuatro años por Radio Sur, una emisora comunitaria de Parque Patricios ubicada a cuatro cuadras de la sede del Poder Ejecutivo porteño y a dos del hogar Monteagudo, donde duermen todos los miembros del equipo de La voz de la calle.

Es lunes y dentro del estudio la temperatura supera los 20 grados. A las 21 puntual la operadora le hace una seña a Romero, quien saluda a la audiencia y a la mesa que lo acompaña. Son Carlos Etcheverry, Gerardo Luis Salinas, Celso Alicaye y Juan Deal. Afuera hace cada vez más frío. Por el micrófono se filtra alguna tos. Es radio en vivo y todo vale.

La voz de la calle es un programa de radio realizado por personas en situación de calle que ejercen su derecho a comunicar.

Todo comenzó cuando Etcheverry y Salinas decidieron hacer un curso de periodismo y allí participaron en la realización de la revista Nunca es tarde, de la ONG Proyecto7, produciendo sus propias notas a lo largo de las siete ediciones que se lanzaron. Después se siguieron capacitando en un taller de radio y finalmente, el 5 de enero del 2012, comenzaron con La voz de la calle.

En sus inicios mezclaban noticias con radioteatros. Así fue como se sumó Alicaye, guionista de una de las piezas y escritor de algunos textos que se leen al comienzo del programa. “Es mi primera experiencia en radio. Como yo escribo poesías, se las daba a Fernando (Romero) y él las leía. Así empecé a participar. Y ahora me estoy animando un poco más porque empecé a hacer un taller de radio”, cuenta.

El programa vuelve después de la tanda. Cada integrante del equipo tiene entre manos información para aportar pero esperan la iniciativa del conductor que maneja con naturalidad los tiempos del aire. “Me llaman calle, calle de noche, calle de día”, canta Manu Chao cada vez más bajito.

Desidia estatal

Un informe de 2014 de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad (DGEyC)  revela que 2.915 personas sin techo recibieron ese año asistencia habitacional. Sin embargo, no detallan nada en concreto acerca de la gente que quedó en situación de calle. Desde la DGEyC comunicaron que no tienen datos censales porque el programa Buenos Aires Presente (BAP) no los proporciona.

Trabajadores del BAP, mientras tanto, afirman que ellos “solamente lo ejecutan”. “La información la tiene el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat porque es el organismo que tiene la obligación de llevarlo adelante todos los años. El censo de este año lo hicimos en abril y todavía no hay resultados porque no los publican”.

Todo comenzó cuando Etcheverry y Salinas decidieron hacer un curso de periodismo y allí participaron en la realización de la revista Nunca es tarde, de la ONG Proyecto7, produciendo sus propias notas .

También sostienen que “la encuesta que utilizan todos los años para el censo sirve para recabar datos sobre la persona y criminalizar la pobreza. La idea parece estigmatizar a la persona que vive en la calle y no preguntarle, por ejemplo, qué asistencia recibe cuando ingresa a un hospital público o cómo se siente cuando regresa a un parador”. Sobre el censo de este año, cuentan que debió realizarse bajo lluvia en tan solo tres horas en todo el territorio de la Ciudad de Buenos Aires. “Los que trabajamos con esta población sabemos que estos días son especiales porque la gente busca un techo en donde resguardarse”.

La normativa establece que es deber del Estado trabajar en conjunto con las instituciones de la sociedad civil “en la elaboración, diseño y evaluación continua de la política pública”. No obstante, este año no se convocó a ninguna. “Fueron pocas las veces que llamaron a alguna organización”, señalan desde el BAP.

“Hay sólo cinco móviles para atender la situación de calle de toda la ciudad. El BAP es un servicio de emergencia pero no está funcionando como tal. Una persona puede esperar tres días hasta que un móvil llegue hasta ahí. El programa es criticado porque se labura mal y eso es una realidad. Está vaciado, han despedido compañeros y no cuenta con los recursos necesarios para afrontar esta problemática”, explican sus trabajadores.

“Nosotros nos llevamos bien con personas del BAP, pero como institución no es eficiente. Por ejemplo, para que atiendan a uno de nuestros pibes tiene que estar en la calle, porque no entran a la escuela. Los pibes nos dicen `no quiero estar más ahí afuera, hace frío´, entonces llamamos al BAP y el pibe tiene que esperar a lo mejor cinco horas en la vereda hasta que vengan”, cuenta Lila Wolman, maestra del Instituto Educativo Isauro Arancibia para chicos y chicas en situación de calle.

Por el Isauro Arancibia pasan un promedio de 300 chicos y chicas por día. “En los últimos años incrementó la cantidad. A pesar de las políticas públicas que hay como la Asignación Universal, por ejemplo, a nuestros pibes no les toca porque no tienen documento, no pueden formalizar el pedido. Muy poquitos logramos que lo cobren. La realidad que nosotros vemos es que no hay políticas públicas destinadas a esta población”, reflexiona Wolman.

Un informe de 2014 de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad (DGEyC) revela que 2.915 personas sin techo recibieron ese año asistencia habitacional.

Para Florencia Montes Páez, la coordinadora del hogar Frida, la problemática de la situación de calle está asociada a muchas otras: “También está la pobreza, el consumo de sustancias, la violencia de género, la explotación sexual. Nosotras trabajamos el fortalecimiento de las compañeras, pero hay mucha discriminación. Algunas logran salir adelante pero después quieren buscar laburo y no hay. O quieren alquilar y nadie les alquila. Por eso, cuando logran salir y armar algo nuevo, el acompañamiento tiene que ser muy fuerte para amortiguar la violencia de afuera”.

 

Actualizada 19/07/2016