Un museo vivo

Un museo vivo

IMPA, una fábrica recuperada por sus trabajadores, que se transformó en un centro de iniciativas culturales, una escuela primaria, un bachillerato, la Universidad de los Trabajadores y ahora también en un Museo de la Cultura del Trabajo. Ruido de maquinarias, aromas a tintas y obreros con mamelucos son parte de la muestra.

Martillazos y el ruido metálico de máquinas en acción. Esos son los primeros sonidos que se escuchan al atravesar el portón del Museo IMPA. En vez del silencio reflexivo, retumba la sinfonía descoordinada de las tapadoras y los engranajes. En vez de vitrinas que cubren las máquinas casi centenarias, están sus trabajadores manipulándolas, sacando nuevos pomos de aluminio al mundo. En vez de la pulcritud brillante, la tinta y el esmalte embarran el piso de este museo.

Aquella cristalización de la cultura de la que hablaba el historiador británico Peter Burke cuando se refería a la tradición convertida en museo entra en conflicto con el proyecto de IMPA. ¿Hay lugar, entonces, para algo más que historia muerta en un museo? “Este museo tiene que ver con lo vivo, porque estamos en un espacio donde todo el tiempo estamos produciendo”, abre las puertas Vanesa Zito Lema, socióloga y responsable del área de Relaciones Institucionales del espacio autogestivo.

Sobre Querandíes al 4288, en pleno barrio porteño de Almagro, Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentina (IMPA) es sede desde hace tiempo de diferentes iniciativas, como Barricada TV,  las Ferias del Libro Independiente y de espectáculos culturales como la ópera proletaria de Lírica Lado B. Así también, la fábrica alberga proyectos cooperativos y autogestionados: un centro cultural, un bachillerato popular, una escuela primaria, la Universidad de los Trabajadores y el Museo de la Cultura del Trabajo y la Identidad Obrera. Su fachada insoslayable está cubierta de dibujos y letras grandes que rezan: “Cultura, Trabajo, Resistencia, Educación”.

“Es el ruido, el olor, los colores, los movimientos. Por eso nosotros siempre decimos que es un museo vivo’”, cuenta Margarita Robertazzi, directora del espacio, mientras avanza por la fábrica. Enseguida advierte que esta no es una calificación museológica: “Todos los museólogos nos dicen que eso no existe. ¡Yo los invito a conocerlo!”.

“Este museo tiene que ver con lo vivo», describe Vanesa Zito Lema.

Ocupar, resistir y producir

A finales de 1997, ante una crisis galopante que derivó en una política de vaciamiento, comenzó la ocupación. La toma, que duró unos cuantos meses sin gas ni luz, contó con la amenaza de desalojo de la policía e intentos de espionaje, pero también con el apoyo de los vecinos y vecinas que se acercaban a colaborar.

Es al año siguiente que el conflicto se resolvió en la conformación de la fábrica como Empresa Recuperada por sus Trabajadores (ERT), y se inscribió formalmente bajo el nombre de Cooperativa 22 de Mayo”. Finalmente, en 2015, momentos antes de la asunción del macrismo, IMPA obtuvo la aprobación de la Ley Nacional de Expropiación Definitiva.

Por los vidrios esmerilados se filtra poco sol, compensado por tubos de luz fría. Tapia maneja la máquina prensapomos de memoria, con los ojos cerrados. Los pomos de aluminio salen escupidos uno atrás de otro por un tobogán metálico. Después, con Vera y Cejas, llega el embellecimiento: su máquina se encarga de pulir, cortar, ajustar el diámetro y hacer el control de calidad.

Trabajaba en una imprenta hasta que me echaron. Una compañera de trabajo me dijo: Mirá, tengo a mi primo que trabaja en una fábrica, y me hizo el contacto. Yo estaba estudiando para ser tornero mecánico, trabajé arriba en la parte mecánica, en preparación. Antes hacíamos bandejas para comida. Ahora no las hacemos más y me tuve que venir acá en la producción de los pomos”, explica Carlos Hessling, quien comenzó a trabajar en IMPA exactamente hace 44 años.

El recorrido por el museo avanza esquivando a los trabajadores mientras realizan sus tareas. Su misma presencia se vive como una experiencia performática en medio de las instalaciones de la fábrica acompañada por sus ruidos, olores y movimiento.

Según los trabajadores, el objetivo de hacer un museo fue crear un espacio donde se pudiera mostrar la lucha de las empresas recuperadas: Poder narrar la historia desde la memoria social, recuperar las voces de los sectores que generalmente son silenciados, invisibilizados”, explica Zito Lema.

Un grupo de seis investigadores de distintas disciplinas, que eran parte de la Universidad de los Trabajadores, comenzaron a organizar lo que luego sería el Museo IMPA. Nos pareció importante recuperar la historia, conocerla. Los y las trabajadoras aceptaron la idea con los brazos abiertos y comenzamos con las entrevistas”, señala la socióloga.

Un proyecto comunitario

Desde 2011 y hasta 2020, el museo funcionó en una parte de la planta baja en desuso. Durante la pandemia del covid-19, en su carácter de fábrica recuperada, IMPA se vio afectada por la difícil situación económica del país y sufrió algunas reestructuraciones. Además de tener que adquirir un generador por la falta de electricidad, el museo tuvo que modificarse. Es una historia que en realidad no se cierra nunca, sino que todo el tiempo se va repensando. Se rearma el guion a partir de lo que los propios trabajadores van trayendo a la historia. Porque es su propia historia, laboral y familiar”, cuenta Zito Lema.

En la medida en que las piezas se modifican, se cambian, se aumentan las colecciones, uno podría preguntarse qué museo no está vivo”, plantea Sandra Escudero, antropóloga especialista en Museología, y agrega: Si bien se puede discutir si es o no relevante la terminología de vivo, la experiencia de IMPA puede definirse sin dudas como un museo”.

Según el Consejo Internacional de los Museos (ICOM), un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad.

A partir de la década de 1960 entran en crisis un montón de cosas, entre ellas, el modelo del museo tradicional. De ahí surgen los museos comunitarios. Su idea base está en una gestión comunitaria, de manera participativa: qué se va a mostrar y cómo o qué se va a coleccionar se piensa comunitariamente”, explica Escudero. Aunque cada experiencia comunitaria tiene sus matices, lo que nunca se deja de lado es el hecho de que tiene que ser participativo de la comunidad. En ese sentido IMPA es además un museo comunitario”, resalta.

Fábrica de ideas

Zito Lema cuenta que, al cabo de un tiempo de la creación del museo, comenzaron a llegar a la fábrica muchos pedidos de escuelas para hacer visitas guiadas: Entonces empezamos a armar, a partir de la investigación que hicimos con los trabajadores, un guión museológico para narrarle la historia de IMPA a los chicos”.
La escuela y el museo funcionan en conjunto como dos aparatos del Estado moderno”, afirma Escudero, y agrega: En la mayoría de escuelas, cuando hacen visitas a museos te llevan al museo tradicional, al que te disciplina en la historia oficial. Los museos comunitarios rompen un poco con eso: la gente de la comunidad es la que lo sostiene y sus objetos están vivos, no son esa cosa sacrosanta atrás de la vitrina. Los objetos se usan y circulan”.

«Durante el recorrido, la gente está trabajando», cuenta Margarita Robertazzi, directora del espacio.

En este sentido, como directora del museo, Robertazzi coincide: Durante la recorrida, la gente está trabajando. Los museos memoriales no son así, porque en general lo que conservan es lo edilicio. Conservan el campo y adentro está el museo. Pero nadie está trabajando al mismo tiempo que hay un museo. Por eso lo llamamos museo vivo’”.

La recorrida se detiene en medio del primer piso de la fábrica, donde se abre un pozo de aire y luz. En contraste con la oscuridad del interior, el patio se luce con sus pintadas de colores llamativos, fileteados que intervienen las escaleras, retratos del Diego y del Gauchito Gil, murales de los trabajadores y viejos tachos de tambos que hacen las veces de macetas para un sinfín de plantitas y flores. En este espacio se sintetiza la idea de IMPA que muchos definen como una fábrica de ideas. Acá se ven los atravesamientos centrales de su identidad: la producción, la cultura y la educación”, cierra Zito Lema.

Barricada en el aire

Barricada en el aire

«Faltan cinco minutos para salir al aire, vamos a arrancar con la cámara dos. Hagamos silencio porque se escucha todo. Lu, vos pasá la imagen a este monitor, y los títulos de las noticias», luego de decir esto, Natalia Vinelli –pionera de los medios alternativos- se concentró en su pantalla y comenzó a indicar por el micrófono los encuadres para las cámaras del piso de grabación. Los demás en el estudio hablaban entre sí, ya estaban expectantes del comienzo, y sacaban fotos para recordar un momento histórico en la comunicación popular argentina. En el piso, los dos conductores del día se acomodaban, y repasaban los últimos detalles. «Un minuto para que Barricada TV salga al aire por primera vez», dijo luego Natalia, y miró al televisor que mostraba la programación que se estaba emitiendo, previo a la salida del noticiero. Sonrió, miró a dos de sus compañeros y les dijo: «Miren la calidad de la imagen y la titulación. Son unos genios, no lo puedo creer». Minutos más tarde, en el piso de grabación los camarógrafos escucharon por sus auriculares lo que Vinelli decía para todos los demás compañeros en la sala contigua, dirigiendo el programa a través de todos los monitores: «Tres, dos, uno, ¡al aire!»

Barricada TV es el canal alternativo, popular, autogestivo y de contrainformación que desde 2010 crea contenido con un enfoque diferente al de los medios comerciales, pero que sólo tenía alcance en el barrio de Almagro. Ayer por primera vez, después de años de trabajo y disputa pudo transmitir con alcance a toda la Ciudad de Buenos Aires (C.A.B.A) y el primer cordón del conurbano, desde el mismo estudio de siempre, ubicado en el cuarto piso de la primera fábrica recuperada del país, Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentina (IMPA). El equipo de Barricada había ganado el concurso para obtener la licencia en noviembre de 2015 dentro de la disposición de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual de distribuir el 33 por ciento del espectro radioeléctrico para medios sin fines de lucro. También la obtuvieron otros dos medios, Urbana Tevé (también en C.A.B.A) y Pares TV (en Luján). Sin embargo, durante 2016, canal trece utilizó en carácter experimental la frecuencia que había sido asignada a las emisoras sin fines de lucro  (canal 33.1 y 33.2 respectivamente) por lo que la transmisión se interfería. Después de un año de reclamos y lucha en las calles, los canales concursados fueron reasignados al canal 32.

equipos técnicos de edición.

Barricada TV es el canal alternativo, popular, autogestivo y de contrainformación que desde 2010 crea contenido con un enfoque diferente al de los medios comerciales, pero que sólo tenía alcance en el barrio de Almagro.

Natalia Vinelli fue quien dio comienzo a Barricada TV. En diálogo con ANCCOM hizo un balance del proceso del proyecto: «Hoy es la maduración de años de trabajo. Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en cómo surgió todo es una frase: ‘piqueteros violentos’. Eso es lo que decían los medios de comunicación en la segunda mitad de los años ’90, y en las postrimerías de 2001, del movimiento piquetero de trabajadores desocupados. En cambio, ¿qué decían ellos? salían a las calles a cantar ‘piqueteros carajo’. Ese canto tenía que ver con una autoafirmación, ‘somos nosotros, estamos acá’. Barricada TV surge en ese contexto como idea de recuperar y acompañar esa palabra afirmativa de los sectores que no tienen representación en los medios tradicionales».

Cuando terminó el primer bloque, las caras se distendieron. Los conductores Lucía Maccagno e Ignacio Etchart se acomodaban para no quedar fuera del encuadre de la cámara. Ellos no serán siempre los conductores, contó Lucía a ANCCOM, ya que la idea es que los roles circulen de manera equitativa. Cuestiones como estas las debaten en reuniones que tienen una vez a la semana, donde también discuten la agenda del noticiero. Ésta siempre está enfocada en los trabajadores, los derechos humanos, y aquellos temas relevantes que no salen en los medios comerciales. También buscan plantear preguntas nuevas sobre las coberturas que tienen en común con medios masivos, es decir, buscan el enfoque social, la cuestión de fondo. «El desafío es que cualquier vecino se quede viendo el programa y aunque piense diferente, le llegue otro discurso, otra realidad, y otra construcción de la noticia», explicó Lucía. Al tener un mayor alcance buscan llegar a más público a través de los formatos y lo estético, con una escenografía cuidada. Ésta fue realizada con maderas, chapas, entre otros elementos, por una cooperativa de diseño que funciona en la fábrica recuperada, ya que el equipo de Barricada quería que el espíritu IMPA esté en toda la programación. «La esencia no cambió, lo único que cambió es que se han vuelto mucho más profesionales», reflexionó Tomás Ortiz, quien volvió los días pasados a la parte técnica del canal después de unos años en los que no pudo participar en el proyecto Barricada por trabajo.

«Me va a agarrar un paro», dijo Natalia entre risas, en uno de los cortes. Ya para los últimos bloques, aparecían comentarios más eufóricos durante las propagandas. A las 21.03, Ignacio saludó a los televidentes y cerró con una frase que quedó resonando en todos y todas: «El que abandona no tiene premio». Ni bien salió la placa ‘Noticiero Barricada TV’ empezaron los aplausos en todo el estudio, que continuaron más tarde en el brindis.

En la puerta de salida del estudio hay un papel pegado, es un recordatorio técnico. Pero en realidad, podría decirse que resume la historia de Barricada TV: «¿Te vas? antes de salir apagá las luces y fijate en la computadora que estemos transmitiendo».

 

Actualizada 27/06/2017

La cultura, más allá del mercado

La cultura, más allá del mercado

Sobre una tela en el piso había cartas en tamaño de postal con diferentes dibujos abstractos, alrededor de un cartel que decía «Oráculo». La joven que estaba sentada las juntó formando el mazo, lo mezcló y luego tiró una de ellas: «Tiene que ver con la expresión, ofrecer los colores al mundo que se habita y que me habita, organizar los elementos del entorno a la manera propia. Es la tarjeta ‘innovar universos'», dijo Ruth Rajchenberg, la creadora de la obra. La carta parecía significar ese instante de la Feria del Libro Independiente dando su propio color, dándose el permiso de existir, de expresar algo más en la ciudad. La sede fue el espacio IMPA (Industria Metalúrgica y Plástico Argentina), la fábrica del barrio de Almagro recuperada por sus trabajadores en 1998, en la que se sigue fabricando aluminio y además funciona un centro cultural que brinda talleres, una radio y un canal de televisión, entre otras cosas.

La feria se realizó en la calle, mientras en el centro cultural sucedían obras de teatro y talleres, que acompañaron la programación de la feria. La FLIA, nombre que se le da por sus iniciales, comenzó en 2006 y se construyó como un colectivo de artistas y escritores que se reúnen para crear un espacio propio de intercambio y manifestación cultural sin patrocinadores y abierto para exponer y asistir. La muestra es gratuita y su fin es compartir pensamientos y arte popular y estimular que broten expresiones fuera del mercado editorial.

La feria se realizó en la calle, mientras en el centro cultural se sucedían obras de teatro y talleres que acompañaron la programación.

Mientras expositores y lectores se mezclaban entre las mesas, en los tres micrófonos dispuestos en el medio de la cuadra pasaban bandas a cantar, a hacer poesía, o monólogos. «Hay que meter a los chetos presos, el otro día pasé por un country y no se veía ninguna antena de DirecTV, se quejan de que no tienen dólares pero todos tienen Netflix. Los tienen que encerrar desde la cuna, para eso es Prosegur. Son así, nacen con el corazón con IVA. Ojo, que yo no odio los blancos de piel, odio los blancos de alma», narraba el actor Maxo Garrone, quien conoció la feria a partir de haber ido a otros eventos alternativos. También sonó rap con la banda Malos Modales: «Primero escucha, segundo lee, si comprende el mensaje te pregunto así se aprende y por ende es que hay tanta gente inconsciente, por la potencia mundial destructora de mentes, más conocida como Internet que pudrió rápidamente gran parte de este planeta».

El medio alternativo Radio Semilla FM 106.5 transmitió el evento en vivo, bajaron los equipos desde el cuarto piso del IMPA, donde funciona la radio, y esta vez la hicieron abierta en la calle. Pasaban escritores y escritoras a leer poemas, fragmentos de sus libros, y a contar sus proyectos, como fue el caso de Andrés Demichelis, quien habló de su proyecto Guía Té. La radio está relacionada con la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA), y durante los días de semana, de 10 a 12, tiene un programa llamado Enredando las mañanas que se emite, cada vez, en una radio distinta de las que integran la red. «Queremos que la radio se identifique con un variopinto de carácter popular, y no con algún sector específico. Buscamos no sólo transmitir la radio desde las cuatro paredes, sino darle participación a la gente que hace cosas y sobre todo que pelea, como el evento de hoy. Le diríamos que no a algún programa auspiciado por alguna marca, o a uno de política partidaria, más allá de lo que independientemente cada uno milite y piense, porque creemos que tiene que haber variedad, y no llegaríamos a cubrir todo», dijo a ANCCOM Juana Laguna, integrante del programa radial Gremiales.

La sede fue el espacio IMPA (Industria Metalúrgica y Plástico Argentina) la fábrica del barrio de Almagro recuperada por sus trabajadores .

La música y la radio en vivo se entremezclaban con las conversaciones de quienes paseaban mirando los libros. Había publicaciones de humor, infantiles, feministas; poemas, novelas, fanzines, entre otros. También había ediciones ilustradas con serigrafía, con tapas de cartón de cajas de ravioles, con plástico, con tela, y todo tipo de material artesanal y también en formato tradicional. «Escribimos desde la identidad que habitamos», dijo una integrante de la editorial Profundo, que además tiene varios libros de imágenes, por lo que despierta en ella la fotografía. Además de los libros, había comida vegana, billeteras artesanales, bolsos hechos con sachets, toallitas femeninas hechas con tela para ser reutilizables, entre otras cosas.

En la mesa de Queriendo ser colibrí, donde estaban los libros de cuentos y poemas de Sofia Zurueta, su hermano Joaquín Zurueta repartía volantes en apoyo a la campaña por la expropiación de la gráfica Madygraf, gestionada por sus trabajadores hace dos años. La fábrica logró media sanción de la expropiación en Diputados, pero los trabajadores aseguran que si la lucha no continúa se corre el riesgo de que pierda estado parlamentario, como ya pasó una vez, y se perderían doscientos puestos de trabajo.

Integrantes de Abanico de artistas caminaban maquillados y disfrazados entre los demás. Se trata de un grupo que se reúne a hacer poesía, stand up, teatro y baile los últimos sábados de cada mes en La casa de los chasquidos, en Villa Crespo. Como ellos, abundaban los artistas en la feria: la calle se convirtió en un gran escenario.

 

Actualizado 18/10/2016