Sin vacantes

Sin vacantes

En la Ciudad de Buenos Aires hay más de diez mil chicos que no cuentan con vacantes en escuelas públicas. La problemática, que afecta principalmente al nivel inicial, no encuentra respuestas por parte del Gobierno porteño. “El nivel inicial es uno de los más nuevos y requiere de una infraestructura muy especializada. El Ministerio (de Educación) no está construyendo la cantidad de jardines de infantes necesarios para cubrir esa demanda, por lo tanto todos los años luego de la inscripción online hay un montón de mamás que tienen que acudir a los jardines privados”, explica a ANCCOM Angélica Graciano, secretaria de Educación y Estadística de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE).

El colectivo Vacantes para Tod@s en las Escuelas Públicas es un grupo conformado en 2013 por madres, padres y docentes que sufrieron de cerca la problemática de falta de cupo. Realiza movilizaciones y festivales en solidaridad con las familias que no cuentan con vacantes para sus hijos, además de informar a los padres las vías de reclamo a las que pueden recurrir, compartir sus experiencias y brindar asesoramiento legal. Gabriela González, una de las referentes, asegura: “Cuando en 2013 se implementó por primera vez la inscripción online fue un desastre porque a partir de ahí esa relación pedagógica que existe entre la familia y la escuela se rompió y, políticamente, hay una clara intención de poner una línea, el sistema corta, dice acá no hay mas vacantes, cuando uno va a hablar con una directora, con las maestras, se abren otros canales, se acomodan los números”.

Además, ella afirma: “Hace muchísimos años que no se construyen escuelas en la Ciudad de Buenos Aires y la inscripción online lo que hace es evidenciar esta problemática que antes  resolvían los directores como podían. La inscripción online, además, generó una expectativa que no fue cubierta porque no hay escuelas”.

La escuela Nº 24 fue cerrada por su traslado a un nuevo edificio que aún no está habilitado.

Graciano, de UTE, dice en relación a la cantidad de chicos que se quedarían  sin su vacante en 2018: “El año pasado, por un pedido de informe de la legislatura el Ministerio de Educación. informó que había 11 mil vacantes faltantes y este año suponemos que son más. Todavía no está el número consolidado porque están  reubicando chicos, creemos que son más porque a medida que avanza la crisis y las familias tiene que salir a ampliar su cantidad de horas de trabajo la necesidad de los jardines es mayor.”

Karina Wainschenker  es mamá de Ivana, quien fue anotada por primera vez en un jardín para el ciclo lectivo 2017. “Vivíamos en Colegiales y mi hija quedó en lista de espera, hice el reclamo online como indicaba el sistema, obviamente pasó todo el año y no apareció ninguna vacante, tuvimos que anotarla entonces en un privado”, explica.  

Este año se mudaron a Villa Urquiza y Karina volvió a inscribir a Ivana para el ciclo lectivo 2018, esta vez en sala de dos, quien nuevamente quedó en lista de espera: “Fuimos a la escuela y era un nivel de desconcierto enorme, uno intentaba saber en qué puesto de la lista de espera estaba, qué posibilidades había de tener una vacante pero ocultaban esa información. Llevamos una carta de reclamo a la supervisión y fuimos al Ministerio de Educación a entregar una carta dirigida a la ministra. Ahora estamos en un proceso de amparo judicial”, agrega.

El artículo 24 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires dice que el Estado debe garantizar la escolaridad a partir de los 45 días de vida. “Se replica en supervisiones, en el Ministerio y en directores de escuelas el discurso falso de que es obligatoria la escolaridad a partir de los 4 años y entonces dicen que no tienen por qué resolver este tema antes”, afirma Karina, la mamá de Ivana, y añade: “Se manipula la información, desinforman y desconciertan a las personas que se van resignadas a sus casas y no saben que tienen este derecho constitucional en la ciudad que no está siendo cumplido.”

Por su parte Pablo Imen, director de Idelcoop-Fundación de Educación Cooperativa y docente e investigador de la UBA, advierte: «La falta de miles de vacantes en la ciudad es la contracara del compromiso verbal de crear tres mil jardines de infantes en todo el país. El neoliberalismo del siglo XXI, a diferencia del estilo más brutal y sincero de su antecesor del siglo XX, se caracteriza por un elevado nivel de cinismo». En el mismo sentido Graciano, de UTE, afirma: “Evidentemente la primera infancia no está en la prioridad de las políticas públicas de este gobierno”.

Natalia, docente de la escuela N° 6 del distrito 10, junto a su hija, quien no consiguió vacante.

González, del colectivo Vacantes para Tod@s, explica el funcionamiento de los centros de primera infancia (CPI) con los que se pretende sustituir a los jardines: “El gobierno construyó los CPI, que no dependen del Ministerio de Educación sino de Desarrollo Social, no tienen un proyecto pedagógico y donde están a cargo de los niños cuidadores que pueden o no ser docentes. Los CPI surgieron como una respuesta del Estado a un acuerdo que se hizo en sede judicial, son instituciones de cuidado pero no educativas” .

El eje de la problemática está para los padres en la falta de escuelas.  “La solución no es hacer reclamos ni ir atrás del proceso judicial para que te den la vacante, la solución es construir escuelas. Nuestros hijos no tienen vacantes y más allá de que yo haga el amparo y consiga una vacante para mi hija, hay miles de niños sin vacante. La escuela pública iguala oportunidades y en ese sentido creo que estamos ante un problema gravísimo” concluye Karina.

El fin del Fines

El fin del Fines

Otro golpe a la educación pública. A falta de tres días para comenzar las clases, con 40 inscriptos, los profesores y alumnos del colegio Héroes de Malvinas, ubicado en el barrio La Carbonilla, se enteraron de que la sede había sido cerrada. El establecimiento funcionaba desde hace seis años bajo el Plan de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (FINES) llegado al barrio por iniciativa de los propios vecinos y de la Asociación Civil Late Paternal. De esa escuela egresaron, en ese lapso, 300 alumnos mayores de 18 años. “No esperábamos el cierre, pero tampoco nos sorprendió. Es una postal de época”, dijo Gabriel Salomón presidente de Late Paternal.

De las 60 instituciones adheridas al Plan FINES en la Ciudad, ya son trece las sedes que han cerrado sus puertas en los barrios de La Paternal, Lugano, Boedo, Villa Soldati, Pompeya y San Telmo, afectando el trabajo de 80 docentes y la continuidad de los estudios de 500 alumnos. La situación se repite en el territorio bonaerense, con más de 50 escuelas rurales cerradas por el Gobierno de la provincia de Buenos Aires. Todo esto se suma al desmantelamiento de las políticas de integración social, implementadas por el gobierno anterior, como el Plan PROGRESAR y Conectar Igualdad que han disminuido notoriamente su alcance.

profesores y estudiantes del plan fines reunidos en reclamo por su cierre.

Trece instituciones adheridas al Plan FINES fueron cerradas en distintos barrios de la Ciudad.

La Carbonilla es un barrio que desde hace unos treinta años se emplazó donde antes funcionaba la distribución del carbón, dentro de La Paternal. Se encuentra a la vera de las vías del ferrocarril San Martín, y está organizada con una junta vecinal que cuenta con tres delegados electos, uno por cada sector. Los vecinos, junto con las organizaciones sociales y políticas lograron la normalización del barrio, la luminaria y el agua. “Antes no existíamos para nadie, ni para el Gobierno nacional, ni para el provincial o municipal. Tampoco figuraba en los mapas interactivos”, contó Salomón. Actualmente viven alrededor de 2.000 familias que hasta el año pasado contaban con un lugar propio donde recibir educación pública, gratuita e inclusiva. En Héroes de Malvinas, no sólo estudiaban niños, sino también adultos; hoy sólo funciona el nivel primario. Funciona en un edificio muy precario, donado por una vecina. La escuela se viste con tres mesas plegables y cuatro bancas largas, de madera, comprados por los habitantes del barrio. “Administrativamente funciona como una sucursal de una escuela secundaria, pero en la práctica es una escuela con la misma carga horaria y materias de cualquier Centro Educativo de Nivel Secundario (CENS) de la Ciudad de Buenos Aires, solo que no tenemos la estructura edilicia. Las materias se cursan de forma cuatrimestral, se obtiene un título oficial de perito mercantil con especialización en administración de empresas después de estudiar los tres años”, explicó Walter Onoratto, director, referente pedagógico y profesor de Historia de una de las trece sedes del FINES, que el gobierno porteño intenta cerrar.

En esta institución funcionaba un programa de alfabetización, terminalidad de primaria y secundaria. “Hay vecinos no solo de La Carbonilla sino también de La Paternal y otros barrios, que han cursado toda la escolaridad acá. Tenemos cuatro o cinco casos de personas que están cursando el CBC o están en los primeros años de una carrera universitaria. Así que el nivel de daño que se le hace a estas personas con el cierre, es muy grande”, afirmó Salomón.

Federico Campos tiene 27 años, dejó la escuela a los 17 tras repetir el último año de secundaria. Con mucho esfuerzo, después de una ardua jornada laboral como taxista, asistió todos los días a la escuela Héroes. «Vi un cartel en el barrio La Paternal y me decidí. Terminar la escuela era una cuenta pendiente para mí. Soy padre de familia, tengo una nena y en otro tipo de institución se me complicaba estudiar por una cuestión de horarios. El plan FINES te permitía acomodar los horarios, llegar un poco más tarde o si faltabas los compañeros te pasaban la tarea para ponerte al corriente, en ese sentido me sentí más contenido que en cualquier otra institución. Por eso cuando supe del cierre sentí tristeza y frustración, porque así como yo estoy terminando hay muchos en mi misma situación o mucho peor y no van a poder contar con esta herramienta», dijo. Empezó hace tres años y medio y hoy le queda una materia para recibirse. Federico Planea continuar con su formación académica por lo cual se ha inscripto en el programa UBA XXI (CBC a distancia) para hacer Ciencias Políticas.

imagen de un cartel sobre una pared que dice "escuela primaria, escuela secundaria para adultos - plan fines". en la foto se ve la puerta de la sede y un perro

Desde el Gobierno de la Ciudad, la primera excusa para cerrar la secundaria fue que Nación no mandaba el dinero para sostener la escuela.

Por ahora, la única batalla que ganaron en la lucha contra el cierre de Héroes de Malvinas es que aquellos que adeudan unas pocas materias puedan rendirlas para finalizar el secundario y obtener el título. Pero aquellos que estaban en primero o segundo año, por el momento, han quedado a la deriva con expectativas de ser reubicados. “Desde la Dirección de Adultos del Ministerio de Educación, la primera excusa que nos dieron para cerrar la secundaria fue que Nación no les mandaba el dinero para sostener la escuela, pero la realidad es que no ponen ni las tizas para el pizarrón”, detalló Salomón indignado. Los docentes van a concurso pero solo toman horas, no gozan de aguinaldo ni vacaciones, es decir que cuando termina la cursada en diciembre no cobran hasta el comienzo del nuevo cuatrimestre. “Estamos precarizados pero seguimos enseñando por amor a la profesión”, manifestó Onoratto. “No sabemos cuál es el criterio que utilizaron para definir qué escuelas permanecerán abiertas y cuáles cerradas. En las cercanías hay una sola sede, a unas 10 o 15 cuadras, pero el título que ofrecen es en otra especialidad y tienen un horario limitado de 10 a 14 que resulta inaccesible para la gente que viene después de trabajar y que tienen además una familia que atender”, evaluó Salomón.

Onoratto explicó que el Plan FINES significó mucho para el barrio porque además de brindarle educación a los jóvenes permitió la unión entre el barrio La Paternal y La Carbonilla, que por cuestiones sociales y de prejuicios estaban desvinculados. “Siento mucha tristeza, porque tuvimos que hacer todo de la nada. Con ayuda de la gente, de la sociedad civil, los vecinos y profesores pusimos el cuerpo. Es una angustia tremenda, tantos años de trabajo y todavía no sabemos qué va a suceder”, confesó el director, a punto de quebrarse.

Gladys Noemí Contreras, es de la zona sur de Buenos Aires y cursó los tres años de secundaria en esta escuela. En el 2015 comenzó sus estudios en Héroes de Malvinas, porque había conseguido un trabajo cerca. Al año siguiente perdió ese empleo, pero continuó en la escuela. Trabajaba de día y de noche asistía al curso, a veces con lluvia, también con frío. Contó que comía en el colectivo para llegar a tiempo a las clases. «El Plan FINES me vino bien porque entrar a los 50 años a la secundaria común me daba resquemor. Pero acá había chicos de todas las edades, mucho compañerismo. Creo que me ayudó un montón, estoy más desenvuelta». Con respecto al cese del FINES planteó que le dio lástima porque se le cerrarían las puertas a personas como ella, que tienen problemas con los horarios laborales para asistir a otras instituciones.

Para Onoratto, el Plan FINES permite una cercanía con los estudiantes, que la frialdad de las escuelas regulares lo dificulta. “Uno se entera de los problemas que tienen los alumnos, de lo que les cuesta venir a estudiar, e intenta incentivarlos. Pero para la gran mayoría de la población de la Ciudad de Buenos Aires el Plan FINES es una mala palabra, está mal visto. Sólo lo ven bien quienes conocen el proyecto, los profesores que trabajan ahí y quienes han podido estudiar gracias a él. Esto se lo debemos a pseudo periodistas que han basado una campaña electoral defenestrando el Plan, diciendo que era un título express y que los profesores no son profesores. Pero no es así, hay que estudiar tres años para recibirse, los profesores deben concursar para dar clases, como en cualquier otra escuela”, explicó.

La gran mayoría de los profesores de Héroes de Malvinas fueron reubicados en otras sedes del Plan FINES. Pero los alumnos son los que se ven más afectados porque es más difícil reubicarlos en otras sedes que cuenten con el mismo plan de estudios, para que no tengan que empezar de cero. “Además se estaría rompiendo con un ambiente familiar en el que están tranquilos y se sienten cómodos. Hay muchas cosas que pasan por la cabeza de las personas mayores cuando retoman sus estudios, tienen miedo que los carguen, que los molesten, se sienten disminuidos. La misma sociedad nos inculca que si tenés 40 o 50 años y estas estudiando para terminar la secundaria es porque no hiciste las cosas bien. Y no es así, les pudieron pasar mil cosas en la vida, cada uno tiene sus razones. Si su tiempo de estudiar es ahora, hay que ayudarlos a que se puedan graduar”, concluyó.

imagen de 5 miembros en la puerta del centro comunitario "Irene Bellocchio" con un cartel que dice "no al cierre del plan fines".

El Plan FINES, además de brindar educación a los jóvenes del barrion permitió la unión de los barrios La Paternal y La Carbonilla.

Alejandro Pérez es profesor de Biología y Educación para la Salud, comenzó a trabajar en el FINES de la escuela Héroes de Malvinas en el segundo cuatrimestre del 2017, por inquietud personal y búsqueda de nuevas fuentes de trabajo. Tiene una doble visión de la educación para adultos debido a que es profesor en escuelas regulares diurnas y nocturnas. “Si bien el plan FINES corre en paralelo con las escuelas regulares, las segundas apuntan a otro público que no pudo terminar a tiempo la secundaria, mientras que el FINES es para personas más grandes. Empezó como un plan para ayudar a terminar el secundario a los jóvenes, pero luego se abrió la posibilidad de dictarlo no solo en escuelas, sino también en sociedades barriales, de fomento, instituciones religiosas y organismos públicos nacionales y municipales que le brindó una oportunidad de estudiar y progresar en sus carreras profesionales a los sectores populares”, explicó Pérez. “Los chicos que van a las escuelas nocturnas son cada vez más jóvenes -agregó-. Cuando yo arranqué a dar clases tenía 26 años y mis alumnos la misma edad, ahora que tengo más del doble los chicos tienen 16 y 18 años. Por otro lado, en los colegios diurnos se da el fenómeno de la sobreedad. Hoy nos encontramos con chicos de la edad de cuarto o quinto año en primero”.  

La principal diferencia que encuentra Alejandro entre la escuela regular y el FINES es que los alumnos quieren ser alumnos. “Uno llega y los encuentra con las carpetas abiertas y lapicera en mano. La actitud de querer aprender, eso lo valoro mucho, sobre todo en esta sede. La gente viene de trabajar tanto del barrio como de las afueras, con un pasado y presente complejo, problemas de salud o de adicciones, vienen, se sientan y quieren escuchar e insertarse en la sociedad, mientras que muchos de los alumnos de la escuela regular están atados a la celumanía y a la dependencia tecnológica. Con la gente grande hay vivencias en común por más que no tengamos la misma edad, hay un ida y vuelta en el aprendizaje”.

Camila Valsano es del barrio La Paternal, tiene 22 años y dejó la escuela cuando estaba en quinto año de secundaria porque empezó a trabajar. Comenzó el plan FINES en 2015 para terminar sus estudios, pero quedó embarazada y volvió a dejar. Hoy se encuentra dando las últimas materias para recibirse y proyecta una carrera en educación especial. «Me sorprendió la noticia y me dolió porque sé el esfuerzo que hicieron para abrir esto, lo viví desde adentro y puedo decir que el ambiente que se generaba era muy lindo, tanto con mis compañeros como con los profesores. El vínculo entre profesor y alumno que tuve en este lugar, no lo tuve en ninguna otra escuela. La motivación que te daban para que rindas, para que no bajes los brazos. Por eso no quiero que esto se cierre. Conozco muchos chicos que tenían la intención de inscribirse y ahora no van a poder hacerlo. Les están sacando la posibilidad de que terminen sus estudios, les están quitando ese derecho».

imagen de una mesa dentro de la sede. hay una cartel que dice "no al cierre del plan fines de la paternal".

El cierre del Plan Fines implica sacarle una herramienta más a los sectores populares y más vulnerables.

Juan Carrizo es otro de los ejemplos que enorgullece a los profesores, directivos y a sus propios compañeros. Cumplió 26 años y egresó del FINES hace un año y medio. El año pasado finalizó el CBC de Abogacía y actualmente cursa las primeras materias de la carrera. «El plan FINES llegó a mi vida en un contexto bastante particular. Había sufrido un accidente bastante difícil que me dejó en silla de ruedas y un día me dije tengo que hacer algo para estar más activo. En un local a dos cuadras de mi casa vi un cartel que anunciaba la apertura de las inscripciones y me decidí. Fueron dos años y medio de trabajo que dieron sus frutos. El Plan FINES me abrió muchas puertas, si bien las bases del secundario que tenía no eran malas, no llegaba al conocimiento que necesita una persona como ciudadano y creo que el FINES fue una herramienta de inserción social y académica. No hay nada más lindo que sentirse parte», confesó Juan, quien también lamenta el cierre del plan debido a que muchos jóvenes con sus mismas inquietudes y necesidades van a quedar varados. «Es una herramienta que se les saca una vez más a los sectores populares y más vulnerables. Espero que den marcha atrás con el cierre, que entiendan que acá hay gente que estudia y otra que trabaja, de forma precarizada y hacen todo a pulmón», agregó.

Pérez como el resto de los profesores se enteró del cierre vía correo electrónico, tres días antes de empezar las clases. Las medidas que se tomaron fueron abrir los contactos de los docentes que se quedaron sin trabajo al resto de las sedes del plan FINES, para que puedan ser reubicados, pero no se abrieron nuevas sedes. “En mi caso tuve la suerte de que quedó una vacante en otra sede, similar a la de La Carbonilla, en una sociedad de fomento del Barrio 15, llamada El Elefante Blanco. Sin embargo, quienes se vieron más perjudicados son aquellos docentes que se volcaron exclusivamente a la educación en el plan FINES, porque yo soy profesor de escuelas regulares diurnas y nocturnas. Y el alumnado no sabe a dónde ir ahora. Lamentablemente se está empujando a la gente al desestimulo de terminar el secundario. Mi temor es que los cambios que está implementando el Gobierno, como el cierre del plan FINES, llegue a un punto sin retorno”, concluyó.  

Sí a la Plaza Clemente, no al shopping

Sí a la Plaza Clemente, no al shopping

Cientos de vecinos del barrio de Colegiales realizaron el último sábado un festival en la esquina de Concepción Arenal y Conde en defensa de la Plaza Clemente. El predio está catalogado en el Código de Planeamiento Urbano como Urbanización parque, es decir espacio verde de uso público. Sin embargo, un cartel de obra anuncia la construcción de cocheras subterráneas y locales comerciales.

El evento fue organizado por un grupo de vecinos autoconvocados que desde hace años esperan que el gobierno porteño cumpla la ley y construya la Plaza Clemente. “El Gobierno de la Ciudad incumple las dos leyes que establecen que acá tiene que haber una plaza. Una de esas leyes es la reforma del Código de Planeamiento Urbano que, entre las distintas zonificaciones que establece en toda la ciudad, habla específicamente de este predio y lo designa como urbanización parque, y la otra es una ley de la legislatura votada por unanimidad en el año 2013 que decidió que esta plaza se llame Clemente en homenaje a Caloi”, explicó Ernesto Golomb, vecino de Colegiales.

Las sombras de Tute y Rep se proyectan sobre el mural donde pintan la figura de Clemente, personaje histórico de Caloi.

En acción: Tute y Rep realizaron grandes dibujos de Clemente sobre los carteles que rodean el predio.

Durante el festival hubo música en vivo, actividades participativas para chicos e intervenciones artísticas de distintos dibujantes. Los vecinos organizaron además una colecta de alimentos no perecederos para, a través del grupo Mafalda Consciente, donar aquellos a distintos comedores.

Reconocidos dibujantes como Tute y Rep realizaron sobre los carteles que rodean el predio grandes dibujos cuya figura principal fue Clemente, la creación de Caloi, padre del primero de los artistas mencionados. Tute, quien fue además unos de los principales difusores del evento, destacó: “Fundamentalmente lo que acá se está exigiendo es que se cumpla con una ley votada en la legislatura porteña en el año 2007, estamos reclamando que se construya la Plaza Clemente y que se desanden los pasos de la idea de poner acá un centro comercial con un estacionamiento subterráneo. Desde lo personal el reclamo es no solo como habitante de la ciudad de Buenos Aires sino también como hijo de Caloi, que es el homenajeado en esta plaza”.

Una de las vecinas exhibe lo que debería ser la Plaza Clemente.

Maquetas hechas por los mismos vecinos ilustraban lo que debería ser el predio según la ley y en lo que se convertiría con el proyecto licitado. “La idea del gobierno es construir dos grandes bloques de cemento con negocios a cielo abierto y arriba, como para justificar que esto sigue siendo urbanización parque, poner pasto en la terraza”, afirmó Graciela Magan mientras explicaba una de las maquetas.

Colectivos barriales, figuras artísticas y agrupaciones políticas diversas se hicieron presentes en el lugar para mostrar su apoyo al reclamo de los vecinos. “Hay una ley que explícitamente indica que acá se debe construir una plaza y sin embargo el gobierno porteño quiere hacer un shopping. Hay en la ciudad toda una política de enajenación del patrimonio público y a favor de los grupos inmobiliarios”, sostuvo Gabriel Solano, legislador de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda y los Trabajadores.

Refiriéndose al proyecto de construcción del shopping y a la licencia otorgada Ernesto Golomb afirmó: “Hay una política desde el gobierno de la ciudad de limitar el desarrollo de los espacios verde y promover emprendimientos comerciales que son un negocio en sí mismo, acá se le estaba dando a la empresa una concesión por treinta años por un canon ridículo”.

Mientras Rep pinta sobre los carteles que rodean el predio, a sus espaldas una gran cantidad de personas lo observa.

El festival contó con una numerosa presencia de vecinos.

Melisa Brarda, vecina de Colegiales y una de las organizadoras del festival, expuso la necesidad de un nuevo espacio verde para el barrio: “Este predio por ley debería ser un espacio verde y público, con acceso libre para todos aquellos que quieran utilizarlo, con vegetación y árboles y con suelo absorbente. Un estacionamiento subterráneo evitaría que escurra el agua de lluvia y modificaría la dinámica del barrio”. Y agregó: “Según la Organización Mundial de la Salud tiene que haber diez metros cuadrados de espacio verde por habitante mientras en la ciudad hay menos del 10% de lo que debería haber”.

El predio en cuestión fue foco de conflicto durante muchos años. En un tiempo Canal 9 lo ocupó y lo usó como depósito de materiales. y también fue una sede del Mercado de Pulgas mientras su predio original era refaccionado. Además, estuvo durante años directamente abandonado.

Un hombre en bicicleta, parado, observa lo que sucede más allá. Detrás de él, carteles escritos a mano que dicen "Plaza sí, Shopping no".

Algunos de los carteles realizados por los vecinos que exigen el cumplimiento de la ley.

Los vecinos están convencidos de que el festival y la difusión del reclamo van a lograr que la Plaza Clemente por fin se concrete. “A partir de la presión que se fue generando, (Diego) Santilli, vicejefe de gobierno, anunció en una entrevista radial que no se va a hacer el emprendimiento comercial porque la empresa que ganó la licitación ante el escenario de conflicto decidió bajarse. Lo cierto es que todavía está vigente el decreto que le dio el predio a esa empresa en concesión para hacer la obra, con lo cual nosotros estamos pidiéndole a Santilli que firme un compromiso de que se va a hacer la plaza como corresponde. Acá una ley y hay que cumplirla”, concluyó Ernesto Golomb.

 
¿Una pantalla cinematográfica o de negocios?

¿Una pantalla cinematográfica o de negocios?

Dos años después de que se paralizaran las obras prometidas, los integrantes de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata y vecinos de Mataderos están en alerta a raíz de que se presentaran en el lugar una representante legal del Ministerio de Cultura porteño, Gabriela Aranaz, junto con un tasador del Banco Ciudad y los empresarios Pablo y Adrián Serantoni, productores del programa de TV “Pasión de Sábado”. La visita disparó y  acrecentó los rumores sobre el futuro destino del predio.  

Ubicado en la avenida Alberdi al 5000, El Plata se inauguró en 1945 y tenía capacidad para más de 1.800 espectadores. Funcionó como cine y teatro hasta 1987, cuando cerró sus puertas y fue utilizado como depósito de una casa de electrodomésticos hasta el año 2000.

Fachada del cine El Plata, en Av. Juan Bautista Alberdi 5765 en Mataderos.

Los vecinos de Mataderos se organizaron, una vez más, ante la sospecha de que el Cine El Plata sea vendido por el Gobierno de la Ciudad.

“Se daban películas de Mirtha Legrand, de Palito Ortega y se presentaron artistas como Aníbal Troilo, Argentino Ledesma, Fidel Pintos o Roberto Grela. Yo los presentaba, quiero que se abra el cine porque ese espíritu está todavía ahí adentro, están mis sueños”, expresó Roberto Gutiérrez, quien a sus 91 años es el integrante más grande de la Coordinadora, como se conoce a la agrupación en el barrio.

En el año 2004, un grupo de vecinos le pidió al entonces jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, que comprara el cine para convertirlo en espacio cultural. El propietario aceptó vender con la condición que el espacio solo tuviese ese destino. Mediante la Corporación Buenos Aires Sur, la Ciudad adquirió el inmueble y luego, tras la caída de Ibarra y la incertidumbre en el interinato de Jorge Telerman, comenzaron los conflictos tras la asunción de Mauricio Macri.

A pesar de la cláusula impuesta en el contrato de compra-venta y que la ley lo protege por ser patrimonio cultural de la Ciudad, el PRO quiso demoler el cine y hacer allí un Centro de Gestión y Participación (CGP). Jorge Elger, secretario general del Centro de Comerciantes de Alberdi, dijo: “Nuestro Presidente (Alberto Di Leo) fue quién convocó a los vecinos a una asamblea en la puerta del Plata al enterarse de diferentes maniobras que involucraban al edificio. A partir de ahí, se fueron haciendo reuniones semanalmente”. Esa fue la génesis de la Coordinadora, conformada en 2007

Reunión de vecinos sentados alrededor de una mesa en el centro de Comerciantes de Alberdi

Reunión de vecinos en el Centro de Comerciantes de Alberdi organizado por los integrantes de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata.

El proyecto de CGP impulsado por el actual secretario de Seguridad bonaerense Cristian Ritondo fue enterrado por los vecinos en 2008 a fuerza de organización. Luego, la Justicia falló a favor de que El Plata sea un centro cultural. Después de eso, Hernán Lombardi, exministro de Cultura porteño, se acercó y asumió el compromiso de realizar las obras necesarias. Walter Ordoñez, referente de la Coordinadora, recordó: “Se hizo la primera etapa y en julio de 2011 se habilitó una sala para 170 personas que funcionó irregularmente hasta mitad de 2013. Ese año, volvemos a la Justicia a intimar al Gobierno a resolver la segunda y definitiva etapa del centro cultural”.

Tras la ratificación legal, se licitaron las obras por primera vez en 2012 ya que las anteriores habían sido vía contratación directa. La empresa Teximco S.A. ganó y por 25 millones de pesos se comprometió a terminar la obra en 400 días. La comunidad de Mataderos estaba satisfecha porque era cuestión de tiempo para cumplir su meta, pero luego de avances y el cobro de 20 millones, se abandonaron los trabajos. En abril de 2015 el cine reabrió sus puertas parcialmente con dos salas equipadas y refaccionadas, aunque en diciembre cerró de manera definitiva.

Reja del cine El Plata en Mataderos, se lee un cartel en mal estado que dice: vecino vuelva a ser protagonista por la finalización de obra y apertura

Hace dos años que las obras se encuentran paralizadas pese a la promesa del Gobierno de la Ciudad de convertirlo en un centro cultural.

Ordoñez dijo: “El Gobierno confirmó el pago de 20 millones y plantea que las obras están al 82%. A nosotros, técnicos de la Defensoría del Pueblo, nos dijeron que, con suerte, están el 65%”. En adición a esto, el también integrante de la Coordinadora, Gutiérrez, reclamó: “Hay guita que falta, ¿dónde está la plata de El Plata?”

La presencia de los Serantoni alertó a los vecinos de una posible venta, ya que el cine entró en comodato hasta 2015 y vencido el plazo, vuelve a su dueño: la Corporación del Sur.

Walter Ordoñez integrante de la coordinadora en defensa del Cine El Plata en primer plano, en la vereda donde queda el cine.

Walter Ordoñez, de la Coordinadora en Defensa del Cine El Plata, denuncia faltante de dinero por el pago realizado a la empresa Teximco.

La legisladora porteña de Unidad Ciudadana, Lorena Pokoik, apoya la lucha de los vecinos y planteó: “Lo central es que se hagan cargo desde el Gobierno de la Ciudad de que la obra tiene que continuar y hay que renovar la cesión de uso para que se justifique la cantidad de plata que se invirtió”. Pokoik es también integrante de la Comisión de Cultura y agregó: “Lo único que hicieron es darle más valor inmobiliario a algo que no van a usar, esa plata se le evitó invertir a un futuro comprador. Es torpeza o una avivada”.

La defensa del Cine El Plata como centro cultural tiene aceptación unánime en Mataderos. La comunera kirchnerista del barrio, Aixa Rocha, afirmó: “En este caso, todas las fuerzas barriales estamos de acuerdo. Incluso, los del PRO.»

 

El cuerpo como documento de identidad

El cuerpo como documento de identidad

“¿Qué tienen tatuado?”, se preguntó Martina Matusevich una y otra vez al capturar las imágenes que componen A Flor de Piel, un ensayo fotográfico que investiga la forma en la que los estudiantes y egresados del Centro Educativo Isauro Arancibia hacen de los tatuajes su identidad. “No tenían dibujos. Tenían tatuados nombres, los nombres de sus recuerdos. En general, hablan de personas, de gente que los quiso, que los quiere, que ellos quisieron. Son tatuajes de amor, autorreferenciales. Y ahí estaba parte de su identidad, manifiesta de maneras alternativas al DNI, las preferencias, etnias y demás”, observa Matusevich, que además es docente de la escuela desde hace diez años y coordinadora de La Realidad sin Chamuyo, la revista que publican los estudiantes.

A flor de piel es algo más que una recopilación de retratos. Es un ensayo sobre el cuerpo de los excluidos, las formas de marcarlo a tinta con sus historias personales y la manera en que las ausencias, la crudeza de la calle, y el desprecio social se inscriben como identidades en la piel. “No tienen documentos, no tienen partida de nacimiento, pero sus amores, sus nombres, están tatuados”, reflexiona la docente Lila Wolman. El libro fue presentado el jueves en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, y la muestra de algunas de las imágenes que lo componen puede visitarse en ese espacio de Corrientes 1543 hasta el 31 de agosto.

“La idea de  A flor de piel surgió hace tres años, como una propuesta creativa. Siempre estamos buscando maneras de visibilizar, difundir y contar el proyecto Isauro Arancibia. Darle cara, nombre e identidad a los pibes, darles herramientas para plantarlos en la sociedad y que ellos mismos se sientan dignos de participar. Porque es una población bastante maltratada, que se lo termina creyendo. Entonces, la idea fue crear un libro que mostrara sus retratos, sus tatuajes, sus historias. Era una manera de que dejen de ser los anónimos, las poblaciones en situación de calle. Que sean ellos, y sus nombres”, cuenta Matusevich. Y agrega: “Se probaron retratos en contextos urbanos. Luego intentamos con el estilo publicitario. Fuimos jugando, nada muy armado porque ellos vienen a la escuela un mes sí y otro no, dejan de venir seis meses… No había cita, ni había día. Había un ‘nos vemos y encaramos’. Estábamos armados para hacerlo, cada vez que yo venía a la escuela traía la cámara. Los pibes no tienen dirección, no tienen DNI. Muchos no tienen familia. Pero sus tatuajes son su álbum de recuerdos, ahí están los nombres de sus seres queridos. Y eso se descubrió en el trabajo, lo descubrimos haciéndolo”.

Martina Matusevich, fotógrafa del Isauro Arancibia y del libro.

«La idea fue crear un libro que mostrara sus retratos, sus tatuajes, sus historias. Era una manera de que dejen de ser los anónimos,» explicó Martina Matusevich, fotógrafa del Isauro Arancibia y del libro.

 

A Flor de Piel imprimió una tirada de mil ejemplares que será distribuida en escuelas, bibliotecas populares, y centros culturales. Un porcentaje también estará destinado a la venta. “El que quiere acceder al libro, por lo pronto, puede hacerlo en Paseo Colon 1318 –sede del Isauro Arancibia– o puede escribir al Facebook de La Realidad sin Chamuyo. No tenemos armada ninguna estructura de venta, es muy personalizado. Somos nosotros. Es un espacio abierto, horizontal e inclusivo, y el que quiere acercarse, participar y proponer será bien recibido”, destaca Matusevich.

Ellos

Formar parte de este libro es como me dijo un compañero: ‘El Isauro somos todos, y el libro es del Isauro’. O sea que está bueno que aparezcamos todos juntos: operadores, docentes, y también los estudiantes, que son los que nos hacen crecer día a día. Me gustó la idea de participar de algo junto a quienes me enseñaron a crecer, porque yo fui un alumno de ellos y ahora soy compañero de trabajo”, dice Dante Gómez, egresado de la casa. El Isauro Arancibia es un centro educativo para chicos y chicas en situación de calle, que no solo les permite terminar la primaria y formarse profesionalmente con los cursos que brinda en el contraturno –costura, panadería, serigrafía, peluquería, circo y arte, entre otros–, sino que les ofrece la comprensión y el amor que el frío, el hambre y la hostilidad social les arrebataron. “Me acerqué por mi pareja, porque ella iba antes a la sede que tenían en el edificio que les había prestado la UOCRA. Yo ya había terminado el primario, pero decidí hacer un repaso. Hice la evaluación, empecé tercer ciclo y en el mismo año egresé. El año siguiente me dijeron si yo tenía ganas de darles una mano a los operadores que estaban. Y ahora ya son cuatro años que estoy trabajando con ellos, y me gusta mucho porque de esta forma estoy dando lo que a mí me dieron ellos”, explica emocionado el ex estudiante. En su pecho y en su brazo izquierdo tiene tatuados los nombres de sus hijos, Solange y Tiziano: “Lo que más me importa es tenerlos conmigo, sabiendo que cuando sean grandes ellos van a estar con su pareja, en su casa, y no van a estar al lado mío”, imagina.

Horacio Ortiz, que actualmente también trabaja en el Centro Educativo haciendo fileteado porteño, pudo terminar la primaria en el Isauro. “Me acerqué por unos conocidos que estaban en situación de calle como yo. Estaba con mi nena, que tenía un problema de salud en la columna, y tuve la posibilidad de que ella se escolarice”, cuenta. Además de finalizar sus estudios, asistió a algunos talleres de oficios y fue acompañante del profesor de fileteado porteño José Espinoza durante tres años.   “Aprendí mucho. Pero como este año está el Gobierno de Macri, que nos sacó la beca que nos daba el Estado, no se pudo bancar más a mi profesor. En la escuela me propusieron si estaba dispuesto a emprender un microemprendimiento…Y bueno, como estaba mi otro compañero, que es el mecánico de bicicletas, y no estoy solo, me prendí”, explica.

“Quiero transmitir a los demás qué significa el tatuaje, porque para mí representa muchas cosas”, aclara sobre su participación en el libro. Y mostrando sus tatuajes, continúa: “Acá en la mano tengo un corazón con una M, fue mi primer tatuaje. Falleció mi mamá, y entonces me hice la M como diciendo: ‘Mamá, te llevo en el corazón’. Después me hice mis iniciales, porque mi hermano me dijo: ‘Loco, si algún día a vos se te ocurre no estar en la provincia –porque yo vengo de Formosa– y te pasa algo, tenemos que reconocerte’. Acá pasan muchas cosas, y qué se yo… como hay mucho gatillo fácil, me puse mis iniciales para que mi familia me pueda reconocer a través de los tatuajes”.

 David Bello, alumno del Isauro Arancibia

David Bello, alumno del Isauro Arancibia en la presentación del libro.

Carlos Duarte vive desde los trece años en la calle, y cree que poder estudiar en el Isauro le da las herramientas a las que nunca pudo acceder: “Me hice los tatuajes en un Instituto, hace como un año y ocho meses. Me gustó. Capaz que a mi familia no le gustó, pero a mí sí, porque yo estaba encerrado las 24 horas en un colegio cerrado. Yo no conocía una escuela, nunca estudié y al Isauro me acerqué porque conocí a una chica en la calle que iba. En una escuela como esta hacés mucha tarea. Podés terminar el colegio y tener una carrera. Para mí lo importante es terminar la carrera de trapecista. Soy un payaso, me gusta”, se ríe.

Sin descuidar los contenidos básicos de la escuela primaria, lo que propone el Centro Educativo es reorganizar el programa de enseñanza de manera tal que tenga en cuenta las problemáticas que más sufren estos adolescentes: la vivienda, la salud y la familia. Los docentes consideran que no solo debe educarse para el trabajo, sino para la libertad.

En una de las fotografías publicadas en el libro, sentado sobre un banco de escuela y con mochila al hombro, Juan Carlos Fernández posa mostrando el escudo de San Lorenzo tatuado en su pierna: “Estábamos comiendo algo con un grupo de compañeros en el hotel en el que vivíamos, me sentí conforme, contento, en un lugar cálido, y me lo hice”, comenta. Pero luego de mencionar su identificación con el club de fútbol, se apura a hablar sobre lo que no aparece fotografiado: “Tengo otro en la parte de atrás que dice ‘Adriana’, que es el nombre de mi mamá. No la tengo desde muy chico, y pasaron muchos días de la madre, muchos cumpleaños, muchas navidades, y nunca le hice un regalo. Ni tampoco pude recibir uno de ella. Y creo que el mejor regalo es poder tatuarme su nombre con mucho orgullo, porque me parió, me tuvo en su vientre, y lo único malo es que la vida no me dejó disfrutarla. Pero lo bueno es que por lo menos con este tatuaje la tengo presente”, confiesa.

Con un cariño especial por el Isauro, que le permitió terminar sus estudios y reencontrarse con su familia, Fernández explicó por qué decidió formar parte de A flor de Piel: “Me sumé porque soy compañero de la escuela, y además me pareció algo lindo que yo pueda aparecer en algún lado. Creo que es un orgullo para mi familia sumarme a este proyecto. En la calle mi cara tiene precio. Para la escuela, no. Ellos me dieron una mano muy grande,  porque me consiguieron un hotel para que pueda dormir, me abrieron las puertas y me hicieron vivir algo que pensé que había perdido, que es compartir una mesa en familia”, dice.

Fernández se mudó este año a la vivienda que el Isauro Arancibia consiguió para que los estudiantes y egresados más necesitados puedan estar transitoriamente mientras se piensan a sí mismos y planean su proyecto autónomo. Emocionado, Juan Carlos agrega: “Además, ellos me hicieron reunir otra vez con mis familiares, que los estoy yendo a visitar seguido, pero no tanto porque cuesta soltar un poquito lo tierno de uno. Hay mucha bronca e impotencia en la calle, y la reflejo en mi familia. Me siento mal por eso. La calle me estaba amoldando de una forma que no está buena para ninguna persona”.

Sergio Cairoli, docente de primer ciclo, también quiso formar parte del libro. “Me lo propusieron y me pareció linda la idea de compartir un proyecto con los chicos. Mi tatuaje es una frase de una canción de La Covacha, que se llama Desterrado del cielo, y representa a los pibes que no tienen la oportunidad que otros sí tuvimos y pudimos aprovechar, como tener una familia que te banque para poder hacer lo soñás. Eso es lo lindo de un tatuaje a veces, que te recuerda historias que te hacen ser lo que sos, te dan esa identidad de la que habla el libro”, reflexiona.

La situación del Isauro

La institución, que surgió en 1998 con apenas diez alumnos, no siempre funcionó en el actual edificio. Luego de una lucha de largos años y varias mudanzas, en 2011 consiguió establecerse en Paseo Colón 1318. La Legislatura porteña aprobó ese mismo año, a partir de la venta de terrenos en Catalinas, un presupuesto de 14 millones de pesos para reconstruir el espacio. Sin embargo, recién en 2016 se llevaron a cabo las primeras obras porque, en el medio, quisieron demoler el edificio para que pase el Metrobus.

Con la obra finamente concluida, el Isauro Arancibia se encuentra nuevamente amenazado de demolición por la traza del Metrobus, prevista para 2017. Luego de meses de exigir información al respecto, finalmente recibieron una respuesta del Gobierno de la Ciudad. “Mandamos un mail diciendo que nos parecía horrible que no nos informaran y después de tanto tiempo nos citaron a una reunión. Quieren tirar la parte de adelante del edificio y trasladarla a Brasil y Paseo Colón, donde hoy está la Escuela Taller del Casco Histórico que enseña oficios”, explica Lila Wolman, docente del centro educativo.  “Es terrible lo que está pasando, nos quieren dividir. Te avasallan, uno siente que no puede ni responder. Los pibes están muy mal, están consumiendo como nunca. Estamos atravesando problemas que no tuvimos en estos 18 años. Los meten en cana por cualquier cosa, los matan a palos. Está dificilísimo y estamos muy preocupados. Hay que resistir, y este libro es una manera de hacerlo”, agrega Wolman.

Actualizado 17/08/2016