La pasión también puede ser silenciosa

La pasión también puede ser silenciosa

Los jabalíes, la Selección Argentina de futsal de sordos, se prepara para el Mundial de Brasil. Le faltan fondos para poder viajar.

Una columna de personas con pecheras naranja flúor cruza la Avenida San Martín trotando desde la diagonal Tinogasta. A la cabeza va un entrenador que marca los pasos con un pitido. Se dirigen hacia el Club Comunicaciones.

Pasando una garita de seguridad, el verde impregna los ojos. Las luces de las canchas están altas y el cielo nocturno parece abrirse. Gritos de gol, arengas, risas jóvenes y el humo de un asado. Un pulmón de ocio en una ciudad gris. La última cancha pasando el buffet está más callada. No hay gritos: reina el sonido de los zapatos contra el brillante, aunque empolvado, pavimento deportivo.

Remeras azul francia con el logo oficial de la AFA forman grupos en la cancha. Ezequiel Toth, entrenador de arqueros, y el director técnico, Pablo Artesi, practican con dos jugadores en un arco. Manuel Giles y León Savia, ayudantes de campo, cambian de lugar conos y triángulos de plástico al otro lado de la cancha. En el arco contrario, diez jugadores se ubican lado a lado.

“En esta corrida buscamos intensidad”, indica el preparador físico, Lucio Caloni. A unos metros está Natalia González, intérprete de lengua de señas de la Selección Nacional masculina de futsal de sordos, Los Jabalíes. Lucio pregunta si hay alguna duda, los chicos lo miran a él, sin necesitar traducción, y niegan la cabeza. Cuando Lucio se da vuelta para alejarse unos metros, los capitanes del equipo se preguntan cuántos sets son.

En un entrenamiento sonoro, Lucio hubiera chiflado para dar inicio. Sin embargo, acá mueve la mano a los costados, reclamando atención y buscando las miradas de los chicos. Los jugadores se ponen en sus marcas sin perder de vista al preparador. Lucio levanta un cono blanco y el equipo corre hasta la última línea. Vuelven ajetreados al inicio. El preparador saca de abajo de su brazo un cono amarillo y el equipo corre a la línea más próxima. Entre ambas metas, hay otra línea, que identifican con conos rojos.

Lo que hubiera sido un “¡dale! Más rápido”, Lucio lo replica con un virulento agite de mano y un grito que no emite ningún sonido. El ejercicio se repite por diez minutos. En los primeros piques, los jugadores casi no muestran cansancio. Al acercarse a la línea de llegada, algunos sonríen dejando ir un poco de aire.

Lucio, con el ritmo cardíaco intacto, está satisfecho y da por terminada esa parte de la entrada en calor. Algunos ya están rojos, en especial el jugador más joven. El preparador acompaña una respiración profunda con las manos: que se tomen dos minutos para descansar. No necesita llamar a Natalia para comunicar eso. Les da palmadas a los que pasan cerca. Manuel llama con un movimiento de “hola” a uno que, de tan agitado, respira por la boca. Le corrige la posición de la pierna para correr. El jugador de 20 años lo mira atentamente y copia el movimiento.

Todos se acercan a uno de los costados de la cancha. Manuel agarra una pizarra con la cancha ilustrada y fichas magnéticas. Mientras habla, muestra estrategias de ataque y zonas para construir un gol. Habla rápido y los mira a los ojos, con cuidado mueve las fichas. En cada oración, se detiene y mira a Natalia, cediéndole la palabra. Con seriedad nerviosa trata de descifrar si entendieron.

Los jugadores miran el tablero y las señas que hace Natalia González de manera intermitente. Sin afectar su concentración, se rascan la cara y se espantan mosquitos. León, el otro ayudante, toma la posta de la explicación. Habla lento, Natalia lo traduce en simultáneo. “Bueno, vamos a jugar”, propone emocionado.

Revuelve dentro de una bolsa. “Mirá lo que es esto”, suelta indignado mientras levanta una tela desgastada y apenas cosida. “Manu, andá pedirle más pecheras a Sergio, que estas son una poronga”, grita resignado. Los dos defensores se acercan a pedir otras indicaciones y Savia llama con ligera ansiedad a la intérprete.

Manuel va al arco y Savia y Natalia se quedan sobre la línea del costado, observando. No pasan dos minutos y el entrenador detiene el juego para corregir a uno de los jugadores más grandes, de 26 años. “Tomá el medio”, dice mientras agita las dos manos armando un corredor. El jugador asiente, con visible confusión.

Empieza a correr, pero no toma el medio, así que León entra a la cancha. Natalia también: traduce en el centro para que todos la vean. Ahora la idea se entiende. Se reanuda el juego y el equipo se desliza con fluidez al área de gol. Manuel aplaudió en silencio y exageró una expresión facial de suficiencia.

Irrumpe el traqueteo del tren Urquiza. En la cancha, las indicaciones son en un tono bajo. Alcanza sólo con que Natalia las escuche. Prima el sonido del golpe de la pelota y el rechinar de los botines en el pavimento. Se escuchan lejanos los gritos de las canchas no-silentes. Manuel sale del arco con las manos en alto: “¡Una corrección!”. Llama a Natalia y se mueve por la cancha, explicando posiciones.

Reanuda la jugada. Esta vez, el ataque es firme. Savia indica que uno de los jugadores se cierre más. Manuel no logra atajar. Los chicos dejan escapar un grito. No pueden ocultar la alegría y se abrazan. En la línea Savia y Natalia se ríen. “Te gustó esa, ¿no?”, pregunta el entrenador con orgullo compartido. Mientras se acomoda los lentes, Natalia responde sarcástica: “Ya no me necesitan, ¿eh?”. Con cierto temor, León se apura: “No, no; por favor nunca te vayas”.

Hacen una pausa y un jugador de 22 años se acerca a Savia. Se señala la rodilla con recelo. El ayudante abre los ojos en alarma. Natalia traduce: desde hace unos meses le duele y tiene miedo de lesionarse. No puede dejar de pensar en el V Mundial de Futsal de Sordos a jugarse en San Pablo. Los jabalíes clasificaron, pero a semanas de tener que viajar, no cuentan con los fondos para hacerlo. “La AFA sólo nos da ropa y diez pelotas”, cuenta el director técnico con la mandíbula tensa y frustración en los ojos. Igual siguen dejando el aire en el predio porque mantienen la esperanza.

Savia mira preocupado, respira contemplativamente y le dice: “Jugá sin miedo. Si te lesionas en la cancha, te lesionas jugando”. Dejar todo en la cancha como si en esos breves metros encontraran un poco más de sentido en la vida. Los hombros del chico se relajan: el secreto se evapora sin romperle la ilusión de una posibilidad. Vuelve correteando a la cancha. Es ahora o nunca. Los botines intentan llegar hasta Brasil.

Campeones hasta las lágrimas

Campeones hasta las lágrimas

La Selección vivió una histórica jornada de festejo donde las calles se tiñeron otra vez de celeste y blanco. El triunfo ante Panamá 2 a 0 pasó a ser anecdótico. Las horas previas y posteriores fueron pura argentinidad al palo.

A tres meses de salir campeones en la Copa del Mundo, los jugadores del plantel argentino volvieron a sus tierras para honrar el gran triunfo. Las calles se tiñeron de celeste y blanco abrazadas a los cánticos famosos que se escucharon durante todo el Mundial. Las familias se congregaron en las puertas del estadio Más Monumental para esperar la llegada de los ídolos y disfrutar el increíble partido que los reencontró con su pueblo.

“Ser campeones del mundo es una experiencia que me da ganas de llorar”, afirmó Genaro, un niño de 10 años que esperaba ansiosamente la apertura de las puertas sobre la Av. Guillermo Udaondo y Tte. Gral. Pablo Ricchieri. Los corazones de miles de chicos se movilizaron al verse campeones a tan temprana edad y experimentaron una alegría renovada con los amistosos que organizó la selección con Panamá y Curazao. Como era de esperar,  querían ver a Messi pateando la pelota y haciendo uno o varios goles.

Pasadas las 20, la mirada sobre el mejor jugador según los pomposos Premios The Best le sumó un poco de ritmo de hinchada. Una vez más “Muchachos” sonó previo al partido. Messi no fue el único preferido de los pibes: el “Dibu” Martínez rompió en llanto mientras la tribuna y el resto del plantel cantaron orgullosamente las estrofas del Himno Nacional. Cada uno de los jugadores se encontraba acompañado de sus hijos, algunos en brazos y otros de la mano. 

Con el calor del estadio cerca de 80.000 fanáticos acompañaron la emoción del plantel. “Para conseguir las entradas nos pusimos en la fila virtual. Conseguimos el número 13.541”, sonrió alegremente Claudia de 54, luego de recordar que no jugó el número en la quiniela. Aunque prometió en cumplir esa saga cavalera muy argentina, siguiendo la tradición de apostar por números que pueden considerarse de la suerte. Su familia es de Venado Tuerto y la pasión por el fútbol y su país los trajo a Buenos Aires el martes 21 de marzo para retirar las entradas en persona. Algo ofuscada con la falta de implementación del código QR, aseguró : “Estamos a 320 kilómetros, se podía hacer y valía la pena”.

La Selección mueve los corazones y a las personas mismas, que no tuvieron inconvenientes en hacerlo todo para ver al plantel que volvió campeón. “Es un momento único, no se va a volver a repetir con estos jugadores”, concluyó Claudia antes de ingresar al encuentro. 

Entre cánticos, murgas y abrazos, familias, amigos y parejas atravesaron una ciudad revolucionada con el crepúsculo al amanecer en una película de la que fueron protagonistas.  Infaltables, las camisetas con tres estrellas vistieron las calles. Esas camisetas tocaron cornetas, aplaudieron, y portaron como estandarte réplicas de la Copa que se transformaron en realidad.

En las puertas del Estadio River Plate no faltaron  quienes buscaban entradas con el precio de la gloria. “Estamos esperando a ver si pasa un milagro”, aseguraron unos jóvenes vestidos con grandes turbantes y túnicas negras, simulando la memorable premiación y entrega de la Copa Mundial de la FIFA. 

No faltó el lado oscuro de la reventa. Al comienzo del partido, la picardía de los estafadores de almas causó grandes disgustos. No pocos hinchas se quedaron con entradas falsificadas en las puertas de la ilusión.

Una vez pasadas las vallas de seguridad, el barrio respiró calma, por supuesto antes de la tormenta, con los colores de la bandera. Las calles estaban cerradas y los vecinos miraban desde los balcones el gran operativo con un movimiento popular que desbordó uno de los barrios más opulentos. “Desde ayer pusieron las vallas, pero recién hoy cortaron”, confirmó Mónica de 73 años, una habitante del Barrio Parque General Belgrano. Con cara de resignación, afirmó que los vecinos siempre saben que hay cortes cuando hay partidos. “No sabemos las calles, pero sabemos que es así”, concluyó. 

Si bien en esa suerte de santuario todo parecía tranquilidad mientras caía la tarde, poco a poco un murmullo desde dentro de la cancha adelantó la celebración. Las pruebas de sonido habían comenzado y un coro de práctica que gritaba “gol” coronaba el ambiente.

El plantel llegó en combis bajo un protocolo secreto. La Policía de la Ciudad de Buenos Aires, la Agencia Gubernamental de Control (AGC), el escuadrón antibombas, el personal de SAME y bomberos compartieron la responsabilidad de prevenir incidentes en el exterior. Por su parte, la empresa TECH Security  se ocupó de los accesos internos.

Genaro, el niño que aparece al comienzo de esta historia le aseguró a ANCCOM: “Ser campeones del mundo es una experiencia que me da ganas de llorar”, como todo un estadio ampliado a un país, que al cierre del partido guardó esas lágrimas doradas. Esas que sólo pueden verse en el reflejo de la Copa.

 

Messi, la alegría tercermundista

Messi, la alegría tercermundista

Se publicó “La Tercera”, un libro que cuenta la historia de cómo la Argentina y Messi ganaron la Copa del Mundo en Qatar. Con la Selección de regreso al país para festejar junto a su público, Alejandro Wall –autor del texto junto a Gastón Edul- explica detalles sobre el proceso de producción y su experiencia en ese país.

Tras vencer a Francia en los penales y obtener la presea que más deseaban Lionel Messi y sus compañeros, todos los argentinos salen a festejar en las calles. Mientras ocurre esto, ya en la madrugada de Qatar, el periodista de Tiempo Argentino y Fox Sports Alejandro Wall recibe la propuesta de Editorial Planeta: escribir un libro sobre la obtención de la nueva estrella. Así nació La Tercera.

Una vez aceptada la idea, empieza a organizar las piezas y convoca al periodista de TyC Gastón Edul, para unir sus distintas miradas en diseñar en tiempo récord una crónica que posee todos los condimentos y que incluye un poster con la Scaloneta levantando la copa. Wall cuenta detalles sobre este best seller y reflexiona sobre sus coberturas en Qatar.

¿Qué sensación te genera la repercusión que está teniendo el libro?

Muy linda, es como una especie de continuidad en la que hay muchas ganas de revivir lo que fue ese mes increíble, que la celebración y que la alegría no se terminen. Después, por supuesto, está la cuestión del objeto permanente, querer tener el libro y el póster. Me gusta mucho la masividad con la que se está leyendo y en particular lo que pasa con los más chicos. Veo que todo el tiempo nos llegan imágenes de chicos y de chicas leyéndolo, en algunos casos padres que nos cuentan que sus hijos no habían leído nunca, pero se engancharon con esto. Eso es hermoso, es una puerta abierta para otras lecturas.

¿Han recibido alguna devolución de los miembros de la Selección?

Todavía no, esperemos que les llegue pronto. Gastón (Edul) estuvo con los premios The Best y aún está de gira, ahí le llegará a algún jugador. Ojalá que lo puedan leer y les guste, ellos son los verdaderos protagonistas de todo. El libro llegará en un tiempo a Europa, donde están la mayoría de los jugadores. A partir de ahí veremos qué pasa.

En el libro destacan que Gastón tuvo una mirada “desde adentro” por estar en el campo de juego y en contacto permanente con los jugadores. ¿Qué implica tu mirada “desde afuera”?

Te permite obtener una panorámica de lo que estás viendo. Uno para acercarse a una historia también a veces tiene que alejarse, ver lo que pasa alrededor. Este fue mi tercer mundial y tuve la suerte en cada uno de poder contarlo moviéndome con mucha libertad: no estar tan atado a los entrenamientos o las conferencias de prensa, sino poder hacer mucha más calle, ir a otros partidos que me interesan y ver otras selecciones.

¿Cómo se trabajaron ambas miradas durante el proceso de producción?

Con Gastón teníamos en ese punto una situación en la que no era uno solo el que se tenía que alejar y acercar, sino que éramos los dos que estábamos en ese lugar y tratando de intercambiar todo el tiempo ideas. Hicimos un texto que era común, con lo cual unificamos las dos voces. Me acuerdo que las primeras cosas que escribimos nos plantéabamos eso: “¿Qué pasaba dentro de la cancha? ¿Y en el palco de prensa? ¿Y en Argentina?”. O sea, ir recolectando esos distintos lugares.

En los primeros capítulos cuentan que no fue el mundial de Europa ni de la cerveza, sino del Islam, y que Messi logró una “unidad tercermundista”. ¿Qué significa?

Es una idea de lo que pasó en Qatar. Europa estaba casi en pie de guerra contra ese país: sus selecciones fueron bajo protesta de algunas circunstancias y con muchos menos hinchas de los que suelen haber en otros mundiales. Si un equipo europeo jugaba contra uno de otra parte del mundo, en general eran menos los hinchas europeos que los que había en otros lados. Luego lo que empezó a pasar es que estaban los inmigrantes, los trabajadores, los que vivían en Qatar y también los que estaban en otras partes del mundo emocionados con Messi, construyendo como una especie de hinchada por fuera de los argentinos. La alegría excedió a los miles de argentinos que estaban en Qatar, o de los millones que estaban en la Argentina, y se creó un vínculo.

¿En qué sentido?

Visité un barrio en Doha, la zona industrial. No era ni de acceso ni de cercanía del turismo, estaba como por fuera de las luces de Doha. Apenas entrabas, eras un extraño en el lugar, sin embargo si decías que eras argentino, inmediatamente formabas parte de todo eso. Era muy emocionante, porque en ese barrio había posters de Messi, fotos de Maradona y camisetas argentinas por todos lados. En el centro comercial de Asian Town, un pibe me regaló un llavero de Bangladesh. Ahí te dabas cuenta que más allá de estar en partes del mundo tan disímiles culturalmente, había una conexión de pueblos que fueron en su momento colonizados y que tienen distintas historias. Por eso hablo del Tercer Mundo: con distintos asuntos en común se sienten unidos y creo que Messi lo consiguió.

En el prólogo, Ezequiel Fernández Moores señala que a la hora de escribir evitás una “mirada occidental”. Considerando eso, ¿Qatar era un lugar para temer?

No creo que las cosas sean tan blanco o negro. Al principio, recuerdo haber leído a gente decir que este mundial no podía hacerse en Qatar por distintas cuestiones. Lo que yo pienso es que si en casi poco más de tres años vamos a ir a Estados Unidos, Canadá y México, ¿vamos a ponerles la lupa como se la ponemos a Qatar? Entonces, discutimos la política internacional de Estados Unidos, sus guerras, la situación de la inmigración y de la clase trabajadora. Hay mucha hipocresía en esa mirada en la que “no, Qatar no”. Hay países que tienen sus contradicciones y muchísimas cuestiones, sus gobiernos y sus políticas ni hablar. En el caso de Qatar, me parece que quedaron expuestas algunas situaciones como la situación de los derechos humanos y sus leyes laborales. No llevar adelante una mirada occidental sobre eso, más allá de que uno la tiene porque forma parte de otra cultura distinta y sin hacer un relativismo cultural respecto de lo que pasa con la mujer y la comunidad LGBT, me parecía todo un desafío. Muchos te decían: “No vas a poder ir a ver a trabajadores” y nosotros estuvimos con el propio Ezequiel allí en el barrio de los trabajadores, hemos podido hablar con ellos. Había policías en el lugar, pero nadie nos sacó ni nos molestó para trabajar.

Pudiste trabajar tranquilamente…

En ese momento había tenido una entrevista incluso con un medio europeo que me preguntaban si me había sentido censurado en algún momento. La verdad que no sentí eso, aunque eso no significa que no haya censura para otros medios. También hay censura en países de Europa y en Estados Unidos. Igual aclaro que, también lo he contado en algunas crónicas desde allá, me parecía que por momentos Doha era una ciudad llena de vallas. Yo estaba realmente incómodo, era una ciudad muy hostil para ser peatón.

En un capítulo cuentan el FIFA Gate y los cuestionamientos a Qatar. ¿Por qué se les dedica un capítulo y qué relación tienen con la obtención de “la tercera”?

No sé si hay un vínculo, intentamos contar un contexto. No por nada, de hecho, la Selección, después de ganar la final, tuvo que salir en un micro descapotable pasando por las calles de Doha y la puerta del palacio real del Emir y Messi tuvo que vestirse con un bisht para levantar la copa. O sea, el contexto era este: vimos a la Argentina ganando en este lugar, eso lo hace interesante.

¿Cuál es la importancia del oficio del periodista deportivo en los mundiales?

Hay distintos roles que pueden tener los colegas. Con Gastón diseñamos el libro precisamente desde lugares distintos. El trabajo de él durante el mundial fue reconocido y elogiado de manera muy justa, además porque ha hecho una cobertura de la Selección Argentina con mucha precisión y trabajo, siendo muy equilibrado. En mi caso, me interesan los mundiales desde lo futbolístico, pero me interesa también poder escribir sus contextos políticos y sociales, que es un costado y es una mirada. Después están los colegas que comentan partidos y que también hacen llegar a la gente su mirada. No es fácil cubrir un mundial. No es sencillo llegar a cubrirlo obviamente, y después hacerlo cotidianamente es muy desgastante, es un trabajo de todos los días durante un mes. De hecho pensé que iba a ser imposible hacer el libro porque ya no daba más, pero evidentemente siempre tenemos un plus para dar y creo que el empujón y lo fresco de haber venido y habernos puesto a trabajar enseguida hizo que pudiéramos escribirlo.

«Es de cancha» un podcast que nace en las tribunas

“Ella dijo”, del rock a la cumbia llegó a las tribunas.

Las canciones de cancha son un complemento de color del futbol. Con letras que hacen alusiones a múltiples cuestiones. Juan Manuel Moretti líder de “Estelares cuenta la historia detrás de su tema Ella dijo, canción tribunera que se ha internacionalizado.

Escuchá el episodio también en Spotify!

Es de Cancha S01 E01

por Franco Ojeda. Edición: Lucas “Tyson” Méndez.

“Esperando por ti”, une a varias hinchadas

Fabián Gallardo, cantante músico y compositor rosarino que integró la banda de Fito Páez cuanta la historia de esta canción que es coreada principalmente por las hinchadas de Racing y de Leandro N. Alen. El autor se emociona y maravilla cuando escucha su canción en la cancha y el honor inolvidable que se apropien de su canción.

Escuchá el episodio también en Spotify!

Es de Cancha S01 E02

por Franco Ojeda. Edición: Lucas “Tyson” Méndez.

El significado de los cantos tribuneros

¿Por qué cantamos en las canchas? Aliento al equipo, estímulo a los jugadores, incidir en el rendimiento del equipo o demostrar la pasión son respuestas parciales. En este episodio el ensayista Martín Kohan desgrana la complejidad de lo que se pone en juego en cada partido. La presencia de la hinchada es irremplazable.

Escuchá el episodio también en Spotify!

Es de Cancha S01 E03

por Franco Ojeda. Edición: Lucas “Tyson” Méndez.

«Un mocazo»

«Un mocazo»

Comenzó el juicio por el fusilamiento del adolescente Lucas González, baleado en Barracas por tres integrantes de la Policía de la Ciudad en noviembre de 2021. Otros once miembros de la fuerza son acusados por encubrimiento. En la primera jornada se escucharon los audios de los involucrados dando cuenta de los hechos.

 

Comodoro Py se llenó de camisetas rojas y blancas, de remeras con la frase “Justicia por Lucas”, todas estampadas con la cara de un pibe que asesinó la Policía de la Ciudad: Lucas González. Sus familiares, amigos y compañeros también de Joaquín, Julián y Niven -los otros tres chicos baleados- se concentraron fuera de los tribunales para exigir justicia. Empezaba la primera audiencia por el juicio que busca reparar de alguna manera la injusticia de su asesinato.

Con la representación de Gregorio Dalbón actuaron como querellantes tanto la familia de Lucas, como los tres amigos que iban en el auto con él, ya que ellos también fueron perseguidos, amenazados y torturados por los uniformados porteños. 

Era 17 de noviembre de 2021, cuando Lucas fue asesinado por agentes de la Policía de la Ciudad. Esa noche, ANCCOM estaba junto a la familia, escuchando sus reclamos contra el gatillo fácil. Fue recién al día siguiente cuando los medios más grandes cambiaron sus titulares: de “Barracas: tres detenidos tras una persecución y tiroteo con la policía. El hecho ocurrió en la calle Luzuriaga, cuando policías de la Comisaría C4 porteña interceptaron y persiguieron a delincuentes en medio de un tiroteo” a “Persecución policial y tiroteo en Barracas: la familia del adolescente baleado denunció ‘gatillo fácil’”.

Ayer, afuera, con cuarenta grados de sensación térmica, llegaron desde Florencio Varela, media hora antes de que iniciara la audiencia, dos colectivos llenos de personas que fueron a abrazar y sostener a los pibes y a sus familias. Remeras blancas y rojas del Club de Barracas Central, donde jugaban Lucas y sus amigos, y verdes y blancas de Defensa y Justicia, la institución de lal cual Lucas era hincha, se mezclaban con otras que leían “Justicia por Lucas”. Entre banderas, botellas de agua y ojos llorosos, Comodoro Py se rodeó del fuerte reclamo por justicia. 

Tanto el padre Héctor «Peca» González como los hermanos de Lucas se presentaron al juicio, mientras que la madre no pudo ir porque se encontraba internada con problemas de salud. Previo al inicio de la audiencia, el papá de Lucas dijo: «Lo que hicieron con nuestras vidas estas basuras es imperdonable, nos arruinaron por completo. Vamos a buscar justicia, no venganza». «No queremos una Justicia ejemplificadora», agregó Dalbón, marcando diferencia explícita con el tratamiento del caso de Fernando, llevado adelante por el abogado Burlando.

La familia y los amigos de Lucas reclamaron justicia frente al Palacio de Tribunales en noviembre de 2021.

Dentro de la sala fría, de luces blancas y cortinas marrones, ojos rojos, piernas inquietas y remeras blancas con las letras grandes que decían “Justicia por Lucas”, ocuparon las sillas en el sector del público. Los familiares y amigos de Lucas, acompañaron durante toda la audiencia a los querellantes escuchando las declaraciones de los policías imputados. 

Hugo Navarro, Ana Dieta de Herrero y Marcelo Bartumeu Romero, se sentaron en las sillas negras frente a los abogados, imputados y querellantes. Los jueces que integran el Tribunal Oral Criminal N°25 dieron comienzo al juicio alrededor de las 10 de la mañana. 

En las pantallas grandes de la Sala AMIA se vieron los rostros de los imputados que pasaron uno a uno al estrado para dar sus declaraciones de indagatoria. Ni el padre, ni los tres chicos estuvieron presentes porque, según explicaron los jueces, no se les permitía dado que al momento ellos no habían declarado todavía. Una nube de tensión cubrió toda la sala cuando declararon los primeros policías que persiguieron a los cuatro chicos y fusilaron a Lucas: el inspector Gabriel Alejandro Issasi, el oficial mayor Fabián Andrés López y el oficial Juan José Nieva. Los tres repitieron en orden la misma corta declaración: “Actúe en cumplimiento de mi deber, en legítima defensa y no cometí ningún delito”. Las voces de los familiares y amigos de Lucas se escucharon desde arriba. Susurros de indignación en un lugar donde vociferar no es posible. “¿Defensa propia?”, se escuchó, con asombro y bronca.  

Representados por Fernando Soto, abogado defensor de Luis Chocobar, están acusados de delito de homicidio agravado “por haber sido cometido con alevosía, por placer, por odio racial, por el concurso premeditado de dos o más personas y por cometerse abusando de su función o cargo por un miembro de una fuerza policial”. 

Los 11 uniformados restantes, imputados por encubrimiento y torturas hacia Joaquín, Julián y Nieven, variaron en sus declaraciones sobre el día del asesinato. Estos fueron Héctor Claudio Cuevas, Roberto Orlando Inca, Jose Horacio Romero, Fabian Alberto Du Santos, Daniel Alberto Santana, Ramón Jesús Chocobar, Sebastián Jorge Baidón, Jonathan Alexis Martínez, Ángel Darío Arévalos, Daniel Rubén Espinosa y Rodolfo Alejandro Ozán. La mayoría decidió no declarar, por lo cual se hizo un repaso de declaraciones anteriores. Solo declararon Juan “El Perro” Romero y Roberto Orlando Inca, comisario y subcomisario de la División Brigadas y Sumarios de la Comuna 4.

“¿Qué pasa Rodo, se mandaron un moco?”, la voz del comisario Du Santos retumbó en los parlantes del auditorio. El contraste entre la formalidad de las declaraciones dejaron consigo una gélida sensación en el auditorio, cuando por pedido del abogado querellante se pasó la conversación entre Du Santos y Ozán, conseguidas del peritaje al teléfono del primero. “Un mocazo”, contesta Ozán, quien procede a pedir que llame al “Perro” Romero para “emprolijar la situación”. La incomodidad no era una característica en los policías que declararon, acostumbrados a rondar por los tribunales, a diferencia de varios de los que se encontraban allí. 

La jornada se extendió por cerca de diez horas dentro de las salas del tribunal de Retiro. Las declaraciones que se esperaban del papá de Lucas y de los tres amigos se pasaron para la próxima audiencia debido a la falta de tiempo. La semana siguiente contarán lo que vieron ese día y cómo se desarrolló lo acontecido. Con tensiones entre los abogados, esta fue la primera de lo que se espera sean once audiencias, repartidas una por semana hasta el mes de julio.  

A la salida de Comodoro Py, sentados en silla, echados en el piso, parados a un costado cubriéndose del sol, los familiares y amigos que fueron a apoyar a la familia de Lucas, a Joaquín, Julián y Niven, no se movieron hasta que finalizó la audiencia. El abrazo de los vecinos de Florencio Varela, de los miembros de Barracas Central y de Defensa y Justicia, de los amigos y compañeros y de los padres, tíos y hermanos de los chicos, no soltó fuerza en ningún momento.