“Como está muy difícil todo, necesitamos momentos de felicidad”

“Como está muy difícil todo, necesitamos momentos de felicidad”

Abre las puertas de su departamento y no está sola. Gabriela Cabezón Cámara sabe que sus tres compañeros tienen presencia permanente y deja que así sea: dos perros y un gato recorren el espacio, demostrando también ser dueños y participan, a su manera, de la charla.

La autora presenta su novela Las aventuras de la China Iron y ese es el motivo del encuentro. En el libro retoma sin tapujos y con mucho análisis el Martín Fierro, obra gauchesca trascendental de la literatura argentina. Analizable desde muy variadas aristas, Cabezón Cámara elige la felicidad y la luz que atraviesa a la protagonista, la China, que en todo su recorrido va tallando el relato, en un contexto social que, hace notar la autora, lo interfiere todo.

¿Cómo llegaste a retomar una obra tan paradigmática como Martín Fierro?

 Porque me di cuenta que a mí me interpelaba la ausencia de un punto de vista de mujer en esa historia y me pareció muy divertido. Realmente pensé en hacerlo y me dio como risa la idea. Reescribir y revisitar el Martín Fierro es recorrer toda la tradición literaria argentina y cuestionar un proyecto de nación que era el de la Generación del 80, y es el mismo que estamos padeciendo aún hoy. Seguimos siendo una región de terratenientes, donde la agricultura y la ganadería son los motores más importantes de la economía. Así, los terratenientes son los más poderosos, lo cual no es bueno para el desarrollo de ningún país. Lo vemos en Argentina y es realmente horrible. Para consolidarse fue necesario masacrar a millones y millones de personas y a juzgar por los acontecimientos de conocimiento público, últimamente acá se sigue necesitando matar para ser lo que es el sector dominante de economía.

Dijiste que te dio risa la idea: ¿pensaste que iba a tener dotes cómicos la obra?


 
A mí me divertía mucho y me daba ternura pensar en una nenita que se sacaba de encima un marido e hijos a los catorce años, ya que ninguna niña tiene que tener pareja ni ser madre a esa edad. De esta manera, lo dramático queda atrás, y hay algo precioso que le sucede a ella al ver el mundo por primera vez que a mí me resultó muy dulce y encantador. Ella mira los paisajes nuevos con mucha atención porque está de viaje y sabe con su poca experiencia en el mundo que los viajes se acaban, que no necesariamente es lo que le va a pasar, pero es su perspectiva. Lo mismo sucede con su sexualidad, que va explorando lo que desea y con todos los tipos de relaciones que va atravesando. Creo que todas esas descripciones tienen la misma prioridad. La China va encontrando todo lo nuevo y le encanta.

Para expresar esa primera visión del mundo hay una detallada descripción de los paisajes. ¿Cómo la construiste?


A la parte del campo la conozco como todos los porteños: lo que está al costado de la ruta, cuando vamos de vacaciones a la costa bonaerense. Hará 7 años, me puse de novia con una artista visual cuya familia vive ahí. Empecé a ir al medio de la absoluta nada, donde ves una camioneta a quince cuadras, o sea una nube de polvo y te preguntás quién será. Como ella es artista visual me enseñó a mirar desde otra perspectiva tanto los ríos como la manera de estar de los insectos. Todo esto combinado con una gran tradición literaria de descripción de La Pampa. Cuando a la China le hablan de algo desconocido ella necesita traducir eso, compararlo con algo de La Pampa para poder conocerlo. No solo en lo genérico hace una inversión, sino desde dónde se habla. Se enunciaba desde el primer mundo, esa era la base, con lo que se medía todo lo demás. Ella hace al revés, la medida de todas las cosas es la llanura para ella.

La escritora Gabriela Cabezón Cámara está sentada y mira al frente, directo al lente de la cámara. A sus espaldas, una biblioteca abarrotada de libros.

«Reescribir y revisitar el Martín Fierro es recorrer toda la tradición literaria argentina», reflexiona Cabezón Cámara.

¿Por qué la elección de hablar desde la marginalidad?

¿Por qué habría que hablar de lo que no es marginal? Ellos no dejan de ser el 20 por ciento de la humanidad. ¿Qué mierda me importan a mí esos caretas? ¿Quién no es marginal en un sentido u en otro? Las clases altas que mandan y las clases medias obedientes y normalitas ya tienen sus escritores, sus inmensas bibliotecas. Yo no podría hablar desde ese lado, sería muy raro. Como Vargas Llosa escribe desde el centro, yo lo hago desde mi lugar. Mi forma de vida no es la dominante porque mis padres eran obreros y mis amores no son estandarizados. Tuve amigas travestis, prostitutas. En general mi mundo no es como debe ser.

¿Cuál es la llegada de la literatura actual en comparación con 30 años atrás?


En estos últimos dos años se achicó, por la crisis económica y por los precios elevados. Este libro no es caro, por lo que estoy muy agradecida a mi editora que haya trabajado para lograrlo. Sin dudas llega a menos gente. También somos muchos más los que publicamos, es un equilibrio extraño. Publicamos más las escritoras mujeres y nos dan más pelota, los tres escritores más reconocidos en este momento a nivel mundial son tres escritoras mujeres. Me parece que se lo merecen y nos lo merecemos todas. En el canon de machismo que nos movemos todos en mayor o menor medida, esa cifra es positiva.

La escritora Gabriela Cabezón Camara fija su mirada en la cámara mientras posa una mano sobre una de las ventanas de su casa.

«Como Vargas Llosa escribe desde el centro, yo lo hago desde mi lugar», dice la autora.

Poder vivir a partir de escribir. ¿Desde cuándo te sucedió?


Es que yo no vivo de lo que escribo, sí a partir de lo que pasa alrededor. Obtengo más talleres, me llaman de más medios, doy clases en la Facultad aunque no tenga ni doctorado, ni maestría, ninguna de esas porquerías. Empezaron a pasar esas cosas, a abrirse más puertas. Pero solo hay cinco personas que viven de escribir en Argentina, cinco posta. Hay que ir haciendo un montón de otras cosas que giran sobre lo mismo. Yo quería vivir de leer y escribir, pero ahora no puedo leer por placer. Como dice una frase: ¡Ojo con pedir deseos que a veces se te conceden! Pero bueno, no me quejo… Mi vida tiene ese centro hará tres o cuatro años. Antes era editora de cultura de un diario, pero por suerte ahora no tengo que obedecer órdenes de nadie. Parezco una azafata de cabotaje, voy y vengo, recorro un montón de lugares del interior del país. Además, odio la rutina, aunque me gustaría tenerla para organizarme pero me resulta imposible.

Ya impreso el libro, ¿qué sentiste, lo leíste?

No. Dejo pasar un tiempo para volver a leerlo. Tengo que salir de ese mundo en el cual estoy tan sumergida y aparte cuando un libro sale tenés dos o tres meses de hablar mucho del material, presentarlo, dar notas. Hay que empezar a alejarse para poder entrar en otro mundo nuevo y poder escribir otra cosa. Quiero resaltar que me parece hermosa la tapa, con el cuadro llamado Bañistas de Florencia Bohtlingk… es realmente bellísimo. Por suerte las lecturas que voy recibiendo son muy hermosas.

A quienes no te leyeron, ¿qué les dirías para que se sumerjan en los mundos que vos creás?

Les diría que se animen, que se van a divertir, que son novelas que tienen distintos niveles de complejidad. Los podés leer siendo egresado de Puan, o siendo alguien que esté haciendo segundo año del secundario que se va a entender. Podrían leer ahora Las aventuras de la China Iron que es una novela muy luminosa, en la que se sienten cosas preciosas sin dejar de ser políticamente muy crítica. Y como está muy difícil todo necesitamos momentos de felicidad. Estamos en momentos de empezar a generar, para socavar a esta gente de mierda que nos quiere tristes y miedosos pero “con muy buenas expectativas” según dicen sus medios. Así, La China nos viene a mostrar esa mirada del mundo muy gozosa que andamos escaseando.

Actualizado 08/11/2017