Les jóvenes son interesantes

Les jóvenes son interesantes

La Legislatura bonaerense reconoció al documental “¿Qué queremos hacer?, una película realizada por jóvenes para pensar las problemáticas de una generación atravesada por la pandemia. Una obra federal, diversa y con una agenda que interpela a los adultos.

¿Qué Queremos hacer? Es la película de Les Jóvenes que expone el primer relato colectivo de la generación que transcurrió su juventud en pandemia. Atravesados por el aislamiento, discutiendo el calentamiento global y la digitalización de la vida se preguntan ¿Qué está pasando con la generación joven?

“El documental surge del dolor. De la desesperación del año pasado, de ver que no nos estaban escuchando. Somos jóvenes con distintas demandas pero que tenemos un problema en común: no hay futuro para nosotres. Eso fue lo que nos impulsó a hacer el documental. Tenemos que entender que el mundo lo hacemos nosotres, con nuestro presente. Está en nosotres si nos podemos organizar, si nos podemos ver y si podemos generar un movimiento que nos permita construir un futuro. No podemos esperar a tener 30 años para definir el presente, tenemos que hacerlo ahora”, asegura Diego Belaunzarán Colombo, director y referente de la organización.

En un país donde el 62,9% de chicos y chicas serán pobres para fin de año según UNICEF, el panorama de finalización de la pandemia no es muy alentador para la juventud. Según el informe de la ONU, entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020, la cantidad de chicas y chicos pobres se calculaba entre 7 a 8,3 millones. Afirman que sus cálculos están basados en datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y pronósticos del Producto Bruto Interno (PIB), provenientes del Fondo Monetario Internacional (FMI).

“Como jóvenes, somos la generación más preparada, más educada y, a la vez, la más precarizada y más vulnerable. Hay como muchas tensiones ahí, porque de repente tuviste todas las herramientas, pero estás relimitado”, desarrolla desde Córdoba, Sofía de 23 años en su testimonio incluido en la película. 

“Desde la realidad de las juventudes de 13 localidades de la República Argentina, nuestro documental pone sobre la mesa nuevos conceptos con los cuales pensarnos social y filosóficamente, en un mundo que va cada vez más rápido hacia ninguna parte”, describe la agrupación sobre la película. 

El grupo Les Jóvenes se denomina un gremio generacional. Es nativo digital y surgió a principio del 2019 bajo el lema “#QueremosUnFuturo, en desacuerdo a las políticas del expresidente Mauricio Macri. Convocan a diferentes marchas y micromilitancias por su cuenta de Instagram, su principal medio de comunicación, donde comparten sus propios contenidos audiovisuales cortos y atractivos. Actualmente tienen 38.600 seguidores en la plataforma. Abordan las problemáticas y preocupaciones de esta generación. Dentro de sus líneas políticas se encuentra la lucha por Derechos Humanos, activismos LGBTIQ+, ambientalista y feminista.

«Con el macrismo, nuestra generación se alejó de la política, básicamente porque dejó de ser un espacio donde los jóvenes puedan hacer algo».

“Nace como un juntémonos les jóvenes para hacer política para les jóvenes. Tiene que ver con un sujeto que había empezado a militar durante los gobiernos de Néstor y Cristina, mientras estaba en el secundario, yo pertenezco a eso. Pero con el macrismo se alejó de la política, básicamente porque dejó de ser un espacio donde los jóvenes puedan hacer algo. Nosotres empezamos convocando de una manera no tradicional”, explica Diego sobre cómo empezó la organización.

La licenciada en Comunicación Social, Milagros Andrea Lagneaux desarrolla en la revista académica Hologramática que: “Les Jóvenes como organización, conformada precisamente por jóvenes, utiliza y explota las redes sociales para elaborar una propuesta comunicacional que interpela a pares a través de la exposición de sus demandas y problemáticas cotidianas y a partir de la búsqueda de la participación y de la organización. En ese sentido esa exposición buscada también ocupa un lugar de transformación de lo hegemónico; Les Jóvenes ya no esperan que les otorguen un lugar o invitaciones para participar, sino que es parte de sus búsquedas, crear sus propios espacios políticos de participación”.

La sinopsis del material audiovisual, ¿Qué Queremos hacer? explica: “Es un viaje que hicimos -y seguimos haciendo- para encontrar respuestas y en el que hallamos más preguntas. Un viaje que hicimos para encontrar soluciones, y en el que hallamos esperanza”. Diego Belaunzaran Colombo desarrolla: “Es increíble ver que los jóvenes en diferentes partes del país piensan lo mismo. Es real que hay una juventud muy politizada, pero con diversidad. En el documental se ve una juventud rural que se siente invisibilizada, una juventud de ciudad más chica del interior del país que le preocupa el tema del arraigo, una juventud de los conurbanos que el aislamiento les saca las ganas de seguir estudiando. Otra juventud de Capital Federal que dice: “Ahora siento que no tenemos ni qué contarnos porque me junto con vos pero ya sé qué pasó porque lo subiste a Instagram. Pero todos ellos tienen un hilo conductor. ¿Cómo puede ser que alguien de Quilmes diga lo mismo que alguien de Junín, pero con otras palabras?” 

Desde su estreno en Parque Centenario de la Ciudad de Buenos Aires, con cerca de 300 espectadores, la película se ha proyectado en numerosas localidades y espacios comunitarios de manera libre y gratuita. Lomas de Zamora, Belgrano, Mar del Plata, Junín, Luján, La Plata e incluso en el sitio de memoria Ex “Pozo de Quilmes”.

El director comparte que la parte que más disfruta es el debate luego de la proyección. “Incluso a los jóvenes que no están discutiendo los temas de los que trata el documental pueden verse atravesados por el relato. Porque en cuanto lo vean van a escuchar algo que a ellos también les pasó. El documental tiene mucho el espíritu de que todos somos iguales, no decimos que hay una verdad, sino que hacemos una pregunta y sobre ella hay un montón de reflexiones e intimidades. De abrir el corazón. Creo que, si se habla con el corazón, llora el corazón”, describe.

El documental está disponible de manera online y totalmente gratis en la página www.quequeremoshacer.com.ar, donde también se puede acceder a más información sobre el proceso de producción y difusión del trabajo. “Hay un gran silencio que atravesó a toda la generación, del que nace una reflexión. De esa reflexión nacen dos ideas fuertes. La de construir este puente generacional y que eso nos permita construir el mito. El mito es la posibilidad de que colectivamente veamos un horizonte. Un horizonte para poder seguir caminando. Después, si vamos a llegar o no a algún lado, es otro problema. Pero por lo menos sigamos caminando, porque lo que nos está pasando ahora es que no podemos ni avanzar porque no vemos un futuro”, agrega Diego.  

El velo occidental

El velo occidental

“El concepto de libertad en el mundo islámico es absolutamente distinto al del mundo occidental”, dijo a ANCCOM Belén Torchiaro, musulmana y politóloga especialista en relaciones internacionales. El punto está en la interpretación de los hechos. Torchiaro menciona a Boushra Y. Almutawakel, fotógrafa yemení, cuya obra de arte de mujeres utilizando la burka se viralizó en las redes sociales y que expresó que su trabajo había sido mal interpretado y utilizado para hacer una crítica negativa del islam. Se interpreta que la vestimenta oprime y que es necesario desaprender esos comportamientos en pos de ser libres. “Se confunde al régimen talibán con el islam porque eso es lo que los medios venden. Se pierde el foco; sus principales víctimas son los propios musulmanes”, expresó  Nancy Falcón, directora del Centro de Diálogo Intercultural Alba.

Existen parámetros sesgados al momento de tratar el conflicto, discursos occidentales y eurocéntricos. Discursos construidos y dados por hecho. “Ahora porque estamos hablando del caso afgano pero cada vez que se menciona algún conflicto -lo que más aparece en Argentina es el caso de Palestina cuando hay alguna situación puntual- las personas que estamos todo el año mirando hacia ese lado del mundo, lo vemos a diario, cómo se hacen las representaciones en el imaginario colectivo. Cómo se construye la mirada hacia una mujer que utiliza el velo”, expresó Torchiaro y agregó que esto contribuye a la forma en que se mira a las musulmanas que habitan suelo occidental: “Están siendo todo el tiempo juzgadas y puestas en tela de juicio con el discurso de ´ya estás en Occidente, sacate tu pañuelo, ya podés ser libre´. Con una presión y una violencia total”.

“Hay una construcción del islam como un otro lejano, como un demonio, como algo que viene a atacar nuestra libertad, nuestros supuestos derechos que muchos son ganados, pero no sin luchas”, enfatizó Falcón. Por su parte, Torchiaro admitió que durante años “me costaba muchísimo afrontar la reacción que recibía -y que sigo teniendo- cada vez que digo que soy musulmana. ¡Y eso que no uso el hiyab! Cuando nos socializamos las mujeres musulmanas en sociedades que no son mayoritariamente islámicas, y sobre todo en las  occidentales -como Argentina- que no son multiculturales, padecemos un gran racismo subyacente, interno, intrínseco”. Se infantiliza a todos los pueblos musulmanes y más a la mujer porque tiene un plus en la interseccionalidad que genera la opresión de ser una población de subalternidad en el mundo, como es la categoría género. Se las define todo el tiempo y al definirlas se las mutila, se las silencia.

Por otro lado, para Falcón decir que el islam condensa el paradigma de la misoginia y lo patriarcal, es un error. “El patriarcado es una forma discursiva, textual, que atraviesa pensamientos enteros, religiosos, filosóficos, políticos y no podemos decir que solo existe en el islam”, explicó.

Torchiaro sumó que existe una maquinaria ideológica alrededor, repetitiva, friccionada con la industria cultural, la televisiva, la cinematográfica, que reproducen ese imaginario.

El islamismo, como el catolicismo y el judaísmo, incluye diversidades, múltiples escuelas del pensamiento. El feminismo islámico existe hace años, es un pensamiento de base, reformista sobre el islam. Lo que hicieron las mayores eruditas, fue empezar a tomar los principios ordenadores de esas sociedades y replantearlos, repensarlos. La manera que encontraron más cercana a esto es acceder a los textos sagrados y hacer de éstos una hermenéutica feminista.

Desde occidente se mira a las mujeres de oriente con pena, desde un lugar de superioridad, producto de una mirada colonizadora, salvacionista. “La mujer afgana tiene voz. La mujer afgana viene luchando no solo contra los talibanes sino contra la ocupación estadounidense y anteriormente contra la ocupación rusa, donde hubo violaciones de derechos humanos, abusos sexuales, prostitución, trata de personas”, dejo en claro Falcón. Agregó que lo que podemos hacer es dejar de estigmatizar el islam per se como una religión retrograda, tratar de habilitarles la voz y no hablar por ellas. Unirnos en un feminismo que no debe tener fronteras ni distinciones entre las creencias.

Torchiaro cerró expresando que hay muchísimas maneras de analizar la situación de Afganistán desde lugares tan lejanos. Hay análisis políticos que terminan en lo más belicista, en lo más duro, en cuestiones geopolíticas pero lo real es que es una catástrofe humanitaria y esto va a generar un desplazamiento forzado de personas, mayoritario del que ya había, por eso se está haciendo un llamamiento internacional al pedido de recepción de refugiados. La comunidad musulmana argentina ya elevó pedidos a amnistía internacional.

 

“No descendemos de esclavos sino de personas que fueron esclavizadas”

“No descendemos de esclavos sino de personas que fueron esclavizadas”

En el marco del Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, ANCCOM dialogó con la “periodista afro” –como ella se define– Lisa María Montaño Ortíz. Nacida el 17 de marzo de 1987 en la ciudad de Cali, Colombia, la tercera de cuatro hermanos, creció en una familia humilde sostenida por mujeres.

Durante 10 años vivió en la Argentina, donde estudió y se puso a militar para erradicar las violencias raciales y las desigualdades con un objetivo: producir su propia historia desde su identidad para, así, ir deconstruyendo a la sociedad.

Licenciada en Comunicación Audiovisual y diplomada en Migración, Territorio y Derechos Humanos, en 2017 recibió el premio Lola Mora por transmitir una imagen positiva de la mujer negra libre de los estereotipos de género, promover la igualdad de oportunidades y derechos.

Orgullosa de ser una mujer negra afrodescendiente, a partir de reconocer, padecer e identificar situaciones de discriminación, entendió que es indispensable estar como referente en todas las esferas de la sociedad. “Soy hija del mundo. Me crié en Cali, me profesionalicé en Argentina y ahora soy esposa y mujer en Uruguay”, cuenta.

Viniste a la Argentina a estudiar contabilidad, pero luego te volcaste al periodismo. ¿Cómo surgió este interés?

Llegué a Santiago del Estero y se me dio la oportunidad de participar de un programa de televisión y radio. Pero me sentía mal haciendo algo en lo que no me había preparado, hubo incluso personas que me hicieron críticas desde la maldad y me descalificaron porque no tenía título, así que decidí mudarme a Capital Federal para hacer la carrera. Y mi militancia surgió de observar la invisibilidad que había sobre la afrodescendencia, en particular de la afroargentinidad, en los medios. Incorporé en mis trabajos la variable afrodescendiente, aunque algunos de los profesores me decían que saliera de mi “zona de confort”. Sin embargo, fui tajante en defender mi postura de querer abocarme a la afrodescendencia porque es un tema que aborda diferentes temáticas como las políticas públicas, el reconocimiento, educación y el empoderamiento. Sentí que Argentina era un territorio fértil para abarcar diferentes temas dentro de uno macro que es la afroargentinidad. Así empecé la militancia en la universidad, luego trascendió cuando fui conociendo afrodescendientes y me fui apasionando porque me iba construyendo y deconstruyendo: yo misma me di cuenta que había sido reproductora de prácticas racistas.

¿Qué significa ser una mujer afro?

Es complejo y tiene que verse desde diferentes puntos. Primero está el lado del reconocimiento y empoderamiento, a partir de ahí reconocerse como mujer negra en Argentina implica militar, aunque no estés asociada a ninguna organización, sino simplemente etnoeducar todo el tiempo a la gente sobre tu etnicidad, cultura, corporalidad. Es estar cargando con prejuicios negativos y con esta idea de que sos prostituta o bailarina de samba: es como que automáticamente te obligan o te encasillan en esas dos cosas y no a poder aspirar a más. Por otro lado, en lo personal, es la oportunidad de reivindicar nuestra riqueza cultural, de mostrarle al mundo y decirle, esto “soy yo” y no es nada de lo que ustedes han creído o se han imaginado. Nos encanta estudiar, aprender y transmitir ese conocimiento. Respecto a los cuestionamientos que enfrenta la comunidad en general, no son cosas fáciles de erradicar. Debemos luchar por nuestros derechos todo el tiempo, desarticular estos prejuicios y pienso que hoy la afrodescendencia cuenta con un nivel de profesionalización y adquisición de conocimiento mucho mayor que otras generaciones atrás. Estos cuestionamientos están permitiéndole a la comunidad afro entender que necesitamos producir nuestras propias historias y no ser invitados a contar lo que vivimos día a día.

En una entrevista anterior, afirmaste: «Cuando eres profesional, ocupas espacios que antes nos fueron negados y sabes expresar tus ideas y defiendes tu postura, eso no cae muy bien». ¿A qué te referías?

Dije que, a causa de los estereotipos, piensan que, si sos mujer negra inmigrante, necesariamente no tienes estudios, ni sabes expresarte. Cuando llegan y se dan cuenta que están hablando con una persona de igual a igual, y que quizás tenga más preparación, ahí es donde cae mal, te descalifican por tu etnicidad o no les queda otra que dejarte el espacio. Entonces tiene que ver con la no concepción de una cultura afrodescendiente dispuesta a capacitarse y a etnoeducarse, esto causa conflictos en el imaginario blanco concentrado y concebido en un umbral de racismo y prejuicios.

¿Cómo se resignifica la identidad afro en América latina?

A partir de la historia y empieza a contarse desde la perspectiva de todos. El pueblo afrodescendiente, en general, se ha levantado no solo para hablar y reivindicar su música y datos típicos, sino también para estar en la academia, como estudiante, pero también como exponente y productor de conocimiento. En este momento, los hombres y mujeres afrodescendientes están ocupando espacios en los medios, en el cine, en los libros, incluso encontramos cuentos para niños afro. Hay toda una gama de reincidencia de lo afrodescendiente más allá de lo ya conocido como el deporte, lo artístico y lo folklórico. En el feminismo clasista, ortodoxo y blanco, la agenda afro sigue siendo ignorada. Mientras el feminismo no abarque a todos los feminismos, sigue siendo elitista porque, consciente o inconscientemente, invisibiliza la lucha de otras mujeres. No me considero feminista, pero sí me identifico con ciertas posturas. La agenda afro por suerte continúa avanzando, independientemente de si el feminismo blanco nos incluye, venimos generando contenido vinculado a nuestras propias problemáticas y posibles soluciones a través de políticas públicas y de la participación. Hoy la agenda afro está nutrida con referentes de diversos países muy comprometidas con el afrofeminismo.

Se sostiene que también existe una reproducción excesiva de prácticas o símbolos de la cultura negra, ¿qué opinás?

Se trata más bien de una apropiación cultural: vaciar de contenido a determinada práctica o elemento de la cultura para mercantilizarlo. En este sentido, hay como un boom de la afroargentinidad vinculada a la danza, venta de turbantes y trenzas, pero liderada por personas que raramente son afrodescendientes. Se lucra con elementos sin darle el uso correcto y sin contar verdaderamente la historia de los afroargentinos. En Argentina, se debería concientizar a la gente que no está bueno apropiarse de una cultura sin conocer qué representa para esa comunidad esos elementos. Es una falta de etnoeducación y de deconstrucción. Es la militancia la que ha logrado instalar las temáticas y problemáticas que atravesamos. Mientras el debate genere estos avances, está bueno seguir reclamando, expresando y poniendo sobre la mesa la apropiación cultural y el mal aprovechamiento de algunos sobre nuestros orígenes e implementos.

Tenés un sitio web que se propone “etnoeducar”, ¿qué significa esto?

En la actualidad vivo en Montevideo con el deseo de nuevos vínculos, planeo seguir con la militancia e intervenir en alguna organización. Sin embargo, el contexto de pandemia lo ha impedido, fui mamá hace poco y tuve que mantener resguardos, pero vengo participando en encuentros virtuales y colaborando con el portal AfroUp para conversar y etnoeducar. Etcnoeducar significa concientizar a las personas sobre nuestra historia desde el punto de vista afrocentrado, por ejemplo, es común que una persona no negra crea que la historia africana nació con eso y está lejos de la realidad. La etnoeducación implica conocer pensadores afrodescendientes que existieron, existen y existirán en diferentes países y que nos fueron negados. A partir de ahí empezamos a concienciarnos de las diferencias y barreras que ha generado el racismo, la discriminación estructural, institucional, pero sobre todo la persecución policial. Yo me preparo para etnoeducar no solo como profesional de los medios, sino como mujer afro y ahora mamá de una nena afrodescendiente que debe ir a la escuela con un pensamiento afrocentrado, que le permita sentarse con sus compañeros y saber que ella no es descendiente de esclavos sino de personas que fueron esclavizadas. Crecimos maleducados con respecto a nuestra etnicidad, el privilegio de las crianzas de hoy parte de una conciencia negra responsable, autodidáctica y dispuesta a educar a la población no negra.

En Medio Oriente también se combate al patriarcado

En Medio Oriente también se combate al patriarcado

Tras una vida dedicada a la lucha por la liberación femenina y el empoderamiento de la mujer árabe, la escritora, médica, activista política y feminista, Nawal El-Saadawi, falleció el domingo 20 de marzo a sus 89 años en El Cairo, tras una enfermedad no especificada que padecía hace tiempo, según informaron sus familiares cercanos.

Saadawi nació en una familia conservadora pero acomodada, lo que permitió que recibiera una buena educación y se graduara en Medicina y Psiquiatría en 1955. Durante sus primeros años en el ejercicio profesional, la egipcia evidenció en carne propia las desigualdades y maltratos a los que eran sometidas las mujeres, principalmente en zonas rurales, hecho que marcó su carrera como escritora y activista política. 

Con más de 50 libros publicados en 30 idiomas, Saadawi se animó a luchar contra prácticas muy arraigadas en la sociedad árabe, como la mutilación genital -la cual sufrió- o la poligamia, y a tratar temas tabú como las mujeres y el sexo. En sus libros y ensayos también trajo a discusión el rol de la religión, el velo y el colonialismo europeo y norteamericano en Oriente. “Estamos en contra del capitalismo porque está relacionado con el patriarcado. No estamos en contra de los hombres sino del sistema patriarcal que lleva a la dominación de aquellos en la religión, en la economía, en la cultura y en la ciencia”, afirmó en una de sus últimas entrevistas para el canal británico 4 News.

Tras su muerte, Saadawi fue recordada por miles de mujeres que se vieron influenciadas por sus obras e hicieron suya la lucha.  Su partida fue una forma de reconocer la genealogía y la cultura política construida por mujeres árabes a lo largo de las décadas, que cuenta con los aportes de activistas como la marroquí Fátima Mernissi o la libanesa Joumana Haddad, entre muchas otras.

Ellas mataron a Sherezade

El feminismo árabe tuvo sus inicios en el siglo XIX en Egipto y los actuales Siria y Líbano, y se extendió a lo largo del siglo XX por el resto de los países de la región. Al contrario de lo que se suele pensar, los movimientos de mujeres comenzaron mucho antes de la llamada “Primavera Árabe” del 2010 y 2011, aunque gracias a la gran cobertura mediática de las revueltas, por primera vez la participación política femenina obtuvo mayor visibilización. Tampoco fue un producto importado de Occidente sino que se creó alrededor de luchas propias, como son por ejemplo la resistencia contra el colonialismo europeo o el rol de las mujeres en una religión y sociedad específica, además de los pedidos globales de igualdad y el fin de la violencia patriarcal.

Al igual que la población, el dialecto y la etnia de los países árabes, los feminismos de la región son variados y heterogéneos.Tampoco son estáticos ni herméticos sino que dialogan entre sí y han ido cambiando su significado a lo largo de los años. La mayoría de especialistas nombran dos grandes ramas, el feminismo secular/laico y el feminismo islámico, aunque también existen otras formas de lucha política.

Nawal Al-Saadawi formó parte del feminismo secular, caracterizado por su acercamiento al socialismo, al nacionalismo, a la separación del Estado y la religión y a la lucha anti-colonial. Según esta visión, cualquier religión es una ideología que se utiliza para justificar injusticias dentro de un sistema social y como consecuencia, el feminismo y la religión serían incompatibles ya que el primero lucha contra dichas injusticias.

Un caso más actual es el de Násara iahdih Said (26), quien se define en su perfil de Twitter como “feminista sin apellidos”, invitando a que las mujeres de todo el mundo se procupen y se cuiden entre ellas sin importar de dónde provengan. Esta activista saharaui no sólo busca “desnaturalizar las prácticas discriminatorias que se ejercen sobre las mujeres en contextos islámicos” sino que también lucha “a favor de la liberación de los territorios saharauis ocupados”, en referencia al conflicto en el Sahara Occidental, ex-colonia española ubicada en el norte de África, que lleva actualmente 16 años de violencia.

Por otro lado, el feminismo islámico que no pocas veces aparece contrapuesto al secular/laico por considerarlo una copia de Occidente, surgió a fines del siglo XX y parte de la base de que una relectura del Corán desde una mirada feminista demostraría que el islam otorga un rol fundamental a la mujer en la sociedad y en la religión. Frente a esto, afirma que las leyes y normas que oprimen a la mujer en los países árabes son, en realidad, la propia interpretación que los hombres hacen de los textos sagrados a través de una mirada machista. 

Carolina Bracco, especialista en estudios de género y cultura árabe, afirmó en una entrevista con ANCCOM que a partir de las revueltas árabes de la década pasada comenzaron a configurarse nuevos movimientos de mujeres muy parecidos a los latinoamericanos, “de jóvenes, mucho más radicalizadas, con objetivos puntuales, coordinación más transversal y una perspectiva y construcción política más a largo plazo”. Sin embargo, insiste en remarcar que dichas organizaciones muchas veces no se enuncian como feministas ya que “es una palabra un poco controvertida en Medio Oriente, muy ligada a la agenda extranjera occidental”.

Como en el resto de los países, occidentales y orientales, sin distinción, el principal desafío de los movimientos de mujeres de hoy es la escalada de violencia intrafamiliar como consecuencia de la pandemia de Covid-19. Un 55% de mujeres observó un incremento de la violencia doméstica en el contexto de coronavirus, según un informe de la Oficina Regional para los Estados árabes de ONU-Mujeres. Las principales causas que se detallan son el aumento del estrés causado por dificultades económicas, confinamiento prolongado en espacios cerrados y discontinuación de servicios y sistemas de soportes para mujeres, quienes se encuentran encerradas con su abusador.

“Desgraciadamente, uno de los puntos que tenemos en común todas las mujeres  es que la violencia de género ha crecido de manera virulenta con las cuarentenas. Los llamados a los números de emergencia, los femicidios y la agresión dentro del hogar han aumentado, así como los problemas económicos que muchas veces funcionan como trampolín para la violencia de género. Tampoco se debe olvidar de las prácticas de cuidado que recaen sobre las mujeres”, opina Bracco.

El orientalismo del siglo XXI

El orientalismo fue definido por el investigador Edward Said como la forma que tiene Occidente de ver a Oriente a partir de una tradición colonialista de estudios sobre la región, que arrastra una visión sesgada, estereotipada y racista. Esta perspectiva también puede extenderse hacia las mujeres árabes-musulmanas, muchas veces objetos de un discurso paternalista y orientalista que las ubica en un rol de víctimas pasivas que deben ser salvadas por la mujer occidental moderna. 

Un caso interesante es el de Muslimah Media Watch, una iniciativa de mujeres musulmanas que critican y visibilizan la forma muchas veces ridícula en la que se las representa en los medios y en la cultura popular occidental. Según ellas, autodefinidas como feministas musulmanas, su objetivo es el de “localizar y criticar la misoginia, el sexismo, el patriarcado, la islamofobia, el racismo y la xenofobia que afecta a las mujeres musulmanas”. Sus artículos van desde la crítica hacia anuncios publicitarios supuestamente progresistas de famosas marcas occidentales, hasta la denuncia de discursos machistas y racistas disfrazados de inclusivos. También cuenta con entrevistas a referentes del mundo árabe-musulman y con el análisis sobre noticias que las afecta directamente.

Actualmente, Bracco trabaja sobre las posibles conexiones entre América Latina y Medio Oriente en cuestiones de género, y admite que la sorprende escuchar este tipo de discursos paternalistas de mujeres latinoamericanas hacia mujeres musulmanas cuando en realidad hay muchos puntos en común entre ambos contextos. “Siempre se nos ha dicho, como mujeres occidentales, que debemos valorar nuestras libertades porque hay mujeres que están mucho peor, haciendo referencia a estos países árabes. Pero esta imagen de libertad es en realidad ficticia y mucho más teniendo en cuenta nuestro contexto latinoamericano”, afirma. 

Según la especialista, “siempre estamos queriendo mirar a Europa y a Estados Unidos haciendo que se reproduzcan los estereotipos y se repitan las construcciones que se hicieron desde Europa y que poco tienen que ver con nuestras propias realidades, con lo riquísimo de lo que se está produciendo en Latinoamérica, no solo en términos académicos sino también de militancia feminista”. Agrega que a la hora de interesarse por esta región, se debe comprender que las mujeres árabes no son objetos de estudio sino que son compañeras de lucha con quienes se deben construir puentes de diálogos reales que enriquezcan la discusión que muchas veces tiene coincidencias, desde un pasado colonial hasta la demanda del más básico derecho a la vida.

Medio Oriente en los medios

Los medios de comunicación son una gran herramienta a la hora de visibilizar problemáticas sociales y ubicarlas en agenda. Desgraciadamente, este no es el caso de las políticas de Medio Oriente ni mucho menos de la realidad de las mujeres árabes o su lucha feminista. 

Frente a esto, Pedro Brieger, periodista internacional y especialista en la región, explica que aunque hubo medios que tuvieron una gran tradición en temas internacionales y enviaban corresponsales especialistas sobre la temática a diferentes países, por una cuestión de costos y falta de especialización, esta ha mermado con el tiempo. Considera que mientras en los diarios aún se sigue dando cierta importancia a las noticias internacionales, la radio y la televisión han ido recortando esta sección, con ciertas excepciones como lo fue Visión 7 Internacional por Televisión Pública.

“Los medios de comunicación por lo general van detrás de algo muy fuerte: un atentado, una guerra, algún evento de paz. En ese marco, en el mundo occidental, el tratamiento de las mujeres en Medio Oriente es básicamente de prejuicios, de una mirada orientalista, eurocéntrica que mira al resto del mundo, en este caso a las mujeres árabes, con más prejuicios que conocimientos”, agregó Brieger.

Está claro que si los medios solo nos muestran noticias negativas acerca de la región, como ataques terroristas o mujeres con velos que solo dejan ver una ranura en sus ojos, crearemos una imagen sesgada y generalizada de la realidad. Aunque es entendible que la coyuntura local eclipse al resto de las noticias internacionales, tener una visión tan provinciana del mundo, según el especialista, es un problema y Argentina aún lo tiene. 

El Encuentro en tensión

El Encuentro en tensión

Marcha contra los travesticidios en el último Encuentro en la ciudad de La Plata.

La situación coyuntural que vive el país con respecto a la pandemia no sólo perjudicó la normal administración y organización de los hasta ahora denominados Encuentros Nacionales de Mujeres sino que, además, evidenció la división que ya se venía gestando en el movimiento. Por primera vez en 35 años, además de la comisión organizadora tradicional, surgió una comisión paralela. Si bien los comités difieren en muchos aspectos (entre los cuales se destaca el nombre del Encuentro), hasta ahora la idea de hacer dos Encuentros en diferentes fechas no era una opción. Sin embargo, la situación con respecto a la crisis del Covid 19 podría modificar la situación.

Por un lado, hace unas semanas, en la página del Partido Comunista Revolucionario (PCR), agrupación a la cual pertenecen mujeres de la Comisión Organizadora, se anunció que el Encuentro se postergaría hasta nuevo aviso debido a la pandemia que acecha al país. Cecilia Betervide, encargada de la subcomisión de Comunicación de la ciudad de San Luis, terminó de explayar esta noticia: “Como comisión organizadora decidimos postergarlo unos meses hasta que estén dadas las condiciones de salud para que todas podamos participar. Aún no sabemos hasta cuándo se va a postergar, pero lo más probable es que sea hasta el primer semestre del año 2021”.

Dentro de las opciones de lo que podría suceder con el Encuentro este año, asegura que surgió la idea de hacerlo de manera virtual, pero finalmente fue descartado: “Si hiciéramos un Encuentro online habría un montón de mujeres que objetivamente quedarían fuera de la participación porque no tienen acceso a un dispositivo para conectarse o porque no tienen Internet”, aseguró.

Por otro lado, la Comisión Organizadora del autodenominado Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries sostiene que continúa organizandose: “Pese a las dificultades que este contexto nos presenta hemos decidido sostener la organización del 35 Encuentro Plurinacional. Consideramos que es complejo que en esta coyuntura pueda realizarse el Encuentro, pero iremos analizando cómo se desarrolla el estatus sanitario regional acorde a lo que el Estado provincial y nacional permitan. Venimos pensando en la virtualidad como una alternativa que no suplantará al Encuentro acuerpado, pero que sí puede ser una opción para no dejar pasar la fecha de manera desapercibida”, afirmó Noelia Aguilar Moriena, representante del Encuentro Plurinacional.

Asamblea de Abya Yala en el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales y No binaries.

Estas dos posturas, evidencian la división que ya se venía generando en el movimiento hace tres años, pero que ahora parece hacerse concreta y definitiva. Entre los motivos por los cuales se establece esta disyunción, se puede mencionar el reclamo hecho por aquellas personas que no son parte del partido fundador ni de la Comisión Organizadora tradicional, pero que desean tener más incidencia en las decisiones que respectan a la temática. Si bien desde la Comisión Organizadora se afirma que sus plenarios son abiertos para quien desee acercarse, Aguilar Moriena expresa lo contrario: “Hay un grupo de personas que desde hace muchos años han intentado apropiarse de un Encuentro. La Comisión Organizadora somos quienes integramos el Encuentro Plurinacional. El otro es un grupo minúsculo que tiene nombre y apellido y que busca y ha buscado usar el Encuentro para sus plataformas políticas partidarias. De una vez por todas en San Luis dijimos basta. Nos organizamos y resignificamos el Encuentro, que por primera vez en la historia, nombra a todas las identidades que somos parte; nombra también de una manera cabal y completa la plurinacionalidad que nos habita y, además erradica la mirada biologicista y transodiante”.

Betervide, sin embargo, disiente con esta postura: “Las divisiones siempre favorecen a alguien. Si nos dividamos entre nosotras favorecemos al sistema que nos está oprimiendo. Creemos que el Encuentro es lo más inclusivo que puede haber: las mujeres de los pueblos originarios están contenidas desde el primer Encuentro y son parte incluso de la Comisión Organizadora. En esta comisión, estamos todas las que queremos estar. Cada una de las reuniones se hace pública, no se cierra la participación. Mientras más diversas sea la Comisión Organizadora del Encuentro, mejor va a reflejar la diversidad que hay en la sociedad respecto al movimiento de mujeres”, afirmó.