Del paco a la literatura

Del paco a la literatura

Ariel González es un poeta popular que, a través de sus rimas y narraciones, retrata la vida de los vecinos y vecinas de la Villa Itatí, de Quilmes. Logró dejar atrás consumos problemáticos, pero nunca se olvida de los que no pudieron hacerlo. Escribió dos libros que se difunden en las escuelas del distrito y recibió el reconocimiento de las autoridades municipales. Su nuevo proyecto se llama Villa Filosofía, que muestra los trabajos de diferentes artistas de las barriadas humides.

La historia de Ariel González transcurre por muchos caminos comunes que atraviesan a los habitantes de las barriadas humildes de nuestro país, en el contexto de una Argentina con pobreza e indigencia que casi alcanzan a la mitad de la población. Pero también se evidencia en él una excepción a la regla que lo hace un personaje distinto: su extrema lucidez para transmitir lo que es la cotidianeidad en Villa Itatí. El relato de este artista “villero” (como él mismo se define) incluye carencias y durísimas experiencias de vida tanto para él como para su entorno, pero también un afán de superación y solidaridad colectiva que irradian potencia e inconformismo con la realidad que atraviesa el barrio. Su arte combina todos estos factores.  

Concertar la entrevista con “Ari” en la casa de su abuela en el triángulo de Bernal (lugar conocido por tener un santuario del Gauchito Gil) fue cuestión de segundos: “Estoy haciendo laburos de albañilería por mi cuenta en el barrio y me vendría bien, así también zafo porque me duele mucho la espalda, ja”. Su pequeño cuerpo —no supera 1,65 metros de estatura— debe lidiar con horas de esfuerzo y malas posturas, en jornadas interminables de revoques y apuntalamientos de paredes.  

Una cara casi adolescente oculta sus 35 años y es aún más increíble cuando cuenta que tiene cinco hijos, (el más chico de 3 y el más grande tiene 12). Su mamá, pilar fundamental para la recuperación de Ariel, es jubilada y optó ser portera de escuela aunque tenía título como profesora de Contabilidad. Ahora trabaja de costurera de cartucheras en su casa en Itatí. Ese fue el trabajo que le legó la abuela de Ariel que ya no podía tomar más esas tareas. “Es una esclavitud”, expresaba con una mueca irónica. “Ari” es el hermano del medio en su familia. Los trabajos de sus otros cuatro hermanos incluyen desde la repartición de pan, la albañilería y las labores para cooperativas populares, hasta la costurería que realiza su hermana junto a su madre.  

Pasó por tres colegios y llegó hasta tercer grado: “Iba a la escuela porque veía que mis amigos iban y ahí te daban de comer”, contó. Señaló que no le interesa terminar los estudios porque aprender “solo te da un conocimiento que después no usas para nada”. 

Como contraparte, afirmó que aprendió más “viviendo y sufriendo” con lo que le deparaba “la calle”. “No estoy ni en pedo en contra del estudio, pero tengo problemas con la concentración. Se me parte la cabeza”, se sinceró. Ariel destacó que quiso terminar la escuela, yendo a un colegio de Villa Azul, barrió vecino de Itatí, pero cuando volvía a su casa esos dolores lo aquejaban. Apunta que la causa de este problema se relaciona con su consumo de paco por doce años. Seducido por su mensaje de paz, se volvió fanático de Bob Marley y adora a Charly García. También se considera profundamente creyente, aunque cuando algún vecino le achaca que no asiste a misa, siempre recalca que habla con Dios “todos los días”.

La lucha contra el paco en primera persona (y también en tercera)

Fue en ese periodo de adicción —entre los 15 y los 24 años— que comenzaron a fluir sus primeras rimas y reflexiones, que su madre transcribía en la computadora: “Yo no sabía escribir”, recordó. En todo momento, Ariel reafirmó que su inspiración surgía “del sufrimiento”. Señaló que lo tenía “muy mal” saber que no podía dejar de consumir. Sus recaídas eran recurrentes. 

El arte de Ariel reflejaba eso que le pasaba a él pero que se replicaba en decenas de pibes y pibas del barrio. De una vez que pagó casi el doble de lo que valía una dosis de paco salió una de sus primeras poesías, que le “hablaba a la abstinencia”: “Para comprarla no ponemos pretextos ni peros, cuando la esperamos nos tiramos pedos. Queremos dejarla pero no podemos, cada vez que nos acordamos, el culo retorcemos”. Y recordaba, irónicamente y entre risas, que no se quejaba de ese aumento “repentino” de precio pero sí lo hacia con la yerba que compraba todos los días para el mate.  

Destacó que su recuperación tuvo avances significativos cuando, en el medio de la villa, se paró frente a unos pibes que consumían y se mantuvo inmutable. Afirmó que aún vive en el infierno, pero que ya no lo “quema”. Sin embargo, ve que muchos a su alrededor hoy “se siguen quemando”. Gente “dopada”, “en cana”, o en centros de rehabilitación que, para Ariel, nunca generan buenos resultados, eran los destinos “inevitables” para los pibes y pibas que caían en la adicción.  

Ariel obtuvo el reconocimiento de amigos y vecinos del barrio cuando les mostraba esos primeros trabajos artísticos, e incluso se convirtió en una “referencia” para mucha gente de la villa, que lo buscaba para contarle sobre sus adicciones. Se convertía en su última “carta” a quien recurrir antes de ir a comprar paco. Su respuesta era siempre la misma: “Armaba una chimenea, comprábamos un pedazo de carne, pasábamos tiempo juntos e intentaba mostrar que la plata se puede gastar en otras cosas que no fueran la droga. A mí me ayuda ayudar a esos pibes”. 

Esas ganas de cambiar la situación del barrio generaron una primera semilla en él. Durante su proceso de mejoría, se produjeron los primeros encuentros de Ariel con el padre Ángel Tisot, un cura del barrio que luego fue a vivir al sur patagónico, al que le llevó sus fotocopias de los primeros escritos. Fue así como Tisot conoció en detalle el desolador paisaje de los pasillos de Itatí: pibes y pibas deambulando por las calles, sin rumbo alguno, haciendo trabajos precarios e incluso robando para conseguir nuevas dosis de pasta base, siempre bajo el acecho de las bandas que aun venden su “mercadería” en el barrio.  

Ariel le propuso al padre que transformaran la huerta que había en la iglesia ubicada en el corazón de la villa en un centro de “contención” para los pibes que sufrían de dependencia al paco. Ariel destacó que cada vez se hacía más numeroso el espacio y que conseguían comida a partir de las changas que hacían en los negocios del barrio: “No hacía falta la ayuda del Estado”. Esta reticencia de Ariel a la intervención estatal se basa en lo que para él son tratamientos poco eficaces para erradicar las adicciones en el barrio. Cuando Ariel y el padre Tisot se fueron quedó armada la estructura de lo que hoy se llama “Hogar de Cristo”, apadrinado por el Papa Francisco. Ariel contó que a veces vuelve al lugar y que cuando lo reconocen se queda jugando a la pelota con los pibes y pibas que hoy están allí: “Faltas vos”, le decían.    

A pesar de este escenario un poco más auspicioso para la realidad del barrio, Ariel no dio rodeos y fue “al hueso” cuando se le consultó sobre los grupos narcos que hacen base en el en la zona: “La situación ahora es terrible. Está volviendo la ola. Todo lo que yo escribí en mis libros que pasaba antes, pueden ser relatos de ahora”. Cargó contra los gobiernos de turno y aseguró que “todos los ‘peces gordos’ volvieron”.  Reclamó con urgencia que haya mayor intervención para erradicar el problema del consumo de paco en Itatí: “Prefiero hasta vivir sin luz, pero que mis hijos estén lo más lejos posible de las drogas”. A este “coctel”, Ariel añadió el clima de violencia e intolerancia que hay entre los propios vecinos, con peleas cotidianas tanto dentro de cada casa como fuera.

Creaciones en el medio del caos

Ariel publicó su primer libro en 2012 y fue en 2021 cuando salió su segundo trabajo literario, Yo soy Ariel. Su primer verso en esa publicación grafica a fondo el drama cotidiano de lidiar con la marginalidad y la oferta de droga a cada hora: “Con cien kilos de vidrio compras un kilo de pan/ Los precios para los pobres vuelan como Súperman/ Las tripas de mi panza viven a las trompadas, pero la esperanza nunca se me acaba”. 

A pesar de que hace unos meses este segundo libro fue declarado de interés municipal, expresó que tiene que regalar los libros que escribió y editó cuando brinda charlas en las escuelas (lo hace desde 2016) porque la ayuda económica del gobierno no llega. “Es más importante un pedazo de asfalto, que lo ponen, lo vuelven a romper, que la juventud, que es a la que tenemos que cuidar para el futuro porque es la que se mueve, la que piensa. Nosotros no vamos a estar más pero los chicos que están ahora son los que se van a quedar con todo esto que les dejamos. Si la nuestra es una generación de mierda, va a ir todo para atrás”.

Hoy se enfoca en su nuevo proyecto, Villa Filosofía. Este canal de videos de YouTube se convirtió en su carta de presentación para que la gente que no es de la villa conozca todo lo que se produce allí. Recalcó que solo conociendo los problemas que se narran desde la propia villa, se podrán generar las soluciones necesarias para superarlas y, según Ariel, “despertar la conciencia”.

Consultado sobre un futuro nuevo trabajo literario, este artista popular fue categórico: “Si alguien quiere tener mi tercer libro, que me escuche porque no lo escribí. Lo tengo en palabras”.

 

¿Qué significa reducción de daños cuando hablamos de drogas?

¿Qué significa reducción de daños cuando hablamos de drogas?

En medio del debate sobre los folletos publicados por el Municipìo de Morón que indicaban cómo consumir psicoactivos, Silvia Inchaurraga, Secretaria General de ARDA, analiza la campaña pública y las críticas de la oposición.

El 24 de abril se llevó a cabo el festival cultural, solidario e inclusivo “La Minga”, organizado por el Municipio de Morón, gobernado por el intendente Lucas Ghi. En uno de los puestos instalados en el predio fueron distribuidos folletos informativos dirigidos a usuarios de drogas con el fin de promover algunas recomendaciones sobre el consumo.

La pieza informativa se enmarca en el Programa de Reducción de Riesgos y Daños asociados al consumo de sustancias psicoactivas legales e ilegales que lleva adelante el Morón junto al Sedronar y la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA). El programa está avalado por una ordenanza municipal sancionada por unanimidad en junio de 2021 y su finalidad es promover un accionar estatal que busque reducir las consecuencias negativas del consumo en los usuarios.

Este material fue puesto en circulación en Twitter mediante capturas de pantalla de una historia de instagram subida por la Dirección de Jóvenes del municipio. Varios  dirigentes de la oposición cuestionaron la campaña desde sus cuentas personales acusándola de hacer apología a las drogas o incitar al consumo. Entre ellos se contaron varios diputados nacionales de Juntos por el Cambio, como Diego Santilli, Waldo Wolff, Ricardo López Murphy y Mariana Zuvic, y Carolina Píparo de Avanza Libertad. La polémica continuó en las redes con un hilo de ARDA.

¿En qué consistió la campaña?

El Municipio de Morón convocó a ARDA para gestionar la inclusión del Programa de Reducción de Riesgos y Daños que proponen e incentivan. El mismo consta de estrategias como el trabajo en terreno con equipos profesionales previamente formados, por ejemplo, instalando consejerías. También desarrolla diferentes tácticas comunicacionales e informativas, como las realizadas en el festival “La Minga”.

Los folletos en cuestión forman parte de una serie de estrategias articuladas y complementarias. Son una herramienta utilizada con un fin específico dirigida a una población determinada, en este caso, los usuarios de drogas. Silvia Inchaurraga, doctora en Psicología, Directora del Centro de Estudios Avanzados en Drogodependencias de la Universidad Nacional de Rosario y actual Secretaria General de ARDA, sostiene que «el folleto, para nosotros, es un gancho para lograr acercar al usuario de drogas, para lograr contactar población que no llega tradicionalmente al sistema de salud, con un mensaje amigable y diferente. Es un material focalizado. No se habla de todas las drogas a todo el mundo. Se ha sacado de contexto el espíritu de la intervención y el material”.

En relación a este último agrega: “Vivir en tiempos donde todo se viraliza puede ser uno de los factores que llevan a tergiversar el modelo. La consecuencia positiva es que permite que la sociedad argentina profundice y conozca más sobre qué es la reducción de daños”.

El modelo de reducción de daños pretende reducir las consecuencias negativas de las drogas sin que necesariamente se interrumpa el consumo, porque el adicto no quiere o, simplemente, no puede. La propuesta consiste en pensar estrategias lo menos invasivas posibles.

Cuando se comenzó a implementar este modelo, los principales daños tenían que ver con la hepatitis y el VIH/sida. ARDA, desde una perspectiva actual, entiende que la problemática es más amplia: no se trata solo de los daños en el campo sanitario (desde enfermedades hasta muertes por adulteraciones o sobredosis), sino también los daños sociales vinculados a la actual Ley de Drogas o a la estigmatización de los usuarios.

En este sentido, la asociación entiende que es de máxima importancia realizar un abordaje interdisciplinario y focalizado en el sujeto y no en la droga en sí. Desde un abordaje terapéutico, indagar en las causas de ese consumo: ¿qué función está cumpliendo la droga para el sujeto?

El abordaje de reducción de daños puede trabajar en consonancia con dispositivos asistenciales, pero es importante remarcar que tiene validez sea que intervenga, o no, un dispositivo asistencial. De hecho, puede oficiar de puente con el sistema sanitario. Alguien, a partir de recibir un material informativo o contactar con un agente de salud, puede llegar a pedir ayuda.

Por último, la Secretaria General del ARDA aclara que «es importante remarcar que la reducción de daños de ninguna manera es un modelo que pretende incentivar, legitimar o hacer apología al consumo. No, parte de una cuestión realista que es que el consumo de drogas está instalado y es necesario que se lleve a cabo con los menores riesgos y daños posibles. Sin embargo, debe articularse con una política sanitaria e instituciones adecuadas que hoy lamentablemente, en mi opinión, escasean».

 

Una reforma legislativa e institucional

ARDA exige una política de drogas en Argentina y entiende que es  fundamental modificar la Ley 23737 que penaliza la tenencia para consumo personal, criminaliza a los usuarios y demoniza las acciones de reducción de daños.

El abstencionismo y el aislamiento que se propone desde el Estado y ciertos centros de rehabilitación e instituciones médicas violan la Ley de Salud Mental al contraponerse a las políticas de promoción y reconocimiento de derechos de los usuarios de drogas.

En relación a este reclamo, Inchaurraga asegura que «lo que necesitamos es contar con una estrategia sanitaria donde los usuarios de drogas sean sujetos de derecho no solo en la letra de la ley o en el discurso de los funcionarios, sino en la práctica. Que puedan acceder a información verídica y pragmática en relación a su consumo, que haya instituciones ambulatorias donde la lógica no sea si no dejás la droga, yo no te atiendo«.

Para finalizar, Inchaurraga propone un cambio de paradigma: “Articular las instituciones donde puedan recibir ayuda aquellos que quieren dejar la droga y los dispositivos de reducción de daños para los que no quieren dejar la droga o no pueden. La prevención tiene que existir para que el que no ha iniciado el consumo no lo haga. Pero no puede ser la única labor. Esa modalidad de prevención ha fracasado».

Otra mirada

Dino Schwaab, licenciado en Ciencias de la Comunicación y maestrando en Literatura Comparada, considera que hay una serie de cuestiones que deberían ser consideradas para abordar una temática de carácter sensible como lo es el consumo de drogas. Estas cuestiones no se suelen tener en cuenta desde las reacciones mediáticas cuando se dice “vamos a condenar a quienes hicieron este folleto por hacer apología a las drogas”.

En primer lugar, no hay que perder de vista los límites del folleto informativo. Siempre debemos leerlo como una pieza inscrita en el marco de una campaña determinada. Nos invita a preguntarnos: ¿En el marco de qué estrategia se despliega ese folleto? ¿Quiénes son los destinatarios? En relación a esto último, la voz de los destinatarios de los folletos es importante a la hora de pensar en la efectividad del mensaje y de la campaña. ¿Sirvió la información brindada?

A modo de conclusión, Dino reflexiona respecto a la funcionalidad del folleto: «En principio diría que me parece un avance porque no moraliza ni al consumo ni a los consumidores. En la moralización del consumo, encontramos su contracara: la exaltación del consumo. Es parte del mismo proceso. En el momento en que tenés las posiciones sociales divididas entre sí o no, entonces: o rechazamos el consumo o lo festejamos. Sabemos que ninguna de las dos va por ahí”, cierra.

«Los adolescentes consumen lo que pueden y no lo que quieren»

«Los adolescentes consumen lo que pueden y no lo que quieren»

Según un informe del SEDRONAR la droga ilícita más consumida en la Argentina es la marihuana. ¿Qué dicen quienes la usan de forma recreativa?

El siglo XX trajo consigo la globalización y con ella cambios en las maneras de consumir. En el caso del cannabis, las sociedades primitivas pasaron de un uso tradicional y medicinal a las sociedades modernas con consumos, en este caso, de sensaciones y experiencias. Estas transformaciones también repercutieron en nuevos modos de pensar la relación entre los jóvenes y los consumos cotidianos. Es en este contexto que aparece la noción de «consumo responsable», la cual deja de implicar un consumo pasivo para tener un rol activo, consciente y crítico.

Un cambio profundo en esta relación se produjo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció la utilidad del cannabis medicinal para mitigar los síntomas de múltiples enfermedades: glaucoma, autismo, quimioterapia o parkinson. Además, se comprobó que funciona eficazmente en algunos tipos de epilepsia, aminora el dolor menstrual e incluso es beneficioso para controlar y paliar procesos de ansiedad y depresión.

En Argentina, el uso medicinal y el autocultivo se legalizó en noviembre de 2020, en esta línea, este avance legislativo invita a debatir, una vez más, el uso adulto o recreativo específicamente en adolescentes.

Por otro lado, su uso recreativo (aún no aprobado en Argentina) es cada vez más frecuente. Según el informe Marihuana: intensidad del consumo publicado en 2017 por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar) el cannabis es la sustancia más “probada” al menos alguna vez luego del alcohol y del tabaco, y también la droga ilícita más usada en el país. El estudio organizado por el Centro de Estudios Culturales del Cannabis (CECCA), con el apoyo de la Universidad Nacional de Quilmes y de la revista THC, reveló que entre 2010 y el año de la difusión de este informe el consumo creció en todos los grupos de edad, tanto en varones como en mujeres.

La adolescencia es una etapa que va formando la identidad y la búsqueda de autonomía e implica el cuestionamiento a cualquier autoridad que ponga límites, pero sobre todo se caracteriza por la necesidad de experimentar. Asimismo, los jóvenes están insertos en una sociedad que tiene una fuerte presencia de industrias que empujan al consumo. Además, en la actualidad el acceso a las sustancias es más fácil y rápido, por lo tanto, ellos mismos toman la decisión de qué probar o experimentar.

Existen diferentes formas de consumir drogas. Un primer contacto que puede quedar ahí o luego continuar; ocasional, caracterizado por el uso intermitente de las sustancias con largos intervalos de no consumo y que está asociado a la búsqueda del placer, relacionarse, relajarse; y por último, un consumo frecuente, diario. Para saber si alguna sustancia provoca algún tipo de dependencia, debemos evaluar qué tipo de sustancia es y el contexto en el que se consume.

Para Olavarría la dependencia de cualquier sustancia conlleva ciertos comportamientos que motivan el impulso y la necesidad de tomar una sustancia en forma continua y regular para sentir el efecto o para evitar sentir el malestar que provoca no consumirla: “El problema es cuando el consumo afecta la salud física y mental, las relaciones primarias como la familia y amigos, las relaciones secundarias como el colegio o el labor y hasta  presentar problemas legales. Pero no todos son casos problemáticos”.

A la hora de hablar del consumo de cannabis, muchos jóvenes mencionan su uso recreativo, sin embargo, Olavarría considera que en este período lo que hay es “uso adulto”: “Muchas veces, por cómo mencionamos las situaciones, reforzamos conductas como sucede con las publicidades de alcohol que permanentemente inculcan valores positivos a dicho consumo en los jóvenes”. A la par afirma que en este proceso el consumo de cualquier sustancia debería ser cero ya que el cerebro madura hasta los veinticinco años y cualquier sustancia psicoactiva y psicotomimética como el cannabis impacta allí y provoca daño. Aun así, para la psiquiatra, la cuestión pasa “por el lado de la experimentación”.

La experimentación y el uso adulto de drogas es muy propio de esta etapa de la vida para sentir placer o para aliviar un sufrimiento. Respecto a este tema, ANCCOM inició un debate en el foro «Cultura Cannabica», un espacio de discusión sobre diversas temáticas del cannabis para que algunos jóvenes explicaran el propósito de su consumo:

“Se dice muchas veces que los jóvenes consumimos por tener tiempo libre o porque estamos aburridos pero la verdad es que a mí me sirve mucho para calmar las tensiones con el entorno familiar o mismo para dormir”, explica Julian, miembro del grupo de Facebook.

Otros lo refieren para mejorar la creatividad: Yo generalmente fumo cuando llego a casa del colegio y me pongo a dibujar, siento que en ese es mi momento conmigo mismo para hacer lo que amo de una manera distinta”; (Selene, joven de 24 años). Otros señalan que se trata de un momento para compartir con amigos: “Nosotros preferimos juntarnos para comer y fumar en una casa en vez de un boliche, no solo porque la pasamos bien sino porque nos sentimos seguros y acompañados entre amigos”. (Lucas, 39 años, Almagro)

En este sentido, la especialista afirma que esto sucede porque el cannabis relaja, deshinibe y esto hace que los jóvenes se sientan más divertidos y menos estresados. Para Olavarría hay quienes usan el consumo para identificarse, en este caso por medio del Cannabis: “Los adolescentes están en permanente búsqueda de una identidad, su principal angustia esta, entonces, en ¿quién soy?, ¿qué pienso?, ¿con quién me identifico? Por eso es fundamental en esta etapa fomentar actividades placenteras relacionadas con hábitos saludables para que puedan identificarse, por ejemplo, con el deporte, la música, el arte en lugar del cannabis o cualquier otra sustancia como el alcohol”.

El último estudio de Sedronar del 2021 sobre consumo en estudiantes universitarios pone de manifiesto que las principales motivaciones hacia el consumo tienen que ver, en primer lugar, con la diversión y el placer, seguido de problemas personales, o consumo de amigos y, por último, la indiferencia a la información sobre los daños.

Siguiendo esta línea, la médica destaca que no es menor que en plena pandemia el 30% de los encuestados refirió como principal motivo de consumo el relajarse: “Esto habla del estrés que vivieron los adolescentes por la pandemia y que no estamos trabajando como sociedad en enseñarles y en proveer otras formas para relajarse y tramitar sus emociones, y en esto la familia y los colegios tiene un rol fundamental”.

Barrios vulnerables

El contexto social de los barrios vulnerables provoca sufrimiento, violencia, desigualdad y por supuesto consumos de sustancias. Para Olavarría hay tres ejes que funcionan como factores de riesgo: el social y cultural, el familiar y el individual: “¿Cómo tolero tanto malestar?, ¿dónde encuentro placer? El consumo engloba estas dos preguntas y es la respuesta ante el sufrimiento y la búsqueda de placer”.

La disponibilidad de la sustancia es otro factor de riesgo de consumo y  atraviesa todos los sectores: “Los adolescentes consumen lo que pueden, no lo que quieren. Muchas veces el acceso al alcohol fomenta el consumo masivo del mismo en los jóvenes, hay ofertas, te fían en el supermercado, hay en las casas. Es decir, es barato y lo consigo fácil, con el resto de las sustancias va pasando lo mismo”.

Sin embargo, el problema con todo esto es, por un lado, el “efecto góndola”, es decir el dealer vende lo que tiene y no lo que tal vez el adolescente quiera consumir, con situaciones en las que se va a comprar cannabis pero como no tenía, se termina comprando LSD o pastillas y por el otro, la falta de reducción de daños que hay en el país por las leyes que nos atraviesan: “Un ejemplo de esto es lo que pasó hace poco con la cocaína adulterada. Sobre este tema muchos estudios manifiestan que cuando los adolescentes conocen los componentes de la sustancia que eligen para consumir el 90% elige no consumirla si está adulterada o no tiene los componentes que debería tener esa droga”.

El uso adulto de esta sustancia y su calidad es hoy una problemática a resolver. Parece necesario concientizar y dar herramientas a los jóvenes que deciden aprovechar los beneficios de esta planta: “Mis padres saben que fumo aunque no están de acuerdo. La realidad es que lo hacemos como una forma de vida y de salud, queremos ser conscientes sobre lo que estamos consumiendo”, detalla en el foro Juan, consumidor frecuente de cannabis.

En este sentido, para la médica el uso responsable de una sustancia se alcanza sólo a través del conocimiento sobre lo que se consume: “Si vas a experimentar sabé con qué lo vas a hacer y de qué forma es más seguro hacerlo”. Asimismo aconseja evitar consumir a quienes tengan antecedentes de familiares con trastornos por uso de sustancias o psicosis o si están en período de embarazo. Lo importante acá es siempre evaluar el momento y el contexto: “Las sustancias te van a dar el viaje según cómo estás vos anímicamente. Es clave el control clínico anual con tu pediatra y comentarle que consumís, así cuidas tu salud”.

Por otro lado, la legislación reconoce a los adolescentes como sujetos de derechos y establece el concepto de autonomía progresiva, la cual impone la obligación de atender a toda persona menor de 18 años con o sin acompañamiento siempre que llegue de forma voluntaria.

Finalmente en este escenario, algunos consumidores apuestan por la legalización de la marihuana no solo para hacer frente a los malos usos de esta sustancia sino también para terminar con el mercado negro.

El regular la calidad y la presencia de cannabinoides psicoactivos implica la existencia de un Estado presente en materia de legislación pero, sobre todo, de salud pública. Un Estado que promueva las propiedades medicinales junto a programas de prevención, educación y salud para que cada consumidor tenga información verídica sobre los productos que consume.

¿Por qué la clandestinidad de las drogas mata?

¿Por qué la clandestinidad de las drogas mata?

Este jueves 10 de febrero la procuración bonaerense confirmó un extraño hallazgo en la cocaína que mató a 24 personas y dejó al menos otros 75 internados. Se trata de carfentanilo,  un opiáceo de uso veterinario inmanejable para el corte de drogas por su potencia y difícil dosificación. “Necesitamos que hablen más los ministros de Salud que los de Seguridad”, dice Emilio Ruchansky, editor adjunto de de THC.
La semana pasada el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, pidió a todos los consumidores de cocaína que descarten las dosis compradas en las últimas 24 horas por una sorpresiva ola de muertes que comenzó en los barrios vulnerables de la zona de San Martín y partidos cercanos. Esas declaraciones pusieron nuevamente en agenda los debates sobre el control de daños y la despenalización de las adicciones, a la que los especialistas llaman “consumos problemáticos». ANCCOM habló con la autora de Narcosur, Cecilia González, el editor de la revista THC, Emilio Ruchansky, y el neurólogo Carlos Magdalena para saber qué hay detrás de los títulos altisonantes.   

La trama de la cocaína adulterada muestra una regularidad: las fuerzas de seguridad siempre eligen primero perejiles para salir del paso,  y en otros casos avanzan sobre figuras ya conocidas como Joaquín “El Paisa” Aquino, al que la bonaerense le habría plantado la droga del caso conocido como “Puerta 8”, según declaró el detenido. Por ahora, la información conocida es que Aquino fue capturado junto a otros siete sospechosos por tenencia armas y unas 15 mil dosis de cocaína con envoltorio similar al de la cocaína adulterada. Según el periodista especializado en drogas Federico Fahsbender, este personaje opera bajo las órdenes de dos capos ahora  presos: Max “Alicho” Alí Alegre y Blas “El Gordo” Gómez. 

Ayer, las pericias publicadas por la Procuración General de la Provincia de Buenos Aires y la mencionada fuerza policial determinaron que la sustancia presente en ella era carfentanilo, un opioide sintético de acción rápida,  derivado del fentanilo, 20 veces más potente, que se usa como analgésico y sedante en animales de gran porte.

La historia es conocida: al llegar a los hospitales de la Provincia, las víctimas sufrían de dificultad respiratoria y depresión del sistema nervioso central. Tras esta situación, el gobierno de Axel Kicillof emitió un alerta preventivo destinado a los consumidores. Un boliche del barrio “Puerta 8” -pegado al CEAMSE y la Ruta 8-  fue identificado como el punto de venta de la cocaína envenenada.

“El Gobierno provincial hizo bien en tratar de reducir daños y pedirle a los usuarios que no consumieran la cocaína que habían comprado pero el resto fue show: detenciones y operativos para la tribuna”,  afirma Cecilia González, periodista y autora de Narcosur. La sombra del narcotráfico mexicano en la Argentina. “Si no cambian las políticas de drogas todo seguirá igual, o peor”, asegura.

Por otra parte, Emilio Ruchansky, Coordinador del Acuerdo por la Regulación Legal del Cannabis, editor adjunto de la revista THC e integrante del Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCA), señala que la cifra que dio Berni no lo escandaliza ya que las últimas estadísticas disponibles -del 2017- hablan de un consumo de cocaína del 5% y de opioides sin prescripción médica de 6,2%, y agrega que al ser un tema de salud, le interesaría escuchar más a los ministros de Salud que a los de Seguridad. 

Carlos Magdalena, neurólogo infantil, especialista en el uso de cannabis medicinal sostiene que hay que ver lo sucedido con perspectiva histórica ya que no se trata de un hecho aislado y agrega que ”la gente que murió es víctima de un Estado ausente, la falta de políticas públicas y por dejar estos asuntos, sólo en manos de las fuerzas de seguridad”.

Además, sostiene que el consumo de sustancias -legales e ilegales- es algo que todo el mundo hace, pero se tapa: “Se asume que está o se niega. Si ocurre esto último, pasan estas cosas. Cuando el Estado regula, todos estos efectos se minimizan”.

El consumo en números

En el 2019, en nuestro país, el Sedronar publicó que el consumo de sustancias generó 13.182 muertes: el 80,8% fueron generadas por tabaco y el 17,9% por alcohol, todas drogas legales y aceptadas socialmente. Mientras tanto el consumo de estupefacientes causó el 1,1% de los fallecimientos junto al uso indebido de otras sustancias de un 0,2%.

En el mundo, la ONU afirma que las medidas relacionadas al covid-19  aumentaron las crisis económicas y el sentimiento de aislamiento social, y como consecuencia se incrementó el consumo de drogas. Además, prevé que los países de bajos y medios ingresos aumentarán su uso un 43% y un 10% respectivamente, para el 2030; en tanto, los  de altos ingresos disminuirán un 1%.

Argentina, un país de tránsito

“Las categorías de país productor, consumidor o tránsito se han difuminado en todo el mundo por la expansión acelerada del narcotráfico”, explica González, y agrega que la imponen informes internacionales. Por otra parte, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes sigue considerando a Argentina país de tránsito.

A diferencia de nuestro país, “México es país productor de amapola y marihuana, y de tránsito para cocaína que comenzó una supuesta guerra contra el narcotráfico en 2006, provocando como  resultado casi 100 mil desaparecidos, más de 350 mil asesinados, cientos de miles de desplazados y más organizaciones criminales”. Como agravante, explica que comparte frontera con Estados Unidos, que es el país que más consume drogas en todo el mundo y agrega: “Cada país juega diferentes roles, y a nivel global, Argentina está muy lejos de ser un país protagonista. Lo son Estados Unidos, México, Afganistán, Colombia, Perú, Bolivia, incluso Brasil. Uruguay y Portugal por sus  políticas novedosas”. 

Emilio Ruchansky junto a Raúl Zaffaroni.

Despenalizar es visibilizar

La Ley 23.737, sancionada en 1989, dice que tanto la tenencia como el narcotráfico y el tráfico de estupefacientes, son delitos. Los mismos fueron incorporados al Código Penal, endureciendo las penas.

Existe la creencia de que hablar de despenalizar y regular es promover el uso de las drogas y, según los que estudian en profundidad el tema, resulta todo lo contrario. A lo largo de los años, se ha demostrado que la prohibición generó la comercialización ilegal y las convirtió en una mercancía cara. El uso no médico, el uso adulto o recreativo, tiene que ver con una cuestión meramente privada. La despenalización se refiere a la no condena de la tenencia para el consumo personal de una droga. 

“Acá no estamos hablando de posicionamiento morales, sino que estamos viendo un análisis histórico, real, palpable de lo que es la realidad cotidiana desde la humanidad en sus comienzos hasta ahora. Hacer un juzgamiento moral es no entender cómo funcionan las cosas»,  aclara Magdalena.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación determinó a través del fallo Bazterrica (1986) y el fallo Arriola (2009), retomando que penar la tenencia personal es anticonstitucional ya que se viola el artículo 19 de la Constitución Nacional que dice que las conductas privadas que afecten a terceros no son punibles. Por otro lado, cuenta Ruchansky que la ONU, en una visita de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), le ha recomendado a la Argentina que despenalice. “La despenalización es un paso en la dirección correcta hacia la regulación. Se puede regular una droga particular pero no sería correcto, sería discriminatorio porque el Estado tiene que estar ahí para ayudar a la persona que consume”, asegura.

La mirada de los especialistas indica que hoy la legalidad o ilegalidad de una droga no se basa en la peligrosidad de esas sustancias. El alcohol es mucho más peligroso que el cannabis o que la hoja de coca pero hay que reconocer que las sustancias llevadas al mercado negro cambian el escenario.

En este momento, la prohibición, penalización y persecución hace que caigan  “los ladrones de gallinas, el menudeo, los pobres, mientras que las segundas y primeras líneas, no”, explica el neurólogo. “Generar políticas públicas que despenalicen  el consumo de sustancias y las regule es un Derecho Humano”, agrega Magdalena .

La despenalización no es un viva la pepa

Ruchansky explica que ninguna droga lícita o ilícita, puede ser considerada un producto más. “No pueden tener publicidad, promoción y patrocinio. No puede haber acceso irrestricto a eso”. Sostiene que la regulación debe indicar una edad mínima y control sobre la publicidad para no dejar en manos del mercado  “como pasó con el tabaco”. Además destaca que la regulación es muy importante porque “corta el efecto góndola” porque menor cantidad de gente tendría contacto con el mercado clandestino y menor acceso a sustancias más nocivas. También asegura que hoy la policía regula ilegalmente el tráfico de drogas: “No se vende, sin tener un acuerdo con la policía” ya que las drogas le dejan muchísima ganancia en el mercado local. “Las fuerzas de seguridad usan la ley de drogas para meter presos a pibes y a pibas de barrios populares para hacer números porque no se van a investigar a sí mismos”. 

Por su parte,  Magdalena sostiene que hay que entender que las sustancias deben ser reguladas, desde la atenuación del daño y desde el concepto de salud.

En ese sentido, Ruchansky explica que “reducción de daños y riesgos” es una noción con muchos años, impulsada en Países Bajos y Suiza. “Cuando una persona no puede o no quiere dejar de consumir una sustancia, eso no implica que haya que tirarla a la basura. Hay que poder testear una pastilla, saber si tiene éxtasis o no para que la persona la pueda tirar, dar información, dar jeringas a quienes hagan uso inyectable o un kit para esnifar como ha pasado en Rosario hace un tiempo”, para evitar riesgos y daños que conlleva el uso de esa droga. “Es una cuestión humanitaria. Está incluída en la ley de salud mental y adicciones como una estrategia posible y deseable”, concluye Ruchansky.

El Estado atiende cuando quiere

El Estado, en tanto actor principal en este complejo escenario, puede ser una moneda de dos caras: intenta buscar posibles soluciones o profundiza las desigualdades y los problemas. Las imágenes difundidas estos últimos días de policías entrando a barrios vulnerables y derribando puertas, señalan que el enfoque jurídico policial fue el predominante. El consumo de drogas, bajo un prisma que lo reduce a una cuestión de seguridad, queda privado de una observación más amplia y pertinente por parte del Estado. 

La penalización del consumo, amparada por la ley, no sólo criminaliza sino que posibilita otro gran problema: la persecución policial. Esta, suele producirse en barrios carenciados, como si solo en ellos ocurriera el consumo problemático, reproduciendo así una nueva discriminación por parte de las instituciones estatales. Este tipo de intervención, basada en los mismos prejuicios, ilumina sólo a ciertos consumidores y opaca a otros. Tal como plantea José Garriga Zucal, Doctor en Antropología social (UBA), investigador del CONICET y docente de la Universidad Nacional de San Martín, cuando la representación de que un efectivo abordaje del problema es sólo derribar bunkers, y cuando el imaginario del búnker es sólo una casilla en la villa, «no sólo se termina persiguiendo judicialmente a los que consumen sino a los pobres que consumen». 

El caso de estos últimos días con la cocaína adulterada y las trágicas consecuencias, puso nuevamente en la superficie la pregunta sobre el rol del Estado. Pensarlo en términos de ausencias o presencias es algo confuso y equívoco, porque las instituciones estatales, para bien o para mal, siempre están. “Cuando se habla de un Estado ausente es mentira, el Estado está presente con la policía reprimiendo y armando causas a pibes y pibas en los barrios populares”, sostiene Ruchansky. Se trata entonces de asignarle un nuevo papel al Estado, uno que le permita regular de forma legal y en donde la salud pública adquiera una verdadera relevancia en las decisiones y acciones. En este contexto, para Emilio “el Estado debería abrir los hospitales y testear, poner los cromatógrafos a disposición. Actuar rápidamente y tener un sistema de alertas, contacto más fluido con usuarios y usuarias. Por eso hay que abrir la atención. Uno de los principios de la reducción de daños es que el sistema de salud se adapte a los usuarios, no al revés”. De este modo, si el Estado testea “tendría un mapa de las sustancias que están circulando en tiempo real y no cuando se decomisan que ya es tarde”.

Bajo este escenario, se requiere repensar categorías y acciones. En este sentido, para Garriga Zucal “el Estado tiene dos manos, dos formas de intervención: una vinculada a la salud y otra vinculada a la seguridad. Cuando el Estado prioriza la intervención policial ante la problemática del consumo de drogas ilegalizadas, muchas veces, olvida sus otras formas de intervenir. La intervención policial, desde un enfoque de la seguridad, es necesaria, sí. Pero sólo en algunos casos. De poco sirve derribar un bunker si los que consumen van a seguir comprando. Importa, obvio, que a la policía y a la justicia siempre se les escapen los vendedores. Pero lo que más importa es que se reproduzcan los y las consumidores y ese no es un tema de seguridad”.

Sin duda, un enfoque que priorice la salud como forma de intervención, necesita de más Estado y no más policías.

Estados de ánimo, pandemia, drogas y meditación

Estados de ánimo, pandemia, drogas y meditación

En medio de la incertidumbre que trae aparejada la pandemia, el físico argentino e integrante del CONICET, Enzo Tagliazucchi, y el psicólogo Federico Cavana realizaron una investigación sobre sus efectos en sectores sociales que realizan prácticas de meditación, religiosas o consumen algún tipo de estupefacientes. ¿Qué efectos tienen esas prácticas sobre su estado de ánimo respecto al resto de la población?

El estudio, que contó con el apoyo del sitio dedicado a la divulgación científica El gato y la caja, buscaba responder una pregunta muy particular: “¿Es posible que todas esas personas que estuvieron meditando y consumiendo psicodélicos sin tener ningún trastorno mental se encuentren ahora mejor preparadas para enfrentar la ansiedad, la incerteza, la pérdida de control, y la disrupción constante que representa la pandemia?”. Encontraron que hay una correlación que se sustenta también en investigaciones previas sobre temáticas similares.

Metodologia utilizada  

La investigación se realizó en cooperación con el laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad (COCUCO) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), que tiene como uno de sus ejes, el estudio de la conciencia humana. El equipo de El gato y la caja colaboró en la construcción de las encuestas y en establecer la base de datos para el desarrollo del trabajo. Los investigadores aclaran desde el comienzo que la muestra obtenida no es representativa del conjunto de la sociedad en tanto quienes practican yoga o usan estupefacientes, por ejemplo, fueron los que más difundieron la encuesta en sus redes sociales.

“La encuesta tiene ramas. No a todos les llegan las mismas preguntas y bajo el mismo orden”, señaló Rocco Di Tella, investigador e integrante de El gato y la caja. Destaca, además, el carácter comunitario para el desarrollo de este informe: “Diseñamos la encuesta en el portal y lo distribuimos a la comunidad. En ocasiones llamamos a medios o gente afín al portal para que lo comparta en redes, lo cual sirve para que participen más personas”.

Los cuestionarios utilizados para la realización de este estudio utilizaron las categorías: ansiedad-riesgo o STAI (por State Trate Anxiety Inventory en inglés), utilizado para medir el nivel de inquietud del encuestado al participar en el informe; efecto positivo-negativo, empleado para observar la relevancia de los sentimientos y emociones de los participantes; escala de bienestar psicológico, indicado para conocer el nivel de la psique de los encuestados; nivel de resiliencia, utilizado para señalar la capacidad de adaptarse a las adversidades de los entrevistados.

Di Tella señala que para participar el encuestado debía tener un usuario en el portal, a fin de correlacionar sus respuestas, en caso de que haya participado anteriormente, con las otorgadas en antiguos cuestionarios de la página. “Nosotros no guardamos los mails; mantenemos el anonimato del encuestado, pero a través de la cuenta podemos observar ciertas variables obtenidas de encuestas anteriores”

 Los objetos analizados

Para la realización del informe analizaron el consumo de distintas sustancias, tanto alucinógenos como bebidas alcohólicas, ejercicios de relajación como la meditación y también prácticas religiosas. Cada respuesta otorga un puntaje que permite la correlación de las variables. En relación al consumo de sustancia, los alucinógenos más usados por los encuestados fueron el LSD y los hongos alucinógenos. Los entrevistados, según el informe, han tenido una experiencia positiva con estos productos y en algunos casos, utilizaron en el pasado múltiples sustancias alucinógenas para experimentar el “viaje”.

El consumo de sustancias alucinógenas, según los resultados de la encuesta, muestra su correlación con la sociabilidad, en tanto gran parte de los entrevistados las consumieron en en compañía de otros amigos o para experimentar con los productos. En el informe destaca que los niveles de ansiedad, los niveles anímicos, como era de esperar, están por debajo de la etapa prepandemia, lo que significa que los encuestados se encuentran con mayor pena y dolor que en años anteriores.

¿Qué reveló la encuesta? Que quienes consumieron drogas psicodélicas tienden a tener “mejores indicadores en salud mental, mientras que lo opuesto ocurre para otras drogas no psicodélicas, legales o ilegales”. La investigación cita trabajos que, contrariamente a cierto prejuicio instalado, indican que no hay “evidencia que vincule el consumo de psicodélicos con el desarrollo de trastornos mentales” y que, por el contrario, “el uso de psilocibina (hongos psilocibes), mescalina (San Pedro o peyote) y LSD se asocia a menor malestar psicológico, menor consumo de psicofármacos y menos internaciones por problemas de salud mental”. Según los autores hay mucho por investigar en este campo que aún es tabú para buena parte del mundo científico.

El trabajo también indica que quienes practican distintas disciplinas de relajación poseen un bajo nivel de ansiedad. Y aquellos que profesan con regularidad alguna religión cuentan con niveles de ansiedad bajo en comparación a quienes realizan prácticas esporádicas.

En relación al consumo de sustancias, desde el informe encuentran correlaciones entre algunas drogas no psicodélicas, como la cafeína por ejemplo, con un nivel elevado de ansiedad y con el predominio de sentimientos negativos, al igual que un bajo nivel de bienestar y resiliencia.

Algunas conclusiones no definitivas

“Las preguntas no las hacemos porque sí. Siempre encontramos relación entre un tema con otro. Por ejemplo, hay relación entre los estados mentales entre una persona que medita o una persona que consume sustancias”, indicó Di Tella. Por último señaló el interés en el desarrollo de las variables para pensar al cerebro como un sistema. “Los efectos de la meditación o del consumo de psicodélicos tienen muchos puntos en común. En parte, los relacionamos con ciertos elementos de la entropía del cerebro, lo cual se ve en las personas cuando tienen sueños, experiencias psicodélicas, experiencias religiosas, experiencias fuera del cuerpo o medicación. Entonces es interesante poder relacionar cada parte”, indicó el investigador.