Infancias presas

Infancias presas

Gabriel Otero, escritor y diputado uruguayo, presentó su novela autobiográfica en Casa por la Identidad. El libro narra su experiencia en la cárcel con su madre y el impacto de las dictaduras en las infancias.

En el marco de un creciente discurso negacionista vinculado a los crímenes de la última dictadura cívico-militar, Abuelas de Plaza de Mayo realizó, el pasado miércoles, la presentación del libro La fila de los inocentes. Una historia de niñez en cautiverio político. El libro del escritor y diputado uruguayo Gabriel Otero cuenta sus propias vivencias de los años en los que estuvo preso junto a su madre durante la dictadura uruguaya, que transcurrió desde 1973 hasta 1985.

La presentación se realizó en el auditorio de la Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (exEsma). El autor estuvo acompañado por la nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas y el periodista Gustavo Veiga, quien moderó la conversación. La bienvenida a la actividad la brindó Miguel “Tano” Santucho, quien remarcó la importancia de continuar con el trabajo sobre la memoria en estos espacios que tanto representan en la lucha por la memoria.

Veiga recordó que tanto Gabriel Otero como Mariana Zaffaroni comparten editorial, Fin de Siglo, además de infancias atravesadas por dictaduras latinoamericanas. Mariana es hija de exiliados uruguayos en Argentina y fue secuestrada junto a sus padres con un año y medio. Restituyó su identidad en 1993 gracias a la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo. El periodista además resaltó la importancia de estos encuentros en este contexto nacional en donde el discurso negacionista está tomando cada vez más fuerza. “Estas historias de Mariana y Gabriel entroncan en ese lugar de infancias, de chicos que todavía seguimos buscando y que siguen buscando las Abuelas, y que con tantos años permanecieron y permanecen aún sin saber su identidad. Por eso, el valor del libro, de la historia de Gabriel y de sus padres”.

A su turno, Mariana Zaffaroni aseguró: “es fundamental conocer estas historias porque es increíble que tantos años después de lo ocurrido, sigamos descubriendo nuevas tragedias, nuevos crímenes que la dictadura le hizo a tanta gente. Me parece que es importante seguir contando esto, tender puentes hacia aquellas personas que no les importa o lo niegan”.

El silencio de los inocentes

El libro de Gabriel Otero cuenta la historia de los niños y niñas que vivieron en cautiverio junto a sus madres durante varios años de la dictadura uruguaya. Desde la perspectiva de un niño, el autor elige contar una parte de su historia que guardó durante muchos años. Al hablar sobre sus vivencias, reconoció que no quiso contar antes lo que vivió porque sentía que era una historia que podía causarle mucho dolor a otros. “El tipo de preso político medio de Uruguay no te habló nunca de la cárcel, no te habló nunca de la tortura, no te habló nunca de situaciones que puedan herir al otro. Yo ahí encuentro también el porqué nunca hice pública esta historia”, reflexionó Otero.

Sin embargo a la vez entendió que es necesario, así como reconoció Mariana Zaffaroni, que estas historias circulen y se conozcan para que la memoria no muera.

“El libro cuenta una historia que es muy dura porque trata justamente de parte de mi primera infancia desde los 2 años y medio hasta los 5, que estuve con mi madre prisionero”. Otero agregó que fueron alrededor de 80 niños los que sufrieron el cautiverio junto a sus madres en todo el Uruguay. Mientras que en el cuartel donde se encontraba él había entre 30 y 35 niños presos. “Los niños éramos utilizados para generar una situación de tortura y angustia permanente en nuestras madres, ante la falta de cuestiones mínimas: higiene, alimentación, cuidado, ocio, de aprendizaje”, recordó el autor.

Otero explicó que hace unos años comenzó a reunirse con otros hijos e hijas y madres que habían sufrido el mismo cautiverio con él. En su relato, además, aseguró que fue un momento muy duro reencontrarse con esas personas, porque él además ya no tenía a su madre. Esa situación comenzó a reflotar un montón de recuerdos y cuestiones de su vida que no había hablado con nadie hasta entonces y ese fue uno de los motivos que lo llevó a contar finalmente su propia historia.

Veiga le preguntó al escritor si hubo algún momento bisagra en su adolescencia, relacionado a su difícil infancia que lo hiciera embarcarse en la militancia política. Otero, diputado por el Frente Amplio, contó que desde su adolescencia su vida estuvo atravesada políticamente, sin embargo, él no encuentra un nexo directo entre sus vivencias y su compromiso político, porque hasta ahora nunca quiso hablar de lo que le había ocurrido. Aunque se puede ver que ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. “Nunca estuvo mi vida militante y comprometida ligada específicamente a la situación de mis viejos. Es algo que a lo que el barrio me empujó”, confesó.

Memorias que afloran

La nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas, reflexionó desde su mirada docente la importancia de contar estas historias a las nuevas generaciones. Describió que su hijo más chico muchas veces le hace preguntas sobre cuestiones que ya fueron habladas en casa. Por eso insiste con que no podemos sorprendernos por la falta de información que hay en algunos hogares y en las escuelas, hay que encontrar cómo generar interés. Y resaltó la importancia de continuar llevando estas historias a las aulas. “Muchos estamos todavía acá para poder contar, así que aprovechar a los protagonistas que puedan dar el testimonio en primera persona me parece que es fundamental. Tanto como protagonista y como docente, hay que seguir insistiendo y contando”, cerró.

El público, con gran asistencia uruguaya también se sumó. Walter, un charrúa exiliado de la dictadura de su país, recordó: “Me tocó escapar de la dictadura. Hablabas de la infancia, yo para esa época tenía 16 años, era militante político, venía con toda esa impronta y de pronto sufrimos el golpe en Argentina y se empezó a complicar la cosa”. Walter contó su experiencia como militante y cómo poco a poco dejó de exponerse para proteger a su familia y destacó la solidaridad de quienes lo ayudaron a él y a su familia al llegar a Buenos Aires. “Las convicciones no se terminan. Espero que podamos seguir trabajando en este tipo de cuestiones como la memoria y que podamos seguir pensando con esperanzas que es posible una sociedad distinta y mejor”.

Otra de las intervenciones fue la de Lorena Battistiol, hija de personas desaparecidas y actual directora Nacional de Sitios y Espacios de Memoria en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que busca un hermano o hermana nacido en cautiverio y tenía apenas unos meses cuando su mamá desapareció embarazada de seis meses. “La historia del tío de Gabriel que lo cuidó durante dos meses mientras sus padres ya estaban secuestrados. En mi propia historia”. Battistiol recordó que su familia paterna decidió no denunciar ni buscar a sus padres y su hermano o hermana desaparecidos. “Mi hermana y yo estamos formadas por mi abuela, que es la que salió a la calle a luchar. La que se les animó a los milicos, la que seguramente estaría muerta de miedo y sin embargo salió a la calle a luchar”. Y lamentó no haber homenajeado lo suficiente a los adultos que las cuidaron: “Son a quienes les debemos todo porque por más situaciones difíciles que nosotros hoy recordemos de nuestra infancia, hicieron todo lo posible para que seamos niños y niñas felices”. A pesar del contexto en el que la fórmula presidencial electa trae discursos negacionistas Lorena se mostró esperanzada: “Las generaciones se van a ir sumando, van a ir actualizando las luchas. Es cuestión de seguir insistiendo en el espacio que nos toque estar”.

Otero, en diálogo con ANCCOM también sumó la importancia de la transmisión sobre lo ocurrido a las nuevas generaciones, incluso en la intimidad: “Todo el libro es una deuda para toda la gente que me rodeó todos estos años. Más para mis hijas, que con 25 y 30 años entran en los detalles de la vida del padre. Que están entrando como pueden, también. Están entrando de una manera que es la que el padre les pudo hacer entrar”. Se trata de un trabajo de reconstrucción para todos. “Mis hijas y mis sobrinos están tratando de asimilarlo y de preguntarme algo más. Hay muchas cosas que se explican desde la infancia. Lo que los hijos de mis hermanos leen ahí es desconocido. Mis hijas y mis sobrinos están haciendo a una historia que es de ellos” concluyó.

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

La historia del Cine Club Núcleo incluye hitos como ser el primer espacio en difundir a directores como Ingmar Bergman en el Río de la Plata, así como ser emblema de lucha contra la censura de la dictadura. Su director, Alejandro Sammaritano, hijo del fundador, comparte sus entrañables recuerdos y reflexiona sobre la experiencia cinematográfica.

Frente a la Plaza del Congreso, la sala principal del Cine Gaumont se encuentra repleta de adultos mayores bien vestidos y perfumados para la ocasión. Cuando empieza la película –la multipremiada Puán–, el reflejo de la pantalla deja ver los cabellos blancos de un público cinéfilo (y combativo) desde su juventud, que hoy sigue asistiendo a las funciones presenciales.

Ante el avance de las plataformas de streaming y la habitual programación de las salas comerciales, se vuelve imprescindible la preservación de espacios como el que constituye, desde 1952, el Cine Club Núcleo, para compartir el hábito y recordar tiempos pasados en los que el acceso no era para todos.

Fundado por Salvador Sammaritano, un ícono de la crítica cinematográfica argentina, desde 2001 Cine Club Núcleo es dirigido por su hijo, Alejandro Sammaritano, quien tras el fallecimiento de su padre, en 2008, tuvo que decidir si continuar con el bien de familia que tenía un valor emocional y espiritual muy grande o seguir siendo un “oscuro” contador de una empresa metalúrgica. Eligió la primera opción y continuó viviendo el cine cada día de su vida.

¿Qué diferencias encontrás en los objetivos actuales de Cine Club Núcleo y los que motivaron su creación?

Núcleo nació para tratar de facilitar al público el acceso a películas que de otra forma no podría ver nunca. Ese objetivo ahora se desvirtuó porque existe la posibilidad de verlas en el celular y, antes que no verlas, es mejor opción. Considero que se modifica mucho la percepción teniendo en cuenta que la concentración y la estética visual es diferente. Por eso lo que tratamos de proteger actualmente es el hábito de ir al cine, el hecho de estar sentado con un montón de gente que no conocés, pero con la que compartís sentimientos similares. Son prácticas que se pierden estando sentado en el living de casa.

Durante la dictadura, se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina.

Alejandro Sammaritano

Núcleo continuó su actividad durante la última dictadura, ¿cómo convivieron con la censura?

La lucha contra la censura hoy parece una cosa lejana, pero fue lo más emblemático de Núcleo. Los que lo vivimos sabemos lo duro que es: había un tipo que arbitrariamente decidía qué películas se podían ver y cuáles no. Lo que hizo el cine club fue organizar un “contrabando visual”. Se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina, tales como La última tentación de Cristo, Emmanuelle, Último tango en París y La Naranja Mecánica. Miguel Paulino Tato, a quien Charly García bautizó como el “Señor Tijeras”, fue uno de los censores más destacados de la época y tenía una visión elitista de la cultura. Con el tiempo, mi viejo llegó a un acuerdo de pasar ciertas películas con la condición de no anunciarlas públicamente, pero en el contestador telefónico –que era el medio de difusión de las programaciones– se decía “hay un importante preestreno” y la sala se llenaba, porque todos sabían que era una película prohibida.

¿Cuándo adquirió popularidad Núcleo?

En un principio empezó con un grupo de amigos del barrio de Colegiales, con la palabra “núcleo” uno se imagina una cosa restrictiva, pero lo que querían era que ese núcleo se agrandara y difundir el buen cine, entonces repartían volantes en la calle. De a poco comenzaron a conseguir mayor cantidad de películas, les prestaron algunos sótanos más grandes y había inclusive un arquitecto que les facilitó la casa. Se fue haciendo una cosa popular con películas que realmente no eran convencionales porque no había videocasete, DVD, Blu-rays, había que conseguir el celuloide o el material con la película. Para esto iban a embajadas y a festivales itinerantes a buscarlas, hasta que muchos distribuidores de cine se enteraron de la existencia del cine club y les ofrecieron películas de arte con el objetivo de ver la reacción de la gente y después encarar un lanzamiento. Así se consagró que Cine Club Núcleo tenga preestrenos los martes de películas artísticas. Se podían ver algunas comerciales porque no todo Hollywood es malo, pero se buscaba un cine más alternativo. La programación también se pudo seguir sosteniendo por los contactos que tenía mi viejo con Leopoldo Torre Nilson, Humberto Ríos, José Martínez Suárez, Carlos Sorín, Alberto Lecchi, también con Campanella, que nos dio todas sus películas. Actualmente, muchos periodistas continúan viniendo a ver el preestreno de ciertas películas acá para después criticarlas.

¿Cómo es la gestión del cine club?

Los distribuidores compran las películas y las ceden para el preestreno en Núcleo mediante un acuerdo. Obviamente el cine es un arte, pero no deja de ser un negocio, traer películas te sale guita y si después la gente no va, te fundís. Muchas veces yo las pido por directores, recorrido en festivales o que tengan actores o actrices importantes, pero también hay un asesoramiento implícito de las distribuidoras en la programación, ya que tienen criterio para anticiparnos si la película va o no para el cine club. Tenemos además un montón de gastos fijos que se pagan con la mensualidad de los socios, hoy si no tuviéramos el apoyo del INCAA, que nos presta la sala, no sé si podríamos continuar con esta actividad. Por mes en total son 12 funciones –la actividad en el MALBA los jueves y en el Gaumont los martes y domingos– así que, en términos monetarios, si asisten a todas es muy barato.

Teniendo en cuenta que tienen un público que viene hace años, ¿cómo hacen para que se renueve?

Es complicado, tratamos de interpelar a un público más joven, pero no tienen constancia con una actividad regular como esta. La diferencia con la gente grande es que conforma toda una salida para ellos y en los jóvenes esa práctica no está tan instalada. A su vez, después de la pandemia mucha gente perdió el hábito, cada vez se les hizo más difícil llegar hasta el centro para venir y otros lamentablemente quedaron en el camino. El público de a poco se va renovando pero la realidad es que me da miedo que a largo plazo esto que a nosotros nos gusta tanto se pierda. Hay películas que al verlas en la computadora son seis puntos pero en el cine suben a ocho, las imágenes se ven majestuosas y la experiencia es muy distinta. Por eso, resalto la importancia de salvaguardar estos espacios porque también es cuidar la calidad artística de los filmes.

¿Cómo fue crecer en una casa de cinéfilos?

Yo veía películas desde muy chico. Me acuerdo que un día mi viejo me llevó a ver La conversación, que era durísima. También películas rusas muy buenas, pero a la edad que yo tenía no eran las adecuadas para ver, así que habré dormido un rato. Algunas las volví a ver y me gustaron, otras no. En casa –que era muy chiquita– había un proyector de 16 mm que mi viejo armaba, poníamos un afiche blanco dado vuelta y veíamos las películas para decidir si la programaba para el cine club o no. Así que siempre estuve muy embebido, y eso repercutió en mi formación.

La ronda de la resistencia

La ronda de la resistencia

Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo realizaron su primera vuelta frente a la Casa Rosada después del triunfo electoral de Javier Milei. Fueron esperadas por el sol y un público entusiasta que las acompañó con cánticos y caminó junto a ellas.

El sol pica en Plaza de Mayo. La columna de un movimiento popular le hace frente con paraguas que simulan ser sombrillas. Son las 15.20. La gente pisa firme como si el calor no pudiera detener esa presencia. Dos personas venden marcianitos en distintas esquinas de la plaza. Hoy no es un jueves cualquiera: la ronda de Madres y Abuelas es esperada por cientos de personas.

Abajo de un árbol, hay una guía turística con un micrófono y, colgado del cuello, su identificación del Gobierno de la Ciudad. Un japonés con mirada extrañada la llama. Con su sombrero amarillo, se acerca a quien en un inglés oxidado le pregunta: “¿Por qué la gente se reune alrededor del monumento?”. Con una sonrisa cálida, le responde técnicamente, sin que se le despeine ni un sólo pelo.

Por Defensa baja una camioneta blanca. Cruza Yrigoyen y la gente se empieza a correr hacia los costados. Una agitación colectiva. Tres veiteañeras se suben a un banco para mirar qué pasa. “Allá vienen”, grita entusiasmada una de ellas con un pañuelo de la campaña del aborto legal, seguro y gratuito en la cabeza.

– Disculpen, chicas, ¿me puedo subir? – pregunta titubeando una señora de 50 años.

Con una amorosidad efusiva, las jóvenes abren espacio y le ofrecen el brazo. “Haciendo esto me quebré la pierna en 2016”, recuerda con una leve risa que se nubla de súbito: “Estábamos pidiendo la libertad de Milagro Sala, ¿vieron? Hasta me tuvieron que poner un clavo”. Un alemán le saca una foto a la Pirámide de Mayo rodeada y otra a las mujeres del banco. Las mujeres latinas hacen historia.

La camioneta blanca se arbre paso, partiendo la marea de gente. El “Madres de la plaza, el pueblo las abraza” se transmite con tal magnetismo que, del otro lado de la Av. Rivadavia, también canta.

Del retrovisor de la camioneta cuelga un cartel verde IVE: “Ni un paso atrás” dice acompañado del dibujo de un pañuelo blanco. Las puertas se abren y se arma un cordón. De a poco, las madres de Plaza de Mayo empiezan a bajar con ayuda: dos están en sillas de ruedas. Todas están maquilladas y cuelgan de sus cuellos la imágen y el nombre de sus familiares desaparecidos. Atrás de ellas, una lleva un micrófono inalámbrico y otra un parlante. Se arma un cordón de protección para las Madres. Para ellas, dos paraguas.

Los cánticos disminuyen, el repiqueteo de los tambores continúa despacio. Las históricas luchadoras nombran desaparecidos. En cada pausa, se escucha un “presente” que sale de las entrañas. Atrás de los lentes de sol de esas madres, quizá se avizora una lágrima.

La ronda avanza. Atrás y adelante de las madres, la gente da vuelta a la pirámide. “Milei, basura, vos sos la dictadura”, agitan desde CORREPI. La consigna recorre la plaza. Tras una breve pausa, reformulan: “Victoria, basura, vos sos la dictadura”. Una señora de pelo tan blanco como uno de los pañuelos, canta con bronca, pero se detiene. “No, compañeras. Hay que decirle Villarruel”, se repite preocupada. Siguen cantando, así que se acerca a quienes sostienen la bandera y las detiene: “No, no, no. Victoria es un tan lindo nombre… y encima tan nuestro… No se lo podemos dar. Hay que cantar ‘Villarruel, basura, vos sos la dictadura’”, forzando la rima. Algunos, los más trotskistas, la miran con confusión, pero todos se suman a la nueva versión.

Con la tarea hecha, se adelanta y sigue cantando. Pasa por debajo de un cartel con el lema “El legado de la ternura que grita” y una foto de Hebe de Bonafini. A un año de su muerte, su imágen sigue presente. Una señora de 60 años teñida de rojo cobrizo suspira: “Hay que salir a luchar”. En la muchedumbre, Vilma Ripoll sostiene un cartel “Fue genocidio. No al negacionismo” mientras masca chicle con nerviosismo.

“Olé olá, como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar, olé olé”, cantan con los brazos en alto. Un señor de 65 años exhala cada palabra. De su cuello, cuelga un silbato, pero no lo usa. En cambio, su herramienta principal está en su mano: un megáfono casero. Con una botella chica de alcohol etílico cortada amplifica los hilos desgarrados de su voz.

Al costado, un niño de 10 años agita una bandera pansexual. Su mamá le sonríe con ternura. El orgullo y la memoria van de la mano. No es casual que la fórmula electa este domingo los ataque sistemáticamente. Ocupar la plaza es negarse a que nos quieran volver a encerrar en el clóset sexual y del olvido. “Nos une el amor por la memoria, la verdad y la justicia”, reza un cartel atado a las rejas de la pirámide y decorado con corazones multicolores.

“Siempre nos quedará la plaza los jueves”, dice Gabriela, una estudiante de Ciencia Política. Abajo de las banderas violetas de Espacio Puebla debate con sus compañeros y planifican una reunión. “En estos tiempos vuelve a ser necesario reunirse” comenta en sintonía con el discurso principal. El orador recuerda el gobierno de Mauricio Macri y la calle como espacio de reunión. Surge un canto: «Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode». Bajo una sombra, en una ronda de treintañeros, un jóven reflexiona: «Mientras no nos saquen a palos, vamos a estar bien”. La represión futura es un temor que recorre las conversaciones.

«Siempre nos quedará la plaza de los jueves», dice Gabriela.

Cuando finaliza el discurso, la plaza estalla en aplausos. Vuelven los cantos. Las madres se suben otra vez a la camioneta. Se repite el mismo saludo: “Madres de la plaza, el pueblo las abraza”. El motor se prende y las madres del pueblo se dirigen hacia Rivadavia para volver el próximo jueves. Hasta que pisa el cordón, la gente las acompaña.

Un grupo de jóvenes, menores de treinta años, comienzan a vociferar: “Somos de la gloriosa juventud peronista, somos los herederos de Perón y de Evita. A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos y los desaparecidos, no nos han vencido”. Una periodista se seca las lágrimas. “Acá empieza la resistencia”, grita una. Más allá, bajo la bandera de SIPREBA, los trabajadores de los medios públicos se abrazan. A ellos tampoco los han vencido.

«Nunca más, ahora y siempre»

«Nunca más, ahora y siempre»

En las calles y en las redes, bajo el hashtag #AhoraMasQueNuncaNuncaMas, sobrevivientes de la última dictadura contaron sus historias y llamaron a defender la democracia.

“Queremos seguir viviendo en un país donde se respeten los derechos, donde podamos seguir festejando cada vez que se conquistan más derechos, por eso los invito a todas y a todos a gritar, ¡nunca más, ahora y siempre!”, exclamó Carlos Pisoni, integrante de la agrupación H.I.J.O.S., en la estación Constitución, en el marco de una iniciativa de los organismos de derechos humanos de cara al balotaje.

Sobrevivientes de la dictadura, madres, abuelas, hijos, nietos restituidos y familiares de desaparecidos se concentraron en cuatro puntos estratégicos de la ciudad de Buenos Aires: Plaza Miserere, estación Congreso de Tucumán de la Línea D de subte, Plaza de Mayo y la citada estación Constitución del Ferrocarril Roca, con el propósito de defender la memoria, la verdad y la justicia ante la embestida negacionista y reivindicatoria del terrorismo de Estado de La Libertad Avanza.

La propuesta incluyó el diálogo con transeúntes y el relato de historias personales de víctimas para generar conciencia sobre el riesgo que significa la elección de este domingo. “Ojalá reflexionemos acerca del país que queremos. No queremos una candidata a vicepresidencia que propone una tiranía. Tampoco un candidato a presidente que defienda Margaret Thatcher”, afirmó Pisoni en diálogo con ANCCOM.

“Es gente que reivindica los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado, que reivindica el secuestro, la tortura, la violación, el asesinato, la desaparición y el robo de los hijos e hijas de las víctimas. Estamos hablando de una idea de gobierno que nada tiene que ver con la historia reciente de la Argentina”, subrayó el nieto restituido Guillermo Pérez Roisinblit en la Plaza de Mayo, donde estuvo repartiendo pañuelos blancos: “Representan la lucha de las Madres y Abuelas, pilares de estos consensos que hemos sabido alcanzar en estas cuatro décadas, esta democracia que tanto nos costó conseguir», expresó.

Con el trasfondo de 40 años ininterrumpidos de ejercicio democrático, la actividad de los organismos estuvo marcada por la preocupación acerca de los discursos apologéticos de la última dictadura, pero no sólo por esto: también por la amenaza contra derechos adquiridos como el matrimonio igualitario, o incluso por la propuesta de la dolarización, que dejaría del país sin moneda propia.

“Como sociedad, no podemos permitir que un grupo de personas, por ambición de poder, quieran ensuciar la tarea de más de 40 años de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, dijo en Plaza Miserere el nieto restituido Juan Pablo Moyano, hijo de los desaparecidos Edgardo Patricio Moyano y Elba Altamirano.

Mientras tanto, en la estación Congreso de Tucumán, en el límite de los barrios de Belgrano y Núñez, la hija de desaparecidos Verónica Castelli contó su historia: “Mi mamá fue secuestrada embarazada de seis meses y medio, fue llevada a un centro clandestino de detención, fue torturada estando embarazada. Recién pude conocer a mi hermana en 2008 porque los militares la regalaron y la dieron en adopción”. Y concluyó: “No queremos que este país lo presidan personas que reivindican la última dictadura”.

La construcción de futuros democráticos | Estuve ahí

La construcción de futuros democráticos | Estuve ahí

Verónica Castelli y Carlos Pisoni son hijos de desaparecidos. A finales de los 90, fueron parte de las luchas iniciadas por el colectivo H.I.J.O.S. para que los delitos de lesa humanidad cometidos por los responsables de la última dictadura militar no quedaran impunes. En medio de una ola creciente de negacionismo, siguen dando testimonio de sus propias búsquedas de verdad y justicia para que el momento más oscuro de nuestra historia no se repita nunca más.

40 AÑOS – COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA (1983 – 2023)

ANCCOM –junto a la Carrera de Ciencias de la Comunicación y a la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA- lanza Estuve ahí, un ciclo de entrevistas audiovisuales a los protagonistas de estos 40 años de democracia que celebra la Argentina.

La serie recorre los temas más trascendentes que tejieron la trama social desde 1983: los derechos humanos, la vida política, el mundo del trabajo, la economía, la deuda externa, la vivienda, los pueblos originarios, el campesinado, las luchas de género y diversidades, el ambientalismo, la cultura y el mundo de la comunicación, entre muchos otros.

Cada conversación constituye un verdadero diálogo intergeneracional entre los jóvenes periodistas de la agencia y aquellos que escribieron la historia.

Estrenamos todos los lunes! La primera, que estará disponible el próximo 28 de agosto, será a Estela Barnes de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

Entre los entrevistados se pueden mencionar a Adolfo Pérez Esquivel, Estela Carlotto, León Arslanián, Héctor Recalde, Federico Pinedo, Gustavo Grobocopatel, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Arroyo, Dora Barrancos, Myriam Bregman, Juliana Di Tullio, Ana Castellani, Noemí Brenta, Luis Felipe Noé, Daniel Divinsky, Eduardo Longoni, Moira Millán, el padre Pepe Di Paola, Flavio Rapisardi, Emilce Moler, Manuel Goncalvez, Gervasio Muñoz, Enrique Viale y Damián Loreti, por mencionar solo algunos.

Créditos

ANCCOM
Equipo Audiovisual: Eduardo Morales ? – Jairo García – Noelia Pirsic
Producción Periodística: Diego Rosemberg, Sebastián Comellini, Clarisa Veiga, Ángel Berlanga, Cecilia Chervabaz, Esteban Magnani, Guillermo Wulff, Alejandro Cánepa, Horacio Cecchi, Adriana Meyer, Federico Corbiere.
Producción Fotográfica: Victoria Gesualdi y Leandro Teysseire.
Redes y Contenidos Digitales: Julio Alonso, Estefanía Hernández e Ian Werbin.
CEPIA
Florencia Mendes, Javier Ildarraz, Gustavo Intrieri, Nadia Rebrij, Florencia Canosa, Juan Lescano, Jorge Pinola.
Autoridades CCOM
Larisa Kevjal – Directora
Dolores Guichandut – Secretaria Académica | Sebastián Ackerman – Coordinador Técnico | Yamila Campo – Coordinadora Centro de Prácticas
Equipo de trabajo
Lucía Thierbach, Grisel Schang, Paula Morel, Emilia Silva y Sebastián Comellini