La búsqueda continúa

La búsqueda continúa

Belén Altamiranda Taranto es nieta recuperada y hace pocos días asumió como titular de la filial cordobesa de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. El legado que recibe y el discurso negacionista que aflora.

“Darnos la posibilidad y la legitimidad de hacer este traspaso generacional porque sabemos que la búsqueda continúa: hay muchos hermanos que seguimos buscando”. Quien habla, Belén Altamiranda Taranto, nació en el Hospital Militar de Campo de Mayo en junio de 1977 durante el cautiverio de su madre, Rosa Luján Taranto, y su padre, Horacio Antonio Altamiranda, quienes pasaron por el Centro de Detención, Tortura y Exterminio “El Vesubio”. El 29 de junio de 2007, Belén recuperó su identidad y hace unas semanas asumió como titular de la filial cordobesa de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. 

¿Cómo llegó a participar en Abuelas?

A los pocos meses de mi restitución, en febrero de 2008 pude entrar a colaborar en la búsqueda de nietos, gracias a la abuela Sonia Torres, que era la titular de la filial de Córdoba. Desde ese momento, empecé a aportar mi granito de arena en la localización y restitución de los nietos que faltan, hombro a hombro con ella y toda la organización. Primero empecé en el área de Presentación Espontánea, que es donde yo me había presentado con dudas sobre mi identidad. Después pasé a trabajar en el Área de Investigación, donde luego fui coordinadora. Ahí trabajamos con datos que nos llegan sobre personas que pueden ser las que buscamos.

¿Cómo la terminaron eligiendo como titular?

Desde el año pasado, formo parte de la Comisión Directiva de Abuelas. Lamentablemente, hace unos meses falleció la abuela Sonia y tengo la responsabilidad, que tomo con mucha gratitud, de hacerme cargo de la filial de Córdoba.

¿Cómo se siente ocupando el rol de Sonia Torres?

Las abuelas son irremplazables. Nunca vamos a poder sustituirlas ni es la intención, pero sabemos que cada institución es orgánica y cada filial tiene que tener su titular. Ellas son únicas. Más allá del dolor que sentimos todavía, sabemos que la institución sigue y que hay cuestiones institucionales que tenemos que seguir resolviendo. En mi caso, es trabajar como todos los días, tomando este desafío de continuar. Igualmente, no estoy sola: esto es un trabajo colectivo. Estoy muy agradecida por el respaldo y el apoyo que me brindan desde los trabajadores que le ponen el cuerpo a la Comisión Directiva. Aquí estamos, continuando, porque quedan muchas cosas por hacer. Siempre guiándonos por las enseñanzas que nos dieron las abuelas desde que pisamos esta institución.

¿Cree que su rol de hija y nieta aporta algo nuevo en Abuelas?

Las Abuelas fueron y son extremadamente sabias. A lo largo de toda su historia tuvieron esta apertura para dejarse aconsejar y abrir las puertas a las personas que se incorporaban a la institución. No se sentaron ellas solas. Por eso también se conformaron las distintas áreas de la institución: cada uno iba aportando para lograr todo esto que es Abuelas de Plaza de Mayo. Cuando nosotros íbamos creciendo, se creó Prensa para difundir la búsqueda, sabiendo que podían llegar a nosotros ya grandes, que podíamos ser partícipes de nuestra búsqueda.

Y también tener un lugar dentro de la organización…

Muchos años atrás se modificó el estatuto para que ingresen nietos recuperados y hermanos que buscan a la Comisión Directiva como para darle continuidad a la lucha. Darnos la posibilidad y la legitimidad de hacer este traspaso generacional porque sabemos que la búsqueda continúa: hay muchos hermanos que seguimos buscando. Fue un proceso, que lo tomamos con orgullo, felicidad y compromiso. Los que estamos más activamente y quienes no, ayudamos desde el rol que nos toca en la búsqueda de los nietos. Es el compromiso de ir tomando la posta y poder continuar.

¿Cuál es la situación de las restituciones en Córdoba?

De embarazadas cordobesas, que son cordobesas y que desaparecieron en la provincia o en otros lugares, sólo se pudo restituir un caso, el de la nieta Marcela Solsona. Los que fuimos restituidos por la filial Córdoba, porque nos presentamos ahí o porque surgió ahí una investigación, somos todos nacidos en otras provincias y con padres de otras provincias. Las filiales se desarrollaron como medida estratégica para que no todo venga a Buenos Aires por las distancias y el tiempo. La búsqueda es colectiva, quizá en las provincias se puede hacer un trabajo más personalizado, centralizado en la región, pero buscamos a todos los nietos.

¿Cuántos nietos faltan encontrar?

El número aproximado es 300. Se sacó en base a las denuncias de hijas o nueras embarazadas al momento del secuestro. Puede aumentar porque, aunque parezca mentira y que pasó tanto tiempo, algunos se animaron a hacer la primera denuncia sobre lo que ocurrió recién hace un par de años. Eso ha permitido completar los grupos familiares o identificar genéticamente.También son datos que se obtuvieron en los juicios, donde los sobrevivientes pudieron contar y se llegaron a resolver casos que en su momento no dieron o dieron negativo.

¿Por qué cree que se animan a denunciar después de tantos años? 

Porque, como dice la palabra, el “terrorismo de Estado” impuso el terror, el “no te metás”, “miren para otro lado”, sabiendo las atrocidades que estaban pasando. Que algunos sobrevivientes hayan sobrevivido era también para que contaran lo que iba a pasar si “seguían molestando”, como ellos decían, o pensando en la forma que no era la militar. Esto dejó heridas en la sociedad que siguen estando ahí. Entonces, pasa que datos de un posible hijo de desaparecidos aparecen después de mucho tiempo. Animarse a brindar la información sabiendo cómo trabaja Abuelas -con contención y confidencialidad no sólo de los que se acercan buscando, sino de los que nos dan algún tipo de información- es también un proceso personal de cada uno, no debe ser fácil estar con ese miedo y con todo eso que tenés adentro y no podés sacar.

¿Cuál es su lectura del panorama electoral?

Estamos en un período como todos, alerta y preocupados por la dirección que pueda llegar a tener nuestro país, como cualquier ciudadano. Abuelas va a seguir trabajando como todos los días, buscando a los nietos. Es como nos dicen ellas, que atravesaron distintos periodos de la historia, desde el más terrible de buscar a sus hijos y salir a tocar las puertas en plena dictadura que significaba seguir o morir, con las abuelas que fueron perseguidas y las familias… Nosotros seguimos no solamente por nuestra causa, sino para que permanezcan las políticas de Memoria, Verdad y Justicia que se lograron, para fortalecer y valorar la democracia que tanto tiempo, sangre y dolor nos costó. Por ahora tenemos incertidumbre, pero la certeza de que vamos a seguir como hasta ahora. Se irá viendo en la marcha. La lucha y la resistencia están y tenemos a las mejores guías para poder continuar.

¿Y con el surgimiento de los discursos negacionistas?

El tema del negacionismo no dejó de existir, pero había más cuidado en decirlo abiertamente, sobre todo quienes ejercen funciones públicas. Nunca  hay que confrontar, pero sí armar debates y poder contar lo que verdaderamente pasó, porque los fundamentos son reales y no tenemos nada que esconder ni mentir. Hay que seguir educando y llevando la palabra de Abuelas. Cuando yo iba a la secundaria no veíamos el terrorismo de Estado, pero ahora todas las escuelas tienen la obligación de enseñar esa parte de la historia de nuestro país. Podemos pensar ideológicamente distinto, pero en estas cosas, en defender la democracia y los derechos adquiridos (ESI, diversidades sexuales) tenemos que resistir unidos porque nos compete a todos, más allá de los partidos políticos o a quién hayamos votado. Va a ser un trabajo difícil, de mucha templanza, pero tengo una llamita de esperanza. Hay que seguir, no podemos bajar los brazos.

“Más de cuatro décadas de lucha no podrán borrarse de un plumazo”

“Más de cuatro décadas de lucha no podrán borrarse de un plumazo”

Los Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz realizaron su acto aniversario por los 46 años de la desaparición de sus seres queridos y entregaron distinciones a quienes han acompañado la defensa de los derechos humanos y la democracia en estos años.

El viernes 8 de diciembre, se realizó el acto homenaje por los 46 años del secuestro de los 12 de la Santa Cruz, convocado por los familiares y compañeros, al lado del Solar de la Memoria de la Iglesia de la Santa Cruz. El acto comenzó a las 18.30 y durante tres horas se disfrutó de bailes, música, discursos y entregas de pañuelos para hacer memoria. Se trató de un evento conmovedor, pero que también puso foco en la necesidad de continuar la lucha y mantener la cabeza en alto pase lo que pase, bajo la consigna: “Hoy más que nunca: Democracia es Justicia Social, Memoria, Verdad y Justicia, Son 30000”.

La tarde estaba cálida pero no abrumaba. La calle Estados Unidos que va desde su intersección con General Urquiza hasta 24 de Noviembre estaba cortada y, en vez de autos, estaba lleno de sillas blancas enfrentadas a un escenario. A pocos minutos del inicio del acto, las sillas ya se encontraban ocupadas en su totalidad y quienes no habían conseguido una, tomaban posición parados en la vereda. Entre los concurrentes se encontraban el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietergalla Corti y el embajador francés Romain Louis Nadal, así como las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Taty Almeida, Carmen Lareu y la hija de la madre desaparecida, María Adela Pérez de Antokoletz.

La presencia del embajador francés se debe a que dos de las desaparecidas que reivindica el organismos “Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz” eran las religiosas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, secuestradas entre el 8 y 10 de diciembre de 1977 en las inmediaciones de la iglesia, junto a otras diez personas. Ellas participaban allí de reuniones junto a integrantes de Madres de Plaza de Mayo y militantes de derechos humanos, cuyo objetivo era la publicación de una solicitada con los nombres de los detenidos desaparecidos hasta ese momento. Sin embargo, en esas reuniones se había infiltrado el marino Alfredo Astiz, apodado “Ángel Rubio”, bajo el nombre de Gustavo Niño. El 8 de diciembre de aquel 1977, el Grupo de Tareas 3.3.2. de la Armada secuestró a 10 personas, entre las que estaban Domon, las Madres Esther Careaga y Mabel Bianco y la activista Ángela Auad. El 10, secuestraron a Duquet y a Azucena Villaflor de De Vincenti, fundadora de Madres de Plaza de Mayo. Los secuestrados fueron trasladados a la ESMA y asesinados en los vuelos de la muerte, pero cinco cuerpos aparecieron en las costas de Santa Teresita. Estos fueron sepultados en el cementerio General Lavalle como “N.N.”. Tiempo después, gracias al trabajo de antropólogos forenses, en 2005, pudieron identificar los cuerpos de Duquet, Auad y de las madres.

Luego siguieron los reconocimientos: Familiares y Compañeros de los 12 de Santa Cruz reconocieron el trabajo del “periodismo comprometido con el pueblo trabajador, la defensa de los intereses de la patria, los derechos humanos y la lucha por la memoria, la verdad y la justicia” y les entregaron pañuelos a dos integrantes de Página/12; el director general Hugo Soriani y la periodista de Judiciales y Derechos Humanos Luciana Bertoia. Soriani destacó que la Iglesia de la Santa Cruz es “una institución que abrazó y acompañó”, agradeció a los Familiares y Compañeros y expresó que el premio no era para él, sino para “ese diario que hicimos hace 37 años pensando que iba a durar seis meses”. Bertoia también agradeció a los Familiares y Compañeros y destacó el hecho de compartir “este reconocimiento con personas que queremos y admiramos tanto”, que, a pesar de la dificultad de los próximos años, “acá tenemos un faro que nos ha marcado el camino durante estas cuatro décadas, sobre todo a aquellos que nacimos en democracia”. Luego señaló a las Madres, las Abuelas, los Familiares y los organismos de derechos humanos como “un ejemplo al que recurrir cuando se ponga en duda la memoria, la verdad y la justicia”. Finalmente, Bertoia destacó el trabajo de sus compañeros en Página/12 y de sus colegas en los medios públicos.

Los últimos dos reconocimientos fueron a Teresa Parodi y Liliana Herrera, quienes se subieron al escenario a tocar canciones como “Aún caminan conmigo” de Parodi, “La canción es urgente” de Silvio Rodríguez, en la que Parodi se paró y cantó ante un público tan conmocionado como ella, y finalizaron con “Esa Musiquita”. Luego de que las artistas reciban un gran aplauso de parte del público, las integrantes de Familiares y Compañeros Cecilia de Vicenti y Mabel Careaga subieron al escenario nuevamente para afirmar su compromiso y apoyo a un modelo de país “donde el Estado garantice la salud, la educación, la cultura, los derechos y las universidades” y señalaron que las propuestas del gobierno de Javier Milei “nos llevan 40 años atrás”, pero también que “más de cuatro décadas de lucha no podrán borrarse de un plumazo” y que “la recuperación del avión del cual fueron arrojados vivos nuestros 12 familiares, compañeros y compañeras es un ejemplo de lo que se puede hacer desde el Estado cuando hay voluntad política de sostener y defender la memoria histórica de la patria”.

Como cierre, se repartieron rosas entre el público para ser alzadas junto a los gritos de “¡Presente!” luego de nombrar a cada desaparecido. Cuando terminó la lista, otra empezó: y el público se turnaba para alzar sus voces y nombrar a sus familiares y conocidos desaparecidos. Finalizado el acto, el público se acercó al Solar de la Memoria para dejar las rosas ante las tumbas de María Ponce de Bianco, Esther Ballestrini de Careaga, Leonie Duquet y Ángela Auad, o ante las placas que conmemoran a los otros ocho desaparecidos. En el fondo, se escuchaban los bombos de Talleres Batuka despidiendo este acto homenaje.

«Si es necesario salgamos a la calle todos los días»

«Si es necesario salgamos a la calle todos los días»

La 43ª Marcha de la Resistencia tuvo lugar una vez más en Plaza de Mayo. Teñida por el retorno del discurso negacionista, oganizaciones defensoras de los derechos humanos, movimientos sociales, culturales y partidos políticos reivindicaron a los 30.000 desaparecidos y renovaron la exigencia de memoria, verdad y justicia.

A tres días de la asunción de Javier Milei, como cada año desde hace más de cuatro décadas, organizaciones de derechos humanos, sociales y la izquierda se concovaron en Plaza de Mayo para renovar las consignas históricas del movimiento de memoria, verdad y justicia contra el genocidio, la impunidad y el negacionismo. Como cada jueves, hubo sendas movilizaciones de la Asociación Madres de Plaza de Mayo -que organizaron su tradicional acto- y de las Madres de la Línea Fundadora. Ambas dieron vueltas, acompañadas por una multitud, en torno a la histórica pirámide en su Marcha de la Resistencia número 43.

Las consignas “¡47 años de lucha!”, “Apertura de los archivos de la represión”, “Son 30.000”, “Es genocidio”, “¡30.000 detenidos y detenidas desaparecidos presentes, ahora y siempre!” cobraron una nueva dimensión este año, cruzado por una campaña electoral en la que afloraron como pocas veces antes discursos negacionistas de parte de la fuerza política que este domingo accede a la presidencia de la nación.

Del lado sur de la plaza, a pocos pasos de la calle Defensa, en una pequeña tarima el sobreviviente de la dictadura Carlos Loza conversaba con los miembros del colectivo de comunicación La Retaguardia sobre los juicios a los genocidas, la histórica demanda de la apertura de los archivos históricos de la dictadura y la situación del campo de deportes de la Armada detrás del predio de la ESMA. Cerca de la tarima La Banda del Pañuelo, un grupo cultural que desde hace seis años acompaña a las Madres de la Plaza de Mayo – Línea Fundadora en sus rondas, dibujó en el suelo un mural comunitario con enormes pañuelos de colores. Su diseñador, que se identificó como Iván, explicó a ANCCOM el concepto de la obra: “Armamos un pañuelo grande y dentro de él van nombres de pila de desaparecidos en la dictadura. Se acercan a pintar ese nombre sus familiares, y alrededor del pañuelo hay unas flores azucenas –por su fundadora de la organización, la desaparecida Madre Azucena Villaflor– y una mariposa.” 

Las Madres se juntan al lado del bebedero que está frente al acceso a la estación del subte A cada jueves desde hace 47 años, y marchan a las tres y media de la tarde. “Acompañamos desde el lado cultural porque entendemos también que somos la generación que tiene que seguir esta línea histórica, la continuidad de la memoria, la justicia y la verdad” expresó.

Ya con la tarima rodeada con mucha más gente, se pronunció Elia Espen quien emocionada manifestó que “cuando todos los genocidas sean enjuiciados y no protegidos diremos, queridos hijos, padres, hermanos: ´¡Cumplimos!´. Pero como no creo que eso ocurra, pediremos juicio y castigo a todos los genocidas.” Sin quitarse sus enormes lentes oscuros, aseguró que se aproximan momentos difíciles en la Argentina, pero que las Madres no se callarán y seguirán defendiendo la verdad y la justicia. Espen mostró su desacuerdo con lo que denominó la “politización partidaria” del Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia y las disputas entre los organismos de derechos humanos: “Consiguieron separar a los organismos, hacer que nos miremos todos como enemigos por pensar diferente. En todo caso, somos disidentes”, expresó. Según ella, «ante los que conjugan el verbo obedecer, yo conjugo el verbo no perdono y no olvido. ¿Qué pretenden que nos abracemos con los genocidas?», reprochó y prometió que hasta su «último suspiro» va a continuar pidiendo que «se abran los archivos» de la última dictadura militar.

El cierre del acto fue encabezado por Nora Cortiñas, quien manifestó que a pesar de los resultados adversos en las pasadas elecciones nacionales “tenemos mucho para hacer y decir y vamos a seguir, no vamos a bajar los brazos”. También resaltó que es necesario que permanezcan juntas como lo han hecho en los últimos 47 años y que la unidad es la que permitirá lograr que la justicia siga funcionando y no se pare ninguno de los juicios en contra de quienes violaron los derechos humanos durante la dictadura. Además cuestionó algunas de las medidas del plan de gobierno del presidente por asumir, Javier Milei “Nos enteramos que quieren sacar la ESI de los colegios, no los dejemos, salgamos a la calle todos los días si es necesario”. Cortiñas destacó que “lo otro que tenemos que lograr es que dejen en libertad a Milagro Sala ¡ya!, ¡ya!”. Sentada en su silla de ruedas, presentó las consignas de la marcha que fueron “que se abran los archivos” y “que sigan los juicios”, aunque también hizo un llamado a estar atentos antes muchas otras consignas que se tendrán que seguir manteniendo y planteó la necesidad de usar mecanismos como el volanteo en las calles del país.

 Otra de las madres que estuvo presente en la tarima, al lado de Espen y Cortiñas, fue Mirta Acuña de Baravalle. Luego de sus discursos, las Madres hicieron sus vueltas alrededor de la Pirámide de Mayo, y tras la tercera vuelta se acercaron al mural de La Banda del Pañuelo en donde las tres colocaron el nombre de sus hijos desaparecidos. Elia Espen plasmó el nombre de Hugo Orlando; Mirta Acuña de Baravalle escribió los nombres de Anita, su hija embarazada y Julio, su yerno, además de “Camila o Ernesto” en referencia al nombre que habría tenido su nieto. Por último, Nora Cortiñas pintó el nombre de Gustavo y la frase “¡Venceremos!”. La actriz Cristina Banegas leyó poemas, y el final del acto estuvo a cargo de Lidia Borda que junto a las madres entonó la canción de Maria Elena Walsh “Como la cigarra”. 

Sobre la Marcha de la Resistencia que las Madres realizaron por primera vez en 1981, Cortiñas recordó que las hacían «por 24 horas, de 15.30 a las 15.30 del día siguiente» pero, dijo, «ahora estamos muchas madres enfermas y aunque quisiéramos no podríamos». Por eso, convocó «a los jóvenes» y a las generaciones que vienen a que «si algún día se nos ocurriera que hay que salir 24 horas, nos acompañen». La respuesta fueron aplausos y puños en alto. Luego, siempre fiel a mencionar todo tipo de reclamo, exigió que las «comunidades indígenas reciban sus tierras».

“Sobre este pueblo ha caído una niebla intensa”

Más temprano gente suelta, turistas y algunos militantes ya se encontraban dispersos alrededor de Plaza de Mayo vieron llegar una combi blanca estampada con el nombre “Madres de Plaza de Mayo”. En seguida, los presentes en la plaza comenzaron a rodear el vehículo del que bajaron, junto a familiares, las integrantes de la Asociación Carmen Arias y Sara Mrad, referente de las Madres en Tucumán. Empujadas en sillas de ruedas por sus acompañantes y protegidas del sol con sombrillas circularon en torno a la Pirámide mientras la multitud entonaba “Vamos las madres, con fuerza vamo’ al frente que se los pide toda la gente. Una bandera que diga ‘gracias, madres’ por ser siempre el ejemplo en la lucha popular”. Junto a los gritos y aplausos los bombos también se escuchaban en el recorrido. “Montalvo, Carlos Alberto” recitaba una voz desde uno de los costados de la plaza. “¡Presente!” respondían a voz fuerte los presentes. “Montaño Carvajal, Felix” de nuevo, “¡Presente!”. Y así, iban repasando los nombres de cada uno de los desaparecidos durante la última dictadura militar. 

Ya bajo la sombra de los gazebos azules, la directora de la Universidad Nacional de las Madres de Plaza de Mayo (UNMA), Cristina Caamaño leyó una resolución publicada el 4 de diciembre en honor al cumpleaños de Hebe de Bonafini. Luego de hacer un recorrido por su vida y trayectoria, en la que la describió como un “símbolo de dignidad, coraje y lucha por la memoria, verdad y justicia”, Caamaño le otorgó el título póstumo de Doctora Honoris Causa a Bonafini. La condecoración fue recibida por Carmen Arias en medio de las voces que coreaban “Se siente, se siente, Hebe está presente”. 

A su turno, Sara Mrad habló del nuevo escenario político que inicia su gestión oficialmente el diez de diciembre “Sobre esta patria, sobre este pueblo ha caído una niebla intensa que pareciera impenetrable, pero los pueblos sabemos cómo vamos a seguir la ruta y vamos a pelear porque traemos cientos de años de historia”. Y remarcó la importancia de resistir y sostener la lucha por siempre. Rodeadas por personas queriendo fotografiarse junto a ellas, las madres fueron trasladadas nuevamente a la combi para retirarse. 

Los que acompañaron a las Madres

Marcharon junto a las Madres el Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), el Centro de Abogados por Derechos Humanos (CADHU), el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh), el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), el Nuevo MAS, la Izquierda Socialista, el Partido Obrero y el PTS, entre otros.

También estuvieron presentes delegaciones de Suteba Tigre, Ademys, trabajadores de Fate, FPDS CP, FOL, Coordinadora por el Cambio Social, Cuba MTR, PRML, Resistir y Luchar, FOB, FAR, Libres del Sur, MAS, La Poderosa y Kolina. 

Además, acompañaron la legisladora porteña Alejandrina Barry (hija de desaparecidos), el abogado Matías Aufieri y el politólogo Leo Deza (nieto de víctima de la Triple A). Se acercó, también, Sergio Maldonado, hermano del desaparecido Santiago Maldonado. Sumándose a la Marcha de la Resistencia hubo otras actividades. A las 16:30 la colectividad peruana marchó hacia el Consulado de ese país hermano a un año del golpe de Dina Boluarte. Y posteriormente a la Marcha, César Arakaki (condenado por la movilización de diciembre de 2017 en el Congreso) junto a otros actores representaron en la Plaza la pieza teatral Tintorero para seguir reclamando su absolución.

Infancias presas

Infancias presas

Gabriel Otero, escritor y diputado uruguayo, presentó su novela autobiográfica en Casa por la Identidad. El libro narra su experiencia en la cárcel con su madre y el impacto de las dictaduras en las infancias.

En el marco de un creciente discurso negacionista vinculado a los crímenes de la última dictadura cívico-militar, Abuelas de Plaza de Mayo realizó, el pasado miércoles, la presentación del libro La fila de los inocentes. Una historia de niñez en cautiverio político. El libro del escritor y diputado uruguayo Gabriel Otero cuenta sus propias vivencias de los años en los que estuvo preso junto a su madre durante la dictadura uruguaya, que transcurrió desde 1973 hasta 1985.

La presentación se realizó en el auditorio de la Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (exEsma). El autor estuvo acompañado por la nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas y el periodista Gustavo Veiga, quien moderó la conversación. La bienvenida a la actividad la brindó Miguel “Tano” Santucho, quien remarcó la importancia de continuar con el trabajo sobre la memoria en estos espacios que tanto representan en la lucha por la memoria.

Veiga recordó que tanto Gabriel Otero como Mariana Zaffaroni comparten editorial, Fin de Siglo, además de infancias atravesadas por dictaduras latinoamericanas. Mariana es hija de exiliados uruguayos en Argentina y fue secuestrada junto a sus padres con un año y medio. Restituyó su identidad en 1993 gracias a la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo. El periodista además resaltó la importancia de estos encuentros en este contexto nacional en donde el discurso negacionista está tomando cada vez más fuerza. “Estas historias de Mariana y Gabriel entroncan en ese lugar de infancias, de chicos que todavía seguimos buscando y que siguen buscando las Abuelas, y que con tantos años permanecieron y permanecen aún sin saber su identidad. Por eso, el valor del libro, de la historia de Gabriel y de sus padres”.

A su turno, Mariana Zaffaroni aseguró: “es fundamental conocer estas historias porque es increíble que tantos años después de lo ocurrido, sigamos descubriendo nuevas tragedias, nuevos crímenes que la dictadura le hizo a tanta gente. Me parece que es importante seguir contando esto, tender puentes hacia aquellas personas que no les importa o lo niegan”.

El silencio de los inocentes

El libro de Gabriel Otero cuenta la historia de los niños y niñas que vivieron en cautiverio junto a sus madres durante varios años de la dictadura uruguaya. Desde la perspectiva de un niño, el autor elige contar una parte de su historia que guardó durante muchos años. Al hablar sobre sus vivencias, reconoció que no quiso contar antes lo que vivió porque sentía que era una historia que podía causarle mucho dolor a otros. “El tipo de preso político medio de Uruguay no te habló nunca de la cárcel, no te habló nunca de la tortura, no te habló nunca de situaciones que puedan herir al otro. Yo ahí encuentro también el porqué nunca hice pública esta historia”, reflexionó Otero.

Sin embargo a la vez entendió que es necesario, así como reconoció Mariana Zaffaroni, que estas historias circulen y se conozcan para que la memoria no muera.

“El libro cuenta una historia que es muy dura porque trata justamente de parte de mi primera infancia desde los 2 años y medio hasta los 5, que estuve con mi madre prisionero”. Otero agregó que fueron alrededor de 80 niños los que sufrieron el cautiverio junto a sus madres en todo el Uruguay. Mientras que en el cuartel donde se encontraba él había entre 30 y 35 niños presos. “Los niños éramos utilizados para generar una situación de tortura y angustia permanente en nuestras madres, ante la falta de cuestiones mínimas: higiene, alimentación, cuidado, ocio, de aprendizaje”, recordó el autor.

Otero explicó que hace unos años comenzó a reunirse con otros hijos e hijas y madres que habían sufrido el mismo cautiverio con él. En su relato, además, aseguró que fue un momento muy duro reencontrarse con esas personas, porque él además ya no tenía a su madre. Esa situación comenzó a reflotar un montón de recuerdos y cuestiones de su vida que no había hablado con nadie hasta entonces y ese fue uno de los motivos que lo llevó a contar finalmente su propia historia.

Veiga le preguntó al escritor si hubo algún momento bisagra en su adolescencia, relacionado a su difícil infancia que lo hiciera embarcarse en la militancia política. Otero, diputado por el Frente Amplio, contó que desde su adolescencia su vida estuvo atravesada políticamente, sin embargo, él no encuentra un nexo directo entre sus vivencias y su compromiso político, porque hasta ahora nunca quiso hablar de lo que le había ocurrido. Aunque se puede ver que ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. “Nunca estuvo mi vida militante y comprometida ligada específicamente a la situación de mis viejos. Es algo que a lo que el barrio me empujó”, confesó.

Memorias que afloran

La nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas, reflexionó desde su mirada docente la importancia de contar estas historias a las nuevas generaciones. Describió que su hijo más chico muchas veces le hace preguntas sobre cuestiones que ya fueron habladas en casa. Por eso insiste con que no podemos sorprendernos por la falta de información que hay en algunos hogares y en las escuelas, hay que encontrar cómo generar interés. Y resaltó la importancia de continuar llevando estas historias a las aulas. “Muchos estamos todavía acá para poder contar, así que aprovechar a los protagonistas que puedan dar el testimonio en primera persona me parece que es fundamental. Tanto como protagonista y como docente, hay que seguir insistiendo y contando”, cerró.

El público, con gran asistencia uruguaya también se sumó. Walter, un charrúa exiliado de la dictadura de su país, recordó: “Me tocó escapar de la dictadura. Hablabas de la infancia, yo para esa época tenía 16 años, era militante político, venía con toda esa impronta y de pronto sufrimos el golpe en Argentina y se empezó a complicar la cosa”. Walter contó su experiencia como militante y cómo poco a poco dejó de exponerse para proteger a su familia y destacó la solidaridad de quienes lo ayudaron a él y a su familia al llegar a Buenos Aires. “Las convicciones no se terminan. Espero que podamos seguir trabajando en este tipo de cuestiones como la memoria y que podamos seguir pensando con esperanzas que es posible una sociedad distinta y mejor”.

Otra de las intervenciones fue la de Lorena Battistiol, hija de personas desaparecidas y actual directora Nacional de Sitios y Espacios de Memoria en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que busca un hermano o hermana nacido en cautiverio y tenía apenas unos meses cuando su mamá desapareció embarazada de seis meses. “La historia del tío de Gabriel que lo cuidó durante dos meses mientras sus padres ya estaban secuestrados. En mi propia historia”. Battistiol recordó que su familia paterna decidió no denunciar ni buscar a sus padres y su hermano o hermana desaparecidos. “Mi hermana y yo estamos formadas por mi abuela, que es la que salió a la calle a luchar. La que se les animó a los milicos, la que seguramente estaría muerta de miedo y sin embargo salió a la calle a luchar”. Y lamentó no haber homenajeado lo suficiente a los adultos que las cuidaron: “Son a quienes les debemos todo porque por más situaciones difíciles que nosotros hoy recordemos de nuestra infancia, hicieron todo lo posible para que seamos niños y niñas felices”. A pesar del contexto en el que la fórmula presidencial electa trae discursos negacionistas Lorena se mostró esperanzada: “Las generaciones se van a ir sumando, van a ir actualizando las luchas. Es cuestión de seguir insistiendo en el espacio que nos toque estar”.

Otero, en diálogo con ANCCOM también sumó la importancia de la transmisión sobre lo ocurrido a las nuevas generaciones, incluso en la intimidad: “Todo el libro es una deuda para toda la gente que me rodeó todos estos años. Más para mis hijas, que con 25 y 30 años entran en los detalles de la vida del padre. Que están entrando como pueden, también. Están entrando de una manera que es la que el padre les pudo hacer entrar”. Se trata de un trabajo de reconstrucción para todos. “Mis hijas y mis sobrinos están tratando de asimilarlo y de preguntarme algo más. Hay muchas cosas que se explican desde la infancia. Lo que los hijos de mis hermanos leen ahí es desconocido. Mis hijas y mis sobrinos están haciendo a una historia que es de ellos” concluyó.

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

“Tratamos de proteger el hábito de ir al cine”

La historia del Cine Club Núcleo incluye hitos como ser el primer espacio en difundir a directores como Ingmar Bergman en el Río de la Plata, así como ser emblema de lucha contra la censura de la dictadura. Su director, Alejandro Sammaritano, hijo del fundador, comparte sus entrañables recuerdos y reflexiona sobre la experiencia cinematográfica.

Frente a la Plaza del Congreso, la sala principal del Cine Gaumont se encuentra repleta de adultos mayores bien vestidos y perfumados para la ocasión. Cuando empieza la película –la multipremiada Puán–, el reflejo de la pantalla deja ver los cabellos blancos de un público cinéfilo (y combativo) desde su juventud, que hoy sigue asistiendo a las funciones presenciales.

Ante el avance de las plataformas de streaming y la habitual programación de las salas comerciales, se vuelve imprescindible la preservación de espacios como el que constituye, desde 1952, el Cine Club Núcleo, para compartir el hábito y recordar tiempos pasados en los que el acceso no era para todos.

Fundado por Salvador Sammaritano, un ícono de la crítica cinematográfica argentina, desde 2001 Cine Club Núcleo es dirigido por su hijo, Alejandro Sammaritano, quien tras el fallecimiento de su padre, en 2008, tuvo que decidir si continuar con el bien de familia que tenía un valor emocional y espiritual muy grande o seguir siendo un “oscuro” contador de una empresa metalúrgica. Eligió la primera opción y continuó viviendo el cine cada día de su vida.

¿Qué diferencias encontrás en los objetivos actuales de Cine Club Núcleo y los que motivaron su creación?

Núcleo nació para tratar de facilitar al público el acceso a películas que de otra forma no podría ver nunca. Ese objetivo ahora se desvirtuó porque existe la posibilidad de verlas en el celular y, antes que no verlas, es mejor opción. Considero que se modifica mucho la percepción teniendo en cuenta que la concentración y la estética visual es diferente. Por eso lo que tratamos de proteger actualmente es el hábito de ir al cine, el hecho de estar sentado con un montón de gente que no conocés, pero con la que compartís sentimientos similares. Son prácticas que se pierden estando sentado en el living de casa.

Durante la dictadura, se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina.

Alejandro Sammaritano

Núcleo continuó su actividad durante la última dictadura, ¿cómo convivieron con la censura?

La lucha contra la censura hoy parece una cosa lejana, pero fue lo más emblemático de Núcleo. Los que lo vivimos sabemos lo duro que es: había un tipo que arbitrariamente decidía qué películas se podían ver y cuáles no. Lo que hizo el cine club fue organizar un “contrabando visual”. Se planificaban excursiones a Uruguay desde la mañana temprano hasta la noche y los socios iban a ver cuatro películas en el día que estaban prohibidas en Argentina, tales como La última tentación de Cristo, Emmanuelle, Último tango en París y La Naranja Mecánica. Miguel Paulino Tato, a quien Charly García bautizó como el “Señor Tijeras”, fue uno de los censores más destacados de la época y tenía una visión elitista de la cultura. Con el tiempo, mi viejo llegó a un acuerdo de pasar ciertas películas con la condición de no anunciarlas públicamente, pero en el contestador telefónico –que era el medio de difusión de las programaciones– se decía “hay un importante preestreno” y la sala se llenaba, porque todos sabían que era una película prohibida.

¿Cuándo adquirió popularidad Núcleo?

En un principio empezó con un grupo de amigos del barrio de Colegiales, con la palabra “núcleo” uno se imagina una cosa restrictiva, pero lo que querían era que ese núcleo se agrandara y difundir el buen cine, entonces repartían volantes en la calle. De a poco comenzaron a conseguir mayor cantidad de películas, les prestaron algunos sótanos más grandes y había inclusive un arquitecto que les facilitó la casa. Se fue haciendo una cosa popular con películas que realmente no eran convencionales porque no había videocasete, DVD, Blu-rays, había que conseguir el celuloide o el material con la película. Para esto iban a embajadas y a festivales itinerantes a buscarlas, hasta que muchos distribuidores de cine se enteraron de la existencia del cine club y les ofrecieron películas de arte con el objetivo de ver la reacción de la gente y después encarar un lanzamiento. Así se consagró que Cine Club Núcleo tenga preestrenos los martes de películas artísticas. Se podían ver algunas comerciales porque no todo Hollywood es malo, pero se buscaba un cine más alternativo. La programación también se pudo seguir sosteniendo por los contactos que tenía mi viejo con Leopoldo Torre Nilson, Humberto Ríos, José Martínez Suárez, Carlos Sorín, Alberto Lecchi, también con Campanella, que nos dio todas sus películas. Actualmente, muchos periodistas continúan viniendo a ver el preestreno de ciertas películas acá para después criticarlas.

¿Cómo es la gestión del cine club?

Los distribuidores compran las películas y las ceden para el preestreno en Núcleo mediante un acuerdo. Obviamente el cine es un arte, pero no deja de ser un negocio, traer películas te sale guita y si después la gente no va, te fundís. Muchas veces yo las pido por directores, recorrido en festivales o que tengan actores o actrices importantes, pero también hay un asesoramiento implícito de las distribuidoras en la programación, ya que tienen criterio para anticiparnos si la película va o no para el cine club. Tenemos además un montón de gastos fijos que se pagan con la mensualidad de los socios, hoy si no tuviéramos el apoyo del INCAA, que nos presta la sala, no sé si podríamos continuar con esta actividad. Por mes en total son 12 funciones –la actividad en el MALBA los jueves y en el Gaumont los martes y domingos– así que, en términos monetarios, si asisten a todas es muy barato.

Teniendo en cuenta que tienen un público que viene hace años, ¿cómo hacen para que se renueve?

Es complicado, tratamos de interpelar a un público más joven, pero no tienen constancia con una actividad regular como esta. La diferencia con la gente grande es que conforma toda una salida para ellos y en los jóvenes esa práctica no está tan instalada. A su vez, después de la pandemia mucha gente perdió el hábito, cada vez se les hizo más difícil llegar hasta el centro para venir y otros lamentablemente quedaron en el camino. El público de a poco se va renovando pero la realidad es que me da miedo que a largo plazo esto que a nosotros nos gusta tanto se pierda. Hay películas que al verlas en la computadora son seis puntos pero en el cine suben a ocho, las imágenes se ven majestuosas y la experiencia es muy distinta. Por eso, resalto la importancia de salvaguardar estos espacios porque también es cuidar la calidad artística de los filmes.

¿Cómo fue crecer en una casa de cinéfilos?

Yo veía películas desde muy chico. Me acuerdo que un día mi viejo me llevó a ver La conversación, que era durísima. También películas rusas muy buenas, pero a la edad que yo tenía no eran las adecuadas para ver, así que habré dormido un rato. Algunas las volví a ver y me gustaron, otras no. En casa –que era muy chiquita– había un proyector de 16 mm que mi viejo armaba, poníamos un afiche blanco dado vuelta y veíamos las películas para decidir si la programaba para el cine club o no. Así que siempre estuve muy embebido, y eso repercutió en mi formación.