Infancias presas

Infancias presas

Gabriel Otero, escritor y diputado uruguayo, presentó su novela autobiográfica en Casa por la Identidad. El libro narra su experiencia en la cárcel con su madre y el impacto de las dictaduras en las infancias.

En el marco de un creciente discurso negacionista vinculado a los crímenes de la última dictadura cívico-militar, Abuelas de Plaza de Mayo realizó, el pasado miércoles, la presentación del libro La fila de los inocentes. Una historia de niñez en cautiverio político. El libro del escritor y diputado uruguayo Gabriel Otero cuenta sus propias vivencias de los años en los que estuvo preso junto a su madre durante la dictadura uruguaya, que transcurrió desde 1973 hasta 1985.

La presentación se realizó en el auditorio de la Casa por la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (exEsma). El autor estuvo acompañado por la nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas y el periodista Gustavo Veiga, quien moderó la conversación. La bienvenida a la actividad la brindó Miguel “Tano” Santucho, quien remarcó la importancia de continuar con el trabajo sobre la memoria en estos espacios que tanto representan en la lucha por la memoria.

Veiga recordó que tanto Gabriel Otero como Mariana Zaffaroni comparten editorial, Fin de Siglo, además de infancias atravesadas por dictaduras latinoamericanas. Mariana es hija de exiliados uruguayos en Argentina y fue secuestrada junto a sus padres con un año y medio. Restituyó su identidad en 1993 gracias a la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo. El periodista además resaltó la importancia de estos encuentros en este contexto nacional en donde el discurso negacionista está tomando cada vez más fuerza. “Estas historias de Mariana y Gabriel entroncan en ese lugar de infancias, de chicos que todavía seguimos buscando y que siguen buscando las Abuelas, y que con tantos años permanecieron y permanecen aún sin saber su identidad. Por eso, el valor del libro, de la historia de Gabriel y de sus padres”.

A su turno, Mariana Zaffaroni aseguró: “es fundamental conocer estas historias porque es increíble que tantos años después de lo ocurrido, sigamos descubriendo nuevas tragedias, nuevos crímenes que la dictadura le hizo a tanta gente. Me parece que es importante seguir contando esto, tender puentes hacia aquellas personas que no les importa o lo niegan”.

El silencio de los inocentes

El libro de Gabriel Otero cuenta la historia de los niños y niñas que vivieron en cautiverio junto a sus madres durante varios años de la dictadura uruguaya. Desde la perspectiva de un niño, el autor elige contar una parte de su historia que guardó durante muchos años. Al hablar sobre sus vivencias, reconoció que no quiso contar antes lo que vivió porque sentía que era una historia que podía causarle mucho dolor a otros. “El tipo de preso político medio de Uruguay no te habló nunca de la cárcel, no te habló nunca de la tortura, no te habló nunca de situaciones que puedan herir al otro. Yo ahí encuentro también el porqué nunca hice pública esta historia”, reflexionó Otero.

Sin embargo a la vez entendió que es necesario, así como reconoció Mariana Zaffaroni, que estas historias circulen y se conozcan para que la memoria no muera.

“El libro cuenta una historia que es muy dura porque trata justamente de parte de mi primera infancia desde los 2 años y medio hasta los 5, que estuve con mi madre prisionero”. Otero agregó que fueron alrededor de 80 niños los que sufrieron el cautiverio junto a sus madres en todo el Uruguay. Mientras que en el cuartel donde se encontraba él había entre 30 y 35 niños presos. “Los niños éramos utilizados para generar una situación de tortura y angustia permanente en nuestras madres, ante la falta de cuestiones mínimas: higiene, alimentación, cuidado, ocio, de aprendizaje”, recordó el autor.

Otero explicó que hace unos años comenzó a reunirse con otros hijos e hijas y madres que habían sufrido el mismo cautiverio con él. En su relato, además, aseguró que fue un momento muy duro reencontrarse con esas personas, porque él además ya no tenía a su madre. Esa situación comenzó a reflotar un montón de recuerdos y cuestiones de su vida que no había hablado con nadie hasta entonces y ese fue uno de los motivos que lo llevó a contar finalmente su propia historia.

Veiga le preguntó al escritor si hubo algún momento bisagra en su adolescencia, relacionado a su difícil infancia que lo hiciera embarcarse en la militancia política. Otero, diputado por el Frente Amplio, contó que desde su adolescencia su vida estuvo atravesada políticamente, sin embargo, él no encuentra un nexo directo entre sus vivencias y su compromiso político, porque hasta ahora nunca quiso hablar de lo que le había ocurrido. Aunque se puede ver que ambas cuestiones están estrechamente relacionadas. “Nunca estuvo mi vida militante y comprometida ligada específicamente a la situación de mis viejos. Es algo que a lo que el barrio me empujó”, confesó.

Memorias que afloran

La nieta restituida Mariana Zaffaroni Islas, reflexionó desde su mirada docente la importancia de contar estas historias a las nuevas generaciones. Describió que su hijo más chico muchas veces le hace preguntas sobre cuestiones que ya fueron habladas en casa. Por eso insiste con que no podemos sorprendernos por la falta de información que hay en algunos hogares y en las escuelas, hay que encontrar cómo generar interés. Y resaltó la importancia de continuar llevando estas historias a las aulas. “Muchos estamos todavía acá para poder contar, así que aprovechar a los protagonistas que puedan dar el testimonio en primera persona me parece que es fundamental. Tanto como protagonista y como docente, hay que seguir insistiendo y contando”, cerró.

El público, con gran asistencia uruguaya también se sumó. Walter, un charrúa exiliado de la dictadura de su país, recordó: “Me tocó escapar de la dictadura. Hablabas de la infancia, yo para esa época tenía 16 años, era militante político, venía con toda esa impronta y de pronto sufrimos el golpe en Argentina y se empezó a complicar la cosa”. Walter contó su experiencia como militante y cómo poco a poco dejó de exponerse para proteger a su familia y destacó la solidaridad de quienes lo ayudaron a él y a su familia al llegar a Buenos Aires. “Las convicciones no se terminan. Espero que podamos seguir trabajando en este tipo de cuestiones como la memoria y que podamos seguir pensando con esperanzas que es posible una sociedad distinta y mejor”.

Otra de las intervenciones fue la de Lorena Battistiol, hija de personas desaparecidas y actual directora Nacional de Sitios y Espacios de Memoria en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que busca un hermano o hermana nacido en cautiverio y tenía apenas unos meses cuando su mamá desapareció embarazada de seis meses. “La historia del tío de Gabriel que lo cuidó durante dos meses mientras sus padres ya estaban secuestrados. En mi propia historia”. Battistiol recordó que su familia paterna decidió no denunciar ni buscar a sus padres y su hermano o hermana desaparecidos. “Mi hermana y yo estamos formadas por mi abuela, que es la que salió a la calle a luchar. La que se les animó a los milicos, la que seguramente estaría muerta de miedo y sin embargo salió a la calle a luchar”. Y lamentó no haber homenajeado lo suficiente a los adultos que las cuidaron: “Son a quienes les debemos todo porque por más situaciones difíciles que nosotros hoy recordemos de nuestra infancia, hicieron todo lo posible para que seamos niños y niñas felices”. A pesar del contexto en el que la fórmula presidencial electa trae discursos negacionistas Lorena se mostró esperanzada: “Las generaciones se van a ir sumando, van a ir actualizando las luchas. Es cuestión de seguir insistiendo en el espacio que nos toque estar”.

Otero, en diálogo con ANCCOM también sumó la importancia de la transmisión sobre lo ocurrido a las nuevas generaciones, incluso en la intimidad: “Todo el libro es una deuda para toda la gente que me rodeó todos estos años. Más para mis hijas, que con 25 y 30 años entran en los detalles de la vida del padre. Que están entrando como pueden, también. Están entrando de una manera que es la que el padre les pudo hacer entrar”. Se trata de un trabajo de reconstrucción para todos. “Mis hijas y mis sobrinos están tratando de asimilarlo y de preguntarme algo más. Hay muchas cosas que se explican desde la infancia. Lo que los hijos de mis hermanos leen ahí es desconocido. Mis hijas y mis sobrinos están haciendo a una historia que es de ellos” concluyó.

«Nunca más, ahora y siempre»

«Nunca más, ahora y siempre»

En las calles y en las redes, bajo el hashtag #AhoraMasQueNuncaNuncaMas, sobrevivientes de la última dictadura contaron sus historias y llamaron a defender la democracia.

“Queremos seguir viviendo en un país donde se respeten los derechos, donde podamos seguir festejando cada vez que se conquistan más derechos, por eso los invito a todas y a todos a gritar, ¡nunca más, ahora y siempre!”, exclamó Carlos Pisoni, integrante de la agrupación H.I.J.O.S., en la estación Constitución, en el marco de una iniciativa de los organismos de derechos humanos de cara al balotaje.

Sobrevivientes de la dictadura, madres, abuelas, hijos, nietos restituidos y familiares de desaparecidos se concentraron en cuatro puntos estratégicos de la ciudad de Buenos Aires: Plaza Miserere, estación Congreso de Tucumán de la Línea D de subte, Plaza de Mayo y la citada estación Constitución del Ferrocarril Roca, con el propósito de defender la memoria, la verdad y la justicia ante la embestida negacionista y reivindicatoria del terrorismo de Estado de La Libertad Avanza.

La propuesta incluyó el diálogo con transeúntes y el relato de historias personales de víctimas para generar conciencia sobre el riesgo que significa la elección de este domingo. “Ojalá reflexionemos acerca del país que queremos. No queremos una candidata a vicepresidencia que propone una tiranía. Tampoco un candidato a presidente que defienda Margaret Thatcher”, afirmó Pisoni en diálogo con ANCCOM.

“Es gente que reivindica los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado, que reivindica el secuestro, la tortura, la violación, el asesinato, la desaparición y el robo de los hijos e hijas de las víctimas. Estamos hablando de una idea de gobierno que nada tiene que ver con la historia reciente de la Argentina”, subrayó el nieto restituido Guillermo Pérez Roisinblit en la Plaza de Mayo, donde estuvo repartiendo pañuelos blancos: “Representan la lucha de las Madres y Abuelas, pilares de estos consensos que hemos sabido alcanzar en estas cuatro décadas, esta democracia que tanto nos costó conseguir», expresó.

Con el trasfondo de 40 años ininterrumpidos de ejercicio democrático, la actividad de los organismos estuvo marcada por la preocupación acerca de los discursos apologéticos de la última dictadura, pero no sólo por esto: también por la amenaza contra derechos adquiridos como el matrimonio igualitario, o incluso por la propuesta de la dolarización, que dejaría del país sin moneda propia.

“Como sociedad, no podemos permitir que un grupo de personas, por ambición de poder, quieran ensuciar la tarea de más de 40 años de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, dijo en Plaza Miserere el nieto restituido Juan Pablo Moyano, hijo de los desaparecidos Edgardo Patricio Moyano y Elba Altamirano.

Mientras tanto, en la estación Congreso de Tucumán, en el límite de los barrios de Belgrano y Núñez, la hija de desaparecidos Verónica Castelli contó su historia: “Mi mamá fue secuestrada embarazada de seis meses y medio, fue llevada a un centro clandestino de detención, fue torturada estando embarazada. Recién pude conocer a mi hermana en 2008 porque los militares la regalaron y la dieron en adopción”. Y concluyó: “No queremos que este país lo presidan personas que reivindican la última dictadura”.

Declararon Sitio de Interés Cultural a la casa de las Madres

Declararon Sitio de Interés Cultural a la casa de las Madres

La Legislatura porteña descubrió una placa en el solar de Piedras 153 como reconocimiento a la sede que se convirtió en símbolo de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.

La casa de las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora fue declarada Sitio de Interés Cultural por la Legislatura porteña. Este sábado en Piedras 153 se colocó una placa para homenajear al domicilio que simboliza la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.

En una jornada de mucho sol, la música de La Chilinga y Victor Heredia le dieron melodía al festival al que asistieron distintas agrupaciones sociales, diputados nacionales, legisladores porteños artistas y, por supuesto, las Madres de Plaza de Mayo. 

Durante el acto, las Madres relataron el recorrido histórico del grupo de Madres Líneas Fundadoras. Recordaron que en los comienzos no contaban con una casa. Las reuniones se realizaban en domicilios particulares, bares, plazas y luego en instalaciones del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y la sede del Servicio de Paz y Justicia. 

La falta de un espacio propio fue siempre una deuda pendiente de la organización. De este modo, un grupo impulsado por Taty Almeida decidió realizar una campaña para recaudar fondos y adquirir una sede. «La casa de las madres la compra el pueblo», fue la consigna. La solidaridad de los artistas se sumó a la del pueblo y en un recital internacional en el estadio de Ferro -del que participaron Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Víctor Heredia, Adriana Varela y Jaime Ross- se

Al adquirir la casa de Piedras 153 las Madres comenzaron una nueva historia aunque con el mismo objetivo: luchar contra la impunidad y en favor, por la memoria, la verdad y la justicia. Las locas de la Plaza también se propusieron hacer docencia sobre la defensa de los derechos humanos fundamentales y promover la protección de los derechos sociales de los pueblos, trabajando por el futuro de las nuevas generaciones y preservando la ética de los principios solitarios que inspiraron a la generación del 70. 

Otros de los artistas que participó del homenaje, fue el actor Pablo Echarri, quien leyó algunos poemas dedicados a los nietos desaparecidos y a sus abuelas. Además, señaló: «Es un placer enorme acompañar a mis madres y en esta oportunidad, declarando este sitio de interés cultural». 

Las Madres Plaza de Mayo comenzaron a reunirse en 1977, bajo la dictadura de Jorge Rafael Videla, con el objetivo principal de recuperar a sus hijos desaparecidos. Un jueves decidieron citarse en la Pirámide de Mayo y se les acercó un oficial que les ordenó circular. Así nacieron las rondas alrededor de las la Pirámide que  todos los jueves se repite desde entonces a las 15:30.

La iniciativa de declarar a la casa de las Madres como Sitio de Interés Cultural de la Ciudad correspondió al legislador de Unión por la Patria Juan Pablo O’Dezaille, quién llevó adelante la propuesta que le realizó Pascual Espineria, integrante del Grupo de Apoyo a las Madres. El proyecto fue acompañado por el bloque de izquierda, el radicalismo y también un sector del PRO. “Votaron en contra -subrayó O´Dezaille- quienes hoy vienen con el discurso negacionista”.

La madre de Plaza de Mayo Lidia Stella Mercedes Miy Uranga, popularmente conocida como Taty Almeida, cerró: «Acá no hubo guerra, hubo genocidio. Acá no ha habido Teoría de los Dos Demonios. Un solo demonio que desapareció embarazadas, las torturaron, las mataron y se apropiaron de sus bebés».

Cómo veía Estados Unidos el final de la dictadura

Cómo veía Estados Unidos el final de la dictadura

El proyecto Desclasificados publicó 129 documentos acerca de la transición a la democracia. La mirada que por entonces tenía EE.UU sobre el peronismo, el radicalismo, los universitarios y los obreros. El caso de Antonio Cafiero releído por su nieto Santiago, el canciller.

A pocos días de un balotaje histórico en nuestro país, este lunes 30 de octubre se cumplieron 40 años de la elección presidencial que consagró a Raúl Alfonsín como presidente en 1983; de esta manera, finalizaba el período más oscuro de la historia argentina –la última dictadura cívico-militar (1976-1983)– y se inauguraba el período democrático más largo e ininterrumpido de nuestro país. A propósito de esta efeméride, el proyecto Desclasificados publicó la Colección Democracia 1983, compuesta por 129 piezas documentales producidas por el Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglás en inglés) durante el período comprendido entre los años 1982 y 1984. Este acervo recorre ejes temáticos como la transición a la democracia –antes, durante y después de las elecciones–, el resurgimiento de los movimientos políticos, las relaciones bilaterales con Estados Unidos, los problemas económicos que enfrentaba el gobierno entrante, el número de personas desaparecidas y los intentos de los militares por evitar los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.

Una transición turbulenta

“Políticamente agotadas y desacreditadas, las Fuerzas Armadas argentinas han prometido la restauración del gobierno civil”, afirma un documento de la CIA titulado Argentina: una transición turbulenta en junio de 1983, y continúa: “Los problemas económicos aparentemente intratables y los desacuerdos entre civiles y militares sobre cuestiones políticas delicadas agravan una situación inherentemente inestable. Además, existe cierto temor de que un gobierno civil no pueda sobrevivir”. Este informe de inteligencia señala a las violaciones de derechos humanos, la derrota en la guerra de Malvinas y la corrupción económica –particularmente, la millonaria deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional (FMI)– como factores clave para la transición a la democracia, tras la pérdida de legitimidad del gobierno de facto.

 La visión de la transición turbulenta se mantiene incluso de manera posterior a la elección presidencial del 30 de octubre. En noviembre de 1983, un artículo del Washington Post retomado por la CIA menciona que “fuentes de inteligencia remarcan dos posibilidades igualmente alarmantes a raíz de la elección del líder moderado del Partido Radical, Raúl Alfonsín, como presidente de la Argentina: un golpe militar para prevenir la ceremonia de apertura programada para diciembre o terrorismo de izquierda renovado si llega al cargo”. Asimismo, otros documentos de la misma agencia analizan minuciosamente las “inestabilidades políticas de la Argentina” o “las debilidades que enfrenta el gobierno de Alfonsín”.

 Sobre estos documentos, el sociólogo y periodista internacional Pedro Brieger desarrolla que en aquel período era “casi impensable creer que iba a haber 40 años de democracia. Todavía se pensaba mucho que los militares podían intervenir nuevamente. La pregunta parecía ser por cuánto tiempo tendríamos una ventana democrática, tomando en cuenta la historia argentina donde en las décadas anteriores había habido más dictadura que democracia”.

El retorno de la política

En octubre de 1982, Antonio Cafiero realiza un análisis sobre la transición a la democracia –el exfuncionario se había reunido a discutir perspectivas sobre la temática con el embajador estadounidense Harry Shlaudeman– en el que afirma que “el gobierno civil tendrá que ser severo, duro e inspirar respeto o incluso miedo, pero este tipo de mandato sólo será posible si es en un gobierno de «unidad nacional» en el que los principales partidos acuerden sobre algunos puntos políticos fundamentales”. 

El actual ministro de Relaciones Exteriores de la Nación argentina, Santiago Cafiero, repasa este documento del Departamento de Estado y ofrece una visión contemporánea de las declaraciones de su abuelo Antonio: “Él proponía un gobierno de unidad nacional en un contexto en que Argentina tenía muchos desafíos: de ordenamiento macroeconómico y de ordenamiento social, más la cuestión de la recuperación de la institucionalidad democrática”. Consultado por una posible semejanza con la misma convocatoria en el presente a un «gobierno de unidad nacional», Santiago Cafiero responde que “si bien hay puntos en que puede vincularse, como la necesidad de avanzar con un programa económico que favorezca la distribución del ingreso y que reduzca la pobreza, hoy la institucionalidad democrática, quizás con dificultades y cosas a corregir, sí está garantizada en nuestro país”.

En un aerograma de diciembre de 1982, el Departamento de Estado realiza una caracterización de la historia política de Argentina y los partidos políticos que participarían de las elecciones democráticas prometidas por Reynaldo Bignone luego de la masiva marcha a Plaza de Mayo convocada por la Multipartidaria. Si bien este documento menciona un amplio abanico de partidos políticos –como el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), el Partido por la Democracia Social (Massera) [sic], el Partido Demócrata Cristiano (PCD), y a los partidos “socialistas” y de derecha, entre otros–, se hace foco en el Partido Justicialista (PJ) y en el partido de la Unión Cívica Radical (UCR) como los actores electorales más importantes de aquella coyuntura, a pesar de “la falta de dos gigantes de batallas pasadas, Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín”. Además, el Departamento de Estado se pronuncia sobre las posibles alternativas en los comicios: “No vemos diferencias importantes entre los radicales y los peronistas, o los principales contendientes presidenciales como individuos, en cuestiones de política exterior. Todos dicen que quieren tener buenas relaciones con Estados Unidos. Aunque habrá diferencias en el énfasis, ninguno es prosoviético o procubano”, lo cual pudo haber sido un beneplácito del país del Norte a la transición democrática en nuestro país. 

 

“Se espera que los peronistas, tradicionalmente la fuerza política civil dominante del país, gane las elecciones programadas para el 30 de octubre. El partido radical, sin embargo, tiene una chance razonable de obtener su primera victoria electoral sobre los seguidores del fallecido Juan Perón”,  dice uno de los documentos.

En el documento Argentina: una transición turbulenta se puede observar un pronóstico más arriesgado sobre la suerte de cada uno de los partidos, cuando se afirma que “se espera que los peronistas, tradicionalmente la fuerza política civil dominante del país, gane las elecciones programadas para el 30 de octubre. El partido radical, sin embargo, tiene una chance razonable de obtener su primera victoria electoral sobre los seguidores del fallecido Juan Perón”.

En el cable del Departamento de Estado mencionado previamente, Antonio Cafiero afirma que “al partido peronista le está difícil sumar jóvenes a sus filas porque muchos jóvenes tienen miedo de una repetición de principios y mediados de los ‘70, cuando los jóvenes de las listas de los partidos peronistas eran supuestamente los objetivos de la guerra contra la subversión. El partido radical no tiene este problema”. El ministro Santiago Cafiero coincidió en este punto: “En ese momento existía una generación que había sido perseguida, desaparecida y absolutamente estigmatizada, entonces había mucho miedo en esas convocatorias”, y sumó una reflexión coyuntural aseverando que “hoy la situación que tenemos hacia adentro del peronismo no es igual, tenemos mucha participación de la juventud en nuestro espacio, y creo que eso tiene que seguir creciendo”.

Otros dos grandes protagonistas de la colección Democracia son el movimiento sindical y el movimiento estudiantil. En el documento Argentina: el resurgimiento del movimiento obrero, producido en junio de 1983, la CIA recorre la historia de este actor político, su comportamiento durante la transición a la democracia –con la mirada puesta en un posible pacto entre los gremios y los militares– y las expectativas de la agencia respecto al activismo de los sindicatos luego de diciembre de ese mismo año. Por otra parte, en un telegrama del Departamento de Estado se hace un análisis de las elecciones en los centros de estudiantes de diferentes universidades públicas durante septiembre de 1983 –las primeras luego de la dictadura cívico-militar–, en donde se menciona además que “la retórica [de las campañas] era más moderada que los slogans de los setenta. Ahora, la «revolución» en cualquier término era el último objetivo. Hoy, la preocupación más importante es el establecimiento y preservación de la democracia”.

Los desaparecidos

La cuestión de los “miles de desaparecidos” era un eje transversal a todos los análisis políticos en los documentos desclasificados de este período e, incluso, en muchos de ellos se mencionan cifras: sin ir más lejos, en el mencionado informe Argentina: una transición turbulenta se dictamina que “está involucrado el destino de unas 7.000 a 10.000 personas. Muchos de ellos probablemente murieron en manos de personal de las fuerzas de seguridad”, y en el artículo citado del Washington Post se afirma que “la principal causa de aprehensión es la enfática promesa de Alfonsín de responsabilizar a los altos mandos por la desaparición de unos 20.000 argentinos durante la «guerra sucia» antiizquierdista de la década de 1970”. En épocas actuales en donde la discusión pública pone en tela de juicio el número de los treinta mil desaparecidos, Pedro Brieger señala que “nadie tenía los números. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) surge después de que Alfonsín asume. Era muy difícil en dictadura poder juntar las piezas de lo que estaba pasando y continúa siendo difícil hoy”.

 Mientras resonaban estos tambores, también aparecían los intentos de las Fuerzas Armadas por resguardarse de las posibles condenas que podían afrontar una vez restablecida la democracia, tal como resultó la denominada Ley de Autoamnistía. El Departamento de Estado desarrolla su posición acerca de esta norma en un telegrama de septiembre de 1983, en donde, a través de banalizaciones, afirma que “la amnistía en sí misma beneficia a aquellos que no han sido acusados aún o sentenciados que comitieron actos terroristas en un lado o, donde las fuerzas de seguridad operaron en el otro, excesos en represión contra el terrorismo (…). El período cubierto por la amnistía es desde la asunción de poder del último gobierno constitucional en mayo de 1973 a la instalación de Bignone en junio de 1982”.

Asimismo, en los documentos se puede encontrar numerosas menciones a una certificación sobre derechos humanos que Estados Unidos le hace a la Argentina. En esta línea, el Departamento de Estado desclasificó una propuesta de texto en la que se puede leer que “el presidente Reagan ha decidido que, de manera efectiva el 10 de diciembre, certificará ante el Congreso que Argentina ha hecho un avance significativo en el cumplimiento de los principios internacionales de derechos humanos y que esa determinación está en el interés nacional de los Estados Unidos”.

Balances

En noviembre de 1983, el Departamento de Estado reproduce una noticia que escribe el periodista Jesús Iglesias Rouco en el diario La Prensa, en donde afirma que “Estados Unidos endurecerá las políticas contra la Argentina” y, también, que “1) Washington no considera a Argentina un país importante, y mucho menos un aliado, 2) que Buenos Aires tampoco debería esperar ningún mejor trato que cualquier otro país del Tercer Mundo”.

Este documento entraría en aparente contradicción poco menos de un año después de la asunción de Raúl Alfonsín, cuando el Departamento de Estado realiza una primera evaluación de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Argentina: “El gobierno de Estados Unidos puede estar orgulloso de todo lo que hizo para mostrar su apoyo a la nueva democracia argentina. Contribuimos, en algo por lo menos, con el problema de la deuda externa (por ejemplo, en marzo ayudamos con los intereses de pagos atrasados). Además, colaboramos para que Alfonsín lograra restablecer el control civil sobre los militares (para eso tuvimos que restringir la relación entre los militares de ambos países para convencer al gobierno argentino de nuestra buena fe). También, fuimos pacientes respecto de los asuntos nucleares (pero, al mismo tiempo, alentamos al gobierno de Argentina a que se alinee con las salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica) y ofrecimos asistencia, pero advirtiendo del problema de las drogas que tiene el país y que va en aumento”.

 

Desclasificados

Los 129 documentos que componen la Colección Democracia 1983 forman parte de los casi cinco mil archivos que Estados Unidos le entregó a Argentina en 2019. El proyecto Desclasificados, integrado por organismos de derechos humanos y estudiantes universitarios, confeccionó una base de datos pública que sistematiza estos documentos y los vuelve accesibles a la sociedad. 

 

Quienes quieran recurrir a los documentos citados, los pueden encontrar en la página web del proyecto, bajo los nombres ARGENTINA A TROUBLED TRA[15499923];  COUP, TERRORISM SEEN AS P[15515160]; C06279877; ARGENTINA THE RESURGENT L[15515297]; C60274095; C06275125; C06273562; C06295219.

 

El represor cumple 100 años (y la injusticia 47)

El represor cumple 100 años (y la injusticia 47)

Laura Hietala reclama el juicio por la desaparición de su familia, en 1977. Su rastro se pierde bajo el silencio de Omar Riveros, exdirector de Campo de Mayo, principal sospechoso de la desaparición de los Hietala. La lentitud de la justicia juega del lado de los 100 años del acusado.

Laura Hietala está sentada en una mesa del local de comidas rápidas de la estación Retiro. En su cartera lleva fotos de la familia que en 1977 la dictadura militar le arrebató. Son imágenes que atestiguan que existió y que denuncian una ausencia solamente explicada por la ingeniería estatal del terror. 

— Desde mi punto de vista, la causa avanza muy lento. Si vos tenés en cuenta que llevo 47 años esperando, tiene sentido. Hasta el momento no hubo imputaciones, pero sí algunos requerimientos de la jueza de instrucción que a nosotros nos permite interpretar que va a tomar alguna medida. No tenemos mucha información, lo que sabemos es que va lento. 

La investigación comenzó en 2006, después de que se derogaran las leyes que protegían al poder militar. 

— Ese año se abrieron todos los expedientes y se empezó a tomarle declaración a muchos familiares. Fue todo con mucha timidez porque había desconfianza. Ahí hubo un lapso en el que no quisimos participar, porque yo había estado amenazada y la respuesta que había recibido de la justicia era que no había garantías. En 2012 los reclamos empezaron a tomar más fuerza y me constituí como querellante. 

Si bien hay esperanzas de que a fin de año haya novedades, el reloj biológico de los genocidas juega en contra. Por ejemplo, Omar Riveros, director de Campo de Mayo y principal sospechoso de la desaparición de los Hietala, en 2023 cumplió 100 años. 

Aparte de Riveros, también habría otros militares implicados, sobre los cuales se está investigando. Se trataría de oficiales ya condenados en otros juicios de lesa humanidad. 

Los Hietala

Guillermo Hietala, padre de Laura, militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores junto a su hermano Reino y su esposa Estela Cali. Cuando el poder militar tomó por la fuerza el gobierno, la familia decidió abandonar su casa de Vicente López y mudarse a una estancia ubicada sobre la Ruta 7, a la altura de San Andrés de Giles. Allí comenzaron una vida rural bajo el apellido Valugano. En El Maral, Laura vivía con sus padres, su hermana Amanda, su tío Reino, sus primos Silvia y Guillermo, su abuela Hannah y la suegra de Reino, Dominga. 

El viernes 20 de mayo de 1977 Guillermo y Estela fueron a una reunión en Vicente López, convocados por La Negra, una militante a la que no veían desde hacía un tiempo. Cuando llegaron al punto de encuentro, la esquina de las avenidas Lavalle y Maipú, fueron secuestrados por un grupo de tareas. 

 Al día siguiente, Reino se dio cuenta de lo que había ocurrido y recorrió las casas de sus compañeros de Zárate para alertarlos. Ya era tarde: todos habían caído en las fauces de la represión. 

El domingo 22 abandonó El Maral para alertar a otros militantes. En el momento en el que salió, un comando arribó a la estancia y se llevó a Dominga y a Hannah. 

La familia que trabajaba en la casa de los Hietala vivía del otro lado de la ruta, por lo que esa tarde escucharon todo: el ruido de los motores frenando en la estancia, los gritos de las mujeres, el regreso de los coches al camino y la huída. Después solo se oyó un llanto ininterrumpido, que ni el viento que sacudía los pinos de la zona lograba ocultar. 

Pese al miedo que la invadía, Sara E. cruzó a ver qué había ocurrido. Los sollozos eran de Amanda, Guillermo y Silvina, que desde el rincón de un cuarto totalmente revuelto permanecían en estado de shock. En la otra punta del cuarto, Laura pataleaba y lloraba adentro de su cuna. Los militares habían puesto el moisés arriba de un aparador, junto a una frazada que daba a una estufa. Si Sara hubiera ingresado cinco minutos más tarde, la bebé habría ardido en llamas. 

Horas más tarde, Reino apareció en un Torino negro sin patente y explicó que ellos eran los Hietala y no los Valugano,  y que la familia de Sara podía quedarse con la estancia.

Después partió hacia Villa Devoto, con el objetivo de dejarlos en la casa de unos primos, para que luego ellos los llevaran al hogar de los padres de Estela. Sin embargo, cuando llegó a Capital Federal, le informaron que Ítalo y Esther Cali también habían sido secuestrados. 

La familia optó por separar a Laura y Amanda para protegerlas. Solo se veían una vez al año, cuando las llevaban al pediatra. 

Reino comenzó a trabajar informalmente y a ahorrar cada centavo que ganaba. Al poco tiempo, logró juntar dinero para irse a Brasil con su familia. Desde allá se comunicaron con parientes que vivían en Finlandia y se mudaron a Helsinki. Silvia y Guillermo volvieron una vez que finalizó la dictadura. Reino se quedó allá y regresó al país solo en dos ocasiones.

 

El horror después del horror

Con la llegada de la democracia, el espionaje apareció como la nueva cara de la persecución militar.

A Laura y Amanda, todas las tardes el mismo hombre las seguía desde su escuela hasta la casa en la que vivían. 

— Era una persona  de determinadas características, que luego otros familiares nos confirmaron que también los había seguido. Era algo que estaba ahí, ya era parte de nuestra vida”. 

 En 1997 Laura comenzó a trabajar como promotora en un supermercado que tenía sucursales en Zárate y Campana. 

Había algo que estaba claro, cada local tenía su propio personal de seguridad. Un día noté que había un empleado que coincidía en mis días y horarios, en las sucursales a las que yo iba. Un sábado en el que no había nadie, vino y me dijo “Buenas tardes, señorita, necesito hablar con usted. 

Mientras en su cabeza crecía la convicción de que ese sería su último día con vida, la mujer extendió su mano y exclamó: “Laura Hietala, nieta e hija de desaparecidos”. Lejos de sorprenderse, el sujeto respondió con frialdad: “Ya lo sé, conozco todo de su vida”.

Después de un segundo de silencio que pareció eterno, el hombre explicó que no había participado en el operativo de los secuestros y que estaba ahí porque trabajaba bajo órdenes directas de Videla. Disparaba las palabras con una velocidad mecánica, como si la duración de cada sílaba estuviera cronometrada. Laura sólo se limitaba a escuchar, mientras el miedo la paralizaba.

—  Me decía que si lo buscaba por su nombre, él estaba muerto y que le pagaban por hacer este tipo de tareas, investigar a hijos para ver en qué andaban. Recuerdo que me dijo: “Quedate tranquila que vos sos inofensiva”. 

El espía se encargó de nombrar personas de su círculo íntimo para certificar su trabajo y le advirtió: “Te voy a estar vigilando. Vos no vas a saber que yo voy a estar ahí, pero siempre te voy a estar vigilando. Me vas a pasar al lado y no me vas a reconocer, porque los que hacemos estas tareas cambiamos nuestra apariencia para que no nos identifiquen”. 

A esa primera amenaza, meses más tarde se le sumaría la de un ex comisario, que la detuvo en la calle y le susurró: “Tenés que tener cuidado con quién te rodeas, porque es muy fácil deshacerse de un cuerpo. Existe un Triángulo de las Bermudas acá: sabemos que en la zona del Río Luján podemos tirar un cadáver y que nadie sepa lo que pasó”. 

Harta del hostigamiento, Laura intentó presentar una denuncia, pero desde el Poder Judicial le respondieron que no podían hacer nada. Los Hietala estaban librados a su suerte. 

En 2006 se reactivaron las causas de Lesa Humanidad y las historias de persecución se replicaron en cientos de voces. Parecía que por primera vez estaban dadas las condiciones como para que las víctimas se sientan protegidas, pero la desaparición de Jorge Julio López demostró que el poder de los genocidas permanecía intacto. 

— Cuando lo secuestraron hubo una sensación de vulnerabilidad muy grande. Sentíamos que otra vez el peligro era inminente y que los próximos íbamos a ser nosotros. Si ya se llevaron a mis abuelas y a nuestros padres, ahora nos tocaba a mi hermana y a mí.

Lo que era una sensación, luego se transformó en realidad. Durante la madrugada del 27 de noviembre de 2019, un disparo entró por una de las ventanas de la casa de los Hietala e impactó en el techo de la habitación de uno de sus hijos. 

— Decidí renunciar a vivir con miedo. Entiendo que uno tiene que ser prudente. Yo no hice nada para merecer ninguna de estas cosas, lo único que hago es pedir justicia, buscar la verdad y tratar de hacer memoria — declara Laura — El miedo te paraliza y te cansa. Fue muy frustrante ver a mis hijos con ese shock tan grande de pensar que todavía puede pasar algo. Pero a eso hay que vencerlo.