15 años sin Luciano Arruga

15 años sin Luciano Arruga

Se cumplió un nuevo aniversario del secuestro del adolescente que se negaba a robar para la policía. Una marcha lo recordó y exigió justicia.

El acto de homenaje finalizó con la ya tradicional quema de un patrullero de cartón como forma de denuncia y repudio al accionar policial que derivó en la desaparición del adolescente.

 

En la tarde de este sábado 27, bajo el sol intenso de enero, familiares, amigos y militantes de agrupaciones sociales, políticas y antirrepresivas marcharon desde avenida General Paz y Mosconi hasta la plaza Luciano Nahuel Arruga, para recordar los 15 años desde la desaparición forzada del adolescente de 16 años que era hostigado por los policías de Lomas del Mirador por haberse negado a robar para ellos.

Arruga había nacido el 29 de febrero de 1992, era fanático de River y trabajaba en una fundición. Estuvo desaparecido desde el 31 de enero de 2009 hasta el 17 de octubre del año 2014. Con la intensa tarea de difusión de la familia, mientras peleaba para que jueces y fiscales buscaran a Luciano, el país comenzó a conocer la historia de este joven que había sido detenido por la policía bonaerense en una esquina cerca de su casa en el barrio 12 de Octubre. Estuvo desaparecido y su cuerpo apareció cinco años después, enterrado en el Cementerio de la Chacarita, registrado como un NN. Había llegado al hospital Santojanni luego de haber sido atropellado por un auto en General Paz y Mosconi. Su familia cree que fue obligado a cruzar esa vía rápida por los propios uniformados que lo habían secuestrado.

Este fin de semana, diferentes agrupaciones, familiares, amigos y vecinos de Luciano marcharon para volver a pedir el esclarecimiento del crimen con la consigna “sin justicia siempre habrá fuego». La hermana de Luciano, Vanesa Orieta, habló a la multitud que caminaba con sus banderas ocupando varias cuadras: “Es un momento más para recordarlo, pero también es un momento más para poder cristalizar que llevamos 15 años de organización y de lucha intentando llegar a la verdad y a la justicia”. Micrófono en mano, mientras caminaba al lado del camioncito de sonido, agregó: “Por más que la resistencia sea nuestro motor, no corresponde que tengamos que poner tanto el cuerpo para poder saber qué pasó con un joven que se negó a robar para la policía, para conseguir condenas a los responsables materiales y políticos”.

«La causa judicial que investiga la desaparición forzada se mantiene en etapa de instrucción», denunció Vanesa Orieta, la hermana de Luciano Arruga.

Una vez en la plaza, Orieta diálogo con ANCCOM: “La causa judicial que investiga su desaparición forzada se mantiene en etapa de instrucción, llevamos años denunciando la impunidad ahí y también en el juicio político que emprendimos por las responsabilidades de un juez y dos fiscales, Gustavo Banco, Roxana Castelli y Celia Cejas”. Para ella, es un momento de “poder visibilizar la realidad que sufren niños, niñas, adolescentes y jóvenes cuando no acceden a sus derechos, y cuando esto repercute sobre sus cuerpos a través de la represión”.

La hermana de Luciano reiteró un concepto que había mencionado durante la marcha. “Violencia institucional es la falta de acceso a derechos fundamentales por parte de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Es necesario no desvirtuar con palabras livianas una problemática que se llama represión estatal, que implica graves violaciones a los derechos humanos, por hostigamiento, fusilamientos y desapariciones forzadas”.

Respecto del momento político actual, Orieta apuntó que “todos los gobiernos constitucionales llevaron adelante políticas represivas, por eso tenemos que seguir ocupando las calles exigiendo verdad y justicia por cada persona afectada por la represión estatal. Tenemos que llegar a esa sociedad que pide más patrulleros para decirle que eso no soluciona nada, y no tiene que ver con la democracia”. Y agregó: “Hoy nos toca luchar contra este gobierno de Milei que viene por todo. Algo no hicimos, hay que hacer memoria, fueron 30 mil, el fantasma genocida sigue presente en democracia, o acaso no es violación de los derechos humanos la desaparición forzada, el encarcelamiento, las torturas, las muertes. Por eso seguiremos luchando para que haya un cambio de raíz”

Familiares de otras victimas de la violencia policial acompañaron a la familia Arruga en el acto de homenaje.

Muchos Lucianos

La marcha tuvo el acompañamiento de varias familias que sufrieron la represión estatal, padres y madres que perdieron a sus hijos y estuvieron presentes para pedir justicia por todas las víctimas que sufrieron hechos similares. Según cifras de la Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional), hubo más de 9.000 personas asesinadas por gatillo fácil, muertes en encierro, fusilamientos y desapariciones desde 1983.

Luego de la caminata durante la cual gritaron varias veces “Luciano presente, ahora y siempre”, la mamá de Marcelo “Peca” Rivero, Estela, también diálogo con ANCCOM: “Estamos pidiendo justicia por mi hijo, van a ser 37 años. Siempre vamos a estar presentes, porque es la forma de que haya justicia algún día y esperamos justicia para otros pibes”. Peca tenía 17 años cuando fue asesinado por la policía bonaerense en el Barrio Central.

En el escenario de la plaza del barrio 12 de Octubre, que lleva el nombre de Luciano, la familia de Arruga agradeció por la participación de las personas que se acercaron, y a los medios comunitarios que los vienen acompañando en esta década y media. Uno de los tres hermanos de Luciano, Sebastián, dijo: “Estoy agradeciendo a todos los que se tomaron su tiempo para poder estar acá, concientizando a un barrio que en un momento fue ajeno a las problemáticas que sufría esta familia. Nos encargamos de poner el nombre de mi hermano en lo alto y pedir justicia y esclarecimiento por lo que pasó con él”. Minutos antes su mamá había dicho que está orgullosa de sus hijos, Sebastián acaba de terminar la secundaria y era la primera vez que hablaba. “A Vanesa ya la escucharon, y Mauro está finalizando su carrera”, apuntó.

Fue el principio del emotivo cierre del acto, entre abrazos y lágrimas. Luego vino el show de la cantante y compositora de hip hop Sara Hebe, que hizo bailar a todos y todas. Y finalmente se produjo la tradicional “quema del patrullero”, que en esta oportunidad incluyó algunas maquetas con el nombre de instituciones, que ardieron en el centro del espacio público, tomado esa noche por la evocación de la memoria de Luciano Arruga.

 

 

Historias situadas e interrumpidas por el horror: desaparecidos del CNEA

Historias situadas e interrumpidas por el horror: desaparecidos del CNEA

En un emotivo acto con familiares, compañeros, sindicatos y referentes de derechos humanos, se realizó en el Centro Atómico Constituyentes de la Comisión Nacional de Energía Atómica, ubicado en San Martín, el acto administrativo de reparación de los legajos de 11 trabajadores desaparecidos casi en su totalidad por la última dictadura militar. A partir de ahora, cada legajo aparece la verdadera causa de baja: “detenido-desaparecido».

“Durante estos 4 años, interrumpidos por la pandemia, hemos reparado muchos legajos de trabajadores que fueron detenidos y desaparecidos. Cada una de estas reparaciones demuestra que uno de los principales enemigos que tenía la dictadura eran los trabajadores, fundamentalmente los trabajadores organizados” , destacó Horacio Pietragalla Corti, Secretario de Derechos Humanos de la Nación Argentina y agregó: “En este contexto en el cual escuchamos algunas voces negacionistas que relativizan lo acontecido estamos reparando el legajo de compañeras y compañeros que nunca dudaron en poner en riesgo el patrimonio más grande que tenían, sus vidas, por mejorar la vida de otros”.

Estos legajos se suman a los 5 que fueron reparados y entregados a familiares de las víctimas en 2014 a partir del trabajo de la Comisión de Derechos Humanos, que lleva detectados y reparados 22 legajos de trabajadores de la CNEA que fueron víctimas del Estado terrorista y que figuraban que habían hecho “abandono de servicio” o que habían muerto.

En este marco, la actual presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, pidió perdón por la complicidad que la institución tuvo durante la dictadura y por la falta de colaboración que podría haber tenido en estos 40 años de democracia.

Por su parte Oscar Gil, hermano de Miguel Ángel Gil, trabajador de la CNEA cuyo legajo fue reparado y entregado durante el acto destacó: “Es muy importante para mí la reparación del legajo de mi hermano, como también lo es la reparación de los compañeros que pasaron por el secuestro, la tortura y la desaparición forzada. Estos actos son muy importantes, más en estos momento que estamos viviendo porque todo lo que hemos ganado en la calle se puede perder” destaca Oscar y agrega: “de mi hermano siempre recuerdo su lucha y su entrega y quiero que se lo recuerde de esta manera, como un luchador, como un delegado, un militante de la Juventud Peronista. Lo reivindico a él y a todos sus compañeros”.

Participaron del acto Rita Tanuz, secretaria de Coordinación Legal y Administrativa de la
Jefatura de Gabinete de Ministros; Silvina Atencio, integrante de la Comisión de Trabajo por la Reconstrucción de Nuestra Identidad; y Gabriel Corvalán Delgado, en representación de “Hermanos y hermanas que buscan” , de Abuelas de Plaza de Mayo.

Historias situadas e interrumpidas por el horror

A partir del trabajo de la Comisión de Derechos Humanos de la CNEA se determinó que durante la dictadura cívico militar fueron secuestradas de la Comisión 32 personas, 2 de ellas mientras se encontraban en sus lugares de trabajo dentro del organismo. Hubo 10 que fueron pasadas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, 2 fueron asesinadas y 20 siguen desaparecidas.

Además, hubo 107 trabajadores de la institución a los que se les aplicó la Ley 21.274 de prescindibilidad, por la que perdieron su puesto. Otros 120 fueron cesanteados. Y por la persecución institucional y política, renunciaron 370 agentes. En aquellos años, según se supo después, las autoridades de la CNEA tenían más de 500 legajos paralelos que daban cuenta de la ideología de las empleadas y los empleados.

Entre los legajos reparados y entregados a familiares y amigos está el de Miguel Schwartz, quien estudió Ingeniería Química en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y trabajó en el Departamento de Ensayos No Destructivos del Centro Atómico Constituyentes. Miguel fue secuestrado el 14 de febrero de 1977 en el barrio de Belgrano en la Ciudad de Buenos Aires. El 27 de mayo de 1977 la CNEA declaró a Miguel como prescindible por el Artículo 6 Inciso 6 de la Ley 21274. Tenía 27 años.

También está el de Secundino Garay, quien estudiaba en la UTN y era militante peronista. Secundino era técnico contratado en la Central Nuclear Atucha I. Fue secuestrado de su casa en Zárate, donde vivía con su esposa y su hijo de 6 años, el 10 de mayo de 1977. Tenía 31 años.

El ya mencionado Miguel Ángel Gil trabajaba en la Regional Cuyo en Mendoza como personal técnico y era delegado gremial de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). Miguel fue secuestrado el 10 de febrero de 1976 junto a otros compañeros por grupos paramilitares y trasladado al Departamento de Informaciones de la Policía de Mendoza (D2) donde recibió graves torturas que le provocaron la muerte al poco tiempo de haber sido liberado, el 22 de febrero de 1976, cuando todavía gobernada María Estela Martínez de Perón. Tenía 32 años.

María Cristina Onis es otro de los casos: cursaba el quinto año de la carrera de Ingeniería Química en la UTN y trabajaba en las Plantas Químicas del Centro Atómico Ezeiza como secretaria. Según relato de sus padres, doce personas de civil fuertemente armadas ingresaron a su casa, la saquearon y se llevaron a María Cristina el 4 de junio de 1976. Su familia presentó habeas corpus y denuncias en diferentes lugares pero nunca más supieron nada. Tenía 32 años

Daniel Lázaro Rus era becario en el Departamento de Combustibles Nucleares del Centro Atómico Constituyentes. Fue secuestrado al salir de su trabajo el 15 de julio de 1977. A los tres días de su secuestro, las autoridades de CNEA limitaron su beca. Tenía 26 años. Gerardo Strejilevich fue secuestrado el 15 de julio de 1977 en la Ciudad de Buenos Aires en un operativo ilegal de detención y posterior desaparición forzada. Tenía 27 años. Por testimonio de ex detenidos, fue visto en el Centro Clandestino de Detención Club Atlético y en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Graciela Mabel Barroca era estudiante de Física en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Trabajaba como técnica contratada en el Departamento de Reactores Nucleares del Centro Atómico Constituyentes. Fue secuestrada de su domicilio en Villa Martelli el 15 de julio de 1977. Tenía 24 años. Según testigos fue vista en el Centro Clandestino de Detención Club Atlético y en la ESMA.

Juan Pedro Barrientos fue secuestrado y posteriormente asesinado el 31 de agosto de 1977. Tenía 25 años. Trabajaba en el Departamento de Intendencia (Servicios Generales) en la Central Nuclear Atucha I. Fue secuestrado el 27 de marzo de 1976 de su casa en la localidad de Lima, Zárate. El 12 de octubre de 1976, mientras estaba detenido, Juan le envió una carta al Presidente de CNEA, Castro Madero, solicitando se ocupara de su situación. Pocas semanas después la CNEA lo declaró como prescindible. Fue torturado y asesinado en la Unidad Penal N° 9 de La Plata.

Jorge Israel Gorfinkiel era licenciado en Física y docente en la UTN. Trabajó en el Departamento de Reactores Nucleares en el Centro Atómico Constituyentes hasta su renuncia, el 7 de mayo de 1976. Fue secuestrado al concurrir a una cita con un compañero de militancia el 25 de noviembre de 1977. Tenía 29 años. Jorge fue visto en los Centros Clandestinos de Detención El Atlético, El Banco y El Olimpo.

Daniel Eduardo Bendersky estudiaba Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y militaba en el Partido Comunista Revolucionario. Estaba terminando su tesis de grado en el Departamento de Metalurgia del Centro Atómico Constituyentes. Fue secuestrado el 16 de septiembre de 1978 de su casa en Capital Federal. Tenía 26 años

Susana Flora Grynberg era licenciada en Física por el Instituto Balseiro. Trabajó en el Departamento de Combustibles Nucleares del Centro Atómico Constituyentes, donde se desempeñó en los laboratorios de Metalurgia y en el de procesamiento de Materiales Radioactivos. Susana renunció a la CNEA por medio de un telegrama el 2 de mayo de 1976. Al momento de su secuestro, que fue el 20 de octubre de 1976, tenía 29 años. En ese momento cursaba un embarazo de 3 meses y se sabe que dio a luz una niña por un llamado telefónico anónimo. Fue vista en el Centro Clandestino de Detención El Campito, de Campo de Mayo. Su hija no fue encontrada y Susana continúa desaparecida.

Renunció el juez que llevaba la causa de Arshak Karhanyan

Renunció el juez que llevaba la causa de Arshak Karhanyan

El caso había sido expuesto por Leandro Santoro en el debate entre candidatos a Jefe de Gobierno. La familia del policía desaparecido en 2019 cuestionaba al magistrado por la parálisis de la causa.

Conferencia en el Congreso al cumplirse cuatro años de la desaparición de Arshak Karhanyan.

El lunes 2 de octubre el abogado de la familia del policía Arshak Karhanyan había pedido el reemplazo del juez Alberto Baños por no avanzar en la investigación. Esto ocurrió luego de que en el primer debate entre los candidatos a jefe de Gobierno de la Ciudad, el postulante de Unión por la Patria, Leandro Santoro, interpelara al candidato oficialista Jorge Macri, en una caso extraño que lleva cuatro años cajoneado.  Karhanyan, había trabajado en la División Exposiciones que custodiaba las escuchas ilegales durante el gobierno de Mauricio Macri.

“Solicitamos el apartamiento del juez Baños de la causa de Arshak Karhanyan quien acaba de renunciar hace unos días. Eso cambia el panorama. Ahora vamos a hacer nuevas presentaciones ante un magistrado nuevo para ver si podemos avanzar con la causa”, dijo Mariano Przybylski, Director Nacional de Políticas contra la Violencia Institucional de la Secretaría de Derechos Humanos y representante de la familia de Arshak. Luego de su entrevista con ANCCOM se conoció que el titular del juzgado en lo Criminal y Correccional Nº27 de Capital Federal había presentado su renuncia y que la misma fue aceptada el 22 de septiembre pasado. 

Una semana después –el 27 de septiembre– , durante el debate de candidatos a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Santoro recordó:  «Hace cuatro años que falta un policía. Falta Arshak. No hemos logrado que el jefe de Gobierno reciba a su madre. No existe una imagen de Arshak en ningún patrullero ni comisaría. Es asombroso que en una ciudad como esta nos falte un policía, y la mayoría de ustedes se está enterando por mí. Es crucial que la verdad salga a la luz y que le informemos a la madre sobre el paradero de su hijo».

Arshak Karhanyan, oficial primero de la Policía de la Ciudad, tenía 28 años al momento de su desaparición, vivía en un departamento alquilado en Caballito y estaba estudiando ingeniería informática en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional). Fue visto por última vez el domingo 24 de febrero de 2019 luego del mediodía mientras estaba de franco. Su hermano mayor, Tigran, fue a buscarlo al día siguiente y no lo encontró. Hizo la denuncia 48 horas después en la misma comisaría donde trabajaba y le dijeron que esperara hasta el miércoles a la mañana, cuando le tocaba volver al servicio, al que nunca regresó.

Rosa Karhanyan, madre de Arshak.

Una cámara de seguridad captó ese domingo a Arshak teniendo una tensa charla de treinta y seis minutos en la vereda de su casa con Leonel Herba, quien había sido su compañero en la División de Exposiciones de la Policía porteña. Salió de su departamento, dejó sus dos teléfonos celulares y su moto en la puerta. Aparentemente portaba su arma reglamentaria y su placa. Llevó su tarjeta de débito y otros elementos que jamás fueron hallados. Un rato más tarde, fue a un cajero Link cerca de la estación Primera Junta de la Línea A del subte donde sacó dos mil pesos, cambió su clave, y se dirigió a un supermercado Easy donde compró una pala de punta que pagó en efectivo y guardó en su mochila. A partir de allí, no existen más filmaciones que permitan conocer su ubicación.

La fiscalía pidió preservar todas las filmaciones a cinco cuadras del local y de la casa del policía desaparecido, pero cuando pidieron las del día y hora de la desaparición la Policía de la Ciudad mandó a la fiscalía las de dos días después. El primer rastrillaje de la fuerza de seguridad porteña duró pocos minutos y lo hicieron con poco personal. El peritaje sobre el celular personal de Arshak fue realizado por la Superintendencia de Cibercrimen de la Policía de la Ciudad –creada por el exministro de Justicia y Seguridad Eugenio Burzaco– que devolvió el teléfono con un cartel que decía “desactivado” y así no se pudo saber con quién habló en los días en los que desapareció.

El principal cuestionamiento que denuncia la familia y los organismos de derechos humanos es que la Policía de la Ciudad, principal sospechosa del hecho, sea la encargada de realizar la investigación y el peritaje en la causa. Sin embargo, el juez Alberto Baños lo desestimó. También rechazó el cambio de carátula a “Desaparición forzada” para que pueda ser tratado en un juzgado federal, así como el pedido de citar a declarar como imputado a Herba, argumentando que no había suficientes pruebas, a pesar de que en las conversaciones con su pareja Jazmín Soto, obtenidas en la intervención de su celular. ella le dice: “Y a vos que te buscan por hacer desaparecer gente, yo no te voy a cubrir más”.

“Al nuevo juez en primer lugar le vamos a pedir que reciba a la mamá de Arshak. También va a ser bueno tener una audiencia y ver algunas medidas pendientes. La idea es retomar las pruebas que Baños había desestimado y pedirle que aparte a la Policía de la Ciudad de la investigación”, continuó Mariano Przybylski y, agregó, que “lo último que queríamos que haga Baños era pedir a Gendarmería o algún otro organismo sistematizar la información de ADN de personas no reconocidas que hay en otras causas judiciales para hacer una comparación de perfil genético con Arshak”, una pesquisa también eludida en la causa.

Según entiende Przybylski, a  partir de ahora resulta posible abrir línea investigativa en relación con otros expedientes en proceso, como los caratulados como NN. “También vamos a volver a pedir que citen a Herba a indagatoria”, subrayó.

Según cuentan sus familiares, Arshak no estaba contento dentro de la policía. En su círculo íntimo comentaba que algunos de sus compañeros ingresaban a la fuerza para robar y hacer negocios. “Estuvo trabajando durante un tiempo en la División de Exposiciones, que se encarga de allanamientos, operativos en la vía pública, cosas un tanto especiales, porque ahí también se guardaban las escuchas telefónicas ilegales que había ordenado Macri en su momento. Una de las hipótesis es que posiblemente haya visto algo que no sólo comprometía a un superior, sino a alguien de mucho más nivel como un funcionario de mucha jerarquía. Algo vio, algo sabía y se quiso abrir”, dice en diálogo con ANCCOM el periodista Eduardo Silveyra, autor de La Gorra. Prontuario de la Policía de la Ciudad.

“Es muy sintomático todo el proceder del Gobierno de la Ciudad, como entregar los registros de las cámaras de seguridad de otros días. Y otra cosa llamativa que es parte del diseño que tiene esta fuerza para ocultar cosas o entorpecer la investigación”, explica Silveyra. “La causa cayó en el juzgado de Baños, un juez sumamente experimentado en entorpecer y cajonear causas. Una de sus primeras fue la profanación del cadáver de Perón. El tipo hizo todo lo posible para que la causa no avanzara y al final prescribiera”, cerró el periodista especializado.

De momento, la continuidad del proceso depende del juez subrogante Martín Yadarola hasta la designación de un nuevo magistrado.

«Las desapariciones en democracia no reconocen grieta partidaria»

«Las desapariciones en democracia no reconocen grieta partidaria»

La periodista Adriana Meyer, autora del libro «Desaparecidos en democracia», analiza la violencia institucional. Desde la asunción de Raúl Alfonsín, hubo 218 casos de personas sobre las que no se supo más sobre su paradero y las fuerzas del Estado son sospechosas.  Entrevista publicada el 5 de abril de 2022.

Al momento de la publicación del libro Desaparecer en democracia, en septiembre de 2021, eran 218 las víctimas de desaparición forzada en todo el país desde la vuelta de la institucionalidad al país, una lista que se inauguró solo 14 días después de la asunción de Raúl Alfonsín, en diciembre de 1983. Algunas historias tuvieron repercusión mediática, entre ellas, las de Natalia Melmann, Marita Verón, Jorge Julio López, Luciano Arruga, Santiago Maldonado y Facundo Astudillo Castro; otras,  como las de Paola Andrea Caruso y Nicolás Escobar, pasaron casi inadvertidas. La autora del volumen publicado por Marea, la periodista y docente Adriana Meyer, recorre  todos los casos registrados por la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) y analiza en profundidad el entramado de esta problemática.

¿Qué la motivó a escribir el libro?

Con los casos de Luis Espinoza y Facundo Astudillo, quienes perdieron la vida con la excusa del cuidado en pleno ASPO, sentí que algo fallaba y me surgió la necesidad de escribir este libro, por ellos y por todas las personas desaparecidas en democracia.

De acuerdo a su análisis de las desapariciones forzadas a lo largo de estos casi 40 años de gobiernos constitucionales, ¿qué diferencias y similitudes encontró entre las desapariciones de la dictadura y las cometidas en democracia?

La desaparición forzada en democracia no tiene sistematicidad en el sentido estrictamente cuantitativo, es decir que el número de víctimas es mucho menor: hasta el momento se han registrado alrededor de 218 casos, mientras que la última dictadura dejó 30.000. Con el período constitucional abierto en 1983, los secuestros pasaron a ser más ocultos, probablemente porque la sociedad no lo toleraría, a diferencia de lo que ocurrió en manos del terrorismo de Estado. Ahora bien, este delito es sistemático en cuanto a la metodología que utiliza, que es muy similar a la de la dictadura: los golpes, las torturas y los asesinatos. En las comisarías es cotidiano encontrar a la policía torturando pibes y a un porcentaje de ellos los desaparecen porque “se les fue la mano”. 

La desaparición forzada en democracia no tiene sistematicidad en el sentido estrictamente cuantitativo. Ahora bien, este delito es sistemático en cuanto a la metodología que utiliza.

Adriana Meyer

¿Por qué sostiene que “las desapariciones en democracia no reconocen grieta ideológica o partidaria”?

No se puede pensar la desaparición forzada simplemente como un hecho aislado. Se trata de un delito complejo sostenido por una política estatal represiva que es común a todos los gobiernos, no hay diferencias ideológicas. Recuerdo que en la tercera marcha por Santiago Maldonado en Plaza de Mayo, Norita Cortiñas me hizo abrir los ojos cuando dijo: “En todos los gobiernos hubo desaparecidos, que cada uno se haga cargo”. Si observamos los números, cada administración tuvo una cantidad de desaparecidos proporcional al tiempo que estuvo en el poder.

¿De qué se trata esa política estatal represiva?

El Estado es parte del delito de desaparición forzada con los múltiples recursos que utiliza para dificultar que se puedan esclarecer los casos. Me refiero a una cadena de encubrimientos de todo el aparato estatal: el policía mata y desaparece el cuerpo porque sabe que tiene al fiscal que lo va a encubrir y al juez que le va a permitir participar de las primeras investigaciones, en lugar de apartarlo inmediatamente. Es lo que hicieron el magistrado Alberto Baños y el fiscal Santiago Vismara en la desaparición de Arshak Karhanyan, cuando dispusieron la intervención de la Policía de la Ciudad en las pesquisas iniciales. Lo mismo ocurrió cuando el fiscal (Nota de la r: Santiago Ulpiano Martínez) dejó que la Bonaerense realizara toda la primera parte de la instrucción durante la búsqueda de Facundo Astudillo Castro.

¿No es una irregularidad que una fuerza de seguridad investigue un caso en el cual se encuentra sospechada?

Exacto. El Artículo 194 bis, incorporado al Código Penal de la Nación por la Ley 26.679 de Delitos contra la Libertad, sancionada y promulgada en 2011, que tipificó el delito de desaparición forzada, establece expresamente que “el juez, de oficio o a pedido de parte, deberá apartar a las fuerzas de seguridad que intervengan en la investigación cuando de las circunstancias de la causa surja que miembros de las mismas pudieran estar involucrados como autores o partícipes de los hechos que se investigan, aunque la situación sea de mera sospecha”. Por otra parte, existe una acordada de la Corte Suprema que prohíbe taxativamente a La Bonaerense investigar delitos cuando ella es sospechosa.

¿Cómo sigue la cadena de encubrimientos?

El otro eslabón de la cadena de encubrimientos son los forenses y las morgues. Lo pudimos observar cuando el médico Gustavo Lafourcade, que le realizó la primera autopsia a Florencia Magalí Morales,  no informó sobre las múltiples lesiones que presentaba el cuerpo y que podían revelar las torturas a las que había sido sometida. También cuando el fallecido forense José Patitó estimó que Luciano Arruga tenía entre 25 y 35 años, antes de que lo sepultaran como NN en el cementerio de Chacarita. Pero el pibe tenía 16 años. Entonces, ¿cómo lo iban a encontrar? Por si fuera poco, no mencionó la rotura de costillas, que era la prueba de que había sido torturado antes de su desaparición. Las morgues judiciales son un agujero negro donde el encubrimiento no es una excepción, sino la regla, por eso se repiten tanto estos casos. Como dijo la experta Virginia Creimer: “Cuando entra un NN, un pibe pobre, no miran el cuerpo destrozado, lo dejan pasar de largo”.

¿Qué casos le impactaron especialmente?

El caso de Alejandrito Flores, de 5 años, desaparecido el 16 de marzo de 1991 en la ciudad cordobesa de Río Cuarto. El nene le había pedido a su mamá, Rosa Arias, ir a ver la televisión a casa de una tía que vivía cerca y al cruzar la calle lo atropelló un patrullero. Los agentes, en lugar de llevarlo a un hospital y buscar a la familia, tomaron el cuerpo y acudieron a unas enfermeras amigas, quienes intentaron reanimarlo pero no pudieron. Alejandro murió y los policías decidieron desaparecerlo. Rosa lo buscó por mucho tiempo, se contactó con la Correpi e incluso fue al programa ‘Gente que busca gente’. Los restos óseos del chiquito aparecieron, 17 años después, en una alcantarilla ubicada a 300 metros del lugar de los hechos, gracias a un verdulero que los encontró de casualidad. Otra historia terrible es la de los hermanos Gorosito en la ciudad entrerriana de Paraná. A Elías Gorosito, de 20 años, la policía lo subió a un patrullero el 13 de febrero de 2002 y desde entonces no se sabe nada de él. Elías corresponde al 30% de desaparecidos cuyos cuerpos aún no han sido encontrados. Lionel murió en 1996 bajo custodia policial pero quisieron instalar la versión del suicidio. Por su parte, Jonathan fue detenido en 2002 por estar “borracho” y apareció muerto en una comisaría. Estamos hablando de toda una familia víctima de violencia institucional a la que el Estado no le debe una respuesta, sino tres. Un año y medio después, también en la provincia de Entre Ríos, la policía detuvo a Víctor Balbuena, de 20 años, y a sus amigos a la salida de una bailanta de la ciudad de Concordia. En la comisaría los golpearon y torturaron por horas, y luego decidieron tirarlos en un arroyo. Balbuena murió, pero los otros pibes sobrevivieron y lograron correr hasta encontrar a una vecina, ella los ayudó y pudieron hacer la denuncia. En uno de los peritajes realizados, encontraron un pelo de Víctor en el baúl del patrullero, lo que complicó la situación de los policías. Es uno de los pocos casos de desaparición forzada donde los responsables fueron llevados a juicio y sentenciados a prisión perpetua. En su defensa, los acusados dijeron: “OK, cometimos ese error, pero nuestros superiores hacen cosas peores”.

¿Qué podría decir de la violencia institucional durante la cuarentena?

Dos investigadores del CONICET publicaron un artículo optimista que hablaba de la “policía del cuidado”, pero los hechos demostraron que esa policía no existe. De las 411 muertes a manos de las fuerzas de seguridad, el 70% ocurrieron en la primera etapa del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO)). Esta cifra evidenció que un objetivo noble terminó convirtiéndose en la excusa perfecta para el empoderamiento de las fuerzas represivas, cuyo resultado fue un número exponencialmente alto de muertes y de todo tipo de violaciones a los derechos humanos.

¿Cómo son reguladas las facultades policiales?

Existen normativas de orden supralegal y disposiciones de los organismos internacionales que tienen el objetivo de prevenir las detenciones arbitrarias, que son el paso previo a las torturas y las muertes en las comisarías. En 2003, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sentenció al Estado por el caso de Walter David Bulacio, ordenándole derogar todas las normativas policiales que permiten estas prácticas abusivas, pero no se cumplió. Aún existen leyes y normas de menor jerarquía, utilizadas con frecuencia por los agentes, que generan las condiciones para las aprehensiones arbitrarias y el hostigamiento. Tal es el caso de las reglas de la Policía Federal, que datan de 1955 y 1979, y el Estatuto de la Policía Bonaerense, de la época de Ramón Camps. Hoy, se pueden llevar a un pibe si así lo deciden, por la cara, por no tener documentos, por sospechas. Si eso no cambia, van a seguir habiendo desaparecidos.

 

¿Sirvieron las iniciativas de León Arslanián, exministro de Seguridad bonaerense?

Las purgas que hizo  en la Bonaerense no fueron muy eficaces. Cuando anunció que iban a echar agentes, ese mismo día recibió llamados de casi 50 intendentes del Conurbano. ¿Qué nos está diciendo esto? Que el poder político necesitaba a esa policía. Sinceremos el debate: ¿A quién le sirve este sistema que se carga a jóvenes? ¿Qué mensaje da en los barrios que un pibe que se niega a robar para la policía, termine muerto o desaparecido? Estamos hablando de una fuerza corrupta desde antes de la dictadura. Rodolfo Walsh llamaba a La Bonaerense como la policía del “gatillo fácil” y la “mano en la lata”.

¿Las desapariciones en democracia están en la agenda política?

La izquierda siempre la tuvo en cuenta y actualmente el gobierno nacional también está teniendo una actitud positiva. En febrero pasado, cuando se cumplieron tres años de la desaparición de Arshak Karhanyan, Alberto Fernández y los diputados del Frente de Todos, Victoria Montenegro y Leandro Santoro, visitaron a Vardush Datyvian, la mamá del joven. Ella les agradeció el gesto porque sirvió para visibilizar el caso, pero aún no ha logrado que la reciba Horacio Rodríguez Larreta.

Cuando usted afirma que “desaparecen personas porque pueden”, ¿qué piensa que hace falta para cambiar esta situación?

Los familiares de las víctimas, los organismos de derechos humanos y algunos políticos están luchando contra la impunidad del poder del aparato estatal. Teniendo en cuenta esto, hay que reconocer que tenemos una enorme deuda en materia legislativa, necesitamos una ley integral contra la violencia institucional. En cuanto a las morgues, los expertos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) plantean la necesidad de crear un registro nacional de personas fallecidas sin identificar y un banco nacional de datos de personas desaparecidas, así como la unificación en todo el país del sistema de procesamiento y protocolos para recolectar esa información.

«Las desapariciones en democracia no reconocen grieta partidaria»

«Las desapariciones en democracia no reconocen grieta partidaria»

La periodista Adriana Meyer, autora del libro «Desaparecidos en democracia», analiza la violencia institucional. Desde la asunción de Raúl Alfonsín, hubo 218 casos de personas sobre las que no se supo más sobre su paradero y las fuerzas del Estado son sospechosas.

Al momento de la publicación del libro Desaparecer en democracia, en septiembre de 2021, eran 218 las víctimas de desaparición forzada en todo el país desde la vuelta de la institucionalidad al país, una lista que se inauguró solo 14 días después de la asunción de Raúl Alfonsín, en diciembre de 1983. Algunas historias tuvieron repercusión mediática, entre ellas, las de Natalia Melmann, Marita Verón, Jorge Julio López, Luciano Arruga, Santiago Maldonado y Facundo Astudillo Castro; otras,  como las de Paola Andrea Caruso y Nicolás Escobar, pasaron casi inadvertidas. La autora del volumen publicado por Marea, la periodista y docente Adriana Meyer, recorre  todos los casos registrados por la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) y analiza en profundidad el entramado de esta problemática.

¿Qué la motivó a escribir el libro?

Con los casos de Luis Espinoza y Facundo Astudillo, quienes perdieron la vida con la excusa del cuidado en pleno ASPO, sentí que algo fallaba y me surgió la necesidad de escribir este libro, por ellos y por todas las personas desaparecidas en democracia.

De acuerdo a su análisis de las desapariciones forzadas a lo largo de estos casi 40 años de gobiernos constitucionales, ¿qué diferencias y similitudes encontró entre las desapariciones de la dictadura y las cometidas en democracia?

La desaparición forzada en democracia no tiene sistematicidad en el sentido estrictamente cuantitativo, es decir que el número de víctimas es mucho menor: hasta el momento se han registrado alrededor de 218 casos, mientras que la última dictadura dejó 30.000. Con el período constitucional abierto en 1983, los secuestros pasaron a ser más ocultos, probablemente porque la sociedad no lo toleraría, a diferencia de lo que ocurrió en manos del terrorismo de Estado. Ahora bien, este delito es sistemático en cuanto a la metodología que utiliza, que es muy similar a la de la dictadura: los golpes, las torturas y los asesinatos. En las comisarías es cotidiano encontrar a la policía torturando pibes y a un porcentaje de ellos los desaparecen porque “se les fue la mano”. 

La desaparición forzada en democracia no tiene sistematicidad en el sentido estrictamente cuantitativo. Ahora bien, este delito es sistemático en cuanto a la metodología que utiliza.

Adriana Meyer

¿Por qué sostiene que “las desapariciones en democracia no reconocen grieta ideológica o partidaria”?

No se puede pensar la desaparición forzada simplemente como un hecho aislado. Se trata de un delito complejo sostenido por una política estatal represiva que es común a todos los gobiernos, no hay diferencias ideológicas. Recuerdo que en la tercera marcha por Santiago Maldonado en Plaza de Mayo, Norita Cortiñas me hizo abrir los ojos cuando dijo: “En todos los gobiernos hubo desaparecidos, que cada uno se haga cargo”. Si observamos los números, cada administración tuvo una cantidad de desaparecidos proporcional al tiempo que estuvo en el poder.

¿De qué se trata esa política estatal represiva?

El Estado es parte del delito de desaparición forzada con los múltiples recursos que utiliza para dificultar que se puedan esclarecer los casos. Me refiero a una cadena de encubrimientos de todo el aparato estatal: el policía mata y desaparece el cuerpo porque sabe que tiene al fiscal que lo va a encubrir y al juez que le va a permitir participar de las primeras investigaciones, en lugar de apartarlo inmediatamente. Es lo que hicieron el magistrado Alberto Baños y el fiscal Santiago Vismara en la desaparición de Arshak Karhanyan, cuando dispusieron la intervención de la Policía de la Ciudad en las pesquisas iniciales. Lo mismo ocurrió cuando el fiscal (Nota de la r: Santiago Ulpiano Martínez) dejó que la Bonaerense realizara toda la primera parte de la instrucción durante la búsqueda de Facundo Astudillo Castro.

¿No es una irregularidad que una fuerza de seguridad investigue un caso en el cual se encuentra sospechada?

Exacto. El Artículo 194 bis, incorporado al Código Penal de la Nación por la Ley 26.679 de Delitos contra la Libertad, sancionada y promulgada en 2011, que tipificó el delito de desaparición forzada, establece expresamente que “el juez, de oficio o a pedido de parte, deberá apartar a las fuerzas de seguridad que intervengan en la investigación cuando de las circunstancias de la causa surja que miembros de las mismas pudieran estar involucrados como autores o partícipes de los hechos que se investigan, aunque la situación sea de mera sospecha”. Por otra parte, existe una acordada de la Corte Suprema que prohíbe taxativamente a La Bonaerense investigar delitos cuando ella es sospechosa.

¿Cómo sigue la cadena de encubrimientos?

El otro eslabón de la cadena de encubrimientos son los forenses y las morgues. Lo pudimos observar cuando el médico Gustavo Lafourcade, que le realizó la primera autopsia a Florencia Magalí Morales,  no informó sobre las múltiples lesiones que presentaba el cuerpo y que podían revelar las torturas a las que había sido sometida. También cuando el fallecido forense José Patitó estimó que Luciano Arruga tenía entre 25 y 35 años, antes de que lo sepultaran como NN en el cementerio de Chacarita. Pero el pibe tenía 16 años. Entonces, ¿cómo lo iban a encontrar? Por si fuera poco, no mencionó la rotura de costillas, que era la prueba de que había sido torturado antes de su desaparición. Las morgues judiciales son un agujero negro donde el encubrimiento no es una excepción, sino la regla, por eso se repiten tanto estos casos. Como dijo la experta Virginia Creimer: “Cuando entra un NN, un pibe pobre, no miran el cuerpo destrozado, lo dejan pasar de largo”.

¿Qué casos le impactaron especialmente?

El caso de Alejandrito Flores, de 5 años, desaparecido el 16 de marzo de 1991 en la ciudad cordobesa de Río Cuarto. El nene le había pedido a su mamá, Rosa Arias, ir a ver la televisión a casa de una tía que vivía cerca y al cruzar la calle lo atropelló un patrullero. Los agentes, en lugar de llevarlo a un hospital y buscar a la familia, tomaron el cuerpo y acudieron a unas enfermeras amigas, quienes intentaron reanimarlo pero no pudieron. Alejandro murió y los policías decidieron desaparecerlo. Rosa lo buscó por mucho tiempo, se contactó con la Correpi e incluso fue al programa ‘Gente que busca gente’. Los restos óseos del chiquito aparecieron, 17 años después, en una alcantarilla ubicada a 300 metros del lugar de los hechos, gracias a un verdulero que los encontró de casualidad. Otra historia terrible es la de los hermanos Gorosito en la ciudad entrerriana de Paraná. A Elías Gorosito, de 20 años, la policía lo subió a un patrullero el 13 de febrero de 2002 y desde entonces no se sabe nada de él. Elías corresponde al 30% de desaparecidos cuyos cuerpos aún no han sido encontrados. Lionel murió en 1996 bajo custodia policial pero quisieron instalar la versión del suicidio. Por su parte, Jonathan fue detenido en 2002 por estar “borracho” y apareció muerto en una comisaría. Estamos hablando de toda una familia víctima de violencia institucional a la que el Estado no le debe una respuesta, sino tres. Un año y medio después, también en la provincia de Entre Ríos, la policía detuvo a Víctor Balbuena, de 20 años, y a sus amigos a la salida de una bailanta de la ciudad de Concordia. En la comisaría los golpearon y torturaron por horas, y luego decidieron tirarlos en un arroyo. Balbuena murió, pero los otros pibes sobrevivieron y lograron correr hasta encontrar a una vecina, ella los ayudó y pudieron hacer la denuncia. En uno de los peritajes realizados, encontraron un pelo de Víctor en el baúl del patrullero, lo que complicó la situación de los policías. Es uno de los pocos casos de desaparición forzada donde los responsables fueron llevados a juicio y sentenciados a prisión perpetua. En su defensa, los acusados dijeron: “OK, cometimos ese error, pero nuestros superiores hacen cosas peores”.

¿Qué podría decir de la violencia institucional durante la cuarentena?

Dos investigadores del CONICET publicaron un artículo optimista que hablaba de la “policía del cuidado”, pero los hechos demostraron que esa policía no existe. De las 411 muertes a manos de las fuerzas de seguridad, el 70% ocurrieron en la primera etapa del Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO)). Esta cifra evidenció que un objetivo noble terminó convirtiéndose en la excusa perfecta para el empoderamiento de las fuerzas represivas, cuyo resultado fue un número exponencialmente alto de muertes y de todo tipo de violaciones a los derechos humanos.

¿Cómo son reguladas las facultades policiales?

Existen normativas de orden supralegal y disposiciones de los organismos internacionales que tienen el objetivo de prevenir las detenciones arbitrarias, que son el paso previo a las torturas y las muertes en las comisarías. En 2003, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sentenció al Estado por el caso de Walter David Bulacio, ordenándole derogar todas las normativas policiales que permiten estas prácticas abusivas, pero no se cumplió. Aún existen leyes y normas de menor jerarquía, utilizadas con frecuencia por los agentes, que generan las condiciones para las aprehensiones arbitrarias y el hostigamiento. Tal es el caso de las reglas de la Policía Federal, que datan de 1955 y 1979, y el Estatuto de la Policía Bonaerense, de la época de Ramón Camps. Hoy, se pueden llevar a un pibe si así lo deciden, por la cara, por no tener documentos, por sospechas. Si eso no cambia, van a seguir habiendo desaparecidos.

 

¿Sirvieron las iniciativas de León Arslanián, exministro de Seguridad bonaerense?

Las purgas que hizo  en la Bonaerense no fueron muy eficaces. Cuando anunció que iban a echar agentes, ese mismo día recibió llamados de casi 50 intendentes del Conurbano. ¿Qué nos está diciendo esto? Que el poder político necesitaba a esa policía. Sinceremos el debate: ¿A quién le sirve este sistema que se carga a jóvenes? ¿Qué mensaje da en los barrios que un pibe que se niega a robar para la policía, termine muerto o desaparecido? Estamos hablando de una fuerza corrupta desde antes de la dictadura. Rodolfo Walsh llamaba a La Bonaerense como la policía del “gatillo fácil” y la “mano en la lata”.

¿Las desapariciones en democracia están en la agenda política?

La izquierda siempre la tuvo en cuenta y actualmente el gobierno nacional también está teniendo una actitud positiva. En febrero pasado, cuando se cumplieron tres años de la desaparición de Arshak Karhanyan, Alberto Fernández y los diputados del Frente de Todos, Victoria Montenegro y Leandro Santoro, visitaron a Vardush Datyvian, la mamá del joven. Ella les agradeció el gesto porque sirvió para visibilizar el caso, pero aún no ha logrado que la reciba Horacio Rodríguez Larreta.

Cuando usted afirma que “desaparecen personas porque pueden”, ¿qué piensa que hace falta para cambiar esta situación?

Los familiares de las víctimas, los organismos de derechos humanos y algunos políticos están luchando contra la impunidad del poder del aparato estatal. Teniendo en cuenta esto, hay que reconocer que tenemos una enorme deuda en materia legislativa, necesitamos una ley integral contra la violencia institucional. En cuanto a las morgues, los expertos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) plantean la necesidad de crear un registro nacional de personas fallecidas sin identificar y un banco nacional de datos de personas desaparecidas, así como la unificación en todo el país del sistema de procesamiento y protocolos para recolectar esa información.