La cocina del planeta

La cocina del planeta

Manos al Mundo es una cooperativa de mujeres que prepara comidas para trabajadores de otras cooperativas. Nació hace dos años como salida a la incertidumbre económica y cada día crece gracias a la promoción de boca en boca.

“Los medios nos muestran como los planeros y no muestran la parte en la que nosotros estamos trabajando. Ese es el problema -dijo Vanesa sentada en medio de la pequeña cocina de la calle Borges, a dos cuadras del cementerio de Olivos. Y agregó:- Y no lo van a hacer nunca. Van a ir a buscar a esa persona que no sabe nada para que diga cualquier cosa. Pero nosotros tenemos que mostrarle al mundo que sí trabajamos, tenemos que mostrarle a los vecinos que sí se trabaja”. “Porque aparte acá en el barrio el que cobra plan también trabaja”, agregó Carla, mientras removía las cebollas para que no se quemaran. “Claro -asintió Vanesa- y es eso lo que hay que mostrarle a la gente.”

El portón bordó de la entrada con el cartel verde de Manos al Mundo da una colorida bienvenida, acompañada por el aroma a comida casera que desde temprano inunda la cuadra advirtiendo a todo el que pasa que la cocina está abierta y funcionando. 

“Manos al Mundo” es uno más de los emprendimientos que en los últimos años se fue organizando en la economía popular. Ante la incertidumbre económica y la falta de trabajo, la organización de los movimientos populares hicieron posible la creación de nuevas fuentes de trabajo organizadas y solidarias. “Este proyecto comenzó hace dos años -contó Vanessa-. Empezamos en la casa de una compañera, no teníamos este espacio, así que preparábamos todo ahí. Este año ya pudimos conseguir nuestra cocina así que arrancamos acá, y es mucho mejor”. 

Vanesa, Norma, Carla, Inés y Karina trabajan de lunes a viernes en la cocina preparando las viandas para las y los trabajadores del Polo Productivo de la Ex Esma. “Generalmente mandamos entre 80, 90 o 100 viandas, dependiendo el día”, explicó Norma. Barrios de Pie es la organización que lleva adelante ambos emprendimientos y acompaña la creación de cada vez más puestos de trabajo en la economía popular.

“Yo estoy hace un mes”, dijo Karina. “Sí, Karina hace un mes -decía Vanesa mientras señalaba a las compañeras-. Norma e Inés arrancaron en enero de este año, Carla en febrero más o menos y yo estoy hace ya casi dos años”. Norma la interrumpe: “Vanesa, se está quemando”, avisó mientras revolvía el contenido de la olla.

“¿Ya está la cebolla? Apagala entonces -indicó Vanesa y siguió con la descripción:- Todas somos del barrio. Una de enfrente, yo vivo cerca y ella, a la vuelta. Estamos todas cerquita”. 

“A mí me gusta el lugar. Es de nosotras”, afirmó Norma. Tres hornos grandes, una bacha, tres mesas de metal y pequeñas pilas de alimentos almacenados que esperan ser cocinados, colman las dos habitaciones pequeñas que conforman la cocina de Manos al Mundo. “Estamos más organizadas ahora que tenemos nuestro propio espacio. Yo tengo las llaves, pero hay que ver si el año que viene alguna otra se hace cargo”, dijo Vanesa, y con una sonrisa agregó: “Yo el año que viene no sé qué haré, de la cocina no me sacan, eso seguro. Pero hay que dar oportunidades, que las demás crezcan y puedan ocupar otros espacios”.

“Se va armando red -dijo Vanesa- se suma más trabajo y gente trabajando. La idea es que podamos hacer más, emprender más y vender la comida que hacemos. Poder empezar a vender afuera es otra cosa. Ahora tenemos un pedido de 25 viandas. Eso está buenísimo. Porque no solo podemos agarrar lo del Polo, sino que el día de mañana esta cooperativa puede seguir porque le vendemos a otras empresas”. 

“Hay más chicas igual, están también las ayudantas que se van sumando. Somos cuatro cocineras: Inés, Norma, Karina y yo. Y tenemos a las chicas que vienen un día cada una a ayudarnos. El lunes viene Cintia, el martes viene Romina, el miércoles Luciana y el jueves Sol”, contó Vanesa. En esta economía popular conformada en su mayoría por mujeres, no es necesario un ojo atento para conectar la mayor participación de feminidades con los altos índices de pobreza concentrados en ellas. “Siempre nos dejaron a las mujeres abajo, pero nosotras vamos por más siempre. Ojalá podamos abrir tres o cuatro cocinas más”, continuó la mujer de ojos amables.

“Para contratarnos es mucho de boca en boca. Van a algún evento y dicen: ‘Ay que ricas que son estas tortas. ¿De dónde son?’ Nos mandan presupuesto y nosotras arrancamos. Nunca decimos que no a un laburo”, sostuvo Vanesa. Pernil, pastas, empanadas, tartas, pollo, tortas, budines, muffins y muchas delicias más se preparan a diario en la cocina de Manos al Mundo. “El pernil es el éxito del emprendimiento. Cuando lo llevamos a la feria de Munro la cola para era larguísima -dijo Vanesa orgullosa-. Para el Día del Niño, cuando hay ferias, talleres, encuentros y actividades siempre llevamos la comida”.

Todos los días a partir de las ocho de la mañana la cocina está en funcionamiento. “Ella dice qué hacemos hoy y nos dividimos. Picamos la papa y la cebolla, otra el morrón y así. Ya nos organizamos, nos dice el menú y arrancamos directo”, explicó Karina. “A la una sí o sí la comida tiene que estar, porque ellos paran a comer a las dos. En el Polo esperan con ansias a que llegue -contó Vanesa con aire de sabiduría: ella misma estuvo trabajando en el Polo antes-. A la una salen las viandas y ahí nos ponemos a limpiar los pisos, las ollas, dejamos todo hecho y limpio para el día siguiente”.

“Inés y yo trabajamos en una parrilla por doce años. Hasta que pasó esto de Macri y se pudrió todo. No trabajamos más -contó Norma-. Ahí hacíamos lo básico: papas fritas, milanesas, ensaladas, todo para la cocina. Ahora este año pudimos empezar acá”.

“En las actividades del movimiento, cada coordinador da una charla para motivar. Queremos que todos se den cuenta que esto es un trabajo, que no se tiren abajo cuando lean ‘estos planeros’, porque nosotros estamos trabajando, somos trabajadores, y tienen que saberlo -dijo Vanesa-. Coordinar no es fácil, son bastantes personas, pero nos apoyamos, nos acompañamos y vamos de a poco trayendo a nuevas personas”.

“En mi casa vivo con mi marido y mis cinco hijos. Dentro de todo son todos grandes, porque si fueran chiquitos se me complicaría muchísimo”, contó Vanesa. “Yo tengo lo mismo -agregó Carla-: marido, cuatro hijos y una nena. Se maneja más el padre con ellos cuando yo me voy a las reuniones”.

“Tres o cuatro de azúcar Kari?”, preguntó Maira. “¡Tres!” -contestó Karina acompañada del eco de risas-. En una de las mesas de metal, reposaba una solitaria cafetera naranja, de las primeras cafeteras de filtro que se vendieron. Todos los días a las nueve de la mañana se pone en funcionamiento para preparar el café de las cocineras. “A las nueve se para todo y se desayuna. Es sagrado el desayuno acá”, dijo Maira, encargada de gestionar los pedidos que hacen al emprendimiento.

 

 “Al tener este espacio sabemos que esto es de nosotras y lo manejamos, está muy bueno -explicaba Vanesa, ya en medio de los ruidos de cuchillos, de ollas, del agua corriendo, de la cocina ya en marcha- Que vean también que no solo estamos acá sino que sumamos y tenemos ganas de trabajar más. Es una forma de mostrarle a la gente también”.

«Cooperativa es que no dependas de una persona»

«Cooperativa es que no dependas de una persona»

La cooperativa Kaiken Cultivo Natural en Moreno, integrada por productores de hongos que agregan valor a sus cosechas, investiga y se proyecta en el mercado de alimentos con el plan de lograr una simbiosis entre la producción de hongos y de cannabis.

Una calle de tierra da entrada a Kaiken Cultivo Natural, ubicado en Moreno, provincia de Buenos Aires. Ignacio “Nacho” Tirelli socio gerente de la cooperativa abre los portones dando la bienvenida a este emprendimiento de cultivo de gírgolas.

Su comienzo data en 2013, cuando Nacho, ingeniero en alimentos junto con su padre empiezan a cultivar hongos en un cuarto del fondo.  A través de un estudio de mercado “bancado” por la Subsecretaría de la Pequeña y Mediana Empresa (SEPYME) se pudo llevar a cabo el proyecto. “Estaba trabajando con los productores, le propuse a mi viejo hacer una sala de cultivos de hongos modelo, en el galpón del fondo. Cultivar e invertir en hongos en ese momento era un suicidio, pero había una proyección de que esto podría surgir”, cuenta Nacho sobre el comienzo del cultivo.

Kaiken Cultivo Natural ofrece al mercado productos de alta calidad, saludables e innovadores. Integra la cooperativa ALDEA conformada en 2012 por pequeños y medianos productores de hongos comestibles y medicinales. Elegido “entre gallos y medianoche” el nombre Kaiken en la lengua quechua significa natural y pradera, haciendo eco a dos grandes pilares que recorren la idea detrás de la marca. 

Lo que comenzó como TEKOA, la marca propuesta por la cooperativa ALDEA para que varios socios produjeran con el mismo sello e ingresar así al mercado, se disolvió debido a que la mayoría de los socios ya contaba con su propia marca. “Esa misma noche, cree Kaiken Cultivo Natural porque no tenía otra forma de salir al mercado”, cuenta Tirelli sobre su propia producción de gírgolas en el jardín que las cultiva. 

En el galpón del fondo de su casa se comenzó con el cultivo de gírgolas. Al momento de decidir si el hogar que compartía con su expareja se lo dedicaría para su vivienda o para el cultivo, la respuesta fue clara. Su casa desapareció para convertirse en lo que hoy es el establecimiento de Kaiken Cultivo Natural. 

Puertas adentro, en la habitación contigua a lo que solía ser su dormitorio, se encuentra la sala de incubación, primer paso para la producción de gírgolas, donde los bloques con el micelio de paja de trigo son inoculados a 24°C durante 20 días, luego las bolsas viajan hacia la sala de fructificación. 

Una oleada de humedad recibe a los bloques inoculados en la sala de fructificación ubicada al fondo de su casa. El galpón de 70m2 que marcó el inicio de Kaiken Cultivo Natural está totalmente equipado para el desarrollo de gírgolas, compuesto por estanterías de bloques de trigo y caños de agua que sobrevuelan la sala para asegurar que el hongo permanezca a más de 80% humedad, constante riego, con 12 horas de luz y 12 de oscuridad, manteniendo un equilibrio entre ambos. La sala se mantiene entre 18°c y 20°C para que las gírgolas salgan de sus semillas, proceso que demora de 10 a 20 días.

“Yo tengo hongos todo el año por el sistema de enfriamiento en el que invertí, pero muchos pequeños productores no llegan a tener y no pueden controlar la temperatura y el hongo depende de eso. Es una inversión muy grande que a no ser que seas un capitalista o un enamorado de esto, es una inversión que difícilmente la recuperes pronto. Es una forma de vida que una vez que vos hiciste la inversión, el recupero pasa por otro canal”, cuenta el productor mientras cierra la puerta de la sala de fructificación. 

Los hongos pertenecen al reino Fungi y, por lo tanto, su tratamiento es diferente al tratamiento de una planta o vegetal. El proceso de cultivo y de cosecha se realiza enteramente de manera manual y delicada. Por semana el cultivo cosecha alrededor de 100 kilos de gírgolas. Cada bolsa que contiene el hongo dura alrededor de 2 meses teniendo entre 2 o 3 oleadas de hongos.

Una parte de la producción es destinada a su venta en fresco y se la conserva en cámara de frío donde permanecen a 2°. Otra parte, es llevada a la secadora “made in Kaiken” como la describe Nacho. La secadora “made in casa” tarda tres días en secar las gírgolas. Con la futura adquisición de una nueva secadora, más eficiente ,se lograría un aumento en la producción y reducción en los tiempos, lo que antes tardaba tres días en secar, podría ocurrir en 24 horas.  

Una parte de las gírgolas secas se envasan y las que no, se muelen, no hay desperdicio. El polvo luego puede ser utilizado para consumir en el hogar como condimentos o es comercializado para hacer suplementos dietarios. 

“En Argentina no existen máquinas para los pequeños y medianos productores, se pasa de una máquina pequeña a una industrial.  Afuera hicieron equipos chiquitos, medianos, grandes y los industriales. Industrias grandes tenemos muchas pero medianas o pequeñas no hay”, señala el productor como una de las grandes falencias que tiene argentina en su entramado económico. 

La cocina se convirtió en la sala de etiquetado y envasado de los productos secos. Allí se encuentra Roxy, con su cofia blanca, delantal azul, sellando las bolsas al ritmo de la música que transportan sus auriculares blancos. Yo lo que hago es venir a aliviarlos, vengo durante la semana y les dejo todo empaquetado y etiquetado para que preparen pedidos y se los lleven”, indica Roxy, oriunda de San Juan y madre de Cecilia quien trabaja en administración. 

Las tareas que hoy realiza un equipo de trabajo estaban a cargo de dos personas que se repartían las tareas de mantenimiento, cosecha, fructificación, envasado y entrega de productos. En la actualidad no existe un convenio laboral reglamentado por la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) destinado a los pequeños y medianos productores de hongos: “El compromiso que tiene Kaiken es que persona que ingresa a esta familia, forma parte de la familia. Somos un grupo de laburo que trabaja juntos. Las estructuras jurídicas que hoy existen en el marco laboral acá no existen. No somos una empresa”, comenta el productor. 

A través de INAGRO pudieron participar de la Mesa de hongos realizada durante la pandemia, en la que se pidió que las pequeñas producciones de menos 200 m2 fueran contempladas en el convenio laboral, ya que en comparación a la grandes champiñoneras que tiene una mayor producción y tecnología, los pequeños y medianos productores no podían hacer frente a los costos. El convenio realizado es especializado, divide las tareas y no contempla a los pequeños productores cuyas tareas son comunitarias. El sector se encuentra en constante disputa para poder lograr un convenio capaz de disputar los sueldos, mejoras salariales, pero desde la economía popular. 

El depósito de productos solía ser el dormitorio de Nacho. La cama, escritorio y decoraciones fueron reemplazados por estantes y cajas etiquetadas con productos que comercializan. También se leen cajas que pertenece a otras marcas, “Saros” es una de ellas: es un emprendimiento cuyo envase y etiquetamiento queda a cargo de Kaiken, que realiza trabajos para terceros para que puedan consolidar su lugar en el mercado y ampliar aún más la cadena de valores entre los productores. 

El cultivo estuvo siete años sin prosperar ya que la semilla no crecía “Tuvimos que sí o sí ir al gran productor de semilla de la argentina Gertisem.”, señala Nacho como otra de las problemáticas con las que se encuentran los pequeños y medianos emprendedores, vinculada al mantenimiento de la cepa, sin una modificación genética, con las cepas preservadas y que no haya ningún tipo de contaminación plausible. Para febrero del 2020 Kaiken Cultivo Natural estaba casi fundido.

Durante la pandemia, se realizó un cambio rotundo en la venta de sus productos, pasó de vender a restaurantes a granel a vender al consumidor final. En ese momento se consolidó el proyecto al tener un retorno suficiente.

Los hongos comestibles son los únicos que se pueden comercializar en el país y en ese grupo entran los champiñones, las gírgolas y los shiitakes, todos poseen sustancias betaglucano, utilizadas en terapias para prevención del cáncer y para favorecer el sistema inmunológico ante afecciones inmunodepresivas o autoinmunes. El reino Fungi en el Código Alimentario Argentino casi no es contemplado. El hongo no es considerado como un suplemento dietario como sí lo son la lavanda o la manzanilla. 

Kaiken Cultivo Natural y todos sus productos se basan en hongos. El futuro de la marca consiste en ampliar el cultivo con otro tipo de hongos como la melena de león o el shiitake y lograr ingresar a su producción algunas verduras orgánicas disecadas. 

Uno de sus productos de Kaiken es el kit de autocultivo de gírgolas, pensado para vivir la experiencia de producir, cosechar y consumir hongos en casa. El bloque rectangular de aproximadamente 1.250 kg de sustrato ya inoculado con el micelio da entre dos o tres oleadas. Se debe rociar con agua de tres a seis veces por día y el proceso demora aproximadamente 45 días.

Investigación, producción y expansión

El ruido de los taladros, sierras, martillazos, más el ir y venir de los obreros marcan la expansión del establecimiento: construir una planta productiva de alimentos y una planta dedicada a un laboratorio de medicina y fitoterapia. 

Nacho junto a un equipo integrado por bioquímicos y agrónomos conformaron la cooperativa de trabajo FUNGICAN.  El proyecto pretende generar una economía circular y la integración de la cadena productiva utilizando la misma generación de componentes para el desarrollo de alimentos. En el tratamiento del hongo se concentran sus propiedades. Uno de los objetivos de la cooperativa es extraer esas propiedades y colocarlas en la producción de alimentos.

En ese marco se encuentra el proyecto de producir aceite de cannabis y usarlo para producir alimentos. Este es un trabajo en conjunto con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), ya que se debe incluir a los biocompuestos en la lista 2 de suplementos dietarios para poder empezar a trabajar. “¿Qué problema habría si yo un aceite de canabidol (CBD- parte medicinal del cannabis) lo mezclo con chocolate? ¿Cuál es el problema de que el CBD esté en un alimento? 

Queremos democratizar el cannabis y que todos los pequeños productores hagan cannabis, pero ¿Cómo hacemos eso? Tenemos que trabajar en la normativa, para bajo”, cuenta Nacho sobre el proyecto presentado al Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), y a los ministerios de Agricultura y de Ciencia y Tecnología de la Nación. Se quiere lograr una simbiosis entre la producción de hongos y la producción de cannabis, una vez que se cuente con la normativa legal para realizarlo. 

FUNGICAN se basa en traccionar pequeños productores tanto de plantas de cannabis como de hongos y poder agregarle valor. La cadena de valor es conformada por pequeños y medianos productores que velan por sus intereses como también por los de sus compañeros y compañeras. Los proyectos propuestos por Kaiken Cultivo Natural y por FUNGICAN buscan generar y ampliar una cadena de valor regional, ya que son proyectos regionales con expansión a la exportación y al mercado interno.

Tras un periodo de épocas malas, Kaiken Cultivo Natural pudo resurgir y establecer su lugar en el mercado. El proceso productivo, creativo y de distribución conlleva inversión, tiempo, conocimiento y dedicación, que son impresos en sus productos y en cada uno de ellos se puede encontrar la huella que deja el equipo de Kaiken Cultivo Natural. “El concepto de cooperativa es que no dependas de una persona. Creo en eso. Si el día de mañana no estoy quiero que esto siga. Es un concepto hermoso, en donde si no querés dedicarte más a esto, te retirás de la cooperativa, pero otros que quieran dedicarse podrán seguir. Es algo en lo que uno cree y quiere que trascienda”, concluye Nacho. 

Recicladores de las cooperativas buscan ser reconocidos como trabajadores

Recicladores de las cooperativas buscan ser reconocidos como trabajadores

El pasado miércoles trabajadores de recolección y recuperación de residuos sólidos urbanos, se manifestaron con el objetivo de que sean reconocidos como trabajadores y la implementación de convenios.

El pasado miércoles 20 de julio a las 17 hs, se llevó a cabo una movilización por parte de las cooperativas del Movimiento Popular La Dignidad en el local de Easy, ubicado entre Av. Rivadavia y Boedo, en el barrio de Almagro. La jornada de lucha no fue extensa pero sí contundente. Militantes, recuperadores, promotores ambientales, recolectores y trabajadores de cooperativas en Varela, Villa Soldati, Lugano, Bajo Flores, Lanús y Barracas, se unieron con el objetivo de visibilizar su lucha y muchos vecinos se quedaron a escuchar sus reclamos. Exigieron por inclusión social y laboral, el reconocimiento de los trabajadores de recolección y recuperación de residuos sólidos urbanos y la implementación de convenios para generar una relación entre la recolección y el cuidado del medio ambiente. Ante la falta de respuestas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre la formalización de la actividad, dirigieron sus reclamos a una de las tantas empresas generadoras de alto volumen de residuos.

Juan, militante de MP La Dignidad, indicó a ANCCOM por qué se encontraba en la movilización: “Pedimos que se reconozca a los trabajadores de reciclado de las cooperativas como un trabajo más, que podamos tener obra social y un sueldo, que podamos ganar como otras personas que trabajan para un reciclado de empresas grandes. Venimos a reclamar porque todos los residuos que tiran las empresas de gran renombre se los terminan dando a recicladoras grandes, cuando se los podrían dar a las recicladoras pequeñas para que crezcan y se pueda fomentar el trabajo de las cooperativas”. Por su parte, Natalia Molina, coordinadora del área de reciclado de La Dignidad en la Villa 21-24, expuso la problemática por la que son juzgados muchos de los trabajadores del reciclado: el Gobierno de la Ciudad no los reconoce y la sociedad los estigmatiza. “Venimos con una propuesta muy concreta: que nos reconozcan como servicio, desafiando el ninguneo y los relatos de exclusión que se difunden desde los medios diciendo que nosotros somos choriplaneros. Acá tenemos la prueba concreta de que los compañeros subsistimos con un material que recogemos de las calles y en los basurales. Nosotros queremos trabajar, que nos den trabajo que es lo que nos dignifica. No somos vagos y no queremos planes. Pedimos reconocimiento y que contraten nuestros servicios, de poder presentar lo que hacemos y que se pueda ver la calidad y capacidad que tenemos. Trabajamos en la precariedad: no tenemos ni condiciones ni recursos y, sin embargo, lo sacamos adelante”, argumentó Molina.

Betty, trabajadora del reciclado en Almirante Brown, expresó: “Buscamos un trabajo digno, que las empresas grandes nos reconozcan como trabajadores y nos den el reciclado como corresponde”.

Por otra parte, se habló acerca de la educación ambiental y de la importancia que tiene para los vecinos informarse acerca de estas cuestiones. Marcela, de Promotores Ambientales de Barracas, informó cómo es su trabajo y por qué es necesario que se preste atención al tema: “Trabajamos de lunes a sábados, de puerta a puerta, educando al vecino y enseñando en nuestras casas que somos parte de un circuito y solamente tenemos un planeta, que tenemos que cuidarlo y si no lo hacemos nosotros ahora nadie lo hará”. Aquí se plantea otro de los ejes de la movilización, la de generar convenios para que se cumpla con la ley de Basura Cero, que nunca se termina de concretar. Al respecto, Natalia Molina sostuvo: “Somos capaces de armar estructuras, como las Promotoras Ambientales, que son las que reeducan a la sociedad. El Gobierno de la Ciudad tiene programas estructurales para contratar a promotores ambientales, separadores y recuperadores, pero no lo hace porque no nos consideran trabajadores. Nuestro trabajo da infinitas posibilidades, porque lo desarrollamos en los barrios, pero el único que nos ve y no nos da posibilidad es el Gobierno”.

Las cooperativas no son reconocidas por las grandes empresas lo que hace que su trabajo su trabajo sea muy flusctuante: “Sobrevivimos a pulmón. Hay muchos comedores que la gente banca con su bolsillo, con rifas. Cuando no hay trabajo, no hay comida. No estamos recibiendo ni siquiera mercadería que nos ayude. La forma que tiene la gente de subsistir es ir a las recicladoras y hacerse unos mangos. Pero estas grandes empresas terminan llevándose todos los reciclables y nos quitan las posibilidades”, indicó Juan de La Dignidad.

Natalia Molina, explica la preocupación que tienen las cooperativas por esta situación, pero que nunca se dan por vencidos y logran sobrevivir. “Ante la ausencia sistemática de los malos gobiernos que fueron pasando, que no asumen la responsabilidad civil que tienen con nosotros, como habitantes de este país y con crisis cada vez más acrecentadas, la gente sale a buscar nuevas oportunidades. En nuestro caso, nosotros somos parte de la economía popular y ahí, hay ejemplos clarísimos de subsistencia. Nos autogestionamos”, dijo.

Y Juan enfatizó: “Ahora nos estamos haciendo visibles, antes se ocultaba el tema de las cooperativas, no le interesamos a nadie. Y entonces no nos queda otra que salir a las calles y luchar por nuestros derechos”.

Otra forma de desarrollo tecnológico es posible

Otra forma de desarrollo tecnológico es posible

La tecnología nos atraviesa en casi todos los aspectos de nuestra vida: es transversal a nuestros momentos de ocio y de trabajo en partes iguales. El debate se centra, desde hace tiempo, en cómo la tecnología puede afectar nuestra calidad de vida -para bien o para mal-, y si vamos a ser, según qué lado de la discusión se tome, controladores o controlados. El desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) avanza a pasos agigantados, y no es ajeno a las formas y a las herramientas laborales actuales que requieren actualizaciones constantes, pero que por otro lado han logrado acrecentar aún más las desigualdades existentes en la sociedad.

En el sector de informática y sistemas, esta problemática se ve especialmente exacerbada. Los gigantes tecnológicos, a pesar de la crisis mundial proporcionada por la pandemia, no dejaron en ningún momento de recibir ingresos, sino más bien todo lo contrario: Amazon, Apple, Alphabet (la multinacional cuya principal filial es Google), Microsoft, Facebook, Tesla y Netflix lograron crecimientos récord en los últimos meses. Durante el primer trimestre de 2021, sólo Amazon ganó cerca de 840.000 dólares por minuto y Apple, 690.000 dólares cada sesenta segundos. ¿Cómo se traducen estos números en una realidad donde la crisis, la pobreza y la desocupación azotan a un gran porcentaje de la población mundial? ¿Qué relaciones de trabajo y formas de configuración de nuestras vidas, que están en contacto constante con la tecnología, se esconden detrás de los éxitos financieros de estas grandes empresas?

Un grupo de argentinos y argentinas brinda, desde hace más de diez años, una respuesta alternativa a las formas de trabajo tradicionales en este sector, ligado a sus esfuerzos por proporcionar soberanía tecnológica y libre acceso a la información. La Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (FACTTIC) es un espacio fundado en 2011 por un conjunto de cooperativas de trabajo del sector tecnológico, que se encarga de intercambiar información y conocimiento, como así también de construir soluciones colectivas en forma colaborativa. Cada uno de sus proyectos está pensado para desarrollar tecnología que den cuenta de las necesidades sociales, políticas, culturales y económicas en nuestro país. Actualmente FACTTIC está conformado por 30 cooperativas que aglutinan a más de 400 profesionales abocados a desarrollar proyectos vinculados al Estado, a otras cooperativas y a empresas privadas. 

“Nuestra cooperativa en particular, arrancó con un grupo de personas que íbamos a la UTN, éramos todos estudiantes de ingeniería en sistemas y estábamos un poco cansados de las formas de producción tradicionales que tienen las agencias de desarrollo de software o las consultoras tradicionales en las que siempre estábamos corriendo para trabajar, no te daban mucha explicación, trabajabas en proyectos que no te interesaban o no te gustaban, sabías que estabas generando mucha diferencia para tu jefe, y que básicamente esa diferencia tampoco la veías retribuida en calidad de trabajo”, explica Nicolás Dimarco, socio fundador de una de las cooperativas que forman parte de FACTTIC, Fiqus. “Terminás trabajando bajo un esquema más tradicional sobre el cual no tenés injerencias sobre un montón de cosas -agrega-. Por ejemplo, quien vende el proyecto no es el mismo que el que lo va a desarrollar, entonces ahí el foco está puesto en cuánto se cobra, o si está bien vendido, más que si el proyecto está bueno, si tiene un buen impacto, si está alineado con los valores tuyos y de la organización a la que pertenecés. Entonces de alguna manera queríamos un cambio”. 

Dimarco cuenta que el proceso hasta la conformación de Fiqus estuvo basado en las decisiones personales de sus miembros fundadores de renunciar a sus trabajos y descubrir nuevas formas organizativas en el mundo laboral: ”Lo primero que pensábamos hacer era una SRL, porque era lo que nos habían enseñado. Nunca nadie nos habló de cooperativismo, mucho menos en la UTN que te formaba para ser gerente de una empresa tradicional. Entonces encontramos esta forma asociativa que al principio nos encantó, nos rompió la cabeza. Buscábamos cooperativas de desarrollo de software y fuimos a una reunión donde nos atendió Gcoop (otra cooperativa de la Federación), y no podíamos creerlo porque fue un cambio de paradigma en nuestro cerebro”, explica, y sigue: “Llegamos ahí, éramos cuatro pibes que querían arrancar una empresita, y lejos de vernos como una competencia, nos abrieron la puerta, nos sentaron en la sala de reuniones y nos mostraron los números, las formas de organizarse, los clientes y cómo hacer para conseguirlos. Es otro paradigma realmente”.

Facttic está integrado por 30 cooperativas.

Otra de las cooperativas que forman parte de FACTTIC es Gcoop, que trabaja desde hace 14 años en el desarrollo de software libre, brindando soluciones alternativas al Estado y a distintas empresas y organizaciones: “Hay algunos autores que plantean que hay una doble explotación en nuestro sector. Porque cuando hacés un software o una aplicación, el valor de ese software en general se realiza en la comercialización”, explica Pablo Vannini, sociólogo y Master en Economía Social, quien también es socio fundador de Gcoop. “Es como una vacuna: te cuesta hacerla la primera vez, pero ya después el costo de reproducción marginal es muy bajo, y los precios de los sistemas y las aplicaciones son muy altos. En general, el trabajador participa sólo de la creación, y las empresas no sólo lucran de su trabajo, sino que después lucran infinitamente cada vez que revenden ese mismo producto en el cual no lo están haciendo parte a ese trabajador”. Tanto Gcoop como Fiqus y el resto de las cooperativas de FACTTIC trabajan en proyectos que abogan por el software libre, entendiéndolo como parte fundamental dentro del cooperativismo. “En general las empresas de tecnología son lugares de pleno empleo, con muy buenos salarios, pero también lugares de mucha rotación porque la gente nunca está conforme. Entonces, nuestra propuesta es siempre que el cooperativismo sea la solución”, sigue Pablo. “Y que en general, nosotros venimos del mundo del software libre y decidimos que lo mejor para crear una sociedad mejor es compartir el conocimiento, porque de hecho ahora en la pandemia lo estamos viendo. La discusión sobre las patentes es esa. El conocimiento circula más rápido si es libre, entonces si nosotros proponemos compartir el conocimiento, compartamos también las decisiones, compartamos la plata que eso da, compartamos todo. Para nuestra visión, la mejor forma de organización en una empresa tecnológica es con una cooperativa”.

Entre algunos de los proyectos llevados a cabo por la Federación, se encuentra el llamado IA², un software de código abierto que integra un conjunto de herramientas desarrolladas para facilitar la transparencia en instituciones y fortalecer la vinculación con la ciudadanía. Se trata de la aplicación de técnicas de Inteligencia Artificial para la anonimización de datos personales contenidos en documentos públicos, reduciendo el tiempo dedicado a la tarea y el margen de error. “Aplicamos inteligencia artificial en procesos de instituciones públicas o privadas, por ejemplo, ahora estamos apuntando mucho a la justicia”, explica el socio fundador de Fiqus. “Estamos anonimizando sentencias judiciales para contribuir a los datos abiertos para que después esas sentencias anonimizadas con inteligencia artificial se puedan publicar y que los datos sean accesibles para toda la población. También trabajamos con un observatorio de datos de la mujer para las sentencias judiciales relativas a casos de violencia de género. Es un proyecto intercooperativo donde participan cinco cooperativas distintas de la Federación. Venimos trabajando en eso hace ya casi un año”. 

Por otra parte, la Federación impulsa un proyecto que surgió en Francia sobre cooperativas de plataformas de reparto, llamado CoopCylce. “En el mundo de las plataformas, sobre todo lo que tiene que ver con Rappi, Glovo, y todo lo que es plataformas de reparto, hay proyectos cooperativos para que no se precarice el trabajo”, cuenta el sociólogo y fundador de Gcoop. “En un proyecto de Francia hicieron un sistema libre que se llama CoopCycle, y lo estamos trayendo para Argentina, localizándolo en el país e intentando que surjan cooperativas de repartidores que trabajen con plataformas que puedan brindar ese servicio. Son sistemas que nos interesan, porque políticamente son importantes para la sociedad de tecnologías en la que vivimos”. 

FACTTIC también fue parte de la marcha virtual que se realizó el pasado 24 de marzo en Argentina por el Día de la Memoria: “Hicimos un pequeño desarrollo para llevar a cabo la marcha virtual. Ese tipo de proyectos los hacemos con software libre”, explica Pablo. “Eso quiere decir que lo liberamos, y a los dos meses se usó ese mismo sistema en Uruguay para la Marcha del Silencio. El software libre lo que permite básicamente es que entre muchos mejoremos algo. Eso le da independencia al cliente porque no depende de un sólo proveedor que sabe cómo hacerlo. A nivel tecnológico genera mejores sistemas porque todos pueden ver cómo está hecho, mejorarlo, y en este caso adaptarlo”, finaliza. 

Facttic fue parte de la marcha virtual que se realizó el pasado 24 de marzo en Argentina por el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia.

El cooperativismo es una forma de configuración horizontal, democrática y con instancia de consenso entre todos los miembros participantes. Esto, para Dimarco, es una gran ventaja organizativa al interior de cada cooperación, pero que requiere un balance constante con las formas de trabajo capitalistas y sus consecuentes diferencias: “En una cooperativa tenés la posibilidad y la libertad de crear tus propios modos de organizarte, así como tener tu propio reglamento interno. Nosotros lo tenemos. Nuestro reglamento interno explica de qué manera repartimos la plata que entra, y si una persona nueva entra, qué puede esperar del colectivo. Tenemos una instancia de deliberación en la cooperativa que es la Asamblea”, explica. “En estas instancias de deliberación democrática, una persona de la cooperativa tiene un voto, y todas las personas de la cooperativa tienen la misma cantidad: uno. Y su voz vale lo mismo. No es que un voto mío, que soy socio fundador y estoy hace tantos años, vale más que el de una persona que recién entra. Cada persona puede proponer, debatir”. Esta forma organizativa entra en directa relación con cada proyecto llevado a cabo por estas cooperativas, sosteniendo la idea del libre acceso a la información: “Uno puede ponerse muy estricto con eso y que después te sea muy complicado conseguir proyectos, entonces tenés que estar jugando constantemente: definir una base ideológica y a partir de eso construir acuerdos básicos”, continúa Dimarco. “Por ejemplo, no utilizamos herramientas privativas ni pagamos licencias para desarrollar en Fiqus. Cada vez que hacemos un desarrollo tratamos de abrirlo, de liberarlo, para que sea software libre. Desde ese lugar, aportamos al software libre, utilizamos herramientas de trabajo y tecnologías libres para trabajar, porque entendemos que es la manera. Que la manera no es ofuscar el conocimiento, cerrarlo, ponerle un candado y vender las licencias para maximizar las ganancias, sino al revés. Es muy transportable, muy parecido al concepto de cooperativismo. Porque hay mucha colaboración, colaboración de distintas personas para llegar a un objetivo en común. No existe la competencia entre ellas”, finaliza.

El sector de las tecnologías es con frecuencia uno de los que detenta el mayor margen de ganancias, de la mano de transnacionales concentradas en Silicon Valley. Esto muchas veces genera grandes desigualdades con respecto a empresas de América Latina y el resto del mundo. La aplicación del cooperativismo en empresas de tecnología, ayuda a achicar de algún modo esta brecha: “Si bien tratamos de capacitarnos, de vender el valor hora lo que más podamos venderlo, tratamos también de mantener un balance con la exportación que hacemos de los servicios (trabajamos mucho para Estados Unidos y Canadá) y en dejar algo de valor local acá, tener una pata territorial”, cuenta Dimarco. “Porque entendemos que las cooperativas también tienen esa obligación de percibirse como actores sociales que son transformadores del espacio que les toca ocupar”. El equilibrio entre el impacto social de los proyectos que realizan y su sustentabilidad económica, es constante: “muchas veces es difícil encontrar grandes desafíos técnicos en organizaciones sociales. Porque en los proyectos con impacto social, lo prioritario no es cómo están hechas las cosas, la solución técnica que estás brindando, sino que más bien es ir a solucionar el problema que hay que solucionar lo antes posible. Entonces, ahí hay como una disyuntiva que a veces surge dentro de la cooperativa: nos gusta mucho capacitarnos, probar tecnologías nuevas y tratar de volcarlos hacia el ámbito de la economía social, pero muchas veces para mantener ese equilibrio, y por ahí vender esas horas también en proyectos donde se paguen bien o te ayuden a mantener la estructura de la cooperativa, tenés que estar todo el tiempo manteniendo un balance. Es complicado a veces estar todo el tiempo tratando de encontrar ese equilibrio para que las cosas funcionen de una manera tal que vos digas ‘estoy orgulloso u orgullosa de estar trabajando en esto’. Es pura militancia”, finaliza Dimarco.

Sin embargo, los esfuerzos aunados por la Federación y la militancia de sus cooperativas desde que comenzaron este trayecto, tienen un impacto significativo a nivel internacional. A pesar de que el cooperativismo aplicado al sector de tecnologías está presente en otras partes del mundo, Argentina es uno de los países mejor posicionados en la cuestión: “En el año 2019 viajamos a Reino Unido para dar una charla en una asamblea que tiene una red de cooperativas de tecnología que se llama Cotech. Si bien acá tenemos un poco una cultura de pensar que Europa siempre está mejor, en ese viaje nos dimos cuenta que estábamos súper bien acá. Que técnicamente la rompemos, organizativamente estamos muy adelante. Y a nosotros nos sorprendió muchísimo”, continúa Nicolás Dimarco. “Empezamos a hablar de estrategias comunes, fuimos a plantearles que acá tenemos un modelo que funciona, funciona localmente hace ocho años: si llega una oportunidad de trabajo lo hacemos en conjunto, evitamos la competencia, tenemos estas formas de organizarnos para repartirnos el trabajo de forma equitativa y crecer todas las cooperativas en conjunto, articular valores en conjunto. Les encantó, pero todavía no estaban en un nivel organizativo como para poder sumarse porque estaban recién organizándose internamente”. Hoy, FACTTIC forma parte de un foro internacional donde 42 cooperativas de 13 países diferentes están trabajando en conjunto, preguntándose cuáles son las problemáticas en común, y cómo hacer para mejorar el intercambio de proyectos entre ellas. “En lugares como Estados Unidos o Reino Unido, hay muchas organizaciones sin fines de lucro que trabajan con muchos proyectos de gran impacto social e impacto ambiental, que están muy bien pagos y que desde acá no podemos acceder. Acá podemos, tenemos la potencia o la capacidad de tener una sede en cualquier lado donde estemos en contacto, porque al cooperar, es así de fácil. Creo que lo que falta mucho es trabajar en consensos, en acuerdos y en pulir estos mecanismos para hacer que esto crezca, y yo ahí le veo muchísima potencialidad a todo esto”.

Más de 400 profesionales integran Facttic.

Si volvemos al debate del inicio, la respuesta que estos profesionales de la tecnología nos brindan, es que las TICs pueden, en la medida que se siga trabajando para ello, mejorar nuestra calidad de vida. Para estas cooperativas, los proyectos llevados a cabo en la educación y la justicia, son sólo el comienzo de muchas otras problemáticas pendientes de resolución. “Somos una sociedad con mucha tecnología, pero con muchos problemas tecnológicos no resueltos. Y nos sumamos nuevos problemas”, finaliza Pablo Vannini. “Los que hacemos tecnología tenemos que intentar pensar algunas tecnologías que solucionen problemas sociales. En general la tecnología no está pensada para eso, está pensada para obtener datos y buscar nuevos productos y comercializar más, no para resolver problemas”. 

Hoy en día Argentina se encuentra, al igual que muchos países de Latinoamérica, con índices de pobreza y desocupación sobresalientes, y nada parecería más alejado para este contexto que plantear qué tipo de trabajo parece ideal, cuando lo que urge es tenerlo. Sin embargo, este grupo de programadores, ingenieros, economistas, contadores, nos demuestran que la base de la democracia también se encuentra en las acciones cotidianas que llevamos a cabo todos los días, y que podemos lograr desde nuestros lugares de trabajo. Aprender a organizarse, a escucharse, llegar a consensos, compartir y colaborar para seguir creciendo: el cooperativismo se muestra, así como una alternativa para sortear estas dificultades. También, lograr hacer uso del conocimiento de forma libre, compartida, para todos y para todas, como una herramienta de cambio y desarrollo genuino de nuestra sociedad. “Si realmente nos tomamos en serio esto de predicar que existe el cooperativismo, que las universidades cuenten que es una forma organizativa más, que nosotros desde el ejemplo mostremos que es posible, se puede lograr”, sigue Nicolás. “Si yo no tengo a un dueño de una empresa que se está llevando una parte de lo que yo produzco o lo que producimos como grupo, nosotros tenemos que ganar más. Entonces, cuando empecemos a mostrar que realmente funciona, que nos podemos organizar y que funciona, y que además trabajamos con estas metodologías de la horizontalidad y la democracia, yo le veo una muy buena perspectiva. El tema es que tenemos que mostrar con el ejemplo que se puede, y tenemos que salir a contar que existe esta modalidad. Y después que la gente elija”, finaliza Dimarco. 

Peleándola desde abajo

Peleándola desde abajo

Conocer el impacto de la pandemia en la actividad productiva de las cooperativas y las empresas recuperadas por trabajadores (ERT) y cuáles fueron las políticas de asistencia tomadas por el gobierno nacional para poder evitar el cierre masivo de compañías del sector autogestionado de la economía. Ese fue el objetivo del informe diseñado por el programa Facultad Abierta de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y avalado y difundido por la Comisión Técnica Asesora de Empresas Recuperadas del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES). ¿Fueron realmente eficaces las medidas tomadas o todavía falta acción por parte del Estado para acompañar al sector autogestionado de la economía?

 

Para el estudio, los investigadores contaron con la colaboración del Proyecto de Vinculación con Empresas Recuperadas de la Universidad Nacional Arturo Jauretche y distintas organizaciones del sector. “La participación de este año fue mayor porque al no tener la necesidad de pactar una visita y hacerla presencialmente, eso es un trabajo de organización. En el último ordenamiento que habíamos hecho entre 2017 y 2018 hicimos unas 87 empresas recuperadas, y ahora fueron 135, 195 en total porque este año se agregaron cooperativas de trabajo”, comenta Andrés Ruggeri, director del informe y asesor del Ministerio de Trabajo.

Si bien las restricciones propuestas en el marco del Aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO) involucraron el cierre de gran cantidad de empresas dedicadas a actividades denominadas no esenciales, según el informe solo un 20% del total de las cooperativas y empresas recuperadas encuestadas tuvo que detener su actividad productiva en los meses de confinamiento más estricto. El 80% restante representa a los sectores que realizan actividades esenciales en forma directa o indirecta, como es el caso de las cooperativas textiles. “Trajimos una máquina para fabricar barbijos desde China y tuvimos la suerte de incorporar 45 compañeras y compañeros, pudimos completar un plantel de 160 personas”, cuenta para Anccom Francisco Martínez, secretario de la Comisión Técnica Asesora de Empresas Recuperadas del INAES, asociado fundador y ex presidente de Textiles Pigüé.

Hugo Cabrera OOPERATIVA CAMPICHUELO

El impacto económico que significó la pandemia a nivel global y la limitación en la actividad productiva profundizaron la crisis que venía atravesando el país luego de las políticas implementadas por el gobierno de Mauricio Macri, la cual perjudicó principalmente al bolsillo y calidad de vida de los trabajadores. En este contexto es que el gobierno se vio en la necesidad de implementar distintas medidas de apoyo económico, las cuales fueron eficientes en cierta proporción para las empresas privadas, que pudieron solicitar la Asistencia de Trabajo y la Producción (ATP) o los créditos a tasas subsidiada del 24% para las pymes. “Cuando arranca la pandemia las industrias la pasamos realmente mal. No nos entendían que éramos empresas cooperativas, entonces todos los decretos que salían para que los bancos den algún crédito, no nombraban la palabra cooperativa. Hablaban solo de pymes”, menciona Hugo Cabrera, presidente de la Cooperativa Gráfica Campichuelo, del barrio de Caballito.

Estas políticas de contención no pudieron ser concretadas por las cooperativas y las ERT, debido a imposibilidades normativas, lo que generó grandes críticas desde el sector. “No fueron específicas para la cooperativa. Había que acondicionar mejor esas medidas para que lleguen mejor a las cooperativas de la misma manera que llegan a las empresas privadas”, destaca Andrés Ruggeri.

Frente a la difícil situación en que se encontraban inmersas las cooperativas, el Estado reactivó la línea 1 del Programa Trabajo Autogestionado, que aporta un subsidio mensual a los asociados; lanzó créditos especiales para las cooperativas de trabajo a través de una línea articulada entre el Ministerio de Desarrollo Productivo, el INAES y el Banco Nación; implementó Potenciar Trabajo, que fue otras de los programas destinados a los trabajadores de la economía popular; e implementó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el cual benefició a gran cantidad de trabajadores asociados a cooperativas.

Cooperativa El Zócalo

El informe señala que el 67% del total de las cooperativas solicitó el programa Línea 1 y el 82% de ese total tuvo acceso a él. Si bien tuvo un alto nivel de demanda, no significó una solución del todo eficaz para los trabajadores. Manuel Azurmendi, presidente de la Cooperativa de Trabajo El Zócalo, del barrio de Montserrat, señala que “la línea 1 fue un aporte que es para cooperativas trabajo autogestionado. Lo hemos tramitado, han sido 8 meses, pero en esa línea es incompatible con otros programas así que se cayó a todos los compañeros que han accedido a otros programas por ejemplo potencia trabajo, IFE.”

Otros de los puntos reclamados es el que atiende Silvia Diaz, de Cooperativa La Cacerola, también ubicada en Caballito: “Estamos reclamando que haya continuidad en el programa línea 1 que solo lo han prolongado por el mes de febrero, cuando el gobierno nacional ha prolongado para los trabajadores de empresas privadas la ATP en algunos casos, que son equivalentes lo que era la línea 1 para las cooperativas de trabajo.”

Cooperativa El Zócalo

La línea de crédito lanzada por el Ministerio de Desarrollo y el Banco Nación fue otra de las iniciativas enfocadas en el fortalecimiento económico de las cooperativas. Con una tasa subsidiada del 18% y con la posibilidad de pagarlo a un año con 3 meses de gracia y otros 3 meses solo de pago de intereses. Sin embargo, los resultados de la encuesta arrojaron que solo el 12% de las cooperativas solicitaron créditos del Banco Nación. La baja demanda se debe, principalmente, a la falta de información, incertidumbre en capacidad de pago y a las dificultades a la hora de entregar la documentación requerida. “Toda la operatoria de los créditos es lenta y piden muchísimos requisitos”, señala Silvia Diaz. “Nos costó completar toda esa documentación y cuando la terminamos, le dieron de baja y fue reemplazado por un nuevo proyecto”, agrega la presidenta de la FACTA.

No obstante, con respecto a la negativa de las cooperativas a la hora de acceder a estos créditos, Francisco Martínez, comenta que “más del 80% de las cooperativas de trabajo de este país nunca habían accedido a un crédito, entonces se hace este programa afectando 2mil millones de pesos, usando una tasa del 18% y con dos simples papelitos: estar registrada en la secretaria pymes y un certificado legibilidad del INAE, comunicación con el Banco Nación y se terminó en menos de 20 días. Nosotros lo hicimos.”

Cooperativa La Cacerola

Sin dudas el decreto 311/2020, que prohibió los aumentos y corte del servicio por falta de pago para el gas, la electricidad y el agua, fue una de las medidas más importantes que tomó el gobierno en los meses de mayor restricción de la actividad económica. Además, prevé que las empresas prestadoras de estos servicios deben otorgar planes de facilidad de pago para las deudas que se generen y hace referencia exclusivamente a las cooperativas o empresas recuperadas que estén inscriptas en el INAES.

Cooperativa La Cacerola

Todas estas medidas se fueron tomando sobre la marcha con el objetivo de mantener a flote la actividad productiva de estas, pero de nada sirven si no se implementan políticas a largo plazo que regularice la situación de los trabajadores. “Lo que hace falta es resolver esa situación para que sea más equivalente, para que no sea una pérdida o una cuestión menor trabajar en una cooperativa en relación a tener un trabajo formalizado”, menciona Ruggeri. “La ley de cooperativas es muy vieja, donde el cooperativismo de trabajo no está casi contemplado. entonces se fueron haciendo distintos parches por decretos o resoluciones del INAES que fueron regulando la cooperativa de trabajo pero que no lo terminan de contemplar como un sujeto laboral. Entonces los trabajadores de las cooperativas no tienen los derechos de los trabajadores asalariados”, concluye el director del informe.