Las calesitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo…

Las calesitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo…

Calesitas o carruseles -según si están fijos o se mueven verticalmente los caballitos, elefantes o leones- son parte del paisaje porteño desde 1867. ¿Qué tuvo que ver la guerra con este popular juego?

En pleno Boedo, Avenida Independencia al 4200, se cuela la Placita de los Vecinos entre tanto edificio. A pesar de la oscuridad tenue de la tardecita, hay un sector lleno de luz en su entrada. Es un núcleo colorido, musical y en movimiento que atrae a los niños cual polillas y les hace repetir como disco rayado: “¡Otra vez! ¡Una más!”. El éxtasis está en el aire y en su atmósfera. Gira una calesita.

Hernán Pernochea piensa que su calesita es moderna” en comparación con otras. Se encargó de que, además de los icónicos caballos y los ciervos de nariz respingona, también estén los personajes que convocan a los niños y niñas del presente como el Rayo McQueen, la Rapunzel de Disney y Spiderman. La ilusión de los chicos es la materia prima de su trabajo: “La verdad es que siempre quise ser calesitero, y hoy es mi profesión y lo que elijo”.

Antonio Cid, calesitero desde 1971 del Parque Pereyra, en Barracas bien al sur, va más allá al definir su oficio y utiliza una curiosa metáfora, similar a la del economista Emanuel Álvarez Agis sobre la deuda pública: “Esto es lo que me gusta. Una vez que entrás es como la droga… la diversión es una droga que no te hace mal”.  

En general, resaltan estos trabajadores, el oficio es heredado. “Mi abuelo era calesitero, mi viejo es calesitero y yo también lo soy”, confiesa Hernán. Don Antonio también cumple la regla y se enorgullece al contar que desde los 18 años sigue la tradición de su papá. Hoy tiene cerca de 70 y se pregunta si alguno de sus hijos continuará haciendo girar a sus caballitos de madera al ritmo de La Vaca Lola. El tiempo lo dirá.

Las reglas del juego

Según datos oficiales, en la Ciudad de Buenos Aires hay 55 calesitas. La Ley 5418 determina que los permisos para el funcionamiento de los carruseles en el espacio público son por cinco años y tienen la posibilidad de renovación. Además, se estipula una prioridad para el otorgamiento de licencias para quienes hayan sido titulares en el pasado. Este punto, destacado en el Capítulo 9.15 del Código de Habilitaciones y Verificaciones, resuelve un viejo problema que, según recuerda Pernochea, generaba un proceso poco transparente donde “podía concesionar el que ponía más guita”.

Desde hace unos años, los calesiteros acordaron con el Gobierno que los jardines y chicos de hasta primer grado pueden hacer una excursión gratis. Otra regla ordena que las calesitas deben guardar una distancia mínima de diez cuadras entre sí. La idea es que no haya competencia entre compañeros.

Algunos de los carruseles están protegidos por la Ley de Patrimonio Cultural, lo que implica que fueron declarados sitios de interés para la identidad porteña. En los hechos, esto significa que hay que pedir una autorización para hacer alguna refacción, como darle una mano de pintura o cambiar un caballito de lugar. Por ejemplo, Antonio firmó un contrato recientemente con la empresa Bayer porque la marca se ofreció a restaurarle la calesita a cambio de poder utilizarla para un evento. Distintas formas de conservar el patrimonio.

De la guerra al juego

En un inicio, la calesita fue un medio de entrenamiento para los jinetes turcos que combatían contra enemigos ficticios que giraban en la sarianguik, un plato de madera con caballos hechos del mismo material. Luego, con las cruzadas, se extendió hacia Europa Occidental y, así, recibió su nombre en castellano: carosela, “la primera batalla”. Más tarde, la realeza del viejo continente construyó carruseles en jardines privados y le dio su propósito actual, el entretenimiento infantil. La última parada de este viaje fueron las ferias populares, lo que permitió que la actividad se emancipe de los ricos y se vuelva un juego para el pueblo.

La primera calesita argentina data de 1867, de fabricación alemana, estaba ubicada en la actual Plaza Lavalle. Pasaron 24 años para que llegara la primera confeccionada por manos nacionales. Y si hablamos de inventos argentinos, la sortija es uno de ellos. Su fisonomía se compone de una bocha con forma de pera, una chaveta y una arandela. Las hay simples o más sofisticadas. Su valor está en la idea de regalar otra vuelta más. Pero no es fácil: los niños deben superar el hábil muñequeo del calesitero. Para Cid, el secreto está en esperar lo suficiente y en asegurarse de que todos los gurises logren conseguirla. Sabe que para un pibe hay pocas alegrías como atrapar la sortija y ganar otro paseo.

El ritual se remonta a las corridas de sortija gauchescas del siglo XIX. Los jinetes de la Pampa Húmeda competían para demostrar su habilidad en la monta. El objetivo era embocar un palo en una argolla que estaba a casi tres metros de altura. Los años pasaron y la tradición se conservó. Ahora el bravo quiebre de muñeca ilusiona con un viaje gratis para cualquier niño. Otra vez la competencia se hizo juego.

 

Mi carrusel arrabalero

Una diferencia fundamental: la calesita es un juego mecánico que tiene asientos inmóviles, mientras que en el carrusel se mueven verticalmente. Cuestión de nomenclaturas, las palabras y las cosas.

Algunos carruseles superan los 100 años, como el caso de la calesita de Antonio. Fue diseñada originalmente por un portugués en 1897 y adquirida luego por su padre, quien la refaccionó para convertirla en un carrusel. Don Antonio se enorgullece, respira hondo y hace historia: “Sus partes son de madera maciza. Un caballo pesa alrededor de 90 kilos. Son de material bueno, a diferencia de las actuales que se hacen con fibra de vidrio. La madera tiene más aguante”, asegura.

¿De qué manera se logra conservar a estos gigantes forjados en hierro? En general las refacciones suelen ser realizadas por los propios calesiteros. Los trabajadores rodantes dicen que “escuchan y sienten” cuándo deben intervenir. “Es el calesitero el que se trepa, agarra un pincelito y le manda grasa a lo que sea. Se encarga de evitar que haya problemas”, aporta Hernán.

Pero la autogestión no todo lo puede, por eso muchas veces recurren a sus compañeros. Así comenzó la Asociación Argentina de Calesiteros y Afines: “Hay un aguante colectivo, nos damos una mano entre todos», asegura Cid. Su germen fueron las juntadas entre colegas en el lejano 2004. La organización adquirió su personalidad jurídica en el 2010. Actualmente funciona como un lugar de encuentro en el cual los primeros lunes de cada mes, los trabajadores comparten un almuerzo e intercambian opiniones sobre su profesión.

Si todo este dispositivo llega a fallar, hay que levantar el teléfono y contactar a un matricero. La matricería es ese pequeño taller que repara la infraestructura del carrusel cuando está dañado. Puede arreglar los engranajes o recuperar algunos de los asientos. “Es la persona que labura en el fondo de su casa. Podés llegar al taller y ver que tienen un autito o un caballito en el techo”, apunta Pernochea. Los jardines de la mente, diría Charly García, y las estatuas que (ellos deben) pulir.

Cosa seria

Fermín tiene apenas dos años y rota por todos los juegos del patio inaugurado en Parque Lezama, cerca del cruce de Martín García y Defensa en San Telmo. De la hamaca a la locomotora, del auto al tobogán tirabuzón, no hay tiempo que perder. Pero cuando se eleva del medio metro que le consta por su edad, la vista se le clava en aquel techo descolorido del predio de enfrente que gira y gira desde 1960. La cale”, demanda. Si quiere dar la vuelta, que no se quede con ganas.

Para Celina Vietto, psicóloga maestrando en infancias y juventudes, el juego es una parte esencial en la constitución de las personas: “La creación es salud”, porque es un proceso de apropiación del mundo en el que se inventa lo que no se tiene al alcance. Incluso, el juego es considerado un derecho para los niños y en nuestro país está protegido en uno de los artículos de la Ley 26.061 sobre derechos de las infancias y adolescencias.

Fermín ruega una vuelta más apenas termina y acecha la sortija repleto de adrenalina. Francesco Tonucci, reconocido pedagogo, plantea que las ciudades no están adaptadas para la apropiación infantil. Desde 1991 lleva a cabo el proyecto Ciudad de los Niños donde remarca la importancia de reconocerlos como sujetos de derecho para pensar la planificación urbana a partir de sus necesidades: “Los niños quieren salir de casa y vivir en autonomía su experiencia de juego y de contacto con otros”.

Las calesitas son parte del paisaje urbano, pero para Pernochea son un momento de libertad: “En la cabeza de los pibes es una película. Hay un dicho que dice que es el primer viaje que el nene hace solo. A veces vienen los padres y le dicen ‘pero ese es aburrido, subite a tal’ y yo digo, loco, es el que eligió porque cuando entró lo vio y en su cabeza ya empezó su idea, su mundo, su mambo”.

Sigue girando

La calesita y su dueño echan raíces en la plaza. Don Antonio es famoso por su antigüedad y su carácter: “Hay gente que vivía en Barracas, se mudó pero tiene algún pariente en el barrio. Después vuelve y dice Oh, ¡todavía estás acá!’ ¿Qué querés, que me vaya? Es gente grande que venía cuando era chiquita. Venían los padres, trajeron a los hijos y a veces hasta vienen los nietos. Es lindo porque vas por cualquier lado y te dicen ‘¡Ahí va el calesitero!’”.

Cada uno con sus modos, los calesiteros se vuelven figuritas del barrio que encarnan las añoranzas de muchos; un pedazo de su pasado conservado en el presente.

Ecos del pasado porteño

Ecos del pasado porteño

En Parque Los Andes, Chacarita, una instalación de cartón, con forma de iglú, llamada la Orejoteca. Adentro, se mezclaban el sonido ambiente con voces y anécdotas de otros tiempos.

A un lado habían quedado los mates y los celulares en el rincón de Parque Los Andes que se formó entre Corrientes y Maure. Tumbados y sentados en el pasto, grupos de amigos, estudiantes, vecinos y familias mantenían los ojos cerrados bajo los anteojos de sol, las gorras y los banderines de colores que oscilaban al compás de la brisa. Escuchaban. 

 Las voces se acercaban y se alejaban; pasaban de susurrar al oído a mezclarse con el paisaje sonoro de un viernes feriado en la plaza: se volvían murmullos perdidos entre juegos infantiles, perros deambulantes, pájaros que vociferaban desde los árboles y el movimiento de la feria. Durante buena parte de ese trayecto, había que prestar mucha atención para no perderse lo que decían. Un hombre explicaba el desdén que tenía de chiquito hacia el “hombre de la luz”, como llamaba al encargado de encender el alumbrado público allá por los años 60, porque su aparición obligaba a dejar de jugar en la vereda para entrar resignados a casa. A veces, las voces eran sucedidas por otros sonidos. De pronto, en plena tarde soleada, irrumpía el repiquetear de la lluvia, la melancolía de un tango o la guitarra que marcaba el ritmo en alguna peña.

Nadie se movía, excepto un puñado de jóvenes integrantes del colectivo Puentes de Acción Cultural Colegiales (PACC), que se abrían paso sigilosamente entre los cuerpos relajados. Si hacían ruido, iban a interrumpir lo que salía de los parlantes que llevaban de acá para allá, de un grupo a otro, de una oreja a la otra y de un rostro concentrado a uno sonriente.

Antes de cerrar “La Orejoteca” habían decidido concluir la tarde sacando a pasear los sonidos que se habían estado reproduciendo dentro de la instalación, una especie de carpa iglú hecha con cartón recubierto de pasta de papel y adobe. La actividad formaba parte de la jornada de cierre de la 4° edición del Festival Ciudades Reveladas, un “espacio de reflexión y exhibición en torno a diversas formas de experimentar lo urbano, con la convicción de que pensar la ciudad desde las representaciones audiovisuales permite imaginar su transformación”. Por primera vez incluyeron actividades en territorios de arte e investigación aparte del cine, desde conversatorios hasta performances en caminatas.

El Festival contactó en primer lugar a Amparo Ambiental Chacarita, una agrupación de vecinos autoconvocados que buscan preservar la identidad de su barrio frente a la aplicación del nuevo Código Urbanístico de la Ciudad, que propuso incluir a PACC por las actividades culturales abiertas a la comunidad que realizan. “Nosotros organizamos mesas de memoria barrial, en las que las personas están invitadas a ir y relatar alguna historia de cualquier momento de su vida, en torno a lo barrial, lo común”, dijo Edgardo Rojas, arquitecto y escultor integrante de PACC que diseñó la estructura de La Orejoteca. “Acá convertimos la mesa en una instalación sonora de memoria barrial, tenemos 100 audios de relatos y sonidos que nos enviaron vecinos de distintos barrios durante un mes. No discriminamos poniendo filtros de audios lindos y de audios molestos, incluimos la vivencia de cada uno como ciudadanos. En nuestro barrio escuchamos pajaritos, la obra del lado, el ruido del tráfico, todo entra”. 

La Orejoteca albergaba combinaciones de sonidos tan variopintas como la vida urbana. Al entrar, del lado izquierdo vibraban las paredes con el relato de uno de los parlantes: una señora contaba entre risas una anécdota de su amiga Martita -con la que se reúne junto a otras amigas en la peluquería de su barrio-, que caminando por Avenida Las Heras le ofreció ayuda a un hombre que veía con bastón por Avenida Las Heras, cuando en realidad simplemente llevaba un tubo de luz. “Son estas cosas que vienen con la edad y de las que nos reímos mucho”, concluía. Enfrente, de un parlante idéntico brotaban ladridos lejanos, como si los caninos estuvieran efectivamente en la plaza, reclamando a los visitantes que salgan del iglú cableado. Alrededor de dos huecos por donde pasaban tubos pintados de verde, reverberaban balbuceos. “Si pegás la oreja desde afuera escuchás un poco lo que está pasando adentro y viceversa, la idea era establecer esa comunicación susurrada, por eso les decimos susurradores”, explicó Rojas.

Él, junto a Daniel Herrera, el cerebro detrás de la parte sonora, tenían aún las manos pintadas de tierra. Esa mañana trasladaron las piezas que elaboraron con la ayuda de voluntarios a lo largo de 10 días en el Espacio La Pileta, Villa Crespo, y armaron “la cuevita” – como le dicen algunos organizadores-. Cada tanto revisaban y retocaban detalles de su obra a la intemperie, que no tardó en llenarse de color. Por fuera, como otras zonas del parque, las flores de jacarandá la vestían de primavera ahí donde el barro unía las piezas con micrófonos de contacto, colocados para amplificar los sonidos a través de las vibraciones. Adentro, el cielo parecía más celeste gracias al tul que oficiaba de techo. 

Los ojos tenían mucho para ver dentro de “la cuevita”. La pintura de pizarra transformó las paredes de cartón en un lienzo que, como en los recreos escolares, los visitantes llenaron de dibujos, palabras y frases de tiza. Corazones, casas, árboles, monigotes, nombres de barrios que ilustraban los audios. Más cerca del piso, las manitos empolvadas de los nenes dejaban trazos multicolor. 

Además de los audios enviados por vecinos, una quincena de estudiantes de la Licenciatura en Artes Electrónicas de la UNTREF realizaron mapas sonoros de sus barrios a partir de testimonios y ruidos de ambientes. “Nos encontramos con un montón de historias que quizás en el día a día no te juntás a hablarlas”, dijo Milagros Dimasi, que buscó relatos de su familia en Bolívar. “En su momento eran muy importantes dos cines en la ciudad. El ferrocarril traía las películas en formato físico, y cuando alguna se quemaba o se cortaba mi mamá las pedía y jugaba en su casa proyectando con la linterna”.

Otras voces no llegaron a los parlantes. Todavía. Los que se acercaban al micrófono (“la bocateca”) contaron anécdotas que se sumarán al centenar inicial, que los organizadores prometieron publicar próximamente. 

Según Rojas, el proyecto recién comienza: “La idea es que esta biblioteca de audio siga creciendo y materializándose de distintas formas. Esta manera de compartir experiencias da a conocer el espectro de transformación en la Ciudad, uno puede saber cómo eran antes las cosas y qué se va perdiendo. Yo que soy venelozano conocí el barrio en el que vivo mucho más en detalle por estos encuentros con vecinos que no podría tener si me los cruzo en el supermercado”. 

 Los sonidos se van con el viento, la tiza se difumina al tacto, las instalaciones se desarman y el sol se oculta; pero las experiencias sensibles que dejan perduran en uno, en varios o en todos. En pequeñas letras de imprenta, alguien tatuó en esta cueva: “con ternura venceremos”.

«Del asfalto al barrio privado hay un solo paso»

«Del asfalto al barrio privado hay un solo paso»

La Asamblea de la Biósfera Pereyra Iraola realizó una jornada de limpieza, educación e interpretación para resguardar a la reserva bonaerense de proyectos viales que atentan con el medioambiente.

La Asamblea de la Reserva de Biósfera Pereyra Iraola realizó una jornada de limpieza, educación e interpretación en la Zona de Amortiguación Camino Negro, Reserva Integral Punta Lara. Nancy Geymoant, una de las asambleístas que participó de la jornada, explicó: “Estamos acá para demostrar cómo se limpia una reserva sin máquinas, con una guardaparques, conscientes de la importancia de que se mantenga la categoría de Reserva Mundial de Biósfera que le dio la UNESCO en 2007”.

Dicha categoría se vio amenazada en diciembre del 2022, cuando en pleno Mundial de Fútbol donde estaban puestos los ojos y las expectativas de gran parte de los argentinos, cuatro palas mecánicas, por orden de la Municipalidad de Ensenada, empezaron el desmonte para “ampliar y mejorar” la exruta provincial N°19, mejor conocida como Camino Negro, que va desde la bajada en Villa Elisa de la Autopista La Plata-Buenos Aires hasta la costa del Rio de La Plata en Ensenada.

“Cuando vinieron las máquinas, fue demoledor. Nos daba mucha tristeza. Los animales venían al lado nuestro como pidiendo ayuda”, recordó con tristeza Lidia Troglio, asambleísta. “Esto es la vida, los árboles. Si cruza un camino acá, todo esto se va”, agregó Lidia.

Al tratarse de una Reserva de la Biósfera (UNESCO) debe cumplir con ciertos requisitos. Si el camino se amplía, permitiendo el tráfico pesado de vehículos, aumentando la contaminación, desmontando la flora autóctona y el hábitat de los animales, perdería esta categoría. Si no se cuenta con este tipo de protección, y sin la sanción de la reclamada Ley de Humedales, las tierras del Parque pueden pasar a manos privadas, con planes inmobiliarios para unos pocos. “Lo que nosotros sabemos es que, si ellos hacen el asfalto, del asfalto al barrio privado hay un solo paso”, sostuvo Rosana Donato, guardaparque voluntaria y referente de La Asamblea.

La Reserva de Biósfera Pereyra Iraola, conformada por el Parque Provincial Pereyra Iraola y la Reserva Integral Punta Lara, posee una superficie total de 10.248 hectáreas, es el séptimo parque urbano más grande del planeta. Siendo una de las zonas de mayor biodiversidad de la Provincia de Buenos Aires, abarca los municipios de Berazategui, Florencio Varela, Ensenada y La Plata. Con una riqueza natural invaluable, con variedad de aves, insectos y animales silvestres; una flora autóctona que funciona como pulmón verde, regula la temperatura, filtra el agua de lluvia y carga las napas y los acuíferos. Es una joya natural, orgullo de todos los habitantes de la zona. 

En 2010, la Reserva ya se había visto amenazada por la construcción de una autopista que atravesaría el corazón del Parque. Es por este motivo que guardaparques, vecinos y visitantes conformaron la Asamblea de la Reserva de Biosfera Pereyra Iraola. Presentaron un recurso de amparo para impedir que se lleve a cabo esta iniciativa, y se propusieron proteger, preservar, educar y difundir la importancia de este pulmón verde para el mundo. “La Asamblea es la voz y el cuerpo de la Reserva. Nosotros somos parte de esa voz y ese cuerpo, porque la amamos con el corazón”, manifestó emocionada la asambleísta Lidia Troglio.  

 

En diciembre pasado, con órdenes del Municipio de Ensenada y alegando la limpieza del camino, cuatro máquinas empezaron el desmonte del Camino Negro. Rápidamente los asambleístas se movilizaron, empezaron a visibilizar y denunciar el crimen ambiental que se estaba cometiendo. Llevaron a cabo manifestaciones pacíficas; como lo fue el acampe durante dos noches y tres días a la vera del camino. Gracias a estas acciones, las máquinas no pudieron continuar con su cometido y se retiraron, dejando el daño que hicieron, tal como señalaba la guardaparque Donato: “La basura quedó, se llevaron el monte”.

“Nosotros conformamos una asamblea pacífica, y lo que busca es proteger la Reserva para que las futuras generaciones la puedan disfrutar. Si bien la Asamblea interpone amparos y hace denuncias, también presenta los proyectos alternativos”,destacó Donato.

Es así que la Asamblea presentó un proyecto con el que busca crear un“Corredor Natural de Educación Ambiental. La intención es poner en valor el camino, haciéndolo transitable para vehículos de emergencia, bomberos, policía y guardaparques, respetando la vegetación y retirando la basura sin desmontar. Además, propone habilitar el camino solo para peatones y ciclistas, colocar cartelería interpretativa y miradores, y mejorar la seguridad del camino con puestos de control de Guardaparques. 

Esta jornada simbólica de limpieza fue muy importante y satisfactoria; desde la Asamblea prevén realizar otras en los próximos meses. Con precaución de los animales silvestres y conservando la flora, se procedió a la recolección y clasificación de los residuos que se encontraban en ambos lados del camino. Además, se colocaron carteles amigables con el ambiente, señalando los nombres de la diversa flora y con leyendas como “La naturaleza es para amar, cuidar y proteger” o “Este lugar es un escudo protector del planeta”.

 

“Estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción”

“Estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción”

A los 29 años, Santiago Martínez Cartier publicó «Palermo Dead», su sexta novela de ciencia ficción. Una obra distópica inspirada en la crisis climática y la gentrificación de Buenos Aires.

La cita que da título a esta nota pertenece a Santiago Martínez Cartier, escritor de ciencia ficción que con apenas 29 años acaba de publicar Palermo Dead, su sexta novela. En ella aparece relatado un futuro distópico plagado de mundos posibles, donde el negociado inmobiliario y el calentamiento global desnudan la avaricia capitalista que, tarde o temprano, terminará con las clases sociales y junto con ellas, con ¿la humanidad?

Diversos relatos dan vida a esta nueva obra del autor, que ofrece un futuro negro donde el canibalismo aparece como opción ante la falta de lugares para producir alimentos.

Editado por Casa de criaturas, el libro ya se encuentra disponible para su comercialización. Una buena oportunidad para leer en vacaciones antes de que nos tape el agua.

 

¿Qué edad tenías cuando arrancaste con la escritura?

En verdad de chico ya escribía. Ya en la escuela primaria empecé a escribir cuentos, ficciones y de hecho ya escribía cosas con elementos de ciencia ficción. Después, más cerca de los 19 años, seguí escribiendo cuentos. En su momento me hice amigo de un librero y ahí fue cuando empecé también a tener otras influencias, leyendo mucha ciencia ficción y ahí, un poco de casualidad, terminé escribiendo la primera novela: Manuscritos del tiempo (Expreso Nova, 2014), que empecé como un cuento y lo fui alargando hasta terminar en una novela cortita que escribí a los 19 y se publicó cuando tenía 21.

 

¿Todas tus obras son ciencia ficción?

Sí, o al menos todas tienen elementos que remiten a la ciencia ficción, tal vez no necesariamente son tramas 100% del género pero en todas se juega algún aspecto como el tiempo, o siempre hago intervenciones de Buenos Aires. Voy siempre para adelante buscando distintas versiones de Buenos Aires, cómo sería en el futuro, distintos fenómenos que pueden terminar con diferentes versiones de la ciudad.

¿Cómo fuiste definiendo a la ciencia ficción como tu género preferido?

No fue una decisión voluntaria, yo en ese momento funcionaba de una forma más intuitiva. Ahora pienso un poco más las cosas pero en su momento era lo que salía y realmente lo que me salía era pensar el mundo en base a los códigos de la ciencia ficción. Siempre sentí que es más fácil hablar sobre los problemas contemporáneos del mundo actual a través de ficciones que generen una suerte de espejo. A veces, esa distancia hace que las cosas sean más claras, por eso funcionan tanto las distopías porque en realidad son como hipérboles, son como una exageración o una apuesta al máximo de los paradigmas del mundo contemporáneo. Y eso también es muy característico del cyberpunk, de ese mundo distópico donde el mundo de la vida está regido por las megas corporaciones. Entonces, se me hacía ya que estamos viviendo en un mundo de ciencia ficción, que el futuro llegó hace rato y me fue más fácil hacer lo evidente a través de los libros. Me surgió orgánicamente y siento que fue porque la ciencia ficción la siento más contemporánea que nunca.

 

En Palermo Dead planteas un Buenos Aires bajo agua: ¿Cómo se puede relacionar con los problemas que trae aparejado el cambio climático?

Palermo Dead está inspirado en dos tendencias claras que estamos viendo hoy en día: una es el deshielo de los glaciares. Se estima que de acá a cinco años se va a terminar derretir un glaciar del tamaño de la isla de Gran Bretaña y que puede dejar a la Ciudad bajo agua en un futuro no tan lejano. Y la otra tendencia es el negociado inmobiliario que está generando un proceso de gentrificación en muchos barrios porteños expulsando a los vecinos históricos de su barrio por el aumento del valor del metro cuadrado. Esas dos tendencias terminan generando el mundo de Palermo Dead. Llegado el momento, no va a quedar lugar donde construir y el cementerio va a estar ahí, enorme, con un espacio verde divino para clavar una mega torre.

 

¿Palermo Dead recupera elementos históricos combinados con el presente para configurar un futuro distópico?

Tiene cosas del presente pero también tiene historia y por supuesto, futuro. El movimiento poblacional que ocurre en el libro está un poco inspirado en el que ocurrió justo antes de la fundación del cementerio de la Chacarita, a partir de la epidemia de la fiebre amarilla durante la guerra del Paraguay. Con la fiebre amarilla se produce otro gran movimiento poblacional donde las clases adineradas se tienen que ir de San Telmo y se mudan al norte de la ciudad y ahí es cuando las clases populares empiezan a ocupar las grandes mansiones partidas en mil que convirtieron en conventillos. Esos hechos son los que inspiraron un poco el movimiento demográfico que ocurre en el libro: un edificio primero construido para ser utilizado transitoriamente por la clases adineradas y que luego los subarriendan, lo parten en mil ambientes, engañando a las clases populares con la promesa que “esto no se va a inundar todavía”.

Planteas un futuro donde ¿nos comemos?

Hay un poco de esto también. El canibalismo aparece como uno de los motivos de la novela. Siento que tiene una carga simbólica enorme el tema de la antropofagia.

 

¿Cómo es tu proceso de creación de personajes?

En Palermo Dead justamente me divertí un poco jugando con eso, siento que cada vez pienso más justamente desde donde estoy narrando. Cada uno de los relatos de Palermo Dead está narrado desde un personaje distinto, no son un reflejo mío, o tal vez algunas cosas sí, pero los personajes están construidos para adjetivar o para construir sus mundos. El primer capítulo, “Los fundadores”, está narrado desde una suerte de mente colmena del grupo de personas, que narra a la vez en un nosotros inclusivo y que son como una suerte de antigua oligarquía que sostienen los valores de Sarmiento en 1850.

El segundo cuento (y no sigo para no spoilear), que es el de la chica que se escapa, es simplemente un recurso que adjetiva un punto de vista político, de una revolucionaria que se está escapando de las instituciones. Entonces cada uno de los cuentos está construido desde una subjetividad distinta, que nada tiene que ver conmigo o que en algunos casos empatizo más que con otros, pero están pensados más en función de nuestras subjetividades distintas dentro de este mundo.

 

¿Cómo se pone en juego la relación narrador-autor?

Yo creo que ya me saqué las ganas de la literatura del yo. Justamente en Palermo Dead intenté alejarme lo más posible de lo autobiográfico. Lágrimas invisibles (Milena Caserola, 2016), que es el segundo libro escribí, sí es casi todo autobiográfico. Manuscritos del tiempo está basada en un hecho autobiográfico que usé para la ficción, pero ya me cansé de ese tipo de ejercicio y ahora busco lo contrario, cómo crear personajes que sean cien por ciento ficcionales.

 

¿Cuáles son los autores que te influencian?

Hay un poco de todo y además me gusta mucho el cine. Son lenguajes distintos. Es muy distinto escribir un guión que escribir una novela pero siento que me inspiran las atmósferas de las películas y para escribir esta novela estuve viendo mucho cine de terror y estuve leyendo esta nueva ola de terror argentino que me parece muy interesante: Luciano Lamberti, Mariana Enriquez, Samanta Schweblin. Hay también mucho de Philip K. Dick, Manuel Puig y Bioy Casares, entre otros.

Otra economía es posible

Otra economía es posible

Panel de la V Cumbre Cooperativa de las Américas.La V Cumbre Cooperativa de las Américas reunió a más de 1.500 cooperativistas en Buenos Aires, con el fin de analizar la situación a nivel global, debatir propuestas y definir iniciativas conjuntas. Esta otra manera de concebir la economía, alejada del lucro capitalista, se ve presionada por un gobierno que la persigue.

Entre el 23 y el 26 de octubre académicos y representantes de organismos vinculados al cooperativismo, provenientes de más de 50 países de todo el continente americano, se congregaron en la Ciudad de Buenos Aires bajo el lema «el cooperativismo en la hora de los desafíos globales». El propósito central fue formular acuerdos que promuevan cambios concretos para estas organizaciones, pero también en las comunidades donde operan. Si bien las cooperativas y mutuales son los espacios más institucionalizados, éstas forman parte de un campo más amplio conformado por la economía social y solidaria.

Académicos y representantes vinculados al cooperativismo posan juntos.

Académicos y representantes de organismos vinculados al cooperativismo, provenientes de más de 50 países de todo el continente americano, se congregaron bajo el lema «el cooperativismo en la hora de los desafíos globales».

El encargado de impulsar el encuentro fue Ariel Guarco, presidente de la Confederación Cooperativa de la República Argentina (Cooperar) y de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), el órgano que reúne a más de 1.200 millones de personas asociadas a estas organizaciones en el mundo. “Nuestro movimiento está avanzando de la mano de otros, como el movimiento que lucha por los derechos de las mujeres. Tiene que ver con democratizar la economía, recuperar los recursos que permiten el desarrollo local sostenible y demostrar que existe un modelo empresario que tiene como base a territorios, trabajadores, consumidores y usuarios organizados que ponen a la humanidad y al ambiente por delante del lucro”, explicó Guarco a ANCCOM.

La cumbre, que ha sido recientemente declarada de interés por el Senado de la Nación, se estructuró en torno a tres ejes: la defensa del planeta, la construcción de un sistema financiero al servicio del desarrollo sostenible y la integración de la economía social y solidaria. Los debates ayudaron a definir diagnósticos y líneas de acción que terminaron en conclusiones plasmadas en una declaración final. En estas discusiones, Guarco alertó sobre los peligros del contexto actual: “La globalización financiera va de la mano de los nacionalismos belicistas y las necesidades más urgentes se topan con los muros que levantan los más poderosos. Por ende, tenemos que ser un actor protagónico y demostrar que hay una economía arraigada en los territorios, que es democrática, equitativa y sustentable, pero sobre todo capaz de promover el desarrollo de cada pueblo en armonía con los demás”.

Rodolfo Pastore, director del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Quilmes, piensa que se trata de una disputa social abierta y que existe una emergencia de movimientos contestatarios que buscan una construcción colectiva en diferentes ámbitos. Uno de ellos es la economía social y solidaria. “Estamos viviendo una transformación del mundo del trabajo en el que tenemos que seguir reivindicando el derecho de los trabajadores asalariados, pero también hay que dar cuenta de que existen otras formas de resolución de las necesidades que no pasan por el trabajo asalariado y que, en nuestro país y en el mundo, van a seguir creciendo. Estas se pueden llevar a cabo por el emprendedurismo individual al que nos quieren llevar, o pueden ser en cambio bajo formas asociativas, cooperativas y comunitarias”, expresó.

Mesa de representantes y académicos relacionados al cooperativismo.

Los debates ayudaron a definir diagnósticos y líneas de acción que terminaron en conclusiones plasmadas en una declaración final.

En Argentina existe un déficit de datos estadísticos de estos sectores debido a la desactualización y fragmentación de la información. En el año 2006, más de 10 millones de personas estaban asociadas a alguna cooperativa o mutual en el país. Además, uno de cada dos habitantes consumía productos o servicios de este sector, que involucra las áreas de vivienda, trabajo, salud, educación, servicios públicos, producción agropecuaria, consumo, seguros, finanzas, turismo y telecomunicaciones. En algunas regiones como la provincia de Buenos Aires se destaca su importancia porque el 50% de la energía eléctrica es provista por cooperativas.

Otra dificultad que atraviesa el sector de las cooperativas y mutuales en el contexto actual es el proyecto oficialista que busca quitarles la exención del impuesto a las ganancias. “Es una incoherencia en términos legales y conceptuales porque la economía social y solidaria no tiene ganancias sino que se forma con finalidades sociales. Además, si en todo caso tiene excedentes, que no son ganancias, son reutilizados para las propias finalidades sociales”, explicó Rodolfo Pastore. En la misma línea, Ariel Guarco agregó: “Esta avanzada pone en peligro la capacidad de formación de patrimonio social al servicio de la comunidad e ignora los acuerdos parlamentarios sostenidos desde 1986”.

Los debates y actividades continuarán con la “1era Semana Nacional de la Economía Social y Solidaria” (ESSA) a realizarse entre el 21 y 23 de noviembre simultáneamente en unas 15 universidades nacionales del país. El evento está organizado por la Red Universitaria de Economía Social y Solidaria (RUESS), que está integrado por equipos académicos de unas 35 universidades nacionales.