“Cuando llegué, escuchaba gritos, llantos, fusilamientos”

“Cuando llegué, escuchaba gritos, llantos, fusilamientos”

 

Gloria Bustamante perdió a su marido, José Alfredo Zelaya Mass, durante la última dictadura cívico militar. Lo desaparecieron por su militancia peronista el 6 de octubre de 1978. Unos días antes, mientras ella estaba de visita en la casa de una amiga, recibió un llamado. “Primero me sorprendió que me llamaran a la casa de una amiga a la que había llegado hacía quince minutos. Después sentí que me estaban vigilando”, relató. La llamada era de una cochería. Y agregó: “Me dijeron que yo había dejado mi número para contactarme, pero no era verdad. Pensé que me estaban persiguiendo”. 

Su marido le dijo que era mejor separarse por su seguridad, así no la asociaban a él, que tenía reuniones con sus compañeros de militancia. Luego de su desaparición, los amigos le aconsejaron a ella que se fuera del país y decidió radicarse un tiempo en Paraguay. A sus ochenta y tres años, Bustamante aún recuerda el día preciso del secuestro aunque no otros datos y fechas, producto del paso del tiempo y la edad. 

Yamila Tejerina de la Rosa tuvo una historia diferente, teñida por el mismo miedo e incertidumbre, pero además, ligado al desconocimiento sobre su propio origen. Sabe que es adoptada, pero su madre, Aurelia Tejerina, nunca le dijo la verdad y, en cambio, le dio varias versiones diferentes sobre quienes podrían ser sus padres biológicos. “Me escondía de todos, no me dejaba ver a amigos, vecinos ni a nadie”, reveló. Además le prohibió tocar unos papeles que tenía guardados. “Una vez los vi, cuando ella no estaba. Eran recibos de sueldo de un tal Jesús de la Rosa, su marido”, le contó a la abogada Valeria Moneta de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.

Jesús de la Rosa había sido desaparecido y era militante en el sindicato de la fábrica donde trabajaba. Aurelia Tejerina le había dicho, en una de sus muchas versiones, que él era su padre, pero ella nunca lo conoció. En busca de respuestas, y ya en un período democrático, Yamila Tejerina insistió a su madre para saber sobre su padre. Le preguntó si era cierto que era hija de su hermana, como se decía en el barrio. “Me dijo que la verdad era demasiado cruel y que nunca me la iba a decir”, recordó. La historia de la familia Tejerina de la Rosa estuvo signada por la persecución y las desapariciones. Primero el hermano de Jesús de la Rosa, luego él mismo; casos de los que Yamila Tejerina se enteró de grande, cuando comenzó a investigar. Más tarde, secuestraron al hermano de Aurelia Tejerina. “La última fue mi mamá. Lo hicieron para que hable y como lo hizo, la soltaron”, teorizó. Cree que la llevaron a Campo de Mayo, pero su madre nunca le contó qué pasó durante los días que estuvo desaparecida. Se llevó la verdad a la tumba.

Yamila Tejerina.

La última en dar testimonio fue Olga Murillo, secuestrada durante tres días en Campo de Mayo. Fue durante enero de 1978, dos años después de la desaparición de su marido. “Me agarraron en la calle, caminando con mi mamá. Me dijeron que iba a declarar y cuando me subí al auto, sentí que me ponían una capucha en la cabeza”, recordó. Cree que la llevaron a Campo de Mayo, donde estuvo con otros secuestrados a los que no pudo ver. Les ponían un número y los llamaban de a uno. “Cuando llegué, escuchaba gritos, llantos, fusilamientos”, explicó. La llevaron a un cuartito donde había fotocopias de fotos en una mesa y le pedían que reconocieran los rostros. “No conocía a ninguna de esas personas”, afirmó. 

Durante los tres días que duró su secuestro, sufrió diferentes vejaciones. La insultaron, la golpearon con bolsones de arena y casi la violan. Un militar con acento paraguayo, recuerda Murillo. Cuando le estaba por bajar el pantalón lo llamaron y se tuvo que ir. “El último día escuché una conversación entre ellos que se preguntaban qué hacer conmigo”, contó. La violencia física se detenía a veces, pero la psicológica era constante, sucedía todo el tiempo. Le decían que la iban a matar, que la iban a tirar al río, que de ahí no iba a salir. “El último día que estuve, me metieron en el piso de un auto y me encañonaron. A la mitad del camino pararon en una estación de servicio y uno me dijo: ‘Si llegás a gritar, te meto un tiro’”, recordó. La dejaron en una ruta entre las 10 y las 11 de la noche, encapuchada. Tenía que esperar que no se escucharan más el auto, pero ella se la sacó mucho tiempo después. 

Volver a la vida normal no fue fácil para ninguna de las tres mujeres. “No tuve contención, ni ningún lugar a dónde ir. Tenía que hacerme cargo de mis cuatro hijos que tenían miedo y querían estar conmigo todo el tiempo”, reflexionó Murillo. Yamila Tejerina de la Rosa aún sigue buscando saber quién es su padre. Gloria Bustamante ya no recuerda muchas de las situaciones y personas que estuvieron involucrados en los fatídicos días del secuestro de su marido y no quiere volver a hacerlo. A todas les faltó la contención y el acompañamiento que, luego de años, pudieron encontrar en los organismos de derechos humanos; pero que en un principio, tuvieron que resignificar solas. “Hice una obra de arte con mi vida porque no recibí contención de nadie”, finalizó Murillo.

Olga Murillo.

“Se decía que metían personas muertas en tambores cerrados con concreto y que después las llevaban a Campo de Mayo”

“Se decía que metían personas muertas en tambores cerrados con concreto y que después las llevaban a Campo de Mayo”

 

“Yo quedé muy mal, me revolvió la panza y hasta el día de hoy lo sueño”, declaró Héctor Hugo Michelena, ex soldado que estaba haciendo el servicio militar durante los primeros años del golpe de Estado. “Había mucho miedo entre los conscriptos y yo trataba de no meterme en nada porque se decía que mataban gente”, agregó refiriéndose a sus días en el Área 400.

Michelena tenía veintiún años cuando, en medio del servicio militar obligatorio y apenas días después del golpe, fue encomendado como custodia y chofer de los mandos jerárquicos en la intendencia del Área 400. Sus tareas cotidianas parecían sencillas. Llevar a sus jefes a reuniones, a las esposas a hacer las compras y a sus hijos al colegio. También a los cabaret, donde los esperaba en el auto. Sin embargo, en medio de encomiendas aparentemente inocentes, a veces tenía que trasladarlos a allanamientos. “Yo me quedaba a unas cuadras, siempre sin querer enterarme. Tenía miedo por lo que se escuchaba; que mataban gente. Terroristas, guerrilleros o zurdos como le decían”, relató.

En los tres meses y medio que estuvo comisionado al Área 400 en Campana, una sola vez vio la escena de terror de la dictadura militar. En la cocina del edificio de administración de la intendencia, cuando comía apartado de los cargos superiores que lo hacían en el comedor, escuchó gemidos y lamentos. Pedidos de agua. Se acercó con unos compañeros a un cuarto chico y oscuro donde generalmente guardaban papeles. Se asomaron y pudieron ver seis o siete personas, encapuchadas y arrodilladas una al lado de la otra, fue la revelación de esos miedos y la confirmación de los rumores. “El cocinero, un sargento ayudante, nos pidió que no dijéramos nada, que corría peligro nuestra vida”, recordó.

A pesar de no haber visto otros secuestros dentro del Área 400, sí escuchaba los comentarios que hacían los conscriptos y otros soldados como él sobre lo que hacían ahí. “Se decía que metían personas muertas en tambores cerrados con concreto y que después las llevaban a Campo de Mayo”, recordó y aunque no lo creía del todo en ese momento, sí era consciente del peligro por lo que optaba no involucrarse con nada. Otro rumor era el de “La Escuelita”, un chalet apartado en Campo de Mayo, pintado de blanco con tejas rojas, donde se decía que tenían gente detenida que “iba a un destino final”.

El momento más traumático, una de las muchas causas que lo definió a abandonar su trabajo, fue un operativo donde también estaba involucrada la policía. Había transportado a los jefes de la intendencia del Área 400 a un lugar, donde se encontraron con 45 cadáveres, personal del ejército y oficiales de la policía. “Uno de ellos tenía un cuchillo. Levantó el brazo de un cuerpo, lo apoyó contra el capó y lo cortó. Era para determinar la edad. Dijo que tenía diecisiete años. Se me revolvió toda la panza”, recordó agobiado.

En la primera audiencia de 2020, también testimonió María Francisca Moyano, mujer de Roberto Albarracín, desaparecido durante el año 1978. Albarracín era peronista. Hacía reuniones con compañeros, que Moyano cree que podrían haber sido de Montoneros, e iba a movilizaciones esperando el regreso de Perón. “Fuimos a verlo a Ezeiza y festejamos cuando asumió Cámpora”, recordó ella. 

Albarracín trabajó en varias empresas, pero sobre todo en la General Motors. En los años de su secuestro, se había puesto un taller con el padre, donde hacía las reuniones secretas con sus compañeros para escuchar los mensajes de Perón desde el exilio. Ella se aburría en las reuniones, eran un sacrificio que hacía por su esposo más que por convicción propia. No le gustaba tener que ir con él a las movilizaciones, pero lo seguía en sus ideales. “Más tarde entendí que eso era importante”, reflexionó. Hasta el día de hoy, no sabe con certeza si su marido era parte de Montoneros o no. Pero afirmó que “si todos los que luchaban por los derechos de los trabajadores fueron Montoneros, entonces mi marido lo era”.

Fue después de las fiestas de 1977 cuando ocurrió la mayor tragedia. Moyano volvía a la casa que compartió con Albarracín, y en la que ella aún vive en Villa Adelina, el 2 de enero de 1978. Su marido llegó en bicicleta, regresaba de ver a su mamá en Don Torcuato. “No te asustes”, le dijo. “La nena se lastimó y le cosieron un par de puntos, pero ya está bien. Se quedó en Torcuato”, le explicó. 

Moyano fue al otro día, el 3 de enero, a ver a su hija mayor, pero la dejó en la casa de los abuelos y partió con la nena más chica rumbo a Villa Adelina hacia la tarde. Cuando llegaron a la casa, volvieron a salir apuradas para comprar el pan, pero en el camino vieron la panadería cerrada. “Fueron solo cinco segundos desde que salimos de mi casa”, relata y agrega: “Y cuando volvíamos, en la esquina, un hombre me detiene y me pregunta a dónde voy. Le digo que a comprar. Él me dice que vuelva al otro día porque estaban haciendo un allanamiento. Era en mi casa”. No volvieron durante dos meses, y se quedaron en lo de su mamá. La preocupaba que se dieran cuenta que era ella la que vivía allí. Tampoco volvió a ver a su marido.

Cuando regresó al barrio, habló con los vecinos de al lado. Le contaron cómo fue el allanamiento que ella no alcanzó a ver. Había camiones del ejército y personas vestidas de civil, como el hombre que la detuvo en la calle. Preguntó por su marido y los vecinos recordaron haberlo visto pasar en bicicleta y esperar un colectivo pocas horas antes. Ella no lo había visto en todo el día porque había ido a Don Torcuato sola y no supo si él fue a trabajar o estaba en otro lado. Tampoco supo por qué esperaba un colectivo ni a dónde iba. 

La casa estaba revuelta, rota y con cosas desaparecidas. Un vecino le contó que, cuando vio entrar a los militares, les dijo que eso era violación de la propiedad privada. La respuesta fue “callate que te cago a tiros”. Moyano nunca vio libros ni folletos con propaganda de alguna organización guerrillera en su casa y además no entendía cómo lo habían encontrado ahí, porque ella era la única que tenía la dirección actualizada en el documento. “Tenía mucho miedo de que volvieran por mí. Lo tuve durante muchos años”, contó con la voz quebrada. “Mi vecina me acompañó a pedir un certificado de separada porque no podía decir que era esposa de un desaparecido y cuando entré a la comisaría tuve la sensación de que no iba a salir”, agregó recordando el temor que tuvo durante los años de dictadura. Antes de terminar su testimonio leyó un poema que le escribió un amigo de la infancia a Albarracín con lágrimas en los ojos y la tristeza atragantada. 

También dieron su testimonio: Capy Garrido por videoconferencia y Jazmín Lavintman. Las siguientes audiencias serán en el día y horario del 2019, los miércoles a las 9:30. 

“La salud mental de este país también se la debemos a las abuelas”

“La salud mental de este país también se la debemos a las abuelas”

“La música me salvó la vida y creo que esto le puede pasar a todo el mundo», dijo Malena D´Alessio.

El Centro Cultural de la Cooperación se cubrió de recuerdos y reflexiones en el ciclo Memoria Identidad, organizado por Abuelas de Plaza de Mayo, ANCCOM y  La Cultural, un espacio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Allí, dos mujeres, Malena D´Alessio, cantante de hip hop -ex integrante del grupo Actitud María Marta- y Lorena Battistiol, quien busca un hermano o hermana nacido en cautiverio durante la última dictadura, compartieron el último jueves  retazos de sus historias como hijas de desaparecidos y su relación con la música. El cierre musical estuvo a cargo de las voces de D’Alessio y Mariana Debenedetti con una fusión de ritmos latinoamericanos y rap. 

“Me acerqué a la casa de las Abuelas en el año 2000 porque tenía ganas de hacerme cargo de esta historia”, comenzó diciendo Battistiol y relató el recorrido que la llevó a participar de la lucha por los derechos humanos y a continuar la búsqueda de su hermane nacide en cautiverio. Ambas entrevistadas coincidieron sobre la forma en que fue tratada la desaparición de sus padres y hermane en el caso de Lorena, y de su padre en el de Malena D’Alessio: “Fue un tema muy difícil de abordar, de muchos silencios”, explicó la artista. Sin embargo, en ambas historias fueron las abuelas quienes pudieron recordar, hablar y seguir nombrando a los desaparecidos. “Mi familia intelectualizaba mucho todo pero mi abuela hablaba y podía llorar. Lo que a uno le debería suceder ante semejante tragedia. A mi abuela le debo mi salud mental”, sostuvo la Malena. Battistiol conmovió a todos y todas las presentes al narrar la relación con su abuela, quien la crió luego de la desaparición de sus padres. “Mi abuelo tenía muchos miedos. Mi abuela salía a la calle, hacía reclamos, iba a las comisarías, a los tribunales, a los hospitales. Tenía el coraje de hacerlo”, contó entre lágrimas que contagiaron al público. Casi como una reflexión conjunta de quienes estaban en la sala quedó claro que las experiencias personales de estas mujeres eran representativas de lo que a toda la sociedad argentina le sucedió gracias a las Madres y  Abuelas de Plaza de Mayo: ellas echaron luz a un tema que estaba vedado. “Le debo mi salud mental a mi abuela, y creo que la salud mental de este país también se la debemos a ellas”, concluyó la cantante. 

“En mi caso se cruzan las dos identidades que nos convocan, me dedico a la música pero también soy hija de desaparecido”, esclareció D’Alessio sobre la relación que la música tuvo con la conformación de su identidad. La identidad es un tema que se ha replanteado mucho a lo largo de su vida. Por un lado, quiso reconocerse como hija de desaparecido y pisar fuerte para reivindicar la lucha de su padre en una sociedad que aún reproducía muchos discursos negacionistas. Su comienzo en la música se dio en paralelo a este momento de la percepción de su identidad. Pero luego advirtió que quien era no pasaba únicamente por allí y recorrió otros caminos para desetiquetarse, para acercarse a otros rincones que la hacen ser quien es hoy. D’Alessio entendió que “no soy sólo hija de desaparecido, soy un montón de otras cosas. En esa lucha de poder construir la identidad de uno es cuando transcurre la vida”. Para Lorena su acercamiento a la música fue y es muy distinto. “No tengo cultura musical, lo mío es el reggaeton, bailar. Me gusta la música pedorra”, confesó. A partir de allí el intercambio giró en torno a la pregunta de por qué desvalorizar así a una música que habla de la vida cotidiana de los pueblos latinoamericanos 

“Siempre me interesó ser partícipe de esas culturas donde el baile y la música forman parte de la vida constantemente”, reflexionó D’Alessio. Para ella, la mirada eurocéntrica que caracteriza a la Argentina siempre mira con cierto desprecio a la cumbia, al reggaeton y a otros ritmos que tienen sus raíces en las culturas afros. “No creo que sea música pedorra. La cuestión de los derechos humanos también implica cuestionarnos qué es la música culta, representada en nuestro país por un teatro llamado Colón” puntualizó, haciendo hincapié en el nivel de eurocentrismo y racismo hegemónico en la sociedad. La infancia de D’Alessio estuvo fuertemente marcada por la música: primero rock nacional, después conoció “la música negra”, hasta que ese recorrido la llevó al hip hop que le cambió la vida: “Me generó una sensación como el enamoramiento”. Ahí encontró una forma de hacer catarsis real que le reveló que no sólo podía escuchar música, sino también crearla. “La música me salvó la vida y creo que esto le puede pasar a todo el mundo, no sólo a mí. Sobre todo la música pedorra”, dijo haciendo reír al público y sobre todo a Battistiol. Las formas en que las identidades se construyen se hacen presentes en todos lados, tanto en la búsqueda de reconstruir su pasado o de conocer su historia, como al rescatar ritmos latinoamericanos que son parte de la cultura del continente y del país. 

“Los problemas no sólo hay que hablarlos, también hay que bailarlos”, le sugirió D´Alessio a Battistiol.

El momento más emotivo se dio cuando Battistiol habló de sus abuelos, de las vivencias cotidianas siendo criada junto a su hermana por ellos y con el gran peso de sus padres desaparecidos. “Había dos momentos que se repetían todos los años donde mis abuelos lloraban” empezó, con una sonrisa llena de lágrimas. El primero era cuando su abuelo les enseñaba las tablas y a ellas les costaba aprenderlas. Su abuelo lloraba de impotencia. El segundo, era todos los 24 de diciembre a la noche. “Ellos se acostaban a dormir temprano y a las doce íbamos con mi hermana a despertarlos para brindar”, contó entre lágrimas, dando a entender lo mucho que los movilizaba esa fecha. Y agregó: “Creo que era la Navidad, el nacimiento, la esperanza. Siempre preferí que llegara año nuevo para no pasar por eso todos los años”. Ante su angustia, que se contagió a los presentes, D’Alessio apoyó la mano en su pierna y le sonrió. “Es bueno hablar de las tragedias y cuestionar dogmas instalados en la sociedad como la idea de que los adultos no lloran”,  señaló. Para ella en el país no hay muchos espacios para canalizar esas cuestiones que, a veces, encuentran salida en forma de llanto, de música e incluso de baile. “Los problemas no sólo hay que hablarlos sino que hay que bailarlos”, alentó a su compañera.

En toda la charla, Malena D’Alessio y Lorena Battistiol dejaron claro que de adolescentes no se hubieran llevado bien. Sus gustos, su forma de ser y de enfrentar la cuestión identitaria que las recorre eran muy diferentes en esa época. Sin embargo, la adultez las encuentra trabajando juntas, apoyándose desde una historia compartida y colectiva que las acerca. Actualmente Lorena Battistiol forma parte de Abuelas de Plaza de Mayo, milita la causa y busca a su hermane desaparecide. “Antes yo era sólo hija de desaparecidos, a partir de mi incorporación a abuelas comprendí muchas cosas. Me hice cargo de buscar a mi hermane”, aseguró. Por otro lado, Malena D’Alessio ve la lucha por los derechos humanos de una forma mucho más rupturista: “Sentí que la mejor manera de hacer una continuidad con la lucha de mi papá era hacerlo a mi manera; recrearlo desde un lugar diferente”. Y confesó que en la agrupación HIJOS se sentía parte pero también a parte, porque el reclamo era desde una continuación de la lucha de los padres desaparecidos y para ella “la mejor manera de ser efectivo para incidir en la realidad y modificarla es rompiendo con la anterior, deconstruyendo la identidad que te viene”.

La Argentina que viene

La Argentina que viene

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Las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) habían marcado claramente un camino difícil de revertir; la aplastante diferencia que sacó el Frente de Todos a Juntos por el Cambio obligó a la coalición oficialista a modificar su estrategia de cara a las elecciones generales. Sin embargo, nada logró frenar la victoria del binomio Alberto Fernández-Cristina Fernández como presidente y vice electos y aunque desde la oposición se esperaba una diferencia mayor, los ocho puntos que los separan  -que pueden transformarse en diez en el recuento definitivo, según los analistas- bastó para ganar y evitar el balotaje. La polarización diluyó las terceras vías y concentró casi el 90% de los votos entre los dos principales candidatos. ¿Cómo se explica el repunte de Mauricio Macri en las elecciones generales y cuál será la Argentina después del 10 de diciembre?

Los resultados de las PASO fueron un duro cimbronazo para el Gobierno. Se esperaba que el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, sacara ventaja a Juntos por el Cambio, pero no con la diferencia abrumadora de 15 puntos. Ante ese escenario y luego de las duras críticas al oficialismo por sus comentarios después de enterarse de los resultados, el macrismo giró 180 grados y cambió su estrategia política. Treinta ciudades en treinta días gritando “sí se puede” fue la apuesta oficialista para recuperar votos y aspirar a un balotaje. “Antes despreciaban la calle como campaña política”, afirma Ana Castellani, socióloga e investigadora del CONICET. Su lógica era del marketing de la proximidad: los timbreos, que cosecharon su éxito en 2015, y las redes sociales; sin embargo, la calle como dimisión política fue utilizada por primera vez en Cambiemos. “En la caravana de las treinta ciudades hubo algo de recuperar la épica política de la muchedumbre; de encontrarnos y reconocernos como parte de un todo”, detalla Castellani. Esta nueva forma de lo político recuerda lo que sucede en marchas de otros espacios, donde impera la sensación de formar parte un colectivo que comparte las mismas ideas y valores. “Macri nunca fue a la calle y no se siente cómodo. Su partido es más de salón, no del vínculo expresivo con la gente”, caracteriza Germán Lodola, politólogo del CONICET. Explica que su nueva estrategia tuvo réditos en dos sentidos: por un lado, le sumó votos y por el otro lo ayudó a adueñarse de ellos para transformarse en un líder dentro del espacio de la nueva oposición de cara al futuro.

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“Macri difícilmente se va a parar frente a Larreta y Cornejo y les va a decir qué hacer. El voto de las elecciones le sirvió para disputar internamente la conducción de ese espacio”, aventura Lodola. Y pronostica que puede implosionar y fragmentarse, y que el Gobierno de Alberto Fernández va a incidir para que eso pase. En este sentido, Ana Castellani asegura que el repunte de Macri en las elecciones no responde a la creencia de que podían darla vuelta, sino para demostrar que valía la pena dar la pelea; que sigue existiendo Juntos por el Cambio y Macri como líder, con la posibilidad de amalgamar las identidades ciudadanas que se expresaron a favor de su gobierno.

Lodola cree que a pesar de que Cambiemos pudo hacer una mejor elección que en las PASO, no hay que perder de vista que perdió en primera vuelta, una novedad si se lo mira desde la óptica de la ventaja que el oficialismo siempre tiene según la ciencia política. “La dinámica política del presidencialismo obliga a intentar reelegirse. Son muy pocos que no lo hacen y menos los que van y pierden. Macri hizo una mala elección para ser oficialista”, afirma y establece una comparación entre estas elecciones y las de 1989, en la que Carlos Menem le sacó once puntos a Eduardo Angeloz, candidato de la Unión Cívica Radical: “Esto nos dice que la base del voto de Cambiemos sigue siendo el voto no peronista de siempre”, teoriza. Y agrega: “Esta vez se polarizó en un escenario bipartidario donde se ve que el peronismo más o menos tiene lo que siempre tuvo, cerca de 50% y lo otro tiene lo que siempre tuvo lo otro: cerca del 40%; por lo que se podría decir que las cosas son bastante estables en términos del electorado”, analiza.

El Frente de Todos no pudo agrandar el porcentaje o recuperar algunos distritos que parecía haber ganado en las PASO y eso es lo que preocupa a Ana Castellani: “Desde agosto hasta acá no hubo una mejoría en términos socioeconómicos, lo cual nos deja en una cuestión de disputa por los sentidos de la crisis, las conductas y las formas, algo mucho más sutil que juega decisivamente cuando hay una porción tan grande del electorado que se reivindica independiente y que no se deja conducir partidariamente”.

Germán Lodola sostiene que el triunfo del Frente de Todos responde a la unión del peronismo que fue capaz de coordinar cosas que parecían diferentes al interior del mismo grupo, impulsado además por la mala gestión del Gobierno que hizo converger a los diferentes sectores. “Todo esto lo termina de cerrar la decisión de Cristina, el factor Fernández, de elegir un candidato capaz de tener una línea de diálogo con los sectores de poder y que pueda nuclear facciones diferentes del peronismo. No sólo se lo da a un propio, sino a un crítico”, analiza.

En este sentido, la alianza para salir de la crisis tiene que ser amplia y sólida, que incluya varios actores políticos en todas las áreas, articulado detrás de un acuerdo estratégico para el desarrollo. “Si no se tiene eso, difícilmente se pueda hacer lo que mínimamente necesitamos para salir de este infierno del Dante”, sentencia Castellani. Mantener la unión del peronismo es central, así como ampliarla a sectores que no acompañaron la elección, pero que pueden acompañar al Gobierno. “Creo que Alberto tiene que mostrar un frente legislativo amplio que incorpore actores nuevos y no tratar de llegar de forma ad hoc en cada una de las elecciones”, detalla Lodola.

El escenario es muy complejo y grave en términos financieros, económicos y sociales: hay fuerte presión inflacionaria, riesgo de hiperinflación, las reservas del Banco Central están muy bajas, las provincias muy endeudadas y la posibilidad de acceder a dólares de financiamiento son pocas. “El panorama es muy delicado y hay que trabajar muy coordinadamente”, advierte Castellani. Los servicios básicos están muy deteriorados y hay un desempleo de dos dígitos que aumenta según la franja etaria: “En las mujeres menores de 30 años del conurbano el desempleo trepa al 30%”, dice Lodola. El panorama no es alentador para el nuevo presidente, y dependerá de su muñeca a la hora de moverse equilibrada y coordinadamente. “La situación es difícil, pero todos los actores lo saben. Eso puede permitirle a Alberto acercar posiciones”, concluye. Aún está por verse si Argentina logrará, como la cigarra, resucitar una vez más.

Violaciones a los derechos humanos ayer y hoy

Violaciones a los derechos humanos ayer y hoy

En el auditorio Abuelas de Plaza de Mayo se conmemoró la visita de la CIDH de 1979.

“Hoy estamos aquí para hacer memoria y recordar que, gracias al coraje de las organizaciones de derechos humanos, y especialmente Familiares y Abuelas, las palabras de Hamlet se harán realidad: los crímenes saldrán a la luz, aunque toda la tierra los sepulte”, declaró Antonia Urrejola, segunda vicepresidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), al final de su discurso en el panel que discutió “Los impactos históricos de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y los nuevos desafíos en el contexto regional actual”. 

El auditorio de Abuelas de Plaza de Mayo en el predio de ex ESMA estaba lleno. Las escaleras se usaban como asientos y en los laterales, donde se ubicó la prensa, no había lugar para caminar.  Los integrantes de la CIDH que viajaron para conmemorar la histórica visita a la Argentina en 1979 hablaron con organizaciones sociales y escucharon sus demandas, mientras recuperaban la historia de la Comisión y revelaban cómo fue el proceso que posibilitó su llegada en plena dictadura.

Emilio Mignone, fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), fue el gran impulsor de esa visita de la CIDH, desde que en 1976 secuestraron a Mónica, su hija de 24 años. A partir de allí, Mignone, que había trabajado en la Organización de los Estados Americanos, acudió al Sistema Interamericano de Derechos Humanos ante la falta de respuestas de las autoridades locales. “Como Mignone, otros comenzaron a presentar denuncias ante la Comisión y para mediados de 1978 ya se tenía información suficiente como para hacer un informe desde Washington”, reveló Urrejola. Sin embargo, los comisionados advirtieron que una visita en el país tendría mayor impacto. Fue gracias a las presiones conjuntas de las organizaciones de derechos humanos y la administración norteamericana que se pudo obligar al gobierno argentino a formalizar una visita.

Finalmente, un 6 de septiembre de hace cuarenta años, arribó la Comisión Interamericana a la Argentina. Permaneció catorce días realizando actividades en el terreno, entre las que se destacaron las entrevistas y audiencias con autoridades, entidades y representantes de los distintos sectores. Se visitaron centros penitenciarios, centros clandestinos de detención y tortura y fueron recibidas miles de denuncias por violación de derechos. “La colaboración de la sociedad civil fue fundamental para realizar el informe”, resaltó Urrejola. Sin embargo, los comisionados bajaron del avión en un momento particular del país. El mismo día de su llegada, un diario anunciaba victorioso el triunfo de la Selección Juvenil de Fútbol ante la Unión Soviética en el Mundial de Tokio, con un gol de Diego Maradona. Jorge Rafael Videla se mostró exultante en el balcón presidencial unos minutos antes de su reunión con los miembros de la Comisión que, por otro lado, fueron recibidos por una lluvia de papelitos que tenían impresa la leyenda “los argentinos somos derechos y humanos”.

“La colaboración de la sociedad civil fue fundamental para realizar el informe de la CIDH”, resaltó Urrejola.

Al final de la visita de la CIDH, se le entregó a Videla un documento preliminar en el que se concluyó que las desapariciones constituían uno de los fenómenos más graves de violación a los derechos humanos. A partir de ahí, se comenzó con la elaboración del informe que se presentó en abril de 1980. En él se hizo énfasis en los delitos que violaban los derechos humanos durante 1975-1979: asesinatos ejecutados por  personas vinculadas a organismos de seguridad del gobierno, detenciones absolutamente indiscriminadas y arbitrarias, torturas inhumanas y degradantes, violación reiterada al derecho a la justicia y obstáculos injustificados a las organizaciones de derechos humanos para que no pudieran ejercer su labor. “El informe, como ocurre con todas las dictaduras y líderes autoritarios, fue rechazado por la junta militar”, siguió Urrejola. Su respuesta fue emitir su propio informe que hablaba de las víctimas del terrorismo. De todas formas, Mignone y otros compañeros, viajaron a Washington y trajeron 500 ejemplares del informe para distribuirlos clandestinamente en el país, a riesgo de sus propias vidas. Recién el 1984 el CELS lo publicó legalmente bajo el título de “El informe prohibido”. La visita instaló en los medios la palabra desaparecido. El silencio y la negación impuesta por la dictadura estaba cediendo y el informe fue un golpe durísimo para su credibilidad internacional.

Víctor Abramovich, procurador ante la Corte y ex comisionado, destacó el impacto que tuvo la visita no sólo para la Argentina, sino para la misma Comisión. A partir de ese momento se marcó la importancia del mecanismo de presencia en el territorio y el registro de casos. “Este modelo se puso en duda en los 90 porque la mayoría de los países estaban en democracia, pero las organizaciones de la sociedad civil resistieron el proceso alegando que, aunque había democracias, existían prácticas de violencia institucionales graves, que sumadas al déficit en las democracias constitucionales como son los grandes niveles de desigualdad económica y social y los procesos de exclusión, reproducen grave violaciones estructurales a los derechos humanos”, relató.

Carlotto fue una de las representantes de organismos de derechos humanos que presenció el homenaje a la CIDH.

El trabajo de la Comisión se hace necesario y útil en todo tiempo. La CIDH es parte del Sistema Interamericano de Derechos Humanos que la tiene como principal brazo junto con la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La Comisión es un órgano autónomo de la Organización de Estados Americanos (OEA) y su función es preservar los derechos humanos en América, examinando las peticiones individuales que, según establece su página web, “pueden ser presentadas por personas, grupos de personas u organizaciones que alegan violaciones de los derechos humanos garantizados” en los tratados interamericanos de derechos humanos. “La Comisión debe seguir autónoma, independiente y rigurosa”, declaró Paulo Abrao, secretario ejecutivo de la CIDH. Y recalcó: “No permitiremos ningún retroceso a lo que ya conquistamos. Es nuestro mensaje de respaldo para la sociedad”.

De parte de las organizaciones sociales que estuvieron presentes, las alusiones a la situación actual del país no tardaron en llegar. Primero de parte de Alfredo Ayala, sobreviviente de la ESMA, que denunció desde su lugar como dirigente del Movimiento Villero. “Nos están matando todos los días; por nuestras caras y nuestra pobreza, que nos dejan ellos al sacarnos el trabajo, los derechos y la dignidad”, declaró conmovido. Después, Nora Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, en conversación con ANCCOM, detalló casos puntuales. “Hace pocos días en Chubut golpearon a docentes e intentaron instalar que fue un grupo de trabajadores. La idea es hacernos creer que la pelea es entre trabajadores, entre pobres”, enfatizó. La llegada de la Comisión hoy, según Cortiñas, es también la esperanza de denunciar los actos que el Gobierno pretende ocultar.

“Hemos sido víctimas de persecución mediática judicial, ahogo financiero que devino en pérdida de autonomía, ingreso de fuerzas de seguridad sin autorización de las autoridades de las casas de estudios, etcétera”, denunció Federico Thea, rector de la Universidad Nacional de José C. Paz. “Es un ataque contra la autonomía de la universidad y lo que hacemos en ella, que tiene que ver con una política de memoria, verdad y justicia”, enfatizó. Por otro lado, el secretario general de la Asociación Bancaria, Sergio Palazzo, puso el foco sobre los derechos violados en tiempos de constitucionalidad, como el derecho a la alimentación,  a la educación, a la niñez y los derechos conquistados para los jubilados que se fueron cercenando. “Además, la persecución política a los que tienen una voz contraria al gobierno también es una violación a los derechos. Quizá el neoliberalismo, que pretendió ir contra el comunismo, está yendo también contra la democracia”, finalizó su intervención.

Por otro lado, Roberto Baradel, secretario general de SUTEBA, hizo especial hincapié en los mecanismos utilizados por el gobierno para crear un enemigo interno, que él ejemplificó con los casos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Y también agradeció el trabajo del CELS en calificar los derechos de los trabajadores como derechos humanos. También tomaron la palabra los familiares de los muertos en el ARA San Juan, la hermana de Diana Sacayán, la activista LGTB asesinada, entre otros familiares de víctimas de violencias institucionales. 

Sergio Maldonado anunció la reapertura de la causa que investiga la muerte de su hermano.

Uno de los últimos en hablar fue Sergio Maldonado, que se había enterado esa misma mañana sobre la reapertura del caso de Santiago como posible desaparición forzada de persona. “La visita de ustedes en ese momento dio la posibilidad de dar otra batalla a la impunidad. La similitud con ahora es que un gobierno democrático utiliza las mismas prácticas”, declaró. Había pedido, desde febrero, que se revise la carátula del caso y recién ahora esto se cumplió. “Quedó demostrado que este gobierno no actúa imparcialmente, sino según un plan”, aseguró. Aprovechó la presencia de la Comisión para hacerle un pedido oficial: la creación de un equipo de expertos independientes que garanticen las investigaciones en estos casos.

Con respecto a las preocupaciones actuales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Antonia Urrejola confirmó a ANCCOM que en Argentina no están haciendo un monitoreo específico, y que la vista al presidente Mauricio Macri sólo está en el marco de lo protocolar, sin agenda. Por otro lado, habló de otras problemáticas en la región que los alarmaba, sobre todo en Nicaragua, Venezuela, Colombia (a causa de recurrentes asesinatos a defensores de derechos humanos) y Brasil. “Estamos en una situación muy preocupante donde hay muchos discursos de odio y estigmatización a distintos grupos vulnerables como los pueblos indígenas, la comunidad afrodescendiente, las mujeres y la población LGBTI. Al final del día, estos discursos justifican la violación de los derechos humanos”, enfatizó. Al mismo tiempo, el aumento de las políticas de mano dura en materia de seguridad ciudadana y la militarización de las fuerzas de seguridad son otros de los grandes temas que miran con preocupación.

De cara a lo inmediato, Urrejola reveló que trabajarán con Memoria Abierta para digitalizar y sistematizar los archivos de la visita de la CIDH para que queden a disposición de víctimas, familiares, organizaciones y toda la sociedad argentina y así, finalmente, se pueda hacer pública la verdad.