Prohíben bombardear Buenos Aires

Prohíben bombardear Buenos Aires

Un fallo judicial exigió al Gobierno de la Ciudad que deje de autorizar la demolición de edificios anteriores a 1941 para favorecer los desarrollos inmobiliarios.

El juez en lo Contencioso Administrativo y Tributario Aurelio Ammirato dictó un fallo que prohíbe al Gobierno de la Ciudad seguir utilizando medidas de excepción para demoler edificios anteriores a 1941. También le solicita que evalúe las construcciones anteriores a esa fecha, una medida que protegería unos 141.000 edificios de Buenos Aires.
Este es el último capítulo de una historia que se inició en 2007 con el dictado de la Ley 2548, una Ley de Emergencia, motivada por la enorme cantidad de demoliciones que hubo en la ciudad. Esa orden fundamentaba el procedimiento de evaluación de los inmuebles antiguos. Sin embargo, en 2011 finalizó el plazo establecido de la Ley de Emergencia y cientos de edificios quedaron sin ser evaluados por el Gobierno de la Ciudad y, por lo tanto, desprotegidos.
Basta de Demoler, una Asociación Civil sin fines de lucro conformada por vecinos preocupados por la rapiña sobre el patrimonio urbanístico, junto al Observatorio del Derecho a la Ciudad, la Fundación Ciudad y SOS Caballito, son quienes iniciaron la causa que motivó el reciente fallo.
“Lo que viene a confirmar el fallo judicial es lo que nosotros estábamos pidiendo hace mucho tiempo: que se haga un catálogo donde se consulte a los vecinos y a diferentes entidades, a través del Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales, y se decida qué edificios se van a conservar y tienen valor arquitectónico y cuáles edificios se pueden demoler”, explica Mauro Sbartiti, arquitecto y colaborador de Basta de Demoler. “La otra parte interesante del fallo es que se habían elegido 18.000 edificios y uno pensaría que eso es un avance, pero es solamente el 10%. Hay un proyecto de ley con edificios por cada comuna, pero esos proyectos de ley no los trataron porque no hay un interés político, entonces perdieron estado parlamentario. En resumen hay un limbo patrimonial, en donde esos 18.000 edificios que parece que estaban protegidos finalmente no lo están”.

¿Para qué sirve el fallo entonces?

Esperemos que sirva para volver a llamar la atención, para concientizar a los vecinos y para que finalmente los ciudadanos puedan decidir cómo va a ser su entorno. Nosotros no queremos que se conserve todo y que nuestra ciudad sea un museo donde no se pueda tocar nada. Hay muchas cosas que no tienen valor y que se pueden desarrollar. Pero hay muchas otras cosas que son súper valiosas y que se están perdiendo por decisiones muy mal tomadas.

 

¿Desde hace cuánto funciona Basta de Demoler?

La ONG la creó en el año 2007 Santiago Puzo. Él se había ido a estudiar al exterior y cuando volvió, vio todo su barrio muy cambiado y decidió armar Basta de Demoler a través de una cuenta de Yahoo. De ahí empezó a convocar a todos los vecinos del barrio de Recoleta y Palermo para ver qué era lo que se podía hacer con todo el patrimonio arquitectónico que se estaba demoliendo. Lo que nosotros tratamos de hacer es organizarnos con abogados y con gente que trabaja en la comunicación y en otras áreas de la sociedad para denunciar casos de irregularidad jurídica urbanística y de esa manera llamar la atención de la opinión pública y de las autoridades para que las cosas cambien.

 

¿Cuáles son hoy los principales conflictos?

El principal conflicto es la falsa idea de progreso, donde se piensa que construyendo todo de vuelta se van a solucionar los problemas de la gente y no es así. El código urbanístico históricamente, a medida que va pasando el tiempo, cada vez permite una mayor cantidad de construcción y en la Ciudad de Buenos Aires sigue viviendo la misma cantidad de gente desde mitad del siglo pasado, entonces no se entiende muy bien para quién se está construyendo. La lucha por el patrimonio histórico de nuestra ciudad expresa intereses inmobiliarios, la decisión siempre la toma el interés inmobiliario y no junto a un arquitecto o la propia gente del barrio que es como debería ser. Los vecinos son quienes deberían decidir cómo va a ser su barrio y su entorno, no la empresa inmobiliaria que quiere vender la mayor cantidad de metros cuadrados posible”.

 

¿Qué debería pasar para proteger el patrimonio histórico?

Entre las medidas que se podrían tomar, una sería que se cumpla la Ley de Comunas y la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, donde explicita que la ciudad tiene un gobierno con democracia participativa, donde todos los ciudadanos deberían intervenir en las decisiones de su entorno.

Lápices que resisten la voracidad inmobiliaria

Lápices que resisten la voracidad inmobiliaria

La arquitecta Natalia Kerbabián dibuja casonas y edificios en demolición para concientizar sobre el riesgo de la pérdida del patrimonio arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires.

 

Viejos chalets de pisos de madera, zaguán y tejas, luego de ser demolidos, sobreviven en la pluma de la arquitecta y diseñadora Natalia Kerbabián, creadora de la cuenta de Instagram Ilustro para no olvidar. Desde 2022 empezó sus ganas de contar (o de gritar) en acuarelas y lápices aquella Buenos Aires que está desapareciendo producto de la modificación del Código Urbano sancionado en 2018 y que dió luz verde a la construcción indiscriminada de torres en la ciudad.

 

¿Cómo nació la idea?

Las casonas de Olazabal y Vidal fueron el puntapié inicial. Fue la gota que rebalsó el vaso, y que condensó todo para impulsar lo que venía ideando, porque fueron varias instancias en las que vi tapiar arquitecturas irremplazables. Pero cuando estaba por demolerse esa esquina decidí ese mismo día empezar a ilustrar todas las demoliciones de patrimonio y las que estuvieron en riesgo también.

 

¿Qué reacciones te generó?

En realidad lo que me pasó es todo lo que tiene que ver con las emociones, porque razonable no era nada. Me impactaba esta sensación de lo absurdo, de lo incomprensible de demoler algo que estaba en buen estado y que definía la fisonomía de nuestra ciudad, la identidad, la cultura. Primero fue una confusión enorme entre bronca, angustia, enojo e incomprensión, y después empezar a averiguar y ver que había un montón de movimientos: blanqueo de dinero, cambio en el Código de Planeamiento y Edificación, y a continuación la firma de las autoridades del Consejo de Asuntos Patrimoniales (CAPS) desestimando arquitecturas que habían sido protegidas hasta el momento.

 

¿Hay personas que colaboran con el proyecto?

La colaboración es en red ciudadana con datos específicos de arquitecturas que fueron o van a ser demolidas. Por toda la ciudad, la gente me envía datos e incluso a veces empiezo a recibir del conurbano, de Rosario, de La Plata y de otros lugares, pero ya no puedo abordar lo que ocurre fuera de Capital. Lo que hago es invitar a colegas, a dibujantes y a quienes quieran sumarse para hacer una extensión del proyecto porque a mí me desborda. También lo que ya tengo para ilustrar me va a llevar dos años. Por otro lado tengo un apoyo incondicional que son las asociaciones vecinales y Basta de demoler, pero lo que es la ilustración lo estoy abordando yo. Invité a algunos ilustradores que seguramente van a aportar con alguna propiedad que hayamos perdido.

 

También veo publicaciones de otras ciudades, como Mar del Plata, donde hay casonas y chalets en riesgo de demolición. Al final el problema no es solo el patrimonio de la ciudad.

Mar del Plata sufrió una baja grande en los años setenta. Hace mucho tiempo perdió todo lo que era la galería costera, que era muy de estilo francés, una joya, y se construyó La Rambla, pero en esa época hubo una pérdida muy grande por la masificación de edificios. Ahora está sufriendo otra barrida y es uno de los lugares afectados. También estoy avisando pero cuesta que se sume gente de otros lugares, no es tan fácil.

 

¿Cómo ves la evolución o degradación del patrimonio histórico en la ciudad?

Gravísimo. De alto grado. Hay una voracidad en lo que es demoliciones en tiempo y forma nunca antes visto. Las demoliciones se producen de manera muy llamativa y de forma veloz, y ya prontamente se ingresa una construcción. Ha habido demoliciones siempre. Algunas de ellas se trataban de estructuras en muy mal estado pero no es lo que está sucediendo hoy que se talan árboles y se demuelen edificios vivos.

 

¿Cómo observan esta situación en el grupo de arquitectos? ¿Hay indiferencia?

Hay silencio. A ver, algunos colegas se manifiestan pero desde las instituciones hay silencio o, por lo menos, a mi no me llegó ningún tipo de comentario, entonces el silencio es abrumador.

¿Creés que hay una forma de frenar esta fiebre por los desarrollos inmobiliarios?

Hay una forma pero va a llevar tiempo. Tiene que ver con que la ciudadanía se vuelva activa y que empiece a conocer las herramientas de denuncia y de ejercicio de sus derechos para empezar a implementarlas. También las reuniones de ciudadanía en cada comuna, en las organizaciones vecinales con el comunero, para que se puedan presentar en la Legislatura proyectos de ley como los que se están haciendo. Cada vez más son más. Entonces, una ciudadanía activa y consciente que retoma o que reconecta con la estima de su ciudad es para mí el movimiento que viene, el futuro. Si vos sos consciente de quién sos y lo que te corresponde y te identifica, probablemente no estés esperando al gobierno de turno para que te represente o aceptes que haga y deshaga como se les ocurra. En la página de «Basta de demoler» hay una solapa que indica cómo denunciar o qué se puede hacer. Yo las compartí en la página de Ilustro y con la autora de la cuenta de Instagram «Buenos Aires Perdida« . Nosotras hicimos una transmisión en vivo por esa plataforma y ahí explicamos un poco.

 

¿Hay diputados o legisladores que estén enterados de la movida?

Si hay legisladores y diputados que se comunicaron conmigo. Son legisladores del Frente de Todos y tienen intención de declararlo proyecto de interés cultural. Estamos ahí comenzando a intercambiar. También están enterados de lo que está sucediendo hace rato por los grupos vecinales organizados como los de Colegiales por el Parque Ferroviario. Hubo muchos proyectos de ley para darles freno al avasallamiento inmobiliario.

 

Hay muchos de estos edificios que datan de antes de 1941, fecha establecida por la normativa para impedir demoliciones sin la aprobación del Consejo de Asuntos Patrimoniales. Sin embargo, se autoriza de todas formas su destrucción. ¿Con qué criterios evalúa ese Consejo?

Los criterios no están claros. Porque una misma arquitectura que puede tener una gemela o una muy parecida se puede desestimar y la otra está protegida. Hay un hermetismo en las instituciones que determina cuáles son los criterios de protección, eso confunde mucho también. Es todo incierto, nunca sabes qué le van a dar, pero últimamente están desestimando muchísimo más que antes, no es que siempre fue así.

 

¿Quién lo integra?

En la página del Gobierno de la Ciudad, en la sección Consejo de Asuntos Patrimoniales ves toda la tablita con la gente que está adentro y todas las instituciones. No incorpora antropólogos, ni filósofos, ni tampoco historiadores.

 

¿Estos tres que mencionaste son necesarios?

Sería interesante que un antropólogo, antropóloga o una filósofa, un historiador  puedan tener voz y voto en cuestiones de patrimonio intangible.

Por la calidad y cantidad de dibujos daría la sensación de que se viene un libro.

Se vienen dos libros. Uno es compartido con una persona que lo respeto un montón y que pronto lo diré, y el otro es propiamente de “Ilustro…” con memorias ciudadanas y relatos específicos de las historias de las casas o los barrios que sufren demoliciones.

 

¿Cuál es tu objetivo a largo plazo con estas obras?

No sé si con mis obras, porque pueden ser como diferentes formas de tomar conciencia en diferentes áreas de documentación, de archivo, de memoria registrada; pero el propósito en realidad es reconectar con la memoria emotiva de la ciudadanía, que empiece a entender que sí hay mucho valor en nuestra ciudad, que sí somos una ciudad diferente y única, que sí somos una ciudad peculiar, de una reunión cultural mixta muy interesante y única, que sí es original y no una copia y que pensemos a hacer dueños y responsables y gozar de los derechos de esta ciudad y apelar a la buena calidad de vida. El propósito es despertar conciencia ciudadana respecto de nuestro patrimonio.

“El Código Urbanístico está cada vez más a favor de la especulación inmobiliaria”

“El Código Urbanístico está cada vez más a favor de la especulación inmobiliaria”

La histórica esquina porteña de Córdoba y Dorrego, a punto de ser demolida.

Basta de Demoler es una organización no gubernamental que se formó en el año 2007 como iniciativa de vecinos y vecinas que vieron cambiar sus barrios, con el objetivo de defender la conservación del patrimonio arquitectónico de la Ciudad de Buenos Aires, recurso no renovable en peligro de extinción. Frente a la ausencia de políticas públicas y al deterioro o demolición del patrimonio tangible e intangible, surge la asociación que busca crear un nexo entre la sociedad y ocupar ese lugar donde el Estado está ausente, ya que no sólo no resuelve la problemática sino que empeora la vida de la población en pos de defender otros intereses. Para organizar los reclamos a fin de que sean puestos en agenda, la ONG difunde los casos de edificaciones que están en riesgo de demolición –o que ya se han perdido- y promueve acciones de amparo para evitar la destrucción.

Mientras la definición de Código Urbanístico explica que “permite diseñar una ciudad a escala humana, donde el vecino sea el principal beneficiario de todas las transformaciones de Buenos Aires” y que busca cuidar el patrimonio histórico, en la práctica esta regulación se ajusta, en verdad, a la medida del mercado inmobiliario.

En el barrio de Palermo Chico, por ejemplo, un proyecto inmobiliario amenaza tres casonas del Área de Protección Histórica, donde se otorgó un permiso de manera irregular para construir una altura que casi duplica la permitida, de volúmenes no habilitados, con la unificación de lotes y superficies a construir que superan lo autorizado por la normativa e incluso no se informó a la comunidad vecinal de esta situación. 

La Ley 3056 que establece el procedimiento de Promoción Especial de Protección Patrimonial (PEPP) sobrevive como una prórroga hecha por vía judicial ya que se sancionó con fecha de caducidad. Los reclamos públicos y las acciones de amparo de las asociaciones vecinales hicieron posible mantener la vigencia de esta ley que protege de la demolición los inmuebles de propiedad pública o privada que estén inventariados como “Edificios Representativos”, y registrados o construidos antes del 31 de diciembre de 1941.

La Ciudad de Buenos Aires solo tiene 18.195 edificios protegidos, construidos antes de 1941.

En el año 2011, la Secretaría de Planeamiento del Ministerio de Desarrollo Urbano del Gobierno de la Ciudad y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires suscribieron a un convenio con el fin de definir un inventario de edificios de valor patrimonial anteriores a 1941. De los 140.527 inmuebles relevados sólo 18.195 fueron incorporados como inmuebles protegidos por el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales (CAAP), organismo que actúa como filtro y elige que edificio van a proteger y cual no. Mauro Sbarbati, arquitecto y miembro de Basta de Demoler, explica que además del bajo porcentaje que se propone proteger, la situación es más compleja ya que nunca enviaron al Poder Llegislativo estos proyectos de ley para que sean tratados. Es la Comisión de Planeamiento Urbano de la Legislatura porteña la encargada de trabajar sobre ese registro de edificios para sancionar una ley que establezca el Catálogo de Edificios Protegidos de la Ciudad.

Para Sbarbati se trata más de una estrategia de greenwashing que de una verdadera política por la preservación del patrimonio. En comparación con otras ciudades, el porcentaje elegido por el Consejo Asesor es muy bajo y la demolición está a la vista en cada barrio de la ciudad, seguida de la construcción de edificios altos que cambian la escala de la ciudad, impactan sobre la habitabilidad y no la hacen más sostenible, ni social ni ecológicamente. La construcción ilimitada de edificaciones de siete pisos en calles comunes y de doce en las avenidas, afecta la calidad de vida. “La luz y el sol parecen una cuestión abstracta pero después de la pandemia te das cuenta que vivimos como en un zoológico”, afirma Sbarbati.

El Código Urbanístico privilegia la mayor capacidad constructiva. “Lo que más estamos discutiendo es que en realidad cada vez que modifican el Código, el tema del patrimonio va perdiendo potencia y se va flexibilizando la defensa sobre los edificios y las áreas de protección histórica. Antes, a los edificios catalogados no se le podían construir edificaciones arriba, lo empezaron a hacer y finalmente modificaron el Código para ir blanqueándolo. La Dirección General de Interpretación Urbanística toma las decisiones y hacen el enrase –la igualación de las obras del entorno construido en altura- que está bien pero intentan compensar la altura de un vecino con la altura del otro siempre a la mayor cantidad de metros cuadrados posibles, nunca a la más baja. El Código está cada vez más a favor de la especulación inmobiliaria y menos a favor de la habitabilidad”, afirma.

Basta de Demoler nació en 2007 para resistir la destrucción del patrimonio arquitectónico de Buenos Aires.

Sbarbati explica que es muy difícil el acercamiento con el Estado y que siempre es más llamativo inaugurar más metros cuadrados que la restauración y el cuidado. “Lo que sucede es que nadie tiene poder de decisión sobre su entorno inmediato y sobre su espacio, siempre lo decide otro”. Esta práctica extendida en muchas ciudades del país tiene un impacto ambiental, además de la pérdida del patrimonio que se podría poner en valor culturalmente. “Se están demoliendo un montón de residuos sólidos que en otros países se cobrarían impuestos por ejemplo, están tirando abajo un montón de edificios que a veces tienen materiales nobles que no se reemplazan más”, afirma el integrante de Basta de Demoler. La autorización constante de demoliciones tiene efectos sobre los barrios, el entorno y sus habitantes. “La arquitectura es el ordenamiento de las relaciones sociales entre las personas porque te dice dónde te reunís, circulás, dormís, dónde se ejerce el poder. Eso queda plasmado en las formas que tienen las casas y los edificios, y desaparecerlos provoca que esas explicaciones que son parte de la historia se vayan perdiendo”, concluye.

Lorena Marina Sánchez es Doctora en Arquitectura, Magister en Intervención del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de la Universidad Nacional de Mar del Plata e Investigadora Adjunta del Conicet. Explica que la preservación de las viviendas está bastante poco resuelta en muchos lugares del mundo porque en los centros urbanos o en los lugares más codiciados, que tienen todos los servicios y todas las bondades de las ciudades, es donde se trata de densificar. Lo que significa más viviendas y menos lugar. “En general, es un problema histórico –tanto pasado como presente- que no es nuevo sino que ahora está más visible, de conciliar lo antiguo con lo nuevo. Por ejemplo, construir una vivienda en un casco histórico plantea varios dilemas para lo cual la disciplina patrimonial ofrece ciertas soluciones pero con cada caso es un mundo en sí mismo y las resoluciones no son siempre fáciles de tomar”, señala.

La vivienda tiene una particularidad que quizás no tengan otros tipos de arquitecturas, expresa Sánchez, y el mayor problema está en las que tienen una escala intermedia por su condición privada, que forman contexto y caracterizan a las ciudades. “Normar sobre ellas y hacer que un área siga teniendo vida cotidiana, que la ciudad pueda seguir evolucionando y generando nuevos patrimonios -porque es necesaria la arquitectura contemporánea- no es un dilema que tenga una única solución. Tampoco está solucionado en los centros históricos declarados como tales, que tienen un desarrollo importante en normativas y en turismo. Especialmente en Europa aparece la tugurización y la gentrificación. Los centros se vacían de los pobladores originales, las viviendas empiezan a ser temporarias, se empiezan a precarizar y a ser ocupadas o bien, a convertirse en focos de las diferentes élites. Mantener las viviendas con un grupo de personas que le den sentido al lugar en la misma línea histórica en que venían siendo utilizadas como una residencia, es algo complejo. Además, incorporar la arquitectura nueva y responder a planificaciones que a veces piden densificación, no siempre es fácil de solucionar. En esa tensión entre lo nuevo y lo viejo, la especulación inmobiliaria encuentra un intersticio de lujo para operar, entre vacíos normativos, necesidades económicas de nuestras ciudades y ciertas lecturas extrañas de las normas”.

Sánchez, autora del libro ¡Viva el patrimonio!: un paseo por el legado arquitectónico y urbano publicado en el 2020, cuenta que en Mar del Plata el código de preservación patrimonial solamente protege y ampara en determinada circunstancia los bienes principalmente individuales, y no hay una norma que proteja el contexto. “Donde se construye una torre se alteran los dos linderos y si se construye una torre por intermedio, el que queda en el medio lo vende y se produce un efecto dominó negativo que va cambiando la fisonomía de la zona. No se está equilibrando el pasado con el presente”.

Para Sánchez la noción de patrimonio, recuperada de la reconocida arquitecta Marina Waisman, es lo que le permite a los habitantes encontrarse con su propia cultura, lo que de alguna manera los identifica y que puede ser tangible o intangible. Es decir que además de su materialidad y estética concreta, narra historias únicas. Considera que la vivienda -ámbito de su interés, en el que trabaja y observa muchos cambios- es una de las áreas del patrimonio más complejas. Las viviendas suelen tener valores contextuales-ambientales e histórico-sociales, no solo individuales o artísticos puntuales. “Definitivamente el impacto de una torre que cohabita con una vivienda de dos plantas es negativo. Eso en Mar del Plata se ve. Los recursos naturales como los recursos construidos patrimoniales, son escasos, no son renovables. En ese sentido, la preservación del ambiente entendida como algo integral, implica un equilibrio”.

Para comprender la importancia de la preservación, la Doctora en Arquitectura cuenta que el patrimonio residencial, por ejemplo, expresa la evolución de una sociedad. “Una casa puede revelar lo que pasó no solo una familia sino lo que pasó en esa ciudad e incluso en un país. Si una sabe leer especialmente los conjuntos de viviendas, podrá observar que son muy ricos porque tienen una biografía que es la que hay que explorar para saber qué preservar y descubrir sus valores, que son testimonios de una época y de una sociedad. Las viviendas hablan de lo doméstico, de lo micro y también de lo macro. Se conjugan varios factores que son muy interesantes y en eso reside la complejidad de qué se preserva, qué no y cómo”.

Sánchez explica que la clave de lo residencial, en términos de viviendas que tienen valores contextuales, está en proteger áreas, una vivienda suma por ser parte de un conjunto. “Por ejemplo, en Buenos Aires lo interesante es ver esa cuadra donde esas casas “chorizo” en conjunto alineadas conforman una fachada sobre la línea municipal. Esa cuadra hace a su vez de eslabón del barrio que probablemente sea similar en muchos de sus trayectos o tramos, y en su conjunto identifican un lugar. Tienen valor de conjunto. Observarlas, ver cuándo fueron construidas, por qué tienen ese tipo de zaguán, qué tipos de tecnologías se utilizaron, las alturas que tienen, es como leer un libro”.

En Mar del Plata no hay ningún tipo de regulación de contexto. Para Sánchez, desde la organización interna local, la ciudad debería trabajar con sus áreas porque cada una es particular y requiere un análisis dentro del marco territorial y social. “Un área es mucho más que el conjunto de viviendas pero éstas son importantes porque le dan sentido. El patrimonio es muy dinámico y son muchos los esfuerzos para protegerlos. A medida que va avanzando el conocimiento también se va modificando la forma en que se preserva mejor”.

En su ciudad existen iniciativas locales llevadas adelante por vecinos y vecinas alarmadas por las torres que se están construyendo en el sector costero. “En ese perímetro está siendo demasiado visible la ruptura de cohabitación entre torre y vivienda de uno o dos pisos. Las asociaciones vecinales aparecen como un factor importante que trabajan con abogados y expertos por la defensa, para que no demuelan un chalet para hacer una torre o para que no pongan una torre que anule los chalet contiguos”, cuenta la investigadora. La Asociación Marplatense Defensores del Patrimonio Arquitectónico y Urbano colabora e incluso impulsa una especie de monitoreo de bienes que están en venta, reúne firmas en petitorios, envía cartas al municipio, realiza abrazos simbólicos y safaris fotográficos, para organizar la defensa del patrimonio, frente a la falta de respuestas del Estado.

Sánchez también destaca la importancia de concientizar a los usuarios ya que son ellos los que definen vender o no vender, en cuanto a la salvaguarda de bienes residenciales. En la facultad estos temas también son de interés y se tratan desde líneas de investigación, quizás más académicas pero en diálogo con la ciudadanía.

Las casas narran y entender lo que nos dicen es parte muchas veces de una investigación, y en eso está la riqueza de cada lugar, expresa Sánchez. Desde lo monumental hasta lo modesto, desde lo material hasta lo inmaterial, desde lo ambiental hasta lo tecnológico, el patrimonio es aquello que forma parte de la cultura y de la historia, que condensa estilos arquitectónicos diversos, formas de habitar el espacio, la historia de una cuadra, la identidad de una construcción, de un barrio y de sus habitantes.

“El tecnoliberalismo interviene y monetiza todos los ámbitos de la vida cotidiana”

“El tecnoliberalismo interviene y monetiza todos los ámbitos de la vida cotidiana”

Sadin mirando de frente a cámara

Eric Sadin, escritor y filósofo francés, estudia las relaciones entre sociedad y tecnología

“Tengo una preocupación por la precisión, la claridad y la elegancia de la lengua que se opone a la retórica vulgar difundida por el mundo industrial-digital.” Así finaliza la introducción de La siliconización del mundo, el nuevo libro de Eric Sadin, escritor y filósofo francés que estudia las relaciones entre sociedad y tecnología y que ya había publicado La humanidad aumentada, ambos editados por Caja Negra. En su nueva obra, traducida por Margarita Martínez, Sadin realiza un diagnóstico crítico de la vida social contemporánea basándose en los últimos desarrollos en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación,  iniciados e impulsado por las principales empresas de Silicon Valley.

¿A qué se refiere con el término “siliconización del mundo”?

A mediados de los años noventa, se desarrolló un modelo económico llevado adelante por California, Estados Unidos. Originalmente buscaba explotar las posibilidades de Internet, pero no le fue muy bien, porque colapsó rápidamente en el año dos mil. Fue un momento de entusiasmo frenético que terminó muy mal porque el modelo no era claro. Luego de la caída, se afirmó un modelo más preciso basado no tanto en la publicidad sino en lo que se llama la economía de los datos y las plataformas: es la recolección cada vez más precisa de datos sobre el comportamiento de las personas en Internet, y Google fue el primero en desarrollarlo hasta que se extendió a todo Silicon Valley. Ya a comienzos del 2010 estaban consolidados los grandes grupos de la industria digital, los llamados GAFA (Google, Amazone, Facebook y Apple)  y otros, e impresionaron al mundo entero. Frente a los problemas que enfrenta la democracia a nivel global, se impuso una evidencia: que había que retomar este modelo y copiarlo casi idénticamente, porque se erigía como la nueva regla industrial-económica que había que instituir, gracias al aporte generoso de fondos públicos y a fondos privados.

¿Cuáles son las principales características de la civilización basada en la robotización integral?

Este modelo es una economía del dato, se asienta en la inteligencia artificial, que vuelve posible el conocimiento pero también la interpretación del conocimiento y ofrece la capacidad de retroalimentarse con esa información, lo que le permite enunciar. Esto significa que los sistemas inteligentes pueden brindar sugerencias de productos y servicios, que se supone están ajustados a cada instante de lo cotidiano y dirigidos a cada individuo a escala planetaria. Esto significa la mercantilización integral de la vida que busca sacar provecho del comportamiento. Acá estamos hablando de individuos. Esto no es solo una cuestión de mercantilización sino de organización automatizada de la existencia, del trabajo de sectores colectivos.

¿Cuáles son las consecuencias sobre la vida cotidiana de las personas?

Esta arquitectura es indisociable de la extensión de sensores en todas las superficies de lo real: mientras caminamos, en la cama, en una balanza o en un baño. Esto genera un conocimiento que va más allá de la navegación en Internet, y que es conocimiento de la vida. Es un estado del liberalismo llamado tecnoliberalismo, que interviene y monetiza todos los ámbitos de la vida cotidiana para su provecho. A mí eso no me agrada para nada: que nuestra vida esté pegada a un acompañamiento y orientación de las decisiones, que proveen asistentes virtuales. En el ámbito laboral, gran parte de los procesos productivos están regulados por un sistema inteligente. Si uno está en desacuerdo, ¿a quién puede oponerse ahora? Antes había un maestro mayor de obra. Ahora las máquinas se reactualizan continuamente para responder mejor a las instancias de conflicto. Las dos consecuencias son la mercantilización de la vida y la organización algorítmica sobre nuestro cotidiano colectivo en busca de responder a intereses privados y de tener una sociedad cada vez más optimizada sin errores y de instalar una forma de racionalismo extremo.

Sadin apoyando mano derecha sobre su pecho. Mientras mira de costado.

«Nuestro uso de la tecnología redefinió algunas dimensiones de lo que llamamos vida privada».

Recientemente, con la venta de datos de Facebook a Cambridge Analítica, el tema de la protección de datos personales resurgió y ganó amplio consenso. Sin embargo, argumenta que la preocupación por esto es una “vulgata de nuestra época”. ¿Por qué sostiene esa idea?

Es verdad que nuestro uso de la tecnología redefinió algunas dimensiones de lo que llamamos vida privada. Con el caso Snowden todo el mundo se despertó. El problema que aparece es la supuesta violación de la vida privada  y esto se complica dentro del marco jurídico de las democracias, porque las compañías privadas puedan acceder a nuestra vida privada y las agencias estatales también van a buscar esa información. No digo que no sea importante, pero creo que todavía ocupa el lugar principal y se ignora una cuestión mayor del problema digital: se saca la bandera de la ética, ¿pero de qué ética? Aunque hay muchas, siempre hay un tipo de ética que se convoca y que está basada en el concepto de libertad negativa, que desconfía del poder político y del gobierno y que afirma la defensa de la libertad individual. Hoy en día es lo que más se defiende, sin captar que el problema es el de la enunciación de la verdad. Construimos sistemas que formulan la verdad en varios niveles: a nivel incitativo (“hacé esto en vez de esto”), a nivel de la orden (“contraten a tal persona y no a tal otra”), a nivel prescriptivo, en la medicina y que responden a intereses privados y que nunca son temas de debate. La consecuencia es un retroceder de la autonomía de juicio y la facultad de determinarnos libremente. Quedan afuera las contradicciones de juicios y la posibilidad de armado de una sociedad, que es lo que funda nuestra civilización. Los sistemas tienen la capacidad de dar órdenes y erradican las bases jurídicas filosóficas que nos fundan y pienso que esto es mucho más importante que la defensa del espíritu pequeño burgués basado en la libertad individual. Como decía Hanna Arendt: “La facultad de juicio es la facultad política por excelencia.

Se considera un pensador y escritor “orwelliano” y defiende un método que asocie sentido común y creatividad para poder no solo criticar sino proponer una alternativa al modelo de la siliconización. ¿A qué se refiere con ese modelo?

La creatividad es la facultad de jugar y de establecer con lo real una relación diferente. El sentido común es la inteligencia compartida, valores fundamentales que todos tenemos, por ejemplo, no lastimar a los demás, la integridad y la dignidad. Podemos decir que el sentido común está siendo cuestionado, porque los sistemas informáticos son una forma de negar la espontaneidad y creatividad humana. Es hora de distinguir innovación y creatividad. La creatividad no está en la facultad de crear empresas Start up ni en una innovación que, de facto, persigue intereses que suponen una dimensión utilitarista. La creatividad no tiene necesariamente una dimensión utilitaria. En el caso de la innovación se habla exclusivamente de técnica. La creatividad es mantener una distancia con los fenómenos, es no adoptar el lenguaje cotidiano, de cuestionar las fórmulas que todo el mundo repite: la innovación, el bienestar, la transición digital. Eso es ser “orwelliano”. Creatividad es despertar la conciencia: que apenas nuestros valores fundamentales se ven atacados, hacemos una obra política, decimos eso no lo quiero, es una potencia de rechazo. Y es mejor cuanto más colectivo es. Pero la creatividad también es una potencia de afirmación, lo que significa incentivar la expresión de nuestras facultades. Se trata de celebrar la singularidad y la pluralidad humana.

La Bauhaus en Buenos Aires

La Bauhaus en Buenos Aires

El mundo entero es una Bauhaus expo subsuelo y seminario de la tarde – Museo Nacional de Arte Decorativo MNAD.

La exposición El mundo entero es una Bauhaus comenzó su recorrido por América Latina en el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD), en donde se pueden ver los objetos, las fotografías y los archivos de la escuela alemana que no sólo revolucionó el diseño, el arte y la arquitectura, sino que significó un cambio de paradigma y una mirada moderna a principios del siglo XX con increíble repercusión y vigencia en la actualidad. La muestra puede visitarse hasta el 12 de agosto, cuando comenzará a viajar por el mundo.

Valérie Hammerbacher,  la directora artística de la muestra, explica en diálogo con ANCCOM qué significa  El mundo entero es una Bauhaus, frase que pertenece al belga Fritz Kuhr, estudiante y luego profesor de esa escuela artística: “Quería decir que no se trataba de imponer el estilo Bauhaus sino que era una manera de mirar y de estar en el mundo. Tener amplitud de miradas, apertura a lo internacional, afición por crear cosas que simplificasen la vida cotidiana.”  Hammerbacher lo resume: “La Bauhaus no es solamente una escuela donde se aprende arquitectura, o a trabajar telas, o a crear lámparas y mobiliario, sino un lugar en el que se elabora una forma de habitar el mundo y de convivir con los demás”.

Bauhaus – en alemán, Bau “construcción” y Haus “casa”- nació en 1919 y fue cerrada en 1933 por el régimen nazi. En sus catorce años de vida se sucedieron tres directores, Walter Gropius, Hannes Meyer y Ludwig Mies van der Rohe. A casi un siglo de su fundación, el Instituto para las Relaciones Culturales Internacionales de Alemania junto con el Goethe-Institut, la Embajada de la República Federal de Alemania, el Ministerio de Cultura de la Nación y el Servicio Alemán de Intercambio Académico hicieron la “puesta a punto” de la muestra en Argentina con un equipo alemán y local que trabajaron bajo la guía del curador Boris Friedewald. La muestra continuará por México y terminará en Alemania el 2019.

La exposición El mundo entero es una Bauhaus comenzó su recorrido por América Latina en el
Museo Nacional de Arte Decorativo

“Veíamos con entusiasmo con el curador hacer dialogar la lógica rupturista de la Bauhaus con el Palacio de nuestro museo, porque ahí se genera un contraste interesante entre Walter Gropius y René Sergent (arquitecto del MNAD)  que son dos contemporáneos y construyeron los edificios con doce meses de diferencia. Uno representa un mundo que está terminando y el otro que está naciendo”, sostiene el director del Museo, Martín Marcos, desde uno de los balcones de la casa donde se podía apreciar el estilo neoclásico francés y las instalaciones minimalistas de la muestra.

La muestra está dividida en ocho áreas que intentan abordar todos los aspectos de la escuela. Aparecen conceptos muy modernos, como los cuerpos suspendidos y la ingravidez, el hombre nuevo, la técnica, el arte y la artesanía, la pedagogía basada en la creación colectiva, la biblioteca conformada no por libros de arquitectura barroca alemana sino por libros de otras culturas que muestra una mirada hacia el “otro” como un otro valioso.

“Hoy los desafíos son distintos pero la actitud Bauhaus puede hacernos reflexionar sobre nuestras encrucijadas en términos de sustentabilidad ambiental, social y económica. Para tener una mirada menos tradicional más innovadora y que acepte tomar riesgos para generar nuevas alternativas”,  agrega  Marcos.

En las salas temporarias del subsuelo hay un homenaje a las huellas de la Bauhaus en Argentina, fotos de Horacio Cóppola y Grete Stern, la visita de Gropius al país y el mirador de Marcel Breuer en Mar del Plata (hoy muy deteriorado pero de gran valor cultural). Además están los modelos de las sillas de Breuer y Van der Rohe y se pasan constantemente películas filmadas en la Bauhaus. La idea de no hacer de la muestra un mausoleo viene acompañada de la invitación al público a conferencias y seminarios con especialistas locales y del exterior para construir una mirada actual y crítica sobre lo que es el espíritu Bauhaus.

La muestra está dividida en ocho áreas que intentan abordar todos los aspectos de la escuela.

Entre el público había quienes conocían el movimiento, pero aun así encontraron información y materiales que no están disponibles en otro lugar, como señaló Olivia, una diseñadora gráfica- que cuenta: “Lo que más me gustó es poder ver acá los originales de Kandinsky”. También lo destaca Florencia Cherñajovsky, curadora de arte: “Me parece remarcable la cantidad de información integrada en la escenografía, con documentos, libros, planos y fotografías que dan cuenta del carácter multidisciplinario de la escuela”.

La gente que viene de otros campos también pudo apreciar la relevancia actual de la Bauhaus: “Me encanta porque es de una actualidad increíble” comenta Susana Bueno, mientras Mónica Herrero, docente de literatura, agrega: “Lo que te alucina es que es post Primera Guerra y es súper moderno. Muchos de ellos estuvieron en el frente de la guerra y esa experiencia te obliga a crear algo para encontrarle un sentido a la vida. Supongo que por eso también el contacto con la artesanía más que con el arte… es mucho más cuerpo a tierra”.

El  MNAD está ubicado en Avenida Libertador 1902, abre sus puertas al público de martes a domingo de 12.30 a 19 horas y la entrada libre y gratuita.