Tres generaciones, una misma lucha

Tres generaciones, una misma lucha

En el marco del 45 aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo, ANCCOM dialogó con la abuela de Plaza de Mayo Buscarita Roa, su nieta Claudia Poblete -restituida en el año 2000- y su bisnieta Guadalupe, de 14 años. ¿Qué significa la apropiación? ¿Cómo fue el proceso de restitución? ¿Cómo se transmite la historia familiar y el valor de la verdad?

A 45 años de la creación de Abuelas de Plaza de Mayo, ANCCOM entrevistó a tres generaciones marcadas por la misma historia. Durante la dictadura cívico militar que comenzó el 24 de marzo de 1976, se llevó adelante un plan sistemático de detención y desaparición de personas en manos de las fuerzas de seguridad militares, que incluyó el secuestro, desaparición y apropiación de niños y niñas. Buscarita Roa, Claudia Poblete Hlaczik y Guadalupe Álvarez Poblete, son testimonio de ese plan de exterminio, pero también de los logros de una lucha colectiva que el 22 de octubre conmemora 22 años de búsqueda. 

Buscarita Roa, Abuela de Plaza de Mayo, buscó incansablemente a su hijo, José “Pepe” Poblete Roa, militante de Montoneros, desaparecido por el terrorismo de Estado, el 28 de diciembre de 1978 en la Ciudad de Buenos Aires. El mismo día, en la localidad de Guernica, secuestraron a su nuera Gertrudis “Trudy” Hlaczik, junto a su nieta de ocho meses, Claudia Victoria Poblete Hlaczik. En su búsqueda, Buscarita supo que sus familiares estuvieron detenidos en el Centro Clandestino de Detención “El Olimpo”. Mientras buscaba a Pepe, Trudy y a la pequeña Claudia, Buscarita había acordado con su consuegra que la familia materna se encargaría de criar a la niña, pero su destino fue otro. 

Por testimonios de sobrevivientes, se supo que luego de permanecer unos días en el Centro Clandestino de Detención con sus padres, Claudia fue apropiada por el Coronel Ceferino Landa, integrante de la inteligencia del Ejército, y su esposa, Mercedes Beatriz Moreira. El médico militar Julio César Cáceres Monié fue quien colaboró en la falsificación de la partida de nacimiento, donde le impusieron otro nombre, Mercedes Landa. 

En 1999, por denuncias que recibió Abuelas de Plaza de Mayo sobre una niña que había llegado al seno del matrimonio Landa-Moreira, Claudia fue convocada por la justicia que investigaba si podía ser hija de desaparecidos, y accedió a realizarse el examen de ADN que confirmó que era hija Pepe y Trudy y que su nombre era Claudia. Y el 7 de febrero del 2000 la justicia restituyó su verdadera identidad. 

Claudia reconoce que le costó aceptar su historia, cuando se convirtió en madre de su primera hija, Guadalupe fue cuando comenzó a comprender la importancia de lo que le había pasado respecto de su apropiación. Con Guadalupe, de 14 años, ANCCOM inició este diálogo intergeneracional en Casa por la Identidad, el espacio que Abuelas tiene en la ExESMA, para contar su historia a las nuevas generaciones. 

¿Qué sensación te dio conocer la historia de tu mamá? ¿Qué pensaste cuando te enteraste que eras bisnieta de Buscarita?

Guadalupe Álvarez Poblete (GAP): Me fui dando cuenta de a poquito. En un momento seguíamos viendo a los apropiadores, pero era como muy de vez en cuando. Hubo un día que estábamos en el auto con mi mama volviendo del colegio y fue cuando me contó la verdad que en realidad ellos no eran parte de la familia y que eran sus apropiadores. Estaba muy enojada porque pensaba qué malas personas, le mintieron toda la vida sabiendo que era muy menor y le mintieron sobre algo tan importante como es tu familia. Aparte de eso, también porque eran militares, y estaba muy enojada. No podía creer que habían hecho eso. Cuando me di cuenta de toda la lucha que había hecho mi bisabuela me sorprendió, y por eso admiro mucho a las Abuelas en su totalidad. Admiro mucho a mi bisabuela y a todas las Abuelas de Plaza de Mayo. Son muy valientes por lo que hicieron durante todo ese tiempo y en un momento muy complicado.

Cuando hablas con tus compañeros y compañeras de la escuela, ¿les contás la historia de tu mamá, tus abuelos y tu bisabuela?

Guadalupe: Me acuerdo que en la primaria cuando les conté a mis compañeros, todos estaban muy sorprendidos y no entendían bien, porque todavía no entendían mucho. Sobre lo que pasó, la dictadura, recién hablamos en séptimo grado. Yo a veces les contaba en cuarto y quinto, pero no sabían casi nada, después en séptimo lo hablamos un poco. Me gustaba participar más en esas clases porque sabía más sobre eso. En la secundaria, vino una sobreviviente a charlar y pude saber más sobre la historia, ahí me di cuenta que había cosas que no sabía tanto.

¿Qué pensás que le podés decir a los chicos de tu edad y a los del futuro? Como vos debe haber un montón de chicos que todavía no saben cuál es su verdadera familia. ¿Cómo crees que se les puede hablar de la identidad?

Guadalupe: Es muy importante que los jóvenes y las personas que podrían haber sido apropiadas sepan sobre la historia y sepan sobre su identidad.  Es muy importante saber quién sos, saber quién es tu familia, cuál es tu historia. Si no sabes nada de tu identidad, no sabes tu nombre, tu día de tu cumpleaños, no sabes quienes son las personas que estuvieron detrás tuyo, haciendo un montón de juicios, buscándote por todos lados, tantos años. Es muy importante porque hicieron un gran esfuerzo a lo largo de toda su vida para encontrarte y para que sepas sobre ellos y la lucha que hicieron.

Claudia, ¿te resultó difícil contarle a tu hija Guadalupe la historia de lo que había pasado?

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: Fácil no es nunca. Lo que sí, siempre fue guiado por una decisión que yo tomé cuando ella nació de tratar de que siempre supiera la verdad. Ella se dio cuenta recién cuando era un poquito más grande, pero la realidad es que siempre tratamos de que lo tomara, dentro de todo lo posible, con naturalidad. De todos modos, hubo un momento de quiebre donde se dio cuenta de lo que significaba lo que le estábamos diciendo y tomó conciencia. A partir de ahí es un proceso gradual. A mí lo que me genera alegría, de alguna forma, es saber que mi hija y mi otro hijo pueden crecer con su verdadera identidad. El proceso les permite a ellos también conocer quiénes son y no tener que sufrir el trauma de la apropiación que fue heredada. Ella, al ser mi hija mayor, le tocó un poquito más que al chiquito que llegó con todo un poco más ordenado. Hubo herramientas cuando ella era más chica, por ejemplo. una vez fuimos al cine a ver la película Rapunzel y me puse a llorar viendo una escena. Ella me miraba y no entendía qué era lo que pasaba. Le traté de explicar que eso era muy parecido a lo que me había pasado a mí. Pero ella era muy chiquita. Todas esas cosas son pequeños momentos en que uno va hablando y sembrando esas pequeñas semillitas con ayuda de mi familia, mi abuela, mis tíos, son una familia que vive mucho la historia y se va mamando de alguna manera.

¿Cómo hablarle a los chicos y chicas de la identidad ahora, que la dictadura parece algo lejano para ellos que nacieron en democracia? 

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: En este momento es un desafío de la institución de Abuelas. Es mantener vivo ese relato porque en realidad está vivo todavía. Mi hija tiene 14 años, mi hijo tiene 9, los chicos que vienen acá son de escuelas secundarias y primarias y tienen la edad que pueden tener los bisnietos y bisnietas de las abuelas. Parece algo lejano porque las fotos están en blanco y negro, pero es algo que en realidad es todavía vigente. Es un desafío hablarles a los jóvenes hoy en día. Creo que la clave está en que los jóvenes mismos puedan hablar, que sean ellos que puedan encontrar su voz en este relato y verlos en sus experiencia. Ver en el hecho de que ellos tienen una partida de nacimiento, tienen un DNI desde que salen del hospital, todas esas cosas que ellos viven puedan relacionarlas con el derecho a la identidad, que tiene su base en la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Incluso hoy, con lo que es la identidad de género y todos estos nuevos desafíos que tenemos los adultos de llegar hasta ellos, ellos pueden ver esa identificación y ver esa necesidad de conocer lo que significa tener la verdadera identidad y la construcción que requiere socialmente. Es necesario transmitirles que los necesitamos porque hay que encontrar a los y las que faltan, y es a través de ellos que vamos a lograr encontrarlos. Ojalá pudiéramos no dejarles ese legado y los encontremos pronto, pero mientras nos falte uno, la generación de ellos también sufre la posibilidad del cambio de identidad.

¿Vos empezaste la búsqueda de tus abuelos o ellos te buscaron a vos?

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: A mí me encontraron. Fui restituida cuando tenía 21 años. Había tenido algunas dudas en mi adolescencia por la edad de mis apropiadores. Yo había sido criada en una especie de burbuja, por lo que no sabía nada de lo que había pasado en Argentina. Era durante la década de 1980 y 1990, nada que ver con la Argentina de ahora. No tenía acceso a la información y no sabía. Había denuncias que habían llegado a Abuelas de que mis apropiadores tenían una beba y ella no había estado embarazada, que claramente era un caso raro. A partir de esas denuncias, mis familiares lograron ubicarme, y me hice el examen de ADN para corroborar mi verdadera identidad.

¿Cómo fue ese momento de reencuentro?

Claudia Victoria Poblete Hlaczik: Fue un proceso. Al principio fue muy difícil para mí. Había sido criada con la ideología de mis apropiadores que eran militares, entonces me costó un tiempo poder aceptarlo. La verdad que mi familia me espera con mucho respeto y mucho cariño siempre. Logramos llegar a los abrazos y compartir, hoy en día, instancias de vida familiar normales. Ir a comer fideos los domingos, que mis hijos, mi abuela, que es su bisabuela, pero es su abuela, la viven con mucha naturalidad y eso para mí es una gran satisfacción haber llegado a este punto. También es muy importante para mí hoy por hoy acompañar el trabajo en Abuelas, dando testimonios, colaborando en las actividades, porque es fundamental que los podamos encontrar a todos y todas por la sociedad en sí misma y por cada uno de ellos y ellas que no saben quiénes son.

Buscarita, a tu bisnieta le pregunté qué significaba para ella la identidad porque pertenece a otra generación, con otro tipo de historia y contexto. De tu parte quisiera saber lo mismo. Para vo,s ¿qué es la identidad?

Buscarita Roa: Para la juventud de ahora la identidad ya está instaurada en la sociedad porque la verdad estuvo perdida. La sociedad había perdido la identidad porque los militares dejaron un vacío, dejaron 30.000 personas desaparecidas y con ellos una juventud diezmada. Para mi, pienso, que la democracia es algo que se está construyendo nuevamente.

¿Cómo fue el reencuentro? Sé que Claudia al principio estuvo un poco más alejada

Buscarita Roa: Les pasa. Les pasa a todos. Ella fue la más fácil y la que costó menos porque la familia nuestra tuvo mucha paciencia de esperarla porque la verdad es difícil. Se la llevaron a los ocho meses y fue criada con un coronel, con otros valores, con otra vida. Sacar eso de la cabeza de una chica de 21 años cuando la encontramos fue bastante difícil. Creo que tuve mucha suerte porque es una persona muy correcta, con valores que parece que se lo hubieran dejado los padres. Ella no fue tan difícil.

¿Qué le dirías a los jóvenes hoy en día?

Buscarita Roa: Es una cosa tan difícil porque todos los jóvenes de hoy en día no han vivido esta situación, acá se vivió un golpe de Estado, se vivieron momentos muy difíciles. Creo que la juventud de ahora lo que tiene que hacer es escuchar, aprender y tener memoria. Es lo más importante.

 

En Chile también hubo apropiación de niños

En Chile también hubo apropiación de niños

Emilia busca a su hermana Alexandra Paola Astudillo, a quien su madre debió dejar en Rancagua cuando se exilió.

«Aquí las mujeres no van a usar pantalones» le dijeron, navaja en mano, un grupo de carabineros en una razzia a Zurla de Lourdes Astudillo y a algunas pocas compañeras de la noche y de la militancia. Acto seguido les cortaron los pantalones y les estamparon algunas palmas, entre otros atropellos a sus cuerpos. Postal de la calle de la ciudad de Rancagua en Chile de 1973.

Ese amedrentamiento, junto con el golpe de Estado al presidente Salvador Allende hizo que ese grupo de mujeres, militantes de izquierda de Rancagua y “trabajadoras de la noche” –eufemismo que se usa a ambos lados de la coordillera – debieran exiliarse el 13 de septiembre de 1973..

Sin documentos, Zurla corrió hacia la ciudad argentina de Comodoro Rivadavia para trabajar. Después pasó por Río Gallegos y por Río Grande, destino final de este exilio, uno de los más de doscientos mil que provocó el pinochetismo. El costo de salvar su vida fue muy alto: debió dejar una familia, dos hijas.

Primero, Rancagua

Zurla nació el 11 de octubre de 1949 en el austero San Bernardo, región metropolitana de Santiago de Chile. Allí, a los 18 años, fue madre soltera de Patricia, su primera hija, en diciembre de 1967. A los 21 quedó embarazada por segunda vez. Un accidente de trabajo, o de amor, quién sabe. En su casa le dijeron a Zurla: “Niña, cómo puede ser. ¡Otra vez!”.

Echada de casa y sin su primera hija (que quedó a cargo de sus abuelos maternos), Zurla viajó en 1971 hacia Rancagua. Llevaba a Alexandra Paola Astudillo, su segunda hija, recién nacida, en andas.

Allí ingresó a trabajar a la Casa de Cristal, una residencia de señoritas, otro eufemismo. Fue ahí cuando los carabineros comenzaron a perseguirla: Zurla tenía ideas de izquierda, soñaba y militaba para cambiar su realidad y la de otros. Por eso debió exiliarse y desprenderse de su segunda hija: Alexandra «la Poli«, que a los dos años quedó al supuesto cuidado de una compañera de trabajo de su mamá. Nunca más la vio.

La ONG Nos Buscamos ya revinculó a 45 personas con sus familias biológicas mediante exámenes de ADN.

Después, Río Grande

La peripecia llevó a Zurla hasta Río Grande, en Tierra del Fuego, Argentina, donde conoció a Alberto Enrique, de apellido Bonifetti. Con él, tuvo otros tres hijos: Emilia, Marcelo y Gino.

Emilia fue quien con una cuchara llena de preguntas comenzó a revolver el guiso espeso de la memoria. Tenía doce cuando, por descuido, vio la foto de una niña en la cartera de su mamá. “¿De quién será?”, se preguntó. “Es tu hermana. Se llama Patricia”, contestó Zurla. Una hermana que no había en su familia argentina (la única que por entonces conocía). Zurla tuvo que explicar todo. Desde ahí, fueron años de preguntas y de miradas bajas y cansadas como respuesta.

Emilia tenía cuarenta y uno cuando viajó a Santiago de Chile por enésima vez para hurgar en la historia de su mamá. Quería saber qué pasó con ella antes de que tuviera que salir corriendo, sin nada y sin sus hijas, dos días después del sanguinario golpe a Allende. Si bien Zurla -tras regresar a vivir en Chile en 1996- había intentado dar con algún rastro de Alexandra, no consiguió pista alguna.

«Durante la crianza de mi propia hija, quien tiene ahora seis años, me pregunté por la cuestión de mi mamá, por la de mi hermana. ¿Cómo poder convivir con la distancia, con la incertidumbre? ¿No querría ella saber? ¿Qué fue de ella? Necesité mover a mi mamá, buscar en ella y con ella», cuenta Emilia Bonifetti.

Emilia tiene 44 años. En diciembre pasado viajó a Chile nuevamente para convencer a su mamá de comenzar la búsqueda de Alexandra. Partida de nacimiento no la hubo, datos del nacimiento en el Hospital Parroquial de la Comuna de San Bernardo no los hubo, Casa de Cristal no la hay más, testigos de ese lugar no existen, conocimientos del paradero de la compañera de Zurla, tampoco. ¿Cómo podrían?

La búsqueda es como hurgar en una llaga. «Mi mamá tiene una úlcera que no termina de curarse, es una herida que no quiere cerrar. Algo pendiente: saber de su hija. Pero esta causa judicial que se abrió, la Causa Rol 1044/2018, le hizo saber que que hay muchas personas en su situación, le atenuó esa culpa al darse cuenta que hay otros que atravesaron su misma situación. El expediente da cuenta de que hay padres, hijos, hermanos que buscan a alguien desaparecido y personas a cargo de las búsquedas que no cuestionan a las víctimas. Esta causa, en este momento, da cuenta que Chile raspa la herida», explica Bonifetti.

En la Causa Rol, el Poder Judicial chileno y la Brigada Investigadora de Delitos contra los Derechos Humanos hurga en un sistema de sustracción, apropiación y tráfico de niños (muchos de ellos hacia Europa) llevado a cabo en hospitales públicos y clínicas privadas sobre todo –pero no exclusivamente- durante el pinochetismo.

Casos como el de Alexandra, quien tiene ahora 49 años donde sea que esté, integran las dos mil denuncias declaradas por la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados chilena en 2018. La ONG Nos Buscamos, que nació en 2014 para propiciar la restitución de identidades de las personas apropiadas, tiene en sus registros ya 3.000 casos y logró revincular con sus familias biológicas a 45 personas a través de pruebas de ADN.

La mayoría de las historias dan cuenta de la existencia de un mercado negro de adopciones, cuya materia prima eran familias perseguidas, de fusiladas o muy carenciadas, a quienes en la mayoría de los casos se les informaba falsamente que sus hijos habían nacido muertos.

¿Cómo pudieron encarar la búsqueda Zurla y Emilia? Fue tras el aliento de Sabrina Gullino Valenzuela Negro, nieta argentina restituida número 96, quien comentó a Emilia sobre denuncias y búsquedas relacionadas a la dictadura chilena. “Las veces anteriores en que mi mamá intentó conseguir algo, fue infructuoso. El marco en el que se da la denuncia actual es muy distinto. Hay efervescencia, empuje social, atrevimiento y muchas preguntas. Hay muchas causas similares y que no tienen más de cinco años. Hay un contexto insoslayable, en una sociedad que se cansó de no saber, de no poder. Cada cual desde su historia pero todos desde una sociedad que dijo basta», sentenció Emilia Bonifetti.

En ese Chile revulsivo de fines de 2019, Zurla y Emilia se acercaron a distintas organizaciones sociales dedicadas a la restauración de identidades y a dependencias del Estado chileno hasta dar con el Ministerio de Justicia, que en enero de este año y tras recibir un escrito de ambas, se comunicó inmediatamente para asistir a Zurla en la búsqueda de Alexandra. Ellas siguen buscando.