La Revolución Menstrual

La Revolución Menstrual

En un ensayo personalísimo, Thiébaut da cuenta, con mucho humor, de sus 40 años de sangrado periódico.

“No todas las personas que tienen un útero menstrúan, no todas las personas que se dicen mujeres tienen menstruaciones, no todas las personas que menstrúan se consideran mujeres”, concluye la francesa periodista y feminista Élise Thiébaut, autora del libro Mi sangre.

Ceci est mon sang es el título original, en francés, de su ensayo, que en España se tradujo en 2018 por la editorial Hoja de Lata como Ésta es mi sangre y en Argentina se publicó, el mismo año, como Mi Sangre, de la mano de la editorial Hekht, para la colección de textos Pyra.

Natalia Ortiz Maldonado cofundadora de esta plataforma de experimentación, como se autodenomina el espacio, contó para ANCCOM que la colección Pyra no fue arbitraria, sino que surge de los viejos saberes que hoy por hoy se reactualizan en textos feministas. También reveló que el hecho de que Ceci est mon sang lo haya traducido un varón fue un desacierto: “Necesitábamos alguien que menstrue -dijo entre risas- o que tenga perspectiva y sepa que para nosotras no es igual escribir vagina en lugar de concha. Cuando corregí el texto le dije: ¡Definitivamente acá va concha!”.

El libro es una invitación a exigir visibilidad de la menstruación y a salir del lugar impuesto de la vergüenza.

Lo personal es político.

En la librería La Libre, ubicada en el microcentro porteño, Thiébaut conoció a algunas de sus lectoras y lectores argentinos, en el marco de un conversatorio en el que ANCCOM estuvo presente. “Quise saber cómo era empaparse de sangre menstrual verde”, se refirió sobre el movimiento feminista, que acompaña la lucha por el aborto legal seguro y gratuito.

Este ensayo personalísimo, destaca en sus páginas el humor con el que Thiébaut cuenta sus 40 años de sangrado periódico, y también es una documentación sobre los antecedentes del lugar que le dieron las sociedades patriarcales a la menstruación, la menopausia, las enfermedades menstruales, el síndrome pre-menstrual, y a los protectores higiénicos: “Las investigaciones que hay están hechas desde el mercado para vendernos medicamentos, pero no para conocer lo que nos está sucediendo”, señaló la autora. “Estamos todas enfermas en tanto y en cuanto aceptamos la pastilla anticonceptiva como la solución de un montón de enfermedades, por ejemplo cuando te la dan como un remedio para la endometriosis y para el ovario poliquístico.”

Es una época de Revolución Menstrual, con mayúsculas, porque el libro es una invitación a exigir visibilidad y salir del lugar impuesto de la vergüenza, es reclamar facilidad de acceso a protectores higiénicos en espacios públicos y para las personas sin hogar, las que padecen las guerras o aquellas que están atravesando la migración; y a partir de ahí cuestionar y criticar el marketineo de las industrias que ocultan, en sus procedimientos, el nivel de toxicidad de sus productos.

“Algunas personas se tomaron a mal que no escribiera un capítulo entero sobre personas trans”, admite. “Partí de mi experiencia personal; para volverla política hubiera sido artificial hacer un capítulo sobre eso, no viviéndolo personalmente, pero sí al final de mi libro invito a personas con visiones diferentes, que hagan conocer sus historias y sus vivencias, lo cual sucedió mucho: muchas personas contaron sus experiencias, hubo podcast, hubo artículos de prensa y debates públicos, generó movimiento.”

«Creo en la posibilidad de una solidaridad internacional entre las mujeres», dijo Thiébaut.

– Aquí en Argentina existen al menos veinticinco pueblos originarios, ¿qué opina de los rituales ancestrales de celebración de la menarquía o historias de experiencias menstruales que no forman parte del discurso hegemónico?

– No quise hacer una historia universal, ni hablar de las culturas que no conozco muy bien, y mucho menos juzgarlas desde una posición hegemónica, como hacen muchos. El conocimiento que puedo tener respecto a otras culturas, a otras sociedades puede ser mediado por lo que se puede leer y quién escribe lo que se puede leer. Por ejemplo, el padre de la antropología, Lévi-Strauss, cuenta que cuando fue a los pueblos donde había mujeres y niños eran pueblos vacíos. ¡Él escribió sobre esos pueblos como si estuvieran vacíos! Entonces no puedo esperar que ellos me cuenten qué era menstruar. Cuando empecé a interesarme sobre el tema de la menstruación conocí a un antropólogo que se llama Chris Night, que contó que se le despierta una intuición a partir de un libro de Lévi-Strauss, que se llama Los modales de la mesa, que refiere a la regla, pero incluso el propio Levi-Strauss no lo sabía: escribió un libro entero de la menstruación sin saberlo.

 – En su libro propone maneras de llevar a cabo la Revolución Menstrual, ¿Cómo pensarlas, también, para Latinoamérica?

– Creo en la posibilidad de una solidaridad internacional entre las mujeres. Yo me concentré más en las culturas de las  sociedades occidentales donde hay menos  nivel de estigmatización que otras, como por ejemplo la China. Por otro lado, está la cultura mozo, que se dice sin padre ni marido, donde los hombres y las mujeres son mucho más iguales que acá y la menstruación, es una celebración, una alegría. Todas tenemos que reinventar y ver antes entrelíneas lo que leemos. Por ejemplo, cuando encontraban vestigios o huesos de una persona que estaba con armas siempre pensaban que eran jefes varones y en realidad entre el 30% y 40% eran mujeres. Entonces tenemos que volver a estudiar y escribir sobre sociología, arqueología, etnología, porque hay que reescribir totalmente la historia.

Vamos a votar, mi amor

Vamos a votar, mi amor

Ofelia Fernández (centro), fue una de las organizadoras del «padronazo masivo».

El viernes 24, a las 8 AM, en la Plaza de Tribunales, un grupo de diez personas, con bancos y carteles armaron una radio abierta. A partir de ese momento se consolidó la producción de un evento pequeño, pero importantísimo. En el grupo, está Ofelia Fernández, una de las militantes más jóvenes que fue presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini y Pedro Rosemblat, otro referente, creador de personajes como “El Pibe Trosko” y “El Cadete”. Pocos días antes, ambos habían agitado desde sus cuentas de Twitter e Instagram un empadronamiento masivo para las y los pibes que no aparecían en el padrón electoral.

«Surgió de un papá que publicó un twit que decía: ‘Mi hija no está en el padrón’ y yo hice una encuesta y hay alrededor de cinco mil pibes que no están figurando y nos empezamos a dar cuenta que es más grave de lo que pensamos y armamos esta movida muy espontáneamente. Estamos mostrando que le sacaron a miles de pibes la posibilidad de votar. La ley de Voto Joven es la ampliación de derechos más grande que hay desde el voto femenino y toda ampliación de derechos tiene que ver generalmente con empoderar a los que no se llevan bien con el poder, y me parece que el Gobierno Nacional lo que ve es eso y por esa razón cercena ese derecho. Por eso saca a casi un millón de pibes del padrón, porque saben que no los votan a ellos», expresó Ofelia Fernández, para ANCCOM.

A las 10 de la mañana ya estaba lista la radio abierta, que tuvo como decorado una suerte de escarapela, que tenía inscripto, en letra cursiva: “Padronazo”.

Pedro Rosemblat y Ofelia Fernández animaron la jornada con una radio abierta.

Abrió la radio una voz conocida, la de Gabriela Borelli. A su lado, Pedro y Ofelia, dieron a conocer los motivos del encuentro. Los transeúntes que miraban, al pasar, lo hacían con extrañeza. En cambio, los jóvenes que habían llegado, sabían con certeza que era un viernes de empadronamiento y fiesta, en las vísperas del 25 de Mayo. Los que hablaban en el micrófono prometían locro para la hora de almuerzo y de fondo se escuchaba: «La Revolución es una causa colectiva. Se arma una comunidad con la Revolución, porque lo que hace es proponer una identidad. La Revolución comenzó en Mayo de 1810 y no sabemos cuando cierra. Sólo abre un sin fin de guerras por una identidad nueva, el sueño de la Patria Grande es desde ese entonces…».

Mientras tanto, dos muchachas sonrientes servían chocolatada para cualquiera que estuviera parado ahí.

«Perón llamaba a ‘organizar a las fuerzas vivas’, ¡qué más fuerte y qué más vivo que la juventud!», gritaba Pedro desde la radio.

En eso, llegaban algunos jóvenes más y se acercaban a la mesita de información a llenar su formulario de empadronamiento y se iban. Los que se quedaban, participaban del sorteo de libros.»¡Se lleva este libro alguien que tenga ropa interior roja!», dice Martín Rechimuzzi, que se sumó a los micrófonos. La gente se reía, pero nadie contestaba. «Bueno ni siquiera se han revisado, queda claro que nadie usa ropa interior…»

Pero por detrás, alguien, tímidamente, dijo: “Yo” y enseguida pasó a recibir su premio y abrazó a Martín.

Para las 14 la plaza se llenó de jóvenes comensales de locro que se sentaron en el pasto de cara al sol. Una chica pelirroja rapeaba en el micrófono.

Laura, una de las asistentes expresó: “Es un derecho, siento que con la edad que tengo ya lo puedo hacer y siento que puedo cambiar un montón de cosas que están mal con mi voto”. Mientras que Leila, desarrolló su caso:

“Tengo 18 años y no aparecí en el padrón a los 16 y tampoco ahora, hice el reclamo acá (Secretaría Electoral) y me dijeron que me iban a llamar, pero no me llamaron. Yo volví a llamar por teléfono y me dijeron que no aparecía y no sabían por qué, así que vi por redes este evento y dije ‘ya está’.

– ¿Por qué pensás que existen estos errores en el sistema? – preguntó ANCCOM.

– Yo estoy afiliada en un partido político, así que no me sorprendería… Hoy en día los adolescentes nos estamos dando mucha cuenta de los problemas que hay en la educación y en la salud y estamos tratando de interesarnos en eso y mejorar algo. Y viniendo acá y reclamando que no aparecemos en el padrón, manifestamos el querer votar y eso es algo muy importante.

Dante, que ese día cumplía 16 años, fue directamente a empadronarse. Se quejó: «Piensan que porque tus padres votan a tal persona, vos también tenés que tener la misma ideología.»

Luego llamaron a cambiar de plaza: “La lucha no termina con el voto. Hay una marcha masiva contra el gatillo fácil de Bullrich, que dejó cuatro pibes muertos y una piba gravemente herida», convocaron desde la radio y la plaza se sumió en un silencio profundo. La presencia de las y los pibes se necesitaba en otro sitio.

“Soy una drag queen boliviana”

“Soy una drag queen boliviana”

«Si hicieran un pequeño sondeo de la gente que ha dirigido esas ONG, se darían cuenta que al final se crearon grupos elitistas de los que trabajan en estas agencias, que se han enriquecido con eso», denuncia París Galán.

En el edificio de extensión de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), París Galán estuvo a cargo de una clase teórico-práctica sobre la kullawada, una danza ancestral indígena que representa la memoria de los pueblos de habla aymara.

La familia Galán, como llamaron al colectivo de bailarines, aportó para la recreación del personaje Waphuri (guía trans kullawa) en el bordado y posterior uso de un traje acorde a exigencias de la comunidad TLGB en Bolivia: “Me hice una vestimenta cómoda para mariconear”, se ríe París.

La clase dio pie a un debate sobre la fuerza social y cultural de las tradiciones: “El folclore es altamente machista, pero las danzas evolucionan según su tiempo histórico y a nosotras nos ha servido como reivindicación”, sentenció.

 

 ¿Cuál es tu trayectoria?

Yo soy París Galán. Y no digo me llamo, porque mi nombre es Carlos Parra, pero hace veinte años he creado una identidad, por un tema de demanda de derechos como homosexual. Ahora me dicen el París o la París, pero me es indistinto el artículo. Siempre me he autocuestionado. Hay que definirse para la gente porque quiere algo fijo, así que me defino como trans, y de hecho trans es un prefijo que significa movimiento. Hace veintiún años comencé siendo transformista, que es lo más simple, buscaba una manera de feminizarme, participaba en eventos de la comunidad gay y la mirada era muy machista, esencialmente había hombres homosexuales y solo dos mujeres.

 ¿Por qué decidiste bailar?

No quería quedarme en lo banal, así que comencé a hacer fotografía y teatro y así en el año 2000 empecé a bailar kullawada. Yo he mariconizado al personaje waphuri (guía del bloque de Kullawada), que era muy masculino. Ahora está asociado con lo marica, porque la vestimenta es un traje ‘dragquineado’. Hay waphuris tradicionales pero no son tan visibles como los Galán: con sus 2,10 de estatura entre las botas y el sombrero, con pestañas de 10 cm de largo y un traje despampanante.

¿Hace cuánto tiempo que venís a Argentina a bailar?

 Hace siete años que vengo a bailar a Buenos Aires. La primera vez presenté el libro La China Morena, memoria histórica travesti, de Daniel Aruquipa, que cuenta sobre Ofelia, el personaje creado por los travestis a finales de los años 60, cuando se estilizó la vestimenta tradicional de las “cholas” paceñas con influencia de las vedettes de la época, y fueron utilizadas y expuestas en la Ciudad de La Paz.

«La Constitución en Bolivia prohíbe el matrimonio igualitario. Necesitamos un movimiento real y contestario, que no se calle ante esto», subraya París Galán.

 ¿Cómo están actualmente los movimientos disidentes en Bolivia?

Hay un tema en Bolivia que es muy grande, la cooperación internacional: las ONG. Yo siempre he sido muy crítico, y considero que no han logrado los objetivos que tal vez se trazaron, porque si el objetivo era cambiar la realidad de las mujeres, de los niños de la calle, dar pelea por el aborto legal, las realidades siguen iguales y en algunos casos están peores. Si hicieran un pequeño sondeo de la gente que ha dirigido esas ONG, se darían cuenta que al final se crearon grupos elitistas de los que trabajan en estas agencias, que se han enriquecido con eso.

¿Cambió la situación para los trans con la aprobación en Bolivia, en 2016, de la Ley de Identidad de Género?

 No. Una chica trans, apenas se aprobó la Ley de Identidad de Género, muy inteligentemente, se cambió de nombre y a los tres meses logró casarse por civil. A raíz de eso las organizaciones fundamentalistas, las iglesias cristianas y la católica, presentaron un recurso de inconstitucionalidad de la ley al Tribunal Constitucional Plurinacional, pero como está cooptado por el gobierno de turno (MAS), no se podía derogar la ley, entonces se decidió modificar el artículo. Las personas transexuales solo tienen derecho a cambiarse de nombre, es inaudito. Cambiarse de nombre no significa nada, si no tienes acceso a nada. La Constitución en Bolivia prohíbe el matrimonio igualitario. Necesitamos un movimiento real y contestario, que no se calle ante esto, como le pasó a esta chica. Es más, su propia población la acusó por “dañar el proceso”. Aquí (en Argentina) han aceptado que se casen, que se cambien de nombre y que dejen de molestar… porque también son estrategias para callar a nuestra población que tiene muchas demandas.

¿Por tu descendencia quechua, te sentís interpelado por los movimientos maricas indígenas?

Se crearon en los subcolectivos. Somos movimiento, somos maricas y además somos indígenas. En el fondo, eso polariza las luchas, las segmenta. Es interesante desde el punto de vista que desde lo indígena tiene una carga muy homofóbica. Se ha intentado probar que la homosexualidad existía en nuestros pueblos indígenas, pero no hay un teoría fuerte. Es verdad que las comunidades indígenas juzgan y destierran. Hay algunas trans indígenas, pero tienen una mirada muy sometida al gobierno y si bien, nos ha dado la Ley de Identidad de Género, no es un favor que nos hacen. Siempre van a responder una demanda en torno a una necesidad, entonces dejamos de ver lo demás: la carencia de trabajo, salud y educación y solo nos concentramos en nuestra sexualidad. Pareciera que la población homosexual en Bolivia solo vive y existe por su sexualidad y nos olvidamos que también somos seres políticos, económicos, y no nos responden a las necesidades que tenemos.

¿Qué significa para vos ser activista trans?

En todo este lapso me hice activista, primero en defensa de mis derechos. Pero algunas personas me dicen “tu no me representas”. Yo no quiero representar a nadie, esa nunca fue mi intención. Cada paso que di fue por mis propios pies, ahora sí el hecho que yo defienda mis derechos le sirve a otros, como ejemplo de lucha. Eso me parece maravilloso. Volví a militar y hay que trabajar en nuestra población, confiar en que las cosas pueden cambiar, necesitamos luchar más fuerte que antes, para mantener nuestra visibilización positiva latente en la gente y avanzar más en la conquista de nuestros derechos. Hemos avanzado muy poco. Yo les digo a los más jóvenes que estudien, si no van a ser profesionales, su lucha va ser mediocre. Hay que estudiar, porque la lectura te da capacidad de discernir las cosas, de entender una norma, comprenderla y discutir con alguien, y ese es mi éxito: la interpretación. Para apropiarme de mis derechos tengo que conocerlos primero y después defenderlos. Me interesa trabajar en el empoderamiento de las poblaciones, sobre todo en las zonas rurales y ciudades intermedias y sensibilizar que además de diversidad étnica, existe la diversidad sexual. A través de lo que yo hago, la danza, que es un elemento muy sensibilizador de por sí, se puede lograr.