García Linera: «Momento de inflexión histórica»

García Linera: «Momento de inflexión histórica»

Fotografia de archivo: Melisa Molina /ANCCOM

“Las ideas gestadas desde la izquierda son las que se presentan hoy como únicas plataformas de acción ante el Covid-19: protagonismo del Estado, inversión pública, condonación de los pagos de la deuda externa, renta básica universal, reindustrialización en áreas esenciales, proteccionismo selectivo, nacionalización de actividades económicas estratégicas, distribución de la riqueza, desmercantilización de la salud, repatriación de fortunas desde paraísos fiscales, son propuestas hechas hace años por la izquierda y practicadas de manera parcial por gobiernos progresistas latinoamericanos, a los que se acusó de populistas irresponsables. Ahora, resultan la plataforma mínima del debate público y de acción en los Estados y de un nuevo sentido común planetario”, afirmó esta tarde Álvaro García Linera en una videoconferencia en la que reflexionó sobre el rol del Estado en estos tiempos de pandemia y las perspectivas a futuro.

El exvicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia,  actualmente refugiado en la Argentina, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y de la Universidad Nacional de San Martín, advirtió: “Que el neoliberalismo tardío se arrope en fragmentos del pensamiento progresista lo menos que puede provocar es sospecha. No es convencimiento, sino conveniencia a sus propios intereses particulares.”

En tiempos de incertidumbre y crisis global, tiempos confusos en los que hasta los sectores que suelen pregonar el libre mercado piden un Estado presente, el análisis de un intelectual de la talla de García Linera puede resultar muy esclarecedor. Ante más de dos mil espectadores virtuales, quien fuera el compañero de fórmula de Evo Morales durante tres periodos, brindó la conferencia “El Estado poscoronavirus: Entre la protección proveedora y el autoritarismo patrimonializado»; coordinada por el secretario de Estudios Avanzados Julián Rebón, y con los comentarios de las profesoras Patricia Funes y Gisela Catanzaro. García Linera se sumó como docente de la Facultad, a cargo del seminario de posgrado “Notas para una topología del Estado moderno.”

“Por primera vez en la historia humana, tantas personas de tantos países han aceptado abandonar sus actividades remuneradas, dejar de concurrir a encuentros públicos, para recluirse en sus domicilios durante semanas o meses”, destacó García Linera, para preguntarse a continuación cómo “más de tres mil millones de personas aceptan la parálisis temporal de su destino social”, asumiendo una situación inédita y cómo el Estado -sostén del orden económico dominante- decidió suspender las actividades reproductoras de capital en pos de la salud. El intelectual latinoamericano parece encontrar la respuesta en “el miedo a la muerte producida por un microorganismo de material genético.” El coronavirus logró lo impensado poco tiempo antes: “Los pregoneros del libre mercado y la aldea global, hoy ante la pandemia y la recesión económica mundial aparecen como unos fervientes keynesianos advenedizos”. ¿Es esto el regreso del auge del Estado de bienestar? Quien fue uno de los responsables del mayor proceso de transformación en Bolivia en los últimos tiempos, lo duda. En cambio, recuerda que “los Estados fueron el soporte organizativo imprescindible del ciclo neoliberal mundial”.

Son momentos difíciles en el mundo todo y en particular en el país del Altiplano, donde la crisis desatada por el golpe de Estado el año pasado se adelantó a la crisis sanitaria global. Por estos días, más precisamente el 3 de mayo, en Bolivia debieron haberse celebrado elecciones, pero la pandemia dio la excusa a la presidenta de facto Jeanine Añez para postergar una vez más la democracia pese a los reclamos del Movimiento al Socialismo.

“Los pregoneros del libre mercado y la aldea global, hoy aparecen como unos fervientes keynesianos advenedizos.” Fotografia de archivo: Melisa Molina /ANCCOM

García Linera, quien llegó a la Argentina el 12 de diciembre pasado luego de estar un mes en México, se refirió también a la situación en Bolivia, al señalar que el país está atravesando un proceso de neocolonización y neoliberalismo tardío, el cual se manifiesta a través de la venganza y la violencia sobre los sectores populares. “En plena cuarentena, en Bolivia el encarcelamiento de personas que protestan por las redes sociales tiene más éxito que la contención del virus”, apuntó.

Estamos asistiendo a nivel global a “un momento de inflexión histórica”. Y si el Estado es el monopolio de los bienes y recursos comunes, habitado por influencias de clase y correlaciones de fuerzas sociales, es mucho lo que está en juego de cara a futuro. Para García Linera hay dos tendencias, la socializacion real y la privatizacion de clase, y el Estado puede acercarse a una u otra. En su visión, tres sujetos sociales son clave: las clases adineradas, los sectores populares y la burocracia estatal. Y en el horizonte de la pandemia hay incalculables efectos económicos a disputar. “Los mercados se desploman y las empresas hacen fila para cobijarse en el endeudamiento público”, expuso, para añadir que “la querella por el excedente va a durar mucho tiempo y debemos prepararnos para luchas más intensas en los siguientes años.”

Pese a todo lo acontecido en los últimos meses, García Linera deja lugar a cierto optimismo: sostiene que las ideas y la acción social que las encarnan son fundamentales para transformar la correlación de fuerzas social y discursiva; “en el reencuentro en la calle y la vida cotidiana iremos reconstruyendo la manera de tomar decisiones y cambiar las cosas”, dijo ante las preguntas de los cientos que escuchaban atentos a través de la pantalla. Mientras tanto, “el pensamiento crítico tiene la obligación política de ayudar a construir un nuevo sentido sobre una manera de organizar la vida en común, hoy y en el futuro”.

«Hemos de vivir una corta noche de verano neoliberal»

«Hemos de vivir una corta noche de verano neoliberal»

Alvaro Garcia Linera y Carlos Monedero en el Primer Foro Mundial del Pensamiento Critico - CLACSO

“Se ha agotado el combustible neoliberal. Ahora lo que tenemos es un neoliberalismo zombie”, dijo el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en el arranque de la segunda jornada de exposiciones del Foro Mundial de Pensamiento Crítico, que se llevó adelante esta semana, organizado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Acompañado por el académico español y referente de Podemos, Juan Carlos Monedero, y con un discurso marcado por el orgullo por los triunfos pasados y la esperanza frente al dramático contexto mundial, el intelectual del Altiplano se mostró optimista frente al futuro: “Hay que prepararnos para la segunda oleada de gobiernos progresistas y de izquierda”.

“El futuro de la izquierda y de la dignidad humana” fue la temática de su exposición durante una mañana de intenso calor. A partir de esa temática, Monedero y García Linera produjeron una serie de reflexiones históricas y filosóficas sobre la esencia humana de la izquierda y la derecha. Un recorrido que abarcó desde el nacimiento del concepto de izquierda en la Revolución Francesa hasta la rebelión de Espartaco.

“A la izquierda, a diferencia de las derechas o de los conservadores, un error en economía nos cobran hasta la vida», dijo Álvaro García Linera.

“Somos animales cooperativos por definición -dijo Monedero-. Las personas progresistas confiamos en los seres humanos”. De ese modo, explicó el ascenso de las derechas con el miedo como el principal actor: “Los conservadores justifican el autoritarismo por creer que el ser humano no tiene solución. En el momento en el que el miedo se convierte en el sentido común, gana la derecha”.

Desde estas observaciones, Monedero formuló una consigna para las izquierdas, un deber de disputar los espacios de construcción del sentido común. “No podemos dejarles los medios de comunicación. No podemos dejarles las universidades”, proclamó. Sin embargo, su exposición fue, ante todo, un discurso de tono triunfalista y esperanzador. “Si la izquierda ha muerto, ¿dónde está el cuerpo del sujeto de la izquierda?”, se preguntó Monedero, desafiante. “La gente que no abre vías de esperanza está trabajando para el conservadurismo”, agregó.

“¿Qué significa ser de izquierda? Sacar a 72 millones de personas latinoamericanas de la pobreza”, dijo el mandatario·, dijo Álvaro García Linera.

El vicepresidente boliviano, por su parte, se refirió a ocho logros del progresismo y de la izquierda en América Latina durante la década pasada, poniendo especial énfasis en los éxitos en la lucha contra la pobreza. “¿Qué significa ser de izquierda? Sacar a 72 millones de personas latinoamericanas de la pobreza”, dijo el mandatario. Señaló, además, los éxitos en reducir la desigualdad socioeconómica, la democratización de las relaciones personales, el impulso a la soberanía física de las mujeres, y la conformación de nuevas maneras de participación política. “Lo que hemos mostrado al mundo es que la gobernabilidad real y plebeya que se construye es mayoría parlamentaria, mayoría callejera. Se gobierna desde las calles, se gobierna desde el Parlamento, y esa unidad contribuye a nuestra gobernabilidad”.

“Gramsci tenía razón -agregó-. Cualquier victoria popular, política o militar requiere previamente victorias culturales, desarrolladas en los distintos ámbitos de la vida. En la universidad, en los medios de comunicación, en el barrio, en la actividad cotidiana, en la familia, etcétera”.

“No podemos dejarles los medios de comunicación. No podemos dejarles las universidades”, dijo Juan Carlos Monedero.

García Linera remarcó a su vez la necesidad de hacer sostenibles las políticas económicas.
“A la izquierda, a diferencia de las derechas o de los conservadores, un error en economía nos cobran hasta la vida. A la derecha, un error en economía se lo tolera. Es parte del sentido común conservador que se vuelve tolerante ante fuerzas conservadoras. La izquierda no tiene derecho a equivocarse”.

Elaboró, además, sobre la cuestión de aquel sentido común expresado por Monedero, y la debilidad de las transformaciones de éste llevadas a cabo por los gobiernos progresistas de la década pasada. “Llamamos sentido común al conjunto de criterios morales, procedimientos lógicos, actitudes instrumentales que hacemos sin reflexionar sobre ellas -explicó-. En el fondo, la política es una lucha por la conducción del sentido común, y los gobiernos progresistas supieron estar en el momento preciso como fuerzas progresistas, con el discurso preciso en el momento en que un pedazo del sentido común se resquebrajó”.

La problemática, para García Linera, radicó en la superficialidad de los cambios del progresismo en el sentido común. “Cuando se llega al gobierno, uno cree que ese sentido común que lo catapultó a funciones estatales está enraizado. No es cierto. Lo que hemos entendido y comprendido es que el sentido común es más que estos aspectos circunstanciales de la catarsis social. Que el sentido común es todo un sedimento conservador, reproductivo más que transformativo”.

En respuesta al aparente resurgimiento del neoliberalismo en el mundo, acompañó a Monedero en dar voz al sentimiento esperanza que dominaría la jornada. “Hemos sabido transformar el poder mediante las elecciones -dijo el mandatario-, y habremos de regresar nuevamente al poder una y otra vez y otra vez mediante las elecciones. Hemos de vivir una corta noche de verano neoliberal”, concluyó.

«Nosotros somos el futuro»

«Nosotros somos el futuro»

El auditorio Roberto Carri de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA rebalsaba en la tarde del viernes. Había gente en los pasillos, en cada rincón del salón, en cualquier metro cuadrado libre. Solo las butacas más cercanas al escenario esperaban plegadas. Pero poco a poco se fueron ocupando según los nombres de sus reservas: académicos, funcionarios públicos -en actividad o recesivos- y artistas. Sólo un asiento permaneció vacío, con el cartel de Milagro Sala, quién fue aplaudida y aclamada de pie por todos los presentes.

En la calle Santiago del Estero, los ‘tupaqueros’ acompañaban encolumnados: no querían dejar de recibir al vicepresidente de la República Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, quien disertaría junto al politólogo brasileño Emir Sader y su colega argentino Eduardo Rinesi con motivo del lanzamiento de la Fundación Germán Abdala.

Detrás de las puertas del auditorio, ya cerradas, esperaba una multitud, igualmente abarrotada, para seguir por pantalla gigante la conferencia que, invitados por ATE, los tres académicos brindaron bajo el título “Restauración conservadora y nuevas resistencias en Latinoamérica”

Rinesi: Antología de la democracia reciente

El filósofo y politólogo Eduardo Rinesi fue el encargado de abrir la exposición. La relación entre novedad y política motorizó su disertación, a partir de una reflexión sobre las «nuevas izquierdas» y las «nuevas derechas» en Argentina y América Latina. Para ello utilizó como eje la palabra «democracia», haciendo una caracterización de los distintos significados que adquirió el concepto durante los últimos 40 años.

«Nadie se privó de hablar en las últimas décadas, en la Argentina, de democracia. Nadie se privó de sostener sus propios proyectos políticos, incluso los más ostensiblemente antidemocráticos, sobre una idea acerca de la democracia. Ni siquiera en la última dictadura, que se presentó a sí misma al servicio de una democracia que peligraba en manos del populismo, en manos del desorden, en manos de la corrupción», subrayó el ex rector de la Universidad Nacional de Sarmiento. Democracia como ‘orden’, dijo, fue la clasificación que entonces se le atribuyó en los años de la última dictadura.

Durante el siguiente período, en los años ochenta, «nos representamos a la democracia como una utopía hacia la cual había que marchar. Utopía como la plena vigencia de las libertades que los teóricos del liberalismo llaman ´libertades negativas, frente a los poderes que pueden asfixiarla, como el Estado».

En la década siguiente, la democracia viró hacia una idea de rutina: «La rutina de votar cada dos años, de tener aseguradas ciertas garantías mínimas, ciertos derechos, ciertas libertades básicas».

Desatada la crisis del neoliberalismo a fines de 2001, para un corto período finalizado en 2002, Rinesi definió una nueva idea de democracia, como “espasmo participativo”: «Muy intensa, muy vigorosa, asambleística, sobre la que todavía tenemos mucho para pensar».

Desde la asunción de Néstor Kirchner en 2003, «empezamos a pensar más que en un proceso de democratización, de ampliación y universalización de libertades y de derechos». La forma en que se la denominó en ese momento fue ´democracia republicana´, entendiendo ´República´ como «cosa pública, cosa común, cosa de todos, bienestar general».

Detenido sobre ese concepto troncal de la historia política, continuó: «La palabra República es demasiado preciosa en el lenguaje político para regalársela a los conservadores que pretenden apropiársela, para decir algo muy por debajo de lo que esa palabra nombra».

«¿A cuál de estas ideas de democracia tributa la concepción que sostiene la nueva derecha gobernante en Argentina?», se preguntó para finalizar. Casi sin dejar pausa respondió: «A la idea de democracia como ‘orden’, como tenía la dictadura y a la idea de democracia como pura ‘rutina institucional’, que tuvo el menemismo».

Sader: Neoliberalismo vs antineoliberalismo

«Voy a hablar parado porque soy populista», bromeó Emir Sader para dar inicio a su exposición. Luego de celebrar la organización conjunta de ATE y la la Facultad de Ciencias Sociales porque permite «romper la barrera entre la práctica política y la elaboración teórica», se avocó a hablar sobre la situación política actual de Brasil.

«¿Qué pasó? ¿Por qué pasó? ¿Qué es lo que va a pasar?», fueron las preguntas a partir de las cuales el catedrático brasileño desplegó su intervención. «Lo que pasó es que perdieron cuatro elecciones seguidas, sucesivas. Y tienen todas las de seguir perdiendo, porque en las próximas elecciones irán contra Lula». A continuación contextualizó el marco en el cual se votó el impeachment de Dilma Rousseff: «Con financiamiento privado hicieron el peor Congreso que hemos tenido. Los que se tomaron el trabajo de mirar la votación de ese vergonzoso 17 de abril se habrán dado cuenta del striptease que es hoy el Congreso. Con esa mayoría están tratando de sacar a Dilma, sin ninguna justificación legal, por un manejo presupuestario que todos hacen para facilitar políticas sociales. Por eso es un golpe blando».

Para describir la línea ideológica del gobierno interino de Michel Temer no le fue necesario valerse de elaboradas categorías. Le bastó con hacer referencia al actual gobierno argentino. «El equipo económico de allá podría ser intercambiado con el de acá. Nadie perdería, nadie ganaría; son igualitos. El modelo es el mismo: privatiza el patrimonio público del Estado, corta los recursos de las políticas sociales y atenta contra los derechos de los trabajadores». A continuación afirmó: «El gobierno tiene un núcleo económico de banqueros. Viven del endeudamiento del gobierno, de las empresas y de la gente. Por eso se enriquecen con las crisis».

Sin embargo, su exposición no estuvo exenta de autocríticas. Destacó dos errores fundamentales del segundo gobierno de Rousseff que facilitaron la avanzada de la derecha. El primero: «Una política económica equivocada. Un ajuste fiscal que es socialmente injusto porque hace recaer la crisis sobre los trabajadores y económicamente ineficiente, porque ajustando nunca se llega a retomar el crecimiento económico, entonces lleva a la recesión y al desempleo». El segundo error que marcó se desprende del primero y refiere al costo político de esas medidas económicas: «Se le quitó a Dilma el apoyo popular, se hizo frágil y víctima más fácil de los ataques de la derecha».

Para cerrar detalló la situación actual, que definió como un terreno en disputa todavía indefinido. «O se sostiene el actual gobierno de manera absolutamente impopular y represiva hasta 2018, o puede haber elecciones directas o también un referéndum. Estamos en un proceso con disputas por delante». Luego relevó el balance de fuerzas de los dos modelos políticos en puja: «¿Con qué cuentan ellos? Con el monopolio privado de los medios de comunicación, con una parte del Congreso y con el Poder Judicial. Nosotros tenemos un poder popular extraordinario, tenemos el liderazgo de Lula y tenemos razón».

No reconoció el presente brasileño como el fin de un ciclo, «como fue la etapa desarrollista, que se agotó y el neoliberalismo la superó por derecha. Ahora no. La alternativa de ellos no es hacia adelante, es hacia atrás. En la disputa de ideas nosotros tenemos valores fundamentales para defender y no sólo valores, realizaciones concretas que han sacado al país de la peor crisis de su historia. El campo político está definido como neoliberalismo versus anti neoliberalismo, ese es el dilema fundamental de nuestro tiempo».

García Linera: Un estado continental

«No estamos en un buen momento. Tampoco es un momento terrible. Es un momento de inflexión histórica». Así empezó su exposición Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia desde 2005. «De manera fría, como lo tiene que hacer un revolucionario, hay que analizar las fuerzas y escenarios reales que existen, sin ocultar nada, porque dependiendo de la claridad del análisis que uno hace, es que sabrá encontrar las potencias, las fuerzas reales y prácticas del avance futuro», continuó con un tono reflexivo, todavía con el saco puesto.

Después de una breve introducción coyuntural, puntualizó cuatro características que presentaron los gobiernos latinoamericanos durante la «década dorada, década virtuosa de América Latina», como la definió el propio García Linera.

En lo político, hubo «un ascenso en lo social y fuerzas populares que asumieron el control del Estado, superando el viejo debate de principios de siglo, de si era posible cambiar el mundo sin tomar el poder. Los sectores populares, trabajadores, campesinos, indígenas, mujeres, clases subalternas, superaron ese debate ‘teoricista’ y contemplativo de una manera práctica».

En segundo lugar destacó un fortalecimiento de la sociedad civil: «Los sectores populares comenzaron a diversificarse y a proliferar en distintos ámbitos. Una potente redistribución de la riqueza social se impuso frente a las políticas de ultra concentración de la riqueza, que habían convertido al continente latinoamericano, durante el siglo XX, en el continente más injusto del mundo».

A continuación remarcó la dimensión económica, en una propuesta «post-neoliberal» por parte de los Estados: «Algunos países llevaron adelante procesos de nacionalización de empresas privadas o la creación de empresas públicas, la ampliación del aparato estatal, mayor participación del Estado en la economía para generar formas post-neoliberales de la gestión económica, recuperando la importancia del mercado interno. El Estado se constituyó como protagonista de la redistribución de la riqueza».

Finalmente mencionó la política externa, la formación de una «internacional progresista y revolucionaria a nivel continental». En este punto recordó la importancia trascendental de la UNASUR para evitar el intento de golpe de Estado en Bolivia, en 2008, cuando cinco de los nueve partidos del Estado boliviano estaban bajo control de la derecha. «Fueron Kirchner, Chávez, Correa y Lula los que nos ayudaron a restablecer el orden», exclamó enérgico, ya sin el saco, entre el aluvión de aplausos del público. «Sin embargo, y hay que asumir de frente el debate, en los últimos meses este proceso de irradiación y de expansión territorial de gobiernos progresistas y revolucionarios se ha estancado», retomó, bajando un poco el entusiasmo.

A continuación marcó cinco «límites y contradicciones», que constituyeron las mayores debilidades de los gobiernos latinoamericanos durante la «década dorada». Sin seguir un orden de importancia, comenzó por la economía: «En ella nos jugamos nuestro destino como gobiernos progresistas y revolucionarios». En este punto explicó la condición necesaria de mantener un crecimiento económico, pero sin dañar nunca al pueblo, que es el sujeto fundamental de todo gobierno revolucionario o progresista. «Cuando se hace eso, creyendo que se va a ganar el apoyo de la derecha, se comete un error, porque la derecha nunca es leal. A los sectores empresariales los podemos neutralizar, pero nunca van a estar de nuestro lado. Y vamos a neutralizarlos siempre y cuando vean que lo popular es fuerte y está movilizado», apuntó. Luego desarrolló la idea que se tiene que llevar a cabo un cambio radical en la estructura económica desde el Estado: “El Estado no puede sustituir a los trabajadores. Podrá colaborar, podrá mejorar, pero tarde o temprano tiene que ir disolviendo el poder económico en los sectores subalternos. Esa es la clave que va a decidir a futuro, la posibilidad de pasar de un post-neoliberalismo a un post-capitalismo».

En segundo lugar, se refirió a un cambio en el sentido común de los sujetos. «No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural». Esta crítica surge de un desfase que García Linera sostiene que hubo entre los avances económicos y los cambios en el sentido común de la sociedad. «Ahí estamos atrasados, ahí la derecha ha tomado la iniciativa», afirmó y “eso ocurrió a partir de la fuerte influencia de los medios de comunicación hegemónicos, entre otros factores”. Sin embargo, remarcó que era fundamental provocar un cambio cultural desde las bases: «Muchas veces es más importante ser un dirigente de barrio, ser un dirigente de universidad, ser un comentarista de radio, ser un dirigente de base, que ser autoridad. Porque es en el trabajo cotidiano con la base donde uno gesta la construcción del sentido común».

Como tercera instancia, hizo mención a una débil reforma moral: «Hay que seguir insistiendo en la capacidad de mostrar, con el cuerpo, con el comportamiento y con la vida cotidiana, lo que uno procura. No podemos separar lo que pensamos de lo que hacemos, lo que somos de lo que decimos». García Linera continuó: «Los neoliberales son ejemplo de una corrupción institucionalizada. Las privatizaciones han sido el ejemplo más escandaloso, más inmoral, más obsceno de corrupción generalizada». Sin embargo, agregó, es necesario que «nunca abandonemos la humildad, la sencillez, la austeridad y la transparencia».

La cuarta cuestión que mencionó es la continuidad de los liderazgos. “El tema es cómo damos continuidad al proceso, teniendo en cuenta que hay límites constitucionales para un líder». En este punto señaló una de las mayores dificultades para los movimientos emancipadores de América Latina. «Qué revolución verdadera no personifica el espíritu de la época. Si todo dependiera de las instituciones, no sería revolución. Cuando ya son las instituciones las que regulan la vida de un país, estamos ante democracias fósiles». La tensión entre la institucionalidad y la revolución por vía democrática surge, para Linera, como uno de los debates más importantes hacia el futuro. «Tal vez, la importancia de los liderazgos colectivos que permitan la continuidad de los procesos tengan mayores posibilidades en el ámbito democrático», opinó antes de ir al último punto.

En este caso desgranó la idea de la débil integración económica continental. «Soy un convencido de que América Latina sólo va a poder convertirse en dueña de su destino en el siglo XXI, si logra constituirse como una especie de Estado continental, plurinacional, que respete las estructuras nacionales de los Estados pero que, a la vez, tenga un segundo piso de instituciones continentales en lo financiero, en lo económico, en lo cultural, en lo político, en lo comercial». Si bien reconoció que se trata de un tipo de integración profundamente más compleja que la integración política, el vicepresidente boliviano afirmó que América Latina cuenta con todas las condiciones materiales para realizarlo. «¿Se imaginan, si somos 450 millones? Tenemos las mayores reservas minerales de litio, de agua, de gas, de petróleo, de agricultura. Nosotros podemos direccionar los procesos de mundialización de la economía continental. Solos, somos presa de la angurria y el abuso de empresas y países del Norte. Unidos, América Latina va a poder pisar fuerte y marcar nuestro destino».

Redondeando la disertación, se alejó de las particularidades de la coyuntura para tomar una perspectiva histórica sobre el momento que atraviesa nuestra región. «No debemos asustarnos. Marx, en 1848, cuando analizaba los procesos revolucionarios, siempre hablaba de la revolución como un proceso por oleadas». De esta forma sembró un poco de optimismo en el auditorio. En esa línea de pensamiento, reconoció el momento actual latinoamericano como el fin de una primera oleada, en donde la tarea es «debatir lo que hicimos mal, dónde cometimos errores, qué nos faltó hacer, para que cuando se dé la segunda oleada, más pronto que tarde, los procesos revolucionarios continentales puedan llegar mucho más allá de lo que lo hicieron durante la primera vez». En la misma línea que Sader, reconoció que el principal aspecto a favor de los movimientos populares es el tiempo histórico, debido a que la derecha no tiene un proyecto superador. «No representan el futuro. Ellos son zombis, muertos vivientes electoralmente. Nosotros somos el futuro, somos la esperanza».

«Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles son su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos. ¿Acaso no venimos desde abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados de los tiempos neoliberales? Para eso es un revolucionario. Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida. Ese es nuestro destino».

Terminada la exposición, en el marco de una conferencia de prensa, el vicepresidente de Bolivia dialogó con la periodista Eva González, de ANCCOM, sobre algunas de las cuestiones específicas desarrolladas en su intervención. En relación a la dificultad que se les presenta a los gobiernos progresistas y revolucionarios para lograr una eficaz administración económica en coincidencia con una progresiva distribución de recursos hacia los sectores populares dijo: «Hay que gobernar para todos, pero siempre, en primer lugar, para el pueblo. Tomar medidas teniendo en cuenta a los empresarios, a los banqueros y a los agroindustriales, ya que son parte de tu país y de tu economía, pero nunca afectando al pueblo». A continuación agregó: «Nunca hay que golpear a las bases populares. Eso es como un norte. Si una medida afecta a los trabajadores, nunca la tomes. Estamos en el gobierno para gobernar para las mayorías populares, no para los más ricos».

 

Actualizada 31/05/2016