Ado Petinari, la lucha continúa

Ado Petinari, la lucha continúa

Una fábrica vacía, sueldos e indemnizaciones adeudadas, policías en la puerta, los obreros en la calle y sin respuesta, familias enteras con incertidumbre sobre su futuro. Tras el veto de la Ley de Expropiación a mediados de 2016, llegó el desalojo el 3 de marzo. Y la semana pasada se realizaron allanamientos en viviendas de ex delegados. Hoy, los 120 trabajadores de la Cooperativa Acoplados del Oeste (ADO ex Petinari) se encuentran en el medio de una lucha dispar.

Más de 120 días  han transcurrido desde que el juez Ricardo Fraga, del Juzgado de Garantías N° 2 de Morón, ordenó el desalojo de los integrantes de ADO a través de un enorme operativo que contó con la presencia de 600 efectivos de distintas fuerzas de seguridad (Gendarmería, Policía Federal y Policía Local). Cien días en que los obreros han tenido que acampar en una carpa blanca situada en la puerta de la fábrica, velando porque no vacíen sus instalaciones y pidiendo colaboraciones para poder llevar comida a sus hogares. Hoy la situación se vuelve insostenible.

ADO-Petinari se encuentra a la altura del kilómetro 32 de la Ruta Provincial 200, ubicada en el partido de Merlo. El predio tiene alrededor de 16 hectáreas, ocupadas entre galpones, maquinarias y extensos espacios de terreno. Desde agosto de 2015 la bandera que se podía ver en la entrada (junto a la nacional y a la provincial) era la de la cooperativa Acoplados del Oeste. Hoy la bandera de ADO fue reemplazada por la de Petinari.

Los trabajadores reunidos en Asamblea, luego de una reunión con directivos del municipio.

Pese a que la fábrica es una de las tres más importantes del mercado nacional dedicada a la fabricación de acoplados y repuestos en general, actualmente la actividad está suspendida. Según cuentan los ex empleados de Petinari, solo hay entre diez y doce personas ocupando la fábrica. Ninguno quiso dar testimonio. Según manifiesta Walter Romero (operario de ADO) esto responde solo a una razón: “Tienen miedo, de que los echen y de quedarse en la calle como nosotros, fijate que no preguntan ni por su deuda. Les deben lo mismo que a nosotros y no lo reclaman porque tienen miedo”. Para Fernanda Lizarraga, vicepresidenta de la Cooperativa, la ocupación de la fábrica no es más que “una pantomima” generada por los dueños.

Entre fines de 2014 e inicios de 2015, los operarios comenzaron a evaluar la idea de emprender una cooperativa. Sin embargo, al momento de aventurarse a crear ADO, el sindicato les quitó su apoyo. Así lo cuenta Walter Romero: “Fuimos a hablar con el sindicato (SMATA) pero nos decían que la cooperativa no era algo posible de llevar a cabo. En ese momento nos dimos cuenta que el sindicato no estaba con nosotros, sino del lado de la empresa”. Esto generó que varios compañeros desistieran de la idea. Otro grupo se siguió movilizando en pos de su objetivo. A través del diputado provincial del Frente para la Victoria, Miguel Funes, pudieron viajar y conocer el caso de la Textil Pigüé (Ex Gatic), otra empresa recuperada que se encuentra a 600 kilómetros de Merlo. Esto les dio a los trabajadores la pauta de que su meta era posible. Así lo detalla Walter: Vimos el modo en el que estaban produciendo, y notamos que era algo muy difícil pero no imposible, así que lo emprendimos. Lo hablamos con los compañeros y empezamos con la Cooperativa”.

Hoy, los 120 trabajadores de la Cooperativa Acoplados del Oeste (ADO ex Petinari) se encuentran en el medio de una lucha dispar.

Desde agosto de 2015 los obreros tomaron la fábrica, luego de conseguir que ambas cámaras de la Legislatura Bonaerense dieran sanción a la expropiación de la planta; sin embargo, todo cambió a partir de mayo de 2016. En ese momento la gobernadora María Eugenia Vidal vetó dicha ley a través del decreto 307/2016. La medida trajo como consecuencia dos realidades: por un lado,  los Petinari empezaron a realizar movimientos burocráticos con el fin de recuperar la fábrica, trabando la causa judicial por la quiebra de la empresa. Por otro lado, en los integrantes de ADO se acrecentó el temor por perder su fuente de trabajo. ¿Qué es lo que los ex empleados esperan actualmente? Que el Estado dé marcha atrás con el veto. Es decir, que se reflote en el Senado el proyecto de la Cooperativa.

El veto a la Ley de Expropiación de ADO no es el único. A partir de la asunción de Mauricio Macri como Presidente de la Nación se han multiplicado los conflictos en torno a las cooperativas. Otros emprendimientos semejantes son la Asociación Pantalón Cortito, de la localidad de Abasto; el Hotel Bauen, de Capital Federal; la Asociación Civil “La Semillita de Algarrobo Colorado”, de Lanús; la Cooperativa de Trabajo “Presidente Néstor Kirchner Limitada” de Bernal; la Cooperativa de Trabajo CDP en Tigre y el caso de la Asociación Civil sin fines de lucro SER.CU.PO de Almirante Brown.

En el caso de Petinari, además, se suman los allanamientos a los domicilios de cuatro integrantes de la cooperativa, ordenados por el Poder Judicial de Morón. Los operativos, realizados durante la noche del martes pasado,  se ordenaron con el argumento de buscar elementos faltantes en la metalúrgica.

Desde agosto de 2015 los obreros tomaron la fábrica, luego de conseguir que ambas cámaras de la Legislatura Bonaerense dieran sanción a la expropiación de la planta.

Decretos, decisiones arbitrarias y un manejo que va por encima del poder legislativo. Para Fabián Malacalza, referente dentro de Acoplados del Oeste, el veto responde a una política de Estado: Es una persecución hacia todas las cooperativas. Este gobierno es empresarial. El empresario tiene mucha impunidad. El favorecido nunca es el trabajador.” Al mismo tiempo, Malacalza  detalla cifras acerca de la situación: Acoplados Petinari adeuda cerca de 65 millones de pesos a sus empleados (entre salarios, aguinaldos y vacaciones impagas), 75 millones de pesos a la AFIP y entre 7 y 8 millones de pesos al Municipio de Merlo. A esos números es necesario sumarle las deudas que la empresa tiene con sus proveedores directos.

¿Qué dice la familia Petinari sobre el conflicto? Adolfo Petinari fue contactado por ANCCOM pero evitó hablar sobre lo sucedido. En su página web la empresa deja en evidencia su postura ante los hechos. Allí tilda a los obreros de “delincuentes disfrazados de cooperativistas” que actuaron “bajo falso ropaje de una cooperativa de trabajo”. Al mismo tiempo habla de “acciones delictivas llevadas a cabo por los usurpadores”. Sin embargo, los cooperativistas se definen como trabajadores y resaltan que los problemas con la empresa no son algo novedoso, sino producto de años de disputa. Como sostiene Walter Romero, quien trabajó durante 18 años en la planta, la precarización laboral era una constante: “El aguinaldo te lo pagaban en dos o tres veces.  Las vacaciones no te las pagaban, te ibas pero te tenías que volver porque no te depositaban la plata.  Me llegaron a pagar las vacaciones en cuatro veces”.

Entre fines de 2014 e inicios de 2015, los operarios comenzaron a evaluar la idea de emprender una cooperativa. Sin embargo, al momento de aventurarse a crear ADO, el sindicato les quitó su apoyo.

Frente a lo que ocurría en la antigua Petinari, la cooperativa ADO manejaba una dinámica de trabajo distinta. Los empleados ya no se limitaban solo trabajar en su sector, sino que se capacitaban entre sí en diferentes tareas y sectores. Al mismo tiempo, inauguraron un comedor dentro de la planta, donde almorzaban todos juntos. De este modo, se establecía un mejor clima laboral. Como contó Julio Ramírez, operario, la dinámica era diametralmente opuesta: “Con Petinari, entre los compañeros prácticamente no nos conocíamos, teníamos que agachar la cabeza y trabajar. Hoy tenemos un compañerismo bárbaro, sabemos cosas de nuestras vidas, de nuestras familias, nos apoyamos entre todos”.

La mayoría de estos obreros superan los 45 o 50 años, por lo que conseguir un trabajo se torna cada vez más complicado para ellos. Sus cuerpos están marcados por el duro esfuerzo que han realizado en esta fábrica. “Acá dejamos nuestra vida”, dice Julio Ramírez mientras aclara que se enfrentan a una lucha desigual. Esta lucha es la que ha conmovido a los vecinos de la zona, que  se acercan a la carpa blanca a brindar su apoyo todos los días y también a compartir las “mateadas informativas” de los domingos. Este es el caso de Carlos (80 años), un vecino que va todos los días a compartir con los cooperativistas: “Siempre estoy acá y tratando de convocar a los vecinos. ADO está presente siempre. Yo soy parte de ADO, tengo hasta mi camiseta. En este tiempo me comprometí a que volveremos a entrar. Y vamos a entrar, no tengas dudas”.

 

Actualizada 12/07/2017

El rock nacional ya tiene su “lado A”

El rock nacional ya tiene su “lado A”

Desde aquellas primeras experiencias, a cuya celebración acudieron los jóvenes como actor dinámico en un escenario de sociedades de masas, el rock argentino ha sido un espacio para la  exploración, sublimación y expresión de inquietudes relativas a la existencia. Son muchas y diversas las creaciones de sonidos y letras que dieron sentido y continuidad a una historia repleta de protagonistas, de cuyas relaciones son producto muchas de las bandas más representativas de este medio siglo de vida.

En conversación con Miguel Dente y Daniel Gaguine, autores junto a Matías Recis del libro 50 años rock – lado A, se entrevé la intención que los movió a realizar un nutrido trabajo periodístico, documental, y de investigación relativo los primeros 50 años de existencia de este género musical que marcó a la Argentina. Se trata un trabajo que busca contribuir a la reconstrucción histórica, rehusando toda mitificación. El libro es el resultado de una amplia investigación contextual a cargo de Dente y de un extenso periplo de entrevistas -más de cien- realizadas por Gaguine y Recis. El Lado A contiene los primeros 25 años caracterizados por 25 grandes discos de las más representativas bandas, desde Los Gatos hasta Sumo.

Con un prólogo a cargo de Lito NebbiaLito Nebbia, 50 años rock. Lado A ya se encuentra disponible en www.disconario.com.ar. La presentación oficial será el próximo viernes 23 de septiembre en Café Vinilo, contará con la presencia de los autores, la coordinación del periodista Emiliano Scaricaciottoli y la participación de los mùsicos Ignacio Arigós y Marcelo Filippo.

¿Qué es el rock para ustedes?

Miguel Dente: Yo creo que es una forma de pararse ante la vida. Cuando dicen que es una actitud yo estoy de acuerdo, es también una rama del arte que te permite abrir la cabeza y ayudar a que el resto la abra. Eso resulta fundamental, termina siendo una herramienta que no hay que descuidar. Es esa necesidad de explorar por diferentes canales, de no quedarse uno con su quintita. Creo que es parte del trabajo que hacemos.

Daniel Gaguine: El rock para mi es la banda de sonido de mi vida, es lo que me acompañó todo el tiempo. Yo escucho rock desde muy chico y me sirvió para ir indagando sobre distintas ideas, distintas formas de abordar la cultura. Lo primero que escuché cuando era niño fueron los dibujos animados de Los Beatles que pasaba el viejo canal 7, y hoy no hay día que no ponga un disco o algo que me interese, desde rock argentino hasta rock británico, u otros géneros como el blues o el jazz.

¿Cuál creen que es su contribución al rock con este libro?

DG: Con el libro quisimos darle a los músicos la chance para que se escucharan sus voces. A lo largo del tiempo nos hemos topado con diferentes versiones en las cuales no se respondía a lo que realmente había pasado. Había mucho mito suelto, mucha verdad no escrita que no era tal. Entonces, qué mejor que tener la posibilidad de iniciar una investigación y que los propios músicos cuenten cómo fueron desarrollándose los acontecimientos, para que la gente sepa y para que ellos cuenten sus historias; pero amén de los músicos que participan, el libro también cuenta con las voces de ingenieros de producción, ingenieros de sonido, managers, los cuales también son parte fundamental en algunos casos. Por ejemplo Jorge Álvarez, Jorge Pistocchi, el Portugués Da Silva, Álvaro Villagra, Mario Breuer, Gustavo Gauvry, toda gente muy importante para el rock.

MD: Además, es gente que plantea una cuestión horizontal, porque atravesaron a casi todas las bandas y todas las épocas. Son tipos que estuvieron ahí siempre, en un estudio o en otro, trabajando con un sello o para quién fuera. Siempre estuvieron al pie del cañón.Tuvieron contacto con todos los músicos y en sus diferentes etapas, dado que los músicos fueron cambiando bastante. El hecho de hacer 50 bandas en total, 25 en el Lado A y 25 en el Lado B, posibilita que cada uno abra la puerta que quiera y después siga profundizando sobre ese grupo o esa banda que le interesó. Dar un pantallazo para que después la gente se meta y siga investigando por su cuenta o escuchando. Esa intencionalidad se ve en los anexos, allí aparecen las bandas afines a las bandas principales de cada capítulo, y a su vez también al final del libro aparecen los solistas que surgieron de esas bandas. Por supuesto, por una cuestión de espacio no se puede profundizar, lo que uno  hace es tirar la granada y que explote en la casa de la gente.

En relación al trabajo documental, ¿Qué periodos les llevó y qué obstáculos tuvieron en el camino?

MD: El trabajo quedó como dividido en dos partes. Daniel y Matías se ocuparon de entrevistar a todos los personajes de cada una de las bandas, y yo me ocupé de la tarea de investigación que abre cada uno de los capítulos. Fueron tiempos más o menos parejos, porque en realidad condensar en dos páginas toda la data que uno tiene para dar un pantallazo de cada banda, de lo que fue su actividad, es complicado. Además, es difícil elegir la forma de mostrarlo, la cuestión gráfica, alguna apostilla, algún detalle de color, algo más general y algo para el coleccionista.

DG: En el caso de las entrevistas, cada una de ellas duraba en promedio dos horas. En el primer libro -el lado A– tenemos 99 entrevistas, imaginate que a dos horas cada una dan casi 200 horas de material. Se fue haciendo una vorágine de crudos importante.

MD: Y también hay un archivo fílmico muy importante, porque cada una de las notas que hicimos las filmamos. Hay pocas personas que no fueron filmadas, por pedido expreso de los artistas.

El libro 50 años rock – lado A, un nutrido trabajo periodístico, documental y de investigación relativo los primeros 50 años de existencia de este género musical que marcó a la Argentina.

¿Con qué entrevistado se sorprendieron o se emocionaron?

MD: Yo opino por lo que desgrabé, porque no estuve en las entrevistas. A mí me sorprendió el testimonio de Beto Zamarbide, de V8. Me gustó particularmente porque habló de música y de otras cosas que me parecían útiles dejar en claro, una parte más política, representativa de todo un momento en el cual surgió la banda. Siento que aprendí porque era una de las que estuviera tan al tanto.

DG: Es muy lindo encontrarte con personas que quizás uno las tiene idealizadas y después tal vez te reunís en un barcito… Una que nos pasó, por ejemplo, fue cuando nos entrevistamos a Daniel Melingo en un bar de Triunvirato y Avenida de los Incas; viene Melingo con todos sus pelos al aire y nos dice: “¿Qué tal muchachos?, soy Daniel Melingo”. Ahí me digo “Wow… es Daniel Melingo”. Otra que me conmovió, y no de buena manera, cuando fuimos a hacerle una nota a Jorge Alvarez (el mítico fundador del sello Mandioca, primero en editar discos de rock en Argentina, que falleció el año pasado) que estaba viviendo en un geriátrico. Entrar a ese lugar y encontrarlo en condiciones no muy buenas, que nos atienda una enfermera y nos diga: “¿Ustedes vienen a buscar al abuelo Jorge?”… Nosotros pensábamos “Está hablando de Jorge Álvarez y le dice “el abuelito”.  Esas son las cosas que llaman la atención, uno iba a hablar con Jorge Álvarez con mucho respeto por todo lo que representa, amén de que hay muchos músicos que no lo quieren por motivos muchas veces más que justificados, y que venga una enfermera y hable despectivamente del abuelito en el contexto de un geriátrico, es muy extraño. De Jorge Pistocchi (también fallecido el año pasado) nos llamó mucho la atención las condiciones en las que vivía en un viejo caserón en La Boca.

MD: Pasa que hay tipos que recibieron grosas herencias familiares y han apoyado al rock argentino, entre ellos Pistocchi, y también Carlos Rodríguez Ares, quien fue productor del primer disco de Soda, de Virus y de Los Cadillacs. El tipo había recibido un dinero y decidió apostar al rock argentino, por más que después volviera o no. Hizo el aporte cuando era una apuesta, una cosa  que no se veía tan clara en ese momento.

DG: Hay que tener en cuenta una cuestión relativa al libro, y es que los cortes generacionales que se van produciendo a través del tiempo son muy importantes. En los años setenta con la aparición de los grandes músicos, después en los ochenta con los raros peinados nuevos, como decía García, con bandas desde Los Abuelos de la Nada a Los Twist, Virus, Los Violadores, V8, Sumo, Los Redondos.

Y el modo en que influyó la experiencia de Malvinas en nuestro rock…

DG: Y ese es un tema candente, el festival para la solidaridad es un tema candente. Hay muchos músicos que siguen enojados con eso, porque por haber participado fueron acusados de colaboracionistas, es todo un tema ese.

MD: Hubo dos bandas que no participaron expresamente, fueron Los Violadores y Virus. Virus, dentro del seno familiar, tenía un desaparecido, uno de sus hermanos. La convocatoria era en principio por los chicos que estaban allá, se juntaba alimentos, medicamentos, después evaluar si se hizo por rédito es difícil. Las intenciones son siempre difíciles de evaluar.

DG: Ya en los noventa comienza una movida que tiene mucho que ver con el heavy metal, tenés a gente como Hermética que representa un aporte fundamental; aparece el rock chabón, género que en lo personal me cae pesimamente mal, pero del cual también hago un recorte, por ejemplo, con Los Ratones Paranoicos, que cuando surge no es la banda rollinga que todo el mundo considera. Si uno se pone a escuchar sus discos es muy post punk, está más cerca de la Velvet Underground que de los Stones, y después se van desarrollando todos sus cambios. Está también Todos Tus Muertos, tenés bandas como Los Fabulosos Cadillacs y todas las mutaciones que van teniendo a través del tiempo.

«El hecho de hacer 50 bandas en total, 25 en el Lado A y 25 en el Lado B, posibilita que cada uno abra la puerta que quiera y después siga profundizando sobre ese grupo o esa banda que le interesó».

¿Cómo ha sido el recorte de las bandas y la elección de sus discos representativos?

MD: Charlamos entre nosotros -algunas veces más acaloradamente y otras veces menos- sobre qué banda no podían faltar, qué banda tenía que estar sí o sí. Creo que eso guió un poco el camino. Después lo de los discos era secundario, porque al haber tantos discos buenos por bandas se hace más complicado, y aparte es mucho más subjetivo.

DG: Jade quedó afuera

MD: A la distancia, el único grupo que me hubiera gustado que estuviera para representar a todo un núcleo de bandas que, para mí, están en una misma línea, es Turf. Creo que hubiera sido necesario porque bandas como Los Tipitos, Árbol, Estelares y un montón de grupos más hubieran estado encolumnados detrás de esa línea más pop sin ser Babasonicos, que como su origen lo indica es una propuesta más sónica. Allí tal vez se encolumnan, por ejemplo, Peligrosos Gorriones o Banda de Turistas.

DG: En un momento estábamos charlando con Rodolfo García, contándole de las bandas que hay y qué se yo, cuando nos dice: “Y no se olviden de Tantor”.

MD: Era difícil ver a Rodolfo García y decirle que Aquelarre no iba  estar, y bueno, Tantor menos que menos. Aquelarre está como sub banda en Almendra, y Color Humano como sub banda en Pescado Rabioso. Es como un árbol genealógico, con Pappo´s Blues entró El Reloj, con Serú se hace una mención a Jade.

DG: Con Pappo´s Blues tuvimos la discusión sobre si incluir Volumen 1 o Volumen 3.

MD: Con Pescado nos pasó similar: ¿Qué disco incluir? Elegimos Artaud, dejarlo afuera era complicado.

Por lo que cuentan tuvieron que trabajar mucho en la construcción de consensos para llevar adelante el libro.

MD: Sí, mientras haya argumentos para justificar una elección siempre es enriquecedor.

DG: – Yo soy consciente de que cuando postulaba Dynamo como disco para Soda era una cuestión muy personal. Era centrarse en un disco absolutamente revolucionario que prácticamente no tiene hits en comparación con el primero de Soda, por ejemplo. En ese sentido nos hizo un muy buen comentario Carlos Rodríguez Ares, que en la nota nos dijo: “Ustedes van a elegir Canción Animal, pero díganme qué disco tiene más hits que el primero”. Y tiene razón.

MD: Lo que pasa es que él, como productor, era un buscador de hits, entonces vas al disco de Virus que produjo y tiene hits, con el de Soda lo mismo. Pero musicalmente los otros discos son mejores. Además Gustavo Cerati siempre detestó el primer disco. Mario Siperman decía que cuando él estaba grabando con Los Encargados –la banda de Daniel Melero-, Soda estaba grabando en los estudios CBS, y cuenta que Gustavo dejaba las grabaciones para ir a ver qué estaban haciendo Los Encargados y les decía: “Pero ustedes están grabando bien, lo nuestro es un desastre, esto es una máquina de fierros viejos”. No solo no estaba conforme con los temas, sino además con cómo se había grabado.

DG: Esa data nos llega por Siperman, tecladista de Los Cadillacs, que estuvo presente en las sesiones de Los Encargados. Como subgrupo de Soda lógicamente entran Los Encargados, de manera que ahí también tiene su lugar Melero. Bernardo Baraj entra, por ejemplo, para Serú Girán.

MD: Bernardo Baraj es uno de los vientistas en el disco Bicicleta, que no fue el elegido en Serú, pero en el cual la introducción de vientos en ese momento era importante, le da un giro. Y como segunda banda de Los Gatos aparece Alma y Vida, un grupo de músicos que después tuvieron carreras interesantes.

¿Cuáles fueron los mitos que lo lograron echar por tierra?

DG: Hicimos una nota con Andy Cherniavsky, reconocida fotógrafa del rock argentino, y hablamos sobre la tapa del primer disco de Todos Tus Muertos. En ese momento me dice: “Esa tapa es mía”, y en libro figuraba que la había hecho Hilda Lizarazu. Nos contó que la hizo ella y hasta nos buscó el dato. Contó con lujo de detalles el día y hasta la hora en la cual había sido hecha: “La hice yo pero fue Hilda la que sacó la foto”. A eso apuntamos más que nada, porque no es lo mismo quién hizo el arte de tapa y quién sacó la foto. Siempre con el interés de mostrar y contar, evadiendo el chusmerio; nosotros somos gente con códigos y hay cosas que no develamos por motivos obvios.

MD: Es importante también la parte gráfica de dibujantes y fotógrafos. Está Renata Schussheim, autora de tapas de Charly, de las escenografías de Bicicleta, de Peperina, de Yendo de la cama al living. Está también Rocambole que opina en el libro dentro del capítulo de Los Redondos; están las Bay Biscuits, un grupo soporte en el que estuvieron Fabi Cantilo e Hilda Lizarazu junto a varias chicas, que participaron en conciertos de Serú y de Los Redondos, entonces pueden opinar en distintos capítulos..

DG: Son piezas de rompecabezas. pequeñas cuestiones que uno va descubriendo más allá del rock, porque las Bay Biscuits y Los Redondos tenían una impronta muy teatral en los ochenta, no era solamente la música, sino un colectivo artístico de muchas artes.

El lado A tiene prólogo de Litto Nebbia, ¿cómo surgió la propuesta?

MD: Nebbia es para muchos, entre los que me incluyo, el pionero. Por eso, el libro anterior que hicimos para la colección era sobre él, y lo hice codo a codo con él. Lo mismo que pasó con el libro de Aznar, entonces ya había quedado el vínculo y él quedó entusiasmado porque no había un trabajo que reuniera toda su obra. Entonces, cuando le propusimos el prólogo se enganchó enseguida. Además, para abrir el capítulo de Los Gatos nos escribió tema por tema qué representaba cada una de esas canciones que formaron parte del primer disco, eje central del capítulo

¿El Lado B tiene algún plazo para salir?

MD: El asunto es ponerse a laburar y hacerlo muy firme, porque estos tipos de libro si no te sentás a laburar, no salen. Son necesarias mucha concentración y dedicación. Va a salir cuando esa concentración y esa dedicación determinen que tiene que salir.

DG: Y cuando tengamos cerradas todas las entrevistas. Todavía nos faltan un par, son muchas horas culo, porque también es cuestión de sentarse a hacer recortes. Cuando hacemos las entrevistas tratamos de generar un vínculo con el entrevistado, que sepa sobre qué vamos a preguntarle, no ser unos paracaidistas. Quizás parece una verdad de perogrullo pero no es una tontería. Me ha pasado de ver preguntas de pseudo periodistas que hacen cualquier interrogante y termina siendo un bajón, más para quienes amamos el oficio del periodismo.

MD: Lo noto cuando desgrabo. Los músicos perciben que están hablando con alguien que está en tema. Eso es lo que hace que un reportaje pueda durar tres horas y media, si no, no dura ni 15 minutos.

El libro ahora está en diálogo con otras publicaciones del rock, ¿cómo ven el campo?

MD: Yo lo veo muy historicista y creo que uno contribuye a esa visión. Hay cosas que se van repitiendo porque son 50 años, creo que tenemos la tendencia de caer mucho en la primera época. Después se pasó a ampliar un poco hacia los ochenta, pero creo que a todo lo que se viene haciendo le cuesta mucho salir a la superficie.

DG: Es importante la distinción entre el periodista y el fan que cuenta aquello que ve, son dos cosas totalmente distintas. Yo siempre voy a postular el juicio crítico, el análisis, y la honestidad para acercarme al objeto de estudio. Sencillamente, hay que estudiar, analizar, buscar, enriquecer.

Actualizado 20/09/2016

 

ADO-Petinari: trabajadores sin patrón

ADO-Petinari: trabajadores sin patrón

“Todo lo que te imagines, el torno lo hace”, explica Julio Ramírez mientras pone en marcha la máquina que ahora está iluminada y produce un fuerte ruido metálico. Coloca el pistón, ajusta el milímetro, mueve una palanca y modera la velocidad; hace todo con la rapidez y la facilidad de quien practica el oficio hace veinticinco años. La herramienta de corte se acerca y tornea la pieza: «Esto es parte de mí –dice Ramírez mientras mira el torno-. Acá aprendí, es mi vida».

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Torneros, herreros, soldadores, matriceros; los trabajadores de la fábrica ADO-Petinari son obreros calificados que en cinco días pueden armar una carrocería completa. Durante cinco décadas ésta metalúrgica fue una de las más importantes del mercado nacional dedicada a la fabricación de volcadoras, acoplados y semirremolques. Pero en 2015 la firma Acoplados Petinari dejó de pagar salarios y fue acumulando una deuda que llegó a más de 50 millones de dólares con los trabajadores. La fábrica cerró sus puertas: los trabajadores quedaron fuera; la seguridad privada, dentro. Luego de varios meses de estar en la calle, los operarios decidieron entrar y crear la cooperativa Acoplados del Oeste, ADO. Cuando empezaron -en agosto de 2015- eran 15. Hoy la integran 120 trabajadores.

Ese mes apareció en el diario La Nación el comunicado sobre la convocatoria a concurso preventivo por cesación de pagos de Petinari. En septiembre la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires aprobaba el proyecto de expropiación de la fábrica presentado, a instancia de los trabajadores, por el diputado Miguel Funes, del Frente para la Victoria. En marzo pasado consiguió la aprobación de ambas cámaras: votó a favor hasta el PRO, el bloque oficialista. La expropiación era ley.

Pero un mes después la gobernadora María Eugenia Vidal la vetó.

Y desde entonces, 120 familias pueden volver a quedar en la calle.

 

 

ADO está en Merlo, a la altura del kilómetro 32 de la ruta 200. Tres banderas flamean en la entrada: la de Argentina, la de la provincia de Buenos Aires, y la de la cooperativa. Son dieciséis hectáreas de predio: galpones con techos de hasta veinte metros de alto, maquinarias gigantescas, construcciones que tienen cien años y son patrimonio histórico, como un antiguo leprosario que los bomberos utilizan para operativos de simulacro. En la antigua vivienda del casero de la fábrica vive Julio Centurión con su mujer y sus tres hijos. Hace dos meses, cuando ya no pudo pagar el alquiler de la casa donde vivía, ni el plan de vivienda en el que estaba invirtiendo, sus compañeros le dijeron: «¿Por qué no te venís a la casa del casero?” Centurión es hincha de River, tiene 48 años y el deseo de bautizar en la fábrica a su hija de dos meses, Milena Lucía, a quien -de antemano- sus compañeros llaman “Ado” .

Centurión dice que lleva catorce años trabajando en la fábrica y que de allí sólo pueden sacarlo de una manera: muerto. “He dejado mucho en esta empresa, desde lo físico, lo moral y lo psíquico -cuenta con la garganta cerrada y los ojos llenos de lágrimas-. Es muy doloroso lo que vivimos con los compañeros . Nos dejaron en la calle”.

 

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La historia de Petinari incluye capítulos de traiciones familiares, estafas a los empleados, pedidos de quiebra y disputas judiciales. En 2006, con la muerte de Pedro Petinari -fundador de la empresa-, empezaron los conflictos. «Los hijos empezaron a hacer cualquier cosa con la fábrica -sitúa Luis Becerra, trabajador e integrante de la cooperativa-. Son cinco hermanos y se robaban entre ellos millones de dólares. ¿Cómo no nos iban a cagar a nosotros?»

En 2012 fue el primer gran conflicto salarial; duró tres meses hasta su resolución. “A partir de ese momento, la patronal empezó a vaciar la fábrica -recuerda el presidente de la cooperativa, Jorge Gutiérrez-. Los depósitos estaban llenos y empezaron a rematar todo; nos decían que era para traer máquinas nuevas, pero nos dimos cuenta de que no era así». La política de desguace alcanzó también a la mano de obra. De 350 trabajadores en 2009 -época en la que Petinari se instalaba como pionera en el mercado mundial-, la empresa pasó a tener 189 en 2012.

Y desde junio de 2014 la situación se agravó aún más. La familia Petinari comenzó a forzar a los empleados a firmar convenios mensuales con quitas del 40% del sueldo y suspensiones de jueves y viernes sin goce de haberes. La modalidad se iba a mantener sólo por tres meses, pero la patronal decidió extenderla más allá de septiembre, y en noviembre los trabajadores se negaron a firmar una nueva prórroga. Recuerda Gutiérrez: “Al aguinaldo lo cobrábamos en seis cuotas de mil pesos: al de diciembre de 2014 lo terminábamos de cobrar en junio de 2015, y así. Con las vacaciones nos decían que si nos íbamos, no cobrábamos el aguinaldo”.

La situación no dio para más y en febrero de 2015 decidieron cortar la Ruta 200 para hacer visible el reclamo y exigir respuestas al Estado. Ya lo habían hecho también durante el conflicto de 2012. Pero esta vez Petinari redobló la apuesta y envió cien telegramas de despido. El Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor de la Argentina (SMATA), les dio la espalda: “El SMATA nos pedía que levantáramos la medida de fuerza y (Ricardo) Pignanelli (el secretario general del sindicato) nos empezó a acusar despectivamente de zurdos -rememora Gutiérrez-. Nosotros le dijimos que si ser zurdo era pelear por nuestros derechos, entonces que nos acusara de zurdos, pero esto no podía seguir así”.

El 19 de marzo de 2015 tuvo lugar una primera orden de desalojo y el predio quedó apenas ocupado por personal de seguridad privada. Allí cobró impulso definitivo el proyecto de constituir una cooperativa. Pero para entonces Petinari ya llevaba casi una década de descalabro administrativo. “No decidimos cortar la ruta y formar la cooperativa de un día para otro, veníamos de un año largo de conflicto”, asegura Diego Esteche, trabajador de la fábrica desde hace doce años. Sin embargo, lo peor no había pasado: “Cuando volvimos a entrar encontramos un boleto de compraventa: los Petinari le iban a vender la fábrica a un grupo de accionistas propios -agrega Esteche-. En junio se iba a hacer la escritura. Nosotros estábamos afuera, la empresa pasaba a nuevos dueños y listo. Por suerte conseguimos que saliera una cautelar y se paró todo”.

 

Jorge Gutiérrez es el último delegado gremial que queda en la ex Petinari desde que comenzó el vaciamiento; cumple esa función desde hace ocho años, de los doce en total que lleva trabajando en la fábrica. Fue elegido presidente de ADO gracias al respeto y a la admiración que por él sienten sus compañeros. “Es un rol difícil y desgastante, porque todos tienen sus problemas y hay que trabajar duro para mantenernos unidos -reconoce-. Podemos tener nuestras diferencias pero el objetivo es uno: recuperar a fábrica y la fuente de trabajo de mis compañeros». Viaja permanentemente a La Plata, corazón político de la provincia, en donde mantiene reuniones con funcionarios y legisladores para involucrarlos en su lucha. “Esta experiencia es nueva para mí”, admite Gutiérrez, que enfrenta el desafío con la ayuda de su consejero Francisco Martínez, a quien apoda “Manteca” (en referencia a Sergio Martínez, el delantero uruguayo que jugó en Boca Juniors en los ‘90), un cooperativista de Textiles Pigüé recomendado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (de la gestión anterior), cuando los trabajadores de la ex Petinari decidieron crear la cooperativa.

Entre quienes apoyan a la cooperativa están las Madres de Plaza de Mayo. Hebe de Bonafini, con quien tiene relación -y a veces habla- Gutiérrez. En su visita reciente al Papa, le llevó una carta de parte del obispo de Merlo en la que contaba la situación de la cooperativa.

 

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Eber Moreno tiene 41 años, es santiagueño y conserva la tonada y la simpatía provinciana. A los trece empezó a trabajar esquilando ovejas y cosechando papa; a los diecinueve, viajó a Buenos Aires. El oficio lo aprendió en la fábrica; veintidós años después tiene conocimiento en casi todas las áreas. Mientras la empresa pagó, Moreno muchas veces destinó todo su aguinaldo en herramientas de soldadura y herrería; a aquella inversión hoy la considera una ventaja para poder tener sus trabajos independientes y sostener a la familia, conformada por su mujer, sus cuatro hijos y sus dos nietos. «Así voy sobreviviendo”, dice Moreno y cuenta que hace poco construyó su primera escalera. “Toda la estructura que ves acá es mano de obra y pulmón de los trabajadores”, explica, y se acuerda de un trabajador de setenta y pico de años que hizo todos los techos y que cuando se jubiló se fue así, como si nada.

Felix León, de 60 años, está en la fábrica hace ocho. “¡Hasta infartado trabajó!”, dice Moreno señalando a su compañero. León –dice- no cree en la empresa, cree en sus compañeros, y por eso asegura: “Hoy no quiero darle nada a nadie, esto lo quiero para todos nosotros”. Durante el conflicto del verano de 2015 estuvo todos los días de los ocho meses en la ruta: por eso se autodefine como “una marca registrada”. “Al principio me escondía, me tapaba la cara porque me daba vergüenza -dice-. Yo laburé toda mi vida, es muy feo terminar de esa forma. Después ya me conocía todo el mundo y me hice un cara rota”. Se ríe, León.

 

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Todos recuerdan ese verano como una época muy dura y triste. Se organizaban en grupos de seis personas y se dividían los turnos; ponían dos tachos en la mitad de la ruta para visibilizar el conflicto pero sin cortar el tránsito. “Nos plantamos en la puerta porque si la dejábamos libre, venían los dueños para llevarse las maquinarias y las herramientas -explica Centurión-. Y si nos sacaban eso, nos quedábamos sin nada”. Durante un año Centurión pasó  las veinticuatro horas del día en la ruta para evitar el vaciamiento de la planta. «Le decía a mis hijos que papá se iba a defender el trabajo, y no sabía cuando volvía -recuerda- Fue una lucha fuerte, constante, pero con mucho orgullo».

“Muchos ayudaban porque conocían la lucha -se acuerda León-. Pero también estaban los que pasaban y te gritaban: ‘¡Anda a laburar!’, y eso me hacía pomada, me destruía”.

Cuando en agosto los trabajadores no toleraron más la situación, decidieron entrar y recuperar la fábrica. “La empresa dice que nosotros entramos por la fuerza; pero mirá -demuestra Gutiérrez señalando con la mano la enorme entrada al predio que abarca cuadras y cuadras- está abierto por todos lados. Dijeron que rompimos el portón y secuestramos a los de seguridad, cuando fueron ellos mismos los que nos abrieron”. Hoy Gutiérrez está procesado penalmente por ese supuesto “secuestro” de los tres guardias de seguridad; él lo traduce como una estrategia de la empresa para desarticular a la cooperativa.

Petinari también acusó a los trabajadores de que entraron a la fábrica para robar, pero cuando se hizo el inventario junto con la empresa y el síndico de concurso sobraban máquinas. “Nos somos usurpadores, somos defensores de nuestros derechos laborales”, sostiene Centurión sobre los adjetivos que usa Petinari para deslegitimar a los trabajadores. “¿Pero qué puedo esperar de la empresa si en catorce años nunca tuve un salario digno, ni una obra social digna, ni vacaciones dignas, nunca tuve la libertad de salir un fin de semana con mi familia, y siempre existí para la fábrica de lunes a lunes?”

 

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Rosa y Fernanda, las mujeres de la fábrica, se encargan del trabajo administrativo. Rosa es de las cooperativistas más nuevas -está hace tres años-, y siente que en esta lucha recuperó su dignidad como trabajadora. “Hubo mucho maltrato; para la empresa el trabajador era un esclavo -explica Rosa-. Mucho tiempo la gente aguantó trabajando sin ART, sin elementos de seguridad, sin cobrar los aumentos correspondientes, cobrando fuera de término o en cuotas, y hasta no cobrando. Incluso la falta de higiene, con semejante establecimiento nunca se hizo comedor. Y el trabajador siempre se calló la boca para no perder la fuente de trabajo”.

Como víctima de la negligencia, los trabajadores recuerdan a su compañero Maximiliano, que en 2006 murió aplastado contra una columna cuando el gancho de una batea de cinco mil kilos, que no estaba asegurado, se desprendió y lo mató en el acto. «Lo taparon con una lona y querían que siguiéramos trabajando», cuenta Esteche. También se acuerdan de otro compañero que quedó con la mitad del cuerpo paralizado al electrocutarse con una soldadora mojada por el agua que caía del techo roto.

“Durante varios años era obligación trabajar doce horas diarias, pero en el recibo figuraban sólo nueve”, denuncia Fernanda, que trabaja en la fábrica hace dieciocho años y parece conocer de cerca las irregularidades de la empresa: “Estafó hasta facturando doble una unidad. Petinari tiene todo mal: con los proveedores, los clientes, los trabajadores, y con el Estado. Pero también está la falla del Estado: si vas a Morón verías la infinidad de denuncias que hicimos constantemente como empleados hacia Petinari. Empapelás la ciudad, con esas denuncias”.

 

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Julio Ramírez es -según sus compañeros- el científico de los tornos. Lleva diez años en la fábrica. “Es el oficio más viejo del mundo”, dice mientras manipula el torno paralelo, que hace el trabajo artesanal de la tornería, y se usa principalmente cuando el torno computarizado -que según Ramírez “hace maravillas”- está roto. Hacer un cilindro en el computarizado puede llevarle a Ramírez tres horas; artesanalmente, dos días. Pero si tiene que elegir, se queda con el torno paralelo.

Ramírez tiene dos barras de titanio y cuatro tornillos en la espalda por haberse caído de una máquina en 2012. En ese momento la ART le dijo que sólo era «un fuerte dolor de espalda»; pero cuando se fue a hacer una revisión más específica se encontró con que tenía una vértebra rota y que podía quedarse en silla de ruedas. “Decidí operarme y cuando fui a hablar con la empresa me dijeron: ‘no se preocupe Ramírez, después vamos a arreglar’; así como lo dijeron, quedó en la historia”. Ramírez hace una pausa. Y pregunta: “¿Vos pensás que yo les puedo dar esto? Si me arruinaron la vida».

A sus cincuenta años Ramírez siente que su cuerpo ya no aguanta tanto. La lucha por el trabajo, sin embargo, lo hizo más fuerte. «Lloré, me enojé, zapatée; no lo podía creer; pedíamos monedas en la calle siendo todos obreros calificados”, recuerda sobre el conflicto. “Hoy la cooperativa me cambió la vida; siento que peleo por algo muy mío”, dice, y está seguro, como Centurión, de algo: «Yo de acá me voy muerto”.

 

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El alma de la fábrica es el sector de corte y plegado, donde la materia prima se corta e inicia su recorrido hacia los demás sectores: tornería, hidráulica, armado, pintura, terminación y reparación. “Ahora no hay trabajo, pero sabemos que es un problema general”, dice Gutiérrez sobre la situación económica actual de la cooperativa. La producción en los últimos meses bajó casi un 70 por ciento. Desde agosto hasta diciembre, los trabajadores cobraban alrededor de ocho mil pesos por mes. Hoy, el salario se redujo a dos mil. Y a pesar de que la fábrica está funcionando a un 30 por ciento, las tarifas de los servicios aumentaron de diez mil a cuarenta mil pesos.

Frente a la desaceleración de la producción, de los 120 trabajadores que integran la cooperativa sólo 70 están trabajando actualmente en la fábrica. «Hoy funcionamos como una escuela. El que era tornero, ahora aprende a hacer guillotina y viceversa; nos ayudamos entre todos», cuenta Gutiérrez. El ritmo de la actividad en la metalúrgica también se modificó: el trabajador ya no cumple un horario y se va; si hay que quedarse más tiempo para terminar, lo hacen. “Se cobra si se trabaja; todavía hay que concientizar a los compañeros sobre eso -dice Gutiérrez-. Es aprender a trabajar sin patrón”.

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“Desde que somos una cooperativa el compañerismo se reforzó más que nunca: todos estamos luchando por lo mismo -expresa Centurión-. Somos como una gran familia”. Sueña, dice, con que algún día haya 600 compañeros en ADO. A futuro, la cooperativa tiene el objetivo de ser también un espacio de formación y de primer empleo para los jóvenes que egresan de los colegios industriales, a través de un convenio con el municipio. “Queremos darles la oportunidad a hombres y mujeres de integrar la teoría con la práctica, que puedan llevarse su moneda con enseñanza y futuro -dice Centurión-. Que los compañeros más grandes puedan enseñarles a los más jóvenes la educación del trabajo y de la expresión, y se llenen de satisfacción. Esa es la ilusión y el futuro que queremos para esta fábrica».

 

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El abril pasado la gobernadora Vidal decidió vetar la ley de expropiación de la fábrica. A través del Decreto N° 307/2016 establece que la expropiación implica “la creación de un nuevo gasto en la Ley de Presupuesto vigente”; también asegura la presunta “voluntad de la parte empresaria de abonar las primas adeudadas”. “Eso no es cierto -replica Becerra-. Si se fijan en las actas del Ministerio de Trabajo que están en Morón, figura claramente que la empresa ni se presentó a las audiencias”.

A principios de mayo los trabajadores impulsaron un  nuevo intento de  llevar a la Legislatura la expropiación de Petinari. “En realidad, lo que se quiso hacer fue anular el veto -relata Becerra-. Teníamos el compromiso del bloque del Frente Renovador para acompañarnos, pero a último momento se dieron vuelta y el proyecto se cayó”. En cambio, consiguieron que la Cámara de Diputados bonaerense diera media sanción a una ley que impide cualquier intento de desalojo en la fábrica durante 90 días. “Falta la otra media sanción, pero esperemos que a ésta no la veten también -dice Esteche-. Suponemos que no, porque fue aprobada por los mismos diputados del oficialismo. Sería un papelón que la gobernadora vetara una ley sancionada por sus propios legisladores”.

 

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“Nuestro objetivo es resistir hasta fin de año, cuando debería declararse oficialmente la quiebra de Petinari, lo que sería un paso decisivo para que se reconozca a nuestra cooperativa”, explica su presidente, Jorge Gutiérrez. El cielo está despejado y el sol le ilumina la cara: “El veto nos hizo más fuertes y nos dio más ganas de pelear -dice-. Con la empresa no queremos negociar, no es creíble, y los compañeros quedaron mal psicológicamente. Ya estamos conformados como cooperativa. Y no hay ni un paso atrás”.