Marcharon contra el Poder Judicial riojano y misógino

Marcharon contra el Poder Judicial riojano y misógino

Arcoiris, una niña de cinco años, denunció abusos por parte de su abuelo. Como contraataque, enjuiciaron a su madre por «desautorización a la justicia» y le quieren quitar la guarda. Los lazos entre funcionarios y acusados.

Delfina tiene que presentarse a declaración indagatoria el próximo 25 de octubre en La Rioja, dado que le rechazaron la audiencia mediante un entorno virtual.  Oriunda de la capital de dicha provincia, está radicada en la Capital Federal con su hija Arcoiris. Ambas se encuentran a resguardo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con medidas de protección a partir de la intervención de la Oficina de Violencia Doméstica (OVD), que depende de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y el juzgado Civil 106 de CABA.

Así, Delfina Silva Zárranz debe  volver a La Rioja junto a su hija Arcoiris porque fue citada por el Poder Judicial de esa provincia. Mientras las imputaciones por desobediencia a la autoridad en su contra avanzan, las denuncias que la madre hizo en La Rioja contra el abusador y abuelo paterno de su hija, José Vergara, no terminan de resolverse.

“Lo que pasa en La Rioja da cuenta de ese entramado judicial misógino que, por un lado, es bien adulto-céntrico en tanto que desoye la voz de la niña Arcoíris y su padecimiento ,y por otro lado, criminaliza a Delfina como madre protectora y avanza  sobre ella rápidamente”, dijo Mónica Macha, diputada Nacional por el Frente de Todos a cargo de la mesa nacional contra el  abuso sexual en infancias y adolescencias.

Delfina contó a ANCCOM que el Poder Judicial de La Rioja armó la “encerrona” perfecta: “Pedí que la indagatoria sea por Zoom y me la aceptaron pero, sorpresivamente, la suspendieron. Cuando me vuelven a citar para el 25 pido que sea por Zoom y me la rechazan. La jueza de la Cámara Cuarta en lo Civil, Comercial y de Minas, Carla Menem -sobrina del expresidente, Carlos Saúl Menem y nombrada en mayo de este año- hace tres semanas ordenó que mi hija sea llevada a la provincia por la fuerza pública y a la casa de su progenitor. Me suspende la responsabilidad parental, me imputa por desobediencia a la autoridad y me pone multas. Esto se frenó porque hay una presentación y tienen que resolver”. Al respecto, Delfina sintetizó: “Es la encerrona perfecta porque si hace tres semanas una jueza ordenó que mi hija sea entregada al progenitor, hoy no me dejan declarar por Zoom cuando sí lo están dejando en otras causas, tiene que ver con que vaya a La Rioja, apresarme y que mi hija sea entregada al progenitor”.

El pasado viernes se realizó en Plaza de Mayo una convocatoria en apoyo a Delfina. Participaron distintas organizaciones tales como el colectivo Justicia por Arcoiris, Yo Sí  Te Creo, Pan y Rosas, Plenario de Trabajadoras, y Marabunta, entre otras. El lema del encuentro fue: “Una muralla humana para proteger a Arcoiris y su mamá”. 

“Mi hija tiene 6 años, desde los 2 años y medio que viene relatando situaciones de abuso sexual por parte de su abuelo paterno. En el  2018 realicé la primera denuncia en La Rioja en Asuntos Juveniles. Lo primero que hace el Poder Judicial de la provincia es dilatar la denuncia. Hoy vamos con 5 denuncias de abuso sexual y el Poder Judicial nunca dispuso del medio o las medidas para proteger a mi hija”, relató la mamá de Arcoiris. 

“Las infancias no mienten porque no tienen la capacidad de poder mentir sobre un abuso sexual porque no lo conocen, no pueden estar contando algo que no conocen”, agregó Delfina y añadió: “Arcoiris era tan chiquita que decía me toca acá  y a mí no me gusta. Además, se orinaba encima y en situaciones donde volvía de la casa de su progenitor, llegaba, cruzaba la puerta y se sacaba la ropa porque se quería bañar. Es decir que el abuso sexual sobre mi hija se manifestaba de varios modos y, sin embargo, nunca hubo una voluntad del poder judicial en creerle”.

Para Mónica Macha, “todo lo que son las medidas de prevención y cuidados que fueron solicitadas al Poder Judicial  en La Rioja y que entran en la misma línea de las distintas instancias que las abogadas de Delfina fueron planteando  resultaron desoídas”. En este sentido, Delfina añadió  que en la provincia “funciona el amiguismo y conservadurismo”. Al respecto, explicó: “En el Poder Judicial de La Rioja han tomado como un crimen que yo le crea a mi hija, estas cosas allá no se denuncian. El denunciado por abuso sexual, José Vergara, trabaja con Karina Becerra, miembro del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), son amigos. Además, Becerra es presidenta del Consejo de la Magistratura y es sobrina del gobernador de la provincia,  Ricardo Quintela”. 

La muralla humana que se llevó adelante en Plaza de Mayo tuvo a Delfina y su hija como protagonistas pero también a cientos de madres protectoras cuyas palabras son desoídas por el Poder Judicial a lo largo y a lo ancho del país. “El abuso sexual en las infancias es tortura, las re-vinculaciones forzadas son torturas. La excepción es a la que le dan medidas para proteger a sus hijos, la regla somos nosotras, las que somos denunciadas, las que empezamos a peregrinar para proteger a nuestros hijos, a las que destruyen física y emocionalmente. El abuso intrafamiliar en las infancias es más común de lo que parece”, relató Delfina.

La diputada Macha se refirió a la mesa nacional contra el  abuso sexual en infancias y adolescencias: “Comenzamos en febrero de 2022 y la idea  de este armado, junto a distintas organizaciones, tiene que ver con dar mayor visibilidad  a esta problemática. Partimos de la definición de que hay cinco casos emblemáticos no solo por el tiempo que llevan en procesos judiciales sino también por la sistematicidad a las que son sometidas madres y niños”. Uno de esos casos es el de Gilda Morales quien denunció hace 7 años al padre de uno de sus hijos luego de que el niño manifestara señales de abuso sexual. Ricardo Galoppo, el padre del menor, solicitó la custodia aludiendo que Gilda estaba obstruyendo el vínculo. Hoy Gilda y su hijo continúan padeciendo el accionar del fuero de Familia de Córdoba.

“Esa presión que padezco en La Rioja es adoctrinamiento. Es presión para que regrese. Es para que otras madres se callen porque si vos hablas y le crees a tu hijo, vas a terminar así”, precisó Delfina.

El caso de abuso infantil más antiguo que investiga el Poder Judicial

El caso de abuso infantil más antiguo que investiga el Poder Judicial

María Belén Duet y Rosalía Alvarado son las sobrevivientes de la causa judicial más antigua de abuso sexual infantil que se investiga en la Argentina, y cuya resolución podría marcar un antecedente histórico en cuanto a este delito, dado que se aplicaría la Ley de Respeto a los Tiempos de las Víctimas de Delitos contra la Integridad Sexual. Los abusos denunciados fueron perpetrados en Chaco entre 1979 y 1986, cuando ellas tenían entre 3 y 6 años, por Noemí Alvarado, tía de una de ellas, junto a su esposo, el ya fallecido ex diputado nacional Daniel Pacce.

Hoy Rosalía tiene 47 años, dos hijos y trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos y Géneros de Chaco, asistiendo a víctimas de violencias. Belén tiene 39 años, es profesora de Lengua y Literatura, militante por la Educación Sexual Integral (ESI) y cantante de Che-Lelé, una banda musical para las infancias. Ambas son referentes de Al Fin Justicia, una organización no gubernamental en la que asesoran y acompañan a familiares y sobrevivientes de abusos en la infancia.

“Si bien el proceso hasta llegar acá fue un tsunami y nos movilizó muchísimo, somos privilegiadas por poder acceder a esta instancia en la justicia”, aseguró Belén en diálogo con ANCCOM y agregó que este juicio “marcará un precedente muy importante en una provincia que tiene una cantidad enorme de casos y una pobreza extrema, lo cual limita mucho el acceso a la justicia”.

Por su parte, Rosalía expresó que el abuso en la infancia es “un delito del patriarcado y del silencio, que se encubre y está completamente naturalizado” y añadió que es necesario que todos los agentes de justicia “tengan perspectiva, que nos escuchen y estudien cuáles son las características particulares de este delito porque si no nunca van a condenar a nadie: por incomprensión. La justicia debe dejar de revictimizarnos y debe ser realmente reparadora”.

“Si bien el proceso fue un tsunami, somos privilegiadas por poder acceder a la justicia”, aseguró Belén Duet.

Un delito invisibilizado por la impunidad

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco niñas y uno de cada 13 niños son víctimas de abusos contra la integridad en la infancia. A diferencia de maltratos físicos, en los que existe la posibilidad de ver las lesiones, detectar que un niño fue o está siendo víctima de abusos contra su integridad depende de escucharlo con atención para dar cuenta de esto, ya que su descripción es generalmente lo más importante y, en muchas ocasiones, la única evidencia del abuso arremetido en su contra.

En este sentido, Rosalía manifestó que “una prueba fundamental es el perito psiquiátrico, porque los traumas quedan en nuestras psiquis y los arrastramos para toda la vida. Nosotras somos la prueba de lo que aconteció”. 

La gran mayoría de los casos de abusos no son detectados ni denunciados. Según el ex magistrado Carlos Rozanski, sólo se llega a denunciar el 10% de los abusos infantiles que ocurren en Argentina y, de mil abusos, 999 quedan impunes. No en vano es considerado ampliamente como “el delito más impune de la Tierra”.

Según datos oficiales, por un lado, en Argentina el 63% de los casos se producen en el ámbito familiar de los niños, lo cual supone un primer obstáculo para la detección de lo que ocurre. Por otro lado, “muchas veces se trata de personas de la escena pública, como nuestro caso, en los que por más que las pruebas sean contundentes, se mira para otro lado”, explicó Belén.

Los niños y niñas que sufrieron abusos contra su integridad en la infancia llegan a demorar años en poder entender y contar lo que ocurrió ya que suelen experimentar un trauma peculiar en el que se entremezcla el miedo, la culpa y la vergüenza, y que incluso se potencia con el tiempo, cuando la consciencia es mayor.

“Yo sabía que no lo podía contar, sentía que lo tenía que cargar sola porque en algún punto pensaba que era mi culpa”, narró Rosalía, quien sólo pudo contárselo a su pareja, ya siendo una adulta. Recién en 2013, en el velorio de su padre, Rosalía colapsó al ver llegar a la hermana de su padre, Noemí Alvarado, y su marido -ambos denunciados por los abusos- y terminó contando todo lo acontecido a sus familiares, incluida su madre, que no lo supo hasta entonces. A partir de ahí, inició una incansable búsqueda de justicia, motivada por el deseo de que “esto no le pase a nadie más, porque es un horror”.

“La ESI no evita los abusos, ya que las niñeces no tienen herramientas reales para defenderse» dice Duet.

Belén, por su parte, había hablado desde muy chica, cuando su madre lo advirtió después de una serie de situaciones que le llamaron la atención, entre ellas una advertencia que le hizo llegar una maestra de la niña. Actualmente, Belén es docente y militante de la ESI, a la cual destacó como instrumento educador y visibilizante, «preventivo en tanto alerta». Sin embargo, aclaró que “la ESI no detiene la vulnerabilidad de un niño frente al poder del adulto, y tampoco reemplaza a la justicia, ya que ésta es la que impone la ley”.

Recién en 2013, cuando ambas se encontraron en la misma situación, Belén viajó a Chaco para reunirse con Rosalía. “Nuestro encuentro fue muy importante porque le dio un marco de verdad. Una de las culpas más fuertes que se siente es la de la imaginación, porque incluso cuando ya está la certeza de que las cosas sucedieron, aún así sentimos culpa y nos preguntamos la validez de nuestros recuerdos”, expresó Belén.

Una vez roto el silencio pudieron denunciar su padecimiento, pero se encontraron con la prescripción del delito. Esto cambió en 2015, con la reforma de la ley N° 27.206 de Respeto a los Tiempos de las Víctimas de Delitos contra la Integridad Sexual, que establece que la prescripción se empieza a contar a partir de la denuncia y no de cuando sucedieron los hechos. La normativa dio pie a presentar, el 15 de junio de 2016, una denuncia formal contra sus agresores.

“Yo tenía tres años recién cumplidos, por lo que acordarme de algo tan nítidamente no deja margen de duda”, señala Duet.

Un caso histórico

El juicio de Belén y Rosalía comenzó en Chaco el 31 de mayo pasado y esta semana se desarrollarán nuevas audiencias, con más testimonios. Con respecto al proceso, relataron que si bien haber llegado a un juicio es superador, también revive “un montón de dolores y el sentimiento de culpa, ya que muchas veces quieren saber cosas muy puntillosas, sin considerar que son momentos que se mezclan, fogonazos, diversas situaciones reiteradas a lo largo de los años”.

Sin embargo, “siempre hay algunos recuerdos que son muy nítidos”, contó Belén y continuó: “Yo tenía tres años recién cumplidos, por lo que acordarme de algo tan nítidamente no deja margen de duda”. Por su parte, Rosalía agregó que toda la vida sintió “cosas en el cuerpo y en la mente, mucho miedo a todo, ataques de pánico, no poder pasar -aún hoy- por determinados lugares”.

A partir de estos hechos, Noemí Alvarado, de 80 años y tía de Rosalía, está acusada de ser «participe necesaria de abuso sexual deshonesto en concurso ideal con corrupción de menores en calidad de autora», explicó Nahir Badur, la abogada que está llevando la causa de las sobrevivientes. En el caso de Belén, la acusación contra Alvarado es «por corrupción de menores en calidad de autora».

La abogada aseguró que ellas persiguen “una sentencia condenatoria, que puede ser una medida privativa de la libertad pero dentro de los parámetros de lo que sería una prisión domiciliaria, por la edad”. El proceso está a cargo de la Cámara Tercera en lo Criminal, integrada por Ernesto Azcona, Virginia Ise y Natalia Kuray, de quienes depende este fallo que ya es y puede ser aún más histórico.

Por último, ambas sobrevivientes concluyeron que quieren que “esta persona sea condenada, porque abusó y corrompió niños, pero lo más importante a resaltar es que este delito, que era del horror y del silencio, pasó a ser una lucha colectiva y eso es fundamental. Queremos que nuestra historia trascienda, que esta condena nos sirva y se replique en todas las situaciones”, para que, al fin, haya justicia.

De eso no se habla

De eso no se habla

El 14% de las denuncias de maltrato a niños, niñas y adolescentes, son por abuso sexual infantil.

El abuso sexual infantil es el más escondido de los maltratos y del que menos se habla. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de la utilización de un niño, niña o adolescente en una actividad sexual que no comprende, para la cual no está preparado por su desarrollo físico, emocional y cognitivo ni capacitado para dar su consentimiento. Desde el año 2000, se conmemora el 19 de noviembre el Día Mundial para la Prevención del Abuso Sexual Infantil. El Artículo 19 de la Convención Universal de los Derechos del Niño reconoce como obligación del Estado la protección de todos los niños de cualquier forma de violencia o maltrato.

El ámbito más frecuente donde se produce es el intrafamiliar, lo que implica que cuanto más cercano a la familia es el acto de abuso, más difícil es trabajarlo. También sucede en ambientes extrafamiliares, además de que puede haber abuso, aunque no haya acceso carnal. Su diagnóstico no es fácil y, como suele pasar desapercibido durante mucho tiempo, deja marcas emocionales que cuanto más antiguas, más complicadas son de tratar. Los agresores no tienen un típico perfil y es difícil reconocerlos, por lo que se debe estar siempre alerta.

Los niños, niñas o adolescentes que son víctimas de este delito no suelen poder contar lo que les sucedió. Sí son notables en ellos ciertos cambios de conducta repentinos, tales como pesadillas o problemas para dormir, enojos injustificados, decaimiento físico y emocional, ansiedad, dificultades para relacionarse con su entorno, no querer quedarse solos con una persona en particular, entre otros indicios.

Los motivos por los que un niño, niña o adolescente tiene dificultades para hablar sobre la agresión pueden ser la vergüenza, el miedo, las amenazas por parte de su abusador, el temor a que no le crean. El menor puede sentirse responsable y culpable por haber sido abusado, por lo que los padres deben estar atentos al comportamiento de sus hijos e hijas.

El ámbito más frecuente donde se produce el abuso infantil es el intrafamiliar.

Según datos oficiales, en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) alrededor del 14% de las denuncias de maltrato a niños, niñas y adolescentes, son por abuso sexual infantil. En 2018, de 18.900 demandas a la Secretaría, unas 2.600 correspondieron a casos de abuso sexual, lo que implicó un aumento con respecto a 2017. Por otro lado; según el programa de investigación «Fuera de las sombras: arrojando luz sobre la respuesta al abuso y la explotación sexual infantil», elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist, un ranking que evaluó la capacidad de respuesta de 40 países del mundo frente al delito, determinó que la Argentina está en el puesto número 35.

Nora Schulman, directora del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño en la Argentina (CASACIDN), sostiene que aún no se toma consciencia de la grave dimensión que implican el maltrato y el abuso sexual infantil. Remarca la importancia del tratamiento que se le debe dar a cada situación, porque “cuando surge una denuncia no siempre se hace la debida evaluación a la familia del niño o niña que sufre el abuso”.

Schulman afirma que hay un retroceso en materia de defensa de los derechos de los niños: “La justicia ha tomado una incidencia muy fuerte en la vida de los mismos, volviendo a un patronato y produciendo una revictimización”.

La Convención de los Derechos del Niño, que el 20 de noviembre conmemorará su aniversario número 30, establece a los niños como sujetos de derecho: a ser oídos y ser tenidos en cuenta en sus opiniones. Nora Schulman afirma que esto es lo que no se está respetando y que se desconocen las medidas de los organismos de protección. “La educación sexual integral -agrega- es imprescindible para que niños y niñas, desde el jardín, puedan empezar a tener noción del cuidado de su cuerpo y entender que debe ser respetado. De esta forma, podrán detectar y destapar situaciones de abuso o violencia que permanecían ocultas porque no sabían cómo decirlas”.

«Basta de pensar que los niños son ingenuos, hay que aprender a decodificar”, dice María Cecilia López.

El desafío de romper el silencio

Sebastián Cuattromo fue abusado a los 13 años por un docente religioso del Colegio Marianista del barrio de Caballito, entre 1989 y 1990. Diez años después del abuso, pudo contar su historia y realizó la denuncia. En 2012 dio a conocer públicamente su caso y se llegó a juicio oral y público. Su abusador, Fernando Enrique Picciochi, fue condenado a 12 años de cárcel por corrupción de menores calificada reiterada.

Silvia Piceda, abusada durante su infancia, fue a quien acudió Romina, la hija mayor del padre de su hija, en 2009. La niña le contó que había sido abusada por él y Silvia de inmediato concurrió a la justicia para preservar a la niña y a su propia hija. Aunque su denuncia y la de Romina fueron archivadas, Silvia conoció a otros adultos que habían padecido los mismos abusos y lo que en principio transitó en soledad, se transformó en una lucha colectiva. Junto con Sebastián Cuattromo, su actual pareja, crearon la ONG Adultxs por los derechos de la Infancia, una organización sin fines de lucro y un colectivo independiente conformado por adultos comprometidos con la defensa de los derechos de niños y adolescentes.

Silvia cuenta que cuando se habla con adultos no se diferencia el abuso, sino que se comparten los daños. Sostiene que a la sociedad le hace falta escuchar: “El problema del abuso es del adulto, el niño es la víctima”. Piensa que la comunidad adulta debe cambiar para poder entender sus propias infancias y abandonos, para lograr empatía con el niño que sufre abuso.

“Tengo la esperanza de que mi historia pública pueda trascender colectivamente y ayudar a los demás, de darle un sentido colectivo a mi experiencia de dolor y lucha”, dice Sebastián, además de remarcar la obligación de la comunidad adulta y del Estado de garantizar los derechos de la infancia: “Debemos pensar en la infancia de hoy y del futuro”. Silvia sostiene que la salud mental, física, psicológica y afectiva debe estar separada de la suerte judicial, ya que asegura no representa un ámbito de protección hacia víctimas de este delito y apaña a los agresores: “Mi liberación fue la verdad, así pude tomar medidas y proteger a mi hija”.

En Adultxs por los derechos de la infancia llevan como bandera el lema “Para criar un niño hace falta una aldea”. Invitan a acercarse porque es un grupo en el que se favorece el hablar: “a quienes vienen se los escucha y no se los juzga, vivimos en una sociedad moralizante hacia la víctima, quien debe cargar con la mochila de la vergüenza es el abusador”. Silvia es contundente al decir que lo que daña más es una sociedad que obliga a callar, por lo que como pares, comparten recursos, contactos de psicólogos, abogados u oficinas públicas que brindan ayuda y asesoramiento.

Ambos están convencidos de que en las escuelas se tiene que dar la plena aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral, la que posiciona a los niños y niñas como sujetos de derecho. “El abuso sexual contra los niños intrafamiliarmente aflorará mucho más si les generamos las posibilidades de tener a quien recurrir en las escuelas”, afirma Sebastián. 

Camila tiene 25 años y es de Santa Fe. Cuenta que entre sus 11 y 12 años empezó a sufrir agresión verbal y psicológica por parte del papá de su hermana menor. No solo era violento con ella sino también con su mamá. Como parte del abuso, su agresor intentaba tomar fotos a partes de su cuerpo, a lo que Camila se resistía.

Al mudarse a otra casa, a sus 14 años, fue cuando se concretó el abuso sexual. Mientras la violencia psicológica persistía, su abusador la culpaba de que su mamá quiera separarse de él: “Siempre había que pedirle perdón por todo, el problema era yo”. Camila cuenta que parte del sistema de manipulación que ejercía su agresor para llegar al abuso era acusarla de estar enferma: “Me decía que lo provocaba y me olvidaba, que él me quería ayudar, que el tratamiento era caro y que para que mi mamá no se ponga mal no había que contarle”.

A sus 15 años su mamá se separó del agresor, pero pasaron 6 años para que Camila pudiera poner en palabras lo que le sucedió. Su psicóloga y Adultxs por los derechos de la infancia fueron de gran ayuda para hablarlo. En febrero de 2016 hizo la denuncia, cuenta que en el allanamiento incautaron pornografía infantil en la computadora de su agresor, aunque no fue suficiente para meterlo preso. Es decir, el abusador continúa libre. Asegura que sintió vergüenza, culpa, responsabilidad. Su vida era paralela, en el colegio era normal, pero en su casa sufría todo tipo de abusos: “Para mí, mientras menos se notaba era mejor”. Camila cuenta que darse cuenta de que su hermana podía pasar por lo mismo le dio temor: “Lo mío no sé si se va a resolver, ojalá que sí, pero si mi hermana no hubiese estado quizá yo hubiese hablado, pero la denuncia no la hubiese hecho”, concluye.

Cómo detectar y prevenir

María Cecilia López, licenciada en Psicología, cuenta que el abuso sexual en los niños no es fácil de detectar ya que, en general, los chicos abusados no hablan: “Se encuentran bajo amenazas tanto directas como subliminares por parte de su abusador, muchas veces nenes chiquitos hablan de la mirada de asesino”.

Por otro lado, sostiene que en algunos casos el abuso sucede a niños en etapa de jardín, los cuales no saben que lo que les están haciendo es abuso sexual, porque no tienen la conciencia suficiente para entenderlo. “El abuso no siempre empieza de forma carnal, sino que el abusador comienza estimulando ciertas partes erógenas a través de ‘cosquillitas suaves’, les hacen un entrenamiento para luego abusar de ellos carnalmente”. La especialista describe al agresor: “Los abusadores, que ahora son nombrados depredadores, no tienen goce sexual genital propiamente dicho, es un goce por atrapar y engañar al niño”.

López indica que el abuso sexual infantil puede ser detectado a través de señales en la sintomatología corporal del niño, en sus juegos y dibujos, incluso cuando dibujan mamarrachos, que suelen ser en color negro. “El sol es un indicador, el niño dibuja uno amarillo y otro negro, hablamos de que está transmitiendo una figura masculina que se comporta de doble manera, con una cara oscura”.

Afirma que los niños no siempre dibujan genitales o los pueden borrar. Otro símbolo pueden ser las nubes, varias chimeneas en una misma casa o manchada con tinta roja: “No son casualidades, basta de pensar que los niños son ingenuos, hay que aprender a decodificar”.

María Cecilia López cuenta que con niños abusados trabaja terapias más prolongadas, de dos a cuatro años. Señala que el abuso sexual infantil es una cuestión de género, ya que generalmente es por parte de alguien cercano a quien el niño tiene idealizado. “Debe considerarse a los niños como personas que sienten y saben expresar”, sentencia.

No hay edad específica para hablar de sexualidad, se trata de un tema que atraviesa todos los ámbitos. Es importante crear espacios de diálogo, aprendizaje y confianza para fortalecer a niños y adolescentes. De esa forma, podemos ayudarlos a cuidarse, a darse cuenta cuando algo no les gusta, a saber cómo pedir ayuda en caso de que no puedan resolverlo por sí mismos. Los niños no mienten, hablar es empezar a prevenir.