De la Villa 20 a la Avenida Corrientes

De la Villa 20 a la Avenida Corrientes

“Es un gran paso para los artistas que son del barrio. Años atrás nadie se lo imaginaba. La gente ya no te mira raro, antes nosotros bailábamos de cabeza y para los demás limpiamos el piso”, expresa Angélica Villagómez, la joven de Villa 20, ideadora de la obra teatral El arrebato, y bailarina de breaking dance.

Entre protocolos, distanciamiento y capacidad reducida, el  pasado martes llegó al Teatro Metropolitan de la Avenida Corrientes El  arrebato, una obra de teatro musical que lleva la problemática de la marginalidad al corazón del centro porteño. La puesta nació a partir de una idea de Villagómez, que surgió en el contexto del taller Arte en Barrios, el programa del Gobierno de la Ciudad que promueve  la actividad cultural de barrios populares. “En el taller de gestión de proyectos que ellos daban surgió todo. Tenía varias ideas, pero esta me gustó mucho porque no solo era para el público sino que los chicos podían trabajar en el guión o en la obra. La idea original era hacer un musical contando la historia del breaking, después se modificó un poco pero quedó genial. La obra tiene de todo, te reís hasta incluso te emocionas y los chicos rapean y cantan genial”, cuenta la bailarina y agrega:  “La profesora que dictaba el Taller, comentó mi idea en La Usina del Arte y les gustó. Me llamaron con la propuesta y empezaron las reuniones para ver cómo podía ser posible la obra”. 

A partir de ahí El arrebato dejó de ser un sueño para  convertirse en realidad.  Se convocó  a productores, guionistas, directores, músicos y coreógrafos que incluso fueron a ver los talleres de rap que había en Villa 20 para conocer la vida del barrio de Lugano. “Un día nos juntamos todos los que íbamos a trabajar, fui a los ensayos y acompañé a los chicos, aporté consejos para las coreografías. Yo no soy del mundo del teatro, pero acompañé el proceso de la obra con todo el equipo que hizo un excelente laburo”, expresa la bailarina, quien además cuenta que desde el FIBA, El festival Internacional de Buenos Aires, también recibieron apoyo para el estreno. 

Villagómez  acompañó todo el proceso de creación de El arrebato, obra dirigida por el actor Juan Martin Delgado y escrita por Emiliano Dionisi, ambos artistas jóvenes con gran trayectoria en el escenario. Con diez nominaciones a los Premios Hugo al Teatro Musical, El arrebato se convirtió en una de las mejores opciones para este verano pero además invita a reflexionar y visibilizar  la vida de los jóvenes de los sectores populares, aquellos que muchas veces se enfrentan con distintas problemáticas y se los estigmatiza e incluso criminaliza por tan solo vivir en un barrio popular. “Está muy bueno que esté la obra en calle Corrientes. Hemos visto bastantes puestas que hablan de otra cosa, que son para divertir al público y esto es completamente diferente. Lleva una problemática de un barrio a un teatro para que lo vean otras personas que no son de este mundo, los lleva a meterse un poquito en lo que pasamos nosotros, en nuestro día a día”, expresa la joven.

En una sociedad donde  el discurso del mérito es cada vez más fuerte entre los jóvenes, Villagómez se posiciona y reflexiona “Nosotros estamos acostumbrados a lucharla para salir, sabemos que tenemos que levantarnos temprano, estudiar, trabajar y demás. Uno cuando baila se encuentra con distintos escenarios, los mismos bailarines son de distintas clases, los bailarines de breaking, los que rapean, no son todos del  barrio. Hay distintos sectores cuando hay un evento pero cuando nos juntamos, desaparece la clase social”, señala.

El arrebato tiene diez nominaciones para el premio Hugo al Teatro Musical.

Desde sus inicios, Villagómez estuvo rodeada de música pero los talleres que se daban en el el barrio de Villa 20 marcaron lo que es hoy: “En el 2010 fui a un club de jóvenes que era de mi propia escuela y empecé con unas amigas. Primero empezamos bailando coreografías de hip hop, después nos animamos a bailar breaking y bueno desde ahí pasaron un par de años. En el medio fui mamá, estuve estudiando mucho, pero igual seguí bailando. En 2016 empecé a dar clases en Villa 20, para los niños. Di clases en Villa Soldati también. Los chicos cuando vienen a las clases, la pasan bien, lo disfrutan. No solo son alumnos sino que se convierten en amigos” 

Además expresa que no fue todo  tan fácil, sobre todo el apoyo de sus padres “Cuando uno es adolescente y vos queres bailar, te dicen que elijas una carrera o que consigas un trabajo, y no hay mucho apoyo en eso. Si vos te queres dedicar a algo que no les gusta a tus padres, piensan que ´ya se te va a pasar´, que es un pasatiempo nomás pero después al final vieron que yo seguía, que insistía y obviamente terminaron aceptando”.

“Una trata de hacer un equilibrio con el trabajo, porque yo empecé cuando era chica. Estudié, trabajé, tuve a mi nena , a mi nene ahora y es buscarte un tiempo para hacer lo que te gusta. Si bien ahora una es menos constante bailar o ir a entrenar pero nunca lo dejo de hacer”, expresa, mientras de fondo se escucha el llanto de su bebé reclamando a Angélica mamá y continúa: “Me pasó a mi y les pasó a todos mis amigos que también empezaron cuando eran adolescentes que ya son papás y ya también trabajan, pero igual seguimos”.

Villagómez cuenta que el año pasado, con la pandemia, fue bastante complejo continuar con los encuentros, ya que solían reunirse  todos los veranos a ensayar y enseñar “Nos juntábamos los domingos afuera de una escuela del barrio, llevábamos la música, el piso y lo tirábamos ahí y nos poniamos a bailar y se acercaban chicos y chicas que querían aprender y nosotros no tenemos problema en que  venga  alguien y diga que quiere aprender. Obvio, le enseñabamos verticales o los pasos básicos de a poco”, agrega la bailarina.

A pesar del correr de los años, las distintas dificultades que pudo tener en el camino, los recursos que muchas veces se agotan en la Villa 20 y sus días hoy como madre, el sentimiento por la danza y el hip hop persiste: “Más que un baile es una cultura para mi. Muchos empiezan y después se alejan pero los que nos quedamos, lo hacemos parte de nuestra vida. Entrenamos todos los días, vamos a competencias, eventos  y compartimos con bailarines de otros barrios. Es muy bonito lo que disfrutamos en grupo con otras personas. Las competencias para un bailarín no es solo ir y compartir, es un  lugar de encuentro en donde compartis un espacio con el otro, compartis el baile. Las rondas donde uno entra a bailar son un momento de compartir y se hace muy grato para uno”