Piloto de tormentas

Piloto de tormentas

La noche del último 11 de mayo, en plena campaña previa a las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) de agosto, aún no se sabía si sería posible un debate presidencial, pero Marcelo Tinelli ya había reunido en su programa a los tres presidenciables que, según las encuestas, disputarían mayor cantidad de votos en octubre.

“¡Señoras y Señores! –dijo Tinelli en el estudio de televisión de canal 13-. Vamos a presentar – frena, e interpela a sus productores- ¿Cuánto hace que no venía por acá? Primera vez que viene al programa en los últimos años ¿no?”. Y rápidamente vuelve a hablarle al público: “Viene de jugar la Copa Libertadores de América con su equipo de futsal de Villa La Ñata, en Paraguay. La persona que voy a presentar ahora es un amigo personal –continúa Tinelli -, lo conozco desde hace treinta años cuando vivíamos a una cuadra de distancia y yo iba a buscar los casettes a su casa para llevarlos a Badía y Compañía. Corría el año 1985 y él era un corredor de motonáutica muy groso, y yo era un periodista muy desastroso”.

La presentación duró alrededor de dos minutos. Jugaba con la ironía y la expectativa manteniendo la tensión de los televidentes en sus casas y del público presente en el estudio. Algunos sostenían carteles naranjas con la leyenda “Scioli 2015”. Agravando la voz, Tinelli continuó presentándolo: “Candidato a Presidente por el Frente para la Victoria, es el actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires”.

De pronto, volvió al tono jocoso y agitó: “¡Se viene la ola naranja! –se refería al color elegido en la campaña política de Daniel Scioli- ¡Qué grande! –agregó, como pensando en voz alta- Está casado con una gran amiga, una gran modelo y que si sigue laburando así –advirtió- yo la veo con un futuro político. Yo creo que en 2019… Karina Gobernadora” -tituló.

– “¿Vos decís?, le preguntó Marcela Feudale, la voz que lo acompaña a Tinelli hace más de veinte años desde VideoMatch y, ahora, en ShowMatch, un programa de humor popular argentino y de competencia de baile con alto rating devenido en un escenario determinante para políticos en campaña.

– “¡Olvidate!” –afirmó Tinelli y se quedó dos segundos pensativo- Iba a decir una grosería –sonrió cómplice– ¿Vio que Karina hace crema’?, con Karina los encremamo’ a todos y ¡adentro!” –propuso como eslogan.

Retoma la presentación: “Señoras y señores, un placer presentarlo acá. Fuerte el aplauso para presentar, acompañado de su mujer Karina Rabolini -toma aire y repite- fuerte el aplauso para presentar al señor Daniel Scioooliiiiiiiiiiiiiii”, dice Tinelli como relatando un gol.

La cámara ahora enfocó con un plano general  la escenografía que se abrió. Apareció Daniel Scioli de traje y corbata y, a su izquierda, tomándolo del brazo, Karina Rabolini con vestido negro hasta por debajo de las rodillas y un peinado alto. Cuando ambos llegaron hasta el conductor empezó a sonar la canción “Yo creo” del artista Ricardo Montaner, reconocido públicamente como amigo del candidato y que, en campaña, le regaló a Scioli la canción “Himno para la Victoria”.

 

“Quien iba a pensar Marcelo que treinta años después nosotros íbamos a estar acá, en un momento muy especial, de tu vida y de la mía. Vos soñando con presidir la AFA –Asociación del Fútbol Argentino- y yo con presidir la Nación”, le djo Scioli al conductor y se rieron en el estudio, mirándose cómplices.

Treinta años atrás, Scioli intentaba persuadir a Tinelli en Canal 13 para que el periodista deportivo difundiera sus carreras de lanchas offshore (“alejadas de la costa”) por TV casi al mismo tiempo en que se comenzaron a emitir en el prime time de Canal 9, luego de ser recuperado por Alejandro Romay asociado con Héctor Péres Pícaro y José Scioli, padre de Daniel.

El motonauta no sólo se encargaba de buscar emisoras sino también sponsors. Cuando en 1985 compró una lancha de carrera ni siquiera sabía si quería competir en motonáutica hasta que, en Punta del Este, Lelio González Elicabe, entonces subcampeón del mundo, se acercó a hablarle. Ese mismo día se subieron a la embarcación para correr. Las terribles olas y saltos que Elicabe imaginó asustarían a Scioli, generaron en él un efecto contrario: cuando llegaron a la orilla le pidió que le enseñara a manejar. Antes de Scioli, la motonáutica era un deporte conocido por pocos. Los que navegaban en el Delta los fines de semana no pensaban en competir en Europa y menos en televisarlo. Scioli obtuvo ocho títulos mundiales. “Cuando llegaba a la meta, sabía dónde estaban las cámaras. Y quedaba siempre de frente a ellas”, contó González Elicabe al diario Perfil.

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“Yo hace treinta años que estoy con Daniel. Si hay alguien que tiene carácter y personalidad es él. Siempre ha defendido sus convicciones sin ser agresivo. Siempre ha vivido con mucha pasión, siempre con su estilo y hasta la misma Presidenta –Cristina Fernández de Kirchner- ha dicho que son distintos”, dice Karina Rabolini en el piso de Telenoche junto al candidato, su pareja.

Se conocieron el 23 de noviembre de 1986 en el Delta y ese mismo día él la invitó a cenar a su departamento de soltero, ubicado en Callao y Posadas. Al poco tiempo se mudaron juntos. Ella era una modelo, oriunda de Elortondo -Santa Fé-; él, un famoso deportista de motonáutica. Se llevan diez años de diferencia. Desde el comienzo fueron una pareja mediática que, con peleas y reconciliaciones, coparon tapas de las revistas del corazón. “Siempre fue un tremendo sostén en mi vida, un extraordinario compañero. Es un hombre con una gran fuerza de voluntad y con el optimismo de que las cosas se pueden lograr”, afirma Rabolini a la revista Gente.

“Cuando perdió el brazo y lo fui a visitar a la clínica –agrega la modelo – me preguntó si todavía me quería casar con él, y me dijo: ‘Menos mal que fue el brazo y no otra cosa’.  Siempre tuvo armas para salir adelante. Estaba en terapia y pedía su manzana asada y su pastafrola”. Se casaron en 1991. Después de dos años, Rabolini se enteró por televisión que Scioli tenía una hija no reconocida de cartorce años que vivía en Rosario: María Lorena Rentería Beltrán, hija de Margarita Rentería Beltrán, ex empleada de Casa Scioli, donde había conocido a Daniel.

El libro Scioli Secreto, que presentaron este año los periodistas Walter Schmidt y Pablo Ibañez, da cuenta de que a los once años Lorena, que seguía la vida pública de su padre por los medios de comunicación, logró ver a Daniel sólo unos minutos cuando se enteró que lo habían internado en una clínica de Rosario a la vuelta de su casa cuando tuvo el famoso accidente en lancha. La niña convenció a su madre para que la llevara al sanatorio diciéndole: “Tengo miedo que se muera sin conocerlo”. Después de advertencias del médico sobre el peligro de un shock emocional que podría causarle este encuentro, Lorena desistió de entrar a terapia intensiva, pero sin embargo pudo conocer a su abuela Esther Méndez -madre de Scioli- en la sala de espera. Actualmente, y con el paso del tiempo, desde que la situación se volvió pública Scioli construyó y mantuvo un vínculo estable con Lorena, y esa incorporación sentimental se hizo extensiva a Rabolini.

A pesar de que en 1998 Rabolini y Scioli se divorciaron, en 2003 volvieron a formar pareja. “Que me devuelva la plata del divorcio y nos volvemos a casar”, le dice bromeando Daniel Scioli a Susana Giménez en el programa que la presentadora conducía en Telefé una noche de 2013. La conductora lo entrevistaba junto a Rabolini. “La plata ya me la gasté”, contestó la modelo sonriente mirando a Susana.

Siempre que puede Rabolini expresa el orgullo que le provoca la Ley de Fertilización Asistida que promovió Scioli como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y que luego se extendió a nivel nacional, porque ella asegura que vivió en carne propia la imposibilidad de tener hijos, ya que durante un largo tiempo intentaron concebir mediante tratamientos pero no pudieron lograrlo.

Actualmente, viven en la residencia ubicada en Carlos Belgrano al 4500 sobre el Río Luján, en una zona conocida como Villa La Ñata, en la localidad de Benavídez. Se mudaron allí a fines de 2006 para que Scioli pudiera candidatearse a Gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

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Bunker Frente Para La Victoria, Elecciones presidenciales 2015. Luna Park, 25 de Octubre 2015.

“Cuando lo conocí él ya era Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. La mayoría de nosotros jugábamos en clubes de barrio y fuimos a lo de Daniel por amigos en común. Desde el primer momento, cuando íbamos a jugar futsal a la casa nos trató como uno más, como compañeros de equipo. Él siempre trata de alentarnos, siempre tira para adelante”, le confiesó a ANCCOM Ismael Maldonado, integrante del equipo en el que juega Scioli.  

Frente a su residencia de La Ñata, Scioli levantó Villa La Ñata Sporting Club. En el lugar, como era de esperar, predomina el color naranja. Una virgen grande en una esquina, un retrato con el Papa Francisco en la otra. La cancha de parqué en la que entrenan futsal equipos de distintas categorías y diferentes edades está rodeada de estatuas: Mandela, Alfonsín, Perón, Evita, Messi, El Che, Tévez, Maradona y Samid, entre otras. Colgados en palcos y en las paredes aparecen carteles de Scioli Presidente 2015.

Scioli juega en el equipo de primera. En la cancha, le dicen Pichichi (como se los denomina a los goleadores en España). “Yo vi que él evolucionó mucho a comparación de lo que era cuando empezó a jugar y eso es por la garra que le pone. Porque él antes no jugaba al fútbol, pero aprendió”, explicó a ANCCOM Lucas Argañara, compañero de equipo. De chico y adolescente, Scioli, practicó natación, básquet, pelota paleta y llegó a ser federado en tenis, pero no solía practicar fútbol. “Cuando le toca entrar a la cancha a Daniel –continúa Argañaraz- nosotros hacemos todo lo posible para que se sienta cómodo y se divierta. Él encuentra acá su descarga, toma el futsal como un cable a tierra”.

“Con el equipo, hemos compartido muchos momentos inolvidables, gracias a Daniel: conocimos a Maradona, Tévez, Agüero, Pichot, Los Pimpinela, Cacho Castaña, jugamos en Fuerte Apache, fue muy lindo jugar con toda la gente mirando el partido desde los monoblocks”, contó a ANCCOM Argañaraz.

“Daniel nos ha invitado a su casa a ver videos, partidos. Más allá de él como jugador, a mí lo que más me gusta es su presencia – subraya a ANCCOM el DT del equipo, Guillermo Freire-, porque para el equipo es motivador, tiene una mentalidad ganadora, siempre hacia delante y eso sirve. Él nos ha contado una anécdota: cuando lo fueron a rescatar cuando tuvo el accidente él pedía por su compañero, ‘dónde está el tano’, decía, ‘vamos a buscarlo’. Cuando finalmente vio al tano le dijo: ‘Cuando volvamos, vamos a salir campeones del mundo’. Dicho y hecho, volvieron y salieron campeones del mundo. Es un hombre con convicciones y emprendedor”.

Camisetas de muchos equipos visten el techo del bufet del club. Desde ahí se escucha aterrizar el helicóptero del Gobernador.

 

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Cuando Scioli llega a su casa en La Ñata, algunas noches se encuentra con Alberto Samid a compartir el ajedrez. “Ahora estamos jugando la copa “Papa Francisco”. Jugamos a eso de las diez de la noche, cuando él termina sus tareas, cenamos y hacemos una partidita. El que llega primero a 100, gana la copa. Lleva mucho tiempo, una copa dura tres o cuatro meses y llevamos como 6 o 7 copas ya”, dice Samid a ANCCOM.

“La mayor virtud que tiene como candidato es que se preparó toda la vida para ser presidente, tiene la edad justa, tiene una relación con todos los países de Latinoamérica extraordinaria, con Brasil, Uruguay, Paraguay. También un vínculo fuerte con el Papa Francisco, que era Bergoglio antes. Todo eso es muy importante. Relaciones en todas partes del mundo, tiene las puertas abiertas en todos lados”, resume Samid.

Daniel Osvaldo Scioli nació el 13 de enero de 1957 en Villa Crespo y a corta edad sus padres, José Scioli y Esther Mendez, se mudaron a Ramos Mejía, Provincia de Buenos Aires, donde vivió hasta la adolescencia. Es el mayor de tres hermanos: José “Pepe” Scioli  y Nicolás Scioli – hijo de José Scioli y Lilia Neumann-.

Cursó sus primeros estudios en el Colegio Ward de Ramos Mejía, y luego estudió en en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, dependiente de la UBA, donde egresó como Perito Mercantil. De su paso por allí, en una época de ferviente militancia, sus compañeros lo recuerdan más como un “banana” que como alguien inmiscuido en cuestiones políticas. Más tarde eligió la carrera de Comercialización en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) pero, ante el secuestro de su hermano José, en 1975, decidió demorar su finalización. José había sido secuestrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y liberado, posteriormente, a cambio de un rescate en efectivo que pagó su padre.

En 2015, volvió a retomar sus estudios en la UADE. Obtuvo el título de Licenciado en Comercialización el 5 de octubre del mismo año tras rendir en condición de libre las últimas materias que le restaban y defender su tesis de grado, dedicada a investigar el funcionamiento de la firma Durax,  una empresa emblemática de la industria argentina que, tras su quiebra en medio de la crisis de principios de siglo, ahora es autogestionada exitosamente por sus trabajadores.

José Scioli padre fue dueño por herencia de la cadena de electrodomésticos Casa Scioli, también una firma emblemática en la Ciudad. Con esa empresa, su familia adquirió importantes ganancias y una buena posición económica. Desde adolescente, Daniel trabajó junto a en la compañía famliar, de la que formó parte del directorio hasta 1989 cuando sufrió el famoso accidente en la carrera de lanchas. Casa Scioli quebró en el contexto de apertura económica y del libre mercado generado por políticas menemistas -que el mismo Daniel Scioli defendió en su momento- y que posicionaron mejor a productos importados en detrimento de la industria nacional.

Paralelamente a su carrera deportiva, en plena época menemista, Daniel Scioli se dedicó a la actividad empresarial: en 1989 fue contratado por la firma sueca Electrolux y desde 1994 gestionó  la instalación de la empresa en la Argentina hasta convertirse en director, posición que mantuvo hasta fines de 2006.

El lunes 4 de junio de 1989, la lancha de Scioli y Luca Nicolini, su copiloto del equipo de Fabio Buzzi, iba a más de ciento cincuenta kilómetros por hora cuando pasó por la derecha de un barco carguero que, segundos antes, había provocado olas peligrosas e impredecibles. Ambos volaron hasta caer y flotar en el río Paraná cerca de Ramallo, Provincia de Buenos Aires. “Una mancha de sangre apareció alrededor del cuerpo de Scioli. Mareado y dolorido, no sabía que un gajo de plástico de la lancha le había rebanado el brazo derecho, unos quince centímetros arriba del codo”, cuentan los periodistas Walter Schmidt y Pablo Ibañez en el libro biográfico Scioli secreto.

Cuando Carlos Menem, por entonces Presidente de la Nación, lo vio por primera vez después del accidente, le dijo: “Daniel, los mejores días están por venir”. Puede decirse que sin siquiera pensarlo ahí empezó su carrera política pero hasta 1997, aún después de la pérdida del brazo, Scioli, continuó corriendo carreras de lanchas y trabajando como distribuidor de Electrolux en Argentina. Sin embargo, a partir del año 2006, por diferencias con la empresa, decidió cambiar de “rubro”. Su vida era sumamente mediática y popular. Esa particularidad le garantizó altos niveles de imagen positiva y fue uno de los factores fundamentales que le permitieron abrirse camino como político argentino. Carlos Menem se convirtió rápidamente en su padrino político. Sin embargo, Alfonsín, dirigente radical que conoció gracias a su padre José Scioli, fue quien había despertado primero su inquietud por la política.

“Nos interesó hacer un libro sobre Daniel Scioli porque es un bicho raro de la política – contestó el escritor Schmidt a Infobae-. Es alguien que la gente no considera un dirigente tradicional, lo ven más como alguien relacionado con la farándula o el mundo empresarial, y lo que nos dimos cuenta es que es un personaje conocidísimo públicamente, no hay particularmente nadie en la Argentina que desconozca quién es Daniel Scioli, pero todos ignoran cómo es su vida y qué proyectos e ideas tiene”.

“Creo que el peronismo es un espacio político que le vino muy bien a Scioli para manejarse en esas aguas turbulentas y con diferencias ideológicas –agrega Schmidt- Siempre ha sido leal a su jefe del momento y esta es la primera vez que no tiene uno, más allá de que la líder sea Cristina Kirchner. Esas lealtades son valoradas y le permitieron posicionarse”. Tanto en su faceta política como deportiva Scioli se convirtió en un sobreviviente: ocupó cargos públicos durante los gobiernos de Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Fernández y los atravesó indemne.

Desde 1997 fue Diputado Nacional por el Partido Justicialista de la Capital Federal hasta 2001, luego fue reelecto pero estuvo en su cargo unos pocos meses hasta que Duhalde, Presidente de la Nación elegido por la Asamblea Legislativa, lo designó Secretario de Turismo y Deporte de la Nación. Luego, en 2003, acompañó a Néstor Kirchner en la fórmula presidencial como Vicepresidente de la República Argentina, cargo que desempeñó hasta 2007. Desde entonces hasta la actualidad es Gobernador en la Provincia de Buenos Aires, zona geográfica que concentra más de dieciséis millones de habitantes.

“Estamos parejos –continúa Samid-.  Él –por Scioli- juega muy bien, pero según como esté, a veces le va bien, a veces le va mal, tiene muchas tensiones. Por ahí estamos jugando y llama (el ministro de Justicia bonaerense Ricardo) Casal y le dice: ‘Hay un muerto allá’, o llama Salud y hay un problema y se desconcentra, eso me favorece a mí, porque lo distrae”, cuenta el empresario frigorífico a ANCCOM. Lo llaman a cualquier hora sus ministros. Es muy trabajador, es un hombre quelabura hasta 15 o 16 horas por día”.

Algunas de las características que más se destacan sobre el candidato a Presidente por el FpV en el libro Scioli Screto son su lealtad, el humor ácido, la capacidad para mantener vínculos políticos aún en las peores condiciones, el espíritu competitivo, la devoción por salir en las fotos y el carácter templado, metódico y rutinario pero también pendiente de la rapidez, meticuloso y obsesivo. También en el libro se subraya su preferencia por la brevedad: de textos, discursos y  mensajes, explicando que por eso apela a valores universales que cualquiera pueda entender, como la fe, la esperanza y el optimismo constantemente. “Lo que nos quedó claro haciendo este libro –dice Schmidt, co-autor, a Infobae- es que Scioli tiene esta meta desde hace muchos años. Él no va a permitir que nadie se interponga entre él y su deseo de ser Presidente, salvo, claro, el voto de la gente”.

La leyenda hecha historieta

La leyenda hecha historieta

“Quisimos poner en contexto la leyenda de Antonio Gil con la historia de la lucha de clases, la lucha política y social que se vivía en la Argentina en esa época, pero sin desentendernos de un cierto realismo mágico, asumido por la cultura popular que convirtió al Gauchito Gil en objeto de devoción”, explicó Luciano Zdrojewski, autor junto con  Facundo Teyo de la historieta que retoma la leyenda del santo popular correntino de fines del siglo XIX.

El primer capítulo de la serie de seis salió en el sexto número de la revista Maten al mensajero, una joven publicación mensual de producciones literarias que convoca a numerosas figuras de la pluma, el dibujo y la fotografía.

“Me interesó porque la historia de Antonio Gil surge desde abajo, es contra-hegemónica. Es una persona común, que aprende de su propia experiencia dentro de un destino que no puede cambiar: desaparecer como todos los gauchos a manos de la ley del Estado que se estaba formando”, explica Zdrojewski, profesor de historia y guionista de la historieta. El cómic recupera los hechos históricos que marcaron la vida de este gaucho correntino alrededor de quien años después se generaría una devoción popular.

«La historia de Antonio Gil surge desde abajo, es contra-hegemónica», explicó Zdrojewski.

 

Si bien no existe una historia oficial sobre este personaje sí se tienen varias versiones de su vida. Algunas leyendas lo caracterizan como un gaucho violento y desertor; otras lo describen como milagroso y solidario con los pobres. Pero todas coinciden en que Antonio Gil fue contemporáneo de la Guerra del Paraguay y, como tantos matreros, sufrió a manos de un Estado Nación que se abría paso pisoteando a los pueblos originarios y a las tradiciones gauchescas. La historieta busca enmarcar la historia particular de este gaucho como exponente de una devoción popular que surgió con elementos propios del litoral argentino pero que hoy se extiende a lo largo del país transformando a Antonio Gil en “El Gauchito Gil”: santo y mártir del pueblo trabajador.

Facundo Teyo, ilustrador y colaborador de numerosos medios gráficos, editoriales y agencias de publicidad, comenta que el mayor desafío a la hora de encarar la historieta es poder romper desde los dibujos con la imagen que comúnmente se popularizó del protagonista: “Quisimos mostrar al principio de la serie lo lejos que está ese joven de 20 años del mito final; y cómo evoluciona  hasta transformarse en el personaje que todos conocemos”.

“Quisimos mostrar al principio de la serie lo lejos que está ese joven de 20 años del mito final; y cómo evoluciona hasta transformarse en el personaje que todos conocemos”, definió Teyo.

 

Tal como indica Teyo las viñetas del primer capítulo presentan al personaje como un joven sin barba ni bigotes, nada parecido a las imágenes que abundan en los santuarios construidos por los “promeseros del Gauchito”.  Si bien su historia fue plasmada en libros, canciones o películas, la novedad del formato cómic le imprime un carácter visual que permite fijar en la trama ciertos momentos claves y situaciones de quiebre en la historia del personaje.  “El lenguaje de la historieta es ideal para la historia del Gauchito porque queremos mostrar mucha más acción que descripciones; también porque probablemente el Gauchito haya sido un hombre de mucha más de acción que de palabras”, dice Teyo.

Los autores no consideraron una desventaja la ausencia de una historia oficial sobre Antonio Gil: la transmisión de boca en boca tuvo como consecuencia múltiples versiones sobre la vida de este personaje y eso les permite construir una nueva mirada acerca de su leyenda. “La creencia popular también es una construcción porque no hay nada documentado, entonces las versiones son tan ficticias como la historia que nosotros contamos. Todas las versiones aportan pero si nosotros no quebrábamos la leyenda más tradicional del Gauchito, entonces no podríamos dar una propia”, explica Zdrojewski. “Por ejemplo, el Gauchito era creyente de San la  Muerte y nosotros decidimos no recortarle esa parte porque hace a su personalidad y su riqueza”, agrega Teyo.

«El gauchito Gil se disputa entre su propio egoísmo, su rebeldía, contra su destino y sus acciones,» resalta Teyo.

La historieta desanda el camino que llevó a este gaucho del litoral a convertirse en santo de devoción popular e invita no solo a recorrer una historia, de la cual sabemos ya el final, sino a descubrir que movimientos internos al personaje y externos a él, como el contexto político y social, también propiciaron la construcción de un mito que hoy es ampliamente conocido.

“Nuestra idea no es multiplicar a los creyentes del Gauchito pero sí mostrar un fenómeno que brota de abajo hacia arriba y una creencia que hoy tiene una presencia arrolladora”, destaca Zdrojewski. Asimismo, Teyo considera que la característica más interesante del personaje del Gauchito Gil es su propia contradicción: “Él se disputa entre su propio egoísmo, su rebeldía, contra su destino y sus acciones.  Se equivoca, cae, se levanta, piensa y vuelve sobre sus pasos. A partir de situaciones que atraviesa cambia su accionar. No es un héroe sin debilidades sino un antihéroe, una persona común ante una realidad y un destino adverso y por eso se transforma en un mito popular”.

La revista Maten al Mensajero es una publicación que explora la forma de dar un giro novedoso en historias que son ampliamente conocidas. Ese fue el caso de la serie dedicada al emblemático periodista desaparecido Rodolfo Walsh, que culmina en este sexto capítulo. El número en el que aparece el lanzamiento de la historieta del Gauchito Gil se puede adquirir en los kioscos de diarios y revistas de la Capital Federal y Gran Buenos Aires y en las librerías de todo el país.

“En las formas de resistencia que quedan, se sigue luchando”

“En las formas de resistencia que quedan, se sigue luchando”

Alberto Szpunberg habla lento y pausado, un poco porque sabe escuchar y toma la palabra del interlocutor constantemente, y con eso también construye lo que irá diciendo. Otro poco porque, a veces, la memoria lo traiciona. Entonces se enoja un poco, pero enseguida se sonríe y lo manda a uno a buscar a su biografía el dato que no recuerda.

Esa biografía señala que un muy joven Alberto Szpunberg, de 22 años, ya había publicado su primer libro, Poemas de la mano mayor. Para entonces había militado en el Partido Comunista desde los 14. Luego formó parte de su disidencia “Guevarista” a través del foco creado en el monte salteño de nombre “Brigada Masetti”, ya que era justamente Jorge Masetti, el periodista argentino que había entrevistado al “Che” Guevara y a Fidel Castro en Sierrra Maestra, quien la comandaba y constituía el nexo entre la brigada y el Che. En 1965, a sus 24 años y sin haber podido llegar a reunirse con sus compañeros en el monte salteño, la brigada continuadora del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) fue derrotada. De esa época nace El Che amor, su segundo libro. A comienzos de los ’70, Szpunberg fue director de la carrera de Lenguas y Literaturas Clásicas en la Universidad de Buenos Aires. Más tarde se convirtió en redactor en el diario La Opinión, y llegó a desempeñarse como director de su suplemento cultural. Cuando llegó la dictadura se exilió en El Masnou, un pueblo de Barcelona. Y ahí, al cruzar el océano por primera vez, comenzará y ya no tendrá fin ese tironeo entre acá y allá. Entre lo que fue, podría haber sido y lo que finalmente es. Ese estar estando tan agridulce que les toca a los que se van lejos de su tierra dejando todo en puntos suspensivos.

 El poeta, cuando de su obra se trata, siempre elige traer a colación, primero, sus poemas más recientes: lo considera lo más honesto y espontáneo que puede hacer. Debe ser por eso que, de arranque, lo que sobreviene es “De ida sin vuelta”, aquel espectáculo que hizo en julio en la Biblioteca Nacional, en el que juntó su obra poética con las melodías de “Turbio Tinte Trío”, que incluye la voz de Luis Sampaoli y el bandoneón de César Stroscio, su gran amigo. Allí, entre tangos y valsecitos, lanzaba sus poemas en voz alta, y con ellos miles de historias.

 “Somos como hermanos, César (Stroscio) y yo –dice Szpunberg-. Nos conocimos un 9 de Julio del ´69, si no me equivoco, y desde entonces anduvimos juntos en mil y una historias complicadas, grandes aventuras y grandes amoríos. Por ejemplo, si vamos los dos caminando por la calle y vemos algo hermoso, que casi siempre es una chica, la expresión surge al unísono: ¡Qué valsecito!’ Será que nos impactó tanto aquel primer valsecito que hicimos juntos alguna vez, al que llamamos ‘De los dos’”.

Nunca, nunca corazón,

nunca nadie lo sabrá si fue amor

lo que tembló esa tarde bajo el sol.

La letra es de Szpunberg y la música es de Stroscio y de Juan Carlos Cedrón. En 1982 Cedrón lo grabó, acompañado por su conjunto. “Hacer música juntos siempre fue un sueño, pero se interponían diferentes cuestiones políticas y estéticas –dice Szpunberg-. Aunque finalmente lo conseguimos. Después de toda una vida en la que vivimos muchas cosas muy intensamente llegamos a una especie de síntesis; este es el momento de madurar un poco, tomar consciencia de algunas cosas, recapitular y reflexionar para transmitir lo que valga la pena y se pueda”.

Alberto Szpunberg recitando en el Concierto de poesía y música "De ida sin vuelta" en la Biblioteca Nacional. 24 de julio de 2015. Autora: Deborah Valado // Anccom

El poeta, cuando de su obra se trata, siempre elige traer a colación, primero, sus poemas más recientes: lo considera lo más honesto y espontáneo que puede hacer

¿Qué pensás que hay presente en vos, que allá a tus veinte años, cuando se conocieron con César, no había? ¿Cómo pensabas antes y como pensás ahora?

 Supongo que antes veía más fácil arreglar el mundo. Para mí el significado de arreglar era el triunfo de un modelo social equitativo, justo, solidario, humano. Bueno, salió todo mal, al revés de como lo habíamos soñado. En ese momento ni César, ni “los muchachos”, ni yo, nos podíamos imaginar un mundo como el que ahora se vive, un poco desastroso. No se sale a la calle así nomás ahora ¿no?

 ¿Con César y “los muchachos” se conocieron militando?

 -Yo te diría, de forma abusiva, que todos estábamos haciéndolo. Era una época de militancia, entonces cualquier cosa que hicieras se impregnaba un poco de esas prácticas.

 -¿Y qué era la militancia para ustedes?

 -Concretamente era la creación de una organización que lleve adelante luchas revolucionarias o que cometa hechos revolucionarios, que a su vez enganchen a la gente, y que se apunte hacia una confluencia de lo que originalmente era esa organización y el desarrollo del movimiento popular. Nosotros solíamos graficar a la revolución como la toma del poder. Entonces, con el poder en manos de los compañeros y el pueblo, la equidad, la solidaridad, la justicia social, la soberanía, estaban garantizadas. Dije un poco el esquemita, pero pensábamos muchas otras cosas alrededor de esto, y el símbolo de toda esa manera de ver la vida era el Che, como un acto de fe pero con argumentos detrás. Él era nuestro ideal.

 ¿Cuándo escuchaste hablar por primera vez del Che?

 -Yo tuve una conexión directa con todo ese mundo por la “Brigada Masetti”, que se fundó en La Habana por iniciativa de Ernesto y era un grupo de compañeros que se iban a dedicar a la guerrilla en el norte argentino: en esa geografía de montaña, selvática, se iban a instalar y desplazar por la zona, a hacer trabajo político con los campesinos, a debatir, a tomar pequeñas comisarías y cuarteles: lo que se llamaba en ese momento “foco rural”, que era el método cubano. Y el que estaba a la cabeza de todo eso era el Che. El guevarismo “nuestro” (digo nuestro pero muchos compañeros ya no están) viene a través de Masetti. Yo no llego a subir al monte, pero iba a visitar con documentación falsa y darles una mano a “los muchachos” del Ejército Guerrillero del Pueblo, que estaban presos en la Cárcel Modelo de Salta.

 En el medio de todo eso tan concreto -subir al monte, tomar el poder, dar la discusión política-, siempre seguiste escribiendo. Una suerte de fe profunda en la palabra.

 Desde chico hinché las bolas con esto de la poesía, como hasta ahora. Por ejemplo, hace algunas semanas fui feliz porque me llegó la noticia de que van a publicar un libro mío que se llama ¿Por qué no hay más bien brócoli?, y surge de toda una historia con mi nieta Sofía. Lo van a publicar con la maqueta original que habíamos presentado que diseñó un compañero, Sergio Kern. ¡Y me puse tan contento! Con el comando estropeado las oportunidades de andar contento son pocas.

 Unos meses atrás, en la Biblioteca Nacional, Szpunberg contaba de este libro. “Les cuento la historia que dio origen a estos poemas breves –decía por entonces, en la Sala Borges-. Yo estaba leyendo a Leibniz, y en un momento formula la pregunta más clásica de la filosofía, la del conocimiento: ¿Por qué estamos en vez de no estar? Medio que me obsesionó esta pregunta, porque es serio el asunto, yo me miraba y me preguntaba: ¿Por qué soy en vez de no ser? La solución (porque siempre hay una solución) vino de mi nieta Sofía que acaba de cumplir siete años. Leibniz preguntó: ¿Por qué no hay más bien nada? Y mi hija me cuenta que Sofía, en la verdulería, le pregunta: ¿Quién le puso brócoli al brócoli?, y yo dije: ‘Esa es la respuesta’. Y bueno, de ahí vienen estos poemas”.

 Y la pregunta por el brócoli “que es una esdrújula verde”, según sentencia Szpunberg en uno de esos escritos, que no es más que la pregunta sobre por qué los hechos se desencadenan de una forma y no de otra, seguirá acompañándonos a través de sus relatos, insistente, como si el tiempo fuera circular: “Toda palabra es aguda, agudísima, punzante”, dice.

 ¿Por qué no hay más bien brócoli? es el título de lo que será su próximo libro publicado, según él, una autoría compartida con su pequeña nieta filósofa que vive en Barcelona con su mamá, Victoria, la mayor de sus hijas y la única nacida en Argentina, que se fue con tres años y medio al exilio en España con sus padres. Cuenta Szpunberg: “Hoy la llamé a mi nieta y le dije: ‘¿Viste que sale el brócoli?’. ‘Sí, sí, mamá ya me dijo, pero no te olvides de ponerle al libro las florcitas que yo le dibujé’. La cosa es que el diseñador hizo una maqueta y yo le di a ella una copia que enseguida se puso a rellenar en todos los espacios blancos con florcitas y formas”.

 Szpunberg cuenta que hace poco vinieron desde Barcelona a visitarlo. “Porque parece que les llegaron noticias de que yo ya me las tomaba”, bromea. Szpunberg lleva largo tiempo haciendo un tratamiento contra el cáncer. “Tenemos un vínculo muy fuerte a pesar del océano, porque ellas se criaron conmigo –sigue-. Hubieron torpezas y dificultades lógicas, pero el único lugar donde funcionó el sistema soviético fue en la casa nuestra: pero no el estalinista, sino el de los concejos obreros donde todos, hasta la perra, discutían todo. Pero ellas viven allá, son de allá: Sabina, mi hija más chica, incluso nació en Barcelona y se reivindica como ‘la más catalana de la familia’. Yo no quería que mis hijas vivan los desarraigos que yo pasé: primero al exiliarme, antes el de mi viejo que venía de Rusia Blanca (la región ubicada entre Rusia y Ucrania). Toda mi familia estaba sembrada de historias terribles en ese sentido: somos judíos, la cuestión del nazismo y el antisemitismo que perdura en toda sociedad. Y yo no me fui de paseo a Europa, quería completar mi ciclo acá. En definitiva, Gardel se equivocó, porque dice que siempre se vuelve al primer amor. Y yo creo que nunca se vuelve a nada. Porque todo cambia: cambia uno, el lugar, los amigos que quedan, los compañeros que no están. Es otro Buenos Aires al que se vuelve”.

Concierto de poesía y música "De ida sin vuelta" con recitado de Alberto Szpunberg y música de César Stroscio (bandoneón), Claudio "Pino" Enriquez (guitarra), Ricardo Capria (contrabajo) y Luis Sampaoli (canto). Biblioteca Nacional. 24 de julio de 2015 Autora: Deborah Valado // Anccom

“Somos como hermanos, César (Stroscio) y yo –dice Szpunberg-. Nos conocimos un 9 de Julio del ´69, si no me equivoco, y desde entonces anduvimos juntos en mil y una historias complicadas, grandes aventuras y grandes amoríos», relata.

DE IDA Y VUELTA

 Szpunberg volvió en 1984. “Primero, por el retorno de la democracia, que traía ciertas perspectivas políticas desubicadas pero que a mí me entusiasmaban –explica el poeta-. La poesía también me trajo de regreso, haber mantenido el contacto con amigos escritores que estaban acá. Pero sobre todo entender que uno tiene que cerrar un ciclo, no puede dejar la puerta abierta así nomas.”

La desmesura inconcebible, ese barco frente a tu ventana,

que hundió su ancla, de pronto, con el chasquido de un rumbo muy oscuro.

 

Te despertará algún día el chirrido de la cadena recogida,

pero ya se habrá marchado, tal como vino, entre gestos de niebla,

y vos mudo de asombro ante cualquier certeza, incluso la de irte.

 

Lo sabrás para siempre o, mejor dicho, desde siempre.

Por eso, no insistas: el mar no cabe en tu valija,

es el momento de guardar tu valija en el mar.

(De Como sólo la muerte es pasajera, 2009)

 Cuando te vas al exilio estabas siempre de paso, de alguna forma.

 Así es, y al volver empecé a darme cuenta de los lazos fuertes que había echado en Cataluña. Porque uno inevitablemente vive, y si vivís hechas raíces. Como con esa persona que ves siempre al pasar por la calle, y un día la saludas, otro le pedís fuego, y mientras te lo brinda te comenta “¡Qué fresquete!”, y vos le decís “Si vió, va a llover”. Y ahí, zas, ya empezaste a echar una raíz. Nadie en Buenos Aires te va a decir “¡Qué fresquete!” como aquella mujer o aquel hombre que te cruzabas por ahí.  

 ¿Te considerás una persona nostálgica?

 Ya no. Lo fui, hasta que un día en un momento específico dije: “No, yo nostálgico nunca más”. Está bien, una cosa es lo que uno afirma como propósito y otra cosa es lo que uno después vive: el que es nostálgico es nostálgico, no lo salva ni Dios. Pero bueno, siempre hay algo para añorar, como lo hay para fantasear, para soñar, para imaginar. Entonces uno es una mezcla de todas esas sensaciones tan distintas.

 Y hay algo de eso en la poesía, ¿no? De esa nostalgia, de querer retener un momento obstinadamente.

 Y, en mi caso, la mayor parte de esa poesía fue escrita así, en el exilio. Su fuego en la tibieza fue un libro que hice en Barcelona, aunque fue escrito “oficialmente”, digamos, acá. Se me habían traspapelado los poemas, hasta ahora aún no sé a dónde fueron a parar, y entonces los reconstruí un poco de memoria, un poco con lo que fui agregando, porque también surgió que yo también ya estaba en otro momento y lugar. De esa mezcla salió ese libro, cuya tapa está ilustrada por mi hija Victoria. Sabina ilustró la portada de otro, no recuerdo el nombre de éste último, pará que lo voy a buscar.

 Szpunberg se aproxima a una de las paredes forrada completamente de libros, para buscar los libros que mencionó.

 ¡Cuántos libros! Y los que habrán quedado por ahí entre tantas idas y venidas.

 ¡Uf! Eso sí me mortifica.

 ¿Cómo fue ese exilio para vos y tu escritura?

 Mirá, pasado un tiempo llegó un momento que me harté de la nostalgia, siempre extrañando cosas: iba a un bar y extrañaba los bares de Buenos Aires, iba a una placita y extrañaba una placita de acá. Coincidió esa época con un momento en que también me cansé de discutir los mismos temas con todos los que estaban exiliados de acá (que naturalmente, por una cuestión de ayuda mutua, tienden a agruparse y establecer vínculos): “Si hubiéramos hecho esto así o aquello asá.. Qué hubiera pasado si…”. Entonces empecé a leer otras cosas, y a discutir con los compañeros ya con otros elementos. Pero no era sencillo: discutir la lucha armada con 30.000 compañeros muertos no es nada fácil. Me ayudó mucho en esa época, y agudizó en mí un resquebrajamiento, trabajar en la Agencia Nueva Nicaragua. Un día me llamó Juan Gelman, que trabajaba ahí, y me dijo que se iba para Italia, que quedaba ese puesto vacante y que había pensado en mí; y yo me enganché enseguida. Fue muy importante, porque significaba retomar una tarea militante. Y trabajando ahí veía a César (Stroscio) todos los días, incluso me hice amigo de Cortázar, un hombre muy entusiasmado con la Revolución Nicaragüense, que era la niña de sus ojos. Pero allí pasaron cosas feas también. En ese momento justamente empezaban negociaciones con Estados Unidos para desmontar el conflicto en América Central. Hubo sectores revolucionarios que se opusieron, y eso generó mucho malestar, cosas que tienen que ver con la lucha revolucionaria aunque uno no quiera: el enfrentamiento entre organizaciones hermanas, decisiones muy complejas, y todo eso que en definitiva siempre es doloroso y pesado.

 Y esa es tu última etapa en el exilio hasta tu regreso, ahí en la agencia.

 Claro, se comienzan a dar muchas discusiones entre diferentes corrientes: los nicaragüenses, los rusos, Cuba. Me di cuenta de que no podía con todo eso, que superaba ampliamente mis ilusiones y expectativas de cuando había comenzado con toda esa historia. Entonces, finalmente, los nicaragüenses cierran la agencia, que queda a cargo de la Agencia cubana Prensa Latina. Volví a Barcelona, encontré laburo en una editorial y desde ese momento me volqué a eso: no quise saber más nada con el periodismo, me agoté del oficio, me pareció una fábrica de mentiras. El trabajo editorial era distinto, trabajaba con libros, corregía, ponía títulos y copetes, esas cosas. Me resultaba fácil hacerlo, me iba bien. Cuando retorna la democracia la editorial abre una agencia en Buenos Aires, y yo me empecé a volver necesario en esta zona: comenzó el retorno de a poco, hasta que en un momento tuve que definir si dar el salto definitivo o no. Mi hija mayor ya estaba entrando en la universidad, mi hija menor estaba terminando el secundario, y entre las dos podían ayudarse muy bien. Entonces el sistema soviético funcionó, aunque todavía quedan restos de los enfrentamientos que suscitó, porque al fin y al cabo la hija mayor no tiene por qué hacerse cargo de una hermana menor que fue ocurrencia de los viejos traer al mundo. Pero finalmente salió bastante bien todo: por suerte uno no tiene muchas veces consciencia de las cosas en el momento en que las hace.

 ¿Cómo fue tu primer desembarco en Buenos Aires después de tantos años de estar lejos? ¿Cuál fue, por ejemplo, el primer lugar al que fuiste?

 El primer lugar al que fui fue a la casa de un compañero que había sobrevivido y se había quedado acá, un gran compañero de dirección de la Brigada: Cristóbal. Yo tuve mucha suerte con mis compañeros, me enseñaron un montón. A veces pienso que todo lo que sé, y no hablo de datos, conmemoraciones, fechas; sino a otra cosa: saber en cuanto a la vida a un nivel muy profundo. Todo eso lo sé gracias a ellos. Llegado a Buenos Aires me fui a la casa de Cristóbal en Villa del Parque, y nos encontramos ahí sin saber qué decir ninguno de los dos. Hasta que empezamos a hablar y no paramos más. Recordamos viejos tiempos, analizamos los hechos, como si todo continuase, aunque no continúa nada. Pero aunque es difícil verlo, quiérase o no, esto es una continuidad. Estamos viviendo una época con poco lugar para las ilusiones, fea en ese sentido.

Alberto Szpunberg. CABA, 18 de septiembre de 2015

«Siempre hay algo para añorar, como lo hay para fantasear, para soñar, para imaginar. Entonces uno es una mezcla de todas esas sensaciones tan distintas» dice Alberto Szpunberg.

“TODO POEMA CONVOCA A ASAMBLEA PERMANENTE”.

   “Pero como no todo en la vida es un tango nostálgico, hay también lugar en este viaje para algún valsecito de cadencia sencilla, bailecito contagioso, con mucha alma –recitaba Szpunberg hace pocos días en la Biblioteca Nacional-. El vals es algo maravilloso, inocente, imponente, bien de barrio y bien de mundo de los años cuarenta y cincuenta, en que se peleaba por una ilusión. Bueno, se sigue luchando”.

 ¿Se sigue luchando?

 Sí, en las formas de resistencia que quedan y se van desarrollando; ahí está la esperanza, ahí la lucha continúa. Lo que sucede es que el machaque de frivolización constante que hay sobre la sociedad hoy es monstruoso. Pero no hay estímulo ni lucha hasta que se da: en los ’60 y los ’70 no es que la gente dijo ‘ahora empieza la lucha armada’. Ni empezó la lucha armada, empezó la violencia revolucionaria y popular que era el peronismo en la época de la resistencia, según mi manera de entenderlo. Y esa violencia no era impuesta desde afuera, nos era natural, tanto como Los Beatles.

 ¿Cuáles son los “De ida sin vuelta” de tu vida? Esos momentos de los que no hubo vuelta atrás.

 La lucha, la lucha. Y la poesía.

Abajo aquí sus huesos sus fusiles

ese atadito de hombre

no sé la tierra cómo hace que se aguanta

los que avanzan sobre ella son las mejores noticias que nos llegan de

ustedes

delen, muertos de amor, sostengan que nacemos.

(Egepé. De El che amor, 1965)

 ¿Por qué creer siempre en la poesía? En la lucha, en el exilio, en Salta, en Barcelona, de vuelta en Buenos Aires…

 Es que la poesía te lleva a ver el mundo diferente, otro mundo diferente: es decir, a ver que es posible un mundo diferente.

 ¿Y qué lugar ocupó el amor en tu vida?

 Y, los momentos de amor son de lo más lindo que yo te podría hablar, son los momentos sublimes. Son amores, hubo varios y distintos. Pero mejor no confundirlos, el amor por una chica con el amor por una palabra, ¿no? Como los momentos de la lucha, episodios de la lucha que para mí son insuperables. Si yo estoy vivo es porque alguien me tendió una mano en un momento jodido y, como a mí, a otros, y yo, a la vez, a otros. Fueron los momentos más hermosos. Cometimos muchos errores, pero la mejor gente que conocí fueron mis compañeros. Con ellos compartimos cosas fundamentales que hacen a la vida misma y ese es mi orgullo y alegría.

 “Toda mi vida llevé un tango, una música que había escuchado en mi adolescencia, en el corazón –señalaba Szpunberg en De ida sin vuelta-. Pero no sabía cuál era esa melodía, entonces recurrí a mis maestros tangueros: Jorge, Pino, Jorge Sarraute, Padula… pero nadie lo reconocía. Y la solución esta vez vino por el lugar más inesperado: el de la física cuántica. Un primo mío, de dicha profesión y tanguero a muerte, entró una vez de casualidad en una casa de discos y le preguntó a la señora que lo atendió por la melodía que sonaba. Ella le pidió que la aguardara un minutito, llamó al marido por teléfono, volvió, y le dijo: ‘Mi marido lo tiene’. Así resucitó ‘Desengaños’, que es un tango hermosísimo y nadie lo recuerda.”

 Tal vez el rol del poeta tenga que ver con esto, con recordar lo que otros olvidan, con suspender con obstinación los momentos en y a través del tiempo, con intentar decir lo aparentemente indecible. Y acaso por eso un poeta como Szpunberg, que se enoja cuando separan la poesía y la política como si fueran polos opuestos o esferas separables, elija juntarse a leer en voz alta entre melodías y canciones. O elija escribir un libro a partir de los pensamientos de una niña, su nieta Sofía. O se incline por desempolvar un tango que ya nadie recuerda, ponerle palabras a la memoria, y decir, decir, decir, con una caprichosa fe.

 En el poema “Geometrías” el poeta ironiza sobre la obstinación continua de la línea recta que, sin embargo “condenada a padecer eterno el infinito/su oculto deseo, lo sé, es el punto final”. Pero Szpunberg no sabe de puntos finales: ¿por qué creer antes que no creer en la poesía? ¿Por qué la poesía ayer en el monte salteño, en el exilio, de vuelta en Buenos Aires? ¿Por qué la poesía hoy, de nuevo y en voz alta?

 Dice Szpunberg: “Mi objetivo ahora es recauchutarme un poco, subirme a un avión, irme a Barcelona y llevarle el librito de el brócoli a mi nieta, a Sofía”.

Alberto Szpunberg estuvo toda su vida atravesado por la poesía, por la militancia y la lucha. A sus 75 años, nos llevó de viaje por su historia, de una punta a la otra: las idas, las vueltas y esos “de ida sin vuelta” que lo marcaron. A pesar de los sustos que le dio su salud últimamente, Alberto saca pecho para la foto, sonríe, levanta una ceja y sigue pariendo libros; ahora con su pequeña nieta Sofía como co-autora.

“Les pido a los independientes y a los indecisos que nos acompañen”

“Les pido a los independientes y a los indecisos que nos acompañen”

Pasada la medianoche en el centro de campaña del Frente para la Victoria (FpV), la intensidad de los bombos bajó abruptamente, se dejaron de agitar las banderas y las miradas comenzaron a cruzarse desconcertadas. Cuando se conocieron los primeros datos oficiales -que contradecían a todas las encuestas de los últimos días y al resultado obtenido por el FpV en las elecciones primarias-, la incredulidad inundó a la militancia y a los dirigentes que se habían reunido en el Luna Park con la certeza de que la jornada terminaría con un amplio festejo. Con el 96 por ciento de mesas escrutadas, la fórmula presidencial Daniel Scioli – Carlos Zannini superó por apenas dos puntos a la de Cambiemos, Mauricio Macri – Gabriela Michetti: 36 a 34. Con este resultado, habrá que esperar al balotaje del próximo 22 de noviembre para saber quién será el próximo presidente argentino.

La gran sorpresa de la noche la dio la candidata a gobernadora de Cambiemos en la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, que venció al actual jefe de gabinete nacional, Aníbal Fernández. El candidato del FpV –que estuvo ausente en el Luna Park y decidió no hablar con la prensa- perdió en el distrito más grande del país, donde el peronismo gobernaba desde 1987. Allí, Vidal obtuvo más del 39 por ciento de los votos, cinco más que su adversario y se convirtió en la próxima Gobernadora.

Con respecto a las elecciones presidenciales, la Constitución Nacional determina que, para consagrarse victoriosa en primera vuelta, una fórmula presidencial necesita obtener el 45% de los votos, o bien 40% y al menos diez puntos de diferencia por sobre el segundo para evitar la segunda vuelta. Para octubre, las encuestas anticipaban un posible balotaje, aunque advertían una diferencia entre ocho y once puntos entre el FpV y Cambiemos.

Ayer, antes de las 22 y aún sin conocer las cifras oficiales, Scioli fue el único orador del Luna Park. Acompañado por su mujer Karina Rabolini, su compañero de fórmula Zannini, parte de su eventual gabinete y un grupo de gobernadores de diferentes provincias. El discurso fue general, amplio y se interpretó como un rápido reconocimiento de que habría balotaje: “Con mucha humildad, les pido que nos sigan acompañando y, a quienes eligieron otra propuesta, los convoco muy especialmente, porque llegó el día en que, para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino”, dijo parafraseando al fundador del justicialismo, Juan Domingo Perón. En esa misma dirección llamó “a los indecisos e independientes” a apoyarlo en la segunda vuelta, que se llevará a cabo en casi un mes.

En lo que más que un acto celebratorio se convirtió en el primer discurso de campaña en vistas a la elección que viene, Scioli aludió a múltiples e históricas fuerzas políticas del país: “Creo, como Perón, que todos unidos triunfaremos; creo, como el padre de la democracia, el doctor Raúl Alfonsín, que con la democracia se cura, se come y se educa; creo como los socialistas y progresistas en el valor de la igualdad. Fundamentalmente creo, como Néstor, que las convicciones no se dejan en la puerta de la casa de Gobierno. Creo, como nuestra presidenta Cristina, que la patria es el otro y creo, como el Papa Francisco, en la necesidad de construir cada vez más puentes”.

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Si bien había dicho que volvería a hablar en el escenario a la medianoche, cuando se conocieron los sorprendentes números oficiales, el candidato por el FpV se recluyó y mandó a decir a los periodistas que daría una conferencia de prensa el lunes al mediodía en el Hotel NH, de la calle Bolívar 160.

En el estadio, los militantes se habían convocado desde temprano, hicieron sonar intensamente sus bombos desde las 17 hasta pasadas las 21. Adentro, se mezclaban las banderas del Movimiento Evita, el Peronismo Militante, la Tupac Amaru y MILES. También estaban las de Grupo Descartes, Juventud Peronista y Descamisados, que bailban con el reggaeton y la cumbia de fondo.

Canciones de Nene Malo, Daddy Yankee, Agapornis, El Original y Los Totora fueron animando el ambiente, que se fue cargando de incertidumbre a medida que pasaba el tiempo y no aparecían los resultados oficiales, que se demoraron casi seis horas en anunciarse.

Entre la concurrencia se repartieron gorras, remeras, lapiceras, bufandas y paraguas. A la izquierda y abajo del escenario, se ubicó la Ola Naranja, conformada, entre otros, por jugadores e hinchas de futsal de Villa La Ñata Sporting Club, donde juega el candidato. Todavía ilusionado con una amplia victoria, el DT de La Ñata le dijo a ANCCOM: “Daniel es un excelente jugador, compañero, pero mejor será como presidente”.

004_Búnker FPV_VALADO_8944Fue notable la ausencia de las fuerzas más afines al kirchnerismo: La Cámpora, Nuevo Encuentro y Unidos y Organizados no estuvieron en el estadio. No obstante, el Luna Park se había inundado de militantes con merchandasing naranja y la leyenda “Scioli Presidente”. Bailaban coreografías y saltaban sin parar hasta que los invadió la sorpresa y la desazón.

“Macri es un capitalista al que, de un día para el otro, le gustan las políticas kirchneristas. Pero esas políticas son nuestras y las vamos a defender. La militancia va a continuar y va a seguir creciendo, porque los jóvenes quieren estar y quieren involucrarse”, intentaba convencer a ANCCOM Maximiliano Haritzhandy, militante de Ola Naranja.

A poco de cerrar los comicios, el primer colaborador de Scioli que se acercó a hablar con la prensa fue su vocero, Jorge Telerman, quien pedía prudencia y esperar los resultados oficiales. Al mismo tiempo, en el bunker de Cambiemos, Marcos Peña exultaba felicidad y aseguraba que habría balotaje.

Pasadas las 19 en el centro de campaña del FpV, Alberto Pérez, Jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, dijo a la prensa: “Todos los datos extraoficiales que tenemos marcan un contundente triunfo de Daniel Scioli, nuevamente va a ganar por una enorme diferencia. De todos modos vamos a esperar los resultados oficiales”.

Los resultados finales sorprendieron no sólo al FpV y a los encuestadores –que hablaban de diferencias de unos ocho puntos-, sino incluso a la propia dirigencia de Cambiemos. El 9 de agosto, en las PASO, el FpV se había impuesto con el 38,41% de los votos ante Cambiemos que obtuvo 30,07%. A partir de ahí tanto Scioli, Macri, como Sergio Massa, el tercer candidato de la alianza UNA, apuntaron a captar votos apelando al “voto útil” y a la peronización de sus discursos. El dirigente de Cambiemos se había propuesto alcanzar el balotaje. En cambio, Scioli apuntó a sumar a aquellos votantes “indecisos”, peronistas, radicales y socialistas para ganar en primera vuelta. Si bien ganó y obtuvo la primera minoría, en el Luna Park se instaló el sabor de la derrota.

006_Bunker FPV_Elecciones presidenciales 2015_ Foto- Laura Pasotti135

Integración y desarrollo

Integración y desarrollo

El movimiento del deporte paralímpico, del que forman parte deportistas con algún grado de discapacidad física o mental,  crece cada vez más en el mundo. Y la Argentina no es la excepción. La prueba más fehaciente fueron los últimos Juegos Parapanamericanos disputados en agosto pasado en la ciudad canadiense de Toronto. Nuestro país llevó una delegación récord de  260 personas, de las cuales 169 fueron deportistas (127 atletas masculinos y 42 femeninos). Además, por primera vez, nuestra delegación tuvo representantes en 14 de las 15 disciplinas oficiales. Si bien no se pudo mejorar -por poco- la performance lograda en Guadalajara 2011, la Argentina terminó en el séptimo lugar, con un total de 67 medallas (18 oros, 25 platas y 24 bronces). ANCCOM dialogó con tres deportistas nacionales que llegaron al podio en el certamen continental más importante para atletas con discapacidad.

Sebastián Baldasarri en el Cenard.

Sebastián Baldasarri en el Cenard.

La pasión intacta

Sebastián Baldassarri tiene 38 años y es uno de los atletas paralímpicos con mayor antigüedad dentro del deporte argentino. Representa al país en lanzamiento de bala y de disco y se ubica entre los cinco mejores deportistas del mundo en estas disciplinas. En los recientes Juegos Parapamericanos, obtuvo una medalla de bronce en lanzamiento de disco.

Sebastián perdió la vista en un accidente automovilístico cuando tenía 13 años: “Tuve que empezar una vida nueva. Al principio cursé en un colegio especial donde tuve que aprender el sistema Braille y luego fui al Servicio Nacional de Rehabilitación (SNR). Allí comencé haciendo lanzamiento de bala como un hobby y me terminé enganchando”.

En 1999  viajó a los Juegos Parapanamericanos de México y esa resultó su primera experiencia internacional. Luego fue mejorando su rendimiento y compitió en los mundiales de atletismo de 2002 y 2003, hasta que finalmente se dio el lujo de participar de su primera Olimpíada Paralímpica: Atenas 2004. Allí estuvo muy cerca de ganar una medalla: quedó cuarto. Pero tuvo su revancha en los siguientes juegos y en Beijing 2008 obtuvo la presea de plata en lanzamiento de disco.

Sebastián entrena de lunes a viernes, por la mañana, en el CENARD. Cuando está próximo a participar de competencias internacionales, lo hace en doble turno: “Yo entreno como cualquier deportista convencional de mi especialidad. Ni menos ni más, la única diferencia con ellos es mi discapacidad visual”. Así fue que con los años supo construir una cordial amistad con Germán Lauro, uno de los atletas argentinos con mayor éxito en lanzamiento de disco.

“Yo entreno como cualquier deportista convencional de mi especialidad. Ni menos ni más, la única diferencia con ellos es mi discapacidad visual”.

Una de las cuestiones que Sebastián no quiere dejar pasar por alto es el notorio cambio que hoy vive el deporte paralímpico en nuestro país: “Cuando comencé con esto (a fines de los ´90), éramos una delegación de no más de 25 personas que iban a competir internacionalmente. En Toronto batimos un récord absoluto y eso es una satisfacción enorme. En esto tuvieron mucho que ver el Comité Olímpico Argentino (COA), el  Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) y la Secretaría de Deportes de la Nación (SDN). Pero también nosotros, los deportistas que con esfuerzo y resultados nos ganamos su confianza”.

El próximo objetivo que se propuso Sebastián es realizar una gran actuación en los próximos juegos Paraolímpicos de Río 2016, y luego ver qué deparará su futuro como deportista: “Ya son 22 años dedicando mucho tiempo a este deporte que me encanta. Quizás sea el momento de reflexionar y ver la forma de cómo seguir contribuyendo al crecimiento del deporte paralímpico desde otro lugar.Tal vez, algunos deportistas me tomen como un referente dentro del movimiento, pero yo me considero uno igual a todos los demás. Ya veré  luego finalmente desde qué lugar podré seguir ayudando a crecer al movimiento”, dice.

Sebastián también es abogado y administrador de consorcios, aunque por el momento la alta cantidad de horas que le dedica al deporte le impide ejercer estas profesiones con normalidad.

De Chaco, con amor

Daniela Giménez es de Resistencia, Chaco, y nació hace 23 años sin su antebrazo izquierdo. Pero eso no impidió que ya, desde muy pequeña, practicara distintos deportes como atletismo y gimnasia artística. Pero como notó que dentro del agua se sentía muy cómoda, optó por darle prioridad a la natación.  

Daniela Giménez en la pileta del Cenard.

Su primera competencia importante representando a la Argentina fueron los Parapanamericanos de Río 2007 y, para su propia sorpresa, obtuvo la medalla de bronce en estilo mariposa y pudo clasificar en estilo pecho a los Juegos Paralímpicos de Beijing 2008.

La natación adaptada se divide en 14 categorías, según el nivel de dificultad con el que el deportista cuenta. Daniela es categoría 9 -por tener el brazo amputado por debajo del codo- y nada varios estilos. Su especialidad son los cien metros pecho y los cincuenta metros libres.  En los últimos Parapanamericanos de Toronto, fue la deportista argentina que más medallas conquistó: cinco (dos de oro, una de plata y dos de bronce).

Cuenta sobre sus inicios: “Siempre competí con chicos convencionales en torneos de clubes. Yo iba al club Universitario de Nordeste y me vio Alicia Boscato, que estaba en el movimiento paralímpico y me invitó a sumarme. Era 2004, ahí me enteré que existía el deporte adaptado, yo tenia 12 años”.

Su primera competencia importante representando a la Argentina fueron los Parapanamericanos de Río 2007 y, para su propia sorpresa, obtuvo la medalla de bronce en estilo mariposa y pudo clasificar en  estilo pecho a los Juegos Paralímpicos de Beijing 2008, una experiencia que hasta la dejó marcada: “Fue mi primer juego olímpico con 16 años. Resultó algo magnífico, los chinos hicieron todo a lo grande nunca vi algo igual en mi vida. Me refiero en cuanto a organización, infraestructura, el servicio, la atención. Además, Beijing para mí fue un click, me ayudó a darme cuenta que si quería llegar a lograr algo tenía muchas cosas que cambiar, empezando por el nivel de entrenamiento”.

Daniela dice que existe un clima de camaradería y mucho respeto con los otros competidores: “Tengo muy buena relación con ellos. Por ahí no me doy cuenta, pero gente que está en el ambiente nos dice que es mucho mejor que el de los deportistas convencionales. Se sorprenden hasta los jueces. Yo soy la persona más competitiva que conozco, pero eso es hasta que salgo del agua, después no tengo porqué ser competitiva, soy Daniela. Dentro del equipo somos muy amigos también”.

En los juegos de Londres 2012, Daniela conoció a un nadador australiano, se enamoró y se fue a vivir con él a Adelaida, Australia. Si bien entrenaba en lugares de primer nivel mundial, su adaptación fue muy difícil (con una grave lesión en la rodilla de por medio) y extrañaba mucho las costumbres argentinas: “Tuve 3 años muy difíciles, no podía bajar las marcas y estaba estancada. La cabeza en el deportista influye mucho, yo no estaba bien y eso se notaba. Hasta había pensado en dejar la natación. Finalmente decidí volverme al país en 2014 y por suerte nunca baje los brazos, pude salir adelante. Tuve un combo muy positivo que me ayudó: mi preparadora física, mi entrenador y mi psicóloga, además de la familia y los amigos”, subraya.

Daniela siente que el mundial de Natación de este año en Glasgow, previo a los Juegos Parapanamericanos de Toronto, le dieron la fuerza necesaria para volver a creer en sus capacidades y allí fue donde logró la marca mínima para participar en los juegos de Rio 2016, su próximo gran objetivo: “Lograr una medalla allí sería algo soñado, tengo esperanzas en los 200 metros combinados. Y en tres pruebas nadaré seguro: los 50 libre, los 100 pecho y los 200 combinados, que son las que más disfruto”.

Daniela Giménez en la pileta del Cenard.

Daniela Giménez dice que existe un clima de camaradería y mucho respeto con los otros competidores:

Al igual que Sebastián Baldassarri, la nadadora tiene una mirada optimista sobre el crecimiento del deporte paralímpico en nuestro país. Y también lo nota en la difusión: “Por suerte, gran parte de la sociedad fue tomando conciencia del deporte paralimpico y eso lo vemos reflejado y nos pone bien. Nosotros entrenamos al mismo nivel que los deportistas convencionales, yo lo hago al lado de deportistas olímpicos. Tengo, por ejemplo, una muy buena relación con Georgina Bardach, medallista olímpica argentina”, asegura.

Daniela dice que nunca le prestó atención a la mirada de los demás: “Todo depende de cómo se lo tome uno. Para mí es algo normal y me olvido, no me pongo a pensar que me falta un brazo. Yo conocí gente que le faltaba una mano y no sabía cómo atarse los cordones. Uno tiene que darse maña, enfrentar la situación y valerse por uno mismo”.

Al final hay recompensa

Ezequiel Casco tiene 22 años y practica tenis en silla de ruedas, también conocido como tenis adaptado. Representa a Argentina en distintas competencias internacionales de primer nivel mundial.

Ezequiel Casco en las canchas de tenis techadas del Parque Sarmiento.

Ezequiel Casco en las canchas de tenis techadas del Parque Sarmiento.

Fue bebé prematuro, nació de cinco meses pesando 500 gramos, razón por la cual tuvo serias dificultades de desarrollo físico. Una de las consecuencias fue que nunca pudo caminar: “Mi discapacidad siempre la llevé de la mejor manera, lo más natural posible, ya que nunca conocí otra cosa. Es como un rico que ya nace en esa condición, nunca conoció la pobreza”, señala. De chiquito fue a una escuela primaria convencional, nunca se sintió tratado de manera diferente por sus compañeros y siempre compartía los mismos juegos y deportes que ellos, en la medida de sus posibilidades.

Ezequiel descubrió este deporte de casualidad, a los 10 años: “Fue muy loco. Estaba jugando en un shopping con mi hermana, subíamos y bajábamos la escaleras, nos estábamos divirtiendo. Hasta que un señor, Fernando San Martín, que en ese momento estaba empezando con el tenis adaptado, se me acercó y me pidió que lo llevara con mis padres. Allí les ofreció enseñarme a jugar tenis y que me integrara a la organización que se estaba gestando. Eso fue un jueves y a los tres días ya estaba haciendo mis primeras prácticas en el CENARD”, rememora.

Así fue como Ezequiel se convirtió en uno de los primeros deportistas de esta disciplina en el país. Hoy, la Asociación Argentina de Tenis Adaptado (AATA) ha crecido tanto que se ha dividido en tres áreas: Social, Recreación y Alto Rendimiento. Y el reglamento es exactamente igual al tenis convencional, excepto por una sola diferencia: la pelota puede picar hasta dos veces en campo rival.

Ezequiel Casco en las canchas de tenis techadas del Parque Sarmiento.

“Mi discapacidad siempre la llevé de la mejor manera, lo más natural posible, ya que nunca conocí otra cosa. Es como un rico que ya nace en esa condición, nunca conoció la pobreza”, señala Ezequiel Casco

Su primer torneo importante internacional fue el Mundial de Suecia 2007. Allí formó parte del equipo más joven del campeonato y, según cuenta, fue una experiencia inolvidable.

Pero sin dudas, su mayor y más reciente logro fue la medalla de oro que consiguió en Toronto 2015, en dobles, junto a Gustavo Fernández (número seis del mundo y el mejor tenista argentino de esta especialidad):   “Los últimos Parapanamericanos de Toronto fueron mi mejor experiencia. Antes quizás teníamos torneos buenos pero no se veían reflejados en resultados; ahora ganar el oro en dobles junto a Gustavo  fue el premio a tanto esfuerzo. No habíamos empezado bien, pero terminamos jugando en un gran nivel y ganándole a una pareja muy dura como la brasilera”.

Ezequiel destaca el  respaldo del ENARD: “Nos apoya más porque ve los resultados que estamos obteniendo. Antes de su creación, era todo más difícil. Quizás sólo pensábamos en salir del país e intentar jugar cinco  torneos en el año. Ahora, la mentalidad es otra”.

El tenista aún es muy joven y tiene muchos sueños más por cumplir. Uno de ellos es participar de un juego paralímpico, y allí está puesto su foco en estos momentos: clasificar a Río 2016. Luego de ganar el oro en Toronto, cómo no ilusionarse.

 

Actualización 30/09/2015