“El arte es la respiración de los pueblos”

“El arte es la respiración de los pueblos”

Mauricio Kartun tiene una triple labor como dramaturgo, director de teatro y maestro de dramaturgia y es hoy uno de los autores argentinos más premiados y referente a nivel nacional e internacional en su campo. Su obra Terrenal. Pequeño misterio ácrata, que se estrenó en 2014 sigue en cartel y va por la tercera temporada en el Teatro del Pueblo en la Ciudad de Buenos Aires, a sala llena.
En paralelo, dicta seminarios en toda Latinoamérica y es un maestro de maestros: posee una experiencia y un acervo cultural inmenso que transmite con la retórica y la modestia de los sabios.

En la versión conurbana del mito de Caín y Abel, los hermanos intentan convivir sin éxito en un terreno luego de ser abandonados por su padre, “Tatita”, un folclorista amante de las peñas y con una particular visión filosófica de la vida. Para crear Terrenal, Kartun se sirvió de diferentes recursos y fuentes de investigación, retomó el mito bíblico y seleccionó fragmentos del historiador Flavio Josefo: “El mayor se llamaba Caín, nombre que traducido significa posesión y el pequeño Abel, que significa nada (…) Mientras Abel, el más joven, procuraba ser justo y se dedicaba a la vida pastoril, Caín pensaba únicamente en la riqueza y por ello fue el primero que tuvo la ocurrencia de arar a la tierra”. Basándose en esta imagen Kartun creó a los personajes.  El elenco está conformado por un trío de Claudios multipremiados con extensa trayectoria actoral: Da Passano (Abel), Rissi (Tatita) y Martínez Bel (Caín). En escena, trabajan con un guión excepcional y, con formas de varieté, reflexión filosófica y política, generan un microclima cómplice y elocuente que no da respiro a los espectadores.

¿Creés que Terrenal dialoga con la realidad actual política, económica y social del país?

Creo que el proceso es inverso. Creo que las obras no dialogan con la realidad. En verdad lo que sucede es que la realidad dialoga con ellas. La obra tiene una morfología inmodificable, es algo preexistente a cualquier otra cosa. Lo que sucede es que como cualquier material poético metafórico, emite sentidos de manera múltiple.

Se resignifica…

Se resignifica. Cada vez que cambia el fondo, el contexto, las energías que la rodean, la percepción de esas metáforas es diferente. Esa es la gracia multívoca que tiene la metáfora: dice un montón de cosas de una sola manera. Nosotros efectivamente sentimos que pasa algo con el espectador por ejemplo a partir de diciembre del año pasado, que no pasaba. La obra Terrenal siempre tuvo muy buena recepción, pero hay en los últimos meses más complicidad, una sensación de que hablarán de esto a las dos horas cuando salgan de la sala y se sienten a comer una milanesa. Ese efecto no es una voluntad de la obra. Es más, en los últimos meses yo le estoy pidiendo a los actores que mesuren mucho cualquier tono melonero, cualquier tono heroico, cualquier tono declamativo, habida cuenta justamente que eso ya lo está poniendo el contexto. El riesgo es ponerse sobre enfático. Siempre hay algo de cierto patetismo en el sobre énfasis. Yo les estoy pidiendo a los actores que dialoguen menos, que dejen que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones.

¿Recordás algún “diálogo” que se haya dado entre los actores y la platea?

Dialogan de manera múltiple, el gran atractivo del teatro justamente es su condición viva. En cada función sucede algo que siempre es distinto a lo anterior. Hace poquito nos pasó algo: había cuatro señoras sentadas manifiestamente fastidiadas con la obra. Se abanicaban, y no hacía tanto calor como para abanicarse de una manera tan ampulosa. Y cuando llegó la escena de la muerte de Abel, que se supone, es la escena donde el villano consuma la tragedia, una de esas señoras aplaudió. Y por supuesto, los actores estaban recibiendo la energía de todo lo que estaba pasando: eso es lo extraordinario del teatro. A nosotros nos pone muy felices con esta obra ver cuánta gente viene a verla dos, tres veces, vuelven a buscar algo que saben, es lo mismo, pero va a ser diferente porque es otra función y tiene otro marco.

¿Cuáles fueron las particularidades del proceso creativo de Terrenal?

Yo te puedo decir que escribirla me llevó un mes. Pero sería falso decir esto, si yo no te explico que esa idea estuvo dando vueltas adentro mío 20 años. Por un lado, una imagen de dos hermanos que habitaban un baldío y que no se hablaban y yo cada tanto volvía con la idea pero lo pateaba. Pero por otro lado, la lectura de Flavio Josefo, que estaba en mi cabeza. De pronto un día se juntaron y descubrí que las dos cosas eran una sola y la comencé a escribir. Tardé un mes en escribir el primer borrador, pero después vino un largo proceso de un año de corrección. Si yo tengo que tomar el proceso completo en mi cabeza, te diría que son muchos años.

Hijo de madre española y padre argentino, Mauricio Kartun nació en San Martín en 1946. Si bien en su casa no se leía mucho, cuando sus padres notaron que le gustaba leer le abrieron una cuenta corriente en un quiosco de libros y revistas y empezó a seleccionar lo que le gustaba de forma caótica, leyendo de todo y seleccionando azarosamente los títulos. Kartun trabajó desde chico en el mercado con su padre. A los 19, aún en la escuela secundaria, dedicaba las horas de la clase de italiano para escribir. Con su primera producción ganó un premio literario que lo orientó sobre el rumbo que seguiría su vida.

Empezó a trabajar muy joven de manera sistemática en el campo de la literatura y en ese momento un mentor literario le señaló –paradójicamente-: “Kartun, tus problemas son los diálogos, tenés que practicar escribiendo teatro”. Casi de manera automática se anotó en un seminario de dramaturgia de Nuevo Teatro, una de las instituciones de teatro independiente más importantes. A principios de los 70, ingresó en la Asociación de Estudiantes de Teatro.

Las ideas, lo popular, los mitos, la cultura, la política y la ideología trazaron la personalidad del dramaturgo dejando una fuerte impronta en cada una de sus obras. “Hace muchos años me desmoldé –reflexiona Kartun-. Muchas veces los artistas producimos dentro de un molde, en el baldecito con el que se hacen castillos de arena. Hay autores que no salen nunca de eso: aceptan un molde prestigioso, trabajan en ese marco y se transforman en el mejor repetidor de un modelo. Pasa mucho, y cuando esto sucede, el artista se siente ahogado. En cambio, desmoldarse es ser arena y que el propio viento haga algo con vos. Cuando ya no está el balde contenedor, lo que le pusiste adentro es lo que empieza a valer. Yo me desmoldé el día en que me di cuenta que solamente podía ser poeta de las imágenes que verdaderamente me conmovían, que tenían que ver con mi universo y mi universo es popular. Encontré la felicidad como creador cuando reparé en que todo lo que yo había vivido en mi barrio, en mi familia y en mi militancia, podían tomar forma en el teatro que yo hacía. Que no necesitaba salir a buscar algo prestigioso, o salir a buscar modelos que ya estuvieran aceptados por la sociedad de consumidores de teatro para poder hacerlo.”

Desde 1973 hasta la fecha, Kartun escribió alrededor de veinticinco obras teatrales: Chau Misterix, La casita de los viejos, Niño Argentino, Ala de criados, Salomé de chacra y Terrenal, son tan sólo algunas.

Si bien sus obras marcaron hitos en la historia del teatro nacional y fueron multipremiadas, el dramaturgo subraya que el prestigio es siempre una trampa: “Soy muy etimológico –dice- y me sorprendió descubrir que la palabra “prestigio” –prestium- significa juego de manos. Me resultó elocuente pensar que el prestigio en realidad es un truco de magia: no es nada, es una ilusión, es algo que te hacen creer sobre algo”.

¿Y qué sucede con los numerosos premios por tu labor? ¿No te dan prestigio?

En la jerga teatral tenemos una expresión que es “cortar entrada”, que significa que trae público. Los premios, por un lado tienen inevitablemente una lamida al ego, vienen a chuparle las medias a tu narcisismo. Pero por otro lado, cortan entradas. Cada vez que aparece un premio se tiene la posibilidad de hacer prensa y eso trae espectadores. Al principio ellos son una zona de confirmación. Con el paso del tiempo se empieza a encontrar el mecanismo utilitario: si nos están dando premios es porque lo estamos haciendo bien, pero nosotros los tenemos que transformar en calorías. Ya no son más la simple excusa para emborracharse una noche -que está muy bien y solemos hacerlo- sino que se transforman en una forma más sustanciosa: es gente que viene y apoya la obra, es una temporada que se alarga.

¿Qué diferencias hay entre el teatro independiente y el comercial a la hora de montar una obra?

No tengo prejuicios sobre el teatro comercial. Pero elijo el teatro independiente porque en sus condiciones generales de producción me permite trabajar concretando mi deseo creador. Puedo tomarme todo el tiempo que quiero, cosa que en el teatro comercial no podría hacer: los ensayos cuestan mucha guita, no podés ensayar ocho meses como hago yo, tenés a lo sumo dos. Yo, en dos meses, ni empecé a verle la forma a la obra.  También puedo llamar a los actores que quiero, sin necesidad de que haya una producción que me diga “mirá, estos actores no cortan entrada por lo tanto traé a alguien de televisión”. Y es lógico que pidan eso, en una sala de 500 butacas, si no tenés un actor que convoque a esa cantidad de personas por función, la sala es una lágrima. Es razonable en relación al teatro comercial, pero no en relación a mi deseo. Por supuesto que si alguna vez una sala grande me ofreciera hacer todo lo que yo quiero en ese espacio, lo haría. Pero probablemente también debería poner como condición que bajen el costo de las entradas porque en general el público que sigue mis producciones está constituido por una clase media de cierta ambición cultural pero no necesariamente un gran potencial económico. Por lo cual sería muy raro que se diera.

Volviendo al tema de los ensayos ¿por qué te llevan más tiempo?

Porque trabajo de una forma muy intensa y meticulosa. Recorro caminos, abandono cosas, nunca me quedo con lo primero, que en líneas generales, suele ser el lugar común. Yo trabajo con el objetivo puesto en la obra.

Utilizás muchos recursos como la metáfora, el humor, la reflexión política ¿Por qué creés que son importantes estos recursos en tus obras?

Son tres cuestiones diferentes. La metáfora, porque creo en la esencia poética del teatro. En el último siglo debió competir con el cine, que es su hermano naturalista, realista y exitoso. Al que le iba y aún le va mejor que al teatro, es al cine. Lo poético era inseparable del teatro, hasta que el teatro tomó este rumbo más realista.
Luego, soy un ser político. No creo que toda mi producción teatral esté vinculada con lo político pero sí con las ideas. Toda obra construye una idea y no siento ningún deseo de crear una obra que no la contenga. Mis obras las tienen, en algunos casos de carácter social y en otros casos de carácter más metafísico, filosófico o psicológico. Siempre está la idea como carozo: la sensación que busco es la de una fruta que debe ser deliciosa para que el espectador la coma, se refresque con ella, la disfrute, la recomiende y quiera comerla mañana de nuevo. Pero se tiene que comer el carozo. Adentro tiene que crecer algo. Si no crece nada, te quedaste con el solo gusto como recuerdo de algo rico y nada más. Una buena obra empieza cuando termina la función.
En cuanto al humor, soy una persona de buen humor y a la hora de escribir no se me va. Creo en la seriedad del humor y en la trascendencia de la risa. Me parece que siempre lo cómico vive una zona de crítica injusta. Lo cómico está siempre impugnado porque te aleja de la zona seria y solemne. Sin embargo, cuando tenés algún contacto con el fenómeno poético descubrís que es al revés: la risa es parte del universo trascendente. Entonces, mis espectáculos buscan la risa y, para lograrlo, el mecanismo es el humor.

Tus espectáculos buscan la risa, pero ¿es una risa diferente a la que busca el teatro comercial?

Sí. Puede que se diferencien en el grado de complicidad con el espectador. Sin embargo, todas mis obras tienen alguna zona de manifiesta vulgaridad, a veces más escatológica incluso que la del teatro de revistas. Si yo hago arqueología personal te diría que seguramente eso viene de mi experiencia en la adolescencia de ir a ver teatro de revista con mi padre, donde de alguna manera había una complicidad entre esa masculinidad incipiente mía y el gusto de mi padre por ir a ver mujeres semi desnudas y actores que decían guarangadas horribles. Después nos íbamos a comer y repetíamos los chistes. Y seguro debe haber una cadena de herencias porque mi hijo es actor cómico y hace exactamente lo mismo, trabaja también en cierta zona del humor vulgar, escatológico.

Con respecto a los mitos con los que trabajás, ¿cómo es tu mecanismo de producción? ¿Cómo conseguís ponerlos en escena?

Hace muchos años que investigo por gusto, interés, curiosidad sobre el campo de los mitos. Es parte de lo que se conoce como inteligencia narrativa: el hombre lo ha hecho desde siempre, en su capacidad de poder explicarse y entenderse a través de relatos. Los mitos son sabiduría concentrada en un pequeño relato, en una parábola. Cuando se descubre esto, también se acepta la hipótesis de que el mito es una estructura que se repite y que por lo tanto, trabajar sobre un mito no es perder un campo de originalidad. Si trabajás sobre Caín y Abel, ¿dónde está tu originalidad? El mito del enfrentamiento entre hermanos está presente en toda la historia del mundo, es Caín y Abel y también es Rómulo y Remo en la mitología de Roma. Cuando se descubre la fuerza de estos mitos se puede trabajar sobre ellos con absoluto desprejuicio, porque ya no se trata de cambiarles el rumbo, sino de crear un nuevo relato en términos de la singularidad estética con la que uno los encara, pero aprovechando la vieja energía. En Terrenal tomo el mito de Caín y Abel pero digo lo mismo que los viejos historiadores del pueblo hebreo decían sobre ellos.

¿Qué continuidades y rupturas técnicas observás, comparando Terrenal con otras obras de tu autoría?

Continuidades, muchas. Seguramente en el orden del campo humorístico, político e ideológico. Seguir con cierta tradición del cómico popular, presente en todas mis producciones. Y discontinuidades o rupturas en cada obra las hay. A mí me resulta muy angustiante la hipótesis de repetir, la sensación de ponerme a escribir y que empiece a aparecer algo que ya hice, es muy agobiante. La ruptura es un mecanismo saludable, terapéutico. La energía que uno tiene que poner para escribir una obra y dirigirla es muy grande. Si no aparece un eros muy fuerte, no lo sostenés. Es como en las parejas, en la convivencia: si no hay un eros muy fuerte, se arruina todo, se transforma en nada. Convivir con la indagación de un mundo y la corrección de la obra, si no te genera un  estado de cierta calentura, no funciona. Yo necesito renovar este estado de romance, de pasión con el proyecto. Ahí hay una nueva vida. La energía se renueva de obra en obra.

¿Cuáles son tus pasiones además del teatro, la dramaturgia?

Una es dar clases: creo que es la manera de aprender. Y otras dos son el archivismo y la jardinería. Con el tiempo empecé a descubrir que en realidad todo conformaba una misma energía, que todo tenía que ver con todo: lo mismo que te pasa con una planta -de la que esperás que la flor se seque para que aparezcan las semillas y plantarlas-  es lo que hacés con tus propias imágenes, con la idea de que algo que está en tu cabeza se transforme en el generador de un nuevo. Todo se vuelve una argamasa. Es muy placentero. Por eso también me gusta mucho leer objetos antiguos, fotos, adornos, papeles: tienen la pátina, el discurso que el tiempo y el desgaste produce sobre ellos. Un objeto viejo tiene un discurso escrito: los cajones de un viejo archivo están unos más gastados que otros, y uno podría pensar por qué abrían este, qué había acá dentro.

¿Una lectura más semiótica?
Absolutamente. No del origen de los objetos sino de su materialidad misma.

Sobre tu pasión de ser docente, Jorge Dubatti -historiador de teatro argentino- dice que tenés “una capacidad extraña de ayudar a tus discípulos a concretar sus poéticas”. ¿Cómo enseñás dramaturgia?

En principio, enseñar es un acto egoísta. Enseñar es una fuente de aprendizaje extraordinaria. Cuando te ponés a enseñar algo verdaderamente lo aprendés y cada vez que termino una conferencia, un curso, un seminario, un taller, sé muchísimo más que antes de empezarlo. Después está lo otro, que es el concepto de servicio, sobre todo para aquellos que creemos en una vida más militante con cierto compromiso sobre algunas causas que también nos produce una sensación de encontrarle sentido a la vida. Dar clases y formar a alguien para que él empiece a generar sus propias calorías, en realidad toma un sentido profundo y trascendente de la vida. Vos le diste a alguien las mismas herramientas que alguien alguna vez te dio a vos.

Y también transmitir la experiencia propia…

La experiencia propia y la experiencia propia del contexto en el que estás enseñando, que también es muy pedagógica. Cuando eso se cumple, se vislumbra la hipótesis del círculo virtuoso: por un lado sos artista y producís, por otro lado enseñás porque aprendés cosas que te hacen mejor artista, y además transmitís algo que trasciende en la vida de otro. Otro toma algo de eso y empieza a generar su propio campo expresivo y su vida, su profesión, su oficio. Cuando esto se da, desaparecen las necesidades espectaculares de ganar mucha guita, tener mucho éxito. Lo que sentís es que te realizás y eso, en sí mismo, es el fenómeno de la felicidad: la pasás bien, ganás lo que necesitás para vivir y lo que estás haciendo trasciende, como artista -en la cabeza del espectador- y como maestro, en la cabeza y el cuerpo de tus discípulos. Ese es el sentido de la vida. No hay mucho más.

 

Kartun y su mirada de la coyuntura actual

Hace muchos años advertís sobre la decadencia del Complejo Teatral de Buenos Aires conformado por los teatros San Martín, De la Rivera, Presidente Alvear, Regio y Sarmiento, ¿Cuál es para vos el motivo de la decadencia? Y ¿Qué la subsanaría?

La solución es ideológica y económica. En lo ideológico, lo fundamental es que las autoridades de cultura entiendan qué es la cultura. Yo creo que, en líneas generales, no terminan de entenderlo. Al menos, no con claridad. Se siguen repitiendo ciertas formas, hay algo de la cultura o el arte como manifestación ornamental, como zona de lo lindo y lo entretenido y también el lugar común de que “los gobiernos deben sostener al teatro porque está dentro de su obligación mantener ciertas tradiciones”. Todo eso es una pelotudez de tamaño global.

La cultura y el arte son otras cosas extremadamente más importante, más trascendente y más compleja. El arte es la respiración de los pueblos. El arte es esencia de una sustancia que es la cultura. La cultura: las costumbres, lo que el pueblo hace, su desarrollo, su tradición, todo esto, que es una sustancia, toma una especie de estado volátil, etéreo, se vuelve esencia en el arte. El arte genera la posibilidad de que el hombre se repiense: en películas, en obras de teatro, en relatos, en cuadros, en fotografías, en coreografías, en músicas. El hombre que se repiensa e incorpora conocimiento a través del arte tiene extremadamente más posibilitada cualquier tipo de inclusión. El arte es incluyente.

Si, en principio, nuestros gobernantes no entienden esto, hay algo donde toda la actividad artística, sigue siendo una obligación de mantener una tradición y la posibilidad de mantener un campo ornamental que es una absoluta banalidad. Hay que sostener a la cultura igual que se sostiene la educación. La cultura y la educación deben ser públicas. El problema que tienen estas salas sobre las que yo vengo bregando hace años es que siempre les falta algo: cuando tienen conductores que parecen entender su función, no les alcanza la guita, y los que tienen guita no saben cuál es su función. Esto ha creado un círculo vicioso: las salas se deterioran, no importa la programación, no importa tener cerrado -como en el Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires- cuatro salas. ¿Cómo no va a importar? Es lo mismo que tener cerrados cuatro colegios.

¿Cuándo comenzó este deterioro del Complejo Teatral de Buenos Aires?

Desde que hubo -hace como ocho años atrás- cambios en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires las gestiones del Complejo fueron empeorando sistemáticamente y vemos que hay una decadencia y un desbarranque manifiestos, ediliciamente y también en la falta de programación. Todo está ligado a lo mismo, a qué mirada tiene quien está a cargo de la sala sobre el fenómeno cultura, qué decisión tiene de ir a romperse los cuernos contra una pared para pedir guita. La plata para la cultura hay que pelearla, hasta jugándose el lugar.

¿En qué situación se encuentra la sala del Teatro del Pueblo?

Esta sala pertenece al Instituto Movilizador Fondos Cooperativos y la administra la Fundación SOMI (Fundación Carlos Somigliana) integrada por un grupo de dramaturgos que desde hace muchos años la gestiona como sala dedicada al autor nacional. En los últimos meses, el Instituto Movilizador comenzó a reclamar la decisión de programar por su cuenta. Esto creó un conflicto con la Fundación SOMI. Y terminaron acordando, en principio, que SOMI tendrá un plazo de dos años para seguir gestionándola, y luego la entregará para que siga con la programación a cargo del Instituto. Mientras tanto la Fundación está tratando de encontrar un lugar en el que crear una nueva sala.

En clave humorística, sobre tu nombre ¿Qué te produce llevar el mismo nombre que nuestro actual Presidente?

Nada. Yo reivindico mi nombre. De lo que no estoy muy seguro es que nuestro Presidente pueda sentirse tan orgulloso como yo. Mauricio fue el nombre que adoptaron al llegar a la Argentina muchos inmigrantes que se llamaban Moisés. Por otro lado, el origen latino de Mauricio es de Mauritania, es moro, es “negrito”. No estoy seguro ni que el origen judío ni el de negrito sea algo que enorgullezca especialmente a nuestro Presidente.

¿Actualmente estás trabajando en otro proyecto?

Estoy amasando. Amasar no es escribir todavía: estoy uniendo imágenes, anoto, y pienso. Por ahí hago pequeñas pruebas. Por momentos creo vislumbrar solución para algún proyecto, y entonces anoto cuál sería. Igualmente nosotros los dramaturgos no tenemos tiempos, estás siempre trabajando, siempre con la cabeza metida en eso. Lo que sucede es que dicho así parecería una especie de obsesión. En realidad es todo lo contrario. En mi casa se decía algo que a mí me gusta repetir: “El que trabaja en lo que ama cumple el sueño de vivir sin trabajar”. Yo no veo lo que hago como un trabajo, un sacrificio, resignación, a mí me encanta hacer esto. Vivo con una notebook abierta sobre las rodillas en la que estoy escribiendo o googleando algo que tiene que ver con esto, voy manejando un archivo de imágenes, todo absolutamente va a parar a las obras. Alguien puede decirme por ejemplo que yo trabajo 12 horas, y eso parecería agotador. Pero yo no lo vivo como tal, porque tengo la sensación de que son 12 horas de juego, de concreción del deseo. Es una decisión. No es que el destino me tocó con esta fortuna sino que acepté la hipótesis de resignar otras maneras de vida para quedarme con esta.

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Funciones de Terrenal. Pequeño misterio ácrata: TEATRO DEL PUEBLO  Av Roque Sáenz Peña 943 (CABA)

Domingo y Jueves – 20:00 hs
Viernes y Sábado – 21:00 hs

Actualizada 19/04/2016

 

“El arreglo con los fondos buitre es una mala noticia para el mundo”

“El arreglo con los fondos buitre es una mala noticia para el mundo”

“Lo que podríamos generar con este rumbo es un estancamiento”, opinó sobre la política económica del gobierno de Mauricio Macri, Martín Guzmán, investigador del Departamento de Economía y Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia. Además de formar parte del equipo del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y ser asesor de la Asamblea General de la ONU, Guzmán es profesor de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Buenos Aires, en donde dicta cursos sobre macroeconomía y crecimiento económico. Es editor del Journal of Globalization and Development, y co-dirige el Grupo de Investigaciones sobre Reestructuración de Deuda y Quiebras Soberanas, de la Universidad de Columbia.
En diálogo con ANCCOM, manifestó su preocupación sobre las perspectivas futuras: “El gobierno está manejando esta transición de una forma que va a tener efectos negativos sobre el nivel de actividad y, en particular, sobre nuestra dinámica social, por el hecho de que se está generando una sociedad más desigual. Y una sociedad más desigual significa que funciona peor, no solo en lo económico, sino en un sentido más amplio”, expresó.
Licenciado y Magister en Economía en la Universidad Nacional de La Plata y Doctor en Economía en la Universidad Brown, Guzmán también analizó el impacto que tendrá el pago a los fondos buitre a nivel nacional e internacional.

¿Cómo están afectando las políticas económicas tomadas por el actual Gobierno nacional?
La primera medida principal fue el abandono del cepo, la devaluación. La realidad es que este gobierno heredó una situación macroeconómica débil en la cual si no hacía nada el país iba a tener una crisis de balanza de pagos. Sin embargo, el punto es cómo manejar esa devaluación, y ahí es donde creo que el gobierno actual le está pifiando. Porque más allá de que necesitase devaluar, el punto siguiente era reconocer que el país está en una transición y que el mercado no logra hacer un buen trabajo durante las transiciones. De modo que mi miedo era que si el gobierno solo devaluaba y no hacía mucho más, iba a haber un traspaso a precios que ni siquiera se limitase solo al componente de la producción que es importado o que se exportan. Porque Argentina tiene una historia de tanta inestabilidad de precios que el dólar es la moneda para la fijación de precios en sentido amplio. Hasta un café sube cuando sube el precio del dólar, aun cuando es solo una parte pequeña de ese café lo que se importa. De modo que esperaba un traspaso a precios alto. Había dos cuestiones. Primero era intentar evitar que eso pasase. La devaluación fue una redistribución de recursos desde la ciudad al campo. El siguiente paso es quién va a pagar el ajuste dentro del mundo urbano. Y lo importante es que no recaiga sobre el asalariado. Y para ello es necesario, entonces, hacer políticas de precios. Había que concertar para que los precios de lo que no se justificaba que aumente no aumentase, y no se hizo. Por eso lo que tuvimos fue un traspaso a precios alto. Si se sigue ese camino, entonces lo importante es compensar a los sectores que más capacidad de compra perdieron, sobre todo a los sectores más vulnerables, con una política de ingresos muy agresiva. Hubo algo de eso, pero fue insuficiente. Entonces lo que estamos observando en Argentina es una disminución del poder adquisitivo concentrada en los sectores más vulnerables, y sobre la clase media menos acomodada también, que está generando un efecto recesivo más grave que el que en principio se podría haber logrado si se hubiese manejado bien la devaluación, es decir, si se hubiese hecho concertación para que el traspaso a precios se limite estrictamente a lo que es insumo importado.

¿Qué opina sobre los despidos que está llevando a cabo este gobierno?
Es importante impedir que en un Estado ocurran dos cosas: los ñoquis y el clientelismo. El problema es que los despidos en el Estado están yendo más allá que eso. Incluyeron a muchas personas que no eran ni ñoquis, ni estaban acomodadas, ni eran improductivas. Había mucha gente que simplemente estaba comprometida y con cierta afinidad política, que cumplía cierta función. Mi entendimiento difiere del que se infiere a partir de las acciones del gobierno, porque pienso que el Estado tiene un rol importante en ciertos sectores en los cuales el mercado no resuelve los problemas de una sociedad. Y esto no solo tiene que ver con la economía. Por ejemplo, tiene que ver con los derechos humanos. Hay áreas que son vitales para el funcionamiento de una sociedad que han sido cerradas. Eso está reflejando una visión de cómo debe funcionar el Estado, totalmente diferente a la que tengo yo.

¿Encuentra algún parecido entre las políticas neoliberales que tuvieron lugar en la década del 90 y las que se están llevando a cabo por el gobierno de Mauricio Macri?
Al día de hoy las políticas que ha llevado a cabo el gobierno de Macri son parecidas pero no equivalentes a las políticas de los 90. Pero es importante que no lo sea, que eso se mantenga. En los 90 hubo un proceso de liberalización del comercio que generó una destrucción de la industria, y una destrucción consecuente del empleo industrial. Argentina es un país que tiene una porción de mano de obra calificada muy grande que solo puede ser absorbida por ese sector. Esas políticas a lo que condujeron no fue a un país más eficiente, sino a un país mucho más desigual, con mucha más exclusión social, en el cual millones de personas quedaron fuera del sistema. Y eso lo sufrimos como sociedad. A la vez, hubo políticas de liberalización financiera que también se tradujeron en mayor inestabilidad, en lugar de mayor eficiencia. Hoy en día vemos que hubo ciertos elementos que denotan una visión del Estado parecida, pero no se hizo todo igual. El tema es que recién empieza. De modo que va a ser importante cuidar el empleo industrial. Y eso quiere decir que la forma en que Argentina se integre comercialmente con el mundo tiene que ser muy cuidadosa. Si de un día para el otro se abrieran las importaciones, eso llevaría, si se hace de forma indiscriminada, a la destrucción de empleo industrial, y eso es muy regresivo.

¿Cómo cree que debería ser manejada la política de subsidios?
El tema de los subsidios es complejo y hay mezcla. No tiene sentido que la clase media alta y la clase acomodada del país paguen cinco dólares por mes por la electricidad. Eso es regresivo. O sea que ese subsidio está mal, tiene que ser eliminado. Pero hay otros elementos de los subsidios que no son regresivos. Tenemos una estructura demográfica en la cual en las afueras de los conglomerados vive la gente menos pudiente que necesita trasladarse al centro. Esa gente no está usando el transporte público porque le guste, no es un bien de consumo, sino una necesidad básica. Y eso tiene que estar subsidiado. No tiene sentido que la gente tenga que caminar más o tener mayores dificultades para trasladarse de las afueras hacia las escuelas o los puestos de trabajo por el hecho de que sea más caro. El boleto de colectivo que traslada a la madre que lleva al chico a la escuela tiene que ser casi gratis. No se puede pensar una política de eliminación de subsidios como si todo fuese un bien de consumo. Cada cosa es diferente. No es lo mismo la electricidad que consume la clase media para mirar televisión y para usar los electrodomésticos, que el transporte público que te puede trasladar a la escuela o al trabajo. No es lo mismo pagar electricidad para jugar al tenis en el country que para proveer a una escuela de luz. Hay sectores en la sociedad en los cuales las tarifas tienen que reflejar el costo de producción, pero hay otros que no. La eliminación de subsidios se está haciendo sin el cuidado suficiente. Si eliminás ese subsidio porque te es muy difícil identificar quién lo merece, entonces lo que hay que hacer es una política de ingresos muy fuerte para compensarle a esos sectores.

¿Cómo logró Argentina salir de la crisis de 2001?
Hubo una combinación de factores que dieron lugar a una recuperación muy exitosa. Hay tres que fueron muy importantes. El primero fue la reestructuración de la deuda, que permitió recuperar la sostenibilidad y poder tener los recursos para poder hacer políticas contracíclicas. El segundo fue que el país persiguió una política de tipo de cambio real competitivo, y además múltiple en la práctica, en la cual se le cobraba retenciones al sector que naturalmente tenía más ventajas, que producía más divisas pero que no producía empleo, y se le daba una ventaja adicional a los sectores que no tenían la ventaja natural pero que absorbían más empleo. Entonces, lo que hubo fue una reindustrialización que reincorporó a cientos de miles de personas al sistema productivo. Y en tercer lugar, hubo un factor externo muy favorable para el país que fueron las condiciones internacionales. Los precios de lo que Argentina exportaba eran altos. Esto funcionó muy bien hasta el año 2008, ya que Argentina tenía una capacidad ociosa alta, la utilización del capital no llegaba al 70 por ciento, y en ese mundo hacer políticas keynesianas funcionó muy bien. Esas políticas hicieron que el país creciera un ocho por ciento por año. Pero luego vino la crisis internacional. Como habíamos generado los recursos en los años previos, pudimos navegarla relativamente bien. Pero el desempleo había bajado mucho y la utilización del capital había crecido mucho, en particular en sectores claves como energía. Empezaba a haber cuellos de botella. Lo que dice la lógica es que tendrían que haber reconfigurado el esquema de política económica tratando de hacer que la capacidad productiva se expanda. Y eso requiere más inversión. Antes alcanzaba con empujar mucho el consumo. Ahora –desde 2009 hasta aquí– se necesita empezar a tener más cuidado en las políticas de demanda, hacia dónde se direccionan, focalizándolas en aquellos sectores que se quieren expandir más, ya sea porque pueden crear cambio tecnológico o porque pueden crear empleo. A la vez, son necesarias políticas industriales que permitan que la oferta de esos sectores se expanda. No se hizo, o se hizo mal. Se creyó que expandiendo la demanda siempre, uno iba a generar capacidad de oferta siempre. Y esa teoría está errada. La realidad es mucho más complicada que eso. De modo que lo que se obtuvo fue que sobre aquellos sectores en los cuales se podía importar, se empezó a importar más cuando la demanda crecía y la capacidad de oferta no. Sobre aquellos sectores en los cuales no se podía importar empezó a haber aumentos de precios. El aumento de precios significa que la economía se empezara a volver menos competitiva, o sea que el tipo de cambio real se está apreciando. El tema de que se importaba más, el gobierno lo atacó con diversos controles para que no haya una huida de reservas. Pero igual las reservas siguieron cayendo, porque como el país era más caro, la gente -por ejemplo- en vez de irse de vacaciones dentro del país empezó a irse de vacaciones afuera; y ese tipo de cosas generan una huida de dólares. Todos los indicadores se empezaron a deteriorar. Además, para lidiar con esas situaciones, se siguió expandiendo la política fiscal pero no haciéndolo con cuidado. Eso causó un déficit fiscal que fue grande. De modo que llegamos a una situación en la cual tenemos una economía menos competitiva, que se le están yendo las reservas y que al ser menos competitiva exporta menos y produce menos en sectores que habían logrado expandirse. En ese esquema, la caída de reservas lleva inevitablemente a que el tipo de cambio salte, que es la famosa herencia de la que habla el gobierno. Así que lo que nos deja el final de este experimento es un record mixto, en el cual hay una herencia que por una parte tiene elementos positivos, ya que se logró una distribución del ingreso más igualitaria, se le alivió la situación a mucha gente, se consiguió bajar el nivel de pobreza, y hubo mucha creación de empleo, y por otra parte tiene elemento negativos, que es la situación macroeconómica débil que hacía que fuese difícil poder mantener esos indicadores positivos.

 

¿Cuáles son las perspectivas futuras sobre la economía del país?
Lo que podríamos generar con este rumbo es un estancamiento. Las perspectivas futuras en el corto plazo me preocupan porque el gobierno está manejando esta transición de una forma que va a tener efectos negativos sobre el nivel de actividad y, en particular, sobre nuestra dinámica social, por el hecho de que se está generando una sociedad más desigual. Y una sociedad más desigual significa que funciona peor, no solo en lo económico, sino en un sentido más amplio. Me preocuparía si las políticas empiezan a enfocarse en el concepto de la ventaja comparativa estática, es decir, fomentar la producción de aquello que ya se sabe hacer. Las retenciones a las exportaciones son un elemento importante de las políticas de desarrollo. O sea que a pesar de que haya sido necesario reducirlas sobre sectores que habían perdido competitividad, no hay que reducirlas sobre otros sectores como, por ejemplo, la soja y la minería, porque lo que se requiere es darle una ventaja a otros que son los que van a crear empleo, sin matar a la soja y a la minería, permitiendo que puedan seguir produciendo y generando las divisas que el país necesita. De modo que va a ser importante para la buena salud de nuestro proceso de desarrollo que no se atente contra una estructura económica diversificada. Si empezamos a disminuir el nivel de diversificación de nuestra economía, justamente por las políticas cambiarias y de comercio exterior, lo que pasaría sería que habría expulsión de empleo, destrucción de costos de trabajo, y eso sería malo para el proceso de desarrollo. Una estrategia de desarrollo sana debe garantizar que al mismo tiempo se asegure la sostenibilidad macroeconómica –no quedarse sin divisas–, que haya inclusión –pleno empleo– y que se fomente el cambio tecnológico. Si las políticas que se implementan fallan para asegurar al menos una de esas tres, entonces el proceso de desarrollo deja de ser sano.

EL ARREGLO CON LOS BUITRE

¿Qué es un fondo buitre?
Un fondo buitre es un agente especializado en comprar deuda en default a precios de remate para luego litigar pidiendo pago completo. Es decir, exigen el total -mientras ellos pagaron una fracción baja-, más intereses y punitorios. De este modo, los fondos buitre logran explotar huecos en la arquitectura legal financiera para obtener ganancias exorbitantes a partir de la desgracia de los países que entran en crisis. Su accionar distorsiona el funcionamiento de los mercados de deuda internacional, porque puede hacer que sea imposible para un país terminar una reestructuración de deuda, agravando de esta manera la crisis. Hace que una recesión se vuelva una depresión y que el desempleo, la pobreza, y la desigualdad aumenten. De modo que lo que ellos hacen es una amenaza para todo el sistema. Por eso deberían ser eliminados.

¿Cuáles son los principales fondos que actúan sobre la deuda argentina?
Hubo varios buitres que actuaron sobre la deuda argentina, casi todos basados en Nueva York, en Wall Street: NML Capital, Aurelius Capital Management, Dart Management, Blue Angel Capital, Bracebridge Capital, Olifant Fund y Montreux Partners. El principal es NML Capital, que es una subsidiaria de Elliott Management, dirigida por Paul Singer. El monto a pagar a los buitres y a los otros holdouts que compraron la deuda antes del default, creyendo que el país iba a poder pagarlo, es de 12 mil millones de dólares. La mayor parte de eso ya se pagó. Y la ganancia que perciben los buitres es diferente dependiendo de cada buitre, porque depende de cuándo obtuvieron una sentencia favorable y de cuánto pagaron por esos bonos. Yo hice la cuenta para NML Capital y mi estimación es que su ganancia es de aproximadamente 1270 por ciento. Con los bonos que compraron en el año 2008 –que es una gran compra, cientos de millones de dólares– ganaron una tasa de 40 por ciento anual.

¿Qué significó para la Argentina el acuerdo alcanzado con los fondos buitre?
Lo que este acuerdo significa es que se está pagando una deuda y, por otra parte, que el país recupera la capacidad de poder pagarle al 93% que no está cobrando, porque justamente se levantó la cautelar que lo impedía. Además, recupera la capacidad de acceder al mercado de créditos internacional. Eso por un lado es positivo y por el otro negativo. Lo bueno es que es un instrumento más y, si uno lo usa con cuidado y con buen criterio, puede servir. Lo malo es que podes hacer un mal uso del instrumento. La forma en que nos integremos tiene que ser cuidadosa, ya que si no se hace bien va a afectar al desarrollo. Algo que no es bueno para el país es volver a emitir bajo ley Nueva York, porque esos marcos están muy sesgados hacia los acreedores en general y hacia los buitres en particular. Ellos han escrito las leyes. De hecho, lo que hacen los buitres antes era ilegal: había una ley que lo impedía, la ley Champerty. Y por lobby -documentado- de los buitres esa ley fue eliminada en 2004. Para Argentina no es bueno exponerse a un conjunto de reglas escrita por las élites y para las élites, porque a pesar de este argumento de que sale más barato endeudarse bajo ley Nueva York, en la práctica lo barato termina saliendo caro. De modo que esta cuestión de la integración hay que tratarla con cuidado. Está bueno recuperar el acceso al crédito internacional, pero estamos integrándonos de una forma que no es sana. A Argentina le convenía cerrar este capítulo. De hecho, el riesgo más importante era el riesgo de la aceleración, que es que los bonistas que no estaban cobrando aceleraran sus deudas y reclamen ahora el pago completo. Eso podría haber llevado a otro default.

¿Cómo afectará este precedente en el mercado financiero internacional?
Tendrá un impacto nocivo. Es una mala noticia para el mundo. Porque este arreglo alienta un comportamiento similar a otros buitres o a otros bonistas: ahora saben que si no acuerdan con el país que necesita reestructurar su deuda, pueden esperar y meterse dentro del grupo que recibe un fallo similar a los fondos buitre, como pasó con una porción importante de los tenedores de bonos argentinos. El grupo llamado “Me too” (Yo también) no litigó directamente, sino que siguió el liderazgo de los fondos buitres y finalmente recibió el mismo trato por parte del juez Griesa. Este precedente va a generar un problema que los economistas llamamos riesgo moral: el incentivo a no acordar. Pero si todo el mundo hace lo mismo, todos pierden. Porque el país que entra en default claramente no tiene los recursos para pagar. Si los tuviese, no hubiese hecho default. De modo que esto es una amenaza general al funcionamiento del mercado de deudas en el que no solamente van a perder el deudor y sus sociedades –los ciudadanos– sino que además van a ser los acreedores los que perderán si esta lógica se expande.

¿Qué opina sobre la interpretación que la justicia de Nueva York hizo de la cláusula pari passu?
La interpretación de Griesa de pari passu es ridícula y la comunidad global ha aclarado que esa interpretación no tuvo sentido. De hecho, la comunidad financiera, representada por la Asociación Internacional de Mercado de Capitales, sugirió un nuevo lenguaje para los contratos de deuda que aclara que pari passu no significa lo que Griesa dijo que significaba. Lo que pari passu se supone que debe hacer es asegurar un tratamiento equitativo entre acreedores. A dos acreedores iguales se los tiene que tratar de la misma manera. Lo que Griesa dijo es que tratamiento igual era que el acreedor que sí reestructuró su deuda, que además la había comprado cuando no estaba en default, recibiese un tercio del valor. Y que el buitre recibiese por aquello por lo que pagó en promedio 23 centavos, 100 centavos más intereses que incluían la prima de riesgo. O sea que mientras unos aceptan una quita de dos tercios, el otro no solo no tiene quita sino que además le compensan por punitorio, le pagan más intereses. De modo que este tiene un retorno superior al 1000 por ciento y los otros tienen un descuento de dos tercios. Ahí no tiene nada de igualitario el tratamiento. Desde el punto de vista de la lógica económica, ese fallo no tiene sentido. Desde punto de vista de la lógica legal ha sido altamente criticado por académicos y por los abogados líderes en este tema.

¿Qué es un “Credit Default Swap” y cuál es el problema que genera que las posiciones en estos activos sean anónimas?
Un Credit Default Swap es un activo parecido a un seguro. Hay un tenedor de deuda argentina, y en principio el riesgo de que no cobre es que Argentina no le pague. Si compra un Credit Default Swap a otra institución, por ejemplo a una empresa de seguros, en el caso de que el país no le pague, la empresa le va a pagar. O sea que aun cuando haya default ese individuo va a cobrar igual. El problema de que estos mercados sean anónimos, es que puede suceder que el país esté reestructurando deuda y en la mesa de negociaciones pueda haber bonistas que posean estos activos. De modo que ellos no tienen ningún incentivo a llegar a un acuerdo con quita, porque van a cobrar igual. Lo que eso tiende a hacer es distorsionar los procesos de reestructuración generando rezagos en su resolución. En el esquema actual de los mercados financieros internacionales el problema es aún mayor, porque resulta ser que los que deben votar acerca de si un evento es un default o no en ocasiones son los mismos que están litigando a los países. Cuando Argentina no pudo lograr que los acreedores cobrasen –porque si bien el país le pagó al banco de Nueva York que era el agente fiduciario que se suponía que iba a intermediar los pagos, este no le pudo pasar la plata a los bonistas porque si lo hacía entraba en desacato con la orden del juez Griesa–, en ese momento hubo un comité de la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) que tuvo que determinar si el evento de que los acreedores no pudieran cobrar era un default o no. Eso era relevante porque si era un default los pagos sobre Credit Default Swaps se activaban. Ese comité tenía 15 miembros, uno de ellos era Elliott, el fondo buitre que estaba demandando a Argentina, liderado por Paul Singer. O sea que Paul Singer votó acerca de si el evento de Argentina era un default o no. Eso crea un conflicto de intereses enorme, porque potencialmente se puede dar una situación en la que el mismo litigante posee un Credit Default Swap y además es el que tiene que decidir si se activa el Credit Default Swap o no. Estas son armas que pueden ser muy distorsivas.

¿Por qué las reestructuraciones suelen ser “demasiado poco y demasiado tarde”?
Hay situaciones en las que forzar el pago completo de las deudas hace que todo sea peor, que a todos les vaya peor, menos a minorías que justo están primeras en la fila para cobrar. Porque en situaciones en las cuales el sector privado se está achicando, está reduciendo el gasto, y el país encuentra una carga de intereses muy grande que le obliga a hacer un ajuste fiscal para poder repagar, lo que tiende a pasar es que la crisis empeora. Eso fue lo que vivió Argentina por bastante tiempo, hasta llegar al default de 2001. Se forzó el repago en situaciones en las cuales eso empeoró la crisis y condujo a niveles de desempleo, pobreza y desigualdad más altos. Es lo mismo que le está pasando hoy a Grecia. En esos casos es necesario reestructurar, es necesario que el país pueda tener un alivio de la deuda para no tener que usar sus recursos para pagar sino para implementar políticas macroeconómicas contracíclicas que ayuden a la recuperación. De modo que también el tamaño de la torta que se va a repartir entre todos va a ser más grande. Sucede que las reestructuraciones tienden a dilatarse mucho en el tiempo, son “demasiado tarde” y, además, una vez que se hacen terminan siendo insuficientemente profundas –“demasiado poco”– como para darle alivio al deudor para que se pueda recuperar. De hecho, desde el año 1980 a la actualidad, el 51 por ciento de las reestructuraciones con acreedores privados fueron seguidas de otra reestructuración o default dentro de los cinco años, lo que muestra que la primera reestructuración no alcanzó. A varios países les ha ido muy mal, esto es un síndrome en general. Pero Argentina fue la excepción. A Argentina la han acusado de ser agresiva pero sin fundamentos, porque en realidad para que te digan que sos agresivo te tienen que demostrar que estás teniendo una quita superior a la que necesitas para alcanzar la sostenibilidad, y ese no fue el caso del país. Argentina tuvo una quita lo suficientemente profunda para alcanzar la sostenibilidad, por eso le fue tan bien después. Desde 2003 al 2008 creció ocho por ciento en promedio por año, y la reestructuración no fue lo único que condujo a eso, pero fue una condición necesaria y fue esencial para ese proceso.

¿En qué consisten los puntos aprobados en Naciones Unidas y cuál es el objetivo de crear un marco multinacional para la reestructuración de la deuda soberana?
Las Naciones Unidas aprobaron nueve principios que incluyen, por ejemplo, el de la sostenibilidad: la reestructuración de deuda tiene que ser lo suficientemente profunda como para asegurar la sostenibilidad. Otro principio es el de darle el derecho al deudor a iniciar un proceso de reestructuración y decidir sus propias políticas, es decir, que no estén condicionadas por organismos multinacionales como el FMI o como, en el caso de Grecia, por el Banco Central Europeo y los países de la Comisión Europea. Otro principio importante es el de la equidad entre los acreedores. Son todos elementos que en las reestructuraciones recientes han sido violados. Y si no hubiesen sido violados las reestructuraciones hubieran funcionado mejor, no hubiesen entrado en la categoría del “demasiado poco y demasiado tarde”. De modo que es una iniciativa muy importante. Pero hubo seis países que votaron en contra de estos principios, que son una base para crear un marco multinacional: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Canadá, Japón e Israel. Ese grupo incluye a las plazas acreedoras principales, donde más se emite deuda. Y votan en contra porque están en contra de alterar los equilibrios o desequilibrios que existen en la actualidad, en los cuales los marcos están muy sesgados a favor de los acreedores, y por eso los deudores sufren tanto. Entonces, va a ser muy difícil cambiar las cosas a nivel de las Naciones Unidas. Cuando hay problemas de deuda a nivel corporativo, en varios países del mundo hay leyes de quiebra que establecen un conjunto de provisiones que ayudan a que las reestructuraciones se hagan de forma ordenada. No hay buitres para las quiebras corporativas, porque está la ley de quiebras. Pero esas leyes no existen para los estados soberanos, por eso lo que tiende a pasar es la ley de la selva, es el caos. Y en la ley de la selva gana el más fuerte, gana el león. Y acá ganan los buitres. Por eso es tan importante avanzar en la creación de marcos que provean a los países de herramientas para poder resolver sus crisis de deuda de una forma ordenada. No se puede replicar una ley de quiebras a nivel deuda soberana, pero sí se puede avanzar en la constitución de marcos estatutarios –sin que haya un juez del mundo, porque eso invadiría la inmunidad soberana– que den provisiones para que las reestructuraciones se hagan mejor.

¿Por qué con las reformas contractuales propuestas por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA) no alcanzaría?
Las cláusulas propuestas por ICMA ayudan y son buenas, pero no son suficientes. Lo que ICMA sugiere son dos cosas. En primer lugar aclara pari passu, y eso está muy bien. En segundo lugar, propone incluir en los contratos de deuda cláusulas de acción colectiva más robustas que las existentes, que lo que hacen es asegurar que si la mayoría de los tenedores de la deuda de un país aceptaron la propuesta del soberano que está en crisis, la minoría tiene que aceptarla también. Por lo tanto, no podría haber un uno por ciento que se oponga, como hicieron los buitres en el caso de Argentina, y así bloquear una reestructuración. Tendría que ser un porcentaje mucho más alto.
¿Por qué no son suficientes? La primera razón es una cuestión transitoria, que es que hay mucha deuda –alrededor de 900 mil millones de dólares– emitida bajo el lenguaje viejo, que no tenía estas cláusulas, y hay varios países que van a sufrir defaults pronto –porque en el mundo hubo un boom de los precios de los commodities y los países emitieron deuda como si los precios fuesen a estar altos para siempre y, en realidad, ahora bajaron. Esos soberanos van a tener que hacer sus reestructuraciones en los mismos marcos que los hizo Argentina y con contratos muy parecidos: eso es carne para los buitres. Aun cuando los países en el futuro incorporen estas cláusulas de ICMA van a seguir habiendo problemas. Por ejemplo: los países emiten deudas en distintas monedas y, cuando hacen default, para poder comparar las distintas deudas hay que traerlas a todas a lo que se llama “valor presente”. Si yo tengo pesos quiero que el tipo de cambio que se use sea fuerte, para que el peso valga más, si no se me diluyen todas mis tenencias. Pero si vos tenés deudas en dólares queres exactamente lo contrario, queres que mi tipo de cambio no sea fuerte para que mi deuda valga menos y la tuya valga más. ¿Cómo se va a resolver esa comparación? ¿Sobre la base de qué? ¿De conceptos de eficiencia, de equidad? No. Lo que tiende a pasar en la negociación descentralizada es que gana el más fuerte, no hay una solución equitativa.

Actualizada 31/05/2016

El Estado asesina una persona cada 25 horas

El Estado asesina una persona cada 25 horas

La Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional –CORREPI- presentó el pasado 2 de diciembre en Plaza de Mayo el informe anual de casos de víctimas asesinadas por el aparato represivo del Estado. María del Carmen Verdú abogada y referente de la organización, en diálogo con ANCCOM, analizó los resultados de la documentación.

¿Qué resultados obtuvieron luego de un año de sistematización de casos de represión institucional?

Lo más significativo es el salto enorme que se ha producido, en todas las modalidades de aplicación de la política represiva del Estado –crímenes por gatillo fácil, asesinatos en cárceles, tortura, etc- en un lapso tan breve de tiempo. Un dato a tener en cuenta es que si se observa la evolución de los casos desde el año 1983 hasta ahora, se encuentran varios momentos en los que se producen “saltos” importantes que, no casualmente, coinciden con los procesos de profundización de la crisis económico-social. Lo que llama la atención este año es que en un período de diez meses y medio de gobierno macrista, se incrementó el promedio record del gobierno anterior registrado por día de gestión. Con el gobierno de Cristina Kirchner se producía un asesinato cada 28 horas, ahora con Macri se produce uno cada 25. Otra cuestión a tener en cuenta es que a los Kirchner les costó diez años pasar de tener una muerte cada 30 horas a una cada 28, a Macri sólo 10 meses y medio. Cuando presentamos el informe de 2015, llegamos con menos de 200 casos registrados, actualmente ese número está oscilando en 280 porque hay muchos casos que llegan después de la publicación del archivo por la repercusión que tiene. En lo que va de 2016 registramos 259 casos. Otro ejemplo que permite graficar este incremento, es que hasta el año pasado recibíamos un promedio de dos a tres consultas semanales vinculadas con detenciones arbitrarias, hoy estamos en un promedio de dos a tres consultas por día. Es siete veces más. Y más de la mitad de los muertos no son personas que están presas porque alguien los acusó de un delito, sino que son los pibes levantados en la calle,  detenidos arbitrariamente.

¿A qué factores atribuís el aumento de la represión institucional por parte del gobierno nacional?

Nosotros sostenemos que las políticas represivas que administran los gobiernos de turno son una necesidad instrumental. La administración de la represión está directamente vinculada a dos factores: por un lado, la necesidad concreta en la etapa, es decir, la situación social, la coyuntura, etc. Por otro lado, las características propias, el perfil, que va a tener cada gobierno. ¿Por qué Macri necesita dar este salto? Por el salto que dio en materia de ajuste. El año pasado nosotros cerramos la presentación del archivo realizando un pronóstico en el cual decíamos que gane quien gane se venía una etapa de ajuste y represión. Que iba a ser más explícita si ganaba Macri, y que iba a tener características de disimulo si ganaba Scioli. La represión es una necesidad para sostener miles de despidos en el sector privado y estatal, una inflación que se come el salario, los tarifazos. Hubo un fallo histórico de enero en que el Superior Tribunal de Justicia de la Ciudad anunció que ya no necesitaban saber el motivo de una detención, que si la policía quería parar a alguien que lo haga libremente. Hay otro dato significativo: el mismo Estado tuvo que contratar muchísimos abogados para aumentar el plantel de la División de Asuntos Penales del Ministerio de Seguridad de la Nación que son quienes defienden a los integrantes de la fuerza -prefectos, gendarmes- implicados en procesos penales motivados por “actos de servicio”, que no son actos cualquiera sino de gatillo fácil, muerte en cárceles, etc. A medida que aumenta el número de efectivos en las calles, aumentan también el número de causas. Es directamente proporcional. El archivo lo muestra: ha aumentado del año pasado a este la incidencia de gendarmes en los crímenes, y sucedió porque ahora los barrios están ocupados por éstos.

«¿Por qué Macri necesita dar este salto? Por el salto que dio en materia de ajuste», dice la abogada.

¿Cuáles son los delitos más comunes que lleva adelante el Estado en estas muertes que se cometen cada 25 horas?

En el 47% de los casos corresponde a fusilamientos en la vía pública, es decir, gatillo fácil. Por esto decimos que la principal causa de muerte a manos del Estado es caminar por el barrio con pinta de joven y pobre. La segunda causa es estar preso: el 39% son muertes en lugares de detención (cárcel, comisarías, institutos de menores, interior de patrulleros, etc). Finalmente, y con bastante diferencia en los porcentajes, vienen las otras modalidades como por ejemplo, las desapariciones forzadas. Lo que nunca habíamos hecho, hasta este año, era indagar qué implicancias tiene eso en el universo mujeres. En primer lugar porque, en relación al total, el 90% de los muertos en cárceles son hombres ya que la población femenina en el sistema penitenciario es mucho menor. Sucede lo mismo con el gatillo fácil: los que se juntan en las plazas son, generalmente, los pibes. La dinámica de las mujeres en los barrios es distinta. Al desagregar el total del 100% de casos de víctimas mujeres, el 66% es por femicidios en los que el homicida es a la vez miembro de las fuerzas de seguridad. Luego, aparece con un 19% el gatillo fácil y con un 10% la muerte bajo custodia. Es decir, que si sos mujer el mayor riesgo de que te mate un miembro de la fuerza, es que sea tu pareja, expareja, cuñado, padre, hermano, etc. Este dato es muy significativo porque a su vez confirma las estadísticas que obtiene la Casa del Encuentro, que dicen que uno de cada cinco casos corresponden a miembros de las fuerzas de seguridad, es decir el 20%. No hay ninguna otra ocupación laboral o profesional que tenga ese grado de incidencia.

¿Por qué la juventud es sujeto de la represión institucional?

En el 49% de los casos, los asesinados son jóvenes de entre 15 y 25 años. A su vez, hay que pensar ¿dónde está la esperanza de cambio? Por un lado, si hay un sector clave en la gestación de cualquier posibilidad de cambio social, está en los jóvenes: ellos son quienes tienen la potencialidad de la protesta, del reclamo, la necesidad de organización, etc. Por otra parte, para que el disciplinamiento sea eficaz, tiene que ser desde la cuna. Una compañera, Delia Garcilazo, mamá de un chico asesinado en 1992, siempre dijo: “A los pobres los tienen que adoctrinar desde la cuna”, porque si vos desde chiquitos les enseñás que cuando viene un policía caminando por la vereda en el barrio es mejor que agache la cabeza, que se mire la punta de los pies, que no sostenga la mirada, que se “haga invisible” le enseñas quién manda y así el disciplinamiento se hace efectivo.

¿Cómo trabajan ustedes en los barrios?

En realidad CORREPI nace ya vinculada con el trabajo en los barrios, porque desde la génesis siempre estuvo el contacto directo con la familia, con los hechos concretos. El núcleo fundante está integrado por vecinos y vecinas de los barrios a los cuáles habíamos llegado a través del fusilamiento de un chico en la calle, de otro asesinado en una comisaría. No es que fuimos a los barrios sino que siempre estuvimos, desde ya que por cuestiones de recursos, de brazos, uno no puede estar en todos lados, pero de a poco CORREPI fue creciendo. Este año tuvimos un crecimiento importante de jóvenes y también adultos que se fueron incorporando y por este crecimiento estamos en condiciones de planificar más ordenadamente la intervención territorial. Actualmente tenemos catorce equipos, de los cuales diez funcionan en provincia de Buenos Aires y los otros cuatro en Capital. Los equipos tienen la tarea fundamental de la intervención territorial. Esto lo desarrollamos por dos vías, la primera son nuestros propios compañeros, sobre todo quienes son familiares de víctimas, quienes se referencian naturalmente en el barrio porque las familias que no saben a quién recurrir, van a quienes ya transitaron por una situación similar. La segunda vía, igual de fundamental, es la coordinación con las organizaciones sociales que tienen desarrollo territorial en el barrio. Por medios de estas dos herramientas realizamos formaciones, actividades, campañas, asesoramiento. Estamos planificando para el año que viene comenzar a tener intervención nacional a través de algunos colabores que estarían interesados.

¿Cómo proceden las familias a la hora de denunciar crímenes de gatillo fácil?

Eso depende del caso. Nosotros tenemos registrados 4.960 casos, pero solo logramos intervenir en cien o doscientas causas en los últimos treinta años. No es nada. Hay muchos casos de los que no nos enteramos. Otros en los que no nos podemos contactar. Quienes se organizan en CORREPI no llegan a ser más de 50 ó 60 familiares. A veces, las familias no quieren realizar la denuncia o el proceso judicial, principalmente porque tanto los crímenes de gatillo fácil como las muertes en lugares de detención afectan a los sectores más vulnerables. Es allí donde se presenta una combinación de factores desmovilizantes: el primero es la situación material que dificulta muchísimo. A esto se suman las políticas represivas con contenido de control social (detenciones arbitrarias, gatillo, tortura, etc) que tienen dos características definitorias: por un lado, la invisibilidad hacia afuera de la clase que las padece y, por el otro, la naturalización hacia adentro. Nos ha pasado en actividades que hacemos en los barrios que se acercan familias y nos cuentan casos que sucedieron el año pasado, por ejemplo, y cuando les preguntamos qué hicieron, nos dicen “no, nada, si contra ellos no se puede”. Esto demuestra que funciona efectivamente el disciplinamiento. Ahora bien, los casos que nos llegan, la mayoría es mediante el contacto a un familiar referenciado en un barrio.

En otras entrevistas has declarado que la represión institucional es necesaria en democracia ¿A qué te referís?

En primer lugar es necesaria en cualquier sistema de gobierno que administre un Estado dividido en clases, aunque sea democracia o dictadura. Van a tener características diferentes porque la medida de la represión la determina la necesidad concreta que enfrenta en esa etapa ese gobierno específico. Si te encontrás en un escenario de lucha de clases muy avanzada, con organizaciones obreras clasistas, con una alianza obrera-estudiantil, incluso con organizaciones revolucionarias y algunas armadas, como pasó en los ´70, vas a necesitar el terrorismo de Estado para destruir todo eso, no te va a alcanzar con el control social. Una vez que ordenaste, aniquilaste, destruiste todas las redes de resistencia obrera y popular, ahí podes pensar en otros mecanismos. De hecho lo que le decían los milicos a Alfonsín es “te lo deje en orden, ahora mantenelo”.

En una de tus publicaciones indicás que la fórmula que utilizó el kirchnerismo para reprimir fue la de obtener el mayor consenso social para después reprimir cómodamente ¿Crees que el gobierno actual implementa un plan similar o no le es necesario?

Lo que nosotros veníamos identificando del kirchnerismo, que de hecho fue consigna en una movilización, fue la idea de “todo el consenso posible con toda la represión necesaria”, sigue siendo la misma fórmula hoy. La diferencia es que hay consenso para cosas distintas. Hubo un proceso de estigmatización de las luchas -que no es mérito exclusivo del macrismo- que es uno de los grandes legados que deja el kirchnerismo. Sin ir más lejos, cuando Néstor dijo “no voy a reprimir con esta policía de gatillo fácil” muchos interpretaron que no iba a reprimir la protesta social. Y nosotros lo que decíamos era que, efectivamente, iba a reprimir pero cuando ya le hubiese cambiado la imagen a la policía, cuando hubiese superado el nivel de deslegitimación de las instituciones que había a finales de 2002. Fue algo que logró: hoy hay jóvenes que dicen que van a ser policías. Hemos tenido que hacer campañas en los barrios que dicen “no cambies la visera por la gorra”.

¿Por qué crees que la sociedad civil no logró identificar esa política represiva?

En realidad el concepto de sociedad civil no me gusta porque habla de algo que no existe. Lo que existe es una sociedad con clases contrapuestas, con intereses antagónicos y que jamás en la vida van a compartir un mismo interés. Hubo un sector importante de la población a la que le convenía el modelo de gestión kirchnerista porque se llenó de plata. Hubo otro sector, donde entró en juego el tema del consenso.

En ocasiones anteriores has mencionado que CORREPI se constituye luego de muchos esfuerzos de instalar en la agenda de los organismos de derechos humanos el tema de la represión institucional ¿Creés que hasta el día de hoy sigue sin incorporarse en la agenda política?

 Creo que hoy sí lo forma, pero en algunos organismos. La Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, que quizás son quienes más razones tienen para acotarse al genocidio  ya que fueron víctimas directas, aunque sobrevivieron son, sin embargo, uno de nuestros aliados históricos. De hecho en el marco del encuentro “Memoria, verdad y justicia” estuvimos peleando codo a codo para que se incorpore en las marchas por el 24 de marzo la consigna “juicio y castigo a los represores de ayer y de hoy”, haciendo énfasis en que no podes pronunciarte por los represores de ayer sin pronunciarte por los represores de hoy. Esa pelea se dio a lo largo de los ´90 y la dimos  también con la primera camada de H.I.J.O.S. Y lo seguimos haciendo hoy con quienes han quedado del lado del pueblo, que han quedado independientes de la mano del Estado, como las regionales del oeste y La Plata, con quienes tenemos espacios de coordinación y militancia cruzada. En los años ochenta, algunos organismos se indignaban cuando se hablaba de defender derechos de “negros”, de “chorros”. Nosotros éramos los feos, sucios y malos del movimiento de derechos humanos. De hecho, muchos no nos consideraban parte. Precisamente una de las peleas que dimos en esos años fue para poder participar de la organización de las marchas por el 24 de marzo: no nos dejaban. Recién pudimos hacerlo cuando surge H.I.J.O.S y Ex Detenidos-Desaparecidos. Allí conformamos entre las tres organizaciones un muro de tres patas que íbamos empujando juntos. Luego de eso nos empezaron a abrir las puertas. Pero, sin dudas, la pelea más fuerte que tuvimos que dar en esos años fue tener que convencer a la izquierda de qué estábamos hablando de un tema que tiene que ver con la lucha de clases. Y que la violencia institucional es una herramienta para la opresión y la explotación.

Actualizada 22/12/2016

Universidad para todos

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¿Hay estudiantes extranjeros en la universidad pública más grande del país? Sí, apenas un 4,4 por ciento del total. Y muchos de ellos cursan posgrados, que son arancelados. Sin embargo, existen prejuicios  tanto sobre su real peso en la cantidad global de alumnos como sobre los costos económicos que implican su presencia en el país. Ignoran, además, que durante su estadía los estudiantes foráneos consumen, trabajan y aportan impuestos en el territorio nacional. ANCCOM habló con alumnos que cursan en UBA y con intelectuales del campo educativo sobre el derecho a la educación pública, laica y gratuita que existe en Argentina.

Antonia De León, estudiante de medicina proveniente de El Salvador, asegura:  “La educación, al igual que la salud, tiene que ser un derecho de todas las personas. Independientemente de que hayas nacido acá o en cualquier lugar. Veo que se está intentando atacar a la educación pública, tratando de segmentar a los extranjeros, y realmente los estudiantes inmigrantes somos una minoría, apenas el 4%”.  En la misma línea se expresa Tomás Calderón, estudiante chileno de la carrera de Ciencias Económicas: “En principio, la discusión siempre se da en el plano de lo público versus lo privado.  Una universidad que se plantea ser pública de ninguna manera puede restringir  el acceso al derecho a educarse.”

El estudiante agrega: “Los problemas que subyacen a la educación pública son muchos y tienen que ver con la coyuntura actual. Se habla del tema del presupuesto, de los recursos que se necesitan para financiar, y la verdad que es que los recursos están, es cosa de saber buscarlos, de hacer políticas públicas acordes. Depende de la voluntad del gobierno de turno. El actual busca mostrar las falencias que tiene la educación pública para que haya más incentivos para que aparezcan mecanismos privados para proveer la educación”.

Marcelo Antonio Castillo, estudiante mexicano de Ciencias Ambientales en la Facultad de Agronomía, también está de acuerdo con el ingreso irrestricto a la universidad: “Me parece bien que aquí en Argentina se tenga la oportunidad de estudiar sin ninguna restricción, me parece bien también que esté esa oportunidad aún siendo extranjero. La universidad en que yo estudiaba en México es pública entre comillas: uno tiene que pagar una cuota semestral que ronda en unos 4.000 pesos, allá en todas las universidades tienes que pagar algún tipo de cuota, por más mínima que sea, no hay ninguna universidad 100% no arancelada”.

 El 29% de estudiantes extranjeros es de Perú, mientras que en el segundo lugar están los de origen boliviano, con el 14 %,  seguidos por los de Paraguay, con el 12 %. Luego continúan los colombianos, con el 11 %, los chilenos, con el 6 % y los uruguayos con el 3 %.

Desde el plano académico, el antropólogo Alejandro Grimson, autor, entre otros libros de “Mitomanías de la educación argentina”, señala: “El ingreso irrestricto retornó a las Argentina con la democracia. Nuestros más de 30 años de democracia han funcionado con este sistema. ¿Es imperfecto? Sí, porque además de permitir el ingreso hay que apoyar de modo consistente a los sectores más vulnerables. Pero no destruir, sino mejorar la tradición del ingreso irrestricto. Es patético ver que hoy hay quienes buscan, como si fueran soluciones del siglo XXI, regresar al examen que caracterizó a la dictadura”.

  En tanto, Esther Levy, doctora en Ciencias de la Educación e investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA,  asegura: “Lamentablemente este tema se instaló en la opinión pública desde un lugar provocador y con datos inexactos. Detrás de esta cuestión lo que se persigue es un ataque a la universidad pública sin más argumentos que plantear una especie de xenofobia selectiva, dado que el problema se plantea como tal porque los extranjeros son latinoamericanos.”

  La investigadora aclara un punto muy importante: “Lo cierto es que la mayoría de los extranjeros que vienen a estudiar a la UBA lo hacen en el nivel de posgrado, el cual está arancelado y cada estudiante que se inscribe debe pagar desde la matrícula hasta la última cuota. Esto lo hacen con dinero de su bolsillo o con becas otorgadas desde sus países. Lo sostengo porque doy clases en varios posgrados de la UBA. Incluso si no fuera por estos ingresos económicos las ofertas de especialización, maestría y doctorado se verían afectados en su financiamiento básico.”

  De todos modos, en relación a los estudiantes de otros países que cursan carreras de grado, Levy añade: “Si la preocupación es porque los estudiantes de grado no pagan arancel, me permito sostener dos argumentos. El primero es que se trata solo del 2%, una proporción que se viene manteniendo durante varios años. En segundo lugar, la universidad no es gratuita sino no arancelada. Es decir, los extranjeros que realizan sus estudios de grado (cinco años por lo menos) pagan los impuestos al igual que los argentinos y ese dinero lo recauda el Estado sin discriminar nacionalidad. O sea, ellos también pagan sus estudios de grado. Por último, creo que este argumento sobre los estudiantes extranjeros es una excusa más para volver a instalar la cuestión del arancelamiento y el ajuste presupuestario en las universidades públicas”.

 Por su parte, Pablo Imen docente e investigador de UBA y director del Instituto de la Cooperación (Idelcoop) afirma: “El sistema impositivo debe buscar los modos de asegurar mecanismos progresivos de recaudación para asegurar los derechos humanos de nuestros habitantes y de  ‘todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino’, como señala el preámbulo de la Constitución Nacional. En la actualidad, resulta una contradicción insostenible que se pretenda percibir un arancel a los estudiantes extranjeros cuando se produce una política económica que transfiere recursos al capital foráneo por vía de exención de impuestos, fuga de capitales y otros dispositivos que afectan de manera sustantiva el erario público. No corresponde, a mi juicio, ni  por principios democráticos ni por eficiencia económica, imponer tal tributo”.

Algunos de los medios de comunicación más poderosos del país intentan estigmatizar la figura del extranjero, planteándolo como parásito del sistema educativo universitario. Esta es solo una de las aristas de un objetivo mayor que no es otro que el de crear la idea de que la educación pública es deficiente, con el fin último de buscar su privatización. “La Universidad Pública está gravemente afectada por las políticas neoliberal-conservadoras del actual gobierno -expresa Imen-. Ocurre en todos los planos, y especialmente en conjunto del sistema educativo como en el sistema de ciencia y técnica. Y es así porque el proyecto político de Cambiemos va en una dirección muy diferente al anterior. Para quienes sostenemos posiciones democráticas y alentamos una educación emancipadora, no hay nada que celebrar en materia de política pública en general ni de política educativa en particular”.

Actualizada 09/11/2016

El aborto en primera persona

El aborto en primera persona

Laura tiene 25 años, vive en Floresta y está en el último año de la licenciatura en Fonoaudiología, en la Facultad de Medicina de la UBA. “En abril del año pasado confirmé que estaba embarazada. Me cuidaba con pastillas anticonceptivas pero ese mes no las pude conseguir y la persona con la que estaba era muy reacia a usar preservativo. Me costaba incluso decirle que no, a la hora de tener relaciones sexuales”, se anima a contar. Esta joven profesional, que trabaja atendiendo niños, recuerda que hubo un encuentro en particular que resultó riesgoso y tomó la pastilla del día después a las pocas horas, pero no tuvo éxito. Si bien Laura opina que, abortar o no, debe ser una decisión estrictamente de la mujer, cuando lo confirmó recibió el acompañamiento de la persona con la que salía, de su mamá y de amigas. “Desde el principio estaba muy segura, porque yo tengo un gran deseo de ser madre, pero quiero ser madre de forma responsable, más adelante. Yo no tengo las condiciones económicas para afrontar un hijo y sentí que quería priorizar mi carrera y mis proyectos, porque también canto y toco la guitarra”, explica.

Tener un hijo, con la frustración de una madre que ve truncadas sus aspiraciones, era algo que no cuadraba con su deseo de maternidad. Laura no tenía mucha información sobre qué hacer, pero su tía había abortado tiempo atrás con una médica, por planificación familiar, y recurrió, junto a su mamá, a la misma persona. Después, cuenta, prefirió correr a su familia del tema porque sintió que era un proceso exclusivo de ella y su pareja: “Le llevé la ecografía a esta médica, y solo por la consulta nos cobró $500. Enseguida recomendó el legrado, que costaba arriba de $20.000. Juntar ese dinero implicaba un esfuerzo muy importante para toda la familia”. Laura quería ver otras opciones y muchas personas le comentaban que ese raspaje era muy invasivo, pero la médica afirmaba que se trataba del método más efectivo y la asustaba con que, en cambio, el Misoprostol era peligroso. “Mi mamá estaba muy de acuerdo con esa médica, por su superioridad como profesional. A mí me resultaba sospechoso que planteara un solo método posible y no me diera la opción de elegir”. Finalmente, a través de una amiga, Laura se contactó con la Red de Socorristas: “Me atendió Rosa, el nombre simbólico que toma cualquiera de las chicas que contesta por whatsApp. Me invitaron a un local partidario y ahí pude charlar con dos militantes que eran divinas”. De esa forma, empezaba a obtener información y opciones: “Me detallaron sobre todos los métodos, el legrado no lo recomendaban para nada, en cambio sí se inclinaban por la opción de aborto con pastillas de Misoprostol, que es muy seguro y una puede hacerlo sin recurrir a un médico. También me hablaron del método AMEU (aspiración manual endouterina), que fue el que elegí hacerme”. El AMEU es el método que se utiliza en países de Latinoamérica donde el aborto es legal, como Cuba por ejemplo, y puede realizarse hasta la semana doce de embarazo sin complicación. “Lo elegí porque siempre terminaba prefiriendo estar en manos de alguien que yo sintiera que supiera, necesitaba la figura de un médico”. Las militantes le pasaron el contacto y tuvo una primera entrevista en un consultorio en la Ciudad de Buenos Aires. Vieron su ecografía y le informaron otra vez sobre las opciones: Misoprostol y AMEU –la elegida-, que costaba $2.000.

Para Laura fue muy valioso que le dijeran que si no podía pagarlo, se lo realizaban igual. “Me contuvieron un montón y derribé fantasmas sobre la carga de culpa, me trataron super bien. El día que aborté me pusieron la música que yo quería escuchar, me invitaron un café antes”. Sin embargo, no todo salió como le habían dicho: “Me dijeron que duraba cinco minutos, pero la realidad es que dura mucho más, me aseguraron que no dolía, pero la realidad es que duele un montón, mientras te lo hacen y después también. Sólo me dieron un calmante, no tuve anestesia”. Era tal el dolor, que no pudieron terminarle la intervención y hubo que completar el aborto con dos pastillas de Misoprostol por vía oral. “Pero -afirma Laura- al día siguiente ya me sentía bien”. En un principio, el dolor fue interpretado por ella como un momento karmático, necesario para lavar la culpa, pero hoy siente que fue una experiencia más en su vida y que realizó lo correcto: “Lo que hice fue también en favor de la vida”, plantea. Poder desdramatizarlo fue clave: “Yo tuve suerte, el trato de estos médicos fue muy bueno y después hablamos sobre métodos de anticoncepción, pero en ningún momento me juzgaron”. La clandestinidad no le fue gratuita de todas formas: no pudo pedir un día libre en el trabajo para reponerse, ni contarle a nadie que estaba embarazada, más allá de su círculo íntimo, todos elementos que intervinieron moralmente en su subjetividad. “Me gustaría que todos los métodos de aborto fueran legales y accesibles y que cada mujer pueda elegir el que más cómodo le resulta”, opina.

A partir de esta experiencia, Laura comenzó a reflexionar en su propia formación profesional, recibida desde la Facultad de Medicina, a la que denomina “totalmente anti aborto”. “En deontología se lo plantea como antiético porque sólo se considera el derecho a la vida del feto. Hablar de esto plantea mucha incomodidad, el ambiente en Medicina es muy conservador”, observa. Para Laura las ciencias médicas imponen una mirada bastante deshumanizante, que no toma en cuenta a la persona en su integridad biopsicosocial, sino como un ser segmentado: “Es un modelo paternalista y patologizante, que no plantea al profesional como un orientador, sino que impone poder sobre el otro, justamente porque no considera al sujeto, paciente, como aquel capaz de decidir sobre su propia salud”, explica.

Violencias, clandestinidad y culpa

Antonella tiene 32 años, vive en Villa Urquiza y es docente de nivel primario. Su primer aborto fue en 2004 y el segundo un año después. “La primera vez, la decisión fue rápida. Había estado de novia muy poco tiempo, nos peleamos y el test me dio positivo. No tenía ganas de ser madre en ese momento y menos con esa persona, así que lo decidí fácilmente. Me afectaba ese discurso culpabilizante de que es una vida y la idea de sentir que interrumpía el rumbo que estaba tomando mi cuerpo”, explica. Sin embargo, su mamá la apoyó y le contó que ella misma había abortado varias veces y que su abuela también. La madre tenía el dato de que el Misoprostol, comercializado con el nombre de Oxaprost, servía como método abortivo. Pero en la farmacia, en vez de venderle la caja completa, sólo le vendieron dos pastillas y en ese momento no encontró la información de que eran necesarios doce comprimidos. Tras fallar, recurrió a su ginecóloga, quien le dio el teléfono de un médico que hacía abortos. “Me explicó que iba a ser mediante el método de aspiración y que me costaba $3.000. Yo estaba terminando de estudiar para maestra y sólo daba clases particulares, así que lo pagó mitad mi mamá y mitad el pibe con el que salía”, detalla. Durante la intervención en un departamento clandestino, Antonella estuvo todo el tiempo dormida debido al anestésico que recibió. A sus 20 años no sabía del riesgo de usar preservativo sólo sobre el final del acto sexual. “No tenía conciencia sobre el líquido preseminal, nunca había recibido mucha información sobre anticoncepción, ni en el colegio ni en mi familia”.

La segunda vez de Antonella fue bastante más traumática: “Sentía que la vida quería que yo fuera madre, pero a la vez no era mi deseo”. Durante los dos embarazos vivió maltrato durante los chequeos: “La primera vez en el laboratorio, antes de darme el papel, me preguntaron qué quería escuchar y ante mi silencio me contestaron que me quedara tranquila, que no estaba embarazada. Pero la realidad era que todos los valores en sangre indicaban que sí y tuve que re-chequearlo con un contacto que era bioquímico. La segunda vez, durante la ecografía, el tipo que me la hacía usaba la frase: ‘Bueno mami’, todo el tiempo, mientras se burlaba de mi cara de susto”. Y otra vez, en una farmacia estafaron a su mamá, vendiéndole sólo cuatro pastillas de Misoprostol, que no le ocasionaron el aborto. También su pareja resultó violenta: “El tipo con el que salía me maltrató por haberlas ingerido sin consultarle, siendo su ‘hijo’ lo que llevaba dentro. Propuso vernos al día siguiente, pero no apareció nunca. Lo vi una vez más, discutimos y me cagó a trompadas mientras me gritaba que me jodiera por puta”. Una amiga le consiguió un contacto. “Me dijo que trabajaba en el Hospital Fernández y que trajera la ecografía. El problema de la clandestinidad es que una sólo puede confiar en lo que te dicen, vas y ponés tu cuerpo en un lugar que es trucho”, concluye. Ambos momentos los vivió como una pesadilla: “Quería que todo terminara ya, me veía envuelta en una situación que quería resolver, empezaba a sentir registros distintos en mi cuerpo que se oponían a lo que sentía”. Hoy Antonella reflexiona que si el aborto fuera legal y estuviera correctamente asociado con la salud y el deseo físico y psíquico, la experiencia sería totalmente otra. Con los años lo pudo significar de otra manera: “Entró el feminismo en mi vida, el conocer cada vez más personas que abortaban y el poder socializarlo. Por la clandestinidad y el estigma, la situación genera culpa, miedo y vergüenza, pero hablarlo desactiva todo eso”.

“Si hubiera podido hacerlo en un lugar seguro…”

“Ni bien me enteré que estaba embarazada, supe que no lo quería tener. Por el momento de mi vida, por la relación en la que estaba. Yo no me veía criando un pibe a esa edad, no estaba dentro de mis planes”, explica Miranda, quien abortó en 1992 cuando tenía 17 años y estaba en quinto año del colegio. Afortunadamente, esta percepción era compartida con el chico con el que salía y ambos estuvieron de acuerdo en la decisión de abortar. Hoy, a sus 41 años, esta profesora de inglés recuerda que cuando confirmó el embarazo con un análisis de sangre y una ecografía esperaba encontrar asistencia de su médico ginecólogo: “Pero cuando veíamos que no aparecía ninguna soga, nadie que nos guiara, recurrimos a la madre de mi novio, quien era cardióloga y entre sus tantos contactos en el área médica, conocía a alguien que hacía abortos. Yo no quería que mis padres supieran, así que fue esta mujer la que me acompañó con el pre-quirúrgico, pagó los 800 pesos-dólares (era la época del uno a uno) y nos llevó el día que lo hicimos”. Sin una entrevista previa o conversación con quien iba a realizárselo, llegó directamente para abortar a un “departamentucho”, en el límite entre Beccar y Victoria, donde hacían abortos mediante la técnica LIU (legrado uterino instrumental). Su disponibilidad para apropiarse de lo que pasaba era mínima: “Yo estaba en manos de esta mujer, sin saber qué método iban a usar, ni cómo iba a ser. Ahora me empiezo a dar cuenta, mientras lo cuento, que debo haber estado medio atontada, porque quería resolverlo, pero me sentía perdida”, expresa. En su imaginario adolescente, Miranda creía que iba a encontrar en la sala de espera a todas chicas de su edad. Sin embargo, la sorprendió ver muchas mujeres de todas las edades y situaciones. Había algunas que se notaba por su cuerpo que ya habían sido madres, las había de más de veinte, pero también de más de treinta. Al llegar su turno, el médico que la recibió le dio anestesia total y como excepción, por ser colegas, la madre de su novio de entonces pudo permanecer dentro. Despertar fue un momento especialmente traumático: “Yo estaba en un lugar oscuro, me desperté gritando, pidiendo que viniera el chico con el que salía. Fue una situación tensa, la asistente me pedía que me calmara porque iba a asustar a las otras mujeres que esperaban y supongo que además temían que pudiera haber alguna denuncia”. Después de su aborto, Miranda atravesó una depresión y el alejamiento de sus compañeras del secundario: “Perdí mi amistad con muchas chicas, porque no entendían qué era lo que me pasaba y yo estaba en otro plano emocional y en una revolución interna que era también física. Posteriormente atravesó un momento, que ella define como “una culpa judeo-cristiana” y le costó tiempo elaborar la experiencia. A sus 24 años, su cuerpo comenzó a manifestar una endometriosis, que posteriormente desencadenó en una falla ovárica temprana. “¿Habré desperdiciado la única oportunidad que tuve de ser madre biológica?”, fue el pensamiento que tuvo cuando supo que ya no podía tener hijos. Entre algunas preguntas que rondaron en su cabeza sobre su condición de salud posterior, aparecen acciones como empujar un auto y otros esfuerzos físicos desmedidos que hizo a propósito para perder el embarazo, cuando aún no disponía del dato para abortar con un médico. La clandestinidad fue su mayor peso: “Tranquilamente me puedo imaginar una experiencia totalmente diferente si hubiera podido hacerlo abiertamente y en un lugar seguro”. Algunas cosas siente que no han cambiado para nada desde su adolescencia, hasta su actualidad: “La educación sexual en mi época era una mierda y es igual ahora, la empresa que se encarga de dar la charla de educación sexual es Johnson &Johnson y es más que nada para publicitar sus productos. Hoy tenemos una Ley de Educación Sexual Integral, pero en la práctica no termina siendo muy abordada desde ninguna asignatura. A más de 20 años de haber abortado y de atravesar muchas sensaciones en relación con su salud reproductiva y con la clandestinidad, Miranda siente que hizo una evolución personal, que con el tiempo le permitió reivindicar la certeza: “Entendí que el valor de lo que yo había decidido estaba ahí, en no haber dudado nunca, en saber que yo no quería tener un hijo en ese momento. “La culpa, la angustia y las dudas vienen de afuera”, señala.

Tres casos diferentes, que permiten observar algunas coincidencias: la indefensión de la mujer ante la desinformación, la clandestinidad, el negocio y la culpa, pero también la reflexión a posteriori, luego de atravesar el dolor y poder contar sus experiencias.

Actualizada 09/11/2016