¿El delivery puede ser un servicio público?

¿El delivery puede ser un servicio público?

Mercado Justo, aprobado en el Concejo Deliberante de Rosario, es una plataforma digital sin fines de lucro.

Hasta los días previos a que se inicie el aislamiento social preventivo y obligatorio estaban en el terreno de lo ilegal; ahora, son actividades esenciales: las plataformas digitales de prestación de distintos servicios han cobrado una importancia tal que ya no se puede ocultar la necesidad de su regulación. ¿Es posible, además, pensar alternativas, como plataformas digitales públicas, que se rijan bajo condiciones más democráticas y emancipatorias que las actuales?

Arduos debates sobre las posibilidades que brindan y, a su vez, sobre la perversidad de las mismas han abundado tanto a nivel internacional como nacional: conectando ofertas y demandas de bienes o servicios, o bien agregando valor a actividades no monetizadas de la vida cotidiana, aplicaciones como Rappi, Glovo, Pedidos Ya, AirBnb, Uber o Cabify son opciones de empleo -inmediato y garantizado- para muchísimos jóvenes de nuestro país y el mundo entero. Pero es necesario preguntarse a qué costo: el pasado lunes 29 de junio falleció Leonel, de 28 años, el sexto repartidor en lo que va de la cuarentena, dejando en evidencia una vez más las condiciones paupérrimas en materia de seguridad y derechos laborales de las plataformas de la “economía colaborativa”.

En este contexto, el proyecto de Mercado Justo, presentado por Ciudad Futura y aprobado en el Concejo Deliberante de Rosario, supone una interesante iniciativa: se trata de una plataforma digital sin fines de lucro que unifica toda la oferta y demanda de bienes y servicios de la ciudad y su distribución, buscando fomentar la economía local. Aunque se trata de una experiencia todavía excepcional, en un escenario dominado hábilmente por las grandes, publicitadas y poderosas compañías.

“En el ecosistema digital, la posición significativa de un puñado de plataformas asfixia la competencia», dice Becerra.

“Si bien las plataformas no aumentaron las bases de pagos por los pedidos, lo que hicieron fue aumentar algo que se llama ‘bono por productividad’, es decir, un bono por cantidad de pedidos realizados, para incorporar a más trabajadores para que cubrieran la alta demanda que había durante la cuarentena”, expresa Juan Manuel Ottaviano, abogado laboralista y asesor de la Asociación de Personal de Plataformas (APP). “Esto significó un fenómeno de transformación e intensificación del trabajo porque muchos trabajadores que antes hacían jornada parcial ahora hacen completa y quienes ya hacían completa hacen más horas aún. Todo esto en el marco de la contratación autónoma: es decir, sin ningún tipo de protección de la salud o ante los riesgos. Los trabajadores se hacen cargo de todos los elementos de seguridad y todos los gastos”.

La utilización de sistemas de asignación de trabajo y de control de la productividad a través de rankings son el común denominador en todas estas plataformas. “El ranking te evalúa la cantidad de pedidos aceptados sobre la cantidad de pedidos ordenados y además te evalúa la cantidad de horas o el tiempo que cada trabajador está conectado, sobre todo en las horas de alta demanda. Ahora bien, ese cómputo está determinado pura y exclusivamente por la plataforma y en general no es justo”, afirma Ottaviano.

Durante la cuarentena, por lo menos seis reparatidores fallecieron por accidentes viales.

De allí se desprende la necesidad de truncar la idea que se pretende fomentar acerca de la supuesta neutralidad y autonomía de las aplicaciones y las tecnologías en general y su carácter fantasmagórico. “Muchas veces se dice que estas empresas no tienen existencia real: que exista un control remoto no significa que no haya un sujeto controlante, un medio de control y un controlado. Por supuesto, al ser remoto este control, se diluye la presencia de ese sujeto controlante y eso puede dar a pensar que se diluye la responsabilidad. Para atribuirle responsabilidad primero hay que hacer emerger la figura del empleador”, asegura el abogado y continúa: “Son empresas, con capital, que tienen un domicilio, que tienen administradores, gerentes, dueños. Que diseñan los algoritmos para la organización del trabajo y los servicios y diseñan un modelo de empresa tradicional con el agregado de una existencia digital también. El gran dilema a resolver o la gran disputa en torno al trabajo en plataforma, es establecer la relación que existe entre la empresa y los trabajadores y trabajadoras. Si creemos que el sujeto empleador no existe o existe sólo digitalmente va a ser muy difícil establecer cuál es esa relación”.

Este contexto propicia la obtención de siderales ganancias, sobre la base de condiciones laborales profundamente desiguales, de las cuales sólo un ínfimo porcentaje queda para el fisco del país. En este sentido, Martín Becerra, investigador y profesor universitario especializado en medios de comunicación e industrias culturales, afirma que “no sólo es imprescindible e impostergable revisar las condiciones de tributación de las grandes plataformas en los países donde comercializan productos y servicios (propios o ajenos), sino además definir reglas democráticas para distribuir el aporte que necesariamente estos conglomerados, beneficiados por las inversiones en infraestructura, en contenidos y en capital social de otros actores, deben hacer como contraprestación del usufructo de ese capital y de esos bienes”.

“Se cae en una discusión inconducente de tecnología sí o no, cuando en realidad es tecnología a favor de quién”, dice Tepp.

Además, afirma que “en el ecosistema digital, la posición significativa de un puñado de plataformas asfixia la competencia, dado que la asimetría en el acceso y distribución de recursos necesarios para competir es capitalizada por los grupos más concentrados en detrimento del resto”. En consecuencia, agrega, “la captura de la rentabilidad que exhiben los principales conglomerados contrasta con los márgenes de beneficio del resto de los participantes del mercado. Una determinación estructural crítica que afecta la manera en que, en una misma sociedad, sujetos distintos acceden a oportunidades de desarrollo muy desiguales. La ficción democratizadora de las tecnologías encuentra en las condiciones materiales de acceso por parte de los sectores populares en el marco de la pandemia, su fracaso más cabal: las brechas digitales afloran a la vista del conjunto”.

Una gran cantidad de emprendimientos o pequeños locales barriales de bienes o servicios están invirtiendo enormes esfuerzos en un intento por no quedarse fuera del mercado virtual. Las experiencias evidencian lo difícil que se torna competir contra empresas multinacionales: no hay forma de que, por ejemplo, una cadetería de barrio logre hacerle frente a las difundidas plataformas de delivery. Cabe preguntarse, entonces, si con políticas regulatorias alcanza, o si es necesario, además, pensar en alternativas más democráticas y horizontales, con inversión y decisión política, que ofrezcan al resto de los actores del mercado una posibilidad real de participar.

Al respecto, Juan Ottaviano afirma que “estas alternativas requieren de una inversión y de decisión política para ser llevadas a cabo. Está claro que una iniciativa cooperativa, por ejemplo, no quiere ser una alternativa a Uber a nivel global. Pero a nivel local también es necesario un desarrollo de la tecnología que requiere de un financiamiento y conocimiento científico muy robusto. Me parece que la forma de resolver esto es que el Estado ejerza un rol en este asunto, estableciendo reglas justas, que respeten a todos los usuarios de estas plataformas, sean trabajadores, consumidores, prosumidores”.

En este escenario la aprobación del proyecto de Mercado Justo que llevó al Concejo rosarino el bloque de Ciudad Futura, representa un avance importante en el nivel local. Caren Tepp, concejala del bloque, explica que la propuesta surgió a partir de advertir durante la pandemia una tendencia muy fuerte a que todas las compras y ventas -que aumentaron exponencialmente- se hagan a través de plataformas de e-commerce hegemónicas, “siendo Mercado Libre la más representativa, que nació en Argentina pero que hoy funciona con una lógica multinacional que nada tiene que ver con la defensa de la economía cercana”. Frente a esta realidad, es necesario que los gobiernos locales puedan crear herramientas que vayan por la positiva y no queden sólo en la prohibición. “No podemos naturalizar que se concentre en un par corporaciones económicas todo el mercado virtual y digital, ni que el resultado de las medidas que se tomaron por la pandemia, que todos reconocemos como necesarias, sea una mayor concentración de la economía en perjuicio de todos”, afirma Tepp.

De allí surge Mercado Justo, una alternativa local que busca unificar toda la oferta económica y productiva de la ciudad de Rosario y poder vincular a quien necesita algo con quien lo tiene, produce o sabe hacer. El objetivo es que a todos estos esfuerzos particulares que están dispersos en el mercado digital “se los pueda centralizar en esta plataforma municipal sin fines de lucro y que se priorice toda la economía local”, afirma Tepp, y agrega que “muchas veces se cae en una discusión inconducente de tecnología sí, tecnología no, cuando en realidad es tecnología a favor de quién”. El objetivo de crear esta herramienta es que quienes se beneficien sean quienes interactúen a través de la plataforma, es decir, “que quien produce u ofrece un servicio se le pague de manera digna y que al consumidor se le cobre un precio justo”.

El objetivo de Mercado Justo es que se beneficien quienes interactúen a través de la plataforma.

Además, atendiendo al gran aumento de jóvenes trabajando en pésimas condiciones en aplicaciones como Rappi, Glovo y Pedidos Ya, Mercado Justo “incorpora los servicios de delivery para poder fomentar desde el Estado el cooperativismo de plataformas y la posibilidad de que esos jóvenes puedan seguir teniendo ese trabajo pero en términos realmente dignos y económicamente más justos y emancipatorios”, cuenta la concejala rosarina.

Una característica fundamental de estas plataformas que hay que considerar a la hora de llevar a cabo un proyecto es la autoadministración del tiempo laboral. En este sentido, Ottaviano afirma que la posibilidad de desconectarse es un pequeño margen de libertad que existe, pero está desregulado. Es por ello que “la insistencia está en tratar de establecer mecanismos justos de medición de la productividad, más que la adecuación de este sistema a un sistema de jornada continua. Hay puntos intermedios entre una regulación tradicional y la no regulación. El debate es el de poder, sobre la base de las protecciones laborales, admitir que este trabajo tiene algunas particularidades que pueden ser respetadas”.

Como lo ha sido siempre, la organización de los y las trabajadoras de plataformas supone una instancia fundamental frente al avasallamiento de derechos laborales. “La digitalización del trabajo sin dudas rompe con un concepto muy propio del siglo XX del ámbito de trabajo, del establecimiento. En muchas ocasiones la construcción de los sindicatos está pensada en función de un espacio común. Creo que por ese motivo las estrategias sindicales de los trabajadores digitales consisten en preservar los ámbitos de encuentro, espacios que pueden ser idealmente físicos pero posiblemente virtuales, es decir, se trata de combinar estrategias de encuentro físico con estrategias de encuentro digitales. Sería necio pensar que la única forma de construcción sindical es en base al establecimiento, porque si fuera así los sindicatos estarían renunciando a disputar a las empresas el código, el lenguaje y las herramientas de la digitalidad”, concluye Ottaviano .

Desde los tiempos modernos de Chaplin hasta los actuales de Rappi, Uber y Galperin, el mundo ha cambiado mucho y no ha cambiado nada: las técnicas avanzaron y las innovaciones llegaron a niveles jamás imaginados, generando condiciones y posibilidades inéditas. Pero no para cualquiera: la inequidad y la desigualdad en la distribución y el acceso evidencian que, en sus bases, todo sigue igual. Las fábricas han cedido su lugar a enormes infraestructuras digitales globalizadas, donde el nivel de producción lejos de cesar, cada vez aumenta más. Plataformas que reproducen la relación asimétrica entre trabajadores y patrones adheridas al capitalismo, con el agregado de que entre códigos y algoritmos intentan escurrir sus responsabilidades. Al igual que en las grandes crisis económicas, quedan expuestas las contradicciones de un sistema que ha producido a ritmo frenético, a lo largo de su historia, un nivel de explotación y precarización proporcional a las ganancias siderales que se facturan.

A las trabajadoras domésticas también las ataca el virus de la precarización

A las trabajadoras domésticas también las ataca el virus de la precarización

Según un estudio realizado por la Universidad Nacional de Lanús y el Centro de Investigaciones Laborales (CEIL) del Conicet, 5 de cada 10 trabajadoras domésticas vio empeorada su situación laboral a partir del aislamiento por la pandemia covid-19 en Argentina.

Desde que el Gobierno nacional dispuso de una cuarentena obligatoria a partir del 20 de marzo para evitar la propagación de la enfermedad, se afectaron por completo muchos sectores de la sociedad. Uno de ellos y uno de los más vulnerados fueron las trabajadoras de casas particulares, que se vieron imposibilitadas para trabajar.

El Programa Salud, Subjetividad y Trabajo de la UNLa junto al Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL) del Conicet, realizaron un relevamiento encuestando a 635 personas vía redes sociales y WhatsApp entre el 13 de abril y el 10 de mayo, donde notaron que más de la mitad, vieron empeorada su situación.  “Decidimos realizar esta investigación para generar un informe y que pueda llegar tanto para que los usen las trabajadoras para reclamar y también por el otro lado que llegue a quienes toman las decisiones políticas”, explica Verónica Casas, antropóloga de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, quien participó en la coordinación del trabajo.

A causa del contexto actual, sólo cuatro de las cinco categorías de empleadas de casas particulares están exceptuadas de concurrir al trabajo. Solamente tienen permitido realizarlo aquellas que estén cumpliendo tareas de cuidado y asistencia de personas, pero en algunos casos, los empleadores se aprovechan de esa situación, como le sucede a Laura Herrera, quien comenta: “Entro a la Ciudad con el permiso de cuidado de personas mayores, no es legal. Pero cualquier cosa que me pase yo ya tengo el permiso. Hay compañeras que entran de forma clandestina, que es peor.”

“Es una estrategia de parte de los empleadores bastante preocupante – exclama Casas – porque después hay que ver si esas personas, efectivamente le cambiaron la categoría y le están haciendo los aportes porque después no las cubre la ART (Aseguradora de Riesgos del Trabajo) por ejemplo, entre otras cosas. Y es una persona que se está exponiendo a sus familias, mayormente las trabajadoras domésticas tienen hijos y son jefas de hogar, así que es una situación bastante crítica. Lo del cambio de categoría debería ser una de las primeras medidas que se tome para que el Estado pueda controlarlo”.

El 25 por ciento de las mujeres que respondieron la encuesta, trabajan en negro.

Según lo establecido por el Estado, las trabajadoras domésticas deberían cobrar su salario a pesar de no estar concurriendo a trabajar, incluso no estando registradas. “Por el tema de la pandemia no trabajo, pero me abonan igual el sueldo. Hasta que no se levante la cuarentena no vuelvo, pero igual tengo comunicación constantemente con mis jefes” expresa Blanca Rodríguez, de Moreno, empleada doméstica desde hace más de diez años en Recoleta. “La rutina igual se extraña, uno está acostumbrado a tener un ritmo de vida de mucho tiempo y este receso complica. En lo económico, afecta bastante porque se gasta más plata al estar en casa todo el día”, exclama. El mismo caso sucede con Sandra Méndez, de la localidad de Merlo: “Con respecto a mi patrona, estoy dentro de todo bien, me está pagando porque yo estoy en blanco hace siete años. Mis patrones son de alto riesgo y se cuidan mucho, por eso no puedo ir. Hasta que no pase la pandemia no me van a llamar”.

Pero, ¿qué pasa con todos los casos que no son como el de Blanca, Laura o Sandra? Algunos empleadores no están cumpliendo con lo pautado y en muchos de esos casos, las trabajadoras no poseen otro ingreso extra. El 25% de las mujeres que respondieron la encuesta, trabaja de manera informal o más conocido como “trabajo en negro”. Así, es el caso de Karina Méndez, de 44 años, quien trabaja hace seis años junto a una familia en San Miguel: “A mí no me pagan porque estoy en negro. Iba una vez a la semana, o dos veces, y yo tenía mi plata, mis cosas, no era mucho, pero iba guardando, gastaba o guardaba, pero ahora no”.

Quienes más padecen esta situación son las empleadas no registradas. “En el trabajo a donde yo voy hace doce años estoy en negro, ella me estuvo pagando y me mandaba mensajes, ahora no me mando más mensajes, nada. A partir de junio se han olvidado que existo. Pensé que me iba a pagar el sueldo, pero hasta ahora nada”, señala Mirtha González, trabajadora doméstica de la localidad de Merlo. “La verdad que ya me estoy poniendo re mal porque no puedo pagar lo que debo. Juan, mi hijo mayor, me da para comprar la comida, remedios y los pañales”, agrega.

Los resultados del estudio demostraron que solamente el 55,7% de las trabajadoras cobró los 10.000 pesos del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) dispuesto por el Gobierno Nacional, el 15% no sabe como tramitarlo y después está el resto que no están recibiendo ninguna ayuda. Casi la mitad de las trabajadoras no poseen otro ingreso extra.

“Ni siquiera cobré el bono –dice Mirtha Martínez- porque estamos vinculados con mi marido a la pensión no contributiva, por discapacidad, de mi hijo Matías. No nos salió negativo la IFE, y cuando mi hija entró a averiguar en el Anses nos sale vinculado con eso, así que estamos sin nada y es un re bajón”.

«En la práctica los empleadores no están cumpliendo la ley y no registran a las trabajadoras», dice Casas.

Este sector siempre padeció una gran vulnerabilidad y se vio profundamente agravado en este contexto de pandemia. Casas sostiene: “Las situaciones que cuentan las trabajadoras y que se ve por todos lados ahora en la cuarentena en realidad son situaciones que vienen de antes, hay una desigualdad estructural del sector que tiene que ver con desigualdad de género, de clase, étnicas y hacen que, un montón de prácticas que antes también se hacían, ahora se empiecen a ver más por esta crisis que estamos viviendo”. Además afirma: “Si bien en Argentina tenemos una ley que iguala derechos a esas trabajadoras, hoy en la práctica los empleadores no están cumpliendo y no las están registrando”.

La pandemia vino a agudizar esas desigualdades estructurales que padecía el sector de las trabajadoras domésticas, compuesto mayormente por mujeres que vienen peleando por el acceso a sus derechos. Es el momento de potenciar la voz de esas trabajadoras que vienen reclamando históricamente, visibilizarlas y darles una solución.

¿Argentina puede brindar un Ingreso Universal Ciudadano?

¿Argentina puede brindar un Ingreso Universal Ciudadano?

Con un alto porcentaje de jóvenes desempleados, un 40% de informalidad en el mercado laboral y una economía golpeada tras dos años de recesión, la llegada del covid 19 no hizo más que empeorar la situación, dejando en evidencia las desigualdades de este modelo económico que excluye a gran parte de la sociedad y la inminente necesidad de replantear el sistema distributivo.

El gobierno así como se vio obligado a establecer el aislamiento social preventivo y obligatorio para prevenir la ola de contagios, también tuvo que dar respuestas ante las necesidades que miles de argentinos y argentinas padecen. Además del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción  (ATP), entre otras medidas estatales para apalear la situación, se evalúa la incorporación del Ingreso Ciudadano Universal (ICU).

El Ingreso Ciudadano Universal es un ingreso básico homogéneo, es decir que todas y todos los beneficiarios recibirían el mismo monto, sería otorgado a las ciudadanas y ciudadanos independientemente de su situación familiar y situación laboral, sirviendo como garantía para satisfacer las necesidades mínimas de subsistencia.

La medida se desprende originalmente de la Renta Básica Universal, una idea que se viene discutiendo en el mundo hace décadas y, en su sentido más puro, se establece sobre las bases de que todas las personas tienen derecho a la existencia y que, en el marco de las sociedades capitalistas, el acceso al ingreso monetario básico es una condición imprescindible para dicha existencia. Asimismo, el hecho de que todos y todas tengan derecho a recibirlo lograría uno de los puntos en conflicto que se busca evitar: la estigmatización que recae sobre todas aquellas personas que suelen recibir ayuda estatal, como la Asignación Universal por Hijo (AUH), el Ingreso Familiar de Emergencia, Plan Progresar, entre otros.

Esta nueva política tributaria que aplicaría el Estado aún no tiene un plan definido. El debate al respecto aún continúa generando más incertidumbres que certezas entre distintos sectores sociopolíticos que plantean posibles estrategias para apalear, de algún modo, la crisis que atravesamos.

El concepto de la Renta Básica Universal se establece sobre el supuesto que toda persona tiene derecho a existir.

Algunos sectores afirman que la aplicación del Ingreso Ciudadano Universal no sería viable. “Resulta impensable, desde el punto de vista fiscal, desde el marco de las condiciones actuales, hacerlo de manera permanente. Porque llevaría a la quiebra al Estado, teniendo en cuenta lo que implicaron los esfuerzos que requirieron las medidas aplicadas durante la pandemia. De integrar el ICU se exigiría una enorme suba de los impuestos, una suba enorme de recaudación y de presión fiscal. Lo cual traería todo tipo de rebeliones por parte de los principales afectados que serían los grandes empresarios”, afirma Esteban Mercatante, economista graduado en la UBA, actualmente integrante de La Izquierda Diario y militante del Partido de los Trabajadores Socialistas.

Mercatante, además de plantear la inviabilidad de la medida, asegura que habría que ir más allá y poner en discusión la distribución de las horas de trabajo, rever quiénes son aquellos que determinan las condiciones en las que se da el empleo. “Hay que discutir una salida que lleva necesariamente a plantear un cuestionamiento de las bases del sistema capitalista. Es necesario plantear la organización de un nuevo sistema social”, expresó el economista.

Otro punto de discusión gira en torno al desempleo, una realidad que no se vería solucionada con la aplicación del posible nuevo plan económico. Agustín Mario, economista, docente e investigador de la Universidad Nacional de Moreno, asegura: “Cualquier política de ingreso que se haga, sobretodo como la que se plantea para los sectores de ingresos más bajos, siempre es preferible hacerla a no hacerla. Puede llegar a ser un paliativo interesante. Lo ideal sería siempre vincular los ingresos al trabajo, no por una cuestión moral, sino meramente económica por los incentivos a la participación laboral. Nos guste o no, vivimos en una economía en la que se necesita que la gente trabaje para poder vivir”.

Por su parte, Corina Rodríguez Enríquez, economista miembro del Comité Ejecutivo de Mujeres por un Desarrollo Alternativo para una Nueva Era e investigadora del CONICET, recalcó la idea de hacer una relectura del trabajo: “El Ingreso Ciudadano puede traer fortaleza a la discusión sobre cómo socialmente reconocemos los trabajos no remunerados. Debe ir de la mano de políticas de acceso universal a servicios de cuidados”.

En cuanto al poder de financiamiento que posee el Estado para llevar adelante el ingreso y sostenerlo más allá de la pandemia, Andrés Cappa, economista integrante del Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas, dijo: “Sin dudas un tipo de Renta Básica Universal en nuestro país sería sostenible y conveniente. Dependiendo el monto y a cuanta gente se le otorgaría. Porque esto ayudaría muchísimo a establecer una complementariedad en los ingresos de aquella personas que se la rebuscan en el mercado”.

“El Ingreso Ciudadano fortalecería el reconocimiento a los trabajos no remunerados», dice Rodríguez Enríquez.

Si bien aún no está definido y dado que se discute el alcance del Ingreso Ciudadano Universal, se puede decir que el arribo de la pandemia puso sobre la mesa de debate un asunto pendiente que se le debe desde hace ya tiempo a los sectores más vulnerables de la sociedad, con la necesidad de replantearnos el acceso a derechos básicos como la salud, trabajo y educación. Repensando las condiciones laborales y el rol del Estado para hacer de esta una sociedad más justa y equitativa.

De la calle a la nube digital

De la calle a la nube digital

Las ferias de arte impreso, refugios analógicos de nuevas-viejas prácticas de lectura y encuentro, brindan posibilidades de difusión a ilustradores, artistas y autores de literatura experimental. Hoy, a más de tres meses de haberse decretado el aislamiento social, preventivo y obligatorio debido a la pandemia del coronavirus, los organizadores de ferias y realizadores se las ingenian para mantener viva la comunicación sensorial que indefectiblemente se ve afectada por la reclusión y la primacía del medio digital.

“Una de las ideas que promovemos desde Tranza es la gráfica como salida laboral, más allá del placer y la potencia estética, poética de las producciones” sostiene Mariel Uncal Scotti, quien junto a otras compañeras en 2017 creó Tranza, un festival que reúne a gráficos locales y de todo el país en la ciudad de La Plata: “Creemos que la resistencia posible en un sistema tan desigual y opresor viene por el lado de la construcción colectiva, el apoyo y el intercambio horizontal, desde la autogestión. Lo rico está en el encuentro de heterogeneidades”, dice. En relación a la feria de este año Mariel agregó: “El contexto nos tiene en stand-by respecto a la realización del festival. No pretendemos por ahora replicar la feria gráfica en las redes, pero sí compartir y promocionar espacios y proyectos que viven de la producción gráfica, para que la gente los consuma y apoye económicamente”.

La autogestión es una dimensión fundamental en el circuito gráfico. Casi como una reacción a la creciente digitalización del mundo, las ferias crecieron exponencialmente en la región durante los últimos años. Muchas veces por necesidades económicas debido a la crisis que atraviesa el sector, otras debido a las excluyentes reglas del juego que rigen el mercado editorial. Pero a decir verdad, la razón de ser de los eventos es, en primer lugar, el deseo genuino de encontrarse.

A principios de 2018, Luis Juárez estaba terminando de imprimir el primer número de Revista Balam, una publicación de fotografía contemporánea. Frente al desafío de distribuirla se encontró con que los espacios como librerías o tiendas de museos ofrecían un movimiento que se ajustaba bien a proyectos editoriales grandes pero no llegaba a generar el intercambio necesario para una publicación independiente. Faltaba el contacto entre el editor y el público, la construcción de una comunidad: “Lo que comenzó como una intención de hacer circular la revista, terminó siendo un encuentro para muchos proyectos independientes y autogestivos que tenían la misma necesidad de poner en movimiento sus trabajos. Así nació feria Migra”, comentó. “Hoy estamos haciendo múltiples talleres online que tienen que ver con formas alternativas de pedagogía para seguir produciendo contenido de una forma más consciente”. Se refiere al rol de Escuela Migra, un espacio de aprendizaje no formativo imprescindible en tiempos de aislamiento. “Asumimos un rol de comunidad y plataforma. Nos gusta pensar que enlazamos mundos y fomentamos el intercambio afectivo a través del trabajo en equipo”.

Las ferias reúnen a editores de publicaciones independientes, realizan talleres de impresión tipográfica, serigrafía y armado de fanzines. La popularización de antiguas técnicas de impresión analógica permite materializar el trabajo editorial como algo singular. Sol Gil y Antonio Werli fundaron Ínsula Editora en 2016. Diseñan, imprimen y publican libros de tiradas únicas: “Apostamos a lo analógico. Hay toda un aura de rescate del pasado en nuestro proyecto que nace de hacer tiradas muy limitadas, no distribuir en librerías y generar un vínculo más directo con el lector. Las ferias están muy vinculadas a nuestro origen” contó Sol. La digitalización de los vínculos durante la cuarentena tocó una fibra fundamental de Ínsula: “A nivel de ventas el ingreso fundamental son las ferias así que mientras tanto, las pocas ventas que se dan, son por las redes, que no es mucho. No somos tan activos buscando el vínculo por medios digitales, ahora estamos trabajando en proyectos de libros futuros”

Se plantea entonces un dilema, sobre todo en tiempos de encierro: ¿Qué es lo que tiene la experiencia del encuentro que se pierde o reinventa en el ámbito digital? Mariel plantea que “lo que no puede reproducirse en lo virtual es el encuentro real con personas inesperadas, el intercambio no-efímero de las producciones gráficas y de la palabra en sí. Internet es infinito pero los algoritmos nos llevan una y otra vez a lo conocido. En un espacio real, el azar es un componente enriquecedor” y agrega “¿Cómo reproducís el aroma de la tinta serigráfica, la textura de un papel reciclado?”.

Proyecto Piraña nació en 2016 con el fin de generar redes e incentivar el trabajo colaborativo de manera independiente, publica fanzines, libros e imprime posters. Además, cuentan con un kiosco digital y durante la cuarentena lanzaron Piraña TV, una plataforma donde comparten contenido audiovisual, gifs y animaciones. Respecto al dilema de lo físico frente a lo digital, Belén argumenta: “Me parece que está buenísimo incorporar diferentes formatos que hasta el momento fueron sólo impresos o sólo tangibles al mundo digital, pero como una herramienta. Y como algo que extienda los horizontes y permita que también se democratice el universo artístico, que cada vez más personas puedan participar y animarse a hacer cosas”

Desde el punto de vista de la potencialidad que brinda el medio digital, Magui Testoni de feria Paraguay sostiene: “La digitalidad no tiene geografía y posibilita el encuentro simultáneo de personas de diferentes países, permite estar también donde no se está. Por eso pensamos que, a partir de ahora, lo digital va a tomar una perspectiva paralela y cotidiana a los eventos físicos de las ferias de arte impreso”. Paraguay abrió la convocatoria para realizar un Mural Digital de Obras Premonitorias: “La cuarentena nos puso a pensar en el aislamiento, la digitalización de las relaciones, la supervivencia y quisimos exponer los mensajes premonitores que cargan algunas obras creadas antes de la pandemia”.

Por otro lado, Migra realiza una edición de la feria en su sitio web. Abren la tienda, leen poetas y sostienen una programación online vía Instagram: “En la edición online nos dimos cuenta que contamos con los medios para unir a figuras clave de la comunidad. Organizamos un conversatorio que llamamos “El paradigma de las ferias” e invitamos a organizadores de Feria Paraguay (Argentina), Feria Tijuana (Brasil), Festival Carboncito (Perú), Impresionante (Chile), Microutopías (Uruguay) y Feria Rrréplica (México) a reflexionar sobre los siguientes pasos frente al nuevo paradigma”.

Si algo queda claro es que las nuevas narrativas suman, pero no reemplazan. Será cuestión de ver cómo, en este contexto de aislamiento, se reorganiza el mapa de eventos y  al mismo tiempo, surgen reinterpretaciones creativas del genuino deseo de encontrarse.

Caricias tecnológicas desde Hurlingham

Caricias tecnológicas desde Hurlingham

 

La llegada del Covid-19 forzó al sistema educativo a implementar herramientas tecnológicas para mantener el vínculo con los estudiantes. En la joven Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), fundada en 2015, esto no resultó algo nuevo. ANCCOM dialogó con la Directora General de Gestión Académica de la institución, Melina Fernández, y la ingeniera informática y docente, Romina Robles, de la Escuela N.º 10 de Hurlingham.

Desde sus inicios, la UNAHUR trabajó en la articulación con escuelas secundarias del distrito. Varias se sumaron a la propuesta de UNAHUR. Entre los proyectos comprendidos por la propuesta se cuenta “Un campus para mi escuela” cuyo primer objetivo es enriquecer y expandir los tiempos y espacios de la clase. Pero la pandemia cambió todo, especialmente el ritmo con el que había que llevar el proyecto adelante.

“La Universidad se encargó de gestionar los espacios como la creación de aulas y usuarios. Además acompañó con jornadas de formación, donde se trabajaba sobre el aula del docente conociendo los recursos del campus. La pandemia intensificó este proceso con las escuelas que ya veníamos trabajando, y se extendió a otras escuelas del distrito”, explica Melina Fernandez.

La Universidad trabaja con la plataforma educativa Moodle. El sistema está alojado en servidores propios, lo que garantiza un control sobre la herramienta y que los datos de los estudiantes solo se usen con fines educativos y de seguimiento. Además, por ser de software libre, Moodle permite a la universidad modificar directamente la plataforma de acuerdo a las necesidades particulares de sus estudiantes.

Las aulas virtuales pasaron de ser un apoyo a la presencialidad a transformarse en el espacio principal de clase durante el aislamiento social preventivo y obligatorio. Así se transformaron en un entorno que posibilita la continuidad pedagógica. En este nuevo contexto comenzaron a surgir nuevas problemáticas, sobre todo, la conectividad. “Algunos chicos no solo no tiene dispositivos sino que tampoco tienen internet. Este es un problema del sistema educativo en general que está pasando en todos los niveles”, afirma Melina. Como consecuencia de esta problemática que afecta a todo el país, el Consejo Universitario con el ENACOM y la Secretaría de Políticas Universitarias, solicitaron y obtuvieron de las empresas prestadoras, el acceso a las plataformas educativas de manera libre y gratuita.

Frente a la urgencia y la necesidad de garantizar la continuidad pedagógica, se firmó un convenio entre la Provincia de Buenos Aires, la Secretaria de Políticas Universitarias, la Universidad y el Municipio para expandir el programa aula abierta a las escuelas de  nivel Primario e Inicial. El objetivo es que todas las escuelas de Hurlingham cuenten con un entorno más rico de trabajo para docentes y alumnos. “Para facilitar la tarea, se armaron aulas base configuradas, con varias herramientas que permiten al docente apropiarse de ese espacio. Esto es acompañado por jornadas de formación docentes y de equipos directivos”, explica la educadora. “Para esto el rol docente es central e imprescindible. Necesitamos docentes creativos, acompañando y aprendiendo. Acá hay un modo de enseñanza y de pensar la educación de manera complementaria”

El entorno virtual es un espacio que articula la comunicación con los alumnos, las actividades y los contenidos. Tiene, por ejemplo, un correo integrado a la plataforma y un sistema de videoconferencia, también de software libre, llamado BigBlueButton que los informáticos sumaron a las herramientas del campus. De esa manera se reemplazan otras plataformas privativas de teleconferencia poco seguras y que consumen datos por alojarse en dominios externos a los edu.ar.

“Son momentos de mucha incertidumbre. Todos los profesores llegaron de distintas maneras; algunos ya tenían herramientas porque tenían conocimientos previos; para otros es la primera vez. Este es un contexto sumamente difícil para todos, pero al mismo tiempo, la comunidad educativa de Hurlingham está comprometida en garantizar el derecho a la educación. Hoy la educación tiene esta forma. No la elegimos pero es la forma que tenemos de seguir enseñando y en el medio vamos haciendo nuevos aprendizajes”, explica Fernández.

Romina Robles es encargada de medios de apoyo técnicos y pedagógicos, ingeniera en informática y además, docente referente en la escuela secundaria Nº 10 de Hurlingham desde 2013. Hace un año, la escuela donde trabaja se sumó a Aula abierta, principalmente para los alumnos de zonas desprotegidas que por alguna particularidad no pudiesen asistir a clases regularmente. Romina explica: “En la escuela implementamos el campus para muchos casos. Nosotros trabajamos con una comunidad vulnerable, donde hay problemas de adicción, embarazos adolescentes o estudiantes con algún tratamiento médico especial que les impide asistir al colegio regularmente”.

Además de ser docente de informática, Robles se encarga de brindar soporte a los alumnos y profesores en lo referido a las nuevas tecnologías y herramientas digitales. Por el contexto en el que nos encontramos, este rol se vio muy afectado, describe Romina: “Tengo una sobrecarga de trabajo importante no tanto de los alumnos sino de los profesores porque hay una resistencia muy grande al cambio y sobre todo al uso de herramientas tecnológicas”.

Si bien este proyecto era optativo para los docentes de la escuela Nº 10, a principio de año se anunció la implementación obligatoria como herramienta complementaria: “En febrero se decidió con las autoridades extenderlo para todo el colegio; meses después nos agarró la pandemia y muchos de los que se resistieron tuvieron que meterse a la fuerza. Los recursos que tenemos en la educación pública pero sobre todo en esta comunidad vulnerable son escasos. Es importante que los chicos puedan tener acceso a las plataformas educativas gratis como cualquier estudiante”.

Esto implicó además capacitar en tiempo récord a los docentes y alumnos. La ingeniera agrega: “Yo daba capacitaciones tanto para docentes como alumnos del uso de herramientas digitales. Esto estaba planificado para todo el año pero tuvo que hacerse de manera intensiva en el mes de marzo con video tutoriales. A su vez, están quienes deciden no participar de algunas de las herramientas que parece tener el campus. No sirve subir una actividad para los chicos y no explicarles nada. La guía de preguntas no es del todo útil. La idea también era poder hacer una presentación para que los alumnos conocieran al docente”, detalla la referente.

En relación al problema principal que es la conectividad, se empezó a pensar alternativas desde la misma institución. “Muchos no tienen conexión a internet ni un celular con datos. Fue difícil, pero cuando se liberaron los datos para la plataforma, empezó a haber más participación”, comenta la docente.

Algunas de las alternativas que organizaron fue la entrega de computadoras que pertenecen a la sala de informática: “Las prestamos como se hace con los libros. Supimos de alumnos que tenían conectividad pero no tenían dispositivos y les prestamos equipos. También sabemos que muchos alumnos no tenían dispositivos ni conectividad. Lo que estamos haciendo es bajarle todo lo que se sube al campus, hacer juego de fotocopias y alcanzarlos”.

De todas maneras, Romina enfatiza en la importancia de capacitarse en nuevas tecnologías tanto para los docentes como para los alumnos. Desde su experiencia y conocimiento, es fundamental tener una base de herramientas tecnológicas para achicar la brecha digital y garantizar la enseñanza en esta coyuntura incierta.

 

La donación de plasma: una esperanza en medio de la pandemia

La donación de plasma: una esperanza en medio de la pandemia

Raimundo Vigo Murga, jefe del servicio de Cirugía Plástica del Hospital Fiorito, dado de alta tras su tratamiento con plasma.

“En medicina no hay milagros, la medicina es una ciencia, pero para mí esto fue un milagro. Volví a vivir, el plasma me devolvió la vida”. El testimonio es de Reimundo Vigo, médico jefe del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Fiorito, quien habló con ANCCOM tres días después de haber sido dado de alta y ocho luego de recibir la transfusión de plasma. Cuando comenzó el aislamiento, el 20 de marzo, Vigo dejó de concurrir al Fiorito, en el que trabaja hace más de 35 años, por ser considerado persona de riesgo debido a su edad -68-. Si bien solo salía de su casa en Avellaneda para hacer alguna compra en el barrio, contrajo covid-19. Empezó a tener una tos seca que no pasaba. Se hizo el hisopado, que dio positivo el 6 junio, día en que se internó en el Fiorito. Además, se le detectó una pulmonía. Recibió antibióticos (azitromicina, hidroxicloroquina, enoxaparina) pero cinco días más tarde sentía que no podía respirar. “Una médica me preguntó si aceptaba que me pusieran plasma: le dije que en ese momento aceptaba todo”, relata Vigo. La pulmonía había empeorado. “A la tarde me llegó el plasma de convaleciente, y dos o tres horas después de que me terminara de pasar me sentía un poco aliviado, podía respirar un poco mejor. El viernes me sentía bien, el sábado mejor y el domingo fue uno de los mejores días de mi vida porque podía respirar bien otra vez”, cuenta el médico. “Hoy estoy en casa, tranquilo, recuperándome bien”.

Vigo fue tratado en el marco del protocolo terapéutico que lleva adelante la provincia de Buenos Aires, de los más grandes del país, por el que ya se trataron con plasma a más de 210 personas en toda la provincia, con una tasa de mortalidad del 11 por ciento. Entre los recuperados se destaca un caso emblemático. El doctor Luis Cantaluppi, coordinador del área de Plasma en el Ministerio de Salud bonaerense, contó a ANCCOM que se trató de “un caso único en el mundo, un neonato que contrajo covid-19 porque su madre estaba con la enfermedad sin saberlo. A sus tres días de vida, el bebé estaba con una neumonía bilateral típica del covid, que requirió de asistencia respiratoria mecánica, con un cuadro clínico muy complejo, en el Fiorito. Decidimos  pasarle plasma de convaleciente, con una dosis adecuada a él. Evolucionó favorablemente, rápidamente mejoró el cuadro pulmonar, se le sacó el respirador, salió de terapia intensiva y ya se encuentra recuperado, en su casa con su madre”. También se trató a dos niños de 12 años, a otra de tres, y a una beba de dos meses, todos con casos graves de covid.

Magdalena Lamenza, la donante de plasma. minutos después de la donación

El plasma es la parte líquida de la sangre, que contiene los anticuerpos que el sistema inmunitario genera para combatir un virus, en este caso el SARS-CoV-2. El pico de generación de anticuerpos contra el covid se da alrededor del día 40 de la enfermedad,  cuando la persona ya se recuperó, por lo que un paciente que contrajo coronavirus recientemente aún no cuenta con las inmunoglobulinas necesarias para defenderse. Al transfundirle plasma de una persona curada, que ya contiene en su sangre los anticuerpos –las inmunoglobulinas G, que se suman a las M-, se mitiga la acción del virus, impidiendo que lesione los tejidos, sobre todo el pulmonar. Se trata de una inmunización pasiva, por la cual se acelera la recuperación del paciente.

La obtención dell plasma se realiza a través de un procedimiento de extracción con un equipo similar al utilizado en una donación de sangre común. Nora Etchenique, directora del Instituto de Hemoterapia de la Provincia de Buenos Aires, explica que “cuando se conecta, la máquina extrae sangre, la centrifuga, manda el plasma a una bolsa y el resto se reinfunde al donante. Con eso podemos obtener entre tres y cuatro dosis de plasma, y cada paciente recibe una sola dosis”.

“Es un ratito”, asegura Magdalena Lamenza, la donante que proveyó el plasma que se le transfundió al doctor Vigo. “La máquina estipula cuánto vas a donar según tu altura y peso, yo dono, como máximo, 500 ml. La última vez tardé media hora, un trámite. Los chicos te explican todo, lo único que hay que hacer es apretar una pelotita. La realidad es que no duele. Te dan una manta por si te da frío, mientras estás acostado, y hasta te dan un cafecito”. 

Lamenza, de 28 años, atravesó el coronavirus con síntomas leves, sin necesidad de internarse. “Una vez que me curé me enteré de la donación de plasma”, cuenta a ANCCOM. “Como médica siempre entendí la importancia que tiene la donación, pero además en este momento, es lo único que tenemos para combatir a la enfermedad. Una vez que me había curado y podía ayudar a los demás fui sin dudarlo, doné plasma las dos veces que pude hasta ahora”.

Un estudio de la Clínica 25 de Mayo señaló que menos del 1% presentó problemas vinculados con la donación de plasma.

La implementación del plasma de convaleciente en medicina no es nueva, ya se había utilizado con éxito para tratar la Fiebre Hemorrágica Argentina. “También con el SARS, el MERS, la fiebre aviar, y en medio del pico de la pandemia (de covid) en Estados Unidos, Canadá, Israel, España e Italia. Hicimos un protocolo en base a sus experiencias y nuestras características”, señala Etchenique: se trata del Protocolo Provincial de Investigación sobre Plasma de Convaleciente de Covid-19. “Por ahora ha demostrado ser  lo que produce mayor efectividad”, añade la médica al frente del Instituto de Hemoterapia. “Lo fundamental es que se al paciente que se le transfunde antes de que ingrese a terapia, nunca ingresa; y al paciente que había ingresado hace pocas horas a terapia, rápidamente sale. Eso contribuye a no colapsar las terapias intensivas”.

El plasma se transfunde al paciente  que está agravando su cuadro. “En 24, 36 horas, cambia clínicamente, mejora la oxigenación, le baja la fiebre, se siente mucho mejor y termina de reponerse”, señala Cantaluppi. Sobre el protocolo, el médico asesor del gobierno bonaerense detalla que “lo empezamos a armar en marzo y lo comenzamos a aplicar entre los últimos días de abril y los primeros de mayo”. A continuación explicó que “con la experiencia que hay en el mundo alcanza para proponer un ensayo terapéutico, y no uno de investigación en el que comparamos una rama con placebo y otra con plasma; nosotros le pasamos a todos los pacientes plasma. La bibliografía en el mundo señala que el plasma en el covid es seguro y potencialmente terapéutico. La enfermedad tiene siete meses de evolución, por lo que ningún ensayo terapéutico puede asegurar que el plasma es efectivo totalmente. Pero si nos quedamos esperando, no estaríamos tratando pacientes con los resultados positivos que tenemos. Al tener un producto terapéutico biológico  y exento de efectos adversos, lo podemos aplicar con seguridad. Esto no lo inventamos acá, pero la provincia de Buenos Aires sí fue pionera (en el país), somos los únicos que tenemos pacientes tratados en cantidad y con un protocolo de seguimiento diario, con una logística y una estructura que están funcionando”.

Una investigación masiva sobre el tratamiento de covid con plasma se hizo ya en Estados Unidos; la Clínica Mayo realizó un estudio con más de 20.000 pacientes tratados con plasma de convalecientes, con una mortalidad del 8.6%, y en donde menos del 1% presentó complicaciones serias relacionadas a la transfusiones.

Aquí, mientras tanto, se dio media sanción por unanimidad en la Cámara de Diputados al proyecto de ley presentado por Máximo Kirchner, que propone crear una Campaña Nacional para la Donación de Plasma Sanguíneo de pacientes recuperados de coronavirus. El propio gobernador, Axel Kicillof, salió en sus redes sociales a pedir a los pacientes recuperados que sean donantes de plasma. El caso más resonante hasta ahora de un paciente tratado con plasma tal vez haya sido el de Martín Insaurralde, quien se recuperó en el Hospital Municipal de Llavallol. “A las 24 horas ya me sentía bien”, aseguró el intendente de Lomas de Zamora.

En la Cámara de Diputados se presentó un proyecto de ley para crear una Campaña Nacional de Donación de Plasma.

Cómo donar

Quienes estén en condiciones de donar plasma deben comunicarse con el CUCAIBA al 0800 222 0101. Pueden hacerlo las personas entre 18 y 65 años que estén clínicamente recuperadas, con resultado PCR negativo, entre otros requisitos. “Los llamados telefónicos de personas que quieren donar han aumentado, además los municipios están saliendo en forma territorial a preguntar a quienes tienen registrado que fueron dados de alta si quieren donar –comenta Etchenique-. Nosotros los llamamos, preguntamos una serie de cuestiones que tienen que ver con los criterios de donación y los derivamos para donar de acuerdo a la cercanía de su casa”. A los donantes se los va a buscar, se los lleva a donar al centro más cercano (hay en General Rodríguez, La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca) y luego se los devuelve a sus hogares.

“Donar es un acto de enorme generosidad, cada paciente que ya sufrió la enfermedad y se curó tiene que donar plasma, porque cada vez que se dona se está ayudando a cuatro personas a evolucionar favorablemente, a que no tenga una estadía prolongada en terapia intensiva, a que no colapse el sistema de salud, y eso es muchísimo”, explica Cantaluppi. Ya desde su hogar, Vigo, su colega del Fiorito tratado con plasma, repite estar “eternamente agradecido”: “Son momentos muy difíciles, lo mejor que puede pasar es que la gente tome conciencia para ayudar a quienes pasan por esa situación”, dice. Los requisitos a la hora de donar, sumado a la compatibilidad que debe haber con el receptor, hace que sea fundamental que cada vez sean más los donantes. En ese sentido, Lamenza, la médica que desde La Plata donó su plasma, destacó que “necesitamos que todos los que fueron dados de alta vayan a donar, porque los casos son cada vez más”.