Un Milagro que recorrerá el mundo

Un Milagro que recorrerá el mundo

«Amasando Futuro», el documental sobre las mujeres de la Tupac Amaru se proyecta este fin de semana pero también se exhibirá en Brasil, Grecia y Francia. ANCCOM entrevistó a Marta Valle, su directora. Entrevista publicada el 12 de agosto de 2022.

En diciembre de 2021 se realizó el pre-estreno de Amasando Futuro en el Centro Cultural Kirchner y desde ese momento está recorriendo diferentes locaciones de todo el país. Es el documental de la realizadora Marta Valle sobre la organización Tupac Amaru de Jujuy y, en especial, sobre las mujeres trabajadoras de la organización jujeña.

Marta Valle comenzó con la idea de este documental luego de la experiencia que vivió en el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) de Jujuy de 2000. En esa ocasión, pudo ver cómo se organizaban las mujeres para asistir y acompañar a otras miles que llegaron a la provincia. 

El documental está seleccionado para el 30ª Festival de Cine y Derechos Humanos en San Pablo que se desarrollará entre el 16 y 21 de agosto, y en el Festival Independiente de Videos, Películas & Series en YouTube del Club de Arte “Pavlos Paraschakis”.

Las próximas presentaciones serán el sábado 13 de agosto en el Ateneo Néstor Kirchner, en la localidad de Monte Grande, y el 20 del mismo mes en Neuquén, en la Casa de la Cultura de la ciudad de Centenario.

¿De qué se trata Amasando Futuro?

El documental trata sobre la organización barrial Tupac Amaru y cómo se logró esa organización, liderada por Milagro Sala, por muchas mujeres que trabajaron y fueron los motores de esa organización que logró construir casas, natatorios, centros de salud, escuelas; que priorizó la formación primaria hasta terciaria. Son enormes logros que fueron mucho más que eso porque la hicieron los propios protagonistas, los destinatarios de la acción fueron los constructores de la acción. Y sobre todo las mujeres, que en este marco son los actores más vulnerados de la sociedad junto con las disidencias. Allí se logró un empoderamiento y un crecimiento imponente y eso es lo que nos impactó. También nos llamó la atención otro discurso que aparece reiteradamente en la película, es lo que se vive en los barrios y dicen los propios vecinos: “Yo antes me ocupaba de la ropa, de la zapatilla de moda y ahora pienso en los demás y ahora puedo construir mi casa”.

¿Cómo fue el proceso de preproducción y de conseguir las voces de los y las protagonistas?

Yo me involucré desde el día que Milagro quedó presa, en enero de 2016. Tenía alguna referencia de lo que era la Tupac, había estado en un Encuentro Nacional de Mujeres en el que luego de cada taller nos dieron una atención que me había dejado asombrada, eran muy organizadas. En 2010, cuando fue la “Marcha de los pueblos originarios» las vi en la Plaza de Mayo. Martín (Sabio, Director de Fotografía) sacó fotos, él tenía más conocimiento. Yo me fui metiendo de a poco. El 16 de enero de 2016 estábamos en una actividad en Lomas de Zamora y empezamos a juntar firmas pidiendo la libertad de Milagro. ¡Qué ingenuidad! Ahí empezamos a interiorizarnos y me incorporo a los comités. En 2017 la fuimos a visitar a Alto Comedero, junto con tres compañeros de Lomas. El encuentro fue súper emotivo, ella no nos conocía y nos recibió amorosamente. No podía creer que estaba almorzando con Milagro en el medio del penal. 

Para una “Marcha del apagón” (2010) éramos un montón durmiendo en una de las sedes, y una de las mujeres que estaban cocinando, amasando bollos, salió con las manos llenas de harina a contarnos lo que estaban haciendo y por lo que estaban peleando con una claridad emocionante. De ahí salió el Amasando. Tenía unos videitos, pero ahí ya tenía en la cabeza hacer algo más grande. Llegar a la gente es muy sencillo, dicen lo que dicen abiertamente. Nos resultó muy fácil. Hicimos un recorte de los lugares a donde fuimos. 

¿Cómo tomaron la película en Jujuy?

No hubo resistencia, fue todo muy natural. Cinco días estuvimos ahí con la preocupación de la sentencia en enero de 2019. Me apena que no pudimos tener un testimonio de Pachila (Patricia Cabana). Ella me decía “haceme la entrevista, hacémela ahora» y le dije “mañana”. “Capaz que mañana ya no me ves,”, me respondió. Y tenía razón, dos días después la visité en el penal. Ella es un personaje, como muchas de ellas que tienen una historia similar a la de Milagro, que de golpe se encontraron organizando y liderando un grupo de gente, armando una cooperativa y construyendo casas, escuelas… y pensando en el futuro.

 

¿Volvió a Jujuy después de 2019?

No, no volví. La intención es volver ahora con la película. Y que esté en algún espacio en San Salvador y en algunas de las localidades que nos recibieron. Toda es gente muy linda, muy simple y muy abierta.

¿Por qué se focaliza en el rol de las mujeres?

A mí me impresionaba. Milagro es una gran lidereza e hizo cambios en el pensar la autoestima, la revalorización y la dignidad de la persona, trabajar con la violencia de género. Jujuy es una sociedad muy patriarcal y Milagro trabajó mucho con eso y, además, valorizó otros trabajos que no son los convencionales de las mujeres y a ellas les cambia la cara cuando cuentan cómo estaban, cuando trabajaban en la construcción. Cómo podían hacer un revoque fino. En el revoque fino insisten mucho. Les decían que eran actividades que no son para mujeres y que requerían mucha fuerza y a lo mejor hacer upa a un chico, cargar bolsas del mercado es tanto o más esforzado que cargar un balde de material. Ellas disfrutaron mucho de esto, era un trabajo muy intenso. Ellas sabían y hacían.

¿Cómo cree que va a ser la recepción?

Ahora hemos recibido la sorpresa que se va a Grecia y en septiembre a un encuentro de las Humanidades en París. No esperaba la recepción que está teniendo ni que sea con esa magnitud. Yo lo que quería era mostrar, tener el testimonio de estas mujeres pese a que Milagro dice que esto no es solo de mujeres, sino que es de familia y es de varones. A mí me impactó el empoderamiento de las mujeres. 

¿Cuál considera que es la importancia del cine documental hoy en día?

Mostrar cosas que son ajenas al conocimiento de muchos. En el caso de Amasando… para mucha gente fue una novedad absoluta lo que contamos. Y no está todo, ya que nos faltaron detalles y mostrar los centros de salud. Aunque cuando fuimos ya estaba todo intrusado por Morales (Gerardo Morales, gobernador de la provincia de Jujuy). 

«Siguen matando pibes»

«Siguen matando pibes»

Dolly Sigampa, la mamá de Ezequiel Demonty, asesinado por la Policía Federal hace 20 años, habla sobre el proyecto de Ley contra la Violencia Institucional que se debate en el Congreso. ¿Qué hacer para terminar con el abuso policial? Entrevista publicada el 19 de julio de 2022.

Una mujer de pelo negro largo, piel morena y mediana estatura hace señas desde fuera del café ubicado en la intersección entre las avenidas Cobo y del Barco Centenera, a seis cuadras de la Villa 1-11-14, en el barrio porteño de Flores. Señala su cigarrillo para avisar que en unos segundos va a entrar.

Dolly Sigampa, o Dolly Demonty, como muchos la conocen, es la madre de Ezequiel Demonty. Ezequiel fue asesinado en democracia, cuando en septiembre de 2002 un grupo de policías, por entonces de la Federal, lo arrojó a él y a dos de sus amigos al Riachuelo desde el Puente Alsina, ahora rebautizado Puente Ezequiel Demonty. 

Dolly se sienta y le pide a la chica que atiende un cafe negro chiquito. “Yo lo tomo sin nada”, dice, todavía un poco incómoda y recién llegada, mientras rechaza con una sonrisa el sobre de azúcar.   

¿Ahora se cumplen 20 años verdad?

Sí, ahora, el 21 de septiembre. Vamos a ir al Riachuelo. Como todos los años.

La máquina de café, las voces provenientes de las mesas y el sonido de la calle que entra cuando alguien abre la puerta, llenan el lugar de sonidos. 

“El proyecto de ley… ¿lo tenés? Si no, te lo puedo mandar por el whatsapp -dice Dolly con el celular en la mano y el archivo del proyecto de Ley Contra la Violencia Institucional abierto en la pantalla-. Está bueno, en realidad es una herramienta más. Con este proyecto se busca generar herramientas integrales para prevenir y erradicar casos de violencia institucional por fuerzas policiales, de seguridad y de servicios penitenciarios en todo el territorio nacional. Está el de Nación y el de la Ciudad. Yo lamentablemente no creo que erradiquemos la violencia institucional, esto ya es una herencia de la Dictadura. Pero esta es una herramienta necesaria”. 

¿Cuáles son tus expectativas?

Hay muchas expectativas, pero como madre, la expectativa es sobre todo que haya prevención. 

Desde Madres en Lucha trabajan hace años en la prevención de la violencia institucional y la contención de las familias de las víctimas. Dolly estuvo desde la conformación del colectivo hace 14 años, y también previo a eso cuando se juntaban con otras madres sin tener un nombre fijo.

“Nosotras, cuando acompañamos, lo hacemos en serio. Entendemos la importancia de la prevención porque estamos en los barrios. Tenés que estar ahí defendiendo a los pibes, defendiendo sus derechos. Tenemos que ir a una villa, a donde sea. Vamos. Nosotras no hacemos diferencia por color, clero, raza, nada”, subraya. 

Las madres organizadas miran a las políticas públicas desde los barrios. Con una sonrisa caída, marcada en la profundidad con la que las comisuras de sus ojos descienden, Dolly habla del territorio, de los barrios, de la villa como una poeta de la miseria. La realidad villera no es marketinera, pero es realidad. 

Muchos de los pibes y las pibas no pueden reclamar por sus derechos porque dicen que es contraproducente, porque les terminan pegando más. Están en una situación muy vulnerable. Les roban todo. Les terminan robando hasta la dignidad. Yo lo que pido es que los adultos se comprometan. Ojalá la ley sirva para prevenir estas cosas”, dice. 

La única ley anterior sobre el tema apenas constituyó el 8 de mayo como el Día Contra la Violencia Institucional en conmemoración de la Masacre de Budge.

¿Desde Madres en Lucha participaron del armado de estos proyectos?

Sí, del de Nación participamos. Hubo reuniones y charlas previas. 

¿Qué es lo que te parece más importante de la ley?

Muchos de los puntos que se tocan en el proyecto tienen que ver con contención psicológica. Nosotras no tuvimos eso -dice Dolly con tono de resignación, se acaricia el brazo para darse calor y entre sus ojos se cruzan un racconto de escenas de Ezequiel y su familia- Que el Estado se haga cargo de los psicólogos que atienden a las familias de víctimas. Esto lo defiende mucho mi hijo mayor, Leonardo Demonty. Todos ellos pasaron momentos muy duros cuando pasó todo lo de Ezequiel. 

Claro, hace falta acompañamiento a las familias.

Sí, y no solo a ellos sino también a los testigos que estuvieron con él ese día. Ninguno tuvo asistencia psicológica, no había ningún tipo de ley que pida eso y tampoco tuvieron resguardo de parte de la justicia.

Un alivio que Ezequiel no sea solo su muerte. A Dolly se le iluminan los ojos cuando en el café del Bajo Flores, entre palabras lo hace presente.

Era tan bueno él, muy caritativo, si no podía daba lo que tenía. Él quería ser músico y arquitecto. Decía que iba a hacer su casa y hasta la había dibujado. Perdí ese dibujo”, dice Dolly y mira para abajo, mientras todavía intenta recordar dónde dejó ese papel. “Le gustaba tocar la guitarra y la batería y parte de la batería todavía está en casa, pero no la vi más. Hay cosas que todavía me duelen si las veo”.

Veinte años después, Ezequiel se aparece en su sonrisa caída y en sus ojos contenidos, brevemente humedecidos.

“Bueno, y la ley, la ley es un proyecto muy importante…”, retoma.

¿Y qué opinas de las campañas contra la inseguridad? 

En esta lucha te tenes que bancar que digan de todo. Hasta los fiscales que se supone que te tienen que defender, dicen que para la policía, el barrio donde se entra es peligroso y es obvio que en medio del miedo van a disparar para cualquier lado. 

Como cuando disparan a tres amigos sentados en una esquina de Ingeniero Budge, o cuando hacen saltar a tres chicos por un puente. El asesinato de Ezequiel está presente, ahora y siempre. 

“Blumberg, por ejemplo, pide más seguridad. Y a él lo acompañaban los policías exonerados, los sin gorra. Yo digo que todos queremos seguridad, pero que sea una seguridad justa. La seguridad que él está pidiendo es la inseguridad que mató a mi hijo”, reflexiona.

¿Por qué decís que esto es una herencia de la Dictadura? 

Habiendo vivido todo lo que viví de chica, cuando me dicen que a Ezequiel se lo llevó la policía y no aparece, yo me quedé helada -Dolly se acaricia el brazo con disimulo, se da calor. El frío de invierno entra por la puerta medio abierta-. Hablamos de 30.000 desaparecidos, pero esto sigue pasando. Y la mayoría de los pibes y pibas son de los barrios populares, de las villas. 

Los uniformados se colaron en la vida de Dolly como un cuentagotas de violencias. Ya desde chica la violencia se aferró como cotidiana.

Yo me crié en un lugar donde viví la dictadura desde que nací”, recuerda.

Entre historias de un pasado no tan lejano, Dolly comienza sus años de infancia en La Lonja y pocos años después se muda a Ciudad Oculta, dos villas de la Provincia de Buenos Aires.

“Ahí vivimos la dictadura siempre y tuvimos que protegernos entre nosotros. Las familias tenían miedo en esa época, no podías hablar de esto. Menos en los barrios. A mí misma me llevaron presa a los 15 años. A las tres de la mañana entraron a la casa donde estaba y nos llevaron a mi y al papá de Ezequiel. Hay cosas que yo no las puedo contar, pero hemos vivido muchas cosas”, relata

¿En qué año fue esto? 

Esto era por el 76. Fue una lucha por sobrevivir.

En un momento donde las desapariciones eran moneda corriente, la memoria se constituye como herramienta de aprendizaje, porque “lo que no sabes lo aprendes después en la lucha”, como dice Dolly y ejemplifica: “En la lucha vos terminás aprendiendo de leyes.”

¿Por?

Porque asistís a los juicios, escuchás a los familiares, te cuentan lo que va pasando. A mí misma me sirvió para poner el habeas corpus. Mi mamá, yo me acuerdo, cuando tenía cinco o seis años buscaba a mi papá y me quedó grabada esa palabra, habeas corpus, que ella había hecho un habeas corpus. No sé por qué me quedó grabada esa palabra. Cuando pasó lo de Ezequiel, que me dicen que no aparece, salimos a buscarlo por todos lados, y a la noche me manda una señora del barrio a decir que haga un habeas corpus. Ahí como que se me vino a la memoría. “Me voy ahora”, les dije a mis hijos: “No me quieren llevar me voy caminando, como sea, pero yo voy”. Y ahí lo hice.

“El padre de Somohano -uno de los policias condenados por el asesinato de Ezequiel- escribió un libro donde dice que la desaparición y el secuestro de los hijos de desaparecidos fue por honor a la patria. Yo decía que él aprendió del padre, para mi el padre también era un asesino. Él no se adjudicó ningún asesinato, pero su libro lo decía todo”, señala.

La herencia de la dictadura personificada. 

Sí. Yo les respeto los derechos. Les respetamos los derechos humanos como a todos. Llegó un límite donde no había más que podíamos pedirle a la justicia y terminaron saliendo. Yo no los voy a escrachar, no voy a hacer nada. Yo lo que quiero es que no se acerquen más a nuestras vidas. El respeto que yo les tuve a ellos, ellos no lo tuvieron con nosotros. Menos con mi hijo.

Yo si tengo que dar charlas en las academias voy y lo hago, con Rosita Bru lo hicimos varias veces. No quiero justificar lo que hace la policía con esto, pero hay que hacer un control, porque ellos también son violentados. Se violentan entre ellos. En la escuela de policía de Ramón Falcón había un pibe que del baile que le habían dado casi lo matan. No sé por qué lo hacen, parece que viene así desde el Ejército. Esa misma violencia que muchas veces ejercen con los pibes y pibas más vulnerables de los barrios también la tienen dentro de la fuerza, y después la llevan a sus casas. Muchos de los femicidios tienen que ver con esto, muchas de las chicas son asesinadas por sus parejas policías usando el arma reglamentaria”, sostiene.. 

¿Eso también se tiene en cuenta en el proyecto de ley?

Sí, es algo importante de la ley, les hace dejar las armas en sus lugares de trabajo.

 

“Yo pienso que esta lucha es lo que a mí me mantiene en pie, pero es difícil. No es fácil para ninguna de nosotras. Más al principio. Hay madres que se levantan y hay otras que no. Vos luchás y luchás por justicia, pero, ¿qué pasa cuando ya hubo justicia? ¿Y ahora? Ellos pueden ir presos, 5, 10, 20 años, pero siguen ahí. Siguen vivos, ven a sus familias, si tienen madres, ven a sus madres”, describe. 

Silencio.

“No sé –dice-. Yo cada cumpleaños, cada nacimiento de un nieto, están todos menos él. Falta mi hijo”. 

Silencio.

“Vos luchás por justicia, vos acompañás, pero la verdad es que no queremos que nos sigan matando pibes. Nosotras no queremos una madre más en el grupo, pero sigue pasando. Vos pensás que tu hijo es el último, pero sigue pasando. Siguen matando a los pibes. Esto no se termina nunca. Te dicen que lo dejes en manos de Dios. Y hay muchas cosas que yo dejé en manos de Dios, el perdón por ejemplo. Pero el perdón al hombre, no a sus actos. Y el acto que cometió este hombre lo siguen haciendo. Y eso no lo vamos a perdonar. Al menos no nosotros. Nosotros queremos que haya justicia terrenal.»

¿Cómo siguen ahora?

Ahora la idea es ir puerta a puerta a hablar con todos los legisladores. Llevarles la ley para que la estudien, y si quieren modificar algo, ver que se modifica, pero que se trate la ley. Yo si me tengo que sentar, me siento con quien sea. Esto no tiene que ver con pensamiento político. Esto se trata de la violencia al primer derecho del ser humano que es la vida. La violencia institucional es la deuda de la democracia y esta deuda se salda poniendo en agenda la lucha contra la violencia institucional. Y esta lucha es de todos, porque los pibes y pibas, también pertenecen a la Ciudad, y las autoridades tienen que hacerse cargo de eso. 

«No me molesta que me griten puto»

«No me molesta que me griten puto»

Futbolista amateur en una liga bonaerense, Nicolás Fernández es el primer jugador en hacer pública su homosexualidad. “Con mis compañeros se me hizo fácil porque me conocieron como persona primero”, afirma. Entrevista publicada el 20 de julio de 2022.

Nicolás Fernández, 27 años, fue el primer jugador argentino en reconocerse gay en un ámbito tan homofóbico como el fútbol. Arquero en Huracán de Pellegrini de la Liga Trenquelauquense, en diálogo con ANCCOM cuenta como hizo público su elección sexual en un vestuario frente a sus compañeros, su relación con las hinchadas y su lucha constante por la visibilización del amor homosexual.

¿Cómo empezaste en el fútbol?

Arranqué de chico a jugar en mi pueblo, Pellegrini (provincia de Buenos Aires, en el límite con La Pampa). Debuté a los 15 años en primera y me mantuve hasta los 18. Luego de dos años sin jugar estuve en Barrio Alegre de Trenque Lauquen, en la liga amateur. En 2017 pasé por la Liga Cultural de La Pampa, un año y medio por Deportivo Rivera, medio año en Anguil y seis meses en Atlético Belgrano, de Santa Rosa. Me rompí ligamentos cruzados y volví en 2020 a atajar en Belgrano. Hicimos toda la pretemporada y pude jugar sólo un partido, porque nos agarró la pandemia. Después me mudé a La Plata y empecé a jugar en Universitario de Berisso, en la Liga Platense. Luego de ocho años de haber dejado de jugar en Huracán de Pellegrini, volví al pueblo y al club y estoy viajando todos los fines de semana a jugar.

 

El capitán del equipo me preguntó delante de todos mis compañeros si los pibes que vivían conmigo en la pensión eran gays. Yo le dije que hacía tres años que salía con un chico.

Nicolás Fernández

¿Cómo fue el momento en que declaraste ser gay en un vestuario?

Cuando jugaba en Rivera, estábamos jodiendo con el capitán del equipo y delante de todos mis compañeros me preguntó si con los que yo vivía en la pensión, que eran tres compañeros, eran gays. Me preguntó delante de todo el plantel. Yo le blanqueé lo mío, que hacía tres años que salía con un chico y si había algún problema que me lo dijeran. Por suerte quedó todo ahí, la mejor. Se me hizo fácil porque siempre me conocieron como persona primero, y después mis gustos o elecciones sexuales. Más tarde, en un boliche, estaba con mi expareja y decidí hacer una publicación en Facebook, y ahí se viralizó

¿Te acordás qué decía?

“Soy feliz. Gracias a quienes lo entienden. Y perdón a quién no. Un género no determina nada y mucho menos habla de quién soy como persona. Estoy enamorado y sí, de alguien de mi mismo sexo”. Justo coincidió con que era un 28 de junio, Día Internacional del Orgullo LGTB, pero no me di cuenta, no fue a propósito.

De un día para el otro te convertiste en una figura mediática…

Recibí apoyo de todo el mundo, de personas que creía que no se iban a arrimar o no iban a decir nada. Me han escrito futbolistas amateurs de España, Perú, Estados Unidos, diciéndome que era un paso adelante para ellos, que les había servido un montón.

El arquero siempre está cerca de las hinchadas, ¿cómo reaccionás ante los insultos?

Es parte del folklore del fútbol, lo tomo así. No me molesta que me griten “puto” o “qué lindas medias tenés”, porque yo antes usaba medias rosas a propósito. Al contrario, me doy vuelta y me río, lo tomo a chiste. No me tomo nada a pecho porque es en joda, y si lo dicen de verdad, habla mucho más de ellos que de mí. En este 2022 me ha tocado participar de clásicos de Huracán de Pellegrini con Atlético, que es uno de los más grandes de la zona. Van más de 2 mil personas. Siempre está la expectativa de que te griten cosas, pero el último clásico fue con mucho respeto, nadie me dijo nada respecto a mi sexualidad, sí ha pasado con otros equipos, pero no le doy bola, no presto atención, disfruto, más cuando el partido termina con un triunfo nuestro.

 

 

 

¿Cómo sigue tu futuro en el fútbol?

Disfrutando. Volví a compartir cancha con mi mejor amigo que es como mi hermano, después de ocho años. Estoy en el club del cual siempre fui hincha y siempre quise estar, jugando siempre en el fútbol amateur, veremos cómo sigue, por el momento sólo disfrutar y que se den los resultados para que estemos más tranquilos

¿Hay alguna reflexión que te gustaría transimitir?

Siempre digo lo mismo: cada uno tiene que vivir en la forma en que le toca y elija, sin miedo a lo que puedan llegar a decir. La gente va a hablar siempre, para bien o para mal. Es cuestión de disfrutar y no prestar demasiada atención a cosas que no tienen importancia.

La heredera

La heredera

Araceli Matus, la nieta de Mercedes Sosa, presentó su disco Matuséandose en el Centro Cultural Borges el día que su abuela hubiera cumplido 87 años. Además, la homenajeron bautizando al auditorio con el nombre de la cantante tucumana y presentando una muestra fotográfica que recorre su vida. Entrevista publicada el 11 de julio de 2022.

Curiosamente nacida un 9 de julio, el Centro Centro Cultural Borges celebró en la fecha patria el  87 aniversario del nacimiento de  Mercedes Sosa, con la inauguración oficial de la muestra fotográfica en torno a su figura, la designación de una sala con su nombre, y un concierto de su  nieta, Araceli Matus, en el Auditorio Astor Piazzolla. 

El C.C.Borges se encuentra en las porteñas Galerías Pacífico de la calle Viamonte 525, un espacio gestionado desde 1995 por la Fundación para las Artes, que  este año pasó a la órbita del Estado como uno de los polos culturales del Ministerio de Cultura de la Nación. La celebración del cumpleaños de la artista es una iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura de la Nación y la Fundación Mercedes Sosa, impulsada por su nieta Araceli Matus, quien presentó su disco debut Matuseándose.

Araceli, nieta de Mercedes y del guitarrista y compositor Oscar Matus, creció rodeada de música. Empezó a los catorce años a tocar los teclados y a cantar coros en distintos grupos. A los diecisiete, en el Teatro Ópera de Buenos Aires, cantó en público por primera vez junto a su abuela. Además de su formación musical, es docente, musicoterapeuta y preside la Fundación Mercedes Sosa. En diálogo con ANCCOM, Araceli cuenta sobre su primer disco y, en especial, recuerda aquella relación con su abuela:

Matuseandose ya tiene una nominación a los Premios Gardel, ¿qué significa para vos “Matusearse”?

Matusearse lo usábamos mucho con mi abuelo, como algo bueno. De la misma manera que se usa caetanear. Yo tardé mucho en realizar esta idea que tenía del disco. Matusearme tiene que ver con lo que soy: yo soy Matus. Está muy relacionado a mi identidad, como el disco de mi abuelo Matuseando de 1967. También como una manera de diferenciarme de mi abuela, que es lo que más amo, pero tenía esa necesidad.

Para los que no te conocen ¿qué tipo de música dirías que se van a encontrar en el disco?

Siempre toqué en bandas desde la adolescencia, pero en los últimos años me dediqué más al canto. En realidad, canto desde siempre, pero empecé a poner el foco en el canto en las producciones musicales. El disco tiene que ver con eso, el foco en la voz, con canciones en castellano y en portugués. Hay dos canciones con música compuesta por mí y la letra es de Junior Carrizo, que es un músico de Brasil que vivió muchos años en Argentina.

¿Cuál dirías que es la influencia más fuerte de esa abuela como abuela y como artista, si es que se pueden separar?

La extraño como mi abuela, es mi familia. Lo que más me cuesta es esa figura, la pública, donde desde la Fundación, en la que estoy como responsable, trabajamos para preservar esa figura, su legado. Yo pasaba mucho tiempo con ella y me influenció como mujer, como música, como persona. 

¿Cómo es mantener vivo ese legado?

Es un peso inmenso. Mi papá que estaba como responsable de la fundación Mercedes Sosa, se enfermó y se murió a los tres meses. La fundación cumplió 10 años el año pasado. Yo estoy buscando la forma de llevarla adelante a mi manera y también poder cumplir con la función de la fundación que es el cuidado y la difusión del legado musical y artístico de mi abuela y de la cultura latinoamericana, porque somos latinoamericanistas. Uno de los objetivos, por ejemplo, es llegar a otras generaciones, que puedan escucharla, saber quién fue. En este sentido, estoy contenta porque en Argentina, sobre todo en Buenos Aires, hay tres jardines de infantes, creo que tres primarias, cuatro secundarias y escuelas de música gratuitas que llevan su nombre. Tiene que ver con el trabajo que hacen las comunidades, y como Fundación nosotros estamos trabajando para apoyar y facilitar, compartir fotos e información. 

El inicio de la celebración estuvo a cargo del periodista Gustavo Sylvestre quien brindó un emotivo discurso sobre su relación con Mercedes Sosa. Recordó la primera vez que la escuchó cantar y anécdotas como una cena en su casa, donde la cantante tucumana emocionó hasta las lágrimas al el expresidente Raúl Alfonsín, en 2007, y su relación con Araceli. Luego se proyectó un video breve por el aniversario, con saludos que incluían a su nieto, al cantautor Victor Heredia y múltiples fotos familiares. 

El momento del show musical comenzó con un repertorio variado que incluyó folclore, pero sobre todo ritmos rioplatentes, jazz y bossa nova. La formación músicos que acompañó a Araceli, con guitarra, bajo, batería, percusión y saxo barítono brillaron sobre el escenario. 

Sobre el final, Araceli mencionó el proyecto propuesto para crear el «Día de la cantora nacional», por la fecha en que su abuela se subió al escenario por primera vez de la mano de José Cafrune. Hay un día del cantor pero falta el de la cantora, explicó.

En relación a la muestra fotográfica, titulada Mercedes por Pupeto Mastropasqua, de Juan “Pupeto” Mastropasqua, reúne más de 50 fotografías que el artista le tomó a Mercedes como reportero gráfico en distintos recitales. Se pueden ver imágenes del tamaño del alto de la sala, en blanco y negro, y en las paredes retratos de distintos formatos que revelan a Mercedes sobre el escenario, con el bombo y también abajo, con la París del exilio de fondo. Además, se exhiben dos ponchos célebres, el bombo de la cantante y algunas cartas intercambiadas con artistas como Ernesto Sábato y Charly García.  

Asimismo, el auditorio del tercer piso quedó bautizado con el nombre de Mercedes Sosa, que pasará a ser programado por la Fundación Mercedes Sosa con el fin del cuidado y difusión de los valores de la canción popular.

La figura de Mercedes Sosa y su trabajo abrió camino de distintas maneras y como artistas de diferentes generaciones, es un ejemplo de, como decía ella “vivir la vida en voz alta”. Araceli Matus, es una nueva voz que se asoma con un legado que cuidar y un nuevo espacio como una oportunidad para la difusión y el trabajo, para contribuir en cierta forma en sembrar memoria y construir lo nuevo.

Un argentino marrón

Un argentino marrón

David Gudiño saltó al escenario público después de haber reunido 9 millones de vistas en su cortometraje Argentina No Es Blanca. El documental fue presentado en la novedosa categoría Tiktok en el festival de Cannes, en Francia. No fue seleccionado, pero sirvió para demostrar que Argentina es racista. Entrevista publicada el 15 de junio de 2022.

«El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”, recuerda Gudiño.

“¿Qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes mientras yo me quedaba solo en mi casa?”, reflexiona David Gudiño, actor, director y docente, durante esta entrevista con ANCCOM.  El disparador fue la producción de su corto Argentina No Es Blanca, que participó en la nueva categoría para cortometrajes en TikTok del Festival de Cannes y que, pese a no haber sido seleccionado, instaló el debate del racismo en Argentina tras viralizarse con más de nueve millones de vistas. Gudiño, además habla sobre el estreno de la serie “Marrón. Antirracismo en tiempo presente” por Canal Encuentro y de su activismo en el colectivo Identidad Marrón.

Aunque Argentina No Es Blanca no quedó entre los finalistas de Cannes, ¿qué cosas sentís que se movieron desde que se viralizó?

A partir del corto se comunicaron más de 30 medios. Siento que de alguna forma se instauró el debate y empezaron a decir: “Ah, mirá, son marrones”. Tenemos que entender que el racismo en Argentina circula de una forma distinta a lo que vemos en Estados Unidos y los medios están dispuestos a tener ese debate. Eso es un gran logro que jamás imaginé mientras hacía el corto. Que además lo grabamos en dos días con los chicos del colectivo Identidad Marrón y capaz hacíamos una toma sola y quedaba. Entre todas las redes sociales lo vieron nueve millones de personas. Es una locura, me para gente en la calle. El hecho de que se esté hablando de esto en medios grandes me parece muy importante para la causa. De hecho, en las últimas notas ya ni se menciona Cannes. Es el video por el video. Y es perfecto que haya pasado eso, porque lo del festival quedó como algo anecdótico y con esa excusa se empezó a hablar de identidad marrón. 

¿Cómo nació la idea del corto?

El primer comentario de hate que me hicieron en TikTok fue: “Un productor boliviano, ni yo me la creo”. Yo ahí ya participaba en el colectivo Identidad Marrón y percibía mi identidad como tal. A TikTok no entré a hablar de racismo, entré a hacer humor. Y cuando saltaron los comentarios racistas me sorprendió muchísimo, porque en TikTok hay gran mediación con las normas con el hateo. “Un peruano se ríe de Majul”, “No sabía que en Perú miraban TN”, “Lo que pasa es que sos boliviano”. Cuando pensaba en el corto, era imposible no pensar en las nacionalidades porque a mí me las dicen, es algo que atravesé todo el año. En Perú se generó una gran controversia a partir de esto. De los tres millones que vieron el video en TikTok, el 40% son peruanos. Tuve que salir en vivo a decir: “Sí, esto está pasando en Argentina”. No sé si les habrá pasado a Malena Pichot, Santi Maratea o cualquier otro comediante que le digan alemán, polaco, italiano, inmigrante ándate. Es innegable que en Argentina el racismo llegó a tal punto que las nacionalidades son utilizadas como un insulto. El 10% de las reproducciones son de Bolivia y el 7% de Chile. 15 mil peruanos comenzaron a seguirme después de eso. 

¿De qué forma pensás tu contenido para TikTok? 

Tuve un año de estudio de mercado para ver qué prendía. Yo sabía que si algo se volvía viral, la gente tenía ganas de ver eso. Observé que la gente en TikTok tenía ganas de consumir crítica social, política y medios con humor. En la pandemia los medios me estallaron la cabeza. La vacuna, la cuarentena, lo anti, el encierro, la alerta. Me harté y pensé: “¿Qué hago yo como ciudadano para generar una contrapropuesta?” Lo que hago en mis videos como productor que tira letra dentro del control de un estudio de TV es una forma de demostrarles que lo que hacen no es tan importante. Es de cartón, es un relato. Ahora es lo mejor que sé hacer en mi vida. Lo vi, se me ocurrió y pum, lo grabé a las 9 de la mañana. En general, la grabación es espontánea. Me ocupo de que a lo que estoy reaccionando desde el control sea conciso y se entienda. Hago tres tomas y elijo lo mejor. En Tiktok si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch.

¿Cómo conociste a Identidad Marrón y cuándo decidiste empezar a participar de ese colectivo?

Hace dos años, cuando fue lo de George Floyd en mayo del 2020, una compañera de la facu compartió un collage que se hizo viral de los rostros de los pibes marrones de acá y hablaba de que no había que ir muy lejos para encontrar racismo. 

«En Tiktok, si lo pensás mucho se nota. Tiene que parecer que lo hiciste con papel afiche y cinta Scotch», admite Gudiño.

David interrumpe lo que está diciendo, toma su celular y busca algo. Finalmente lo encuentra: es el collage del que está hablando. Se coloca el celular junto a su rostro, manotea del escritorio su gorra, se la pone y dice:

Vi eso y caí: “Ah, tengo la misma cara”. En ese mismo momento fui al espejo, me miré y dije: “Soy marrón”. Ahí, como un vómito en mi cocina, escribí mi monólogo Marrón. En julio ya estaba adentro del colectivo. A mi me paró una vez la policía, me pasó también estando junto a un amigo blanco en una clínica que uno de seguridad me pida la mochila y a él no. Todo eso lo tomaba como algo normal, como lo que me tocó. Pero cuando entendés que tiene que ver con algo estructural y con tu color de piel, la cosa cambia. Encontrar Identidad Marrón fue como volver a nacer. Yo me sentía perdido, hasta ese punto llega la identidad. Ahora sé todo el valor que tuvo y tiene ser marrón.

Este mes se estrenó la serie que hicieron con el colectivo Marrón. “Antirracismo en tiempo presente» por Canal Encuentro. ¿Cómo nació el proyecto?

Había empezado a circular en redes un meme de un Zamba “turro” que portaba un arma. Nosotros, desde el colectivo, le sacamos la pistola al dibujo y la publicamos diciendo basta a la estigmatización de los chicos de barrios populares. A partir de que una compañera, América Canela, se lo tatuó y se hizo viral, llegó hasta Jésica Tritten, la directora de contenidos de Canal Encuentro. Tras algunas reuniones se decidió que Identidad Marrón formaría parte del contenido de la programación 2022 del canal. La grabamos toda este verano. Estuvimos en el guión, la producción y la edición en conjunto con la productora Un Puma, que nos incluyó siempre en la toma de decisiones.

¿De qué forma pensaron la escena en la que los roles se intercambian y los productores blancos pasan a ser entrevistados por los actores marrones?

La propuesta surgió en conjunto. La idea era no caer en una exotización, hacer algo más real. La productora puede estar compuesta por personas blancas pero nosotros también nos movimos dentro de ese contenido. No fue un “hagan lo que tengan ganas con nosotros”. Esa escena fue un momento interesante para poder pensar en la aceptación de las diferencias. Crecimos en entornos distintos y con cosas distintas, eso es real. Que alguien hoy pueda tener una productora implica que pudo tener acceso a una cámara de niño. Se trata de chicos, como dice uno de ellos en esa escena, que fueron cuidados por personas marrones. De hecho mi mamá iba a cuidar otros chicos y me dejaba solo con mis hermanas cuidando de mi cuando yo tenía diez años. Sirve para pensar cómo nos constituimos de manera distinta, que no está mal, sino que es lo dado, y ahora con un capital cultural se puede reflexionar: ¿qué significó que mi mamá se fuera a cuidar chicos blancos de padres blancos que no le pagaban los aportes y yo me quedaba solo en mi casa? ¿Cómo camino mi vida hoy? 

¿Cómo fue crecer en una familia marrón en un país que se dice blanco?

Crecí en un ambiente no tan violento en el sentido racista. Sí, andando en bici me decían “boliguayo”. Sí, no me sentía parte. Pero dentro de todo en Tierra del Fuego, como clase marrona, tuvimos un ascenso social, y hoy es la provincia con menor nivel de pobreza. Invito a algún sociólogo marrón a analizar este caso –ríe–. En las familias marrones a veces no está cultivar el talento. Había otras prioridades. El talento estaba en saber levantar una pared, saber hacer algo rápido. Es algo que compartimos todos los marrones. Dije que iba a estudiar Medicina, pero terminé haciendo el Profesorado de Biología. Más tarde, finalmente, me cagué en lo que esperaban mis viejos de mí. Sufrí y lloré un montón que mis viejos no vengan a verme actuar o cuando a los 17 estrené una obra que había escrito yo en un festival regional. Mis viejos ni deben saber hasta ahora que eso pasó. El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos. A los 7 años, mientras le ponía azúcar a un té, un tipo me dijo: “No le pongas tanta azúcar al té que nunca vas a ser blanco”. Desde ahí yo cargo con una aspiración de ser lo que nunca voy a ser. Así, me ponía la toalla en las rodillas para que no se me pongan tan marrones o me ponía protector solar en invierno. Y cuando empecé a tener más plata, un protector solar más caro que impida que me vuelva más marrón. 

El blanqueamiento es un sistema que asocia al color marrón a lo indigno, a lo chorro y uno empieza a no querer serlo. Si tu color de piel es asociado a lo feo, al mal gusto, no a la belleza, te lleva a desear no ser marrón, huirle a los espejos.

David Gudiño

¿En qué lugares siempre te viste hasta que aparecieron ciertas barreras sociales, culturales o raciales que te impidieron habitarlos?

Por lo general fueron lugares de belleza, de sentirme bello. Siempre que me vi representado en la tele, mi color aparece como sucio, desalineado. Pero a mi siempre me gustó sonreír, sentirme lindo, el sentirme deseado, en el buen sentido del “che, levanto”. Ese  lugar siempre se me negaba hasta que encontré Identidad Marrón. De hecho, como un acto político, mando cada tanto una foto al feed medio en bolas, para que el algoritmo salte. También, siempre quise ser aceptado como un buen deportista. Nunca tuve un compañero que me enseñe a jugar a la pelota, ni mi papá. Me faltaron amigos, que ahora por suerte los tengo, que me apoyen en las debilidades que yo sentía del cuerpo. A mí me gustaba el deporte, pero me hacía sentir mal no jugar tan bien. Y a su vez el lugar más masculino, varonil me fue negado también. Había siempre algo de que el varón arreglaba todo solo. Y también estaba el hecho de tener que proteger pero no poder ser protegido. Eso lo veía en mi viejo. Que un varón pueda decir, más allá de su condición sexual, que sufre racismo, es un lugar vulnerable. Me llegan muchos mensajes de chicos que pasan por esas situaciones y se sienten identificados. Es importante que entre varones podamos hablar de eso para contribuir en el acercamiento hacia el varón deconstruido que queremos hoy en día. 

¿De qué forma vivís la articulación entre tu carrera artística, el reclamo antirracista y la reivindicación de tu propia identidad?

Lo vivo con muchísima alegría. Hay recuerdos que tengo de chico del ritual de familia marrona, clase media baja, haciendo humita que pensé que no tenía valor. Pero ahora me doy cuenta que artísticamente es algo bellísimo. Que podría escribir una novela sobre eso. Haber crecido sin tapa de inodoro, sin cortinas, sin botiquín para mirarme al espejo son cosas que hoy como artista las valoro mucho. Y eso es lo que se me juntó. Que todo mi mundo marrón que yo creía indigno y sin valor, es artísticamente muy potente y muy bello. Y me inspira y puede inspirar a otros. Haber estudiado para tener una voz y para poder articular bien y poder decir claramente: Lautaro Rosé, Camila Arjona, Fernando Báez Sosa… Es como si me hubiera preparado esos ocho años de carrera para poder decir esos nombres. Lo primero que quiero decir son los nombres de estos chicos que mataron. ¿Cómo voy a decir otra cosa? Ahí están las ganas de seguir creando. Es algo que me podría haber pasado a mí. Ser marrón a la noche, al lado de la policía, es estar en peligro. El monólogo Marrón es una interpelación a los marrones. “Facundo no somos blancos ni negros”. Es hacia nosotros. A mí no me gusta apuntar a nadie y decir: “Ustedes son racistas”. Ellos que hagan sus cosas, nosotros hagamos nuestro contenido. Cuando me di cuenta que solo iba a hacer castings para ser chorro o policía me puse a escribir y dirigir yo. Si no podía actuar iba a hacer otra cosa. La universidad pública me preparó para hacer todo y podía hacer algo con esas oportunidades. 

¿Cuáles son las urgencias del reclamo antirracista hoy?

Principalmente hay que atender la cuestión del racismo institucional y de la violencia institucional. Es importante contar con una ley sobre el entendimiento de la violencia institucional que ejerce la policía sobre los cuerpos marrones y que se acepte que existe un perfilamiento policial: que por tus rasgos fenotípicos sos percibido como alguien que desea hacer el mal a una sociedad. Se necesita una capacitación a la policía para entender estos mecanismos. ¿Cómo negar que a Fernando Báez Sosa se lo mató a patadas mientras se le decía negro de mierda? En Argentina no hay jurisprudencia en relación a sentencias de crímenes racistas. Pero bueno, cuando fue lo de George Floyd, estalló todo. 

¿A qué se debe la indignación con lo que pasa en Estados Unidos en detrimento de lo que pasa acá?

Hay una aspiración blanca en Argentina que nosotros, los marrones, la arruinamos con la presencia de nuestros cuerpos. Es una cuestión histórica: en esta nación se eligió al sujeto europeo como digno de habitar y construirla y se tomó la clara decisión de correr al sujeto indígena fuera del plano. Esto se suma a que mundialmente reconocemos un solo tipo de racismo, que genera una homogeneización del concepto y que desplaza la territorialización del término. Debemos entender cómo circula, por eso es tan difícil hablar de racismo en Argentina. Por eso el corto no gana. 

En una escena de la serie, César González reflexiona sobre que quizá la solución para el racismo no sea empezar a ser tapa de revista, a ocupar todos esos lugares de visibilidad de los blancos. Para vos, ¿con qué tiene que ver esa solución?

Por un lado, se trata de que una clase social pueda aceptar sus privilegios. Hay un discurso instalado de que “somos todos seres humanos” o “somos iguales ante la ley”. Pero hay que ver esas diferencias para poder debatir qué hacer con eso, ese es el primer paso. Yo estoy de acuerdo con César: no se trata de algo frívolo, de que los marrones queremos actuar y en las series haya marrones o estar en las revistas. Pero a la vez, recibo muchos mensajes de gente que le hace bien que yo esté en esos lugares. Entonces, puede ayudar a un montón de personas a verse representada. Pero después es importante que debatamos derechos civiles y políticas públicas. El pibe marrón que vive en un barrio popular no tiene TikTok para ver mi video. Es el amigo de Lucas González, Dante Valero, diciendo que por ser más morochito y tener visera ya sospechan de vos. Hay un sujeto que no tiene recursos para hablar porque no nos educan sobre el racismo, y la desigualdad que existe en Argentina. Si hay un pueblo marrón que es pobre, ¿podemos aceptar que esto es así o vamos a seguir en este “daltonismo social” del que habla Alejandro Mamani? En Identidad Marrón hablamos de una doble racialización: por tu color de piel y de dónde venís. Las personas blancas son racializadas por la sociedad que les dice negros de mierda porque son pobres o porque vienen de determinado barrio. No somos propietarios de nada. Tratamos de dar el debate desde nuestros recursos y la visibilización mediática. Después de 30 entrevistas veo que en este tema no hay grieta: todos los medios coinciden en que nos merecemos el debate sobre racismo en Argentina. 

¿Qué cosas nuevas se vienen desde Identidad Marrón?

Marrones escriben es un libro que se está terminando de editar. Contiene todo el material teórico que hemos podido producir en este tiempo. Escrito por marrones que escriben de diversos temas, sean o no del colectivo. El proyecto fue presentado en la Universidad de Manchester y trabajamos con organizaciones de Brasil, de México, para poder hacer una contribución global al estudio sobre el racismo. Luego, el objetivo anual es siempre “Octubre Marrón”, donde reivindicamos nuestro legado indígena, donde recordamos que nadie descubrió nada y cómo nuestros cuerpos habitan en el presente. Habrá actividades virtuales, presenciales, festivas, de encuentro durante todo el mes. Nos estamos organizando con recursos propios, integrando también organizaciones de otros países. 

¿Qué forma sentís que es la más cómoda para nombrarte? 

A mí me encantaría que me digan “che, marrón”. Ahora amo mi color y lo vivo con mucha felicidad. Para seguir bastardeando la aspiración blanca de Argentina, me gusta que me digan “un argentino marrón”. Necesitamos muchos más marrones haciendo cosas. Identidad Marrón no es un colectivo, no es un producto, no es una idea, es una identidad. Cualquier persona marrón, con rasgos indígenas, que hable y que haga desde su perspectiva y su visión. Ya un montón de blancos autorizados hablaron sobre indígenas en documentales, ahora dejame a mí que yo hable desde lo que me pasa. 

Cantos de la cultura mapuche

Cantos de la cultura mapuche

Carina Carriqueo, cantora y divulgadora de su pueblo, cuenta el esfuerzo que significa hacer presente las voces originarias. Las peripecias de sus presentaciones y la recepción de su voz en una sociedad alejada de la cultura indígena. Entrevista publicada el 4 de agosto de 2022.

Hace poco diste un show en la Biblioteca Nacional, que fue el corolario de un montón de iniciativas para lograr acercar a los pueblos originarios del país ¿Cómo fue estar en un ámbito oficial que siempre estuvo alejado de los pueblos originarios?

Es una experiencia muy conmovedora. Empezó en el año 2021 con la iniciativa de la Biblioteca Nacional de incorporar un taller sobre oralidad de pueblos originarios. Es ahí cuando empiezo a tener contacto con la Biblioteca. Todos sabemos que, al ser una biblioteca nacional se trata de libros, y a nosotros, las comunidades originarias, nos cuesta mucho escribir nuestros propios libros. Entonces fue una iniciativa de empezar con un registro oral de los mayores. Así empezó esto de poder transmitir en un taller que hice. Tuvo muchísima aceptación, hubo una inscripción de 1.500 personas de todo el país. Desbordó los Zooms, no había forma. Se armó una comunidad paralela donde se grababa el que no podía entrar y se lo pasaba a alguien de Salta, de San Juan. Ahí dividí todo lo que tiene que ver con la cultura: la música, cómo abarcamos la cultura en las escuelas, las ceremonias que tenemos, el arte originario propio. Un montón de temas que fueron ampliándose y dieron lugar a este ciclo de músicas originarias, con una propuesta con las voces orales. Pero no solamente un concierto, sino que tenga que ver con la transmisión del conocimiento de cada cultura entre tema y tema. Y de hecho, encontramos a varias músicas y músicos que lo hacen y que recorren el país así como lo hago yo, de esta forma, en mi caso con el kultruncito solo y dos o tres instrumentos, nada más. Pero sí se va entrelazando la voz cantada y la palabra. 

En Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires, no estamos tan acostumbrados a este tipo de propuestas. ¿Cómo fue la reacción del público?

 Se comenzó con este ciclo a principio de año. Al principio tuvimos muy poquita gente, pero se empezó a correr la voz. Y hay un público para este tipo de conciertos didácticos. Encontramos un público siempre, a cada lugar al que vamos. En los lugares más ruidosos, a veces se encuentra un público que hace silencio desde que comienza hasta que termina el espectáculo. Si dura diez minutos, o cuarenta, o una hora, se mantiene ese clima. Es como un viaje al pasado, un viaje en el tiempo, un viaje a través de la Cordillera y a través de lo musical, que la gente lo disfruta mucho. Y después los comentarios: son muy lindas las devoluciones, a veces entre tanto ruido y tanta distracción tecnológica es lindo disfrutar de estos espacios. 

En pleno ciclo, comenzó la represión en el sur, ¿se resignificaron de alguna manera los espectáculos?

 SÍ, no estuve ajena a este tema. Justamente en ese concierto tuve una serie de recibimientos de la palabra y del apoyo de muchos hermanos, de colegas, para con la cultura, porque de hecho mi familia está en el sur. O sea, también me atraviesa y me atravesó estando en este ciclo. Creo que ahora se ha hablado mucho más, a favor y en contra. Siempre ocurre lo mismo. En el caso de los que hacemos el arte y nos encargamos de difundirlo, porque cuando a veces ocurren este tipo de situaciones, que estamos en todos los canales y los medios, y alguno a favor y otros muy muy en contra, tratan de poner a los mismos hermanos en contra. Nosotros lo sufrimos también. Porque se bajan muchas fechas, hay personas que a lo mejor nos querían llevar y les da temor la palabra “mapuche”, porque se empieza a asociar con terrorismo, con cosas absurdas totalmente, que mucho tienen que ver los medios de comunicación que desconocen realmente cuál es el problema. Hay situaciones que la Justicia es la que tiene que determinar y la ligamos todos, nos atraviesa a todos, y nos castiga, duele, nos entristece que ocurran estas cosas. Y, con más orgullo, justamente me tocaba en esos días viajar al norte, a representar la música y la cultura, y no iba feliz ni contenta, pero sí con orgullo. Es cuando menos debemos rendirnos, cuando ocurren estas cosas es cuando más fuertes nos tenemos que poner.

En el concierto mencionabas que tus antepasados no solían hablar en lengua mapuche por el acoso que recibían. Ahora estamos hablando de ser miembro de un pueblo originario con orgullo. ¿Hay una nueva forma de llevar adelante la lucha?

Sí.  “Hay que estar bien fuerte de espíritu”, decimos nosotros. Porque hoy hay algunos hermanos, gente muy mayor, que por ahí le vuelve a dar ese temor y vuelve a silenciarse y quedarse en casita, y trata de no salir para no recibir agresiones. Porque la gente se transforma cuando suceden estas cosas y el que sentía un poquito de resentimiento, lo siente del todo, y no hay ningún filtro. Si tiene que gritar una agresión, la grita con mucha violencia. No es el caso de nuestra parte, llevamos una mochila cargada de episodios como estos. Si estoy yo acá es porque mis antepasados lo pasaron y sobrevivieron, entonces es fortaleza espiritual, ante todo.

 En Una Excursión a los Indios Ranqueles, Lucio V. Mansilla contaba que mucho del odio a los pueblos originarios venía de su desconocimiento. ¿Creés que esto es lo que ocurre también hoy?

Sí, la discriminación sigue. Por más que digamos que estamos en una sociedad donde se ha avanzado mucho, la discriminación sigue, el estereotipo… Los morochos estamos predestinados a cumplir determinadas funciones. Hace poquito me tocó ir a un lugar donde no me dejaban entrar y cuando logré entrar, el guarda hace un llamado a Seguridad y dice: “Atento, atento, acaba de ingresar personal de limpieza”. Claro, morocha y con una trenza ¿Qué otra cosa puedo ser? Me causó gracia y a esta altura estoy muy acostumbrada a este tipo de situaciones, en las que prefiero a veces no decir nada y pasar, y hacer esa tarea que me toca hacer, que es difundir y aportar. Pero la discriminación continúa y está todo el tiempo muy presente. Yo creo que sí, es el desconocimiento. Lucio Mansilla describe muy bien lo que es el arte de la oratoria en el pueblo originario, lo que nosotros llamamos los “Trabun”, que son esos encuentros que él recuerda que a veces duraban días; esas conversas de presentación, donde tenían la palabra todos y hoy la tienen también, mayores, niños, adolescentes, tenemos la palabra y la oportunidad para expresarnos, para una bienvenida, para conversar con alguien; el uso del silencio para oír. Y después, la libertad de hablar, de no tener un tiempo lineal, sino circular. En el Rehue (lugar sagrado exclusivamente reservado para las ceremonias religiosas), en ese lugar de la pureza, siempre giramos caminando despacito, en el sentido contrario a las agujas del reloj. Es esa circularidad que también nos muestra la vida misma y que los abuelos nos han enseñado: que todo vuelve, y la palabra también, que debe fluir. Y para los niños es un aprendizaje.  

Volviendo a la música, ¿se puede componer hoy en día música mapuche? ¿O solo quedan los cantos ancestrales?

Sí, se puede componer. De hecho, yo tengo muchos cantos propios, que acompaño con el instrumento. Son creaciones. Y también, por supuesto, traer el canto de los antiguos está muy bien para no olvidar de dónde venimos, sobre todo. Pero también esto de poder animarse a crear y con el mismo formato: con el kultrún, el trompe o las cascahuillas, de poder continuar con este camino musical. 

¿Hay problemas para conseguir lugares donde tocar?

Sí, no hay mucho. No hay muchos que quieran hacer esto, sobre todo en los jóvenes que les gusta la música, pero les gusta más el éxito que la música en sí. El canto mapuche es muy hacia adentro, primero. En Los Toldos sí hay cantoras. Susana Carranza es una. Y junto con ellas se está armando el coro mapuche con otros integrantes que, con muchísima timidez, pero con muchísimo coraje, también están llevando adelante esta iniciativa por primera vez en el noroeste de la Provincia de Buenos Aires, creando un movimiento musical de esta magnitud. Es muy importante y es para celebrar. Para el lado de Junín, para el noroeste, hay muchas comunidades y muy fuertes también. De hecho, el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires hizo un relevamiento de comunidades y creo que hay más de 60 ya organizadas en toda la provincia.

¿Cómo ven a la escena folklórica nacional desde los pueblos mapuche? Porque muchas veces hay una gran reivindicación a nuestras raíces, pero las voces predominantes son blancas.

Se olvidan mucho de los cantos de las primeras naciones y de la música. Me pasa, en lo personal, que en los festivales folklóricos no me convocan por no arengar al público, por no levantar palmas. Entonces ahí se cierra una puerta. En un festival de rock, si bien muchas veces se habla de la tierra y del amor a la tierra y los pueblos originarios, tampoco encaja. El canto originario es algo que anda solo y está un poco huérfano, pero que se mantiene. No queda otra que mantenerlo y en el lugar donde nos toque, ahí brindarlo. Pasa que se cierran muchas puertas a la hora del arte. Se habla muchísimo de los pueblos originarios, se muestran muchas banderas, pero pocas veces le damos el lugar que merecen. 

¿Cómo han vivido todos estos años de debates sobre el rol de la mujer y el género dentro de las comunidades mapuche?

Tenemos mucha inclusión. En las comunidades que yo visito, sobre todo en Los Toldos o en el sur mismo, hay mucha apertura. De hecho, hay mapuche que por ahí se han reconocido, tener su libertad de poder mostrarse, de ir con sus parejas a la ceremonia y de vestirse con ropas tradicionales, con nuestra ropa típica con mucho orgullo. Tenemos cantoras trans también. Es una bandera que llevamos mucho, es una voz pocas veces oída la de nuestros reclamos. A veces buscamos espacios… Sobre todo, a la gente mayor hay que escuchar y convocar para tomar ciertas decisiones en ciertos lugares, en lugares sagrados que hay, o iniciativas que se quieran tomar. Siempre hay que consultar a los mayores, para eso tenemos a nuestros Lonko, nuestros representantes de todas las comunidades, que son personas líderes de pensamiento. Y que ellos, además de mantener en unidad la comunidad con todos sus integrantes, son capaces de representar también a toda la comunidad. Hace falta oír la voz y tener la representatividad nacional de una persona de las primeras naciones, sea cual sea.

Y ahora que mencionás a las primeras naciones: ¿Con qué te encontrás cuando recorres las diferentes comunidades? ¿Tienen problemas similares, distintos?

Los problemas son muy similares. Por empezar, se vive el desánimo muchas veces. La tristeza en el rostro, en las miradas. A los más jóvenes, o no tan jóvenes como es mi caso, nos lleva al impulso, a la iniciativa de animar a otros hermanos a que hagan. Pero lo cierto es que nos encontramos con muchísima tristeza de muchos años, acumulada por la discriminación, más que nada. Y es muy difícil levantarse de la discriminación que se sufrió desde la generación de mis padres, mis abuelos y mi generación misma. Tengo muchos pares que siguen con mucho desgano y se resignan a veces a continuar, pero bueno, hay que estar siempre llevando la palabra de ánimo, de iniciativa, para poder levantar esos espíritus nuevamente que es lo que necesitamos. 

A lo largo de la entrevista hablamos de puertas cerradas, discriminación, violencia… ¿De dónde salen las energías como para seguir recorriendo el país con la música?

La verdad no lo sé, porque a veces me toca recibir agravios, palabras de mucha violencia, y obviamente me entristece muchísimo. Pero, a esta altura, digiero muy rápido las agresiones, entonces al día siguiente me levanto con más ideas y con otro impulso, y con otras ganas. Y en seguida me olvido muy rápido de eso. Es que las pasé tantas veces… Llegó un momento en el que dije: “Bueno, tengo que ir largando esto”. Y la forma de deshacerme de los malos tratos es creando buenos tratos, creando cosas. Si no es con la música, es con teatro, que ahora voy a retomar. Y animando, siempre de la mano con otros músicos que se animen y me acompañen, como el caso de Juan Curilén u otros mapuche. Hay mapuche que hacen artesanías y hay alguien que necesita, y en seguida hay que hacer los contactos para que también circule el arte nuestro en todos los aspectos. Pero la verdad es que no sé de donde salen las energías.