«El sistema penal está preparado para sostener y cristalizar la desigualdad»

«El sistema penal está preparado para sostener y cristalizar la desigualdad»

Julián Axat es hijo de desaparecidos, militante de derechos humanos, abogado y poeta. Durante seis años ocupó el cargo de defensor penal juvenil en La Plata. Hace unos días presentó su libro “Diario de un defensor de pibes chorros”. En esta entrevista radiografía a la familia judicial y la máquina policial. Entrevista publicada el 12 de diciembre de 2022.

El abogado y poeta, Julián Axat, presentó su último libro Diario de un defensor de pibes chorros, en la Biblioteca Nacional, junto a un panel conformado por la abogada Claudia Cesaroni, el defensor público Ramiro Dos Santos Freire y el periodista Horacio Cecchi el pasado lunes 12. La obra, publicada este año, reúne una selección de relatos en primera persona sobre los casos que le tocó abordar en sus años como defensor penal juvenil. En esta entrevista, el autor conversa sobre la realidad de los adolescentes que entran al sistema penal, el modus operandi judicial, el rol de las feminidades, la justicia clasista y las operaciones mediáticas de los policiales.     

 

Partiendo del título, ¿quiénes son esos pibes chorros?

 Yo empiezo por la negativa describiendo a los pibes tal como los nomina el sistema, cómo nominan los medios a esos adolescentes de las periferias urbanas y que asumen una violencia principalmente masculina. En ese sentido prefiero nominarlos de entrada desde ese punto de vista negativo porque me parece que justamente el desafío es desarmarlo, deconstruir ese rótulo. Entonces directamente le pongo el título de ese modo como una provocación. Parto de la negatividad en la cual están enredados. Mi desafío en el libro es desarmar ese estigma para mostrar que debajo de él hay humanidad. Seres de carne y hueso, con todos los problemas que tiene el ser humano que además están atravesados por la pobreza, la violencia más estructural de la sociedad. El objetivo es partir de esa negatividad para encontrar una positividad. El progresismo en general hace al revés, dice “ningún pibe nace chorro”, me parece que esa operación es más simple porque es declamar de entrada que todos los pibes son buenos, inocentes y el sistema es malo. Está bien pero es una simplificación. Me parece que si yo hubiera partido de ahí hubiera sido más fácil pero poco honesto. Todos los pibes son considerados chorros, entonces mi desafío es demostrar, con estrategias legales y simbólicas de un defensor de personas consideradas enemigas de la sociedad, que debajo de un pibe chorro hay un ser con un montón de problemas y vulneraciones y lo hacen más cercano a lo que nosotros lo pensamos, más parecidos a nosotros mismos.     

 ¿Qué otros actores están involucrados dentro de esta figura? 

 El libro busca romper con algunos lugares comunes. Por ejemplo, cuando se habla de pibes chorros: hablemos de pibes de clase media que cometen delitos, hablemos de los autores intelectuales que están detrás de todo, hablemos de los adultos que los reclutan para cometer delitos, hablemos de las redes de trata que muchas veces los tienen atrapados como soldaditos, los usan como carne de cañón y luego los descartan. Hay un montón de complejidades detrás de la figura del pibe chorro que como no se analizan queda aislada y los medios se enfocan en eso.     

 ¿Por qué no se analizan?

 Porque hay un interés político y económico de sostener el sistema penal a sus mismos clientes. A los pobres y a los jóvenes pobres. Porque es mucho más fácil tirar debajo de la alfombra aquello que es considerado siempre la misma mugre para que la sociedad siga reproduciendo la desigualdad estructural. Lo importante es alumbrar a esos sectores a los que no se apunta. El sistema penal está preparado para sostener y cristalizar aquella desigualdad representada en la concentración de la riqueza en pocas manos. Lo mismo sucede con los estereotipos. Sostiene un sistema patriarcal y normado donde los migrantes, las personas trans, las comunidades originarias, los pibes o los niños siempre se descartan.

 Siguiendo con el título, ¿quién es ese abogado defensor?            

 La figura del defensor oficial de pobres y ausentes en la justicia argentina está bastante relegada. Siempre aparecen el fiscal y el juez como los protagonistas de una justicia más importante y el defensor que se designa para aquellos que carecen de recursos económicos o son ausentes y necesitan una representación es una figura devaluada. Sin embargo, los tres tienen el mismo rango jerárquico y cobran el mismo salario. El rol de la defensa pública ha sido dejado de lado por el sistema y principalmente también por los jueces y fiscales. Lo que sí está sobrevaluado es la figura del abogado pagado por honorarios. La defensa pública que debería ser autónoma e independiente, es burocrática y refleja los otros dos poderes. Y ha quedado como la cenicienta del sistema: ha sido citada al baile pocas veces y ha sido siempre en carroza. Pocas veces se convierte en una princesa, pero le dura poco. Pero debe cambiar su actitud. En mi caso, yo me convierto de la noche a la mañana en un defensor disruptivo, molesto, que busca la misma participación de los jueces y los fiscales en las audiencias. Y lo más importante de todo, hace hablar a sus defendidos por ellos, en contra de la vieja tradición de mantener en silencio a sus asistidos. Quise romper con todo eso y hacerme cargo de una defensa pública activista.    

 ¿Esa decisión es la que te hizo entrar a ese mundo?   

 Yo entré a trabajar a los 20 años en la Defensoría de Pobres y Ausentes, de pinche, cosiendo expedientes. Fui haciendo toda la carrera ahí y a los 30 decidí concursar el cargo titular de defensor, pero preferí hacerlo de adolescentes. Me pareció más interesante porque tienen más chances que los adultos, que ya están cocinados. Si yo estaba de entrada con el adolescente que ingresaba por primera vez al sistema podía tratar de evitar que ingresara después como adulto.  

 ¿Esta actitud rupturista tuvo algún costo?

 Yo sabía que cuando asumía mi tarea, por el tipo de inversión que iba a hacer y por el tipo de compromiso que iba a asumir, tenía un plazo de vencimiento. Y lo tuvo cuando inicié la causa con la cual se investigó el número de muertes como consecuencia de la inundación de la ciudad de La Plata en 2013, que me costó un juicio político del que luego fui absuelto. Pude renunciar sin ningún tipo de prontuario, pero si fue el costo político que pagué.

Las mujeres que asumen un rol de juezas de menores, lo hacen con un rol masculinizado porque el patriarcado judicial se los exige de ese modo.

Julián Axat

Retomando el título, ¿por qué un diario?

 En la justicia argentina no hay un registro de un magistrado que cuente en primera persona lo que fue el ejercicio de ese rol con algún intento de honestidad. Además retoma la voz de Roberto Arlt porque me pareció que las aguafuertes eran el registro más cercano a lo que yo quería escribir para que todo el mundo pudiera entender de qué estaba hablando. Yo no quería escribir un libro de derecho, una novela o más poesías. Quería escribir algo sencillo símil a algunas notas que salen en los diarios, con un registro cuasi periodístico y literario. Con eso buscaba transmitir la experiencia de lo que me tocó vivir.  

 En el libro hay un capítulo dedicado a “la piba” donde hacés mención de tres categorías de las feminidades que intervienen en el universo de la justicia a chicos, chicas y adolescentes. La primera figura es la piba chorra, ¿cómo la describís? 

 Las tres categorías son víctimas del patriarcado. La considerada piba chorra porque se le exige en los barrios reproducir una rudeza y una forma similar a la del pibe que asume un rol de provisión y violencia, por fuera de su autopercepción femenina, a modo de defensa. Entonces, muchas veces cometen los mismos actos y quedan atrapadas por las madejas de la policía. En el caso del libro, un hombre quiso abusar o acosar a “la piba” y ella se defendió porque estaba embarazada y se sintió desprotegida; fue víctima pero se convirtió rápidamente en victimaria al acuchillar. Sin embargo, ella es víctima de ese patriarcado. Y si bien el porcentaje de mujeres infractoras del sistema penal juvenil es bajo, en los casos que ocurre quedan prisionalizadas.  

 También está la jueza, una feminidad que encarna el poder desde un lugar masculino. ¿Por qué se da de esta manera? 

 Las mujeres juezas, que asumen un rol de juezas de menores, asumen un rol masculinizado porque el patriarcado judicial se los exige de ese modo y se involucran en un lugar masculino que exige juzgar los hechos como si fueran hombres, y dentro de los patrones de los hombres. Por ejemplo, a las madres de los chicos presos les dicen que han malcriado a sus hijos, y por eso se han transformado en menores delincuentes, por lo tanto hay que quitarles la patria potestad e institucionalizarlos y todas las figuras del patronato de la infancia contra esas madres que han hecho lo que han podido porque están tan atrapadas como esos pibes en un sistema de violencia, en un círculo de vulneración. Esas juezas, en vez de analizar la situación arrasan en el modo de juzgamiento con violencia simbólica masculina, tratando a esas madres de “malas” madres. Yo las considero juezas que de algún modo son alienadas y reproducen el sistema patriarcal sobre esas madres y sus hijos.          

 En tercer lugar mencionás a las madres. ¿Qué rol cumplen en este sistema?

 La tercera categoría, las madres víctimas que acompañan a sus hijos en el flagelo de sus vidas arrasadas por la violencia institucional, la droga y el encierro, son madres que asumen esas tragedias en su cuerpo junto a sus hijos, verdaderas heroínas del sistema. Porque muchas veces sus hijos son asesinados por la policía y tienen que continuar por la reconstrucción de la verdad, por lo que pasó y por la memoria de su hijo. En este caso yo le dedico el libro a una de esas mujeres, a Fernanda Nicora. Me pareció que este libro tenía que estar dedicado a una mujer así. Las madres de víctimas de la violencia institucional son descendientes de las Madres de Plaza de Mayo, que inevitablemente aparecen como la figura central de esta problemática. Es un libro que habla especialmente de los jóvenes varones de las barriadas que están atravesados por la violencia. Pero donde la figura de la mujer es central en esas vidas. Entonces, de algún modo el libro también tiene que abordar el tema de los feminismos tangencialmente, y su liberación de esas masculinidades que las atraviesan.     

 En otro capítulo traés a los pibes rubios. ¿En qué se diferencian de los protagonistas del libro? 

 Las infracciones al sistema penal están democráticamente distribuidas en los sectores sociales juveniles. Los jóvenes de clase media cometen delitos todo el tiempo. Con los autos de los padres, consumiendo narcóticos, llevándose algo de un negocio por jugar. El tema es que la policía no los atrapa. Porque no se fijan en ellos, porque no cumplen los estereotipos típicos que sí tienen los pibes de los barrios pobres. Ambos cometen delitos pero el sistema policial está preparado para atrapar solo a los segundos. Sin embargo, muchas veces ocurren raras excepciones donde es tan grosero el delito cometido por los pibes de clase media que quedan detenidos y hay que llamar a un defensor. Allí me he encontrado con pibes que tenían más dinero que yo. Me tocaba defenderlos hasta que el abogado que el papá les colocaba me desplazaba. Yo asumía la defensa de ese chico con toda dignidad como si fuera uno de los otros pibes, pero obviamente no tenía costo alguno. No tenía que hacer casi ningún esfuerzo, a diferencia de los otros pibes con los que tenía que hacer una labor descomunal. Porque el juez y el fiscal ya sabían que los tenían que largar inmediatamente, pues no eran parte del sistema, a pesar de haber cometido un delito grave.

 ¿En qué se parecen esos pibes y los otros?

 Muchos jóvenes de los sectores medios están lumpenizados. Se visten, hablan, escuchan la música y asumen la misma cultura lumpen que los otros pibes. Son pibes que viven en un country pero se ponen gorrita. Ahí hay una cuestión de subculturas muy interesante. Pero el sistema penal está preparado solamente para apuntar a los pibes pobres. La diferencia está en los costos que significa defender a unos y a otros. Los estudios de derecho penal siempre ponen el foco en la criminalización de los pobres pero habría que empezar a hacer una criminología de los sectores medios, explicar por qué no quedan atrapados. Cuáles son las formas que adoptan estos sectores sociales para salir rápidamente de las redes del sistema penal. 

«Estamos lejos de ser una juventud desinteresada»

«Estamos lejos de ser una juventud desinteresada»

Lucas Grimson publicó «Disputar el presente», un libro en el que reflexiona sobre la denominada Generación de Cristal. Qué lo une y qué lo separa de los jóvenes que votan a Milei. Entrevista publicada el 15 de noviembre de 2022.

Feminismo, pandemia, salud mental y el rol de la juventud respecto a la situación del país son tan solo algunos de los tópicos que se abordan en Disputar el presente: Una generación en busca de nuevos sentidos. Su autor, el estudiante de Ciencia Política de 21 años Lucas Grimson, dialogó con ANCCOM acerca del proceso de creación de su obra, qué implica ser joven hoy y qué pasa con lo que se conoce como «Generación de Cristal».

El libro -presenta su autor- trata de experiencias, recorridos, anécdotas y discusiones que atraviesan profundamente a nuestra generación, a quienes nacimos un poco antes o un poco después del 2001, que es una generación que está en disputa, en construcción. Hay distintos hechos a lo largo de nuestra historia más reciente que nos atravesaron, pero donde además nos involucramos. Uno de ellos es el estallido de la cuarta ola feminista a partir del 3 de junio de 2015, que a la vez estuvo atravesado por todos los años del gobierno macrista, que ya lleva 15 años en la Ciudad de Buenos Aires y estuvo cuatro como gobierno nacional. La juventud también estuvo ahí, movilizándose junto a las organizaciones sociales frente a los ataques del macrismo. Después de todo eso llegó la pandemia, que también vino a revolvernos como jóvenes e implicó un montón de cuestiones para pensar.”

¿Cómo surgió la idea de materializar estas discusiones en un libro?

La propuesta fue de la editorial Paidós hace poco más de un año, cuando la pandemia todavía pegaba bastante fuerte y habíamos vuelto a las restricciones. Si bien la idea me sorprendió, no dudé ni un segundo en emprender este proyecto, justamente para poder poner en palabras muchas discusiones que se venían pensando y militando.

 

Precisamente, ¿qué cuestiones sobre los jóvenes abordás en relación a la pandemia?

Mucho de lo que veníamos discutiendo antes de la pandemia se vio cuestionado en un grado mayor de profundidad. Si veníamos a partir del feminismo cuestionando las formas de relacionarnos, los vínculos sexoafectivos y la violencia, la pandemia también nos hizo repensar de otra manera los vínculos, atravesados por la virtualidad. Después, las restricciones que se hicieron implicaron discusiones respecto de nuestras libertades y nuestros derechos y también de las injusticias que se vieron a partir de eso, como a quién perseguía la policía y qué miedo se instalaba en ese sentido. Por último, la salud mental, que es un tema que afecta profundamente a la juventud. De hecho, hoy la tasa de suicidio en adolescentes y jóvenes en nuestro país es muy alta. Me parece que ahí la pandemia tuvo un efecto particular sobre el que todavía tenemos que trabajar.

 

¿Qué son los jóvenes según Lucas Grimson?

Creo que la juventud no es solamente una franja etaria determinada, sino también se caracteriza en distintos momentos por distintas cuestiones. Hoy es importante decir que no somos un sujeto desinteresado, nos involucramos por lo que nos importa, por lo que nos preocupa, por nuestras urgencias. Hay una frase que está muy remarcada en el libro, que la dijo una vez la compañera Victoria Freire en una actividad: «Las generaciones se construyen cuando logran correr el límite de lo posible». Creo que la juventud hoy se caracteriza por eso.

 

¿Qué es lo que diferencia a los jóvenes de hoy respecto a los de otras épocas?

Creo que generación tras generación se van construyendo distintas luchas, cada una tiene distintos compromisos. Hay generaciones anteriores a la nuestra que tuvieron profundas luchas, con mucho compromiso, como la que se propuso organizarse frente al estallido del 2001 y hubo otras muy comprometidas con los derechos humanos, por la memoria, la verdad y la justicia. Como generación, hoy tenemos el desafío de poder marcar cuáles son nuestras banderas, cuáles son nuestras urgencias y a partir de eso que se entienda que estamos lejos de ser una juventud desinteresada. Queremos justamente construir nuevas formas organización, nuevas formas de intervención y especialmente nuevas formas de hacer política que nos permitan seguir apostando a esa herramienta como una herramienta de transformación.

 

¿Tu definición de jóvenes también incluye a sectores libertarios?

Esa es una discusión que tenemos que asumir. En primer lugar, no podemos negar que hoy existe una parte importante de la juventud que banca a Milei. Creo que ese sector viene con una especie de fachada de rebeldía, pero en realidad intenta reproducir lógicas y propuestas viejas para nuestro país que ya fracasaron y que además están atravesadas por una profunda violencia. Me parece que para dar esa discusión hay que entender también de dónde surge ese discurso, a quiénes viene a interpelar y entender esa diversidad dentro de la juventud.

 

¿A qué crees que se debe el crecimiento de esa tendencia? 

Estamos en un momento donde es muy difícil ser joven en el mundo y en nuestro país en particular por motivos sociales, políticos, pero especialmente por la crisis económica. Hay un malestar social que se construye a partir de eso y el sector representado por Milei viene a tomar esa bronca para profundizarla. Sin embargo, me parece que a nosotres también nos enoja el contexto tan difícil en el que estamos y lo que tenemos que hacer con ese enojo es transformarlo en organización y en respuestas que nos permitan salir de esta situación.

 

Entonces, más allá de las diferencias ideológicas entre jóvenes de distintos colores políticos, ¿existen similitudes?

Efectivamente hay preocupaciones en común como la cuestión del trabajo, la cuestión económica, cuestiones vinculadas con la vivienda, con la educación, con la libertad, pero en cuanto profundizamos un poco nos damos cuenta que toda la forma de responder a eso parte de ideas muy distintas. Tiene que ver principalmente con discutir qué intervención queremos frente a eso y cuál es el rol del Estado. También, respecto a la libertad, no podemos pensarla como si no tuviéramos a nadie alrededor. Construir más libertades para todes implica hacerlo con un sentido solidario profundo, con una perspectiva más comunitaria para que sea una libertad más colectiva. Esa es la discusión que tenemos que dar en un momento en el cual hay múltiples sectores de la sociedad que empujan a que todo tienda hacia el individualismo.

Estamos en un momento donde es muy difícil ser joven en el mundo y en nuestro país en particular, por motivos sociales, políticos, pero especialmente por la crisis económica.

Lucas Grimson

¿A qué te referís en el libro con «Generación de Cristal»?

Como juventud construimos una sensibilidad que nos permite tener empatía frente a lo que le pasa al otro, tener registro frente a las injusticias y especialmente sentir la necesidad de hacer algo para transformar todo eso. La idea de la «Generación de Cristal» se suele usar para criticar esa sensibilidad, tildándola de cierta exageración, de que no nos bancamos nada, de que somos frágiles. Eso aparece frecuentemente frente a temas de género y la salud mental y siento que ahí lo que pasa es que muchos se olvidan de la gravedad de esas situaciones.

 

¿En qué sentido?

Cuando discutimos la salud mental, queremos discutir lo que nos pasa cotidianamente porque entendemos que afecta a nuestra vida, pero también porque vemos esa tasa altísima de suicidios en adolescentes y jóvenes. Seguimos discutiendo temas de género porque entendemos que no hay, como algunos quieren instalar, una supuesta nueva hegemonía feminista donde ya se habrían solucionado todos los problemas, sino que seguimos viendo femicidios prácticamente todos los días. Entonces, me parece que justamente ahí hay toda una lógica que se arma y que resulta necesario cuestionarla y desarmarla. Creo que es importante que nos entendamos como una generación que toma la palabra, que busca activar frente a las urgencias, las necesidades y las preocupaciones que tenemos. El libro es una invitación a seguir abriendo preguntas y a seguir compartiendo reflexiones. Espero que sea una herramienta más de debate en ese sentido.

«El fascismo está resurgiendo en distintos lugares del mundo»

«El fascismo está resurgiendo en distintos lugares del mundo»

El sociólogo Daniel Feierstein señala que los gobiernos populares o de corte socialdemócrata no están resolviendo los problemas de las grandes mayorías y que eso genera campo fértil para el crecimiento de corrientes fascistas en Argentina y en diversos países. “Es importante construir frentes y acuerdos en las estructuras políticas que cierren la puerta a estos movimientos”, plantea. Entrevista publicada el 3 de noviembre de 2022.

Una serie de personas y agrupaciones lleva guillotinas a manifestaciones callejeras emulando el asesinato de los funcionarios públicos del oficialismo. Después se los vincula con las ideas que desembocaron en el intento de asesinato de la vicepresidenta. La figura de Javier Milei gana popularidad y se vincula con partidos como Vox de España. El neofascismo gana la presidencia en Italia. El bolsonarismo sigue siendo fuerte en Brasil. A raíz del intento de asesinato cometido contra Cristina Fernández, algunas personas se preguntan si todos estos hechos y situaciones que suelen vincularse con lo que se conoce como la derecha significarán un resurgimiento del fascismo en todo el mundo, un nuevo impulso de un movimiento político violento y perseguidor del exterminio. Para buscar respuestas a esa inquietud ANCCOM conversó con Daniel Feierstein, sociólogo experto en movimientos genocidas.

¿Existe un avance de las ideas y las políticas de derecha a lo largo del mundo?

Yo veo que hay un resurgimiento no sólo de las ideas de derecha, sino de una especificidad que es el fascismo o el neofascismo. Es algo muy particular, esto es, la derecha tiene distintas modalidades, hay una derecha liberal, hay una derecha conservadora. El fascismo, a partir del fin de la Segunda Guerra, cayó en descrédito por lo menos hasta el fin del siglo XX, y lo que veo con preocupación es que está resurgiendo en muchos lugares del mundo. Y entonces hay que preguntarse qué significa que haya una derecha fascista, porque nos cambia muchas cosas, es una forma política muy distinta que otras formas de la derecha y hay que entender cuál es su especificidad, cuál es su riesgo y cómo se lo confronta.

A veces se usa el término derecha y el término fascismo de una forma casi indiferenciada. ¿Cuál es la distinción que hacés entre esos dos términos?

El problema del término es que hay dos abordajes que son muy empobrecedores. Uno es usar fascismo como insulto, que se ha utilizado mucho: todo el que no está de acuerdo con vos es fascista. Entonces lo que tenés es que toda la izquierda acusa de fascista a cualquier pensamiento de derecha, el antiperonismo acusa de fascismo al peronismo, cualquier autoritarismo es acusado de fascismo, la derecha acusa a la izquierda de ser izquierda fascista… Toda esa lógica de insulto no te permite entender la especificidad del fascismo. Después hay otra forma, también muy pobre, que piensa que solamente puede haber si ocurre exactamente lo mismo que ocurrió en el nazismo alemán o en el fascismo italiano. Unos ven fascismo en todos lados y otros no lo ven en ningún lado, y ninguna de las dos cosas sirve mucho. Yo creo que el corazón de la estructura del fascismo, sobre todo desde los análisis de los autores marxistas del siglo XX -que me parece que son los más ricos para pensarlo – tenía que ver con tres características.

Primero, que es una realización de la victoria del capital, una forma específica que ocurre cuando avanzan los procesos de consolidación de hegemonía de los sectores dominantes; por eso es una realización de la victoria, no solamente contrarrevolucionaria, sino que es un momento de avance sobre los derechos de los sectores populares. El segundo elemento es que está constituido por una movilización reaccionaria, y eso es muy importante porque significa un consenso activo. Muchas veces los regímenes autoritarios logran consensos pasivos, esto es, la población acepta el régimen existente; eso no es fascismo, que se constituye cuando la población participa activamente en las acciones violentas, por lo tanto, en ese sentido, es una movilización, popular pero reaccionaria, que busca defender valores regresivos, que van por una mayor injusticia, por una menor igualdad. En ese sentido son reaccionarios. Y lo tercero es que el fascismo logra una irradiación capilar del odio: lo utiliza como herramienta política. Esto también es una especificidad, porque te diría que las dictaduras autoritarias generalmente logran irradiar capilarmente el terror, y por eso paralizan y logran un consenso pasivo. Mientras que el fascismo, al lograr irradiar el odio, moviliza y logra un consenso activo.

Todos estos elementos sirven para pensar que estas afirmaciones de que cualquiera es fascista nos impiden ver dónde está el verdadero fascismo. Por ejemplo, para pensar en nuestro país, sería absolutamente incorrecto plantear que el principal conglomerado opositor, Juntos (por el Cambio), es fascista. Porque tiene muchos sectores en su interior. Algunas de sus fuerzas están empezando a articularse de modo fascista, por ejemplo Patricia Bullrich. Pero eso no quiere decir que Larreta, o Manes, o Morales u otras figuras de ese entramado político merezcan esa calificación. Me parece que hay que ser cuidadoso, porque es una diferencia muy importante la del fascismo, y comprender su avance es central para poder confrontarlo.

Incluso es muy interesante lo que pasó en esta fuerza nueva, en [sic.] Avanza Libertad, porque Milei ha empezado cada vez más a coquetear con discursos fascistas y a articularse con sectores claramente fascistas como Bussi en Tucumán. Pero al mismo tiempo le aparece, dentro de su partido, un Carlos Maslatón que lo comienza a denunciar y a desafiar justamente por ese desbande fascista. Son todos neoliberales, pero eso no quiere decir que neoliberal es lo mismo que fascista. Económicamente quizás están todos de acuerdo, pero no plantean la misma estructura de armado político, y en ese sentido me parece muy importante la distinción.

¿En qué manifestaciones concretas ves este resurgimiento del fascismo? ¿Lo ves en Brasil e Italia? ¿Y acá, con el atentado a la vicepresidenta?

Yo creo que se va viendo en distintos lugares del mundo. Brasil es una de las avanzadas más fuertes porque en Brasil empieza un poco antes de Bolsonaro, en Brasil empieza con una cantidad de acciones ya después de la destitución de Dilma, con el gobierno de Michel Temer, una serie de ataques al movimiento popular que son generados por grupos que se auto organizan de la derecha, y esos grupos van a ser fundamentales en la constitución de lo que después va a ser el movimiento político de Bolsonaro. Entonces, uno ve que comienza a aparecer y después de pronto aparece algún líder que empieza a articular esos movimientos, que inicialmente parecen como más dispersos. En Argentina diría que estamos en ese momento de cierta dispersión que se vio en el atentado; grupos que se están investigando, como Jóvenes Republicanos y Revolución Federal, claramente operan de esta manera fascista, o mismo el grupito de Sabag Montiel, Brenda Uliarte y demás. Ahora, no se puede decir que estén ya articulados en un movimiento político, pero sí que tienen lazos con distintos movimientos políticos, como el de Milei, o el de Espert; tienen lazos con Patricia Bullrich y otros sectores dentro del PRO.

Incluso diría que hay también algunos lazos importantes dentro del peronismo, quizás la figura más clara es la de Berni, que permanentemente está forzando estructuras clásicas del fascismo desde el peronismo; pero así como Berni podés tener un Guillermo Moreno, o el periodista (Santiago) Cúneo. Distintas figuras que apelan al antisemitismo, a la manipulación del odio, al discurso antiinmigrante, punitivista en términos de seguridad que busca movilizar los resentimientos sociales, en contra los planeros; o sea, la estigmatización de los desocupados. Aparece toda una serie de figuras y de motivos que con más o menos fuerza van armando un conglomerado fascista más allá de que en nuestro país todavía no se haya consolidado claramente en una representación política como la que puede tener en Brasil con Bolsonaro, o la que puede tener en Francia, Alemania, Italia o Hungría.

El fascismo ha sido muy eficaz siempre en su capacidad de sublimar o reconducir el malestar.

Daniel Feierstein

Siendo algo tan transversal, que no es exclusivo de un partido, ¿qué convierte a un grupo de personas en fascistas si no es su alineación partidaria?

Hay dos tipos de pregunta, una sería cómo lo identificamos, y eso es lo ya planteado de las tres características clásicas del fascismo. Eso por un lado; por otro lado, cuáles son los motivos profundos de que esto comience a crecer en distintos sectores, y ahí me parece que hay varios elementos. Creo que el fascismo ha sido muy eficaz siempre en su capacidad de sublimar o reconducir el malestar. Y entonces la pregunta es de qué está hecho hoy ese malestar. Me parece que en todo el mundo -esto no es propio de Argentina- los gobiernos, sea de matriz popular, sea de corte socialdemócrata, hace mucho tiempo que no están resolviendo la situación de las grandes mayorías de la población, esto por un lado. Entonces hay un malestar muy de base, estructural, económico, en sectores que están cayendo en la escala social, con una movilidad social descendente que va generando un profundo malestar que te deja el terreno muy fértil para proyectarlo a través del odio.

Por otro lado, tenés todo lo que ha sido el avance tanto en lo que podríamos llamar políticas de minorías, más allá de que no siempre sean minorías, porque las de género claramente no son de minorías, pero sí tiene que ver con identidad sexual, o con grupos étnicos, o con inmigrantes, o con distintos grupos que lo que va generando es una fractura dentro del campo popular que produce que, particularmente, los hombres jóvenes blancos se sientan… Wendy Brown dice destronados, me parece que es un poco injusto llamarlo destronados, yo diría claramente discriminados en ese sentido, por un conjunto de políticas que los construyen como el mal con mucho dogmatismo, te diría, y que entonces los arrojan en las manos del fascismo, porque yo creo que estos distintos movimientos sociales no tienen política para esa gente que es muchísima gente. Esto es, para los trabajadores pobres, jóvenes, blancos, hombres. Es muchísima población, a la cual no se le está ofreciendo una alternativa política y entonces son lógicamente cautivados por el fascismo. Me parece que ahí hay un problema serio, pensar cómo se han encarado muchas de esas luchas en términos de una lucha muy corporativa y que ha fragmentado mucho al campo popular.

Tenés el gran problema económico de fondo, el problema de esta izquierda cultural, si lo queremos llamar de alguna manera, que ha tendido a fracturar las lógicas de reclamos, y por último tenés una transformación muy fuerte de las formas de subjetivación, cómo construimos la idea de nosotros, las nociones de identidad, que tiende a facilitar la lógica del fascismo porque ha habido un aumento muy fuerte del narcisismo, mucha dificultad para registrar al otro, mucha facilidad para adherir a visiones paranoicas de la realidad, visiones conspirativas. Y podríamos poner el agregado de que las redes sociales, por su propia estructura, facilitan todo esto también, porque hacen caer mucho las inhibiciones sociales. Todo un combo que va generando un poco el terreno fértil para el avance en todo el mundo del fascismo.

¿Existe alguna manera de al menos empezar a resistir o frenar ese avance?

Yo creo que sí, lo que pasa es que implica la acción en muchos planos al mismo tiempo, me parece que por un lado el campo popular debe recuperar sus banderas. No hay movimiento popular sin resolver la situación de las grandes mayorías; no es que haya que abandonar las conquistas de la izquierda cultural, pero no van a poder sostenerse sin conquistas de fondo en el sentido de mejorar la situación de los que menos tienen. Me parece que esto tiene que ser una prioridad fundamental.

Segundo, me parece que hay que asumir de qué están hechos los malestares contemporáneos y cómo proponer más allá de esta cuestión más de fondo, una política más inclusiva en términos incluso de las propias políticas culturales. Me parece que hay un desafío muy interesante para los movimientos sociales, me parece que es un desafío muy interesante para el feminismo, pensar cómo puede continuar su lucha, que ha sido la más potente de la última década, pero bueno, cómo puede hacerlo de un modo que logre articular con otros colectivos sociales, que logre dar cuenta de otros efectos igualmente importantes del machismo en los lazos sociales, incluso del sufrimiento masculino producto del machismo.

Me parece que hay cosas muy interesantes a explorar que no se están haciendo, y también hay muchísimo para explorar en las redes sociales, en términos de que el algoritmo que hoy regula gran parte de las redes sociales no es el único algoritmo posible. Tanto para los sectores políticos como, sobre todo, para el campo de la programación, de la ciencia de datos, es un desafío riquísimo pensar si no puede pensarse en otros algoritmos, si es inevitable que la viralización tenga que ser aquello que en el ámbito privado le hacemos más click, o si uno no puede pensar que no puede haber otras lógicas de viralización que puedan priorizar otras cosas, y esto me parece que son decisiones tanto políticas como técnicas que son muy ricas para poner sobre la mesa.

Y, por último, está la importancia de construir frentes antifascistas, de poder lograr acuerdos en las estructuras políticas que les cierren la puerta a estos movimientos fascistas. Ninguna de las lógicas funciona sola, por eso me parece que hay que actuar al mismo tiempo en muchos planos. Y que es urgente e indispensable poder empezar a asumirlo.

«La vida no es política, incluso para las organizaciones políticas»

«La vida no es política, incluso para las organizaciones políticas»

El historiador Hernán Confino publicó su tesis «La Contraofensiva: el final de Montoneros», donde estudia aquel regreso de la militancia desde un punto de vista alejado de la condena moral y de la valoración heroica. Entrevista publicada el 29 de noviembre de 2022.

Hernán Confino, doctor en Historia por la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (EIDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en la EIDAES, da a conocer los principales núcleos temáticos de su reciente publicación La Contraofensiva: el final de Montoneros, una tesis indispensable para la comprensión de nuestra historia reciente, los setenta, la lucha armada y la historia de Montoneros. “La Contraofensiva, lejos de ser una excepción, era totalmente coincidente con los repertorios previos de Montoneros”, señala. Evitando incurrir en una patologización de los actores implicados o redundar en un balance político o ajuste de cuentas generacional, Confino se propone una comprensión histórica de la Contraofensiva estratégica. Para tal fin, emplea un registro alternativo a los esquemas analíticos que la conciben desde la impugnación moral o la recuperación épica.

-¿Cómo surge tu interés por este fragmento de la historia reciente?

Estaba terminando la carrera de Historia en la UBA y me inscribí en un seminario de historia oral. La historia oral es una metodología para construir fuentes a través de entrevistas y testimonios. En una oportunidad, se acercó una comitiva de Abuelas de Plaza de Mayo que tenía por finalidad encontrar entrevistadores para el Archivo Biográfico Familia. Inmediatamente me incorporé y permanecí allí durante varios años, lo cual me permitió entrar en contacto con historias de los años setenta. Yo ya había realizado algunas lecturas, sobre todo aquellas relativas al periodismo mainstream: Miguel Bonasso, Eduardo Anguita, Martín Caparrós… Un día entrevisté a un ex-militante que me hablaba del retorno de Guillermo Amarilla (dirigente montonero desaparecido en 1979) a la Contraofensiva. Yo desconocía qué era la Contraofensiva, y ahí quedó la semilla. Finalizada la charla fui a buscar al respecto y encontré muy poco material, donde lo poco que había era en un registro distinto al que me interesaba pensarlo. Era más bien un registro de no-ficción o memoria autobiográfica. Consiguientemente, armé un proyecto para CONICET sobre la contraofensiva, contemplando también la importancia de articular lo que había sucedido en el exilio.

-¿Cómo abordás la Contraofensiva montonera? ¿Cómo interpretás esa experiencia?

Es una pregunta muy amplia. Vayamos de los más central a lo más accesorio. Primeramente, necesité ver qué es lo que estaba escrito. Lo que encontré fue, por un lado, las tramas atrapantes, con un fuerte componente épico, buscadas y desarrolladas por el periodismo. Un ejemplo es la serie de cortos de Telefé llamada Cortos a la medida de la historia. Lo que noté es que la Contraofensiva está tomada como una suerte de excepción, como algo apartado de la historia de Montoneros. Priman los balances políticos y las autocríticas, tanto de quienes habían participado como de quienes se habían negado a participar, componiendo así una hermenéutica de la derrota. Yo me propuse hacer una reconstrucción histórica. No me interesaba hacer una síntesis política de esta experiencia político-militar. Me interesaba comprenderla en su contexto. Entonces noté que la contraofensiva, lejos de ser una excepción, era totalmente coincidente con los repertorios previos de Montoneros.

¿Cómo se relacionaban la política y la violencia al interior de Montoneros?

El arma del historiador y la historiadora es la historización. Esto es, tratar de ver cómo se fueron dando determinadas discusiones. Para nuestro caso es central pensar en el espíritu de época de la transición democrática en la Argentina. Muchas de las lecturas sobre estas organizaciones en los primeros años ochenta cristalizan la idea de que la política y la violencia eran antagónicas. Esto se explica a partir de los horizontes de sentido de ese momento. La democracia que se quería construir estaba pensada como la ausencia absoluta de toda expresión de violencia y condujo a que muchos ni siquiera adjetiven la violencia. Se llega a equiparar la violencia estatal con la violencia insurgente, embolsando todo en un mismo autoritarismo que la Argentina quería dejar atrás. Esas primeras miradas de los ochenta generan una oposición taxativa entre política y violencia. Ahora bien, la forma en que se hacía política en los setenta asumió otros sentidos y puso en función otros medios. Y esto no se circunscribe a la Argentina. Ocurrió globalmente ya que existieron organizaciones guerrilleras en todo el continente americano, en Europa, en Asia y África.

Podemos apreciar que durante la contraofensiva el mensaje político de Montoneros no encuentra destinatario. ¿Es justamente en la transformación de esos horizontes de sentido donde radica una de las causas objetivas del rechazo social al mensaje montonero?

Podemos aseverar que la legitimidad de Montoneros se había diluido desde antes. Yo creo que el descrédito se originó en los enfrentamientos al interior del movimiento peronista, la ruptura de Montoneros con Perón. En 1976 plantean la construcción del montonerismo como una suerte de vanguardia, de fase superior del peronismo, y no funciona. Ya en abril de 1977, cuando lanzan el Movimiento Peronista Montonero, intentan reincorporarse a las filas del peronismo pero son rechazados por los restantes actores integrantes, entiéndase el sindicalismo y el peronismo institucional. Al respecto, como bien explica Marina Franco en sus trabajos, pienso que el rechazo social a Montoneros se debe en gran parte a cómo se fue construyendo la idea de un enemigo interno encarnado en estas organizaciones guerrilleras. El principio de legitimidad de la dictadura frente a la sociedad fue el consenso antisubversivo, la necesidad de terminar con la subversión. Mientras Montoneros siguiera apareciendo como una organización que estaba viva, paradójicamente y a su pesar, lo que seguía haciendo era otorgar espesor a la misión de las Fuerzas Armadas de aniquilar a la subversión. La creencia de obtener popularidad social por adscribir al mandato sacrificial era desarmada por la eficacia del discurso oficial de las Fuerzas Armadas. Una de las principales cuestiones que unifica a las Fuerzas Armadas es la necesidad de terminar con el enemigo interno. Un enemigo interno pensado como extranacional, que no tenía nada que ver con las cuestiones argentinas.

Montoneros intenta resistir primero a la dictadura acá, pero muy pronto se dan cuenta, sobre todo, después del asesinato de la primera plana del ERP, que si permanecían en la Argentina iban a ser rápidamente borrados del mapa. Por consiguiente, optan por el exilio. Quienes plantean un desvío militarista, lo que no toman en consideración es, en primer lugar, toda la dinámica bélica que tiene la comprensión de la política de Montoneros desde su inicio. En segundo lugar, Montoneros siguió haciendo política de superficie en el exterior cuando ya no se podía hacer acá. En síntesis, la dimensión pública de la militancia persiste pero en otro lugar.

En un pasaje de tu tesis planteás que en la Contraofensiva no todos eran soldados.

La mirada que queda sobre la contraofensiva la reduce a una política militar. Yo lo que trato de mostrar en mi libro es que es, más bien, un política concebida integral, con una dimensión de propaganda, una dimensión de tratativas políticas y, obviamente, una dimensión militar. Esta última dimensión termina, de alguna manera, engullendo al resto de los elementos. Cuando digo que no todos eran soldados lo pienso con la intención de ampliar la mirada que existe sobre la organización. Muchas veces se impone una mirada estrictamente normativa sobre la historia de estas organizaciones. Sin embargo, en mi indagación percibo que estas organizaciones intentaron echar mano a todo lo que tenían a su alcance.

Esto permite encuadrar a Montoneros en una identidad colectiva heterogénea.

Exacto. Además permite pensar algo que también se da entre 1979 y principios de los años ochenta, que es el pasaje de la oposición a la dictadura desde una mirada revolucionaria y armada a una mirada democrática y progresista. Había una sociedad que no quería saber nada con los métodos armados. Si observamos un diario de1977, de 1980 o de 1981, las menciones al terror son referentes a las organizaciones armadas. Existía un consenso en los setentas de que las Fuerzas Armadas estaban respondiendo a una agresión previa (la de las organizaciones), y en carácter de árbitro venían a restaurar la vigencia de la constitución en Argentina. Hay un libro de Marina Franco del 2018 que se llama El final del silencio donde ella muestra que el descrédito a la dictadura es primeramente de carácter económico. Solo a partir de ahí empiezan a ingresar las críticas por la represión.

Incluso la Multipartidaria no demostró mucha preocupación por revisar “el problema” de la lucha armada. Existía una preocupación de corte pragmático al decir “no queremos que la democracia herede el problema de los desaparecidos, las FFAA tienen que dar respuesta”. (Ítalo) Luder planteó la validez de la autoamnistía. Se cristalizó un discurso antiviolencia al que no le importaba de dónde viniera la violencia. Es menester resaltar que la comprensión polar de la violencia, es decir, un polo a la derecha, un polo a la izquierda y la sociedad indefensa en el medio, es predictatorial. La Teoría de los Dos Demonios no es una invención post dictatorial.

Sobre las fuentes a las que apelaste, el Proceso es reconstruido mediante un relato coral que pone el foco abajo, en los márgenes y se basa mayormente en el testimonio memorial de los militantes de menor rango. ¿Por qué tomaste esta decisión?

Sostengo que la historia de Montoneros ha sido reconstruida desde una mirada muy sinecdóquica, esto es, de la parte por el todo. Se limita a figuras como Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja. Se suele partir de la prensa partidaria, escrita exclusivamente por la cúpula, y de alguna manera realizan un pasaje de eso que estaba allí a toda la organización, a todos los militantes. Yo empecé a darme cuenta en las entrevistas que no todos los militantes leen los análisis de situación que compartía la conducción, incluso no todos los militantes que vienen a la Argentina en 1979 determinan su regreso basándose en esas hipótesis.

Hay quienes vuelven porque no soportan el exilio, o quienes sentían culpa porque compañeros de toda la vida habían sido secuestrados y les daba culpa estar en el exterior. Muchas veces se establece una mirada normativa, cartesiana, sobre los sujetos del pasado. Entonces, yo siempre planteo en mis clases: nuestras preferencias e identidades políticas no son cuestiones meramente razonadas, sino que intervienen un montón de factores. La vida no es política, incluso para las organizaciones políticas. Cuando estudiamos organizaciones políticas pensamos que todo era producto de un debate racional, La idea de ampliar el foco y mirar a otros militantes que no tenían poder interno pero que si se sentían representados por la organización, creo que contribuye a refractar nuestra explicación.

Señalás que “la Contraofensiva fue producto de una decisión dividida”…

-Formalmente la Contraofensiva es aprobada por unanimidad. Pero, que todos estén de acuerdo no quiere decir que todos estén estrictamente convencidos, sino que también habla de cómo una organización como Montoneros, fuertemente verticalista y a tono con una mirada bélica de la política, piensan la política como guerra, construyen un ejército. El margen para negarse a una decisión colegiada no existía. El centralismo democrático es más centralista que democrático. Yo lo que trato de mostrar es que si bien fue aprobada por unanimidad,  después hubo quienes empezaron a dudar durante su realización, quienes ya dudaban desde el principio y quienes empezaron a dudar, a construir una interpretación sobre sus propias vidas, cuando ya estaba el resultado puesto.

Planteás que las disidencias en torno a la Contraofensiva no son las únicas causales de la descomposición de la organización, sino que hay contradicciones que se arrastran desde el origen del movimiento.

Sí, las disidencias ya se pueden rastrear en 1972. Creo que hay una gran punto de quiebre, de discusión, relacionado con la autocladestinizacion de septiembre 1974, Montoneros pasa a la clandestinidad y eso de alguna manera deja un poco al descubierto a militantes que eran de superficie. Además, la conducción decide dejar de ser una organización política para pensarse en el marco de un partido leninista, centralizando recursos, dinero, armas. En este momento se registran discusiones en las distintas regionales. Las fricciones con Columna Oeste, Columna Sur y La Plata lo ejemplifican. Estos son años fundamentales. En ese momento también escribe Rodolfo Walsh.

Uno de los objetivos de tu proyecto fue realizar una reconstrucción historiográfica carente de tono épico-heroico y/o de impugnaciones morales…

-Exacto. Ese es el punto. Cómo hacer una reconstrucción histórica que no caiga en la impugnación moral de “como usaron las armas, estos son unos delincuentes y no merecen ser estudiados” o en la recuperación épica de “como combatieron a la dictadura, no se critica nada”. La primera edición del libro de Richard Gillespie en castellano es de 1987. No casualmente él era británico. Era algo que la academia argentina no podía labrar. El libro lo prologa Félix Luna. Este último introduce el texto diciendo: “Lo que ustedes van a leer a continuación es la historia de una locura”. Desde esa marca de irracionalidad que se le dio al Proceso tuvieron que pasar muchos años para que comenzara a correr la cantidad de tinta, la cantidad de ex-militantes, de investigadores, de periodistas que abordaron este tema. Recién ahora tenemos la posibilidad de pensar en otras racionalidades y no en irracionalidad.

El enviado de Karl Marx a la Argentina

El enviado de Karl Marx a la Argentina

Néstor Leone publicó “Soplar sobre cenizas”, su primera novela de ficción basada en la llegada al país de Raymond Wilmart, un estrecho colaborador del autor de «El Capital». ¿Era posible la revolución en Buenos Aires? Entrevista publicada el 12 de octubre de 2022.

Néstor Leone es sociólogo y periodista. Este año publicó su primera novela sobre Raymond Wilmart, un personaje de quien poco se conoce. Fue el enviado de Karl Marx a la Argentina luego de la Primera Internacional Socialista. ANCCOM conversó con el autor quien contó cómo fue el proceso de investigación y elección del género.

 

¿Cómo y cuándo surgió la idea de Soplar sobre cenizas?

Surgió de manera abrupta. Hace unos años no me hubiese visto escribiendo novelas, lo mío son los textos periodísticos y el ensayo político. Pero me estaba rondando la idea en los últimos años. La novela la escribí de manera muy rápida, en menos de un año y creo que le encontré la voz, el registro al personaje y eso favoreció. Wilmart llegó a mi de manera indirecta y de distintas formas, había leído la novela de Andrés Rivera El Farmer y ahí aparecía marginalmente en un párrafo la existencia de ese belga que había venido enviado por Marx a la Argentina. Después, en dos libros de Horacio Tarcus, hay una breve biografía y las cartas que le envió a Marx desde Buenos Aires y para mí fue una intriga. Empecé a escribir de esa manera, soltando un poco la pluma, prefiriendo más la novela como género en vez del ensayo o la biografía. Me parecía que de esa manera podía desplegar mejor las tensiones, las contradicciones, los fantasmas que fui viendo que atravesaban la vida de Wilmart. Cuando empecé a pensarlo encontré otras aristas que me parecieron mas ricas todavía, su historia. Por ejemplo, su vínculo con Mansilla, su participación en la represión de la rebelión de López Jordán en Entre Ríos, la pregunta sobre las categorías que traía consigo para ver en ese levantamiento del otro, la barbarie y no el sujeto a desplegar o a desarrollar. Y después su relación con la élite. Esas me parecieron facetas muy ricas para desarrollar en una novela y que puestos en un ensayo o una biografía me parecía que lo iba a encorsetar.

 

¿Cuánto tiempo le tomó investigar sobre Wilmart?

La investigación caminó a la par de la escritura. Comencé a escribir, tenía algunos datos biográficos sobre su vida, conocía mucho el contexto de época entonces me fue más fácil desarrollar. Seguí haciendo la investigación, leyendo lo poco que había sobre su vida y el origen de ese marxismo preliminar en la Argentina. Pero no quise tener más que esos diez o quince datos biográficos que me permitieron estructurar la novela ya que pretendía que hablase el personaje desde su ancianidad para reconstruir su historia y, de alguna manera, también para cambiar ese pasado, por lo menos, hacerlo dialogar con ese presente en la década del treinta. Me di cuenta que debía situarlo en la década infame que es una época de grandes cambios a nivel global y también en la Argentina, de grandes transformaciones que pudieron haber hecho entrar en crisis a las certezas con las que él venía y con las que se había formado y había desarrollado su tarea académica y como abogado. Me pareció que en una época en que también habían entrado en crisis sus valores y sobre eso no había información, no había textos de Wilmart. Cuando digo que llegó el 19 de octubre de 1872 la fecha es real y concreta, cuando digo que se alistó en el ejército regular de línea para sofocar la rebelión de López Jordán es tal cual, lo mismo cuando va a reagrupar o, por lo menos eso intenta, a los comuneros que habían huido a Córdoba de la represión de la Comuna de París. Lo mismo respecto de su relación con una hija de la élite cordobesa, son todos datos concretos y certeros lo mismo que su regreso a Europa en 1911, luego del centenario. También su relación con Marx y Paul Lafargue, el yerno de Marx, o su vínculo con Mansilla. Eran todos datos biográficos concretos, y me propuse la tarea de ver qué hacer con ellos, convertirlos en ficción, ver cómo desde la ancianidad él podía reconstruir esa historia, ponerla en tensión y de alguna manera abordar ese pasado resignificándolo. Esa fue la tarea, no me quise ceñir a más datos biográficos duros porque me parecía que la historia iba por otro lado, es en definitiva un hombre con una larga historia de contrastes y antagonismos frente a la muerte. Una cosa bien universal que trascendió las meras cuestiones biográficas, que están de hecho.

En la novela, Wilmart le habla a un otro que no podemos saber quién es y reitera en varios pasajes los casi 85 años que está por cumplir.

¿Quién es ese otro? ¿Él mismo?

Esa fue la idea, que su interlocutor no tuviera nombre, no tuviera rostro, no tuviera historia. Solo el dato que tienen la misma edad que tenía él al llegar a Buenos Aires. La novela es una especie de larga entrevista de cinco encuentros. Se puede pensar como un simple joven interesado en la historia de este hombre que tenía mucho para contar, se puede pensar como un enviado de la familia para rescatar los documentos, las cartas, las fotos que él atesora y que compromete ese status ya consolidado en su relación con lo que era Marx en ese contexto: un hecho maldito de la historia para una familia burguesa miembro de la élite. O podría pensarse como el otro en los términos de Borges, ese diálogo con un espejo que es él mismo cuando tenía los 22 años preguntándole sobre el recorrido posterior de su vida. En la novela no está resuelta la cuestión, lo dejo ahí. Se puede leer como cualquiera de las tres opciones. Es deliberado, tomé la decisión de que fuese así, no darle más pistas al lector, ni siquiera están las preguntas que él le va haciendo es una decisión que me parecía que funcionaba y que enriquecía la novela y la trama.

 

¿Puede leerse como una novela histórica?

No la pensé como novela histórica, traté de centrarme en la persona y en la reconstrucción que iba haciendo de esos momentos. Traté de alejarme de los parámetros habituales de la novela histórica por eso hay algunos giros, repeticiones para situar la trama y la voz del personaje; en ese lugar contiguo a su biblioteca como dice persistentemente. Esa fue la idea, correrla del tradicional tratamiento que tienen las novelas históricas, lo que no quiere decir que no haya historia concreta y real pero donde lo hay también es a partir de una interpretación de la historia porque mientras reconstruye también hace un ejercicio crítico de esa historia vivida. Uno puede intuir también y deja trascender que es un ejercicio crítico respecto de su propia intervención en la historia de manera socarrona, con sorna caracteriza esas diferentes intervenciones. Pero también cómo tomó y aplicó él las categorías rudimentarias del marxismo. Hay varios ejercicios críticos ahí. No la pensé como novela histórica sino como la novela de un personaje. Es Raymond Wilmart en su biblioteca, reconstruyendo su pasado y ejerciendo sobre ese pasado una operación ficcional y literaria.

 

En relación a la postura crítica de Wilmart, el personaje menciona que “nadie se toma el trabajo de pensar en este país”. ¿También puede ser pensado como una crítica a lo que él encontró?

La frase es textual de las cartas. Me tomé el trabajo de leer las tres cartas que él le envió a Marx y que se conservan y perduran en Amsterdam. Las leí y pensé la novela a partir de ellas como una especie de glosa que estructura la novela y lo que me hace pensar en el fuerte influjo de categorías eurocéntricas en esa mirada, no porque Marx las tuviese, pero sí en cómo este personaje logra incorporar esa lectura de la historia de Marx. Y lo hace en los términos eurocéntricos y llega al país en una clave no muy diferente a la de Sarmiento, de civilización y barbarie. Ve en esos gauchos que conformaban el ejército irregular de López Jordán, la barbarie. Ahí no hay una categoría de lo popular para desarrollar, sino que está la barbarie casi en términos sarmientinos. Creo que venía con ese bagaje de categorías e interviene ahí muy fuertemente en ese sentido. Seguramente no leyó textos de Marx sobre la cuestión colonial, aunque Marx tiene un famoso escrito sobre Bolívar que también piensa la cuestión americana en esos términos. El Wilmart que llega y escribe esas cartas a Marx está pensando en esas categorías eurocéntricas, en la década de 1930, cuando entran en crisis muchas cosas, también entra en crisis esa cosmovisión. Es un Wilmart ya alejado de Marx, de la posibilidad de la revolución, pero con la necesidad de hacer un ejercicio crítico de cómo había visto ese país al llegar en 1872. Hago ese juego literario.

 

¿Cual consideras que pudo haber sido su efectiva influencia en el desarrollo del marxismo local? ¿Hay alguna información o referencia en relación a esa influencia?

Escasa. Diría casi nula. Él llega en octubre de 1872. Durante 1873 trabaja en la tarea de reorganizar a los comuneros, tiene escasos resultados y lo cuenta en las cartas. En una de ellas es muy explícito en ese sentido, marca la imposibilidad de la revolución en estas tierras, dice que por más que soplemos las cenizas será muy difícil encender el fuego revolucionario. De ahí también el título de la novela. Después viaja a Córdoba y su vida toma otro camino. No porque sea lo que hoy podríamos llamar un quebrado que asume la cosmovisión de la clase dominante, sino porque toma distancia del marxismo y de la lucha revolucionaria, se incorpora como un miembro satélite de esa élite, se forma luego en la universidad de Córdoba, en Mendoza se convierte en juez. Regresa a Buenos Aires para dar clase en la Facultad de Derecho y luego se convierte en asesor del Ferrocarril Central Argentino en propiedad de Gran Bretaña. Su recorrido es muy otro, pero aun así sigue siendo una persona, si se quiere, liberal reformista. Hay algunos documentos que hablan que no era necesariamente un intelectual orgánico de esa élite, promueve la participación de las mujeres en la política, tiene un perfil reformista para la época. Su tarea la desarrolla en esos parámetros, por eso yo pienso los años 30 como una crisis de esas ideas, del marxismo que él había traído consigo, pero también de esa sociedad liberal de la Generación del 80 que con la crisis del 30 también entra en crisis como entran en crisis en Europa las democracias liberales y se da el surgimiento de los fascismos. Aquí entra en crisis el modelo agroexportador, la democracia que el país había sabido construir con la Ley Sáenz Peña, tras el golpe cívico-militar pero también con la proscripción de fuerzas políticas, el llamado voto patriótico, el fraude patriótico, el asesinato en el Congreso de la Nación de Enzo Bordabehere… Es la sociedad del preperonismo, donde hay una crisis de representación muy profunda y una descomposición del sistema político, él habla desde ese momento donde entran en crisis valores que él había asumido como propios y el universo de miradas posibles que habían formado parte de su vida.

 

Wilmart, el personaje, menciona que soplar sobre las cenizas es soplar sobre ese fuego revolucionario que se inició, lo menciona al principio hablando de Londres y Manchester y cuenta cómo el capitalismo había construido su propio sepulturero. Pero plantea que en Argentina es mejor soplar el polvo que las cenizas, ¿a qué se refiere?

Hay un juego entre el polvillo de los textos que él pretende desempolvar y que de alguna manera tienen destino de hoguera que es lo que finalmente pasa con las cartas y los documentos. La familia termina quemando El Capital que él tenia. Wilmart ve la imposibilidad de hacer la revolución en contexto de ese país periférico que había logrado organizarse a partir de una clase en particular que había logrado insertarse como proveedor de materias primas al mundo, a la Europa industrializada y que no tenía el desarrollo de una clase obrera importante, sino que había mas bien un artesanado. Él no encuentra interlocutores para hablar, cuando le envía la carta a Marx diciéndole que no había mucho interés en leer el primer tomo de El Capital que le mandó por fascículos. También le dice: “Podría usted también modificar las categorías o las formas de exponer El Capital porque resulta altamente complejo para los trabajadores existentes aquí”. Se aleja de la idea de la revolución, es un social reformista liberal y planteo en la novela cierto temor por lo que había vivido, por su experiencia y por lo que podía desarrollarse. Es contemporáneo también a lo que fue la represión a los talleres Vassena, la Patagonia Trágica, el desarrollo de la Liga Patriótica. Ahí hay un germen represivo que él desde los 30 y en un contexto del asesinato de un senador de la Nación o de la represión a través de la picana de “Polito” Lugones podría ver como un temor para ese país que ya le dolía como propio. Y para esa certezas liberales que entran en crisis, pero también para las suyas.

 

Wilmart y los debates en la historia argentina

Raymon Wilmart era un hijo de la nobleza belga y arriba en Buenos Aires luego del Congreso de La Haya, donde se da la ruptura entre marxistas y anarquistas, entre Marx y Bakunin y el mandato con el que viajó es el mandato de reorganizar a los comuneros, pero también mantener bajo control un eventual despliegue de los anarquistas. Allí también jugaba una cuestión de clase por su origen. Néstor Leone en la novela se propuso también hipotetizar sobre cómo sería la cultura y literatura de Argentina, recuperando palabras de Jorge Luis Borges: «Si en vez de haber canonizado al Martín Fierro hubiera canonización al Facundo otra sería nuestra historia (a lo mejor). En ese juego literario un poco lo que le hago decir a Raymond Wilmart es si en vez de haber canonizado al Facundo y la idea de civilización y barbarie hubiésemos canonizado la Excursión a los indios ranqueles otra sería nuestra historia y mejor. Y oficia como programa político para la época entre las visiones que veían cómo y de qué forma exterminar a los pueblos originarios y a los reductos de rebelión de los caudillos populares o federales. La novela también es una forma de intervenir en esos debates sobre la historia argentina».

 

Asimismo, en la novela se puede reconocer a un Wilmart desilusionado por el lugar a dónde vino, el lugar que era una copia de París en el sur

La Ciudad de Buenos Aires es otro objeto que trabaja la novela. Esa ciudad a la que llega, de una vida no muy desarrollada y que había sufrido unos meses antes la fiebre amarilla, comenzaba a transformarse y tendrá el sueño de convertirse en una París de América. Muchos de esos integrantes de esa Generación del 80, incluso Mansilla, la pensaron así. Se dice que no quiso ser nación para ser sólo ciudad, en este rincón lejano del mundo. Y que no le alcanzó para ser París y por lo tanto está condenada a ocupar este lugar periférico. Ahí en la novela hay un seguimiento de las transformaciones arquitectónicas de de Buenos Aires, mirando a París, pero condenada a ser esta capital periférica y marginal.

 

No lo menciona a Marx, sino que es «el barbudo señor de Treveris». ¿Por qué esa decisión?

Nunca lo menciona a Marx. Hay una imposibilidad. De alguna manera, comencé a jugar con eso desde el principio de la novela y me parecía que tenía que perdurar. No se nombra a Marx en ningún momento, es una novela sobre el enviado de Marx, pero no está mencionado. Aparece de distintas formas, cambiantes y resignificadas, pero no aparece el nombre de Marx y es una imposibilidad por esto mismo, por los fantasmas, los espectros que acechan la nueva pertenencia de clase, la necesidad familiar de cuidar ese status quo y el fantasma que acecha. Marx es el fantasma que acecha y no se lo nombra. Como no se nombra a Rosas, ahí también hay un juego de tradición de izquierda y lo nacional y popular. Hay un juego ahí también y no se lo nombra a Rosas, que ingresó a la novela, para mí inesperadamente, en la Batalla de Obligado. Pero otro juego es el de Gardel y Corsini, una disputa de una persona que en su ancianidad se la pasa escuchando a Corsini en sus tangos, ahí también menciona a Rosas y a sus tangos mazorqueros los llama él, los tangos del ciclo federal. Hay un juego en tensión con Gardel que era la gloria de tango de exportación y que, de alguna manera, más vinculado incluso en términos políticos, aunque no sea lo más destacado de Gardel en esos años, pero que de alguna manera en esa contradicción permanente que para mí es Wilmart termina gustándole por encima de Corsini. Lo menciona a Corsini, pero en realidad el que le gusta es Gardel. Ahí también está esa cuestión de tensión permanente y contradicción.

 

El autor reflexiona, además, sobre el contexto de la década del 30 y las claves de lectura de la historia argentina, desde la relación civilización y barbarie como eje para pensar al mundo.

Las cosas que se replantea Wilmart en su ancianidad con el miedo a la decrepitud que lo atraviesa es esta certeza que la barbarie acecha desde la trinchera de la civilización, ahí hay un juego en un contexto donde se ocurre el auge de los fascismos en Europa, el crecimiento del nazismo en Alemania, que él habrá leído como algo que lo atravesaba y que lo llenaba de dolor. Ahí está nuevamente la dicotomía de civilización y barbarie, la lectura de ese pasado con la barbarie que acecha, pero desde la trinchera de la civilización, pero no es la barbarie como la que leyó desde su primera llegada la país. Creo que esa es una idea fuerte de la novela.

 

Once días que conmovieron al Ministerio del Interior

Once días que conmovieron al Ministerio del Interior

La documentalista María Laura Vázquez cuenta cómo filmó «La rebelión de las Flores», el documental que muestra desde adentro la toma, por parte de mujeres indígenas, de la cartera que encabezaba Rogelio Frigerio durante el macrismo. Entrevista publicada el 4 de agosto de 2022.

La documentalista María Laura Vásquez, habla sobre su última película La rebelión de las flores sobre la ocupación pacífica del Ministerio del Interior, ocurrida en 2019, durante el gobierno de Mauricio Macri, en la que durante 11 días un grupo de mujeres indígenas organizadas reclamó ser escuchadas, por las necesidades básicas para sus familias,  por sus territorios  y por la dignidad de sus vidas y las de sus comunidades. En un contexto de desfinanciamiento de la cultura, la realizadora cuenta la travesía que fue grabar ese hecho sin precedentes en la historia del continente latinoamericano y la poca relevancia que dio la prensa, el clima de tensión con la autoridad, el rol de la mujer indígena y militante y su representación.  

¿Cómo nace la iniciativa de rodar la película?

La película no arrancó en la ocupación pacífica sino que inició cuatro años antes. Yo conocí a Moira Millán (fundadora del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir) por intermedio de un amigo. Empecé a profundizar el vínculo con ella, conocí a las hermanas, y en ese momento me interesó las críticas y propuestas que hacía el movimiento y empecé a registrar, a conocerlas, a compartir situaciones con ellas. Fuimos juntas al Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew, con Moira fuimos al Encuentro de Mujeres que Luchan en Chiapas, estuve en el nacimiento de su nieta. Fue ella la que se me acercó y me dijo que quería hacer una película conmigo. Asique cuando arranca la ocupación ya había años de vínculo. Por eso puede parecer extraño el nivel de cercanía que tiene la cámara.  

¿Cómo se desarrolla ese efecto de cercanía en el film?

La puesta en escena de la cercanía fue algo que partió más de la precariedad del registro que de una decisión estética. Yo filmé esa película sola, con una cámara de 50 mm –porque era el lente más liviano y luminoso que tenía– y un micrófono colgado al cuello. Trabajé a 3.600 asas porque ahí adentro estaba muy oscuro y no tenía luces. Ese lente implica un foco muy reducido entonces la cuestión de cercanía estuvo implicada, además, por un espacio de registro muy pequeño, un lugar de 4×4 con veintipico de mujeres adentro conviviendo durante 11 días. Trabajé con lo que tenía y paradójicamente creo que es la mejor elección que surgió del azar, porque desde esa mirada podía sugerirse una hermana más. Con el correr de los días, ellas perdían el registro de la cámara porque yo estaba ahí todo el tiempo. Dormía, comía con ellas, mi presencia estaba absolutamente naturalizada. Siempre que filmaba algo le preguntaba a las hermanas, les preguntaba, me daban acceso, sabían que yo estaba haciendo una película. Además, en el documental no hay nada guionado. Una crítica dice que es un docuficción, cosa que me dio mucha risa, supongo que porque creyó que era inverosímil que yo estuviera tan cerca en determinadas situaciones. Pero yo no soy de laburar haciendo puestas en escena, sino que veo lo que hay y acomodo la cámara en función a eso, no al revés. Hay escenas llamativas en las que justo entra un secretario, por ejemplo. Son esas cosas que pasan cuando uno está conectado, no sé si es algo cósmico o espiritual pero sucedía que a veces pasaban las cosas y yo estaba en el lugar exacto donde registrarlas. 

¿Cómo se organizaron para ocupar el hall del Ministerio del Interior durante 11 días? 

La verdad es que se llegó con lo que se tenía y a medida que iban pasando los días, primero una se dormía en el piso, algunas desenrollaban las colchonetitas o bolsas de dormir que habían llevado. Después, a medida que empezó a aparecer un poquito la solidaridad, se hacían donaciones de comida, colchones, un gazebo afuera, una estructura un tanto mejor. Yo, por ejemplo, dormía sobre una colchoneta de yoga que me había llevado.

¿Tuviste problemas para grabar alguna parte de la película?

En tanto a los representantes del Estado, podría preguntarse cómo dejaron que se filmaran algunas cosas. Yo creo que tiene que ver con la falta de autocrítica y percepción de las barbaridades que hacen en relación a un cierto pueblo. En ningún momento me impidieron grabar ni hay ninguna cámara oculta. Eso plasma la brutalidad histórica que el Estado ha tenido con los pueblos y las mujeres originarias 

¿Qué sentían con respecto a las fuerzas de seguridad? ¿Había tensión? 

Era una ocupación pacífica pero era una ocupación al fin. La latencia de una posible situación represiva de desalojo estaba presente todo el tiempo. La policía se la pasaba afuera. Una no sabía cuando eso podía llegar a pasar a otro tipo de acción. De hecho, se intentaba tener una mínima logística para ver cómo se podía reaccionar con respecto a las personas con problemas de salud o movilidad. Había una preocupación y una angustia de que se pudiera herir a alguna hermana. Yo intentaba sacar todo el material que tenía, todos los días venía alguien y se llevaba las tarjetas de memoria para no perder el material si había algún incidente. 

 ¿Cómo se grabó la parte de la reunión con el ministro Rogelio Frigerio? 

Ahí no me dejaron entrar con la cámara y nos habían hecho dejar todos los celulares afuera. Las hermanas insistieron y dijeron que no se iban a mover si no las dejaban tener un registro audiovisual de la reunión, entonces las autoridades terminaron accediendo. El sonido y la imagen están captadas desde un celular. En un momento me dio mucha angustia porque no estaban consiguiendo nada y pedí a las hermanas hablar. Les dije a ellos que por favor pusieran un interlocutor para que haga el seguimiento del caso. Pero esa toma la saqué.  

 ¿Cómo te sentías vos detrás de la cámara? ¿Por qué decidiste no aparecer?

Muchas veces crucé el lugar de la mera observadora a la acción porque la necesidad de la situación me lo exigía. Yo me sentía parte de ellas de alguna manera. Yo charlaba mucho con ellas. En un momento en el montaje había más participación mía como personaje en off, pero después decidí sacarla porque me pareció que funcionaba más esta cuestión de “hermana transparente” que está ahí. Además, yo no soy una mujer originaria –tengo una abuela guaraní pero en términos culturales no viví en una nación indigena– y me pareció una incidencia que no estaba bien. 

 ¿Cómo se trabajó la forma de representación de las mujeres indígenas en el documental?

Hacer esta película era toda una película atrás. Sobre todo con Moira fue una película muy charlada y discutida. Aunque ella me buscó para hacerla, las dudas de ella de sentirse o no representada por quien era yo estuvieron presentes todo el tiempo. Hubo varias complejidades y momentos de tensión para ver cómo se resolvían algunas cosas. Todas estuvimos de acuerdo en que no es una película indígena, sino que es una narrativa recontra clásica occidental. Es una película realizada desde una gran empatía emocional e ideológica con una causa, pero de una mujer occidental. Y creo que dirigida también a un público con esas características, y ese era el objetivo. Eso se charló y se debatió con la participación de todas. Estaban presentes en la postproducción y daban sus devoluciones. La película estuvo terminada cuando ellas se sintieron representadas. 

Por qué creés que el hecho en sí no tuvo visibilidad mediática?

No existe un hecho parecido en el mundo como la ocupación pacífica de un ministerio de Interior y menos por un grupo de mujeres indígenas. Fue muy llamativo el silenciamiento mediático que se hizo de eso. Página/12 solamente sacó una nota y algunos medios alternativos, pero no se hizo ninguna cobertura. En lo que refiere a la prensa se invisibilizó absolutamente. Y de la gente en general, nadie se interesaba o se paraba a escuchar. La selección del material refleja la indiferencia del porteño de a pie que pasaba frente al Ministerio.  

 ¿Por qué elegiste hacer este documental?

Hace 20 años laburo en esto y siempre hice documentales políticos y  sociales en América Latina que intenten registrar procesos políticos que buscaran cambios más soberanos, revolucionarios y generen modelos que no fueran los neoliberales en el continente. El tema indigena aparecía como el germen de todo. No hay forma de explicar la desigualdad, la estratificacion, el genocidio, el patriarcado de América Latina si uno no se retrotrae a estos espacios. Para mí, conocer a Moira y al movimiento fue fundamental para decidir centrarme por primera vez en esa temática. Ahí converge la lucha de los pueblos originarios con la de las mujeres en una combinación muy importante porque, como dice Moira en la película, en general cuando se cuenta la resistencia indígena por la tierra, los protagonistas son hombres. Me parecía que era importante relatar lo que implica que la mujer salga a militar por la causa que sea. Hacer una película de estas características es un acto militante y estoy traspasada por todas esas demandas. 

 ¿Qué implica que la mujer salga a militar?

Lo que implica cuando la mujer decide salir a un acto como este tiene una eminencia de peligrosidad porque las mujeres seguimos siendo el centro de cuidado familiar. Con todos los miedos que tenemos, a mi también me daba miedo que entre la policía porque yo estaba en la misma situación que ellas, el temor por nuestros hijos. Quería, sin evitar esa conflictividad, mostrarlas como mujeres valientes pero a la vez profundamente vulnerables como lo somos cada vez que hacemos algo así. Ellas no son militantes sin contradicciones o totalmente resueltas con que no hay otra cosa que no sea la lucha, sino que están todo el tiempo resolviendo otras cosas y traspasadas por mil conflictos. 

 ¿Qué te impulsa a lidiar con el miedo y hacer la película de todas formas?

Creo que es tan importante lo que tengo que contar que asumo esos riesgos. Pero hasta diría que la mía es una elección burguesa. En el caso de ellas, qué miedo van a tener si ya les mataron a los hijos, si se están muriendo de hambre, si no toman agua hace dos semanas. Son mujeres que llegaron a ese punto porque estaba en juego lo más básico y ya no había elección posible.     

 En este sentido, ¿qué se puso en juego en tu rol de madre?

A mis hijos los había dejado con una gran amiga que fue una segunda madre para ellos, que siempre los cuida porque, en general, me ausentó mucho por este tipo de trabajos. En la ocupación me sonaba el teléfono todo el tiempo para hacerme reclamos cotidianos, qué faltaba algo o que se peleaban entre ellos. Lo que me preocupaba, más que ellos que estaban cerca y bien cuidados, era que me pasara algo a mí. Yo soy madre monoparental, hija única, estructura troncal económica de la familia y la que cuida a todo el mundo. Sin embargo, lo que siempre tuve claro es que esto es una necesidad vital. Me da mucha felicidad hacer lo que hago y siento que mucho tiene que ver con mis hijos. No podría dejar de hacer lo que hago por una cuestión de quedarme en casa –aunque lo vivo con alegría–, no me lo perdonaría nunca. 

 ¿De qué forma se desarrolló el proceso de producción, postproducción y su estreno en este contexto crítico para la cultura?

Durante años estuve laburando sola porque no tenía un peso. Varios años después conseguimos financiamiento del INCAA. Con eso pudimos terminar de filmar algunas cosas. Arranqué hace cuatro años y recién pudimos terminar de filmar el año pasado en pandemia. El tiempo de postproducción fue larguísimo porque la cantidad de material era bestial. Vi las cientos de horas de todo lo grabado, empecé a seleccionar y armar secuencias y vi claramente que la película tenía toda su fuerza narrativa en la ocupación y ahí decidí centrarla.