«Japonesa, japonesa»

«Japonesa, japonesa»

Ichika Egashira se incorporó a Excursionistas y se convirtió en la primera nipona en llegar al fútbol argentino. ¿Qué diferencias percibe entre su país natal y el que la recibió?

El 2023 empezó de manera intensa para Excursionistas. El conjunto del Bajo Belgrano firmó un convenio con la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF) para que sus jugadoras puedan realizar una carrera universitaria a la par de la futbolística. Días después , las redes del club anunciaron el desembarco de Ichika Egashira, la primera jugadora japonesa en arribar al fútbol argentino femenino.

Su llegada generó tantas expectativas que tuvieron que armar una presentación con conferencia de prensa y su primer entrenamiento a puertas abiertas para el público. 

Casi un mes después, Ichika intenta aprender español para comunicarse mejor con sus compañeras. Entrena todos los días de 12 a 14 en el estadio de Excursio. Mientras camina normalmente hacia la calle La Pampa junto a Fernando Moya, preparador físico y entrenador que vivió varios años en Japón y gestó su llegada, se cruzan con una gran cantidad de hinchas con bombos y camisetas del equipo. Mientras se dispone a practicar, varios micros se preparan para salir desde la cancha y alentar al plantel masculino de Excursionistas quien debe enfrentar a Gimnasia de La Plata por Copa Argentina.

Ante un ruido estremecedor de fondo, sale con la pilcha de entrenamiento del vestuario. Nació para las cámaras, sonríe ante cada gesto de sus compañeras que la invitan a posar con un mate, luego con una pelota y todo lo que esté a mano. La hacen sentir cómoda, el idioma del fútbol es universal. Un poco ansiosa por su debut oficial, parece exigirse un poco más, lo que la obliga a entrenar diferenciado por unos días. Pedro Lacal, su entrenador, le da unas indicaciones a Moya para que se las pase a Ichika. Mientras sus pares se distribuyen en el césped , a ella le toca el gimnasio. 

Tiene tan solo 20 años por lo que mudarse al otro lado del mundo no fue una decisión fácil. Con respecto a la reacción de sus padres, Ichika le comenta a ANCCOM: “Sabían que quería jugar en el extranjero pero no se imaginaron que tan lejos. Se preguntaron por qué no me fui a Europa. Yo lo tenía decidido, no les di chance a que se negaran”. 

El fútbol femenino comenzó a tener mucho más preponderancia en varios países potencia hace muy poco. En Japón, la WE League, primera división y de carácter profesional, tuvo su primera edición en 2021. Para jugar a la pelota, Ichika vivía rodeada de chicos. “Hasta la secundaria superior jugaba en equipos de varones. Los contrarios se sorprendían con que hubiera una chica. Si me hacían una falta decían: ´Pero sos chica ¿Que haces jugando acá?´”, sostiene Egashira. 

Muy parecido a Tokio, la extensión de Buenos Aires hace que las personas no se conozcan mucho entre sí.  Egashira vivió toda su vida en Kansai, Shiga, un lugar perfecto para evitar el ruido constante, ubicado entre Kioto y Tokio, donde abundan castillos, templos y la naturaleza. “Vivía en medio de la montaña, en un pueblo alejado de la ciudad. Es una comunidad muy unida. Todos los adultos cuidan a los niños. Esa creo que es la gran diferencia con un lugar como Tokio, donde es tan grande que nadie se conoce con nadie. Las personas de mi lugar son mucho más efusivas”, afirma Ichika. 

La jugadora japonesa se permite conocer Buenos Aires como turista y hasta como youtuber. Rápidamente observa lo caótica que puede ser. Fuera de su departamento en Parque Chas para evitar el ruido constante está su nueva familia, sus compañeras en Excursionistas, que le dan cariño como si estuviera junto a sus padres.

No le hizo falta mucho tiempo en el país para notar varias diferencias que se dan entre las mujeres japonesas y argentinas. “Acá son muy efusivas, abiertas y directas en el trato. En Japón, al ser chica no podías gritar o expresarte de esa manera. Me acuerdo que en el colegio, una profesora decía que era una señorita y que tenía que comportarme más adecuadamente. Me intentaban marcar una especie de camino. Me siento mucho más cómoda aquí con la naturalidad con la que pueden manejarse”, subraya Egashira.

Entre otros detalles, destaca que puede vestirse como quiere que nadie la va a juzgar. Así como se podía observar en el mundial a los japoneses limpiando los estadios con una disciplina notable, no logra entender como los baños públicos no son como los de su país. 

A la par de su personalidad detallista, Ichika dice: “En Argentina uno tiene que pensar todo el tiempo cómo rebuscarse para las cosas cotidianas, en Japón tenes casi todo al alcance de la mano, no necesitas pensar o renegar con todo. La forma de vida de los argentinos siento que me va a hacer crecer mucho”. 

Excursionistas forma parte de la primera división del fútbol femenino argentino. De 20 equipos, paradójicamente, sólo dos son dirigidos por mujeres. Ichika llegó en un momento donde la semilla va creciendo día a día. En 2019, AFA anunció la semi profesionalización de la primera división, donde en cada plantel deben existir por lo menos doce contratos para las jugadoras. Los sueldos son equivalentes a jugadores masculinos de la primera C, por lo que muchas chicas tienen otro trabajo. Varios clubes tradicionales comenzaron a darle entidad a las mujeres e incluso muchos de ellos tendrán inferiores. Algo que debería ser normal llegó mejor tarde que nunca. Aun así, se necesita mucho más para una completa profesionalización. 

Su debut con la hinchada se fue posponiendo pero ella ya piensa en su futuro, su sueño está organizado. Con su esfuerzo espera convertirse en referente para otras chicas japonesas que quieran jugar al fútbol y viajar al extranjero. “Quiero estar en Argentina tres o cuatro años y después jugar en Barcelona, como Messi. Quiero ser una jugadora top en Europa, ese es mi sueño” sostiene la número 28 de Excursionistas. 

Teniendo en cuenta el entusiasmo y su talento mostrado, no va a ser una sorpresa si en algunos meses consigue hablar un perfecto español y en unos años se ponga la azulgrana tal como lo hizo el astro rosarino. Ichika Egashira puede convertirse en el lazo perfecto entre la perseverancia argentina y la organización japonesa. Es cuestión de tiempo escuchar que coreen su nombre en el bajo Belgrano. 

«En la escuela me decían que no existíamos»

«En la escuela me decían que no existíamos»

Víctor Vargas Filgueira trabaja en el Museo del Fin del Mundo y es autor de “Mi sangre Yagán”. Artesano e investigador de la cultura de su pueblo, cuenta su historia y la de su comunidad. ¿Cómo es ser indígena en el siglo XXI?

Es domingo por la tarde, un hombre recorre las céntricas y vertiginosas calles de Ushuaia con su campera rompevientos azul y su mochila negra. Con paso seguro se dirige a la cafetería de la esquina de Rosas y San Martín donde lo esperan. Encuentra rápidamente la mesa y luego de pedirse un café, comienza la charla.

Cuénteme sobre usted, ¿quién es Víctor Vargas Filgueira?

Soy un integrante de la comunidad Yagán de Ushuaia. Estamos instituidos ante el INAI desde el año 2021, nos han reconocido después de muchos años de burocracia, de idas y vueltas de papeles. Mi madre es Catalina Yagán, pertenece a los últimos integrantes de aquel pueblo que fuera colonizado en los primeros años del 1900. Ella nació en 1930 y nos trajo su legado, sus costumbres, con la finalidad de conocerlas y emularlas, salvando las distancias, desde nuestro contacto siempre presente con la naturaleza.

Imagino que siempre supo que era Yagán pero ¿cuándo comprendió el significado histórico y cultural que implica?

Nosotros nacimos y sabíamos que pertenecíamos a ese pueblo, nos lo decían. Cuando empecé en la escuela no entendía, porque me decían que no existíamos más. Me contaban la historia desde un punto de vista muy cerrado y eso me impulsó a ser autodidacta, a pasar veinte años de análisis. Cuando mi madre podía ir a lugares como Punta Arena, en Chile, donde había más literatura que hablaba sobre los pueblos, siempre me traía un libro de regalo. Con 12 ó 13 años, la inquietud iba creciendo. Fue un proceso de redescubrirse uno mismo, de entender que el paso del tiempo fue dejando de lado a los pueblos originarios. Tenemos una conquista tangible, en la que se cazó indígenas, literalmente. Y luego estuvo la conquista oral, esa que llevó a que los pueblos empiecen a separarse, que digan: “No quiero ser indio y no quiero ser lo que se dice de ser indio.” Había algo que no podía explicar y que me llamaba a mi origen. Ello me llevó a no tener vergüenza de hurgar y cuando analizaba encontraba sabiduría. Pero sabía que la sociedad fueguina en ese momento, veinte años atrás, no estaba preparada para que alguien dijera: “Yo soy descendiente de Yagán.” Aún no era el momento de hablar, sabía que podía ser perjudicial para nosotros. Entonces, si bien existía un orgullo puertas adentro y hablábamos de las costumbres, afuera no había todavía que decirlo. 

¿Qué fue lo que cambió para que dieran ese paso?

La sociedad cambió pero también lo hicieron los integrantes de nuestros grupos, quienes también están presentes en Puerto Williams. Sabíamos que éramos pocos, en la actualidad somos entre 150 y 200, así que dijimos “es ahora o nunca.” Eso nos llevó a tomar el toro por las astas y ver qué se podía hacer con el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) Además, mi mamá ya era reconocida en la CONADI (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena) en Chile. A muchos de los nuestros se los registró allí, somos un pueblo nómade que navegaba de Puerto Williams a Ushuaia permanentemente. Aunque no se conozca mucho, tenemos el Artículo 75, inciso 17 de la Constitución Nacional Argentina que habla del derecho de los pueblos, que el Estado los debe reconocer, tiene la obligación de hacerlo. Pero no se cumple y cuando te presentas, te piden todo tipo de documentación. A nosotros nos impulsó el encontrar a nuestro bisabuelo en literatura de investigadoares del pasado. Había que recuperar esa historia y como investigador familiar me resultó muy impactante. Mi mamá lo conocía como Tomás y al leer al sacerdote y antropólogo Martín Gusinde, ahí  estaba él. Ese cura hizo un montón de trabajos de campo y entre los que no se llegaron a publicar encontré el nombre Asenewensis. Así descubrimos su nombre original, no Tomás, y al conocer la lengua supimos que había nacido en un lugar boscoso porque significa “hombre del bosque”. Todo eso te va llamando y atando cabos, estudiando llegamos hasta el día de hoy.  Luego, con información que llegó de Chile, descubrí que era el Yekamush, es decir, el Chamán, el hechicero, el hombre sabio. Tuve la posibilidad de leer la ceremonia de duelo más importante que tenían los Yaganes, cuando muere mi bisabuela. Se me caían las lágrimas. Tuvo una vida excepcional. En ese ir descubriendo fuimos entendiendo la importancia que tenía poder formar esa comunidad y brindarle conocimiento a la gente. Por otro lado, entendimos la encrucijada en la que nos encontramos en relación al medio ambiente. La gente cree que nació como vivimos hoy: en la gran ciudad con los rascacielos y que no hay naturaleza. Por eso debíamos llevar nuestros saberes e incorporarlos a los museos, las escuelas. Es lo que necesita el planeta y la gente queda impactada con el mensaje porque es muy sencillo y no hay un libreto, todo viene del conocimiento.

«¿Qué nos deja a nosotros el arqueólogo, el historiador, el artista? Había un chico que había grabado distintos audios de Tierra del Fuego entre las que estaban los cantos de las abuelas del pueblo Yagán, tenía dieciséis premios internacionales», cuenta Vargas,

Tuvo la oportunidad de ir a la Sorbona de París, ¿cuál es la mirada que tienen allí respecto a los pueblos originarios? ¿Hay diferencias en relación a nuestro país?

En la sociedad en general hay mucha ignorancia. Tal vez la gente más vinculada al ambiente tiene más curiosidad, más interés. Nosotros estuvimos diez días en el sur de Francia, en Bayona, donde se hizo un festival en honor a los pueblos originarios de Tierra del Fuego. Todo aquel que trabajaba en relación a los pueblos fue invitado y presentaba su temática. Había un panel donde nosotros interactuábamos y decíamos qué nos había parecido y en qué fallaban. Pero era muy curioso porque nadie había pedido autorización, nosotros no sabíamos nada. Llegamos junto con un hermano Yagán y una hermana Selk’nam, del pueblo del norte. A ella le mostraron un libro con una entrevista que le habían hecho tiempo atrás y nunca le dijeron para qué era. Hubo momentos en los que tenías que pararte e irte porque era una locura lo que hacían. Un chico de Gran Bretaña, desnudo con plumas pegadas al cuerpo y con un slip, haciendo un baile y sonidos en los que buscaba mostrar la colonización de Tierra del Fuego, pero era tan loco el baile que terminaba siendo una falta de respeto. Hay cosas que la gente no entiende, cuando respetas y sos respetado, tenes que saber que nadie entra a la casa de alguien, le saca los cuadros, los audios de la abuela y se lo llevan para mostrar y lucrar en otros lados. Eso forma parte de la privacidad. ¿Qué nos deja a nosotros el arqueólogo, el historiador, el artista? Había un chico que había grabado distintos audios de Tierra del Fuego entre las que estaban los cantos de las abuelas del pueblo Yagán, tenía dieciséis premios internacionales. Está perfecto que vos trabajes con eso pero anda a la casa de las abuelas y fijate cómo están, no les dejaste nada a ellas. Existe un video realizado por franceses en el año 1925 donde está mi bisabuelo. Los derechos los tiene una familia francesa y yo no tengo ningún tipo de derecho. Es muy loco, muy contradictorio.

Ustedes conformaron la Comunidad Paiakoala. ¿Cuáles son los proyectos, ideas y luchas que tienen por delante?

Paiakola significa “gente de la playa”. Mi proyecto ahora es personal porque vi que la burocracia te para, te frena. Es muy difícil tener un proyecto de tierra cuando el INAI me lo puede dar dentro de treinta años o incluso más, cuando ya me esté por ir de este mundo. Si es que me lo da. Cuando obtuvimos la personería comenzamos con el relevamiento territorial, se trata de decir “vengan a ver las tierras que quiero para mi comunidad”. Estamos en 2023 y aun no vinieron, ni si quiera nos conocen cara a cara.

¿Se trató de una cuestión de un título pero las cosas no cambiaron? 

Por eso no simpatizo con ningún partido político, trato de que mi corazón me diga “este es más sincero que los otros”. Hoy lo único que quieren es la foto y nosotros, como sociedad en general, somos un número para ellos. Por eso no me ato a nadie y a mis jefes del museo en el que trabajo les digo: “Vos sos político cuatro años pero yo soy Yagán toda la vida”. En el Congreso del Patrimonio Patagónico, una vez me dijeron que nos teníamos que empoderar. Yo ya venía empoderándome por eso soy respetado en mis charlas, todos comprenden que el mensaje está bueno y cuando me decían que me iban a poner un libreto yo contestaba que entonces me iba. Yo respondo a mi sentido común y a eso apelo en mis charlas. Si yo digo que termino de hablar y me voy volando a casa, no me crean porque nadie puede volar. Nos dijeron que íbamos a cruzar la estratósfera y nos van seguir diciendo cosas, hay que estar atentos porque de eso depende el futuro de nuestros hijos. La posibilidad de estar en los dos ámbitos genera una apertura mental y permite decir “esto sí y esto no”. Tenemos que ponernos a la altura del llamado “blanco” y trabajar con las mismas herramientas que tienen ellos. La Constitución Nacional, los artículos que nos amparan, las leyes de derecho a la tierra, hay que conocerlo todo. Esa es la forma de luchar. Y hay que dejar de tener la autoestima cinco metros bajo tierra. Se trata de estar equilibrado, no me subestimes porque vengo de un pueblo subestimado y si lo seguís haciendo, tenés todas para perder.

«Nos queda algo que es fundamental y que se lo hago ver a la gente: venimos de la naturaleza. Es cuestión de ir a un campamento y ver lo distendido que estás y darte cuenta lo apretado que te sentís en el cemento», subraya Vargas.

¿Cuál es el mensaje que da en el museo, qué quiere transmitirle a la gente?

En principio, tengo el pensamiento de que si el “indígena” no iguala al “blanco” nunca va a luchar por sus derechos. Tenemos que igualarlos primero, figurativamente hablando. Lo principal de mi mensaje es que ellos eran y somos seres humanos. Luego de eso los elevo, contando lo hermoso que tenían, todo su contenido, sus costumbres, el trabajo en equipo, la carencia de pertenencia, de sentido de propiedad. La gente queda asombrada y piensa ojalá fuéramos así porque nosotros, hoy en día, queremos todo lo que tienen los demás. Ellos no vivían en ese mundo y hay que darlo a conocer para lograr un 10% de eso. No se trata de volver a sacarnos la ropa, mi anhelo es que todo el mundo tenga en el bolsillo la cuestión del origen de su identidad. Por eso todo lo que es el “baby shower”, el “happy hour”, todo eso lo destruyo en mi charla también. No nos colonizan, nos colonizamos nosotros hoy en día. Saquemos lo que no nos sirve y tomemos ese trabajo en equipo, la cooperación familiar, los nenes cuidando el fuego con los abuelos, la mamá remando. ¿No hay una familia hoy que podría llegar a ser así? Muestro aquello que no se ve, abro ojos que están cerrados o que tienen una anteojera. Yo vine a este mundo a brindar un testimonio, a dar a conocer que los Yaganes estamos vivos, que existe un mensaje natural y que debemos tener una acercamiento con la naturaleza. Siempre doy el ejemplo del castor: si en la mesa que designó la llegada de ese animal a Tierra del Fuego hubiese estado sentado un integrante de los pueblos originarios, o alguien con conocimiento natural, hubiera advertido y explicado por qué no. Hay que dejar en claro que el sistema ecológico funciona a la perfección donde sea, no hay que cambiarlo. Nosotros conocemos, sabemos porque nos hemos criado rodeados de animales, entendemos la naturaleza. En la actualidad, con la artificialidad en la que vivimos hemos perdido mucho.

Por fuera de la comunidad Yagán, ¿qué le queda a la sociedad actual de este pueblo?

Nos queda algo que es fundamental y que se lo hago ver a la gente: venimos de la naturaleza. Es cuestión de ir a un campamento y ver lo distendido que estás y darte cuenta lo apretado que te sentís en el cemento. Es algo que tenemos todos, no se perdió, el humano sigue siendo humano. Cuando vas a tomar mate no elegís la escalera de cemento sino que vas a la placita, buscas pasto, un árbol. La naturaleza nos llama, el origen nos está llamando. Tal vez aquí los ancestros estén más cerca porque está más fresca la huella de aquella conquista, de ese asesinato. Mucha gente tiene esa inquietud al venir acá, hay energía. Quizá sea así. Una vez me preguntaron en un coloquio sobre el cambio climático, si tenía esperanzas de que pueda cambiar la situación. Y sí, si no me quedaría en mi casa haciendo zapping. Todos somos humanos y sé que en el fondo tenemos esa naturaleza. Poder hablarle y llegarle a chicos que tal vez han salido poco a esa naturaleza, llevarles la canoa, la cesta que las pasan de mano en mano y ver que la observan, la olfatean. Y luego observar cómo les queda la lengua Yagan cuando yo les digo: “Apasha” que es hola y “Ala Yala”, hasta pronto. Cuando me encuentran en el supermercado y me dicen “¡Apasha!”. Esa es la semilla que yo se que está. Todos tenemos un origen y los que se dicen “blancos” no tienen idea de dónde salieron en el planeta y cuánta migración genética tienen dentro. ¿Cuál es la idea mía? Que quienes tenemos el origen cerca y lo conocemos perfectamente podamos empujar a los otros. Y si no encontrás tu origen, hacete amigo de los originarios. Esa es mi esperanza y las generaciones que vienen se interesan más,  hacen más preguntas y como dicen ellos, ya no se les puede “mandar fruta” y con esa mirada es todo más fácil. 

Cuénteme sobre el proceso de escritura de su libro “Mi sangre Yagán”

Mi libro es fruto de todas las inquietudes que tenía, contradicciones que veía. Yo digo que soy un espía, soy un “indígena” infiltrado en el mundo de los “blancos” y por eso puedo dimensionar. Yo tomé la comunión pero después decidí no hacer la confirmación porque me dije: “Ese que está ahí no bajó del cielo, no es un santo en la tierra”. También notaba cómo en todas las religiones se dejaba fuera a la naturaleza. Nosotros creemos que Warauinewa creó al Yagán, al animal, a las plantas y a la geografía en la que vivimos. Eso se llama inclusión, lo otro es la idea del ser humano por encima de todo lo demás. Quiero que se incorpore el cariño por la naturaleza pero sobretodo entender, rápido y bien, que el árbol tiene vida y que no podemos ir con hachas y tirarlo abajo. Cuando estaba en el colegio y me decían que no había más de nosotros, sentía que me mentían y hoy, con toda la inocencia de un niño, no quiero que nos mientan más. Por eso hice este libro y estoy trabajando en el segundo para hablar de nuestra existencia, de todo lo lindo de la vida de nuestro pueblo. Me ha dicho gente que ha pasado por todas los estados mientras lo leía y a mí me pasó eso mientras lo escribía. Es un libro para pensar diferente, para quererse, para entender lo que significaba estar juntos y ver la preocupación respecto a qué será de nuestras vidas, que está siempre presente. Me preguntan cómo logré escribir un libro sobre una época en la que no estaba y yo digo que quizá Assenewesis está en mí, hay más de él en mí de lo que yo creo. Pero además el libro tiene mucho conocimiento natural, yo conozco todo el archipiélago y cómo afecta el humano a la naturaleza. Por eso cuento cómo ellos iban notando que el “blanco” había avanzando por allí y afectaba todo en su camino. 

¿Hay diferencias entre Chile y Argentina en relación a la burocracia?

No, es igual en todos lados. En Francia te ponen los carteles en francés y en bretón, hasta ahí llegan. Hay que entender que pueblos originarios hubo en todos lados: en Francia, en Australia, Gran Bretaña. Pero los Estados de todo el planeta utilizan el capitalismo para respirar. Por eso cuando me preguntan por los derechos de los pueblos, por más que yo sea el Intendente de Tierra del Fuego y diga “a partir de ahora no ingresa nada del comercio, vamos a autoabastecernos”, los demás me masacran. Todos los revolucionarios quisieron salir del sistema capitalista y el imperialismo con Estados Unidos arriba y los llamados “países del primer mundo” lo impidieron, están todos unidos. Si alguien quiere hacer algo diferente, le aplastan la cabeza. El revolucionario siempre está mal mirado. Por eso se odia a los Kirchner porque les dijeron basta a los “platudos”, démosle algo a los demás. Sentido común y objetividad. Un hombre que pagó la deuda externa, no deberíamos ni hablar de él. Se trata de pensar cómo estás viviendo hoy y cómo estabas viviendo antes.

¿Cuál es su opinión respecto a los conflictos que hubo en el último tiempo en la Patagonia con los pueblos originarios? Y en especial la manera en la que lo retratan los medios

Volvemos a la Campaña del Desierto, a la historia de la humanidad. Yo te dejo ver a vos lo que me conviene y lo que no, no. Luego hay gente con poder que te arma distintas situaciones. Puedo pagarles a diez personas para que armen la escena del crimen y te hago ver como culpable. Esto es así. La hegemonía del poder hace que el mensaje sea más fuerte y mucho más disperso. En Chile, una vez había un experto en guerrilla que analizaba un galpón que supuestamente habían quemado los mapuches con pasamontaña y decía: “Esos movimientos que tienen, son de profesionales.” Los reconocía. A veces doy ejemplos en mi charla y digo: “Si ustedes se ponen un pasamontañas, van a romper un vidrio y luego dicen que fue Víctor reclamando por los derechos de los Yaganes, entonces cualquiera puede ser Víctor. Cuidado.” Todo armado. Pero es fácil para el presidente de Chile, o cualquier persona de poder, mandar gente a hacer desmanes y luego decir “los mapuches”. Lo mismo sucede en Argentina. Por eso, el sentido común es el que desbarata todas esas cuestiones, lo que puede llegar a ser y lo que no. 

Al principio comentaba que tiene un proyecto personal pero ¿qué deseo o intención tiene para su pueblo?

Yo tengo un proyecto en comunidad que lo veo verde por eso prefiero seguir con el propio de divulgar en donde sea. Tengo contactos y la posibilidad de dar entrevistas permanentes para que se sepa que existimos, que estamos en Ushuaia, en Puerto Williams. Pero, además, tengo un proyecto de tener un lugar específico donde construir un sector ancestral y un sector de granja sustentable y mezclarlo con turismo. Un emprendimiento en el que los mismos Yaganes guíen, muestren,  enseñen la naturaleza y te permitan volver a ella. Hacer un museo que enseñe quiénes somos nosotros. Está diseñado como un sueño de vida pero con el tiempo lo estuve descartando. Tal vez mañana asume otro presidente y decreta que nos den las tierras y se convierte en realidad. También necesitamos ese espacio para sepultar a los paisanos que, de lo contrario, van a parar a tierra común. Ojalá la vida me dé la oportunidad de ver eso. También hay muchos Yaganes y miembros de pueblos originarios con necesidades, no todos tienen la posibilidad de trabajar en un museo y tener un sueldo por mes. Entonces equilibrar la balanza y saber que el que no quiere hablar o hacer artesanías, no tiene que hacerlo pero puede manejar una combi, llevar gente al recorrido, cobrar los tickets. Hay un montón de salidas laborales pero lo ideal es que sean todos Yaganes los que trabajen ahí.

Después, el sueño familiar que llevo adelante y que involucra a mis hijos, un par de hermanos y que tiene que ver con la artesanía. Pero ojalá se logre el otro sueño, que es como vivíamos nosotros e incluye a toda la comunidad. 

Campeones del mundo, también en literatura infantil

Campeones del mundo, también en literatura infantil

Distinguida como la mejor obra de ficción infantil en la Feria del Libro de Bologna -la más importante del mundo en el género-, «Todo lo que pasó antes de que llegaras» relata con humor y sencillez la visión de un niño a su hermanito por nacer. Yael Frankel, su autora, cuenta cómo lo hizo.

Ilustradora  y escritora de libros infantiles, la argentina Yael Frankel acaba de ser premiada en la Feria Internacional del Libro de Bologna, Italia -la más importante dedicada a la literatura infantil-, por su libro Todo lo que pasó antes de que llegaras, en la categoría de ficción.

La Feria se realiza desde 1963. Ganar el Bologna Ragazzi permite al autor y a la editorial (en este caso Limonero) llevar sus libros a la industria internacional. El reconocimiento a Frankel le será entregado en la 60º edición de la Feria, entre el 5 y el 8 de marzo próximos.

En diálogo con ANCCOM, Frankel cuenta su predilección por el mundo narrativo gráfico infantil, la relación texto e imagen y su satisfacción por el galardón logrado.

Sos diseñadora gráfica, ¿cómo llegaste al universo de los niños?

En mi trabajo estuve mucho tiempo haciendo packaging de juegos para chicos, muchos de ellos ilustrados. Hasta que me di cuenta  que quería que pasar a algo más con las ilustraciones, que no estuvieran quietas en una caja o en una bolsa. Pensé que para darles vida tenía que darles movimiento. Y la narración es eso, ¿no? Quería contar historias y supuse que el mejor soporte para eso sería un libro para chicos.

¿Cómo fue el recorrido?

Me anoté en cantidad de talleres de ilustración, muchos de ellos con profesionales que admiraba y que admiro, y fui aprendiendo mientras hacía, probaba, jugaba, armaba y desarmaba historias… Un día llevé una de esas historias a una editora italiana que fue la primera que me publicó. Y a partir de ahí seguí haciendo, mostrando, participando en todo lo que pudiera tener que ver con la literatura infantil.

En Todo lo que pasó antes de que llegaras un niño le cuenta a su hermano por nacer el mundo familiar y cotidiano con el que se va a encontrar. ¿Cómo se narra con imágenes y se reproduce el habla y la perspectiva de un niño?

Soy la menor de cuatro hermanos, la última incorporación a la familia de origen, así que tuve y tengo tres voces que me cuentan cosas diferentes de los años que compartieron sin mí. Una de las cosas que me ayudó mucho con este libro fue el uso del papel carbónico. Encontré el material que me dio la posibilidad de imitar el trazo de un nene, bastante desprolijo y libre. Lo demás vino dado con la composición de las imágenes y de la historia, algo que fui haciendo a medida que avanzaba, sin demasiada conciencia del proceso.

«Primero, recibir un premio siempre es una alegría enorme. Segundo, Francia», se ríe Frankel.

Tu obra fue seleccionada entre 2.249 títulos de 59 países de los cinco continentes. ¿Qué implica recibir un premio como este?

Primero, la alegría de recibirlo. Segundo, Francia (risas). Un premio siempre es una alegría enorme. Y en este caso se multiplica por mil por lo que significa la Feria de Bologna.

Campusano lo hizo de nuevo

Campusano lo hizo de nuevo

El cineasta estrena «La reina desnuda», una película realizada a partir del relato de historias que atravesaron mujeres. Otra vez, actúan personas sin experiencia en la pantalla grande.

De la mano de José Campusano llega al porteño cine Gaumont La reina desnuda, una película que narra la vida de Victoria, quien luego de perder un embarazo y separarse de su pareja intenta cambiar su atropellado estilo de vida. El film invita a reflexionar sobre la soledad y la mirada prejuiciosa de la sociedad sobre una mujer que vive libremente su sexualidad, mientras tiene que lidiar con los estigmas de su adolescencia atravesada por abusos y hombres maltratadores. La nueva producción de Campusano se rodó en su totalidad en la ciudad santafecina de Gobernador Gálvez y participaron en ella tanto actores y extras de la zona, tal como suele suceder en las obras de este prolífico director.

¿Cómo surgió el tema de la película?

Al igual que todas las producciones de Cine Bruto, nuestra productora, surge a través del contacto directo con los referentes de las comunidades. Fue mediante entrevistas que encontramos mujeres dispuestas a contar sus historias relacionadas a sus prácticas sexuales, amoríos, problemáticas familiares, etcétera. De esa manera se configuró la historia, brindando las herramientas con las que cuenta el cine para que puedan plasmar su voz. La intención es siempre destacar la fuerza de la anécdota en desmedro de las apreciaciones o conjeturas que se puedan hacer. La historia es en un 95% verídica, los parlamentos fueron desgrabados y tomados de esa realidad. Entonces, lo que se trata de mostrar a través de esa articulación de relatos es la vida de una mujer con un pasado que la atormenta, a pesar de hacerse cargo de no creer en la familia, ser hermosa y tener una sexualidad avasallante. En ese sentido, creo que es interesante que en el cine se expresen personas que no tienen por ahí la posibilidad de hacerlo de otra forma, y creo mucho más en ese tipo de apreciaciones de la vida que de los criterios unificados que realmente me produce bastante rechazo. Para mí, todo lo que tenga que ver con la ideología es decadente, me hace acordar a la religión católica y otras religiones. Y eso siempre es en favor de pocos y en desmedro de muchos.

 

¿Cómo fue la elección del elenco?

Se trata de personas sin ninguna experiencia en cine. Sí habían incursionado en el teatro u otras expresiones artísticas, pero nunca habían filmado una película. Desde la productora  creemos que podemos funcionar como un portal de oportunidades, inclusive la mayor parte del elenco ya volvió a filmar y ahora se encuentra vinculada al cine. Supimos trabajar con gente que ha tenido un pasado delictivo y gracias al cine pudieron abandonar esas prácticas. El arte es muy sanador, ¿no? Entonces yo creo que si queremos lograr una verdadera integración social, lo mejor es abrir las puertas de las prácticas artísticas y culturales. Podés traer, de hecho, hasta profesores de teatro, que no resultan interesantes para la cámara. Tenés que reducirlos a papeles minúsculos porque realmente no son solventes. Y hay gente que, por el contrario, no tiene un pasado de práctica actoral y sin embargo, apabullan.

 

La película gira en torno a Victoria (Natalia Page) ¿Cómo llegaste a ella?

Apareció un mes y medio antes antes de empezar a rodar. Había visto muchas chicas en el casting pero ninguna terminaba de convencerme y entonces apareció Natalia. Apenas vi el video que envió, supe que era la elegida.  La forma en la que se desenvuelve es algo que no te da ninguna escuela de teatro, es algo que se tiene o no se tiene. A pesar de no haber tenido experiencia se calzó el traje de protagonista, que no es sencillo, y lo hizo muy bien.

¿Por qué se eligió la ciudad de Gálvez para el rodaje?

Fui a Gálvez con un amigo, José Martínez Suárez, en una muestra itinerante del Festival de Cine de Mar del Plata. Ahí coincidí con Adrian Culasso, un referente local del área audiovisual y le propuse realizar una película allí. Me pareció que el potencial estaba a la vista, es un lugar muy lindo, la comunidad era muy amable y de hecho había un interés por parte del Municipio en que grabemos ahí.

 La película se grabó en octubre del 2021 en medio de la pandemia: ¿Cómo fue el proceso de rodaje?

Respecto a la pandemia, fueron seis semanas en las que los actores tuvieron que sustraerse de su entorno cotidiano para poder grabar. Hay gente que lo puede llevar bien, pero para otras estar tanto tiempo fuera de su familia puede resultar complicado. Felizmente no hubo ninguna persona contagiada por lo que se pudo grabar con tranquilidad. Al tema del covid hay que sumarle la nefasta administración del INCAA a cargo de Luis Puenzo, que puso en crisis a todo lo que es el segmento de productoras para audiencias medias y nos hizo posponer varias veces el rodaje.

 Tus proyectos suelen estar atravesados por problemáticas sociales: ¿A qué se debe ese interés?

Me crié en el marco de las comunidades, y por eso entiendo que la parte más interesante de la vida de las personas no se encuentra en los ensayos o en las novelas. Aquello que nos deja perplejos, sin capacidad de analizar o que nos supera ampliamente proviene de la vida misma. Existen personas que no quieren hablar de sí mismas, que rechazan su pasado y yo no lo cuestiono. Pero también hay gente que está harta de callar y quieren contar todo sin ningún tipo de prurito. Bueno, prefiero trabajar con el segundo segmento. 

Entiendo que la parte más interesante de la vida de las personas no se encuentra en los ensayos o en las novelas. Aquello que nos deja perplejos, sin capacidad de analizar o que nos supera ampliamente proviene de la vida misma.

José Campusano

¿La historia surge en contacto con las personas o recurrís a algún equipo interdisciplinario que pueda ayudarte a recolectar e interpretar esa información?

Nada me genera más suspicacia que aquella gente ajena a los rodajes que pretenda intervenir. Cualquier persona que venga con el afán de ser especialista en una determinada materia y quiera intervenir en los contenidos, está censurándote. ¡Echala! (risas) Yo he filmado en comunidades de Brasil donde tengo poco tiempo y ahí sí necesitas de algún asistente social o antropólogo para poder dilucidar ciertos aspectos, pero el vínculo siempre es con la comunidad y no con un intermediario. Yo descalifico totalmente a estos profesionales en materia de creación artística.

 ¿Con qué se va a encontrar el público que vaya a ver la película?

Creo que se van a encontrar con una mirada femenina de verdad, con problemáticas reales y sin ningún tipo de tapujos. Me parece que eso es lo más interesante, una mirada que no responde a un canon instalado a la fuerza por un gobierno ni por una agenda mundial, sino que es la mirada de una persona totalmente independiente de criterio, errada o no, pero es en lo que ella cree, y eso ya es valioso.

 ¿Cuando decís «sin tapujos» te referís a aquellas escenas que generan una sensación de incomodidad como aquella que retrata los abusos de su padrastro?

Todo eso sucedió. Los diálogos son calcados de lo que pasó realmente. Tratamos de no improvisar y encadenar justamente escenas o experiencias que responden a una misma lógica. Es importante mantener un código de credibilidad. Al tratarse de anécdotas de varias mujeres, hay que ser cuidadoso porque si se rompe ese código difícilmente la gente se crea la escena que viene. En ese sentido, es clave ser honesto con el espectador, es lo que nosotros priorizamos al momento de filmar. Cuando se lleva a cabo el trabajo de post producción a veces es necesario recortar escenas, pero siempre hay que tener en cuenta estas cuestiones.

 ¿Con el fin de concientizar?

No, simplemente compartir instancias de vida. No tenemos ninguna pretensión de educar a nadie, a diferencia de ciertos colectivos que hoy pululan por doquier. Nosotros no le bajamos línea a nadie. Simplemente compartimos una instancia creativa en la cual los recursos se ponen al servicio de las comunidades. A veces eso te convierte en marginal por correrte un poco de la agenda. Hay pequeños sectores que se han apropiado de los espacios de difusión. Entonces, lo que intentamos hacer es construir desde otro lugar a través de los testimonios de época, que a ellos a veces se les escapa porque quizás no convocan tanto.

 

«Se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio»

«Se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio»

El exministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, Roberto Salvarezza, es el presidente del directorio de Y-TEC (YPF Tecnología) y de YPF Litio. Opina acerca del debate sobre la nacionalización del litio, la relación entre el Estado y el sector privado, la necesidad de industrializar el recurso y los riesgos y beneficios que puede presentar para el medio ambiente.

El litio es un mineral clave para una transición energética hacia fuentes renovables por su capacidad de almacenar energía en pequeñas y grandes escalas. Se trata de uno de los recursos más demandados de los últimos años y es un insumo esencial en la fabricación de baterías para de todo tipo de dispositivos, desde celulares a automóviles eléctricos, algo que permitiría reducir el consumo de combustibles fósiles.

Argentina, Bolivia y Chile conforman el denominado “triángulo del litio”, una región que concentra más del 60% de las reservas conocidas a nivel mundial del mineral en un marco en el que los precios del recurso se dispararon un 400% en 2022 y la tonelada llegó a alcanzar un valor de 80.000 dólares.

A mediados de enero, La Rioja declaró el litio como recurso estratégico y reabrió el debate sobre el rol que debe ocupar el Estado en el desarrollo de la explotación del recurso. Por un lado, organizaciones empresariales aseguraron que la decisión pone en juego puestos de trabajo y afecta la inversión privada en un contexto donde el país necesita con urgencia el ingreso de dólares. Por otro, está la postura de que Argentina necesita desarrollar su cadena de valor e industrializar su producción.

Sobre estos temas cruciales para el país, ANCCOM entrevistó a Roberto Salvarezza, exministro de Ciencia y Tecnología de la Nación y actual presidente del directorio de Y-TEC (YPF Tecnología) y de YPF Litio

¿Cómo conviven las tensiones en el sector y cuál es la posición que toma Y-TEC?

 Es un panorama complejo, pero creo que se puede manejar si entendemos el marco legal que hoy tiene el litio en el país, que es el único en el que una empresa como YPF o Y-TEC puede manejarse. Hoy en día, por la Constitución, el litio es propiedad de las provincias. No hay otro marco vigente. Uno podría decir: “Bueno, modifiquemos este marco legal”, pero eso requiere la aprobación por parte del Congreso y una serie de acciones que hoy no son posibles. Más allá de algunas discusiones, está aceptado que el litio es un recurso provincial. En ese contexto, la provincia de La Rioja puede tomar la determinación que ella considere necesaria. Si la provincia no ha logrado que las empresas a las que concesionó áreas potencialmente explotables en litio hayan avanzado e invertido, tiene todo el derecho a retomar el control de esas áreas y entregárselas a EMSE, que es la empresa provincial. Hay otras provincias que tienen otras posiciones y la mayoría de los proyectos están en otras áreas: el caso de Catamarca, Salta y Jujuy. Entonces, me parece que esta polémica no tiene mayormente sentido.

 

¿Se puede esperar un crecimiento en la participación estatal en la producción de litio?

El tema de cómo se explota el litio en el marco hoy legal vigente es una decisión de las provincias. Jujuy tiene una normativa en la cual su empresa provincial, JEMSE, tiene una participación. En Salta se están licitando áreas a distintas empresas y la suya, que es REMSa, no tiene una participación en la producción de litio. En el caso de Catamarca, tampoco. Es un lío, porque uno hace una cosa, otro hace otra. ¿Cómo desarmamos este caos que hay en torno al litio? Todas las multinacionales exportan. No tenemos control sobre el litio, no es un recurso a nivel nacional. Las provincias van acordando cada una de acuerdo a sus intereses. ¿Cómo hacemos? Yo creo que eso se construye, no es un tema que uno lo hace por decreto. No se puede imponer las cosas porque no está la legislación. En el caso de Bolivia todo el litio es del Estado y hoy no exportan una tonelada de carbonato de litio.

 

¿Qué rol tiene YPF en este panorama?

Nosotros creemos que YPF es una buena herramienta para que el Estado participe de la explotación del litio en el actual marco legal. ¿Por qué? Primero, es una empresa mayoritaria del Estado. El 51% está en sus manos, con lo cual tiene una influencia importante, y es una empresa que puede perfectamente presentarse a licitar como cualquier otra compañía internacional. Podemos presentarnos, participar en la exploración, en la explotación y también en la industrialización del litio. Para eso, YPF ha diseñado una estrategia con dos participadas. Una es YPF Litio, de reciente creación en el año 2021, y la otra es Y-TEC, que ya tiene un recorrido más grande, pero que es parte de esa cadena que hace que YPF pueda entrar y ser un jugador más en el área. YPF Litio se ocupa de lo que es la exploración y explotación hasta el carbonato de litio e Y-TEC toma el carbonato de litio hasta la transformación en las celdas para las baterías. Entonces, cubrimos todo el espectro que hace la parte exploratoria, la explotación de la salmuera, su transformación química en un producto como el carbonato de litio o el hidróxido de litio, y luego esto puede ser exportado o puede ser industrializado. YPF tiene espalda para invertir. Ahora estamos encarando la exploración de 20.000 hectáreas en Fiambalá. Ahí, YPF prioriza el acuerdo con las empresas provinciales. Por ejemplo, llegó a un acuerdo con CAMYEN, la empresa minera y energética de Catamarca, y también estamos hablando con REMSa, que es la de Salta, para lograr explotación de salares. Por otra parte, estamos avanzando en dos nuevas plantas, una en Santiago del Estero para electromovilidad, que es cinco veces la de La Plata, y otra en Catamarca para energía estacionaria. Hemos avanzado un montón. Habría que remontarse a dos años atrás para ver cuál era la reacción si uno decía que iba a hacer baterías de litio en el país. El 90% decía: “No se puede, solo los chinos hacen eso”. Sin embargo, hoy en la Mesa del Litio los gobernadores están hablando de industrializar el litio. Algo ha cambiado, hubo 12 años que se trabajó desde la ciencia y la tecnología para entender cómo son las celdas, se trabajó para llevar adelante el desarrollo de un material de cátodo, hubo un proyecto en 2015 para hacer una planta piloto que se terminó de ejecutar, se probaron las celdas y ahora tenemos una planta industrial.

Ya nadie puede decir que Argentina no va a poder hacer celdas. Ahora, ¿quién hubiera discutido industrializar el litio si no hubiéramos demostrado que éramos capaces de hacer celdas para las baterías?, ¿Cómo disputás el carbonato de litio cuando no tenés capacidad para industrializarlo? Muchos cuestionaron por qué hacíamos la batería sin tener el carbonato, pero recién cuando demostrás que sos capaz de hacerlo, podés ir a disputar con las empresas que exportan el litio y pedirles que dejen una fracción en el país. Nadie les va a decir que no exporten, pero dejen una fracción para desarrollar el agregado de valor en Argentina. Entonces, la estrategia que hoy en día yo veo factible en Argentina para que el Estado no quede fuera de la cadena de valor del litio, desde la salmuera hasta la batería, es a través de YPF. Si después en el Congreso Nacional los diputados y los senadores cambian ese marco legal, es otro juego, pero en el marco actual una empresa tiene que jugar con las reglas que tiene.

¿Existe un plan desde el Gobierno nacional para nacionalizar el litio?

Yo creo que no. Sucedió lo mismo en el caso del petróleo. Nosotros no nacionalizamos el petróleo, creamos una empresa nacional y dejamos que convivan las dos cosas. ¿Por qué no nos conviene a nosotros nacionalizar el litio? Porque no tenemos la capacidad de inversión necesaria para desarrollarlo solos. Hoy en día, una exploración de litio de 20.000 hectáreas nos puede salir dos millones de dólares. Si la exploración fuera positiva y te diera litio, hacer una planta piloto sale 30 millones de dólares, y hacer una planta industrial te sale 300 millones. Eso para una empresa privada es un montón de plata. YPF podría hacerlo porque es una compañía que el año pasado ganó 5.000 millones de dólares, pero el Estado no. Yo creo que es una buena jugada tener una empresa nacional que esté ahí y que haya algún conjunto de empresas que estén exportando y sacando litio; y que una parte quede y se industrialice, ya sea por YPF u otra empresa nacional. Es importante pensar el litio desde el lado de que haya una empresa  que sea mayoritaria del Estado, que pueda alinear y marcar el mercado y hacerse cargo de las inversiones que requiera la industrialización, algo que una empresa con la espalda de YPF puede hacer.  Yo creo que es un esquema posible dentro de lo que es la realidad latinoamericana y que sería menos menos conflictivo para los cambios de gobierno.

 

¿Un cambio de gobierno modificaría la política de producción en el sector? 

Como el recurso es de las provincias, depende de los cambios que haya a nivel provincial. Si las provincias no cambian los gobiernos, no necesariamente tiene que haber una modificación. También hay una enorme demanda internacional, por lo que yo no veo que vaya a variar el tema del litio si cambia el gobierno a nivel nacional. Probablemente le daría más facilidad a las multinacionales y tal vez limitaría a YPF, como lo hizo Macri durante los cuatro años de su mandato.

 

¿Observa una estrategia impulsada desde el Estado Nacional para coordinar la actividad con las provincias para que funcione de manera conjunta y en una dirección similar?

Recientemente, YPF fue admitida en la Mesa del Litio a través de Y-TEC. Nosotros hemos participado de la última reunión en forma oficial y noto que hay una necesidad de construir una estrategia. De hecho, también se sumó a la Mesa, la Secretaría de Asuntos Estratégicos. Primero está el tema del agregado de valor, que surge en las declaraciones públicas de los funcionarios. El tema de empezar a mirar al litio desde una óptica que no sea la de cuánto más vengan e inviertan en poner los piletones y la obra civil, ya está. Esa era la inversión que recibíamos, pero ahí quedaba el tema. Ahora, ya empieza a haber otra mirada sobre lo bueno que sería que podamos industrializar el recurso. A mí me parece que eso está cambiando. Creo que se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio que nos va a permitir que Argentina pueda quedarse una fracción de la riqueza que posee y que hoy en día está perdiendo. El Estado puede ver de ir sacando incentivos, como ha hecho con los reintegros, y tal vez avanzar en esta idea de que una fracción creciente del carbonato de litio sea ofertada para ser industrializada por empresas nacionales. Eso sería para mí un paso muy importante: acordar con todos los que van a producir que el 10% o el 15% lo destinen a industrializar en el país, si hay demanda, obviamente. Y si no la hay, exportarlo. Si logramos consensuar eso, yo creo que tenemos la posibilidad de industrializar el litio y generar mucho valor.

 

¿Qué diferencia representa exportar el producto primario, el carbonato de litio, y el producto industrializado, la batería? 

Simplemente de transformar el carbonato de litio en el material de cátodo que nosotros elegimos, que es el LFP, uno de los que ahora se está imponiendo como una de las mejores tecnologías, ganás el 60% solamente del primer escalón, del carbonato al material del cátodo. Vos hoy podrías exportar LFP, tranquilamente. Si lo llevas a celdas, ganás mucho más, pero podés agregar valor simplemente con una mínima transformación en el material del cátodo de la batería.

 

Como otras actividades mineras, extraer litio requiere una gran cantidad de agua dulce, ¿Cuál es el daño ambiental que el desarrollo de la actividad podría representar para el área donde se realiza?

El tema del agua es muy importante, pero hay que ponerlo un poquito en contexto.  Yo creo que la licencia social está en todo lo que son las actividades mineras. El litio es una actividad un poco diferente porque, por ejemplo, no requiere extracción a cielo abierto como en las intervenciones que se hacen sobre la roca, se extrae de salares. Australia lo saca de roca, o sea, es una minería más convencional, como la del cobre. Nosotros tenemos una minería que es en base a salmuera y requiere menos químicos. Es un manejo más parecido al del petróleo, porque es un manejo de fluidos. El salar es una capa sólida en la parte superficial, pero debajo hay agua y salmueras, y eso es lo que uno extrae. Esas salmueras contienen mucho cloruro de sodio y poco cloruro de litio. Entonces, todo el proceso químico implica poder extraer ese poco que hay de cloruro de litio y bombear la salmuera con el agua. Ese proceso puede afectar la hidrología de la cuenca, por lo que hay que manejarlo con mucho cuidado y trabajar muy bien la hidrogeología de manera tal que uno pueda constatar que lo que uno procesa no afecte la cuenca hídrica en la cual está instalado el lago. Yo hablaba el otro día con gente de Chile, del Ministerio de Minería, que ellos tienen una experiencia ya prolongada en el salar de Atacama, y decían que no tienen evidencia de que haya habido una disminución de los niveles hídricos por la explotación, pero por supuesto está lo precautorio, es decir, hay que controlar y estudiar. Nosotros entendemos que cualquier intervención que haga YPF en el salar va a tener que tener toda la licencia social que requiere la actividad. De hecho, YPF tiene una trayectoria de 100 años de explotar petróleo. En ese tiempo ha tenido reclamos ambientales y ha tenido que intervenir con las comunidades. Lo cierto es que la mirada social que tiene una empresa multinacional que viene a llevarse un recurso y se va es distinta a una empresa que vive en el país, que tiene que hacerse cargo de los pasivos ambientales y dar cuenta a la sociedad. YPF tiene otras garantías y otras sensibilidades con el manejo del tema ambiental.

Desde 1850, los países que más contaminaron fueron los europeos, Estados Unidos y después China. Nosotros, que casi no usamos nuestro gas ni nuestro petróleo, ahora tenemos que pagar el costo de la transformación y nos quieren vender todos los electrolizadores alemanes y los molinos eólicos daneses: negocio redondo.

Roberto Salvarezza

¿Cómo es la relación con las comunidades que habitan las áreas donde se realiza la actividad?

Los proyectos que tenemos en ejecución tienen que trabajar con las comunidades que estén en el territorio, algunas son comunidades originarias, otras son comunidades que viven en el entorno. Siempre hay que trabajar con la licencia social, sin eso no se puede hacer nada. Para habilitar un proceso de este tipo, tenés que cumplir con todos los requisitos de impacto ambiental. La principal queja que hemos visto en las comunidades es que no se las consulta, que no se hacen todos los pasos que hay que hacer para lograr la aprobación de un proyecto. Nosotros decimos que hay que cumplir con todos los pasos: la legislación de cada provincia, los requerimientos y las normas internacionales para el desarrollo de un proyecto minero, las audiencias públicas, hablar con las comunidades para que perciban que la actividad del litio va a tener un beneficio para ellos. Toda actividad de intervención tiene un impacto ambiental, ninguna es neutra, pero vos la admitís cuando tiene un beneficio. Cuando vos no tenés ningún impacto positivo, realmente no hay licencia social. Eso requiere un esfuerzo de comunicación, trabajar con las comunidades y llevar propuestas. Creo que en ese aspecto, YPF tiene una ventaja sobre las empresas multinacionales.

 

¿Existen métodos alternativos de extracción que puedan ser menos dañinos para el ambiente?

Hemos tratado de ver otras tecnologías, pero eso no quiere decir que sean exitosas. La que estamos llevando adelante en la planta de Jujuy está en una etapa piloto. Tenemos que ver si es implementable a un nivel ya escalado. También hay otras tecnologías que están apareciendo. Todo el mundo quiere cortar los ciclos, no quiere evaporar tanta agua, no quiere esperar dos años para empezar a tener algún resultado, es el tema más de frontera para el sistema científico.

 

El litio, si bien posee ventajas que no tiene el petróleo, sigue siendo un recurso no renovable y finito. ¿Cómo se encara esa discusión para el futuro?

Hay algunas diferencias. Hoy, en la transición energética, el petróleo y el gas generan dióxido de carbono, efecto invernadero y un aumento de la temperatura. El litio no tiene ese problema, si bien gasta agua, es más beneficioso. Efectivamente, el litio se podría agotar, pero hay muchísimo. El agua de mar tiene litio, lo que pasa es que está muy diluido. Entonces, vos podrías desarrollar tecnologías donde pudieras concentrar el litio y extraerlo de ahí, que es lo que se está tratando. Pero también puede pasar que dentro de veinte años  tengas otra batería que sea de sodio, que ya se está probando, y no de litio. Sodio hay un montón. Hoy las que te funcionan son las de litio, pero podemos llegar a otros recursos. Yo creo que también hay que mirar eso, la contaminación y los problemas que tenemos. Hoy a la humanidad le preocupa más el efecto invernadero, el dióxido de carbono y el cambio climático. Entonces, los combustibles fósiles son nuestro principal enemigo desde el punto de vista social, y lo digo siendo YPF. Por eso nosotros defendemos el gas de YPF, que es mejor que el carbón. Si nosotros exportamos gas evitaríamos que Alemania vuelva a usar carbón, porque la guerra de Ucrania los dejó sin gas. Y ahí una reflexión: los alemanes empujan el hidrógeno verde, el litio, todo verde, pero tienen el problema de que pasan frío en el invierno y salen a abrir las minas de carbón. Nosotros, que tenemos pibes que no comen y tienen frío todo el año, no queremos explotar el offshore y salimos a protestar en Mar del Plata. También hay que pensarlo esto, porque muchas veces nos embarcan en cruzadas, pero, ¿cuánto contaminamos nosotros? Que ellos cierren las minas de carbón. Desde 1850, los países que más contaminaron fueron los europeos, Estados Unidos y después China. Nosotros, que casi no usamos nuestro gas ni nuestro petróleo, ahora tenemos que pagar el costo de la transformación y nos quieren vender todos los electrolizadores alemanes  y los molinos eólicos daneses: negocio redondo.

Una china en Parque Chas

Una china en Parque Chas

Haien nació en Shangai, vivió en la Patagonia y ahora reside en Buenos Aires, donde lanzó su segundo disco, «Olas». Entrevista publicada el 7 de junio de 2022.

¿Una cantante y compositora nacida en la ciudad china de Shangai, criada en el sur argentino y que ahora vive en Parque Chas? Sí, es Haien (Haien Qiu es su nombre y apellido completo), quien presenta su segundo disco solista, Olas. En esta entrevista habla de la relación entre dos países tan distintos y cómo ser mujer en el ámbito de la música, entre otras cosas.

¿Cómo fue tu niñez?

Nací en China, en Shangai, vine a los 3 años a la Argentina. Fuimos con mis padres a vivir a Puerto Deseado y luego a Comodoro Rivadavia. Con mis padres tengo una gran brecha generacional y cultural. Además, al vivir en el sur, no me relacioné con otros asiáticos de mi generación. Encima, la cultura occidental y la oriental son bastante opuestas, a la vez, complementarias. Me identifica mucho una canción de Facundo Cabral que dice: “No soy de aquí, no soy de allá. No tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad”. Siento que no soy de un lugar específico.

 

¿Sentís que la ambivalencia cultural influyó tu música?

Tanto en China como en el sur de Argentina viví en la costa y el mar tiene mucha importancia en mi música, sobre todo en las letras y en la esencia. El sur es un lugar frío, despoblado, estepario y ventoso que genera algo introspectivo que tengo bastante presente. También tengo algunos pensamientos más orientales que vienen de sangre. Es un mix que no sé si está muy explícito en mi música pero que es parte de mi identidad.

 

¿Y cómo llegaste a Buenos Aires?

Me vine a Buenos Aires cuando terminé el secundario para estudiar. Hice un año del CBC para Nutrición y estudié un año de Diseño de Indumentaria. Fueron experimentos de áreas que me interesan pero siempre estuvo la música presente. Ahora trabajo como actriz publicitaria y eso me da tiempo para la música.

¿Cuándo te diste cuenta que querías ser artista?

Desde siempre la música es un refugio y canto desde los 8 años en los actos y en las misas de la escuela. Mi familia trabajaba mucho y no había lugar para lo hedonista. Yo precisamente quería que mi vida fuera opuesta a la de mis padres. Entonces, apareció la música y me abrió muchísimas puertas.  Después, en la adolescencia, tuve bandas con las que hacíamos temas de Radiohead, de Alanis Morissette y algunas canciones más experimentales.

 

¿Cómo fue tu primera presentación en público?

Mi primera presentación fue a los 12 años en el teatro de la escuela María Auxiliadora de Comodoro Rivadavia, donde canté a capela “Sueña” de Luis Miguel. A capela y en un teatro bastante grande, claro que estaba muerta de miedo pero en ese momento me di cuenta que era algo que quería hacer siempre.

Me gusta contar estas historias porque me reencuentro con un momento muy ingenuo y autogestivo con la música. Me acuerdo que me hacía los flyers con témpera y con lapicera, los fotocopiaba y después los pegaba en los negocios del centro. Ser solista también me remite a eso, a moverse para que algunas cosas sucedan.

 

¿Cómo vivís tu carrera artística?

No sé si yo lo siento como una carrera porque no tengo apuro por ciertas cosas que quizás otros artistas sí. Estoy en un momento de querer disfrutar más del proceso en vez de estar pensando en pegarla o no. Obvio que también quiero tener la mayor llegada posible, es lo que queremos todos. Sin embargo, cada momento es especial, cada colaboración, cada trabajo, y es importante disfrutarlo. Además, una de las cosas más lindas es poder conectar con otros músicos y generar, además de algo artístico, vínculos personales.

 

¿Qué artistas te inspiran?

Aprendí mucho con Christian Basso, con quién he colaborado en su disco La música cura, y él también ha colaborado en mi primer álbum, La respuesta, de 2015. Me abrió un mundo diferente al que venía transitando. Mi música es bastante versátil, nunca me casé con un género pero venía de proyectos más pop, rockeros o electrónicos, y con Christian me metí en el mundo de la balada y del soundtrack. Fue un encuentro de mucho crecimiento y que me influenció mucho.

¿Cómo fue tu experiencia como cantante de Adicta?

Mi encuentro con Adicta era algo que tenía que suceder. Era un desafío porque nunca me había involucrado en un proyecto en el que tuviera que aprender un gran repertorio de canciones ajenas. Experimenté vocalmente y pulí cuestiones escénicas. Me sentí con la libertad de interpretar y aportar artísticamente.

Como soy muy autodidacta, estuvo buena toda la experiencia para mejorar mi performance en general.

 

¿Alguna vez sufriste algún tipo de discriminación en el ambiente musical?

Se podría decir que no y con el paso del tiempo empecé a valorar el hecho de ser diferente. Sin embargo, siendo mujer en la música, en un palo más rockero y con más hombres, naturalicé ciertas actitudes machistas. Por suerte, estamos en pleno cambio para ir a un lugar con más igualdad y sensibilidad común.

¿Cómo fue la creación de tu último disco, Olas, en el que participaron, entre otros, Fernando Samalea, Mario Siperman y Yul Acri?

La mayoría de las canciones las escribí en estos últimos años, la pandemia fue un buen momento para eso. Mi proceso es muy de componer con la guitarra, lapicera y papel. Después, lo llevo al live para darle un poco de forma. También me junté con Dizzy Espeche, que es músico, guitarrista y amigo. Juntos estuvimos maquetando las canciones y después pasaron a manos de Jerónimo Romero, quien produjo todo el disco. Además, el álbum abre con una canción de Shaman Herrera y cierra con una canción interpretada por Mercedes Sosa, que es de Tejada Gomez y Matus. En resumen, fue un proceso largo, al menos yo lo necesito para ver qué quiero transmitir. Finalmente, logramos un disco de ocho canciones que puede tener distintos adornos pero la esencia está en las melodías y en las letras.

 

¿Cómo le describirías tu música a alguien que todavía no la conoce?

Si tengo que poner en palabras lo que hago, puedo decir que son canciones que transmiten vivencias, sentimientos y emociones. Tienen simpleza, poesía y son atemporales. Son temas transparentes que pueden abrirse a varios significados. Quién los escuche decidirá si conectar con lo que transmite.