«Tener salud es ser libre»

«Tener salud es ser libre»

El actor y director Juan Vautista relata su experiencia personal con la institución médica en el documental La salud bajo control.

Mostrar la cara no visible de la medicina es el propósito de La salud bajo control, una investigación devenida en largometraje de acceso gratuito que abre una variedad de interrogantes sobre el funcionamiento y las prácticas del sistema de salud y sobre el impacto que tienen en las personas los intereses de la industria farmacéutica y la información de los medios de comunicación. Realizada entre 2016 y 2022 con financiamiento colectivo, atravesada en el medio por la pandemia, la película incluye entrevistas a profesionales de distintas partes del mundo.

“Sentí y acepté que estaba al servicio de todo esto, que yo era un instrumento más para que esta película se hiciera. De ahí comencé a tener más fe en mi intuición para llegar a los entrevistados. Tardé en darme cuenta que la vida me había puesto en ese lugar. Como actor, tenía que aplicar todo esto y tener un criterio artístico para hacerlo”, cuenta su director, Juan Vautista, en diálogo con ANCCOM.

Actor, director de cine y teatro, creador de sketches, musicales, performances y monólogos, Vautista también fue guionista y codirector del documental La educación prohibida (2012) y actualmente está presentando su obra Varonas en el Teatro La Mueca del porteño barrio de Palermo.

“Me frustra que la máquina sea tan grande y poderosa como para poder desarmarla. El sistema está compuesto por las corporaciones, el poder político y otros actores que están allí arriba –afirma–. Entre sus herramientas más importantes está la economía, que copa cada estrato de la sociedad, luego el sistema educativo, clave para formatear mentes desde la infancia, y el sistema sanitario, que te pone de frente a la muerte, por lo que la gente, guiada por el miedo, va a hacer todo lo que le digan. Con el sistema sanitario nos mueven como un rebaño”.

¿Cómo surge el título La salud bajo control?

Cuando comencé a realizar el documental pensé que se llamaría “La salud prohibida”, de modo similar a mi anterior película. Dejé que las investigaciones y las mismas entrevistas hechas para la producción lo fueran definiendo de manera autónoma. Un día estaba en una plaza, acostado en un banco, cuando el nombre me llegó de golpe. Me dije: “Tiene que ser ‘La salud…’, algo que se adapte a dos normas a la vez”. O aprendemos a controlar nuestra propia salud o la controlarán ellos, y la realidad es que no le importamos a la industria farmacéutica, a la alimenticia y ni siquiera al Estado. No hay que olvidarse que son los gobiernos quienes juegan un papel importante al financiar campañas de difusión para apadrinar lo que la institución médica hace.

¿Los pacientes se encuentran automatizados y adoctrinados frente a las indicaciones médicas?

Nos tenemos que cuestionar todo. En el documental expongo carátulas con distintas preguntas porque me parece que debemos salir de ese lugar de comodidad. Tomar el control de mi salud significa también abrir los ojos y ver la realidad. Es probable que necesitemos la cooperación de los médicos, pero no desde un lugar de ignorancia, de comodidad o de pasividad. Se trata de tomar las riendas de nuestra propia salud, ya que si no lo hacemos tampoco podemos pretender que lo haga el otro. Los médicos pueden llegar a tener buenas intenciones pero aun así se hallan en una burbuja de ignorancia y están arrastrados por la ley. Básicamente se encuentran atados. 

¿Esperás que el documental sea visto por estudiantes de Medicina?

Mi anhelo es que lo vean. Muchos me han contado que la primera etapa de la carrera es interesante, hasta que aparece la farmacología. En ese momento es donde empieza a decaer la magia del estudio al haber una sola forma de curar debido a que los programas universitarios de Medicina fueron construidos por la misma industria farmacéutica. Esto provoca que los estudiantes salgan formateados. Actualmente, el esquema está cambiando porque comienza a ser cuestionado y se busca información por otros medios. El estudiante debería atravesar toda la estructura que compone la carrera con los ojos abiertos, tomando ciertas sugerencias y dejando de lado la ignorancia. Esto evitaría que sea parte del rebaño, como nos pasa al resto.

¿Qué impacto tuvo la pandemia en la realización de la película?

No estaba en mis planes hablar sobre la pandemia, pero ésta nos atravesó. La situación puso de manifiesto el rápido funcionamiento de absolutamente todo y el desconocimiento de todos, me incluyo, sobre nuestra propia biología, mente, cuerpo y emociones. Estamos adiestrados a querer todo muy rápido, en todo momento, a partir de tener una gran cantidad de cosas sintetizadas en un teléfono, lo cual nos genera más ansiedad. Además, el nivel de ignorancia fue tan alto que pudieron hacer lo que quisieron, controlándonos a raíz del miedo. Nos van llevando a eso, no tenemos la culpa nosotros. Va a ser en la segunda parte de La salud bajo control donde toque en profundidad lo ocurrido en la pandemia. Lo que fui descubriendo en la construcción de ambos documentales es que estamos viviendo en una época de extrema ansiedad social. Cada vez nos cuesta más ser nosotros mismos y tener valentía para expresar lo que queremos.

¿Qué respuestas recibiste del público?

Hay mucha gente que no está de acuerdo con la película, les genera rechazo. A mí me parece que pasará un tiempo hasta que el tema sea aceptado. Recientemente, una médica que la vio me dijo que lo que rescataba de la película es que no le chocaba, sino que le abría una puerta de interrogantes.

¿Fueron difíciles las entrevistas?

Lo que salva a La salud bajo control son las personas que compartieron sus testimonios, que son parte del universo de la salud. Previamente, varios de ellos se habían negado a aparecer en otras películas, ya que tenían temor de la edición que luego se les aplicaría a sus palabras en el montaje, pero lo que hizo que se entregaran con total relajación a participar y confiaran en mí fue mi anterior película, La educación prohibida. Muchos me han dicho que no pueden creer cómo llegué a juntar a todas esas figuras en un mismo largometraje. He recibido elogios al lograr que el documental fuese entretenido y sintetizara todos estos temas.

¿De qué forma se complementa el arte con el tema de la película?

Las animaciones, el color y la música están muy pensadas en el documental. Traté de que el músico participara activamente en la visualización. Le mostré la película en pantalla grande para que armara la base y la estructura musical. La música juega un papel clave para que el espectador se adentre en las imágenes y no se aburra. Siento que la musicalización promueve un pulso que acompaña los fuertes temas tratados. Eso ayuda a quien lo ve, especialmente cuando la trama de la película es oscura. Decidí también que las animaciones tenían que estar todas en un mismo lenguaje. Con la ayuda del animador, intentaba que las mismas sean absurdas y suavizaran la densidad del argumento.

¿En qué tópicos hará énfasis la segunda parte de La salud bajo control?

La primera refiere principalmente a que el control de nuestra salud lo tienen los otros, la institución médica. En cambio, en la segunda parte hay una reformulación en la que el eje pasaría al control que nosotros mismos ejercemos. Quiero abordar el tema de la pandemia sin tener que preocuparme por la censura. La parte uno del documental es oscura, a pesar de que las animaciones y la música ayudan a suavizarlo. En su continuación, a pesar de que va a comenzar tratando el tema del covid, se plantea lo ignorantes que fuimos para que se nos vendiera este asunto con tanta facilidad sin llegar a cuestionar nada. Luego el film se adentrará a pensar sobre el cuerpo humano, a interrogarse qué es la enfermedad y todo esto acompañado de otros testimonios vinculados con el hecho concreto del acto de sanar. Se estrenará a finales del primer semestre del próximo 2024. Mi intención es que pase un tiempo después del periodo de pandemia para que el público mire con otros ojos la situación ya que todavía es un asunto que sigue latente.

Tras esta primera parte del documental, ¿podés contestar qué es tener salud?

Me siento privilegiado por todas las personas que conocí y entrevisté para la realización del film y fue de esta forma que construí mi idea. Creo que ser y descubrirse a uno mismo a nivel emocional, biológico y psicológico logra motorizarte al objetivo de tener salud. Se debe salir de ese lugar de comodidad y descubrirse a uno mismo. Como dice una de nuestras entrevistada en la película: “Tener salud es ser libre”.

Lápices que resisten la voracidad inmobiliaria

Lápices que resisten la voracidad inmobiliaria

La arquitecta Natalia Kerbabián dibuja casonas y edificios en demolición para concientizar sobre el riesgo de la pérdida del patrimonio arquitectónico de la ciudad de Buenos Aires.

 

Viejos chalets de pisos de madera, zaguán y tejas, luego de ser demolidos, sobreviven en la pluma de la arquitecta y diseñadora Natalia Kerbabián, creadora de la cuenta de Instagram Ilustro para no olvidar. Desde 2022 empezó sus ganas de contar (o de gritar) en acuarelas y lápices aquella Buenos Aires que está desapareciendo producto de la modificación del Código Urbano sancionado en 2018 y que dió luz verde a la construcción indiscriminada de torres en la ciudad.

 

¿Cómo nació la idea?

Las casonas de Olazabal y Vidal fueron el puntapié inicial. Fue la gota que rebalsó el vaso, y que condensó todo para impulsar lo que venía ideando, porque fueron varias instancias en las que vi tapiar arquitecturas irremplazables. Pero cuando estaba por demolerse esa esquina decidí ese mismo día empezar a ilustrar todas las demoliciones de patrimonio y las que estuvieron en riesgo también.

 

¿Qué reacciones te generó?

En realidad lo que me pasó es todo lo que tiene que ver con las emociones, porque razonable no era nada. Me impactaba esta sensación de lo absurdo, de lo incomprensible de demoler algo que estaba en buen estado y que definía la fisonomía de nuestra ciudad, la identidad, la cultura. Primero fue una confusión enorme entre bronca, angustia, enojo e incomprensión, y después empezar a averiguar y ver que había un montón de movimientos: blanqueo de dinero, cambio en el Código de Planeamiento y Edificación, y a continuación la firma de las autoridades del Consejo de Asuntos Patrimoniales (CAPS) desestimando arquitecturas que habían sido protegidas hasta el momento.

 

¿Hay personas que colaboran con el proyecto?

La colaboración es en red ciudadana con datos específicos de arquitecturas que fueron o van a ser demolidas. Por toda la ciudad, la gente me envía datos e incluso a veces empiezo a recibir del conurbano, de Rosario, de La Plata y de otros lugares, pero ya no puedo abordar lo que ocurre fuera de Capital. Lo que hago es invitar a colegas, a dibujantes y a quienes quieran sumarse para hacer una extensión del proyecto porque a mí me desborda. También lo que ya tengo para ilustrar me va a llevar dos años. Por otro lado tengo un apoyo incondicional que son las asociaciones vecinales y Basta de demoler, pero lo que es la ilustración lo estoy abordando yo. Invité a algunos ilustradores que seguramente van a aportar con alguna propiedad que hayamos perdido.

 

También veo publicaciones de otras ciudades, como Mar del Plata, donde hay casonas y chalets en riesgo de demolición. Al final el problema no es solo el patrimonio de la ciudad.

Mar del Plata sufrió una baja grande en los años setenta. Hace mucho tiempo perdió todo lo que era la galería costera, que era muy de estilo francés, una joya, y se construyó La Rambla, pero en esa época hubo una pérdida muy grande por la masificación de edificios. Ahora está sufriendo otra barrida y es uno de los lugares afectados. También estoy avisando pero cuesta que se sume gente de otros lugares, no es tan fácil.

 

¿Cómo ves la evolución o degradación del patrimonio histórico en la ciudad?

Gravísimo. De alto grado. Hay una voracidad en lo que es demoliciones en tiempo y forma nunca antes visto. Las demoliciones se producen de manera muy llamativa y de forma veloz, y ya prontamente se ingresa una construcción. Ha habido demoliciones siempre. Algunas de ellas se trataban de estructuras en muy mal estado pero no es lo que está sucediendo hoy que se talan árboles y se demuelen edificios vivos.

 

¿Cómo observan esta situación en el grupo de arquitectos? ¿Hay indiferencia?

Hay silencio. A ver, algunos colegas se manifiestan pero desde las instituciones hay silencio o, por lo menos, a mi no me llegó ningún tipo de comentario, entonces el silencio es abrumador.

¿Creés que hay una forma de frenar esta fiebre por los desarrollos inmobiliarios?

Hay una forma pero va a llevar tiempo. Tiene que ver con que la ciudadanía se vuelva activa y que empiece a conocer las herramientas de denuncia y de ejercicio de sus derechos para empezar a implementarlas. También las reuniones de ciudadanía en cada comuna, en las organizaciones vecinales con el comunero, para que se puedan presentar en la Legislatura proyectos de ley como los que se están haciendo. Cada vez más son más. Entonces, una ciudadanía activa y consciente que retoma o que reconecta con la estima de su ciudad es para mí el movimiento que viene, el futuro. Si vos sos consciente de quién sos y lo que te corresponde y te identifica, probablemente no estés esperando al gobierno de turno para que te represente o aceptes que haga y deshaga como se les ocurra. En la página de «Basta de demoler» hay una solapa que indica cómo denunciar o qué se puede hacer. Yo las compartí en la página de Ilustro y con la autora de la cuenta de Instagram «Buenos Aires Perdida« . Nosotras hicimos una transmisión en vivo por esa plataforma y ahí explicamos un poco.

 

¿Hay diputados o legisladores que estén enterados de la movida?

Si hay legisladores y diputados que se comunicaron conmigo. Son legisladores del Frente de Todos y tienen intención de declararlo proyecto de interés cultural. Estamos ahí comenzando a intercambiar. También están enterados de lo que está sucediendo hace rato por los grupos vecinales organizados como los de Colegiales por el Parque Ferroviario. Hubo muchos proyectos de ley para darles freno al avasallamiento inmobiliario.

 

Hay muchos de estos edificios que datan de antes de 1941, fecha establecida por la normativa para impedir demoliciones sin la aprobación del Consejo de Asuntos Patrimoniales. Sin embargo, se autoriza de todas formas su destrucción. ¿Con qué criterios evalúa ese Consejo?

Los criterios no están claros. Porque una misma arquitectura que puede tener una gemela o una muy parecida se puede desestimar y la otra está protegida. Hay un hermetismo en las instituciones que determina cuáles son los criterios de protección, eso confunde mucho también. Es todo incierto, nunca sabes qué le van a dar, pero últimamente están desestimando muchísimo más que antes, no es que siempre fue así.

 

¿Quién lo integra?

En la página del Gobierno de la Ciudad, en la sección Consejo de Asuntos Patrimoniales ves toda la tablita con la gente que está adentro y todas las instituciones. No incorpora antropólogos, ni filósofos, ni tampoco historiadores.

 

¿Estos tres que mencionaste son necesarios?

Sería interesante que un antropólogo, antropóloga o una filósofa, un historiador  puedan tener voz y voto en cuestiones de patrimonio intangible.

Por la calidad y cantidad de dibujos daría la sensación de que se viene un libro.

Se vienen dos libros. Uno es compartido con una persona que lo respeto un montón y que pronto lo diré, y el otro es propiamente de “Ilustro…” con memorias ciudadanas y relatos específicos de las historias de las casas o los barrios que sufren demoliciones.

 

¿Cuál es tu objetivo a largo plazo con estas obras?

No sé si con mis obras, porque pueden ser como diferentes formas de tomar conciencia en diferentes áreas de documentación, de archivo, de memoria registrada; pero el propósito en realidad es reconectar con la memoria emotiva de la ciudadanía, que empiece a entender que sí hay mucho valor en nuestra ciudad, que sí somos una ciudad diferente y única, que sí somos una ciudad peculiar, de una reunión cultural mixta muy interesante y única, que sí es original y no una copia y que pensemos a hacer dueños y responsables y gozar de los derechos de esta ciudad y apelar a la buena calidad de vida. El propósito es despertar conciencia ciudadana respecto de nuestro patrimonio.

Una guerra indefinida por el poder en Perú

Una guerra indefinida por el poder en Perú

La derecha parlamentaria sostiene a la presidenta Dina Boluarte, cuya promesa de llamar a elecciones antes de fin de año se diluye mientras mantiene una agenda afín a las grandes empresas y alejada de los intereses populares.

Colín Fernández, abogado y militante del Partido Regionalista de Integración Nacional (PRIN).

Colín Fernández, abogado y militante del Partido REgionalista de Integración Nacional (PRIN) del Perú.

En medio de la convulsión social que se vive en Perú, con más de 60 personas asesinadas por la represión desatada por el régimen de Dina Boluarte -aunque la cifra es imprecisa porque se considera que algunas no fueron contabilizadas-, ANCCOM dialogó con Colín Fernández, abogado y militante del flamante Partido Regionalista de Integración Nacional (PRIN), un espacio que se define como “de centro”. Desde Lima, donde dirige un estudio jurídico y está por concluir un doctorado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Fernández afirma que “no se percibe un quiebre constitucional” y, cuando se le requiere su opinión sobre las denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidas tras la caída de Pedro Castillo, manifiesta que se trata de “críticas aisladas”. “Se habla de lo autoritario –agrega–. Son las voces de los opositores que antes apoyaban a Castillo y quieren ver al gobierno de Boluarte como dictatorial”. Para Fernández, los acontecimientos de los últimos meses se tratarían de un eslabón más en una problemática institucional de larga data.

¿En qué momento comenzó la crisis política en Perú?

Nuestro país ha vivido una historia muy convulsionada desde su fundación. Lo ha caracterizado la desunión. Y la situación actual empezó en el momento en que el Gobierno no ha tenido articuladores efectivos en el Congreso de la República y se produjo, por consecuencia, esta “contención” que se viene dando desde el gobierno de Pablo Kuczynski (2016-2018), con Ollanta Humala (2011-2016) también se visualizaba esa tensión pero no era tan fuerte y por eso que no lo llegaron a destituir. Lo mismo sucedió con Alejandro Toledo (2001–2006) que lo quisieron vacar pero, a último momento, no consiguieron los votos porque él comenzó a articular e hizo alianza con el partido de Fernando Oliveira, lo mismo hizo Alan García (2006-2011). Alberto Fujimori, sin embargo, tenía comprado todo el Congreso.

Al Pedro Castillo se le atribuye una estrecha relación con Vladimir Cerrón (dirigente del partido Perú Libre y ex gobernador), hoy condenado por corrupción, ¿qué opina al respecto?

No sé si error o acierto, pero Castillo llegó a la presidencia con el partido de Cerrón, se supone que para formar parte de un partido político hay que conocer a su líder. Cerrón ha sido sentenciado por hechos de corrupción en su gestión como gobernador regional de Huancayo, donde hay gran descontento. Se dice que no ha hecho nada por su provincia. Castillo, al inicio de gobierno, trató de tomar distancia de Cerrón, pero no del todo, y más se notó en el segundo gabinete que lideró Mirta Vásquez. Ella es izquierdista, pero una de las más progresistas. Aparentemente, Castillo intentó desligarse de Cerrón no por convicción sino por la presión mediática, y los resultados están allí: no pudo hacer sentir su poder en los ámbitos del Estado porque no tenía detrás una estructura sólida. En el ámbito político, se necesita articular con las diferentes fuerzas y, para esto, hacen falta personas que representen y ayuden con ese rol. Quienes estaban alrededor de Castillo eran técnicos, alejados del quehacer político, mientras que los que le podrían haber sido más útiles él los ahuyentó en su indecisión de alejarse o no de Cerrón, y la presión mediática estaba puesta en que se alejara. A fin de cuentas, tomó distancia por esa presión. Castillo nombraba ministros y también por presión mediática los hacía renunciar. Se tiene que entender que si el Poder Ejecutivo y el Legislativo están en contienda, uno de ellos va a caer, como ya ocurrió en el gobierno de Vizcarra.

¿Qué se percibe en los peruanos en relación a sus gobernantes?

La gran mayoría del país, conformada esencialmente por las provincias, quiere que los congresistas se vayan, mientras que los congresistas niegan la realidad y parece que viven en un mundo paralelo, y creen que el pueblo los ama y se van a quedar hasta el 2026. Hay descontento de un gran sector de la población que no ven realizadas sus aspiraciones y ven que su Estado no está acompañando a forjar el bienestar común, uno de los objetivos por los cuales ha sido creado el Estado. Históricamente, la zona norte del país se siente más identificada con el capitalismo, con las ideas proempresa, de salir adelante, el emprendimiento, a diferencia de la zona sur, donde nos encontramos con un ciudadano más insatisfecho en sus reclamos al Estado y que tiene una cierta influencia de un sector de la izquierda. Hay que tener claro que la política es la lucha por el poder. Para amainar a los contrincantes, hay que hacer ciertas concesiones y eso es normal. Alan García hizo una articulación en el Congreso con el fujimorismo, y por eso tuvo esa convivencia de cinco años. Luego los gobiernos pasaron a resquebrajarse. En los últimos meses del gobierno de Humala ya se venía dando esta situación. Y en el de  Kuczynski ya se complicó todo.

¿Cuál es el mayor reclamo al régimen de Dina Boluarte?

Boluarte llegó a prometer que si sacaban a Castillo, ella renunciaba a la presidencia. Esas declaraciones, el pueblo peruano se las restriega en la cara. El gobierno de Boluarte está en piloto automático y no está chocando con las grandes empresas, no aporta nada nuevo y se está dejando llevar por lo que hicieron los anteriores gobiernos. Se percibe una inercia. Se limita a cumplir la agenda sin grandes cambios.

¿Convocará a elecciones antes de fin de año como también dijo?

No. No cumple sus promesas. Estos días, con los desastres naturales (aluviones y el ciclón Yaku), las protestas han menguado y aún no se sabe si se van a reactivar, pero como no hay una notoria convulsión social en Lima y las otras provincias, entonces ellos se sienten que ya han ganado esta lucha. No olvidemos que muchos de estos congresistas han llegado con préstamos bancarios y también con favores que tienen que devolver. Boluarte se va a querer quedar aunque hay partidos políticos que se están preparando para esas supuestas elecciones.

¿Cómo ve a Dina Boluarte como presidenta?

Es una pieza de ajedrez utilizada por el Congreso para permanecer hasta el 2026. Si al Congreso no le sirviera la presidenta, ya la hubieran sacado. El tema es que si Boluarte renuncia o la sacan, la Constitución vigente, de 1993, dice que inmediatamente el presidente del Congreso asumiría la presidencia, pero sólo para convocar elecciones. Hay congresistas que se han atrevido a reinterpretar a su manera la Constitución diciendo que en ese caso sólo se convocaría a elecciones para presidente, pero no para el Congreso. Están gobernando a espaldas de los intereses  del país. Hay una realidad capitalina y otra provinciana. La provinciana muchas veces no es atendida por las autoridades nacionales que están centradas en la realidad capitalina, tal es así que cuando las autoridades de provincia tienen que aprobar un presupuesto, la autorización llega desde Lima. Y en general, si  el provinciano quiere mejorar su calidad de vida, tiene que venir a Lima. 

¿Boluarte está a salvo de la vacancia?

Hay una moción para el 2024 que aún no ha sido ratificada y si no se ratificada, no se va a realizar. Para que sea admitida en el debate se necesita un 40 por ciento (52 votos a favor). Si se admitiera el debate luego se necesitaría 87 votos, los dos tercios, para ser vacada. La vacancia está siendo promovida por un grupo minoritario de izquierda, donde está Perú Libre. La derecha y centroderecha, que son mayoría, están respaldando a Boluarte. Dina está para rato, a menos que aparezca algún tema de corrupción que la comprometa. Su popularidad sigue bajando. Y la del Congreso asciende a un 91 por ciento. Mientras tanto, la incertidumbre sobre nuestro país sigue presente.

 

«Hay un debilitamiento del poder devenido de las posiciones sociales y un crecimiento del poder ligado a recursos económicos»

«Hay un debilitamiento del poder devenido de las posiciones sociales y un crecimiento del poder ligado a recursos económicos»

En su último libro, ¿El 99% contra el 1%?, la socióloga Mariana Heredia propone entender y discutir las desigualdades de nuestro país desmontando las etiquetas que -subraya- impiden pensarla.

“Para lograr una sociedad más igualitaria necesitamos una diversidad de políticas que planteen objetivos claros en términos intermedios y convergentes. Plantear que haya mejores salarios, más puestos de trabajo, mejores escuelas, que es algo que el país ya ha hecho. Hay que aprender de nuestra experiencia”, afirma Mariana Heredia, socióloga de la UBA y magister y doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. “No existen soluciones mágicas ni líderes carismáticos que arreglen todo de un día para el otro”, agrega. Para combatir la desigualdad hacen falta “un conjunto de objetivos e instrumentos que construyan una sociedad más integrada”.

Publicado por Siglo XXI Editores, el título de su libro, ¿El 99% contra el 1%?, refiere a la concentración de la riqueza global en una minoría de “súper ricos”. En el debate internacional, se usa para mostrar la confrontación entre los que más y menos tienen. En su obra, Heredia, quien además es investigadora independiente del Conicet y del Centro IDeAS de la Universidad Nacional de San Martín, donde también dirige la maestría en Sociología Económica, muestra las potencialidades y los límites de aquel debate, y explica por qué la obsesión por los ricos no sirve para combatir la desigualdad e imagina una posible salida al callejón en el que nos encontramos.

¿Cuándo aparece la denuncia a las clases altas en Argentina?

Argentina es un país de movilidad social ascendente. En pocos países existieron las posibilidades que acá se les dieron a los europeos a principios del siglo XX. Este espíritu va a ser acompañado por el peronismo en las décadas del 40 y 50, a la vez que se agudiza un discurso confrontativo con las clases altas. El peronismo propone una definición específica de clase alta que no cubría a todas las de su tiempo, sino que estaba asociada a los propietarios de tierras. Este tipo de discursos confrontativos suelen ser más intensos en momentos críticos, donde la economía no crece, la inflación se dispara y la pobreza aumenta. Cada movimiento político selecciona algún sector de las clases altas para echarle la culpa de los males del país: los dueños de tierras, los capitales nacionales o las empresas extranjeras. Cuando al país le va bien y la economía crece, esas clases altas ganan mucho más que en los momentos críticos, pero son menos denunciadas por los sectores populares.

Para explicar quiénes conforman ese uno por ciento, en el libro hablás de clase alta tradicional, burguesía nacional y ricos argentinos, ¿cuáles son sus características?

La primera se sitúa a principios del siglo XX. Son criollos que explotan la tierra y contratan peones rurales. Son la figura característica de las clases altas definida como “oligarquía”. Se piensa que la oligarquía siguió siendo el grupo dominante hasta hoy, pero el libro demuestra que sufrió un declive en los años 30. Se debe al ascenso de movimientos políticos, que derrotaron al Partido Autonomista Nacional y al avance del comercio y los servicios. En los 40 y 50 son los empresarios industriales, de espectáculos y supermercadistas los que acuñan grandes fortunas. En gran medida, lo lograron porque el Estado argentino intentó crear una burguesía nacional con la protección del mercado interno y acompañamiento de políticas públicas. En los 70, con las medidas de la dictadura y luego los 90 con Menem, esa burguesía nacional va a llevar sus negocios a países limítrofes, no va a contratar tanta mano de obra y no va a estar protegida por el Estado. Hablar hoy de burguesía nacional es anacrónico porque el proyecto de los 50 no existe más. Lo que sí hay son un montón de ricos, listados en la revista Forbes, que tienen un perfil diverso. Allí hay gente vinculada a las actividades primarias, bancarias, herederos, inversionistas. Es una categoría que puede llevar a confusiones porque el 1% de Estados Unidos fracciona riquezas que vienen de todo el globo. Entonces, no sólo son ricos estadounidenses sino globales, dueños de Nike, Apple, Amazon, Microsoft. No es lo mismo pensar ese 1% en Estados Unidos que en Latinoamérica, donde ni la cantidad de ricos es tan grande ni su riqueza es excepcional.

En el primer capítulo mencionás tres criterios para observar a las élites: recursos, posiciones e influencias. ¿Cuál es el verdadero poder de las élites hoy?

A las élites se las ha estudiado de varias formas. Según su posición: dueños de empresas, ministros nacionales, jefes de organizaciones. Según sus recursos: cuentas bancarias abultadas, contactos estratégicos, diplomas de las mejores universidades. Según su influencia a la hora de participar en tomas de decisiones. Lo que plantea el libro es que estamos usando una medida anacrónica para evaluarlas. Por ejemplo, creyendo que un presidente siempre va a tener poder, cuando es algo relativo que depende de los recursos que movilice, las potestades delegadas y su ubicación en el tablero internacional. En cambio, hay recursos menos visibles que otorgan mucho poder. La hipótesis del libro es que hoy se ha dado un debilitamiento del poder asociado a las posiciones y hay un poder creciente ligado a recursos asociados a lo económico.

¿Puede hablarse de una falta de capacidad de conducción política en las élites argentinas?

El libro parte de la tesis de que en las sociedades complejas las élites son necesarias en el trabajo de coordinación y conducción. Estamos viviendo una crisis de legitimidad de las dirigencias. Las élites individualmente pueden mucho pero colectivamente pueden poco y eso es perjudicial para todos.

¿Cuáles son las principales causas de la desigualdad en nuestro país?

La Argentina es el caso de una sociedad que podría ser más igualitaria de lo que es. En el pasado se logró poner un filtro entre el poder adquisitivo de las familias y sus condiciones de vida. Logró universalizar el acceso a la salud y la educación, facilitar el acceso a la vivienda, reclutar meritocráticamente en organizaciones políticas y económicas. pero en los últimos años esto ha ido retrocediendo por varias razones. La mercantilización, el avance de la oferta privada, la descentralización los servicios, entre otras. Aun dentro del capitalismo se pueden establecer sistemas de bienestar que pongan un filtro a lo que se puede y lo que no se puede comprar. Hoy el destino de las familias depende mucho más de su poder adquisitivo que en los 60. Las élites pueden comprar cosas que el resto de la gente no tiene acceso. No solo es importante distribuir la riqueza y el poder, sino también fortalecer las instituciones intermedias.

¿Somos una sociedad más desigual que en los 60?

La mirada historiográfica es frecuente a la cuestión del más y menos. No es que ahora haya más o menos desigualdad, sino que es diferente. Por ejemplo, las desigualdades de género eran mucho más profundas en el pasado. Hoy hay un incremento notable de las matrículas del primario y secundario. En esos casos las desigualdades se han atenuado. Pero se acentuaron las diferencias entre las escuelas. Antes había una gran brecha entre quienes vivían en el campo y quienes vivían en la ciudad. Hoy el 90% de la gente vive en la ciudad, pero estas se segmentan socialmente en barrios ricos y barrios pobres. Hay que estar muy atentos a la especificidad de la desigualdad en cada momento. No es solo distribuir la riqueza en estratos o en condiciones de ingreso, sino que en cada momento hay disparidades que se evidencian con mayor dramatismo. Una sociedad más igualitaria no se crea de un día para el otro.

Varios sectores de la sociedad sostienen la idea de que la redistribución del ingreso reduciría la desigualdad.

Argentina es uno de los países menos desiguales de la región según la distribución del ingreso. El problema es que su economía se estancó. El problema es que hay menos para repartir y no que las porciones a repartir sean desiguales, que lo son, pero comparadas con otros países no tanto. Hay que propiciar que los trabajadores tengan mejores salarios, pero también que tengan más trabajo, más protección. Que la solución no sea solo el ingreso sino un conjunto de dimensiones del bienestar que no se miden en dinero. Lo que pasa en Argentina es que muchas veces se incrementan los ingresos, pero los precios suben igual o más rápido. Entonces la solución es tanto distribuir mejor los recursos, uno de los cuales es el ingreso, como también el acceso a la vivienda, la salud, la educación, el trabajo y así propiciar el crecimiento de la riqueza del país. Eso es lo que le está costando a la Argentina en las últimas décadas a comparación de Sudamérica.

¿Plantear todo en términos de ingresos es un limitante en la discusión por la desigualdad?

Una de las preocupaciones del libro es que estamos obsesionados con el 1%. Hay que salir a cobrarles impuestos a ellos y con un click se van a resolver las desigualdades y no es así. Entonces, el problema impositivo en la Argentina no es solo que paguen más los que ya pagan, sino que paguen más los que tienen que pagar, hay mucha gente que logra evadir con éxito la declaración de sus bienes. El aporte de las elites a la sociedad no debe ser solo distribuir los recursos que tienen, sino generar actividades económicas sostenidas en el tiempo, puestos de trabajo formalizados y con salarios dignos, contribuir con la estructura necesaria para escuelas y hospitales. Pareciera que el problema de la desigualdad es solo del Ministro de Economía cuando en realidad es de todos los que nos gobiernan.

¿Por qué, según vos, la obsesión por las élites no sirve para combatir la desigualdad?

Lo que noté al entrevistar a empresarios, ejecutivos de alto nivel y administradores de fortuna, es que nadie se reconocía como parte de las élites argentinas. Todos creían que había alguien con más riqueza y poder. Todos se sienten clase media. Pocos se hacen cargo de que están en una posición mucho mejor que el resto, que no pagan impuestos, que explotan a sus trabajadores y que esas prácticas son las que generan condiciones sociales desventajosas. El libro parte de la idea de que no tenemos que diabolizar a los que más tienen, porque a lo mejor vos sos uno de ellos. Uno de los que tiene plata fuera del sistema bancario, que no tiene regularizados a sus trabajadores, que no paga impuestos, que le da los negocios a sus amigos. Entonces, si cada uno hace eso, dejemos de echarle la culpa a ese 0,001%, que en la Argentina es muy minúsculo y no tiene la manija de nada. Empecemos a ver cómo los que están ocupando posiciones de poder pueden hacer algo para construir una sociedad mejor.

«Las Fuerzas Armadas quedaron destruidas como grupo de poder»

«Las Fuerzas Armadas quedaron destruidas como grupo de poder»

A 47 años del golpe genocida y a 40 de la recuperación de la democracia, el abogado y militante Marcelo Parrilli repasa la lucha de las Madres y familiares de desaparecidos, el rol de Alfonsín, de Strassera y de las Fuerzas Armadas y la continuidad del poder judicial de la dictadura.

Abogado y militante de derechos humanos, Marcelo Parrilli fue uno de los miembros fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en 1978, que, como él mismo afirma, desempeñó un rol central en la “revolución democrática llevada adelante contra el gobierno militar”. En diálogo con ANCCOM, repasa el trabajo en soledad de los organismos, las disidencias con el gobierno alfonsinista y el desplazamiento de las Fuerzas Armadas de la escena política.

Desarrollaste tu labor en el CELS entre los últimos años del gobierno militar y los primeros de la vuelta de la democracia, ¿cuál fue el impacto de esa transición en la investigación de las violaciones a los derechos humanos?

La causa de los derechos humanos, que siempre fue de un sector muy minoritario, de vanguardia, por temor a la represión, pero terminó siendo una causa masiva contra la dictadura. Sobre todo después de la Guerra de Malvinas, donde la dictadura ya quedó despedazada. Se pudo militar más fácilmente. Acordémonos que Reynaldo Bignone no fue un presidente elegido por la Junta Militar, fue designado solamente por Cristino Nicolaides, comandante en jefe del Ejército. El gobierno de Bignone fue de una debilidad extrema, no tenía prácticamente control sobre la situación, ni grandes posibilidades represivas. El número de muertos y desaparecidos en su gobierno fue muy menor. La lucha contra la dictadura fue una revolución democrática en la Argentina, llevada adelante por las organizaciones de derechos humanos, las Madres, los padres, los hijos, los hermanos de las víctimas y todo un sector popular que acompañó lo más importante de esa lucha. Las Fuerzas Armadas como grupo de poder quedaron destruidas.

Trabajar durante la dictadura no debe haber sido fácil, lo detuvieron en 1981…

Fue difícil. Nos detuvieron en el traspaso del gobierno de Jorge Rafael Videla al de Roberto Eduardo Viola. Allanaron el CELS un viernes por la tarde y ordenaron la detención de todos sus miembros. También allanaron la casa de Emilio Mignone, primer presidente del CELS y padre de una desaparecida. Vivía a una cuadra de donde vivía yo. Nos tuvieron más de 15 días detenidos a consecuencia del informe que nosotros habíamos difundido en el exterior llamado “La Doctrina  del Paralelismo Global”. Explicábamos cómo funcionaba el aparato represivo. Existían dos pirámides. Una formada por las Fuerzas Armadas oficiales y, dentro de esa, otra menor, que también era oficial, pero interna, secreta y clandestina. Esa era la pirámide que importaba dentro del aparato funcional de las Fuerzas Armadas. Si vos estabas involucrado directamente en la lucha contra la subversión, si dirigías un campo, secuestrabas, torturabas, matabas o supervisabas esas operaciones, tenías más poder que tu equivalente en la pirámide externa. Los otros avalaban y apoyaban. Una pirámide interior muy grande con los cuadros más fanáticos, más politizados.

Una paradoja: la causa por la que fueron detenidos fue la misma por la cual los liberaron. El informe tuvo relevancia internacional…

Seguro. Después nos excarcelaron, mejor dicho, nos dieron una falta de mérito y nos sobreseyeron definitivamente. Seguimos con las paradojas: el fiscal de esa causa terminó siendo Strassera. Tanto los jueces que juzgaron a las Junta como Strassera fueron funcionarios de la dictadura. Lo digo porque ahora parecen héroes.

Es hablar del Strassera que pinta la película Argentina 1985

Si uno mira la película como alguien que vivió esos años, politizado, que conoce bien lo que pasó, hay muchas cosas para cuestionar. Es útil porque no tenemos mucha noción del tiempo de la dictadura para acá. Pasaron casi 50 años. Quienes tienen 50, 40, 35 años -ni hablemos de ahí para abajo-, realmente no saben lo que pasó. Había gente que no sabía quién era Strassera. El “Nunca más” fue algo parcial, y se ha criticado mucho a la película que está borrado el papel de las organizaciones de los derechos humanos en la construcción de ese “Nunca más”. Pero resulta útil porque para mucha gente que no tiene idea porque la imagen que queda es la de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado. Queda también la idea clara, hay gente que pensaba que la argentina era Nicaragua o El Salvador, la verdad que las organizaciones que llevaban adelante acciones armadas nunca tuvieron capacidad para poner en peligro la estabilidad del sistema democrático y ocupar territorios. Y Argentina 1985 se vio más masivamente que el Juicio a las Juntas.

¿Cómo se manifestó la funcionalidad de jueces y miembros del Poder Judicial con la dictadura?

¿Te acordás de la campaña de Editorial Atlántida con su revista Para Tí? El slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”. Oficialmente repartían calcomanías con la banderita y letra negra…las veías pegadas por tribunales, muchos jueces y secretarios las pegaban. El Poder Judicial la sacó barata. Fue una pata fundamental del terrorismo de Estado, sin embargo, fueron muy pocos los jueces condenados, dos o tres y de rebote trascendieron por alguna otra cuestión. El Poder Judicial, de conjunto, siguió igual, con las mismas personas físicas y con la misma ideología. Hasta hoy es así, la misma base social de la dictadura, que es el PRO.

Se lo recuerda a Alfonsín como paladín de los derechos humanos por el juicio y condena a los integrantes de la Junta Militar. Luego, las leyes del Punto Final y la Obediencia Debida fueron un retroceso. ¿Cómo explicás ese cambio?

Alfonsín quedó como un campeón de los derechos humanos aún antes del Juicio a las Juntas.   Tuvo la habilidad política de apoderarse de ese fenómeno de revolución democrática frente a la dictadura. Se apodera de ese fenómeno y después lo va desactivando. En el 83 había mucha denuncia pública y también muchas idas y vueltas Era una especie de aquelarre mixturada con la política alfonsinista de “juzguemos a algunos y a otros no”, que después llevó al Punto Final y a la Obediencia Debida. La política del radicalismo era condenar a la menor cantidad posible, les dio la posibilidad a los militares de juzgarse a sí mismos, cosa que fracasó. Los juicios fueron en el 85, pero todo esto comenzó en el 83. Durante la dictadura, el papel de Alfonsín fue cero, no pasó por la Plaza de Mayo, la pisó el 10 de diciembre del 83 cuando asumió. No vas a ver una sola foto de Alfonsín en una sola marcha de los desaparecidos, en una ronda de Madres, nunca. Sólo había prestado su nombre en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, pero no hizo nada, el que militaba ahí era Federico Storani.

Las causas judiciales te llevaron a caminar la ESMA, uno de los principales centros de detención clandestinos. ¿Qué sentiste?

Vivíamos una realidad muy especial porque éramos bichos raros. El ciudadano que más podía tener una idea era porque, por ejemplo, había visto un procedimiento. Era una situación compleja porque por un lado te motorizaba pelear contra eso y por otro lado veías los peligros. Pero prevalecía la idea de pelear. Surgió toda una vanguardia nueva, yo no estaba en ningún partido político. En general, la gente que estaba en partidos políticos estaba guardada, desaparecida o prófuga. Fue una pelea bastante en soledad. Videla dijo en el juicio que en noviembre de 1975 empezaron a citar a los máximos dirigentes de los partidos políticos y explicarles su plan de reorganización nacional. No le habrán dicho “vamos a hacer un sector Capucha en la ESMA y de ahí los vamos a subir a un avión”, pero si sos dirigente y te citan, tenés que ir dándote cuenta, más o menos, de qué es lo que iba a pasar. Videla aseguró que ningún dirigente político dijo que no ni se horrorizó. Todo eso expresa por qué lo pudieron hacer durante tantos años y por qué después costó tanto juzgarlos.

¿Cuál es la mayor enseñanza que nos dejó esa revolución democrática contra la dictadura?

Vivimos la mayor parte de nuestra vida a la sombra de “¿Che, qué dijo el comandante en jefe del Ejército?”. O “¿qué le parece a Videla, a Carcagno, a Lanusse, a Menéndez, a Riveros?”. Eso ya no existe más. Si vos me preguntás hoy quién es el comandante en jefe del Ejército, no me acuerdo, ni de la Marina, ni de la Aeronáutica, porque ya no son factores de poder. Fueron derrotados por esa revolución democrática. Esto no quiere decir que tengamos Fuerzas Armadas democráticas. Eso no cambia porque el rol que tienen que cumplir dentro de este sistema es represivo, lo vemos en la Policía, en la Prefectura… En una situación como la del 2001 las Fuerzas Armadas hubieran dado un golpe de Estado, sin embargo, desaparecieron de la escena política, se metieron en los cuarteles y nunca más.

Messi, la alegría tercermundista

Messi, la alegría tercermundista

Se publicó “La Tercera”, un libro que cuenta la historia de cómo la Argentina y Messi ganaron la Copa del Mundo en Qatar. Con la Selección de regreso al país para festejar junto a su público, Alejandro Wall –autor del texto junto a Gastón Edul- explica detalles sobre el proceso de producción y su experiencia en ese país.

Tras vencer a Francia en los penales y obtener la presea que más deseaban Lionel Messi y sus compañeros, todos los argentinos salen a festejar en las calles. Mientras ocurre esto, ya en la madrugada de Qatar, el periodista de Tiempo Argentino y Fox Sports Alejandro Wall recibe la propuesta de Editorial Planeta: escribir un libro sobre la obtención de la nueva estrella. Así nació La Tercera.

Una vez aceptada la idea, empieza a organizar las piezas y convoca al periodista de TyC Gastón Edul, para unir sus distintas miradas en diseñar en tiempo récord una crónica que posee todos los condimentos y que incluye un poster con la Scaloneta levantando la copa. Wall cuenta detalles sobre este best seller y reflexiona sobre sus coberturas en Qatar.

¿Qué sensación te genera la repercusión que está teniendo el libro?

Muy linda, es como una especie de continuidad en la que hay muchas ganas de revivir lo que fue ese mes increíble, que la celebración y que la alegría no se terminen. Después, por supuesto, está la cuestión del objeto permanente, querer tener el libro y el póster. Me gusta mucho la masividad con la que se está leyendo y en particular lo que pasa con los más chicos. Veo que todo el tiempo nos llegan imágenes de chicos y de chicas leyéndolo, en algunos casos padres que nos cuentan que sus hijos no habían leído nunca, pero se engancharon con esto. Eso es hermoso, es una puerta abierta para otras lecturas.

¿Han recibido alguna devolución de los miembros de la Selección?

Todavía no, esperemos que les llegue pronto. Gastón (Edul) estuvo con los premios The Best y aún está de gira, ahí le llegará a algún jugador. Ojalá que lo puedan leer y les guste, ellos son los verdaderos protagonistas de todo. El libro llegará en un tiempo a Europa, donde están la mayoría de los jugadores. A partir de ahí veremos qué pasa.

En el libro destacan que Gastón tuvo una mirada “desde adentro” por estar en el campo de juego y en contacto permanente con los jugadores. ¿Qué implica tu mirada “desde afuera”?

Te permite obtener una panorámica de lo que estás viendo. Uno para acercarse a una historia también a veces tiene que alejarse, ver lo que pasa alrededor. Este fue mi tercer mundial y tuve la suerte en cada uno de poder contarlo moviéndome con mucha libertad: no estar tan atado a los entrenamientos o las conferencias de prensa, sino poder hacer mucha más calle, ir a otros partidos que me interesan y ver otras selecciones.

¿Cómo se trabajaron ambas miradas durante el proceso de producción?

Con Gastón teníamos en ese punto una situación en la que no era uno solo el que se tenía que alejar y acercar, sino que éramos los dos que estábamos en ese lugar y tratando de intercambiar todo el tiempo ideas. Hicimos un texto que era común, con lo cual unificamos las dos voces. Me acuerdo que las primeras cosas que escribimos nos plantéabamos eso: “¿Qué pasaba dentro de la cancha? ¿Y en el palco de prensa? ¿Y en Argentina?”. O sea, ir recolectando esos distintos lugares.

En los primeros capítulos cuentan que no fue el mundial de Europa ni de la cerveza, sino del Islam, y que Messi logró una “unidad tercermundista”. ¿Qué significa?

Es una idea de lo que pasó en Qatar. Europa estaba casi en pie de guerra contra ese país: sus selecciones fueron bajo protesta de algunas circunstancias y con muchos menos hinchas de los que suelen haber en otros mundiales. Si un equipo europeo jugaba contra uno de otra parte del mundo, en general eran menos los hinchas europeos que los que había en otros lados. Luego lo que empezó a pasar es que estaban los inmigrantes, los trabajadores, los que vivían en Qatar y también los que estaban en otras partes del mundo emocionados con Messi, construyendo como una especie de hinchada por fuera de los argentinos. La alegría excedió a los miles de argentinos que estaban en Qatar, o de los millones que estaban en la Argentina, y se creó un vínculo.

¿En qué sentido?

Visité un barrio en Doha, la zona industrial. No era ni de acceso ni de cercanía del turismo, estaba como por fuera de las luces de Doha. Apenas entrabas, eras un extraño en el lugar, sin embargo si decías que eras argentino, inmediatamente formabas parte de todo eso. Era muy emocionante, porque en ese barrio había posters de Messi, fotos de Maradona y camisetas argentinas por todos lados. En el centro comercial de Asian Town, un pibe me regaló un llavero de Bangladesh. Ahí te dabas cuenta que más allá de estar en partes del mundo tan disímiles culturalmente, había una conexión de pueblos que fueron en su momento colonizados y que tienen distintas historias. Por eso hablo del Tercer Mundo: con distintos asuntos en común se sienten unidos y creo que Messi lo consiguió.

En el prólogo, Ezequiel Fernández Moores señala que a la hora de escribir evitás una “mirada occidental”. Considerando eso, ¿Qatar era un lugar para temer?

No creo que las cosas sean tan blanco o negro. Al principio, recuerdo haber leído a gente decir que este mundial no podía hacerse en Qatar por distintas cuestiones. Lo que yo pienso es que si en casi poco más de tres años vamos a ir a Estados Unidos, Canadá y México, ¿vamos a ponerles la lupa como se la ponemos a Qatar? Entonces, discutimos la política internacional de Estados Unidos, sus guerras, la situación de la inmigración y de la clase trabajadora. Hay mucha hipocresía en esa mirada en la que “no, Qatar no”. Hay países que tienen sus contradicciones y muchísimas cuestiones, sus gobiernos y sus políticas ni hablar. En el caso de Qatar, me parece que quedaron expuestas algunas situaciones como la situación de los derechos humanos y sus leyes laborales. No llevar adelante una mirada occidental sobre eso, más allá de que uno la tiene porque forma parte de otra cultura distinta y sin hacer un relativismo cultural respecto de lo que pasa con la mujer y la comunidad LGBT, me parecía todo un desafío. Muchos te decían: “No vas a poder ir a ver a trabajadores” y nosotros estuvimos con el propio Ezequiel allí en el barrio de los trabajadores, hemos podido hablar con ellos. Había policías en el lugar, pero nadie nos sacó ni nos molestó para trabajar.

Pudiste trabajar tranquilamente…

En ese momento había tenido una entrevista incluso con un medio europeo que me preguntaban si me había sentido censurado en algún momento. La verdad que no sentí eso, aunque eso no significa que no haya censura para otros medios. También hay censura en países de Europa y en Estados Unidos. Igual aclaro que, también lo he contado en algunas crónicas desde allá, me parecía que por momentos Doha era una ciudad llena de vallas. Yo estaba realmente incómodo, era una ciudad muy hostil para ser peatón.

En un capítulo cuentan el FIFA Gate y los cuestionamientos a Qatar. ¿Por qué se les dedica un capítulo y qué relación tienen con la obtención de “la tercera”?

No sé si hay un vínculo, intentamos contar un contexto. No por nada, de hecho, la Selección, después de ganar la final, tuvo que salir en un micro descapotable pasando por las calles de Doha y la puerta del palacio real del Emir y Messi tuvo que vestirse con un bisht para levantar la copa. O sea, el contexto era este: vimos a la Argentina ganando en este lugar, eso lo hace interesante.

¿Cuál es la importancia del oficio del periodista deportivo en los mundiales?

Hay distintos roles que pueden tener los colegas. Con Gastón diseñamos el libro precisamente desde lugares distintos. El trabajo de él durante el mundial fue reconocido y elogiado de manera muy justa, además porque ha hecho una cobertura de la Selección Argentina con mucha precisión y trabajo, siendo muy equilibrado. En mi caso, me interesan los mundiales desde lo futbolístico, pero me interesa también poder escribir sus contextos políticos y sociales, que es un costado y es una mirada. Después están los colegas que comentan partidos y que también hacen llegar a la gente su mirada. No es fácil cubrir un mundial. No es sencillo llegar a cubrirlo obviamente, y después hacerlo cotidianamente es muy desgastante, es un trabajo de todos los días durante un mes. De hecho pensé que iba a ser imposible hacer el libro porque ya no daba más, pero evidentemente siempre tenemos un plus para dar y creo que el empujón y lo fresco de haber venido y habernos puesto a trabajar enseguida hizo que pudiéramos escribirlo.