Una guerra indefinida por el poder en Perú

Una guerra indefinida por el poder en Perú

La derecha parlamentaria sostiene a la presidenta Dina Boluarte, cuya promesa de llamar a elecciones antes de fin de año se diluye mientras mantiene una agenda afín a las grandes empresas y alejada de los intereses populares.

Colín Fernández, abogado y militante del Partido Regionalista de Integración Nacional (PRIN).

Colín Fernández, abogado y militante del Partido REgionalista de Integración Nacional (PRIN) del Perú.

En medio de la convulsión social que se vive en Perú, con más de 60 personas asesinadas por la represión desatada por el régimen de Dina Boluarte -aunque la cifra es imprecisa porque se considera que algunas no fueron contabilizadas-, ANCCOM dialogó con Colín Fernández, abogado y militante del flamante Partido Regionalista de Integración Nacional (PRIN), un espacio que se define como “de centro”. Desde Lima, donde dirige un estudio jurídico y está por concluir un doctorado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Fernández afirma que “no se percibe un quiebre constitucional” y, cuando se le requiere su opinión sobre las denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidas tras la caída de Pedro Castillo, manifiesta que se trata de “críticas aisladas”. “Se habla de lo autoritario –agrega–. Son las voces de los opositores que antes apoyaban a Castillo y quieren ver al gobierno de Boluarte como dictatorial”. Para Fernández, los acontecimientos de los últimos meses se tratarían de un eslabón más en una problemática institucional de larga data.

¿En qué momento comenzó la crisis política en Perú?

Nuestro país ha vivido una historia muy convulsionada desde su fundación. Lo ha caracterizado la desunión. Y la situación actual empezó en el momento en que el Gobierno no ha tenido articuladores efectivos en el Congreso de la República y se produjo, por consecuencia, esta “contención” que se viene dando desde el gobierno de Pablo Kuczynski (2016-2018), con Ollanta Humala (2011-2016) también se visualizaba esa tensión pero no era tan fuerte y por eso que no lo llegaron a destituir. Lo mismo sucedió con Alejandro Toledo (2001–2006) que lo quisieron vacar pero, a último momento, no consiguieron los votos porque él comenzó a articular e hizo alianza con el partido de Fernando Oliveira, lo mismo hizo Alan García (2006-2011). Alberto Fujimori, sin embargo, tenía comprado todo el Congreso.

Al Pedro Castillo se le atribuye una estrecha relación con Vladimir Cerrón (dirigente del partido Perú Libre y ex gobernador), hoy condenado por corrupción, ¿qué opina al respecto?

No sé si error o acierto, pero Castillo llegó a la presidencia con el partido de Cerrón, se supone que para formar parte de un partido político hay que conocer a su líder. Cerrón ha sido sentenciado por hechos de corrupción en su gestión como gobernador regional de Huancayo, donde hay gran descontento. Se dice que no ha hecho nada por su provincia. Castillo, al inicio de gobierno, trató de tomar distancia de Cerrón, pero no del todo, y más se notó en el segundo gabinete que lideró Mirta Vásquez. Ella es izquierdista, pero una de las más progresistas. Aparentemente, Castillo intentó desligarse de Cerrón no por convicción sino por la presión mediática, y los resultados están allí: no pudo hacer sentir su poder en los ámbitos del Estado porque no tenía detrás una estructura sólida. En el ámbito político, se necesita articular con las diferentes fuerzas y, para esto, hacen falta personas que representen y ayuden con ese rol. Quienes estaban alrededor de Castillo eran técnicos, alejados del quehacer político, mientras que los que le podrían haber sido más útiles él los ahuyentó en su indecisión de alejarse o no de Cerrón, y la presión mediática estaba puesta en que se alejara. A fin de cuentas, tomó distancia por esa presión. Castillo nombraba ministros y también por presión mediática los hacía renunciar. Se tiene que entender que si el Poder Ejecutivo y el Legislativo están en contienda, uno de ellos va a caer, como ya ocurrió en el gobierno de Vizcarra.

¿Qué se percibe en los peruanos en relación a sus gobernantes?

La gran mayoría del país, conformada esencialmente por las provincias, quiere que los congresistas se vayan, mientras que los congresistas niegan la realidad y parece que viven en un mundo paralelo, y creen que el pueblo los ama y se van a quedar hasta el 2026. Hay descontento de un gran sector de la población que no ven realizadas sus aspiraciones y ven que su Estado no está acompañando a forjar el bienestar común, uno de los objetivos por los cuales ha sido creado el Estado. Históricamente, la zona norte del país se siente más identificada con el capitalismo, con las ideas proempresa, de salir adelante, el emprendimiento, a diferencia de la zona sur, donde nos encontramos con un ciudadano más insatisfecho en sus reclamos al Estado y que tiene una cierta influencia de un sector de la izquierda. Hay que tener claro que la política es la lucha por el poder. Para amainar a los contrincantes, hay que hacer ciertas concesiones y eso es normal. Alan García hizo una articulación en el Congreso con el fujimorismo, y por eso tuvo esa convivencia de cinco años. Luego los gobiernos pasaron a resquebrajarse. En los últimos meses del gobierno de Humala ya se venía dando esta situación. Y en el de  Kuczynski ya se complicó todo.

¿Cuál es el mayor reclamo al régimen de Dina Boluarte?

Boluarte llegó a prometer que si sacaban a Castillo, ella renunciaba a la presidencia. Esas declaraciones, el pueblo peruano se las restriega en la cara. El gobierno de Boluarte está en piloto automático y no está chocando con las grandes empresas, no aporta nada nuevo y se está dejando llevar por lo que hicieron los anteriores gobiernos. Se percibe una inercia. Se limita a cumplir la agenda sin grandes cambios.

¿Convocará a elecciones antes de fin de año como también dijo?

No. No cumple sus promesas. Estos días, con los desastres naturales (aluviones y el ciclón Yaku), las protestas han menguado y aún no se sabe si se van a reactivar, pero como no hay una notoria convulsión social en Lima y las otras provincias, entonces ellos se sienten que ya han ganado esta lucha. No olvidemos que muchos de estos congresistas han llegado con préstamos bancarios y también con favores que tienen que devolver. Boluarte se va a querer quedar aunque hay partidos políticos que se están preparando para esas supuestas elecciones.

¿Cómo ve a Dina Boluarte como presidenta?

Es una pieza de ajedrez utilizada por el Congreso para permanecer hasta el 2026. Si al Congreso no le sirviera la presidenta, ya la hubieran sacado. El tema es que si Boluarte renuncia o la sacan, la Constitución vigente, de 1993, dice que inmediatamente el presidente del Congreso asumiría la presidencia, pero sólo para convocar elecciones. Hay congresistas que se han atrevido a reinterpretar a su manera la Constitución diciendo que en ese caso sólo se convocaría a elecciones para presidente, pero no para el Congreso. Están gobernando a espaldas de los intereses  del país. Hay una realidad capitalina y otra provinciana. La provinciana muchas veces no es atendida por las autoridades nacionales que están centradas en la realidad capitalina, tal es así que cuando las autoridades de provincia tienen que aprobar un presupuesto, la autorización llega desde Lima. Y en general, si  el provinciano quiere mejorar su calidad de vida, tiene que venir a Lima. 

¿Boluarte está a salvo de la vacancia?

Hay una moción para el 2024 que aún no ha sido ratificada y si no se ratificada, no se va a realizar. Para que sea admitida en el debate se necesita un 40 por ciento (52 votos a favor). Si se admitiera el debate luego se necesitaría 87 votos, los dos tercios, para ser vacada. La vacancia está siendo promovida por un grupo minoritario de izquierda, donde está Perú Libre. La derecha y centroderecha, que son mayoría, están respaldando a Boluarte. Dina está para rato, a menos que aparezca algún tema de corrupción que la comprometa. Su popularidad sigue bajando. Y la del Congreso asciende a un 91 por ciento. Mientras tanto, la incertidumbre sobre nuestro país sigue presente.

 

«Hay un debilitamiento del poder devenido de las posiciones sociales y un crecimiento del poder ligado a recursos económicos»

«Hay un debilitamiento del poder devenido de las posiciones sociales y un crecimiento del poder ligado a recursos económicos»

En su último libro, ¿El 99% contra el 1%?, la socióloga Mariana Heredia propone entender y discutir las desigualdades de nuestro país desmontando las etiquetas que -subraya- impiden pensarla.

“Para lograr una sociedad más igualitaria necesitamos una diversidad de políticas que planteen objetivos claros en términos intermedios y convergentes. Plantear que haya mejores salarios, más puestos de trabajo, mejores escuelas, que es algo que el país ya ha hecho. Hay que aprender de nuestra experiencia”, afirma Mariana Heredia, socióloga de la UBA y magister y doctora en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. “No existen soluciones mágicas ni líderes carismáticos que arreglen todo de un día para el otro”, agrega. Para combatir la desigualdad hacen falta “un conjunto de objetivos e instrumentos que construyan una sociedad más integrada”.

Publicado por Siglo XXI Editores, el título de su libro, ¿El 99% contra el 1%?, refiere a la concentración de la riqueza global en una minoría de “súper ricos”. En el debate internacional, se usa para mostrar la confrontación entre los que más y menos tienen. En su obra, Heredia, quien además es investigadora independiente del Conicet y del Centro IDeAS de la Universidad Nacional de San Martín, donde también dirige la maestría en Sociología Económica, muestra las potencialidades y los límites de aquel debate, y explica por qué la obsesión por los ricos no sirve para combatir la desigualdad e imagina una posible salida al callejón en el que nos encontramos.

¿Cuándo aparece la denuncia a las clases altas en Argentina?

Argentina es un país de movilidad social ascendente. En pocos países existieron las posibilidades que acá se les dieron a los europeos a principios del siglo XX. Este espíritu va a ser acompañado por el peronismo en las décadas del 40 y 50, a la vez que se agudiza un discurso confrontativo con las clases altas. El peronismo propone una definición específica de clase alta que no cubría a todas las de su tiempo, sino que estaba asociada a los propietarios de tierras. Este tipo de discursos confrontativos suelen ser más intensos en momentos críticos, donde la economía no crece, la inflación se dispara y la pobreza aumenta. Cada movimiento político selecciona algún sector de las clases altas para echarle la culpa de los males del país: los dueños de tierras, los capitales nacionales o las empresas extranjeras. Cuando al país le va bien y la economía crece, esas clases altas ganan mucho más que en los momentos críticos, pero son menos denunciadas por los sectores populares.

Para explicar quiénes conforman ese uno por ciento, en el libro hablás de clase alta tradicional, burguesía nacional y ricos argentinos, ¿cuáles son sus características?

La primera se sitúa a principios del siglo XX. Son criollos que explotan la tierra y contratan peones rurales. Son la figura característica de las clases altas definida como “oligarquía”. Se piensa que la oligarquía siguió siendo el grupo dominante hasta hoy, pero el libro demuestra que sufrió un declive en los años 30. Se debe al ascenso de movimientos políticos, que derrotaron al Partido Autonomista Nacional y al avance del comercio y los servicios. En los 40 y 50 son los empresarios industriales, de espectáculos y supermercadistas los que acuñan grandes fortunas. En gran medida, lo lograron porque el Estado argentino intentó crear una burguesía nacional con la protección del mercado interno y acompañamiento de políticas públicas. En los 70, con las medidas de la dictadura y luego los 90 con Menem, esa burguesía nacional va a llevar sus negocios a países limítrofes, no va a contratar tanta mano de obra y no va a estar protegida por el Estado. Hablar hoy de burguesía nacional es anacrónico porque el proyecto de los 50 no existe más. Lo que sí hay son un montón de ricos, listados en la revista Forbes, que tienen un perfil diverso. Allí hay gente vinculada a las actividades primarias, bancarias, herederos, inversionistas. Es una categoría que puede llevar a confusiones porque el 1% de Estados Unidos fracciona riquezas que vienen de todo el globo. Entonces, no sólo son ricos estadounidenses sino globales, dueños de Nike, Apple, Amazon, Microsoft. No es lo mismo pensar ese 1% en Estados Unidos que en Latinoamérica, donde ni la cantidad de ricos es tan grande ni su riqueza es excepcional.

En el primer capítulo mencionás tres criterios para observar a las élites: recursos, posiciones e influencias. ¿Cuál es el verdadero poder de las élites hoy?

A las élites se las ha estudiado de varias formas. Según su posición: dueños de empresas, ministros nacionales, jefes de organizaciones. Según sus recursos: cuentas bancarias abultadas, contactos estratégicos, diplomas de las mejores universidades. Según su influencia a la hora de participar en tomas de decisiones. Lo que plantea el libro es que estamos usando una medida anacrónica para evaluarlas. Por ejemplo, creyendo que un presidente siempre va a tener poder, cuando es algo relativo que depende de los recursos que movilice, las potestades delegadas y su ubicación en el tablero internacional. En cambio, hay recursos menos visibles que otorgan mucho poder. La hipótesis del libro es que hoy se ha dado un debilitamiento del poder asociado a las posiciones y hay un poder creciente ligado a recursos asociados a lo económico.

¿Puede hablarse de una falta de capacidad de conducción política en las élites argentinas?

El libro parte de la tesis de que en las sociedades complejas las élites son necesarias en el trabajo de coordinación y conducción. Estamos viviendo una crisis de legitimidad de las dirigencias. Las élites individualmente pueden mucho pero colectivamente pueden poco y eso es perjudicial para todos.

¿Cuáles son las principales causas de la desigualdad en nuestro país?

La Argentina es el caso de una sociedad que podría ser más igualitaria de lo que es. En el pasado se logró poner un filtro entre el poder adquisitivo de las familias y sus condiciones de vida. Logró universalizar el acceso a la salud y la educación, facilitar el acceso a la vivienda, reclutar meritocráticamente en organizaciones políticas y económicas. pero en los últimos años esto ha ido retrocediendo por varias razones. La mercantilización, el avance de la oferta privada, la descentralización los servicios, entre otras. Aun dentro del capitalismo se pueden establecer sistemas de bienestar que pongan un filtro a lo que se puede y lo que no se puede comprar. Hoy el destino de las familias depende mucho más de su poder adquisitivo que en los 60. Las élites pueden comprar cosas que el resto de la gente no tiene acceso. No solo es importante distribuir la riqueza y el poder, sino también fortalecer las instituciones intermedias.

¿Somos una sociedad más desigual que en los 60?

La mirada historiográfica es frecuente a la cuestión del más y menos. No es que ahora haya más o menos desigualdad, sino que es diferente. Por ejemplo, las desigualdades de género eran mucho más profundas en el pasado. Hoy hay un incremento notable de las matrículas del primario y secundario. En esos casos las desigualdades se han atenuado. Pero se acentuaron las diferencias entre las escuelas. Antes había una gran brecha entre quienes vivían en el campo y quienes vivían en la ciudad. Hoy el 90% de la gente vive en la ciudad, pero estas se segmentan socialmente en barrios ricos y barrios pobres. Hay que estar muy atentos a la especificidad de la desigualdad en cada momento. No es solo distribuir la riqueza en estratos o en condiciones de ingreso, sino que en cada momento hay disparidades que se evidencian con mayor dramatismo. Una sociedad más igualitaria no se crea de un día para el otro.

Varios sectores de la sociedad sostienen la idea de que la redistribución del ingreso reduciría la desigualdad.

Argentina es uno de los países menos desiguales de la región según la distribución del ingreso. El problema es que su economía se estancó. El problema es que hay menos para repartir y no que las porciones a repartir sean desiguales, que lo son, pero comparadas con otros países no tanto. Hay que propiciar que los trabajadores tengan mejores salarios, pero también que tengan más trabajo, más protección. Que la solución no sea solo el ingreso sino un conjunto de dimensiones del bienestar que no se miden en dinero. Lo que pasa en Argentina es que muchas veces se incrementan los ingresos, pero los precios suben igual o más rápido. Entonces la solución es tanto distribuir mejor los recursos, uno de los cuales es el ingreso, como también el acceso a la vivienda, la salud, la educación, el trabajo y así propiciar el crecimiento de la riqueza del país. Eso es lo que le está costando a la Argentina en las últimas décadas a comparación de Sudamérica.

¿Plantear todo en términos de ingresos es un limitante en la discusión por la desigualdad?

Una de las preocupaciones del libro es que estamos obsesionados con el 1%. Hay que salir a cobrarles impuestos a ellos y con un click se van a resolver las desigualdades y no es así. Entonces, el problema impositivo en la Argentina no es solo que paguen más los que ya pagan, sino que paguen más los que tienen que pagar, hay mucha gente que logra evadir con éxito la declaración de sus bienes. El aporte de las elites a la sociedad no debe ser solo distribuir los recursos que tienen, sino generar actividades económicas sostenidas en el tiempo, puestos de trabajo formalizados y con salarios dignos, contribuir con la estructura necesaria para escuelas y hospitales. Pareciera que el problema de la desigualdad es solo del Ministro de Economía cuando en realidad es de todos los que nos gobiernan.

¿Por qué, según vos, la obsesión por las élites no sirve para combatir la desigualdad?

Lo que noté al entrevistar a empresarios, ejecutivos de alto nivel y administradores de fortuna, es que nadie se reconocía como parte de las élites argentinas. Todos creían que había alguien con más riqueza y poder. Todos se sienten clase media. Pocos se hacen cargo de que están en una posición mucho mejor que el resto, que no pagan impuestos, que explotan a sus trabajadores y que esas prácticas son las que generan condiciones sociales desventajosas. El libro parte de la idea de que no tenemos que diabolizar a los que más tienen, porque a lo mejor vos sos uno de ellos. Uno de los que tiene plata fuera del sistema bancario, que no tiene regularizados a sus trabajadores, que no paga impuestos, que le da los negocios a sus amigos. Entonces, si cada uno hace eso, dejemos de echarle la culpa a ese 0,001%, que en la Argentina es muy minúsculo y no tiene la manija de nada. Empecemos a ver cómo los que están ocupando posiciones de poder pueden hacer algo para construir una sociedad mejor.

«Las Fuerzas Armadas quedaron destruidas como grupo de poder»

«Las Fuerzas Armadas quedaron destruidas como grupo de poder»

A 47 años del golpe genocida y a 40 de la recuperación de la democracia, el abogado y militante Marcelo Parrilli repasa la lucha de las Madres y familiares de desaparecidos, el rol de Alfonsín, de Strassera y de las Fuerzas Armadas y la continuidad del poder judicial de la dictadura.

Abogado y militante de derechos humanos, Marcelo Parrilli fue uno de los miembros fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) en 1978, que, como él mismo afirma, desempeñó un rol central en la “revolución democrática llevada adelante contra el gobierno militar”. En diálogo con ANCCOM, repasa el trabajo en soledad de los organismos, las disidencias con el gobierno alfonsinista y el desplazamiento de las Fuerzas Armadas de la escena política.

Desarrollaste tu labor en el CELS entre los últimos años del gobierno militar y los primeros de la vuelta de la democracia, ¿cuál fue el impacto de esa transición en la investigación de las violaciones a los derechos humanos?

La causa de los derechos humanos, que siempre fue de un sector muy minoritario, de vanguardia, por temor a la represión, pero terminó siendo una causa masiva contra la dictadura. Sobre todo después de la Guerra de Malvinas, donde la dictadura ya quedó despedazada. Se pudo militar más fácilmente. Acordémonos que Reynaldo Bignone no fue un presidente elegido por la Junta Militar, fue designado solamente por Cristino Nicolaides, comandante en jefe del Ejército. El gobierno de Bignone fue de una debilidad extrema, no tenía prácticamente control sobre la situación, ni grandes posibilidades represivas. El número de muertos y desaparecidos en su gobierno fue muy menor. La lucha contra la dictadura fue una revolución democrática en la Argentina, llevada adelante por las organizaciones de derechos humanos, las Madres, los padres, los hijos, los hermanos de las víctimas y todo un sector popular que acompañó lo más importante de esa lucha. Las Fuerzas Armadas como grupo de poder quedaron destruidas.

Trabajar durante la dictadura no debe haber sido fácil, lo detuvieron en 1981…

Fue difícil. Nos detuvieron en el traspaso del gobierno de Jorge Rafael Videla al de Roberto Eduardo Viola. Allanaron el CELS un viernes por la tarde y ordenaron la detención de todos sus miembros. También allanaron la casa de Emilio Mignone, primer presidente del CELS y padre de una desaparecida. Vivía a una cuadra de donde vivía yo. Nos tuvieron más de 15 días detenidos a consecuencia del informe que nosotros habíamos difundido en el exterior llamado “La Doctrina  del Paralelismo Global”. Explicábamos cómo funcionaba el aparato represivo. Existían dos pirámides. Una formada por las Fuerzas Armadas oficiales y, dentro de esa, otra menor, que también era oficial, pero interna, secreta y clandestina. Esa era la pirámide que importaba dentro del aparato funcional de las Fuerzas Armadas. Si vos estabas involucrado directamente en la lucha contra la subversión, si dirigías un campo, secuestrabas, torturabas, matabas o supervisabas esas operaciones, tenías más poder que tu equivalente en la pirámide externa. Los otros avalaban y apoyaban. Una pirámide interior muy grande con los cuadros más fanáticos, más politizados.

Una paradoja: la causa por la que fueron detenidos fue la misma por la cual los liberaron. El informe tuvo relevancia internacional…

Seguro. Después nos excarcelaron, mejor dicho, nos dieron una falta de mérito y nos sobreseyeron definitivamente. Seguimos con las paradojas: el fiscal de esa causa terminó siendo Strassera. Tanto los jueces que juzgaron a las Junta como Strassera fueron funcionarios de la dictadura. Lo digo porque ahora parecen héroes.

Es hablar del Strassera que pinta la película Argentina 1985

Si uno mira la película como alguien que vivió esos años, politizado, que conoce bien lo que pasó, hay muchas cosas para cuestionar. Es útil porque no tenemos mucha noción del tiempo de la dictadura para acá. Pasaron casi 50 años. Quienes tienen 50, 40, 35 años -ni hablemos de ahí para abajo-, realmente no saben lo que pasó. Había gente que no sabía quién era Strassera. El “Nunca más” fue algo parcial, y se ha criticado mucho a la película que está borrado el papel de las organizaciones de los derechos humanos en la construcción de ese “Nunca más”. Pero resulta útil porque para mucha gente que no tiene idea porque la imagen que queda es la de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado. Queda también la idea clara, hay gente que pensaba que la argentina era Nicaragua o El Salvador, la verdad que las organizaciones que llevaban adelante acciones armadas nunca tuvieron capacidad para poner en peligro la estabilidad del sistema democrático y ocupar territorios. Y Argentina 1985 se vio más masivamente que el Juicio a las Juntas.

¿Cómo se manifestó la funcionalidad de jueces y miembros del Poder Judicial con la dictadura?

¿Te acordás de la campaña de Editorial Atlántida con su revista Para Tí? El slogan “Los argentinos somos derechos y humanos”. Oficialmente repartían calcomanías con la banderita y letra negra…las veías pegadas por tribunales, muchos jueces y secretarios las pegaban. El Poder Judicial la sacó barata. Fue una pata fundamental del terrorismo de Estado, sin embargo, fueron muy pocos los jueces condenados, dos o tres y de rebote trascendieron por alguna otra cuestión. El Poder Judicial, de conjunto, siguió igual, con las mismas personas físicas y con la misma ideología. Hasta hoy es así, la misma base social de la dictadura, que es el PRO.

Se lo recuerda a Alfonsín como paladín de los derechos humanos por el juicio y condena a los integrantes de la Junta Militar. Luego, las leyes del Punto Final y la Obediencia Debida fueron un retroceso. ¿Cómo explicás ese cambio?

Alfonsín quedó como un campeón de los derechos humanos aún antes del Juicio a las Juntas.   Tuvo la habilidad política de apoderarse de ese fenómeno de revolución democrática frente a la dictadura. Se apodera de ese fenómeno y después lo va desactivando. En el 83 había mucha denuncia pública y también muchas idas y vueltas Era una especie de aquelarre mixturada con la política alfonsinista de “juzguemos a algunos y a otros no”, que después llevó al Punto Final y a la Obediencia Debida. La política del radicalismo era condenar a la menor cantidad posible, les dio la posibilidad a los militares de juzgarse a sí mismos, cosa que fracasó. Los juicios fueron en el 85, pero todo esto comenzó en el 83. Durante la dictadura, el papel de Alfonsín fue cero, no pasó por la Plaza de Mayo, la pisó el 10 de diciembre del 83 cuando asumió. No vas a ver una sola foto de Alfonsín en una sola marcha de los desaparecidos, en una ronda de Madres, nunca. Sólo había prestado su nombre en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, pero no hizo nada, el que militaba ahí era Federico Storani.

Las causas judiciales te llevaron a caminar la ESMA, uno de los principales centros de detención clandestinos. ¿Qué sentiste?

Vivíamos una realidad muy especial porque éramos bichos raros. El ciudadano que más podía tener una idea era porque, por ejemplo, había visto un procedimiento. Era una situación compleja porque por un lado te motorizaba pelear contra eso y por otro lado veías los peligros. Pero prevalecía la idea de pelear. Surgió toda una vanguardia nueva, yo no estaba en ningún partido político. En general, la gente que estaba en partidos políticos estaba guardada, desaparecida o prófuga. Fue una pelea bastante en soledad. Videla dijo en el juicio que en noviembre de 1975 empezaron a citar a los máximos dirigentes de los partidos políticos y explicarles su plan de reorganización nacional. No le habrán dicho “vamos a hacer un sector Capucha en la ESMA y de ahí los vamos a subir a un avión”, pero si sos dirigente y te citan, tenés que ir dándote cuenta, más o menos, de qué es lo que iba a pasar. Videla aseguró que ningún dirigente político dijo que no ni se horrorizó. Todo eso expresa por qué lo pudieron hacer durante tantos años y por qué después costó tanto juzgarlos.

¿Cuál es la mayor enseñanza que nos dejó esa revolución democrática contra la dictadura?

Vivimos la mayor parte de nuestra vida a la sombra de “¿Che, qué dijo el comandante en jefe del Ejército?”. O “¿qué le parece a Videla, a Carcagno, a Lanusse, a Menéndez, a Riveros?”. Eso ya no existe más. Si vos me preguntás hoy quién es el comandante en jefe del Ejército, no me acuerdo, ni de la Marina, ni de la Aeronáutica, porque ya no son factores de poder. Fueron derrotados por esa revolución democrática. Esto no quiere decir que tengamos Fuerzas Armadas democráticas. Eso no cambia porque el rol que tienen que cumplir dentro de este sistema es represivo, lo vemos en la Policía, en la Prefectura… En una situación como la del 2001 las Fuerzas Armadas hubieran dado un golpe de Estado, sin embargo, desaparecieron de la escena política, se metieron en los cuarteles y nunca más.

Messi, la alegría tercermundista

Messi, la alegría tercermundista

Se publicó “La Tercera”, un libro que cuenta la historia de cómo la Argentina y Messi ganaron la Copa del Mundo en Qatar. Con la Selección de regreso al país para festejar junto a su público, Alejandro Wall –autor del texto junto a Gastón Edul- explica detalles sobre el proceso de producción y su experiencia en ese país.

Tras vencer a Francia en los penales y obtener la presea que más deseaban Lionel Messi y sus compañeros, todos los argentinos salen a festejar en las calles. Mientras ocurre esto, ya en la madrugada de Qatar, el periodista de Tiempo Argentino y Fox Sports Alejandro Wall recibe la propuesta de Editorial Planeta: escribir un libro sobre la obtención de la nueva estrella. Así nació La Tercera.

Una vez aceptada la idea, empieza a organizar las piezas y convoca al periodista de TyC Gastón Edul, para unir sus distintas miradas en diseñar en tiempo récord una crónica que posee todos los condimentos y que incluye un poster con la Scaloneta levantando la copa. Wall cuenta detalles sobre este best seller y reflexiona sobre sus coberturas en Qatar.

¿Qué sensación te genera la repercusión que está teniendo el libro?

Muy linda, es como una especie de continuidad en la que hay muchas ganas de revivir lo que fue ese mes increíble, que la celebración y que la alegría no se terminen. Después, por supuesto, está la cuestión del objeto permanente, querer tener el libro y el póster. Me gusta mucho la masividad con la que se está leyendo y en particular lo que pasa con los más chicos. Veo que todo el tiempo nos llegan imágenes de chicos y de chicas leyéndolo, en algunos casos padres que nos cuentan que sus hijos no habían leído nunca, pero se engancharon con esto. Eso es hermoso, es una puerta abierta para otras lecturas.

¿Han recibido alguna devolución de los miembros de la Selección?

Todavía no, esperemos que les llegue pronto. Gastón (Edul) estuvo con los premios The Best y aún está de gira, ahí le llegará a algún jugador. Ojalá que lo puedan leer y les guste, ellos son los verdaderos protagonistas de todo. El libro llegará en un tiempo a Europa, donde están la mayoría de los jugadores. A partir de ahí veremos qué pasa.

En el libro destacan que Gastón tuvo una mirada “desde adentro” por estar en el campo de juego y en contacto permanente con los jugadores. ¿Qué implica tu mirada “desde afuera”?

Te permite obtener una panorámica de lo que estás viendo. Uno para acercarse a una historia también a veces tiene que alejarse, ver lo que pasa alrededor. Este fue mi tercer mundial y tuve la suerte en cada uno de poder contarlo moviéndome con mucha libertad: no estar tan atado a los entrenamientos o las conferencias de prensa, sino poder hacer mucha más calle, ir a otros partidos que me interesan y ver otras selecciones.

¿Cómo se trabajaron ambas miradas durante el proceso de producción?

Con Gastón teníamos en ese punto una situación en la que no era uno solo el que se tenía que alejar y acercar, sino que éramos los dos que estábamos en ese lugar y tratando de intercambiar todo el tiempo ideas. Hicimos un texto que era común, con lo cual unificamos las dos voces. Me acuerdo que las primeras cosas que escribimos nos plantéabamos eso: “¿Qué pasaba dentro de la cancha? ¿Y en el palco de prensa? ¿Y en Argentina?”. O sea, ir recolectando esos distintos lugares.

En los primeros capítulos cuentan que no fue el mundial de Europa ni de la cerveza, sino del Islam, y que Messi logró una “unidad tercermundista”. ¿Qué significa?

Es una idea de lo que pasó en Qatar. Europa estaba casi en pie de guerra contra ese país: sus selecciones fueron bajo protesta de algunas circunstancias y con muchos menos hinchas de los que suelen haber en otros mundiales. Si un equipo europeo jugaba contra uno de otra parte del mundo, en general eran menos los hinchas europeos que los que había en otros lados. Luego lo que empezó a pasar es que estaban los inmigrantes, los trabajadores, los que vivían en Qatar y también los que estaban en otras partes del mundo emocionados con Messi, construyendo como una especie de hinchada por fuera de los argentinos. La alegría excedió a los miles de argentinos que estaban en Qatar, o de los millones que estaban en la Argentina, y se creó un vínculo.

¿En qué sentido?

Visité un barrio en Doha, la zona industrial. No era ni de acceso ni de cercanía del turismo, estaba como por fuera de las luces de Doha. Apenas entrabas, eras un extraño en el lugar, sin embargo si decías que eras argentino, inmediatamente formabas parte de todo eso. Era muy emocionante, porque en ese barrio había posters de Messi, fotos de Maradona y camisetas argentinas por todos lados. En el centro comercial de Asian Town, un pibe me regaló un llavero de Bangladesh. Ahí te dabas cuenta que más allá de estar en partes del mundo tan disímiles culturalmente, había una conexión de pueblos que fueron en su momento colonizados y que tienen distintas historias. Por eso hablo del Tercer Mundo: con distintos asuntos en común se sienten unidos y creo que Messi lo consiguió.

En el prólogo, Ezequiel Fernández Moores señala que a la hora de escribir evitás una “mirada occidental”. Considerando eso, ¿Qatar era un lugar para temer?

No creo que las cosas sean tan blanco o negro. Al principio, recuerdo haber leído a gente decir que este mundial no podía hacerse en Qatar por distintas cuestiones. Lo que yo pienso es que si en casi poco más de tres años vamos a ir a Estados Unidos, Canadá y México, ¿vamos a ponerles la lupa como se la ponemos a Qatar? Entonces, discutimos la política internacional de Estados Unidos, sus guerras, la situación de la inmigración y de la clase trabajadora. Hay mucha hipocresía en esa mirada en la que “no, Qatar no”. Hay países que tienen sus contradicciones y muchísimas cuestiones, sus gobiernos y sus políticas ni hablar. En el caso de Qatar, me parece que quedaron expuestas algunas situaciones como la situación de los derechos humanos y sus leyes laborales. No llevar adelante una mirada occidental sobre eso, más allá de que uno la tiene porque forma parte de otra cultura distinta y sin hacer un relativismo cultural respecto de lo que pasa con la mujer y la comunidad LGBT, me parecía todo un desafío. Muchos te decían: “No vas a poder ir a ver a trabajadores” y nosotros estuvimos con el propio Ezequiel allí en el barrio de los trabajadores, hemos podido hablar con ellos. Había policías en el lugar, pero nadie nos sacó ni nos molestó para trabajar.

Pudiste trabajar tranquilamente…

En ese momento había tenido una entrevista incluso con un medio europeo que me preguntaban si me había sentido censurado en algún momento. La verdad que no sentí eso, aunque eso no significa que no haya censura para otros medios. También hay censura en países de Europa y en Estados Unidos. Igual aclaro que, también lo he contado en algunas crónicas desde allá, me parecía que por momentos Doha era una ciudad llena de vallas. Yo estaba realmente incómodo, era una ciudad muy hostil para ser peatón.

En un capítulo cuentan el FIFA Gate y los cuestionamientos a Qatar. ¿Por qué se les dedica un capítulo y qué relación tienen con la obtención de “la tercera”?

No sé si hay un vínculo, intentamos contar un contexto. No por nada, de hecho, la Selección, después de ganar la final, tuvo que salir en un micro descapotable pasando por las calles de Doha y la puerta del palacio real del Emir y Messi tuvo que vestirse con un bisht para levantar la copa. O sea, el contexto era este: vimos a la Argentina ganando en este lugar, eso lo hace interesante.

¿Cuál es la importancia del oficio del periodista deportivo en los mundiales?

Hay distintos roles que pueden tener los colegas. Con Gastón diseñamos el libro precisamente desde lugares distintos. El trabajo de él durante el mundial fue reconocido y elogiado de manera muy justa, además porque ha hecho una cobertura de la Selección Argentina con mucha precisión y trabajo, siendo muy equilibrado. En mi caso, me interesan los mundiales desde lo futbolístico, pero me interesa también poder escribir sus contextos políticos y sociales, que es un costado y es una mirada. Después están los colegas que comentan partidos y que también hacen llegar a la gente su mirada. No es fácil cubrir un mundial. No es sencillo llegar a cubrirlo obviamente, y después hacerlo cotidianamente es muy desgastante, es un trabajo de todos los días durante un mes. De hecho pensé que iba a ser imposible hacer el libro porque ya no daba más, pero evidentemente siempre tenemos un plus para dar y creo que el empujón y lo fresco de haber venido y habernos puesto a trabajar enseguida hizo que pudiéramos escribirlo.

«Japonesa, japonesa»

«Japonesa, japonesa»

Ichika Egashira se incorporó a Excursionistas y se convirtió en la primera nipona en llegar al fútbol argentino. ¿Qué diferencias percibe entre su país natal y el que la recibió?

El 2023 empezó de manera intensa para Excursionistas. El conjunto del Bajo Belgrano firmó un convenio con la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF) para que sus jugadoras puedan realizar una carrera universitaria a la par de la futbolística. Días después , las redes del club anunciaron el desembarco de Ichika Egashira, la primera jugadora japonesa en arribar al fútbol argentino femenino.

Su llegada generó tantas expectativas que tuvieron que armar una presentación con conferencia de prensa y su primer entrenamiento a puertas abiertas para el público. 

Casi un mes después, Ichika intenta aprender español para comunicarse mejor con sus compañeras. Entrena todos los días de 12 a 14 en el estadio de Excursio. Mientras camina normalmente hacia la calle La Pampa junto a Fernando Moya, preparador físico y entrenador que vivió varios años en Japón y gestó su llegada, se cruzan con una gran cantidad de hinchas con bombos y camisetas del equipo. Mientras se dispone a practicar, varios micros se preparan para salir desde la cancha y alentar al plantel masculino de Excursionistas quien debe enfrentar a Gimnasia de La Plata por Copa Argentina.

Ante un ruido estremecedor de fondo, sale con la pilcha de entrenamiento del vestuario. Nació para las cámaras, sonríe ante cada gesto de sus compañeras que la invitan a posar con un mate, luego con una pelota y todo lo que esté a mano. La hacen sentir cómoda, el idioma del fútbol es universal. Un poco ansiosa por su debut oficial, parece exigirse un poco más, lo que la obliga a entrenar diferenciado por unos días. Pedro Lacal, su entrenador, le da unas indicaciones a Moya para que se las pase a Ichika. Mientras sus pares se distribuyen en el césped , a ella le toca el gimnasio. 

Tiene tan solo 20 años por lo que mudarse al otro lado del mundo no fue una decisión fácil. Con respecto a la reacción de sus padres, Ichika le comenta a ANCCOM: “Sabían que quería jugar en el extranjero pero no se imaginaron que tan lejos. Se preguntaron por qué no me fui a Europa. Yo lo tenía decidido, no les di chance a que se negaran”. 

El fútbol femenino comenzó a tener mucho más preponderancia en varios países potencia hace muy poco. En Japón, la WE League, primera división y de carácter profesional, tuvo su primera edición en 2021. Para jugar a la pelota, Ichika vivía rodeada de chicos. “Hasta la secundaria superior jugaba en equipos de varones. Los contrarios se sorprendían con que hubiera una chica. Si me hacían una falta decían: ´Pero sos chica ¿Que haces jugando acá?´”, sostiene Egashira. 

Muy parecido a Tokio, la extensión de Buenos Aires hace que las personas no se conozcan mucho entre sí.  Egashira vivió toda su vida en Kansai, Shiga, un lugar perfecto para evitar el ruido constante, ubicado entre Kioto y Tokio, donde abundan castillos, templos y la naturaleza. “Vivía en medio de la montaña, en un pueblo alejado de la ciudad. Es una comunidad muy unida. Todos los adultos cuidan a los niños. Esa creo que es la gran diferencia con un lugar como Tokio, donde es tan grande que nadie se conoce con nadie. Las personas de mi lugar son mucho más efusivas”, afirma Ichika. 

La jugadora japonesa se permite conocer Buenos Aires como turista y hasta como youtuber. Rápidamente observa lo caótica que puede ser. Fuera de su departamento en Parque Chas para evitar el ruido constante está su nueva familia, sus compañeras en Excursionistas, que le dan cariño como si estuviera junto a sus padres.

No le hizo falta mucho tiempo en el país para notar varias diferencias que se dan entre las mujeres japonesas y argentinas. “Acá son muy efusivas, abiertas y directas en el trato. En Japón, al ser chica no podías gritar o expresarte de esa manera. Me acuerdo que en el colegio, una profesora decía que era una señorita y que tenía que comportarme más adecuadamente. Me intentaban marcar una especie de camino. Me siento mucho más cómoda aquí con la naturalidad con la que pueden manejarse”, subraya Egashira.

Entre otros detalles, destaca que puede vestirse como quiere que nadie la va a juzgar. Así como se podía observar en el mundial a los japoneses limpiando los estadios con una disciplina notable, no logra entender como los baños públicos no son como los de su país. 

A la par de su personalidad detallista, Ichika dice: “En Argentina uno tiene que pensar todo el tiempo cómo rebuscarse para las cosas cotidianas, en Japón tenes casi todo al alcance de la mano, no necesitas pensar o renegar con todo. La forma de vida de los argentinos siento que me va a hacer crecer mucho”. 

Excursionistas forma parte de la primera división del fútbol femenino argentino. De 20 equipos, paradójicamente, sólo dos son dirigidos por mujeres. Ichika llegó en un momento donde la semilla va creciendo día a día. En 2019, AFA anunció la semi profesionalización de la primera división, donde en cada plantel deben existir por lo menos doce contratos para las jugadoras. Los sueldos son equivalentes a jugadores masculinos de la primera C, por lo que muchas chicas tienen otro trabajo. Varios clubes tradicionales comenzaron a darle entidad a las mujeres e incluso muchos de ellos tendrán inferiores. Algo que debería ser normal llegó mejor tarde que nunca. Aun así, se necesita mucho más para una completa profesionalización. 

Su debut con la hinchada se fue posponiendo pero ella ya piensa en su futuro, su sueño está organizado. Con su esfuerzo espera convertirse en referente para otras chicas japonesas que quieran jugar al fútbol y viajar al extranjero. “Quiero estar en Argentina tres o cuatro años y después jugar en Barcelona, como Messi. Quiero ser una jugadora top en Europa, ese es mi sueño” sostiene la número 28 de Excursionistas. 

Teniendo en cuenta el entusiasmo y su talento mostrado, no va a ser una sorpresa si en algunos meses consigue hablar un perfecto español y en unos años se ponga la azulgrana tal como lo hizo el astro rosarino. Ichika Egashira puede convertirse en el lazo perfecto entre la perseverancia argentina y la organización japonesa. Es cuestión de tiempo escuchar que coreen su nombre en el bajo Belgrano. 

«En la escuela me decían que no existíamos»

«En la escuela me decían que no existíamos»

Víctor Vargas Filgueira trabaja en el Museo del Fin del Mundo y es autor de “Mi sangre Yagán”. Artesano e investigador de la cultura de su pueblo, cuenta su historia y la de su comunidad. ¿Cómo es ser indígena en el siglo XXI?

Es domingo por la tarde, un hombre recorre las céntricas y vertiginosas calles de Ushuaia con su campera rompevientos azul y su mochila negra. Con paso seguro se dirige a la cafetería de la esquina de Rosas y San Martín donde lo esperan. Encuentra rápidamente la mesa y luego de pedirse un café, comienza la charla.

Cuénteme sobre usted, ¿quién es Víctor Vargas Filgueira?

Soy un integrante de la comunidad Yagán de Ushuaia. Estamos instituidos ante el INAI desde el año 2021, nos han reconocido después de muchos años de burocracia, de idas y vueltas de papeles. Mi madre es Catalina Yagán, pertenece a los últimos integrantes de aquel pueblo que fuera colonizado en los primeros años del 1900. Ella nació en 1930 y nos trajo su legado, sus costumbres, con la finalidad de conocerlas y emularlas, salvando las distancias, desde nuestro contacto siempre presente con la naturaleza.

Imagino que siempre supo que era Yagán pero ¿cuándo comprendió el significado histórico y cultural que implica?

Nosotros nacimos y sabíamos que pertenecíamos a ese pueblo, nos lo decían. Cuando empecé en la escuela no entendía, porque me decían que no existíamos más. Me contaban la historia desde un punto de vista muy cerrado y eso me impulsó a ser autodidacta, a pasar veinte años de análisis. Cuando mi madre podía ir a lugares como Punta Arena, en Chile, donde había más literatura que hablaba sobre los pueblos, siempre me traía un libro de regalo. Con 12 ó 13 años, la inquietud iba creciendo. Fue un proceso de redescubrirse uno mismo, de entender que el paso del tiempo fue dejando de lado a los pueblos originarios. Tenemos una conquista tangible, en la que se cazó indígenas, literalmente. Y luego estuvo la conquista oral, esa que llevó a que los pueblos empiecen a separarse, que digan: “No quiero ser indio y no quiero ser lo que se dice de ser indio.” Había algo que no podía explicar y que me llamaba a mi origen. Ello me llevó a no tener vergüenza de hurgar y cuando analizaba encontraba sabiduría. Pero sabía que la sociedad fueguina en ese momento, veinte años atrás, no estaba preparada para que alguien dijera: “Yo soy descendiente de Yagán.” Aún no era el momento de hablar, sabía que podía ser perjudicial para nosotros. Entonces, si bien existía un orgullo puertas adentro y hablábamos de las costumbres, afuera no había todavía que decirlo. 

¿Qué fue lo que cambió para que dieran ese paso?

La sociedad cambió pero también lo hicieron los integrantes de nuestros grupos, quienes también están presentes en Puerto Williams. Sabíamos que éramos pocos, en la actualidad somos entre 150 y 200, así que dijimos “es ahora o nunca.” Eso nos llevó a tomar el toro por las astas y ver qué se podía hacer con el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) Además, mi mamá ya era reconocida en la CONADI (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena) en Chile. A muchos de los nuestros se los registró allí, somos un pueblo nómade que navegaba de Puerto Williams a Ushuaia permanentemente. Aunque no se conozca mucho, tenemos el Artículo 75, inciso 17 de la Constitución Nacional Argentina que habla del derecho de los pueblos, que el Estado los debe reconocer, tiene la obligación de hacerlo. Pero no se cumple y cuando te presentas, te piden todo tipo de documentación. A nosotros nos impulsó el encontrar a nuestro bisabuelo en literatura de investigadoares del pasado. Había que recuperar esa historia y como investigador familiar me resultó muy impactante. Mi mamá lo conocía como Tomás y al leer al sacerdote y antropólogo Martín Gusinde, ahí  estaba él. Ese cura hizo un montón de trabajos de campo y entre los que no se llegaron a publicar encontré el nombre Asenewensis. Así descubrimos su nombre original, no Tomás, y al conocer la lengua supimos que había nacido en un lugar boscoso porque significa “hombre del bosque”. Todo eso te va llamando y atando cabos, estudiando llegamos hasta el día de hoy.  Luego, con información que llegó de Chile, descubrí que era el Yekamush, es decir, el Chamán, el hechicero, el hombre sabio. Tuve la posibilidad de leer la ceremonia de duelo más importante que tenían los Yaganes, cuando muere mi bisabuela. Se me caían las lágrimas. Tuvo una vida excepcional. En ese ir descubriendo fuimos entendiendo la importancia que tenía poder formar esa comunidad y brindarle conocimiento a la gente. Por otro lado, entendimos la encrucijada en la que nos encontramos en relación al medio ambiente. La gente cree que nació como vivimos hoy: en la gran ciudad con los rascacielos y que no hay naturaleza. Por eso debíamos llevar nuestros saberes e incorporarlos a los museos, las escuelas. Es lo que necesita el planeta y la gente queda impactada con el mensaje porque es muy sencillo y no hay un libreto, todo viene del conocimiento.

«¿Qué nos deja a nosotros el arqueólogo, el historiador, el artista? Había un chico que había grabado distintos audios de Tierra del Fuego entre las que estaban los cantos de las abuelas del pueblo Yagán, tenía dieciséis premios internacionales», cuenta Vargas,

Tuvo la oportunidad de ir a la Sorbona de París, ¿cuál es la mirada que tienen allí respecto a los pueblos originarios? ¿Hay diferencias en relación a nuestro país?

En la sociedad en general hay mucha ignorancia. Tal vez la gente más vinculada al ambiente tiene más curiosidad, más interés. Nosotros estuvimos diez días en el sur de Francia, en Bayona, donde se hizo un festival en honor a los pueblos originarios de Tierra del Fuego. Todo aquel que trabajaba en relación a los pueblos fue invitado y presentaba su temática. Había un panel donde nosotros interactuábamos y decíamos qué nos había parecido y en qué fallaban. Pero era muy curioso porque nadie había pedido autorización, nosotros no sabíamos nada. Llegamos junto con un hermano Yagán y una hermana Selk’nam, del pueblo del norte. A ella le mostraron un libro con una entrevista que le habían hecho tiempo atrás y nunca le dijeron para qué era. Hubo momentos en los que tenías que pararte e irte porque era una locura lo que hacían. Un chico de Gran Bretaña, desnudo con plumas pegadas al cuerpo y con un slip, haciendo un baile y sonidos en los que buscaba mostrar la colonización de Tierra del Fuego, pero era tan loco el baile que terminaba siendo una falta de respeto. Hay cosas que la gente no entiende, cuando respetas y sos respetado, tenes que saber que nadie entra a la casa de alguien, le saca los cuadros, los audios de la abuela y se lo llevan para mostrar y lucrar en otros lados. Eso forma parte de la privacidad. ¿Qué nos deja a nosotros el arqueólogo, el historiador, el artista? Había un chico que había grabado distintos audios de Tierra del Fuego entre las que estaban los cantos de las abuelas del pueblo Yagán, tenía dieciséis premios internacionales. Está perfecto que vos trabajes con eso pero anda a la casa de las abuelas y fijate cómo están, no les dejaste nada a ellas. Existe un video realizado por franceses en el año 1925 donde está mi bisabuelo. Los derechos los tiene una familia francesa y yo no tengo ningún tipo de derecho. Es muy loco, muy contradictorio.

Ustedes conformaron la Comunidad Paiakoala. ¿Cuáles son los proyectos, ideas y luchas que tienen por delante?

Paiakola significa “gente de la playa”. Mi proyecto ahora es personal porque vi que la burocracia te para, te frena. Es muy difícil tener un proyecto de tierra cuando el INAI me lo puede dar dentro de treinta años o incluso más, cuando ya me esté por ir de este mundo. Si es que me lo da. Cuando obtuvimos la personería comenzamos con el relevamiento territorial, se trata de decir “vengan a ver las tierras que quiero para mi comunidad”. Estamos en 2023 y aun no vinieron, ni si quiera nos conocen cara a cara.

¿Se trató de una cuestión de un título pero las cosas no cambiaron? 

Por eso no simpatizo con ningún partido político, trato de que mi corazón me diga “este es más sincero que los otros”. Hoy lo único que quieren es la foto y nosotros, como sociedad en general, somos un número para ellos. Por eso no me ato a nadie y a mis jefes del museo en el que trabajo les digo: “Vos sos político cuatro años pero yo soy Yagán toda la vida”. En el Congreso del Patrimonio Patagónico, una vez me dijeron que nos teníamos que empoderar. Yo ya venía empoderándome por eso soy respetado en mis charlas, todos comprenden que el mensaje está bueno y cuando me decían que me iban a poner un libreto yo contestaba que entonces me iba. Yo respondo a mi sentido común y a eso apelo en mis charlas. Si yo digo que termino de hablar y me voy volando a casa, no me crean porque nadie puede volar. Nos dijeron que íbamos a cruzar la estratósfera y nos van seguir diciendo cosas, hay que estar atentos porque de eso depende el futuro de nuestros hijos. La posibilidad de estar en los dos ámbitos genera una apertura mental y permite decir “esto sí y esto no”. Tenemos que ponernos a la altura del llamado “blanco” y trabajar con las mismas herramientas que tienen ellos. La Constitución Nacional, los artículos que nos amparan, las leyes de derecho a la tierra, hay que conocerlo todo. Esa es la forma de luchar. Y hay que dejar de tener la autoestima cinco metros bajo tierra. Se trata de estar equilibrado, no me subestimes porque vengo de un pueblo subestimado y si lo seguís haciendo, tenés todas para perder.

«Nos queda algo que es fundamental y que se lo hago ver a la gente: venimos de la naturaleza. Es cuestión de ir a un campamento y ver lo distendido que estás y darte cuenta lo apretado que te sentís en el cemento», subraya Vargas.

¿Cuál es el mensaje que da en el museo, qué quiere transmitirle a la gente?

En principio, tengo el pensamiento de que si el “indígena” no iguala al “blanco” nunca va a luchar por sus derechos. Tenemos que igualarlos primero, figurativamente hablando. Lo principal de mi mensaje es que ellos eran y somos seres humanos. Luego de eso los elevo, contando lo hermoso que tenían, todo su contenido, sus costumbres, el trabajo en equipo, la carencia de pertenencia, de sentido de propiedad. La gente queda asombrada y piensa ojalá fuéramos así porque nosotros, hoy en día, queremos todo lo que tienen los demás. Ellos no vivían en ese mundo y hay que darlo a conocer para lograr un 10% de eso. No se trata de volver a sacarnos la ropa, mi anhelo es que todo el mundo tenga en el bolsillo la cuestión del origen de su identidad. Por eso todo lo que es el “baby shower”, el “happy hour”, todo eso lo destruyo en mi charla también. No nos colonizan, nos colonizamos nosotros hoy en día. Saquemos lo que no nos sirve y tomemos ese trabajo en equipo, la cooperación familiar, los nenes cuidando el fuego con los abuelos, la mamá remando. ¿No hay una familia hoy que podría llegar a ser así? Muestro aquello que no se ve, abro ojos que están cerrados o que tienen una anteojera. Yo vine a este mundo a brindar un testimonio, a dar a conocer que los Yaganes estamos vivos, que existe un mensaje natural y que debemos tener una acercamiento con la naturaleza. Siempre doy el ejemplo del castor: si en la mesa que designó la llegada de ese animal a Tierra del Fuego hubiese estado sentado un integrante de los pueblos originarios, o alguien con conocimiento natural, hubiera advertido y explicado por qué no. Hay que dejar en claro que el sistema ecológico funciona a la perfección donde sea, no hay que cambiarlo. Nosotros conocemos, sabemos porque nos hemos criado rodeados de animales, entendemos la naturaleza. En la actualidad, con la artificialidad en la que vivimos hemos perdido mucho.

Por fuera de la comunidad Yagán, ¿qué le queda a la sociedad actual de este pueblo?

Nos queda algo que es fundamental y que se lo hago ver a la gente: venimos de la naturaleza. Es cuestión de ir a un campamento y ver lo distendido que estás y darte cuenta lo apretado que te sentís en el cemento. Es algo que tenemos todos, no se perdió, el humano sigue siendo humano. Cuando vas a tomar mate no elegís la escalera de cemento sino que vas a la placita, buscas pasto, un árbol. La naturaleza nos llama, el origen nos está llamando. Tal vez aquí los ancestros estén más cerca porque está más fresca la huella de aquella conquista, de ese asesinato. Mucha gente tiene esa inquietud al venir acá, hay energía. Quizá sea así. Una vez me preguntaron en un coloquio sobre el cambio climático, si tenía esperanzas de que pueda cambiar la situación. Y sí, si no me quedaría en mi casa haciendo zapping. Todos somos humanos y sé que en el fondo tenemos esa naturaleza. Poder hablarle y llegarle a chicos que tal vez han salido poco a esa naturaleza, llevarles la canoa, la cesta que las pasan de mano en mano y ver que la observan, la olfatean. Y luego observar cómo les queda la lengua Yagan cuando yo les digo: “Apasha” que es hola y “Ala Yala”, hasta pronto. Cuando me encuentran en el supermercado y me dicen “¡Apasha!”. Esa es la semilla que yo se que está. Todos tenemos un origen y los que se dicen “blancos” no tienen idea de dónde salieron en el planeta y cuánta migración genética tienen dentro. ¿Cuál es la idea mía? Que quienes tenemos el origen cerca y lo conocemos perfectamente podamos empujar a los otros. Y si no encontrás tu origen, hacete amigo de los originarios. Esa es mi esperanza y las generaciones que vienen se interesan más,  hacen más preguntas y como dicen ellos, ya no se les puede “mandar fruta” y con esa mirada es todo más fácil. 

Cuénteme sobre el proceso de escritura de su libro “Mi sangre Yagán”

Mi libro es fruto de todas las inquietudes que tenía, contradicciones que veía. Yo digo que soy un espía, soy un “indígena” infiltrado en el mundo de los “blancos” y por eso puedo dimensionar. Yo tomé la comunión pero después decidí no hacer la confirmación porque me dije: “Ese que está ahí no bajó del cielo, no es un santo en la tierra”. También notaba cómo en todas las religiones se dejaba fuera a la naturaleza. Nosotros creemos que Warauinewa creó al Yagán, al animal, a las plantas y a la geografía en la que vivimos. Eso se llama inclusión, lo otro es la idea del ser humano por encima de todo lo demás. Quiero que se incorpore el cariño por la naturaleza pero sobretodo entender, rápido y bien, que el árbol tiene vida y que no podemos ir con hachas y tirarlo abajo. Cuando estaba en el colegio y me decían que no había más de nosotros, sentía que me mentían y hoy, con toda la inocencia de un niño, no quiero que nos mientan más. Por eso hice este libro y estoy trabajando en el segundo para hablar de nuestra existencia, de todo lo lindo de la vida de nuestro pueblo. Me ha dicho gente que ha pasado por todas los estados mientras lo leía y a mí me pasó eso mientras lo escribía. Es un libro para pensar diferente, para quererse, para entender lo que significaba estar juntos y ver la preocupación respecto a qué será de nuestras vidas, que está siempre presente. Me preguntan cómo logré escribir un libro sobre una época en la que no estaba y yo digo que quizá Assenewesis está en mí, hay más de él en mí de lo que yo creo. Pero además el libro tiene mucho conocimiento natural, yo conozco todo el archipiélago y cómo afecta el humano a la naturaleza. Por eso cuento cómo ellos iban notando que el “blanco” había avanzando por allí y afectaba todo en su camino. 

¿Hay diferencias entre Chile y Argentina en relación a la burocracia?

No, es igual en todos lados. En Francia te ponen los carteles en francés y en bretón, hasta ahí llegan. Hay que entender que pueblos originarios hubo en todos lados: en Francia, en Australia, Gran Bretaña. Pero los Estados de todo el planeta utilizan el capitalismo para respirar. Por eso cuando me preguntan por los derechos de los pueblos, por más que yo sea el Intendente de Tierra del Fuego y diga “a partir de ahora no ingresa nada del comercio, vamos a autoabastecernos”, los demás me masacran. Todos los revolucionarios quisieron salir del sistema capitalista y el imperialismo con Estados Unidos arriba y los llamados “países del primer mundo” lo impidieron, están todos unidos. Si alguien quiere hacer algo diferente, le aplastan la cabeza. El revolucionario siempre está mal mirado. Por eso se odia a los Kirchner porque les dijeron basta a los “platudos”, démosle algo a los demás. Sentido común y objetividad. Un hombre que pagó la deuda externa, no deberíamos ni hablar de él. Se trata de pensar cómo estás viviendo hoy y cómo estabas viviendo antes.

¿Cuál es su opinión respecto a los conflictos que hubo en el último tiempo en la Patagonia con los pueblos originarios? Y en especial la manera en la que lo retratan los medios

Volvemos a la Campaña del Desierto, a la historia de la humanidad. Yo te dejo ver a vos lo que me conviene y lo que no, no. Luego hay gente con poder que te arma distintas situaciones. Puedo pagarles a diez personas para que armen la escena del crimen y te hago ver como culpable. Esto es así. La hegemonía del poder hace que el mensaje sea más fuerte y mucho más disperso. En Chile, una vez había un experto en guerrilla que analizaba un galpón que supuestamente habían quemado los mapuches con pasamontaña y decía: “Esos movimientos que tienen, son de profesionales.” Los reconocía. A veces doy ejemplos en mi charla y digo: “Si ustedes se ponen un pasamontañas, van a romper un vidrio y luego dicen que fue Víctor reclamando por los derechos de los Yaganes, entonces cualquiera puede ser Víctor. Cuidado.” Todo armado. Pero es fácil para el presidente de Chile, o cualquier persona de poder, mandar gente a hacer desmanes y luego decir “los mapuches”. Lo mismo sucede en Argentina. Por eso, el sentido común es el que desbarata todas esas cuestiones, lo que puede llegar a ser y lo que no. 

Al principio comentaba que tiene un proyecto personal pero ¿qué deseo o intención tiene para su pueblo?

Yo tengo un proyecto en comunidad que lo veo verde por eso prefiero seguir con el propio de divulgar en donde sea. Tengo contactos y la posibilidad de dar entrevistas permanentes para que se sepa que existimos, que estamos en Ushuaia, en Puerto Williams. Pero, además, tengo un proyecto de tener un lugar específico donde construir un sector ancestral y un sector de granja sustentable y mezclarlo con turismo. Un emprendimiento en el que los mismos Yaganes guíen, muestren,  enseñen la naturaleza y te permitan volver a ella. Hacer un museo que enseñe quiénes somos nosotros. Está diseñado como un sueño de vida pero con el tiempo lo estuve descartando. Tal vez mañana asume otro presidente y decreta que nos den las tierras y se convierte en realidad. También necesitamos ese espacio para sepultar a los paisanos que, de lo contrario, van a parar a tierra común. Ojalá la vida me dé la oportunidad de ver eso. También hay muchos Yaganes y miembros de pueblos originarios con necesidades, no todos tienen la posibilidad de trabajar en un museo y tener un sueldo por mes. Entonces equilibrar la balanza y saber que el que no quiere hablar o hacer artesanías, no tiene que hacerlo pero puede manejar una combi, llevar gente al recorrido, cobrar los tickets. Hay un montón de salidas laborales pero lo ideal es que sean todos Yaganes los que trabajen ahí.

Después, el sueño familiar que llevo adelante y que involucra a mis hijos, un par de hermanos y que tiene que ver con la artesanía. Pero ojalá se logre el otro sueño, que es como vivíamos nosotros e incluye a toda la comunidad.